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La guerra de la Restauración puede ser definida como la acción político-militar más importante

de la República Dominicana durante sus casi dos siglos de vida republicana. El Grito de
Capotillo del 16 de agosto de 1863 inició la guerra restauradora y tras derrotas sucesivas del
Ejército Español en la Línea Noroeste y en Santiago, el 14 de septiembre se instaló el Gobierno
Provisorio en esta última ciudad, el cual creó de inmediato el Ejército Libertador del Pueblo
Dominicano. De esa forma tomó cuerpo el aparato de dirección que requería el movimiento
restaurador para lograr el desarrollo sistemático y coordinado de la guerra popular contra
España, superando así la escasa o ninguna preparación que tenían los dominicanos en el
campo de las armas. De esta forma se estaba asegurando el triunfo indiscutible de la causa
dominicana.
La guerra de la Restauración fue la culminación de un complejo proceso de lucha que
desarrollaron el pueblo dominicano y los seguidores del ideal duartiano de una patria
absolutamente libre e independiente de toda potencia extranjera, entre los años 1861 y 1865,
con las armas en la mano por el retorno del ejercicio soberano del poder en la República
Dominicana. 
Este acontecimiento histórico, de gran significación para la reafirmación de la nacionalidad
dominicana, fue la reacción lógica de los patriotas dominicanos ante el hecho bochornoso e
inconsulto realizado por el general Pedro Santana y sus acólitos de anexar el país a España el 18
de marzo de 1861 en calidad de “provincia ultramarina”, tras haber librado múltiples jornadas
gloriosas frente al ejército expedicionario haitiano entre los años 1844 y 1856. 
La guerra de la Restauración puede ser definida como la acción político-militar más
trascendente de la República Dominicana durante sus casi dos siglos de vida republicana. Con
esta gesta se puso de manifiesto una vez más que el pueblo dominicano está dotado de un
profundo sentimiento nacionalista y que es posible articularlo y unificarlo en torno a un
proyecto alternativo, siempre y cuando se esté en capacidad de recoger, sistematizar e
interpretar sus ansias libertarias, frustraciones y anhelos más sentidos.  
Inmediatamente se dio a conocer la imprudente e inconsulta anexión de la República
Dominicana a España en la plaza pública del hoy parque Colón, las manifestaciones cívicas y
las acciones armadas del pueblo dominicano no se hicieron esperar en diferentes puntos del
país. Esa fue la respuesta a la actitud entreguista de los sectores dominantes criollos y a la
actitud arrogante, prepotente y discriminatoria de los sectores dominantes de origen
hispánico. 
Para el año 1863 se habían desvanecido todos los sueños y todas las expectativas de
prosperidad económica y bienestar social que habían creado el general Pedro Santana y su
grupo en la población dominicana para justificar la necesidad impostergable de la anexión de
nuestro país a España. Estas situaciones negativas fueron las que hicieron posible la unificación
de todo el pueblo en torno al proyecto liberador que se inició de forma firme y decidida en el
cerro de Capotillo, en Dajabón. De esta manera, dejaron de lado, aunque fuese
momentáneamente, las distintas parcelas políticas y las múltiples pugnas caudillistas
desgarrantes que habían caracterizado al período de la Primera República, de cara a enfrentar a
los enemigos comunes de entonces: España y sus aliados locales. 
Los patriotas dominicanos se dieron cuenta de la magnitud de la empresa que se proponían
llevar a cabo, razón por la cual desde el inicio entendieron como algo imprescindible contar con
el apoyo decidido del pueblo haitiano y su Gobierno, quienes se convertirían en la retaguardia
más firme y segura para garantizar el triunfo de su causa. Esto así porque el pueblo haitiano
también se sentía amenazado por la presencia española en la parte oriental de la isla de Santo
Domingo, ya que ello podría despertar en la metrópolis francesa igual deseo de recuperar su
antigua colonia. Esto es lo que permite explicar por qué, desde el primer momento, las
diferentes acciones desarrolladas por los dominicanos contaron con el respaldo público o
solapado del Gobierno haitiano, muy a pesar de las amenazas constantes de España al hermano
país. 
Los diferentes episodios que se desarrollaron en la zona fronteriza de las dos naciones que
comparten la isla de Santo Domingo ponen de manifiesto que el destino político de ambas
repúblicas está conectado por puntos comunes insoslayables, como son el combate a enemigos
recíprocos en diferentes coyunturas históricas, como Francia, España y Estados Unidos, así
como el apoyo y la solidaridad mutua a la hora de emprender cualquier proyecto de
emancipación con respecto a sus opresores. 
Además de ofrecer su territorio para la preparación de los alzamientos armados contra el
Gobierno español, las autoridades haitianas colaboraron con la donación e introducción de
armas, municiones y otros pertrechos adquiridos en el exterior a través de sus puertos, a favor
de la grande y hermosa empresa de la restauración de la República Dominicana. 
Después de los levantamientos ahogados en sangre en diferentes puntos del país a partir de la
anexión a España, como el de Moca —que encabezó el coronel José Contreras el 2 de mayo de
1861—, el de San Juan de la Maguana —que lideró Francisco del Rosario Sánchez entre los
meses de mayo y julio de 1861—, el de Neiba —que encabezó Cayetano Velázquez el día 9 de
febrero de 1863—, los de Sabaneta, Guayubín y Montecristi –que encabezó Santiago Rodríguez
el día 21 de febrero de 1863– y el de Santiago de los Caballeros —el 24 de febrero de 1863—,
varios patriotas dominicanos liderados por Santiago Rodríguez, Benito Monción y José Cabrera
procedieron a cruzar la frontera norte desde el vecino país de Haití el 16 de agosto de 1863, a
redoble de tambor, e izaron la bandera tricolor en el cerro de Capotillo, comunidad
perteneciente a la actual provincia de Dajabón. 
En tan solo veinte días, todos los pueblos de la Línea Noroeste habían sido ganados por los
patriotas dominicanos y la guerra tomó tal dimensión que se generalizó por todo el país, razón
por la cual se hacía sumamente necesario y urgente el surgimiento de un instrumento político-
militar que estuviera en capacidad de conducir hacia la victoria aquel glorioso e inmenso
movimiento de liberación nacional. 
Entre los días 31 de agosto y 13 de septiembre de 1863 se libró la decisiva Batalla de Santiago de
los Caballeros entre los restauradores y las fuerzas invasoras españolas, que en su totalidad
tuvo una duración de aproximadamente 14 días. Esta contienda bélica concluyó con la
rendición de las fuerzas invasoras realistas, siendo la acción del 6 de septiembre de ese año la
más decisiva en la definición del conflicto armado que se desarrolló entre los patriotas
dominicanos y las tropas peninsulares.
Fue así como, en medio del fragor de la lucha, se creó el Comando Central, integrado por los
generales Gaspar Polanco, Gregorio Lora, Ignacio Reyes y Gregorio Luperón, así como por los
coroneles Benito Monción, José Antonio Salcedo (Pepillo) y Pedro Antonio Pimentel. Fue
designado como jefe de operaciones el general Polanco, quien, al ostentar el rango de general
desde la Primera República y haber diseñado varias tácticas de guerra victoriosas contra los
españoles, fue investido con el rango máximo de generalísimo. 

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