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65. 4º. El 5º Ejercicio, que es aplicación de los sentidos, o puede entenderse de los
sentidos imaginarios (y así conviene a los menos ejercitados en la meditación, a quienes
principalmente se proponen estos Ejercicios), o de los sentidos de la razón superior o
mentales, y así convienen mejor a los aprovechados y versados en la vida contemplativa. Si
se trata del primer modo, no hay dificultad alguna en la visión imaginaria de las personas
con sus circunstancias, y en la audición de las palabras que hablan o decentemente
imaginamos que pueden hablar. En el tacto hay asimismo poca dificultad, cuando nos
imaginamos que besamos las huellas que dejaron los pies de Cristo o sus vestidos. Pero si
imaginamos besar algo más, esté la imaginación unida a la reverencia, como sería besando
los pies de Cristo, nuestro verdadero y supremo pontífice (cuyo vicario es Pedro y sus
sucesores, a los cuales besamos los pies, ya que ocupan el lugar de Cristo), o sus manos
como nuestro verdadero y supremo padre, rey y Señor, tal como suelen aquí los hijos y los
súbditos besar las manos a los padres, reyes y señores. En el olfato y el gusto, hay que subir
por encima de la imaginación hasta la razón, considerando la fragancia como de los dones
ausentes, y el gusto como de los dones de Dios, presentes en el alma santa, y rehaciéndonos
con su suavidad. Y la imaginación de los perfumes y sabores, que son percibidos por el
olfato y el gusto del cuerpo, lleva a ejercitar estos sentidos internos de la razón, en esta
clase de meditaciones.
2) San Agustín nos brinda también dos hermosos textos que pueden
ayudarnos a penetrar un poco más en este modo de orar «trayendo los sentidos»:
1
Confesiones, L.10, c.27.
2
M.L. 32, 782-783.