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CAP 12: La reforma en francia

Resumen Estructural

Contexto: 1

La obra se enciende en Francia 1

Tiempos peligrosos para la reforma. 2

La conquista de Ginebra 2

Surgimiento de los Jesuítas 3

Desarollo
1. Contexto:
​ uego de la protesta de los príncipes, se encienden guerras civiles entre los que están a
L
favor de papismo y el protestantismo. Carlos V vio frustrados sus anhelos de destruir la
herejía. Por otro lado en otra de las potencias mundiales, Francia también estaban viviendo
ya en ese tiempo el despertar de la reforma, sobre todo gracias a los avances como la
imprenta.
2. La obra se enciende en Francia
Ahora procederemos a hacer un descripción narrativa introduciendo en el desarrollo los
reformadores en el orden presentados en el libro.
2.1. Lefevre, ​era un catedrático de París, el cual queriendo escribir una obra
acerca de la historia de los santos,​ estaba muy adelantado en ella cuando
decidió estudiar la Biblia con el propósito de obtener de ella datos para su
libro. Un raudal de luz divina penetró en su mente. Perplejo y disgustado
abandonó el trabajo que se había impuesto, y se consagró a la Palabra de
Dios. D​ ando así comienzo al gran movimiento en la ciudad de París
2.2. Guillermo Farel, ​Este fue un alumno Lefevre, ex-fanático papista, uno de los
más celosos, fieros fervientes reformadores franceses, destacado por la
osadía de empezar a predicar en público aquellas verdades que tanto
amaba.
2.3. El obispo de Meaux ​el obispo de Meaux (ciudad importante de Francia) fue
un convertido gracias al ministerio público de Guillermo Farel, ejerciendo su
autoridad… ​trabajó con empeño en su propia diócesis para instruir tanto a los
sacerdotes como al pueblo. Los curas inmorales e ignorantes fueron
removidos de sus puestos, y en cuanto fue posible, se los reemplazó por
hombres instruidos y piadosos.
Sin duda eran tiempos prósperos para la reforma, especialmente debido a que Francisco I,
rey de Francia no tomaba una posición a favor ni en contra, debido a intereses políticos.
3. Tiempos peligrosos para la reforma.
Al fin, los jefes papales lograron prevalecer. Se levantó la hoguera. ​Tristemente el Obispo
de Meaux traiciona la causa y retracta su fe. Sin embargo:
3.1. Berquín, ​el favorito del Rey,​ ​miembro de una ​las mejores y más valientes
familias nobles de Francia. Es peor que lutero, decían los romanistas. ​Se
levanta a predicar, en un principio defensor indómito de la verdad.
Encarcelado tres veces, pero más valiente cada vez. Atacó públicamente a
los sabios doctores y frailes de la facultad de teología de la universidad de
París, tomando de sus escritos ​“doce proposiciones, que declaró
públicamente “contrarias a la Biblia, y por lo tanto heréticas”; y apeló al rey
para que actuara de juez”. S ​ aliendo finalmente victorioso gracias a la
aprobación del Rey. Sin embargo, al poco tiempo, la imagen de una virgen
fue mutilada, exagerando el hecho y teniendo como autor intelectual a
Berquín, lo enjuiciaron, sentenciaron y ejecutaron en un mismo día, en
ausencia del Rey.
En este tiempo de persecución, luego de la muerte de Berquín, ​Lefevre, al cabo de algún
tiempo, se dirigió a Alemania, y Farel volvió a su pueblo natal. ​Donde predicó con empeño
en cuevas, campos, casas particulares o cualquier lugar disponible, logrando conversos a la
verdad reformada. Por aquel tiempo, aparece otro de los grandes
3.2. La princesa Margarita, ​la ayuda que Dios proveyó entre el linaje real, quién
por su posición en el reino no era blanco fácil para el catolicismo, brindaba
protección a los reformadores franceses, en ocasiones disponía de los
salones reales para que fuera lugares de culto para la fe reformada. Esto
durante el tiempo en que el Rey Francisco I no tomaba una posición definida
por uno de los bandos.
3.3. Calvino, ​una mente poderosa, tímido pero aficionado al estudio. Aunque en
un principio defensor papista, fue convertido al ver en los mártires de la
reforma aquella paz que para su alma él mismo anhelaba. Bajo la protección
de la princesa Margarita inició su obra de predicación de la princesa
Margarita, Calvino predicaba de casa en casa, “​colocando los cimientos de
iglesias”, ​una gran lección de perseverancia y minuciosidad para nosotros
hoy en día.
Por este tiempo, ocurrió la protesta de los carteles, uno de los cuales fue pegado en la
cámara privada del Rey, que contenía “blasfemias” contra los dogmas católicos. Estoy
despertó la ira del Rey, entonces, con gran pompa y ceremonia se inició una procesión para
asesinar a los herejes, con la ayuda de Morin, el policía secreto del Rey se logró dar con los
herejes, gracias tristemente a la traición de un artesano, quién amenazado vendió a sus
hermanos para salvar su vida.
4. La conquista de Ginebra
Cuando ya la obra en francia era casi imposible de llevarse desde adentro, debido a todas
las prohibiciones y control, Guillermo Farel y otros celosos reformadores anhelaban ganar
una ciudad como Ginebra (Ciudad Suiza), cercana a la fronteras de Francia e Italia, que
también es fronteriza con Alemania. El puesto de avanzada más conveniente.
Sin embargo este pueblo cuyo espíritu era ​atrevido, independiente y hasta violento,
necesitaba ser ganado con cuidado y perseverancia.
Farel fue uno de los primeros en la reforma Suiza. ​Farel dio comienzo a sus trabajos en
Suiza como humilde maestro de escuela. Se retiró a una parroquia apartada y se consagró
a la enseñanza de los niños. Además de las clases usuales requeridas por el plan de
estudios, introdujo con mucha prudencia las verdades de la Biblia, esperando alcanzar a los
padres por medio de los niños. Algunos creyeron, pero los sacerdotes se apresuraron a
detener la obra, y los supersticiosos campesinos fueron incitados a oponerse a ella. “Ese no
puede ser el evangelio de Cristo—decían con insistencia los sacerdotes—, puesto que su
predicación no trae paz sino guerra” En ocasiones se reunía poca gente a oírle; en otras,
interrumpían su predicación con burlas y gritería, y le echaban abajo del púlpito. Más de una
vez cayó en manos de la canalla, que le dio de golpes hasta dejarlo medio muerto. Sin
embargo seguía firme en su propósito.
Sobran palabras de elogio para felicitar la gran obra de Guillermo Farel en Suiza, siendo su
obejtivo principal la conquista de Ginebra,​ Para conseguirlo prosiguió su obra hasta que los
pueblos y las aldeas de alrededor quedaron conquistados por el evangelio. Luego entró en
Ginebra con un solo compañero. Pero no le permitieron que predicara sino dos sermones.
Huyendo luego por la persecución, así terminó el primer intento de G. Farel.

4.1. Fromento, ​un maestro de escuela​, ​en apariencia humilde, quizá en muchos
sentidos menos capaz que los demás reformadores se iba a llevar el
reconocimiento de ser en conquistador de Ginebra. ​¿Qué podría hacer uno
como él allí donde Farel había sido rechazado? ¿Cómo podría un hombre de
tan poco valor y tan escasa experiencia, resistir la tempestad ante la cual
había huido el más fuerte y el más bravo?. P​ or mi espíritu dice el señor, no
por números, ni ejércitos. Enseñando a los niños y estos luego a sus padres,
casi imperceptiblemente se esparció la “herejía”, se distribuían folletos y
nuevos testamentos de forma gratuita. Hasta quedar finalmente ganada la
ciudad para la reforma.
Luego de estos acontecimiento, regresaron entonces a Ginebra Farel y otros reformadores,
para fortalecer la causa en Ginebra, su gran puesto de avanzada.
Finalmente con la llegada de Juan Calvino, que provisto de tal perseverancia, que dedicó 30
años a su ministerio sobre la ciudad de Ginebra, la convirtió en refugio de los reformadores
de distintas partes del mundo. Allí estaba aquella hermosa ciudad, valiente desafiando al
mundo entero. ​De Ginebra salían publicaciones y maestros que esparcían las doctrinas
reformadas. Y a ella acudían los perseguidos de todas partes, en busca de instrucción, de
consejo y de aliento. La ciudad de Calvino se convirtió en refugio para los reformadores que
en toda la Europa occidental eran objeto de persecución.

5. Surgimiento de los Jesuítas


Para esta explicación, creo que no conviene realizar un resumen, la palabra de Ellen G. de
White son precisas y exactas.

Pasados los primeros triunfos de la Reforma,​ Roma reunió nuevas fuerzas con la
esperanza de acabar con ella.​ Entonces fue cuando nació la orden de los jesuitas​, que
iba a ser el más cruel, el menos escrupuloso y el más formidable de todos los campeones
del papado. Libres de todo lazo terrenal y de todo interés humano, ​insensibles a la voz del
afecto natural, sordos a los argumentos de la razón y a la voz de la conciencia, no
reconocían los miembros más ley, ni más sujeción que las de su orden, y no tenían
más preocupación que la de extender su poderío​ (véase el Apéndice). El evangelio de
Cristo había capacitado a sus adherentes para arrostrar los peligros y soportar los
padecimientos, sin desmayar por el frío, el hambre, el trabajo o la miseria, y para sostener
con denuedo el estandarte de la verdad frente al potro, al calabozo y a la hoguera. ​Para
combatir contra estas fuerzas, el jesuitismo inspiraba a sus adeptos un fanatismo tal,
que los habilitaba para soportar peligros similares y oponer al poder de la verdad
todas las armas del engaño.​ ​ Para ellos ningún crimen era demasiado grande, ninguna
mentira demasiado vil, ningún disfraz demasiado difícil de llevar.​ Ligados por votos de
pobreza y de humildad perpetuas, estudiaban el arte de adueñarse de la riqueza y del poder
para consagrarlos a la destrucción del protestantismo y al restablecimiento de la
supremacía papal.

Al darse a conocer como miembros de la orden, se presentaban con cierto aire de santidad,
visitando las cárceles, atendiendo a los enfermos y a los pobres, haciendo profesión de
haber renunciado al mundo, y llevando el sagrado nombre de Jesús, de Aquel que anduvo
haciendo bienes. Pero bajo esta fingida mansedumbre, ocultaban a menudo propósitos
criminales y mortíferos.​ Era un principio fundamental de la orden, que el fin justifica los
medios. Según dicho principio, la mentira, el robo, el perjurio y el asesinato, no solo
eran perdonables, sino dignos de ser recomendados, siempre que vieran los
intereses de la iglesia. Con muy diversos disfraces se introducían los jesuitas en los
puestos del estado, elevándose hasta la categoría de consejeros de los reyes, y
dirigiendo la política de las naciones. S ​ e hacían criados para convertirse en espías de
sus señores. Establecían colegios para los hijos de príncipes y nobles, y escuelas para los
del pueblo; y los hijos de padres protestantes eran inducidos a observar los ritos romanistas.
Toda la pompa exterior desplegada en el culto de la iglesia de Roma se aplicaba a confundir
la mente y ofuscar y embaucar la imaginación, para que los hijos traicionaran aquella
libertad por la cual sus padres habían trabajado y derramado su sangre. Los jesuitas se
esparcieron rápidamente por toda Europa y doquiera iban lograban reavivar el papismo.

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