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SALA CIVIL Y COMERCIAL - TRIBUNAL

SUPERIOR
Protocolo de Sentencias
Nº Resolución: 178
Año: 2020 Tomo: 6 Folio: 1515-1525

EXPEDIENTE: 6585207 - - YUNNISSI, CARLOS C/ ABREGO, NATALIA SOLEDAD - EJECUTIVO POR

COBRO DE CHEQUES, LETRAS O PAGARES

SENTENCIA NUMERO: 178.

CORDOBA, 21/12/2020, de conformidad a lo dispuesto por el Acuerdo número un mil

seiscientos veintinueve (1629) Serie “A” del seis (06) de junio del corriente año (punto
8 del Resuelvo) dictado por el Tribunal Superior de Justicia, los Señores Vocales de la
Sala Civil y Comercial, Dres. María Marta Cáceres de Bollati, Domingo Juan Sesin y
Luis Eugenio Angulo Martín, bajo la presidencia de la primera, proceden a dictar
sentencia en los autos caratulados: “YUNNISSI, CARLOS C/ ABREGO,
NATALIA SOLEDAD – EJECUTIVO POR COBRO DE CHEQUES, LETRAS
O PAGARÉS – EXPTE. 6585207” determinando en primer lugar las siguientes
cuestiones a resolver:
PRIMERA CUESTIÓN: ¿Es procedente el recurso de casación?
SEGUNDA CUESTIÓN: En su caso, ¿qué pronunciamiento corresponde dictar?
Conforme al sorteo que en este acto se realiza, los Señores Vocales votan en el
siguiente orden: Dres. María Marta Cáceres de Bollati, Domingo Juan Sesin y Luis
Eugenio Angulo Martín.
A LA PRIMERA CUESTIÓN PLANTEADA LA SEÑORA VOCAL,
DOCTORA MARÍA MARTA CÁCERES DE BOLLATI, DIJO:
I. La Señora Fiscal de Cámaras de Apelaciones en lo Civil, Comercial y Laboral, Dra.

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Viviana Siria Yacir, interpone recurso de casación en contra de la sentencia número 12
dictada por la Cámara de Apelaciones en lo Civil y Comercial de Sexta Nominación
de esta ciudad el día 28 de febrero de 2019, invocando la causal del inciso 3º del art.
383 del CPC.
En Sede de Grado la impugnación tramitó con traslado al ejecutante; quien lo evacuó a
fs. 136/138, con el patrocinio letrado de los Dres. Raúl Francisco Pioli y Raúl José
Pioli. Mediante Auto número 195 de fecha 2 de septiembre de 2019 el Tribunal de
Grado concedió la impugnación extraordinaria.
Elevadas las actuaciones a esta Sede, se corrió vista al Ministerio Público Fiscal, quien
lo evacuó por intermedio del Sr. Fiscal Adjunto. Dictado el decreto de autos (fs. 164),
quedó la causa en estado de ser resuelta.
II.Según da cuenta la causa, en el marco de un juicio ejecutivo en el que se persigue el
cobro de un pagaré sin protesto que vincula a los obligados directos, la Cámara A-quo
revocó la sentencia dictada por el Juez Inferior que, de oficio, había declarado la
nulidad del título por tratarse de un “pagaré de consumo”. En su lugar, la Alzada
mandó a llevar adelante la ejecución promovida en autos.
Contra esa sentencia planteó recurso de casación la Sra. Fiscal de Cámaras, invocando
la existencia de jurisprudencia contradictoria sobre la temática discutida, al amparo del
inciso 3º del art. 383 CPC.
El escrito impugnativo comienza con la justificación ensayada por el Ministerio
Público respecto del interés para recurrir, tras lo cual relaciona los antecedentes que
considera útiles para la dilucidación de la controversia.
Seguidamente, la recurrente afirma que la sentencia se funda en una interpretación del
derecho que resulta contraria a la asumida por la Cámara de Apelaciones en lo Civil y
Comercial de Cuarta Nominación de esta Ciudad, en autos “Cetti, Aldo Aníbal c/
César, Jorge Oscar – Presentación Múltiple – Ejecutivos particulares – Recurso de

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apelación” (Auto nº. 157 de fecha 15 de diciembre de 2016). Acompaña copia
certificada del fallo que invoca como antagónico en cumplimiento de lo dispuesto por
el art. 386 del CPC.
Esgrime que se cumple con el requisito de paridad fáctica porque ambos litigios versan
sobre juicios ejecutivos en los que se persigue el cobro de un pagaré, fueron iniciados
por una persona física en contra de un particular que no compareció al proceso, y se
reclama una suma que no presenta diferencias significativas.
Añade que también concurre el presupuesto de la desigualdad jurídica, a cuyo fin
explica que mientras en el sub-lite se decidió la inaplicabilidad del plexo consumeril y
en particular del art. 36 de la Ley de Defensa del consumidor, el caso que se invoca en
confrontación fue resuelto en función de la misma normativa. Puntualiza que las
soluciones dadas por los tribunales intervinientes resultaron opuestas, pues en un caso
se declaró la inhabilidad del título y se rechazó la ejecución, en tanto en el otro se
consideró inviable la declaración de inhabilidad y se dispuso la procedencia de la
ejecución.
Postula como correcta la interpretación dada al caso por la Cámara Cuarta en lo Civil y
Comercial, en tanto –dice- fortalece la tutela del orden público consumeril y resguarda
el cumplimiento de los requisitos impuestos por el art. 36 de la Ley de Defensa del
Consumidor al caso de los denominados “pagaré de consumo”. Asimismo destaca la
trascendencia de la cuestión debatida, a mérito de la proyección que tiene la temática
en el universo de consumidores y usuarios de la Provincia de Córdoba.
III. El recurso de casación ha sido correctamente concedido.
Tal como alega la Sra. Fiscal de Cámaras, los casos puestos a consideración de los
distintos Órganos Jurisdiccionales resultan análogos, y los tribunales intervinientes
han propiciado interpretaciones opuestas en torno a una misma cuestión jurídica; en
cuyo mérito en uno se dispuso la procedencia de la ejecución y, en el otro, su rechazo.

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Ello autoriza la intervención de este Alto Cuerpo a efectos de sentar doctrina legal
sobre el punto en discusión y superar el diferente tratamiento que los Tribunales
intervinientes han dispensado a los casos resueltos.
IV. Materia sujeta a unificación:
La materia sujeta a unificación consiste en establecer si en el marco de la ejecución de
un pagaré, en la que el demandado se encuentra rebelde o no opuso excepciones y el
ejecutante no mencionó la existencia de una relación de consumo subyacente, es
posible presumir la relación de consumo y declarar de oficio la inhabilidad del pagaré
que no cumple las exigencias impuestas por el art. 36 de la Ley de Defensa del
Consumidor.
V. Comenzando con el análisis del asunto en discusión, lo primero que debemos
definir es si el órgano jurisdiccional tiene, o no, facultades para revisar de oficio la
habilidad ejecutiva del título de crédito; es decir, aun frente a un demandado rebelde o
cuando, habiendo comparecido, no ha opuesto excepciones al progreso de la
ejecución.
Esta Sala –en anterior composición- tuvo oportunidad de expedirse en sentido positivo
en un antiguo precedente en el que se interpretó que ante la presentación de una
demanda ejecutiva, los tribunales tienen el poder-deber de examinar el instrumento en
que se funda la acción con el objetivo de verificar su ejecutividad; lo que podrá,
eventualmente, desencadenar en una declaración, aún de oficio, de la inhabilidad
cuando el título carezca de alguno de los requisitos imprescindibles para su
conformación (Confr. Sent. 114 del 22/11/2004).
El artículo 517 de nuestra Ley Ritual dispone, en ese sentido, que “se procederá
ejecutivamente siempre que, en virtud de un título que traiga aparejada ejecución, se
demande una obligación exigible de dar una suma de dinero líquida, o fácilmente
liquidable sobre bases que el mismo título suministre” (énfasis añadido). El

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condicionante “siempre que” utilizado en la norma por el legislador justifica la
hermenéutica adoptada en el referido precedente.
Coincido con la interpretación propuesta.
VI. Aceptada, entonces, la viabilidad de la declaración oficiosa de la inhabilidad del
título que carece de alguno de los requisitos que la ley establece para su ejecutividad,
debemos evaluar la existencia y alcance del denominado pagaré “de consumo”.
Esta indagación es necesaria ya que, despojados de esa calificación, los instrumentos
base de la ejecución resultan útiles y completos conforme a los postulados de
literalidad, abstracción y autonomía que instituye la legislación cambiaria.
Para que exista un pagaré de consumo se requiere una relación jurídica entre un
consumidor y un proveedor, mediante la cual el primero adquiera bienes o servicios
como destinatario final, y el segundo le conceda un crédito para tal fin, ya sea por sí
mismo o a través de otro sujeto –crédito directo o indirecto-; y además el proveedor
debe exigir al consumidor la firma de títulos valores –pagarés- a fin de contar con una
garantía del pago que le habilitará la ejecución expedita de la deuda en caso de
incumplimiento. Así lo define, con distinguida claridad, la doctrina local (Francisco
Junyent Bas – María Constanza Garzino y Santiago Rodríguez Junyent, “Cuestiones
claves del derecho del consumidor”, Córdoba, año 2017, Ed. Advocatus, pág.158).
La existencia de una gran cantidad de ejecuciones de pagarés promovidos por
entidades financieras o por personas que se dedican de modo profesional o habitual a
ofrecer financiación para el consumo demuestra que el denominado “pagaré de
consumo” existe en la realidad; aunque no ha sido regulado.
Es sabido que la ley 24.240 -y modif.- contempla en el art. 36 los requisitos que deben
reunir las operaciones financieras para consumo y las de crédito para el consumo; y
establece que el incumplimiento de tales exigencias dará derecho al consumidor a
demandar la nulidad del contrato o de una o más cláusulas, en cuyo caso faculta al

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juez a integrarlo de ser necesario. Pero esta norma no menciona al pagaré, como
tampoco lo hacen las restantes que integran dicho cuerpo normativo.
En el año 2015 entró en vigencia el nuevo Código Civil y Comercial que complementa
algunas pautas y principios generales que ya habían sido reglamentadas en la Ley
24.240 respecto de las operaciones de crédito para el consumo, pero no soluciona el
entuerto porque tampoco aborda la puntual problemática del pagaré librado como
consecuencia de una relación de consumo.
Los proyectos de reforma de la legislación protectoria del consumidor elaborados en
los últimos años han procurado regularlo con diferentes alcances. Pero hasta ahora
ninguno de ellos ha logrado promulgación y, por ende, no integran el derecho vigente;
aunque puedan servir como pauta hermenéutica según se verá luego.
Es imperioso que esta operatoria cambiaria, afincada desde hace años en el escenario
de las relaciones de consumo de nuestro país, reciba una ordenación autónoma que
defina su factibilidad y, en su caso, los presupuestos para su creación y la vía idónea
para el cobro.
Pero hasta que ello suceda, los jueces estamos llamados a resolver los asuntos
sometidos a la jurisdicción mediante una decisión razonablemente fundada (arg. art. 3
CCC).
Criticar el consumo o imaginar estrategias para prevenir o evitar el consumismo o el
sobreendeudamiento no es una fajina propia del Poder Judicial; la labor de la
jurisdicción se cumple con el hallazgo de una solución que, sin perder de vista la
realidad, se nutra de una interpretación armónica y coherente de las reglas y principios
que integran el sistema normativo vigente. Así lo exigen los artículos 1 y 2 del nuevo
CCC.
VII. En esa tarea, resulta de gran utilidad repasar la doctrina y jurisprudencia
encontrada sobre el tema. Con fines prácticos y algún grado de abstracción podemos

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agrupar las diferentes hermenéuticas del siguiente modo.
1) Tesis cambiaria estricta:
Esta postura parte de considerar que frente a un pagaré completo y externamente hábil
no es posible presumir la existencia de una relación de consumo subyacente y, en
consecuencia, rechaza la declaración oficiosa de inhabilidad del pagaré bajo ese solo
argumento.
Las principales razones que ofrecen los partidarios de esta tesis son las siguientes: a)
que para presumir la existencia de una relación de consumo subyacente no alcanza que
el ejecutante haya iniciado distintos juicios que muestren la concreción de préstamos,
ni que el ejecutado sea persona física, porque no demuestra la calidad del consumo
final; b) que es arbitrario prescindir de la abstracción, autonomía y literalidad del título
que contempla el derecho cambiario, porque no hay elementos que permitan establecer
la pertinencia de la aplicar la Ley de Defensa del Consumidor; c) que en el marco de
una ejecución no corresponde colocar en cabeza del ejecutante la carga de desvirtuar
esa presunción elaborada por el juez; y finalmente, d) que la legislación cambiaria es
también de orden público y resulta necesario brindar seguridad jurídica en la
interpretación de sus normas.
Prestigiosos doctrinarios avalan estas ideas. Entre ellos podemos citar a Alejandro
Drucaroff Aguiar (“Ejecución de pagarés por entidades financieras”, cita online
AR/DOC/4244/2014), Toribio E. Sosa (“Pagaré de consumo y juicio ejecutivo”, cita
online AR/DOC/2738/2019), Carlos L. Illanes (“Abstracción cambiaria y defensa del
consumidor”, DJ 8/5/2013), Antonio J. RINESSI, (“Derogación tácita de los títulos
valores por los derechos del consumidor” en Revista de Derecho Comercial, del
Consumidor y de la Empresa, junio de 2013, p. 247), entre otros.
En Córdoba, diversas Cámaras de Apelaciones se enrolan en esta postura: la Cámara
Primera en lo Civil y Comercial (Sent. 50/2017), la de Segunda Nominación (Sent.

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73/2015), la Cámara Tercera (Sent. 3/2019), la de Séptima Nominación (según voto
mayoritario, Sent. 63/2018), y las Cámaras Octava y Novena (Sent. 68/2017 y Sent.
101/2018, respectivamente). También la Cámara de Apelaciones de la Ciudad de San
Francisco (Sent. 55/2019) y las dos Salas de Río Cuarto (Sent. 108/2016 y Sent.
84/2017).
2) Tesis de la inhabilidad del pagaré librado por el consumidor presunto:
Sus seguidores parten de la presunción de existencia de una relación de consumo
subyacente cuando se verifican ciertos datos circunstanciales (tales, que el pagaré haya
sido librado por una persona humana a favor de un proveedor de servicios financieros,
y que el monto no sea muy significativo). En base a tal preliminar análisis, consideran
que los jueces tienen no sólo la potestad sino, antes bien, el deber de declarar aún de
oficio la inhabilidad del pagaré que no cumple las exigencias del art. 36 de la Ley de
Defensa del Consumidor.
Algunas de las razones jurídicas esbozadas por los partidarios de esta postura son: a) el
principio protectorio del art. 42 de la Constitución Nacional a partir del cual los jueces
deben verificar el cumplimento de lo dispuesto por el art. 36 de la Ley de Defensa del
Consumidor, inclusive en el supuesto de que la deuda esté instrumentada en un título
de crédito; b) que el estatuto del consumidor es de orden público y, como tal,
indisponible por las partes y aplicable de oficio por los jueces; c) que cuando se trata
de obligados directos, en la pugna entre el derecho sustancial cambiario y el estatuto
del consumidor debe prevalecer éste último en virtud de lo dispuesto en el art. 3 de la
LDC y del art. 42 de la CN; d) que la utilización del pagaré que encubre operaciones
de crédito para consumo constituye un acto en fraude a la ley y trasunta el ejercicio
abusivo del derecho.
Entre los autores especializados que propician estas ideas, podemos nombrar a
Federico Álvarez Larrondo (“Pagaré de consumo y otros títulos ejecutivos:

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incompetencia e invalidez” La Ley 2015-B, 60), Gonzalo M. Rodríguez (en Álvarez
Larrondo, Federico, “Manual de Derecho de Consumo”, Bs. As., Ed. Erreius, año
2017, pág. 594 y sig.), Francisco Junyent Bas, María Constanza Garzino y Santiago
Rodriguez Junyent (“Cuestiones claves de derecho del consumidor”, Córdoba, Ed.
Advocatus, Año 2017, pág. 155 y sig.); Ricardo Nissen (Los títulos de crédito en la
Argentina. Esplendor y decadencia. A propósito de un fallo”, ED 251-305), Julieta
Álvarez (“Pagaré de consumo: ¿un conflicto de normas?” Cita online
AR/DOC/1367/2018).
Los Tribunales cordobeses también se han hecho eco de esta solución. Así, además de
la Cámara Cuarta de esta Ciudad –autora del fallo invocado como antagónico-, se ha
pronunciado en este sentido la Cámara Quinta en lo Civil y Comercial (Sent. 53/2019
por mayoría), así como los votos minoritarios de la Dra. Palacio de Caeiro (integrante
de la Cámara Sexta) y del Dr. Remigio (Séptima).
Ciertamente, la doctrina ofrece un abanico más amplio de argumentos sociológicos,
económicos, políticos y filosóficos, a cuya lectura corresponde remitir en honor a la
brevedad.
Las posturas reseñadas hasta aquí reflejan lo que Paolantonio ha denominado
“monólogo de fuentes”. El autor refiere -y critica- al supuesto en que el conflicto
normativo es resuelto a partir de la prevalencia absoluta de las normas del consumidor,
lo que implica la virtual y tácita derogación de las normas mercantiles (Confr.
Paolantonio Martín E., “Monólogo de fuentes: el caso del pagaré de consumo”, cita
online AR/DOC/1267/2015); pero la contrapropuesta se nutre del mismo monólogo,
solo que reconociendo eficacia exclusiva a la legislación cambiaria y negando toda
virtualidad al estatuto del consumidor.
3) Tesis de la integración del título:
Finalmente, en el orden nacional viene tomando fuerza una posición que parece ser

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superadora.
El fallo plenario de las Cámaras de Apelaciones en lo Civil y Comercial de Azul
interpretó –según el voto de la mayoría- que el pagaré de consumo puede integrarse
con documentación adicional relativa al negocio causal, dentro del mismo juicio
ejecutivo, conformando un título complejo que deberá contener información clara y
veraz, y además cumplir con los requisitos previstos en el art. 36, Ley 24.240 para las
operaciones de financiación o crédito para el consumo. Estableció, asimismo, que
dicha documentación debe agregarse en primera instancia hasta el momento de la
sentencia, sin que se admita su integración en la alzada (Confr. Fallo Plenario nº. 5 en
“HSBC Bank Argentina vs. Pardo, Cristian Daniel s. Cobro” de fecha 9 de marzo de
2017).
Posteriormente, la Suprema Corte de Buenos Aires se hizo eco de estas ideas y en la
causa “Asociación Mutual Asís c. Cubilla, María Ester. Cobro Ejecutivo” (Acuerdo de
fecha 14 de agosto de 2019) avaló la resolución dictada por la Cámara de Apelaciones
de San Martín que admitía la integración del título ejecutivo con la documentación
acompañada por la ejecutante en el escrito inaugural. Un dato relevante en el orden
procesal es que la sentencia confirmada había dispuesto la preparación de la vía
ejecutiva respecto de los documentos agregados.
En la causa “Recupero Online SA c. Vera José Roberto s/ cobro ejecutivo” fallada un
mes después (18/09/2019) la SCBA dio un paso más en el mismo sentido, al
considerar que los jueces se encuentran habilitados para examinar si los papeles
cambiarios abastecen los recaudos exigidos por el mentado art. 36, pudiendo valorar
aquellos instrumentos complementarios que se hubieran acompañado en la demanda “
y/u ordenar su acompañamiento en el supuesto que se hubiesen omitido”. Ello implica
admitir un accionar oficioso por parte de los tribunales.
Estos lineamientos fueron seguidos en otras jurisdicciones, tales como el Superior

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Tribunal de la Provincia de Río Negro, algunas de las Cámaras Nacionales en lo
Comercial, etc.
El Sr. Fiscal Adjunto, en su dictamen, contempla esta alternativa al señalar que el
criterio que se considera acorde con la legislación específica no veda la posibilidad de
integrar el título ejecutivo con el instrumento respectivo donde consten los extremos
previstos en el artículo 36, dando cumplimiento a la manda consumeril. Sin embargo,
en el análisis del caso puntual cuestiona que la ejecutante, sabiendo que el caso podía
ser analizado bajo las normas de consumo y en razón del deber de colaboración del art.
53 de la LDC, no haya aportado ningún elemento tendiente a demostrar que no se
trataba de una relación de consumo o que se hubiere cumplido el deber de información
requerido por el 36. Es por esta razón que, presumiendo la relación de consumo,
dictamina a favor de la inhabilidad del título.
VIII. En mi opinión, la solución del problema requiere definir, antes que nada, si es
posible y correcto presumir que el pagaré ha sido librado con motivo de una relación
de consumo.
La Corte Suprema de Justicia de la Nación se inclinó por la respuesta afirmativa al
resolver un conflicto de competencia planteado con motivo de la ejecución de un
pagaré, donde valoró especialmente que las partes de la ejecución coincidían con la
formulación normativa que corresponde a los sujetos de la relación de consumo. Fue a
partir de esa circunstancia y del monto de la deuda que infirió que el negocio jurídico
estaba alcanzado por el art. 36 de la Ley de Defensa del Consumidor (Confr.
“Compañía Financiera Argentina S.A. c/ Monzón, Mariela Claudia s/ejecutivo”,
sentencia del 10 de diciembre de 2013; “HSBC Bank Argentina S.A.”, Fallos:
340:905; entre muchos otros).
Este Tribunal Superior de Justicia (primero a través del Pleno, y luego en fallos
dictados por la Sala Civil y Comercial) también se ha pronunciado en idéntico sentido

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en casos análogos, haciendo hincapié en el criterio de interpretación más favorable al
consumidor por tratarse del sujeto débil de la relación jurídica a quien el ordenamiento
dedica especial protección. (Confr. TSJ en Pleno, auto n.º 94 del 5/11/18 en “Cetrogar
SA..”; TSJ Sala Civil y Comercial, auto nº. 105/2020 en “Gesa SA..”, entre otros).
No desconozco que en tales precedentes la Corte Suprema expresamente circunscribió
el análisis a la cuestión de competencia por ser de orden público y, en cambio,
deslindó la cuestión de la ejecutividad del título en la inteligencia de que la abstracción
cambiaria y los límites cognoscitivos propios de estos procesos no resultan afectados
por la presunción.
Sin embargo, considero que la disgregación mencionada por el Máximo Tribunal de la
Nación no debe interpretarse en términos absolutos, porque si las circunstancias que
surgen del título pueden reputarse suficientes para inferir las calidades de proveedor y
consumidor de servicios financieros a los efectos de resolver un problema de
competencia, no se comprende por qué las mismas consideraciones no podrían ser
merituadas para evaluar el resto de los aspectos vinculados a su ejecución.
Aun cuando este Alto Cuerpo, en oportunidad de decidir las causas mencionadas
aludió a la cortapisa mencionada por la Corte, lo cierto es que el análisis sustancial que
ahora nos convoca sugiere repensar estos conceptos, pues la misma presunción bien
podría utilizarse cuando menos para reencauzar la pretensión ejecutiva por un
andarivel procesal que, sin llegar al extremo de desnaturalizar la acción cambiaria,
evite la utilización impropia de estos instrumentos y los abusos que se cometen en la
documentación cartular de las operaciones de crédito para consumo.
Dicho esto, la calidad de proveedor profesional de servicios financieros puede
válidamente ser inferida siempre que el ejecutante sea una entidad financiera o cuando,
no siéndolo, la consulta de los sistemas informáticos disponibles evidencie que prestan
servicios financieros o que otorgan créditos para el consumo en forma habitual; ello,

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sin perjuicio de que el ejecutante pueda controvertir ese preliminar señalamiento y
demostrar su eventual inexactitud.
En el otro polo de la relación, la calificación jurídica del ejecutado como consumidor o
usuario es más compleja porque –tal como indicamos en ocasión de desechar la
convocatoria ad eventum al Ministerio Público Fiscal que había sido ordenada en el
primer decreto ejecutivo (confr. Auto nº 190/18)-, la mera circunstancia de ser persona
humana no trasunta necesariamente la causa fin de la adquisición; esto es, si lo fue
para su consumo personal o el de su grupo familiar o social, o si –en cambio- pudo
tener como objetivo la adquisición de bienes para ser reinsertados en la cadena de
producción o comercialización.
Ahora bien, siguiendo los lineamientos fijados por la Corte en los casos citados, la
conjunción de estos elementos de índole subjetiva, sumados al monto no muy elevado
por el que ha sido librado el título, autorizan a inferir la posible existencia de una
relación de consumo subyacente.
Ante la falta de regulación legal, éste resulta ser el único camino si se pretende evitar
la utilización impropia del pagaré en el marco de una relación de consumo, y hacer
efectivo el principio protectorio y el derecho a la información consagrados en la
Constitución Nacional.
Recordemos que el artículo 42 de la Carta Magna enumera una serie de derechos
fundamentales: salud, seguridad, intereses económicos, información, libertad de
elección y trato digno y equitativo. La doctrina especializada ha interpretado que esta
manda constitucional pone en cabeza de los consumidores y usuarios derechos plenos,
los cuales son operativos sin necesidad de que se dicte una ley que los instrumente; lo
que significa que el juez puede aplicarlos en el caso concreto y que su eficacia no está
condicionada (Confr. Lorenzetti, Ricardo L. “Consumidores”, Santa Fé, Ed. Rubinzal
Culzoni, año 2009, pág. 44/45).

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IX. Con arreglo a lo expuesto, el Juez de la ejecución puede válidamente inferir la
existencia de una relación de consumo subyacente cuando se verifican los datos
circunstanciales enunciados por la Corte Suprema.
Ahora bien, me adelanto a señalar que esta preliminar valoración no alcanza para
dictar, en su exclusivo mérito, una sentencia que declare oficiosamente la inhabilidad
del título y rechace la ejecución; tal como se decidió en la providencia invocada como
antagónica.
Es que, tal solución provoca el truncamiento de un proceso legalmente predispuesto,
sin oposición del ejecutado y con basamento sólo en una inferencia del magistrado,
elaborada a partir de los magros datos que el instrumento proporciona; sin siquiera
indagar si hubo o no un uso inadecuado del título de crédito, ni verificar si en el
negocio causal subyacente se cumplieron o no los requisitos del art. 36 de la Ley
24.240 o el deber de proporcionar información veraz.
Con agudeza, un prestigioso autor explica que asignar el carácter de “pagaré de
consumo” a un documento a partir de indicios conlleva también sus riesgos pues no
sería extraño caer en la arbitrariedad de desestimar la ejecutividad de cualquier título
valor que “huela” a consumo (Saux, Edgardo I., “El pagaré de consumo: una figura
jurídica no legislada y controversial”, La Ley, 2017-B, 176).
No es correcto ni plausible omitir por completo la legislación cambiaria y las normas
procesales que regulan la ejecución de los títulos de crédito, derogándolas
implícitamente, sin siquiera declarar su inconstitucionalidad.
Adhiero, en cambio, a la doctrina que tomando como plataforma el diálogo de fuentes,
propone la convivencia pacífica de los diferentes sectores del ordenamiento jurídico,
sin favorecer su eliminación recíproca; lo cual no se trata de una cuestión menor, sino
de una exigencia seguida de la presencia de microsistemas en el ordenamiento jurídico
y del imperativo de preservar su integridad (Conf. Paolantonio, Martín E.,

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“Refle x io n e s a d ic io n a le s s o b r e e l p a g a r é d e c o n s u m o ” ; c i t a online
A R/DO C /4 1 0 2 /2 0 1 5 ).
Coherentes con esta prédica, en el comentario al artículo 3 del nuevo Código, Marisa
Herrera y Gustavo Caramelo exponen que desde una perspectiva sistémica, el Código
entiende la importancia de concretar una relectura más contemporánea, realista y
humanista del derecho privado, la existencia de un verdadero “diálogo de fuentes”,
una postura que también impacta de manera clara en la interpretación y aplicación de
las leyes. (Código Civil y Comercial de la Nación Comentado, publicado por el
Ministerio de Justicia de la Nación en www.saig.org.ar pág. 16)
X. En esa búsqueda de armonización de los sistemas jurídicos, coincido con la
jurisprudencia que propone la integración del título con los documentos que justifican
el negocio causal dentro del mismo proceso ejecutivo.
Es dable remarcar que la abstracción cambiaria no constituye un impedimento porque
–como se indicó- en los casos sujetos a unificación la acción entablada vincula a los
obligados directos.
El Dr. Pablo Heredia en su voto emitido en la Autoconvocatoria a Plenario de la
Cámara Nacional de Apelaciones en lo comercial, emitido el 29 de junio de 2011,
explicó que el principio de “abstracción cambiaria” sólo se considera en cuanto el
título entra en circulación, es decir, cuando coloca en vinculación a dos personas no
alcanzadas por la relación subyacente o fundamental, que no han contratado entre
ellas, encontrándose una frente a otra por la sola virtud del título. Por el contrario,
entre los obligados inmediatos como son, por ejemplo, el librador y el primer
beneficiario o tomador (el consumidor y el banco o entidad financiera, para el caso), la
“abstracción cambiaria” no da lugar a un principio absoluto, sino que se desdibuja
pues acusa la influencia de la causa.
Tampoco constituye obstáculo la literalidad y la autonomía que instituye la legislación

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cambiaria porque, una vez integrado, el pagaré formará junto con los documentos, un
título complejo del que deberá poder extraerse con precisión el contenido y la
extensión del derecho creditorio a los efectos de juzgar su ejecutividad. Es sabido que
ambos principios tienen por principal finalidad la de garantizar al sujeto pasivo de la
obligación cambiaria que el acreedor no podrá demandarle nada que no se halle escrito
en el título (Conf. Gómez Leo, Osvaldo, Instituciones de derecho cambiario, títulos de
crédito, Depalma, Bs.As., 1982, T. I, p. 11, 116 y 117, nota 36); objetivo que
precisamente se procura satisfacer mediante la integración del título.
Se trata, indudablemente, de una solución poco ortodoxa, pero es preciso recordar que
el pagaré fue concebido como un instrumento destinado a facilitar las operaciones
entre comerciantes y, por tal motivo, su utilización en el ámbito de las relaciones de
consumo debe ser cuidadosamente calibrada para evitar que el principio protectorio y
el derecho a la información de raigambre constitucional queden reducidos a letra
muerta.
La preliminar adjetivación que realiza el tribunal a partir de la presumible calidad de
proveedor de bienes o servicios financieros por parte del ejecutante, y de la posible
consideración del demandado como un hipotético consumidor o usuario, requiere ser
apreciada a partir de la documentación respaldatoria del negocio jurídico subyacente;
la que perfectamente puede ser introducida al juicio ejecutivo, siempre que se trate de
los obligados directos y se respete el principio de bilateralidad garantizándose a ambas
partes la defensa en juicio.
Tengo en cuenta también que los distintos proyectos de ley presentados al Congreso de
la Nación Argentina, en su mayoría, introducen la factibilidad de integrar el título en el
marco de la ejecución.
Así, el artículo 91 del Anteproyecto presentado el 6 de diciembre de 2018 por la
comisión reformadora (integrada por autores y autoras de prestigio, como Gabriel

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Stiglitz, Fernando Blanco Muiño, M. Eugenia D’Archivio, Carlos Hernández, M.
Belén Japaze, Leonardo Lepíscopo, Federico Ossola, Sebastián Picasso y Gonzalo
Sozzo) requiere que el pagaré contenga la totalidad de la información exigida en el art.
85 y dispone que la inobservancia determina su inhabilidad, pero admite que en este
último supuesto el proveedor acompañe a su demanda ejecutiva otros documentos
suscriptos por el consumidor, de los que resulte el cumplimiento de tales exigencias.
Por una solución similar se inclina el Proyecto de Código de Defensa del Consumidor
ingresado por la Cámara de Diputados en el mes de junio de 2020 (Expte. 3143-D-
2020). Sólo el proyecto de Código de Defensa de las y los Consumidores que registra
entrada el 01/10/2020 (Expte. 5156-D-2020) adopta la drástica postura de declarar, sin
más, la nulidad del título y la inhabilidad de su ejecución.
En base a lo hasta aquí expuesto, considero que cuando en el marco de la ejecución de
un pagaré entre obligados directos, se encuentren reunidas las condiciones para
presumir que el instrumento ha sido creado con motivo de una relación de consumo el
juez deberá, en la providencia que despacha la ejecución, requerir al ejecutante que
previo a la citación de comparendo y remate, proceda a integrar el título con los
documentos que reflejen los términos de la contratación que originó su libramiento, a
los efectos de evaluar el cumplimiento del deber de información y de las condiciones
que exige el art. 36 de la Ley de Defensa del Consumidor. Todo ello, sin perjuicio del
derecho del ejecutado de articular las defensas, incluso las centradas en el mencionado
art. 36, tendientes a neutralizar la procedencia de la acción.
Esta solución que se nutre de los valores y principios constitucionales, armoniza los
regímenes sustanciales y procesales en pugna, garantiza el derecho de defensa en
juicio por parte de ambos contendientes, y confiere al juez las herramientas que le
permitirán discernir si el documento que dio origen a la ejecución encuadra o no en
una relación de consumo y, en caso afirmativo, si satisface las exigencias del régimen

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protectorio.
En el desempeño de esa tarea, el Magistrado interviniente tiene amplias facultades
para revisar el cumplimiento del deber de información consagrado en el referido
estatuto y, a tenor de lo previsto en el art. 37 del mismo cuerpo normativo, podrá
incluso tener por no convenida la cláusula que fije intereses compensatorios,
moratorios o punitorios excesivos, en tanto importe una desnaturalización de las
obligaciones a cargo del usuario de servicios financieros; debiendo en tal hipótesis
proceder a la integración del contrato.
La tutela al consumidor, por la naturaleza de los intereses en crisis y por este explícito
imperativo supremo, reclama de tecnologías procesales que sepan dar cuidado a
realidades que no encuentran remedio en los sistemas procesales tradicionales, lo que
se traduce en la necesidad de dar respuesta a los reclamos del consumidor en tiempo,
modo y condiciones de acceso que no desnaturalicen la agravada protección que
merecen estos derechos (Confr. Tambussi, Carlos E., “Quid de la protección del
consumidor” en Ley de Defensa del Consumidor, Ed. Hammburabi, Bs. As., 2017,
pág. 48).
XI. Como corolario de todo lo expuesto, dado que la interpretación propiciada en el
resolutorio en crisis no coincide íntegramente con la doctrina sentada en los
considerandos que anteceden, se deberá acoger el recurso de casación articulado por el
motivo sustancial y, en consecuencia, disponer la nulidad del pronunciamiento
impugnado en todo cuanto decide.
Voto por la afirmativa.
A LA PRIMERA CUESTIÓN PLANTEADA EL SEÑOR VOCAL,
DOCTOR DOMINGO JUAN SESIN, DIJO:
Adhiero a los fundamentos brindados por la Señora Vocal María Marta Cáceres de
Bollati. Por ello, compartiéndolos, voto en igual sentido a la primera cuestión

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planteada.
A LA PRIMERA CUESTIÓN PLANTEADA EL SEÑOR VOCAL, DOCTOR
LUIS EUGENIO ANGULO MARTÍN, DIJO:
Comparto las consideraciones expuestas por la Señora Vocal del primer voto y me
expido en idéntico sentido a la primera cuestión planteada. Así voto.
A LA SEGUNDA CUESTIÓN PLANTEADA LA SEÑORA VOCAL,
DOCTORA MARÍA MARTA CÁCERES DE BOLLATI, DIJO:
A mérito de las consideraciones desarrolladas en el análisis de la primera cuestión,
propongo:
I. Hacer lugar al recurso de casación articulado por la Sra. Fiscal de Cámaras al
amparo de la causal prevista por el inciso 3º del art. 383 del CPC, anulándose la
Sentencia número 12 dictada por la Cámara de Apelaciones de Sexta Nominación en
lo Civil y Comercial de esta Ciudad con fecha 28 de febrero de 2019 en todo cuanto
decide.
II. La diversidad de criterios jurisprudenciales existentes en la materia, puesta en
evidencia a partir de la procedencia del recurso de casación por sentencias
contradictorias, autorizan a imponer las costas por el orden causado (arg. art. 130 in
fine del CPC).
III. A los fines de evitar un desgaste jurisdiccional innecesario corresponde resolver la
cuestión planteada sin reenvío (arg. 390 CPC), a cuyo fin resultan íntegramente
aplicables los fundamentos expuestos en los apartados que anteceden.
En esa tarea, debemos observar que el ejecutante Sr. Carlos Yunnissi –de profesión
comerciante y persigue el cobro de un pagaré librado por Natalia Soledad Abrego, con
la cláusula sin protesto, por la suma de $ 25.000, cuyo vencimiento operó el día 28 de
febrero de 2017. La ejecutada no compareció ni opuso excepciones legítimas al
progreso de la acción.

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Habiéndose dado intervención al Ministerio Público Fiscal ante la presunción de
existencia de una relación de consumo fundada en la calidad de proveedor de servicios
financieros que se atribuye al ejecutante, la Dra. Alicia García de Solavagione
presentó su dictamen. En dicha pieza advirtió que el título base de la ejecución no
reúne los requisitos que establece el art. 36 de la Ley de Defensa del Consumidor,
motivo por el cual propició que al resolver se tenga en cuenta las normas y principios
constitucionales destinados a la protección del sujeto débil de la relación de consumo.
La sentencia dictada por el Sr. Juez de Primera Instancia declaró la rebeldía de la
demandada Abrego, pero desestimó de oficio la ejecución intentada en la inteligencia
de que el pagaré presentaba una inhabilidad ejecutoria manifiesta debido a la
inobservancia de lo dispuesto por el nombrado art. 36 de la Ley 24.240 (y modif).
Apelada la resolución por el ejecutante, sus agravios –obrantes a fs. 40/44 vta., a cuya
lectura remitimos por haber sido prolijamente relacionados en la sentencia- sólo fueron
respondidos por la Sra. Fiscal de Cámaras (fs. 56/63 vta.).
Pues bien, con arreglo a las consideraciones desarrolladas en el análisis de la primera
cuestión, debe revocarse la sentencia dictada por el Señor Juez de Primera Instancia.
Ello así, toda vez que el temperamento adoptado genera el truncamiento de un proceso
legalmente predispuesto, sin oposición del ejecutado y con basamento sólo en una
inferencia del magistrado, elaborada a partir de los escasos datos que el instrumento
proporciona.
Tal como se ha desarrollado el proceso, el ejecutante no pudo ejercer su derecho de
defensa, tampoco se pudo establecer –siquiera por vía presuncional- que haya existido
un uso inadecuado del título de crédito, ni se pudo verificar si en el negocio causal
subyacente se cumplieron o no los requisitos del art. 36 de la Ley 24.240 y el deber de
proporcionar información veraz.
No habiéndose ordenado la integración del pagaré, y no contando con ningún elemento

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–fuera de los datos que brinda el instrumento- que permita evaluar los términos de la
contratación, la única solución posible es admitir la ejecución en contra de la
demandada rebelde; a quien la ley ritual le concede el derecho de promover el juicio
declarativo que corresponda para plantear las defensas que no hizo valer en el
ejecutivo (arg. art. 557 CPC).
En consecuencia, corresponde acoger el recurso de apelación planteado por el actor, y
revocar lo decidido por el Juez Inferior (salvo en lo concerniente a la declaración de
rebeldía), debiéndose en su lugar mandar llevar adelante la ejecución promovida por
Carlos Yunnissi en contra de Natalia Soledad Abrego por la suma total reclamada de $
25.000. Los intereses se fijan en la tasa pasiva promedio que utiliza el Banco Central
de la República Argentina, con más el 2% mensual desde que la suma es debida y
hasta su efectivo pago.
Dado que el sentido de la decisión proviene de la interpretación que sentó este Alto
Cuerpo con motivo de la unificación de jurisprudencia, la diversidad de soluciones
determina que las costas generadas por la tramitación de ambas instancias ordinarias
sean impuestas por el orden causado (arg. art. 130 in fine del CPC). A tenor de lo
dispuesto por el art. 26 de la ley 9459 no corresponde regular honorarios a los letrados
intervinientes en esta oportunidad.
Así voto.
A LA SEGUNDA CUESTIÓN PLANTEADA EL SEÑOR VOCAL,
DOCTOR DOMINGO JUAN SESIN, DIJO:
Adhiero a la solución propuesta por la Señora Vocal del primer voto. Voto en idéntico
sentido.
A LA SEGUNDA CUESTIÓN PLANTEADA EL SEÑOR VOCAL,
DOCTOR LUIS EUGENIO ANGULO MARTÍN, DIJO:
Coincido con el resolutivo que postula la Doctora María Marta Cáceres de Bollati, por

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lo que me pronuncio en el mismo sentido.
Por el resultado de los votos emitidos, oído el Señor Fiscal Adjunto y, previo acuerdo,
el Tribunal Superior de Justicia, por intermedio de su Sala en lo Civil y Comercial,
RESUELVE:
I. Hacer lugar al recurso de casación, y en consecuencia anular la resolución
impugnada en todo cuanto decide.
II. Resolver la cuestión sin reenvío, a cuyo fin se acoge el recurso de apelación
planteado por el ejecutante.
III. Mandar llevar adelante la ejecución promovida por Carlos Yunnissi en contra de
Natalia Soledad Abrego hasta el completo pago de la suma de $ 25.000 con más los
intereses fijados en el considerando pertinente.
IV. Las costas devengadas en todas las instancias se imponen por el orden causado.
Protocolícese e incorpórese copia.

CACERES de BOLLATI, María Marta

VOCAL TRIBUNAL SUPERIOR DE JUSTICIA

SESIN, Domingo Juan ANGULO MARTIN, Luis Eugenio

VOCAL TRIBUNAL SUPERIOR DE JUSTICIA VOCAL TRIBUNAL SUPERIOR DE JUSTICIA

RAPELA, Verónica

SECRETARIO/A GENERAL DEL T.S.J

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