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La transición de la rabia al amor. Una aplicación de la teoría del pensamiento de Bion al mito de Noé.

Gisela Ermann.

Los mitos, leyendas, cuentos de hadas y relatos folclóricos provienen de distintos lugares y de diversos momentos
históricos, y suponen un intento de resolver los problemas humanos universales. Son, como dice Bion (1963),
primitivos y pictóricos, y en consecuencia vitales aunque inexactos. A pesar de todo, al estudiarlos tenemos la
oportunidad de lograr insights tan fascinantes como placenteros. Desde mi punto de vista, la historia de Noé
incluye, a nivel de experiencia universal, el modelo de crecimiento mental, esto es, el proceso de desarrollo que nos
conduce desde la posición esquizo-paranoide a la posición depresiva, tal y como lo describe Bion (1970) en su Teoría
del pensamiento. En mi interpretación me ceñiré a los aspectos mitológicos de la Historia de Noé, dejando aparte
su contenido religioso. El objetivo que persigo, por tanto, consiste en ofrecer insights psicoanalíticos sobre el
mundo interno y los procesos internos de la humanidad, especialmente aquellos que tienen que ver con la resolución
de los conflictos inherentes a la evolución de la posición esquizo-paranoide, que es la resolución del conflicto entre
el amor y el odio, entre el bien y el mal, la amistad y la enemistad y entre la creación y la destrucción. Presentaré
este proceso en varios pasos, con objeto de ilustrar las distintas etapas de la relación entre Dios y Noé, tal y como
se relata en la historia de Noé. La narración comienza con la descripción de Dios enfrentándose al poder
independiente de sus criaturas, y su reacción ante esto. El texto se encuentra en Génesis 6, 1-7:
Cuando comenzaron a multiplicarse los hombres sobre la tierra y tuvieron hijas, viendo los hijos de Dios
que las hijas de los hombres eran hermosas, tomaron de entre ellas por mujeres las que bien quisieron. Y
dijo Yahvé: <<No permanecerá por siempre mi espíritu en el hombre, porque no es más que carne. Ciento
veinte años serán sus días>>.

Existían entonces los gigantes en la tierra, y también después, cuando los hijos de Dios se unieron con las
hijas de los hombres y les engendraron hijos. Estos son los héroes famosos muy de antiguo.
¿Cuál es el tipo de relación que experimenta la humanidad y que se refleja en la relación de Dios con sus
criaturas? La historia presupone que, al principio, todo ocurría según los designios divinos y la gente se comportaba
tal y como Él se había imaginado. Ellos se multiplicaron y poblaron la tierra, sin embargo luego, se cuestionó su
voluntad. Este cuestionamiento vino de parte de los hijos de Dios, que eran criaturas que descendían directamente
de Dios y no habían nacido de los hombres. Estos hijos de Dios, que eran ligeramente distintos de los seres
humanos y estaban más cerca de Dios, sólo los encontramos en esta parte del Antiguo Testamento. Fueron,
entonces, estos hijos de Dios, los que le ofendieron haciéndole sentir la experiencia de la limitación de su
omnipotencia. Lo hicieron al tomar como esposas a las hijas de los hombres, eligiéndolas según sus propios deseos y
gustos. Otra cosa que ofendió la omnipotencia de Dios fueron los niños que resultaron de estas relaciones, puesto
que eran tiranos; esto es, soberanos e independientes y hombres de fama. Para Dios éste era un tipo nuevo de
criatura, independiente y poderosa, y separada de su Espíritu, que mermaba su gloria y omnipotencia. Por tanto el
punto de partida de la historia de Noé es la experiencia que tiene Dios de su omnipotencia herida y la vivencia de
límites.
El retrato que se nos ofrece aquí es el de la rabia que provoca esta herida y su elaboración en la posición esquizo-
paranoide. El hecho de herir las fantasías omnipotentes despierta la consiguiente rabia persecutoria. En la historia
de Noé, Dios reacciona ante este uso no autorizado de independencia por parte de los hijos de Dios y las hijas de
los hombres, reduciendo la esperanza de vida de la humanidad. Adán y Caín habían vivido hasta una edad avanzada y
en la época del diluvio, Noé tenía cientos de años. Pero ahora Dios limitaba la edad de los hombres a 120 años. ¿Por
qué contesta a la ofensa de su omnipotencia y la consiguiente conciencia de los propios límites con una violencia
persecutoria y destructiva? La historia de Noé nos responde que vivenciar, tanto el poder independiente de los
demás como las limitaciones del poder de uno mismo, supone una experiencia nueva y que esta novedad no se puede
asimilar mientras no pueda dotársele de sentido.
En el texto de Noé, Dios no puede tolerar el fenómeno de un poder independiente en sus criaturas sin llenarse de
rabia y violencia, puesto que no puede comprender y asimilar el significado de dicho fenómeno. Según Bion (1963),
para Dios, en este momento no es posible un encuentro significativo con esta nueva realidad, puesto que no dispone
de una pre-concepción para una vivencia de este tipo, antes de tener la experiencia. Esto significa que no puede
afrontar fácilmente la nueva realidad, ya que es una experiencia primaria para la que no dispone de un modelo
previo. Por tanto el Dios omnipotente reacciona del modo preconcebido en su idea de utilización del poder, puesto
que en ese momento no puede disponer de la capacidad de interesarse abierta y fácilmente por lo desconocido.
Esta idea novedosa, la de que los hijos que se autoconceden el poder y la existencia de poderes ajenos a él: los
tiranos, precipita una catástrofe a partir de la cual su capacidad de pensar queda completamente confundida. Por
este motivo es incapaz de aceptar y afirmar la existencia de lo nuevo, lo desconocido, aquello que nunca antes había
sido. No podía haber ni integración ni una nueva experiencia en relación a la humanidad; de haberse producido
habría generado su crecimiento emocional correspondiente. Lo que encontramos al inicio de la historia de Noé es la
experiencia de reacción ante una herida de las fantasías omnipotentes propias, junto con una retirada destructiva.
Reaccionamos así porque todavía no hemos internalizado la experiencia de aceptar lo nuevo sin sentirnos
destruidos. En términos de Bion (1970) todavía no hemos pasado por el “cambio catastrófico”, y, en este sentido,
no hemos tenido la experiencia de sobrevivir indemnes a este tipo de transformación. Sin embargo, a medida que
avanzamos por el texto, siguiendo la evolución del mito, descubrimos cómo al final este proceso culmina
exitosamente.
El siguiente paso es la proyección de la propia maldad, nuestras fantasías e impulsos destructivos sobre la raza
humana. La Biblia (Gén. 6, 5) nos dice:
Viendo Yahvé cuánto había crecido la maldad del hombre sobre la tierra y que su corazón no tramaba sino
aviesos designios todo el día, se arrepintió de haber hecho al hombre en la tierra, doliéndose grandemente
en su corazón,

Aunque la proyección en sí parece no producir ningún alivio. A ella se añade la generalización, por la que Dios
considera ahora que la humanidad ha sido siempre el mal. ¿Qué función cumplen estas proyecciones y
generalizaciones?: Permiten el establecimiento de un límite. En el texto bíblico, el resultado tanto de la rabia de
sentirse impotente, como de la destructividad asociada indisolublemente a la decepción narcisista, se concreta en
la necesidad de imponer límites al mal. Al atribuir el mal a la humanidad, Dios no tiene que admitir que no es
omnipotente y que no dispone de todas las experiencias. En función de todo lo anterior, la relación entre Dios y la
humanidad cambia. A partir de ahora todo el bien residirá en Dios y todo el mal en la humanidad. Esta nueva
experiencia de limitación de su poder va a quedar asimilada a la idea de relación. Esta idea funciona como un primer
intento de abarcar lo nuevo; o, dicho de otro modo, la pérdida de la omnipotencia, y como un intento de encontrar
un nuevo modo de concebirlo. Aquí la Biblia describe cómo darse cuenta de la dependencia del dolor narcisista
primario, que van entrelazados, puede afrontarse mejor apoyándose en una idea útil.
Según Bion (1962) tendemos a enfrentar las experiencias emocionales nuevas y desconocidas apoyándonos en
ideas, y en consecuencia, capturando lo desconocido en una conceptualización. En la Biblia, la idea de la maldad de la
humanidad es lo que desarrolla el concepto de que el mal se esconde tras los límites de la propia persona. Esta idea
es un pensamiento original, un primer paso para dotar de significado a lo dolorosamente nuevo. Y es también el
primer paso hacia una experiencia emocional. Sin embargo, este primer paso para la resolución del conflicto
conlleva un dilema, porque lo que pone en cuestión es nada menos que el valor de toda la creación. Sobre esto la
Biblia nos dice:
Y dijo: <<Voy a exterminar al hombre que creé de sobre la faz de la tierra; y con el hombre, a los ganados,
reptiles y hasta las aves del cielo, pues me pesa haberlos hecho>>, (Gén. 6, 7)

Aquí Dios no queda perturbado por los actos de la humanidad, sino más bien, por sí mismo. Lo que importa no es el
duelo por el objeto, sino la rabia en crudo. Si examinamos de nuevo el paralelismo con la dinámica del desarrollo,
encontramos que estamos todavía en el ámbito de la posición esquizo-paranoide. En este estado del desarrollo
emocional todos y cada uno de los encuentros con la realidad exterior conllevan experiencias que tocan los
conflictos básicos de la vida, como el conflicto entre la estasis inmutable y el cambio dinámico, o el placer y el
dolor. Meltzer (1988) define esta experiencia como “un conflicto estético”. Concluye que introducimos la escisión y
la idealización para protegernos de las sensaciones de inseguridad y dolor, y también del impacto intolerable de la
belleza del mundo y la diversidad de las bellezas (Meltzer, 1988). En este punto sólo la comprensión empática de la
madre y la posibilidad de dotar de sentido a las experiencias es lo que nos permite superar la escisión y la
idealización.
Una vez más podemos encontrar estos conocimientos en el texto de Noé. El Dios de la Biblia no encuentra
contención; no hay un objeto contenedor para su experiencia del conflicto estético, ya que no hay nadie que pueda
pensar empáticamente en él. Por ello hay una amenaza de destrucción total, destrucción que provocaría una
catástrofe existencial, tanto en la creación como en el creador. En este punto podemos reconocer la escisión y la
idealización como pasos posteriores en el manejo de dicho dilema. Porque es entonces, en medio de la situación
catastrófica, cuando Él piensa que, al menos, hay un hombre bueno: ¡Noé¡
Pero Noé halló gracia a los ojos de Yahvé (…) Noé era varón justo y perfecto entre sus contemporáneos y
siempre anduvo con Dios. (Gén. 6, 9)

Así, observamos que en la Biblia no se dice nada malo sobre Noé. Por el contrario, se le idealiza, “se le elige” como
el hombre capaz de crear un lugar seguro para preservar los aspectos buenos de la creación. Este lugar seguro lo
simboliza el Arca. De momento es importante que nos fijemos en que el plan deriva del propio Dios. Noé no es nada
más que su ejecutor. Entonces Dios le dice a Noé:
Hazte un arca de maderas resinosas (…) harás en ella un primero, un segundo y un tercer piso. Voy a
arrojar sobre la tierra un diluvio de aguas que exterminará toda carne que bajo el cielo tiene hálito de
vida. Cuanto hay en la tierra perecerá. (…) y entrarás en el arca tú y tus hijos, tu mujer y las mujeres de
tus hijos contigo. De todo viviente y de toda carne meterás en el arca parejas para que vivan contigo;
macho y hembra serán. (Gén. 6, 14-19)

Dios elige a Noé y su familia para poner en práctica su plan. De este modo, sin embargo, los está usando como
objetos parciales que tienen la única función de llevar a la práctica su plan de reparación. Estos objetos parciales
carecen de voluntad, ideas o conceptos propios. La obediencia de Noé sirve al propósito de que Dios sea capaz de
cumplir su plan de permitir que sobreviva el bien en sentido psicológico, emocional y físico. En general, podríamos
decir que sin un objeto vivo, preparado para dejarse usar como tal, nunca podríamos experimentar nuestra
necesidad de preservar lo bueno y reparar lo que hemos destruido. Esta es una precondición fundamental para
alcanzar la posición depresiva. Ahora podemos examinar con más precisión los detalles de este mundo vívido del
Arca desde el punto de vista mitológico. De paso, sólo quiero mencionar brevemente dos temas: la conexión entre lo
puro y lo impuro y el tema de las parejas.
De todos los animales puros toma dos setenas, machos y hembras, y de los impuros, una pareja, macho y
hembra. (Gén 7, 2)

El mandato de reunir animales puros e impuros en el mismo continente supone una idea integradora. Igual que en la
alianza de Dios con Noé, el Arca se convierte en un continente de opuestos. Y es éste, precisamente, el aspecto
progresivo. Con este mandato divino a Noé de escoger parejas de macho y hembra, y el objetivo evidente de
repoblar la tierra después del diluvio, el Arca se convierte, entonces, en un continente que asegura que la
concepción de Dios del emparejamiento (que ya hemos observado en el pasaje de la Creación) volverá a expresarse
nuevamente. Aquí podemos encontrar un aspecto particular del aprendizaje que resulta de la experiencia, por el
que para sobrevivir a las incertidumbres del proceso de integración, se vuelve a la concepción original. Para que la
integración conduzca a la capacidad de tener experiencias nuevas, es necesario contar, como punto de partida, con
un concepto que se haya probado eficaz.
Finalmente me gustaría subrayar un tema que apunta hacia el futuro, a saber: el tema de la constelación de Edipo
en la colonización del Arca.
De toda carne entraron macho y hembra, como se lo había mandado Dios, y tras él cerró Yahvé la puerta.
(Gén 7, 16)

Aquí es Dios el que crea la situación edípica. Al cerrar la puerta con sus propias manos detrás de las parejas, Él
mismo se coloca en la posición del excluido. Al mismo tiempo, es Él quien los empuja a cumplir la tarea de la
multiplicación. Aparentemente éste es el principio de una experiencia nueva en la que Dios pone en juego la
experiencia de quedar excluido del acto sexual. Si lo vemos de este modo, el Arca no es sólo un continente de
alimento y parejas, sino que se convierte también en un símbolo oral-genital de la escena primaria. Con esto la
historia expresa la experiencia de tener conciencia de una pareja que genera vida al margen de uno mismo, como
condición previa para la supervivencia del objeto bueno de cara a los impulsos destructivos. En términos generales,
la seguridad de la pareja generadora de vida es una condición previa para la supervivencia psíquica. Una vez más,
esta experiencia indica un giro hacia la posición depresiva.
Según Bion (1963), la idea de la escena primaria posibilita nuevos pensamientos y facilita la capacidad de
reconocer “lo novedoso” como tal. La existencia de un preconcepto de la constelación edípica hace posible que las
experiencias primitivas elementales se conjuguen con imágenes y pensamientos significativos que luego facilitarán
el intercambio entre la realidad psíquica y la realidad externa. Cuando este intercambio se ve perturbado, la
experiencia emocional permanece sin sentido, sin respuesta y sin posibilidad de conectarse. No hay conceptos,
sentido o significado posible. La experiencia, entonces, se queda en un mero nivel de aceptar órdenes y ser
obediente. No se genera autonomía alguna, sino que el estado mental sigue dominado por la violencia; una violencia
con apariencia de autonomía. El área de la experiencia sigue siendo bidimensional, mientras que la experiencia de
darse significado mutuamente, que correspondería a la tercera dimensión, no llega a producirse. Britton (1989) lo
describe del siguiente modo: “La capacidad de imaginarse una relación parental amistosa influye en el desarrollo de
un área externa del self, que es observable y sobre la cual se puede reflexionar. Se convertirá en la base de la
creencia en un mundo más seguro y más perdurable”. El relato del diluvio expresa entonces, no sólo la rabia
destructiva, inconmensurable e inmediata, simbolizada en la devastación de las aguas del diluvio, sino también el
duelo infinito de una lluvia que no tiene fin. El texto dice que los cielos se abrieron y que las aguas se elevaron
hasta que todo estuvo cubierto.
Todo cuanto tenía hálito de vida en sus narices y todo cuanto había sobre la tierra seca murió. (Gén. 7, 22)

La particularidad de este pasaje del texto reside en que se trata de una descripción en la que no aparece ni
relación ni diálogo alguno; No se menciona en ningún momento a Dios, motor de la ruina. La ausencia de Dios refleja
un tipo particular de retirada psíquica en el punto crítico del giro entre la posición esquizo-paranoide y la posición
depresiva. Steiner (1993) lo describe claramente: “Cuando se afronta este cambio se da rienda suelta a un duelo
profundo, que hunde sus raíces en la defensa frente a las ansiedades que lo abarcan todo. Este tipo de ansiedad, la
persecutoria, paranoide y todas aquellas asociadas al temor depresivo de una pérdida, confluyen en este punto unas
con otras. Según el texto de la historia de Noé, Dios permanece en este duelo durante 150 días; sin embargo, se
sobrepone a esta crisis de cambio, recuerda y hace todo lo que está en su mano para que cese el diluvio.
Acordóse Dios de Noé y de todos los vivientes, de todas las bestias que con él estaban en el arca; e hizo
pasar un viento sobre la tierra, y comenzaron a menguar las aguas. (Gén. 8, 1)

Aquí la historia nos muestra lo doloroso que puede llegar a ser el paso de una posición evolutiva a otra y, también,
el tiempo que se necesita para ello: tiempo para dejar ir, tiempo para hacer un espacio para, y tiempo para darle un
lugar a lo nuevo. Nos muestra que, sin duelo, no podemos arreglárnoslas para avanzar de una etapa del desarrollo a
la siguiente. Sin duda era imprescindible un auténtico cambio catastrófico, como el que encontramos en la imagen
mítica de las aguas arrasando lo viejo, a partir del cual surge lo “nuevo”. Y aquí “lo nuevo” es el recuerdo, que está
asociado a la compasión, compasión en la que Dios, acordándose de Noé y su compañía, decide dar por finalizada la
catástrofe. Ahora podemos discernir el cambio que se produce entre Dios y Noé. Dios vuelve a encontrarse con
Noé. En el texto las instrucciones son:
Sal del arca tú y (…) Salió, pues, Noé. (Gén. 8, 18)
Sin embargo, aparece también lo nuevo:
Alzó Noé un altar a Yahvé (…) ofreció sobre el altar un holocausto. (Gén. 8, 20)

Aquí el texto sugiere que, por vez primera, Noé actúa sin seguir las instrucciones o ideas de Dios y se encuentra
con él como criatura autónoma. Con ello la historia nos muestra el logro fundamental de esta etapa del desarrollo,
que es la capacidad de ser consciente de la autonomía del otro o, en otras palabras, liberar al otro de su función de
objeto parcial. En la medida en que se deja atrás el nivel de relación de objeto parcial y se puede percibir al otro
como un objeto separado y autónomo por derecho propio, también debe abandonarse la fantasía de la omnipotencia
propia. Esto genera un cambio radical en el mundo interno, el mundo mental. El cambio catastrófico es algo que se
“sufre”. Y es precisamente la posibilidad de liberar al objeto lo que provoca el duelo infinito, con el que se asocia
esta fase. Dios ya no necesita a Noé como simple trabajador que lleva a cabo sus planes. Puede dejarle ir para que
pueda ofrecerle un sacrificio. ¿Cuál es el sentido de este sacrificio? ¿Qué es lo que expresa respecto a la relación
entre ambos? Con este sacrificio Noé está encendiendo, al mismo tiempo, el fuego de una nueva relación. Se ha
superado el duelo de la crisis evolutiva y retornan el placer y la felicidad.
Y aspiró Yahvé el suave olor (Gén. 8, 21)
La condición previa para un cambio de este tipo es que uno también esté preparado para llevar a cabo los cuidados
que se expresan en el sacrificio de la hoguera; para absorber, como relata el mito, el olor de dentro de uno mismo.
Por otro lado, el sacrificio es también una destrucción ritual. En su reflexión Dios encuentra la posibilidad de
confrontar los resultados de su propia destructividad, aguantar y arrepentirse de ello. Aquí el mito nos enseña que,
primero, podemos hacer frente a la pena y la pérdida a través del conocimiento del daño hecho al objeto. Sólo
cuando vemos y somos conscientes de la destrucción infligida sobre el otro, nos damos cuenta de que, para
nosotros, son objetos buenos, y sólo entonces podemos perdonar sus errores (Ver Steiner, 1993). Sólo entonces
queda libre nuestro amor. El texto bíblico dice:
(…)<<No volveré ya a exterminar todo viviente, como acabo de hacer. Mientras dure la tierra habrá
sementera y cosecha, frío y calor, verano e invierno, día y noche>>. (Gén. 8, 21-22)

Sobre esto Steiner (1993) afirma: “Pero tal reparación requiere creer en algún tipo de bondad, tanto en nosotros
como en los objetos que queden para ayudarnos en la tarea. Cuando esto es así, la destructividad conduce al
perdón. En caso contrario lleva a la desesperación”. A través de la supervivencia del bien en el Arca, Dios adquiere
ahora en su mundo emocional, una nueva concepción modificada de la humanidad. Ahora en Él hay lugar para el
cuidado del objeto, de modo que en este momento puede prometer que, en el futuro, nunca más afligirá la tierra.
Con ello el mito llega a la conclusión de que una percepción progresivamente más realista del objeto permite la
aparición de la posición depresiva y que el crecimiento de la capacidad de reconocer el daño hecho, permite un
contacto mayor con los sentimientos depresivos. Y es sólo en ese momento, como nos cuenta el mito, cuando se
hace posible una relación sana entre uno mismo y los demás. El Antiguo Testamento lo simboliza con un arco iris:
Y añadió Dios: << (…) pongo mi arco en las nubes para señal de mi pacto con la tierra, y cuando cubriere yo
de nubes la tierra, aparecerá el arco, y me acordaré de mi pacto con vosotros, y con todo viviente, y con
toda carne, y no volverán las aguas del diluvio a destruir toda carne (…)>>. (Gén. 9, 12-18)

Finalmente llegamos al aspecto más importante de la posición depresiva: el perdón, que constituye, junto con el
cuidado del destino del objeto, un aspecto fundamental de la reparación. Rey (1994) afirma: “No podemos esperar
que alguien que no haya perdonado, se sienta perdonado. La ausencia de perdón implica que el deseo de revancha
sobre el objeto permanece activo y en consecuencia el sentimiento de que el objeto todavía no ha perdonado y
busca la revancha; sólo cuando el superyo se hace menos cruel, menos demandante de perfección, el yo es capaz de
aceptar un objeto interno que no se ha reparado totalmente, sólo entonces puede aceptar el compromiso, perdonar
y ser perdonado y experimentar la esperanza y la gratitud. Quizás sea entonces cuando el amor haya triunfado y se
haya logrado una buena elaboración de la posición depresiva”.
Así, llegamos al final de la historia de Noé. Volviendo la vista atrás y tomándolo como un mito, nos preguntamos
qué es lo que nos transmite. Si lo entendemos de este modo, el mito nos ofrece el relato de la fuerza tan
sobrecogedora de la rabia narcisista primaria y de la necesidad de poner a salvo lo bueno, de forma que pueda
sobrevivir a un duelo violento, duelo que luego habrá de elaborarse para alcanzar una plano nuevo en la relación, así
como para adquirir la capacidad de asumir el cuidado de los demás y, en consecuencia, llegar a una reconciliación. En
este sentido, el pasaje que este mito intenta corregir y trazar de nuevo es el que lleva de la posición esquizo-
paranoide a la depresiva.
A lo largo de nuestras vidas oscilamos continuamente entre ambas posiciones. Lo sabemos tanto por nuestras
experiencias personales como por las de nuestros pacientes y, como hemos visto, también por el mito de la relación
entre Dios y Noé. La posición depresiva, con su capacidad de sentir compasión por los demás y llevar la carga de su
cuidado nunca se logra totalmente, en condiciones de crisis y estrés siempre puede volver a desaparecer. Una vez
más habremos quedado ensombrecidos por la cara destructiva de nuestro ser y expuestos, otra vez, a los temores
persecutorios asociados. En ese momento necesitamos consuelo y fe. Para este consuelo y fe, el Dios de la Biblia
nos propone una nueva alianza, simbolizada por el arco iris. La intención que hay detrás de este símbolo es que sea
un signo multicolor de la variedad de la vida. Variedad que es tan posible como necesaria, para garantizar la
supervivencia de nuestro mundo interno y del mundo externo.
Resumen
Aplicar la teoría del pensamiento de Bion a un mito antiguo no constituye un abordaje novedoso. El propio Bion lo
hizo con los mitos de Babel y el Edén. Aquí el autor se propone desvelar el proceso de desarrollo que conduce de la
posición esquizo paranoide a la depresiva, tal y como se describe en la historia de Noé. El proceso viene descrito
por diversos pasos que ilustran las distintas etapas de la relación entre Dios y Noé. Constituye la descripción de la
fuerza sobrecogedora de la rabia narcisista primitiva al afronta la novedad, así como de la necesidad de poner a
salvo lo bueno de modo que pueda sobrevivir a un duelo violento. El duelo, entonces, ha de elaborarse para poder
lograr un nuevo plano de relación, así como para adquirir la capacidad de asumir el cuidado del otro y llegar después
a una reconciliación. Este relato de la Historia de Noé es un intento de reflejar la vía que conduce de la posición
esquizo-paranoide a la depresiva. Es un mito que nos refleja procesos de nuestra vida mental cotidiana. A lo largo
de la vida oscilamos entre ambas posiciones, y en momentos de crisis y estrés nos quedamos en las sombras del
lado destructivo de nuestro ser. En consecuencia, consideramos el arco iris como un símbolo de esperanza, consuelo
y confianza que garantiza la supervivencia de nuestro mundo interno, así como del mundo externo.
Bibliografía:
- La Biblia (1970). Nueva traducción inglesa. Oxford Univ. Press./Cambridge Univ. Press (Versión Nacar-Colunga
para la traducción española, BAC, 1976)
- La aplicación de la Biblia a la vida: (1991) Wheaton, III.: Tyndale House Publishers Inc.
- Bion W.R.: (1962) Aprender de la experiencia. London: Heinemann
- Bion W.R.: (1963) Elementos de psicoanálisis. London. Heinemann
- Bion W.R.: (1970) Atención e interpretación. London. Karnac Books.
- Britton R.S.: (1989) “El vínculo perdido: la sexualidad parental en el complejo de Edipo” en El complejo de Edipo
hoy, R.S. Britton, M. Feldman y E. O´Shaughnessy, London: Karnac Books
- Meltzer, D., M.H. Williams: (1968) La aprehensión de la belleza. El rol del conflicto estético en el desarrollo,
Violencia y arete. Worcester: The Clunie Press.
-R ey, J.H.: (1986) Reparación, Journal of the Melanie Klein Society, 4: 5-35.
- Steiner, J.: (1993) Retiradas psíquicas, London: Routledge.
- Steiner, J. : (1993) Revancha, resentimiento, remordimiento y reparación. Comunicación presentada en Munich.
- Stern, D.: (1985) El mundo interpersonal del niño. New York. Basic Books.
- Winnicott, D.W.: (1958) Escritos de pediatría y psicoanálisis. London Tavistock.
Gisela Ermann
Peter-Visher-Str 16
D – 81245 München
Alemania
Traducción: Javier Naranjo, CEAP

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