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BIOLOGÍA Y CULTURA

Las sociedades humanas se forman a partir de un tejido de relaciones de cooperación y de


competencia entre hombres y mujeres que conviven en un territorio determinado, más o
menos amplio según el momento histórico en el que nos fijemos. Pero las relaciones de
cooperación y de competencia no son exclusivas de los humanos, sino que aparecen en los
primeros momentos de la historia de la vida y contribuyen de manera determinante al proceso
de su evolución desde las primeras bacterias hasta la humanidad actual.

Situar la evolución de la especie humana en el contexto más general de la evolución de la vida


comporta descartar la existencia de un corte radical entre los seres humanos y el resto de los
animales, así como entre los mecanismos que en unos y otros hacen posible esta evolución. Así
pues, el proceso de humanización, es decir, de construcción de los seres humanos a partir de
las relaciones sociales y el aprendizaje cultural no puede separarse del proceso de
hominización, es decir, de la evolución de la especie a partir de la herencia biológica, la
mutación genética y la selección natural.

Hasta la revolución neolítica, y por consiguiente durante un largo período de tiempo, la


evolución genética y la cultural se condicionaron mutuamente, lo cual tiene importancia para
entender los mecanismos de funcionamiento de las sociedades actuales, aunque el nacimiento
de la cultura a partir de la invención, condicionada biológicamente, del lenguaje abstracto
permitió que la evolución sociocultural se hiciera prácticamente independiente de la biológica
y sucediera con una velocidad muy superior.

F. Miró Esteban (Miró, 1981: 57) resume con las siguientes palabras los dos cambios
fundamentales que fueron necesarios para que apareciera el ser humano tal como lo
conocemos en la actualidad:

1. La posición erecta, es decir, el paso de cuadrúpedo a bípedo. Esto permitió que las manos,
que son órganos de gran utilidad para la manipulación tanto en hombres como en simios,
pudieran ser utilizadas para la defensa, la fabricación de utensilios, armas, etc. Al no ser
necesaria la utilización de la mandíbula para la agresión o la defensa, tuvo una única misión
masticadora, disminuyendo su tamaño.

2. También aumentó considerablemente el tamaño del cerebro que se triplicó desde los
Australopithecus. Su superficie total es de 20 000 cm2 en el hombre frente a los 5 000 cm2 del
gorila. Este aumento de superficie se debe fundamentalmente a la formación de repliegues,
que son las circunvoluciones cerebrales. Este crecimiento del cerebro no fue homogéneo, sino
que determinadas zonas como el neocórtex y los lóbulos occipitales y temporales, son las que
más han aumentado. también son capaces de aprender rudimentariamente y de transmitir
algunas informaciones elementales.

Nuestros antepasados, los primates superiores, también vivieron en sociedad, es decir,


establecieron relaciones de cooperación y de competencia con sus semejantes, lo cual supuso
una ventaja que les permitió aumentar las probabilidades de supervivencia. Así pues, la
evolución biológica antes de la aparición de la especie humana estableció mecanismos de
cooperación que se transmitían de padres a hijos a partir de la herencia genética.

El crecimiento del cerebro posibilitó la aparición del lenguaje simbólico, el cual ha permitido a
los humanos la utilización de un nuevo mecanismo de transmisión de información a los
descendientes y de intercambio entre los miembros de la sociedad que denominamos cultura.
Los primates que no disponen de lenguaje como los humanos también son capaces de
aprender rudimentariamente y de transmitir algunas informaciones elementales.

A través de la información que ofrece el texto y de otras información, realizar en grupo un


cuadro de semejanzas y diferencias entre los primates superiores y los humanos actuales.
Analizarlo teniendo en cuenta la herencia genética y la cultural

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