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1
1 y 2 Timoteo
Bosquejo Expositivo

By Hamilton Smith

BibleTruthPublishers.com
59 Industrial Road, Addison, IL 60101, U.S.A.

BTP# 4033

B&P Bibles & Publications


5706 Monkland, Montréal, Québec H4A 1E6 BTP #nnnn


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1 y 2 Timoteo

Contents
Citas Bíblicas....................................................................9

1. Introducción a La Primera Epístola a Timoteo..........11

2. El Mandamiento Y Su Propósito................................15

(1 Timoteo 1).................................................................16
(a) El Saludo (Versículos 1-2)...................................................... 16

(B) El Mandamiento Y Su Propósito (Versículos 3-5)................ 16

(C) Advertencias Contra Descuidar El Mandamiento (Versículos

6- 7)..................................................................................... 19

(D) El Correcto Uso De La Ley Y La Superioridad De La Gracia

(Versículos 8-17).................................................................. 20

(E) El Mandamiento Especial a Timoteo (Versículos 18-20)..... 22

3. El Orden De La Casa De Dios..................................25

(1 Timoteo 2 Y 1 Timoteo 3).........................................26


(a) La Casa De Dios, Una Casa De Oración Para Todas Las

Naciones (1 Timoteo 1: 1-4) (Isaías 56:7; Marcos 11:17).... 26

(B) La Casa De Dios, Un Testimonio De La Gracia De Dios

(Versículos 5-7).................................................................... 29

4

(C) La Conducta Apropiada Para Los Hombres Y Mujeres Que

Forman La Casa (Versículos 8-15)....................................... 32

(D) La Supervisión (Obispado) En La Iglesia De Dios (Capítulo

3, Versículos 1-13)................................................................ 35

(E) El Misterio De La Piedad (Versículos 14-16)....................... 40

4. Advertencias Contra La Carne Religiosa Y Enseñanza


En La Piedad.........................................................45

(1 Timoteo 4).................................................................46
(a) Advertencias Contra La Carne Religiosa O El Ascetismo

(Versículos 1-5).................................................................... 47

(B) La Piedad O Confianza En El Dios Viviente (Versículos

6-10).................................................................................... 50

(C) Preceptos (Mandamientos) Personales Para El Siervo Del

Señor (Versículos 11-16)...................................................... 52

5. Advertencias Contra La Mundanalidad Y Enseñanzas


En La Piedad.........................................................55

(1 Timoteo 5).................................................................56
(a) El Espíritu En El Cual Los Males Deben Ser Tratados (Vv.

1-2)...................................................................................... 56

(B) Enseñanza Con Respecto a Satisfacer Las Necesidades Del

5
1 y 2 Timoteo
Pueblo De Dios Y Advertencias Contra La Auto-Indulgencia

En Las Cosas Temporales (Versículos 3-16)........................ 57

(C) Las Necesidades De Los Ancianos (Vv. 17-21).................... 61

(D) Cuidado En La Expresión De Comunión............................ 63

(E) Enseñanza Con Respecto a Necesidades Corporales............ 63

(F) Advertencia Contra El Juzgar Por Las Apariencias (Vv. 24-25)

64

6. Advertencias Contra El Orgullo De La Carne Y


Enseñanzas En La Piedad.....................................67

(1 Timoteo 6).................................................................68
(a) Esclavos Cristianos (Vv. 1, 2)................................................. 68

(B) El Profesante Ignorante, Destituido De La Verdad (Vv. 3-8)....

69

(C) El Reincidente Atraído Por Las Riquezas Del Mundo (Vv.

9-10).................................................................................... 73

(D) El Hombre De Dios (Vv. 11-12).......................................... 74

(E) El Ejemplo Perfecto (Vv. 13-16)........................................... 75

(F) Los Ricos En Este Siglo (Vv. 17-19)..................................... 76

(G) El Que Profesa Ser Científico (Vv. 20-21)........................... 77

1. Introducción a La Segunda Epístola a Timoteo.........79

6


2. Las Consolaciones Del Piadoso En El Día De Ruina.83

(2 Timoteo 1).................................................................84

3. La Senda Del Piadoso En Un Día De Ruina.............97

(2 Timoteo 2).................................................................98
(B) El Curso Del Mal Que Ha Conducido a La Ruina De La

Iglesia Como La Casa De Dios (Vv. 14-18)...................... 111

(C) La Senda De Dios Para El Individuo En Un Día De Ruina

(Vv. 19-22)......................................................................... 115

(D) El Espíritu En El Cual Hacer Frente a La Oposición (Vv. 23-

26)...................................................................................... 125

4. Los Recursos Del Piadoso En Los Postreros Días....127

(2 Timoteo 3)...............................................................128
(a) Las Corrupciones De La Cristiandad En Los Últimos Días

(Vv. 1-9)............................................................................. 129

(B) Los Recursos Del Piadoso En Presencia Del Mal (Vv. 10-17)..

137

5. El Servicio De Dios En Un Día De Ruina...............143

(2 Timoteo 4)...............................................................144

7
1 y 2 Timoteo

8
Citas Bíblicas
139258

Citas Bíblicas
Todas las citas bíblicas se encierran entre comillas
dobles (“”) y estas han sido tomadas de la Versión Reina-
Valera Revisada en 1960 (RVR60) excepto en los lugares
en que, además de las comillas dobles (“”), se indican otras
versiones, tales como:
Versión Moderna, traducción de 1893 de H.B.Pratt,
Revisión 1929 (Publicada por Ediciones Bíblicas - 1166
Perroy, Suiza)
Versión Reina-Valera 1909 Actualizada (RVA)
(Publicada por Editorial Mundo Hispano).
LBLA (La Biblia de las Américas, Copyright 1986,
1995, 1997 by The Lockman Foundation, Usada con
permiso)
Traducido por: B.R.C.O.  —   Junio 2006
Apartado 1469

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1 y 2 Timoteo

Casilla 1360
Casilla 17-10-7013
P.O. Box 649, Addison, IL 60101
EUAVerdadesBíblicas.orgCasilla 17-10-7013
Quito, EcuadorCasilla 1360
Cochabamba, BoliviaApartado 1469
Lima 100, PerúP.O. Box 649, Addison, IL 60101
EUAQuito, EcuadorCochabamba, BoliviaLima 100,
PerúVerdadesBíblicas.orgTítulos originales en
inglés:
The First Epistle to Timothy
The Second Epistle to Timothy
Traducido con permiso.Versión Reina-Valera
Revisada en 1977 (RVR77), Editorial Clie

10
1. Introducción a La Primera Epístola a Timoteo
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1. Introducción a La Primera
Epístola a Timoteo
La lectura concienzuda de la Escritura muestra que
muchas de las epístolas del apóstol Pablo son principalmente
correctivas, siendo escritas para hacer frente a graves
desordenes y enseñanzas erróneas que atribulaban a las
primeras asambleas. Hay, sin embargo, epístolas, como por
ejemplo la Epístola a los Efesios y la Primera Epístola a
Timoteo, las cuales son principalmente instructivas, por
cuanto ellas presentan a la iglesia en su orden divino
conforme a la mente de Dios.
Cada una de estas epístolas presenta un aspecto especial
de la iglesia. En la Epístola a los Efesios la iglesia es vista
como compuesta de creyentes unidos por el Espíritu Santo
para formar el cuerpo místico del cual Cristo en el cielo
11
1 y 2 Timoteo

es la Cabeza, presentando así a la iglesia en sus relaciones


celestiales conforme a los consejos de Dios.
En la Primera Epístola a Timoteo, la iglesia es vista
como compuesta de creyentes “juntamente edificados
para morada de Dios en el Espíritu” (Efesios 2:22). En
conexión con esta gran verdad, la enseñanza de la epístola
tiene a la vista un doble propósito. Primeramente, el
apóstol escribe para mandar a los creyentes que vivan la
vida práctica de piedad consistente con la casa de Dios,
tal como leemos, “para que sepas cómo debe conducirse
uno en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios vivo”
(1  Timoteo 3:15 - LBLA). En segundo lugar, el apóstol
escribe para enseñarnos que el gran propósito de la casa
de Dios es ser un testigo en el mundo de que Dios es un
Dios Salvador, “el cual quiere que todos los hombres sean
salvos” (1 Timoteo 2:4).
El deseo de Dios es que, por medio de la iglesia, haya en
el mundo un testimonio colectivo a Él mismo en toda Su
santidad y gracia como un Dios Salvador. Para presentar
este testimonio tenemos que conocer el orden de la casa de
Dios y la conducta apropiada a Su casa.
La Epístola presenta, de este modo, el propósito y el
orden de la casa de Dios conforme a la mente de Dios.
Muestra que el orden piadoso no es solamente para
gobernar la asamblea, sino para que tenga un efecto sobre
cada detalle de las vidas de aquellos que componen la casa
de Dios, ya sean hombres o mujeres, casados o solteros,
siervos o amos, ricos o pobres.
En la arruinada condición de la Cristiandad la verdad
de la epístola está en gran parte obscurecida, o ignorada, sea
por ‘el individualismo’ o por ‘el sectarismo’. Muchas almas
honestas, viendo poco más allá de su salvación individual,

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1. Introducción a La Primera Epístola a Timoteo

son indiferentes al hecho de que, siendo salvos, los


creyentes forman la casa de Dios con todos sus privilegios
y responsabilidades. Otros, sintiendo la necesidad de la
comunión cristiana, pero dejando de ver lo que Dios ha
establecido, se han impuesto la obra de formar sistemas
religiosos conforme a sus propias ideas de orden.
Así, de diferentes formas, la gran verdad de que Dios
ha formado Su casa compuesta de creyentes “juntamente
edificados para morada de Dios en el Espíritu” es ignorada.
La verdad nos conduciría, no a vernos meramente como
individuos salvados, no a esforzarnos por reunir cristianos
en sistemas inventados por hombres, sino a reconocer
nuestra parte en la casa que Dios ya ha formado, y actuar a
la luz de ello, al mismo tiempo que rechazamos todo lo que
es una negación de esa casa en principio y práctica.
Deseando andar en la sencilla obediencia a la Palabra de
Dios, apreciaremos la misericordia que nos ha preservado,
en esta epístola, el pensamiento de Dios para Su iglesia
contemplada como la casa de Dios. Es solamente en la
medida que tenemos ante nosotros el estándar de Dios
que podemos procurar inteligentemente responder a Su
pensamiento. Debemos conocer la verdad para actuar
conforme a ella; y solamente en la medida en que estemos
cimentados en la verdad, nosotros seremos capaces de
detectar y rechazar el error.
Presentando la conducta consistente con la casa de
Dios, da como resultado que la práctica, más bien que la
doctrina, pasa ante nosotros en la epístola.
En 1  Timoteo 1, el evangelio de la gracia de Dios es
presentado como el gran testimonio que ha de fluir al
mundo desde la casa de Dios.

13
1 y 2 Timoteo

En 1  Timoteo 2 y 1  Timoteo 3, se nos enseña en


cuanto al orden práctico que conviene a la casa de Dios, de
modo que todos quienes componen la casa, tanto hombres
como mujeres, puedan vivir en consistencia con la morada
de Dios, y que no se debe permitir nada que estropee el
testimonio que fluye de la casa.
En 1 Timoteo 4 a 1 Timoteo 6 se nos advierte contra
las diferentes formas en que la carne se manifiesta, y se
nos enseña la forma “piadosa”, o la “piedad”, como la gran
salvaguardia contra todo principio maligno contrario al
orden de la casa de Dios.

14
2. El Mandamiento Y Su Propósito
139260

2. El Mandamiento Y Su
Propósito

15
1 y 2 Timoteo

(1 Timoteo 1)
La Epístola comienza con la insistencia en las doctrinas
de la gracia (v. 3), así como en una condición espiritual
correcta (v. 5), para que el pueblo de Dios pueda ser testigo
de Dios como el Salvador.

(a) El Saludo (Versículos 1-2)


(V. 1). Teniendo en mente la casa de Dios como un
testigo del Dios Salvador, el apóstol se presenta como
un apóstol de Jesucristo, por el mandato de Dios nuestro
Salvador, y del Señor Jesucristo nuestra esperanza. De este
modo él presenta a Dios como el Salvador del mundo
y a Cristo como la única esperanza del alma. Separados
de Cristo estamos sin esperanza (Efesios 2:12; Romanos
15:13).
(V. 2). Dirigiéndose a Timoteo, como su hijo en la fe, el
apóstol le desea gracia, misericordia y paz; pero, pensando
en él como un creyente, él dice ahora, “de Dios nuestro
Padre” y Cristo Jesús “nuestro Señor”.

(B) El Mandamiento Y Su Propósito


(Versículos 3-5)
A continuación del saludo, el apóstol presenta
inmediatamente el propósito especial para el cual él escribe
a Timoteo. En primer lugar escribe para insistir sobre la
presentación de las doctrinas de la gracia; en segundo lugar,
exhorta a una correcta condición espiritual para ser un buen
testigo de la gracia.

16
(1 Timoteo 1)

(V. 3). Con respecto a la doctrina, habiendo trabajado el


apóstol en Éfeso por dos años y tres meses, declarando a los
santos todo el consejo de Dios, se podría pensar que habría
poco peligro de que una falsa doctrina fuese enseñada en
medio de ellos. Sin embargo, no era así, pues el apóstol se
dio cuenta de que había “algunos” que estaban dispuestos
a enseñar “diferente doctrina” incluso entre aquellos que
tenían mayor luz. El orgullo natural del corazón puede
pensar que mucha luz es una salvaguardia contra el error. Es
bueno que nosotros aprendamos, mediante el ejemplo de la
asamblea de Éfeso, que el hecho de que una compañía sea
enriquecida por la verdad, y disfrute del más alto ministerio,
no es garantía contra la falsa doctrina. Timoteo, entonces,
debía mandar a algunos que no enseñaran ninguna otra
doctrina más que la gran doctrina de la gracia de Dios.
(V. 4). Abandonando la verdad, llegamos a ocuparnos
de fábulas y genealogías interminables que pueden apelar
a la razón, pero que sólo ocupan la mente con discusiones
inútiles y no conducen a la edificación divina que es por
fe. Las “genealogías interminables” complacen tanto a la
mente natural como a la carne religiosa, pues excluyen a
Dios y ensalzan al hombre. Las “genealogías interminables”
dan por supuesto que toda bendición es un proceso de
desarrollo que va pasando de generación en generación.
Por esta razón, el Judío religioso le daba gran importancia
a su genealogía. Del mismo modo, también, el hombre del
mundo, con su falsamente llamada ciencia, procura excluir
la fe en un Creador mediante teorías especulativas que ven
todo lo que hay en la creación como un desarrollo gradual y
genealógico de una cosa a partir de otra. Las especulaciones
humanas, apelando a la razón, sólo pueden hacer surgir
“disputas” que dejan el alma en tinieblas y duda. La verdad

17
1 y 2 Timoteo

divina sola, al apelar a la conciencia y a la fe, puede dar


certeza y edificación divina.
(V. 5). Habiendo advertido contra la falsa doctrina, el
apóstol pasa a hablar del propósito del mandamiento. El
propósito que él tiene en mente es una condición espiritual
correcta, la cual solamente nos permitirá mantener la
verdad y escapar del error. Solamente seremos guardados
mientras sostengamos la verdad en conjunto con “el amor,
procedente de un corazón puro, y de una buena conciencia,
y de fe no fingida.” (Versión Moderna). La sana doctrina
sólo puede ser mantenida con una correcta condición
moral.
La mente humana puede plantear y discutir
cuestionamientos especulativos aparte de una condición
moral correcta del alma, pues ellos dejan la conciencia
y los afectos intactos, y, por lo tanto, no llevan el alma a
la presencia de Dios. En contraste a las especulaciones
del hombre, sólo se puede llegar a conocer la verdad de
Dios por medio de la fe. Al actuar sobre la conciencia y
el corazón, la verdad conduce al fortalecimiento de las
relaciones morales del alma con Dios. Así, la verdad edifica
conduciendo al amor procedente de un corazón puro, de
una buena conciencia y de fe no fingida. Exhortar a estos
resultados prácticos fue el gran propósito del mandamiento
a los creyentes efesios. El mandamiento no fue llevar a cabo
algún gran servicio o hacer algún gran sacrificio. No se
trataba de hacer grandes cosas ante los hombres, sino estar
es una condición correcta ante Dios. Amor en el corazón,
“una buena conciencia”, y, “fe no fingida” son cualidades
que Dios solo puede ver, aunque los demás pueden ver los
efectos que ellos producen en la vida.

18
(1 Timoteo 1)

Así, en estos versículos iniciales, el apóstol pone ante


nosotros el mandamiento de no enseñar otra doctrina
sino sólo las doctrinas de la gracia, y la necesidad de una
correcta condición espiritual para mantener la verdad y ser
guardados del error.

(C) Advertencias Contra Descuidar El


Mandamiento (Versículos 6- 7)
(Vv. 6-7). Habiéndonos apremiado acerca de la profunda
importancia de una condición espiritual correcta, el apóstol,
antes de continuar su enseñanza, nos alerta contra los
solemnes resultados de carecer de estas cualidades morales.
Había algunos en el círculo cristiano que habían perdido
estas grandes cualidades espirituales del cristianismo.
Careciendo de ellas, se apartaron de la verdad a una vana
palabrería. El cristianismo, basado en la gracia de Dios, trae
al alma en corazón y conciencia a la presencia de Dios.
Cuando existe ‘desviación’ de esta gracia, la carne religiosa
se aparta a palabras vanas, conduciendo a los hombres
a convertirse en “doctores de la ley”. Los tales no se
percatan del significado de su falsa enseñanza, ni tampoco
entienden el verdadero uso de la ley que ellos afirman tan
enérgicamente.
Qué condena tan solemne es la advertencia del apóstol
de la mayor parte de la enseñanza que fluye de los púlpitos
de la Cristiandad. Habiendo perdido la verdadera gracia
del cristianismo y sus efectos, la profesión cristiana se ha
apartado a vana palabrería y a la enseñanza de la ley, con la
consecuencia de que el evangelio puro de la gracia de Dios
es rara vez predicado.

19
1 y 2 Timoteo

(D) El Correcto Uso De La Ley Y La


Superioridad De La Gracia (Versículos
8-17)
(V. 8). El apóstol condena por igual a los que se apartan
a fábulas de la imaginación humana y a los que desean ser
doctores de la ley. Sin embargo, existe una gran diferencia
entre las fábulas humanas y la ley dada divinamente. Por lo
tanto, aunque condena a los doctores de la ley, el apóstol
es cuidadoso en mantener la santidad de la ley. Las fábulas
son totalmente malas, pero la ley es buena si es usada
legítimamente.
(Vv. 9-11). Al apóstol pasa a explicar el correcto uso de
la ley. Él afirma que la ley no fue dada para un hombre justo.
Tampoco es un medio de bendición para un pecador, ni una
regla de vida para el creyente. Su uso legítimo es convencer
a los pecadores de sus pecados, mediante el testimonio del
juicio santo de Dios contra toda clase de pecado.
Además, los pecados enumerados por el apóstol,
como en efecto todos los demás pecados, no solamente
son condenados por la ley sino que se oponen a la “sana
doctrina” del evangelio de la gloria de Dios. La ley está, con
respecto a esto, completamente de acuerdo con el evangelio.
Ambos dan testimonio de la santidad de Dios, y por esta
razón ambos son intolerantes con el pecado.
No obstante, el glorioso evangelio de Dios, en la
bendición que es proclamada al hombre, sobrepasa en alto
grado cualquier bien que la ley podía llevar a cabo. Porque
el evangelio, encomendado al apóstol, revela la gracia de
Dios que puede bendecir al mas grande de los pecadores.
(V. 12). Esto conduce al apóstol a declarar la gracia
de Dios del evangelio ilustrada en su propia historia. La
20
(1 Timoteo 1)

gracia soberana no solamente había salvado al apóstol, sino


que, habiéndolo hecho, lo tuvo por fiel poniéndolo en el
ministerio de la verdad.
(V. 13). Para mostrar la gloria eminente de esta
gracia, el apóstol se refiere a su carácter como hombre
no convertido. En aquellos días él era un “blasfemo,
perseguidor e injuriador”. Él no sólo estaba unido con los
sumos sacerdotes Judíos resistiendo al Espíritu Santo en
Jerusalén, sino que era agente activo de ellos, al llevar esta
oposición a ciudades extranjeras. Blasfemaba el Nombre de
Cristo, perseguía a los santos de Cristo, y, siendo celoso por
la ley, era insolentemente injuriador en su actitud hacia la
gracia.
Tal era el hombre en quien Dios manifestó Su
misericordia (v. 13), Su gracia (v. 14) y Su clemencia (v.
16). Como un individuo, él fue objeto de la misericordia
de Dios porque, no obstante la intensidad de su oposición
a Cristo, había actuado en ignorancia e incredulidad. Era
tan ignorante en cuanto a la verdad y a Cristo, que pensaba
honestamente que estaba sirviendo a Dios procurando
acabar con el Nombre de Cristo. Él no era como uno que,
habiendo conocido la verdad del evangelio, se opone y lo
rechaza voluntaria y deliberadamente.
(V. 14). De este modo, en la misericordia de Dios, la
gracia de nuestro Señor se le reveló como aquella que “fue
más abundante” (o “sobreabundó” - Versión Moderna), por
sobre todo su pecado. El descubrimiento del pecado de su
corazón, y la gracia del corazón de Cristo para un pecador
tal, fueron acompañados con “la fe y el amor” que tenían su
objeto en Cristo.
(Vv. 15, 16). Habiendo sido bendecido, el apóstol se
convierte en un heraldo (o, mensajero) de la gracia de Dios

21
1 y 2 Timoteo

a un mundo de pecadores, y en un ejemplo para los que


después hubiesen de creer en Cristo para vida eterna.
(V. 17). El recuento de esta gracia sobreabundante
conduce al apóstol a prorrumpir en alabanza al “Rey de los
siglos, inmortal, invisible, al único y sabio Dios”. A Él le
rendiría “honor y gloria por los siglos de los siglos”. Pablo,
cuando era celoso de la ley, era simplemente un hombre del
siglo (de la edad) entonces presente, procurando mantener
el siglo (la edad) de la ley. Dios es el “Rey de los siglos”,
Aquel que está actuando en gracia soberana para Su propia
gloria a través de los siglos de los siglos.

(E) El Mandamiento Especial a Timoteo


(Versículos 18-20)
Habiendo mostrado el uso correcto de la ley, y el carácter
sobreabundante de la gracia, el apóstol retoma el hilo de su
discurso desde el versículo 5.
(Vv. 18-20). A Timoteo su hijo, encomienda este
mandamiento del cual él ya había hablado en los versículos
3 y 5. Timoteo tenía que actuar con toda la autoridad
conferida por el apóstol, conforme a las profecías en cuanto
al servicio que había sido demarcado para él. Llevar a cabo
este servicio implicaría la milicia. Para que este conflicto
tuviese éxito se requeriría que la fe fuese mantenida
tenazmente. La fe en este pasaje es, como uno ha dicho, “la
doctrina del cristianismo … aquello que Dios había revelado,
recibido con certidumbre como tal  —  como la verdad” ( J.
N. Darby).
Además, la verdad debe ser mantenida con una buena
conciencia, de modo que el alma se mantenga en comunión
con Dios. Cuán a menudo las herejías en las que caen los

22
(1 Timoteo 1)

creyentes tienen su raíz secreta en un pecado consentido


o sin juzgar que corrompe la conciencia, priva al alma de
la comunión con Dios, y la deja presa de las influencias de
Satanás.
Algunos, en efecto, en la época del apóstol, habían
desechado una buena conciencia y caído de tal modo en el
error que habían naufragado en cuanto a la fe. Se nombra
a dos hombres, Himeneo y Alejandro, quienes habían
escuchado a Satanás y hecho declaraciones blasfemas.
Mediante el poder apostólico ellos habían sido entregados
a Satanás. Dentro de la casa de Dios estaba la protección
del Espíritu Santo. Fuera de la asamblea está el mundo
bajo el poder de Satanás. Se permitió que estos hombres
quedaran bajo el poder de Satanás, para que, a través del
padecimiento y de la angustia del alma, ellos pudiesen
aprender el verdadero carácter de la carne y volver a Dios
en humildad y quebrantamiento de espíritu.

23
1 y 2 Timoteo

24
3. El Orden De La Casa De Dios
139261

3. El Orden De La Casa De
Dios

25
1 y 2 Timoteo

(1 Timoteo 2 Y 1 Timoteo 3)
En esta división de la epístola, el apóstol presenta el
carácter de la casa de Dios (1 Timoteo 2:1-4); el testimonio
de la gracia de Dios que ha de fluir desde la casa (1 Timoteo
2:5-7); la conducta apropiada para los hombres y mujeres
que forman la casa (1  Timoteo 2:8-15); los requisitos
necesarios para aquellos que ejercen un cargo en la casa
(1 Timoteo 3:1-13); y, finalmente, el misterio de la piedad
(1 Timoteo 3:14-16).

(a) La Casa De Dios, Una Casa De Oración


Para Todas Las Naciones (1  Timoteo 1:
1-4) (Isaías 56:7; Marcos 11:17)
(V. 1). “Exhorto pues, ante todo, que se hagan rogativas,
oraciones, intercesiones y acciones de gracias, por todos
los hombres” (Versión Moderna). La casa de Dios es
caracterizada como el lugar de oración. Las peticiones que
ascienden a Dios desde Su casa deben estar marcadas por
“rogativas”, o ruegos sinceros, para necesidades especiales
que surgen en circunstancias particulares; por “oraciones”,
las cuales expresan deseos generales apropiados para todo
tiempo; por “intercesiones”, implicando que los creyentes
están en esa cercanía a Dios en la cual pueden rogar a favor
de otros; y, por último, por “acciones de gracias”, las cuales
hablan de un corazón consciente de la bondad de Dios que
se deleita en responder las oraciones de Su pueblo.
En la Epístola a los Efesios, la cual presenta la verdad de
la iglesia en su llamamiento celestial, somos exhortados a
orar con súplica “por todos los santos” (Efesios 6:18). Aquí,

26
(1 Timoteo 2 Y 1 Timoteo 3)

cuando la iglesia es contemplada como el instrumento


para el testimonio de la gracia de Dios, debemos orar con
súplica “por todos los hombres”.
(V. 2). Somos llamados especialmente a orar por los
reyes y por todos los que están en autoridad (eminencia) -
por aquellos que están en posición de influenciar al mundo
para bien o para mal. No es simplemente por ‘el rey’ o por
‘nuestro rey’ por quien debemos orar, sino “por los reyes”.
Esto supone que nosotros somos conscientes de nuestro
vínculo con el pueblo del Señor que está en todo el mundo
formando parte de la casa de Dios, y la verdadera posición
de la iglesia estando en santa separación del mundo, no
tomando parte alguna en su política y gobierno. En el
mundo, pero no del mundo, la iglesia tiene el alto privilegio
de orar, interceder y dar gracias a favor de aquellos que no
oran.
El apóstol da dos razones para orar por todos los
hombres. Primeramente, se llama a orar por los reyes y por
todos los que están en autoridad (eminencia) teniendo en
mente el pueblo del Señor a través de todo el mundo. Hemos
de procurar que la bondad soberana de Dios controle de
tal forma a los gobernantes de este mundo que Su pueblo
pueda vivir “una vida tranquila y apacible con toda piedad
y dignidad” (RVR77). Es evidentemente el pensamiento de
Dios que Su pueblo pueda, pasando a través de este mundo
hostil, llevar una vida tranquila, no haciéndose valer como
si fuesen ciudadanos de este mundo, en la tranquilidad que
refrena de participar en las disputas del mundo, en la piedad
que reconoce a Dios en cada circunstancia de la vida, y en
una dignidad práctica ante los hombres. Antiguamente el
profeta Jeremías envió una carta al pueblo de Dios cautivo
en Babilonia, exhortándoles a procurar la paz de la ciudad

27
1 y 2 Timoteo

en la cual ellos eran mantenidos en esclavitud, orando al


Señor por ella: “porque”, dice el profeta, “en su paz tendréis
vosotros paz” ( Jeremías 29:7). En el mismo espíritu,
nosotros hemos de procurar la paz del mundo, para que el
pueblo de Dios pueda tener paz.
(Vv. 3-4). Luego se da una segunda razón para las
oraciones del pueblo de Dios a favor de todos los hombres.
Orar por todos los hombres es “bueno y agradable delante
de Dios nuestro Salvador, el cual quiere que todos los
hombres sean salvos.” Hemos de orar, no sólo teniendo en
mente el bien de todos los santos, sino teniendo en mente
también la bendición de todos los hombres.
El mundo puede perseguir a veces al pueblo de Dios y
procurar descargar sobre ellos todo el odio de sus corazones
hacia Dios. A menos que andemos en juicio propio,
tal trato hará que la carne se levante en resentimiento y
represalia. Aprendemos aquí que es “bueno y agradable
delante de Dios” actuar y sentir hacia todos los hombres, tal
como Dios mismo lo hace, en amor y gracia. Así, hemos de
orar por “todos los hombres”, no simplemente por los que
gobiernan bien, sino también por aquellos que maltratan
al pueblo de Dios (Lucas 6:28 - RVR77). Hemos de orar,
no para que el juicio retributivo alcance a los perseguidores
del pueblo de Dios, sino para que en gracia soberana ellos
puedan ser salvos.
La casa de Dios no ha de ser solamente el lugar desde
el cual la oración asciende a Dios, sino también el lugar
desde el cual un testimonio fluye hacia el hombre. A su
debido tiempo Dios tratará en juicio con los impíos, e
incluso ahora puede a veces tratar gubernamentalmente
con aquellos que se dan a la tarea de oponerse a la gracia de
Dios y a los ministros de Su gracia, como cuando Herodes

28
(1 Timoteo 2 Y 1 Timoteo 3)

fue herido, y Elimas fue cegado (Hechos 12:23; Hechos


16:6-11). Además, Dios puede, en ocasiones solemnes,
tratar en juicio gubernamental con los que forman la casa
de Dios para el mantenimiento de la santidad de Su casa,
como se presenta en el terrible juicio que alcanzó a Ananías
y Safira; y más tarde, el trato gubernamental mediante el
cual algunos en la asamblea de Corinto fueron quitados
en juicio (Hechos 5:1-10; 1  Corintios 11:32-32), Tales
casos, sin embargo, son el resultado del trato directo de
Dios. La casa de Dios, como tal, ha de ser un testimonio
de Dios como un Dios Salvador, el cual desea que todos los
hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad.
La ‘voluntad’ de Dios (en el caso del versículo 4: “el
cual quiere”), no tiene referencia alguna con los consejos
de Dios los cuales, muy ciertamente, se cumplirán. Estas
palabras expresan la disposición hacia todos. Dios se
presenta a Sí mismo como un Dios Salvador que “quiere”
que todos puedan salvarse. Pero, si los hombres han de ser
salvos, esto puede ser sólo por medio de la fe que viene
al conocimiento de “la verdad”. De esta verdad la casa de
Dios es “columna y baluarte” (1 Timoteo 3:15). Mientras la
asamblea está en la tierra, ella es el testigo y el sostén de la
verdad. Cuando la iglesia sea arrebatada, inmediatamente
los hombres caerán en la apostasía y serán entregados a un
poder engañoso.

(B) La Casa De Dios, Un Testimonio De


La Gracia De Dios (Versículos 5-7)
(V. 5). Dos grandes verdades son expuestas ante nosotros
como el terreno en el cual Dios trata con los hombres en

29
1 y 2 Timoteo

gracia soberana. En primer lugar, hay un solo Dios; en


segundo lugar, hay un solo Mediador.
El hecho de que hay un solo Dios había sido declarado
antes de que Cristo viniera. La unidad de Dios es la gran
verdad fundamental del Antiguo Testamento. Fue el gran
testimonio de Israel, como leemos, “Oye, Israel: JEHOVÁ
nuestro Dios, JEHOVÁ, uno solo es” (Deuteronomio 6:4
- Versión Moderna). Era el gran testimonio que debía
fluir a las naciones desde Israel, como leemos, “¡Todas
las naciones júntense a una  …  escuchen a mis testigos, y
digan: Es verdad. Vosotros sois mis testigos, dice Jehová, y
mi Siervo, a quien he escogido; para que sepáis, y me creáis,
y entendáis que yo soy. Antes de mí no fue formado dios
alguno, ni después de mí habrá otro. ¡Yo, yo soy Jehová,
y fuera de mí no hay Salvador!” (Isaías 43:9-11 - Versión
Moderna).
El cristianismo, al mismo tiempo que mantiene la gran
verdad de que hay un solo Dios, presenta además la verdad
igualmente importante de que hay un solo Mediador
entre Dios y los hombres. Esta última verdad es la verdad
distintiva del cristianismo.
Tres grandes verdades son presentadas caracterizando
al Mediador. Primero, Él es uno. Si Dios es uno, es
igualmente importante recordar la unidad del Mediador.
Hay un solo Mediador y ningún otro. El papado, y otros
sistemas religiosos corruptos de la Cristiandad, han negado
esta gran verdad, y han restado valor a la gloria del único
Mediador, instalando a María, la madre del Señor, y a otros
hombres y mujeres canonizados como mediadores.
En segundo lugar, el Único Mediador es un Hombre
para que Dios pueda ser conocido por los hombres. El
hombre no puede elevarse a Dios; pero Dios, en Su amor,

30
(1 Timoteo 2 Y 1 Timoteo 3)

puede descender al hombre. Uno ha dicho, ‘Él descendió a


las profundidades más bajas para que no hubiese nadie, incluso
el más inicuo, que no pudiese sentir que Dios en Su bondad
estaba cerca de él - que había descendido hasta él - Su amor
hallando su ocasión en la miseria; y que no había ninguna
necesidad para la cual Él no estaba presente, que Él no podía
satisfacer’ ( J. N. Darby).
(Vv. 6-7). En tercer lugar, este Mediador se dio a Sí
mismo en rescate por todos. Si Dios ha de ser proclamado
como un Dios Salvador, que quiere que todos los hombres
sean salvos, Su santidad debe ser vindicada y Su gloria
mantenida. Esto ha sido cumplido perfectamente por
la obra propiciatoria de Cristo. La majestad de Dios, la
justicia, el amor, la verdad, y todo lo que Él es, ha sido
glorificado en la obra llevada a cabo por Cristo. Él es
una propiciación por todo el mundo. Se ha hecho todo lo
que se necesitaba. Su sangre está disponible para el más
vil, quienquiera que él sea. De ahí que el evangelio dice
al mundo, ‘el que quiera, venga.’ En este aspecto podemos
decir que Cristo murió por todos, que se dio a Sí mismo
en rescate por todos, un sacrificio disponible por el pecado,
para quienquiera que venga. Estas son las grandes verdades
que deben ser testificadas a su debido tiempo  —  la gracia
de Dios proclamando a todos el perdón y la salvación sobre
el terreno de la obra de Cristo, quien se dio a Sí mismo
en rescate por todos. Cuando Cristo hubo ascendido a la
gloria, y el Espíritu Santo hubo descendido a la tierra a
morar en medio de los creyentes, formándolos así en la casa
de Dios, el debido tiempo había llegado. Desde esa casa el
testimonio debía fluir, siendo el apóstol aquel usado por
Dios para predicar la gracia, y abrir de este modo la puerta
de la fe a los Gentiles (Hechos 14:27). De esta forma

31
1 y 2 Timoteo

él puede hablar de sí mismo como de un predicador, un


apóstol, y un maestro de los Gentiles en la fe y en la verdad.

(C) La Conducta Apropiada Para Los


Hombres Y Mujeres Que Forman La Casa
(Versículos 8-15)
Hemos visto en la primera parte del capítulo que la
casa de Dios es el lugar de oración “por todos los hombres”
(versículo 1), es testigo de la disposición de Dios en gracia
hacia “todos los hombres” (versículo 4), y es testigo de Aquel
que se dio a Sí mismo en rescate “por todos” (versículo 6).
Si tal es el gran propósito de la casa de Dios, se concluye
que no se debe permitir nada en la casa de Dios que pueda
estropear este testimonio ya sea de parte tanto de los
hombres como de las mujeres que forman la casa. Así el
apóstol procede a dar instrucciones detalladas en cuanto a
la conducta de cada clase. Este testimonio de la gracia de
Dios no contempla a un grupo de creyentes, participantes
de un testimonio particular, uniéndose para el servicio. No
se trata de un grupo de evangelistas entregándose a la obra
evangelística o al servicio misionero. Éste presenta a todos
los santos compartiendo un interés común en el testimonio
que fluye desde la casa de Dios.
(V. 8). Primeramente, el apóstol habla de hombres en
contraste a las mujeres. Los hombres en la casa de Dios
deben caracterizarse por la oración. El apóstol está hablando
de la oración pública, y en tales ocasiones el derecho a orar
está restringido a los hombres. Además, la enseñanza no
contiene ningún pensamiento de una clase oficial que guíe
en oración. Orar en público no está limitado a los ancianos,
o a hombres dotados, pues la oración nunca es tratada en
32
(1 Timoteo 2 Y 1 Timoteo 3)

la Escritura como un asunto de un don. Son los hombres


los que deben orar y la única restricción es que una correcta
condición moral debe ser mantenida. Aquellos que guían
en la oración pública deben caracterizarse por la santidad,
y sus oraciones deben ser sin ira ni contienda. El hombre
que está consciente de un mal no juzgado en su vida no está
en condición de orar. Además, la oración debe ser sin ira.
Esta es una exhortación que condena completamente en
uso de la oración para atacar veladamente a otros. Detrás
de tales oraciones hay siempre ira o maldad. Además, la
oración debe ser en la simplicidad de la fe y no con vano
razonamiento humano.
(V. 9). Las mujeres deben caracterizarse por vestirse
con “una conducta y ropa decentes.” (N. del T.: traducción
literal de la Versión Inglesa del Nuevo Testamento J. N.
Darby). Esta mejor traducción indica claramente que no
solamente en ropa sino en su actitud general las mujeres
deberían caracterizarse por la “modestia” que rehúye toda
impropiedad, y por el “pudor” que las conduce a cuidar sus
palabras y modos de actuar. Ellas deben tener el cuidado de
no usar el cabello, que Dios les ha dado como la gloria de la
mujer, como una expresión de la vanidad natural del corazón
humano. No deben procurar llamar la atención hacia
ellas mismas adornándose con “oro, ni perlas, ni vestidos
costosos.” Además, las mujeres hacen bien en recordar
que ellas pueden obedecer la letra de esta Escritura y, con
todo, pueden perder el espíritu de ésta fingiendo alguna
apariencia exterior peculiar, atrayendo así la atención hacia
ellas mismas.
La mujer que profesa el temor de Dios se caracterizará,
no por fingir una espiritualidad superior, sino por “buenas
obras”. El lugar de ellas en el cristianismo es conveniente

33
1 y 2 Timoteo

y hermoso: se halla en esas “buenas obras”, muchas de las


cuales sólo pueden ser llevadas a cabo por una mujer.
Nosotros vemos, en los Evangelios, cómo las mujeres
servían al Señor de sus bienes (Lucas 8:3). María llevó a
cabo una buena obra para el Señor cuando ungió Su cabeza
con el perfume de gran precio (Mateo 26:7-10). Dorcas
hizo una buena obra al hacer vestidos para los pobres
(Hechos 9:39). María, la madre de Juan Marcos, abrió su
casa para que muchos se reunieran en oración (Hechos
12:12). Lidia, cuyo corazón el Señor abrió, hizo una buena
obra cuando abrió su casa a los siervos del Señor (Hechos
16: 14-15). Priscila hizo una buena obra cuando, con su
esposo, ayudó a Apolos a conocer “más exactamente el
camino de Dios” (Hechos 18:26). Febe, de Cencrea, ayudó
“a muchos” (Romanos 16:2). Otras Escrituras nos dicen
que mujeres piadosas pueden lavar los pies de los santos,
aliviar al afligido, criar hijos y conducir el hogar. Leemos
aquí que en público la mujer debe aprender en silencio. Ella
no debe ejercer dominio sobre el hombre.
El apóstol da dos razones para la sujeción de la mujer al
hombre. En primer lugar, Adán tiene el lugar preeminente,
puesto que él fue formado primero, después Eva. Una
segunda razón es que Adán no fue engañado; la mujer lo
fue. En un cierto sentido, Adán fue peor que la mujer, ya
que él pecó a sabiendas. No obstante, la verdad recalcada
por el apóstol es que la mujer mostró su debilidad en
que ella fue engañada. Adán, en efecto, debería haber
mantenido su autoridad y haber conducido a su mujer a
la obediencia. Ella, en debilidad, fue engañada, usurpó el
lugar de autoridad, y condujo al hombre a la desobediencia.
La mujer cristiana reconoce esto y cuida de mantenerse en
el lugar de sujeción y silencio.

34
(1 Timoteo 2 Y 1 Timoteo 3)

(V. 15). Eva sufrió por su transgresión, pero la mujer


cristiana hallará la misericordia de Dios que abunda sobre
el juicio gubernamental, si el hombre y la mujer casados
prosiguen en fe, amor y santidad, con modestia. Cómo
vimos antes que la perseverancia en la sana doctrina
depende tan ampliamente de una correcta condición moral
(1  Timoteo 1:5-6), así vemos ahora que la misericordia
temporal está conectada con un correcto estado espiritual.

(D) La Supervisión (Obispado) En La


Iglesia De Dios (Capítulo 3, Versículos
1-13)
(V. 1). El apóstol ha hablado de la posición relativa de
hombres y mujeres, y de la conducta conveniente a los tales
en la casa de Dios. Esto prepara el camino para la enseñanza
en cuanto a la supervisión (obispado) en la casa de Dios. El
apóstol dice, “Si alguno aspira ejercer supervisión, buena
obra desea.” (N. del T.: traducción de la Versión Inglesa
del Nuevo Testamento de J. N. Darby; la versión RVR60
traduce: “Si alguno anhela obispado, buena obra desea.”).
En el discurso del apóstol a los ancianos en Éfeso,
tres cosas se nos exponen caracterizando la supervisión
(obispado). Primeramente, los supervisores (obispos)
deben mirar por sí mismos y “por todo el rebaño”. Ellos
deben procurar que su propio andar, y el andar del pueblo
de Dios, pueda ser digno del Señor. En segundo lugar, ellos
han de “apacentar la iglesia del Señor.” Ellos piensan, no
solamente en el andar práctico del pueblo de Dios, sino que
procuran el bienestar de sus almas, para que ellos puedan
entrar en sus privilegios cristianos y hacer que sus almas
progresen en la verdad. En tercer lugar, ellos han de ‘velar’
35
1 y 2 Timoteo

sobre el rebaño para que pueda ser guardado de los ataques


del enemigo exterior, así como de las corrupciones que
puedan surgir dentro del círculo cristiano por medio de
hombres perversos que desvían las almas del Señor tras sí
(Hechos 20: 28-31).
Tal era la obra de supervisión (obispado), y el apóstol
habla de ella como de una “buena obra”. Hay el testimonio
de la gracia de Dios que ha de fluir desde la casa de Dios, y
el apóstol ha hablado ya de esto como “bueno y agradable
delante de Dios”. Hay también el cuidado de aquellos que
componen la casa de Dios, para que su conducta sea la que
conviene a la casa. Y su cuidado por las almas también es
una “buena obra”.
Es importante recordar que el apóstol no está hablando
de “dones”, sino de un oficio local para el cuidado de la
asamblea. La Cristiandad ha confundido los dones con los
oficios o cargos. En la Escritura ellos son muy distintos. Los
dones son dados por la Cabeza ascendida y son ‘puestos’ en
la iglesia (Efesios 4:8-11; 1 Corintios 12:28). Siendo así, el
ejercicio del don no puede estar limitado a una asamblea
local. El oficio de supervisor (obispo) es puramente local.
Además, no hay nada en esta enseñanza en cuanto a
la ordenación de individuos para estos oficios. Timoteo y
Tito pueden ser autorizados por el apóstol para ordenar (o
“establecer”) ancianos (Tito 1:5), pero no hay instrucción
para que ancianos designen ancianos, o para que la asamblea
elija ancianos.
El hecho de que estos siervos fueran autorizados por
el apóstol para establecer ancianos prueba claramente que,
en la época del apóstol, había asambleas en las cuales no
había supervisores designados. Ellos carecían de ancianos
debidamente designados a causa de la falta de autoridad

36
(1 Timoteo 2 Y 1 Timoteo 3)

apostólica (directa o indirecta) para designarlos. Es claro,


entonces, por la Escritura, que no puede haber ancianos
designados oficialmente excepto por un apóstol o sus
delegados. El hecho de que el hombre designe ancianos
u ordene ministros sería mostrar que se actúa sin la
autorización de la Escritura.
Esto no implica que la obra del supervisor no pueda
ser hecha, o que no existan aquellos que son aptos para la
obra en un día de crisis. La obra de los supervisores nunca
fue más necesaria que hoy en día, y aquellos que están
calificados de manera escrituraria para la obra pueden, en
sencillez, servir al pueblo del Señor en su propia localidad;
y es bueno que nosotros reconozcamos a los tales, teniendo
siempre en mente la fuerza exacta de las palabras del
apóstol, cuando dice, “Si alguno aspira ejercer supervisión,
buena obra desea.” (N. del T.: traducción de la Versión
Inglesa del Nuevo Testamento de J. N. Darby). El apóstol
no habla de un hombre deseando el ‘cargo’ a fin de sostener
una posición o para ejercer autoridad, sino del deseo de
ejercer esta “buena obra”. A la carne le agrada el cargo, y la
posición, y la autoridad, pero rehuirá la “obra”. Cuando esto
se ve, tendríamos que admitir que existen pocos que tienen
el deseo que el apóstol contempla.
(Vv. 2-3). Las cualidades que deberían caracterizar a los
tales son claramente expuestas ante nosotros; y, como uno
ha dicho, ‘Las instrucciones incluso en cuanto a los ancianos y
diáconos no son, por decirlo así, meramente para su propio bien;
ellas nos muestran el carácter que Dios valora y busca en Su
pueblo’ (F. W. Grant).
El carácter moral del anciano debe ser irreprensible.
Debe ser marido de una sola mujer, un requisito que tendría
especial aplicación a aquellos surgiendo del paganismo con

37
1 y 2 Timoteo

su poligamia. Un hombre convertido, aunque no debía ser


rechazado porque tenía más de una mujer, sería inepto para
la supervisión (obispado). Además, un tal (el supervisor)
tenía que ser sobrio en el juicio, prudente en sus palabras,
decoroso en conducta, hospedador. Él debía ser apto para
enseñar, sin implicar necesariamente que tuviera el don de
maestro, sino que tuviese aptitud para ayudar a otros en
sus ejercicios espirituales. No debía ser una persona dada a
exceso en el vino o en la violencia al actuar; por el contrario,
él debía ser amable, no contencioso y libre de avaricia.
(Vv. 4-5). Además, tenía que ser uno que gobernara bien
su casa, teniendo a sus hijos en sujeción  —  exhortaciones
que indican claramente que el supervisor (obispo) tenía
que ser un anciano, no solamente casado y poseyendo un
hogar, sino que teniendo hijos.
(V. 6). No debía ser un neófito (N. del T.: palabra
vernácula empleada en la literatura desde Aristófanes
en adelante, en la LXX y en papiros, en el sentido
original de ‘recién plantado’ (en griego: neos, phuö), de
Comentario al Texto Griego del Nuevo Testamento
de A. T. Robertson, Editorial Clie  —  otra traducción:
“recién convertido”   —  LBLA). Un cristiano joven puede
ser usado por el Señor para predicar a los demás tan
pronto como se convierte, pero que un tal tome el lugar
de un supervisor (obispo) obviamente sería incorrecto, y
conduciría probablemente a su caída “en la condenación en
que cayó el diablo” (LBLA). Uno dijo verdaderamente que
la condenación en que cayó el diablo fue que ‘se exaltó a sí
mismo pensando en su propia importancia’ ( J. N. Darby).
(V. 7). Finalmente, el supervisor debe tener un buen
testimonio de los de afuera, de lo contrario él caerá en
descrédito y en lazo del diablo. El lazo del enemigo es

38
(1 Timoteo 2 Y 1 Timoteo 3)

entrampar al creyente en alguna conducta delante del


mundo, de modo que ya no pueda más lidiar con una
conducta cuestionable entre los santos.
(V. 8). El apóstol nos da además los requisitos necesarios
para los diáconos. El diácono es un ministro, o uno que sirve.
Del capítulo 6 de los Hechos de los Apóstoles aprendemos
que su obra especial es descrita como “servir las mesas” y, tal
como muestra la relación, esto se refiere a la satisfacción de
las necesidades corporales y temporales de la asamblea, en
contraste a la obra del supervisor (obispo) el cual está más
especialmente preocupado en satisfacer las necesidades
espirituales. No obstante, no es menos necesario que el
diácono tenga requisitos espirituales. Los escogidos para la
obra de diácono, en la iglesia primitiva en Jerusalén, debían
ser hombres “de buena reputación, llenos del Espíritu
Santo y de sabiduría” (Hechos 6:3  —  Versión Moderna).
Aquí aprendemos que, al igual que los supervisores, ellos
tenían que ser “honestos” (“serios”  —  Versión Moderna),
“sin doblez” (“de una sola palabra”  —  LBLA; “no de dos
lenguas”  —  Versión Moderna), no dados a mucho vino o
a codicia.
(V. 9). Además, ellos debían caracterizarse por guardar
“el misterio de la fe con limpia conciencia”. Guardar la
doctrina correcta no es suficiente. La ortodoxia sin una
conciencia pura indicaría cuán poco la verdad tiene poder
sobre aquel que la posee; por eso cuán impotente es una
persona tal para afectar a los demás.
(V. 10). Asimismo, los diáconos deben ser aquellos
que han sido probados y han demostrado, mediante la
experiencia, ser irreprensibles en su propia conducta
y, de este modo, ser capaces de lidiar con asuntos que
necesariamente tendrían que encarar en su servicio.

39
1 y 2 Timoteo

(Vv. 11-12). Sus mujeres también debían ser “honestas”


(“serias”  —  Versión Moderna), no calumniadoras, y fieles
en todo. El carácter de ellas es mencionado especialmente,
en vista de que el servicio de los diáconos, al tener que ver
con las necesidades temporales, podía dar ocasión para que
las esposas hicieran alguna maldad a menos que fuesen
“fieles en todo”. Al igual que los supervisores (obispos), los
diáconos han de ser maridos de una sola mujer, gobernando
bien sus hijos y sus casas. Se reitera, estas exhortaciones
implican que el diácono no es un hombre joven, sino uno
que está casado y tiene hijos, y de este modo es un hombre
con experiencia.
(V. 13). En caso de que se pudiera pensar que el oficio
de un diácono era inferior al de un supervisor (obispo), el
apóstol declara especialmente que los que ejercen bien el
oficio de diácono ganan para sí un grado honroso, y mucho
denuedo en la fe que es en Cristo Jesús  —  una verdad, tal
como se ha señalado a menudo, ilustrada notablemente en
la historia de Esteban (Hechos 6:1-5, 8-15).

(E) El Misterio De La Piedad (Versículos


14-16)
(Vv. 14-15). “Estas cosas te escribo, esperando ir en
breve a verte, por si tardare más largo tiempo, para que
sepas cómo debes portarte en la casa de Dios (la cual es
la iglesia del Dios vivo) columna y apoyo de la verdad”
(Versión Moderna).
El apóstol cierra esta porción de su epístola declarando
decididamente que su razón para escribir “estas cosas” es
que Timoteo pudiera saber como uno debe portarse en la
casa de Dios.

40
(1 Timoteo 2 Y 1 Timoteo 3)

Se nos dice que la casa de Dios es “la iglesia del Dios


viviente” (RVR60). Ya no es más un edificio de piedras
materiales, como en el Antiguo Testamento, sino una
compañía de piedras vivas - de creyentes. Está formada
por todos los creyentes viviendo en la tierra en cualquier
momento dado. Ninguna asamblea local es llamada jamás
la casa de Dios.
Asimismo, es la iglesia (asamblea) del Dios viviente.
El Dios que mora en medio de Su pueblo no es como los
ídolos muertos que los hombres adoran, que no pueden ver
ni oír. Que nuestro Dios es un Dios viviente es una verdad
de importancia bendita pero solemne, pero es una verdad
que nosotros podemos olvidar fácilmente. Más adelante
el apóstol nos puede decir que nosotros podemos trabajar
y sufrir oprobios, “porque esperamos en el Dios viviente”
(1  Timoteo 4:10). El Dios viviente es un Dios que se
deleita en sustentar y bendecir a Su pueblo; sin embargo, si
la santidad que conviene a Su casa no es mantenida, Dios
puede poner de manifiesto que Él es el Dios viviente en
solemnes tratos gubernamentales tales como con Ananías
y Safira, quienes experimentaron la verdad de las palabras,
“¡Horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo!” (Hebreos
10:31).
Además, aprendemos que la casa de Dios es “columna y
sostén de la verdad” (LBLA). La “columna” nos habla de ser
testigo; el “sostén” es aquello que mantiene firme. No se dice
que la casa de Dios es la verdad, sino que es la “columna” o
testigo de la verdad. Cristo en la tierra era “la verdad” ( Juan
14:6), y leemos nuevamente, “tu palabra es verdad” ( Juan
17:17). Por mucho que la iglesia haya fracasado en sus
responsabilidades permanece el hecho de que, establecida
por Dios en la tierra, ella es testigo y sostén de la verdad.

41
1 y 2 Timoteo

Dios no tiene a ningún otro testigo en la tierra. En un día


de ruina pueden ser unos pocos débiles quienes mantienen
la verdad, mientras la gran masa profesante, dejando de ser
un testigo, será vomitada de la boca de Cristo.
Es importante recordar que no se dice que la iglesia (o
asamblea) enseña la verdad, sino que testifica la verdad que
ya se halla en la Palabra de Dios. La iglesia tampoco puede
alegar autoridad para decidir lo que es verdad. La Palabra
es la verdad y contiene su propia autoridad.
(V. 16). En vista de que la iglesia es la casa de Dios ­ —  el
Dios viviente ­ —  y testigo y sostén (o baluarte) de la verdad,
cuán importante es que sepamos cómo conducirnos en la
casa de Dios. Teniendo en mente la conducta piadosa el
apóstol habla del “misterio de la piedad,” o del secreto de
la conducta correcta. Uno ha escrito de este pasaje, ‘Esto es
citado e interpretado a menudo como si hablase del misterio de
la Deidad, o del misterio de la Persona de Cristo. Pero se trata
del misterio de la piedad, o del secreto mediante el cual toda
piedad verdadera es producida ­ —  el manantial divino de todo
lo que puede ser llamado piedad en el hombre’ ( J. N. Darby).
Este misterio de la piedad es lo que la piedad conoce, pero
no es manifestado aún al mundo. El secreto de la piedad
reside en el conocimiento de Dios manifestado en y por medio
de la Persona de Cristo. Así, en este hermoso pasaje, tenemos
a Cristo presentado dando a conocer a Dios a los hombres
y a los ángeles. En Cristo, Dios fue manifestado en carne.
La santidad absoluta de Cristo fue vista en que Él fue
justificado en el Espíritu. Nosotros somos justificados en la
muerte de Cristo: Él fue sellado y ungido completamente
aparte de la muerte ­ —  la prueba de Su santidad intrínseca.
Luego, en Cristo, como hombre, Dios fue “visto por ángeles”
(Versión Moderna). En Cristo, Él fue dado a conocer al

42
(1 Timoteo 2 Y 1 Timoteo 3)

mundo, y fue creído en el mundo. Finalmente, el corazón


de Dios se da a conocer por la presente posición de Cristo
en la gloria.
Se habla de todo esto como del “misterio de la piedad”,
porque estas cosas no son conocidas por el incrédulo. Una
persona tal, en efecto, puede apreciar la conducta externa
que mana de la piedad; pero el incrédulo no puede conocer
el manantial secreto de la piedad. Ese secreto es conocido
sólo por los piadosos; y el secreto yace en el conocimiento
de Dios; y el conocimiento de Dios les ha sido revelado en
Cristo.

43
1 y 2 Timoteo

44
4.AdvertenciasContraLaCarneReligiosaYEnseñanzaEnLaPiedad
139262

4. Advertencias Contra
La Carne Religiosa Y
Enseñanza En La Piedad

45
1 y 2 Timoteo

(1 Timoteo 4)
Habiéndonos enseñado el orden de la casa de Dios y
el secreto de toda conducta correcta por parte de los que
forman la casa, el apóstol, en el resto de la Epístola, nos
advierte contra ciertas actividades carnales que destruyen
una conducta correcta, y nos instruye en cuanto a la piedad
verdadera que es lo único que guardará a los fieles de esos
diferentes males.
En 1 Timoteo 4 el apóstol advierte más especialmente
contra la apostasía, y la carne religiosa manifestándose en
el falso principio del ascetismo 1. En 1 Timoteo 5 se nos
advierte contra la carne mundana, que se muestra a sí misma
en voluntariedad y auto-gratificación. En 1 Timoteo 6 se
nos advierte contra la carne codiciosa con su amor al dinero.
La salvaguardia contra esos males se encuentra en
la “piedad.” La verdad de la piedad tiene un lugar muy
prominente en esta Primera Epístola a Timoteo. La palabra
1 N. del T.: El ascetismo considera que el hombre está escindido
en dos partes distintas, opuestas, y que mantienen una relación
hostil: el cuerpo y el alma. Considera el alma como lo más
propio del hombre, dado su origen y destino sobrenatural.
El cuerpo, sus pasiones, necesidades y deseos, perturba y
ensucia el alma, por lo que el alma precisa de una purificación.
Generalmente el ascetismo propone una vida de rigor moral
que busca controlar dichos deseos y pasiones (renuncia a la
práctica sexual, moderación en la comida, dietas y prohibiciones
varias en la alimentación, renuncia a la ostentación de la
belleza corporal … ). La vida en el mundo del espíritu se puede
completar también con la práctica religiosa y el desarrollo del
conocimiento. Este último punto lo encontramos por ejemplo
en Platón, para el cual la práctica de la filosofía es una forma de
ascesis, de separación del alma del cuerpo escindido  —  Fuente:
Historia de la Filosofía. Volumen 1: Filosofía Griega. Javier
Echegoyen Olleta. Editorial Edinumen.
46
(1 Timoteo 4)

es usada quince veces en el Nuevo Testamento (versión


RVR60), encontrándose nueve de estas ocasiones en esta
epístola (1 Timoteo 2: 2, 10; 1 Timoteo 3:16; 1 Timoteo
4: 7-8; 1  Timoteo 6: 3, 5-6, 11  —  versión RVR60). La
piedad es la confianza en el Dios conocido y viviente que
conduce al creyente a andar en el santo temor de Dios en
medio de todas las circunstancias de la vida. La piedad
reconoce y honra a Dios y es, por lo tanto, exactamente lo
opuesto a la santurronería que busca exaltar el yo.
En el capítulo 4 el apóstol nos advierte, en primer
lugar, contra la apostasía de algunos que se vuelven del
cristianismo a una religión de la carne (versículos 1-5);
luego él nos presenta la vida de piedad como aquella que
guardará al alma de los males de la carne (versículos 6-10);
finalmente, el apóstol entrega exhortaciones personales a
Timoteo, que contienen enseñanza y guía para todos los
siervos del Señor (versículos 11-16).

(a) Advertencias Contra La Carne


Religiosa O El Ascetismo (Versículos 1-5)
El apóstol ha finalizado la porción anterior de la Epístola
con una hermosa exposición de “la fe” manifestando la gran
verdad del cristianismo como la manifestación de Dios
en Cristo. Ahora el Espíritu advierte que, en los últimos
tiempos de la profesión cristiana, algunos se apartarán,
o apostatarán, de la fe. Posteriormente, el apóstol nos
advierte que algunos, mediante sus prácticas, negarán la
fe (1  Timoteo 5:8  —   o, renegarán de la fe, como reza el
mismo versículo en la Versión Moderna); algunos, por
codicia, se extraviarán de la fe (1 Timoteo 6:10); y algunos,
por especulación, se desviarán de la fe (1 Timoteo 6:21  —   o,

47
1 y 2 Timoteo

errarán acerca de la fe como reza el mismo versículo en la


Versión Moderna).
(Vv. 1-2). Él habla aquí de apostatar de la fe. Claramente,
el apóstol no está hablando de la gran apostasía predicha
en la Segunda Epístola a los Tesalonicenses, que se refiere
a la apostasía de la Cristiandad como un todo después del
arrebatamiento de la iglesia. En este pasaje el apóstol dice
“algunos apostatarán”, refiriéndose, evidentemente, a la
apostasía de individuos que tiene lugar en los postreros días
antes de la venida del Señor.
Mientras la asamblea de Dios está aún en la tierra,
se levantarán aquellos que una vez hicieron profesión
del cristianismo pero que renuncian a las verdades
fundamentales de la fe cristiana con respecto a la Persona
de Cristo.
(V. 3). Detrás de esta apostasía está la influencia directa
de espíritus engañadores que conducen a doctrinas de
demonios en oposición a la verdad. El apóstata no es
simplemente uno que descuida la verdad, ni que rechaza la
verdad. El apóstata es uno que, habiendo hecho profesión de
la fe, renuncia deliberadamente a la verdad y adopta algún
otro credo religioso como siendo superior al cristianismo.
Los demonios hablan mentira aunque profesan mantener
la verdad. Nosotros sabemos que el diablo es “mentiroso”
( Juan 8:44) y que sedujo a nuestros primeros padres diciendo
mentiras en hipocresía. El hecho de que la verdad no tiene
poder sobre sus almas y que presten oídos a doctrinas de
demonios demuestra claramente que sus conciencias están
tan cauterizadas que ellos ya no son capaces de distinguir
entre el bien y el mal. La apostasía, entonces, comprende no
solamente el hecho de renunciar o abandonar la verdad sino
también la adopción del error  —  la doctrina de demonios.

48
(1 Timoteo 4)

En lugar de la verdad el apóstata finge una religión


de la carne que profesa ser de la más elevada santidad.
Ellos presumen de una pureza extraordinaria mediante
la prohibición de casarse, y de una gran negación de sí
mismos mediante la abstinencia de alimentos. En realidad,
habiéndose apartado de la fe, ellos niegan a Dios como
nuestro Salvador y, al rechazar casarse y al abstenerse de
alimentos, niegan a Dios como el Creador. Esto significa
la pérdida de toda piedad verdadera la cual teme a Dios y,
como resultado, abre la puerta al libertinaje y al desenfreno.
Estos espíritus engañadores, complaciendo al orgullo de
la carne, ofrecen a los hombres la promesa de la mayor
santidad para conducirles a la corrupción más profunda.
(V. 4). La verdadera piedad se beneficia de toda
misericordia que Dios pone a nuestro alcance. Las
misericordias del matrimonio o de los alimentos, las cuales
son rechazadas por aquellos que apostatan de la fe, han de
ser recibidas con agradecimiento por los creyentes y los que
conocen la verdad.
(V. 5). La Palabra de Dios no aprueba el mundo y
sus costumbres para el creyente; pero estas misericordias
naturales, las cuales están disponibles para todo el mundo,
son puestas aparte para que seamos confortados mientras
pasamos por el mundo. Sin embargo, su uso es guardado
para el creyente por la Palabra de Dios y la oración. La
Palabra de Dios regula su uso, y mediante la oración el
creyente las toma en dependencia de Dios.

49
1 y 2 Timoteo

(B) La Piedad O Confianza En El Dios


Viviente (Versículos 6-10)
(V. 6). El apóstol nos ha presentado ciertos peligros
contra los cuales el Espíritu nos advierte expresamente.
Timoteo tenía que enseñar estas cosas a los hermanos, y
al hacer esto demostraría ser un buen siervo de Jesucristo,
nutrido con las palabras de la fe y de la buena doctrina
de la cual él estaba plenamente enterado. Los espíritus
engañadores, de los que el Espíritu Santo habla, buscaban
exaltar al hombre con un sentido de importancia y santidad
religiosas. El siervo verdadero busca exaltar a Cristo
ministrando la verdad.
Ser un buen siervo de Jesucristo no es suficiente para
conocer la verdad, y mantener la verdad; necesitamos
nutrirnos con la verdad y, en la práctica, seguir plenamente
la verdad. Nuestras almas deben ser alimentadas si hemos
de alimentar a otros. Debemos nutrirnos, no simplemente
con las palabras de los maestros, por verdaderas que ellas
sean, sino “con las palabras de la fe” que nos comunican “la
buena doctrina” del cristianismo y, si se siguen, producirán
un efecto práctico en nuestras vidas, preservándonos de los
males de los últimos tiempos.
(V. 7). Habiéndonos exhortado a seguir la verdad, el
apóstol nos advierte que rechacemos todo lo que está fuera
de “las palabras de la fe.” Las imaginaciones de los hombres
tenderán siempre a la profanidad y a la insensatez, las cuales
el apóstol caracteriza con desprecio como “fábulas … de
viejas”. Nuestro gran ‘ejercicio’ debería ser que se nos
hallara caminando en la piedad. Podemos poner el servicio
en primer lugar; pero existe siempre el grave peligro de
estar activos en el servicio, descuidando la piedad personal.

50
(1 Timoteo 4)

El buen siervo se ejercitará en la piedad para que él pueda


ser “útil para el Señor, preparado para toda buena obra.”
(2 Timoteo 2:21  —  LBLA). Nosotros podemos, a veces,
como los santos Corintios, estar muy activos en el servicio
y jactarnos en nuestros dones y, al igual que ellos, ser muy
poco espirituales por no ejercitarnos en la piedad.
(V. 8). Para enfatizar la importancia del ejercicio
espiritual en cuanto a la piedad, el apóstol lo contrasta
con el “ejercicio corporal.” La alusión es, probablemente, a
los juegos públicos, como en 1 Corintios 9:24-25, donde,
al hablar de las carreras públicas, él dice, “todo el que
compite en los juegos se abstiene de todo” (1  Corintios
9:25  —  LBLA), o, “Todo aquel que lucha, en todo ejercita
el dominio propio” (1  Corintios 9:25  —  RVR77). Él
continua advirtiéndonos en ese pasaje que tal ejercicio de
dominio propio tiene solamente una ventaja pasajera; a lo
más obtiene sólo una “corona corruptible,” en contraste
con la “incorruptible” que el cristiano tiene en mente. De
igual modo aquí, él dice, que el ejercicio corporal sólo
es provechoso para muy pocas cosas; pero el ejercicio
espiritual de la piedad es provechoso para todo, siendo rico
en bendiciones en esta vida así como en la venidera.
(Vv. 9-10). El apóstol insiste acerca de la importancia
de este ejercicio en cuanto a la piedad declarando, “Palabra
fiel es esta, y digna de ser recibida por todos.” Fue debido
a su piedad que el apóstol pudo decir, “por esto mismo
trabajamos y sufrimos oprobio.” Nosotros podemos estar
preparados para trabajar y ser prominentes ante los hombres,
y de este modo trabajar y ganar el aplauso, o trabajar para
exaltar el yo. Pero si la piedad está detrás de nuestro trabajo,
significará inevitablemente trabajo y oprobio.

51
1 y 2 Timoteo

El apóstol procede a demostrar que la fuente de la


piedad es la confianza en Dios. Nosotros confiamos en
el Dios viviente, que es el Salvador de todos los hombres,
especialmente de los que creen. La piedad es esa confianza
individual en Dios que toma cada circunstancia de la
vida como estando relacionada con Dios. El hombre no
regenerado deja a Dios fuera de su vida; el creyente Le
reconoce en todos los detalles de la vida y recibe y usa
agradecidamente cada misericordia que Él pone a su
alcance sin abusar de las misericordias. De este modo, la
piedad es el antídoto contra todas las malas influencias
de los postreros días, ya sea que el mal tome la forma
de ascetismo, de celibato, de abstinencia de alimentos
(1 Timoteo 4:3), de abandono del hogar propio y de vivir
en hábitos de auto-indulgencia (1 Timoteo 5:4-6), o de dar
importancia a la ventaja mundana y al dinero (1 Timoteo
6:3-10).

(C) Preceptos (Mandamientos) Personales


Para El Siervo Del Señor (Versículos 11-
16)
(Vv. 11-12). Estas cosas Timoteo tenía que mandar
y enseñar. Siendo un hombre joven él tenía que estar
especialmente en guardia contra cualquier presunción
o soberbia juvenil que estropearía su testimonio
conduciéndole a ser menospreciado a causa de su juventud.
Si sus exhortaciones y enseñanzas a los demás iban a ser
eficaces, el tendría que ser, en su vida, un “ejemplo de los
creyentes en palabra, conducta, amor, espíritu, fe y pureza.”
¡Es lamentable! Cuán a menudo nosotros estropeamos
nuestro testimonio por no lograr exhibir estas hermosas
52
(1 Timoteo 4)

cualidades de Cristo. Si las verdades que enseñamos no


afectan nuestras propias vidas, ¿podemos esperar que
nuestra enseñanza afecte a los demás?
(V. 13). Al ser su vida pura, el siervo tendría libertad
para procurar ayudar a otros mediante la lectura, la
exhortación y la enseñanza. La conexión de la lectura con
la exhortación parecería demostrar que la “lectura” no se
refiere a su estudio personal, sino más bien a la lectura
pública de las Escrituras, que en esos días tenía un lugar de
especial importancia.
(V. 14). Además, en el caso de Timoteo, un don para el
ministerio se le había impartido, y para el cual se le había
señalado especialmente por una palabra profética de Dios,
y con quien el presbiterio2 había expresado su comunión
mediante la imposición de manos. Semejantes profecía e
imposición de manos habían sido plenamente presentadas
en el caso de Bernabé y Saulo (Hechos 13:2-3). No obstante
lo correcto y hermoso de la vida cristiana, ello no habilitaría
al siervo a tomar el lugar determinado de un maestro. Para
esto era necesario un don dado por el Señor. En el caso de
Timoteo él pudo seguir adelante en la confianza de que
este don había sido impartido por una palabra directa de
Dios, y pudo ser ejercitado en la conciencia de que él tenía
la plena comunión de los ancianos del pueblo de Dios. El
don había sido dado mediante profecía, y por la imposición
de las manos de Pablo (2  Timoteo 1:6). No había sido
dado por la imposición de manos de los ancianos: ellos
impusieron sus manos sobre Timoteo como una expresión
de su comunión con él. Animado de este modo, él debía
2 N. del T.: gr. presbuterion, 
Strong 4244), un conjunto de hombres entrados en años,
ancianos. En 1  Timoteo 4:14 = los ancianos o supervisores
(obispos) en una iglesia local
53
1 y 2 Timoteo

guardarse de descuidar el don por medio de cualquier


timidez natural.
(V. 15). Fortalecido y animado de esta forma, Timoteo
debía consagrarse a las cosas del Señor, como el apóstol dice,
“Ocúpate en estas cosas” (1  Timoteo 4:15  —  RVR77).
Demasiado a menudo permitimos ser distraídos por otros
objetos aparte del Señor y Sus intereses. Es bueno que
nosotros abracemos de corazón el cristianismo y hagamos
de las cosas del Señor nuestros intereses  —  para ocuparnos
“enteramente de ellas” (Versión Moderna). Entonces, en
efecto, nuestro progreso espiritual sería manifiesto a todos.
(V. 16). El apóstol resume su exhortación a Timoteo
diciendo, “Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina.” Insistir
en la doctrina mientras descuidamos nuestro propio andar,
o dar mucha importancia a la piedad personal mientras
afirmamos que es de poca importancia lo que sostenemos,
son dos trampas en las cuales muchos han caído. Ambas
son fatales por igual para todo testimonio verdadero. Es
sólo cuando cuidamos de nosotros mismos y de la doctrina
que nos salvaremos nosotros y los que nos oyen de los males
de los últimos tiempos.

54
5.AdvertenciasContraLaMundanalidadYEnseñanzasEnLaPiedad
139263

5. Advertencias Contra
La Mundanalidad Y
Enseñanzas En La Piedad

55
1 y 2 Timoteo

(1 Timoteo 5)
Habiendo advertido contra el mal de algunos que
apostatarán del cristianismo y adoptarán una religión
carnal falsa, el apóstol nos advierte ahora contra males
que pueden surgir de la mundanalidad dentro del círculo
cristiano, y nos enseña cómo tratar con las necesidades del
pueblo de Dios de modo que no se pueda permitir nada
que brinde ocasión para la maledicencia y entorpezca así el
testimonio de la gracia de Dios ante el mundo.

(a) El Espíritu En El Cual Los Males


Deben Ser Tratados (Vv. 1-2)
Pueden surgir ocasiones cuando los males que se
manifiestan en el círculo cristiano pueden llamar, en
forma justa, a la reprensión. No obstante, al administrar
la reprensión debemos reconocer lo que es adecuado a la
edad y al sexo, y cuidar así que la reprensión sea dada en
un espíritu correcto. La reprensión puede ser correcta y sin
embargo puede tener ningún efecto, o incluso herir, debido
al espíritu equivocado en la que se da. Una reprensión
correcta en un espíritu equivocado es simplemente
enfrentar la carne en la carne.
Se debe respetar la edad, incluso si se precisa reprensión.
Un hermano anciano no debe de ser reprendido con dureza,
sino con toda la deferencia que un hijo tendría para con su
padre (“No reprendas con dureza al anciano, sino, más bien,
exhórtalo como a padre”  —  LBLA). Los jóvenes no deben
ser tenidos en poco, sino reprendidos con amor como a
hermanos, a las ancianas con la deferencia debida a una
madre. Se debe tratar con las mujeres más jóvenes “con
56
(1 Timoteo 5)

toda pureza,” evitando así la descuidada familiaridad que la


naturaleza podría adoptar.
De esta forma, en todos nuestros tratos los unos con los
otros, el modo debe ser tal que nada se haga que pudiera
ultrajar el decoro y dar ocasión para el escándalo.

(B) Enseñanza Con Respecto a Satisfacer


Las Necesidades Del Pueblo De Dios Y
Advertencias Contra La Auto-Indulgencia
En Las Cosas Temporales (Versículos
3-16)
(V. 3). En primer lugar, se nos enseña a mostrar el
debido respeto por las “viudas que en verdad lo son.” Una
viuda que ‘en verdad lo es,’ no es simplemente una mujer
privada de su marido, sino una que se caracteriza por ciertas
cualidades morales. Ya sea que esté en necesidad o no, las
tales han de ser tenidas en honor.
(V. 4). No obstante, si tales mujeres tienen necesidad
temporal, que los descendientes demuestren su piedad
práctica y recompensen a sus padres, porque esto es bueno
y agradable delante de Dios. Aquí vemos nuevamente que
la piedad deja entrar a Dios en todos los detalles de la vida,
y procura actuar en un modo que complazca a Dios.
(V. 5). El apóstol nos da, entonces, las hermosas señales
de una viuda que en verdad lo es. Ella ha quedado sola
(“desamparada”  —  Versión Moderna), estando sin recursos
humanos; su confianza está en Dios  —  ella “espera en
Dios”   —  y depende de Dios, pues “persevera en rogativas
y en oraciones noche y día” (Versión Moderna).

57
1 y 2 Timoteo

(V. 6). En oposición a la viuda que en verdad lo es, el


apóstol nos advierte contra todas las que, en la casa de
Dios, se entreguen a “los placeres desenfrenados” (LBLA).
Las tales aún viviendo, están muertas. Somos exhortados
a considerarnos muertos al pecado, pero vivos para Dios
en Cristo Jesús (Romanos 6:11). No podemos vivir para
nosotros mismos y para Dios al mismo tiempo. Si vivimos
para nosotros estamos viviendo para el pecado, lo cual
es estar sin ley, o es la indulgencia de nuestras propias
voluntades. Los hábitos de auto-indulgencia han de
introducir la muerte espiritual entre el alma y Dios.
(V. 7). Semejantes advertencias son necesarias para que,
andando en piedad, cada uno en la casa de Dios no sólo
sea aceptable y agradable a Dios sino también irreprensible
delante de los hombres.
(V. 8) Para el cristiano, el hecho de no proveer para los
suyos, y especialmente para los de su casa, es hundirse por
debajo de lo que es natural, y negar así la fe del cristianismo
que aprueba estas relaciones naturales y nos enseña a
respetarlas. Es posible para un cristiano, si actúa en la carne,
comportarse de un modo que es “peor que un incrédulo”.
(Vv. 9-10). Sin embargo, pueden haber casos
individuales en el círculo cristiano, que no tienen parientes
que provean para ellas. Tales personas deberían ser puestas
en la lista de aquellas que pueden ser debidamente cuidadas
por la asamblea. No obstante, uno debe tener cuidado de
no utilizar la casa de Dios como si fuera meramente una
institución para sostener a personas necesitadas.
En ocasiones, en efecto, la gracia puede ayudar a las
más abandonadas. Aquí se trata de un asunto de idoneidad
para la inclusión en una lista de aquellas que reciben la
ayuda regular del pueblo del Señor. Tales personas deben,

58
(1 Timoteo 5)

mediante su vida, haber demostrado su aptitud para tal


ayuda. En personas de salud normal, la que es apta para
la lista debe ser de una edad cuando, bajo circunstancias
comunes, ya no pueda trabajar para su subsistencia; debe
haber sido esposa de un solo marido, y una de quien se
de testimonio a causa de sus buenas obras al haber criado
hijos, al haber mostrado amabilidad a los extranjeros, al
haber lavado los pies de los santos, socorrido a los afligidos,
y, de hecho, “si hubiere seguido estrictamente toda buena
obra.” (v. 10  —  Versión Moderna).
De manera muy bienaventurada esta Escritura muestra
cuánto puede hacer una mujer piadosa que es agradable a
Dios y cuánto puede hacer para ayudar al pueblo del Señor.
Las omisiones, sin embargo, son tan asombrosas como las
buenas obras que se enumeran. No se dice nada acerca de la
enseñanza o la predicación o, de hecho, de nada que pueda
llevar a la mujer a un lugar de prominencia en una manera
pública contraria al orden de la casa de Dios.
(Vv. 11-13). “Pero rehúsa poner en la lista a viudas más
jóvenes, porque cuando sienten deseos sensuales, contrarios
a Cristo, se quieren casar, incurriendo así en condenación,
por haber abandonado su promesa anterior (Gr. Su primera
fe). Y además, aprenden a estar ociosas, yendo de casa en casa;
y no sólo ociosas, sino también charlatanas y entremetidas,
hablando de cosas que no son dignas” (LBLA). Las viudas
más jóvenes no deben ser puestas en la lista. Proveer para
tales personas, como en el caso de las viudas, de hecho, las
conduciría a olvidar a Cristo como su único Objeto y, en
cambio, a tener ante ellas simplemente el deseo de volver a
casarse, y llegar a ser así culpables de haber quebrantado su
primera fe. Es posible de este modo, no sólo perder nuestro
primer amor, sino quebrantar nuestra primera fe, la cual, al

59
1 y 2 Timoteo

comienzo de nuestra vida cristiana, hizo que Cristo fuese


el gran Objeto.
Además, poner a las viudas más jóvenes en la lista
solamente las animaría a la ociosidad y a convertirse de
este modo en un tropiezo, pues su ociosidad las conduciría
a andar de casa en casa como “chismosas y entremetidas”
(RVR60). Un chismoso repite historias y chismorrea a costa
de los demás; un entremetido interfiere en los asuntos de
los demás, expresando libremente opiniones sobre asuntos
que no son de su incumbencia. En ninguno de los casos
existe un solo pensamiento acerca de ayudar al necesitado,
o de procurar corregir algo que está mal, sino más bien es
la indulgencia de la carne en su amor por la difamación.
Chismosos y entremetidos, ya sea que repitan lo que es falso
o verdadero, hablan en ambos casos de “lo que no debieran.”
El predicador dice, “Revela los secretos aquel que anda en
chismes” (Proverbios 20:19  —  Versión Moderna); y, otra
vez, “todos los necios se meten en pendencias” (Proverbios
20:3  —  Versión Moderna). La ley dice, “No andarás como
chismoso entre tu pueblo” (Levítico 19:16  —  Versión
Moderna). El cristianismo nos advierte en contra de andar
“de casa en casa” como ‘chismosos y entremetidos.’
¡Qué cantidad de nombres han sido estropeados y
quebrantados
Qué sentinas pestilentes han sido removidas
Por una palabra pronunciada en liviandad  —  
Por sólo una palabra ociosa!
(V. 14). La opinión del apóstol es que las más jóvenes
se casen y encuentren su esfera adecuada de actividad en la
vida hogareña, criando hijos y gobernando la casa. Ya sea
que se hable a los ancianos, a las viudas o a las más jóvenes,
todos deben recordar que ellos forman parte de la casa de

60
(1 Timoteo 5)

Dios, y en la casa de Dios no se debe permitir nada que de


al adversario ocasión de maledicencia.
(V. 15). De hecho algunas, a través del descuido de estas
enseñanzas, ya se habían apartado en pos de Satanás. Ellas
podrían no admitir o no darse cuenta de la seriedad del curso
que estaban siguiendo; pero, evidentemente, en relación a
Cristo, el hecho de descuidarse y dejarse impulsar por el
deseo conducirá a que el alma sea seducida por Satanás y se
desvíe a las tentaciones del diablo.
(V. 16). Las viudas en las familias de cristianos han de
ser mantenidas por la familia, dejando libre a la asamblea
para que ayude a las que en verdad son viudas.

(C) Las Necesidades De Los Ancianos


(Vv. 17-21)
El apóstol pasa a instruirnos en lo que respeta a la
satisfacción de las necesidades de aquellos que sostienen
una posición como ancianos oficiales, y el espíritu en el cual
se debe enfrentar cualquier acusación contra los tales.
(Vv. 17-18). “Los ancianos que dirigen bien sean tenidos
por dignos de doble honor3, especialmente los que trabajan
en la palabra y en la enseñanza. Porque dice la Escritura:
Al buey que trilla no pondrás bozal, y: Digno es el obrero
del salario de él.” (Nuevo Testamento Interlineal Griego-
Español, por Francisco Lacueva, Editorial Clie).
El trabajo de los ancianos era gobernar (dirigir) en las
asambleas del pueblo de Dios. Ellos son responsables de
ver que el orden piadoso sea mantenido en público y en
privado. Se debía honrar a un anciano tal; aquellos que
3 De doble honor. Esto es, como ancianos y como buenos
dirigentes.
61
1 y 2 Timoteo

hacían bien su trabajo debían ser tenidos por dignos de


doble honor, especialmente los que, además de cuidar a los
santos, trabajaban en la palabra y en la enseñanza. Además,
sus necesidades temporales no debían ser olvidadas. Tanto
el Antiguo Testamento como el Nuevo son citados, como
teniendo igual autoridad como Escritura, para insistir en
nuestra responsabilidad de ayudar al obrero. (Deuteronomio
25:4; Lucas 10:7).
(V. 19). El anciano, a causa de su servicio, estaría más
sujeto que los demás al malentendido y a la detracción.
El tener que tratar a veces con las faltas en otros podría
conducir al resentimiento y a un mal sentimiento que
podrían manifestarse en una acusación maliciosa. Podría,
de hecho, haber una causa justa para una acusación, pero
no debía ser recibida excepto de testigos.
(Vv. 20-21). Los culpables, sean ancianos o no, cuyas
faltas han sido totalmente probadas por testigos adecuados,
han de ser reprendidos delante de todos, para que los
demás también tengan temor. No obstante, todo lo que
tiene forma de reprensión debe ser hecho, no simplemente
en presencia de todos, sino “delante de Dios” cuya casa
somos nosotros, delante del Señor Jesucristo, quien es Hijo
sobre la casa de Dios, y delante de los ángeles escogidos
quienes son ministros de los que forman la casa. De este
modo la reprensión sería sin “prejuicios” que formarían una
opinión sin considerar debidamente todo el asunto, y sin
parcialidad que preferiría a uno antes que a otro.

62
(1 Timoteo 5)

(D) Cuidado En La Expresión De


Comunión
(V. 22). En la Escritura, imponer las manos sobre otro
es señal de comunión, más bien que la comunicación
de autoridad como la Cristiandad enseña. La falsa
liberalidad puede fingir una grandeza de corazón
extendiendo descuidadamente la comunión a aquellos
que están siguiendo un curso equivocado. Podemos dar
así nuestra aprobación al mal y participar en los pecados
ajenos. Debemos conservarnos puros, una prescripción
que demuestra claramente que nosotros podemos ser
contaminados por nuestras asociaciones.

(E) Enseñanza Con Respecto a


Necesidades Corporales
(V. 23). Las necesidades de un cuerpo débil y que
sufre no deben ser descuidadas. Timoteo debía usar
“de un poco de vino” a causa de su estómago y de sus
“frecuentes enfermedades.” Timoteo no es culpado por sus
enfermedades, ni se sugiere que la continua ocurrencia de
ellas demuestra alguna falta de fe de parte de él; tampoco se
le exhorta a procurar que los ancianos impongan sus manos
sobre él o incluso que oren por su sanación. Se le manda
usar un remedio común. Sin embargo, se trata “de un poco
de vino” y a ser usado a causa de un estómago débil. Así que
no hay excusa, en el consejo del apóstol, para beber vino en
exceso o utilizarlo por simple auto-indulgencia.

63
1 y 2 Timoteo

(F) Advertencia Contra El Juzgar Por Las


Apariencias (Vv. 24-25)
(V. 24). Al juzgar nuestras asociaciones con los demás
debemos guardarnos de ser engañados por las apariencias.
Los pecados de algunos son tan evidentes que no puede
haber dudas en cuanto al carácter y condenación de los
tales. Otros pueden ser igualmente malvados y aún así
engañar por medio de una buena apariencia en la carne.
No obstante, sus pecados los perseguirán hasta el juicio.
(V. 25). Esto puede ser verdadero de aquellos en quienes
la gracia ha obrado. Con algunos es obvio que sus buenas
obras proclaman su verdadero carácter. Otros pueden ser
igualmente sujetos de la gracia y, con todo, sus obras pueden
ser menos públicas. Todo saldrá a luz a su debido tiempo.
Mientras leemos las enseñanzas y advertencias del
apóstol nosotros bien podríamos considerar la palabra, “el
que piensa que está firme, mire que no caiga” (1 Corintios
10:12  —  Versión Moderna). A partir de las exhortaciones
del capítulo es evidente que el creyente puede caer en una
condición en la cual él se deja estar en hábitos de auto-
indulgencia (versículo 6); puede actuar de un modo que es
peor que el de un incrédulo y negar así la fe (versículo 8);
puede rebelarse contra Cristo y quebrantar así su primera
fe (versículo 11); puede convertirse en un vagabundo ocioso
yendo de casa en casa, chismorreando y entremetiéndose en
los asuntos de los demás (versículo 13); y se puede apartar
para ir en pos de Satanás (versículo 15).
Además, mientras leemos las enseñanzas, aprendemos
que los que componen la casa de Dios deberían procurar
vivir de una manera que sea buena y agradable delante de
Dios (versículo 4); irreprensibles delante de los hombres

64
(1 Timoteo 5)

(versículo 7); no dando ocasión para la maledicencia


(versículo 14).

65
1 y 2 Timoteo

66
6.AdvertenciasContraElOrgulloDeLaCarneYEnseñanzasEnLaPiedad
139264

6. Advertencias Contra El
Orgullo De La Carne Y
Enseñanzas En La Piedad

67
1 y 2 Timoteo

(1 Timoteo 6)
El apóstol nos ha advertido contra la carne religiosa que
apostata de la verdad y adopta el ascetismo (1 Timoteo 4);
y contra la carne mundana, que conduce a la rebelión y a la
autoindulgencia (1 Timoteo 5); ahora, en el capítulo final,
se nos advierte contra el orgullo de la carne que codicia
dinero y ventajas mundanas. Para enfrentar estos males el
apóstol nos insiste nuevamente sobre la piedad práctica
(versículos 3, 5-6, 11).
En el curso de su exhortación el apóstol nos presenta el
esclavo cristiano (versículos 1-2); el soberbio e ignorante
profesante del cristianismo (versículos 3-8); el reincidente,
atraído por las riquezas del mundo (versículos 9-10); el
hombre de Dios (versículos 11-12); Cristo, el Ejemplo
perfecto (versículos 13-16); el creyente que es rico en este
mundo ) versículos 17-19); y el que profesa ser científico (
versículos 20-21).

(a) Esclavos Cristianos (Vv. 1, 2)


(V. 1). El capítulo comienza adecuadamente con
enseñanza para el esclavo cristiano. Un tal podría intentar
utilizar el cristianismo como un medio de mejorar su
posición social. La institución de la esclavitud puede
ser, en efecto, completamente contraria al espíritu del
cristianismo. Sin embargo, el gran objetivo de la casa de
Dios no es corregir el mundo, ni hacer progresar los intereses
mundanos de aquellos que forman la casa, sino mantener la
gloria del Nombre de Dios y dar testimonio y ser baluarte
de la verdad. El esclavo cristiano, entonces, debía mostrar
todo honor a sus amos incrédulos, para que no hubiese

68
(1 Timoteo 6)

nada en su conducta que pudiese echar, justamente, una


mancha sobre el Nombre de Aquel que habita en la casa,
o que negase la verdad que la casa de Dios debe mantener.
(V. 2). El apóstol da una advertencia especial al esclavo
cristiano con un amo creyente. El hecho de que su amo
era un hermano en el Señor no debía ser utilizado para
invalidar el respeto que el siervo debía a su amo. Cualquier
carencia en este apropiado aspecto sería un intento por
parte del esclavo de utilizar el cristianismo para elevar su
posición social, buscando así su propia ventaja mundana.
En la asamblea, el esclavo y el amo estaban en un
terreno común, iguales delante del Señor. Allí el esclavo
podía, efectivamente, a causa de su espiritualidad, o don,
ser más prominente que su amo terrenal. Que los esclavos
creyentes, sin embargo, se cuiden de ser tentados a abusar
de los privilegios de la asamblea haciendo de ellos un
terreno para una familiaridad indebida hacia sus amos en
los asuntos diarios de la vida. Lejos de volverse negligentes
en sus deberes para con sus amos que eran creyentes, ellos
debían rendirles servicio debido a que eran creyentes y
amados y partícipes de los beneficios cristianos.

(B) El Profesante Ignorante, Destituido


De La Verdad (Vv. 3-8)
(V. 3). Claramente, entonces, el cristianismo no es un
sistema para el progreso de nuestra posición social en
este mundo. Es verdad que el creyente, mientras pasa por
este mundo, debe hacer lo bueno, y que la presencia del
cristiano y de la correcta conducta cristiana han de tener
un efecto beneficioso. No obstante, el gran objetivo de la
casa de Dios no es mejorar el mundo, sino dar testimonio

69
1 y 2 Timoteo

de la gracia de Dios para que los hombres puedan ser salvos


del mundo que, a pesar de la civilización y cualquier mejora
social, continua hacia el juicio.
Aparentemente, en esos días tempranos existían los que
enseñaban otra cosa. Ellos veían el cristianismo meramente
como un medio de mejorar la condición social de hombres
y mujeres, haciendo así que este mundo fuera un lugar
mejor y más resplandeciente. Probablemente ellos estaban
enseñando que el esclavo convertido, habiendo llegado
a estar bajo el Señorío de Cristo, podía considerarse a
sí mismo libre de su amo terrenal. Tales opiniones, sin
embargo, eran contrarias a las sanas palabras, las de nuestro
Señor Jesucristo, y a la enseñanza que es conforme a la
piedad.
De este modo, nuevamente, el apóstol introduce la
piedad como la salvaguardia contra el abuso de nuestros
privilegios cristianos. La piedad camina en el temor de Dios,
confiando en el Dios viviente, que es el Salvador de todos
los hombres. Caminando así deberíamos ser preservados
de procurar utilizar el cristianismo simplemente como un
medio de mejorar nuestra posición mundana.
(Vv. 4-5). Habiendo mostrado que la piedad es la
salvaguardia contra el abuso del cristianismo, el apóstol
declara que aquel que enseña otra cosa es movido por el
orgullo de la carne. (“El tal es hinchado de orgullo, no
sabiendo nada  … ” versículo 4   —  Versión Moderna).
El orgullo que confía en el yo, y procura mantener la
presunción propia, es totalmente opuesto a la piedad que
confía en Dios y procura Su gloria.
Detrás de este orgullo está la ignorancia de la mente
del Señor tal como está comunicada en Sus palabras.
Esta ignorancia de la mente del Señor surge del hecho

70
(1 Timoteo 6)

de permitir que la mente humana se ocupe de cuestiones


interminables planteadas por los hombres y de contiendas
de palabras. Completamente indiferentes al poder moral
de la fe cristiana que obra en el alma y conduce a la vida de
piedad, los hombres tratan el cristianismo como si fuera un
asunto de “cuestiones y contiendas de palabras.”
Semejantes contiendas de palabras, en lugar de fortalecer
la piedad, sólo brindan la ocasión para la manifestación
de las obras de la carne. El orgullo que procura exaltar
el yo mediante estas cuestiones interminables conduce
inevitablemente a las “envidias,” pues el hombre orgulloso
no puede tolerar a ningún rival. Naturalmente la carne
contenderá contra aquel de quien está envidiosa. De
este modo la envidia lleva a la contienda, y el contender
contra otro conducirá a las “blasfemias” acerca de Él.
El conocimiento de que las “blasfemias” están siendo
pronunciadas hará surgir “malas sospechas” (“sospechas
siniestras”  —  Versión Moderna) y “disputas necias”
(“constantes rencillas”  —  LBLA). Tal es la mala cosecha
que surge de la envidia. No hay poder más grande para el
mal entre los santos de Dios que la permisión de la envidia
en el corazón. “Cruel es la cólera, y diluvio destructor es
la ira; mas,” dice el predicador, “¿quién podrá estar en
pie delante de la envidia?” (Proverbios 27:4  —  Versión
Moderna). Fue envidia lo que condujo al primer asesinato
en este mundo; y fue envidia lo que condujo al mayor
asesinato en este mundo. Pilato “sabía que por envidia Le
habían entregado” (Mateo 27:18).
¡Es lamentable! Esta envidia puede mostrarse entre
el pueblo verdadero del Señor. Aquí el apóstol le sigue el
rastro a la envidia hasta el orgullo de un corazón que es
corrupto y que está destituido de la verdad del cristianismo.

71
1 y 2 Timoteo

El motivo subyacente de un corazón tal es la ganancia


terrenal; de ahí que ellos supongan que la “ganancia” es el
objetivo de la piedad. (“Constantes rencillas de hombres
corruptos de entendimiento y privados de la verdad, que
suponen que la piedad es una fuente de ganancia; apártate
de los tales” (Versículo 5 - RVR77). En otras palabras,
ellos enseñan que el cristianismo es meramente un
medio de mejorar nuestra condición y de añadir a nuestra
ventaja mundanal. Sabemos que esto, y lo obtenemos de
la historia de Job, es realmente una sugerencia del diablo.
Job era un hombre piadoso y uno que temía a Dios, pero
Satanás dice, “¿Acaso teme Job a Dios de balde?” La vil
sugerencia de Satanás es que no existe una cosa tal como
la piedad, y que si un hombre hace profesión de piedad, no
es que él tema a Dios, o se preocupe de Dios, sino que es
simplemente que él sabe que es rentable y que es para su
ventaja terrenal. Satanás dice a Dios, “extiende ahora Tu
mano, y toca todo lo que tiene, y verás si no Te blasfema
en Tu rostro.” ( Job 1:11  —  LBLA). El Señor permite que
esta terrible mentira del diablo sea totalmente expuesta. Se
le permite a Satanás despojar a Job de todo lo que tiene, y,
como resultado, Satanás es expuesto como un mentiroso.
En lugar de blasfemar contra Dios, Job se postró en tierra y
adoró, diciendo, “Jehová dio, y Jehová quitó; sea el nombre
de Jehová bendito.” ( Job 1:8-12, 20-21).
(Vv. 6-8). “Mas en verdad es grande ganancia la piedad,
unida con un espíritu contento; porque nada trajimos al
mundo, ni tampoco podremos sacar cosa alguna. Teniendo
pues con qué alimentarnos y con qué cubrirnos, estemos
contentos con esto” (Versión Moderna). De este modo
la verdad, así como la experiencia del pueblo de Dios,
no sólo demuestra que la piedad es ganancia sino que,

72
(1 Timoteo 6)

cuando está acompañada de contentamiento que confía en


Dios, es una gran ganancia. No trajimos nada al mundo,
y cualesquiera sean las posesiones que podamos adquirir
mientras pasamos a través del mundo, es evidente que no
nos podemos llevar nada. Teniendo “sustento y abrigo”
(RVR60) contentamiento   —  y el esclavo tenía estas
cosas  —  estemos contentos con ello.

(C) El Reincidente Atraído Por Las


Riquezas Del Mundo (Vv. 9-10)
En oposición al contentamiento piadoso existe el
desasosiego de aquellos que desean ser ricos. La riqueza
tiene sus lazos, como el apóstol muestra un poco más
adelante, pero no es necesariamente la posesión de riqueza
lo que arruina el alma, sino el querer enriquecerse o desear
ser rico. Se ha indicado que esta palabra desear incluye la
idea de un propósito. El peligro es que el creyente, en lugar
de contentarse con ganarse la vida, pueda proponerse en su
corazón ser rico. De esta forma las riquezas se convierten
en un objeto en vez del Señor. Es mejor para nosotros que
permanezcamos fieles al Señor “con propósito de corazón”
(Hechos 11:23).
El apóstol nos advierte contra los males resultantes del
deseo de adquirir riqueza. Todos son tentados, pero aquel
que desea enriquecerse caerá en la tentación y se encontrará
él mismo atrapado en algún lazo escondido del enemigo.
Además, el querer enriquecerse abre el camino a las codicias
necias y dañosas, pues ello complace a la vanidad y al orgullo
de la carne, ministrando al egoísmo y la ambición. Estas
son las cosas que “hunden a los hombres en destrucción
y perdición.” Así que no es simplemente el dinero, sino

73
1 y 2 Timoteo

que “el amor al dinero” es la raíz de todos los males. Cuán


solemne es el hecho de que sea posible que el creyente sea
atraído a las cosas mismas que traen destrucción y perdición
sobre los hombres de este mundo. Incluso en los días del
apóstol algunos habían codiciado riquezas, solamente para
extraviarse de la fe y ser traspasados de muchos dolores.

(D) El Hombre De Dios (Vv. 11-12)


(V. 11). En contraste con el reincidente que se extravía
de la fe, el apóstol nos presenta las características del
“hombre de Dios.” En el Nuevo Testamento la expresión
“hombre de Dios” se encuentra solamente en las Epístolas
a Timoteo. Aquí es aplicada ciertamente a Timoteo; en la
Segunda Epístola se aplica a todos quienes, en un día malo,
andan en fiel obediencia a la Palabra de Dios (2 Timoteo
3:17). Hay cosas de las cuales el hombre de Dios tiene que
huir; cosas que es exhortado a seguir; cosas por las cuales
es llamado a pelear; hay algo a lo que se debe echar mano;
y algo que ha de ser profesado (confesado, según la Versión
Moderna).
El hombre de Dios huirá de las codicias necias y dañosas
de las que el apóstol ha estado hablando. Sin embargo, no
es suficiente evitar el mal; se debe perseguir lo bueno. Por
consiguiente, el hombre de Dios ha de seguir “la justicia,
la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la mansedumbre.”
Comoquiera que los demás actúen, el hombre de Dios
procurará andar en consistencia con su relación con los
demás como hermanos; esto es justicia. Pero esta justicia
hacia los demás ha de ser adoptada en el santo temor que
se percata de nuestras relaciones con Dios, y de lo que
es debido a Dios; esto es piedad. Además, el hombre de

74
(1 Timoteo 6)

Dios seguirá la fe que tiene a Cristo como Su objeto, y el


“amor” que brota hacia sus hermanos, soportando males e
insultos con tranquila paciencia y mansedumbre, en vez de
impaciencia y resentimiento.
(V. 12). Aún más, el hombre de Dios no se contentará
huyendo del mal y siguiendo ciertas grandes cualidades
morales. Estas cosas, de hecho, son de primera importancia,
pero el hombre de Dios no se contenta con la formación
de un hermoso carácter individual, mientras se permanece
indiferente al mantenimiento de la verdad del cristianismo.
Él se da cuenta que las grandes verdades del cristianismo se
encontrarán con la oposición incesante y mortal del diablo
y no evitará pelear por la fe.
Además, al pelear por la fe, el hombre de Dios no
olvidará la vida eterna que, aunque él la posee, en toda su
plenitud, se presenta ante él. Él ha de echar mano de ella en
el disfrute presente como su esperanza sustentadora.
Finalmente, si el hombre de Dios huye del mal, sigue el
bien, pelea por la fe y echa mano de la vida eterna, él será
uno que en su vida hace una buena profesión delante de los
demás. Llega a ser un testimonio viviente de las verdades
que profesa.

(E) El Ejemplo Perfecto (Vv. 13-16)


Para animarnos a guardar este mandato, el apóstol nos
recuerda que nosotros vivimos en presencia de Aquel que
da vida a todas las cosas. (N. del T.: “que preserva todas las
cosas con vida,” traducción del Nuevo Testamento de J. N.
Darby en Inglés). ¿No puede preservar Él a los Suyos, no
obstante lo severo del conflicto a través del cual ellos puedan
tener que pasar? Además, si somos llamados a fidelidad,

75
1 y 2 Timoteo

no olvidemos que estamos bajo la mirada de Aquel que


ha estado antes que nosotros en el conflicto, y quien, en
presencia de la contradicción (hostilidad, oposición) de
pecadores, de la envidia y el insulto, actuó en absoluta
fidelidad a Dios, manteniendo la verdad en paciencia y
mansedumbre, y dio así testimonio de la buena profesión.
Además, la fidelidad tendrá su recompensa. El
mandamiento es, por lo tanto, guardarse sin mancha,
irreprensible, “hasta la aparición de nuestro Señor
Jesucristo.” La gloria de Su aparición traerá con ella una
respuesta a toda pequeña fidelidad por parte nuestra, así
como, efectivamente, será la gloriosa respuesta a la fidelidad
perfecta de Cristo. Entonces, en efecto, cuando Aquel
que los hombres ultrajaron, insultaron y crucificaron sea
manifestado en gloria, no habrá solamente una respuesta
plena a toda Su fidelidad, sino una manifestación plena de
todo lo que Dios es. Se manifestará a todo el mundo lo que
ya se ha revelado a la fe, a saber, que en la Persona de Cristo,
Dios se revela como el bienaventurado y único Soberano,
Rey de reyes, y Señor de los hombres, Aquel único que, en
la majestad de Su Deidad, tiene inmortalidad esencial, y
que habita en luz inaccesible.
Aquellos que forman la casa de Dios pueden dejar
de testificar para Dios; el hombre de Dios sólo puede
manifestar a Dios con medida, pero en Cristo estará la
manifestación plena de Dios para Su gloria eterna.

(F) Los Ricos En Este Siglo (Vv. 17-19)


El apóstol tiene una exhortación especial para los
creyentes que son ricos en este siglo. Los tales son asediados
por dos peligros. En primer lugar, existe la tendencia de

76
(1 Timoteo 6)

las riquezas a conducir a los poseedores a asumir un aire


de altivez, pensando que ellos son superiores a los demás
debido a sus riquezas. En segundo lugar, existe la tendencia
natural a confiar en las riquezas que, en el mejor de los
casos, son inciertas.
La salvaguardia contra estos lazos se encuentra en poner
la esperanza en el Dios vivo, el cual nos da abundantemente
todas las cosas para que las disfrutemos. Sin importar cuan
rico pueda ser un hombre, él no puede comprar las cosas
que Dios da. No obstante lo pobre que sea el hombre, él
puede recibir y disfrutar lo que Dios da.
El poner la esperanza en el Dios vivo, que es el Dador
de todo lo bueno, le permitirá al rico convertirse en un
dador. Pero Dios ama a un dador alegre; de ahí que el rico
es exhortado a ser liberal en el repartir (dadivoso, generoso)
y pronto a compartir. Actuando así él estará atesorando
para sí un buen fondo considerando futuras bendiciones,
en lugar de atesorar riquezas para este presente siglo. El
hombre que atesora para el tiempo venidero echará mano
de aquello que es realmente la vida, en contraste con la
vida de placer y autoindulgencia que las riquezas terrenales
podrían asegurar.

(G) El Que Profesa Ser Científico (Vv. 20-


21)
Finalmente, se nos advierte que guardemos lo que se nos ha
encomendado. La verdad completa del cristianismo ha sido
dada a los santos como un depósito que ha de ser mantenido
frente a toda oposición. Aquí se nos advierte especialmente
contra las teorías de los hombres, las cuales demuestran ser
completamente falsas subordinando a Dios, a Su creación y

77
1 y 2 Timoteo

a Su revelación, a la mente del hombre, en lugar de sujetarse


a Dios y a Su Palabra. Ocupados presuntuosamente con
sus teorías infieles ellos se han desviado de la fe.

78
1. Introducción a La Segunda Epístola a Timoteo
139265

1. Introducción a La Segunda
Epístola a Timoteo
La Primera Epístola a Timoteo presenta a la iglesia de
Dios como la casa de Dios y prescribe su orden divino según
la mente de Dios. Reconoce que había, incluso entonces,
individuos que se habían apartado a vana palabrería,
deseando ser doctores de la ley, y que había algunos que
habían naufragado en cuanto a la fe. Se dan, también,
advertencias de que en los postreros tiempos algunos
apostatarán de la fe. No obstante, la masa de los cristianos
es vista como deseando responder a sus responsabilidades
manteniendo el orden de la casa de Dios, y el gran propósito
del Espíritu en la Epístola es dar instrucciones en cuanto
a ese orden y a la conducta consistente con él en todos los
detalles de su administración en la tierra.
79
1 y 2 Timoteo

En la Segunda Epístola a Timoteo todo cambia.


La iglesia, como casa de Dios, ya no es vista como
mantenida en el orden según Dios, sino como habiendo
caído en desorden por efecto del fracaso del hombre. En
vista de este fracaso y desorden el apóstol Pablo escribe
a Timoteo para estimularle, instruirle y exhortarle en un
día de ruina y, además, advertirle que el mal continuaría y
aumentaría durante todo el transcurso de la dispensación,
manifestándose en sus peores formas en los postreros días.
Así, en el curso de la Epístola, aprendemos que ya en
la época del apóstol el evangelio estaba en aflicción, el
predicador a los Gentiles estaba en prisión, y los santos
habían abandonado a uno que les había dado a conocer la
verdad plena del cristianismo (2 Timoteo 1). Falsos maestros
se estaban levantando en la profesión cristiana quienes,
mediante profanas y vanas palabrerías, estaban enseñando
errores que conducirían a la impiedad, de tal manera que,
como resultado, la casa de Dios vendría a ser como una
casa grande en la que hay utensilios para usos honrosos
asociados con utensilios para usos viles (2  Timoteo 2).
Además, si tal era la condición que tenía su comienzo en
aquel día, una condición peor seguiría. En los postreros días
vendrían tiempos peligrosos cuando la masa de cristianos
profesantes estaría caracterizada por la apariencia de
piedad sin su eficacia (N. del T.: “teniendo la forma de
la piedad, mas negando el poder de ella”  —  2  Timoteo
3:5  —  Versión Moderna). En una condición semejante los
malos hombres irían de mal en peor hasta que finalmente
la profesión cristiana no soportaría la sana doctrina. De
este modo, en la Primera Epístola la masa es contemplada
aún como fiel, aunque los individuos pudiesen fracasar: en
la Segunda Epístola la masa ha fracasado, y solamente los

80
1. Introducción a La Segunda Epístola a Timoteo

individuos permanecen fieles a su profesión (2 Timoteo 3


y 2 Timoteo 4).
Además, la epístola muestra que en el momento cuando
la tormenta de mal estaba surgiendo, el mismo que tan a
menudo derrotó al enemigo y condujo a los santos, estaba
a punto de ser quitado. De este modo podría parecer que el
apóstol iba a ser quitado en el momento mismo cuando su
presencia se necesitaba más.
Sin embargo, esta combinación de circunstancias  —  la
tormenta naciente de mal y la remoción de uno tan
apropiado para enfrentarla  —  es usada por el Espíritu de
Dios para demostrar a los fieles en todo el transcurso del
período cristiano que, aparte de toda acción humana, Dios
es suficiente para cada emergencia que ellos puedan ser
llamados a enfrentar.
Aunque estaba a punto de partir, y esperando con
confianza la corona de justicia en el día del Señor, el apóstol
no podía más que sentir profundamente el fracaso de
aquello que, conforme a Dios, él había sido utilizado para
establecer en la tierra. Todo este dolor de corazón él lo vierte
en los oídos de sus amados hijos en la fe. Este desahogo
del corazón del apóstol a Timoteo es usado por el Espíritu
de Dios por una parte, para advertir anticipadamente a los
creyentes del carácter progresivo de la corrupción de la
Cristiandad a través del transcurso de toda la dispensación
y, por otra parte, para presentarnos la grandeza de nuestros
recursos en Dios, en Cristo y en las Escrituras, para que
podamos sostenernos en medio del mal y andar conforme
a la mente de Dios en tiempos peligrosos.
La enseñanza de la Epístola es presentada en el orden
siguiente:

81
1 y 2 Timoteo

1. En primer lugar, en 2  Timoteo 1, las consolaciones


permanentes del piadoso en el día de ruina;
2. En segundo lugar, en 2 Timoteo 2, la senda del piadoso
en un día de ruina;
3. En tercer lugar, en 2 Timoteo 3, los recursos del piadoso
en los días postreros;
4. En cuarto lugar, en 2  Timoteo 4, las instrucciones
especiales para el servicio a Dios en el día cuando la
masa de la profesión cristiana ya no soportará la sana
doctrina.

82
2. Las Consolaciones Del Piadoso En El Día De Ruina
139266

2. Las Consolaciones Del


Piadoso En El Día De
Ruina

83
1 y 2 Timoteo

(2 Timoteo 1)
El Espíritu de Dios está a punto de presentarnos la ruina
de la Casa de Dios y el fracaso creciente de la profesión
cristiana a través de todo el transcurso de la dispensación
con su culminación del mal en los días postreros. Semejante
terrible retrato del colapso de la Cristiandad bien puede
espantar al corazón más resuelto. Por consiguiente, antes
de describir la ruina, el Apóstol busca establecer nuestras
almas y fortalecer nuestra confianza en Dios antes de
presentarnos nuestros recursos de ayuda en Dios. Por lo
tanto, en este primer capítulo, pasan allí ante nosotros,
la vida que es en Cristo Jesús (versículo 1); las cosas que
Dios nos ha dado (versículos 6-7); el testimonio de nuestro
Señor (versículo 8); la salvación y el llamamiento de Dios
(versículos 9-10); el día de gloria, mencionado como “aquel
día” (versículos 12, 18); y las sanas palabras de verdad que
ningún error pueden afectar (versículo 13).
(V. 1). Pablo comienza la Epístola presentando sus
credenciales. Él escribe con toda autoridad como “apóstol
de Jesucristo.” Es bueno para nosotros, entonces, leer la
Epístola como trayéndonos un mensaje de Jesucristo por
medio de Su enviado. El apostolado de Pablo no es por
ordenación o voluntad de hombre, sino “por la voluntad
de Dios.” Además, Pablo fue enviado por Jesucristo para
servir en este mundo de muerte teniendo en cuenta el
cumplimiento de la promesa de la vida, la vida que es
contemplada en toda su plenitud en Cristo Jesús en gloria.
Como sucede a menudo con el Apóstol Pablo, “la vida” es
contemplada en su plenitud en gloria, y, en este sentido,
puede ser mencionada como una promesa. Ninguna ruina

84
(2 Timoteo 1)

de la Iglesia puede tocar esta vida que es en Cristo Jesús y


que pertenece a todo creyente.
(Vv. 2-5). El Apóstol puede dirigirse a Timoteo como
su “amado hijo.” Qué consuelo es que en un día de ruina
existan aquellos a quienes podemos expresar nuestro afecto
sin reservas, y ante quienes, con toda confianza, podemos
desahogar nuestros corazones. Dos características
principales en Timoteo motivaron el amor y la confianza
de Pablo. Primero, él se acordaba de sus lágrimas; en
segundo lugar, él recordaba su fe no fingida. Las lágrimas
de Timoteo demostraban que él era un hombre de
una profundidad y de un afecto espiritual que sentía la
condición baja y quebrantada de la profesión cristiana: su
fe no fingida demostraba que él podía elevarse por sobre
todo el mal en obediencia a, y con confianza en, Dios.
De hecho Timoteo puede haber sido de una naturaleza
tímida y en peligro de haberse angustiado por el mal que
estaba entrando en la Iglesia; como él se caracterizaba
por lágrimas y fe, el Apóstol fue estimulado a enseñarle
y exhortarle sabiendo que él tenía las cualidades que le
capacitarían para responder a esta instancia. Y no es de otra
forma hoy en día. Las enseñanzas de esta conmovedora
Epístola encontrarán poca respuesta a menos que haya
lágrimas que hablen de un corazón tierno que puede
lamentarse sobre las desdichas del pueblo de Dios, y la
fe que puede tomar el camino de separación de Dios en
medio de la ruina.
Pablo se complacía en recordar en sus oraciones a este
hombre de lágrimas y fe. Que alegría para todo santo que
tenga el corazón quebrantado por la condición del pueblo
de Dios, saber que hay santos consagrados y fieles que le

85
1 y 2 Timoteo

recuerdan en oración. La fidelidad en un día de deserción


une a los corazones en los lazos de amor divino.
(V. 6). “Por causa de lo cual, te amonesto que avives el
don de Dios que hay en ti, por medio de la imposición
de mis manos” (Versión Moderna). Habiendo expresado
su amor para con Timoteo y su confianza en él, Pablo pasa
a la exhortación, al estímulo y a la enseñanza. Primero,
le exhorta a avivar “el don de Dios” que le había sido
impartido para el servicio del Señor. En su caso este había
sido dado a través del Apóstol. En presencia de dificultades,
peligros e infidelidad general, cuando pareciera haber pocos
resultados del ministerio, existe el peligro de pensar que
es casi inútil ejercitar el don. Por lo tanto, necesitamos la
advertencia contra dejar caer el don en desuso. Debemos
avivarlo; y, en un día de ruina, debemos ser más insistentes
en su uso. Poco tiempo después el Apóstol puede decir,
“que prediques la palabra, que instes a tiempo y fuera de
tiempo” (2 Timoteo 4:2).
(V. 7). Habiendo hablado de dones que son especiales
para el individuo, el Apóstol pasa a recordarle a Timoteo
el don que es común a todos los creyentes. Dios da a
algunos un don especial para el ministerio de la palabra,
Él da a todo Su pueblo el espíritu de poder, y de amor,
y de dominio propio. Difícilmente podría parecer que la
referencia es al Espíritu Santo, aunque el don del Espíritu
se implica. Es más bien el estado y el espíritu del creyente
que es el resultado de la obra del Espíritu Santo y, por
consiguiente, participa del carácter del Espíritu, como el
Señor dijo, “lo que es nacido del Espíritu, espíritu es” ( Juan
3:6). Timoteo puede haber sido tímido por naturaleza, y
retraído en cuanto a la disposición, pero el Espíritu Santo
no produce espíritu de cobardía, sino de poder y de amor

86
(2 Timoteo 1)

y de dominio propio. En el hombre natural nosotros


podemos hallar poder sin amor, o amor degenerándose en
un mero sentimiento. Con el cristiano, bajo el control del
Espíritu, el poder se combina con el amor, y el amor es
expresado con dominio propio.
Así, no obstante lo difícil del momento, el creyente está
bien equipado con poder para hacer la voluntad de Dios,
para expresar el amor de Dios, y para ejercitar un juicio
sobrio en medio de la ruina.
(V. 8). Habiéndonos recordado el espíritu de santo
denuedo que nos ha sido dado, el Apóstol puede decir
de inmediato, “No te avergüences pues del testimonio de
nuestro Señor, ni de mí, preso suyo” (Versión Moderna). El
testimonio de nuestro Señor es el testimonio de la gloria
de Cristo establecido como Hombre en poder supremo
después de haber triunfado sobre todo el poder de Satanás.
Pedro no se avergonzó del testimonio de nuestro Señor,
pues él testificó con denuedo, diciendo, “Sepa, pues,
ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a
quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y
Cristo” (Hechos 2:36). Como alguien ha dicho, ‘Después
que el diablo hubo conducido al hombre a llevar a cabo
todo lo que pudo hacer contra Cristo, he aquí que, después
de todo, Jesús es coronado con gloria y honra. Ahora bien,
¡con toda seguridad eso es victoria!’
De modo que, en este día, cuando la ruina ha entrado
entre el pueblo de Dios, cuando el triunfo de Satanás es tal
que Pablo está encarcelado, los santos le han abandonado y
el mal está aumentando, el Apóstol, aunque esté sintiendo
profundamente todo esto, es sostenido a través de todo y
elevado por sobre todo ello por la comprensión de que el
Señor Jesús está en el lugar supremo de poder sobre toda

87
1 y 2 Timoteo

influencia de Satanás. El Señor en gloria es su recurso. Por


consiguiente él dice, “El Señor estuvo a mi lado, y me dio
fuerzas” y, “El Señor me librará de toda obra mala, y me
preservará para su reino celestial” (2 Timoteo 4:17-18).
Nosotros hablamos mucho, y debidamente, de Cristo
en Su senda terrenal, de Cristo en la cruz, y de Cristo
regresando, pero cuán raramente hablamos de Cristo donde
Él está actualmente en la gloria de Dios, y con todo, este es
el testimonio del Señor  —  el gran testimonio que se necesita
para el momento, el testimonio del cual se nos advierte que
no nos avergoncemos.
No obstante la magnitud de la ruina, no obstante el fracaso
entre el pueblo de Dios, cualesquiera sean las dificultades
que debemos enfrentar, no obstante el abandono de los
santos (2  Timoteo 1:15), la voluntad propia de aquellos
que se oponen (2 Timoteo 2:25-26), o la maldad de los que
puedan procurar causarnos mal (2 Timoteo 4:14), nuestro
recurso infalible es que nos encontramos en el Señor Jesús a
la diestra de Dios. Mirándole a Él encontraremos, como el
Apóstol, que seremos elevados por sobre todos los fracasos,
ya sea en nosotros o en los demás. ¡Lamentablemente!
en nuestras dificultades podemos empeorar las cosas
procurando corregirlas en nuestra propia fuerza; mientras
que si nos volviésemos al Señor hallaríamos, como Pablo,
que el Señor está con nosotros para fortalecernos y para
librarnos de toda obra mala.
Cuán necesario es, entonces, que rindamos un
testimonio claro a la presente posición del Señor en el
lugar de supremacía y poder como un Hombre en la gloria,
en quien está todo recurso para sostenernos en los días más
oscuros.

88
(2 Timoteo 1)

Además, cuidémonos de avergonzarnos de aquellos que,


en un día de alejamiento, buscan con denuedo dar al Señor
Su lugar; y estemos preparados para soportar el mal, si es
necesario, en el mantenimiento del evangelio, conociendo
que podemos contar con el poder de Dios para sostenernos.
(Vv. 9-10). Habiéndonos advertido de que no nos
avergoncemos del testimonio del Señor, ni de uno que
testifica de Su lugar supremo como Señor y sufre oprobio
a causa de su testimonio, y habiéndonos estimulado a
participar de las aflicciones del evangelio, el Apóstol procede
a recordarnos la grandeza de ese evangelio, que es poder de
Dios para los que se salvan y para los llamados (1 Corintios
1:18, 24). La comprensión de la gloria del Señor y la
grandeza del evangelio nos guardará de avergonzarnos del
testimonio y nos prepara para soportar aflicciones con el
evangelio.
Queda claro a partir de estos versículos que los dos
grandes temas del evangelio son la salvación y el llamamiento.
Por una parte el evangelio proclama la manera de ser salvo;
por otra parte nos presenta el propósito de Dios para el
cual somos salvados. Nosotros somos propensos a limitar
el evangelio al importante asunto de nuestra salvación;
pero haciendo esto perdemos la bendición mucho más
profunda conectada con el propósito eterno de Dios, y
de esta manera nos privamos de entrar en el llamamiento
celestial. Es claro que el primer gran objetivo del evangelio
es nuestra salvación, y Dios no iba a dejar al creyente en
incertidumbre en cuanto a esta salvación, como leemos en
esta Escritura, Él “nos salvó.” El efecto bendito de la muerte
y resurrección del Señor Jesucristo es situar al creyente fuera
del juicio que se merece a causa de sus pecados, y librarle
de la maldición de este mundo. Por lo cual leemos que Él

89
1 y 2 Timoteo

“se dio a Sí Mismo por nuestros pecados para librarnos


del presente siglo malo” (Gálatas 1:4). Aunque por ahora
estamos, de hecho, en el mundo, nosotros no somos, al estar
libres de su poder e influencia, moralmente de él.
Esta es la primera parte del evangelio, y con esta parte
la mayoría del pueblo de Dios procuraría estar satisfecha.
No obstante, el evangelio proclama bendiciones mucho
mayores, pues nos habla del llamamiento de Dios. No sólo
Dios nos ha salvado, sino que leemos que Él nos “llamó
con llamamiento santo.” En este pasaje el llamamiento es
mencionado como un “llamamiento santo”; también se habla
de él como de un “llamamiento celestial” (Hebreos 3:1), y de
un “supremo llamamiento” (Filipenses 3:14). La salvación
nos libra de nuestros pecados y del mundo condenado a
juicio: el llamamiento nos une con el cielo y con todas esas
bendiciones espirituales que Dios ha determinado para
nosotros en los lugares celestiales en Cristo. Por lo tanto,
las bendiciones del llamamiento de Dios son “no conforme
a nuestras obras,” ni a nuestros pensamientos, ni a nuestros
méritos, sino “según el propósito suyo y la gracia.”
No se trata solamente de que todas nuestras deudas han
sido pagadas, y que hemos sido librados de la influencia
y el poder de la escena en la cual incurrimos en las
deudas, sino que aprendemos para nuestra admiración
que, conforme al propósito de Dios, hay cosas preparadas
para los que le aman que “ojo no vio, ni oído oyó, ni han
subido en corazón de hombre” (1  Corintios 2:9). En el
llamamiento de Dios se nos revela el secreto de Su corazón
mientras Él despliega ante nosotros una vasta perspectiva
de bendiciones celestiales, y nos asegura que toda esta
bendición fue determinada para nosotros en Cristo antes de
la fundación del mundo. Aprendemos así que mucho antes

90
(2 Timoteo 1)

de que nosotros hubiésemos pecado, o incurrido en una


sola responsabilidad, Dios tenía un propósito establecido
para nuestra eterna bendición. Ningún mal que nosotros
hayamos hecho, ningún fracaso en responsabilidad en la
Iglesia, pueden alterar el propósito de Dios, del mismo modo
que ningún bien que podamos hacer puede conseguirlo.
Este propósito eterno ahora ha sido manifestado por la
aparición de nuestro Salvador Cristo Jesús, quien abolió la
muerte y sacó a la luz la vida y la inmortalidad por medio del
evangelio. Cristo al morir ha enfrentado, para el creyente,
el juicio de muerte que permanecía sobre nosotros, y nos
abrió una nueva escena de vida e incorrupción. La muerte
ya no puede evitar que el creyente entre en esta escena de
vida y bendición conforme al propósito de Dios. No se
trata solamente de que el alma pase de muerte a vida, sino
que el cuerpo se vestirá de incorrupción. De este modo, por
medio del evangelio, es traída a la luz una esfera de vida
e incorruptibilidad que nunca más podrá ser estropeada
por la muerte o la corrupción. En el poder del Espíritu se
puede disfrutar de esta nueva escena incluso ahora.
(V. 11). Además, se nos ha dado a conocer este
evangelio en toda su plenitud por medio de un instrumento
especialmente designado  —  uno que viene a nosotros
como Apóstol de Jesucristo a los Gentiles. Viene, por lo
tanto, con la autoridad adecuada a través de un Apóstol que
habla por revelación e inspiración.
(V.12). Al mismo tiempo, fue a causa de su fiel testimonio
que Pablo tuvo que sufrir. No fue ninguna maldad lo que le
llevó al sufrimiento y al oprobio. Su celo como heraldo, su
consagración como Apóstol enviado por Cristo, su fidelidad
a la Iglesia como maestro, le permitió decir, “por causa de lo
cual también padezco estas cosas”(V. 12  —   Versión Moderna).

91
1 y 2 Timoteo

La prisión fue sólo una de “estas cosas” que este siervo fiel
tuvo que padecer. Hubo otros sufrimientos sentidos de
forma más penetrante por su sensible corazón, pues “estas
cosas” incluyeron el abandono de aquellos que él amaba
que estaban en Asia y entre quienes había trabajado por
tanto tiempo. Además, también, él padeció por la oposición
de profesantes que, como Alejandro, le causaron muchos
males al Apóstol (2 Timoteo 4:14). No obstante, viendo que
estaba sufriendo por su fidelidad como siervo de Jesucristo,
él puede decir, “no me avergüenzo.” Además, no solamente
no se avergonzaba, sino que él no fue derribado, tampoco
ninguna palabra de enojo resentido escapó de sus labios a
causa de la injusticia del mundo, y el abandono, ingratitud,
e incluso oposición de parte de muchos cristianos. Él es
elevado por sobre toda depresión, todo resentimiento y todo
rencor, ya que está persuadido de que Cristo puede guardar
su depósito hasta aquel día. Cuando a Cristo “le ultrajaban,
no respondía ultrajando; cuando padecía, no amenazaba,
sino que se encomendaba a aquel que juzga con justicia
(1  Pedro 2:23  —  LBLA). En el espíritu de su Maestro,
Pablo, en presencia del padecimiento, del abandono y los
insultos, encomienda todo en manos de Cristo. Su honra, su
reputación, su carácter, su defensa, su felicidad, todas estas
cosas son encomendadas a Cristo sabiendo que, aunque los
santos puedan abandonarle, e incluso oponérsele, con todo,
Cristo nunca le faltará. Él está persuadido de que Cristo
puede cuidar sus intereses, defender su honra y corregir
todo mal en “aquel día.”
En la luz de “aquel día” Pablo puede pasar triunfalmente
a través del “día de hoy” con todo sus insultos, burla y
vergüenza. Podemos preguntarnos porqué se permitió
que el consagrado Apóstol fuera abandonado y recibiera

92
(2 Timoteo 1)

oposición incluso de parte de los santos; pero nosotros no


nos preguntaremos en “aquel día” cuando todo lo malo será
corregido, y cuando se hallará que toda la vergüenza y el
padecimiento y el oprobio resultarán en alabanza, gloria
y honra cuando sea manifestado Jesucristo. Los fieles en
el día de hoy pueden realmente ser una minoría pequeña
e insignificante, como el Apóstol Pablo y los pocos que
estaban asociados con él al final de su vida; no obstante,
en “aquel día” se hallará que fue mucho mejor haber estado
con los pocos despreciados que con la mayoría infiel.
La vanidad de la carne gusta de ser popular y darse
importancia a sí misma, y hacerse prominente ante el
mundo y los santos, pero en vista de aquel día, es mejor
tomar un lugar humilde no atrayendo la atención sobre
uno mismo, que tomar un lugar público y hacerse notar,
pues allí se hallará que los primeros serán postreros; y los
postreros, primeros.
De hecho, nosotros podemos padecer a causa de nuestro
propio fracaso, y esto debería humillarnos. Sin embargo,
con el ejemplo del Apóstol ante nosotros, hacemos bien en
recordar que si hubiéramos andado en fidelidad absoluta,
nosotros habríamos padecido aún más, pues siempre
permanece como una verdad que “todos los que quieran
vivir piadosamente en Cristo Jesús, padecerán persecución”
(2  Timoteo 3:12  —  Versión Moderna). Si somos fieles
a la luz que Dios nos ha dado, y procuramos andar en
separación de todo aquello que es una negación de la
verdad, nosotros hallaremos, en nuestra pequeña medida,
que tendremos que enfrentar persecución y oposición,
y, en sus formas más dolorosas, de nuestros compañeros
cristianos. Y que bueno es para nosotros, cuando viene
la prueba, si podemos, como Pablo, encomendar todo al

93
1 y 2 Timoteo

Señor, y esperar su vindicación en aquel día. Demasiado


a menudo nosotros somos iracundos e impacientes en la
presencia de males, y procuramos corregirlos en el “día de
hoy,” en lugar de esperar “aquel día.” Si, en la fe de nuestras
almas, la gloria de aquel día resplandece ante nosotros,
en lugar de ser tentados a rebelarnos ante los insultos y
males que puedan ser permitidos, nosotros nos gozaremos
y alegraremos porque, dice el Señor, “vuestro galardón es
grande en los cielos” (Mateo 5:12).
(Vv. 13-14). Contemplando, entonces, que este gran
evangelio, con su salvación y su llamamiento, llega a
Timoteo a través de una fuente inspirada, él es exhortado a
retener “el modelo de las sanas palabras” (1:13  —  RVR77)
que había oído del Apóstol. Las verdades comunicadas a
Timoteo en “sanas palabras” tenían que ser sostenidas por
él en una forma ordenada, o en un modelo, de modo que
el pudiese declarar clara y ciertamente lo que él sostenía.
Teniendo este modelo, las verdades transmitidas por las
“sanas palabras” serían contempladas en relación correcta las
unas con las otras. Para nosotros este modelo (o forma) se
encuentra en la Palabra escrita, y muy especialmente en las
Epístolas de Pablo. Así, en la Epístola a los Romanos, hay
una presentación ordenada de las verdades concernientes
a nuestra salvación, mientras sus otras Epístolas entregan
un modelo respecto a la iglesia, la venida del Señor y otras
verdades. En la Cristiandad este modelo se ha perdido en
gran parte mediante el uso de textos aislados aparte de su
contexto. Este modelo (o forma), presentado en la Escritura,
debe ser guardado celosamente. Hombres sinceros pueden
intentar formular su creencia en confesiones religiosas,
artículos de religión, y credos teológicos: sin embargo, tales
expedientes humanos, cualquiera sea el uso que puedan

94
(2 Timoteo 1)

tener en su lugar, resultan siempre ser insuficientes para


alcanzar la verdad y no pueden tomar el lugar del modelo
inspirado presentado en la Escritura.
Por otra parte, este modelo de sanas palabras recibidas
del Apóstol, debe ser sostenido, no como un mero credo al
cual podemos otorgar nuestro asentimiento, sino en fe y
amor en Cristo Jesús, la Persona viviente de quien la verdad
habla. No es suficiente tener un modelo (o forma) de sanas
palabras. Si la verdad ha de ser efectiva en nuestras vidas,
ella deber ser sostenida “en la fe y amor que es en Cristo
Jesús.” La verdad que cuando es presentada por primera vez
al alma es recibida con gozo, perderá su frescura a menos
que sea mantenida en comunión con el Señor. Además,
si la verdad debe ser sostenida en comunión con Cristo,
solamente puede ser en el poder del Espíritu Santo. Por
lo tanto, toda la extensión de la verdad contenida en el
modelo (o forma) de las sanas palabras que había sido dado
a Timoteo, debía ser guardada por el Espíritu Santo que
mora en nosotros.
(V. 15). La inmensa importancia de mantener el modelo
de la verdad en comunión con Cristo, mediante el poder
del Espíritu, es enfatizada por el hecho solemne de que
aquel por medio del cual la verdad había sido revelada
fue abandonado por el cuerpo principal de santos en
Asia. Los mismos santos a quienes habían sido revelados
el llamamiento celestial y toda la extensión de la verdad
cristiana, se habían apartado de Pablo. No se trata de que
estos santos se habían apartado de Cristo, o que habían
renunciado al evangelio de su salvación; pero la verdad
del llamamiento celestial revelada por el Apóstol no había
sido sostenida en comunión con Cristo, y en el poder del
Espíritu. Por lo tanto, ellos no estaban preparados para estar

95
1 y 2 Timoteo

asociados con él en el lugar exterior de rechazamiento en


este mundo que la verdad plena del cristianismo implica.
Es evidente, entonces, que nosotros no podemos confiar
en los santos más iluminados para el mantenimiento de
la verdad. Es solamente del modo que Cristo ordena los
afectos en el poder del Espíritu que nosotros guardaremos
el buen depósito que nos ha sido encomendado.
(Vv. 16-18). La referencia a Onesíforo y su casa es muy
conmovedora. Demuestra que la indiferencia y el abandono
de la mayoría no condujeron al Apóstol a pasar por alto
el amor y la amabilidad de un individuo y su familia. De
hecho, el abandono de la mayoría hizo que el afecto de los
pocos fuese mucho más precioso. Cuando la gran mayoría
afligía el corazón de Pablo, había por lo menos uno de
quien él podía decir, “muchas veces me confortó.” Los
demás podían avergonzarse de él, pero de este hermano él
podía decir que “no se avergonzó de mis cadenas.” Cuando
los demás le abandonaron aún había uno de quien él puede
escribir, “me buscó solícitamente y me halló.” Cuando los
demás no se ocupaban de él, Pablo puede reconocer con
placer a este hermano que “tantos servicios” le prestó “en
Éfeso” (V. 18  —  Versión Moderna).
Cuán gratificante debe haber sido para el corazón
del Apóstol, en el día de su abandono, comprender la
compasión y las consolaciones de Cristo hallando su
expresión a través de este hermano consagrado. Si Pablo
no olvida esta expresión de amor en el día de su abandono,
el Señor no la olvidará en “aquel día”  —  el día de la gloria
venidera.

96
3. La Senda Del Piadoso En Un Día De Ruina
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3. La Senda Del Piadoso En


Un Día De Ruina

97
1 y 2 Timoteo

(2 Timoteo 2)
El creyente, instruido en la mente de Dios, no puede
hacer menos que admitir que lo que es tenido por iglesia de
Dios ante los hombres no tiene ningún parecido a la iglesia
de Dios presentada en la Escritura. Este grave alejamiento
de la Palabra de Dios muestra claramente que la intención
de Dios para con la iglesia, durante su residencia temporal
en un mundo del cual Cristo está ausente, ha sido arruinada
en manos del hombre. Pocos, de hecho, negarían que
vivimos en un día de ruina. Es, sin embargo, de importancia
primordial entender claramente lo que nosotros queremos
decir cuando hablamos de la ruina de la iglesia.
Debemos recordar que en la Escritura la iglesia es
contemplada en dos maneras. Por un lado, es presentada
conforme al consejo de Dios; por otro lado, es vista en
relación con la responsabilidad del hombre. En el primer
aspecto es presentada en la Escritura como fundamentada
sobre Cristo el Hijo de Dios, compuesta de todos los
creyentes verdaderos, y destinada a ser presentada a Cristo
como una iglesia gloriosa, sin que tenga mancha, ni arruga,
ni cosa semejante. Como tal, es el resultado de la obra de
Cristo, y las puertas del infierno no pueden prevalecer
contra ella. Ninguna ruina puede tocar la obra de Cristo,
ni hacer anular los consejos eternos de Dios para Cristo y
la iglesia.
En el segundo aspecto, la iglesia es contemplada como
establecida en responsabilidad para testificar de Cristo
durante el tiempo de Su ausencia, y para presentar la
gracia de Dios a un mundo necesitado. ¡Es lamentable! La
iglesia ha fracasado completamente en llevar a cabo esta
responsabilidad. A través de la falta de dependencia en el
98
(2 Timoteo 2)

Señor, de sumisión al Espíritu, y obediencia a la Palabra,


el pueblo de Dios se ha dividido y se ha dispersado; y la
carencia de vigilancia ha terminado en una vasta profesión
que incluye a creyentes e incrédulos. Como resultado,
aquello que pasa ante el mundo como iglesia, lejos de
representar la gloria de Cristo, es ‘una negación de la
naturaleza, el amor, la santidad, y los afectos de Cristo.’ De
esta manera, en la tierra, el testimonio de la iglesia ha sido
arruinado. El hecho de que tengamos que hablar de una
iglesia profesante que es visible, y de una iglesia espiritual
compuesta de todos los verdaderos creyentes, sólo muestra
cuán completa es la ruina.
Entonces, si hablamos de vivir en un día de ruina,
queremos dar a entender que nos ha tocado nuestra porción
en un día cuando el testimonio rendido por la iglesia a un
Cristo ausente ha sido arruinado. En los discursos a las
siete iglesias en el libro del Apocalipsis tenemos un perfil
profético de la historia de la iglesia en la tierra, vista como
el testigo responsable para Cristo; en ellos tenemos el
fracaso progresivo de la iglesia en responsabilidad predicho
con exactitud divina por el Señor mismo, comenzando
con su alejamiento del primer amor, y finalizando con una
condición tan nauseabunda para Cristo que finalmente ella
será vomitada de Su boca.
La Escritura, sin embargo, da luz adicional con respecto
a un día de ruina. En esta Segunda Epístola a Timoteo, no
sólo tenemos la predicción de la ruina, sino que el Espíritu
Santo, por medio del Apóstol Pablo, da instrucciones muy
definidas al piadoso acerca de cómo actuar cuando la ruina
ha entrado. No obstante lo oscuro del día, por grande que
sea la ruina, el pueblo de Dios no es dejado sin la guía
divina. La misericordia de Dios ha marcado una senda para

99
1 y 2 Timoteo

Su pueblo en un día de ruina. Nosotros podemos carecer


de la fe en Dios y de la consagración a Cristo que son
necesarias para tomar la senda; a pesar de todo, ella está
señalada en la Palabra de Dios para la obediencia a la fe.
Así, llegamos a la conclusión de que dos cosas son
necesarias para tomar inteligentemente la senda de Dios
en medio de la ruina. Primero, es esencial que nosotros
tengamos algún conocimiento de la doctrina de Pablo (la
cual incluye la verdad del evangelio así como la verdad
de la iglesia); en segundo lugar, tiene que haber una
correcta condición espiritual. Sin un cierto conocimiento
de la iglesia, tal como es presentada en la Escritura, sería
imposible apreciar la extensión de la ruina; y sin una
correcta condición espiritual, el creyente escasamente
estará preparado para tomar la senda que Dios ha señalado
en medio de la ruina.
Pablo asume, evidentemente, que aquel a quien él
escribe conoce bien su doctrina. En los capítulos primero
y segundo él se refiere a las cosas que Timoteo había oído
de él (2  Timoteo 1:13; 2  Timoteo 2:2); y en el tercer
capítulo él dice, “Tú empero has conocido perfectamente
mi enseñanza” (2  Timoteo 3:10  —  Versión Moderna).
No hay, por lo tanto, ninguna revelación de la verdad de la
iglesia en esta Segunda Epístola. Tal verdad es presentada
plenamente por el apóstol en las Epístolas a los Efesios y a
los Colosenses, en la Primera Epístola a los Corintios y en
la Primera Epístola a Timoteo.
La senda de Dios para nosotros en un día de ruina, y la
condición espiritual que se necesita para tomar la senda, son
develadas en este segundo capítulo de la Segunda Epístola
a Timoteo. Si deseamos responder a los pensamientos
de Dios en este día de fracaso, nosotros haremos bien

100
(2 Timoteo 2)

en estudiar, orando sin cesar, este importante pasaje. Las


verdades de este capítulo pueden ser consideradas en el
orden siguiente:
(a) La condición espiritual necesaria para discernir y
tomar la senda de Dios en medio del fracaso de la
Cristiandad (Vv. 1-13);
(b) Un breve bosquejo del curso del mal que ha conducido
a la corrupción de la Cristiandad (Vv. 14-18);
(c) El recurso del piadoso y la senda de Dios para el
individuo en medio de la ruina (Vv. 19-22);
(d) El espíritu en el cual enfrentar a aquellos que se
oponen a la senda de Dios (Vv. 23-26);
(a) La condición espiritual necesaria para la senda de
Dios en un día de ruina (Vv. 1-13)
(V. 1). La gracia espiritual es la primera gran necesidad
en un día de debilidad. Por eso la exhortación del versículo
del comienzo es, “fortalécete en la gracia que hay en Cristo
Jesús” (2 Timoteo 2:1  —  LBLA). Para resistir la creciente
marea del mal, para caminar en una senda que el Señor ha
señalado para los Suyos en medio de las corrupciones de la
Cristiandad, y para continuar caminando con determinación
en esta senda a pesar del fracaso, de la oposición y del
abandono, se requiere gran gracia  —  la gracia que hay
en Cristo Jesús. Cualquiera que sea la oposición que
pueda haber para con la senda de Dios, cualesquiera sean
las dificultades al perseverar en ella, cualesquiera sean
las tentaciones a apartarse de ella, la gracia del Señor es
suficiente para permitir al creyente vencer toda oposición,
elevarse por sobre cada dificultad, resistir toda tentación, y
obedecer Su palabra y responder a Sus pensamientos. Como
alguien a dicho, ‘Cualquiera sea la necesidad, Su plenitud
es la misma, no disminuida, accesible y gratuita.’ La gracia

101
1 y 2 Timoteo

espiritual es el primer requisito para los “hombres fieles” en


un día de infidelidad. Además, la gracia de la que el apóstol
habla es más que un ‘espíritu agradable.’ Implica que en el
Cristo resucitado y ascendido, a partir de la época del inicio
de la iglesia en la tierra hasta el último día de su estancia
temporal aquí, está cada recurso que capacita al hombre
de Dios a mantener su vida de testimonio y servicio sin
recurrir a ninguno de los recursos del hombre que tantos
han adoptado en un día de decadencia. Escribiendo a los
Corintios, el apóstol puede agradecer a Dios por “la gracia
de Dios” que les fue dada “en Cristo Jesús;” y al instante él
muestra que esta gracia es “toda palabra,” el “conocimiento”
y los dones con los que ellos habían sido enriquecidos en
Cristo (“Siempre doy gracias a mi Dios por vosotros, por
la gracia de Dios que os fue dada en Cristo Jesús, porque
en todo fuisteis enriquecidos en Él, en toda palabra y en
todo conocimiento, así como el testimonio acerca de Cristo
fue confirmado en vosotros; de manera que nada os falta
en ningún don, esperando ansiosamente la revelación de
nuestro Señor Jesucristo” (1  Corintio 1:4-7  —  LBLA).
Cada exhortación en el capítulo que estamos considerando
sólo profundizará nuestro sentido de la necesidad de la
gracia que hay en Cristo Jesús si hemos de responder a la
mente de Dios.
(V. 2). En segundo lugar, no sólo la gracia es necesaria,
sino que los fieles deben poseer también la verdad, si ellos
han de ser provistos con la mente de Dios para un día de
fracaso y deben ser idóneos para enseñar a otros. Además,
la verdad necesaria para un día de ruina no es solamente la
verdad que se encuentra en la Escritura como un todo, sino,
muy especialmente, la verdad comunicada por el apóstol
en presencia de muchos testigos. En un día de ruina, los

102
(2 Timoteo 2)

escritos apostólicos se convierten en una prueba muy


determinante a través de los cuales se puede discernir a los
“hombres fieles.” “Nosotros somos de Dios; el que conoce a
Dios nos oye; el que no es de Dios, no nos oye” (1 Juan 4:6).
Entonces, para que durante todo el tiempo podamos
poseer la verdad, Timoteo es enseñado a encargar “las cosas”
oídas del apóstol a hombres fieles, quienes, a su tiempo,
estarán capacitados para enseñar a otros. Es el camino de
Dios que la verdad encerrada en los escritos apostólicos
sean encargados a aquellos que son idóneos para enseñar
a otros. La autosuficiencia y la presunción de la carne
pueden congratularse a sí mismas de que pueden prescindir
de la ayuda de otros; pero, mientras Dios es soberano y
puede enseñar directamente desde Su palabra, Su modo
habitual es mantenernos mutuamente dependientes los
unos de los otros  —  que recibamos como principiantes, y
que comuniquemos a otros la verdad y la luz que hemos
recibido.
Además, es importante ver que lo que nosotros
transmitimos no es autoridad oficial, o posición oficial,
sino la verdad. Timoteo no tenía encargo ni poder para
transmitir a cualquier individuo, o clase de individuos, el
derecho exclusivo u oficial a predicar. Era la verdad revelada,
afianzada contra el error por medio de testigos, la que tenía
que ser encargada a otros. A la luz de esta Escritura bien
podemos desafiarnos con respecto hasta dónde nosotros
estamos respondiendo a nuestras responsabilidades de
encargar a otros esta preciosa herencia de verdad que
hemos aprendido de hombres fieles. Mantener la verdad y
transmitirla a otros sólo es posible cuando somos fuertes en
la gracia que es en Cristo Jesús.

103
1 y 2 Timoteo

(V. 3). El mantenimiento de la verdad en un día de


alejamiento general implicará penalidades. Nosotros,
naturalmente, evitamos el sufrimiento. Por lo tanto,
Timoteo es exhortado  —  y cada uno que desea ser fiel a
Cristo  —  de esta forma, “Sufre penalidades conmigo, como
buen soldado de Cristo Jesús” (LBLA). Comparado con
Pablo, la parte de las penalidades que nosotros podemos ser
llamados a sufrir será pequeña; pero, dondequiera que haya
un santo hoy en día que rechace el error y defienda la verdad,
él debe estar preparado, en cierta medida, para enfrentar
oposición (2 Timoteo 2:25), persecución (2 Timoteo 3:12),
desamparo (2 Timoteo 4:10), y maldad (2 Timoteo 4:14);
y, de igual forma que con respecto al apóstol, estas cosas
pueden venir incluso de sus hermanos. Esto, sin embargo,
implica penalidades, y naturalmente cuando se sufre
injustamente, nosotros estamos inclinados a desquitarnos.
Se nos recuerda, por lo tanto, a tomar nuestra parte en las
penalidades, no como un hombre natural, sino “como buen
soldado de Cristo Jesús.” Un buen soldado obedecerá a su
Capitán y actuará como Él. Cristo es el gran Capitán de
nuestra salvación, y Él ha alcanzado Su lugar de gloria, y nos
ha dejado el ejemplo perfecto de padecimiento y paciencia,
pues “cuando Le ultrajaban, no respondía ultrajando;
cuando padecía, no amenazaba, sino que se encomendaba
a aquel que juzga con justicia” (1 Pedro 2:23  —  LBLA).
Actuar de una manera tan contraria a la naturaleza humana
ciertamente requerirá de nosotros que nos fortalezcamos
“en la gracia que es en Cristo Jesús” (2 Timoteo 2:1).
El Señor Jesús está en el lugar de poder supremo y a su
debido tiempo ejercerá el poder mediante el cual Él puede
someter a todos los enemigos bajo Sus pies. Es aún, no
obstante, el día de la gracia; el día de juicio para los enemigos

104
(2 Timoteo 2)

de la gracia no ha llegado todavía. Por consiguiente, nosotros


no necesitamos poder para aplastar a nuestros enemigos,
sino que necesitamos gracia para tomar nuestra parte en
las penalidades. Esteban, en presencia de sus enemigos,
quienes crujían los dientes contra él, y le apedrearon con
sus piedras, miró fijamente al cielo a “Jesús, puesto en pie,
a la diestra de Dios” (Hechos 7:55  —  Versión Moderna).
Pero, si bien Jesús es Señor en el lugar de poder supremo,
Él no actúa por lo general en poder para aplastar a Sus
enemigos. Él hizo lo que estaba en perfecta congruencia
con el día de la gracia. Él dio gracia mediante la cual
Esteban se fortaleció tanto en la gracia que hay en Cristo
Jesús que pudo tomar su parte en las penalidades, y, como
un buen soldado de Cristo Jesús, no amenazó o respondió
ultrajando a sus perseguidores; al contrario, él oró por ellos
y encomendó su espíritu al Señor. Pablo, igualmente en su
día, se fortaleció tanto en la gracia que hay en Cristo Jesús
que soportó penalidades por Cristo y encomendó su vida,
su felicidad, su todo, a Cristo para “aquel día” (2 Timoteo
1:12).
(V. 4). En cuarto lugar, si nosotros, de corazón, aceptamos
la senda de Dios en un día de fracaso, será necesario que
nos guardemos de enredarnos en los negocios de esta vida.
El apóstol no sugiere que nosotros no debamos atender
los negocios de esta vida, o que seamos llamados a dejar
necesariamente nuestros negocios terrenales. En otras
Escrituras él rechaza tal pensamiento, pues nos enseña
determinadamente a trabajar con nuestras manos para
proveer las cosas honradamente, y puede decir de sí mismo,
“vosotros sabéis que para lo que me ha sido necesario a mí
y a los que están conmigo, estas manos me han servido”
(Hechos 20:34). Pero él nos advierte contra el hecho de

105
1 y 2 Timoteo

que permitamos que los negocios de esta vida ocupen de


tal manera nuestro tiempo, absorban nuestras energías, y
ocupen tan completamente nuestras mentes, que lleguemos
a quedar enredados en una red, y no seamos ya libres para
llevar a cabo la voluntad de Dios. El buen soldado de
Cristo Jesús es uno que procura, no agradarse él mismo,
o incluso agradar a los demás, sino que en primer lugar
procura agradar a Aquel que le ha escogido para ser un
soldado. En fiel lealtad a Aquel que le ha escogido para ser
un soldado bajo Su liderazgo, y procurando solamente Su
deleite, nosotros deberíamos rechazar toda organización
humana que involucre la dirección de alguna autoridad
humana. Escapar de los enredos de esta vida y ser leales al
Capitán de nuestra salvación sólo será posible en la medida
que nos fortalezcamos en la gracia que es en Cristo Jesús.
(V. 5). En quinto lugar, utilizando los juegos públicos
como figura, el apóstol dice, “Y también el que lucha como
atleta, no es coronado si no lucha legítimamente.” De igual
modo en la esfera espiritual, la corona no será dada por
una gran actividad, ni por la cantidad de servicio, sino por
la fidelidad en el servicio. La corona es dada al que lucha
legítimamente. Se podría argumentar que, en un día de
gran debilidad, cada uno de nosotros tiene que adoptar
cualesquiera métodos que pensemos que son los mejores
para llevar a cabo nuestro servicio. Para hacer frente a tales
argumentos nosotros somos especialmente advertidos que,
en un día de ruina, aún se mantiene como una obligación
para nosotros el luchar “legítimamente.” De esta forma,
la introducción de métodos carnales, maquinaciones
humanas y recursos mundanos en el servicio del Señor, es
condenada. Servir conforme a los principios de la Escritura

106
(2 Timoteo 2)

requerirá que nosotros nos esforcemos “en la gracia que es


en Cristo Jesús.”
(V. 6). En sexto lugar, el siervo fiel debe estar preparado
para trabajar antes de participar de los frutos. Este no es
nuestro reposo; es el tiempo de trabajar; el tiempo de la
siega está por venir. A menudo estamos demasiado ansiosos
de ver frutos; pero es mejor perseverar en nuestro trabajo,
sabiendo que Dios no es injusto para olvidar la obra de
nuestra fe y el trabajo de nuestro amor (1 Tesalonicenses
1:3). El siervo fiel espera oír el “Bien hecho” (Lucas
19:17  —  LBLA) de Aquel a quien él busca complacer,
recibir la corona después de haber luchado legítimamente, y
participar de los frutos después de haber trabajado primero.
(V. 7). “Considera lo que digo, pues el Señor te dará
entendimiento en todo” (LBLA). No es suficiente, sin
embargo, tener estas exhortaciones y admitir, de un modo
general, su verdad. Si ellas han de gobernar nuestras vidas,
debemos considerar lo que el apóstol dice; y, a medida que
consideremos estas cosas, el Señor nos dará entendimiento
en todas las cosas. Progresaremos poco en el entendimiento
divino a menos que tomemos tiempo para meditar. El
apóstol puede presentarnos ciertas verdades, pero él no
puede darnos el entendimiento. Esto, el Señor solo lo
puede hacer. De modo que leemos que el Señor no sólo ‘les
abrió las Escrituras’ a los discípulos, sino que Él “les abrió
el entendimiento, para que comprendiesen las Escrituras”
(Lucas 24: 27, 32, 45).
(V. 8). Además, como un estímulo a nosotros para llevar
a cabo estas instrucciones, nuestra mirada es dirigida a
Cristo. Debemos recordar a “Jesucristo (de la simiente de
David), como resucitado de entre los muertos, según mi
evangelio” (Versión Moderna). No es simplemente el hecho

107
1 y 2 Timoteo

de la resurrección lo que debemos recordar, sino a Aquel


que ha resucitado, y eso como Hombre, la simiente de
David. ¿Somos llamados a padecer en la senda de fidelidad?
Entonces recordemos que nuestra parte de las “penalidades”
es pequeña comparada con las “penalidades” a las cuales Él
tuvo que hacer frente. Si por causa de cualquier pequeña
fidelidad de nuestra parte nos hallamos abandonados,
hallamos que se nos oponen y nos vemos insultados, incluso
por muchos del pueblo de Dios, recordemos que Cristo,
en Su senda perfecta, fue siempre fiel a Dios y anduvo
haciendo bienes a los hombres; y sin embargo, debido a
Su fidelidad, Él siempre estuvo en afrenta. Por eso Él pudo
decir, “por amor de Ti he sufrido afrenta” (Salmo 69:7), y
otra vez, “Me devuelven mal por bien, y odio por Mi amor”
(Salmo 109:5  —   Versión Moderna).
Si, en la senda del servicio, somos exhortados a soportar
penalidades, procurando solamente agradarle a Él que nos
ha escogido, recordemos que Cristo pudo decir, “yo hago
siempre lo que Le agrada” ( Juan 8:29). Nada pudo mover
al Señor de la senda de absoluta obediencia al Padre. Él
trabajó, teniendo en vista los frutos de Su trabajo, pues
Él pudo decir, “Me es necesario hacer las obras del que
Me envió, entre tanto que el día dura” ( Juan 9:4). Ahora
Él ha terminado la obra que Dios le dio para hacer; las
penalidades y el trabajo han finalizado y Le vemos
resucitado y coronado de gloria y de honra, para recibir
allí en resurrección “el fruto del trabajo de su alma” (Isaías
53:11  —  Versión Moderna). Entonces, en nuestra senda
con su medida de penalidades y trabajo, ‘acordémonos de
Jesucristo.’
(V. 9). No solamente tenemos el modelo perfecto del
Señor Jesús en Su senda de penalidades y trabajo, sino

108
(2 Timoteo 2)

que tenemos el ejemplo del apóstol Pablo quien, en su


consagración para dar a conocer el evangelio, participó
en una medida no menor de las penalidades de la vida
de Cristo. En lugar de estar en honra en este mundo, él
padeció hasta prisiones a modo de malhechor. Así él siguió
en las pisadas de Su Maestro quien fue acusado por el
mundo religioso de Su día de ser “un hombre comilón y
bebedor de vino” (Lucas 7:34), de tener “demonio” ( Juan
8:48), y de ser un “pecador” ( Juan 9:24). Sin embargo,
ninguna persecución por parte del mundo puede impedir
que la bendición alcance al escogido de Dios. El mundo
puede poner en prisión al predicador: no puede encarcelar
la Palabra de Dios. En realidad, la enemistad del mundo
que encarceló a Pablo sólo se convirtió en una ocasión para
llevar el evangelio ante los grandes de la tierra, y además
para escribir las Epístolas de la prisión que revelan tan
maravillosamente nuestra vocación.
(V. 10). Puede ser que nosotros no estemos preparados
para soportar mucha penalidad ni mucho insulto, pero
el apóstol puede decir, “todo lo soporto por amor de los
escogidos, para que ellos también obtengan la salvación
que es en Cristo Jesús con gloria eterna.” Alguien ha dicho,
‘¡Cuán pocos aventurarían decir estas palabras como siendo
la experiencia de sus propias almas desde ese día hasta el
día de hoy! No obstante, podemos desearlo fervientemente
en nuestra medida; pero esto supone en el creyente no
meramente una buena conciencia, y un corazón ardiendo
en amor, sino a él juzgándose a sí mismo minuciosamente,
y ¡Cristo morando en su corazón por la fe!’ (William Kelly).
Los escogidos de Dios obtendrán sin duda la salvación
y alcanzarán la gloria. Sin embargo, en el camino a la
gloria todo el poder de Satanás, la enemistad del mundo,

109
1 y 2 Timoteo

y las corrupciones de la Cristiandad, se habrán puesto en


formación de batalla contra ellos. Así que será a través de
prueba y penalidad que ellos alcanzarán la gloria. Para
hacer pasar a los escogidos a través de tales circunstancias
se necesitará toda “la gracia que es Cristo Jesús” ministrada,
como a menudo lo es, a través de Sus siervos fieles.
(Vv. 11-12a). Para animarnos a recordar a Jesucristo y
seguir el ejemplo del apóstol de aceptar la senda de penalidad
y trabajo, se nos recuerda la palabra fiel, “Si somos muertos
con Él, también viviremos con Él.” Si somos llamados
a soportar “todo,” incluso la muerte, no olvidemos que
podemos dejar ir la vida a la luz de la gran verdad de que
habiendo muerto con Cristo de cierto viviremos con Él. Y
no sólo viviremos con Él sino que, “si sufrimos, también
reinaremos con Él.”
(Vv. 12b-13). Existe, sin embargo, la solemne
advertencia, “Si Le negáremos, Él también nos negará. Si
fuéremos infieles, Él permanece fiel; Él no puede negarse
a Sí mismo.” La negación aquí no es una caída aislada, por
muy vergonzosa que ella sea, como en el caso del apóstol
Pedro, sino la línea de conducta continuada de aquellos que,
independientemente de la profesión que hacen, niegan la
gloria y la obra del Hijo. Los tales serán negados, tal como
se ha dicho verdaderamente que ‘Dios dejaría de ser Dios,
si Él consintiera la deshonra de Su Hijo.’ Entre toda la
infidelidad de la Cristiandad hacia Cristo, “Él permanece
fiel; Él no puede negarse a Sí mismo.”
De esta forma, los versículos de apertura de este gran
pasaje demuestran claramente que, para discernir la parte
de Dios en un día de ruina y, sobre todo, para andar
fielmente este camino frente al abandono, la oposición y
la maldad, no se necesita pedir poder divino para aplastar a

110
(2 Timoteo 2)

nuestros enemigos, sino la gracia que es en Cristo Jesús que


nos permitirá tomar nuestra parte en el sufrimiento  —  la
gracia que busca con ojo sencillo agradar a Aquel que
nos ha escogido; la gracia que nos conducirá a luchar
legítimamente, rechazando todos los métodos carnales y
mundanos; y la gracia que prepara para el trabajo paciente
mientras se esperan los frutos de nuestro trabajo.
Además, necesitaremos, no sólo gracia ministrada desde
el Señor en gloria, sino en entendimiento espiritual que el
Señor solo puede dar, y sobre todo tener al Señor mismo
ante nosotros como nuestro único Objeto  —  un Hombre
verdadero de la simiente de David, pero un Hombre vivo
en la gloria más allá del poder de la muerte.

(B) El Curso Del Mal Que Ha Conducido


a La Ruina De La Iglesia Como La Casa
De Dios (Vv. 14-18)
En los versículos que dan comienzo al capítulo hemos
traído ante nosotros la condición espiritual que debería
caracterizar a los “hombres fieles” y deberían capacitarles
para discernir el grave alejamiento de la verdad, así como
la senda de Dios en medio de la corrupción. Antes de
presentarnos la senda de Dios, el apóstol, en los versículos
14 al 18, habla brevemente de algunos de los males que han
causado la ruina de la iglesia en la responsabilidad.
(Vv. 14-16). Ya hemos aprendido del capítulo primero
que todos los que estaban en Asia se habían apartado del
apóstol. Esto implica que la iglesia no se había mantenido
a la altura del llamamiento celestial. El primer paso en
la decadencia de la iglesia fue la renuncia a su carácter
celestial. La verdad más elevada es siempre la que primero
111
1 y 2 Timoteo

es abandonada. Esta renuncia al llamamiento celestial dejó


la puerta abierta para la intrusión del mundo y la carne. En
el versículo 14 de este capítulo el siervo de Dios se refiere a
la primera manifestación de la corrupción. El traza la ruina
a partir de la mente humana que conduce a contender
“sobre palabras, lo cual para nada aprovecha,” dejando ir, de
este modo, “la palabra de verdad.”
Él nos advierte contra disputas de palabras y nos llama a
regresar, no sólo a la palabra de verdad, sino a la palabra de
verdad usada bien.4 Toda la Escritura es la palabra de verdad
y sin embargo qué desastre puede ser provocado al dar a la
Escritura una interpretación privada, o al usar textos fuera
de su contexto, y de esta forma, como Pedro dice, torcer la
Escritura para nuestra destrucción (2 Pedro 3:16).
Luego, somos advertidos de más decadencia. Las
especulaciones no provechosas del versículo 14 iban a
degenerar en “discursos profanos y vacíos” (V. 16  —  Versión
Moderna). Los discursos que son profanos tratan las cosas
divinas como si fuesen cosas comunes, en vista de que dan
poca importancia a las cosas sagradas. Estos discursos son

4 (N. del T: además de la RVR60, otras traducciones al Español


del versículo 15 rezan así: “Procura con diligencia presentarte a
Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse,
que traza bien la palabra de verdad” (RVR09); “Procura con
diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no
tiene de qué avergonzarse, que maneja con precisión la palabra
de verdad” (LBLA); “Procura con diligencia presentarte ante
Dios como ministro aprobado, obrero que no tiene de qué
avergonzarse, manejando acertadamente la palabra de la verdad”
(Versión Moderna); “Procura con diligencia presentarte a Dios
aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse,
que traza rectamente la palabra de verdad” (RVR77)  —  las
palabras en cursiva son del traductor).
112
(2 Timoteo 2)

“vacíos” por el hecho de que los argumentos utilizados


carecen de toda sustancia.
Además, somos advertidos de que estos “discursos
profanos y vacíos” irán en aumento. En lo que respecta a la
masa de la profesión cristiana, Pablo no mantiene ninguna
esperanza en cuanto a que el movimiento de degradación
pueda ser detenido permanentemente. Por el contrario,
nosotros somos advertidos categóricamente que el mal
avanzará “más y más” (V. 16  —  Versión Moderna).
Asimismo, somos advertidos de que con el aumento
de los “discursos profanos y vacíos” vendrá un incremento
de conductas impías. Conversaciones profanas conducen a
un andar impío. Mantener o propagar el error degradará,
como siempre, la conducta externa. El relajamiento de la
doctrina conduce al relajamiento de las reglas o hábitos de
conducta.
(Vv. 17-18). Un terrible resultado adicional del
aumento de los discursos profanos y de la impiedad será
la destrucción de las verdades vitales del cristianismo en
las mentes de los hombres, pues leemos que la palabra de
estos discursistas profanos se extenderá como gangrena la
cual carcome interiormente hasta destruir los tejidos vitales
del cuerpo.
De esta manera, paso a paso, con habilidad divina, el
apóstol traza el progreso del mal que ha corrompido la
Cristiandad:
Primero, las especulaciones humanas sobre palabras que
para nada aprovechan;
En segundo lugar, disputas sobre las palabras
degenerando en discursos profanos y vacíos;
En tercer lugar, el constante aumento de los discursos
profanos y vacíos conduciendo a la impiedad; la conducta

113
1 y 2 Timoteo

externa de la profesión cristiana degradada crecientemente


a un nivel donde los hombres actúan sin temor de Dios.
En cuarto lugar, un andar impío que tiende a destruir y
dejar a los hombres sin las verdades vitales del cristianismo.
Para mostrar el efecto de esta degradación y la malvada
condición en la cual la Cristiandad caería, el apóstol da
dos ejemplos solemnes. Himeneo y Fileto, dos hombres
dentro de la profesión cristiana, estaban enseñando el
error. En lugar de ‘trazar rectamente la palabra de verdad’,
ellos habían errado acerca de la verdad. Enseñaban que la
resurrección ya se había efectuado. Por lo visto, ellos no
negaron la resurrección; parece que ellos la espiritualizaron
y argumentaron que, de alguna manera, ya había tenido
lugar. Un error tal no debe ser desestimado ligeramente
como si fuese la descabellada especulación de fanáticos
irresponsables. Independientemente de lo irrazonable del
error, el apóstol prevé que este error corromperá la iglesia
profesante y actuará como una gangrena. Tampoco es difícil
ver que ‘trastornaría la fe’ de aquellos que se embebieron del
error. Si la resurrección ya se había efectuado, es evidente
que los santos han alcanzado su condición final mientras
están aún en la tierra, con el resultado de que la iglesia cesa
de esperar la venida del Señor, pierde la verdad de su destino
celestial, y renuncia a su carácter de extranjera y peregrina.
Habiendo perdido su carácter celestial, la iglesia se arraiga
en la tierra, tomando un lugar como parte del sistema para
emprender la reforma y el gobierno del mundo.
Cuando este fin ha sido alcanzado, la obra del diablo
ha sido hecha y él no conducirá más a sus instrumentos a
insistir en el particular error. Hoy en día puede no haber
nadie que intentara enseñar que la resurrección ya se ha
efectuado, pero los resultados de este extravagante error

114
(2 Timoteo 2)

permanecen y son contemplados plenamente desarrollados


en la profesión cristiana. La constitución, la administración,
los esfuerzos religiosos, el celo misionero de la profesión
cristiana, dan por seguro que la iglesia está arraigada en su
hogar y llevando a cabo su obra encomendada de reformar
el mundo y civilizar a los paganos para hacer de este mundo
un lugar respetable y feliz.

(C) La Senda De Dios Para El Individuo


En Un Día De Ruina (Vv. 19-22)
(V. 19). Habiendo predicho la mala condición en que
la Cristiandad caería, el apóstol ahora nos instruye de qué
manera actuar en medio de la ruina. Antes de hacerlo él nos
presenta dos grandes hechos para el consuelo de nuestros
corazones:
En primer lugar, independientemente de la magnitud del
fracaso del hombre, “el fundamento de Dios está firme.” El
fundamento es la propia obra de Dios  —  cualquiera sea la
forma que esta obra pueda tomar  —  ya sea el fundamento
en el alma, o el fundamento de la iglesia en la tierra, por
medio de los apóstoles y la venida del Espíritu Santo.
Ningún fracaso del hombre puede anular el fundamento
que Dios ha puesto, o evitar que Dios complete lo que Él
ha comenzado.
En segundo lugar, se nos dice para nuestro consuelo,
“Conoce el Señor a los que son suyos,” y, como alguien
ha dicho, ‘Este conocimiento es nada menos que un
conocimiento de corazón a corazón, una relación entre el
Señor y los que son Suyos.’ La confusión ha llegado a ser tan
grande, creyentes e incrédulos se hallan en una asociación
tan cercana, que, en lo que respecta a la masa, nosotros no

115
1 y 2 Timoteo

podemos decir categóricamente quién es del Señor y quién


no lo es. En una condición tal, que consuelo es saber que lo
que es de Dios no puede ser desechado, y aquellos que son
del Señor, aunque estén escondidos en la masa, a la larga
no se pueden perder.
La obra de Dios, y los que son del Señor, saldrán a la luz
en “aquel día” al cual el apóstol alude una y otra vez en el
curso de la Epístola (2 Timoteo 1:12, 18; 2 Timoteo 4:8).
Habiendo consolado nuestros corazones en cuanto al
carácter permanente de la obra de Dios y la seguridad de
aquellos que son del Señor, el siervo de Dios instruye al
individuo de qué manera actuar entre las corrupciones de
la Cristiandad.
Después de la partida de los apóstoles, la decadencia
comenzó rápidamente y ha continuado a través de los
siglos hasta que, hoy en día, vemos en la Cristiandad la
solemne condición predicha por Pablo. Además, como
hemos visto, el apóstol no mantiene ninguna esperanza de
recuperación por parte de la masa. Por el contrario, él nos
advierte más de una vez que, con el paso del tiempo, habrá
un incremento del mal. No sólo aumentarán “los discursos
profanos y vacíos” (2 Timoteo 2:16  —  Versión Moderna),
sino que los “hombres malos y los impostores irán de mal
en peor” (2 Timoteo 3:13  —  Versión Moderna), y llegará
el tiempo cuando los que componen la profesión cristiana
“no soportarán la sana doctrina” y, “apartarán sus oídos de
la verdad” (2 Timoteo 4:3-4  —  LBLA).
Si, como se nos muestra, no hay ninguna perspectiva de
recuperación para la gran masa de la profesión cristiana,
¿cómo debe actuar el individuo que desea ser fiel al
Señor? Esta pregunta profundamente seria es abordada y
respondida por el apóstol en el importante pasaje que sigue

116
(2 Timoteo 2)

a continuación  —  un pasaje que señala claramente la senda


de Dios para el individuo en un día de ruina (2 Timoteo
2:19-22).
Primeramente, notemos que no se nos dice que dejemos
aquello que profesa ser la casa de Dios en la tierra. Esto
es imposible a menos que salgamos de la tierra o nos
convirtamos en apóstatas. No debemos abandonar la
profesión del cristianismo a causa de que, en manos de los
hombres, esa profesión ha llegado a corromperse. Es más,
no se nos dice que reformemos la profesión corrupta. A la
Cristiandad, como un todo, ya no es posible reformarla.
Sin embargo, si no debemos dejar la profesión, ni debemos
procurar reformar la masa, ni establecernos quietamente
y aprobar la corrupción asociándonos con ella, ¿cuál es el
curso que deberíamos seguir?
Habiendo consolado nuestros corazones el apóstol
procede a presentar ante el creyente individual la senda
en la cual Dios querría que caminara en un día de ruina.
Podemos estar seguros que, no obstante lo oscuro que sea
el día, cuán difíciles sean los tiempos, cuán grande sea la
corrupción, nunca ha habido, ni nunca habrá, un período
en la historia de la iglesia en la tierra cuando los piadosos
son dejados sin instrucción en cuanto a la senda en medio
de la ruina. Dios ha visto con anticipación la ruina, y Dios
ha suministrado en Su palabra lo necesario para un día
de ruina. Nosotros podemos, por no estar ejercitados, no
discernir la senda; por carecer de fe, podemos vacilar en
tomarla; a pesar de todo, la senda de Dios está señalada
para nosotros tan claramente en el día más oscuro como en
el más resplandeciente.
Entonces, si Dios ha señalado una senda para Su
pueblo en un día de ruina, es evidente que no se nos deja

117
1 y 2 Timoteo

que inventemos una senda o que simplemente hagamos


lo mejor que podamos hacer. Nuestra parte es procurar
discernir la senda de Dios y entrar en ella en la obediencia
de la fe, buscando al mismo tiempo la gracia de Dios que
nos mantenga en la senda.
La separación del mal es el primer paso en la senda de
Dios. Si no puedo reformar los males de la Cristiandad,
yo soy responsable de andar en orden. Aunque no puedo
renunciar a la profesión del cristianismo, puedo, en
efecto, separarme de los males de la profesión. Notemos
cuidadosamente cuántas veces, bajo diferentes términos y
diferentes maneras, se insta a la separación del mal en la
Epístola. El Apóstol dice:
“Evita los discursos profanos y vacíos”  —  (2 Timoteo
2:16, Versión Moderna);
“Apártese de iniquidad”  —  (2 Timoteo 2:19);
“Si pues se purificare alguno de éstos” de los instrumentos
para usos viles, (2 Timoteo 2:21  —  Versión Moderna).
“Huye también de las pasiones juveniles”  —  (2 Timoteo
2:22);
“Evita las cuestiones necias y nacidas de la
ignorancia”   —  (2 Timoteo 2:23, Versión Moderna);
“Apártate también de los tales”  —  (2  Timoteo 3:5,
Versión Moderna).
En primer lugar, entonces, le corresponde a todo
aquel que invoca el Nombre del Señor apartarse de la
iniquidad. No debemos unir el Nombre del Señor con el
mal en ninguna forma. La confusión y el desorden de la
Cristiandad ha llegado a ser tan grande que, por un lado,
podemos fácilmente juzgar mal que una persona no es del
Señor, cuando en el fondo es un creyente verdadero  —   pero,
“Conoce el Señor a los que son suyos.” Por otro lado, aquel

118
(2 Timoteo 2)

que confesa al Señor es responsable de apartarse de la


iniquidad. Si él rechaza hacerlo, no puede quejarse si es
juzgado mal. En un día de confusión ya no es suficiente que
una persona confiese al Señor. Su confesión debe ser puesta
a prueba. La prueba es, ¿nos sometemos a la autoridad del
Señor separándonos de la iniquidad? Permanecer asociados
con el mal y con el Nombre del Señor es unir Su Nombre
con el mal.
(Vv. 20-21). En segundo lugar, no solo debemos
separarnos de la iniquidad sino también de las personas
asociadas con el mal, llamados aquí utensilios para usos
viles (RVR60), o vasos para deshonra (Versión Moderna).
El apóstol utiliza la ilustración de una gran casa de un
hombre de mundo para presentar la condición en que la
Cristiandad ha caído. Aquello que toma el lugar en la tierra
de ser la casa de Dios, en lugar de estar aparte del mundo
y en contraste al mundo, ha llegado a ser como el mundo
y como las casas del mundo, en las que hay utensilios (o
vasos) de diferentes materiales utilizados para diferentes
propósitos, pero en las cuales los utensilios (o vasos)
para usos honrosos pueden ser hallados en contacto con
utensilios (o vasos) para usos viles (o para deshonra). Si, no
obstante, un utensilio (o vaso) ha de ser útil al Señor (o útil
al Dueño), no debe estar en contacto con un utensilio para
uso vil (o para deshonra).
De este modo, el creyente que será útil al Señor es aquel
que ‘se limpia él mismo’ de utensilios para usos viles. Se ha
señalado que el único otro lugar en el Nuevo Testamento en
que la palabra traducida “limpia” es usada es en 1 Corintios
5:7, donde la asamblea de Corintios es instruida de este
modo, “limpiaos . . .de la vieja levadura.” Cuando la asamblea
estaba en su condición normal, y un perverso era hallado en

119
1 y 2 Timoteo

medio de ellos, se les había instruido ‘quitar’ de entre ellos


mismos a la persona perversa (1 Corintios 5:13). Aquí (V.
20), el apóstol prevé un tiempo cuando la masa profesante
estará en una condición tan baja que no habrá poder para
quitar al perverso. En una condición tal, cuando toda
reconvención piadosa es en vano, los piadosos son instruidos
a separarse de los utensilios para usos viles. En ambos casos
el principio en el mismo: no debe haber ninguna asociación
entre el piadoso y el impío. Para rechazar tal asociación,
en un caso  —  la condición normal  —  la asamblea debe
‘limpiarse . . . de la vieja levadura’: en el otro caso  —  cuando
ya no hay poder para lidiar con el mal  —  el instrumento
para honra debe ‘limpiarse él mismo’ de los utensilios para
usos viles separándose de ellos. Alguien ha dicho, ‘Por
consiguiente, si cualquiera que lleva el Nombre del Señor,
y bajo el pretexto de la unidad, o por amor a la comodidad,
o por parcialidad para con sus amigos, tolera el mal que la
Escritura muestra que Dios aborrece, un hombre piadoso
no tiene otra opción, sino que está obligado a oír la palabra
divina y a limpiarse de estos vasos para deshonra.’
Así, está claro que debemos dejar de hacer el mal antes
de aprender a hacer el bien; ya que es solamente separada
del mal que cualquier persona es santificada e idónea para el
uso que le quiera dar el Señor y preparada para toda buena
obra. La medida de nuestra separación será la medida de
nuestra preparación. Alguien ha dicho con razón, ‘En
cada época de la iglesia cualquier pequeño esfuerzo por
obedecer este mandato ha tenido su recompensa, ya sea
que haya sido observado por uno o por más; y quienquiera
que se tome el trabajo de investigar el curso de cualquier
distinguido siervo del Señor, o de una compañía de
creyentes, hallará que la separación del mal circundante fue

120
(2 Timoteo 2)

una de las características principales, y que el servicio y la


honra fueron proporcionales a esto, pero que disminuyeron
y menguaron cuando esta llave al servicio fue descuidada o
no fue utilizada.’
Para su aliento y estímulo, aquel que actúa conforme
a este mandato, se asegura que no sólo será útil para el
Señor, sino que él será un “instrumento para honra.” Él
puede tener que enfrentar las afrentas, e incluso la burla, de
aquellos de quienes se separa, pero, dice el apóstol que “será
instrumento para honra.”
Estos versículos muestran que la separación es de un
carácter doble; primero, debemos retirarnos de todo sistema
inicuo; en segundo lugar, debemos separarnos de personas
deshonrosas.
Aquí, entonces, está nuestra autorización para que el
individuo se separe de todos estos grandes sistemas de los
hombres, que desechan a Cristo como la única Cabeza de
Su cuerpo, en los que creyentes e incrédulos están asociados
juntos, y en los que no hay poder para lidiar con el mal o
admitir principios que hacen imposible que se pueda lidiar
con el mal.5
(V. 22). La instrucción a separarse del mal es seguida
por el mandato igualmente importante, “Huye también
de las pasiones juveniles.” Habiéndonos separado de las

5 (N. del T.: Algo más sobre estos versículos: “Si, por lo tanto,
uno se purificase de éstos separándose de éstos, él será un vaso
para honra, santificado, útil para los usos del Dueño, preparado
para toda obra buena.”, Traducción al Español de 2 Timoteo
2:21 de la Versión en Ingles de J. N. Darby; “Por lo tanto,
si alguien deja de asociarse con esa gente, él llegará a ser un
instrumento especial, separado para uso del dueño, preparado
para toda obra buena.” Traducción al Español de 2  Timoteo
2:21, Internacional Standard Versión
121
1 y 2 Timoteo

corrupciones de la Cristiandad, debemos tener cuidado


de no caer en las corrupciones de la naturaleza. “Pasiones
juveniles” no sólo aluden a los más indecorosos deseos de
la carne, sino también a todas esas cosas que la naturaleza
caída desea con la irreflexiva impetuosidad y obstinación
de la juventud. Nunca estamos en mayor peligro de actuar
en la carne que cuando hemos actuado en infidelidad al
Señor. Alguien ha dicho, ‘podemos ser seducidos al relajo
moral a través de nuestra satisfacción en nuestra separación
eclesiástica.’ Cuan razonable es, entonces, esta exhortación
a huir también de las pasiones juveniles, siguiendo, como lo
hace, el mandato de apartarse de la iniquidad y separarse de
los utensilios para usos viles.
Habiéndonos separado de las corrupciones de la
Cristiandad y habiendo rechazado las corrupciones de la
naturaleza, somos exhortados a procurar ciertas grandes
cualidades morales las cuales dan un carácter positivo
a la senda. No se nos dice que sigamos a algún maestro
prominente, aunque debemos reconocer de buena gana
todo don, si conduce en la senda que tiene estas marcas.
Las cualidades que debemos procurar son “la justicia, la fe,
el amor y la paz.”
La justicia viene necesariamente en primer lugar,
ya que de lo que se trata aquí es de la senda individual.
Habiéndonos separados de la iniquidad debemos juzgar
nuestros caminos y ver que todas nuestras relaciones
prácticas, sean en conexión con el mundo o con el pueblo
de Dios, estén de acuerdo con la justicia.
Luego viene la fe y esto angosta la senda aún más, ya que
la fe tiene que ver con Dios; y no todo camino justo es un
camino de fe. La justicia práctica hacia los hombres, en el
sentido de un trato honesto los unos con los otros, puede

122
(2 Timoteo 2)

existir sin fe en Dios. La senda de Dios para los Suyos a


través de este mundo demanda el ejercicio constante de la
fe en el Dios viviente. No sólo necesitamos una senda que
caminar, sino que necesitamos fe para caminar la senda.
El amor es lo que sigue. Si estamos en relaciones correctas
con lo demás, y caminando por fe en Dios, nuestros
corazones serán libres para sentir una gran compasión por
los demás. La “fe en el Señor Jesús” va seguida por el “amor
para con todos los santos” (Efesios 1:15; Colosenses 1:4).
La paz viene al final y en su debido lugar como el resultado
de la justicia, de la fe y del amor. La justicia encabeza la
lista y la paz la cierra, pues “la semilla cuyo fruto es la
justicia se siembra en paz” (Santiago 3:18  —  LBLA). A
menos que sea guardada por las cualidades que la preceden,
procurar la paz puede degenerar en indiferencia a Cristo y
en consentimiento del mal.
Aquí tenemos, entonces, enseñanzas claras para nuestro
caminar individual en un día de ruina. Las enseñanzas, no
obstante, no finalizan con estas instrucciones individuales,
ya que, en este punto, el apóstol pasa de lo que es individual
a lo que es colectivo. Él nos dice que estas cualidades han
de ser procuradas “con los que invocan al Señor con corazón
puro” (V. 22  —  Versión Moderna). Las palabras “con los”
(plural) introducen claramente lo que es colectivo. Esto es
de la más profunda importancia, ya que, sin esta enseñanza,
podríamos preguntarnos, ¿Qué autorización nos da la
Escritura para caminar con otros en un día de ruina? Aquí
está nuestra autorización: no se nos deja aislados. Siempre
habrá otros quienes, en un día de ruina, invocan al Señor
con corazón puro. Invocar al Señor es la expresión de
dependencia en el Señor y parece especialmente conectada
con un día de alejamiento del Señor. En los malvados días

123
1 y 2 Timoteo

de Set leemos que, “Entonces los hombres comenzaron


a invocar el nombre de Jehová” (Génesis 4:26). Así,
también, leemos de Abraham, cuando salió de su tierra, y
de su parentela y de la casa de su padre, que él “invocó el
nombre de Jehová” (Génesis 12:8). De este modo tenemos
una compañía que, en lealtad al Señor, se han separado de
las corrupciones de la Cristiandad y, en este lugar afuera,
caminan en dependencia del Señor, y lo hacen teniendo
un corazón puro. Un corazón puro no es uno que afirma
ser puro, sino más bien un corazón que, bajo la mirada del
Señor, sigue la justicia, la fe, el amor y la paz.
De esta manera, tenemos una senda determinada
señalada por la Palabra de Dios para un día de ruina
caracterizada:
-En primer lugar, por la separación de las corrupciones de
la Cristiandad;
-En segundo lugar, por la separación de las corrupciones
de la carne;
-En tercer lugar, por procurar ciertas cualidades morales;
-En cuarto lugar, por la asociación con aquellos que
invocan al Señor con un corazón puro.
Si, entonces, unos pocos se hallan reunidos, conforme a
estas claras instrucciones, puede surgir la pregunta, ¿Qué
principios han de guiarles en su adoración, al recordar al
Señor, en sus reuniones para edificación, en su servicio,
y en su forma de vida los unos para con los otros y para
con el mundo? La respuesta es simple: los tales hallarán de
inmediato que todos los principios para el ordenamiento
de cada detalle de la asamblea de Dios están disponibles
para guiarles, tal como se nos presentan en la Primera
Epístola a los Corintios y en otras porciones del Nuevo
Testamento, principios que ninguna ruina de la iglesia

124
(2 Timoteo 2)

puede anular. Además, habiéndose separado de los males


de la Cristiandad, los tales hallarán que muchos principios
e instrucciones para la administración práctica de la
iglesia, que difícilmente habría sido posible llevar a cabo
en el sistema de los hombres, pueden ser aplicados ahora
en sencillez. Así, los que aceptan la senda de Dios en un
día de ruina hallarán que aún es posible caminar en la luz
de la asamblea tal como fue constituida al principio. Ellos,
de hecho, no tratarán de establecer que son la asamblea, o
incluso de ser un modelo de la asamblea pues, a lo más, no
son más que unos pocos individuos que se han separado
de las corrupciones de la Cristiandad y por eso, si dan
testimonio, sólo dan testimonio de la condición arruinada
de la iglesia en estos días finales, más que ser un modelo de
la iglesia en sus tempranos días.

(D) El Espíritu En El Cual Hacer Frente a


La Oposición (Vv. 23-26)
En los versículos que cierran el capítulo tenemos
una advertencia importante para el siervo del Señor. En
referencia a esta senda de separación de las corrupciones
de la Cristiandad, el apóstol prevé que al existir aquellos
que van a obedecer estas instrucciones, también van a
existir aquellos por medio de los cuales iban a recibir
vigorosa oposición. La afirmación de estas verdades traería
a la imaginación una multitud de “cuestiones necias, y
nacidas de la ignorancia” (V. 23  —  Versión Moderna). La
experiencia ha demostrado cuán verdadero es esto. Casi
todo argumento que el ingenio humano puede sugerir ha
sido utilizado para anular las claras enseñanzas de este
pasaje. Se nos advierte que estos argumentos ‘engendrarán

125
1 y 2 Timoteo

contiendas.’ Independientemente de lo que suceda, el


siervo de Dios no debe dejarse llevar a la contienda  —  él
“no debe ser contencioso.” Si él permite dejarse llevar a la
contienda, se puede encontrar completamente derrotado,
aunque esté defendiendo la absoluta verdad. El siervo
debe recordar que es solamente el siervo y no el Maestro.
Como siervo del Señor, su tarea es exhibir el carácter del
Señor  —  amabilidad, aptitud para enseñar, paciencia y
mansedumbre en presencia de la oposición. La tendencia
natural es defender y aferrarse a aquello con lo cual uno
está asociado, incluso aunque ello sea completamente anti-
escriturario. Por eso el primer efecto de la presentación
de estas verdades es a menudo levantar oposición. Si,
como puede ser, el siervo mismo una vez se opusiera, le
conviene tener gran paciencia y mansedumbre al procurar
instruir a los demás. Al presentar la verdad no debe ser
con el pensamiento de que mediante su clara presentación,
o mansedumbre de maneras, esta será aceptada, sino con
la determinada conciencia de que sólo Dios es quien
puede traer a alguno al “conocimiento de la verdad.” (V.
25  —   Versión Moderna).

126
4. Los Recursos Del Piadoso En Los Postreros Días
139268

4. Los Recursos Del Piadoso


En Los Postreros Días

127
1 y 2 Timoteo

(2 Timoteo 3)
En el segundo capítulo se nos es enseñada con respecto
a la baja condición de la iglesia profesante, manifestándose
ya en aquel día. Este tercer capítulo nos da una solemne
descripción de la terrible condición en la que caerá la
profesión cristiana en los últimos días.
Al vivir nosotros en estos días podemos estar agradecidos
de que no se nos deja que nos formemos nuestro propio
juicio en cuanto a la condición de la Cristiandad. Dios ha
predicho y ha descrito esta condición, de modo que podamos
tener una estimación justa, y entregada divinamente, del
pueblo de Dios profesante.
Careciendo de un pensamiento verdadero del
cristianismo tal como la Escritura lo presenta, la masa de la
profesión cristiana ve el cristianismo meramente como un
sistema religioso a través del cual el mundo será reformado
gradualmente y los paganos serán civilizados. Incluso,
muchos de los hijos de Dios, con sólo un conocimiento
parcial de la salvación que trae el evangelio, abrigan la falsa
expectativa de que, mediante la propagación del evangelio,
el mundo se convertirá gradualmente y el Milenio será
introducido.
Así, entre los meros profesantes, y en muchos de los
verdaderos hijos de Dios, existe la equivocada impresión
de que la Cristiandad está progresando hacia una victoria
triunfante sobre el mundo, la carne y el diablo. La verdad
evidente de la Escritura es que la iglesia, contemplada
en la responsabilidad de los hombres, ha sido arruinada
tan completamente que la masa de los que forman la
Cristiandad va camino del juicio.

128
(2 Timoteo 3)

Los escritores inspirados del Nuevo Testamento se


unen al advertirnos del mal predominante de la profesión
cristiana en los últimos días y del juicio que alcanzará a
la Cristiandad. Santiago nos dice que “el juez está a las
puertas” (Santiago 5:7-9   —  Versión Moderna); Pedro
nos advierte que “es tiempo de que el juicio comience por
la casa de Dios” y que, en los postreros días, la profesión
cristiana estará caracterizada por burladores y un
materialismo grosero (1 Pedro 4:17; 2 Pedro 3:3-5); Juan
nos advierte que en el último tiempo surgirán anticristos
del círculo cristiano (1 Juan 2:18-19); Judas nos habla de la
apostasía venidera; y el apóstol en este pasaje solemne nos
prepara para la espantosa corrupción que caracterizará a la
profesión cristiana en su final.
Sin embargo, si para nuestra advertencia tenemos esta
detallada descripción de la forma en que concluyen los
días finales, del mismo modo tenemos, para el estímulo
del piadoso, una revelación igualmente clara de la plenitud
de nuestros recursos para permitir al creyente escapar de
las corrupciones de la Cristiandad y vivir piadosamente en
Cristo Jesús.
Estas, entonces, son los dos grandes asuntos de este
tercer capítulo  —  el mal de la Cristiandad profesante en
los últimos días y los recursos del piadoso en presencia del
mal.

(a) Las Corrupciones De La Cristiandad


En Los Últimos Días (Vv. 1-9)
(V. 1). Dios no querría que quedásemos ignorantes en
cuanto a la condición de la Cristiandad, ni que, bajo ningún
pretexto especial de caridad, fingiéramos indiferencia al

129
1 y 2 Timoteo

mal. Por consiguiente, el siervo de Dios abre esta parte de


su enseñanza con las palabras, “También debes saber esto … ”
Él prosigue entonces a advertirnos de que “en los postreros
días vendrán tiempos peligrosos (o ‘difíciles’).”
(Vv. 2-5). El apóstol procede a darnos con suma
precisión un cuadro terrible de la condición en que
la Cristiandad caerá, delineando detalladamente las
características preponderantes de aquellos que formarán
la masa de la profesión cristiana es esos últimos días. El
Espíritu de Dios habla de estos profesantes religiosos como
de “hombres” pues no hay ninguna base para llamarles
santos o creyentes. Sin embargo, es de notar, que el apóstol
no está describiendo la condición de “hombres” paganos
sino la de aquellos que profesan ser cristianos fingiendo la
forma externa de piedad. En este cuadro terrible diecinueve
características son hechas desfilar ante nosotros.
(1) “Los hombres serán amadores de sí mismos.”
(Versión Moderna). La primera y destacada característica
de la Cristiandad en estos días es el amor al yo. Esto está
en contraste directo al cristianismo verdadero que nos
enseña que Cristo “murió por todos, para que los que viven,
no vivan ya para sí mismos, sino para aquel que por ellos
murió, y volvió a resucitar” (2  Corintios 5:15  —  Versión
Moderna).
(2) “Avaros” (RVR60) o, “amadores del dinero” (Versión
Moderna). Amarse a sí mismo conducirá a amar el dinero,
pues con ello los hombres pueden comprar aquello que
contribuirá a la gratificación del yo. El cristianismo nos
enseña que el amor al dinero es la raíz de todos los males, y
que aquellos que lo codicien se extraviarán de la fe y serán
traspasados de muchos dolores (1 Timoteo 6:10).

130
(2 Timoteo 3)

(3) “Vanagloriosos.” El amor al dinero hará que los


hombres se vuelvan vanagloriosos (o jactanciosos). Leemos
en la Escritura acerca de los que “confían en sus bienes, y de
la muchedumbre de sus riquezas se jactan” (Salmo 49:6); y
otra vez, “el malo se jacta del deseo de su corazón, bendice al
codicioso, y desprecia a Jehová” (Salmo 10:3). Los hombres
no solamente se jactan de su habilidad adquiriendo riqueza,
sino que, habiendo acumulado riquezas, ellos a menudo
aprovechan la oportunidad para hacer notorios sus actos de
caridad, en contraste a la humilde gracia del cristianismo
que nos enseña dar de tal manera que la mano izquierda no
sepa lo que hace la mano derecha.
(4) “Soberbios” o ‘arrogantes.’ La jactancia que lleva
a gloriarse en uno mismo está estrechamente ligada con
la arrogancia, o soberbia, que da mucha importancia al
nacimiento, a la posición social y a las capacidades naturales,
en contraste al cristianismo que nos conduce a estimar esas
cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de
Cristo Jesús, nuestro Señor (Filipenses 3:8).
(5) “Blasfemos” o ‘maldicientes.’ La soberbia conduce a
la blasfemia. Orgullosos de sus logros y de sus habilidades
intelectuales, los hombres no dudan en hablar “mal de
cosas que no entienden” (2 Pedro 2:12); y hablan “palabras
contra el Altísimo” (Daniel 7:25) y atacan la Persona y la
obra de Cristo, rechazando la revelación y mofándose de la
inspiración.
(6) “Desobedientes a los padres.” Si los hombres son
capaces de blasfemar contra Dios, nos asombra poco que
sean desobedientes a los padres. Si tienen poco respeto por
las Personas divinas, no tendrán ningún respeto para con
las relaciones humanas.

131
1 y 2 Timoteo

(7) “Ingratos” o ‘desagradecidos’. Para aquellos que son


desobedientes a los padres, toda misericordia de Dios es
recibida como un asunto de derecho adquirido donde no
hay ningún llamamiento al agradecimiento. El cristianismo
nos enseña que todas las cosas creadas son misericordias
“para que con acción de gracias” participen de ellas, “los
creyentes y los que han conocido la verdad” (1  Timoteo
4:3).
(8) “Impíos” o “profanos.” Si los hombres no agradecen
las bendiciones temporales y espirituales, ellos pronto
despreciarán y desdeñarán la misericordia y la gracia que
concede las bendiciones. Esaú despreció profanamente la
primogenitura mediante la cual Dios le habría bendecido.
(9) “Sin afecto natural.” El hombre que trata ligeramente
el amor y la misericordia de Dios pronto perderá el afecto
natural hacia sus semejantes. El amor por sí mismo
conduce a ser indiferente a los lazos de la vida familiar, o
incluso a ver estos lazos como un obstáculo para la propia
satisfacción.
(10) “Desleales” (RVR09), o “implacables” (RVR60). El
hombre que es insensible al llamamiento del afecto natural
seguramente será implacable, o será un hombre que no está
abierto a ser convencido y que no puede ser apaciguado.
(11) “Calumniadores” o ‘falsos acusadores.’ Aquel cuyo
espíritu vengativo es insensible a toda instancia no dudará
en calumniar o acusar falsamente a aquellos que contraríen
su voluntad.
(12) “Intemperantes” (RVR60) o “desenfrenados”
(LBLA). El hombre que no duda en calumniar a los demás
con su lengua, será uno que pierde el control de sí mismo
fácilmente y actúa sin restricción.

132
(2 Timoteo 3)

(13) “Crueles” (RVR60), o “fieros” (Versión Moderna),


o “salvajes” (LBLA y Versión J. N. Darby en Inglés). Aquel
que calumnia a los demás al hablar y actúa sin restricción,
exhibirá una disposición salvaje que carece totalmente de la
gentileza que caracteriza al espíritu cristiano.
(14) “Aborrecedores de los que son buenos” (Versión
Moderna), o “aborrecedores de lo bueno” (RVR60). La
disposición salvaje ciega inevitablemente a los hombres a
aquello que es bueno. No se trata solamente de que existan
aquellos en la profesión cristiana que aman el mal, sino que
ellos realmente aborrecen “lo bueno.”
(15) “Traidores.” No teniendo amor por lo que es
bueno, los hombres no vacilarán en actuar con la malicia
que traiciona las confianzas y que no tiene respeto por las
intimidades de aquellos de quienes ellos profesan tratar
como amigos.
(16) “Arrebatados” (RVR09), o “impetuosos” (RVR60,
LBLA), o “protervos” (Versión Moderna). El hombre
que puede traicionar a sus amigos es uno que procurará
determinadamente hacer su voluntad, indiferente a las
consecuencias y sin consideración por los demás.
(17) “Infatuados” (RVR60), o “hinchados de orgullo”
(Versión Moderna), o “envanecidos” (LBLA). Lleno de
vanidad, el hombre infatuado busca cubrir su obstinación
bajo el vano fingimiento de que él está actuando por el bien
general.
(18) “Amadores de los placeres, más bien que amadores
de Dios” (Versión Moderna). Siendo vanas las pretensiones
de los hombres, sus búsquedas carecerán igualmente de
toda seriedad. Las nubes del juicio venidero se pueden
estar reuniendo pero la Cristiandad, cegada por su propia
vanidad y egoísmo, se abandona a sí misma a un torbellino

133
1 y 2 Timoteo

de entusiasmo, procurando encontrar su placer en el gozo


sensual, siendo los ministros profesantes de la religión, muy
a menudo, los líderes en toda clase de placer mundano.
(19) “Tendrán apariencia de piedad, pero negarán
la eficacia de ella” (RVR60), o “teniendo la forma de la
piedad, mas negando el poder de ella” (Versión Moderna).
De este modo, en los días finales de la Cristiandad, se
hallará a la masa profesante abandonándose a toda forma
de mal, mientras procura cubrir su maldad con el manto de
la santidad. Así, los cristianos nominales llegan a ser más
malvados que los paganos, pues, mientras se complacen en
todos los males del paganismo, ellos añaden a su maldad
procurando ocultarlo bajo la forma de cristianismo, aunque
completamente desprovisto de su poder espiritual. ¿Qué
puede ser más desesperadamente malvado que el esfuerzo
por usar el Nombre de Cristo como un manto para cubrir
el mal? Es este manto de santidad lo que constituye los
“días peligrosos” de los postreros días, pues la apariencia de
piedad a veces engaña incluso a verdaderos cristianos.
Se observará que el primer mal y aquel que es destacado
en primer lugar en este cuadro terrible es el incontrolable
egoísmo de los hombres que conduce a todos los demás
males. Los hombres, al ser amadores de sí mismos, codiciarán
para ellos mismos y se jactarán de sí mismos. Jactándose de
sí mismos, serán intolerantes a toda restricción sobre su yo,
sea humana o divina. El amor a sí mismos y la gratificación
del yo harán que los hombres sean desagradecidos, impíos
y los conducirá a anular el afecto natural, y los convertirá
en implacables y calumniadores. El amor al yo conducirá a
los hombres a dar libre curso a sus pasiones, conduciendo
al salvajismo en presencia de todo lo que frustra su
voluntad. Este mismo amor al yo conducirá a los hombres

134
(2 Timoteo 3)

a despreciar lo que es bueno, a traicionar confianzas, y, con


vanidad precipitada, a ser amadores del placer en vez de ser
amadores de Dios.
Tal es el cuadro terrible que la Escritura presenta de los
últimos días de la profesión cristiana. Israel, que fue puesto
aparte de todas las naciones para dar testimonio del Dios
verdadero, fracasó tan completamente en la responsabilidad
que al final se tuvo que decir de ellos, “el nombre de Dios
es blasfemado entre los gentiles por causa de vosotros”
(Romanos 2:24). Pero con una luz mucho mayor y con
mayores privilegios, cuánto más terrible ha sido el fracaso
de la iglesia profesante. Establecida para ser un testigo
para Cristo en el tiempo de Su ausencia, la gran masa de
aquellos que profesan el Nombre de Cristo se han hundido
por debajo del nivel de los paganos y se han convertido en
la expresión de la voluntad y de las pasiones de los hombres,
y de este modo han llevado al bendito Nombre de Cristo
a ser vituperado. ¿Podemos asombrarnos de que el fin será
que aquello que profesa el Nombre de Cristo en la tierra
será vomitado de Su boca? Sin embargo, no olvidemos que
en medio de esta vasta profesión Dios tiene a los Suyos,
y el Señor conoce a los que son Suyos. Ninguno de los
que son Suyos se perderá, y al final aquellos que forman
la verdadera iglesia de Dios serán presentados a Cristo sin
mancha ni arruga ni cosa semejante (Efesios 5:27).
Mientras tanto, el pueblo verdadero de Dios  —  los que
invocan al Señor con un corazón puro  —  son claramente
instruidos a ‘evitar’ la profesión corrupta de la Cristiandad
(2  Timoteo 3:5  —  “a éstos evita”). No se nos llama a
contender con los que forman esta gran profesión, y aún
menos a pedir que el juicio caiga sobre ellos. Nosotros
debemos evitar a los tales y abandonarlos al juicio de Dios.

135
1 y 2 Timoteo

Solamente en la medida que estemos separados de


la profesión corrupta de la Cristiandad apreciaremos
verdaderamente su terrible condición o daremos algún
testimonio adecuado a la verdad.
Percatándonos de la condición de la Cristiandad, nos
humillaremos ante Dios, confesando nuestro fracaso y
debilidad, recordando que nosotros también tenemos la
carne en nosotros que, de no ser por Su misericordia, puede
traicionarnos fácilmente en cualquiera de estos males.
(Vv. 6-9). El escritor ha descrito la terrible condición que
caracterizará a la Cristiandad como un todo en los últimos
días. Él nos advierte ahora contra un mal particular que se
desarrollará a partir de esta corrupción. Una clase especial
de personas surgirá, quienes serán instrumentos activos en
la resistencia a la verdad mediante la enseñanza del error.
Completamente aparte de su falsa enseñanza, los tales son
condenados por los métodos subrepticios que ellos adoptan.
Leemos que ellos “se meten en las casas.” Es característico
del error que rehúya la luz y que primeramente deba ser
promulgado secretamente. Luego, cuando el terreno ha sido
preparado secretamente mediante métodos subrepticios,
los proponedores del error, no temen declarar abiertamente
su falsa doctrina. Habiéndose declarado abiertamente el
error, generalmente sale a la luz que éste ha sido mantenido
y enseñado secretamente por años.
Además, estos falsos maestros son condenados por el
hecho de que ellos ejercen atracción sobre aquellas que
son caracterizadas como “mujercillas,” las que estarían en
posición de influenciar los hogares y las familias de cristianos
profesantes. El apóstol probablemente utiliza la término
despectivo “mujercillas” para resaltar una clase disoluta
de personas (sea hombre o mujer) que son gobernadas

136
(2 Timoteo 3)

por sus emociones y pasiones, más que por la conciencia


y la razón. Con mentes obsesionadas con el error, aunque
enorgulleciéndose de que “siempre están aprendiendo,”
estas personas “nunca pueden llegar al conocimiento de la
verdad.” El error deja a sus víctimas en las tinieblas de la
incertidumbre.
Tales maestros, como antiguamente Janes y Jambres,
resisten la verdad mediante la imitación de las formas
externas de la religión, aunque están completamente
desprovistos de todo lo que es vital en el cristianismo. Los
tales son “hombres corruptos de entendimiento, réprobos
en cuanto a la fe.” El origen de todo falso sistema en la
Cristiandad puede ser rastreado hasta hombres cuyas
mentes han sido corrompidas por el mal y son hallados sin
ningún valor en cuanto a la fe.
No obstante, Dios, en Sus modos gubernamentales, a
menudo permite que estos falsos maestros sean totalmente
expuestos ante los ojos “de todos.” Una y otra vez la
“insensatez” de estos sistemas religiosos, así como las vidas
malvadas de muchos de sus líderes, han sido expuestas
tan plenamente ante el mundo que se han convertido en
objetos de desprecio a los ojos de todos excepto de sus
engañadas victimas.

(B) Los Recursos Del Piadoso En


Presencia Del Mal (Vv. 10-17)
En la mitad anterior del capítulo somos instruidos en
la rica provisión que Dios ha hecho para que Su pueblo
pueda ser preservado de las corrupciones de la Cristiandad
y pueda actuar como conviene al hombre de Dios en los
postreros días.

137
1 y 2 Timoteo

(Vv. 10, 11). En primer lugar, se nos dice definitivamente


que la gran salvaguardia contra todo lo que es falso es
el conocimiento de lo que es verdad. Así el apóstol puede
decir a Timoteo, “Tú empero has conocido perfectamente
mi enseñanza, mi conducta, mi propósito, mi fe, mi
longanimidad, mi amor, mi paciencia, mis persecuciones,
mis padecimientos” (Vv. 10-11  —  Versión Moderna). No
hay necesidad de conocer plenamente el mal, pues nosotros
no escapamos del mal simplemente por conocerlo. Es
mediante el conocimiento de la verdad que podemos detectar
lo que es falso y contrario a la verdad; y habiendo detectado
el mal, somos exhortados a no ocuparnos de él, sino a
‘evitar’ a aquellos que siguen en pos de él. La verdad ha sido
presentada en la enseñanza del apóstol y se nos ha revelado
en sus Epístolas. Ésta se puede resumir como el descarte
del hombre según la carne como estando plenamente
corrupto y bajo la muerte, como la condenación del viejo
hombre en la cruz de Cristo, y como la introducción de un
nuevo hombre en vida e incorruptibilidad, manifestado en
Cristo resucitado y glorificado, a quien los creyentes, de
entre Judíos y Gentiles, están unidos en un cuerpo por el
Espíritu Santo.
Esta doctrina es la que Pablo puede decir a Timoteo que
ha “conocido perfectamente” (Versión Moderna). Mientras
más plenamente entremos en la enseñanza de Pablo, más
definitivamente seremos capaces de detectar y de evitar el
mal de estos postreros días.
En segundo lugar, el apóstol puede apelar a su
“conducta.” Su vida era plenamente consistente con la
doctrina que él enseñaba. En esto, indudablemente, hay
un contraste intencionado entre el apóstol y los malos
maestros de quienes él ha estado hablando. La insensatez

138
(2 Timoteo 3)

de ellos es expuesta en vista de que sus vidas están en


evidente contradicción con la piedad que ellos profesan. Es
manifiesto a todos que su profesión de la forma de piedad
no tiene poder sobre sus vidas. En el caso del apóstol
era completamente de otra manera. En su enseñanza él
proclamaba el llamamiento celestial de los santos y, en
consistencia con su doctrina, su conducta era la de un
extranjero y peregrino cuya ciudadanía está en los cielos.
Se trataba de una vida gobernada por un “propósito”
definido, vivida por “fe,” exhibiendo el carácter de Cristo
en toda “longanimidad, amor, paciencia,” implicando
“persecuciones” y “padecimientos.” De este modo la
primera gran salvaguardia contra el mal de los postreros
días es una vida vivida en consistencia con la verdad. Hay,
sin embargo, una fuente adicional de seguridad, pues, en
tercer lugar, leemos acerca del sostenimiento del Señor. De
esto Pablo puede testificar a partir de su propia experiencia,
pues, hablando de los padecimientos y persecuciones
involucradas en su vida, él puede decir, “de todas me ha
librado el Señor.” Si somos diligentes en conocer la doctrina,
si estamos preparados para vivir una vida consistente con
la enseñanza, percibiremos el sostenimiento del Señor. Los
demás pueden abandonarnos así como lo hicieron con
el apóstol; otros pueden pensar que somos demasiado
extremos y demasiado intransigentes; pero al contender
por la fe, hallaremos tal como él, que el Señor estará a
nuestro lado, nos dará fuerzas, nos permitirá proclamar la
verdad, nos librará de la boca del león y de toda obra mala,
y nos preservará para Su reino celestial (2 Timoteo 3:11;
2 Timoteo 4:17-18).
(Vv. 12-13). Se nos recuerda cuán necesario es el
sostenimiento del Señor, al ser advertidos que todos los

139
1 y 2 Timoteo

que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán


persecución. La forma que la persecución toma puede
variar en diferentes épocas y en diferentes lugares, pero
permanece verdadero el hecho de que uno que se mantiene
aparte del mal de la Cristiandad y busca mantener la
verdad debe estar preparado para el abandono, los insultos
y la maldad. ¿Cómo puede ser de otro modo cuando, en la
Cristiandad misma, “los hombres malos y los impostores
irán de mal en peor, engañando, y siendo ellos mismos
engañados” (V. 13  —  Versión Moderna)?
(V. 14). En cuarto lugar, en presencia del mal, el piadoso
hallará seguridad y sostenimiento persistiendo en las cosas
que hemos aprendido por medio del apóstol. Así él escribe a
Timoteo, “persevera tú en las cosas que has aprendido,
y de que has tenido la seguridad, sabiendo de quién las
aprendiste” (V. 14   —  versión Moderna). Por tercera
vez en el curso de esta breve Epístola, Pablo enfatiza la
importancia, no sólo de tener la verdad, sino de recibirla de
una fuente inspirada si ella ha de ser sostenida con plena
seguridad (ver 2 Timoteo 1:13; 2 Timoteo 2:2).
La experiencia demuestra que muy a menudo los
creyentes no pueden resistir el error en forma definida
debido a que ellos no están plenamente persuadidos o no
han tenido la seguridad de la verdad. En presencia del
error, y especialmente del error mezclado con la verdad,
necesitamos estar plenamente convencidos que las cosas
que hemos aprendido son realmente verdad. Esta seguridad
sólo la podemos tener sabiendo que aquel de quien hemos
recibido la verdad habla con autoridad inspirada. Un
maestro nos puede presentar la verdad, pero ningún maestro
puede hablar con autoridad inspirada. Él debe dirigirnos
a los escritos inspirados si hemos de sostener la verdad

140
(2 Timoteo 3)

en fe y seguridad. En presencia de malos hombres y de


engañadores, que van de mal en peor, siempre presentando
nuevos desarrollos del mal, podemos bien precavernos de
todo lo que profese ser una nueva luz y continuar en las
cosas que hemos aprendido.
(Vv. 15-17). De este modo, la salvaguardia final contra
el error es la inspiración y la suficiencia de las Sagradas
Escrituras. Los hombres dan libre curso a sus interminables
y cambiantes teorías, pero en las Escrituras tenemos cada
verdad que sería para nuestro provecho preservada en una
forma permanente, protegida del error por la inspiración,
y presentada con autoridad divina. Sin duda, las Sagradas
Escrituras que Timoteo había conocido desde la niñez
serían las Escrituras del Antiguo Testamento. Pero, cuando
el apóstol declara además, “Toda Escritura es inspirada por
Dios” (LBLA), él incluye el Nuevo Testamento con todos
los escritos apostólicos. Sabemos que Pedro clasifica todas
las Epístolas de Pablo con “las otras Escrituras” (2 Pedro
3:16).
Además, allí se expone ante nosotros el gran beneficio
de las Escrituras. Primero, ellas nos pueden hacer sabios
“para la salvación, por medio de la fe que es en Cristo
Jesús” (V. 15  —  Versión Moderna). En segundo lugar,
habiendo sido dirigidos a Cristo de modo que hallamos en
Él salvación, descubriremos además que “toda Escritura”
es “útil” para el creyente, puesto que en la ley de Moisés,
los profetas, y los Salmos, nosotros descubriremos cosas
acerca de Cristo (Lucas 24:27, 44). Además, hallaremos
cuán útil son las Escrituras “para redargüir” (o “para
reprender”  —  LBLA). ¡Es lamentable! podemos estar
ciegos a nuestras propias faltas, y tan llenos de nuestra
propia importancia, que somos sordos a las reprensiones de

141
1 y 2 Timoteo

los demás; pero, si estamos sujetos a la Palabra, hallaremos


que la Escritura trae convicción pues es “viva, y eficaz, y más
aguda que toda espada de dos filos … y es hábil en discernir
los pensamientos y propósitos del corazón” (Hebreos
4:12  —   Versión Moderna).
Además, Las Escrituras no sólo redarguyen, sino que
también son útiles para “corregir.” Habiendo redargüido,
ellas corregirán; y habiendo corregido ellas nos enseñarán
en la forma que es correcta. Teniendo, entonces, las
Escrituras inspiradas, al hombre de Dios le es posible estar
completamente establecido en la verdad en presencia del
error abundante, y estar “enteramente preparado para toda
buena obra” en un día malo.

142
5. El Servicio De Dios En Un Día De Ruina
139269

5. El Servicio De Dios En Un
Día De Ruina

143
1 y 2 Timoteo

(2 Timoteo 4)
En el capítulo tercero el apóstol ha predicho muy
plenamente la terrible condición de la profesión cristiana
en los postreros días y, además, ha recordado a los creyentes
la rica provisión que Dios ha hecho para que ellos puedan
estar preparados “para toda buena obra” en un día de mal
abundante.
Habiendo presentado la ruina de la profesión y los
recursos del piadoso, Pablo, en este cuarto capítulo, da
instrucciones especiales para el servicio del Señor en el día
de fracaso general.
La experiencia nos dice que en un día en que el mal
va en aumento en la profesión cristiana y en un día de
debilidad entre el pueblo de Dios, el siervo se puede
desalentar fácilmente y desanimarse en su servicio. De ahí
la importancia de estas instrucciones en las cuales el escritor,
en lugar de permitir que el estado penoso y desesperado de
la Cristiandad sea una excusa para la apatía de parte del
siervo, lo utiliza como un incentivo para un servicio más
ferviente.
(V. 1). El apóstol comienza esta porción de su enseñanza
presentando los argumentos de su apelación a los creyentes
a perseverar en su servicio para el Señor. Él habla con toda
solemnidad como estando ante Dios y Cristo Jesús, el
gran Observador de nuestra posición y de la actitud que
asumimos, y nos insta al servicio en vista de tres grandes
hechos:
Primero, Cristo es el Juez de vivos y muertos. Él es
el Arbitrador de la senda que caminamos y de nuestra
condición en esa senda. Además, la condición de la
profesión cristiana es tal que la mayoría no es convertida
144
(2 Timoteo 4)

y va camino al juicio, sea como hombres vivientes cuando


Cristo se manifieste o contados con los muertos ante el
Gran Trono Blanco. Nos conviene, entonces, advertir a los
hombres acerca del juicio por venir y señalarles al Salvador.
En segundo lugar, Pablo nos anima a continuar en nuestro
servicio mediante la gran verdad de la manifestación de
Cristo. La mejor traducción es “mediante Su manifestación,”
haciendo de esta manifestación un segundo hecho y
distinto del juicio de los vivos y los muertos. Él no habla
del rapto de la iglesia, sino de la manifestación de Cristo
para reinar, ya que el galardón por el servicio siempre está
conectado con la manifestación. La Palabra es, “He aquí yo
vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a
cada uno según sea su obra” (Apocalipsis 22:12).
En tercer lugar, somos animados al servicio mediante
la mención de “su reino.” Toda alma salvada por medio de
la predicación del evangelio añadirá a la gloria de Cristo
cuando Él venga a reinar y a ser glorificado en Sus santos.
Entonces, ya sea el juicio de los impíos, el galardón del
siervo, o la gloria de Cristo, allí está cada incentivo para que
el siervo persevere en su servicio.
(V. 2). Habiendo indicado los argumentos de su
apelación, el apóstol pronuncia sus encargos para el
servicio. Si los hombres son responsables para con Dios,
entonces han de predicar “la palabra;” tienen que insistir
(o “instar”  —  Versión Moderna) “a tiempo y fuera de
tiempo.” Si Cristo ha de juzgar, entonces han de redargüir
(refutar) y reprender a aquellos que viven de una forma
que pide juicio. Si los santos van a ser galardonados en la
manifestación de Cristo, entonces se tiene que exhortar
“con toda paciencia y doctrina.”

145
1 y 2 Timoteo

El siervo tiene que predicar “la palabra.” Esto no es


simplemente el evangelio al pecador, sino “la palabra” de
Dios tanto a los pecadores como a los santos. Hay una
necesidad, también, para instar a la predicación, así como a
predicar en todo tiempo. La palabra de Dios es para todos
y en todo tiempo. La refutación y la reprensión se pueden
necesitar tanto entre los santos como entre los pecadores.
Pero esto sólo puede ser mediante la predicación de la
Palabra, pues es solamente la Palabra la que redarguye.
Podemos procurar redargüir y reprender mediante nuestras
propias palabras y argumentos, sólo para hallar que nosotros
irritamos y provocamos resentimiento. Las reprensiones, si
han de ser eficaces, deben estar basadas sobre la palabra
de Dios. Para aquellos que están dispuestos a someterse
a la Palabra y aceptar sus refutaciones y reprensiones, hay
palabra de estímulo.
Cualquiera sea la forma que el servicio pueda tomar, este
ha de ser llevado a cabo con “toda paciencia” y conforme a
la verdad o “doctrina.” La Palabra seguramente hará surgir
la oposición de la carne y esto hará que sea necesaria la
paciencia de parte del siervo, y la única respuesta efectiva
a la oposición está en la doctrina o verdad de la Escritura.
(Vv. 3-4). En el primer versículo el siervo de Dios ha
mirado más allá del período presente y, a la luz de lo que
viene, apremia la urgencia del servicio. Ahora nuevamente
él mira hacia más adelante, pero al final del período
cristiano, y utiliza la pasmosa condición que se hallará entre
los profesantes del cristianismo como un nuevo incentivo
para la actividad en el servicio. Él ya ha hablado de los
falsos maestros que se meten en las casas; él habla ahora
de las personas mismas. Fracasen o no los maestros, llegará
el tiempo cuando las personas, “teniendo comezón de oír,”

146
(2 Timoteo 4)

no soportarán la sana doctrina, sino que “amontonarán


para sí maestros, conforme a sus propias concupiscencias”
(Versión Moderna). Esta no es una descripción de paganos
que nunca han oído la verdad, sino de la Cristiandad en
donde los hombres han oído el evangelio pero ya no lo
soportarán. Aún así, ellos no renuncian del todo a la
profesión del cristianismo pues aún amontonan para sí
mismos maestros, pero tienen que ser maestros que no
interfieran con la gratificación de sus pasiones mundanas
al predicar la verdad.
El hecho de que compañías de cristianos deban escoger
un maestro es enteramente extraño a la Escritura y muestra
cuán lejos la Cristiandad se ha apartado del orden de Dios
para Su asamblea. El resultado de este desorden es que
demasiado a menudo el maestro escogido no es más que
un ciego guía de ciego, y “si el ciego guiare al ciego, ambos
caerán en el hoyo” (Mateo 15:14). Sucede, de este modo,
que apartándose de la verdad, los hombres “se volverán a
las fábulas.”
(V. 5). Entonces, si la condición de la Cristiandad se ha
vuelto tan pasmosa que los que profesan el cristianismo
no sufren la sana doctrina, siguen sus concupiscencias y se
vuelven a las fábulas, se requiere que el siervo sea “sobrio en
todo,” que tenga su juicio formado por la verdad y que no
permita que su mente sea influenciada por los males y las
fábulas de la masa profesante.
Ya hemos sido exhortados a participar “de las aflicciones
por el evangelio” (2  Timoteo 1:8), a sufrir “penalidades”
como buenos soldados de Jesucristo (2  Timoteo 2:3); y
hemos sido advertidos de que “todos los que quieren vivir
piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución”
(2 Timoteo 3:12). Ahora somos advertidos adicionalmente

147
1 y 2 Timoteo

que debemos estar preparados para “soportar las aflicciones”


debido a los males de la Cristiandad.
Así, el fiel debe estar preparado para sufrir por causa del
evangelio, por causa de Jesucristo en el terreno de la piedad
de tipo cristiano, y en vista de los males de la época.
Además, no obstante lo malo del momento, y mientras
el día de la gracia continúe, el hombre de Dios, cualquiera
sea su don, debe desempeñar su obra como un evangelista.
El abandono de la verdad por parte de la masa, con la
mayor parte de sus así llamadas iglesias entregadas a la
mundanalidad y a las fábulas, no hace más que obligar al
hombre de Dios a continuar su obra evangelista, y cumplir
su ministerio. La obra del Señor no debe ser llevada a
cabo a medias. Debemos procurar terminar a la perfección
aquello que Él nos ha dado para hacer.
(V. 6). El siervo de Cristo se refiere ahora a su partida
como otro incentivo para el servicio. El final de su vida
de consagración, y la persecución consiguiente de parte
del mundo, estaban tan cerca que él podía decir, “yo ya
estoy para ser derramado como una ofrenda de libación”
(2 Timoteo 4:6  —  LBLA). Él habla de su partida como
el tiempo de su “disolución” o de su “suelta” (N. del T.:
en griego: analúseos. Ver “Nuevo Testamento Interlineal
Griego-Español, de Francisco Lacueva, Editorial Clie. Es
un viejo término analuö, desatar, desligar, disolver  —  Ver
“Comentario al Texto Griego del Nuevo Testamento de A.
T. Robertson, Editorial Clie). Para él, dejar esta escena era
una “disolución” o “suelta” de un cuerpo que le mantenía
lejos de Cristo, pero él presenta esto como una razón
para que Timoteo cumpla su ministerio. Cuán a menudo,
desde ese día, el hecho de que el Señor haya quitado un

148
(2 Timoteo 4)

siervo consagrado ha sido utilizado por Él para despertar a


aquellos que son dejados para el servicio activo.
(V. 7). Sin embargo, si la iglesia iba a ser privada de la
guía activa del apóstol, su ejemplo permanece para nuestro
estímulo. Aquí, entonces, Pablo en vísperas de su partida
mira hacia atrás a su trayectoria como siervo, y mira hacia
adelante al día de gloria cuando su servicio tendrá su
galardón resplandeciente. Mirando hacia atrás, él puede
decir, “He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he
guardado la fe.” En el tiempo de Pablo la fe ya era atacada
por todos lados, y es atacada aún más en nuestro día. Fuera
del círculo cristiano la fe recibía oposición de parte de los
Judíos ritualistas y de los filósofos Gentiles. Dentro de la
profesión cristiana estaban aquellos que habían “errado
acerca de la fe” (1 Timoteo 6:21  —  Versión Moderna), y
algunos que eran “réprobos en cuanto a la fe” (2 Timoteo
3:8). En presencia de esos ataques desde dentro y desde
fuera, Pablo podía decir, “He peleado la buena batalla.” Él
había batallado por la fe y había “guardado la fe.”
“La fe” es más que el evangelio de nuestra salvación;
ella se centra en Cristo e incluye las glorias de Su Persona
y la grandeza de Su obra. Implica toda la verdad completa
del cristianismo. El apóstol batalló denodadamente por la
fe, rehusando permitir cualquier ataque hostil sobre ella
desde cualquier sector. No se permitió que ninguna falsa
caridad interfiriese con su defensa inflexible de la gloria de
la Persona y la obra de Cristo.
(V. 8). Habiendo peleado la buena batalla, acabado la
carrera, y guardado la fe, él podía mirar con gran seguridad
hacia el futuro y decir, “De ahora en adelante me está
reservada la corona de justicia” (V. 8  —  Versión Moderna).
Él había transitado por la senda de justicia (2  Timoteo

149
1 y 2 Timoteo

2:22), había seguido la instrucción de justicia (2 Timoteo


3:16), y ahora consideraba llevar la corona de justicia.
Además, la corona de justicia será dada al apóstol por el
Señor, el Juez justo. Él había mantenido los derechos del
Señor en el día de Su rechazo, y recibirá la corona de justicia
en el día de Su gloria. El hombre le había dado al apóstol
una prisión; muchos de los santos le habían abandonado,
y algunos se le habían opuesto; pero, en cuanto a él, tenía
“en muy poco” el que fuera juzgado por los santos o por
tribunal humano. Para él el Señor era el Juez (1 Corintios
4:3-5). Él no dice que el juicio de los santos en cuanto a la
fidelidad, o de otra manera, de su trayectoria, no era nada;
sino que, comparado con el juicio del Señor, era muy poca
cosa. Demasiado a menudo los juicios que nos formamos
los unos de los otros están pervertidos por personalidades
mezquinas y consideraciones egoístas. El Señor es el Juez
justo.
Por tercera vez en el curso de la Epístola, el apóstol se
refiere a “aquel día” (2 Timoteo 1:12, 18; 2 Timoteo 4:8).
En todos los padecimientos, persecuciones, abandonos
e insultos que tuvo que enfrentar, ese día brillaba
resplandeciente ante él  —  el día de la manifestación del
Señor. Cuánto hay que no podemos comprender y no
podemos desenmarañar, cuántos desaires e insultos en
presencia de los cuales debemos callar en este día. Pero de
todas estas cosas podemos hallar alivio encomendándolas
al Señor  —  el Juez justo  —  para aquel día, cuando Él
“sacará a luz las obras encubiertas de las tinieblas, y pondrá
de manifiesto los propósitos de los corazones; y entonces
cada cual tendrá su alabanza de Dios, y no del hombre”
(1 Corintios 4:5  —   Versión Moderna).

150
(2 Timoteo 4)

Además, para nuestro estímulo, no se nos dice que la


corona de justicia está reservada simplemente para un
apóstol, o para un siervo dotado, sino para “todos los que
aman su venida.” Nosotros podemos pensar que la corona
de justicia está reservada para una gran actividad en la
obra del Señor, o solamente para aquellos que están en la
vanguardia como los que guían al pueblo de Dios; pero la
Palabra no dice que la corona es para los que obran, o para
aquellos que son prominentes, sino para los que aman Su
venida. Verdaderamente, el gran tema de esta porción de la
Epístola es estimular al siervo a que trabaje; pero que sea
cuidadoso de que su obra sea gobernada por el amor. Amar
Su venida implica que amamos a Aquel que va a venir y,
amándole, amamos pensar en el día cuando Aquel que
ahora es rechazado y despreciado por los hombres, venga
“para ser glorificado en sus santos y ser admirado en todos
los que creyeron” (2  Tesalonicenses 1:10). Además, amar
Su venida supone que estamos caminando juzgándonos a
nosotros mismos, pues leemos que, “todo aquel que tiene
esta esperanza puesta en él”  —  la esperanza de ser como
Cristo cuando Él venga  —  “se purifica, así como él es
puro.” (1 Juan 3:3  —  Versión Moderna).
En los versículos finales de la Epístola tenemos un
hermoso cuadro de las gracias de Cristo, los afectos
cristianos y los intereses del Señor que unen a los santos
individuales; esto es precioso en cualquier tiempo, pero
cuánto más lo es en un día de debilidad y fracaso cuando
los que temen al Señor habla cada uno a su compañero
(Malaquías 3:16).
(V. 9). Pablo ya ha expresado su deseo de ver a Timoteo,
su amado hijo (2 Timoteo 1:2); ahora, en vista de su pronta
partida, él insta a Timoteo a venir rápidamente.

151
1 y 2 Timoteo

(Vv. 10-11). Él anhelaba ver a Timoteo tanto más


porque había sufrido la pérdida de un compañero de labores.
Demas había abandonado al apóstol, habiendo amado el
mundo presente. No dice que Demas había abandonado a
Cristo, sino que él halló que era imposible continuar con
un representante tan fiel de Cristo y, al mismo tiempo,
mantenerse en buenos términos con el mundo presente. Se
debía renunciar al uno o al otro. ¡Es lamentable! Él abandonó
a Pablo y escogió el mundo. Otros se habían marchado,
sin duda alguna, del servicio del Señor. Solamente Lucas
estaba con él. Este fiel compañero de sus activas labores
permaneció con él en los momentos próximos a su muerte,
y el apóstol se deleita en dejar registrado su devoto amor.
Pablo desea especialmente que Timoteo traiga consigo
a Marcos. Hubo un tiempo cuando Marcos se había alejado
de la obra y del apóstol, a causa de ello, consistentemente
rehusó llevarle consigo en su segundo viaje al servicio del
Señor. Juzgó que no sería provechoso. Evidentemente que
este fracaso por parte de Marcos había sido juzgado y, por
lo tanto, todo sentimiento había sido removido, y no se hace
ninguna alusión adicional en cuanto al fracaso. Si esta fuese
la única referencia a Marcos, nosotros no habríamos sabido
nunca de algún fracaso en el servicio. Pablo ya lo había
encomendado a la asamblea de los Colosenses (Colosenses
4:10); ahora desea su presencia, y hace notar especialmente
que, en el asunto mismo en que él había fracasado, este
siervo restaurado iba a ser muy útil, pues, dice el apóstol,
“me es útil para el ministerio.”
(V. 12). Tíquico, quien aparentemente había sido
enviado anteriormente por el apóstol a Creta (Tito 3:12),
fue enviado ahora a Éfeso. Él era uno que estaba dispuesto
a servir bajo la dirección del siervo de Cristo.

152
(2 Timoteo 4)

(V. 13). El hombre natural podría pensar que, en este


importante cargo pastoral, el apóstol debería dejar de hablar
de un capote y de libros. Nosotros olvidamos que el Dios
que ha provisto para nuestra bendición eterna no descuida
nuestras más pequeñas necesidades temporales. El abrigo
que usamos y los libros que leemos no son asuntos que son
indiferentes a Él. En nuestra insensatez podemos pensar
que esas cosas están más allá de Su atención; pensando de
este modo, estas mismas cosas  —  el vestido que usamos, los
libros que leemos  —  a menudo se convierten en nuestras
mayores trampas.
(Vv. 14-15). Alejandro no es mencionado como un
maestro del error, como en el caso de Himeneo, ni como
amando este mundo presente como Demas. Él es más
bien un activo enemigo personal del apóstol, y, siendo
impulsado por una enemistad personal, sin importar
lo que Pablo dijera, Alejandro se oponía a sus palabras.
Tales personas existían en los días del apóstol, y aún se las
encuentra, lamentablemente, en la profesión cristiana, y son
quienes resisten lo que se dice, no porque sea incorrecto,
sino debido a la enemistad hacia la persona que habla.
Conscientes de la injusticia de tales personas, nosotros
podemos fácilmente bajar la guardia y enfrentar a la carne
actuando en la carne. El siervo del Señor no devuelve a una
persona como esa mal por mal, ni maldición por maldición.
No dice, ‘Yo trataré de lidiar con él conforme a sus obras;’
él encomienda todo el asunto al Señor, y, por lo tanto,
puede decir, “el Señor le retribuirá conforme a sus hechos”
(2  Timoteo 4:14   —  LBLA). No obstante, el apóstol
advierte a Timoteo que se cuide de él. ¡Cuán lamentable!
que existan aquellos en la profesión cristiana contra los
cuales sea necesario advertir a los santos.

153
1 y 2 Timoteo

(V. 16). El apóstol encontró en su día, así como muchos


han encontrado desde entonces, que la senda se vuelve
más angosta mientras nos acercamos a la meta. De este
modo, hecho comparecer ante los poderes de este mundo,
él tiene que decir, “Nadie estuvo conmigo, antes todos me
abandonaron” (Versión Moderna). Este trato, que parece
despiadado y cobarde, no hace surgir ningún resentimiento
en el corazón de Pablo. Al contrario, le induce a orar por
ellos para que esto “no les sea tomado en cuenta.”
(V. 17). Si todos los demás fracasan y nos abandonan,
las palabras del Señor permanecen siempre verdaderas,
“No te desampararé, ni te dejaré” (Hebreos 13:5). Así Pablo
encontró, en el día en que los santos le abandonaron, que
el Señor estuvo a su lado y le dio “fuerzas.” Si, no obstante,
el Señor da fuerzas, no son fuerzas para aplastar a nuestros
enemigos, o fuerzas para librarnos de circunstancias
difíciles, sino que es poder espiritual para testificar de Él en
presencia de Sus enemigos. De modo que el apóstol puede
decir, “El Señor estuvo a mi lado, y me dio fuerzas, para
que por mí fuese cumplida la predicación, y que todos los
gentiles oyesen.” De los registros de las predicaciones de
Pablo sabemos que la predicación era la proclamación del
perdón de pecados “por medio de Él”  —  de Cristo Jesús, el
Hombre resucitado en la gloria (Hechos 13:38). Si a Pablo
se le habían dado fuerzas para predicar a Cristo, el mismo
Señor ejerció Su poder para librar a Su siervo del peligro
inmediato. Así que él no dice, ‘Me libré a mí mismo;’ sino
que puede decir, “fui librado de la boca del león.”
(V. 18). Además, el apóstol puede considerar todo con
confianza y decir, “el Señor me librará de toda obra mala,
y me preservará para su reino celestial.” Como el Salmista
puede decir, “Jehová te guardará de todo mal; Él guardará

154
(2 Timoteo 4)

tu alma” (Salmo 121:7). El reino celestial puede, en efecto,


ser alcanzado a través de la muerte de un mártir, pero el
alma será preservada a través de todo mal.
Teniendo en mente este reino celestial, el fiel siervo
de Dios puede finalizar su Epístola prorrumpiendo en
alabanza a Aquel que, a pesar del abandono de los santos,
el poder del león o toda obra mala, preservará a Su pueblo
para Su reino  —  y, “A Él sea la gloria, por los siglos de los
siglos. Amén” (Versión Moderna).
(V. 19). Pablo añade un saludo final a dos santos, Prisca
y Aquila, quienes habían estado asociados con él en sus
primeras labores y habían permanecido fieles a él en sus
días finales (Hechos 18:2). Nuevamente él piensa, también,
en la casa de uno que no se avergonzó de sus cadenas
(2 Timoteo 1:16-18).
(V. 20). Con el interés que no podemos evitar tener en
los movimientos, labores y bienestar de fieles siervos del
Señor, Pablo, en su día, registra el hecho de que “Erastos se
quedó en Corinto” y que había dejado a Trófimo en Mileto
enfermo. Por lo visto, el poder milagroso de sanar que en el
curso de su testimonio había sido tan sorprendentemente
utilizado por el apóstol, nunca fue utilizado para el alivio
de un hermano o un amigo. Como alguien ha dicho, ‘Los
milagros, como una regla, eran señales para los incrédulos,
no un medio de sanación para la familia de la fe.’
(V. 21). Ningún detalle que concierne a Sus hijos es
demasiado pequeño para que no sea considerado por
nuestro Dios y Padre. Pablo ya había mencionado el capote
y los libros; ahora, él piensa en la estación del año. Timoteo
debe esforzarse por venir antes de que el invierno añada a
las privaciones de su jornada.

155
1 y 2 Timoteo

Tres hermanos y una hermana son mencionados por


su respectivo nombre como enviando saludos a Timoteo
junto con “todos los hermanos”, una prueba, no solamente
del amor y la estima en que Timoteo era tenido, sino de la
preocupación del apóstol para promover el amor entre los
santos.
(V. 22). Pablo finaliza muy maravillosamente la
Epístola a Timoteo con el deseo de que el Señor Jesucristo
esté con su espíritu. Cuán a menudo nosotros podemos ser
correctos en doctrina y principio, e incluso en conducta
externa, y aún así, todo esto puede ser estropeado siendo
incorrectos en espíritu. Si el Señor Jesús está con nosotros
en Espíritu, nosotros exhibiremos en nuestras palabras y
modos “el Espíritu de Jesucristo” (Filipenses 1:18). Para
esto Timoteo y los santos con él necesitaban gracia; de
modo que el apóstol cierra su Epístola con el deseo de que,
“La gracia sea con vosotros.”
Que nosotros podamos, también, en estos tiempos más
difíciles, saber cómo fortalecernos en la gracia que es en
Cristo Jesús, que nuestros espíritus puedan ser guardados
en presencia de todo esfuerzo del enemigo para estropear
nuestro testimonio despertando la carne. Necesitamos
fidelidad inflexible en el mantenimiento de la verdad,
combinada con la gentileza de Cristo, no sea que se hable
mal hasta del camino de la verdad.

156

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