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1. LA COMUNICACIÓN
La comunicación es la acción consciente de intercambiar información entre dos o más participantes con el
fin de transmitir o recibir información u opiniones distintas.
En un sentido general, la comunicación es la interacción verbal, el contacto con otros seres, y se puede
definir como el proceso mediante el cual se transmite una información de un punto a otro.
La comunicación en general toma lugar entre tres categorías de sujetos principales: los seres humanos
(lenguaje), los organismos vivos (biosemiótica) y los dispositivos de comunicación habilitados (cibernética).
Su propósito u objetivo se puede denominar bajo la acción de informar, generar acciones, crear un
entendimiento o transmitir cierta idea. Los comunicadores tienen como función entregar información
verídica y confirmada por más de tres fuentes. La comunicación es el acto por el cual un individuo establece
con otro un contacto que le permite transmitir una información.
Los pasos básicos de la comunicación son la formación de una intención de comunicar, la composición del
mensaje, la codificación del mensaje, la transmisión de la señal, la recepción de la señal, la decodificación del
mensaje y finalmente, la interpretación del mensaje por parte de un receptor.
La comunicación eficaz entre dos personas se produce cuando el receptor interpreta el mensaje en el
sentido que pretende el emisor.
1.1. TIPOS DE COMUNICACIÓN
Las formas de comunicación humana pueden agruparse en dos grandes categorías, y dependiendo
de las clases de signos que se emplee, se diferencia la comunicación verbal y la comunicación no
verbal.
En muchas ocasiones los signos verbales y los signos no verbales se combinan en un mensaje,
dando lugar a formas mixtas de comunicación. Un ejemplo sería un anuncio publicitario, el cine o
un cómic.
Si se atiende a la relación que se establece entre emisor y receptor, se diferencia una comunicación
unilateral y otra comunicación bilateral.
A. COMUNICACIÓN VERBAL
- Las barreras o ruidos: son todo aquello que puede dificultar a la persona que
recibe el mensaje la percepción y la comprensión del mismo. Estas barreras
pueden ser:
• Físicas: mala pronunciación de la persona que habla, ruidos
medioambientales, tono de voz excesivamente bajo, etc.
• Psicológicas: cansancio, preocupaciones, prisas, prejuicios, actitud crítica,
defensiva, desconfiada.
• Semánticas: Palabras desconocidas o que tienen diferente significado para
las personas que se están comunicando.
- Los filtros: son los conceptos, sentimientos, emociones, que hemos almacenado
y que interfieren la percepción del mensaje y producen una criba de aquellos
elementos que no se adecuan a lo aprendido o a lo sentido.
- Efecto HALO o aureola: cuando una persona tiene una cualidad que nosotras
consideramos buena o valoramos mucho, vemos en ella por añadidura, un halo
o aureola de otras buenas cualidades, que a veces son tan ilusorias como el
anillo de luz
que rodea a la luna. De ahí el nombre de efecto aureola. A veces subimos a las
personas a un “pedestal” y la comunicación es condicionada por esta situación:
todo lo que dicen es maravilloso, creíble, impresionante.
- Los estereotipos: son las etiquetas que ponemos a las personas tan sólo por
pertenecer a un colectivo o a otro. Es decir cuando hemos percibido o tenemos
información negativa sobre una persona o grupo de un determinado colectivo,
esas características la generalizamos a todo el colectivo. Los estereotipos nos
permiten hacer juicios rápidos y reaccionar con inmediatez, pero pueden
conducirnos a conclusiones erróneas y perjudiciales para la comunicación
interpersonal.
- Los prejuicios: están muy relacionados con los estereotipos. Se cataloga a las
personas atendiendo a su ideología, a su sexo, a su religión, a su región o país de
origen, o a cualquier otra característica. En estos casos, más que escuchar a la
persona, se atiende a los propios prejuicios. Cuando se escucha desde los
prejuicios, se llegan a modificar los mensajes inconscientemente para que se
adapten a lo que esperamos y solo oímos lo que deseamos oír.
Sin embargo la comunicación se facilita cuando se tiene en cuenta a la persona con
quien se habla: su manera de ser, sus necesidades, su situación.
• Se le acoge y acepta como es
• Se le mira
• Se le habla con espontaneidad y confianza
• Se asegura (la persona mediadora) de que es entendida
• Se mantiene la calma
• Se trata de meterse en “el pellejo de la persona”
• Se le muestra simpatía y afecto
• Se mantiene un trato de igualdad.
B. COMUNICACIÓN NO VERBAL
La comunicación no verbal tiene sus riesgos y hay que tener en cuenta algunos
principios como por ejemplo que los gestos no son universales: Los mismos gestos
pueden tener diferentes significados según las culturas, los países e incluso las
personas. Los gestos no pueden valorarse independientemente del contexto verbal y
circunstancial en el que se emiten, tienen diferente lectura según el uso, el origen y
la codificación.
- Gestos y contacto corporal: los gestos realizados con brazos, manos, piernas
son también una manera de comunicar sentimientos, actitudes y modo de ser
de la persona. Los gestos ampulosos y enérgicos de las personas vitalistas y
entusiastas, contrastan notablemente con la moderación y armonía de las
personas reflexivas y ponderadas. No es lo mismo el gesto firme e impositivo
de quien pretende dominar que el inseguro y vacilante del tímido y
acomplejado. Frotarse la manos, morderse las uñas, tocarse constantemente
la cara, son signos de ansiedad. Mantener las manos reposadas indica
tranquilidad. La manera de dar la mano, de cruzar los brazos o las piernas
suelen poner de manifiesto actitudes y sentimientos. Una buena lectura de
estos movimientos inconscientes puede dar mucha información.
La cultura también varía la información de los gestos: en América y Europa, el
dedo pulgar hacia arriba significa que todo está en orden, sin embargo en Irán
este gesto significa un desagravio al honor. El dedo pulgar y el índice formando
un círculo en ciertos lugares significa OK, en Japón su significado es ahora
podemos hablar de dinero y en el sur de Francia ni un euro.
A. Estilo pasivo
Cuando alguien actúa de forma pasiva no se expresa a sí mismo. Deja que las demás
personas le manden, le digan lo que tiene que hacer y, generalmente, no defiende sus
propios derechos. Por regla general, sus necesidades, opiniones o sentimientos son
ignorados, y puede que otras personas se aprovechen de él.
CONDUCTA GENERAL. Actúa con la esperanza de que los demás adivinen sus deseos. Su
apariencia es de inseguridad.
VERBALMENTE. Se disculpa constantemente; da mensajes indirectos; habla con rodeos;
no encuentra palabras adecuadas; no dice lo que quiere decir; habla mucho para clarificar
su comunicación; no dice nada por miedo o vergüenza; se humilla a sí mismo.
VOZ. Débil, temblorosa; volumen bajo.
MIRADA. Evita el contacto visual; ojos caídos y llorosos.
POSTURA. Agachada; mueve la cabeza en forma afirmativa constantemente.
MANOS. Temblorosas y sudorosas.
B. Estilo agresivo
En el otro extremo se encuentran las personas que son agresivas. Son mandones,
intimidan a los demás, los critican y los humillan. Sólo se preocupan por conseguir lo que
ellos desean y cuando ellos quieren. Rara vez se preocupan por los sentimientos de los
demás y, con frecuencia se meten en líos o peleas.
Tienden a aprovecharse injustamente de los demás y, generalmente, tienen muy pocos
amigos de verdad. Por lo tanto, queda claro que tanto el comportamiento social pasivo
como el agresivo no son la mejor forma de relacionarse con los demás. Estos dos
comportamientos conducen, bien a resultar herido (estilo pasivo), bien a herir a los
demás y aprovecharse de ellos (agresivos). Seguro que conocéis personas que se
comportan de forma pasiva o de forma activa, y parece obvio afirmar que no se trata de
gente feliz.
CONDUCTA GENERAL. Exagera para demostrar su superioridad. Refleja agresividad.
VERBALMENTE. Exige; usa palabras altisonantes. Hace acusaciones; impone su opinión; se
comunica a base de mandatos; usa mensaje "TÚ"; habla mucho para no ser contrariado y
llamar la atención. Se sobrestima; habla solamente de sí mismo.
VOZ. Fuerte; con frecuencia grita; voz fría y autoritaria.
MIRADA. Sin expresión; fija, penetrante y orgullosa.
POSTURA. Rígida; desafiante y soberbia.
MANOS. Usa el dedo acusatorio; movimientos rechazantes o aprobatorios.
C. Estilo asertivo
La asertividad se refiere a comportarse tal y como uno es. Es decir, ser asertivo significa
dejar que los demás sepan lo que sientes y piensas de una forma que no les ofenda, pero
que al mismo tiempo te permita expresarte. Puedes reconocer y respetar los
sentimientos, opiniones y deseos de los demás de forma que no te impongas y que no te
permita que los demás se aprovechen de ti.
También significa defender tus propios derechos. Ser asertivo no es sólo una cuestión de
“buenas maneras”, es una forma de comportarse ante los demás de modo que les
permite conocer tus sentimientos e ideas sin atropellar o ignorar las suyas.
2. HABILIDADES DE LA COMUNICACIÓN
La escucha activa consiste en una forma de comunicación que demuestra al hablante que el
oyente le ha entendido. Se refiere a la habilidad de escuchar no sólo lo que la persona está
expresando directamente, sino también los sentimientos, ideas o pensamientos que subyacen a
lo que se está diciendo.
No es lo mismo oír que escuchar. Escuchar es un acto consciente, voluntario y libre. Hay que
querer escuchar. Oír es percibir los sonidos. Escuchar a alguien, es acogerle con todo lo que es y
tal como se expresa.
Escuchar implica hacerse cercana y vulnerable a la persona que nos habla y a los problemas que
le preocupan. Escuchar no es esperar a que el otro termine de hablar. Tampoco es sólo cuestión
de “buena voluntad”. Escuchar es una destreza compleja y, para dominarla, hay que dedicarle
tiempo y entrenarse. Exige una disposición o actitud personal por parte de quién escucha, de
sintonizar con lo más personal e íntimo de la persona que se comunica.
La escucha es una actividad que requiere toda la atención de la persona que la ejerce. Leer
mientras nos hablan, mirar repetidamente el reloj, desviar con frecuencia la vista hacia otra
parte o mostrar un gesto ausente…, son indicios de falta de atención y de interés que bloquean
la comunicación y denotan pasividad en la escucha.
La persona que se siente escuchada experimenta alivio y agradecimiento y crece en autoestima,
en seguridad y en autonomía. Para expresar que se escucha, se suele enviar “señales” que lo
confirman, tales como:
• verbales: mensajes cortos y ocasionales durante la conversación (si, comprendo, ya...),
preguntas oportunas, reformulación de lo que nos va contando, retroalimentación, etc.
• no verbales: asentimientos de cabeza, mirada abierta, gestos…, que animan a la persona que
habla a continuar la conversación porque se siente escuchada y comprendida. Cuando
escuchamos, solemos tener una actitud determinada hacia la otra persona y hacia lo que esa
persona nos dice. Esta actitud determinará nuestra respuesta.
Aspectos a tener en cuenta para la escucha activa:
• No prejuzgar ni juzgar a la persona
• Aceptarla incondicionalmente
• Respetarla
• Escucharla empáticamente
• Dejarla que se exprese a su ritmo y hasta el final
• Responder a lo que nos comunica
Tipos de escucha:
Podemos distinguir varios tipos de escucha:
- Escucha Valorativa: La actitud valorativa suele aportar respuestas en las que se hace
referencia a los valores, al deber, Generalmente, cuando se tiene una actitud valorativa, se
responde dando consejos, incluso órdenes, se amonesta, se culpabiliza, se recuerda al otro
lo que moralmente está obligado a hacer. El inconveniente de este tipo de respuesta es que
impone los valores y criterios de quien responde y no tiene en cuenta a la persona que
habla. Son respuestas que crean dependencia y no permiten a la persona tomar sus propias
decisiones.
- Escucha Interpretativa: Es aquella que trata de desvelar al otro los motivos inconscientes o
semi-inconscientes de su conducta. La respuesta interpretativa, en el mejor de los casos,
puede aclarar algo de lo que pasa, pero es una aclaración teórica, no sentida, y en muchos
casos no pedida por la persona interlocutora. Es una especie de disección que deja al
descubierto los motivos de la conducta sin el consentimiento de la persona interesada, una
violación de la intimidad. Además la interpretación es muy discutible porque la hace alguien
desde fuera, en base a su propia experiencia, a sus propios criterios, no desde la vivencia de
la persona a la que se está escuchando.
- Escucha Exploratoria o investigadora: La actitud exploratoria la adoptamos cuando
necesitamos más datos para hacernos una idea precisa de lo que le pasa a la otra persona.
Esta es una actitud neutra, si no forzamos ni acosamos a preguntas. Pero puede llegar a ser
percibida como una invasión de la propia intimidad si es excesiva, “curiosa”, tanto por el
número de preguntas como por la privacidad de las mismas.
- Escucha Consoladora: La actitud consoladora produce respuestas tranquilizadoras, que
tratan de reducir la angustia o el sufrimiento de la otra persona, generalmente quitándole
importancia al asunto. De hecho no entra en el problema ni lo afronta. Simplemente
consuela. En el caso de la acción mediadora, la escucha consoladora nunca llevará a que la
persona a la que estamos escuchando a encontrar una solución para su conflicto.
- Escucha de Identificación: Cuando nos identificamos con otra persona no le ofrecemos
soluciones, simplemente “la acompañamos en el sentimiento”. De todas maneras es una
presencia cálida, cercana y de momento alivia la situación. Pero no entra en la problemática
de fondo.
- Escucha Empática: Solo esta nos permitirá ejercer una buena mediación. La actitud
empática trata de captar los sentimientos que hay detrás de las palabras sin interpretar. No
valora ni juzga. No aconseja ni consuela. No produce una disminución de la angustia en el
momento, pero da la oportunidad a la otra persona de ponerse en las mejores condiciones
de analizar su situación y de tomar postura. La escucha empática favorece que la persona
opte por la solución más adecuada, libre y responsablemente. Esta es la forma esencial de
escucha para ejercer la mediación, por eso nos pararemos en ella en el siguiente apartado.
2.2. EMPATÍA
La empatía es la capacidad que tiene una persona de percibir las emociones y los sentimientos
de los demás, basada en el reconocimiento del otro como similar, es decir, como un individuo
similar con mente propia. Por eso es vital para la vida social. Además consiste en entender a una
persona desde su punto de vista en vez del propio, o en experimentar indirectamente los
sentimientos y percepciones del otro. La empatía no implica en sí misma motivación de ser una
ayuda; sin embargo, puede volverse una base para la solidaridad o angustia personal, lo que
podría resultar en una reacción. En psicoterapia, la empatía se puede dar por parte del
terapeuta, siendo un camino para comprender tanto al paciente, como sus afectos, sus
motivaciones, o sus comportamientos y resultados.
La empatía tiene que ver más con lo que se muestra y se hace que con lo que se dice. Consiste
en la capacidad para hacer que la otra persona vea que lo que comunica es comprendido por
nosotros a un nivel afectivo. Por ejemplo, una persona que domine este aspecto de la
comunicación mostrará apoyo a otra si esta dice que ha suspendido un examen importante,
incluso si para la primera los exámenes no importan demasiado.
2.3. ASERTIVIDAD
La autoestima nos capacita para ser personas asertivas y nos da la fortaleza psicológica necesaria
para arriesgarse y luchar, de manera legítima, por alcanzar objetivos y enfrentar obstáculos que
se oponen a ello. Siendo asertivas y con buena autoestima estaremos capacitadas para
reconocer los logros, para expresar adecuadamente nuestros pensamientos y sentimientos, y
seremos por tanto personas humildes que saben que toda relación con las demás personas es un
intercambio. La falta de autoestima sin embargo nos hace sentirnos inseguras, por tanto
podemos manifestarnos frente a las demás personas de manera dependiente o competitiva,
viendo a las personas como rivales ante las que someterse o a las que someter. Y en esa
situación nunca se puede dar una comunicación mediadora.
El contacto visual es básico, y es el primer paso a la hora de establecer una conversación cara a
cara que transcurra de manera fluida. No mirarse a los ojos a pesar de poder hacerlo (porque se
tiene acceso visual a la cara de la otra persona) no solo significa echar a perder la oportunidad
de conectar con alguien; además, probablemente creará un ambiente enrarecido, en el que hay
desconfianza y emergen las inseguridades, porque se nota que al menos una persona considera
que se trata de un momento incómodo.
Sin embargo, más allá del hecho de saber el conocimiento del que disponen los demás en cada
momento (es decir, sin confundir esto con lo que sabe uno mismo), es muy importante ser capaz
de tener en mente las motivaciones e intereses de los demás al tener una conversación. Un
ejemplo claro de esto lo encontramos en lo que hacen los comerciales: no se limitan a arrojar sin
más las ventajas de lo que venden, sino que adaptan su discurso a las prioridades y necesidades
que han detectado en el potencial cliente.
Este es uno de los consejos para mejorar las habilidades comunicativas más útiles, porque
desplaza la presión de uno mismo hacia el interlocutor, y te hace adoptar el rol de persona que
está en disposición de valorar positiva o negativamente lo que el otro dice.
Excepto en el caso de los discursos dados ante un público, memorizar frases enteras de lo que se
tiene que decir resulta contraproducente. En vez de eso, recuerda ideas básicas, conceptos que
resuman lo que tienes que expresar, e improvisa en tu manera de comunicarlos. De esta
manera, no dividirás tu atención entre lo que está pasando en el presente y lo que memorizaste
en el pasado.
3. CONTROL DEL ESTRÉS
Se define como la reacción fisiológica del organismo en el que entran en juego diversos mecanismos de
defensa para afrontar una situación que se percibe como amenazante o de demanda incrementada. El
estrés es una respuesta natural y necesaria para la supervivencia. Cuando esta respuesta natural se da
en exceso se produce una sobrecarga de tensión que repercute en el organismo y provoca la aparición
de enfermedades y anomalías patológicas que impiden el normal desarrollo y funcionamiento del
cuerpo humano.
La respuesta al estrés es nuestra particular forma de afrontar y adaptarnos a las diversas situaciones y
demandas que nos vamos encontrando, es una respuesta que aparece cuando percibimos que
nuestros recursos no son suficientes para afrontar los problemas.
- Eustrés
- Provoca una adecuada activación, necesaria para culminar con éxito una
prueba o situación complicada. ES normal y deseable tener una cierta
activación en algunas situaciones: hablar en públio por ejemplo.
- Es adaptativo y estimulante, necesario para el desarrollo de la vida en
bienestar.
- Es un tipo de estrés positivo. Sucede cuando hay un aumento de la
actividad física, el entusiasmo y la creatividad. Por ejemplo, practicar un
deporte que te gusta o afrontar algún reto o situación que consideras
excitante.
El estrés no siempre es malo, todos siempre tenemos un poco de estrés
pero su exceso puede provocar un trastorno de ansiedad. Ya no es bueno
cuando nos sobrepasa e interfiere en varias áreas de nuestra vida
cotidiana.
- Distrés
- Es un estrés desagradable. Es un estrés que ocasiona un exceso de
esfuerzo en relación a la carga.
- Provoca una inadecuada, excesiva o desregulada activación
psicofisiológica.
- Es dañino, nos provoca sufrimiento y desgaste personal.
No podemos ignorar el estrés o simplemente tolerarlo, el estrés forma
parte de nuestra vida cotidiana, las situaciones que nos estresan muchas
veces no van a desaparecer, lo que tenemos que hacer es aprender a
identificarlo y a combatirlo o reducirlo a niveles más tolerables
Está ampliamente documentado que un exceso de estrés puede provocarnos: trastornos coronarios,
respiratorios, inmunológicos, sexuales, endocrinos, metabólicos, gastrointestinales, dermatológicos,
musculares….
CÓMO PODEMOS RECONOCER SI ESTAMOS ESTRESADOS
Lo primero que vamos a hacer, por tanto, es estar atentos y auto observarnos a nosotros mismos, ya
que existen una serie de síntomas a corto y medio plazo que son indicadores de estrés, los más
comunes son los siguientes:
El manejo del estrés ofrece una variedad de estrategias para ayudarle a sobrellevar mejor el estrés y la
dificultad (adversidad) en tu vida. Controlar el estrés puede ayudarte a llevar una vida más equilibrada
y saludable.
El estrés es una respuesta automática física, mental y emocional a un evento dificultoso. Es una parte
normal de la vida de todos. Cuando se utiliza positivamente, el estrés puede conducir al crecimiento, la
acción y el cambio. Pero el estrés negativo, a largo plazo, puede disminuir tu calidad de vida.
Cuando pasa mucho tiempo y no hay mejoras evidentes respecto al estado del paciente con
enfermedad de Crohn o la colitis ulcerosa, la desconfianza puede aparecer en la relación médico-
paciente pudiendo avocarla al fracaso.
En conclusión, para ayudar al paciente en la mejora de su calidad de vida hay comunicarse y ver a la
persona en su conjunto, no solo como una persona con una enfermedad inflamatoria intestinal.
La relación entre el paciente y los profesionales es un elemento clave en la atención que reciben las
personas con cualquier enfermedad. Podríamos considerar dicha relación como un prerrequisito –
una de las bases en la que se apoyarían los diferentes elementos de la atención sanitaria. En este
sentido, a través de esta relación se va a establecer una alianza de trabajo – una alianza terapéutica
– dirigida al cuidado y si es posible a la mejora de la persona enferma: los profesionales y el paciente
van a trabajar con esta alianza más como un equipo.
Con el paso de los años ha habido un incremento en la tecnología que se aplica a las diferentes
enfermedades: hay mejores y más complejos sistemas de diagnóstico y de tratamiento. Ello no debería
llevarnos en absoluto a prestar una menor atención a la relación entre el paciente y los profesionales,
ni a disminuir su valor. Se trata de compaginar la tecnología con la atención a los aspectos más
humanos de la atención sanitaria.
Por otro lado, los pacientes pueden ser atendidos en diferentes entornos, desde el centro de Atención
Primaria, los diferentes Servicios del Hospital o su propio domicilio. Estos lugares presentan en mayor o
menor medida características que pueden facilitar la relación entre el paciente y el profesional: que
haya sitios para sentarse y charlar con cierta privacidad, que el entorno sea agradable, y otros.
La creación de la relación entre paciente y profesional
De manera esquemática podemos entender que en los servicios sanitarios se establece una relación
entre los profesionales – quienes conocen las técnicas para diagnosticar y tratar las enfermedades y
que tienen un interés en la persona que cuidan en su conjunto (no sólo en lo físico), y los pacientes –
que tienen (o podrían llegar a tener) unas limitaciones debidas a su enfermedad, y que desean
encontrar a alguien que sepa aplicar adecuadamente dichas técnicas, pero que también tienen otros
deseos, como son los de información o de apoyo emocional. Esta relación se comienza a crear desde el
primer contacto que se da entre ellos: ya en ese momento se produce un intercambio de mensajes no
verbales (por ejemplo a través de la mirada, la sonrisa), y verbales (por ejemplo con los saludos
informales). La relación irá creciendo, manteniéndose y en algunos casos variando, a lo largo del
periodo que dure la atención sanitaria.
Es importante que se den un respeto y una confianza mutuos entre el paciente y los profesionales.
También el que estos hagan ver que toman los problemas de los pacientes seriamente, mostrando
interés por cómo se encuentran, cómo viven su enfermedad y tratamiento.
Es bueno que en las conversaciones entre los profesionales y pacientes el profesional ayude a que el
paciente se encuentre relajado y que facilite el que hable abiertamente sobre los temas que le
interesen, haga preguntas o exprese comentarios y emociones. Este animar al paciente a hablar
debería complementarse con un respeto de su privacidad – deseo del propio paciente de no hablar de
algunos temas. Una cierta cercanía entre profesional y paciente va a ser también de ayuda: por
ejemplo, se puede llamar a la persona con su nombre de pila, lo que en absoluto significa que el
profesional este mostrando una competencia técnica baja.
En este sentido conviene recordar que un número importante de las personas mayores de nuestro
entorno, pueden tener la idea de que son los profesionales quienes deben marcar la duración y el
contenido de la conversación, y que lo esperable, de no indicarse lo contrario, es que el paciente
permanezca en silencio.
Por otro lado, el hablar de aspectos emocionales puede requerir una preparación por parte de los
profesionales sobre cómo manejar (y en algunos casos tolerar) dichas emociones.
Es bueno para la relación entre los profesionales y el paciente, que exista una comprensión mutua del
papel de cada uno de ellos: por ejemplo de lo que unos pueden estar intentando con su tratamiento;
de los síntomas que presenta el paciente; y de cómo tanto los profesionales como el paciente viven la
situación. En este sentido, es además adecuado que todos ellos intenten compartir una visión común
de la enfermedad y de los tratamientos, y si es posible que hablen con sinceridad, ya que va a permitir
que el paciente entienda mejor en qué punto de su enfermedad y tratamiento se encuentra, y hacia
donde se dirige. Es cierto que las personas nos diferenciamos en el grado de información que
deseamos recibir de los diferentes temas relacionados con la enfermedad. Por otro lado, las
limitaciones que se dan en nuestro entorno a la hora de ofrecer información sobre el diagnóstico o el
pronóstico de algunas enfermedades, como el cáncer, tienden a dificultar que se de esa visión común
sobre la situación y a frenar la comunicación entre paciente y profesional.
Otro aspecto que podría contribuir a crear una relación es el que el profesional se acercara al paciente
desde una cierta igualdad, en el que le hiciera ver que ambos son personas y que por ello comparten
sentimientos, necesidades y otros aspectos. Ello no implica que deba mostrarse como menos
preparado técnicamente. Al revés, es bueno que se presente como una persona segura y con dominio
de las técnicas de diagnóstico y tratamiento que esta empleando. En este sentido, los recursos técnicos
de que disponen los profesionales, lejos de distanciar la relación, pueden favorecer esa sensación de
seguridad en el paciente. Asociado a esa igualdad esta el que los profesionales respeten la autonomía
del paciente a la hora de tomar decisiones. Por ejemplo, no siempre los pasos que desea dar el
paciente sobre los tratamientos a recibir (cuando darlos, qué tipo de tratamiento de entre los posibles
elige, y otros) coinciden con la visión de los propios profesionales. Es conveniente para establecer una
relación adecuada, que el profesional ofrezca información, pero que no se muestre excesivamente
persuasivo con el paciente. Ello podría frenar la confianza que el paciente puede poner en el
profesional.
No cabe duda de que la relación médico-paciente ha actuado desde siempre como un eje vertebrador
de la profesión médica. Y es que dicha relación congrega poderosas fuerzas humanas: la fe, la
confianza, la esperanza, la fortaleza moral o la aceptación de la adversidad como fenómeno vital. En
los últimos tiempos la medicina se ha transformado más que en cualquier época, por ello la relación
médica ha sufrido cambios sustanciales, pero sin perder su carácter de fundamento del acto médico.
Es evidente que los recientes cambios en la medicina y en la organización de los servicios de salud han
generado un importante impacto en los médicos, que han tenido que adaptarse a la nueva realidad. Y
aunque se han realizado avances en materias tan importantes como la humanización hospitalaria, lo
cierto es que, aún queda un largo camino por recorrer. En Simbiotia, creemos que solo una visión
global del concepto será capaz de dar respuesta a todas las necesidades que plantea en la actualidad la
atención médica, siendo una de las principales líneas de acción de los planes de humanizacion de la
salud .
Historia de la relación médico-paciente
La relación médico-paciente era lo más natural e intrínseco a la propia práctica de la medicina, por eso
durante muchos años no se habló sobre ella. No se escribía sobre ella. Se daba por hecho su existencia
como
base del trabajo del médico con el enfermo, lo que se describe como el encuentro de una conciencia
con una confianza. Y es que la relación de confianza entre los seres humanos ha sido capaz de lograr
muchas curaciones. La relación médico-paciente siempre ha sido una cuestión de confianza, dónde el
paciente ha aceptado una relación de ayuda por parte del médico ante sus problemas de salud.
Sin embargo, en la actualidad asistimos a un cambio o transformación en los roles que se adoptan
tanto médicos como pacientes. Antes, cuando la medicina era más sencilla, los recursos del médico
para atender a los pacientes residían más en sus capacidades personales, en su relación con el
enfermo, que en los recursos externos, ya sea la tecnología para el diagnóstico, medicinas más eficaces
u otros procedimientos que la ciencia y la tecnología moderna han puesto al alcance de la medicina.
El médico es (o debería serlo) un profesional sanitario con vocación de servir, actitud compasiva y
espíritu de ayuda hacia la persona que está enferma o sufre. A partir de ese principio, estudia una larga
y compleja carrera científica para conocer en profundidad tanto el funcionamiento del cuerpo humano
como sus potenciales patologías y sus alternativas de tratamiento.
El vasto conocimiento que esta disciplina genera ha creado de forma paulatina la necesidad de
especializarse e incluso superespecializarse en un área muy concreta del saber médico. Esta
fragmentación del conocimiento y especialización es lo que nos ha permitido conseguir una medicina
de excelencia desde el punto de vista académico, técnico y práctico. Algo realmente impensable hace
tan sólo unas décadas.
En contrapartida, esta especialización también ha generado por otro lado una desnaturalización de la
relación entre médicos y pacientes. Es por ello que en los últimos años ha surgido un término que cada
vez está cobrando más importancia a nivel sanitario: el empoderamiento del paciente.
Con independencia de las diferentes definiciones que puedan darse, los elementos clave de un
paciente empoderado son los siguientes:
Estamos realmente ante un cambio de paradigma en la relación de los pacientes con el sistema
sanitario, pero aún queda mucho por hacer. Los centros hospitalarios y centros asistenciales tienen el
reto de evolucionar acorde a los tiempos de acuerdo a los cambios que experimenta la sociedad y la
humanidad.
De la misma forma, es conveniente reseñar la barrera mental que supone para los pacientes la
utilización de una jerga muy especializada y muy específica que dificulta la memorización y
comprensión de las instrucciones por parte del paciente, lo que aún puede distanciar más al médico
del paciente.
En Simbiotia estamos convencidos de que realmente esto debe cambiar, ya que es necesario poner el
foco en el bienestar y la experiencia de los pacientes desde una perspectiva holística. Acompañamos a
centros asistenciales como hospitales, residencias de mayores, centros de salud especializados…etc a
través de planes de humanización e innovación poniendo a las personas en el centro. Mediante un
equipo multidisciplinar acompañamos desde la estrategia, la reinvención de los procesos, la creación
de espacios innovadores de bienestar todo en línea con las nuevas tendencias internacionales del
nuevo paradigma de atención sanitaria. La relación médico paciente es una parte muy importante de
este proceso de humanización pero profundizamos también en la relación todo el personal sanitario
(desde médicos, enfermeras, celadores, personal de limpieza….) no sólo con los pacientes sino también
con sus acompañantes.
5. RELACIÓN DE AYUDA
La Relación de ayuda consiste en establecer mediante recursos materiales, técnicos y relacionales, una
relación terapéutica con el ayudado para que afronte los problemas lo más sanamente posible,
creciendo en todo momento.
La Relación de ayuda consiste en establecer mediante recursos materiales, técnicos y relacionales, una
relación terapéutica con el ayudado para que afronte los problemas lo más sanamente posible,
creciendo en todo momento. En la Enfermería, la Relación de ayuda no se planifica, es propia de todo
su ser, de sus cuidados. La hallamos en las actitudes, habilidades y relaciones que desarrolla en su
profesión por el carácter interaccionista de los cuidados que otorga.
Por último, se restablece la distancia del ayudante respecto al ayudado recuperando la objetividad y la
reflexión respecto a la experiencia vivida. Consiste en no despersonalizarse, mantener su propia
identidad desde el primer momento para poder ayudar de forma eficaz, e incluso, confrontar el mundo
del ayudado. Es lo que se conoce como Ecpatía, sentir fuera. Esto es el "proceso mental de exclusión
activa de los sentimientos inducidos por otros. Nos permite no dejarnos arrastrar por las emociones
ajenas, saber separarse en la implicación". De lo contrario, el ayudante entraría en lo que conoce como
fatiga por compasión.
El resultado es conseguir que el ayudado se sienta comprendido por el ayudante, a la vez que
conseguimos que se autoexplore y se comprenda. La única forma para que el ayudado se sienta
comprendido es por medio de la comunicación, por medio del diálogo, y éste, personalizado. Por lo
tanto, "implica un modo de compartir la emoción percibida por el otro "sintiendo con el otro" sin
"sentir lo mismo que el otro". El ayudante, hábil en la empatía, sabría leer lo que el ayudado comunica,
interpretándolo bajo la visión del mismo ayudado, asegurándose de estar en lo correcto a través de sus
respuestas.
Otra habilidad pertinente a la hora de entablar una relación de ayuda eficaz, es la autenticidad.
Consiste en: "la capacidad del ayudante de ser libre y profundamente él mismo, excluyendo así la
distancia entre lo que siente interiormente y lo que manifiesta exteriormente".
Esta autenticidad abarca tanto los sentimientos del ayudado como lo comunicado por parte del
ayudante. De ahí la necesidad de la libertad interior de ambas partes para comunicar, incluso cuando
se da la confrontación de ideas entre ambos. La confrontación, siempre que el centro de la misma sea
el ayudado, es favorable, ya que "expresa el deseo de que crezca y sobrepase las contradicciones
utilizando al máximo los propios recursos". El resultado de esta confrontación es la toma de conciencia
por parte del ayudado de ciertas contradicciones que le impiden avanzar en su afrontamiento o
crecimiento. Se dará una mayor autenticidad cuando los dos interlocutores se auto revelen de forma
sincera consigo mismo y con el otro.
Para que esta autenticidad se cree, hay un requisito indispensable: la confidencialidad. Esta, es una
virtud por la cual se protege al ser vulnerable ante su apertura en la comunicación. Y para ello se
requiere de otro elemento: la confianza. Para que se establezca esta relación de confianza, ambos
hacen un pacto de fe. El ayudado se fía del ayudante, reconoce su autoridad tanto profesional como
moral.
Sin esta acogida incondicional, el hombre no se comunicará, no confiará en el ayudante para sacar
afuera lo más profundo de su ser. Esta acogida incondicional se traduce en escucha activa. Por ello,
podemos afirmar que hay cinco tipos de comunicación, pues no todas son auténticas y, por lo tanto, no
hay una aceptación. El primer nivel no pasa de la conversación cordial, coloquial. Es una comunicación
no personal, sin contenido. El segundo nivel consiste en hablar de datos u otras personas. En el tercer
nivel comenzamos a adentrarnos en la comunicación auténtica a través de opiniones para tantear las
reacciones de nuestro interlocutor. Es una comunicación de máscaras y una estrategia para no quedar
nuestro yo auténtico al descubierto. El cuarto nivel consiste en la expresión de sentimientos y
emociones, culminando en el quinto nivel de la comunicación auténtica. En este último, el
comunicador no transmite un simple mensaje con o sin contenido, sino que se da por entero a la otra
persona a su vez que acoge al interlocutor tal como le gustaría que hicieran con él. En este último nivel
es cuando se establece la verdadera relación de ayuda, una acogida mutua en totalidad en base a la
amistad. Pero ésta, vive sobre el pilar de una relación en la verdad, no de verdad, sino "en". Una
relación auténtica, sin mentiras u omisiones de información. Nunca debe olvidar el ayudante que la
verdad es del paciente, siendo este el protagonista de su vida y de su destino. El escuchar es una tarea
ética que se da cuando se reconoce al otro, cuando manifiesta la trascendencia del otro, y cuando el
otro es atendido y escuchado.
Con lo anteriormente expuesto, vemos que para crear una verdadera relación de ayuda es necesaria la
escucha activa. Esta escucha activa, tantas veces nombrada pero tan poco practicada en nuestros días,
consiste en poner en el centro de la comunicación a aquella persona que tiene algo que decir. Para
ello, es necesario que el ayudado hable en libertad, y a su vez, un interlocutor que quiera escuchar y
acoger su mensaje. Para escuchar es necesario callar, pero no solo de forma externa, sino en nuestro
interior, pues lo importante de esta acción es el ayudado. Es una confianza plena en la cual lo que
transmite la persona es verdad, por lo que yo callo para hacerlo mío. De tal forma que el ayudante
calla, guarda silencio, controlando sus voces internas por la aceptación de sí mismo ante las reacciones
que puedan acontecer y sin emitir juicios ante lo escuchado.
La primera de las formas es la atención física. Se centra en la postura física del ayudante, pues esta
refleja el interés. Otra forma de escucha es la observación. Mediante esta, el ayudante obtiene la
información de la comunicación no verbal. Por último, la escucha en sentido literal. Por ella,
obtenemos la información de los mensajes verbales para comprender al ayudado y completar esta
información con lo observado. El objetivo de esta escucha es comprender al ayudado, de lo contrario
no tendría sentido escuchar.
Para hacer ver al ayudado que estamos comprendiendo su mensaje, el ayudante responde de diversas
maneras. Una de ellas es la refleja. En este tipo de respuesta, el ayudante intenta devolver al ayudado
la información que nos ha transmitido a través del lenguaje tanto verbal como no verbal. Así, podemos
reiterar lo que nos acaba de transmitir, dilucidar aclarando lo que nos expone, o bien devolviendo el
fondo emotivo del mensaje con otras palabras. Consiste, simplemente, en reformular el mensaje que el
ayudado nos ha puesto en comunicación para que perciba que le hemos entendido.
Otra forma de responder a lo comunicado es centrando nuestra respuesta en torno al contenido o los
sentimientos, o ambos, del mensaje. De tal forma, el ayudante puede promover una reflexión más
concreta por parte del ayudado para explorar y tomar conciencia más concienzuda del problema que
expresa.
La escucha activa está contemplada en la taxonomía enfermera NIC a través de la intervención escucha
Activa. Para llevarla a cabo, se proponen una serie de actividades (tabla):