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canpera nd Fedo: Be sw York, 913, hires 1945) De lepis de nls ap ‘an coop ‘1997, 1, Samed ‘ite def 977) ome sels de Tile so om W. spt si eer 2p Verto The Princip sed deli lshers Nuc 34 U Pinige sl Mie, 1 Barcelona Om Dine Seton ed se) “icon tered ae.) santos ben ese Ta Rese be ire clay tic, 1995) El gobierno en las democracias liberales cavanzadas»: del liberalismo al neoliberalismo NIKOLAS ROSE Para comprender las innovaciones que presenta el modo de go- bierno neoliberal es preciso analizarlo a partir del telén de fondo del liberalism. Paso, pues, a caracterizar estas dos formas de gobierno. Liberalismo En el siglo xvi europeo la ciencia de la «policia» sofiaba con un tiempo en el que el territorio y sus habitantes serfan transparentes para el conocimiento: todo podria ser conocido, anotado, enume- rado y documentado!. La conducta de las personas en todos los Ambitos de la vida iba a ser definida y sometida a escrutinio hasta cn sus mas minimos detalles mediante numerosas regulaciones de la vivienda, la vestimenta, los modales, etc. De este modo el desor- den se veria neutralizado por la fijacién de un orden de las personas y de las actividades?, El liberalismo, en tanto que programa de go- 25 CARPETA, * EI texto que publicamos ha sido cedido smablemente por Nikols Rose a Archiptlagey Torna pate del segundo eat de ive pu bMieado poe A. Bary, Th, Osborne YN. Rose (Ede) Fowl and pai Tiel reso. Liberian, no ier lim and rationale of goverment University College London (UCL) Press, Landes, 1996 Archipdlage 129 bierno, abandona esta fantasfa megalomantaca y obsesiva de una sociedad totalmente administrada. A partir de ahora el gobierno se enfrenta con una serie de realidades —mercado, sociedad civil, clu. dadanos— que poseen una légica interna y una densidad especifi- ¢as, sus propios mecanismos intrinsecos de autorregulacién. El liberalismo, como ha sefialado Grahan Burchell, rechaz6 asi sla razén de Estado» en tanto que racionalidad espectfica de go- bierno en la cual un soberano ejercita su voluntad totalizadora + lo largo de todo el territorio nacional?. Los gobernantes tienen que hacer frente, por una parte, a sujetos dotados de derechos e intere~ Ses que io tienen que ser pucstos en entredicho por la politica y, por otra, a todo un ambito de procesos que no se pueden gobernar me- diante un ejercicio de voluntad soberana porque los gobernantes carccen de los conocimientos y capacidades suficientes para hacer~ lo, Los objetos, inserumentos y tareas de gobierno deben de ser, por tanto, reformulados en relacién a estos ambitos del mercado, la'so- ciedad civil y la ciudadania, con ei fin de asegurar que funcionen para beneficio de la nacién en su conjunto. Los dos polos aparentemente uo liberales de «poder sobre la vide» que identificé Foucault —las «disciplinas» del cuerpo y la «biopolitica» de la poblacién— encuentran asi un espacio en ef in- terior de los programas liberales de gobierno, un gobierno que de- pende cada vez mas de los medios para hacer inteligibles y practi- cables estas condiciones virales para la produccién y el gobierno de un Estado de ciudadanos libres. Estos mecanismos y dispositivos que operan siguiendo una I6gica disciplinaria, desde la escuela a la prisién, pretenden crear las condiciones subjetivas, las formas de aurodominio, de autorregulacién y aucocontrol, necesarias para gobernar una nacién ahora concebida como una entidad formada or ciudadanos libres y civilizados. Al mismo tiempo, las estrate- gias de la biopolitica —encuestas, estadisticas, censos, programas para maximizar o reducir las tasas de reproduccién, para minimizar {a enfermedad y promover la salud— pretenden hacer inteligibles aquellos ambitos cayas leyes el gobierno liberal tiene que conocer y respetar: el gobierno legitimo no serd por tanto un gobierno arbi- tratio, sino que estaré basado en el conocimiento operative de aquellos cuyo bienestar esté llamado a promover'. A partir de este momento el gobierno tiene que ser ejercido con la ayuda de un co- nocimiento de lo que tiene que ser gobernado —la infancia, la fa- milia, la economia, la comunidad—, de un conocimiento de sus leyes generales de funcionamiento —oferta y demanda, solidaridad social—, en una situacién concreta y en un momento determinado (tasa de productividad, tasa de suicidios), y, a lu vez, de un conoci- miento de los medios a través de los que puede ser configurado y orientado a producir objetivos deseables al mismo tiempo que se respeta su autonomia. Ardipitage 29 26 NOTAS 1. Vease M. Foucault, més des ‘ours, Collge de France, Pars 1989, y «Governmental, en G Burchell C.'Gordon y P. Miller (Eds), The Pouce effi tadies in govermensiny, Harvester Whe atshel, Hemel Hempstead, Ingle tera, 1991(4adacido en VV AA, Expais de poder, La Piqua, Mi Adee, 1980). Ves, asso, P Pasquine, =Titrum Paliticne the genealogy of espa police and the st of prospeys en Bar hell y otra, The cael eft op cle pp 105-118, 2. G. Ocsucich, Newton and the moder sate, Cambie Un vessgy Pret, Cambridge 1982 3. G. Burchell, Peculiar interes {il society and governing the tem of natural libeiy, en G. Bur chal y tos, The Foun fice, peep. 119-150, ytmbin de misma autor, Liberal government and techniques ofthe sl sn A Barry, Th. Osborne y N. Rose (Es), Fouceut and police res, 2p ty pp. 19-36, 4, Veanse ls siguientes abso de M, Foucaule Vigil ycatigar. Ne » Archie 129 Posiblemente la propuesta més famosa fue la sugestién de Friede- rich von Hayeck de que la I6gica del Estado intervencionista, tal Como se haba manifestado en los tiempos de la guerra en la orga- nizacién de la vida econémica y social, no sélo eta ineficaz y habla fracasado, sino que acemés conducta al conjunto de naciones por un camino directo hacia un Estado total, tal y como se habia mo. nifestado en Ia Alemania nazi y se podia percibir aiin en la Union Soviética de Stalin —ambos paises subvertian las verdaderas liber. tades, la libertad y la democracia, que precisamente decfan promo- yer'. Los argumentos concenidos en The road serfdom de Hayeck fueron claborados en diferentes textos posteriores: el principio de la libertad individual era a la vez el origen de nuestro progeeso y la garantia del faturo desarrollo de la civilizacién; aunque debemos desprendetnos de la perversa ilusién de que podemos deliberada. mente crear, mediante decisiones y cilculos de autoridad, «el futu- ro de la humanidad», tenemos que reconocer que la libertad es en si misma un instrumento de civilizacién, que «la disciplina de la c- vilizacién [...] es al mismo tiempo la disciplina de la ibertad.?, Apenas tres décadas mas tarde, estas criticas del Estado social se fundieron dando lugar a un televante asalto politico a las racionali. ddades, programas y tecnologias del Welfare en Inglaterra, Europa y los Estados Unidos. Una tesis econémica, articulada de forma di tinta por la izquierda y por la derecha, cobré en este contexto una particular significacién: el argumento de que los crecientes niveles de impuestos y de gasto piiblico requeridos para sostener los servi cios sociales de salud, bienestar, educacién y otros, ponian en peli- gto la salud del capitalismo ya que requerfan tasas penalizadoras de impuestos sobre el beneficio privado. Esta contradiccién fue for- mulada por la izquierda en términos de «la crisis fiscal del Estado», ¥ por la derecha, en términos de las contradicciones entre el creci- miento de un sector de bienestar «improductivo» —que no creaba riqueza— y un sector privado eproductivo» —que era el que crea- ba toda la riqueza nacional'®. La auténtica socializacién de la em- presa capitalista privada y de las relaciones de mercado —que habia sido percibida como la salvacién, a la vez, frente a las amenazas del socialismo y frente a la desintegracién moral y social— aparecia ahora como incompatible con la supervivencia de una sociedad ba- sada en una economia capitalista, Este argumento econémico entraba asf en confluencia, en este ‘momento, con toda otra serie de criticas del gobierno social: la arrogancia de un gobierno que va demasiado lejos; los peligros de una sobrecarga de funciones del gobierno} lo absurdo de los politi- cos que juegan a adivinar por dénde va a ir el mercado eligiendo selectivamente a los triunfadores; los reproches de que las deman- das keynesianas de gestién provocan expectativas inflacionarias y conducen a la depreciacién de la moneda, Otros insistian en que Arhiptog 29 30 CARPETA ——____. Notas 8. Véane: FA, Hayek, The rad o sero, Routledge and Kegen Paul, Londres, 1944 (wad. Cemine te servidumbre, Nien, Madi, 1990); C. Gordon, «The sul of the cine: Max Weber and Michel Foucault on rationality and go- Yesmmentsen5, Lich, Whimster (Ede), Mx Weber rationality and ‘modern. Allen and Unwin, Law shes. 1987, ys tami del mise autor, «Governmental rationality an imtradutions on G, Burchell y xaos, The Paar pp. 1-52. Vans, igualmeme, N Rose, Ears aval hyn vointvaltion jatkeene (radcion Filandesa de sDisidvaneage ae Poe over “ater the Welln Sate) J rns (Revista de Ia Finnish Sociesy for Social Policy), 1. pp. 46-68 9. BA, Hayek, The conuitaton of liber, Routledge and Kegan Pay ondis, 1979, p. 163 10.J. O'Connor, Te cles of saat, Sc. Matin's Vresn Nueva York, 1972 (ad. Le ef del tad, Ed, 62 Peninsula, Bareelo- ra, 1981); y R Bacon y S. Hs, Britain economic probleme owe few producer’, Macmillan, Lone res 1976, 11, Véanse: Ch, Murray, Losing ground: Amertan ‘acial poly 41950-1980, Basic Books, Nuva York. 1980; M. Adler yS. Asquith (Eas), Dieretion and wefan, He nemann, Londees, 1981; M. Friedman, Capitation and fcedem University of Chicago Pres, Chic ago, 1982 (ead. Cepalmoy bertud, Rip, Madd, 1966). Una venign mir antigua: C. Reich, slindividal sights and social well Fes, Yale La Jornal, 74, 1965, p 1245. Dara la dncwsién’ de estas exit dels itrasigencias Se Albere O. Hirschman, The re- toric of reaction, Belknap Harvard, Cambridge, Mast, 1991 (ead con el clo Revie de lina ‘genta, FCE, Madeid, 1991, reimp. 1994) estas mi: en reali asistir a que los « gados al rocracias, expertos ques pre clisicos control mécrat: para ali que tra mentac tuir puso di los pot como d iglesia, ponsab la ment Simu dando eu nific madres rapeuta cialidad dereche tar se fi acusada Los clie mismos nuevas graron Tuntad Asediac medios gadas p. sus Dro ron for los exp. an com un aun giendo sus vid CARPETA ‘ch, Thera © and "ead. Comino fanaa, Madi, ‘The soul of ‘berand Michel valiy and go- aS! Whimster tina and J Unwin, Lor in del isto ‘al raionliy G. Bunhelly fen, op ce salmon, N eva hyvin nm (eadacion antage ard Po re See) J ‘amish Society pp. 46-68 1 Kegan Paul &. he fal ri of res, Nurs sei fl del sls, Bareco- con y S, Eis, problem 00 semi, Lone dary, Leg ‘mil polly Books, Niwa cry. Aug tere Hes er Mv mond feo go Pew, Ch spialme yb 1960, Una mC. Reich, xi wel 7419p ion de ts man. There ap Har 1991 ted a dee incu aid, 1991, \ I estas medidas destinadas a hacer decrecer la pobreza condujeron, cn realidad, a incrementar la desigualdad; que los intentos para asisti a los desfavorecidos empeoraron su situacién de desventaja; CARPETA, «Las fuerzas politicas tabearon instrument que los controles de los saarios minimos golpearon a los peot pa- formas de autorided gados al descruir puestos de trabajo. Y todavia mds, las propias bu distintas rocracias asistenciales, junto con los especialistas del Welfare y los. de las del Estado expertos sociales asociados a ellas, se convirtieron en objeto de ata- ues provenientes de toda la gama del espectro politico —desde los clisicos liberales y los libertarios, hasta los criticos izquierdistas del control social de la desviacién, pasando por los activistas socialde- mécratas preocupados por la falta de eficacia del gobierno social para aliviar la desigualdad y las desventajas. Se puso asi de relieve que tras sus apasionadas demandas en aras de una mayor funda- ‘menracién para sus servicios subyacia la oculta estrategia de cons- ttuir un imperio, asi como el ascenso de intereses sectoriales, y se puso de manifiesto que fueron las clases medias quienes, mis que los pobres, se beneficiaron tanto de las oportunidades de empleo como de los servicios del Welfare State, y que estos servicios destru- yeron, en realidad, otras formas de ayuda social rales como las de la iglesia, la comunidad y la familia, y que no favorecieron una res- ponsabilidad social ni ciudadania, sino més bien la dependencia y la mentalidad clientelistica', Simultineamente el imperio de los expertos sociales se fracturd dando lugar a diferentes especialidades en competencia: expertos en nitfios, viejos, incapacitados, alcohélicos, adictos a las drogas, madres solteras, enfermeras psiquidtricas, trabajadores sociales, te Tapeutas ocupacionales y muchos otros. Cada una de estas «espe- cialidades» intenté organizarse profesionalmente para reclamar sus derechos y su propio campo de intervencién: el mundo del bienes- tar se fragmenté a través de una divisién del trabajo cada vez mas acusada y a través de lealtades pricticas y concepruales divergentes. Los clientes de los expertos se vieron obligados a comprenderse a si mismos, a narrarse a si mismos, y a pensar su bienestar a través de nuevas formas. En la mayor parte de los sectores los individuos lo- graron reconceptualizarse a si mismos en rérminos de su propia vo- luntad de estar sanos, y de gozar de una normalidad maximizada. Asediados por las imégenes de salud y felicidad producidas pot los medios de comunicacién, y por las estrategias de mercado desple- gadas por la publicidad y los sistemas de consumo, pasaron a narrar sus problemas con el potente lenguaje de los derechos, se organiza ron formando asociaciones propias, cuestionando los poderes de los expertos, protestando contra unas relaciones que ahora apareci- an como tutelares, y degradantes para su autonomia, reclamando tun aumento de recursos para sus condiciones particulates, y exi- giendo poder decir algo respecto a las decisiones que afectaban a sus vidas. Frente a esta simulténea proliferacién, fragmentacién, 31 para gobernar «a distancia» Avchigiage 129. contestacién y deslegitimacién del papel de los expertos en los dis- Positivos del gobierno social, se perflé una nueva férmula para la telacién entre gobierno, expertos y subjetividad, Se desarrollaron asi determinadas estrategias. Los «libertatios ci viles» trataron de asediar alos expertos sirviéndose de una parafer- nalia de restricciones legale, derechos y tribunales, que modulasen sus decisiones: esta téctica resulté incémoda, lenta y cara, y tinica- mente sirvié para redistribuir poderes sociales a nuevos expertosi en el Reino Unido tales estrategias tinicamente lograron un limita. do impacto sobre la vida social!2, Criticos de izquierda se contenta- ron por largo tiempo con denunciar los poderes de los expertos como un encubierto control social del Estas, tratando de di guir entre el uso del conocimiento y su abuso, o de separar el ver- daclero conocimiento emancipatorio de la idcologta que disfraza y legitima el ejercicio del poder en «los aparatos ideol6gicos de Esta- do». Una politica radical respecto al papel de los expertos, en la Ii nnea del eslogan maoista «Mas vale rojo que experto», trataba de eli- minar cualquier tipo de intervencién pericial (como ocurrié con la ancipsiquiatria y algunas formas de feminismo): esta woposicisn a los expertos» generé répidamente su propia profesionalizacién, con sus propias organizaciones, pedagogias, etc. Otras politicas de iz- quierda respecto a los expertos operaron bajo la ribrica de ala ge- neralizacién de competencias», tal y como sucedié con algunos movimientos de cooperativas de trabajadozes que trataron de reor- ganizar los lugares de trabajo controlados y gestionados jerdrquica- mente, En el campo econémico, al menos en Inglaterra, este in- fento se encontré con resistencias, provenientes no sélo de los jefes, sino también de los representantes tradicionales de los trabajadores preocupados por ia crosién de sus propios poderes y por la emer- gencia de nuevos corporativismos con intereses opuestos a los suyos. Parecido destino tuvieron algunos intentos para democratizar la tervencién de los expertos en otros campos tales como la psiquiatrfa y la justicia, Podrfa inducir » equivocos sugerir que los regimenes politicos ne- oconservadores, que fueron elegidos en Inglaterra y en los Estados Unidos a finales de los afios setenta, estaban basados en una racio- nalidad politica coherente y elaborada que tenfan que desarrollar, ¢ inducirfa a un error todavia mayor pensar que hacfan del poder bu- . rocrético y profesional un problema clave. Inicialmente, sin duda, estos regimenes simplemente trataron de ocuparse de una multitud de diferentes problemas relativos al bienestar, de reducir costes, re- cortar el poder de los lobbies profesionales, etc. Peto, gradualmen- te, estas diversas escaramuzas fueron racionalizadas en el interior de un relativamente coherente programa de gobierno que se denomi- 1nd neoliberalismo. El neoliberalismo se las arreglé para reactivar tuna especie de vigilancia critica sobre el gobierno politico caracte- Arbipidage 29 32 CARPETA _—_— Noras 1 Véanse, ©. Reich, op. city M. Ailey 5: Asquith, 9. 13.M, Cooley, Arbiter be the Irmantechnoog rationsip, Lan ley Techical Servicer, Slough, Tnglaterea, 1980, V4. N, Rosey P. Miler, «Poi power heyond the tate: problem Yes of governments, Brits ournat af ecology 43 (2), 1992, pp 172 2s, ristica eretér de ella permit fo, un neolib, tica al suposi. objete dificu cién y berna para a cxager transt nolog servad tralia, chas, contro cas de instita e308 a nomia bertac tres a I debe s no: la: ingres rectan no po cionar cerrad proteg para ¢ accior avanz: dos pr humar tabilid tos sei destin CARPETA op. ies M, opie itt or be the lationship. La vices, Slough, ier, «Poli ke prubleme Bris Jour 992 pp. ristica del liberalismo clisico, conectando diferentes elementos de la sretérica de la intransigencia» con una serie de técnicas —ninguna de ellas en s{ misma particularmente nueva o destacable—, lo que Permitié que estas criticas se incorporasen al gobierno. Por supues- to, un hecho que puede resultar paradéjico en lo que se rcfiere al neoliberalismo es que, pese a presentarse a si mismo como una er- tica al gobierno politico, mantiene el programstico a priori, la pre~ suposicién, de que lo real es programable por las autoridades: los objetos de gobierno se hacen asi pensables en la medida en que sus dificultades aparecen como susceptibles de dingndstico, prescrip- cidn y cura! EI neoliberalismo no abandona lt «voluntad de go- bernar», sino que mantiene la visidn de que el fracaso del gobierno para alcanzar sus objetivos puede ser superado si se inventan nue. vas estrategias de gobierno que triunfariin

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