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Entre la materia y la memoria: la tensión entre la durée y los recuerdos de Tijuana en Idos

de la mente de Luis Humberto Crosthwaite1

En su libro Tijuanologías (2006), Heriberto Yépez deconstruye los mitos acerca de la

ciudad fronteriza de Tijuana. Este gesto es una reacción al revuelo que se generó en torno al

“descubrimiento” de la ciudad como un laboratorio posmoderno de hibridación utópica en la

última década del siglo XX. Sin embargo, uno debe tener en mente que Tijuana como espacio de

hibridaciones “ideales” es una entre muchas interpretaciones realizadas para atribuirle una

esencia a lo que para muchos es un lugar que encierra lo otro dentro y fuera de la frontera

mexicana. Algunas cosas sí son seguras en lo que respecta a este espacio tan real como

imaginado: 1) el papel que desempeña la expansión capitalista en el norte mexicano, 2) es una

ciudad de migrantes y 3) las experiencias empíricas de los tijuanenses y los recuerdos que

constituyen el mundo que les sirve de trasfondo a aquellas. Afirma Yépez que Tijuana es un

“[u]na ciudad que es puro espacio pero que no existe en el tiempo” (100). Su atemporalidad –

como el flujo de tiempo indivisible del filósofo francés Henri Bergson– tiene en la literatura

nostálgica una contraparte cualitativa que recrea la vivencia del tiempo, la cual se experimenta

desde los recuerdos, en los que el tiempo queda relegado al significado íntimo del espacio. A

continuación, realizaré un análisis de la tensión entre lo que Bergson llama la duración (en

francés, durée) y el tiempo vivido cualitativamente en el mundo tijuanense casi etéreo de la

novela Idos de la mente (2001, 2010) de Luis Humberto Crosthwaite. Si bien el flujo del tiempo

manifiesta cambios inevitables que imposibilitan la autoidentidad de cualquier espacio cotidiano,

la memoria se resiste a la transformación de la materia y registra en los recuerdos el intento de

perpetuar los horizontes que dan consistencia a la vida, en este caso, tijuanense.

1
Alexander Torres, Visiting Assistant Professor of Spanish (Wells College). Ponencia presentada en el 49th NeMLA
Annual Convention “Global Spaces, Local Landscapes and Imagined Worlds” el sábado, 14 de abril de 2018.
Con respecto a su obra, Luis Humberto Crosthwaite, radicado actualmente en Estados

Unidos, dice: “Tijuana es el corazón y todo lo que rodea a lo que escribo. Ahí están ubicadas

hasta las historias que no la mencionan” (En voz propia 59). Pero como el núcleo duro de lo real

lacaniano, solo se puede acercar a él por medio del sueño (Žižek 78), es decir, indirectamente.

Anterior al concepto de lo real asociado con Lacan, la heterogeneidad de la duración teorizada

por Henri Bergson en su libro de 1889 Ensayo sobre los datos inmediatos de la conciencia es

una manera de pensarlo.2 Para entender lo que es la duración o, dicho de otro modo, el tiempo

real, es conveniente definirla a partir de lo que no es:

el tiempo no es una línea por la que se vuelve a pasar. Ciertamente, una vez que ha

transcurrido, podemos representarnos sus momentos sucesivos como exteriores unos a

otros y pensar así en una línea que atraviesa el espacio; mas quedará sobrentendido que

esta línea simboliza, no el tiempo que transcurre, sino el tiempo transcurrido. (Ensayo

sobre los datos inmediatos de la conciencia 129)

Al no existir en el tiempo, para seguir con la problematización sugerente de Yépez y la

concepción del tiempo bergsoniana, Tijuana no es, en sentido riguroso, un espacio por el que se

vuelve a pasar. O como sostiene Fiamma Montezemolo, el “ser” de Tijuana es “un devenir, y no

un estático estar” (“Tijuana, becoming rather than being” 92). No obstante, Idos de la mente,

igual que las demás obras de Crosthwaite, se resiste a la “multiplicidad cualitativa” de la

duración (Bergson 94), ya que en ella “se manifiesta una nostalgia por Tijuana, por los amigos,

por los amores de aquella época pasada” (Cota Torres y Ruiz Méndez 62). Bergson reconoce la

tendencia y la utilidad de rememorar, una de cuyas formas (pienso) es la nostalgia, pero para

hacerlo “es preciso querer soñar” (Materia y memoria 96). Añade: “Quizás sólo el hombre es

2
En su libro Thinking in Time (2006), Suzanne Guerlac lo afirma de manera más o menos directa.
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capaz de un esfuerzo de esta clase. Incluso el pasado que remontamos de este modo es él mismo

escurridizo, siempre a punto de escapársenos, como si esta memoria regresiva fuera contrariada

por la otra memoria, más natural, cuyo movimiento hacia adelante nos lleva a obrar y a vivir”

(96). Pero para la nostalgia, tal vez por ser una rememoración más intensa, más arraigada en los

afectos, el pasado parece ser más escurridizo.

Nada en el mundo es autoidéntico. Las personas, las cosas y los lugares cambian. Sin

embargo, el capitalismo moderno ha acelerado el cambio en cada región del planeta. En otras

palabras, estar la conciencia humana permanentemente sujeta a la heterogeneidad cualitativa de

todas las cosas no significa que no se puede soñar individual y colectivamente la continuidad

cualitativa en la vida diaria. Es a partir de esta propensión que se puede constituir una cultura,

una comunidad, una identidad. En regiones del mundo donde el ethos del capitalismo moderno,

esto es, lo que Bolívar Echeverría denomina ethos realista, no es un rasgo fundamental de su

carácter civilizatorio, existe la viabilidad de mantener la forma natural del mundo de la vida.

Este, según Echeverría, es el caso general de México en cuyo ethos civilizatorio –el ethos

barroco– sobrevive la forma natural de su vida social. Y si bien se puede argumentar que el ethos

barroco también se encuentra en el espacio, es decir, en la cultura tijuanense, esta limita con las

emanaciones realistas (capitalistas) de Estados Unidos. De hecho, el desarrollo de Tijuana, según

la cita a continuación de Kathryn Kopinak, está atravesado por designios capitalistas, y, si se

considera la posibilidad de que parte de aquel está tomado, por así decirlo, por la ontología que

rige el capitalismo moderno, se puede concluir que la experiencia de la ciudad norteña oscila

entre una tendencia hacia la homogeneidad cualitativa y la heterogeneidad cualitativa que

involuntariamente desvela la circulación azarosa del capital:


Like other northern areas of Mexico, Baja California was sparsely inhabited after the

Mexican American war. In order to settle it, the federal government passed the

Colonization Law in 1883 which allowed foreigners and non-native Mexicans to own,

develop and settle Mexican land. Passed originally under President Gonzalez, it was

subsequently promoted by President Porfirio Diaz, who integrated it into his broader

opening of Mexico to foreign capital. Aguilar argues that under Diaz’s policies to attract

US capital, Tijuana was transformed from a ranch to an urban settlement due to the

economic boom in southern California at the end of the nineteenth century.

(“Globalization in Tijuana Maquiladoras” 224)

Y a pesar de las transformaciones que sufre la ciudad ligadas a su papel en el mercado global,

Montezemolo nos recuerda que

[a] lo largo del Novecientos … la ciudad de paso se vuelve al mismo tiempo un destino

…. Tijuana es tierra de oportunidad y su cercanía a los Estados Unidos ya no es la única

razón de la presencia de la gente en su suelo. La rigidez de las medidas contra la entrada

ilegal a los USA también ha ido determinando el destino de Tijuana. Al mismo tiempo,

mas [sic] allá de los migrantes que llegan aquí, hay una historia de estabilidad,

permanencia que es la de los que empiezan a ser habitantes de tres, cuatro o cinco

generaciones: esas familias que a veces no son consideradas en la estadística del

estereotipo tijuanenense [sic] que se asocia a cierta vacuidad y a lo nómada-efímero de lo

fronterizo …. (103)

Y los personajes más significativos de Idos de la mente –Cornelio, Ramón, José Alfredo e

incluso Dios– forman parte de “las sociedades estables que se han formado en las fronteras”, las

que, como asegura Manuel Ceballos Ramírez, tratan de “llenar la vida fronteriza de sentido”
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(citado en Montezemolo 103-104). Pese a la continua reinvención de la ciudad (Vaquera 84),

según la descripción de Santiago Vaquera, la novela de Crosthwaite, a través de los personajes

mencionados, refleja un impulso de perpetuar un mundo de la vida que podría calificarse de

tijuanense.

Como bien se sabe, la trama de Idos de la mente está inspirada en la vida de los artistas de

música norteña Cornelio Reyna (1940-1997) y Ramón Ayala (1945), y también de John Lennon

y Paul McCartney. Reyna y Ayala formaron la banda exitosa llamada los Relámpagos del Norte.

Según Edmundo Pérez, “en 1963 … el tema Ya no llores los proyectó a la popularidad” (Que me

entierren con narcocorridos 189), el mismo año en que se lanzó el primer álbum de los Beatles,

Please Please Me. En el texto de Crosthwaite, los personajes Cornelio y Ramón forman los

Relámpagos de Agosto, clara referencia al título de la novela de Jorge Ibargüengoitia. Y a pesar

de la fuerte referencialidad paralela establecida entre la vida de John Lennon y Paul McCartney y

Cornelio y Ramón en el argumento de la historia, el enfoque será sobre la constante tensión entre

la heterogeneidad que acarrea el tiempo real y el intento de depositar el tiempo en el espacio

tijuanense con la intención de perpetuar una vida social familiar, una a la que se puede volver

una y otra vez.

La misma estructura narrativa traiciona la pulsión de volver a una vida social

autoidéntica, puesto que sigue la tradición del Bildungsroman que, por supuesto, implica cambio.

Pero hay marcadores que aluden a un anclaje sociosimbólico que se resisten al flujo del tiempo.

El “ídolo” de Cornelio y Ramón desde jóvenes, José Alfredo, es uno de esos marcadores. Cabe

destacar que este personaje es indudablemente un trasunto del cantante de rancheras y corridos,

José Alfredo Jiménez (1926-1973). Y por más que no sea originario del norte de México, su

influencia musical en la región parece ser innegable, pues, como escribe Crosthwaite en “Misa
fronteriza”: “En el principio fue José Alfredo Jiménez. Y José Alfredo estaba junto a Dios, y

José Alfredo era Dios” (23). En la novela, aparece la figura “empírica” (“encarnada”) del

cantante José Alfredo, el cual permea las imaginaciones de los jóvenes Cornelio y Ramón. Y por

mucho que esté arropado en el aura sobrenatural de la fama, se deja encontrar en las calles por

gente común: “Las personas están felices por haberlo encontrado: … tienen una anécdota que

contar: José Alfredo, José Alfredo. Hoy lo vi, fue casualidad. Estaba en el bar. Lo miré al pasar.

Me saludó. Hablé con él. Le gustaron mis ojos. Es más alto de lo que imaginaba. Es más

chaparro. Es muy varonil. Parece homosexual. Me dijo. Me habló. Sonreía” (Idos de la mente

23-24). José Alfredo constituye un elemento fundamental del horizonte vivencial de la Tijuana

referida en este texto de Crosthwaite, la de una época pasada. Y tal vez por eso el ídolo de la

novela forma parte del plano divino, como el de “Misa fronteriza”. Al formar parte de este plano

o al ser una combinación de lo profano y lo divino, José Alfredo está sujeto a la multiplicidad

cualitativa de la duración, pero al mismo tiempo tiene un pie en la continuidad eterna que es el

tiempo divino. Aquí entra la figura de Dios.

Durante los primeros días de los Relámpagos de Agosto, Dios inesperadamente asedia a

Cornelio caminando en la calle diciéndole “[h]ey, qué onda, acércate un poquito, tengo algo que

decirte” (28). Y luego le dice “[a] mí también me encanta la música” (28), “[t]enemos que

hacerlo juntos. Tú solo no puedes, yo solo no puedo. Socios, partners, ¿le entras?” (29). En la

cultura cristiana latinoamericana, como en el resto de la occidental, Dios es concebido como el

creador del mundo y del universo cuyos atributos más importantes incluyen la bondad absoluta y

la omnipotencia. Sin embargo, estos atributos han sido cuestionados ante la existencia del mal en

el mundo. Como resume Ernesto Laclau, “[s]i Dios es responsable del mal, no puede ser el

depositario de la bondad absoluta, pero si no es responsable del mal, no es todopoderoso”


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(Debates y combates 100). Según Laclau, el filósofo medieval Juan Escoto Erígena ante este

dilema propuso que “el mal no existe realmente porque lo que llamamos “mal” son etapas

necesarias que Dios debe atravesar para alcanzar su divina perfección” (100). Esto va en contra

de la inmutabilidad de Dios del teísmo agustiniano que sigue siendo una creencia ampliamente

sostenida, pero los atributos inherentes al Dios norteño de Idos de la mente no incluyen ni la

bondad absoluta, ni la omnipotencia, ni un camino hacia la perfección. Por ejemplo, se narra:

“Sin querer inventé los asaltos, pensaba Dios, ahora quiero saber lo que sucederá con ellos. Fue

una etapa. Dios tiene etapas, lo sabe. Puede arrepentirse, puede cambiar de opinión. No es

perfecto (aunque esta afirmación sorprendería a muchos); más bien, no se cree perfecto” (77).

Tiene etapas, no se cree perfecto, pero tiene aspiraciones a la perpetuación cualitativa. Dios,

conversando con Cornelio le dice: “Es lo único que busco, muchacho, que todo sea como antes:

yo escribir estas canciones, tú cantarlas, y si Ramón tocara el acordeón… bueno… eso ya sería

un valor agregado” (158). Le dice esto, por supuesto, después de que Cornelio y Ramón

disolvieran su exitosa banda para que el primero siguiera su destino, idea inculcada en Cornelio

por su madre y que aparece en una carta enviada al mismo antes de la separación oficial de los

Relámpagos de Agosto. Aquí de nuevo emerge la tensión entre el impulso de sostener la

homogeneidad cualitativa ante el flujo de la duración.

Esto queda exagerada y dramáticamente demostrado en las muertes de José Alfredo.

Después de convertirse en solista, Cornelio empieza a frecuentar a su ídolo. Los dos se vuelven

grandes amigos, pero las experiencias que vive o más bien revive el ex Relámpago con José

Alfredo manifiestan que la iteración es humanamente imposible. En el primero de cuatro

capítulos prefigurativos titulados “Cuatro muertes hay en la vida”, el ídolo saca a pasear a

Cornelio en su auto deportivo, acelera su velocidad a una muy alta provocando un accidente en
que Cornelio ileso y él, antes de morir, dice por primera vez “Yo también hablaba con Él” (119),

refiriéndose a Dios y también a las conversaciones entre este y el ex líder de los Relámpagos. En

el segundo de los cuatro, José Alfredo, jugando golf con Cornelio, termina fulminado por un

rayo eléctrico y logra decir la misma frase antes de fallecer. En el tercero, el ídolo se interpone

entre Cornelio y una bala dirigida a él disparada por una “asesina solitaria” que llevaba “un

ejemplar de la novela The Catcher in the Rye en su bolso” (145), evidentemente inspirada en el

asesino de John Lennon. Muere y vuelve a repetir la frase. En el último de los cuatro capítulos

titulados “Cuatro muertes hay en la vida”, al inicio de este se narra: “Cornelio ya no piensa en

José Alfredo. Es un amigo más, uno que se ha perdido en el tiempo” (166). En esta ocasión, la

salud deteriorada de José Alfredo lo tiene habitando en el hospital Scripps en San Diego. Cuando

Cornelio –convencido por el mismo José Alfredo a visitarlo/despedirse– lo saluda por última

vez, se cuenta: “José Alfredo lo mira. ¿Lo reconoce? José Alfredo se va. No hay últimas palabras

ni últimas canciones. José Alfredo se va. ¿Yo también hablaba con Él? Ni eso. José Alfredo se

va” (167). He aquí lo real en su esplendor material, el paso implacable de un estado a otro sin la

posibilidad de repetir o revivir lo ya pasado. Es la Tijuana que se quiere revivir en este texto, un

lugar que dejó de existir hace tiempo, imposible de depositar en un presente eterno. Pero como

aquellas familias tijuanenses “de tres, cuatro o cinco generaciones”, se puede aproximar y aferrar

a esta ciudad fronteriza, por más que sea un “sueño”. Esta virtualidad queda plasmada en el

último capítulo de Idos de la mente, donde Cornelio y Ramón vuelven a estar juntos incluso

después de la muerte del primero. A pesar de ello, siempre está el recordatorio de la duración

cuando, por ejemplo, se narra que en la playa Ramón “[l]o ve [a Cornelio] alejarse, lo ve

convertirse en un punto lejano, luego simplemente en un punto, luego simplemente en una

distancia, en una distancia indescriptible, en una playa, en una playa desierta” (185).
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Obras consultadas/citadas

Bergson, Henri. Ensayo sobre los datos inmediatos de la conciencia. Trad. Juan Miguel Palacios.
Salamanca: Ediciones Sígueme, 1999.

Bergson, Henri, y María Pía López. Materia y memoria: ensayo sobre la relación del cuerpo con
el espíritu. Trad. Pablo Ires. Buenos Aires: Cactus, 2013.

Crosthwaite, Luis Humberto. Idos de la mente: la increíble y (a veces) triste historia de Ramón y
Cornelio. México, D.F: Fábula Tusquets Editores, 2010.

---. “Luis Humberto Crosthwaite.” Entr. Édgar Cota Torres y José Salvador Ruiz Méndez. En voz
propia = In Their Own Voices: entrevistas con narradores de la frontera México-Estados
Unidos, 2014: 59-65.

---. “Misa fronteriza.” Hecho en México. Ed. Lolita Bosch. Barcelona: Mondadori, 2011. 22-35.
Google Books.

Guerlac, Suzanne. Thinking in Time: An Introduction to Henri Bergson. Ithaca: Cornell


University Press, 2006.

Kopinak, Kathryn. “Globalization in Tijuana Maquiladoras: Using Historical Antecedents and


Migration to Test Globalization Models.” Papeles de población 37 (2003): 219-242.

Laclau, Ernesto. Debates y combates: por un nuevo horizonte de la política. Trad. Miguel
Cañadas, Ernesto Laclau y Leonel Livchitz. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica,
2008. Google Books.

Montezemolo, Fiamma. “Tijuana, becoming rather than being.” Arxius de sociologia 14 (2006):
91-110.

Pérez, Edmundo, y Ricardo Ravelo. Que me entierren con narcocorridos: las historias de los
gruperos asesinados. México, D.F: Random House Mondadori, 2012. Google Books.

Vaquera, Santiago. “Postcards from the Border: In Tijuana, Revolución is an Avenue.” Border
Transits: Literature and Culture Across the Line. Ed. Ana Ma Manzanas. Amsterdam:
Rodopi, 2007. 79-97.

Yépez, Heriberto. Tijuanologías. México, D.F: Libros del Umbral: Universidad Autónoma de
Baja California, 2006.

Žižek, Slavoj. El sublime objeto de la ideología. Trad. Isabel Vericat Núñez. México: Siglo
Veintiuno, 2001.

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