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ANEXO No.

(GUÍA No. 15)


EL «TRAER DE LOS SENTIDOS»

COMENTARIOS SOBRE LA APLICACIÓN DE LOS SENTIDOS

En el ejercicio de «traer los sentidos» no se trata de pensar en nuevas ideas, ni de


inventar nuevos métodos para introducirnos en el misterio. Más bien se asemeja a la
manera pasiva que tienen los sentidos al mirar, oler, oír, sentir, como un dato automático
que reclama la atención. Es una inmersión total de la persona en el misterio de la vida de
Cristo. Con el fin de comprender un poco más lo que propone San Ignacio con la aplicación
de sentidos, nos podemos servir de un texto del Directorio de Ejercicios del P. Polanco y de
otros dos muy iluminadores de San Agustín:

1) El P. Juan de Polanco, secretario de San Ignacio, escribió, probablemente entre


1573 y 1575, un Directorio de los Ejercicios que es considerado como el mejor y más
completo de los que prepararon la elaboración del Directorio Oficial, por el profundo
conocimiento que tenía Polanco de la mente y del espíritu de San Ignacio, por su
competencia teológica y su claridad. Se piensa que completó y sistematizó las notas
escuetas, conocidas como «Directorio autógrafo» del santo, que en realidad sería mejor
llamarlas, con el P. Calveras: «Notas Autógrafas». Sobre la aplicación de sentidos escribe:

65. 4º. El 5º Ejercicio, que es aplicación de los sentidos, o puede entenderse de los
sentidos imaginarios (y así conviene a los menos ejercitados en la meditación, a quienes
principalmente se proponen estos Ejercicios), o de los sentidos de la razón superior o
mentales, y así convienen mejor a los aprovechados y versados en la vida contemplativa. Si
se trata del primer modo, no hay dificultad alguna en la visión imaginaria de las personas
con sus circunstancias, y en la audición de las palabras que hablan o decentemente
imaginamos que pueden hablar. En el tacto hay asimismo poca dificultad, cuando nos
imaginamos que besamos las huellas que dejaron los pies de Cristo o sus vestidos. Pero si
imaginamos besar algo más, esté la imaginación unida a la reverencia, como sería besando
los pies de Cristo, nuestro verdadero y supremo pontífice (cuyo vicario es Pedro y sus
sucesores, a los cuales besamos los pies, ya que ocupan el lugar de Cristo), o sus manos
como nuestro verdadero y supremo padre, rey y Señor, tal como suelen aquí los hijos y los
súbditos besar las manos a los padres, reyes y señores. En el olfato y el gusto, hay que subir
por encima de la imaginación hasta la razón, considerando la fragancia como de los dones
ausentes, y el gusto como de los dones de Dios, presentes en el alma santa, y rehaciéndonos
con su suavidad. Y la imaginación de los perfumes y sabores, que son percibidos por el
olfato y el gusto del cuerpo, lleva a ejercitar estos sentidos internos de la razón, en esta
clase de meditaciones.

66. 5º. Si lo interpretamos de los sentidos mentales y pertenecientes a la razón superior, de


acuerdo con la doctrina de San Buenaventura en el capítulo 4º del «Itinerario de la mente a
Dios», se pueden explicar estos sentidos del alma, en la cual está reformada la imagen de
Dios por la gracia de Dios, la fe, la esperanza y la caridad. Pues mientras por la fe cree en
Cristo, por él, como Verbo increado, que es el esplendor del Padre y el espejo de la eterna
luz, recupera y ejercita la mirada espiritual para considerar los esplendores de su luz, y así
Cristo es para él la verdad. Mientras por la fe cree en Cristo como Verbo encarnado, que
enseña lo referente a nuestra salud y perfección, recupera y ejercita por el mismo el oído
para recibir sus palabras, y de este modo Cristo es para él, el camino. Asimismo mientras
por la esperanza suspira por recibir a Cristo como Verbo inspirado, habitando en nosotros
por sus dones e invitando a los más altos carismas y finalmente a su plena fruición, por el
afecto del deseo y la esperanza, recobra el hombre el olfato espiritual y le ejercita
persiguiendo el olor de los perfumes de Cristo, el cual es para él de esta manera la vida.
Cuando por la caridad se une a Cristo como Verbo encarnado, como recibiendo del mismo
delectación aun en esta peregrinación, gustando cuán suave es el Señor, recupera y ejercita
el gusto espiritual. Mientras le abraza y en él se convierte por el puro amor que le
transforma en él, que no permite apartarse del mismo, ni deja que piense ni ame a otro que a
él sino por razón del mismo y en el mismo, recupera y ejercita el tacto espiritual.

2) San Agustín nos brinda también dos hermosos textos que pueden
ayudarnos a penetrar un poco más en este modo de orar «trayendo los sentidos»:

«¡Tardé te amé, Hermosura siempre antigua y siempre nueva! ¡Tardé te amé!


Tú estabas dentro de mí, pero yo andaba fuera de mí mismo, y allá afuera te andaba
buscando. Me aventaba todo deforme sobre estas cosas hermosas que Tú creaste. Tú
estabas conmigo pero yo no estaba contigo; me retenían lejos de Ti aquellas cosas
que si no estuviesen en Ti, no existirían. Pero Tú me llamaste y más tarde me
gritaste, hasta romper finalmente mi sordera; brillaste y resplandeciste y con tu
fulgor espléndido pusiste en fuga mi ceguera. Exhalaste tu perfume y aspiré tu
fragancia y ahora suspiro por Ti.; gusté tu sabor y por eso ahora tengo más hambre
y más sed de ese gusto; me tocaste y con tu tacto me encendiste en tu paz1.

«¿Qué amo cuando te amo a Ti, Dios mío? No la belleza corporal, no el


adorno que dura un momento, no el resplandor de la luz, ni las dulces melodías de
las más bellas canciones, ni el perfume de las flores y de los ungüentos y de los
aromas, ni el maná, ni la miel, ni el placer de los abrazos. No es esto lo que yo amo
cuando amo a mi Dios, y, sin embargo, amo cierta luz y cierta voz y cierto perfume
y cierto manjar y cierto abrazo en mi interior, donde brilla una luz que ningún lugar
puede contener; donde hay un sonido que no se apaga en el tiempo; donde hay un
perfume que el viento no disipa; donde hay un manjar cuyo gusto no pasa; donde
hay una caricia que no se acaba. Esto es lo que amo cuando amo a mi Dios»2

El P. Eduardo Briceño, S.J., publicó en APUNTES IGNACIANOS (CIRE, Bogotá)


n.8, Mayo-Agosto de 1993, el artículo «La “Aplicación de sentidos”: ¿un tesoro
olvidado?», que puede ser también una provechosa lectura espiritual sobre el tema.

1
Confesiones, L.10, c.27.
2
M.L. 32, 782-783.

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