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Josep Ballart EL PATRIMONIO HISTORICO Y ARQUEOLOGICO: VALOR Y USO Arie Disefio de la cubierta: Vicente Morales 1.8 edicién: enero 1997 2.8 edicion: julio 2002 © 1997: Josep Ballart Derechos exclusivos de edicién en espaiiol reservados para todo el mundo: © 1997 y 2002: Editorial Ariel, S. A. Provenga, 260 - 08008 Barcelona ISBN; 84-344-6594-9 Depésito legal: B. 26.909 - 2002 Impreso en Espafia Ninguna parte de esta publicacién, incluido el disefio de la cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida en manera alguna ni por ninguin medio, ya sea eléctrico, quimico, mecénico, 6ptico, de grabacién o de fotocopia, sin permiso previo del editor. CapiTuLo 2 PASADO, HISTORIA, PATRIMONIO Tropezamos en nuestra marcha adonde quiera que nos volva- mos con rastro de grandeza pasada, con ruinas gloriosas... MJ. DE Larra, 1833-1836 Las tinicas pruebas de la historia disponibles en todo mo- mento a nuestros sentidos son las cosas hechas por los hombres. G. KusLer, 1962 La aparicién del pasado y de las sociedades con historia Los objetos que permanecen en el tiempo transmiten de una manera directa a los individuos noticias y sensaciones que provie- nen del pasado. Como apunta Kubler, son la puerta mas directa hacia el pasado, mucho mas que los dichos y las historias o las mismas ideas escritas, porque estan presentes ante nuestros ojos y se pueden tocar. El legado, el patrimonio que se hereda, es una manera de mantener en contacto en el circulo social familiar, mas alla de la muerte, una generaci6n con la siguiente, y eso todo el mundo, quien mas quien menos, lo ha experimentado en propia carne. Los objetos son una puerta hacia el pasado, de un pasado que, no obstante, persiste como idea al margen de los objetos, porque el pasado existe bajo la doble condicién de idea y de cosa. El pasado como idea esta en la historia, forma parte del hecho de historiar y es hasta cierto punto independiente de la nocién de paso del tiempo. Participar del mismo es un privilegio de la condicién hu- mana de individuo cultivado. La consciencia de paso del tiempo y 30 EL PATRIMONIO HISTORICO Y ARQUEOLOGICO: VALOR Y USO con ella la consciencia de pasado, que no es exactamente lo mismo que la idea de pasado, son también especificas de la especie hu- mana. La consciencia de pasado se organiza en los seres humanos merced a una facultad extraordinaria de la mente humana, la fa- cultad de recordar, de retener experiencias pasadas. Como veremos pronto, la consciencia humana en sociedad, no la consciencia indi- vidual, ha desarrollado dos nociones del tiempo, la del tiempo que pasa y la del tiempo que perdura. La consciencia del tiempo que pasa es propia de culturas complejas y lleva directamente a la idea de historia. En cambio, la consciencia del tiempo que perdura, que se da en sociedades menos complejas, lleva al presente eterno, una especie de no tiempo que aparece en los mitos y en ciertas na- rraciones y en las representaciones de ritos littirgicos que reviven manifestaciones primigenias y originales de lo sagrado. Pero volva- mos por un momento a la memoria como facultad humana y a las relaciones que establece con el pasado y la historia. La memoria es la vida, afirmaba el historiador francés P, Nora (Nora, 1984, XIX). La memoria de las personas es insegura, inestable y fragil, pero es el mayor tesoro que tiene el ser humano para extender puentes con el pasado y de esta forma poder seguir nutriendo y enriqueciendo una vida. P. Nora segufa desgranando un sugestivo discurso acerca de las relaciones entre la memoria y la historia, que inclufa las pa- Jabras siguientes: .». siempre mora (la memoria) en grupos de personas que viven y por Jo tanto se encuentra en permanente evolucién. Est4 sometida a la dialéctica del recuerdo y del olvido, ignorante de sus deformaciones sucesivas, abierta a todo tipo de uso y manipulacién. En ocasiones permanece en estado latente durante largos periodos, para después revivir stibitamente. La historia es la siempre incompleta y proble- miatica reconstrucci6n de aquello que ya no existe. La memoria per- tenece siempre a nuestra época y constituye un lazo viviente con el presente eterno; la historia, en cambio, es una representacién del pa- sado. Qué duda cabe que la memoria como el recuerdo, si se agarran a unos asideros se convierten en mas seguros y fiables, o como dice H. Arendt, la una y el otro «precisan de cosas tangibles para recor- darlas, para que no perezcan por si mismas» (Arendt, 1974, 226). Estos asideros son los objetos que siguen ahi desafiando al tiempo. Por lo tanto, podemos afirmar, replicando en parte a Nora, que la memoria personal, mas fragil y engafiosa, y la memoria colectiva, PASADO, HISTORIA, PATRIMONIO. SE més resistente pero igualmente insegura, ya sean recuperadas en forma de recuerdos o de lecturas de hechos pasados, pero sobre todo encapsuladas y fijadas en objetos y revisitadas, son una forma de viaje por la historia, un viaje mas util y seguro si se confia en la solidez de esos ganchos o asideros, de esos anclajes del tiempo que son los objetos. : La memoria personal, se ha dicho, es una forma de historia, de historia individual e intima légicamente. La historia como disci- plina de interés mundano va necesariamente mas lejos que la me- moria personal y apunta siempre a las colectividades. E. H. Carr reserv6 para la historia como saber «la investigacién en el pasado del hombre en sociedad» (Carr, 1973, 64). La historia tal como la concebimos desde las escuelas, los libros y las instituciones, la his- toria en maytiscula, como a menudo se la califica, es cosa de gru- pos y trata sobre grupos. El nacimiento de la historia como disci- plina se ha asociado a la aparicién de documentos escritos por parte de individuos que hablan sobre si mismos o sobre otros indi- viduos que los precedieron. La palabra historia procede del griego y significa, literalmente, relato. Se trata de un relato confeccionado a base de apuntes que contienen informaci6n, por eso en griego historia también significa exploracion 0 conocimiento producto de Ja informaci6n que se ha ido atesorando. La palabra historia no fue, en cambio, de uso corriente en el mundo romano, ya que nunca dejé de ser, en latin, un neologismo nada popular. Los roma- nos preferian la expresién res gestae para significar aproximada- mente lo mismo que los griegos querian decir con historia, con la peculiaridad de que se trataba siempre de un tipo de relato tenido de caracter épico que ponia de manifiesto hechos y acciones lleva- dos a cabo por un individuo o un pueblo. La historia es fundamen- talmente, desde los origenes del mismo vocablo, el relato de unos hechos acaecidos en el pasado. El concepto, pues, adquiere sentido desde el principio, en relaci6n a elementos como oralidad, narra- cién y texto; es decir, palabra y memoria por encima de todo. No aparecen, en relacién a la construcci6n del relato, objetos materia- les por ninguna parte. En realidad, ello no es exactamente asf; se trata de una falsa apariencia, como vamos a ver. El tiempo no ocupa lugar, por eso se dice que, como el saber, puede almacenarse en la memoria. Pero eso no es verdad del todo; el paso del tiempo va acompafiado de una sobrecarga tal de cosas —informaciones, acontecimientos, ideas, historias— que van acu- muldndose en la conciencia personal y colectiva, que hace necesa- a2: EL PATRIMONIO HISTORICO Y ARQUEOLOGICO: VALOR Y USO ria la contribucion de algtin soporte mas estable, seguro y duradero que la memoria, circunstancia que da lugar a la aparicién del re- lato hist6rico escrito, el libro. Y mientras pasa el tiempo, el espacio va Ilendndose de objetos que, como las palabras, también signifi- can e informan. Por eso no es extrafio que junto a los relatos hist6- ricos aparezcan en la historia humana, al mismo tiempo, las biblio- tecas para guardar los relatos y otros documentos escritos, y los museos, que conservan los objetos mas apreciados, mientras se le- vantan monumentos a la memoria de los hombres. Es notorio que el tiempo que fluye tendria un sentido limitado para nuestra con- ciencia humana si no tuviese una correspondencia con un espacio contra el que destacan las formas de los objetos. El espacio, el marco natural fisico sobre el que proyectarse el grupo humano, se estira y se encoge en funci6n de las circunstancias. Las civilizacio- nes hist6ricas han tendido a crecer, a ampliar el espacio ocupado; lo han transformado ffsicamente y lo han Ilenado de creaciones ar- tificiales, esto es, de objetos. De esta manera el espacio geografico es una dimensi6n que se asocia naturalmente a las perspectivas de reproduccién, permanencia y progreso de la humanidad, junta- mente con los productos que el ingenio humano va depositando so- bre el mismo. La conciencia del tiempo que pasa, se ha dicho, lleva a la his- toria. Con ella los individuos y los grupos manifiestan una voluntad expresa de trascender, poniendo en relacién el pasado con el fu- turo. En otras palabras, manifiestan una voluntad patente de no morir, de conservar lo mejor que tienen, tanto lo material como lo inmaterial. Esta voluntad de continuidad recibe también el nom- bre de tradicién, aunque se entiende por tal generalmente cuando la transmisi6n de ideas, costumbres y creencias, para no referirnos a los actos, se hace de forma oral o por escrito. Decir continuidad es también pensar que el tiempo que pasa no pasa en vano, es de- cir, ha de producir consecuencias palpables, huellas de su paso. Se impone entonces capturar las huellas que deja el tiempo en las co- sas para catapultarlas hacia el futuro y usarlas como referencia, cosa que conlleva una aceptacién implicita del cambio y del pro- greso. Por eso ya las primeras civilizaciones histéricas dictaban su relato, porque situaban en el horizonte que intufan la esperanza de un cierto destino glorioso y al mismo tiempo no olvidaban preser- var para las generaciones futuras los mas preciados objetos. De esta manera las gentes hacfan un ejercicio de autoestima y de auto- determinacién, que los hacfa responsables de su destino. Asf pues, PASADO, HISTORIA, PATRIMONIO BS, las huellas del tiempo que pasa se recogen en determinadas trazas fisicas que se procura preservar. Por lo tanto, la proyecci6n del in- dividuo como individuo y del grupo como grupo en el tiempo tie- nen siempre que ver, en mayor o menor grado, con la disposicién de objetos y con la voluntad de legar patrimonio material. En algunas sociedades primitivas, mito e historia son dos nocio- nes que no se diferencian bien, al contrario de lo que sucede en las sociedades més evolucionadas materialmente. Es éste el dominio de la consciencia del tiempo que perdura, que funciona bajo la aparien- cia de un presente eterno que hace prescindible la misma nocién de paso del tiempo. En estas sociedades el individuo vive una existencia grupal indiferenciada que hace innecesaria toda conquista individual del futuro y se desprecia toda conquista territorial. El pasado es aqui una parte del presente que se vive intensamente de una forma espiri- tual o mental, y eso sucede asf, entre otras cosas, porque no hay una cultura material que haga presente fisicamente el pasado en el espa- cio del momento vivido. Mito e historia se confunden, ya que se trata de sociedades encerradas en si mismas, en cierta manera perfectas en lo que son, que necesitan y por tanto producen muy pocos obje- tos, y que dejan pocas cosas como legado material a las generaciones futuras. Este es el caso de las culturas aborfgenes que en el aisla- miento de la selva o la gran sabana han alcanzado una extraordina- ria relacién de equilibrio con el medio con muy poca inversién de energia y esfuerzo en la producién de medios artificiales de lucha contra el entorno. El escritor V. S. Naipaul (Naipaul, 1995, 62-63) ha- bla de estas culturas para las que el tiempo no cuenta, en una obra de ficcién, como un perspicaz antropdlogo; concretamente se refiere a los habitantes de la selva ecuatorial sudamericana, de esta manera: Cuando los hombres conocen bien su mundo, cuando conocen todas las flores y todos los arboles, todos los alimentos y todos los ve- nenos, todos los animales; cuando han perfeccionado todas sus he- rramientas, cuando todo guarda un equilibrio y no se tiene nada del exterior con que comparar, ¢qué idea pueden tener los hombres del paso del tiempo? Lo que nos da la idea de celeridad es el paso de las cosas. Cuando no se tiene con qué comparar, los hombres deben existir a la luz de las demas personas que conocen y a la suya propia. Sin contraste, sin que los objetos pasen, el tiempo perdura y la relaci6n naturaleza-cultura es de comuni6n o simbiosis y no tanto de oposicién. En ocasiones, la identidad pasado-presente se rela- 34 EL PATRIMONIO HISTORICO Y ARQUEOLOGICO: VALOR Y USO ciona con formas o estructuras precisas pertenecientes al reino mineral 0 vegetal situadas en lugares concretos, que se adornan de manifestaciones del espiritu. Como pasa con los aborigenes de Australia o de América, aparecen entonces paisajes espirituales, una especie de artefactos de la mente que nunca fueron realizados con las manos. En las sociedades primitivas de cultura circular los individuos se relacionan no tanto por la posicién que ocupan en re- lacion al territorio (el individuo como depredador sistematico y or- ganizado) y a la cultura material con que lo transforman, como por el conjunto de creencias recurrentes que profesan. Es una forma de religién que hace presentes principios de vida que no es preciso rei- vindicar continuamente, porque siempre se sienten cercanos. No hay duda de que son también una forma de tradici6n. Estas creen- cias pueden expresarse excepcionalmente valiéndose de las formas materiales al relacionarlas con lugares y estructuras determinados, por ejemplo los cementerios. De tales porciones del territorio, de tales locus, se hace un uso simbélico que refuerza el sentimiento colectivo de identidad y permanencia en el tiempo. Sin embargo, son las culturas del tiempo que pasa las que en mayor grado tien- den a favorecer la aparicién de simbolos (cosas materiales que de- signan o figuran otras cosas), porque experimentan con plenitud las dos circunstancias que marcan la eclosién de una consciencia del tiempo presente: la concrecién de la nocién de territorio y la ve- rificacion de la posibilidad de ampliarlo o de restringirlo, y el in- cremento de la presencia y el intercambio de cosas materiales pro- ducto de la actividad humana sobre el territorio. La consciencia de un tiempo presente diferenciado representa la irrupcién del trance de la inflexion y del cambio y siempre va acompafiado de la sensa- cién de complejidad que proporciona la entidad y el grosor de las realidades que marcan el transcurso de la vida diaria, la comprension de las cuales requiere el concurso del simbolo. Sobre el papel de los simbolos, estos objetos particulares que comunican mensajes, ya se volvera mas adelante. De momento hay que concluir en relaci6n a la noci6n del tiempo que, con una perspectiva de presente, el tiempo pa- sado y el tiempo futuro devienen referencias inmediatas e ineludibles. El valor de los objetos Hay un tipo especial de objetos materiales que producen las sociedades que reconocen el paso del tiempo, que ponen en rela- PASADO, HISTORIA, PATRIMONIO 35 cién pasado con futuro: los monumentos. Todos los monumentos conllevan algo de trascendente, y por tanto de permanente en sf mismos, que los hace particularmente ttiles y estimados. Los mo- numentos son consagraciones a la memoria. Con los monumentos pasa algo parecido a lo que sucede con la produccién de relatos historicos: los grupos manifiestan con ellos una voluntad de tras- cender, asociando pasado con futuro. Por eso E. H. Gombrich ha escrito que la verdadera esencia de un monumento es que se des- tine a las futuras generaciones (Gombrich, 1989, 116). El historia- dor griego Procopio de Cesérea ya descubrié entre los romanos una habilidad especial para conservar despierta la memoria. Se sorprendi6 al ver cémo los romanos «se esforzaban en proteger to- dos sus tesoros ancestrales y los conservaban de manera que nada desapareciese de la antigua gloria de Roma». Procopio de Cesarea se admir6 atin mas al descubrir al viejo barco de Eneas, el funda- dor mitico de la ciudad de Roma, flotando sobre las aguas del Ti- ber, «en perfecto estado, como si la mano del constructor lo aca- bara de poner a punto» (Haskell, 1994, 1). Aquel barco que se man- tenia amarrado a la orilla, entre los puentes del Tiber, hacfa de permanente recordatorio de unos origenes comunes cada vez mas mitificados. Los monumentos, de forma parecida a otros elemen- tos singulares de la cultura material de un colectivo humano, sean éstos objetos, estructuras 0 paisajes, acostumbran a funcionar de forma muy efectiva como simbolos. Pero también y antes que fun- cionar como simbolos, los elementos de la cultura material, en tanto que productos tangibles que permanecen en el tiempo, ya son, en sf mismos, referencias sélidas e ineludibles que se prestan especialmente bien a la necesidad de los seres humanos de estable- cer vinculos reales con el pasado, aunque s6lo sea vinculos senso- riales. La pensadora estadounidense de origen alemdn H. Arendt lo vio claramente cuando escribié en La condicién humana (Arendt, 1974, 184-185) las lineas siguientes: Este cardcter duradero da a las cosas de este mundo su relativa independencia con respecto a los hombres que las producen y las usan... Desde este punto de vista, las cosas del mundo tienen la fun- cion de estabilizar la vida humana, y su objetividad radica en el he- cho de que —en contradiccién con el pensamiento de Heraclito de que una misma persona nunca puede bafiarse en el mismo arroyo— los hombres, a pesar de su siempre cambiante naturaleza, pueden re- 36 EL PATRIMONIO HISTORICO Y ARQUEOLOGICO: VALOR Y USO cuperar su unicidad, es decir, su identidad, al relacionarla con la misma silla y con la misma idea. Dicho con otras palabras, contra la subjetividad de los hombres se levanta la objetividad de las cosas crea- das por los hombres mas bien que la sublime indiferencia de una na- turaleza intocada. Por tanto, el hecho de que los objetos duren y aguanten tal como son hace que adquieran un valor primordial para la vida de los hombres, al contribuir a ubicarla y a proporcionarle al ser hu- mano estabilidad, y de esta manera, éste es capaz de tomar referen- cias consistentes sobre s{ mismo y sobre el entorno que le rodea y mirar hacia adelante y hacia atrds. Pero la experiencia nos ensefia que los objetos que el ser humano produce le ayudan ademas a des- cubrir su propia dimensi6n temporal, a distinguir mejor entre pa- sado, presente y futuro. Sin objetos, el individuo se pierde en el magma de un mundo falto de referencias tangibles, donde el pre- sente puede llegar a parecer eterno. La «sublime indiferencia de una naturaleza intocada» nos abruma y nos desorienta y nos hace perder el norte. Y si contra la fluidez del tiempo y la volatilidad de la memoria se erige la estabilidad de los objetos, que en si mismos son ya parte del tiempo pasado y parte del tiempo que ha de venir, por medio también de los objetos, continuidad e identificacién, con sus corolarios de sensacién de pertenencia y de participacion de una misma tradicién, devienen elementos fundamentales que fomentan actitudes de relacién entre los hombres y de reconoci- miento del pasado que les es comtin. Antes se ha hecho referencia a aquel agregado de objetos que el individuo o el grupo hereda de sus ascendientes para poseerlos efectivamente y hacer de ellos el uso que mas le convenga. En tér- minos de hoy en dfa aquel legado material recibe la denominacion de patrimonio. El patrimonio es una prueba evidente de la existen- cia de vinculos con el pasado. El patrimonio alimenta siempre en el ser humano una sensacién reconfortante de continuidad en el tiempo y de identificaci6n con una determinada tradicién. En las sociedades modernas los elementos de continuidad y de identifica- cion estan presentes entre los individuos de la misma forma que en el pasado y son tan necesarios como antes. Las necesidades de rela- cién consciente con el pasado se muestran igualmente de podero- sas, tal como pensamos que sucedi6 antafio, aunque las sociedades actuales evolucionen a ritmos més rapidos. Asf nace, con el ruido y la confusién del cambio, la nocién de patrimonio histérico en el PASADO, HISTORIA, PATRIMONIO. 37 mundo moderno, como aquel legado de la historia que llegamos a poseer porque ha sobrevivido al paso del tiempo y nos llega a tiempo para rehacer nuestra relacién con el mundo que ya pas6. Uno de los fenémenos sociales contemporaneos de mas profun- didad y proyeccién de nuestros dias en que la conciencia de identi- dad de las sociedades, asociada a la nocién de continuidad parece que flaquea, es el despertar de movimientos sociales de reaccién contra una sociedad, la actual, moderna, pragmatica y consumista que por su modo de vida amenaza la permanencia de los vinculos historicos a base de poner en peligro de desaparicién la herencia tan- gible del pasado. La sociedad contemporanea ha acelerado de una manera extraordinaria, en relacion a otras épocas, el ritmo de pro- duccién de objetos gracias al progreso tecnolégico y también el de generaci6n de desechos y aun el de destruccién de objetos subrepti- ciamente convertidos en obsoletos. Esta espiral produccién-destruc- cién de objetos, sin aparente solucién de continuidad, llega a extre- mos que provocan alarma social, como ponen de manifiesto tanto los movimientos conservacionistas del medio cultural, como los mo- vimientos ecologistas. La modificacién del entorno fisico con los cambios provocados en el paisaje y la practica desaparicién en todo el planeta del entorno natural primigenio, el crecimiento demogra- fico y los grandes movimientos de poblaci6n, el incremento del me- dio edificado, el aumento de la contaminaci6n atmosférica y de las aguas, alertan a la poblacién del mismo modo que el sentimiento de pérdida de la relacién con el pasado y con la tradicién. El valor del pasado Las ganas de pasado constituye hoy en dia el impulso primor- dial que mueve el interés de tanta gente por descubrir y conservar retazos de pasado. Para muchos estudiosos del fenémeno (Lipe, 1984, 1), el ansia de pasado es una de las manifestaciones mas sig- nificativas que adopta la reaccién de la sociedad contemporanea ante la conciencia de pérdida de continuidad cultural que ha pro- vocado la velocidad y escala del cambio que afecta al entorno fisico y cultural de las sociedades. Como muy certeramente afirma Lo- wenthal (Lowenthal, 1985, prélogo), el pasado sigue teniendo hoy la fuerza potente que siempre tuvo en los asuntos humanos, como fuente de identidad personal y colectiva y como baluarte contra el cambio masivo y angustiante. 38 EL PATRIMONIO HISTORICO Y ARQUEOLOGICO: VALOR Y USO Nuestras miras estén puestas en esos retazos del pasado tan apreciados en nuestra sociedad que no son otra cosa que parte de nuestro legado histérico material. Pero antes de profundizar algo mas en el significado actual del patrimonio histérico es aconseja- ble reflexionar por un momento acerca de una aparente disyuntiva: equé es lo que realmente vale, la reliquia, el resto de pasado en sf, que podemos contemplar como una humilde presencia fisica veri- dica de algo que fue, o el pasado que incorpora y le da sentido, esa abstraccién o entelequia que tira de nosotros? ¢Pero podemos se- parar las dos caras de esa realidad que es el objeto historico? O visto de otra forma, ¢qué papel juega esa abstraccién llamada pa- sado en la vida de los seres humanos? y ¢qué cosas buenas espera obtener la sociedad y cada una de las personas del pasado? Empecemos por los interrogantes del final. En el terreno de las sensaciones humanas, pasado presente y futuro ocupan cada uno su lugar. E] presente es como un soplo, visto y no visto; el fu- turo es siempre una incégnita, nadie sabe si nunca llegara. En este salto al vacfo que es la vida, el presente es como aquel instante de ingravidez sobre el precipicio que las peliculas de dibujos anima- dos celebran cuando al coyote le desaparece stibitamente el suelo sobre el que corrfa en su loca persecucién del correcaminos, y mueve frenéticamente las patas mientras se aguanta suspendido en el aire sobre el pavoroso precipicio. E] futuro puede ser el pavoroso precipicio; pero en todo caso siempre es un destino esencialmente inseguro. Por eso el hombre acostumbra a reaccionar ante lo des- conocido de una forma visceral: haciendo conjeturas y adivinando sefiales sobre lo que ha de venir, 0 girando la mirada hacia el pasado, y a veces también, no reconociendo otra cosa que el presente. El pro- néstico llega de la mano de sutiles elaboraciones que exigen un com- promiso de fe, se presenten bajo la forma de promesas utdpicas, el reino de la utopfa, o de religiones que aseguran la salvacion. El pa- sado es un lenitivo m4s suave, al alcance de la mayorfa, que puede llegar a tocarse. El pasado proporciona consuelo, alimenta la nostal- gia de un mundo mejor y se erige como refugio de verdades y certe- zas porque nadie puede negar ni desautorizar lo que ha pasado la prueba del tiempo, ha sido verificado y definitivamente resuelto. Con todo, el pasado como solucién blanda que representa, acostumbra a suscitar reacciones ambiguas. Nietzsche escribié: Podrfamos considerar dichosa nuestra época en dos aspectos. En relacién con el pasado, gozamos de todas las culturas y de todas PASADO, HISTORIA, PATRIMONIO 39 las edades. Nos hallamos lo bastante cerca del embrujo de las fuer- zas en cuyas entrafias nacieron estas épocas, para podernos someter a su hechizo, como de pasada, con placer y terro De esta ambigiiedad hay que salir al final con alguna certeza incontrovertible, y ésta existe, ya que lo tnico seguro con que cuenta el ser humano es con su pasado, puesto que de allf proviene. Esta valvula de seguridad funciona desde el momento en que el hombre utiliza la facultad de recordar. Memoria y sentido del pa- sado son dos cosas que trabajan en el ser humano intimamente re- Jacionadas y sobre las que fundamenta su proyeccién hacia el ma- fiana desde una minima y reconfortante sensacién de seguridad. Si Nietzsche introducia la duda, el intelectual espafiol Pedro Antonio de Alarcon lo expresaba limpiamente en 1868 en El museo univer- sal, con la conviccién del romantico impenitente, con estas excla- maciones iEs que la noble ambicién del espiritu humano no se satisface jamés con la posesién de un presente fugitivo, y aspira siempre a conservar el depésito de sus memorias, como aquellas tribus erran- tes de la antigtiedad que, cuando se trasladaban de una comarca a otra, cargaban sobre los hombros los venerados huesos de sus pa- dres! Como el pasado existe mas alla de toda duda, es por ello que sera pertinente partir de la hipotesis de que el pasado ayuda a ver claras las cosas; en otras palabras, da confianza y seguridad a las Personas. Pero esta «utilidad» del pasado no siempre se muestra diafana ni se percibe como tal, facilmente, sobre todo actualmente. Las actitudes hacia el pasado se muestran hoy en dfa tibias y cam- biantes y adoptan incluso formas contradictorias. Los problemas y las contradicciones acerca del pasado en la sociedad actual provie- nen del caracter dindmico de las sociedades contemporaneas. No hay duda de que la caracterfstica mas notable de la vida moderna €s su dinamismo. Para los socidlogos de la modernidad como A. Giddens, uno de los rasgos més evidentes que separan la €poca ac- tual de cualquier otro periodo de la historia es el extremo dina- mismo de nuestra sociedad. Para A. Giddens, el mundo moderno €s un «mundo desbocado» (Giddens, 1995, 28). Por eso las institu- Ciones de la vida moderna no guardan continuidad, en muchos as- Pectos claves, con las diversas culturas y formas de vida del pa- sado. 40 EL PATRIMONIO HISTORICO Y ARQUEOLOGICO: VALOR Y USO Qué duda cabe que la palabra cambio es hoy la que mejor de- signa los tiempos presentes. Whitrow sostiene que la naturaleza di- namica de la civilizacién actual hace que los hombres de nuestro tiempo dependan del sentido del tiempo en mayor medida que el hombre de épocas pasadas (Whitrow, 1990). Todo el mundo se ve necesitado de alguna pauta segura y fija para orientarse en un en- torno tan cambiante y esta pauta la proporcionan los relojes, los calendarios, los anuarios y las agendas. Todo cambia tan rdpida- mente que es preciso distanciarse respecto al tiempo para no caer en el remolino, con medios artificiales de medida y control. Pero este sentido del tiempo tan despierto que nos hace dependientes del reloj tiene otras repercusiones sobre la salud social y mental del hombre contemporaneo. Respecto al pasado, para el hombre con- temporaneo las secuencias temporales identificables como tales se reducen mas y ms, mientras se llenan de contenidos vivenciales, cosa que pone en dificultades a la memoria. Respecto al porvenir, se pierde perspectiva sobre el medio y el largo plazo, y con ella pro- fundidad en la reflexién. Es légico, pues, que las dificultades de las personas para dominar procesos y situaciones corrientes y cotidia- nas de la vida aumenten. Veamos algtin ejemplo del proceso de ace- leracién del tiempo, que es una manera de contemplar el fenémeno del dinamismo contempordneo. Aquello que en otro tiempo era cosa de un lento proceso de decantacién que duraba una genera- cién o mas y se digeria saludablemente, ahora puede pasar en unos pocos afios. El doctor Ferrater, en una conferencia pronunciada poco después de haber dejado el rectorado de la Universidad Poli- técnica de Catalufia en Barcelona, a principios de los afios noventa, cautiv6 a su audiencia con el pensamiento siguiente, aludiendo al progreso de la técnica y a la necesidad de prepararnos para la di- versidad: «Para que el conjunto de conocimientos de caracter téc- nico que el hombre posefa hace mil afios —dijo— se doblase, hicie- ron falta quinientos afios mas. A partir de entonces, en trescientos afios los conocimientos acumulados volvieron a doblarse y al cabo de cien afios mas se doblaron de nuevo. En los tiltimos tiempos s6lo han hecho falta cinco afios para duplicar todo el conocimiento técnico acumulado.» Ala vista de todo esto, es de remarcar que el conocimiento del pasado, las ciencias histéricas, tampoco hayan cesado de aumen- tar, mientras que, en cambio, el sentimiento de continuidad con el pasado no haya parado de disminuir dada la «aceleracién de la his- toria» que experimentamos las generaciones actuales. Con res- PASADO, HISTORIA, PATRIMONIO 4l pecto a las actitudes hacia el pasado, se dan finalmente dos tenden- cias aparentemente antagénicas. Por un lado, ante la fragmenta- cién del continuum temporal, la gente reacciona tachando de anti- cuado, que equivale a inttil, todo lo que tiene més de cuatro dias, mientras sostiene que sélo importa el presente. (En realidad, por presente hay que entender la corta secuencia en que se ha conver- tido el pasado identificable como tal, para cualquier persona que «vive al dia».) Por otro lado, la historia gana audiencia y credibili- dad y los objetos de la historia, nuestro patrimonio, estima y valor. El desconcierto y la angustia que se instalan en la sociedad ante la sucesién de acontecimientos y la aparente contraccién del tiempo van a menudo acompafiados de la pérdida de las nociones del antes y el después. Carmen Martin Gaite lo expresaba magnifi- camente en el periédico La Vanguardia de Barcelona en un articulo titulado «Cosa por cosa», publicado el 13 de febrero de 1994, cuando conclufa sus reflexiones diciendo: No es la pérdida de memoria, sino la imposibilidad de adqui-’ Tirla lo que se extiende como inquietante epidemia en la juventud ac- tual, ansiosa de consumir y devorar por entero el presente en el ins- tante mismo que es percibido. Incapaces de relacionar cosa con cosa, desvinculados del ayer y del mafiana, muchos de nuestros jéve- nes viven con el hilo perdido. En la manera de ver las cosas de Martin Gaite los tiempos pre- sentes duelen. Por un lado son tiempos satisfechos de sf mismos, tiempos modernos, superadores de los «modos» viejos, pero al mismo tiempo son unos tiempos que viven en el desconcierto y la desorientacién dado que no saben beneficiarse de la proteccién y gufa que proporciona un pasado prolongado, denso y consistente. El pasado, pasado, como el faro que conduce a buen puerto, queda hoy tan lejos y la luz que envia es tan débil, que, en palabras de Lo- wenthal, €s como un pais extranjero (Lowenthal, 1985). Asi pues, la misma drastica reduccién de la perspectiva temporal hace vivir al hombre de nuestro tiempo en un presentismo cargado de incégni- tas, huérfano como esta del padre espiritual que era el pasado. _ Miedos y desconfianzas atraviesan provocando escalofrfos nuestro Cuerpo social, y la palabra crisis se hace ubicua y sirve para to- Marle el pulso a los tiempos. Dia a dia constatamos como la gente tiene la sensacién de encontrarse permanentemente en crisis, y Aunque éste no sea un fendmeno totalmente nuevo, aparece mds intenso que antafio. Todo el mundo espera del futuro la solucién a 42 EL PATRIMONIO HISTORICO Y ARQUEOLOGICO: VALOR Y USO la crisis y al mismo tiempo desconffa prudentemente de lo que ha de venir. Y quiza por ello, como si de un acto reflejo se tratara, cada cual se preocupa, como quien se toma la presién, de pulsar orte- guianamente la relacién de su tiempo particular con el pulso de los tiempos. ¢Estoy al dia?, se pregunta la gente. H La otra cara del problema, la otra tendencia que convive con la que niega valor al pasado, mira hacia el pasado con esperanza. Mu- cha gente instalada en medio de la paradoja de los tiempos actua- les se consuela con el sentimiento de la nostalgia. El hecho es que hoy, quiz4 mds que en ningtin otro momento de la historia, se recu- rre a la historia. Entonces aparece en el imaginario popular el pa- trimonio histérico como la tabla salvadora. Es el boom contempo- raneo del patrimonio que se manifiesta con mayor intensidad pre- cisamente en los paises y lugares que mas han cambiado, que mas se han «modernizado». i Con el patrimonio el pasado se personifica, valga la expresion, en cosas tangibles, en objetos que se pueden ver y tocar; cosas a las que el hombre comin se dirige de una forma espontanea y natural porque pertenecen al mundo de lo sensible. Sin embargo, en tanto que obras no actuales, son poseedoras de mensajes no siempre ex- plicitos y en ocasiones incluso ocultos, agazapados entre los reco- vecos de su materialidad. Se trata en realidad de mensajes codifica- dos que pueden aportar luces y conocimiento, pero que para po- derlos descifrar y leer hay que pasar antes por un aprendizaje. Los arquedlogos, por ejemplo, son admirados por la sociedad porque saben leer el mensaje de las piedras antiguas. Pero antes de avan- zar por este sendero sera ilustrativo, para concluir este apartado, intentar categorizar los beneficios concretos que el hombre civili- zado espera obtener del pasado. Lowenthal argumenta que a las personas les cuesta expresar los beneficios que atribuyen al pa- sado. Para profundizar en la cuestién este autor ha establecido unas determinadas categorfas de beneficios después de pasar re- vista al amplio espectro de bondades posibles que depara el pa- sado, que una atenta lectura de documentos histéricos, textos lite- rarios, opiniones periodisticas y estudios criticos, le han proporcio- nado (Lowenthal, 1985, 36-52). De forma parecida, se intentara a continuacién establecer también una cierta propuesta de categori- zacion, a partir sobre todo de testimonios relacionados con la his- toria de la conservacién de los bienes culturales, que sirva para ca- librar la importancia que las personas conceden al pasado. Este discreto repaso pretende justificar un poco mejor la afirmacién 4 i: PASADO, HISTORIA, PATRIMONIO 43 precedente de que el pasado juega un papel importante en la socie- dad como lenitivo frente a los problemas de la vida, en tanto que sirve de consuelo y de refugio de certezas. En primer lugar es preciso insistir en una presuncién de apa- riencia cientifico-médica: el pasado da sentido y consistencia al presente por obra y gracia de un proceso asociativo en el que inter- viene la facultad de la memoria. Sin la memoria de las experiencias pasadas los hombres irian por el mundo un poco zombis porque pocas cosas podrian reconocer. Como apunta J. L. Borges, habria mucho que hablar sobre nuestra entereza personal: «es sabido que la identidad personal reside en la memoria y que la anulacién de esa facultad comporta la idiotez» (Borges, 1971, 37). Zombi o idiota es el aspecto que presenta el tipico caso extremo que expresa muy graficamente la peripecia de quien ha perdido la memoria en un accidente y no sabe ni como se llama. Aunque también cabria, al menos en la ficcién, el caso contrario, como el representado por el personaje de Borges, Funes el Memorioso, al que de tanta me- moria le sobraban las referencias, ya que cualquier reconstruccién del pasado le ocupaba tanto tiempo como el tiempo delimitado en aquel pasado preciso que rememoraba. Alguien ha dicho que sin memoria ni lenguaje no habria civilizacion; ciertamente sus testi- monios han sido sistematicamente recogidos y guardados como te- soros por las civilizaciones en archivos, bibliotecas y museos. El pasado nos provee de un marco de referencias para que re- conozcamos el entorno y nos reconozcamos a nosotros mismos. Pero los episodios del pasado sirven ademas de pauta para apreciar cémo se cumplen, y hasta qué punto, las expectativas personales y colectivas acumuladas con el tiempo. Asi, la referencia compara- tiva tendré 0 no tendra efectos balsamicos en funcién de su cum- plimiento. Es el jqué bien estamos!, 0 el jqué mal vamos! Un caso més que ilustra acerca del valor del pasado para relativizar los ele- mentos de angustia presentes en la existencia. Podemos seguir mencionando una conocida cancién del can- tante catalan Raimon: «quien pierde los origenes pierde la identi- dad». El pasado es el ingrediente necesario al sentido de identidad, © lo que es lo mismo, la sensacién de pertenencia, gracias a que pone en evidencia el hilo ininterrumpido del paso del tiempo y la nocién misma de continuidad. Este hilo lena la vida de vivencias porque une nuestros origenes con nuestra identidad fluyente. Valga como ilustracién el ejemplo de casos histéricos que muestran cé- mo la capacidad de identificacién contribuye a dar sentido y orien- 44 EL PATRIMONIO HISTORICO Y ARQUEOLOGICO: VALOR Y USO tacién a la trayectoria historica de las sociedades. Venecia ha sido en la historia un ejemplo paradigmatico de lo que hablamos. Sobre la misma bisagra que une mas que separa Oriente de Occidente, mantiene durante siglos, desde su posicién estratégica de activo puerto comercial europeo, unas privilegiadas relaciones con Cons- tantinopla y Roma y por estas relaciones encuentra su raz6n de ser como un sentimiento de continuidad histérica. Otro ejemplo po- dria provenir de la antigua Rhodesia del Sur. Al obtener su inde- pendencia se puso el nombre de su principal monumento arqueo- légico, Zimbabwe, que los blancos nunca habfan reconocido. El paréntesis del dominio blanco qued6 asi contundentemente zan- jado. El pasado, al haber sucedido antes y haber quedado probado se torna modélico. Hay siempre un valor del pasado que expresa la importancia que atribuimos al precedente. El precedente es el que va primero, el mas antiguo. En las culturas antiguas y en las tribus primitivas, el anciano es quien més razones tiene y el mas vene- rado de todos los humanos. Esto es lo que denominamos estatus y consiguientemente quien goza de estatus despliega potestad y pro- nuncia argumentos de autoridad. Asi pues, el presente es exami- nado continuamente a la luz del pasado con la intencién de obte- ner, por comparacién, la validacién de situaciones y actitudes que han pasado la prueba del tiempo. La apelacién al precedente sigue siendo utilizada hoy a pesar del descrédito del argumento de auto- ridad caracteristico de nuestra época posmoralista. En cualquier caso, el mito de los origenes y la seduccién del momento inicial de toda actividad o proceso como el auténticamente vlido y significa- tivo ha constituido un lugar comin del imaginario colectivo de la humanidad. Foucault habla en algtin lugar de que en los inicios de toda actividad humana hay un sentido comin y primitivo de una fuerza extraordinaria que revela su poder en las sucesivas genera- ciones. El patrimonio histérico ha servido perfectamente a este ob- jetivo desde los tiempos mas remotos. Veamos algunos ejemplos distintos muy separados en el tiempo. G. Lewis (Lewis, 1984, 7) co- menta que en la antigua Mesopotamia aparecen por primera vez en la historia indicios que muestran el uso de objetos antiguos —ins- cripciones en escritura cuneiforme sobre tablillas de barro— por parte de personajes cortesanos, posiblemente con alguna finalidad practica relacionada con su estatus. (En cualquier caso, es légico pensar que Hammurabi no invent6 por si solo, partiendo de cero, su famoso cédigo.) Los girondinos, por su parte, querian romper PASADO, HISTORIA, PATRIMONIO 45 con la Francia prerrevolucionaria, que era la del absolutismo deca- dente y ominoso, y buscaban su modelo ético y estético en la Roma de los primeros tiempos, a la que atribufan grandes virtudes heroi- cas. El pintor David supo representar este estado de danimo en una obra fundamental para la historia del arte europeo, «el juramento de los Horacios», paradigma de la pintura histérica, que enfatiza hasta el extremo las virtudes del patriotismo como imperativo mo- yal. Finalmente, el mismo Lowenthal nos ofrece otro ejemplo claro, al mencionar que la afinidad entre los objetos mas primitivos y el arte contemporaéneo —pensemos en Picasso— es utilizada para va- lidar su atractivo arquetipico. Como sefialé Ortega y Gasset con palabras sonoras en La rebe- lién de las masas, el hombre contempordneo «no afirma el pie so- bre la firmeza inconmovible de su sino; antes bien, vegeta suspen- dido ficticiamente en el espacio» (Ortega y Gasset, 1990, 126). Nos queremos referir a otro «mal del siglo» en boca de moralistas e idedlogos, que tiene que ver con el vivir en aquel presentismo del que hemos hablado, que separa el hombre contempordneo de sus races y lo lanza a vivir en el remolino, en medio del cual es arras- trado y alejado a merced de las corrientes, sin saber oponer resis- tencia. Apuntamos al hombre instalado en la incerteza del cambio, que en el pensamiento orteguiano corresponde al hombre masa, falto de fundamentos y de valores. Este hombre habrfa sido despla- zado del lugar al que pertenece y vagaria sin ton ni son por un mundo hostil que no conoce: es el precio que el hombre des-enrai- zado habria debido pagar por la civilizaci6n contemporanea. En este contexto, el pasado procuraria una acccién benéfica de re-so- cializacién al contribuir a reinsertarlo al lugar al que pertenece y reconciliarlo con la comunidad y con las tradiciones que un dia compartié y que ha olvidado y abandonado. Podemos pensar que las reliquias del pasado, el patrimonio histérico, en este contexto cumplen la misma funcién que cumplfan las reliquias de los santos en el cristianismo primitivo. Las reliquias cristianas, por encima de Sus virtudes terapéuticas han jugado su papel de elementos de re- fuerzo de un sentimiento colectivo, actuando como aglutinadoras del sentimiento de comunidad de los creyentes manifestado en el reunirse y el reconocerse, y en el hacer juntos el camino de peregri- Nos de la salvacién. Debemos considerar asimismo el valor pedagégico del pasado. La historia comienza a escribirse cuando hay alguna lecci6n que contar. E. H. Carr, en su conocida reflexién sobre la historia hace 46 EL PATRIMONIO HISTORICO Y AROUEOLOGICO: VALOR Y USO preceder el capitulo sobre la historia como progreso (Carr, 1973, 145) de la idea que la historia empieza cuando se transmite la tra- dicién, es decir, cuando se traspasan los habitos y las lecciones del pasado hacia el futuro. Por eso no ha de extrafiarnos que las ense- fianzas de la historia constituyan un tépico tan enraizado, tanto de la cultura académica como de la cultura popular. Asi, mientras unos piensan que el pasado siempre retorna, por lo cual hay que estar preparados, otros sostienen que lo que hace falta es saberlo digerir, ya que sdlo se puede llegar a superar contando con él. De aqui también que la sabiduria popular haya entronizado el princi- pio de que las sociedades que desprecian su pasado estan condena- das a errar. Para no ir mas lejos en el tiempo, porque de ejemplos al respecto no faltan en la historia, subrayaremos que el Humanismo supo poner de relieve la importancia de las lecciones del pasado en un tiempo de cambio, cuando comenzaba a intuirse la idea del pro- greso de las sociedades humanas. Desde entonces han triunfado sobre todo las lecciones impartidas a modo de analogfas. Por ejem- plo, las analogfas entre el Imperio romano y los tiempos contempo- raneos se han reproducido en diversas ocasiones, en funcién de las percepciones dominantes sobre la manera como se estan viviendo los tiempos, es decir, una vez mas en funcién de aquel orteguiano «pulso de los tiempos». Asi, la imagen de una Roma caduca que se hunde en su propia miseria moral, empujada por el fracaso de sus clases dirigentes incapaces de hacer frente a la presién juvenil de los barbaros, ha jugado en distintas circunstancias histéricas un papel moralizador de primer orden. En la tradicién histérica occi- dental, el ejemplo de la Roma antigua ha sido quizds el mas utili- zado a la hora de impartir lecciones. La historia del arte, y en parti- cular la pintura, esta llena de referencias ejemplarizantes de este tipo, con un alto valor comunicativo, ya que saca partido de las po- sibilidades narrativas de la imagen grafica en grandes cuadros his- torico-alegéricos, algunos de cuyos ejemplos paradigmaticos con- servamos todos en la memoria. Sin abandonar la creaci6n artistica, recordemos que los teso- ros del arte han aportado su grano de arena a esta gran escuela de los tiempos desde el propio arte, sirviendo de ejemplo y modelo del buen obrar. Durante el Renacimiento las antigiiedades se utiliza- ban como modelos que se exponfan en los talleres de los maestros. El propio Mantegna, el pintor arquedlogo, pretendié restituir las formas de la vida antigua de manera integra, organizando en su propia casa de Mantua un museo arqueolégico en el que vivir. Mas PASADO, HISTORIA, PATRIMONIO. 47 tarde, en la época de la Iustracién, las Academias, donde primaba Ja teorfa por encima del oficio, sustituyeron los talleres artesanos como escuela de los jévenes artistas. El aprendizaje enfatizé enton- ces la preparacién intelectual y los valores éticos, por lo que las au- Jas del neoclasicismo se Ilenaron de obras «modélicas» del pasado, seleccionadas para impartir unas lecciones de alto contenido mo- ral. Paul Valéry dijo en una ocasi6n: «se entra en el futuro retroce- diendo»; para avanzar sobre seguro, naturalmente. Y es que estas _ lecciones siempre han tenido un valor moral que la historia se em- i pefia en resefiar desde tiempos inmemoriales. A veces el pasado como lecci6n llega a espantar. Se discute so- bre si las circunstancias eran otras 0 sobre si las soluciones ensaya- _ das entonces servirfan atin para el hoy. Las sociedades han preten- _ dido con la historia autojustificarse y dar la mejor imagen de sf mismas, por eso los tiranos tienden a reescribir la historia para tor- narla en favor suyo. En estos casos se impone el pasado como ol- portaje publicado en La Vanguardia de Barcelona el 11 de septiem- _ bre de 1994 que todos los paises han de reinventar su pasado para poder olvidar. Sobre la conmemoraci6n del cincuentenario de la li- beracién de Francia por los aliados, Edwards opinaba: El olvido es salud aunque sea doloroso. ¢Qué ha hecho Francia sino inventarse la liberaci6n de Paris olvidando el régimen de Vichy, el pacto con Hitler, los colaboracionistas...? Sélo existen De Gaulle y la resistencia. Pere Gimferrer ha escrito: «si pierdo,la memoria, qué pureza». _ Como Rousseau en Emilio, tener nostalgia del limbo de los justos _€s una forma de confort espiritual. __ Pero el mejor pasado sigue repartiendo sus tesoros por el ‘mundo. Las grandes obras de los antiguos siguen seduciendo y des- _Pertando en la naturaleza humana un espiritu de emulacién. Como _€s sabido, la tradicién humanista en el campo de los saberes ha Constituido durante siglos la base de la alta cultura. La imitaci6n, ta copia y la emulacion han constituido valores con los que se con- taba con los ojos cerrados. Con la excepcion de las uiltimas genera- iones, desde que la modernidad quiso romper con el pasado, la itaci6n de los antiguos, que no era necesariamente mimética ‘Sino fuente de inspiracién y de autosuperaci6n, fue siempre pre- ptiva. El nuevo eclecticismo y el posmodernismo de los tltimos 48 EL PATRIMONIO HISTORICO Y ARQUEOLOGICAQ: VALOR Y USO tiempos han venido acompafiados de un cierto desconcierto y pa- rece que nadie se atreva a decir, como Marinetti, que un automovil de carreras es mas bello que la Victoria de Samotracia, ni al revés. Quizas por todo ello hoy dia la idea de emulaci6n no tiene el alto significado que un dia tuvo, y quiza se prefiera la idea de estimula- cion. Napoleon, el dia de la Batalla de las Piramides expresé el res- peto que le merecfa el pasado y su propio sentido de la historia, cuando, al pie de la Esfinge de Gizeh con las piramides como fondo, grité a sus hombres: «Soldats!, du haut de ces pyramides quarante siécles vous contemplent.» Se trataba de dar al pasado un valor como estimulo. La estimulacién es una virtud energética muy en consonancia con los tiempos que corren. Los pueblos se felici- tan por la historia que han tenido y celebran los aniversarios que caen en fechas de cifras redondas con grandes dispendios y auto- bombo, porque adivinan que pueden servirles de revulsivo. Quien mas quien menos quiere hacer historia y los medios de comunica- ci6n multiplican las jornadas y los hechos de la pequefia historia de cada dia que segtin ellos habré que inscribir en el gran libro de la historia. Es un poco paraddjico que vivamos una época en que todo el mundo quiere hacer historia cuando la historia se torna cada dia un poco mas extrafia a nuestro propio mundo. Pensamos también que la historia puede ser una fuente de pla- cer creativo para muchos, al margen de una disciplina del cono miento. Hay una forma de consuelo espiritual que es casi tan vieja como la humanidad: la que proviene del desvelar de la curiosidad hacia las cosas antiguas. En cualquier caso, ese admirar e interro- garse sobre los objetos del pasado para el propio enriquecimiento personal, esa curiosidad, ha sido cosa de espiritus selectos a lo largo de los siglos. Contemplemos el fendmeno del coleccionismo. Todo coleccionista esconde dentro de sf, en potencia, un metédico investigador e incluso un fino erudito. Detras de una coleccién de soldaditos de plomo hay una historia de la milicia que va germi- nando poco a poco en la mente del coleccionista. Con el tiempo, los objetos personales e intransferibles de una coleccién se transfor- man en objetos revestidos de una especial dignidad merecedora del mayor respeto y veneracién. Y al final, de servir a la curiosidad in- dividual pasan a servir en el museo a la curiosidad general. Un ejemplo paradigmatico: J. M. Smithson, un emigrante y una de esas personas selectas, reunié durante su vida de filantropo una co- lecci6n importante de objetos antiguos y especimenes naturales. Al PASADO, HISTORIA, PATRIMONIO 49 morir los dejé como legado a su pais de adopcién, Estados Unidos, «como contribucién al progreso y a la difusién del conocimiento entre los hombres» (Alexander, 1982, 11). Con estas intenciones, sus fieles albaceas fundaron en Washington en 1846 la Smithso- nian Institution. Asi, se pasaba del enriquecimiento de una sola persona al enriquecimiento colectivo de todo un pais. Es posible que este tipo de coleccionismo personal se iniciara en la antigua China. Desde muy antiguo, antes incluso de las pri- meras dinastias, la aristocracia china coleccionaba objetos del pa- sado. Era una cuestion de respeto y admiraci6n hacia los antepasa- dos, a quienes se veneraba por medio de los objetos mas aprecia- dos que habian legado a sus descendientes. Entre estos objetos destacaron por encima de todos las vasijas de bronce utilizadas en ceremonias religiosas, a las que se atribufan, con el paso de las gene- raciones, poderes magicos. Hubo ya en la antigua China un verda- dero fetichismo alrededor de los. famosos bronces rituales chinos. El pasado como fetiche, muy comtin en los distintos tipos de coleccionismo, puede llegar a confrontarse con el pasado como fuente de enriquecimiento personal o colectivo. Pero este pasado como fuente de enriquecimiento intelectual y sensorial tiene otras caras menos tangibles, o con mayor carga subjetiva, fruto mas de Sensaciones que de otra cosa. Por ejemplo, ante los pequefios he- chos cotidianos y las contingencias de la vida diaria, el pasado se Nos aparece como algo importante y grave. La rotundidad del pa- sado destaca sobre lo efimero de las cosas del presente. La grandio- sidad del pasado suena a auténtica y deja en ridiculo el envaneci- Miento imitativo del presente. Un héroe del pasado es mas héroe que los héroes del presente. Y una casa antigua es ms casa que las _ Casas modernas. {Quién no aprecia més las venerables piedras del Viejo casén centenario que la casa funcional construida rapida- mente el afio pasado en cualquier barrio periférico? Este ultimo es un entorno frio, inerte, practico y c6modo, en el mejor de los casos; él primero es un entorno cAlido, rico, Ileno de referencias y signifi- ¢ados y leno de memorias. Ruskin escribi6: «la mayor gloria de un _ €dificio no depende de su piedra ni de su oro. Su gloria esta en su edad, en esa sensacién profunda de expresién, de vigilancia grave, de simpatia misteriosa, de aprobacién o de critica que para noso- tros se desprende de sus muros largamente bafiados por olas de humanidad» (Ruskin, 1987, 217). Pero el pasado es también uno de los caminos mas socorridos hacia la evasion. La necesaria evasi6n de la cotidianeidad tiene po- saa 50 EL PATRIMONIO HISTORICO Y ARQUEOLOGICO: VALOR Y USO siblemente su mas conspicua manifestacién en la evasion en el tiempo. De la misma manera que uno escapa el fin de semana ha- cia la segunda residencia del mar o la montafia donde creer sentir més cercana la anhelada naturaleza maternal y primigenia, el viaje al pasado ofrece sugerentes escapadas que llevan a anhelados refu- gios desde los que hacer frente a la intemperancia de la vida co- rriente. El pasado es el pasaporte ideal para la transportacién hacia parafsos afiorados a través de un tunel del tiempo que alimenta nuestra fantasfa y nos ayuda a recobrar el tiempo perdido. ¢Qué otra cosa sino la fantasia mueve el entusiasmo de los devotos del cine de €poca o de la novela histérica? ¢Y el de los visitantes de tantas atrac- ciones turisticas, museos incluidos, que proliferan por la vieja Europa o por la nueva América, basadas en el patrimonio histérico y arqueolégico? La fantasia nos libera, mientras que el tiempo que ce- demos al pasado nos renueva porque recobramos «tiempo perdido» que deseamos para nosotros y no para los viles apremios de la coti- dianeidad. Otra forma de huir es refugiandose en el puro recuerdo; un recuerdo éste tefiido de sepia que da alas a un sentimiento con un fondo agradable y aliviador: la nostalgia, que nos hace proclives a entonar una vieja cancién que repite los versos intemporales de Jorge Manrique: «cualquiera tiempo pasado fue mejor». Con este argumento reencontramos el coleccionismo, que tiene la virtud de personificar el pasado en cosas tangibles. El coleccio- nismo como evasién es un hecho incuestionable. En el ejemplo que aduciremos, evasién va asociada a ilusi6n porque aqui como en otras circunstancias de la vida, estos dos estados de 4nimo viajan juntos. Este ejemplo esta sacado en parte de la ficcién, de una fic- cién que rememora situaciones reales certificadas por la historia del coleccionismo. A finales del siglo xm un miembro de la familia Orsini, un cardenal, cre6 en Roma un gabinete de antigiiedades. Fue uno de los primeros, segtin G. Bazin (Bazin, 1969, 41), y se con- virtié en un refugio para los miembros ms cultos y ociosos de la fa- milia hasta el Renacimiento. Uno de ellos, Pier Francesco, sefior de Bomarzo, dejaba volar su imaginacién y su fantasfa recluido en su propio gabinete, que hizo construir a principios del siglo xvi, si- guiendo la tradicion familiar. El escritor Mujica Lainez, enamorado del personaje, puso en su boca palabras como las que siguen (Mu- jica Lainez, 1983, 315): ... estudié la armadura que me habfa regalado mi abuela; los vasos, Jas urnas, el espejo, los peines y las figurillas de terracota halladas en PASADO, HISTORIA, PATRIMONIO a las tumbas de Bomarzo; las medallas y los camafeos que en Roma habia adquirido y que seguian enviandome los anticuarios excavado- res, Era feliz entre estos objetos que me apartaban de la realidad. En el espacio exterior de su jardin de Bomarzo este Orsini colmé sus fantasfas e ilusiones recreando un mundo de suefos ta- Ilados en piedra, con ecos de la Siete Maravillas del mundo anti- guo. En version original o reproducidas en piedra, las maravillas del mundo pretérito significaron para Orsini un acicate para reco- rrer la vida. : En estos tiltimos parrafos hemos visto que el pasado, manipu- Jado desde la intimidad del individuo, puede convertirse en un pro- ducto de la mente, en una pura elaboracién mental y nada mas. Pero en cualquier caso, para que el pasado pueda ser activado pre- cisa de un soporte material, de una reliquia, como el viejo recuerdo " precisa de una imagen, de una foto antigua, para que sea evocado on determinacién. Antes de volver a las reliquias y ver cémo ac- ‘tian pasemos ahora a estudiar sucintamente el impacto del pasado como patrimonio historico en las colectividades y veamos cémo las sociedades organizadas a través de las instituciones sociales, juridi- cas y politicas se disponen a protegerlo. _ La patrimonializacién del legado histérico material Histéricamente, las sociedades hasta cierto punto cohesiona- das y ricas en cultura material, en expansi6n constante y creciente, han tendido a valorar positivamente el legado hist6rico material de Jas generaciones precedentes. Gradualmente, la conciencia de que los vinculos culturales objetivados en determinadas reliquias mate- Tiales se prolongaban hacia atras en el tiempo y daban testimonio acerca de la continuidad de la colectividad, obré en favor de esta _ tendencia. Asi, comenzaron a preocuparse por proteger y conser- "var este patrimonio del pasado y a hacer del mismo un uso restric- __ tivo, reservado a los mejores, pero muy significativo. Es légico que _ esta manera de comportarse estuviese relacionada con la aparicién _ de la idea de historia. Esta cuesti6n ha sido poco estudiada y me- _ nos atin debatida. G. Bazin habla de la aparicién del sentimiento de la historia entre los antiguos griegos y lo relaciona con una cierta disposicién a preservar determinados objetos. Considera asi- _ mismo como muy significativo que los primeros emperadores de 2 EL PATRIMONIO HISTORICO Y ARQUEOLOGICO: VALOR Y USO China veneraran con fervor el pasado, lo que se traducfa en la con- servacion de diversos tipos de objetos (Bazin, 1969, 16 y 26). G. Le- wis descubre en el Oriente Préximo el uso de material hist6rico ori- ginal expresamente conservado con fines pedagégicos. Dice al res- pecto (Lewis, 1984, 7): El primer caso estudiado de uso de material de cardcter hist6- rico para comunicar informacién data de principios del segundo mi- lenio antes de nuestra era, cuando antiguas inscripciones de la ciu- dad de Larsa fueron utilizadas en las escuelas de esta ciudad meso- potamica. No son éstos los tinicos casos. Hay otros testimonios de esta manera de proceder originarios de Babilonia y de otras civilizacio- nes antiguas del Oriente Proximo. Por lo tanto es muy probable que la necesidad de transmisién de ideas y sentimientos, impreg- nada de la nocién del paso del tiempo y de la historia, se acompa- fase, con la consolidacién de las primeras civilizaciones urbanas hacedoras de objetos en forma masiva, de la conservacién de obje- tos del pasado. De esta manera aparecfa en la historia un movi- miento conservacionista que velaba por proteger y conservar en nombre del grupo, de la civilizacién en realidad, aquellos objetos, textos y monumentos que se consideraba que representaban lo me- jor de si mismos. Este comportamiento, que pudo tener un origen particular y privativo, manifiesta pronto, como hemos visto en Larsa, un cardcter social, por lo que podemos considerar que conti- nua, supera desde un punto de vista social e interpreta en clave co- lectiva, la labor paralela que cabe suponer practicaban los prime- ros coleccionistas individuales, fuesen reyes, aristécratas o sacer- dotes, aunque es dificil discernir entre coleccionismo individual y coleccionismo social en esta fase inicial del fenémeno. Con el tiempo, el conservacionismo se convierte en un fenédmeno univer- sal que afecta a todas las sociedades humanas que producen de forma continuada objetos materiales. Cuando este movimiento se institucionaliza y pierde énfasis sacralizante y ritual en la era moderna, y se muestra tal como hoy lo reconocemos en nuestro mundo Occidental, aparecen los con- ceptos de patrimonio histérico y de bien cultural como sujetos de atenci6n y tratamiento juridico y politico, referidos a los restos ma- teriales del pasado. Empieza entonces una labor de ordenacién y de inventariacién en la que intervienen las instituciones y el Es- j PASADO, HISTORIA, PATRIMONIO De. tado. Pero esta labor no ha sido facil, ni se ha hecho de forma auto- t matica ni sistematica. Ha habido que descubrir e identificar conve- t nientemente, escoger y separar los elementos catalogables, estable- "cer categorias y decidir qué categorfas, qué partes del legado hist6- rico material debian conservarse. Y todo ello en funcién del progreso material, de las visiones de la historia y de la cultura, de Jos intereses concretos de los estudiosos, del nivel de la investiga- _ cidn histérica, de los apremios coyunturales y de la madurez de las jnstituciones. E] desarrollo del interés por el patrimonio histérico y el acto singular y crucial de la seleccién ha sido el resultado de un proceso de decantacién en el tiempo, resuelto en tiltima instancia por el dictamen experto, el cual ha sido guiado o del cual ha aflo- rado, que los dos casos han podido darse, un sentimiento colectivo de necesidad. En el proceso han descollado, cifiéndonos a Europa, individualidades que podriamos distinguir con el titulo de funda- dores del movimiento conservacionista moderno, entre los que ca- bria distinguir, por lo que al crucial siglo x1x se refiere, por ejem- plo, a Victor Hugo y Prosper Merimée en Francia, Henry Cole y Au- gustus Pitt-Rivers en Gran Bretafia, a J. J. Worsaae en Dinamarca y a Pablo Piferrer y José Amador de los Rios en Espafia. En el fondo, esta historia es tan vieja como el Estado mo- 0. En cada fase del desarrollo del Estado moderno los bienes iturales reconocidos reciben un tratamiento juridico en conso- ancia con el interés social, econdmico y simbédlico que se les atri- tye. En Europa y América el Estado-naci6én del siglo xtx aparece Por primera vez decidido a intervenir como tal Estado, sobre el le- do material de la historia, en nombre del bien comtin. Uno de los primeros organismos ptiblicos destinados a velar por la conserva- cién del patrimonio en Europa aparece en 1807: la Comision Real Danesa para las Antigiiedades, creada con la finalidad de preservar los monumentos prehistéricos del pais, que comenzaban a ser re- ‘onocidos como verdaderos simbolos de la identidad nacional. Tanto por el caracter organico de la institucién escogida, como por objetivo que la guiaba, esta provision del Estado danés tiene el Caracter de pionera. Hacia finales del siglo xvi las Cortes europeas ‘€mpezaron a asimilar el influjo de la Hustraci6n, aunque fue el tre- “tendo impacto de la Revolucién francesa, con la entrega a la na- cién francesa de los tesoros de la cultura y el arte en manos de la lesia, la aristocracia y la monarquia, lo que provocé la stibita in- tromisién de los poderes ptiblicos en la custodia de lo que comen- “aba a aparecer como bienes puiblicos de caracter cultural. Asi, con 54 EL PATRIMONIO HISTORICO Y ARQUEOLOGICO: VALOR Y USO la intervencién de Canova, el Papa Pio VII establecfa en 1802 para los Estados Pontificios los procedimientos que requeria la conser- vacién de los monumentos y las obras de arte, de manera que que- daba reconocido y adquiria expresién legislativa el concepto de bien cultural. En el mismo aiio en Espajia, una Real Cédula de Car- los IV fechada el 26 de marzo consignaba la obligatoriedad de co- municar los hallazgos de antigiiedades y encomendaba a la Real Academia de la Historia la misién de fijar los procedimientos para identificar y conservar los monumentos antiguos. Estos primeros pronunciamientos oficiales de los poderes publicos realizados en un contexto histérico muy determinado tienen unos antecedentes interesantes que hay que situar en el marco del poder absolutista. Las monarquias absolutas europeas mantuvieron una concepcién patrimonialista del poder hasta fines del xvi, que en el terreno de la proteccién de los bienes culturales se pudo traducir en algunas medidas significativas como las siguientes. Quizas la primera toma de posicion destacada cabe adjudicarla a Carlos I de Espafia, quien a principios del siglo xv1, para proteger el subsuelo y los monumen- tos precolombinos de la Indias, dicté medidas severas, las cuales debian asegurarle al menos mantener bajo el control real los teso- ros que podian contener y poder reclamar en su momento el «Quinto Real». En 1666, el rey de Suecia declaré propiedad de la Corona todas las antigiiedades que se descubriesen en el reino. Y algo parecido quiso hacer en el reino de Napoles Carlos de Borbén, cuando en 1738 declaré Propiedad Real el subsuelo de Herculano y de cualquier otro yacimiento arqueolégico que se descubriese. A lo largo del siglo xix se avanza en Europa y América de forma lenta y gradual hacia una mayor proteccién de los bienes culturales. Los obstaculos mas serios provienen del extremo cui- dado que se pone para no atentar contra el sacrosanto derecho a la propiedad privada, aun cuando los problemas proceden a menudo de la incapacidad del Estado en hacer cumplir la ley y de las insufi- ciencias en medios y personal de los organismos responsables, caso de Espafia, por ejemplo. En Gran Bretafia, la primera ley im- portante de proteccién de los monumentos antiguos no se aprueba hasta 1882, tras diez afios de duras discusiones (Cleere, 1989, 1). En Alemania se crea en 1904 el Heimatschutz, el primer instru- mento ptblico estatal destinado a proteger tanto las areas de inte- rés natural como los monumentos histéricos. En Francia, una ley de proteccién del patrimonio histérico comparable a la britanica no es efectiva hasta 1913. En Espafia aparecen dos leyes comple- PASADO, HISTORIA, PATRIMONIO 55 entarias comparables a las europeas de la época: la Ley de Exca- aciones Arqueol6gicas de 9 de julio de 1911, que regula las activi- des arqueol6gicas y la conservacién de los restos materiales, y la Ley de Monumentos Hist6ricos y Artisticos de 5 de marzo de 1915, que prevé su catalogacién. El concepto moderno de patrimonio se de ver, por lo tanto, a la luz de ese proceso de institucionaliza- j6n hist6ricamente determinado donde el sujeto es la nacién y el jnstrumento el Estado, ya que del mismo salen las formulaciones idicas y legales que lo regularan definitivamente. ‘ Con la crisis del Estado liberal, manifiesta a partir de la pri- mera guerra mundial, se impone en Europa el Estado social. El stado social, en oposicion a lo que habfa sido el Estado liberal del glo anterior, pretende regular de forma activa el orden social con fin de favorecer a la mayorfa de la poblacion. Asf, se dispone a conocer derechos sociales y a prestar servicios a la colectividad. omo tal Estado intervencionista, no puede menos que adoptar un apel activo a la hora de regular el marco juridico en el que se sittia 4] patrimonio cultural. En este contexto se generaliza la opinion de que las manifestaciones del patrimonio hist6rico son patrimonio le todos. El camino que lleva a este pronunciamiento pasa primero por reconocer que existe una herencia tangible del hombre, por identificarla y aislarla y por otorgar finalmente a esta herencia la egoria de bien superior de caracter intemporal. Entonces el Es- do interviene invistiendo a la comunidad de unos derechos que en del mismo hecho de reconocerse una titularidad social sobre patrimonio. Consecuentemente, durante la primera mitad del si- lo xx en algunos paises de Europa se procede a la constitucionali- acién de estos derechos y por ende de la proteccién del legado pa- Timonial. El modelo seré la constitucién alemana de 1919 0 la aus- tiaca de 1920. En el caso de Espafia es la Constitucién de la eptiblica de 1931 la que recoge este anhelo. Asi dice en su articu- Toda la riqueza artistica e historica del pafs, sea quien fuese su duefio, constituye Tesoro Cultural de la Naci6n y estara bajo la salva- guardia del Estado, que podra prohibir su exportacién y enajenacién y decretar las expropiaciones legales que estimase oportunas para su defensa. El Estado organizaré un registro de la riqueza artistica e hist6rica, asegurara su celosa custodia y atenderé a su perfecta con- servacion. El Estado proteger4 también los lugares notables por su belleza natural o por su reconocido valor artistico e hist6rico. 56 EL PATRIMONIO HISTORICO Y ARQUEOLOGICO: VALOR Y USO Una declaracién en favor del patrimonio histérico tan expli- cita y contundente y de tan alto rango en derecho habria de provo- car en el mundo reconocimiento y admiracién y erigirse como refe- rencia ineludible en la evolucién legislativa posterior en Espafia. Tras la variopinta acumulaci6n normativa del régimen del ge- neral Franco, los hitos recientes sobre la protecci6n del patrimonio histérico en Espafia pasan por la norma constitucional vigente de 1978, que en su articulo 46 proclama: Los poderes ptiblicos garantizaran la conservacién y promove- ran el enriquecimiento del patrimonio histérico, cultural y artistico de los pueblos de Espafia y de los bienes que lo integran, cualquiera que sea su régimen juridico y su titularidad. La ley penal sancionara los atentados contra este patrimonio. Una vez se ha definido el marco general de salvaguardia, la norma reguladora actualmente vigente que desarrolla el precepto constitucional incluye argumentaciones interesantes para justificar la intervenci6n del Estado en la materia. Asif, la exposicién de moti- vos de la Ley del Patrimonio Histérico Espafiol de 1985 dice que el valor de los bienes integrantes del patrimonio histérico «lo propor- ciona la estima que, como elemento de identidad cultural, merece a la sensibilidad de los ciudadanos», ya que «los bienes que lo inte- gran se han convertido en patrimoniales debido exclusivamente a la accién social que cumplen, directamente derivada del aprecio con que los mismos ciudadanos los han ido revalorizando». Este reconocimiento de la existencia de un legado histérico y Ja consiguiente atribucién de un alto valor al mismo que se pro- duce en todas las normas legales nacionales de rango es asumida en la segunda mitad del siglo xx por la legislacién de Ambito inter- nacional. Para la UNESCO y para toda la legislacién internacional que del alto organismo depende existen unos bienes que tienen un cardcter especial porque estan investidos de un valor universal in- temporal; dicho en otras palabras, que existe un patrimonio comin de la humanidad. La UNESCO, por medio de diversas Recomenda- ciones y Convenciones se ha pronunciado en distintas ocasiones en favor de la salvaguardia del patrimonio cultural de la humanidad y ha instado a los Estados a implementar medidas proteccionistas.! 1, Las Convenciones y Recomendaciones adoptadas para la salvaguardia del patrimo- nio cultural de la humanidad son las siguientes, por orden cronolégico: 1) Convencién para la PASADO, HISTORIA, PATRIMONIO wt . Tanto las leyes de ambito nacional como las que tienen una proyeccion internacional pretenden despejar, y al mismo tiempo ‘regular, el transito hacia el futuro del legado patrimonial del pa- sado. Uno de los obstaculos mas fuertes y persistentes en este tra- _ yecto lo constituyen los derechos individuales de las personas y el derecho a la propiedad privada, en concreto. En este y en algiin otro apartado vamos por un momento a considerar en paralelo, aunque de forma indirecta, los regimenes juridicos del patrimonio histérico, espajiol e italiano. El parentesco de las formulaciones le- les sobre el patrimonio entre Espajia e Italia es légico, e ilustra erca de una similitud de planteamientos comtn entre todos los paises del sur de Europa, incluida Francia. Aqui existe una tradi- ién de Estado protector, intervencionista y benefactor que con- asta con la tradicién anglosajona de Estado liberal comprome- lo con la defensa del principio de la autonomfa del individuo ente al Estado, y por tanto, reacio a definiciones legales dema- do explicitas. Segtin comentan expertos juristas (Alonso Ibdfiez, 1992; Gar- a Escudero y Pendas Garcia, 1986; Garcia Fernandez, 1987), el ondo doctrinal que nutre la ley espafiola del patrimonio histérico woviene de las formulaciones juridicas italianas de los afios se- enta. Es interesante ver cémo en Italia los juristas definieron el bien cultural como «aquel bien que constituye testimonio material on valor de civilizacién» (Garcia Fernandez, 1987, 48). Esta idea, Oteccién de los bienes culturales en caso de conflicto armado, y Protocolo, Conferencia de La de 1954; 2) Recomendacién que define los principios internacionales de aplicacién en ma- la de yacimientos arqueoldgicos, Conferencia de Nueva Delhi de 1956; 3) Recomendaci6n so- los medios més eficaces para hacer accesibles los museos a todo el mundo, Conferencia de de 1960; 4) Recomendacién sobre la salvaguardia de la belleza y cardcter de los paisajes y los lugares, Conferencia de Paris de 1962; 5) Recomendacién sobre las medidas que se han fe tomar para prohibir e impedir la exportacién, importacién y transferencia de propiedad ili- ta de bienes culturales, Conferencia de Paris de 1964; 6) Recomendacién sobre la preservacién le bienes culturales en peligro por trabajos ptblicos o privados, Conferencia de Paris de 1968; Convencién sobre las medidas que se han de tomar para prohibir e impedir la importacién, “Pportaci6n y transferencia de propiedad ilfcita de bienes culturales, Conferencia de Paris de 0; 8) Convencion sobre la proteccién del patrimonio cultural y natural del mundo, Conferen- la de Paris de 1972; 9) Recomendacién sobre la proteccién a nivel nacional del patrimonio cul- ¥ natural, Conferencia de Parfs de 1972; 10) Recomendacién sobre el intercambio interna- de bienes culturales, Conferencia de Nairobi de 1976; 11) Recomendacién sobre la salva- ia de conjuntos histéricos o tradicionales, Conferencia de Nairobi de 1976; 12) omendacién sobre la proteccién de bienes culturales muebles, Conferencia de Paris de 1978; Recomendacién para la salvaguardia y la conservacién de las imagenes en movimiento, ferencia de Belgrado de 1980. 58 EL PATRIMONIO HISTORICO Y ARQUEOLOGICO: VALOR Y USO que podriamos considerar «histéricamente correcta», fue feliz- mente recogida en Espafia porque, como es una nocién muy abierta y general, permite que sean los expertos en patrimonio his- térico y cultural los que, de acuerdo con las ideas y criterios disci- plinares vigentes en cada momento, acuerden qué hay que poner en el cesto y qué no. Es decir, ya no cabe para proteger limitarse a enumerar y singularizar elementos del patrimonio, como se habia hecho en el pasado; ahora lo que vale es el concepto comprensivo mas global. Por lo que respecta a los problemas de titularidad de bienes, en ambos casos, espafiol e italiano, existe una limitacién cuando los bienes pertenecen al patrimonio histérico, artistico y cultural. En estos casos la ley declara que hay bienes muebles que, abstraccién hecha de quien sea el propietario o titular y siempre respetando los derechos que le correspondan, estan comprendidos en una categoria superior de patrimonio colectivo. ¢Y por lo que respecta a una posible colisién de derechos? Para justificar la ac- cin ptiblica sobre estos bienes singulares de superior categoria los juristas aducen la férmula de la propiedad dividida. De acuerdo con este recurso, la division de la propiedad se debe a la doble na- turaleza del objeto: la cosa material como soporte fisico y el bien como utilidad. Dicho de otra forma, existe desde un punto de vista juridico un «bien de fruicién» independiente de un «bien de perte- nencia». Por medio de este bien de fruicién se reconoce la dimen- sién social del valor de las cosas; por medio del bien de pertenen- cia, la propiedad de la cosa, sea ptiblica o privada. El bien de frui- cién es consecuentemente un bien de disfrute colectivo, la tutela del cual corresponde al Estado. La legislacién espafiola recoge esta noci6n de fruicién y la hace constitucionalmente exigible con res- pecto al patrimonio histérico. Finalmente, una mencién al pro- blema de la seguridad juridica. Mientras que la ley general espa- fiola exige que los bienes inmuebles sean objeto de declaracién ex- presa de pertenencia al patrimonio, por lo que respecta a los bienes muebles que no pertenezcan a museos 0 a instituciones publicas, se hace preceptivo que se incluyan en un inventario en el momento circunstancia que convenga y si es preciso por procedimiento de urgencia. La inventariacion es la ultima garantfa en manos de la colectividad porque, como dice el jurista Quintero Olivares, «no se reduce a una incorporacién a una lista sino que es un acto valora- tivo formal, previo y esencial» (Quintero Olivares, 1994). Es significativo que Alonso Tbafiez destaque como fundamen- tal el hecho de que la Ley del Patrimonio Histérico «resalte como PASADO, HISTORIA, PATRIMONIO 59. Jemento definitorio basico de los bienes integrantes del patrimo- ez, 1992, 20). Hemos visto cémo el Estado por medio de la Ley ine y sustancia al final la dificil noci6n de bien cultural y le orga una funcién primordial en el contexto de las relaciones hu- as de una colectividad. Descartado un valor inmanente del le- lo histérico que no cabe en los pronunciamientos de caracter ju- idico y social que emite la sociedad por medio de sus instituciones niblicas, se subraya su valor instrumental «para satisfacer necesi- dades culturales». Asi el bien cultural aparece como un medio para fin, no como un fin en sf mismo. Veamos ahora cémo este me- se transforma en un recurso para cada uno de nosotros y c6mo \costumbramos a utilizarlo. Veamos también qué tensiones se pro- ducen entre una aproximacién al patrimonio mas inmanentista y tra mas utilitarista.

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