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la posible confesión del delito por parte de esa persona, la posible implicación de esa
misma persona en el delito derivada de otras evidencias encontradas en la escena
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del crimen, etc., y pueden influir erróneamente en el razonamiento del experto; para
evitar esto, se deben tomar medidas tendentes a eliminar dicho sesgo contextual.
Otro problema es cuando el perito se auxilia de otros expertos o cuando no realiza
personalmente el trabajo forense, en cuyo caso se debe explicar claramente esta
situación y presentar la confirmación de las conclusiones. Esto resulta común en
las experticias por la dependencia epistémica que ha existido en diversas áreas del
conocimiento que confluyen para emitir la opinión pericial.
En este punto, la autora aborda el polémico tópico en Latinoamérica de si debe
presentarse -o no- a la audiencia, un experto de un laboratorio oficial donde los
trabajos suelen realizarse colectivamente o, por el contrario, debe tomarse la pericial
como prueba documental tomando en cuenta el contenido del informe pericial; la
respuesta negativa se justifica en que la presencia de los expertos en el juicio oral
impediría la eficacia de las instituciones del Estado, pero nada se dice sobre las
limitaciones al principio de contradicción. Una excepción es lo resuelto por la corte
peruana, al preguntarse si esta situación no mengua las garantías procesales
presentes en el desahogo de la prueba pericial, como la contradicción, inmediación y
oralidad, concluyendo que no cuando la prueba pericial no requiere de verificaciones
de fiabilidad adicionales o cuando su contenido está integrado por aportes técnicos
consolidados que no sólo se basan en hechos apoyados exclusivamente en la
percepción de una persona (división del trabajo cognitivo). En base a este
razonamiento de la corte peruana, la autora dice que es correcta la distinción entre
“pruebas apoyadas exclusivamente en la percepción de una persona” y las que no
funcionan de ese modo: porque de hecho hay pruebas que dependen exclusivamente
de los ojos de un experto (como las provenientes de la antropología social que usan
el método “observación participante”), y otras que no dependen del ojo humano,
como la medición de la pureza de la droga o del nivel de alcohol en la sangre. Así, la
corte citada reconoce que se trata de una diferencia gradual y no una diferencia
categórica; y también hay que reconocer que existen pruebas que dependen más o
menos del ojo humano, pero no se establece si se relaciona esta distinción con las
verificaciones de fiabilidad adicionales como debería hacerse, pues una prueba
pericial entre más subjetiva sea requerirá de mayores verificaciones adicionales. Y
se pregunta: ¿Cuáles son esas verificaciones? Contestándose que verificación es un
control sobre el funcionamiento de los métodos y técnicas, que sería exigible para
todas las pruebas, v.gr. en la medición del nivel de alcohol en la sangre, es un dato
arrojado por un instrumento, donde se debe verificar no sólo que dicho aparato sea
válido y fiable, sino que su uso (calibración, etc.) es el adecuado y correcto; en cierto
sentido son controles ex ante de su puesta en funcionamiento. No obstante, la
verificación adicional se hace en referencia a controlar el razonamiento realizado por
el perito en el caso concreto, o sea, la inferencia pericial, según la corte peruana, y
cuando esto suceda, el perito debe comparecer a la audiencia para explicar y
justificar su razonamiento inferencial. Cuando ese razonamiento implique
información o conocimiento experto de terceros, el perito debe ser capaz de explicar
todo lo relevante para el caso concreto; si no lo hace, se sospecha de una
incomprensión por el perito de los datos que componen dicho razonamiento,
apareciendo una especie de limitante para la contradicción pues no toda la
información originada por el conocimiento experto de terceros y que es usada por el
perito puede ser sujeta directamente a la contradicción, ya que el perito puede dar
las explicaciones sobre la aplicación de la información experta de terceros, sin ser
necesario llamar a la fuente originaria de tal conocimiento. La autora dice que de lo
anterior aparece otra limitante más al principio de contradicción porque el
conocimiento experto de terceros es sumamente amplio y no puede traerse al
proceso judicial mediante pruebas documentales, ya que las preguntas deben ser
respondidas de manera fiable, no por un lego, sino por quien cuente con experticia
en el contexto más amplio de conocimiento experto en que se encuadra la
verificación, por lo que no aplican las mismas reglas de la pericial (por la posible
dependencia epistémica al conocimiento experto de otros) que para la testifical que
no debería tener influencia de otras personas.
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