Tabla de contenido
Pagina del titulo
Dedicación
Prefacio
Historial de producción
Epígrafe
yo
II
tercero
IV
V
VI
VII
viii
IX
La página de derechos de autor
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Tabla de contenido
yo
II
tercero
IV
V
VI
VII
viii
IX
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“Espectáculo #1 del año. El drama de John Patrick Shan-
ley es simple en líneas generales, complejo en resonan-
cia. La obra frustra todas nuestras cómodas suposicio-
nes”.
—Richard Zoglin, Revista Time
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“Una obra nueva supremamente inteligente. ¡La jugada
imperdible de la temporada!”
—Jacques Le Sourd, Journal News , Westchester
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Esta obra está dedicada a las muchas órdenes de
monjas católicas que han dedicado su vida
para servir a otros en hospitales, escuelas
y casas de retiro.
Aunque han sido muy calumniados y ridiculizados,
¿quién de nosotros ha sido tan generoso?
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Prefacio
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Ese es un momento interesante. Para un dramaturgo, es
el comienzo de una idea. Vi un terreno en el que podría
construir una obra de teatro, una obra de teatro que se
asienta sobre algo silencioso en mi vida y en mi tiempo.
Empecé con un título: Duda .
¿Qué es la duda? Cada uno de nosotros es como un
planeta. Ahí está la corteza, que parece eterna. Estamos
seguros de quiénes somos. Si lo pregunta, podemos des-
cribir fácilmente nuestro estado actual. Sé mis respuestas
a tantas preguntas, al igual que tú. ¿Cómo era tu padre?
¿Crees en Dios? ¿Quién es tu mejor amigo? ¿Qué quie-
res? Sus respuestas son su topografía actual, aparente-
mente permanente, pero engañosamente así. Porque bajo
esa cara de fácil respuesta, hay otro Tú. Y este Ser sin
palabras se mueve como se mueve el instante; empuja
hacia arriba sin explicación, fluido y sin palabras, hasta
que la conciencia que se resiste no tiene más remedio
que ceder.
Es la Duda (tan a menudo experimentada inicialmente
como debilidad) la que cambia las cosas. Cuando un
hombre se siente inestable, cuando vacila, cuando el co-
nocimiento adquirido con tanto esfuerzo se evapora ante
sus ojos, está a punto de crecer. La reconciliación sutil o
violenta de la persona exterior y el núcleo interior a me-
nudo parece al principio un error, como si hubiera ido
por el camino equivocado y estuviera perdido. Pero esto
es solo una emoción anhelando lo familiar. La vida suce-
de cuando el poder tectónico de tu alma muda rompe los
hábitos muertos de la mente. La duda es nada menos que
una oportunidad para volver a entrar en el Presente.
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El juego. Situé mi historia en 1964, cuando no solo yo,
sino el mundo entero parecía estar pasando por una espe-
cie de gran pubertad. Las viejas costumbres aún domina-
ban en el comportamiento, la vestimenta, la moralidad y
la visión del mundo, pero lo que había sido una expre-
sión orgánica se había convertido en una máscara muer-
ta. Estaba en una escuela de la iglesia católica en el Bro-
nx, dirigida por las Hermanas de la Caridad. Estas muje-
res vestidas de negro, creían en el Infierno, obedecían a
sus homólogos masculinos y nos educaban. La fe, que
nos mantuvo unidos, fue más allá de los recintos de la re-
ligión. Era un sueño compartido que acordamos llamar
Realidad. No lo sabíamos, pero teníamos un trato, un
contrato social. Todos creeríamos lo mismo. Todos cree-
ríamos.
Mirando hacia atrás, me parece que en esas escuelas
en ese momento, éramos una unidad eterna. Todos éra-
mos adultos y todos éramos niños. Como muchos anima-
les, nos habíamos juntado en busca de calor y seguridad.
Como resultado, éramos terriblemente vulnerables a
cualquiera que decidiera cazarnos. Cuando la confianza
está a la orden del día, los depredadores son libres de sa-
quear. Y saquearon lo que hicieron. Como revelan los
cada vez mayores escándalos de la Iglesia, los cazadores
tuvieron un día de campo. Y los pastores, tan invertidos
en la superficie, sacrificaron el bien real por la virtud
percibida.
Nunca he olvidado las lecciones de esa época, ni las
he aprendido lo suficientemente bien. Todavía anhelo
una certeza compartida, una suposición de seguridad, la
tranquilidad de creer que otros saben mejor que yo lo
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que es mejor. Pero me han llevado las amargas necesida-
des de una vida interesante a valorar esa secular práctica
de los sabios: Dudar.
Hay un momento difícil cuando la creencia ha comen-
zado a fallar, pero la hipocresía aún no se ha afianzado,
cuando la conciencia está perturbada pero aún no altera-
da. Es la experiencia más peligrosa, importante y perma-
nente de la vida. El comienzo del cambio es el momento
de la Duda. Es ese momento crucial en el que renuevo
mi humanidad o me convierto en mentira.
La duda requiere más coraje que la convicción, y más
energía; porque la convicción es un lugar de descanso y
la duda es infinita, es un ejercicio apasionante. Puede
que salgas de mi juego inseguro. Es posible que desee
estar seguro. Mira hacia abajo en ese sentimiento. Tene-
mos que aprender a vivir con una medida completa de
incertidumbre. No hay una última palabra. Ese es el si-
lencio bajo la charla de nuestro tiempo.
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Historial de producción
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Caracteres
Ajuste
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Los malos duermen bien.
—Título de la película de Kurosawa
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yo
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pasa si no llega ninguna respuesta? Silencio. Quiero con-
tarte una historia. Un carguero se hundió y toda su tripu-
lación se ahogó. Solo este marinero sobrevivió. Hizo una
balsa con unos palos y, siendo de disciplina náutica, vol-
vió los ojos al Cielo y leyó las estrellas. Puso rumbo a su
casa y, exhausto, se durmió. Las nubes rodaron y cubrie-
ron el cielo. Durante las siguientes veinte noches, mien-
tras flotaba en el vasto océano, ya no podía ver las estre-
llas. Pensó que iba por buen camino, pero no había ma-
nera de estar seguro. A medida que pasaban los días y se
consumía con fiebre, sed y hambre, comenzó a tener du-
das. ¿Había fijado bien su rumbo? ¿Seguiría yendo hacia
su casa? ¿O estaba horriblemente perdido y condenado a
una muerte terrible? No hay forma de saberlo. El mensa-
je de las constelaciones, ¿lo había imaginado por su des-
esperada circunstancia? ¿O había visto la Verdad una
vez y ahora tenía que aferrarse a ella sin más tranquili-
dad? Ese era su dilema en un viaje sin fin aparente. Hay
algunos de ustedes en la iglesia hoy que conocen exacta-
mente la crisis de fe que describo. Quiero decirte: la
duda puede ser un vínculo tan poderoso y sustentador
como la certeza. Cuando estás perdido, no estás solo. En
el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
(Él sale.)
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II
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HERMANA ALOYSIUS: Se puede lograr mucho en se-
senta minutos.
HERMANA JAMES: Sí, hermana Aloysius. Me pregun-
taba si podría saber qué hiciste con William London.
HERMANA ALOYSIUS: Lo mandé a casa.
HERMANA JAMES: Oh querido. ¿Así que sigue san-
grando?
HERMANA ALOYSIUS: Ah, sí.
HERMANA JAMES: Su nariz simplemente se soltó y
comenzó a chorrear durante El Juramento a la Bandera.
HERMANA ALOYSIUS: ¿Fue espontáneo?
HERMANA JAMES: ¿Qué más sería?
HERMANA ALOYSIUS: Autoinducido.
HERMANA JAMES: ¿Quiere decir que cree que podría
haberse hecho sangrar la nariz intencionalmente?
HERMANA ALOYSIUS: Exactamente.
HERMANA JAMES: ¡No!
HERMANA ALOYSIUS: Usted es una persona muy
inocente, hermana James. William London es un niño in-
quieto y si no lo sigues, hará cualquier cosa para escapar
de su silla. Prendería fuego a su pie durante medio día
fuera de la escuela.
HERMANA JAMES: ¿Pero por qué?
HERMANA ALOYSIUS: Tiene una mente inquieta.
HERMANA JAMES: Pero eso es bueno.
HERMANA ALOYSIUS: No, no lo es. Su padre es poli-
cía y lo último que quiere es un chico alborotador. Wi-
lliam London se dirige hacia problemas. La pubertad se
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ha apoderado de él. Se estará imaginando todas las cosas
equivocadas, y sospecho firmemente que no se graduará
de la escuela secundaria. Pero eso está más allá de nues-
tra jurisdicción. Simplemente tenemos que hacerlo pasar,
salir por la puerta, y luego es el proyecto de otra persona.
Por lo general, asigno a mis hermanas más experimenta-
das al octavo grado, pero estoy trabajando con limitacio-
nes. ¿Tienes el control de tu clase?
HERMANA JAMES: Creo que sí.
HERMANA ALOYSIUS: Por lo general, me envían más
niños.
HERMANA JAMES: Trato de encargarme de las cosas
yo mismo.
HERMANA ALOYSIUS: Eso puede ser un error. Usted
responde ante mí, yo ante el monseñor, él ante el obispo,
y así hasta el Santo Padre. Hay una cadena de disciplina.
Haz uso de él.
HERMANA JAMES: Sí, hermana.
HERMANA ALOYSIUS: ¿Cómo está Donald Muller?
HERMANA JAMES: Tranquila.
HERMANA ALOYSIUS: Bien. ¿Alguien lo ha golpea-
do?
HERMANA JAMES: No.
HERMANA ALOYSIUS: Bien. Esa chica, Linda Conte,
¿la has sentado lejos de los chicos?
HERMANA JAMES: Hasta donde el espacio lo permita.
No hace mucho bien.
HERMANA ALOYSIUS: Sólo hágala pasar. Intacto.
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(Pausa. La hermana Aloysius mira distraídamente a la
hermana James. Se hace un silencio).
HERMANA JAMES: Entonces. ¿Debo ir? (Sin respues-
ta) ¿Pasa algo?
HERMANA ALOYSIUS: No. ¿Por qué? ¿Pasa algo?
HERMANA JAMES: No lo creo.
HERMANA ALOYSIUS: Entonces no pasa nada.
HERMANA JAMES: Bueno. Gracias hermana. Sólo
quería comprobar la nariz de William.
(Empieza a marcharse.)
HERMANA ALOYSIUS: Tenía un bolígrafo.
HERMANA JAMES: ¿Disculpe, hermana?
HERMANA ALOYSIUS: William London tenía un bo-
lígrafo. Estaba jugueteando con él mientras esperaba a su
madre. No lo está usando para tareas, espero.
HERMANA JAMES: No, por supuesto que no.
HERMANA ALOYSIUS: Lamento haber permitido in-
cluso la entrada de bolígrafos a la escuela. Los estudian-
tes realmente solo deberían estar aprendiendo guiones
con verdaderas plumas estilográficas. Siempre la salida
fácil en estos días. ¿Qué enseña eso? Cada elección fácil
de hoy tendrá su consecuencia mañana. Recuerda lo que
te digo.
HERMANA JAMES: Sí, hermana.
HERMANA ALOYSIUS: Los bolígrafos los hacen pre-
sionar, y cuando presionan, escriben como monos.
HERMANA JAMES: No les permito bolígrafos.
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HERMANA ALOYSIUS: Bien. La caligrafía está mu-
riendo en todo el país. Tienes algo de tiempo. Siéntate.
(La hermana James duda y se sienta.)
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HERMANA JAMES: Stephen Inzio tiene las calificacio-
nes más altas de la clase.
HERMANA ALOYSIUS: ¿Noreen Horan?
HERMANA JAMES: Segundas calificaciones más altas.
HERMANA ALOYSIUS: ¿Brenda McNulty?
HERMANA JAMES: La tercera más alta.
HERMANA ALOYSIUS: Verá que estoy haciendo un
punto, hermana James. Sé que Stephen Inzio, Noreen
Horan y Brenda McNulty son uno, dos y tres en tu clase.
En toda la escuela, hay cuarenta y ocho estudiantes de
este tipo en cada período de grado. Me dedico a conocer
los cuarenta y ocho de sus nombres. No digo esto para
engrandecerme, sino para ilustrar la importancia de pres-
tar atención. Debes prestar atención también.
HERMANA JAMES: Sí, hermana Aloysius.
HERMANA ALOYSIUS: No puedo estar en todas par-
tes.
HERMANA JAMES: ¿Me estoy quedando corta, herma-
na?
HERMANA ALOYSIUS: Estos tres estudiantes con las
calificaciones más altas. ¿Son los niños más inteligentes
de tu clase?
HERMANA JAMES: No, yo no diría que lo son. Pero
ellos trabajan más duro.
HERMANA ALOYSIUS: ¡Muy bien! ¡Así es! Esa es la
ética. ¿De qué sirve un regalo si se deja en la caja? ¿De
qué sirve un coeficiente intelectual alto si estás mirando
por la ventana con la boca abierta? Sea dura con los bri-
llantes, hermana James. No te dejes seducir por la inteli-
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gencia. No de ellos. Y no el tuyo. Creo que es una maes-
tra competente, hermana James, pero tal vez no sea nues-
tra mejor maestra. Los mejores profesores no actúan, ha-
cen que los alumnos actúen.
HERMANA JAMES: ¿Actúo?
HERMANA ALOYSIUS: Como en un escenario de
Broadway.
HERMANA JAMES: Oh querido. ¡No tuve concepción!
HERMANA ALOYSIUS: Estás presumiendo. Te gusta
verte a ti mismo de diez pies de altura en sus ojos. Se me
ocurre otra cosa. ¿Dónde has estado antes?
HERMANA JAMES: Mount St. Margaret's.
HERMANA ALOYSIUS: Todas chicas.
HERMANA JAMES: Sí.
HERMANA ALOYSIUS: Siento que debo recordárselo.
Los chicos están hechos de grava, hollín y papel alquitra-
nado. Los chicos son de otra raza.
HERMANA JAMES: Siento que sé cómo manejarlos.
HERMANA ALOYSIUS: Pero quizás esté equivocado.
Y tal vez usted no está trabajando lo suficientemente
duro.
HERMANA JAMES: Oh.
(La hermana James llora un poco.)
HERMANA ALOYSIUS: Sin lágrimas.
HERMANA JAMES: Pensé que estabas satisfecho con-
migo.
HERMANA ALOYSIUS: La satisfacción es un vicio.
¿Tienes un pañuelo?
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HERMANA JAMES: Sí.
HERMANA ALOYSIUS: Úsalo. ¿Crees que Sócrates
quedó satisfecho? Los buenos maestros nunca están con-
tentos. Tenemos unos trescientos setenta y dos estudian-
tes en esta escuela. Es una sociedad que requiere una
constante vigilancia educativa, espiritual y humana. No
puedo permitirme un instructor excesivamente inocente
en mi clase de octavo grado. Es autocomplaciente. La
inocencia es una forma de pereza. Los maestros inocen-
tes son fácilmente engañados. Debe ser astuta, hermana
James.
HERMANA JAMES: Sí, hermana.
HERMANA ALOYSIUS: Cuando a William London le
sangra la nariz, sea escéptico. No dejes que un poco de
sangre enturbie tu juicio. Dios te dio un cerebro y un co-
razón. El corazón es cálido, pero tu ingenio debe ser frío.
Los mentirosos deberían tener miedo de mentirte. Deben
sentirse incómodos en tu presencia. Dudo que lo sean.
HERMANA JAMES: No sé. Nunca he pensado en eso.
HERMANA ALOYSIUS: Los niños deberían pensar que
los entiendes.
HERMANA JAMES: ¿No sería eso un poco aterrador?
HERMANA ALOYSIUS: Sólo a los que no traman nada
bueno.
HERMANA JAMES: Pero quiero que mis alumnos sien-
tan que pueden hablar conmigo.
HERMANA ALOYSIUS: Son niños. Pueden hablar en-
tre ellos. Es más importante que tengan un guardián mo-
ral feroz. Usted se para en la puerta, hermana. Eres el
portero. Si estás alerta, ellos no necesitarán estarlo.
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HERMANA JAMES: No estoy segura de lo que quiere
que haga.
HERMANA ALOYSIUS: Y si ocurren cosas en su salón
de clases que siente que requieren comprensión, pero no
entiende, venga a mí.
HERMANA JAMES: Sí, hermana.
HERMANA ALOYSIUS: Por eso estoy aquí. Por eso
soy el director de esta escuela. ¿Te quedas cuando llegan
los instructores especializados?
HERMANA JAMES: Sí.
HERMANA AL OYSIUS: Pero ahora estás aquí mien-
tras se lleva a cabo la clase de Arte.
HERMANA JAMES: Estaba un poco preocupada por la
nariz de William.
HERMANA ALOYSIUS: Correcto. Así que tienes Arte
en clase.
HERMANA JAMES: Ella entra. Sra. Bell. Sí.
HERMANA ALOYSIUS: Y los lleva al sótano para bai-
lar con la Sra. Shields.
HERMANA JAMES: Los jueves.
HERMANA ALOYSIUS: Otra pérdida de tiempo.
HERMANA JAMES: Ah, pero a todos les encanta el
desfile de Navidad.
HERMANA ALOYSIUS: No me encanta. Francamente
me ofende. El año pasado, la niña que representaba a
Nuestra Señora usaba lápiz labial. Estaba esperando en-
tre bastidores a ese pequeño jade.
HERMANA JAMES: Luego está la música.
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HERMANA ALOYSIUS: Esa extraña mujer con el
piano portátil. ¿Qué le pasa a su cuello?
HERMANA JAMES: Algún tipo de bocio. Pobre mujer.
HERMANA ALOYSIUS: Sí. Sra. Carolyn.
HERMANA JAMES: Así es.
HERMANA ALOYSIUS: Solíamos tener una hermana
que enseñaba eso. No hay suficientes Hermanas. ¿Qué
otra cosa?
HERMANA JAMES: Educación Física y Religión.
HERMANA ALOYSIUS: Y para eso tenemos al Padre
Flynn. Dos horas a la semana. ¿Y te quedas por esos?
HERMANA JAMES: Mayormente. A menos que tenga
informes que llenar o . . .
HERMANA ALOYSIUS: ¿Qué piensa del padre Flynn?
HERMANA JAMES: Oh, es un hombre brillante. ¡Qué
orador!
HERMANA ALOYSIUS: Sí. Su sermón el domingo pa-
sado fue poético.
HERMANA JAMES: De hecho, también es muy bueno
enseñando baloncesto. Me sorprendió. No creo que un
hombre de la tela tenga el tipo de personalidad para el
baloncesto, pero tiene una manera que tiene, muy natural
con el regate y el tiro.
HERMANA ALOYSIUS: ¿De qué cree que se trataba
ese sermón?
HERMANA JAMES: ¿Qué?
HERMANA ALOYSIUS: El pasado domingo. ¿De qué
estaba hablando?
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HERMANA JAMES: Bueno, Duda. Estaba hablando de
Duda.
HERMANA ALOYSIUS: ¿Por qué?
HERMANA JAMES: ¿Disculpe, hermana?
HERMANA ALOYSIUS: Bueno, los sermones vienen
de alguna parte, ¿no? ¿El padre Flynn tiene dudas, le
preocupa que alguien más tenga dudas?
HERMANA JAMES: Supongo que tendrías que pregun-
tarle.
HERMANA ALOYSIUS: No. Eso no sería apropiado.
Él es mi superior. Y si estaba preocupado, debería confe-
sarlo a un compañero sacerdote, o al monseñor. No com-
partimos información íntima con sacerdotes.
(Una pausa.)
HERMANA JAMES: Estoy un poco preocupada.
(La hermana Aloysius se inclina hacia adelante.)
HERMANA ALOYSIUS: ¿Sobre qué?
HERMANA JAMES: El tiempo. La clase de arte termi-
nará en unos minutos. debería subir
HERMANA ALOYSIUS: ¿Ha notado algo, hermana Ja-
mes?
HERMANA JAMES: ¿Sobre qué?
HERMANA ALOYSIUS: Quiero que estés alerta.
HERMANA JAMES: No creo que la esté siguiendo, her-
mana.
HERMANA ALOYSIUS: Lamento no ser más directo,
pero debo tener cuidado de no crear algo al decirlo. Solo
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puedo decir que estoy preocupado, quizás innecesaria-
mente, por los asuntos de la escuela St. Nicholas.
HERMANA JAMES: ¿Académicamente?
HERMANA ALOYSIUS: No estaba invitando a un jue-
go de adivinanzas. Quiero que prestes atención a tu cla-
se.
HERMANA JAMES: Bueno, por supuesto que prestaré
atención a mi clase, hermana. Y trataré de no actuar. Y
trataré de ser menos inocente. Lamento que estés decep-
cionado de mí. Por favor, sepa que haré mi mejor esfuer-
zo. Honestamente.
HERMANA ALOYSIUS: Mírate. Cambiarías cualquier
cosa por una mirada cálida. Te lo digo aquí y ahora,
quiero ver cómo se cultiva el almidón de tu carácter. Si
busca tranquilidad, puede dejarse engañar. Si te olvidas
de ti mismo y estudias a los demás, no te dejarás enga-
ñar. Es importante. Un asunto final y luego realmente de-
bes regresar. La hermana Verónica se está quedando cie-
ga.
HERMANA JAMES: ¡Oh, qué horrible!
HERMANA ALOYSIUS: Esto no se sabe generalmente
y no quiero que se sepa. Si se enteran en la rectoría, se
habrá ido. No puedo permitirme perderla. Pero ahora, si
la ves bajando esas escaleras de piedra hacia el patio, por
el amor del cielo, tómale la mano con delicadeza, como
en comunión, y procura que no se destruya. Está bien,
ve.
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tercero
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meningitis espinal y tuvo una muerte horrible. A veces
son las pequeñas cosas las que te atrapan. Si intenta ha-
blar con una chica con esas patas sucias, Sr. Conroy,
¡saldrá corriendo como si la persiguieran los chinos ro-
jos! (Reaccionando genialmente a la risa) Está bien, está
bien. Chicos, ¿qué voy a hacer con vosotros? Vístete,
ven a la rectoría, toma Kool-Aid y galletas, tendremos
una sesión de toros. (Hace sonar su silbato) ¡Vamos!
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IV
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tranquilidad. Debo decirles que he estado anhelando el
regreso de mi paz mental.
HERMANA ALOYSIUS: Puede que no lo tengas. No es
tu lugar ser complaciente. Eso es para los niños. Eso es
lo que les damos.
HERMANA JAMES: Creo que estoy empezando a en-
tenderte un poco. Pero es tan inquietante mirar las cosas
y las personas con recelo. Se siente como si estuviera
menos cerca de Dios.
HERMANA ALOYSIUS: Cuando da un paso para abor-
dar las malas acciones, se está alejando de Dios, pero en
Su servicio. Lidiar con tales asuntos es un trabajo duro e
ingrato.
HERMANA JAMES: Me he vuelto más reservada en
clase. Me siento separado de los niños.
HERMANA ALOYSIUS: Así es como debe ser.
HERMANA JAMES: Pero siento. Equivocado. Y sobre
este otro asunto, no tengo ninguna prueba. No estoy del
todo seguro de que haya pasado algo.
HERMANA ALOYSIUS: No podemos esperar por eso.
HERMANA JAMES: ¿Pero qué pasa si no es nada?
HERMANA ALOYSIUS: Entonces no es nada. No me
importaría equivocarme. Pero dudo que lo sea.
HERMANA JAMES: Entonces, ¿qué se debe hacer?
HERMANA ALOYSIUS: No sé.
HERMANA JAMES: Sabrá qué hacer.
HERMANA ALOYSIUS: No sé qué hacer. Hay paráme-
tros que lo protegen y me obstaculizan.
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HERMANA JAMES: Pero no puede estar seguro si está
establecido. Dudo que pudiera recuperarse de la ver-
güenza.
HERMANA ALOYSIUS: ¿Qué has visto?
HERMANA JAMES: No sé.
HERMANA ALOYSIUS: ¿Qué has visto?
HERMANA JAMES: Llevó a Donald a la rectoría.
HERMANA ALOYSIUS: ¿Para qué?
HERMANA JAMES: Una charla.
HERMANA ALOYSIUS: ¿Solo?
HERMANA JAMES: Sí.
HERMANA ALOYSIUS: ¿Cuándo?
HERMANA JAMES: Hace una semana.
HERMANA ALOYSIUS: ¿Por qué no me lo dijiste?
HERMANA JAMES: No pensé que hubiera nada malo
en ello. Nunca se me pasó por la cabeza que él. . . que
puede haber algo malo.
HERMANA ALOYSIUS: De todos los niños. Donald
Müller. Supongo que tiene sentido.
HERMANA JAMES: ¿Cómo tiene sentido?
HERMANA ALOYSIUS: Está aislado. La ovejita que se
queda atrás es a la que va el lobo.
HERMANA JAMES: ¡No sé si algo anda mal!
HERMANA ALOYSIUS: Nuestro primer estudiante ne-
gro. Pensé que habría peleas, uno o dos padres con los
que lidiar. . . Debería haber previsto esta posibilidad.
HERMANA JAMES: ¿Cómo puedes imaginarlo?
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HERMANA ALOYSIUS: ¡Es mi trabajo eclipsar al zo-
rro en astucia! ¡Ese es mi trabajo!
HERMANA JAMES: ¡Pero tal vez no sea nada!
HERMANA ALOYSIUS: Entonces, ¿por qué parece que
ha visto al diablo?
HERMANA JAMES: Es solo la forma en que el niño ac-
tuó cuando regresó a clase.
HERMANA ALOYSIUS: ¿Dijo algo?
HERMANA JAMES: No. Fue su expresión. Parecía
asustado y. . . apoyó la cabeza en el escritorio de la ma-
nera más peculiar. (Luchas) Y otra cosa más. Creo que
había alcohol en su aliento. Había alcohol en su aliento.
(La hermana Aloysius mira hacia la rectoría.)
HERMANA ALOYSIUS: Hace ocho años en San Boni-
facio tuvimos un sacerdote que tuvo que ser detenido.
Pero entonces tenía a Monseñor Scully. . . en quien podía
confiar. Aquí, no hay ningún hombre a quien pueda acu-
dir, y los hombres manejan todo. Vamos a tener que de-
tenerlo nosotros mismos.
HERMANA JAMES: ¿No puedes simplemente. . . re-
portar sus sospechas?
HERMANA ALOYSIUS: ¿A monseñor Benedict? ¡El
hombre es inocente! ¡Simplemente le preguntaría al pa-
dre Flynn!
HERMANA JAMES: Bueno, ¿sería tan mala idea?
HERMANA ALOYSIUS: Y creería cualquier cosa que
le dijera el padre Flynn. Pensaría que el asunto estaba re-
suelto.
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HERMANA JAMES: Pero tal vez eso es todo lo que se
necesita hacer. Si es verdad. Si hubiera hecho algo horri-
ble y me enfrentaran a ello, estaría muy arrepentido.
HERMANA ALOYSIUS: Hermana James, querida,
debe tratar de imaginar una clase de persona muy dife-
rente a la suya. Un hombre que haría esto ya ha negado
mucho. Si se lo digo a monseñor y está satisfecho con la
refutación del padre Flynn, el asunto se suprime.
HERMANA JAMES: Bueno, entonces dígaselo al obis-
po.
HERMANA ALOYSIUS: La jerarquía de la Iglesia no
me permite ir al obispo. No. Una vez que le diga a mon-
señor, está fuera de mis manos, estoy indefenso. Voy a
tener que inventar un pretexto, llevar al padre Flynn a mi
oficina. Intenta forzarlo. Tendrás que estar allí.
HERMANA JAMES: ¿Yo? ¡No! ¿Por qué? ¡Ay no, her-
mana! ¡No pude!
HERMANA ALOYSIUS: No puedo estar encerrada a
solas con un cura. Otra Hermana debe estar presente y
tiene que ser usted. El círculo de confianza no debe am-
pliarse. Piensa en el chico si esto sale a la luz.
HERMANA JAMES: ¡No puedo hacerlo!
HERMANA ALOYSIUS: ¿Por qué no? ¿Eres aprensi-
vo?
HERMANA JAMES: ¡No estoy equipada! Su . . . estaría
avergonzado. ¡No podría estar presente si se hablara del
tema!
HERMANA ALOYSIUS: Por favor, hermana, no se en-
tregue a los escrúpulos de una adolescente estúpida. Te
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aseguro que preferiría un cómplice más experimentado.
Pero tú eres el que vino a mí.
HERMANA JAMES: ¡Usted me dijo que lo hiciera!
HERMANA ALOYSIUS: ¿Prefieres dejar que exploten
al niño? Y no creas que esta será la única historia. Si cie-
rras los ojos, serás parte de todo lo que viene después.
HERMANA JAMES: ¡Se supone que debes decirle a
monseñor!
HERMANA ALOYSIUS: ¿Que viste una mirada en los
ojos de un niño? ¿Que tal vez oliste algo en su aliento?
Monseñor Benedict cree que el sol sale y se pone en el
padre Flynn. Te tildarían de histérica y te transferirían.
HERMANA JAMES: Podemos preguntarle.
HERMANA ALOYSIUS: ¿Quién?
HERMANA JAMES: El chico. Donald Müller.
HERMANA ALOYSIUS: Lo negará.
HERMANA JAMES: ¿Por qué?
HERMANA ALOYSIUS: Vergüenza.
HERMANA JAMES: No puedes saber eso.
HERMANA ALOYSIUS: Y si señala con el dedo, ¿có-
mo cree que será recibido en esta comunidad? Un niño
negro. (Sin respuesta) Voy a pensar en esto. Luego voy a
invitar al padre Flynn a mi oficina por un asunto no rela-
cionado. Estarás allí.
HERMANA JAMES: ¿Pero qué bien puedo hacer?
HERMANA ALOYSIUS: Aparte de lo inaceptable de
que un sacerdote y una monja estén solos, necesito un
testigo.
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HERMANA JAMES: ¿A qué?
HERMANA ALOYSIUS: Puede decir la verdad y luego
mentir.
(La hermana James mira hacia la rectoría.)
HERMANA JAMES: Los muchachos están saliendo de
la rectoría. Se ven bastante felices.
HERMANA ALOYSIUS: Se ven engreídos. Como si tu-
vieran un secreto.
HERMANA JAMES: Ahí está.
HERMANA ALOYSIUS: Si pudiera, hermana James,
sin duda elegiría vivir en la inocencia. Pero la inocencia
solo puede ser sabiduría en un mundo sin maldad. Sur-
gen situaciones y nos enfrentamos a malas acciones y la
necesidad de actuar.
HERMANA JAMES: Tengo que llevar a los niños a cla-
se.
HERMANA ALOYSIUS: Adelante, entonces. Tómalos.
Estaré hablando contigo.
(El sonido del viento. La hermana Aloysius se pone el
chal con fuerza y se va. Después de un momento, la her-
mana James también se va.)
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V
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HERMANA ALOYSIUS: Simplemente somos bajitas,
hermana James. (El padre Flynn retrocede hacia la
puerta) ¿Escuchaste ese viento anoche?
FLYNN: Ciertamente lo hice. Imagínese lo que debe ha-
ber sido en los días de la frontera cuando un hombre solo
en el bosque se sentó junto al fuego en sus pantalones de
ante y escuchó un sonido como ese. ¡Imagina la soledad!
¡La inmensa oscuridad presionando! ¡Qué aterrador debe
haber sido!
HERMANA ALOYSIUS: Si uno no tuviera fe en la pro-
tección de Dios, supongo que sería aterrador.
FLYNN: ¿Escuché que la Hermana Verónica tuvo un ac-
cidente?
HERMANA ALOYSIUS: Sí. Sor Verónica se cayó so-
bre un madero esta mañana y prácticamente se suicidó.
FLYNN: ¿Está bien?
HERMANA ALOYSIUS: Oh, ella está bien.
FLYNN: Su vista no es buena, ¿verdad?
HERMANA ALOYSIUS: Su vista está bien. Las monjas
caen, ya sabes.
FLYNN: No, no lo sabía.
HERMANA ALOYSIUS: Es la costumbre. Nos alcanza
la mayoría de las veces. Con nuestro ser en blanco y ne-
gro, y tan propensos a caer, somos más como fichas de
dominó que cualquier otra cosa.
(La hermana James aparece en la puerta, sin aliento.)
HERMANA JAMES: ¿Se me pasó el tiempo?
(El padre Flynn da un paso hacia la oficina.)
45
FLYNN: En absoluto. La hermana Aloysius y yo estába-
mos teniendo una agradable charla.
HERMANA JAMES: Buenos días, Padre Flynn. Buenos
dias hermana. Lo siento, me retrasé. El Sr. McGinn ha
cerrado el patio para arreglar algo, así que tuve que cru-
zar el convento y salir por la puerta lateral y luego me
encontré con la Hermana Verónica.
FLYNN: ¿Cómo está ella?
HERMANA JAMES: Le sangra un poco la nariz.
HERMANA ALOYSIUS: Empiezo a pensar que está
golpeando a la gente.
HERMANA JAMES: ¿Hermana?
HERMANA ALOYSIUS: Bueno, después del incidente
con . . . No importa. Bueno, entre, por favor. Siéntate.
(Entran y se sientan. El Padre Flynn toma la silla de la
Hermana Aloysius. Él está sentado en su escritorio. Ella
reacciona, pero no dice nada.)
Tus uñas.
FLYNN: Los uso un poco largos. ¿El azúcar?
HERMANA ALOYSIUS: Ah, sí. ¿Una?
FLYNN: Tres.
HERMANA ALOYSIUS: Tres.
(Ella está horrorizada pero trata de ocultarlo.)
FLYNN: Diente de dulce.
HERMANA ALOYSIUS: Uno, dos, tres. Hermana, ¿to-
mas azúcar?
(La hermana Aloysius mira a la hermana James.)
HERMANA JAMES (A la Hermana Aloysius) : ¡Nunca!
(Al padre Flynn) No es que el azúcar tenga nada de
malo. (A la Hermana Aloysius otra vez) Gracias.
(La hermana Aloysius guarda el azúcar en su escritorio).
47
HERMANA ALOYSIUS: Bueno, gracias, Padre, por de-
dicarnos tiempo. Estamos al final de nuestro ingenio.
FLYNN: Creo que es una excelente idea repensar el des-
file de Navidad. El esfuerzo del año pasado fue un poco
lamentable.
HERMANA JAMES: ¡No! ¡Me encantó! (Se vuelve
cohibido) Pero me encantan todos los concursos de Na-
vidad. Me encanta la Natividad. El nacimiento del Salva-
dor. Y los himnos por supuesto. “Oh Pueblito de Belén”,
“Oh Ven, Oh Ven Emmanuel”. . .
HERMANA ALOYSIUS: Gracias, hermana James. La
hermana James codirigirá el desfile con la Sra. Shields
este año. Entonces, ¿qué piensa, padre Flynn? ¿Hay algo
nuevo que podamos hacer?
FLYNN: Bueno, a todos nos encantan los himnos navi-
deños, pero sería divertido incluir una canción secular.
HERMANA ALOYSIUS: Secular.
FLYNN: Sí. “Está empezando a parecerse mucho a la
Navidad”. Algo como eso.
HERMANA ALOYSIUS: ¿Cuál sería el punto de inter-
pretar una canción secular?
FLYNN: Divertido.
HERMANA JAMES: O “Frosty the Snowman”.
FLYNN: Esa es buena. Podríamos hacer que uno de los
niños se vista como un muñeco de nieve y baile.
HERMANA ALOYSIUS: ¿Qué chico?
FLYNN: Hacíamos pruebas.
HERMANA ALOYSIUS: “Frosty the Snowman” de-
fiende una creencia pagana en la magia. El muñeco de
48
nieve cobra vida cuando se le pone un sombrero encanta-
do en la cabeza. Si la música fuera más sombría, la gente
se daría cuenta de que las imágenes son perturbadoras y
la canción herética.
(La hermana James y el padre Flynn intercambian una
mirada).
HERMANA JAMES: Nunca había pensado en “Frosty
the Snowman” así.
HERMANA ALOYSIUS: Debería prohibirse en las on-
das. FLYNN: Entonces. No "Frosty el muñeco de nieve".
(El padre Flynn escribe algo en un pequeño cuaderno).
HERMANA ALOYSIUS: No lo creo. "Está empezando
a parecerse mucho a la Navidad" estaría bien, supongo.
A los padres les gustaría. ¿Puedo preguntar qué escribis-
te? Con ese bolígrafo.
FLYNN: Ah. Nada. Una idea para un sermón.
HERMANA ALOYSIUS: ¿Tuviste uno justo ahora?
FLYNN: Los recibo todo el tiempo.
HERMANA ALOYSIUS: Qué suerte.
FLYNN: Los olvido, así que los escribo.
HERMANA ALOYSIUS: ¿Cuál es la idea?
FLYNN: Intolerancia.
(La hermana James trata de romper un poco la tensión.)
HERMANA JAMES: ¿Quiere un poco más de té, padre?
FLYNN: Todavía no. Creo que un mensaje del Segundo
Concilio Ecuménico fue que la Iglesia necesita adoptar
una cara más familiar. Reflejar la comunidad local. De-
49
beríamos cantar una canción de la radio de vez en cuan-
do. Lleva a los niños a tomar un helado.
HERMANA ALOYSIUS: Helado.
FLYNN: Tal vez lleve a los niños a un viaje de campa-
mento. Deberíamos ser más amigables. Los niños y los
padres deberían vernos como miembros de su familia y
no como emisarios de Roma. Creo que el concurso debe
ser encantador, como un teatro comunitario haciendo un
espectáculo.
HERMANA ALOYSIUS: Pero no somos miembros de
su familia. Eran diferentes.
FLYNN: ¿Por qué? ¿Por nuestros votos?
HERMANA ALOYSIUS: Precisamente.
FLYNN: No creo que seamos tan diferentes. (A la her-
mana James) Sabes, tomaría más té, hermana. Gracias.
HERMANA ALOYSIUS: Y creen que somos diferentes.
La gente de clase trabajadora de esta parroquia confía en
que seamos diferentes. FLYNN: Creo que nos estamos
saliendo del tema.
HERMANA ALOYSIUS: Sí, tienes razón, volvamos a
eso. El desfile de Navidad. Debemos tener cuidado de
cómo se utiliza a Donald Muller en el concurso.
(La hermana James tiembla mientras sirve el té).
FLYNN: Tranquila, hermana, no se derrama.
HERMANA JAMES: Oh, eh, sí, padre.
FLYNN: ¿Qué pasa con Donald Muller?
HERMANA ALOYSIUS: Debemos tener cuidado, en el
desfile, de no esconder a Donald Muller ni presentarlo.
50
FLYNN: Por el color de su piel.
HERMANA ALOYSIUS: Así es.
FLYNN: ¿Por qué?
HERMANA ALOYSIUS: Ven, Padre. Estás siendo fal-
so. FLYNN: Creo que debería ser tratado como cualquier
otro chico.
HERMANA ALOYSIUS: Usted mismo seleccionó al ni-
ño para recibir una atención especial. Tuviste una reu-
nión privada con él en la rectoría. (Dirigiéndose a la her-
mana James) ¿Hace una semana?
HERMANA JAMES: Sí.
(Se da cuenta de que algo pasa.)
FLYNN: ¿De qué estamos hablando?
HERMANA JAMES: ¿Donald Muller?
HERMANA ALOYSIUS: El niño actuó de manera ex-
traña cuando regresó a clase.
(El padre Flynn se vuelve hacia la hermana James.)
FLYNN: ¿Lo hizo?
HERMANA JAMES: Cuando regresó de la rectoría. Un
poco raro, si.
HERMANA ALOYSIUS: ¿Puede decirnos por qué?
FLYNN: ¿Cómo actuó de manera extraña?
HERMANA JAMES: No estoy segura de cómo explicar-
lo. Apoyó la cabeza en el escritorio. . .
FLYNN: ¿Quieres decir que tuviste alguna impresión?
HERMANA JAMES: Sí.
51
FLYNN: Y vendría de la rectoría, ¿así que me pregunta
si sé algo al respecto?
HERMANA JAMES: Eso es todo.
FLYNN: Hmmm. ¿Querías hablar sobre el concurso, es
por eso que estoy aquí, o es esto lo que querías discutir?
HERMANA ALOYSIUS: Esto.
FLYNN: Bueno. Me siento un poco incómodo.
HERMANA ALOYSIUS: ¿Por qué?
FLYNN: ¿Por qué crees? Algo sobre tu tono.
HERMANA ALOYSIUS: Preferiría una discusión sobre
los hechos en lugar del tono.
FLYNN: Bueno. Si hubiera considerado que mi conver-
sación con Donald Muller le preocupaba, hermana, la ha-
bría sentado y hablado con usted al respecto. Pero no
juzgué que te preocupara.
HERMANA ALOYSIUS: Tal vez esté equivocado en su
comprensión de lo que me concierne. El niño está en mi
escuela y su bienestar es mi responsabilidad.
FLYNN: Su bienestar no está en juego.
HERMANA ALOYSIUS: No estoy convencida de que
eso sea cierto. Estaba molesto cuando regresó a clase.
FLYNN: ¿Dijo algo?
HERMANA JAMES: No.
HERMANA ALOYSIUS: ¿Qué pasó en la rectoría?
FLYNN: ¿Pasó? No pasó nada. Tuve una charla con un
chico.
HERMANA ALOYSIUS: ¿Sobre qué?
FLYNN: Era un asunto privado.
52
HERMANA ALOYSIUS: Tiene doce años. ¿Qué podría
ser privado?
FLYNN: Lo diré de nuevo, hermana. Me opongo a tu
tono.
HERMANA ALOYSIUS: No se trata de mi tono o de su
tono, Padre Flynn. Se trata de llegar a la verdad.
FLYNN: ¿De qué?
HERMANA ALOYSIUS: Sabes de lo que estoy hablan-
do. ¿no? Estás controlando la expresión de tu rostro aho-
ra mismo. ¿no es así?
FLYNN: ¿Mi cara? Dijiste que querías hablar sobre el
concurso, hermana. Es por eso que estoy aquí. ¿Debo en-
tender que me trajo a su oficina para confrontarme de al-
guna manera? es escandaloso No soy responsable ante ti.
¿De qué me acusas exactamente?
HERMANA ALOYSIUS: No lo estoy acusando de nada,
padre Flynn. Le pido que me diga qué pasó en la recto-
ría.
(El padre Flynn se pone de pie.)
FLYNN: No deseo continuar más esta conversación. Y si
no está satisfecho con eso, le sugiero que hable con mon-
señor Benedict. Solo puedo imaginar que tu desafortuna-
do comportamiento esta mañana es el resultado del exce-
so de trabajo. Tal vez necesite un permiso de ausencia.
Puedo sugerirlo. Que tengas buen día. (A la hermana Ja-
mes) ¿Hermana?
HERMANA JAMES: Buenos días, padre.
(Las siguientes palabras de la hermana Aloysius lo de-
tienen).
53
HERMANA ALOYSIUS: Había alcohol en su aliento.
(Se vuelve) Cuando volvió de su encuentro contigo.
(Vuelve y se sienta. Se frota los ojos.)
FLYNN: Alcohol.
HERMANA JAMES: Lo olí en su aliento.
HERMANA ALOYSIUS: ¿Y bien?
FLYNN: ¿No puedes dejar esto solo?
HERMANA ALOYSIUS: No.
FLYNN: Veo que no hay forma de salir de esto.
HERMANA JAMES: Tómese su tiempo, padre. ¿Quie-
res más té?
FLYNN: Deberías haberlo dejado en paz.
HERMANA ALOYSIUS: No es posible.
FLYNN: Donald Muller sirvió como monaguillo el mar-
tes pasado por la mañana. Después de la misa, el Sr.
McGinn lo sorprendió en la sacristía bebiendo vino del
altar. Cuando me enteré, mandé llamarlo.
Hubo lágrimas. Suplicó que no lo apartaran de los mona-
guillos. Y me compadecí de él. Le dije que si nadie más
se enteraba, lo dejaría quedarse.
56
HERMANA JAMES: ¡Simplemente no te gusta! No te
gusta que use un bolígrafo. No te gusta que tome tres te-
rrones de azúcar en su té. No te gusta que le guste "Fros-
ty the Snowman". ¡Y estás dejando que eso te convenza
de algo terrible, simplemente terrible! ¡Bueno, me gusta
"Frosty the Snowman"! ¡Y sería bueno que esta escuela
no funcionara como una prisión! ¡Y creo que es bueno
que me encante enseñar historia y que pueda inspirar a
mis alumnos a amarla también! Y si crees que eso signi-
fica que no soy apto para ser maestro, ¡que así sea!
HERMANA ALOYSIUS: Siéntate. (La hermana James
lo hace) En la antigua Esparta, los asuntos importantes
se decidían por quién gritaba más fuerte. Afortunada-
mente, no estamos en la antigua Esparta. Ahora. ¿Hones-
tamente encuentra que los estudiantes de esta escuela son
tratados como reclusos en una prisión?
HERMANA JAMES (Clamentándose) : No, no lo hago.
En realidad, en general, parecen bastante felices. ¡Pero
todos están uniformemente aterrorizados por ti!
HERMANA ALOYSIUS: Sí. Asi es como funciona.
Siéntate ahi.
(La hermana Aloysius mira en un cuaderno, toma el telé-
fono, marca.)
58
"Plumas"? el Repitió. ¡Plumas por todas partes, padre!
"¡Ahora quiero que regreses y recojas hasta la última
pluma que voló con el viento!" “Bueno”, dice ella, “no
se puede hacer. No sé a dónde fueron. El viento se los
llevó por todas partes”. “Y eso”, dijo el padre O'Rourke,
“¡son chismes !”. En el nombre del Padre, del Hijo y del
Espíritu Santo, Amén.
59
VII
61
HERMANA JAMES: No. Fui a Monseñor Benedict. Es
muy amable.
FLYNN: ¿No lo estaba?
HERMANA JAMES: No fue eso. Como sabes. Sabes
por qué.
FLYNN: ¿Estás en mi contra?
HERMANA JAMES: No.
FLYNN: ¿No estás convencido?
HERMANA JAMES: No me corresponde a mí estar
convencida, de una forma u otra. Es la hermana Aloy-
sius.
FLYNN: ¿Eres solo una extensión de ella?
HERMANA JAMES: Ella es mi superior.
FLYNN: Pero, ¿y tú?
HERMANA JAMES: Ojalá no supiera nada al respecto.
Ojalá nunca se me hubiera pasado por la cabeza la idea.
FLYNN: ¿Cómo entró en tu mente?
HERMANA JAMES: Hermana Aloysius.
FLYNN: Siento que mi reputación ha sido dañada por
causas ajenas a mí. Pero me resisto a tomar las medidas
necesarias para repararlo por temor a causar más daño.
Es frustrante, te lo puedo decir.
HERMANA JAMES: ¿Es verdad?
FLYNN: ¿Qué?
HERMANA JAMES: Sabes lo que estoy preguntando.
FLYNN: No, no es cierto.
HERMANA JAMES: Oh, no sé qué creer.
62
FLYNN: ¿Cómo puedes tomar partido contra mí?
HERMANA JAMES: No importa.
FLYNN: ¡Sí importa! no he hecho nada No hay sustan-
cia en nada de esto. Las acciones más inocentes pueden
parecer siniestras a la mente envenenada. Tuve que tirar
a ese pobre chico del altar. Está devastado. La única ra-
zón por la que no he ido a monseñor es que no quiero
destrozar la escuela. La hermana Aloysius seguramente
perdería su puesto como directora si hiciera saber sus
acusaciones. Ya que son infundados. También podrías
perder tu lugar.
HERMANA JAMES: ¿Me estás amenazando?
FLYNN: ¿Por qué me tomas? No.
HERMANA JAMES: Quiero creerte.
FLYNN: Entonces hazlo. Es tan simple como eso.
HERMANA JAMES: No soy yo la que tiene que estar
convencida.
FLYNN: No tengo que demostrarle nada.
HERMANA JAMES: Está determinada.
FLYNN: ¿A qué?
HERMANA JAMES: Protege al niño.
FLYNN: Soy yo quien se preocupa por ese chico, no
ella. ¿Alguna vez le tendió la mano a ese niño o a cual-
quier niño en esta escuela? ¡Es como un bloque de hielo!
¡Los niños necesitan calidez, amabilidad, comprensión!
¿Qué les da ella? Normas. ¡Ese chico negro necesita una
mano amiga o no lo logrará aquí! Pero si ella se sale con
la suya, él se verá abandonado a su propia ruina. ¿Por
qué crees que estaba en la sacristía bebiendo vino ese
63
día? ¡Está en problemas! Ella me ve hablar de una mane-
ra humana a estos niños e inmediatamente asume que
debe haber algo mal con eso. algo sucio Bueno, ¡no voy
a dejar que se quede con esta parroquia en la Edad Me-
dia! ¡Y no voy a dejar que destruya mi espíritu de com-
pasión!
HERMANA JAMES: Estoy segura de que esa no es su
intención.
FLYNN: ¡Me importa esta congregación!
HERMANA JAMES: Sé que lo haces.
FLYNN: ¡Como si te preocuparas por tu clase! Los
amas, ¿no?
HERMANA JAMES: Sí.
FLYNN: Eso es natural. ¿De qué otra manera te relacio-
narías con los niños? Puedo mirar tu rostro y conocer tu
filosofía: la amabilidad.
HERMANA JAMES: No sé. Quiero decir, por supuesto.
FLYNN: ¿Cuál crees que es la filosofía de la hermana
Aloysius?
(Una pausa.)
HERMANA JAMES: No tengo que suponer. ella me ha
dicho Ella desalienta. . . calor. Ella me sugirió que sea
más. . . formal.
FLYNN: Hay personas que persiguen su humanidad,
hermana James, que le dicen que la luz en su corazón es
una debilidad. Que tus suaves sentimientos te traicionan.
no creo eso Es una vieja táctica de la gente cruel matar la
bondad en nombre de la virtud. No lo creas. No hay nada
malo con el amor.
64
HERMANA JAMES: Por supuesto que no, pero. . .
FLYNN: ¿Has olvidado que ese fue el mensaje del Sal-
vador para todos nosotros? Amor. No sospecha, desapro-
bación y juicio. Amor de la gente. ¿Ha encontrado en la
Hermana Aloysius una inspiración positiva?
HERMANA JAMES: No quiero equivocarme, pero no.
Me ha quitado la alegría de enseñar. Y me encantaba en-
señar más que nada. (Ella llora un poco. Él la acaricia
inquieto, mirando alrededor)
FLYNN: Está bien. Vas a estar bien.
HERMANA JAMES: Siento como si todo estuviera al
revés.
FLYNN: Aunque no lo es. Hay momentos en la vida en
los que nos sentimos perdidos. No estás solo con eso. A
muchos de nosotros nos pasa.
HERMANA JAMES: Un vínculo. (Se vuelve cohibido)
Será mejor que entre.
FLYNN: Siento que tu hermano esté enfermo.
HERMANA JAMES: Gracias, padre. (Empieza a andar,
se detiene) ¡No lo creo!
FLYNN: ¿Tú no?
HERMANA JAMES: No.
FLYNN: Gracias, hermana. Eso es un gran alivio para
mí. Muchísimas gracias.
(Se va. Saca su librito negro y escribe en él. El cuervo
grazna. Le grita:)
Ah, cállate.
(Luego abre un libro de oraciones y se aleja.)
65
66
VIII
68
HERMANA ALOYSIUS: Sí. Él se las arregla. Él está
pasando. ¿Cómo está él en casa?
SEÑORA. MULLER: Su padre le dio una paliza por ese
vino.
HERMANA ALOYSIUS: No debería hacer eso.
SEÑORA. MULLER: No le dices a mi esposo qué hacer.
Solo retrocede. No quería que Donald viniera aquí.
HERMANA ALOYSIUS: ¿Por qué no?
SEÑORA. MULLER: Pensé que tendría muchos proble-
mas con los otros chicos. Pero eso no ha sucedido real-
mente por lo que puedo entender.
HERMANA ALOYSIUS: Bien.
SEÑORA. MULLER: Ese sacerdote, el padre Flynn, lo
ha estado cuidando.
HERMANA ALOYSIUS: Sí. ¿Conoces al padre Flynn?
SEÑORA. MULLER: No exactamente, no. Lo he visto
en el altar, pero no lo he conocido cara a cara. No. Solo,
ya sabes, lo escuché de Donald.
HERMANA ALOYSIUS: ¿Qué dice?
SEÑORA. MULLER: Ya sabe, Padre Flynn, Padre Fl-
ynn. Él mira hacia él. El hombre le da su tiempo, que es
lo que necesita el chico. Él necesita eso.
HERMANA ALOYSIUS: Sra. Muller, es posible que
tengamos un problema.
SEÑORA. MULLER: Bueno, pensé que debía tener una
razón para pedirme que entrara. El director es un gran
trabajo. Si detienes tu día para hablar conmigo, debe ser
algo. Sin embargo, solo quiero decir que es solo hasta ju-
nio.
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HERMANA ALOYSIUS: ¿Disculpe?
SEÑORA. MULLER: Cualquiera que sea el problema,
Donald solo tiene que estar aquí hasta junio. Luego se va
a la escuela secundaria.
HERMANA ALOYSIUS: Correcto.
SEÑORA. MULLER: Si Donald puede graduarse aquí,
tiene más posibilidades de ingresar a una buena escuela
secundaria. Y eso significaría una oportunidad en la uni-
versidad. Creo que tiene la inteligencia. Y él también lo
quiere.
HERMANA ALOYSIUS: No veo nada en este momento
que se interponga en el camino de que se gradúe con su
clase.
SEÑORA. MULLER: Bueno, eso es todo lo que me im-
porta. Cualquier otra cosa está bien conmigo.
HERMANA ALOYSIUS: Lo dudo.
SEÑORA. MULLER: Pruébeme.
HERMANA ALOYSIUS: Me preocupa la relación entre
el padre Flynn y su hijo.
SEÑORA. MULLER: No digas. Preocupado. ¿Qué quie-
res decir con preocupado?
HERMANA ALOYSIUS: Que tal vez no sea correcto.
SEÑORA. MULLER: Ajá. Bueno, hay algo mal con to-
dos, ¿no es así? Tiene que ser indulgente.
HERMANA ALOYSIUS: Me preocupa, para ser since-
ro, que el padre Flynn haya hecho insinuaciones sobre su
hijo.
SEÑORA. MULLER: Puede haberlo hecho.
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HERMANA ALOYSIUS: No puedo estar segura.
SEÑORA. MULLER: ¿Ninguna evidencia?
HERMANA ALOYSIUS: No.
SEÑORA. MULLER: Entonces, ¿quizás no haya nada
de eso?
HERMANA ALOYSIUS: Creo que hay algo de eso.
SEÑORA. MULLER: Bueno, preferiría no verlo de esa
manera si no le importa.
HERMANA ALOYSIUS: Puedo entender que esto es di-
fícil de escuchar. Creo que el padre Flynn le dio a Do-
nald ese vino del altar.
SEÑORA. MULLER: ¿Por qué haría eso?
HERMANA ALOYSIUS: ¿Donald ha estado actuando
de manera extraña?
SEÑORA. MULLER: No.
HERMANA ALOYSIUS: ¿Nada fuera de lo común?
SEÑORA. MULLER: Ha sido él mismo.
HERMANA ALOYSIUS: Muy bien.
SEÑORA. MULLER: Mire, hermana, no quiero ningún
problema, y siento que usted está en marcha de alguna
manera.
HERMANA ALOYSIUS: No estoy segura de que lo en-
tienda completamente.
SEÑORA. MULLER: Creo que entiendo el tipo de cosas
de las que está hablando. Pero no quiero entrar en eso.
HERMANA ALOYSIUS: ¿Qué es eso?
71
SEÑORA. MULLER: No estoy en desacuerdo con usted,
pero si estamos hablando de algo que flota entre este
sacerdote y mi hijo, eso no es culpa de mi hijo.
HERMANA ALOYSIUS: No estoy sugiriendo que lo
sea.
SEÑORA. MULLER: Es solo un niño.
HERMANA ALOYSIUS: Lo sé.
SEÑORA. MULLER: Doce años. Si alguien debería te-
ner la culpa de algo, debería ser el hombre, no el niño.
HERMANA ALOYSIUS: Estoy completamente de
acuerdo contigo.
SEÑORA. MULLER: Está de acuerdo conmigo, pero es-
toy sentado en la oficina del director hablando de mi
hijo. ¿Por qué no está el sacerdote en la oficina del direc-
tor, si sabe lo que estoy diciendo y me disculpará si lo
menciono?
HERMANA ALOYSIUS: Está aquí porque me preocupa
el bienestar de Donald.
SEÑORA. MULLER: ¿Crees que no lo soy?
HERMANA ALOYSIUS: Por supuesto que lo eres.
SEÑORA. MULLER: Déjame preguntarte algo. ¿Hones-
tamente crees que ese sacerdote le dio a beber ese vino a
Donald?
HERMANA ALOYSIUS: Sí, lo hago.
SEÑORA. MULLER: Entonces, ¿cómo es que mi hijo
fue expulsado de los monaguillos si fue el hombre quien
se lo dio?
HERMANA ALOYSIUS: El chico fue atrapado, el hom-
bre no.
72
SEÑORA. MULLER: ¿Cómo es que el sacerdote no fue
expulsado del sacerdocio?
HERMANA ALOYSIUS: Es un hombre adulto, educa-
do. Y él sabe lo que está en juego. No es tan fácil atrapar
a alguien así.
SEÑORA. MULLER: Así que le echa toda la culpa a mi
hijo. No hay problema en que mi hijo sea culpado y cas-
tigado. Eso es fácil. Usted sabe por qué es así?
HERMANA ALOYSIUS: Tal vez debería dejarme ha-
blar. Creo que te estás enfadando.
SEÑORA. MULLER: Eso es porque así son las cosas.
Apenas se está enterando, pero así es y así ha sido, her-
mana. No se enfrentará a ningún hombre con bata y ga-
nará, hermana. Tiene el puesto.
HERMANA ALOYSIUS: Y tiene a su hijo.
SEÑORA. MULLER: Que se lo quede entonces.
HERMANA ALOYSIUS: ¿Qué?
SEÑORA. MULLER: Es sólo hasta junio.
HERMANA ALOYSIUS: ¿Sabe lo que está diciendo?
SEÑORA. MULLER: Saber más al respecto que usted.
HERMANA AL OYSIUS: Creo que este hombre está
creando o ya ha provocado una relación impropia con su
hijo.
SEÑORA. MULLER: No lo sé.
HERMANA ALOYSIUS: Sé que tengo razón.
SEÑORA. MULLER: ¿Por qué necesita saber algo así
con certeza cuando no lo sabe? Por favor, hermana. Tie-
nes una causa justa con este sacerdote y ahora quieres in-
73
volucrar a mi hijo en ella. Mi hijo no necesita dificulta-
des adicionales. Que tome lo bueno y deje el resto cuan-
do se vaya de este lugar en junio. Él sabe cómo hacer
eso. Yo le enseñé cómo hacer eso.
HERMANA ALOYSIUS: ¿Qué clase de madre eres?
SEÑORA. MULLER: Disculpe, pero no sabe lo sufi-
ciente sobre la vida para decir algo así, hermana.
HERMANA ALOYSIUS: Sé lo suficiente.
SEÑORA. MULLER: Tal vez conozca las reglas, pero
eso no lo cubre.
HERMANA ALOYSIUS: ¡Sé lo que no aceptaré!
SEÑORA. MULLER: Aceptas lo que tienes que aceptar
y trabajas con ello. Esa es la verdad que sé. Lamento ser
tan agudo, pero estás aquí en esta habitación. . .
HERMANA ALOYSIUS: Este hombre está en mi escue-
la.
SEÑORA. MULLER: Bueno, tiene que estar en alguna
parte y tal vez también esté haciendo algo bueno. ¿Algu-
na vez pensaste en eso?
HERMANA ALOYSIUS: Está detrás de los chicos.
SEÑORA. MULLER: Bueno, tal vez algunos de esos
muchachos quieran que los atrapen. Quizás lo que no sa-
bes quizás es que mi hijo es. . . de esa manera. Por eso su
padre lo golpeó. No el vino. Venció a Donald por ser lo
que es.
HERMANA ALOYSIUS: ¿Qué me estás diciendo?
SEÑORA. MULLER: Soy su madre. Estoy hablando de
su naturaleza ahora, no de nada que haya hecho. Pero no
74
puedes responsabilizar a un niño por lo que Dios le dio a
ser.
HERMANA ALOYSIUS: Escúcheme con atención, Sra.
Muller. Sólo me interesan las acciones. Es inútil discutir
la posible inclinación de un niño. Ya me resulta bastante
difícil abordar las acciones de un hombre. No se trata de
lo que puede ser el niño, sino de lo que es el hombre. Se
trata del hombre.
SEÑORA. MULLER: Pero está la naturaleza del mucha-
cho.
HERMANA ALOYSIUS: Dejemos eso fuera.
SEÑORA. MULLER: Olvídalo entonces. Tú eres el que
obliga a la gente a decir estas cosas en voz alta. Las co-
sas están en el aire y las dejas en paz si puedes. Eso es lo
que sé. Mi hijo vino a esta escuela porque lo iban a matar
en la escuela pública. Así que tuvimos la suerte de traer-
lo aquí para su último año. Bien. A su padre no le gusta.
Viene aquí, a los niños no les gusta. Un hombre es bueno
para él. este sacerdote Le da una mano al niño. ¿Tiene el
hombre sus razones? Sí. Todo el mundo tiene sus razo-
nes. Tienes tus razones. ¿Pero le pregunto al hombre por
qué es bueno con mi hijo? No. No me importa por qué.
Mi hijo necesita un hombre que se preocupe por él y lo
ayude a llegar a donde quiere ir. Y gracias a Dios, este
hombre educado con algo de amabilidad en él quiere ha-
cer precisamente eso.
HERMANA ALOYSIUS: Esto no funcionará.
SEÑORA. MULLER: Es sólo hasta junio. A veces las
cosas no son en blanco y negro.
75
HERMANA ALOYSIUS: Y a veces lo son. Echaré a tu
hijo de esta escuela. No cometer errores.
SEÑORA. MULLER: ¿Pero por qué haría eso? ¿Si nada
empezó con él?
HERMANA ALOYSIUS: Porque detendré esto de la
forma que sea.
SEÑORA. MULLER: ¿Lastimarías a mi hijo para salirte
con la tuya?
HERMANA ALOYSIUS: No terminará con su hijo. Ha-
brá otros, si no los hay ya.
SEÑORA. MULLER: Eche al sacerdote entonces.
HERMANA ALOYSIUS: Estoy tratando de hacer preci-
samente eso.
SEÑORA. MULLER: Bueno, ¿qué quieres de mí?
(Una pausa.)
HERMANA ALOYSIUS: Nada. Como resulta. Esperaba
que supieras algo que me pudiera ayudar, pero parece
que no.
SEÑORA. MULLER: Por favor, deje a mi hijo fuera de
esto. Mi esposo mataría a ese niño por una cosa como
esta.
HERMANA ALOYSIUS: Lo intentaré.
(La Sra. Muller se pone de pie.)
SEÑORA. MULLER: No sé, hermana. Puedes pensar
que lo estás haciendo bien, pero el mundo es un lugar di-
fícil. No sé si tú y yo estamos del mismo lado. Estaré de
pie con mi hijo y aquellos que son buenos con mi hijo.
Sería bueno verte allí. Encantado de hablar contigo, her-
mana. Buenos dias.
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(Ella se va, dejando la puerta abierta detrás de ella. La
hermana Aloysius está conmocionada. Después de un
momento, el padre Flynn aparece en la puerta. Está en
una furia controlada.)
FLYNN: ¿Puedo pasar?
HERMANA ALOYSIUS: Necesitaríamos un tercero.
FLYNN: ¿Qué estaba haciendo aquí la madre de Do-
nald?
HERMANA AL OYSIUS: Estábamos charlando.
FLYNN: ¿Sobre qué?
HERMANA ALOYSIUS: Realmente se requiere un ter-
cero, Padre.
FLYNN: No, hermana. Ningún tercero. Tú y yo debemos
hablar.
(Él entra y da un portazo detrás de él. Están frente a
frente.)
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HERMANA ALOYSIUS: O más concretamente, ¿qué
haces en el sacerdocio?
FLYNN: ¡Usted solo está entorpeciendo esta escuela y
esta parroquia!
HERMANA ALOYSIUS: ¿De qué?
FLYNN: Educación progresista y una iglesia acogedora.
HERMANA ALOYSIUS: No puede distraerme, padre
Flynn. No se trata de mi comportamiento, se trata del
tuyo.
FLYNN: Se trata de tus sospechas infundadas.
HERMANA ALOYSIUS: Así es. tengo sospechas
FLYNN: ¿Sabes lo que no he entendido en todo esto?
¿Por qué sospechas de mí? ¿Qué he hecho?
HERMANA ALOYSIUS: Le diste a beber vino a ese
muchacho. Y dejaste que él cargara con la culpa.
FLYNN: ¡Eso es completamente falso! ¿Hablaste con el
Sr. McGinn?
HERMANA ALOYSIUS: Todo lo que McGinn sabe es
que el niño bebió vino. No sabe cómo llegó a beberlo.
FLYNN: ¿Su madre tenía algo que agregar a eso?
HERMANA ALOYSIUS: No.
FLYNN: Así que eso es todo. No hay nada allí.
HERMANA ALOYSIUS: No estoy satisfecha.
FLYNN: ¡Bueno, si no estás satisfecho, entonces pre-
gúntale al chico!
HERMANA ALOYSIUS: No, él te protegería. Eso es lo
que ha estado haciendo.
FLYNN: Ah, ¿y por qué haría eso?
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HERMANA ALOYSIUS: Porque lo has seducido.
FLYNN: ¡Estás loca! Tienes en la cabeza que he corrom-
pido a este niño después de darle vino, y nada de lo que
diga cambiará eso.
HERMANA ALOYSIUS: Así es.
FLYNN: Pero corrígeme si me equivoco. Esto no tiene
nada que ver con el vino, no realmente. ¡Tenías una des-
confianza fundamental hacia mí antes de este incidente!
Fuiste tú quien le advirtió a la hermana James que estu-
viera alerta, ¿no?
HERMANA ALOYSIUS: Eso es cierto.
FLYNN: ¡Así que lo admites!
HERMANA ALOYSIUS: Ciertamente.
FLYNN: ¿Por qué?
HERMANA ALOYSIUS: Conozco gente.
FLYNN: ¡Eso no es suficiente!
HERMANA ALOYSIUS: No tendrá que ser así.
FLYNN: ¿Cómo es eso?
HERMANA ALOYSIUS: Me dirás lo que has hecho.
FLYNN: Oh, ¿lo haré?
HERMANA ALOYSIUS: Sí.
FLYNN: No soy uno de tus chicos ausentes, ¿sabes? La
hermana James está convencida de que soy inocente.
HERMANA ALOYSIUS: ¿Así que habló con la herma-
na James? Bueno, por supuesto que hablaste con la her-
mana James.
FLYNN: ¿Sabías que el padre de Donald le pega?
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HERMANA ALOYSIUS: Sí.
FLYNN: ¿Y eso no podría explicar el extraño comporta-
miento que la hermana James notó en el niño?
HERMANA ALOYSIUS: Podría.
FLYNN: Entonces, ¿qué es? ¿Qué? ¿Qué escuchaste,
qué viste que te convenció tanto?
HERMANA ALOYSIUS: ¿Qué importa?
FLYNN: Quiero saber.
HERMANA ALOYSIUS: El primer día del año escolar,
te vi tocar la muñeca de William London. Y lo vi alejar-
se.
FLYNN: ¿Eso es todo?
HERMANA ALOYSIUS: Eso fue todo.
FLYNN: Pero eso no es nada.
(Él escribe en su libro.)
HERMANA ALOYSIUS: ¿Qué estás escribiendo ahora?
FLYNN: No me dejas opción. Estoy escribiendo lo que
dices. Tiendo a ponerme demasiado nervioso para recor-
dar los detalles de una conversación perturbadora, y esto
puede ser importante. Cuando hable con el monseñor y
le explique por qué tiene que ser destituida como director
de esta escuela.
HERMANA ALOYSIUS: Esta mañana, antes de hablar
con la Sra. Muller, tomé la precaución de llamar a la últi-
ma parroquia a la que fue asignada.
FLYNN: ¿Qué dijo?
HERMANA ALOYSIUS: ¿Quién?
FLYNN: ¿El pastor?
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HERMANA ALOYSIUS: No hablé con el pastor. Hablé
con una de las monjas.
FLYNN: Deberías haber hablado con el pastor.
HERMANA ALOYSIUS: Hablé con una monja.
FLYNN: ¡Ese no es el camino correcto que habría que
tomar, hermana! La Iglesia es muy clara. Se supone que
debes pasar por el pastor.
HERMANA ALOYSIUS: ¿Por qué? ¿Por qué tenéis al-
gún tipo de acuerdo tú y él? Padre Flynn, usted tiene una
historia.
FLYNN: ¡No tienes derecho a hurgar en mi pasado!
HERMANA ALOYSIUS: Esta es su tercera parroquia en
cinco años.
FLYNN: ¡Llama al pastor y pregúntale por qué me fui!
Era perfectamente inocente.
HERMANA ALOYSIUS: No tengo porqué llamar al pá-
rroco.
FLYNN: ¡Soy un buen sacerdote! Y no hay nada en mi
historial que sugiera lo contrario.
HERMANA ALOYSIUS: Irás tras otro niño y otro, has-
ta que te detengan.
FLYNN: ¿Con qué monja hablaste?
HERMANA ALOYSIUS: No lo diré.
FLYNN: No he abusado de ningún niño.
HERMANA ALOYSIUS: Sí.
FLYNN: No tienes la menor prueba de nada.
HERMANA ALOYSIUS: Pero tengo mi certeza, y ar-
mada con eso, iré a su última parroquia, y a la anterior si
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es necesario. ¡Encontraré un testigo, un sacerdote, Padre
Flynn! Confía en mí lo haré. ¡ Un sacerdote que proba-
blemente no sabe que todavía trabajas con niños ! Y una
vez que haga eso, estarás expuesto. Incluso puede ser
atacado, metafóricamente o de otra manera.
FLYNN: ¡No tienes derecho a actuar por tu cuenta! Eres
miembro de una orden religiosa. ¡Habéis hecho votos,
siendo uno de ellos la obediencia! ¡Tú nos respondes!
¡No tienes derecho a salir de la Iglesia!
HERMANA ALOYSIUS: Saldré de la Iglesia si eso es
lo que hay que hacer, ¡aunque la puerta debería cerrarse
detrás de mí! ¡Haré lo que sea necesario, padre, si eso
significa que estoy condenado al infierno! Deberías en-
tender eso, o me confundirás. Ahora, ¿le diste a beber
vino a Donald Muller?
FLYNN: ¿Nunca has hecho nada malo?
HERMANA ALOYSIUS: Sí.
FLYNN: ¿Pecado mortal?
HERMANA ALOYSIUS: Sí.
FLYNN: ¿Y?
HERMANA ALOYSIUS: ¡Lo confesé! ¿Le diste a beber
vino a Donald Muller?
FLYNN: Todo lo que he hecho, lo he dejado en las ma-
nos sanadoras de mi confesor. ¡Como tú! ¡Somos lo mis-
mo!
HERMANA ALOYSIUS: ¡No somos iguales! ¡Un perro
que muerde es un perro que muerde! No justifico lo que
hago mal y sigo adelante. Lo admito, desisto y tomo mi
medicina. ¿Le diste a beber vino a Donald Muller?
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FLYNN: No.
HERMANA ALOYSIUS: ¿Reserva mental?
FLYNN: No.
HERMANA ALOYSIUS: Mientes. Muy bien entonces.
Si no quieres salir de mi oficina, lo haré yo. Y una vez
que me vaya, no me detendré.
(Ella va hacia la puerta. De repente, un nuevo tono en-
tra en su voz.)
FLYNN: ¡Espera!
HERMANA ALOYSIUS: Solicitará un traslado de esta
parroquia. Usted tomará un permiso de ausencia hasta
que se le conceda.
FLYNN: ¿Y hacer qué por el amor de Dios? Mi vida está
aquí.
HERMANA ALOYSIUS: No.
FLYNN: ¡Por favor! ¿Somos personas? ¿Soy una perso-
na de carne y hueso como tú? ¿O somos sólo ideas y
convicciones? No puedo decir todo. ¿Lo entiendes? Hay
cosas que no puedo decir. Aunque no pueda imaginar la
explicación, Hermana, recuerde que hay circunstancias
más allá de su conocimiento. Aunque sientas certeza, es
una emoción y no un hecho. Con espíritu de caridad,
apelo a vosotros. En nombre del trabajo de mi vida. Tie-
nes que comportarte con responsabilidad. Me pongo en
tus manos.
HERMANA ALOYSIUS: No te quiero.
FLYNN: Mi reputación está en juego.
HERMANA ALOYSIUS: Puedes preservar tu reputa-
ción.
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FLYNN: Si dices estas cosas, no podré hacer mi trabajo
en la comunidad.
HERMANA ALOYSIUS: Su trabajo en la comunidad
debe suspenderse.
FLYNN: Me dejarías sin nada.
HERMANA ALOYSIUS: Eso no es cierto. Es Donald
Muller el que no tiene nada, y lo aprovechaste al máxi-
mo.
FLYNN: No he hecho nada malo. Me preocupo mucho
por ese chico.
HERMANA ALOYSIUS: ¿Porque le sonríes y te solida-
rizas con él, y le hablas como si fueras el mismo?
FLYNN: ¡Ese niño necesitaba un amigo!
HERMANA ALOYSIUS: Eres un tramposo. El cálido
sentimiento que experimentaste cuando ese chico te miró
con confianza no era la sensación de virtud. Puede ser
obtenido por un borracho de su trago de ron. Eres una
vergüenza para el cuello. La única razón por la que no te
han echado de la Iglesia es el declive de las vocaciones.
FLYNN: Puedo pelear contigo.
HERMANA ALOYSIUS: Perderás.
FLYNN: No puedes saber eso.
HERMANA ALOYSIUS: Lo sé.
FLYNN: ¿Dónde está tu compasión?
HERMANA ALOYSIUS: No se puede llegar a ningún
lado. Quédate aquí. Componga usted mismo. Usa el telé-
fono si quieres. Buen día, padre. No tengo simpatía por
ti. Sé que eres invulnerable al verdadero arrepentimiento.
(Empieza a irse. Pausa) Y córtate las uñas.
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(Ella se va, cerrando la puerta detrás de ella. Después
de un momento, él va al teléfono y marca.)
FLYNN: Sí. Soy el sacerdote Brendan Flynn de la parro-
quia de St. Nicholas. Necesito concertar una cita para
ver al obispo.
(Las luces se desvanecen.)
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IX
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HERMANA ALOYSIUS: Le dije a nuestro buen monse-
ñor Benedict. Crucé el jardín y le dije. No creía que fuera
verdad.
HERMANA JAMES: Entonces, ¿por qué se fue el padre
Flynn? ¿Qué le dijiste para que se fuera?
HERMANA ALOYSIUS: Que yo había llamado a una
monja en su parroquia anterior. Que me había enterado
de su historial previo de infracciones.
HERMANA JAMES: ¡Así que lo probaste!
HERMANA ALOYSIUS: Estaba mintiendo. No hice tal
llamada.
HERMANA JAMES: ¿Mentiste?
HERMANA ALOYSIUS: Sí. Pero si no tuviera esa his-
toria, la mentira no habría funcionado. Su renuncia fue
su confesión. Él era lo que yo pensaba que era. Y se ha
ido.
HERMANA JAMES: No puedo creer que hayas menti-
do.
HERMANA ALOYSIUS: En la búsqueda del mal, uno
se aleja de Dios. Por supuesto que hay un precio.
HERMANA JAMES: Ya veo. Así que ahora está en otra
escuela.
HERMANA ALOYSIUS: Sí. ¡Ay, hermana James!
HERMANA JAMES: ¿Qué pasa, hermana?
HERMANA ALOYSIUS: ¡Tengo dudas! tengo tantas
dudas!
(La hermana Aloysius está emocionada. La hermana Ja-
mes la consuela. Las luces se desvanecen).
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FIN DE LA OBRA.
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JOHN PATRICK SHANLEY es del Bronx. Lo echaron
del jardín de infancia de St. Helena. Se le prohibió parti-
cipar en el programa de almuerzos calientes de St. An-
thony de por vida. Fue expulsado de la escuela secunda-
ria Cardinal Spellman. Fue puesto en período de prueba
académico por la Universidad de Nueva York y se le or-
denó comparecer ante un tribunal si deseaba regresar.
Cuando se le preguntó por qué había sido tratado de esa
manera por todas estas instituciones, se echó a llorar y
dijo que no tenía idea. Luego ingresó en el Cuerpo de
Marines de los Estados Unidos. Lo hizo bien. Todavía
está bien.
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