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1.

HISTORIA DE LOS DIBUJOS ANIMADOS


Los dibujos animados nacieron antes que el mismo cine. Se atribuye su
paternidad a un visionario francés llamado Emile Reynaud. Él llevó la ilusión
del dibujo en movimiento a las mayores alturas, conjugando el espectáculo con
el drama, en una época en que la animación apenas era poco más que un truco
óptico para demostrar teorías científicas y entretener a los niños.

Emile Reynaud creó en 1877 el praxinoscopio, partiendo del zoótropo. Reynaud


consiguió la proyección de imágenes animadas en buenas condiciones. Desde
1892 y durante diez años, antes de la aparición del cinematógrafo de los
Lumière, Reynaud  proyectó dibujos sobre una pantalla de gelatina
transparente, e hizo de sus pequeños relatos artesanales (las Pantomimas
Luminosas) los precursores de la animación. Con su colosal máquina, Reynaud
proyectaba en teatros abarrotados de público, con luces y espejos, más de 500
dibujos uno detrás de otro, por medio de un agotador mecanismo manual, y
mostraba, a una audiencia atónita, sencillas historias de amor y comedia con
jóvenes románticos y malvados entrometidos, durante casi un cuarto de hora de
espectáculo.

Aunque el cine de animación es anterior al del cine en movimiento y se basaba


en ilusiones ópticas producidas con aparatos anteriores al cinematógrafo, como
el zoótropo o el praxinoscopio de Reynaud, años después de que el cine con
acciones en vivo apareciera, Edwin S. Porter hizo la primera animación de
objetos, fotograma a fotograma, para la compañía Edison. En 1905 hizo How
Jones lost his roll y The whole dam family and the dam dog, en las que los
intertítulos estaban hechos con letras recortadas que se movían al azar
alrededor de la pantalla hasta colocarse en líneas y en el orden adecuado para
componer cada frase. Esta técnica requería una adaptación de la cámara de cine
normal, de forma que sólo exponía un fotograma, parándose con el obturador
cerrado, en vez de continuar a la velocidad acostumbrada de 16 fotogramas por
segundo.

El uso de bocetos de guión (como fueron originalmente llamados en el cine de


acción real) probablemente empezara con las primeras películas de Disney.
Webb Smith es el animador de la Disney a quien se atribuye la invención del
storyboard a principios de los años treinta. Otra valiosa contribución de
aquellos que habían facilitado el camino a Walt Disney, y por añadidura se
convirtieron en precursores de este arte, fue Winsor McKay, el creador de
Gertie, el dinosaurio. Ahora bien, la idea de contar historias a través de una
serie de dibujos, puede remontarse al antiguo Egipto o incluso más.

Entre los que abrieron el camino, encontramos al estadounidense Otto


Messmer, autor del expresivo Felix the Cat (1914), que fue el personaje del corto
de animación más popular a nivel mundial. Los austríacos Max y Dave Fleischer
dieron vida a personajes que alcanzaron gran popularidad, y fueron los mayores
competidores de Walt Disney. Ambos hermanos crearon grandes éxitos de los
dibujos animados como el travieso payaso Coco (1920-39) y la seductora Betty
Boop (1930-39) inspirada en la cantante Helen Kane, cuya risa poopoo-pi-doo
será un rasgo del que se apropiará Marilyn Monroe. Su personaje más duradero
fue Popeye (1930-47), creado originalmente por E.C. Segar para la publicidad de
espinacas. La principal contribución a la técnica de la animación aportada por
los hermanos Fleischer fue el rotoscopio, un aparato que permite calcar
personajes animados sobre personajes reales proyectados.

A continuación comenzaría la denominada era Disney, que dominaría en los


años 30 y principios de los 40 con Mickey, Donald, Pluto…
La idea de combinar dibujos y acción real fue recogida por Walt Disney. En 1928
alcanzaron un gran éxito con las primeras películas del ratón Mickey, y después
con la primera película sonora Steamboat Willie (1928). Los estudios Disney se
situaron en la primera posición de las productoras de animación, tanto artística
como comercialmente.

A partir de 1940 Disney comenzó a sentir los aguijones de los competidores.


Walter Lantz, creador del osito Andy Panda, inició en 1941 la serie del pájaro
carpintero Woody Woodpecker, introduciendo el sadismo y el furor destructivo
en el género, rasgos que serán quintaesencia de la pareja formada por el gato
Tom y el ratón Jerry, creados por William Hanna y Joe Barbera, que contrastan
con el ternurismo de Disney y señalan un cambio de rumbo en el género, que se
acentuará en la postguerra, con la que se cierra la gran era de Disney.

En 1940 hizo su debut el aún hoy popular Bugs Bunny, convirtiéndose en una
leyenda durante los años 50 y 60 bajo la inspirada dirección de Tex Avery, Bob
Clampett, Fritz Freleng y Chuck Jones.

Otro pionero fue George Pal, quien en los 40 y 50 creó un nuevo modo de
animar muñecos. Con su serie titulada Puppetoons creó los títeres con partes
móviles. Su aportación al mundo de la animación fue imprescindible. En sus
películas cada marioneta constaba de cientos de cabezas, brazos y piernas, y así
se permitía una rica gama de posibilidades expresivas: podía cambiar las caras,
por ejemplo, y con ello sus personajes no se limitaban a mostrar una única
expresión. Método que sigue siendo utilizado en la actualidad.

En Europa, ya en los 50 encontramos series infantiles animadas a través de


muñecos de trapo o cartón en países como Gran Bretaña, Francia, Holanda,
Checoslovaquia, en series muy famosas, algunas incluso populares al otro lado
del planeta, creando con esto también una gran cadena de merchandising.
Aunque el intercambio también se da al contrario a través de la saga de Jim
Henson y de series o programas como Barrio Sésamo (1969) o Fraggle Rock
(1983), autor también de The Hoobs o Dinasours, pero que merece pasar a la
historia por el maravilloso largometraje Cristal oscuro (1982) en el que Jim
Henson y Frank Oz dieron vida a un mundo basado en los cuentos de hadas con
una portentosa e inolvidable imaginación.

En nuestro país también encontramos animación con marionetas, como Los


Aurones, sobre unos aldeanos y su pacífica vida hasta que entran en conflicto
con el villano que intenta apoderarse de sus bienes. Producida en 1986 y
dirigida por Josep Ll. Viciana fue lanzada también en el extranjero. En esa
época apareció el programa La bola de cristal, en el que aparecían Los
Electroduendes, un grupo de “modernos” muñecos de trapo. Los inteligentes
guiones eran de Santiago Alba y quien se encargó de dar vida y diseñar a los
personajes fue Miguel Ángel Pacheco. Y actualmente, siguiendo la estela de los
entrañables Electroduendes, encontramos a Los Lunnis.
Entre las técnicas modernas de animación y los entrañables muñecos de trapo
surgió la animación con plastilina. En 1955 ya se podían ver las aventuras de
Gumby. Art Clokey filmó 127 capítulos (de 6 minutos) con este raro personaje,
un rectángulo de color verde con dos patas y otro par de brazos, empeñado en
destacar las bondades de la vida. Habría que esperar a Will Vinton para advertir
la fuerza expresiva de este método. Vinton comenzó a trabajar la plastilina en
los 60. Sus primeros trabajos ya mostraban un esfuerzo por sincronizar los
labios de cada figura con la voz del doblaje y algunos ambiciosos
desplazamientos de cámara, como zooms y panorámicas, que tuvo que crear
cuadro a cuadro.. En todos sus proyectos Vinton ha demostrado una admirable
atención al detalle creando un mundo en el que absolutamente todo está
compuesto de plastilina.

Todas estas técnicas, aunque parezcan primitivas, también crearon escuela


dentro de la animación y siguen siendo utilizadas aunque sean muy laboriosas
(se puede tardar más de un año en terminar, fotograma a fotograma, una
animación con plastilina) y exijan mucha paciencia, perseverancia.

Sin embargo, el auge definitivo del anime llegaría de la mano un fenómeno


cultural puramente japonés: el desarrollo del manga. Auspiciado por el
dibujante Osamu Tezuka, el manga combina las influencias de las ilustraciones
tradicionales japonesas y del cómic estadounidense. Los rasgos esquemáticos y
occidentalizados de sus personajes llegaron a la gran pantalla por primera vez
en 1960 gracias a Alakazam el grande, una adaptación de Taiji Yabushita del
exitoso manga de Tezuka.
A lo largo de las décadas de los 60 y los 70, la mayor parte de la producción de
anime estuvo dedicada a la pequeña pantalla. No obstante, la tendencia empieza
a cambiar a principios de los 80, con la entrada en escena de Isao Takahata y
Hayao Miyazaki. Curtidos en series de animación como “Marco” o “Heidi”,
ambos decidieron fundar en 1983 el Estudio Ghibli, para producir sus propios
largometrajes cinematográficos. De este modo, Hayao Miyazaki pudo escribir y
dirigir maravillosas películas como Nausicaa, el valle del viento (1983), Mi
vecino Totoro (1988), Porco Rosso (1992), La princesa Mononoke (1996), El
viaje de Chihiro (2002) o El castillo ambulante (2004).
En 1964 Ken Knowlon de Bell Laboratories comenzó a desarrollar técnicas
informáticas para producir películas animadas. En 1967 se dirigieron
Cibernetics 5.3, primer film de animación por ordenador creado para UCLA
Animation Workshop, y Permutations de John Whitney. En 1982, Tron, una
aventajada producción de Disney (aunque no se trataba de una película de
animación) incluyó 15 minutos de animación por ordenador, aunque el primer
largometraje de animación digital que se estrenó comercialmente fue Toy Story
(1995), realizada por Pixar, los estudios del bebé flexo, para Disney.
En la actualidad, el futuro de los dibujos animados discurre estrechamente
unido a los avances en el campo de las nuevas tecnologías, que permiten crear
mundos fantásticos cada vez más apartados de la realidad, como la
espectacular Titán A.E. (2000), una película de ciencia-ficción ambientada en
un futuro en el que la Tierra ha sido destruida. Este tipo de argumentos, de
temática cada vez más adulta, parece ser también una constante en la evolución
del cine de animación. En 2001 el director Hironobu Sakaguchi realizó Final
fantasy: la fuerza interior, una película creada íntegramente por ordenador y
protagonizada por actores virtuales de apariencia humana (vactors) que supuso
un hito en la historia de la animación fotorrealista.

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