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Mi homenaje de la era de la privacidad que finalmente pasará

El gran director general de Tecnología de Accenture, Paul Daugherty, quien dirige el grupo de Ecosistema e
Innovación Tecnológica, sentenció que 《En nuestro negocio, hablamos sobre tecnologías emergentes y cómo
impactan las mismas a la sociedad. Nunca hemos visto una tecnología que se mueva tan rápido como la IA, la
cual tiene un impacto en la sociedad y la tecnología. Esta es, con mucho, la tecnología de movimiento más rápida
que hemos rastreado en términos de su impacto y recién estamos comenzando》.  

No obstante, con la nueva era tecnológica— la Era de los datos— se produce una crisis: a lo largo de los
años, las nuevas tecnologías han empobrecido el derecho de la privacidad, frivolizando la protección de la
libertad individual para realizar acciones determinadas y someterse a ciertas experiencias, dicha protección está
establecida por el proceso de la decimocuarta enmienda constitucional en EE.UU.  

Se percibe claramente una desorbitada recopilación de los datos de cada individuo, que hace que la
sociedad se haya transformado en un vidrio— un mundo transparente–: todas sus conductas están acopiadas
como datos en cualquier instante por un ingente sistema de almacenamiento que funciona día a día sin
cortapisas. Igualmente, sus acciones pueden ser reportadas mediante los dispositivos comunicativos o más bien,
utilizadas por los comerciantes como la información proporcionada para que algún día, cuando usted visite
Amazon, le aparezcan productos relacionados con su búsqueda en Internet y los compre, permitiéndoles
lucrarse. 

Bajo este contexto, casi todos los expertos de informática tienen una teoría sobre la definición y la manera
de sobrevivir en la “sociedad transparente”. Sin embargo, nadie, ni siquiera los expertos, entienden al pie de la
letra los cambios acarreados. 

Tras realizar varias búsquedas en Internet: leer unos artículos al respecto en periódicos prestigiosos y
escuchar audios de discurso por YouTube, nosotros abogamos por que el asunto sobre la privacidad sea
meramente una proposición falsa y no hemos de erradicarla, visto que vivir “transparentemente” —sin
privacidad— es una de las asignaturas que se han tenido que realizar tras la modernización. 

¡Qué paparruchas! Efectivamente, pero permítanos pormenorizar nuestro entender sobre esta arma de
doble filo. 

En primera lugar, es de sobra conocido que nadie puede escaparse de tan espeluznante acecho,
dondequiera que estemos, las máquinas están registrando nuestro historial incesantemente. Por mucho que
usted intente borrar su historial, su esfuerzo será infructuoso, mientras que el registro de los datos al pulsar el
botón” eliminarlos o quitarlos del historial” se estará guardando, lo que hará que usted se sienta más
decepcionado aún.  

La protección de la privacidad es como si fuera una defensa de la ciudad que presentará un escenario
bastante ridículo: todas las fuerzas de la sociedad comercial se movilizan, miles de tropas, como olas en la orilla,
continúan reuniéndose y perseverando para indagar sobre su privacidad. 
Lamentablemente, usted mismo no solo no está dispuesto a defenderla, sino que también es muy débil en
la efectividad del combate. Para más inri, usted se está convirtiendo constantemente en un traidor, publicando
en Facebook revelando su dirección de vez en cuando o enviando un mensaje en Twitter con la intención de
exponer sus preferencias. 

A no ser que usted embale todos sus equipajes, profesando una vida solitaria y ascética, sin contacto
permanente con la sociedad. Sin embargo, ¿podría vivir como un ermitaño por un año, una década o incluso, por
el resto de su vida? Nos parece que no. 

Hasta aquí, ¿aún tiene esperanza de evitar la vigilancia? 

Sabemos que nuestros argumentos pueden chocar con usted si tiene la esperanza de actuar para eludir este
problema, pero de hecho solamente podemos encogernos de hombros frente a él. Cabe únicamente mirar la
botella medio vacía: 

Antes de nada, es de extrema importancia enfatizar que los comerciantes tienen derecho probatorio para
usar los datos individuales con cierta finalidad; así y todo, se trata de una compraventa: les da los datos y le
ofrecen productos adecuados.  

Por otro lado, en cuanto a la protección de la privacidad, aludimos que su necesidad surge bajo condiciones
particulares: no deseamos que los hombres escondan su infidelidad ante su esposa. 

Entre paréntesis, a medida que las personas se separan de las relaciones organizacionales fijas, la necesidad
de la privacidad se va disipando por sí mismo. 

Por último, recopilando los datos y todo lo demás, las máquinas de información no pueden inferir los
comportamientos, ya que “cada maestrillos que tienen su propio librillo”, lo que significa que los pensamientos
de los seres humanos parecen ser demasiado “cuánticos”—indefinidos—. Para ilustrar, citamos a la fanfarronada
de una obra maestra denominada House of Cards, una serie de televisión filmada por la consabida empresa de
entretenimiento Netflix. Su director, David Andrew Leo Fincher señaló que mediante el análisis de datos, ellos
deciden cómo filmar la película, en la que cada pormenor y escena estuvieron establecidos basándose en los
datos. 

Si el resultado de las películas ha de atenerse al análisis de datos, ¿cuántas películas de Netflix se han
popularizado más realizando esta tarea? En efecto, el éxito que ha tenido esta obra se debe atribuir a su calidad y
el indeterminado gusto de cada individuo, los que no se pueden asegurar por los datos analizados. 

Por ende, El Big data es maravilloso, pero no tan asombroso como para atar todos nuestros portes. 

Como conclusión, partiremos de la época de la privacidad y nos congratulamos por la llegada de la nueva
era, donde podemos disfrutar de una vida sin tantas cargas y mientras nosotros estemos contentos ¿qué importa
los demás . 

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