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A mis padres, Victòria y Rogeli, y a mis hermanos Victòria, Abdó y
Mireia.

Este libro se basa en la tesis doctoral Guerra y agua: objetivos y actitudes de los actores en
el conflicto por Palestina, Barcelona, UAB, 2002, realizada por el autor bajo la dirección de
la doctora Esther Barbé. Aprovecho la oportunidad que me brinda la publicación de este
libro para expresar mi homenaje al profesor Roberto Mesa, quien fue el presidente de mi
tribunal de tesis y uno de los inspiradores de mi interés por Oriente Medio y el conflicto en
Palestina, y mi agradecimiento a la Dra. Esther Barbé Izuel y a los miembros del tribunal,
los doctores Roberto Mesa, Antoni Segura, Rafael Grasa, Gema Martín Muñoz e Ignacio
Alvarez-Ossorio, por sus comentarios y consejos.
INTRODUCCION 9
PARTE PRIMERA. CONTINUIDAD Y CAMBIO EN EL CONFLICTO POR
PALESTINA 17
I. LA PARTICION 19
1 EL PLAN DE PARTICION 19

2. EL MOVIMIENTO SIONISTA ANTE EL PLAN DE PARTICION 25

3. LOS ARABES PALESTINOS ANTE EL PLAN DE PARTICION 28

4. LOS ESTADOS ARABES ANTE EL PLAN DE PARTICION 32

5. LA GUERRA DE 1948 34

6. LOS OBJETIVOS DE ISRAEL EN LA GUERRA 39


6.1 La expulsión de los árabes palestinos 40
6.2 Los objetivos territoriales del nuevo Estado 43
6.3 Israel ante la negociación 47

7. EL AÑO DE LA CATASTROFE PARA LOS PALESTINOS 51


7.1 El lento renacimiento de la dimensión palestina del conflicto 55

8. LOS REGIMENES ARABES ANTE LA CREACION DE ISRAEL 58


8.1 El Mundo Arabe tras la Catástrofe 59

II. LA GUERRA DE JUNIO DE 1967: UN NUEVO ESCENARIO POLITICO 67


1. LA CONQUISTA DE ERETZ ISRAEL 74
1.1 La colonización de los Territorios Ocupados palestinos 81

2. EL RESURGIMIENTO DE LA DIMENSION PALESTINA DEL CONFLICTO 86


2.1 Amman ¿el Hanoi árabe? 95
2.2 "No existían". La relación de Israel con el nacionalismo palestino 98

3. LAS CONSECUENCIAS DEL DESASTRE EN EL MUNDO ARABE 101


3.1 La lucha por la negociación 106

III. LA GUERRA ANUNCIADA Y LA PAZ SEPARADA 115


1. LA OFENSIVA ARABE: "WE HAVE FOUGHT FOR THE SAKE OF PEACE" 124
1.1 El Mundo Arabe ante la paz de Camp David 132

2. ISRAEL: LA PAZ DEL MAS FUERTE 139

3. EL LARGO CAMINO DE LAS RENUNCIAS PALESTINAS 150


3.1 El resurgimiento de los palestinos del interior 158

IV. EL CAMINO HACIA LA NEGOCIACION 163


1. ISRAEL: LA DIVISION ANTE LA PAZ 169
1.1 Israel ante la negociación 178

5
2. LA RENDICION DE ARAFAT 185

3. LOS ESTADOS ARABES Y EL "PROCESO DE PAZ" 199

A MODO DE CONCLUSION DE LA PRIMERA PARTE 209


Procesos de paz, en plural 213
Establecimiento de la paz y consolidación de la paz 215

PARTE SEGUNDA. AGUA Y CONFLICTO EN LAS CUENCAS DE LA PALESTINA


HISTORICA 221
V. LOS RECURSOS HIDRICOS EN EL CONFLICTO ARABE-ISRAELI 223
1. Los objetivos hidrológicos sionistas: el inicio del conflicto por los recursos hídricos 223

2. La cuestión del agua en la posguerra 229


2.1 La planificación unilateral 232

3. Las negociaciones Johnston (1953-1956) 235


3.1 La negociación 237
3.2 Evaluación de las negociaciones Johnston 246

4. La gestión unilateral: el proyecto del Gran Yarmuk y el Acueducto Nacional 249

5. La Guerra de Junio de 1967: la conquista del agua 255

6. De la militarización del conflicto del agua a la implementación unilateral 257


6.1 La disputa por el Yarmuk 258
6.2 Los acuíferos de Cisjordania 267

VII. LA CARESTIA DE RECURSOS HIDRICOS 281


1. Gravedad de la carestía 281
1.1 La degradación de los recursos hídricos 281
1.2 La presión demográfica sobre los recursos hídricos 287
1.3 La distribución desigual de los recursos hídricos 290
1.3.1 Distribución del agua del Jordán 291
1.3.2 Distribución del agua de los acuíferos 293
1.3.3 Distribución del consumo de los recursos hídricos 294
1.3.3.1 Israel 294
1.3.3.2 Jordania 295
1.3.3.3 La Franja de Gaza 296
1.3.3.4 Cisjordania 296
1.3.3.5 La demanda latente en Cisjordania y la Franja de Gaza 297
1.3.3.6 Las colonias judías en Cisjordania y la Franja de Gaza 298

2. La carestía de recursos hídricos en la Palestina histórica 299


2.1 La carestía geopolítica 301
2.1.1 El agua como factor de supervivencia 302
2.1.2 Una lectura cooperativa de la gestión jordano-israelí del agua 304
2.1.3 Una lectura realista de la gestión jordano-israelí del agua 306
2.1.4 Los acuíferos cisjordanos en la agenda de seguridad 308
2.2 La carestía socioeconómica 310
2.2.1 La agricultura israelí 312

6
2.2.2 El sector agrícola en los Territorios Ocupados 316

VIII. ALTERNATIVAS A LA CARESTÍA 325


1. Las alternativas tecnológicas 325
1.1 La desalinización 326
1.2 El reciclaje de aguas residuales 328

2. La importación de agua 328


2.1 El Nilo 329
2.2 El Litani 330
2.3 El Eufrates y Turquía 331
2.4 Importación de agua y seguridad 331

3. Cambios en los modelos de gestión 332


3.1 Acuerdos sobre gestión de los recursos hídricos 334

4. El derecho de los usos de los cursos de agua internacionales para usos distintos de la navegación 336
4.1 Los principios generales: las Normas de Helsinki y la convención de 1997 337
4.2 El modelo de gestión en los acuerdos de Israel con Jordania y la OLP 346

5. Economía y agricultura 350


5.1 El debate sobre el modelo económico de Palestina 352
5.2 Paz y economía: el futuro de Oriente Medio y de Palestina 357
5.3 ¿Una economía sin agricultura? 362

A MODO DE CONCLUSIÓN DE LA SEGUNDA PARTE 367


SEGURIDAD Y CARESTÍA DE RECURSOS HÍDRICOS EN LAS CUENCAS DE PALESTINA 367
1. Seguridad y conflicto por el agua 367
2. Bienestar y conflicto por el agua 370

CONCLUSIONES 373
MAPAS 383

7
INTRODUCCION

Sólo el agua podría conducir a Egipto a la guerra nuevamente (Anuar al-Sadat, 1979).

La próxima guerra en Oriente Medio se librará por el agua (Butros Ghali, 1985).

La única cuestión que volverá a llevar a Jordania a la guerra es el agua (rey Hussein de

Jordania, 1990).1

El proceso de paz entre israelíes y palestinos parece haber descarrilado definitivamente tras
diez años de malvivir. La imagen de este fracaso la encontramos en la Intifada de al-Aqsa y la
brutal represión israelí, que ha anulado los avances de los acuerdos firmados en Washington en
1993 y 1995. Sin embargo, las razones del naufragio del proceso de paz no están ni en la revuelta
palestina ni en la represión, se tienen que buscar más lejos, en las posiciones políticas de aquellos
que, por ser la potencia ocupante y los más poderosos, tienen la máxima responsabilidad, los
gobiernos laboristas y del Likud en Israel.
Desde nuestro punto de vista, el punto de inflexión del proceso se encuentra en las
conversaciones de Camp David en julio del año 2000. Allí se reunieron Barak, Arafat y Clinton, y
fueron incapaces de llegar a un acuerdo definitivo para la creación de un Estado palestino. Israelíes
y estadounidenses han descargado toda la responsabilidad del fracaso en Camp David sobre Arafat.
Según las descalificaciones lanzadas mil veces por Washington y Tel Aviv, junto con la mayoría
de los medios de comunicación occidentales, el líder palestino no supo dar su bendición a la mejor
propuesta que podía recibir del gobierno laborista de Tel Aviv porque no tenía ninguna voluntad de
firmar la paz definitiva.
Un análisis más detallado de las conversaciones nos obliga a invertir la ecuación: ¿Por qué
los laboristas fueron incapaces de hacer una oferta que Arafat no pudiera rechazar? Lo tenían todo
a su favor, un gobierno que los apoyaba y la presión brutal de la Administración de Washington,
con el presidente Clinton al frente, sobre los palestinos que habían viajado a Camp David.
Ante el fracaso del diktat planteado por Barak en Camp David, el gobierno laborista israelí
cambió su táctica y trató de avanzar hacia una retirada unilateral a unas líneas fronterizas que se
ajustaran a sus objetivos. Sin embargo, para ello necesitaba una posición más fuerte dentro de
Israel, que sólo se podía conseguir con un gobierno de unidad nacional. Barak inició un
acercamiento a Sharon, cometiendo un enorme error, pues la intención de Sharon no pasaba en
absoluto por una retirada de los Territorios Ocupados palestinos, ni tan siquiera parcial. La visita
del líder del Likud a la Explanada de las Mezquitas en Jerusalén, con el permiso y el apoyo del
gobierno laborista, fue la chispa que encendió una Intifada que muchos palestinos ya veían como la
única vía para conseguir la liberación.

9
El fracaso de Camp David significaba, desde la percepción palestina, que el gobierno israelí
jamás se retiraría de los Territorios Ocupados mediante una negociación. En las mejores
condiciones de negociación que podía desear, la parte israelí hizo una oferta que ningún líder árabe
podía aceptar. Así, la lucha de Hizbollah aparecía como el mejor modelo a seguir una vez
fracasado el proceso de paz. Los laboristas sólo fueron capaces de avanzar en la aproximación a los
palestinos en enero del año siguiente, con las conversaciones en Taba, cuando ya era demasiado
tarde pues habían perdido el gobierno en manos de Sharon.
Por parte de la derecha, si una cosa se debe reconocer al Likud es la coherencia y la
perseverancia en su acción política y de gobierno. Desde finales de los años ochenta hasta la
actualidad, los gobiernos de Shamir, Netanyahu y Sharon han mantenido la misma política y el
mismo esfuerzo para conseguir los objetivos que ya se plantearon con Begin: conservar y colonizar
Cisjordania y Jerusalén Este, aunque para ello se deba ceder una cierta autonomía de gobierno a la
población palestina. Y se han acercado a ellos más que en ningún otro momento de la historia de
Israel.
El proceso de paz situó a los palestinos donde los quería el Likud. El control de la población
palestina, incluida la represión de la resistencia a la ocupación, pasó a ser responsabilidad de la
Autoridad Nacional Palestina. Con los acuerdos de Oslo A y Oslo B, la administración de la
mayoría de las ciudades y campos de refugiados quedó en manos de la autoridad palestina,
mientras que el control del territorio continuaba en manos israelíes. El sueño de los gobiernos de
Tel Aviv desde junio de 1967 se había hecho realidad.
Ante las tentaciones del gobierno israelí de permanencia en la totalidad de los Territorios
Ocupados palestinos, y ante la violencia de la ocupación militar, Estados Unidos lanzó la iniciativa
de la resolución 1397 del 12 de marzo de 2002 (S/Res/1397 (2002)), en la que el Consejo de
Seguridad, por vez primera, afirmaba ver el futuro de la zona con dos Estados, Israel y Palestina.
Con esta resolución, la posición de la Administración norteamericana parecía acercarse a la de los
laboristas en Israel.
Por una parte, la decisión de apoyar la existencia futura de un Estado palestino, en el
momento que el gobierno israelí había reocupado prácticamente toda Cisjordania, fue un aviso a
Sharon de que sus intenciones de limitarse a una autonomía administrativa de la población
palestina no serían aceptadas por las potencias internacionales.
Por otra parte, los matices de la resolución implicaban una coincidencia total con los
objetivos laboristas. El Consejo de Seguridad se limitó a anunciar dos Estados dentro de fronteras
seguras y reconocidas. Era el mismo matiz que hacía Solana pocos días después, durante la cumbre
europea de Barcelona, al hablar de fronteras claras y defendibles. Este matiz abre la puerta a las
teorías de Israel para no respetar la resolución 242 y reducir el espacio palestino en Cisjordania,
pues cuando se habla de seguridad en la zona, siempre se trata de la seguridad israelí, no de la
palestina o la árabe.

1 Citados en Starr, J. (1991: 573, 583, 576) "Water Security: The Missing Link in Our Mideast

10
La resolución también puede servir para preparar el camino a una retirada unilateral israelí de
algunos territorios ocupados, según su propio mapa, siguiendo lo que era el proyecto de Barak tras
el fracaso de la cumbre de Camp David. Asimismo, puede abrir el camino a la imposición de una
solución desde el exterior, lo que, dada la coyuntura internacional y el papel que está jugando
Estados Unidos, significaría una solución adaptada a los planes israelíes. Una u otra salidas
situarían a la Autoridad Nacional Palestina en una posición difícil y con mucha presión para
aceptarla y, además, con la responsabilidad de un Estado para hacer frente a la lucha de liberación
de los territorios que permanecieran bajo control israelí, ya que, a partir de aquel momento, se
entendería como una agresión a Israel desde el Estado palestino.
El futuro de la paz en Palestina depende muy poco de los palestinos porque son los actores
más débiles y con menos influencia sobre el conflicto. La paz depende sobre todo de que los
sectores que necesitan terminar con el conflicto para poder acumular poder y capital en la sociedad
israelí consigan el poder suficiente en la negociación, que se está produciendo en Israel, para
imponer la solución definitiva del conflicto. La paz también podría llegar de la población israelí si
ésta fuera capaz de comportarse como sujeto activo y no como un recurso más en manos de las
elites. La población está secuestrada en la competición por el poder de las elites, y paga un terrible
precio por ello. Si en algún momento adquiere conciencia de este secuestro quizás conseguirá hacer
oír su voz de una forma activamente democrática, conduciendo a la sociedad israelí hacia la paz y
la convivencia con los palestinos. Sin embargo, por ahora esto parece más cerca de la utopía que de
la realidad.
Los palestinos, desde la impotencia, no pueden negociar pues no tienen ninguna baza en la
mano que se pueda enfrentar al poder de los israelíes. Lo único que les queda y que utilizan es la
capacidad de rechazo a unas imposiciones que vienen desde Israel o desde Estados Unidos.
Sin embargo, ya hace muchos años que se está hablando de proceso de paz en Palestina y de
negociaciones de paz en el marco de este proceso.
¿Si los palestinos no tienen capacidad para negociar, quién se sienta en la mesa para dibujar
el futuro de Palestina e Israel?
La negociación y el conflicto determinantes se están produciendo entre aquellos que tienen el
poder: las elites israelíes.
Las posiciones de los distintos actores israelíes ante la ocupación de los territorios árabes se
debe analizar desde la perspectiva de la competición por la acumulación de poder.
La sociedad israelí está dividida por importantes diferencias en la forma de percibir los
cambios en el sistema internacional. Podemos encontrar grandes diferencias en los intereses y en
las esperanzas de futuro. Estas discrepancias se expresan en fracturas de clase y también en
contradicciones en el seno de las mismas. Las tensiones, las necesidades económicas de las
distintas capas sociales, y la lucha por el poder entre las elites se trasladan de una forma directa al

Strategy". Current World Leaders. 34(4).

11
debate ideológico nacionalista. Y la ocupación de los territorios palestinos se convierte en un arma
que unos utilizan para defender sus intereses y que otros necesitan envainar porque les perjudica.
Podemos encontrar un gran grupo que reúne a las capas de profesionales y burguesía media y
alta ligadas a la economía civil. Al igual que en el resto de economías desarrolladas, estos sectores
defienden la liberalización, la reducción del Estado y la inclusión en los circuitos globales tanto de
las finanzas como de la producción. Estos sectores son los herederos de los padres de la patria
israelí, los pioneros y los hijos de los pioneros que dirigieron la creación de Israel desde sus inicios.
Son los hombres que construyeron las instituciones del sionismo y el Estado centralizado e
interventor en todos los ámbitos de la vida de la comunidad judía de Palestina primero y de Israel a
partir de 1948.
Estos sectores, crearon y controlaron los principales mecanismos de acumulación de poder.
De forma muy parecida a las elites de Europa occidental, primero utilizaron el Estado interventor y
keynesiano para acumular capital, poder y recursos extraídos de la población. Y una vez
conseguida la acumulación y concentración del poder/capital en sus manos, creyeron que era mejor
privatizar para impedir que otros pudieran competir con ellos por el control de estos recursos. La
privatización es una forma de limitar el acceso a estos recursos (empresas, servicios, educación,
información, etc.) a los actores que sólo podrían acceder a ellos a través del control del Estado.
Por otra parte, estos mismos sectores vieron como el proceso de globalización abría la
competición por la acumulación a nivel mundial y ellos no pueden renunciar a participar en este
ámbito pues ello significa quedar apartados del acceso a importantes recursos de capital/poder. Se
trata pues de elites que han evolucionado del keynesianismo y del Estado interventor de la época
colonial y de los años fundacionales de Israel, al neoliberalismo de los años 1980s y 1990s.
Estos actores, para tener ventaja en el proceso de acumulación de poder, necesitan impulsar
la reducción del Estado, disminuir las subvenciones y abrir la economía al exterior. Y todos estos
pasos implican terminar con el conflicto en Palestina. Un Estado militarizado y en guerra es
necesariamente un Estado deficitario, interventor y proteccionista. Por otra parte, el conflicto está
marginando al capital israelí de los circuitos financieros globales y de la inversión exterior. La
colonización, también inevitablemente necesita subvenciones y proteccionismo, y provoca el
conflicto con los palestinos que desestabiliza la región y ahuyenta el capital.
Estos sectores son los que defienden los Acuerdos de Ginebra porque necesitan acabar con el
conflicto. Esto no significa que pongan en duda la ideología sionista ni que reconozcan los
derechos de los palestinos, tan solo dudan de que el colonialismo y la ocupación de los territorios
conquistados en junio de 1967 sean útiles en el contexto actual de globalización del capital, del
poder y de las relaciones de producción.
Sin embargo, en el seno de estas mismas elites, en ocasiones confundiéndose con ellas,
podemos encontrar otros sectores que todavía necesitan las instituciones del Estado y del sionismo
para acumular poder/capital. El principal es el complejo militar-industrial. Los grupos ligados al
complejo militar-industrial se benefician directamente del conflicto, de la ocupación militar de los
territorios árabes y de la colonización, ya que sin el conflicto permanente la sociedad israelí

12
no permitiría el expolio de sus recursos por parte del Estado para que terminaran en manos de las
elites del complejo militar-industrial. Y cuando nos referimos al expolio de recursos no se trata
sólo de capital a través de los impuestos, de la deuda y de la ayuda norteamericana que se dedican
al ejército y a la industria de armamento, sino también de tiempo con el largo servicio militar
obligatorio, de poder con la sumisión al ejército y con la cesión de poder a los militares, e incluso
de las vidas de los soldados y de los civiles que mueren a causa de la ocupación y la colonización.
Cualquier sociedad, al ver el enorme poder de los militares de alta graduación y su presencia
en todos los ámbitos de decisión política, económica e ideológica, entendería que se enfrentaba a
un grave problema. Sin el conflicto, una sociedad que como la israelí viera como el poder político
está permanentemente en manos de militares temería haber caído bajo un golpe de Estado. Se
podría decir que una sociedad militarizada y con un ejército popular inevitablemente está dirigida
por militares pues todos lo han sido. Sin embargo, en el caso de Israel, nos estamos refiriendo a
militares de alta graduación, que han utilizado el ejército para acumular poder y que después han
ampliado sus recursos en la competición por el poder a través del control de los partidos, sobre
todo el Laborista, y del Estado.
El complejo militar-industrial, que además tiene lazos muy directos con el complejo
norteamericano, se ha convertido en un importante obstáculo para la paz. La paz causaría una gran
disminución en los presupuestos de defensa y, seguramente lo más grave, apartaría a los militares
del poder del Estado pues la amenaza a la democracia se haría evidente.
En este contexto de competencia entre elites, también debemos tener en cuenta que hay
algunos grupos que todavía necesitan al Estado para acumular poder. Son los llegados después de
la creación de Israel, sobre todo los sefardíes que inmigraron durante los años cincuenta y los rusos
que entraron en los años noventa. Unos y otros vieron como las elites pioneras controlaban los
principales recursos de poder: las instituciones, el Estado, el capital, etc. Para unos y otros, la única
forma de participar en la competición por la acumulación de poder era a través del número, de su
capacidad para ganar escaños en el Parlamento y forzar pactos en los gobiernos. O sea, a través del
control de ámbitos cada vez mayores del Estado. Y si la acumulación de poder depende del control
del Estado, entonces un interés esencial será mantener un Estado fuerte e interventor. Por otra
parte, si el acceso al Estado depende del voto de los sectores más desfavorecidos, entonces este
Estado también debe ser proteccionista. Por ejemplo, para un obrero no cualificado, el proceso de
globalización es una amenaza pues puede perder su lugar de trabajo en un proceso de
deslocalización. Este obrero verá el conflicto como una protección, pues las empresas y la
burguesía civil ya están preparando la deslocalización para cuando llegue la paz. Desde el inicio
del llamado proceso de paz se están diseñando zonas de industrialización en los territorios
palestinos, en Jordania, en Egipto y en Líbano que serán verdadera maquilas en Oriente Medio.
Estos proyectos, que se presentan como cooperación para la paz y para un futuro mejor, en realidad
sólo es cooperación entre el capital israelí y el capital árabe para competir mejor por la
acumulación de poder y la explotación de la mano de obra árabe. Pero al mismo tiempo, estos
sectores populares israelíes que sienten que el conflicto los protege, también ven como el

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conflicto desvía muchos recursos del Estado a subvenciones a los colonos recién llegados, al
ejército, a las industrias de armamento, y al esfuerzo por mantener la ocupación, por lo que
también sufren de forma directa las pérdidas a causa del conflicto.
Como vemos, nos encontramos ante tensiones encontradas y contradictorias que generan
políticas también encontradas y contradictorias. En el Partido Laborista esto es muy evidente, pues
defiende políticas distintas en función de los sectores que tienen más fuerza en el seno del partido.
Así, podemos encontrar que en el mismo partido cohabitan los dirigentes que participaron en las
negociaciones de Taba y de los Acuerdos de Ginebra, y los que idearon el Muro del Apartheid,
formaron parte del gobierno de Sharon y en la actualidad parecen dispuestos a un nuevo pacto con
él.
En el Likud y otros partidos de la derecha a estas tensiones se les añade el uso de la ideología
nacionalista y colonial para ganar votos, con lo que el conflicto no sólo es necesario sino
imprescindible para participar en la competición por la acumulación de poder. Las propuestas del
gobierno de Sharon se deben analizar desde este punto de vista. Los dirigentes del Likud nunca han
pensado en terminar con el conflicto. Las propuestas de retirada de la Franja de Gaza2 y de algunos
asentamientos de Cisjordania, y de anexión de grandes espacios de Cisjordania y de Jerusalén Este
se deben leer como un intento de presentarse como una opción moderada a sabiendas de que esto
nunca será aceptado como una solución por los palestinos y que, por tanto, el conflicto
permanecerá.
Finalmente, existe también otro sector muy minoritario que reúne a aquellos israelíes que no
creen que un Estado étnico y colonial tenga sentido. Estos sectores defienden un futuro de
ciudadanos, de convivencia de todas las personas en un Estado moderno en el cual no se hagan
distinciones ni de etnia ni de religión. Esta fue la opción defendida durante mucho tiempo por los
palestinos y que el sionismo nunca aceptó pues significaba el fin del proyecto de Israel: un Estado
judío y para el pueblo judío. Paradójicamente, lo que cualquier sociedad entiende que es el mínimo
de partida para construir un futuro democrático: una sociedad de ciudadanos con los mismos
derechos y deberes, se acepta que en Israel no sólo no es posible sino que tampoco es exigible. Los
sectores anticoloniales y por la convivencia ciudadana en un solo Estado son una ínfima minoría en
Israel, excepto en la población palestina israelí que defiende este futuro como el único aceptable y
democrático para ellos.

2 La salida de la Franja de Gaza ya estaba implícita en el principio negociador de Oslo en 1993.


Gaza y Jericó primero respondía a la antigua aspiración laborista de deshacerse del gran problema en que
se había convertido la Franja de Gaza. El pequeño enclave palestino en la costa mediterránea,
superpoblado, mísero, rebelde y cuna de la Intifada y de Hamas, era un incordio para Tel Aviv, que todavía
agravaba la situación con su política represiva, tanto del Likud como de los laboristas. Como reconoció el
propio Shimon Peres: "(...) the 'Gaza first' concept (...) was most definitely in the interest of Israel: an
overwhelming majority of Israelis wanted to get out of the teeming, terror-ridden Gaza Strip" (Peres (1995:
385) Battling for Peace - Memoirs. Londres: Weindelfeld & Nicolson). Para entender la situación de Gaza
sirve un chiste que circuló cuando surgió la propuesta de Gaza primero. A la oferta israelí de Gaza como
un inicio, los palestinos respondían: "Muy bien, pero ¿qué nos darán a cambio?".

14
En la actualidad, ante esta difícil situación que presenta el conflicto, los recursos hídricos han
pasado a un segundo plano esperando que se reanuden las negociaciones, o que llegue un nuevo
período de grave sequía para volver a la palestra con la fuerza de los ochenta y los primeros
noventa. En el pasado, fueron muchas las voces que unieron los conceptos de agua y guerra,
avisando de un futuro en que la disputa por los recursos hídricos podría conducir a nuevos choques
armados, y aparecieron muchos artículos y algunos libros que trataron el problema, tanto en las
cuencas de la Palestina histórica como en la región de Oriente Medio. A pesar de estar escondidos
tras la grave situación actual, estos avisos, junto con la preocupación reinante por la carestía de
agua, continúan mostrando un horizonte en el cual el conflicto por los recursos hídricos amenaza
con desestabilizar todavía más Oriente Medio. Además, en los últimos años, algunos analistas de
las problemáticas medioambientales han planteado la posibilidad de que estallen conflictos de
forma violenta por causas ligadas al medio ambiente, y la gran mayoría de ellos han usado las
cuencas de Palestina como el principal ejemplo para apoyar sus teorías.
Sin embargo, ni los analistas del conflicto político árabe-israelí, ni los analistas
medioambientalistas respondían a la lógica pregunta que suscitaban los avisos de mal agüero:
¿Provocará el conflicto por los recursos hídricos la próxima guerra en la región de Palestina?
A nuestro entender, para poder responderla era necesario analizar las dos dinámicas del
conflicto: la política y la hidrológica, que constituyen las dos partes que dividen la tesis. Centrar la
atención solamente en una de ellas no era suficiente, pues si bien la mayoría de autores dejaban
claro que existía un conflicto por el agua que tenía una dinámica propia, también era verdad que
ésta no podía escapar al conflicto político. Por esta razón, al iniciar nuestra investigación a
mediados de los noventa, cuando parecía que el proceso de paz empezaba a dar frutos, el primer
objetivo que nos planteamos fue intentar comprender la lógica que guiaba a las distintas partes en
el proceso negociador. Para ello, más que estudiar el propio desarrollo de las conversaciones,
necesitábamos adentrarnos en la evolución de las posiciones de los actores en el conflicto.
Debíamos buscar las claves que guiaban la continuidad y la evolución en los objetivos y las
actitudes de los distintos actores implicados en el conflicto político, para después poder aplicarlas
al conflicto por los recursos hídricos. En definitiva, si queríamos responder a una pregunta sobre el
futuro, debíamos descifrar las pautas que guiaban el conflicto para luego arriesgarnos a esperar que
continuarían siendo válidas. Afortunadamente para nuestra investigación, y desgraciadamente para
los que sufrían las consecuencias de la disputa, las claves que presentamos en la conclusión a la
primera parte del estudio siguen siendo útiles en la actualidad para comprender el estancamiento
del proceso de paz. Basándonos en estas claves, en las conclusiones finales hemos planteado dos
posibles escenarios de futuro: la retirada unilateral israelí de parte de los Territorios Ocupados
palestinos e impuesta a la Autoridad Nacional Palestina, y la paz negociada. Uno y otro escenario
tienen el mismo fundamento: el equilibrio de poder que refleja la supremacía israelí y la debilidad
palestina expresada en renuncias. No nos correspondía a nosotros proponer un diseño de futuro, y
tampoco debíamos entrar en predicciones más allá de lo que nos permitía el estudio de las lógicas
de actuación. Por ello, nos limitamos a presentar los dos escenarios que creemos más

15
probables para poder responder a la pregunta sobre los recursos hídricos como fuente de violencia.
Sin embargo, sí podemos decir que tanto las claves como los escenarios ayudan a comprender la
evolución del proceso de paz y la situación actual.

16
PARTE PRIMERA. CONTINUIDAD Y CAMBIO EN EL CONFLICTO POR
PALESTINA

17
I. LA PARTICION

1 EL PLAN DE PARTICION

La proclamación del Estado de Israel, el 14 de mayo de 1948, situó por primera vez frente a
frente a sionistas, palestinos y Estados árabes. Las posiciones oficiales de cada una de las partes
ante el conflicto habían quedado claramente establecidas en el debate sobre el plan de partición
aprobado por la Asamblea General de Naciones Unidas el 29 de noviembre de 19471. Sin embargo,
detrás de la declaraciones oficiales se escondían otros intereses e intenciones que no coincidían con
lo manifestado. La Agencia Judía aceptó el plan de partición, a pesar del rechazo que suscitaba en
algunos sectores del sionismo y del Yishuv2. Entre los palestinos la posición mayoritaria era
contraria a la partición, tan sólo los sectores ligados a la familia Nashashibi, más cercana al emir
Abdallah de Transjordania, parecían ver con ojos favorables la partición de Palestina. Los Estados
árabes, a pesar de la condena de la Liga Arabe del plan de partición presentado por la UNSCOP a
la Asamblea General de Naciones Unidas, estaban divididos en sus intenciones e intereses ante los
sionistas y también ante los árabes de Palestina.
La idea de la partición de Palestina en dos Estados empezó a tomar forma con la Comisión
3
Peel , diez años antes del voto de la Resolución 181 en Naciones Unidas. El elemento central de la
resolución 181 era la solución biestatal para Palestina: la partición de la zona en dos Estados
soberanos, uno judío y el otro árabe; junto con el área del Gran Jerusalén, Belén incluida, que debía
quedar bajo administración de Naciones Unidas4. Las fronteras de estos Estados se definieron
según criterios de concentración de población árabe y judía, aunque el entrevero de las dos

1 Resolución (A/Res/181(II) (A+B)) "Future government of Palestine". Los documentos de Naciones


Unidas sobre la cuestión palestina se pueden encontrar en:
http://domino.un.org/UNISPAL.NSF/test.htm!OpenPage
2 Comunidad judía en Palestina.
3 En 1936, a consecuencia de la creciente invasión de judíos centroeuropeos que huían del nazismo,
estalló el movimiento de protesta de los árabes palestinos conocido como la Rebelión Arabe y que no sería
totalmente reprimido por los británicos hasta tres años más tarde. Ante la sublevación palestina el gobierno
británico nombró una Comisión Real presidida por Earl Peel, la cual, en el verano de 1936, se desplazó a
Palestina para estudiar las causas de los disturbios y proponer recomendaciones para terminar con ellos y
evitarlos en el futuro. El informe final de la Comisión Peel se presentó en julio de 1937, y en él se
manifestaba que el Mandato sobre Palestina no tenía salida ya que las reivindicaciones de judíos y árabes
eran contradictorias. La solución propuesta por la Comisión era la partición de Palestina en un pequeño
Estado judío y otro árabe que, se sugería, podría fusionarse con Transjordania.
4 Mesa, R. (1981) "Fundamentos históricos y jurídicos del derecho a la autodeterminación del pueblo
palestino", Revista de Estudios Internacionales, discute la validez de la resolución 181, pues no respetaba
la voluntad y los derechos de los habitantes de Palestina. Sobre los factores jurídicos en el conflicto por
Palestina se puede ver entre nosotros: Mesa op.cit. (1981) e Iglesias Velasco, A. J. (2000) El proceso de
paz en Palestina, Madrid: UAM.

19
comunidades hacía imposible la creación de Estados homogéneos5. Tanto árabes como judíos se
convertían en ciudadanos del Estado en el que residían, con libertad para elegir la ciudadanía fuera
del Estado de residencia6 y disfrutando de plenos derechos civiles y políticos; además, se prohibía
la expropiación de suelo excepto por necesidades públicas y con total compensación. Tampoco
estaba permitida la emigración árabe al Estado judío ni la judía al Estado árabe durante el período
de transición.
Los nuevos Estados judío y árabe se debían regir por constituciones democráticas y
comprometerse a resolver los conflictos internacionales por medios pacíficos. También debían
garantizar los derechos religiosos y el libre acceso a los lugares sagrados. La resolución también
ponía una fecha límite, 1 de agosto de 1948, para la terminación del mandato del Reino Unido
sobre Palestina y para la retirada militar británica7, al mismo tiempo que establecía que una
comisión de Naciones Unidas supervisaría la transición.
Palestina se debía mantener unida económicamente con la creación de una unión aduanera,
una moneda común, la administración común de las principales infraestructuras y el desarrollo
económico conjunto, particularmente en lo que se refería al regadío y a la gestión del suelo
agrícola, así como el uso no discriminatorio del agua y las fuentes de energía. Paralelamente, se
debían garantizar la libertad de tránsito y de visita para los habitantes de los dos Estados y de
Jerusalén.
Las propuestas de partición de Palestina y la resolución 181 sólo se pueden comprender en el
contexto colonial de la época. Unos pocos años más tarde, cuando los Estados nacidos de la
descolonización habían conseguido la mayoría en la Asamblea General de la ONU, y cuando el
colonialismo había sido condenado, la resolución 181 habría sido impensable. De hecho, el apoyo
de la Asamblea General a los palestinos y a sus derechos en los años siguientes así lo demuestran.
La partición fue promovida y aprobada principalmente por países europeos occidentales, la
mayoría de ellos con tradición colonial y con responsabilidad directa, por acció o por omisión, en
el Holocausto, y por países del Este que seguían las directrices de Moscú en su empeño por ganar
presencia en Oriente Medio. También tuvo el apoyo activo de países de colonización blanca
producto de la limpieza étnica o el genocidio, como los Estados Unidos, Australia, Nueva Zelanda
y Sudáfrica, que no veían ninguna contradicción en la colonización sionista de Palestina, muy

5 El Estado judío tenía que ocupar el 56% del territorio de Palestina y tener una población de
499.000 judíos y de 510.000 árabes; mientras que el Estado árabe palestino recibiría el 43% del territorio
con una población de 747.000 árabes palestinos y 10.000 judíos.
6 Aunque esta elección sólo se podía hacer en dirección minoría-mayoría: un árabe del Estado judío
hacia el Estado árabe y un judío del Estado árabe hacia el Estado judío.
7 Sin embargo, el gobierno británico, que el 2 de abril de 1947 ya había pedido a Naciones Unidas
que incluyera la cuestión de Palestina en su agenda ante su impotencia para solucionar el conflicto entre los
intereses enfrentados de judíos y árabes palestinos, anunció que el Mandato británico en Palestina
terminaría el 15 de mayo de 1948 y que sus tropas se retirarían lo antes posible. Más tarde, incapaz de
mantener el orden y evitar la escalada de violencia entre las comunidades árabe y judía que se desencadenó
a partir del día siguiente a la aprobación de la Resolución 181, el Reino Unido declaró que retiraría sus
tropas antes del 16 de mayo de 1948.

20
similar a su propia experiencia. Y, finalmente, fue aprobada por países latinoamericanos para los
cuales Palestina y los palestinos quedaban muy lejos8.
La reacción ante los proyectos de partición de Palestina permite ver cómo definía el
problema cada una de las partes enfrentadas y su disposición a negociar.
La corriente mayoritaria en el movimiento sionista defendía como objetivos prioritarios la
creación de un Estado judío, aunque fuera sólo en parte de Palestina, y que se abrieran las puertas a
la inmigración judía en Palestina, tanto para proteger a los judíos que huían del antisemitismo
europeo como para facilitar el cambio demográfico en la zona y la consecución de una mayoría
judía. El punto de partida mínimo planteado por los sionistas para una posible negociación era la
independencia nacional:
"Nous sommes prêts a discuter une solution de compromis [...] si, en échange de la
réduction de notre territoire, nos droits sont immédiatement étendus et notre
indépendence nationale reconnue."9

Es necesario señalar la incongruencia implícita en el sionismo al utilizar los mismos


argumentos ideológicos que el antisemitismo europeo de infausta memoria: la identificación del
Estado -superestructura política- con la Nación y no con la ciudadanía; la pertenencia del Estado -
territorio- a la Nación, con la que tiene un lazo histórico-espiritual, y no a sus habitantes. Así, al
proponer una solución al problema judío y manifestar que la Tierra de Israel (Palestina) era el
hogar nacional del pueblo judío, se estaba dando la razón a aquellos que afirmaban que los judíos
constituían un cuerpo extraño en cualquier otro Estado. De hecho, las raíces del nacionalismo
sionista se deben buscar en el nacionalismo "volkista" (del alemán volk: pueblo en el sentido de
comunidad de sangre) de Europa central y oriental10.

8 La votación de la resolución de partición en la Asamblea General de Naciones Unidas ofreció el


resultado de 33 votos a favor: Australia, Bélgica, Bolivia, Brasil, Bielorrusia, Canadá, Costa-Rica,
Checoslovaquia, Dinamarca, República Dominicana, Ecuador, Estados Unidos, Filipinas, Francia,
Guatemala, Haití, Islandia, Liberia, Luxemburgo, Países Bajos, Nueva Zelanda, Nicaragua, Noruega,
Panamá, Paraguay, Perú, Polonia, Suecia, Ucrania, URSS, Unión Sudafricana, Uruguay y Venezuela; 13
votos en contra, la mayoría de Estados árabes o musulmanes: Afganistán, Arabia Saudita, Egipto, Iraq,
Irán, Líbano, Paquistán, Siria, Turquía, Yemen, además de Cuba, Grecia e India; 10 abstenciones y una
ausencia: Argentina, Chile, China, Colombia, Salvador, Etiopía, Honduras, Méjico, Reino Unido,
Yugoslavia. Un resultado muy reñido, en el que cabe destacar la ausencia de Siam, que había manifestado
su intención de votar en contra de la resolución con lo que solamente con otro voto contrario se habría
impedido la mayoría de dos tercios necesaria para la aprobación.
9 Ben Gurion, según cita de Bar-Zohar, M. (1986: 213) Ben Gurion, París: Fayard..
10 La defensa sionista de los derechos de nación judíos por encima de los derechos de residencia de
los árabes palestinos, supusieron durante mucho tiempo un ataque del nacionalismo más retrógrado a la
concepción liberal de los palestinos de lo que tenía que ser Palestina: un Estado democrático para todos sus
ciudadanos independientemente de sus creencias o adscripción comunitaria. Para ser escuchados tanto por
Israel como por la comunidad internacional, los palestinos han tenido que adoptar una óptica nacionalista-
etnicista y proponer un Estado para el pueblo palestino: se han visto obligados a retomar un vocabulario
ideológico del que Occidente y especialmente Europa está intentando no sólo alejarse, sino además
comprobando todo el peligro que conlleva. La única forma de justificar la partición de Palestina y la
expulsión de los palestinos del actual Estado de Israel era aceptar, y obligar a los palestinos a aceptar, los

21
Los árabes, tal como expresaban en la Declaración presentada ante el Comité Anglo-
Americano de Investigación11, de ninguna forma podían aceptar las demandas sionistas. Defendían
su derecho a Palestina por derecho de residencia. Veían en la inmigración extranjera, y en el
sionismo, una amenaza que los dejaría en minoría en un Estado extranjero, y reclamaban como
mayoría su derecho democrático a tomar sus propias decisiones.
El sionismo, para los árabes palestinos, había cambiado ya el curso de su historia. Según
ellos, Palestina permanecía todavía bajo el mandato y separada del mundo árabe a causa de las
reclamaciones judías, de la misma forma que había sido separada del marco sirio, al cual
pertenecía por su geografía e historia. Así, los árabes reclamaban el derecho de los árabes
palestinos a seguir ocupando su tierra, a un gobierno democrático para toda la población sin
distinción de credos, a formar parte del mundo árabe. Por ello exigían que se detuviera la
inmigración judía y rechazaban la partición, pues consideraban que someter a parte de la población
árabe a un gobierno extranjero en una situación de minoría, aunque sólo fuera en una parte de
Palestina, era tan injusto como hacerlo en toda ella. Además, eran muy conscientes de las
dificultades que planteaba la partición tanto en el ámbito geográfico y demográfico como en el
ámbito político, ya que la población árabe no aceptaría someterse a los sionistas ni ser transferida
al Estado árabe. También se manifestaba la desconfianza ante las aspiraciones del sionismo a toda
Palestina, y a que el Estado judío las alentara y fuera la base para futuras actividades en esta
dirección, lo que conduciría al enfrentamiento con los vecinos árabes y a la desestabilización de
todo Oriente Medio.
Las corrientes, tanto en el sionismo como entre los árabes, que habrían podido suavizar las
posturas y posibilitar una negociación eran minoritarias. En el sionismo, la defensa de un Estado
binacional12 fue desestimada por la mayoría al negar la creación de un Estado judío. Y tampoco fue
aceptada por los árabes palestinos, pues suponía igualmente la cesión de sus derechos de mayoría.
Entre los árabes palestinos, las propuestas de un acercamiento a Abdallah de Transjordania y de
una posible federación de judíos, árabes palestinos y transjordanos bajo su reinado también eran
rechazadas por la mayoría, liderada por el Alto Comité Arabe y los Husseini, ya que las veían
como la expresión de un doble peligro para su soberanía y su tierra: el sionista y la ambición de
Abdallah.
La imposibilidad de la negociación cara a cara entre los sionistas y los árabes palestinos se
expresó en la negativa de ambas partes a participar en la conferencia convocada por Londres el 10

razonamientos ideológicos del nacionalismo sionista, lo que tanto Europa como Estados Unidos no
dudaron en hacer, a pesar de contradecir los principios liberales en los que se basan la mayoría de sus
sistemas políticos.
11 The Arab Case for Palestine: Evidence Submitted by the Arab Office, Jerusalem, to the Anglo-
American Committee of Inquiry, March, 1946. En: Laqueur y Rubin (1991: 94-104) The Israel-Arab
Reader New York: Penguin Books.
12 Propuesta cuyo principal promotor era J.L. Buber, por lo que pasó a conocerse como buberismo, y
que propugnaba la creación de un Estado binacional basado en la paridad entre árabes y judíos. Ver J.L.
Buber The Case for a Bi-national State (Laqueur y Rubin op.cit. (1991: 104-107)).

22
de septiembre de 1946. Tan sólo la Liga Arabe aceptó sentarse en la mesa con los británicos. La
polarización de las dos posiciones era tanto más fácil de mantener al no tener que negociar frente a
frente sino presionar a los terceros que debían tomar las decisiones sobre Palestina: el Reino Unido
primero, y la URSS y Estados Unidos una vez que la solución del conflicto se trasladó a Naciones
Unidas. Así, hasta el inicio de la guerra, el poder de sionistas y árabes para influir en el futuro de
Palestina no se manifestaba en el enfrentamiento directo, sino que lo hacía en la capacidad de
presión sobre el Reino Unido, la URSS y Estados Unidos.
El Reino Unido, sometido a las tensiones y compromisos con sus propios aliados en la región
y enfrentado directamente tanto a los judíos de Palestina como a los árabes, no mantuvo una
posición coherente. Desde la Declaración Balfour hubo distintas propuestas británicas que
intentaban responder a las presiones más fuertes en cada momento. Por ejemplo, hubo grandes
diferencias, en el último período de administración británica, entre el informe Peel, el Libro
Blanco, el informe Morrison-Grady, y los planes de Abdallah de Transjordania. Había un cierto
equilibrio entre la capacidad de presión de árabes y sionistas ante el Reino Unido, lo que se
reflejaba en esta falta de coherencia británica. Ernest Bevin, el secretario del Foreign Office
durante los últimos tiempos del mandato y en el momento del debate sobre la partición en
Naciones Unidas, tenía una posición más comprensiva hacia los árabes de Palestina, enfrentado en
este aspecto a la oposición de Churchill, quien era claramente prosionista. Por otra parte, el
gobierno británico ya había cedido su lugar en el sistema internacional a las dos superpotencias
emergentes de la Segunda Guerra Mundial.
La presencia franco-británica en el Creciente Fértil ya había sufrido un importante revés con
la retirada de las tropas de las dos potencias de Siria y Líbano entre mayo y junio de 1946. Los
enfrentamientos entre Francia y Gran Bretaña por conseguir la preponderancia en la región, unidos
a las revueltas en Siria y Líbano contra la presencia de las tropas aliadas y en demanda de la
independencia, favorecieron el aumento de la influencia de la Unión Soviética en apoyo de los dos
países árabes. Francia y Gran Bretaña decidieron retirarse de Líbano y Siria, bajo la presión
estadounidense, para evitar la creciente presencia soviética en la región, en unos momentos en que
continuaba abierto el conflicto por la influencia en Irán que finalmente se resolvería en favor de
Estados Unidos. Al mismo tiempo, Gran Bretaña se enfrentaba a la ola nacionalista en Egipto e
Iraq. Tan sólo la Transjordania del emir Abdallah se mantenía como un aliado fiel, lo que suponía
un argumento más para apoyar al emir Abdallah y evitar una mayor pérdida británica en la zona.
Cuando el Reino Unido puso en manos de Naciones Unidas el problema palestino, la
capacidad de influencia de las dos partes enfrentadas se desequilibró totalmente. La resolución 181
fue adoptada por la Asamblea General de Naciones Unidas gracias al apoyo conjunto de la URSS y
Estados Unidos, y al uso de su influencia sobre los Estados miembros para conseguir la mayoría
favorable de dos tercios necesaria para que se aprobara la resolución.
La Unión Soviética se mostró favorable a la partición y apoyó la opción sionista desde el
inicio. Para los soviéticos, la partición y la creación de un Estado judío suponía un avance en el

23
objetivo de desplazar a los británicos de Oriente Medio. Además, dada la procedencia de la
mayoría de emigrantes a Palestina de países del este y del centro europeos, se esperaba que el
Estado judío se convertiría en un aliado en Oriente Medio. La mayor afinidad ideológica con los
sionistas y la desconfianza con que los soviéticos veían a los regímenes árabes, retrógrados y
controlados por Gran Bretaña y Francia, también influyeron en la clara toma de posición
prosionista de la URSS. De hecho, la Unión Soviética fue la única potencia que ofreció apoyo
político y militar a los sionistas durante los decisivos años 1947-1948. Los soviéticos
suministraron armamento pesado a los sionistas y reconocieron de iure inmediatamente a Israel. La
URSS, a pesar del distanciamiento posterior con Israel y de la ruptura de relaciones tras la guerra
de junio de 1967, siempre reconoció el derecho a existir del Estado judío dentro de la Línea
Verde13.
La política estadounidense hacia el problema palestino se acercó a las posiciones sionistas
sobre todo a consecuencia del Holocausto. En principio, fueron los propios británicos los que
quisieron implicar a Estados Unidos en Palestina. La crisis económica de posguerra y la creciente
violencia de la revuelta sionista en Palestina llevaron al gobierno del Reino Unido a pedir la
participación norteamericana en la solución del problema. La intención inicial era que Washington
se comprometiera y sufragara la presencia británica en Oriente Medio, enfrentada a la Unión
Soviética. Sin embargo, la posición del gobierno británico y la de la Administración
estadounidense respecto al problema palestino eran cada vez más distantes. Mientras que el Reino
Unido hacía todo lo posible para mantener su presencia colonial en la zona y las relaciones con los
aliados árabes, y para ello necesitaba oponerse a la partición; Estados Unidos, presionados por los
sionistas y asumiendo su papel de superpotencia, definían una política propia que sí pasaba por la
partición y la creación de un Estado judío en Palestina.
El presidente Truman, después de dudar y pensar en algún otro tipo de solución, terminó
apoyando el plan de partición y las recomendaciones de la UNSCOP a la Asamblea General. Las
presiones de los informes que llegaban desde Europa sobre el Holocausto y la situación de los
judíos en los campos de concentración, la influencia de los partidarios del sionismo dentro de la
Administración, y la necesidad del voto judío para las elecciones inminentes fueron determinantes
para la toma de esta decisión.
El informe de la UNSCOP y la resolución 181 suponían la implicación de un nuevo actor en
el conflicto: Naciones Unidas. Pero, sobre todo, significaba que definitivamente el destino de
Palestina se había decidido en un foro que, para los árabes, no tenía ni la autoridad ni la
legitimidad para hacerlo. Si ya era difícil una posible negociación directa entre las partes
enfrentadas antes de la resolución 181, tras su adopción fue evidente que los sionistas no aceptarían
menos de lo que la Asamblea General les había otorgado. En Palestina, la solución del problema
por los directamente afectados sólo podía tener una dimensión: la militar.

13 La Línea Verde era la línea de separación de fuerzas negociada en los armisticios de 1949.

24
2. EL MOVIMIENTO SIONISTA ANTE EL PLAN DE PARTICION

Los objetivos esenciales del movimiento sionista se centraban en la creación de un Estado


judío en Eretz Israel (Tierra de Israel). Para ello era necesario que la comunidad judía en Palestina
dejara de ser una minoría y que estableciera barreras claras que la separaran tanto política como
cultural y socialmente de las comunidades árabes. El socialsionismo, dominante en la época en el
movimiento sionista, añadía el ideal constructivista a esta ideología nacionalista básica. La
conquista judía de la tierra y el trabajo era el ideal que sustentaba la política de expansión de las
colonias y la discriminación de la mano de obra árabe.
Las principales voces del sionismo en aquellos años, Weizmann, Ben Gurion y Sharett, eran
favorables a la partición y la apoyaron cuando la discutió la Comisión Peel. Adoptando un punto de
vista pragmático, la partición se vio como un primer paso que permitía asegurar la creación de un
Estado judío, aunque éste no comprendiera todo el territorio de la Palestina histórica: su
reivindicada Eretz Israel. Así, Chaim Weizmann escribe: "The Kingdom of David was smaller;
under Solomon it became an Empire. Who knows? C'est le premier pas qui compte!"14.
David Ben Gurion aceptó la idea de la partición ante esta lógica de "primer paso", que
dominaría también su política incluso después de la proclamación del Estado de Israel, al rehusar
definir claramente las fronteras del nuevo Estado. Además, según Ben Gurion, un Estado propio
sería de una gran ayuda para facilitar la inmigración de los judíos europeos, que era uno de los
objetivos esenciales del sionismo. Moshe Sharett, al igual que Ben Gurion, era partidario de la
partición pero no creía que se tuviera que aceptar inmediatamente, sino que antes se debía negociar
el espacio adjudicado al Estado judío. Las dilaciones planteadas en este sentido por la Agencia
Judía y por el XX Congreso Sionista, reunido en agosto de 1937, permitieron al gobierno británico
retirar el proyecto de partición en noviembre de 1938 ante el rechazo de la mayoría árabe palestina.
El proyecto de partición de la Comisión Peel también planteaba otro problema que desde
entonces ha ocupado un sitio preferencial en la agenda sionista: ¿quién debía gobernar la zona
árabe? Aquellos que, por razones de pragmatismo y oportunidad, aceptaban la partición eran
partidarios de un gobierno transjordano en la zona árabe palestina. En el debate y los testimonios
ante la Comisión Peel no lo declararon públicamente, sin embargo, los contactos con el emir
Abdallah iban en esta dirección15.
La oposición a la partición dentro de la comunidad judía, aun siendo minoritaria no dejaba de
ser importante y tenía influencia tanto en el Yishuv como en el sionismo internacional. Las voces
contrarias se podían agrupar, con matices, en tres grandes corrientes:
1. La derecha sionista (en la política israelí se la denomina “revisionismo”) que defendía
un Estado judío en toda Eretz Israel, incluyendo la orilla oriental del Jordán.

14Citado en Shlaim (1990: 55) The Politics of Partition. King Abdullah, the Zionists and Palestine
1921-1951. Oxford: Oxford University Press.
15 Shlaim op.cit. (1990: 56).

25
2. Los partidarios de un Estado binacional en el que convivieran judíos y árabes.
3. Las corrientes socialsionistas que tenían miedo a la debilidad de un Estado judío
demasiado pequeño16.
El sionismo revisionista, liderado por Vladimir Ze'ev Jabotinsky, fue la corriente ideológica
que más duramente compitió con el socialsionismo entre los defensores de la creación de un
Estado judío. El revisionismo basaba su estrategia en la consecución de una mayoría judía dentro
de todo el territorio de la Palestina histórica:
"[...]there is no question of ousting the Arabs. On the contrary, the idea is that
Palestine on both sides of the Jordan should hold the Arabs, their progeny, and
many millions of Jews. What I do not deny is that in that process the Arabs of
Palestine will necessarily become a minority in the country of Palestine"17.

Por esta razón, un elemento central de la política revisionista era el impulso de la


colonización judía de Palestina con el fin de conseguir la mayoría judía, necesaria para la creación
del Estado judío a pesar de la población árabe palestina.
Los defensores del binacionalismo eran conscientes de que los árabes palestinos no
aceptarían un gobierno de extranjeros en su propia tierra, y que la única forma de hacer realidad el
proyecto sionista pacíficamente era el acuerdo con los árabes sobre una base de paridad.
También en el socialsionismo hubo oposición a la partición de Palestina. Los sectores del
kibbutzismo dirigidos por Yitzhak Tabenkin, creían en la indivisibilidad de la "Tierra de Israel". La
partición suponía un regateo que limitaría la futura ocupación de tierras y la posibilidad de llevar a
cabo el sueño socialsionista de una nueva sociedad judía basada en el trabajo colectivo. Para
Tabenkin, las fronteras del Estado las tenía que ir marcando el avance de los colonos. Dentro del
Mapai la oposición a la partición la dirigió uno de sus principales ideólogos: Berl Katznelson. Este
opinaba que el Yishuv todavía no tenía la fuerza suficiente para la creación del Estado, y que el
producto de la partición sería un territorio pequeño y débil que no podría enfrentarse a los árabes.
El debate sobre la partición, sin embargo, estuvo dominado por Ben Gurion, firmemente
apoyado en las estructuras políticas del Yishuv, que él mismo había ayudado a crear18. Su posición,
mayoritaria tanto en el Yishuv como en el Movimiento Sionista Mundial, era que la partición
posibilitaba y adelantaba la creación de un Estado judío, el principal objetivo del sionismo19. Las

16 Perlmutter (1987: 72-78) Israel. Madrid: Espasa Calpe.


17 "Declaración de V. Jabotinsky ante la Palestine Royal Commission, House of Lords (Londres, 11
de febrero de 1937)", en Laqueur y Rubin op.cit. (1991: 58).
18 Las estructuras básicas del socialsionismo, que habrían de vertebrar primero el Yishuv y después
el Estado de Israel, ya se empezaron a crear al poco de terminar la Primera Guerra Mundial. Ben Gurion
fue el hombre clave que fundó el Partido Laborista Unido, que en el año 1930 se convertiría en el Mapai,
del cual surgiría el Partido Laborista; y que organizó la Histadrut, la confederación sindical que controlaba
importantes ámbitos de la sociedad judía en Palestina, desde el trabajo a buena parte de la producción,
distribución, educación, sanidad, etcétera, y que se convirtió en la principal palanca de poder de las elites
socialsionistas con Ben Gurion a la cabeza.
19 La Conferencia Sionista Extraordinaria, reunida en el hotel Biltmore de Nueva York en mayo de
1942, se pronunció a favor de un Estado judío en Palestina. Esto, a pesar de que todavía se reclamaba la

26
fronteras, según Ben Gurion, eran temporales, por lo que no se debían definir, esperando a que
fueran la inmigración y la colonización las que las consolidaran.20
El mes de febrero de 1947 marcó el final del compromiso británico con Palestina. El Reino
Unido, exhausto por el esfuerzo de guerra, intentó una última mediación entre árabes y sionistas
sobre la base de una futura federación en Palestina. Convocó una conferencia en Londres para
septiembre de 1946, pero tanto los sionistas como los árabes palestinos rechazaron la invitación y
tan sólo acudieron los representantes de la Liga Arabe. El mes siguiente, el presidente Truman
manifestó que Estados Unidos era partidario de la creación de un Estado judío en parte de
Palestina, con lo que reforzaba la posición sionista en el conflicto y reafirmaba la tendencia de Ben
Gurion -enfrentado en esto a Weizmann- a acercarse a Estados Unidos en detrimento de Gran
Bretaña21. Cuando la conferencia de Londres se volvió a reunir en enero del año siguiente, las
posiciones de los sionistas, para quienes la partición era el mínimo de partida en unas
negociaciones, y de los árabes de Palestina, que pedían la independencia de una Palestina unida,
estaban tan claramente enfrentadas que Ernest Bevin, ministro de Asuntos Exteriores británico,
renunció a continuar la mediación y en febrero anunciaba en la Cámara de los Comunes que el
gobierno británico, al no poder continuar aplicando el Mandato, sometía el problema de Palestina a
los criterios de las recién fundadas Naciones Unidas.
La Asamblea General de Naciones Unidas, en mayo de 1947, decidió crear una Comisión
Especial para Palestina22. En ella participaron los delegados de once países, sin que ninguno de los
Cinco Grandes estuviera representado. La UNSCOP, por mayoría de ocho miembros, informó a
favor de un plan de partición mucho más favorable a las demandas sionistas que el proyecto de la
Comisión Peel.
El informe de la UNSCOP fue bien recibido en la corriente mayoritaria del sionismo.
Algunos lo consideraron la mayor victoria política del sionismo desde la Declaración Balfour, ya

totalidad de Palestina, sólo podía conseguirse en el marco de la partición. Este pronunciamiento se daba en
oposición a los proyectos de federación alentados por el emir Abdallah y, sobre todo, al Libro Blanco
presentado por Londres en 1939. No fue hasta cuatro años más tarde, el 5 de agosto de 1946, que la
Ejecutiva de la Agencia Judía se mostró públicamente partidaria del establecimiento de un Estado judío
viable en una parte de Palestina. El nazismo, la Segunda Guerra Mundial y el Holocausto habían provocado
un impacto imborrable en toda la comunidad judía. Para la mayoría de sus líderes la necesidad de un
Estado judío era ya ineludible y, para algunos de ellos, el rechazo al proyecto de la Comisión Peel fue un
enorme error, pues quizás un Estado propio, aunque pequeño, en aquellos años habría podido salvar
muchas vidas. Así, se oficializaba la política dominante en el movimiento sionista, que desde el inicio del
debate sobre la partición fue siempre la de luchar por un Estado judío aunque sólo se estableciera
inicialmente en parte de Palestina, y la lucha se centraría en ampliar al máximo la base territorial del futuro
Estado.
20 Perlmutter op.cit. (1987: 82). Como se verá más adelante, la aceptación de Ben Gurion del plan de
partición no implicaba que no tuviera reticencias ni que sus ambiciones para el futuro Estado de Israel se
vieran satisfechas.
21 Este cambio de dirección en la política sionista se manifestaría poco después en el Congreso
sionista reunido en Bale, donde Weizmann no fue reelegido como presidente de la ejecutiva por
considerarse que era demasiado moderado y probritánico.
22 United Nations Special Committee on Palestine (UNSCOP).

27
que suponía un paso decisivo hacia la independencia nacional de los judíos en Palestina. Otros lo
aceptaban con más alivio que entusiasmo. Así, la resolución 181 se aceptó porque suponía la
consecución del principal objetivo del sionismo: la creación de un Estado independiente. Sin
embargo, el Estado diseñado por la UNSCOP difícilmente se podría considerar un Estado judío,
dado el equilibrio demográfico en la zona que les estaba destinada, y tampoco satisfacía las
demandas territoriales sionistas. Por esta razón, Ben Gurion opinaba que la resolución 181 era un
primer paso y que las fronteras se tendrían que ir definiendo con el tiempo. Como se verá, estos
dos elementos constituirán un eje central en la campaña sionista durante la guerra de 1948-1949.
Por otra parte, el revisionismo sionista no aceptó el plan de partición, hasta el punto que su
23
líder , Menahem Begin, lo consideraría como una catástrofe nacional e histórica y declararía que
"[...]Jerusalén ha sido, es y continuará siendo nuestra capital. Eretz Israel será restituida al pueblo
de Israel entera y para siempre"24. Esta opinión, a pesar de ser minoritaria en el sionismo de la
época, tuvo una importante influencia en la campaña armada a través de las acciones del Irgun25.

3. LOS ARABES PALESTINOS ANTE EL PLAN DE PARTICION

El nombramiento de la Comisión Peel a consecuencia de la Rebelión Arabe26 en Palestina no


constituía una novedad. Desde 1920 se habían repetido los disturbios y levantamientos contra los
británicos y, ante cada manifestación del descontento árabe, Londres había designado una comisión
para informar sobre la situación en Palestina. Todas estas delegaciones llegaron a la misma
conclusión: las causas originales de los disturbios estaban en la aspiración árabe a la independencia
nacional y en el rechazo y miedo al establecimiento de un Hogar Nacional Judío en el territorio
palestino. La posición palestina ante la Comisión mantenía las demandas que se habían repetido

23 Jabotinsky había muerto el año 1940 exiliado en Nueva York.


24 Laqueur (1973: 628) Histoire du sionisme. París: Calmann-Levy.
25 Irgun Tzvai Leumi (Etzel). La más conocida de estas acciones fue el ataque al pueblo palestino de
Deir Yassin, sin provocación y sin que constituyera un objetivo militar, el 9 de abril de 1948, donde fueron
masacrados entre 120 y 300 (según las fuentes) hombres, mujeres y niños, y que tuvo una gran repercusión
en el proceso de limpieza étnica que tuvo lugar en el territorio de lo que sería el Estado de Israel.
26 En 1936 se creó el Alto Comité Arabe reuniendo a seis partidos y presidido por Amin al-Husseini,
quien también era el presidente del Consejo Superior Islámico. El mismo año, el Alto Comité, alarmado
por la creciente inmigración judía y por el contrabando de armas para los sionistas, convocó una huelga
general que con los disturbios que la siguieron y la represión británica fue extendiéndose a las zonas rurales
y adquiriendo carácter de revuelta armada, hasta el año 1939 en que fue totalmente aplastada por el ejército
británico con alguna ayuda tanto de los sionistas como de la Legión Arabe transjordana. La Rebelión Arabe
culminaba un proceso de protestas, huelgas y tensión que creció desde los años veinte enfrentándose a lo
que, cada vez más, se veía como un imperialismo británico que amenazaba las aspiraciones nacionales de
los árabes palestinos. Con la Rebelión Arabe, paradójicamente, al mismo tiempo que la identidad nacional
palestina se asentaba, la represión dejó a la comunidad árabe palestina sin estructuras políticas, sin
liderazgo y desarmada, indefensa ante la ofensiva sionista que conduciría a la creación del Estado de Israel.

28
desde 192027: instituciones de autogobierno, prohibición de la compra de tierras por parte de los
judíos, poner fin a la inmigración judía.
Cuando en julio de 1937 la Comisión Peel presentó su informe final recomendando la
partición, la posición de la mayoría de los árabes palestinos fue claramente de rechazo. El Alto
Comité Arabe, reconocido por la potencia mandataria como representante de los árabes palestinos,
no sólo manifestó su oposición al informe Peel sino que lanzó la segunda oleada de protestas de la
Rebelión Arabe.
El liderazgo de Amin al-Husseini28 sobre la política árabe palestina de esta época imponía
una actitud de firmeza ante las aspiraciones judías sobre Palestina, ante la partición y, también,
ante las ambiciones del emir Abdallah de Transjordania. Abdallah estaba apoyado en Palestina por
el Partido de la Defensa Nacional, dominado por la familia Nashashibi, la cual, a pesar de su gran
ascendencia en buena parte de la sociedad y de la política palestinas, quedó en minoría ante los
Husseini. La posición de los Nashashibi era más moderada que la de los Husseini, y, más tarde, sin
atreverse a afirmarlo públicamente, en conversaciones privadas con los representantes de la
Agencia Judía, los Nashashibi se mostraron partidarios de la partición y aconsejaron a la Agencia
que negociara con Abdallah29.
La radicalización de la política árabe palestina se puso de manifiesto en 1938 y 1939,
cuando, ante el rechazo a las recomendaciones de la Comisión Peel, los británicos retiraron el
proyecto de partición y presentaron un Libro Blanco, de corta vida debido al rechazo tanto sionista
como árabe. En éste, el Reino Unido aceptaba tanto la demanda árabe de independencia nacional
(en un plazo de diez años), como la prohibición de la inmigración judía y de la venta de tierras a
los judíos. Sin embargo, fue rechazado por el Alto Comité Arabe. La oposición de la Agencia Judía
no podía sorprender a nadie. La de los árabes palestinos sólo se puede explicar por las condiciones
en que se encontraban después de la terrible represión británica de la Rebelión.

27 El fracaso de Faisal en Siria provocó un cambio de estrategia en la elite política árabe palestina.
Ante el naufragio de la opción de la unidad árabe en una Gran Siria, el Tercer Congreso Arabe, reunido en
Haifa en 1920, decidió centrar sus esfuerzos en defender Palestina y sentó los principios que
fundamentarían las demandas palestinas durante décadas: reconocimiento de Palestina como una entidad
política diferenciada; rechazo total a cualquier derecho político o moral de los judíos sobre Palestina;
unidad de los árabes palestinos por encima de otras lealtades como las religiosas, regionales o de clan;
acabar con las transferencias de tierras árabes o comunales al control judío; cerrar Palestina a una mayor
inmigración judía. En 1921, una delegación de árabes musulmanes y cristianos en Londres, añadiría la
demanda de un gobierno nacional y de un parlamento democráticamente elegido por los musulmanes,
cristianos y judíos de Palestina (Kimmerling y Migdal (1994: 81-82) Palestinians. The Making of a People.
Cambridge, Massachusetts: Harvard University Press).
28 El liderazgo de Amin al-Husseini se había empezado a consolidar en 1921, cuando fue nombrado,
en pugna con la familia Nashashibi, gran mufti de Jerusalén, que, en principio, era un cargo solamente
religioso. Amin al-Husseini, entonces un miembro joven de la familia Husseini, utilizó el nombramiento de
gran mufti como palanca para imponerse en la política palestina y, en 1922, consiguió la presidencia del
Consejo Musulmán, también disputado por los Nashashibi.
29 Shlaim (1988: 104) Collusion Across the Jordan. New York: Columbia Univ. Press.

29
Irónicamente, la mejor propuesta de Londres para los intereses árabes llegaba después de
haber diezmado física y políticamente a la comunidad árabe-palestina. La firma del Compromiso
de Munich permitió desplazar nuevas tropas británicas a Palestina. La represión se extendió a todo
el territorio, y a la prohibición de las instituciones políticas árabe-palestinas, sobre todo del Alto
Comité Arabe, se le unió la eliminación física o el exilio de sus líderes. Así, en 1939, las
estructuras políticas árabe-palestinas estaban destruidas y no se recobrarían hasta decenios más
tarde; asimismo, su capacidad militar quedó completamente aniquilada y tampoco se recuperaría; y
el pueblo árabe-palestino en general estaba totalmente exhausto. En este contexto no es tan
incomprensible que el liderazgo árabe-palestino en el exilio, principalmente Amin al-Husseini y el
Alto Comité Arabe, no supiera apreciar la oportunidad del Libro Blanco y lo rechazara.30
El Libro Blanco, de todas formas, provocó una sensación de confianza en que el Reino Unido
daría la independencia a una Palestina árabe. Sin embargo, el fin de la Segunda Guerra Mundial y
el impacto del Holocausto en los gobiernos y la opinión pública de los vencedores facilitó la labor
de lobby de los sionistas. Los resultados de las presiones sionistas pronto se apreciaron en la
solicitud del Presidente Truman a los británicos para que aceptaran la inmigración de 100.000
judíos en Palestina, y en el informe Morrison-Grady que hizo sugerencias en el mismo sentido31.
La Rebelión Arabe, entre los años 1936 y 1939, y la represión británica afectaron
directamente la dimensión comunitaria árabe-palestina del conflicto. Palestina pasó a ser, junto a la
India, la principal perturbación en el Imperio Británico, lo que provocó importantes cambios en la
política palestina del Reino Unido. El centro de decisión se desplazó de Jerusalén a Londres y del
Colonial Office al Foreign Office, con lo que se adquirió una visión más regional del conflicto y
menos receptiva a las presiones directas de los sionistas y de los árabes palestinos. Esto, unido al
hecho de que el liderazgo árabe-palestino estaba diezmado por la represión, llevó a Londres a
buscar nuevos interlocutores en los gobiernos de los Estados árabes vecinos. La dimensión
intercomunitaria del conflicto empezaba a desplazarse hacia una dimensión interestatal, y la
representación de los intereses de los árabes de Palestina empezaba a ser asumida por los Estados
árabes. Los palestinos no recuperarían su propia voz hasta decenios más tarde con el
reconocimiento de la Organización para la Liberación de Palestina como única representante
legítima del pueblo palestino.
La asunción del problema palestino por parte de Naciones Unidas profundizó la dimensión
interestatal del conflicto. Cuando se convocó la sesión especial de la Asamblea General para tratar

30 Kimmerling y Migdal op.cit. (1994: 121-123).


31 El Comité Anglo-Americano de Investigación, dirigido por el ministro británico Morrison y por el
embajador estadounidense Grady, fue nombrado en noviembre de 1945 para estudiar la situación de los
judíos en los países que habían sido ocupados por el Eje. El gobierno laborista de Attlee, con un país
debilitado por la guerra y bajo las presiones de los árabes y los sionistas, decidió invitar a los Estados
Unidos a implicarse en el problema. El informe Morrison-Grady recomendó abandonar las restricciones a
la inmigración judía en Palestina y proponía un nuevo plan de reparto cantonal del territorio palestino bajo
tutela británica. El plan Morrison-Grady tuvo una vida efímera pues ni la Agencia Judía ni los árabes lo
aceptaron.

30
el asunto, el 28 de abril de 1947, la posición de los Estados árabes fue que la disolución de la
Sociedad de Naciones en abril del año anterior había dejado sin efecto el mandato sobre Palestina y
que Naciones Unidas debían reconocer la independencia de Palestina. La propuesta árabe fue
derrotada y la Asamblea General nombró la UNSCOP para que preparara un informe sobre
Palestina. Los árabes palestinos decidieron boicotear la UNSCOP y no participaron en sus trabajos.
El informe final de la UNSCOP y la Resolución 181 eran completamente inaceptables para
los árabes palestinos. Desde su punto de vista no se trataba de una partición sino de un expolio32: la
propiedad judía de suelo en Palestina no llegaba al 6% del territorio33, y la población judía era de
un tercio de la población total34, la mayoría extranjeros recién inmigrados y, sin embargo, el
reparto resuelto por Naciones Unidas daba el 57% del territorio a los sionistas. Un área que, como
se ha visto, en aquel momento tenía una población árabe ligeramente superior a la judía.
La intransigencia árabe, visto lo que se les pedía, no es tan incomprensible. Sin embargo, la
posición sionista apoyada por las potencias aliadas, que todavía se encontraban bajo el
sobrecogimiento del Holocausto, situó el problema en un marco de referencia perverso para los
árabes. Mientras que los sionistas, ante el problema de Palestina, estaban dispuestos a llegar a un
acuerdo por la mitad, los árabes continuaban pidiéndolo todo. El argumento, presentado así y sin
tener en cuenta que los únicos que tenían que ceder eran los árabes y los únicos que recibían eran
los judíos, se mostró terriblemente efectivo.35
El 30 de noviembre de 1947, el día siguiente a la aprobación de la Resolución 181 en la
Asamblea General de Naciones Unidas, empezaron las protestas árabes en Palestina. A diferencia
de ocasiones anteriores, las dos comunidades se enfrentaron directamente creándose una situación
de caos a la que el Reino Unido no supo o no pudo hacer frente. También a diferencia de la
Rebelión Arabe, los árabes palestinos ahora estaban desorganizados y sin un liderazgo claro. Un
nuevo Alto Comité Arabe36 fue creado por una decisión del Consejo de la Liga Arabe en 1946. La
política árabe-palestina estaba cada vez más dominada por los regímenes árabes vecinos que,
iniciando un proceso que ya no debía finalizar, intentaban manipularla en interés propio. Así,
cuando empezó el enfrentamiento de árabes y judíos en Palestina, los primeros estaban
desestructurados política y militarmente y mal equipados, mientras que los sionistas constituían
una sociedad joven37, militarizada, bien organizada y cada vez mejor armada. Hasta entonces, tanto

32 En palabras de Henry Cattan, que fue representante de los árabes de Palestina ante la Comisión
Morrison-Grady en 1946 y ante Naciones Unidas entre 1947 y 1948 (Cattan (1988: 39) The Palestine
Question. London; New York; Sydney: Croom Helm).
33 Al final del mandato los judíos tenían la propiedad de 1.491.699 dunams (un dunam equivale
aproximadamente a 1.000 metros cuadrados), de un total de 26.323.023 dunams del área de Palestina.
34 1.300.000 árabes y 620.000 judíos.
35 Bowyer Bell (1969: 67) The Long War: Israel and the Arabs since 1946. Englewood Cliffs, N.J.:
Prentice-Hall.
36 No confundir con el Alto Comité Arabe que se creó con la participación de 6 partidos árabe-
palestinos en 1936 y que fue diezmado por la represión británica de la Rebelión Arabe.
37 La proporción de hombres judíos en edad militar era de una vez y media la de hombres árabes
(Kimmerling y Migdal op.cit. (1994: 141)).

31
los árabes palestinos con la Rebelión Arabe, como los sionistas con las acciones del Irgun, se
habían enfrentado principalmente al ejército británico. A finales de 1947 y principios de 1948, por
primera vez, se encontraron las dos comunidades cara a cara. Sin embargo, esta dimensión
intercomunitaria del conflicto pronto terminaría con la proclamación del Estado de Israel y la
intervención de los ejércitos árabes.

4. LOS ESTADOS ARABES ANTE EL PLAN DE PARTICION

La rivalidad por la Gran Siria38 iba a despertar pasiones en la mayoría de actores de Oriente
Medio de la época. A las aspiraciones de Abdallah se oponían los republicanos sirios, que no
querían terminar su lucha por la independencia contra los turcos y los franceses cayendo en manos
de un monarca hachemí. Además, según su parecer, el centro de una Gran Siria tenía que estar en
Damasco y no en Amman, por lo que ellos estaban mejor situados que Abdallah. Los cristianos
libaneses rechazaban verse absorbidos por un Estado musulmán. Los hachemís de Iraq tenían sus
propios planes de unión del Creciente Fértil bajo su órbita. Y tanto los saudís como los egipcios se
oponían a cualquier unión. Los primeros porque temían que una pujanza hachemí les amenazara en
el Hidjaz. Los segundos porque veían en una Gran Siria un peligro para sus aspiraciones
hegemónicas en el mundo árabe. En Palestina las relaciones con los hachemís eran muy recientes.
Los árabes habían apoyado a Faisal para el gobierno de Siria, pero el fracaso de éste y la pujanza de
Amin al-Husseini palestinizó la política árabe del mandato. La creación del principado de
Transjordania se recibió en Palestina como una pérdida de territorio al que aspiraban tanto árabes
como sionistas.
La posición de los árabes palestinos, ante las propuestas de partición de la Comisión Peel,
también los situaba en la orilla opuesta a Abdallah. Los primeros no podían aceptar de ninguna
forma la cesión de parte de su territorio, ni veían con buenos ojos la recomendación de fusión del
territorio árabe con Transjordania. Para el hachemí, en cambio, la partición suponía un primer paso

38 La entrada de las tropas francesas en Damasco, en julio de 1920, sentenciando la caída del
hachemí Faisal y asumiendo el gobierno de Siria, supuso también el fin del sueño de una Gran Siria unida.
El acuerdo Sykes-Picot, las fronteras marcadas por las potencias coloniales y el sistema de mandatos
rompieron las promesas hechas a Hussein de la Meca y a sus hijos de una Arabia unida bajo su reinado que
debía abrazar la Gran Siria, Iraq y la Península Arábiga. Sin embargo, las fronteras no podían quebrar de un
día para otro los distintos marcos históricos, políticos, sociales y geográficos que rebasaban las nuevas
líneas dibujadas por franceses y británicos. Del mismo modo, tampoco podían borrar las aspiraciones a la
unión y las ambiciones de aquellos que querían gobernar más allá de los estrechos muros que rodeaban los
incipientes Estados. Uno de los hombres con más ambición sobre la Gran Siria y el más encerrado en un
coto estrecho y pobre, fue Abdallah de Transjordania. Abdallah se sentía en parte apoyado por el Reino
Unido que, en su enfrentamiento con Francia por el control de Oriente Medio, optaba por la unificación
bajo la tutela hachemí, mientras que la política parisina era la del desmembramiento (Sateh Agate (1991:
292) "Le Croisant Fertile". M. Flory, B. Korany, R. Mantran, M. Camau & P. Agate, Les régimes
politiques arabes Paris: Presses Universitaires de France).

32
en sus aspiraciones a la Gran Siria, y no pequeño, ya que el control de los lugares santos le daría un
peso importante en la política de Oriente Medio.
El Libro Blanco dividió una vez más las actitudes árabes. Ante el rechazo de Amin al-
Husseini, tan sólo Abdallah respondió con la aceptación. El enfrentamiento entre los árabes
palestinos y el hachemí era cada vez mayor, hasta el punto que desde Transjordania se ayudó en
cierta medida a reprimir la Rebelión Arabe. Después de la Segunda Guerra Mundial, en
conversaciones secretas con los sionistas, Abdallah continuó presionando por soluciones
federativas39, pero aceptando la partición como un mal menor.
Egipto pareció aceptar en un primer momento las propuestas de partición que se discutieron
en la inmediata posguerra. El gobierno de El Cairo era consciente de que los británicos no se
retirarían de Egipto sin haber solucionado antes el problema palestino, requisito esencial para
estabilizar la región. Así, durante conversaciones con los sionistas en 1946, Ismail Sidqi, el primer
ministro egipcio, se mostró de acuerdo con la repartición de Palestina, siempre que al menos otro
Estado árabe le apoyara ante los árabes palestinos. Transjordania tenía que jugar este papel y
Abdallah parecía dispuesto a ello. Sin embargo, antes de poder avanzar en esta dirección el
gobierno de Sidqi cayó y con él los partidarios de la partición.
Los Estados árabes, cuando la cuestión palestina pasó a manos de Naciones Unidas, no sólo
rechazaron el informe de la UNSCOP, sino que también cuestionaron la competencia de Naciones
Unidas para recomendar la partición y, además, propusieron que el Tribunal Internacional de
Justicia emitiera una opinión consultiva sobre la validez de la Declaración Balfour y el mandato,
pero la propuesta árabe fue derrotada en la Asamblea General.
El Comité Político de la Liga Arabe, reunido en Sofa (Líbano) en septiembre de 1947, recusó
cualquier recomendación de Naciones Unidas y expresó la voluntad árabe de defender la integridad
de Palestina con las armas. No obstante, las razones de los principales actores árabes para oponerse
a la partición de Palestina no se correspondían forzosamente con los intereses de los árabes
palestinos. La rivalidad por la Gran Siria y por el liderazgo del mundo árabe tenía un peso
seguramente mayor que la solidaridad.
Un mes más tarde, en Aley (Líbano), el Consejo de la Liga Arabe decidió empezar los
preparativos militares para evitar la partición. Sin embargo, las diferencias de criterio y las
desconfianzas entre los Estados árabes prevalecieron. Abdallah, cuyo objetivo primero era la
anexión, viendo las disposiciones militares que se estaban tomando, se convenció de que no
podrían impedir el reparto de Palestina. En noviembre se reunió con Golda Meir, representante
entonces de la Agencia Judía, y ambos se mostraron favorables a un acuerdo para el reparto de
Palestina40. Tanto los sionistas como Abdallah vieron una amenaza en un Estado palestino
independiente, así que, aunque el rey hachemí todavía insistía en algún tipo de soberanía sobre el

39 Abdallah prefería soluciones que federaran todo el territorio palestino bajo su reinado, aunque
fuera con amplias autonomías para sus comunidades, pues ésto favorecía sus aspiraciones a la Gran Siria y
a ensanchar su reino.

33
futuro Estado judío, lo más fácil era la partición con anexión transjordana de la parte árabe de
Palestina.

5. LA GUERRA DE 1948

Enero de 1949 amaneció con una Palestina totalmente distinta a la del mandato. El Estado
judío era ya una realidad, no aceptada por los árabes, pero imposible de soslayar tras la derrota
sufrida. El reparto era un hecho, pero no según el plan de la resolución 181. Más allá de los límites
señalados por el mapa de la partición, Israel invadió la Galilea occidental, Jerusalén oeste, Jaffa,
Acre, Lydda, Ramleh y varios cientos de pueblos palestinos. De los 14.500 kilómetros cuadrados
adjudicados al Estado judío por la resolución 181 se pasó a 20.850, de un total de 26.323
kilómetros cuadrados que constituían el área de Palestina.
La situación resultante de la primera guerra árabe-israelí tampoco respetó el plan de partición
en lo referente a la creación de una zona bajo administración de Naciones Unidas, ni en la creación
de un Estado árabe palestino. Jerusalén este, Cisjordania y la Franja de Gaza -las zonas que
quedaron en manos de los árabes después de la guerra- pasaron a ser administradas directamente
por Transjordania y Egipto, sin que las débiles voces palestinas que defendían la fundación de un
Estado propio fueran escuchadas.
Otro elemento esencial que pasó a formar parte del núcleo del conflicto fue la expulsión de
gran número de refugiados palestinos fuera del territorio conquistado por los israelíes41, con lo que
una nueva diáspora y el sueño del retorno se convirtieron en el abono de la conciencia nacional
palestina.
La nueva realidad, creada por la guerra, cambió totalmente las posiciones de los actores
regionales ante el conflicto. Para los israelíes, ya con el Estado judío constituido y aceptado por las
dos superpotencias y por Naciones Unidas, la resolución 181, que en su momento habían aceptado
con reticencias, dejó de ser una solución admisible. Las conquistas territoriales, el desplazamiento
de la población palestina y la no creación de un Estado árabe en Palestina se ajustaban demasiado a
sus planes como para renunciar a ellos. Además, el nuevo Estado era consciente de su mayor poder
frente a los árabes, tanto a nivel militar como diplomático, con lo que no sentía ninguna presión
para ceder.
Los palestinos, derrotados, desestructurados a todos los niveles y con más de la mitad de su
gente convertida en refugiados, se tuvieron que enfrentar al hecho de que habían perdido el 77%

40 Bailey (1990: 18) Four Arab-Israeli Wars and the Peace Process. London: Macmillan.
41 La población palestina refugiada censada por la United Nations Relief and Works Agency for
Palestine Refugees in the Near East (UNRWA) en 1949 fue de 726.000 personas, y sólo permanecieron en
el territorio conquistado por los israelíes 100.000 palestinos. Según el informe más completo de Salman
Husain Abu-Sitta, el número total de población desalojada fue de 804.787 personas, que en 1998 se habían

34
del territorio de la Palestina histórica. La comunidad palestina pasó a ser gobernada por
Transjordania (Cisjordania y Jerusalén Este) y por Egipto (Franja de Gaza). La dimensión palestina
del conflicto con Israel prácticamente desapareció de la agenda internacional y su lugar pasó a ser
ocupado por los Estados árabes que se erigieron en representantes de los intereses palestinos.
Tendrían que transcurrir muchos años antes de que los palestinos fueran capaces de reorganizarse y
de rescatar su propia reivindicación de las manos de los regímenes árabes.
Los Estados árabes asumieron la derrota en función de sus propios intereses. Para Abdallah
de Transjordania el resultado final de la guerra no se adecuaba completamente a sus ambiciones,
que abarcaban toda Palestina bajo su reinado, pero con el control de Cisjordania y de Jerusalén
Este había dado un paso enorme en la expansión de su pequeño reino. De hecho, Abdallah había
respetado escrupulosamente durante la guerra los acuerdos con los sionistas, aceptando la partición
y no atacando la zona judía del mapa de Naciones Unidas. No obstante, la derrota árabe en 1948
tuvo consecuencias graves para todos los regímenes, incluido el transjordano. Para la población
árabe, 1948 pasó a ser el año de al-Nakba, de la Catástrofe, y no perdonó a sus gobernantes
semejante humillación. El nacionalismo árabe recibió un impulso importantísimo con la creación
de Israel, la expulsión de los refugiados palestinos de sus tierras y la derrota árabe. Para los
regímenes árabes, después de la guerra, la resolución 181 no sólo pasó a ser una salida aceptable
sino también su asidero ante la comunidad internacional, al tiempo que las respectivas opiniones
públicas rechazaban cualquier tipo de reconocimiento de Israel y despreciaban a los gobiernos de la
Catástrofe.
Los acuerdos de armisticio de 1949 marcaron el inicio de varios intentos de mediación
internacional en el conflicto, pero las posiciones estaban, de nuevo, demasiado alejadas para
permitir un resultado aceptable para todos. Además, el equilibrio de poder entre los actores
regionales había cambiado demasiado como para poder obligar a Israel a ceder lo suficiente para
hacer posible la paz.
La mediación Bernadotte, durante la guerra, no obtuvo resultados en lo referente a la
solución del conflicto. Paralelamente a la negociación de los alto el fuego, Bernadotte presentó un
nuevo plan que mantenía la internacionalización de Jerusalén, cedía Galilea a Israel y, en
contrapartida, el Negev, Lydda y Ramle quedaban en manos árabes. Además, insistía en el derecho
al retorno de los refugiados palestinos. El plan fue presentado el 16 de septiembre de 1948, y
Bernadotte asesinado el día siguiente42. En un principio el plan de Bernadotte recibió el apoyo

convertido en una población de 4.942.121 (Abu-Sitta: 1998: 52) "Al Nakba (El desastre). El desalojo
sionista de Palestina en 1948". Nación Arabe. suplemento de nº 35).
42 El conde sueco Folke Bernadotte fue nombrado mediador por el Consejo de Seguridad de
Naciones Unidas el 20 de mayo de 1948, siguiendo una decisión de la Asamblea General del 14 de mayo.
El mandato del mediador era muy amplio, desde buscar una solución pacífica al conflicto por Palestina,
hasta supervisar los alto el fuego, pasando por el problema de la inmigración judía o la ayuda humanitaria a
los refugiados palestinos. El mayor éxito de Bernadotte fue la organización y supervisión de los dos alto el
fuego, pero su misión tuvo también una gran resonancia con un nuevo plan de partición, apoyado por el
Reino Unido y Estados Unidos, pero rechazado tanto por los israelíes como por los árabes. El plan de

35
tanto de Estados Unidos como del Reino Unido. Sin embargo, la guerra seguía un curso marcado
por Israel que, paradójicamente, en los últimos meses de aquel año se vio influido por el plan del
mediador. Ben Gurion, viendo la reacción estadounidense y británica al plan, decidió lanzar una
nueva ofensiva para asegurar la conquista del Negev. Los objetivos territoriales de Israel, como
quedaría claro en las negociaciones del año 1949, iban más allá de una posible paz definitiva.
El sucesor de Bernadotte como mediador en Palestina, Ralph Bunche, adoptó una política
menos ambiciosa. Su objetivo no fue conseguir la paz definitiva ni trazar planes para ella, sino
establecer un marco negociador entre las partes para detener las hostilidades, lo que llevó a los
acuerdos de armisticio de 1949. La negociación entre israelíes y egipcios no fue especialmente
difícil. Mientras los primeros consumaban la retirada de las áreas del Sinaí que habían ocupado y
aceptaban la presencia egipcia en la Franja de Gaza, los segundos admitían la conquista israelí del
Negev.
Las negociaciones con Transjordania fueron más difíciles y reflejaron, otra vez, las
ambiciones de unos y otros. Abdallah, ya en enero, en las conversaciones que se desarrollaron en el
palacio de Shonah, manifestó su disposición a abandonar las reclamaciones sobre Lydda y Ramle a
cambio de que los israelíes no admitieran el control egipcio de la Franja de Gaza, pues era una
salida al Mediterráneo necesaria para Transjordania. Los israelíes, por su parte, una vez iniciadas
las negociaciones oficiales, llevaron a cabo la operación "Hecho Consumado", enviando tropas
hacia el golfo de Aqaba de forma que en la segunda semana de marzo Israel se aseguró el control
militar del Negev y la salida al golfo en Eilat.
La estrategia israelí de hechos consumados quedó patente en el acuerdo de armisticio, en el
cual se reflejó la debilidad de Abdallah y su incapacidad para obtener contrapartidas. La línea de
demarcación final no sólo dejó Eilat en manos israelíes, sino que en muchas partes separaba a
pueblos palestinos de sus tierras de cultivo, lo que inevitablemente tenía que traer problemas. El
acuerdo de armisticio, negociado por transjordanos que no conocían la zona, fue muy criticado por
no tener en cuenta la opinión de los palestinos.
La firma de los acuerdos consagró, en gran medida, el derecho a la existencia de Israel y fijó
las líneas de demarcación, incluido el reparto de Jerusalén43, de forma que hasta 1967 hicieron las
veces de frontera internacional.

Bernadotte se distinguía de la resolución 181 por ceder Galilea a los judíos mientras el Negev permanecía
en manos de los árabes, y por proponer que la parte árabe convergiera con Transjordania y que ésta e Israel
negociaran la paz. En su informe también proponía que se nombrara una Comisión de Conciliación.
Además, Bernadotte se había sentido impresionado por la magnitud del problema de los refugiados
palestinos e insistía en su derecho al retorno. El 17 de septiembre de 1948, un día después de que firmara
su informe a la Asamblea General, el conde Bernadotte fue asesinado en Jerusalén por el grupo Stern, uno
de cuyos líderes que participó en la decisión del asesinato era Isaac Shamir, quien, al igual que otros líderes
de los grupos terroristas sionistas, llegaría a ser Primer Ministro y a ocupar otros altos cargos en la política
israelí. Para una visión detallada de la mediación Bernadotte ver Bailey op.cit. (1990).
43 La Asamblea General de Naciones Unidas, en diciembre de 1949, se pronunció, por mayoría, a
favor de la internacionalización de la ciudad, pero ni Israel ni Transjordania la aceptaron. Israel, al mes

36
Los acuerdos de armisticio no implicaban un acuerdo de paz definitivo, y recordaban que
"... aucune disposition de la présente Convention ne devra, en aucun cas, porter
préjudice aux droits, revendications et positions de l'une ou l'autre Partie dans le
règlement pacifique et final de la question palestinienne, les dispositions de la
présente Convention étant dictées exclusivement par des considérations d'ordre
militaire"44.

Las Naciones Unidas habían creado, en diciembre de 1948, una Comisión de Conciliación en
Palestina45, que debía trabajar para la transición de los acuerdos de armisticio a una paz definitiva.
Desde el primer momento quedó claro que su labor sería difícil, si no imposible, dada la colisión
de intereses entre Israel y los árabes, la intransigencia del gobierno de Tel Aviv y la nula presión
que éste sentía para negociar. La negociación de los acuerdos de armisticio y el desarrollo de las
conversaciones que se abrieron en Lausana pusieron en evidencia la debilidad árabe y la fuerza
israelí. Este desequilibrio en las relaciones de fuerza permitió al gobierno de Tel Aviv no ceder en
sus intereses, ni tan siquiera a cambio de la paz.
El consejero británico del rey Abdallah, Sir Alec Kirkbride, llegó a describir las
circunstancias en que se desarrollaron las negociaciones del acuerdo de armisticio entre israelíes y
el rey, como "strongly reminiscent of Hitler an the late Czech President"46. La voluntad, y la prisa,
de Abdallah para negociar la paz no coincidió con la de Israel, pues sus prioridades eran otras. Los
acuerdos de armisticio habían calmado las fronteras, así que la paz podía esperar para los israelíes,
que habían conseguido todo cuanto podían obtener en aquellos momentos. La misma situación se
repitió en el caso del rey Faruq de Egipto y del coronel Husni Za'im de Siria, que en algún
momento intentaron negociar la paz y el reconocimiento de Israel a cambio de concesiones, sobre
todo territoriales, y chocaron con la intransigencia israelí47.
La Comisión de Conciliación convocó, en mayo de 1949, una conferencia en Lausana que
debía reunir a árabes e israelíes. Sin embargo, ante el rechazo árabe a reunirse cara a cara con los
israelíes, la Comisión tuvo que mediar en unas negociaciones separadas que dieron como resultado

siguiente, proclamó Jerusalén la capital oficial del Estado, sin que fuera aceptada por la comunidad
internacional.
44 “Acuerdo de Armisticio entre Israel y Líbano” (25 de marzo de 1949); artículo II, párrafo 2 (en
Baron (1994: 120) Proche-Orient, du refus à la paix. Les documents de référence. Paris: Hachette). Los
acuerdos de armisticio fueron muy parecidos entre sí.
45 Creada por la Asamblea General el 11 de diciembre de 1948 y compuesta por miembros de
Estados Unidos, Francia y Turquía. Para un relato pormenorizado de los trabajos de la Comisión ver
Misión en Palestina del diplomático español republicano Pablo de Azcárate, quien actuó como secretario
principal de la Comisión de Conciliación (Azcárate, P. (1968: 141-185) Misión en Palestina. Nacimiento
del Estado de Israel. Madrid: Tecnos).
46 Shlaim op.cit. (1990: 303).
47 Morris (1990: 24-26) 1948 and After. Israel and the Palestinians. Oxford: Clarendon Press. Avi
Shlaim (2000: 46-47, 52) The Iron Wall. Israel and the Arab World. Londres: Penguin, menciona
principalmente los esfuerzos de Za'im por dialogar con los israelís y el rechazo de Ben Gurion a sus ofertas,
consciente de que la relación de poder era favorable a Israel y de que su posición negociadora sólo podía
mejorar con el tiempo.

37
el Protocolo de Lausana. Este tenía que servir como documento de trabajo para futuras
negociaciones territoriales, aunque su ambigüedad y las cláusulas de reserva israelíes48 lo hicieron
prácticamente inútil49. El Protocolo de Lausana es un nuevo ejemplo de las posiciones de unos y
otros ante el problema territorial y de como habían cambiado después de la guerra. Los árabes
interpretaron el Protocolo de forma que la base de la negociación debían ser las líneas del plan de
partición de la resolución 181, mientras que los israelíes interpretaban su reserva justamente en
sentido contrario50. Israel iba incluso más allá de las líneas de demarcación y llegó a pedir la Franja
de Gaza, insistiendo evidentemente en que debía retener las ganancias territoriales de la guerra51.
El problema de los refugiados, también tratado por la Comisión de Conciliación, chocó
asimismo, de forma irresoluble, con las posiciones enfrentadas de árabes e israelíes. Mientras que
los primeros pedían el cumplimiento de la resolución 194 de la Asamblea General52, y que se
permitiera el retorno de los refugiados a sus tierras; los segundos, tan sólo llegaron a ofrecer la
aceptación de 100.000 refugiados palestinos, a cambio de iniciar negociaciones de paz53, que serían
asentados no en sus lugares de origen sino donde el gobierno israelí considerara conveniente.

48 La reserva israelí expresaba que la firma del documento "in no way prejudiced the right of his
delegation to express itself freely on the matters at issue, on which it fully reserved its position".
Sorprendentemente, la copia oficial árabe del protocolo no contiene la reserva israelí, y ésta tampoco fue
comunicada inmediatamente a la Asamblea General (Bailey op.cit. (1990: 66)).
49 Azcárate dirá que: "La redacción de este documento había sido objeto de tantos y tan sustanciales
cambios y retoques que, como suele suceder, su texto final resultó un verdadero monstruo, indescifrable
incluso para sus autores" (Azcárate op.cit. (1968: 157)).
50 Este cambio ante la resolución de partición ya se había manifestado al inicio de la negociación del
acuerdo de armisticio entre Egipto e Israel. Entonces el gobierno de El Cairo intentó que las líneas de
demarcación se basaran en el plan de partición de 1947, lo que pronto fue olvidado ante el rechazo total
israelí a la resolución 181 en la nueva situación.
51 La posición de Ben Gurion al respecto era clarísima: "What Israel has won on the battlefield, it is
determined not to yield at the council table" (citado en Cattan op.cit. (1988: 83)).
52 A/Res/194 (III) (11 December 1948) #11. "Resolves that the refugees wishing to return to their
homes and live at peace with their neighbours should be permitted to do so at the earliest practicable date,
and that compensation should be paid for the property of those choosing not to return and for loss of or
damage to property which, under principles of international law or in equity, should be made good by the
Governments or authorities responsible;
Instructs the Conciliation Commission to facilitate the repatriation, resettlement and economic and
social rehabilitation of the refugees and the payment of compensation, and to maintain close relations with
the Director of the United Nations Relief for Palestine Refugees and, through him, with the appropriate
organs and agencies of the United Nations".
53 Con esta iniciativa de negociaciones de paz, en las condiciones planteadas en Lausana según la
interpretación israelí, el gobierno de Tel Aviv estaba pidiendo el reconocimiento árabe del derecho a la
existencia del Estado de Israel en las fronteras marcadas por las líneas de demarcación del armisticio, algo
totalmente inaceptable para los árabes, y sin el retorno de la gran mayoría de refugiados palestinos,
igualmente inaceptable. La posición israelí de paz a cambio de paz, sin concesiones en las reivindicaciones
árabes, será su política durante mucho tiempo.

38
El fracaso de las conversaciones en Lausana dada la intransigencia israelí54, dejó a la
Comisión de Conciliación prácticamente inoperativa. En septiembre de 1951, la Comisión presentó
una propuesta, con muy pocos cambios respecto a la situación que siguió a los acuerdos de
armisticio: la conversión de las líneas de demarcación en fronteras con muy pocas concesiones
territoriales desde Israel, la repatriación de aquellos refugiados que pudieran ser asumidos por la
economía israelí y una compensación mínima por las propiedades perdidas. Esta propuesta fue
rechazada tanto por árabes como por israelíes y, desde entonces, la Comisión se dedicó a
cuestiones técnicas y, un año tras otro, ha ido reconociendo ante la Asamblea General su
incapacidad para conseguir un acuerdo de paz.

6. LOS OBJETIVOS DE ISRAEL EN LA GUERRA

El enfrentamiento ya latente entre las dos comunidades, árabe y judía, estalló con toda su
virulencia con la aprobación de la resolución 181 en las Naciones Unidas y el consiguiente rechazo
de los árabes. El movimiento de protesta y disturbios de los árabes contra la partición se extendió
rápidamente por Palestina. Al mismo tiempo, los británicos se retiraron de algunas zonas, con lo
que estalló el enfrentamiento entre árabes palestinos y sionistas por controlarlas. La mayor
capacidad militar judía, tanto en número de hombres como en organización y en armamento,
pronto dio la superioridad al naciente ejército sionista y a sus fuerzas militares paralelas55. Entre
diciembre de 1947 y mayo de 1948, la víspera de la proclamación del Estado de Israel y de la
entrada en el conflicto bélico de los Estados árabes, los sionistas ya habían conquistado
prácticamente todo el territorio destinado al Estado judío, excepto el Negev, además de las
ciudades árabes de Saffad, Jaffa y Tiberiades y controlaban algunas áreas, como el corredor de
Jerusalén, más allá del mapa de la partición.
La guerra se presentó para los socialsionistas como la oportunidad histórica para forzar otra
realidad más allá de la resolución 181. Para Ben Gurion y el Mapai, era el momento de ampliar las
fronteras y cambiar la estructura demográfica del territorio conquistado. La posición del Mapai
siempre fue de pragmatismo en lo que se refería a la cuestión árabe. A pesar de que defendía el
derecho del pueblo judío a toda la “Tierra de Israel”, aceptó la partición y la creación de un Estado
judío en sólo una parte. De la misma forma, cuando la oportunidad permitió ampliar el territorio y
expulsar a los árabes se aprovechó, adecuándose así a los objetivos del sionismo.

54 La posición israelí fue criticada incluso por la Administración Truman como un peligro para la
paz, al afirmar que concesiones en territorio y en el problema de los refugiados tenían que ser un preliminar
para cualquier acuerdo general (Cattan op.cit. (1988: 224-225)).
55 La principal fuerza de las milicias judías era la Haganah, controlada por Ben Gurion y los
socialsionistas, que se convertiría en el embrión del Ministerio de Defensa y de las Fuerzas Defensivas
Israelíes (FDI). Junto con la Haganah, y de forma coordinada a partir de marzo de 1948, también actuaban
las milicias del revisionismo sionista: el Irgun y el grupo Stern, más radicales tanto en el enfrentamiento
con los árabes como con los británicos.

39
6.1 La expulsión de los árabes palestinos

La creación del problema de los refugiados palestinos ha generado mucha literatura, y no


poca propaganda, por una y otra parte. La posición de la vieja historiografía israelí y la oficial en
Tel Aviv ha sido, hasta la actualidad, la de no aceptar la responsabilidad del desplazamiento de
población árabe ocurrido durante la guerra. Arguyendo que el desplazamiento de población árabe
palestina se produjo respondiendo a la llamada de los gobiernos y del liderazgo árabes56.
Sin embargo, la nueva historiografía discute esta interpretación57, ya que no sólo no se ha
podido demostrar que hubiera tales llamamientos58, sino que, al contrario, tanto las radios árabes
como los líderes pidieron a los árabes palestinos que permanecieran en sus casas y que regresaran
aquellos que ya habían huido59. Actualmente ya no se puede discutir que el movimiento de
refugiados palestinos fue consecuencia de la conquista sionista, lo que sí es todavía motivo de
controversia es si la expulsión respondía a un plan prefijado o si se fue dando sobre la marcha de la
campaña militar.
Es evidente que el proceso de limpieza étnica se correspondía con los objetivos manifestados
abiertamente en más de una ocasión por los dirigentes sionistas60. El pragmatismo de la corriente

56 Véase el discurso de Abba Eban, representante israelí ante Naciones Unidas “The Refugee
Problem” (17 de noviembre de 1958). (Laqueur y Rubin op.cit. (1991: 151-164)).
57 Ver los comentarios sobre este tema de Javier Barreda (invierno 1998: 47-51) "La expulsión de
1948. El terror como determinante del éxodo.". Nación Arabe. año XI(34), Dominique Vidal (diciembre
1997: 24-25) "La expulsión de los palestinos replanteada por historiadores israelíes". Le Monde
Diplomatique, Casanova, V. (verano 2002) "Sionismo y postsionismo. La 'nueva Historia' de Israel" Nación
Arabe. 47 y, sobre todo, de Finkelstein; N. (1997: 51-87) Image and Reality of the Israel- Palestine
Conflict, London; New York: Verso.
58 Así lo demostró ya en 1961 Erskine Childers ("The Other Exodus", publicado en el semanario
londinense The Spectator el 12 de mayo de 1961, y recogido en Laqueur y Rubin op.cit. (1991: 143-151)).
59 Morris op.cit. (1990: 17-18).
60 Como menciona Benny Morris (2001: 253) Righteous victims. A History of the Zionist- Arab
Conflict, 1881-2001. New York: Vintage Books, fue el mismo Ben Gurion, ya en junio de 1938, quien
justificó la expulsión de la población árabe: "I support compulsory transfer. I do not see in it anything
immoral". Otros ejemplos lo tenemos en las palabras de Chaim Weizmann hablando de la "miraculous
simplification of Israel's tasks", en referencia al éxodo palestino (Bailey op.cit. (1990: 43)); o en las de
Joseph Weitz, que fue director del Departamento de Colonización de la Agencia Judía, quien en 1940
escribió en su diario: "Between ourselves it must be clear that there is no room for both Arabs and Jews in
this country [...] We shall not achieve our goal of being independent people with the Arabs [...] And there
is but to transfer all of them: not one village, not one tribe should be left" (citado en Galtung, J. (otoño
1972: 43) "Conflict Theory and the Palestine Problem". Journal of Palestine Studies. II(1)). Weitz desde
principios de los 40 se había declarado partidario de la expulsión de la población árabe palestina del
territorio del futuro Estado judío y, dada su posición, tuvo una gran influencia tanto sobre la política de
expulsión de los árabes como sobre la de colonización: por ejemplo, bajo la orientación de Ben Gurion,
supervisó las áreas conquistadas y limpiadas de población árabe para planificar su colonización por judíos
(Finkelstein op.cit. (1997: 72-73)). Hay que mencionar, no obstante, que en general los políticos
socialsionistas procuraron tratar la cuestión de la expulsión de los árabes palestinos a puerta cerrada,
expresando en público una opinión contraria destinada a los oídos de la comunidad internacional: por

40
mayoritaria en el sionismo, liderada por Ben Gurion, había llevado a aceptar con muchas
reticencias el reparto demográfico del plan de partición, y aún antes de que estallara el conflicto
armado se vio en el enfrentamiento la posibilidad de cambiarlo. El éxodo palestino se vio
acompañado por la destrucción sistemática de los pueblos desocupados61 y por la negativa del
gobierno israelí al retorno palestino, manifestada ya durante la guerra62 y que aún se mantiene hoy
en día. A estos dos factores se une el Plan D, distribuido por Yigael Yadin como jefe del Estado
Mayor de la Haganah el 10 de marzo de 1948. El Plan D es interpretado por algunos autores como
la demostración de que la expulsión de la población árabe era uno de los objetivos de la campaña
militar sionista63. El desarrollo de los hechos, actuaciones como la de Deir Yassin64 y el resultado

ejemplo, Morris cita el Congreso sionista de 1937 donde, a pesar de que Ben Gurion expresó su creencia en
las bondades de la expulsión, el texto impreso de su discurso manifiesta la voluntad de crear una ley para
los extranjeros (árabes palestinos) y los ciudadanos en un régimen justo basado en el amor fraternal y la
verdadera igualdad (Benny Morris, "How the Zionist Documents were Doctored", Haaretz, 4 de febrero de
1994. Citado en Finkelstein op.cit. (1997: 195, nota 52)).
61 Abu-Sitta op.cit. (1998).
62 Ben Gurion deja clara su posición ante el gabinete el 16 de junio de 1948 al manifestar: "I do not
want those who fled to return" (Bailey op.cit. (1990: 43)).
63 Véase por ejemplo Cattan op.cit. (1988:43-44). Morris parece de acuerdo con esta interpretación
aunque sólo para parte del territorio: "In conformity with Tochnit Dalet (Plan D), the Haganah's master
plan, formulated in March 1948, for securing the Jewish state areas in preparation for the expected
declaration of statehood and the prospective Arab invasion, the Haganah cleared various areas completely
of Arab villages -the Jerusalem corridor, the area around Mishmar Ha'emek, and the coastal plain (...) In
several areas, Israeli commanders succesfully used psychological warfare ploys to obtain Arab evacuation
(as in the Hulah Valley, in Upper Galilee, in may)" (Morris op.cit. (1990: 21). Sin embargo, más adelante
el propio Morris, en su definición del Plan D extenderá su área de influencia a prácticamente todos los
pueblos palestinos: "Plan D (...) called for clear main lines of communications and border areas. Given
Palestinian topography, the geographic intermingling of the two communities, and the nature of the
partition plan and Palestine's frontiers, there were few Arab villages that did not, arguably, fall into either
(or both) of these headings: most villages could be seen as either 'strategically vital' or as lying within
'border areas'", y Morris también reconoce que la definición de lo que era potencialmente hostil estaba
"indeed open to a very liberal interpretation" (Morris, Benny (1991) "The Origins of the Palestinian
Refugee Problem", en: Silberstein, Laurence J. New Perspectives on Israeli History, New York. Citado en
Filkenstein op.cit. (1997: 190, nota 25)).
64 El 9 de abril de 1948, después de una batalla en la que los palestinos se enfrentaron a la Haganah e
Irgun, las milicias palestinas abandonaron el pueblo árabe de Deir Yassin. Las fuerzas de Irgun entraron
seguidamente en el pueblo y masacraron a la mayoría de hombres, mujeres y niños que permanecieron allí,
entre 120 (Kimmerling y Migdal op.cit. (1994: 151)) y 300 (Cattan op.cit. (1988: 44)). Más allá del número
exacto de víctimas es importante el efecto que tuvo la matanza entre la población árabe y el uso que se hizo
de ella por parte de las fuerzas sionistas para provocar el éxodo palestino. Así, Menahem Begin
manifestaría que la masacre no sólo estaba justificada, sino que no habría habido un Estado de Israel sin
Deir Yassin (Begin, M. (1951: 164) The Revolt: Story of the Irgun. New York: Henry Schuman). Los
hechos de Deir Yassin crearon en la población palestina el temor a que ocurriera lo mismo a medida que
avanzaban las fuerzas sionistas, temor alimentado por la propaganda judía y por la intención real del
liderazgo israelí de crear zonas libres de palestinos, de forma que se precipitó el éxodo de refugiados. La
masacre de Deir Yassin, junto con alguna matanza de población judía a manos de los árabes, jugó un papel
fundamental en el cambio de las percepciones mutuas hacia la demonización del otro.

41
final parecen confirmarlo65. Además, cada vez está más demostrado que la expulsión no fue una
consecuencia inevitable de la guerra, sino que había un plan establecido y basado en el
pensamiento de las corrientes sionistas dominantes, tanto del socialsionismo como del
revisionismo.
Las conclusiones a las que está llegando la nueva historiografía israelí no son nuevas para los
historiadores árabes y algunos occidentales, pero tienen el valor de cuestionar uno de los mitos
fundacionales de Israel: el de la partida voluntaria de los refugiados palestinos66. La construcción
de este mito era básica para los israelíes, ya que fundamentaba el rechazo a un posible retorno y a
las presiones internacionales en este sentido.
La reacción internacional ante el problema de los refugiados se manifestó básicamente a
través de Naciones Unidas, sin que influyera de forma importante en las relaciones interestatales a
nivel bilateral, excepto, claro está, con los Estados árabes. La mediación del conde Folke
Bernadotte hizo hincapié en el problema de los refugiados palestinos, recomendando que se
garantizara su derecho al retorno. La resolución 194 de la Asamblea General recogió en parte las
recomendaciones de Bernadotte en lo referente a los refugiados, abriendo además la posibilidad de
la indemnización.
El proceso de expulsión, de limpieza étnica, que se produjo desde el mismo momento en que
se inició el enfrentamiento armado entre las dos comunidades, no fue pues una consecuencia
inevitable de la guerra, sino que estaba implícito en la ideología sionista y en los planes para el
futuro Estado judío. Como ya hemos comentado, la idea de un Estado/territorio para una nación y
no para sus habitantes, y de un Estado/superestructura política también para la nación y no para los
ciudadanos, llevaba consigo la negación de los derechos de los habitantes en el territorio y la
necesidad de la homogeneización étnica del Estado judío. Esta necesidad, manifestada en privado o
abiertamente por los principales líderes del sionismo, se disfrazó de imperativo de seguridad,
escondiendo así su carga ideológica. Este mecanismo de inversión de las dimensiones ideológica y
de seguridad, disfrazando la primera con la segunda, todavía es utilizado en la actualidad y de
forma continuada por Israel, ayudando a mantener de esta forma el mito del amenazado David
israelí ante el Goliat árabe.

65 La decisión de impedir el retorno de los refugiados palestinos se vio acompañada por la


adjudicación a los nuevos inmigrantes judíos de las tierras y casas de los palestinos. A mediados de 1949
ya se habían establecido alrededor de 130 nuevos asentamientos judíos donde antes había pueblos y
ciudades árabes (Kimmerling y Migdal op.cit. (1994: 155)).
66 Simha Flapan (1987: 1-8) The Birth of Israel: Myths and Realities. New York: Pantheon,
identifica seis mitos fundacionales centrales creados por la propaganda israelí, y asumidos por la mayoría
de la población de Israel: 1) los sionistas aceptaron el plan de partición de Naciones Unidas y preparaban la
paz; 2) los árabes rechazaron la partición e iniciaron la guerra; 3) los árabes palestinos huyeron
voluntariamente esperando reconquistar el territorio; 4) todos los Estados árabes se unieron para expulsar a
los judíos de Palestina; 5) la invasión árabe era inevitable; 6) el indefenso David israelí afrontó la
destrucción con que le amenazaba el Goliat árabe, mitos que, como veremos, están lejos de la realidad.

42
6.2 Los objetivos territoriales del nuevo Estado

El 14 de mayo de 1948, un día antes del fin del mandato británico en Palestina y de la
retirada de sus tropas, el Consejo Nacional Judío, en nombre de los judíos de Palestina y del
Movimiento Sionista Mundial, proclamó el establecimiento de un Estado judío en Palestina, al que
llamaría Estado de Israel. La creación de un Estado propio satisfacía el primer, y principal, objetivo
de la corriente mayoritaria del sionismo, liderada por Ben Gurion. Una vez conseguido el Estado,
desaparecía la razón por la que los sionistas habían aceptado la resolución 181, su mapa de
partición y su reparto demográfico, y la realidad sobre el terreno permitía luchar por los objetivos
que no habían podido hacerse explícitos durante el debate sobre el reparto de Palestina. Como
hemos visto, el proceso de limpieza étnica y de homogeneización de la población del nuevo Estado
ya se había iniciado a finales de 1947 con los enfrentamientos entre las dos comunidades y se
profundizaría durante la guerra que estalló el 15 de mayo. Los objetivos territoriales también iban
más allá del mapa de la partición, por lo que, a sugerencia de Ben Gurion, las fronteras del nuevo
Estado no se definieron en ningún momento67.
El Estado de Israel recibió el inmediato reconocimiento de facto de Estados Unidos y de la
Unión Soviética, que fue el primer país en reconocer el nuevo Estado de iure. El reconocimiento de
las dos superpotencias supuso un apoyo fundamental al joven Estado ante la reacción árabe68. El 15
de mayo los ejércitos árabes entraron en Palestina, internacionalizándose la guerra. Sin embargo,
desde el inicio, y hasta el fin de las hostilidades, se puso de manifiesto la clara superioridad militar
israelí. Esta supremacía, tanto a nivel militar como diplomático, permitió al gobierno israelí,
dirigido por Ben Gurion como primer ministro y ministro de Defensa, ahondar en los objetivos
tanto territoriales como demográficos del sionismo.
El sionismo revisionista nunca había escondido su ambición territorial sobre la totalidad de
Palestina. La corriente mayoritaria, en cambio, dominada por el pragmatismo y por la lucha por
conseguir en primer lugar el Estado judío, no definió sus objetivos territoriales de una forma
concreta, pero aprovechó la guerra para extender lo máximo posible la conquista. Ya antes del 15
de mayo, las fuerzas armadas judías avanzaron más allá de las líneas del plan de partición, y, según

67 Bailey op.cit. (1990: 19). De hecho, en la actualidad todavía no existe un mapa oficial de las
fronteras israelíes.
68 El 11 de mayo de 1949 Israel fue admitido como miembro de Naciones Unidas, a pesar de la
oposición árabe, que tan sólo consiguió imponer una cláusula de condicionalidad, el único caso en la
historia de Naciones Unidas, sobre la aceptación y cumplimiento de las resoluciones de la Asamblea
General referentes al retorno de los refugiados palestinos (Nassar, J.R. (1991: 18) The Palestine Liberation
Organization. From armed struggle to the Declaration of Independence. New York; London: Praeger ),
que, por otra parte, Israel jamás respetó.

43
reconocía el mismo Yigal Allon, sin la intervención de los ejércitos de los Estados árabes, la
Haganah habría alcanzado la frontera natural del Israel occidental69.
El movimiento sionista era consciente de que sus objetivos sólo se podían conseguir
enfrentándose a los árabes de Palestina. Así, mientras Jabotinsky en 1923 escribía:
"... Everyone, with the exception of those who were blind from birth, already
understood long ago the complete impossibility of arriving at a voluntary
agreement with the Arabs of Palestine for the transformation of Palestine from an
Arab country to a country with a Jewish majority"70;
Ben Gurion ya se le había adelantado en 1918 diciendo que
"... It is possible to resolve the conflict between Jewish and Arabs interests [only]
by sophistry. I do not know what Arab will agree that Palestine should belong to
the Jews. (...) We, as a nation, want this country to be ours; the Arabs, as a nation,
want this country to be theirs"71.

Esta consciencia de que la lucha con los árabes era inevitable explica la larga preparación
militar en el campo del sionismo y la atención que le dedicó Ben Gurion72. También explica la
confianza de los sionistas en que sería posible ampliar el territorio judío más allá del 6 por ciento
que les pertenecía por propiedad. Ya desde diciembre de 1947 las fuerzas sionistas hicieron todo lo
posible para provocar los enfrentamientos armados, siguiendo la táctica ordenada por Ben Gurion
de conquistar el territorio, destruir los pueblos y expulsar a los residentes. Lo que llevaría a la
guerra73. Para Ben Gurion, al igual que para la mayoría sionista, la guerra era la oportunidad de
solucionar el problema de la propiedad de la tierra.

69 Citado en Khalidi, R. (1988: 19) "The Palestine Liberation Organization". W. B. Quandt (ed.), The
Middle East. Ten Years after Camp David Washington D.C.: The Brookings Institution. Khalidi también es
de la opinión que sólo la intervención de los ejércitos árabes evitó la conquista de toda Palestina.
70 V. Jabotinsky (1923) The Iron Wall, Berlín. Citado en Finkelstein op.cit. (1997: 110).
71 Citado en Finkelstein op.cit. (1997: 110), según cita de Neil Caplan (1976) Palestine Jewry and
the Arab Question, 1917-1925, Londres.
72 El enfrentamiento armado con los árabes de Palestina fue evitado por los socialsionistas mientras
no se tuvo la seguridad de la superioridad, lo que provocó algunos choques tácticos con los revisionistas.
Los primeros, a diferencia del militarismo de los revisionistas, prefirieron apoyarse en los británicos para
evitar choques con los árabes antes de tener la fuerza necesaria para vencer. Sin el ejército británico no
habría sido posible la colonización judía de Palestina anterior a la proclamación del Estado de Israel.
Jabotinsky, en The Iron Wall, ponía de manifiesto esta diferencia tan sólo táctica: "There is no meaningful
difference between our 'militarists' and our 'vegetarians'. One proposes an iron wall of Jewish bayonets, the
other proposes an iron wall of British bayonets, ... but we all applaud, day and night, the iron wall" (citado
en Finkelstein op.cit. (1997: 206, nota 55)).
73 Benny Morris, junto con Avi Shlaim en Collusion Across the Jordan (Oxford, 1988) y Simha
Flapan en The Birth of Israel (New York, 1987), dejan claro que "... according to the Yishuv's intelligence
sources, the bulk of Palestine's Arabs merely wanted peace and quiet, if only out of a healthy respect for
the Jews martial prowess. But gradually, in part because of Haganah over-reactions, the conflict spread,
eventually engulfing the two communities throughout the land." (Morris op.cit. (1990: 10)). Así, ya en
1947, se estableció la política de represalias incrementadas a nivel estratégico, que perdurará hasta la
actualidad y que ha estado en la raíz de la mayoría de guerras en las que Israel se ha visto mezclada.

44
La consolidación del Estado israelí, tanto a nivel territorial como demográfico con nuevas
oleadas de inmigración judía, exigía que la propiedad del suelo pasara a manos judías. La compra
se había revelado claramente insuficiente, así que la única forma de adquirir la tierra necesaria
parecía ser la expropiación, y sólo de un modo sería posible: por la fuerza. Ya en febrero de 1947,
cuando en una reunión del Mapai se trató el problema de la propiedad de la tierra, Ben Gurion
afirmó que "the war will give us the land. The concepts of 'ours' and 'not ours' are only concepts for
peacetime, and during war they lose all their meaning", o "... in the Negev we will not buy land.
We will conquer it. You are forgetting that we are in war"74. Sin embargo, para asegurar el cambio
de propiedad de la tierra, no era suficiente con la conquista militar, también era imprescindible la
expulsión de la población que la cultivaba y vivía de ella75.
Los objetivos sionistas, desde el mismo inicio del enfrentamiento a finales de 1947,
abarcaban mucho más que el plan de partición de la resolución 181. La conquista territorial
marcaría las fronteras del nuevo Estado y no se limitaría al mapa de la partición, excepto en
Cisjordania donde un acuerdo de no agresión con Abdallah de Transjordania había repartido la

74 Morris, B. (1987: 170) The Birth of the Palestinian Refugee Problem, 1947-1949. New York:
Cambridge University Press.
75 La historiografía oficial israelí y los publicistas sionistas intentan esconder a la memoria colectiva
este período de la historia de Israel bajo el manto de otro de los mitos fundacionales: el del desierto que el
sionismo hizo florecer, que nos presenta una Palestina despoblada y subdesarrollada con todos sus recursos
por explotar. Para un análisis del mito ver "Making the Desert Bloom. A Myth Examined" de Alan George,
quien en sus conclusiones dice:
"The major conclusions which thus emerge are:
1. That only about half of Palestine has a true desert climate;
2. That expansion of the cultivated area was already under way before the occurrence of mass
Zionist immigration;
3. That by about 1930 all those areas which could be cultivated by the indigenous Arab population
were already being farmed by them;
4. That the area within what became Israel actually being farmed by Arabs in 1947 was greater than
the physical area which was under cultivation in Israel almost thirty years later;
5. That the impressive expansion of Israel's cultivated area since 1948 has been more apparent than
real since it involved mainly the "reclamation" of farmland belonging to the refugees; this is probably as
true for the Negev desert as for the rest of Israel”. (George, A. (1979: 100) "'Making the Desert Bloom' A
Myth Examined". Journal of Palestine Studies. VIII(2)).
Además, hay que añadir que los aumentos de productividad del suelo que tanto renombre han dado a
la agricultura israelí se consiguieron, sí, con una tecnología avanzada, pero, sobre todo, con un agua sobre
la que todavía hay una disputa abierta sobre su titularidad.
Así, ya en 1930, la ocupación de la tierra se presentaba como un juego de suma cero, aunque el
desplazamiento de población palestina ya era mucho anterior debido al carácter que adquirió la
colonización sionista a partir de la segunda Aliya (oleada de inmigración judía en Palestina), a principios
de siglo. La primera Aliya, entre 1882 y 1903, se basó en una colonización de tipo plantación, con compra
judía de la tierra y trabajo palestino. A partir de la segunda Aliya, sin embargo, los esfuerzos se dirigieron a
una colonización de tipo asentamiento puro, con una economía basada en el trabajo "blanco", lo que debía
permitir a los colonos recuperar el sentimiento de homogeneidad cultural y étnica que se identifica con el
concepto europeo de nacionalidad, pero que significaba la expulsión de la población indígena (Shafir, G.
(1996: 24) "Israeli Decolonization and Critical Sociology". Journal of Palestine Studies. XXV(3)).

45
zona entre los sionistas y el hachemí76. De esta forma, entre agosto y diciembre de 1948, a medida
que avanzaba el ejército sionista ya se hicieron esfuerzos para colonizar los territorios, como en
Galilea, en el corredor de Jerusalén y en el distrito de Ramla-Lydda.
A partir del verano de 1948, cuando ya era más que evidente que Israel y el Yishuv tenían
asegurada la supervivencia, las recién creadas Fuerzas de Defensa Israelíes, sucesoras de la
Haganah, continuaron la ofensiva para extender la frontera de Israel hacia el sur conquistando el
Negev y entrando en el Sinaí egipcio. La ofensiva israelí sólo se detuvo ante las amenazas
británicas y las presiones estadounidenses. Estados Unidos de ninguna forma quería un
enfrentamiento entre Israel y el Reino Unido, a causa de las obligaciones británicas con Egipto y
Transjordania, ya que ello sólo podría redundar en beneficio de las posiciones soviéticas en Oriente
Medio, además de poner obstáculos a la construcción del bloque de alianzas occidentales en
Europa77. En el frente oriental, Ben Gurion estuvo dudando en el otoño de 1948 ante la
oportunidad de invadir Cisjordania. La debilidad de los árabes era evidente; sin embargo, las
presiones internacionales para terminar la guerra, la oferta de negociaciones de paz por parte del
rey Abdallah y el temor de algunos de los miembros del gobierno a las consecuencias de la
invasión78 impidieron la ocupación de toda Palestina.
La invasión de Cisjordania, por una parte, habría creado una situación demasiado alejada del
plan de partición al impedir la creación de un Estado árabe o la anexión de parte del territorio
palestino a Transjordania, provocando el rechazo internacional; por otra parte, habría agravado
hasta límites insoportables el problema de los refugiados. Además, también habría aumentado la
presión sobre el Reino Unido para que se implicara en el conflicto en cumplimiento del Tratado
con Transjordania, y lo último que querían los israelíes era un enfrentamiento abierto con los
británicos.
La guerra de 1948, y la forma en que terminó, situó al liderazgo israelí en el campo de la
intransigencia. No sólo no había necesidad de ceder en la negociación con los árabes, sino que

76 En una reunión entre Golda Meir, en representación de la Agencia Judía, y el rey Abdallah en
noviembre de 1947, y en posteriores contactos, se había llegado a un acuerdo de no agresión según el cual
Abdallah no actuaría contra el Estado judío y el Yishuv y los sionistas se comprometían a no obstaculizar
la anexión a Transjordania de la parte árabe resultante de la partición de Palestina. La entrada de la Legión
Arabe de Abdallah en Palestina tenía el objetivo de conquistar territorio para su reino y la consigna de
respetar las líneas del plan de partición. Por esta razón, las únicas batallas importantes con los sionistas se
dieron en Jerusalén, ya que al quedar en la resolución 181 bajo administración internacional, opción que ni
los sionistas ni Abdallah estaban dispuestos a aceptar, no entraba en el acuerdo de noviembre de 1947
(Morris op.cit. (1990: 11)). Sobre las negociaciones secretas entre árabes e israelíes ver: Enderlin, C.
(1997) Paix ou guerres. Les secrets des négociations israélo-arabes 1917-1997. Paris: Stock.
77 Según el Tratado de 1936 entre Egipto y el Reino Unido, los británicos debían ayudar a los
egipcios en caso de ataque. El 30 de diciembre de 1948 el embajador británico en Washington notificó al
Secretario de Estado que si los israelíes no se retiraban el Reino Unido respondería a las obligaciones del
Tratado. La presión norteamericana sobre el gobierno israelí condujo a la retirada del Sinaí e impidió la
conquista de Gaza.
78 Según Enderlin op.cit. (1997: 80-83), Ben Gurion era partidario de extender la invasión también a
Cisjordania, pero quedó en minoría en el gobierno.

46
además Ben Gurion continuó negándose a definir las fronteras del Estado judío. La conquista de
Gaza había estado demasiado cercana como para renunciar explícitamente a ella. La aspiración a
toda la "Tierra de Israel" continuaba formando parte de la ideología sionista, incluso de la
socialsionista, y ahora, además, se había iniciado la paradoja de la seguridad en la política israelí.
Los problemas de seguridad provocados por la agenda política e ideológica sionista pasaron a
convertirse en la coartada para justificar los nuevos movimientos para la consecución de los
objetivos sionistas que, a su vez, creaban estos problemas de seguridad.

6.3 Israel ante la negociación

Israel, al finalizar la guerra, había conseguido buena parte de los objetivos fijados por el
socialsionismo. La corriente ideológica mayoritaria dentro del sionismo se caracterizaba por su
pragmatismo y, al mismo tiempo, por su búsqueda de la máxima ventaja territorial; a diferencia del
revisionismo sionista que, mucho más ideologizado, continuaría reclamando la totalidad del
territorio palestino.
El pragmatismo del gobierno israelí se manifestó también ante los intentos de negociación.
Así, la opinión tanto de Ben Gurion como de Abba Eban, entonces embajador israelí ante Naciones
Unidas, era que el armisticio era suficiente, pues si buscaban la paz los árabes pedirían un precio
por ella, en términos territoriales y de retorno de refugiados79. Pero, como no podía ser de otra
forma, el desinterés por la paz tuvo graves consecuencias para Israel. La indefinición de las
fronteras defendida por Ben Gurion, la beligerancia latente y el no reconocimiento de los Estados
árabes crearon una mentalidad de guarnición militar que impregnó toda la vida israelí y, sobre
todo, su política exterior.
En el socialsionismo convivían diversas tendencias en lo que se refería a los árabes y a la
política a seguir en sus relaciones con ellos. La principal, mayoritaria, era el Ben-Gurionismo, que
defendía la normalización de relaciones desde una posición de fuerza israelí y sin concesiones
importantes. La segunda, el Weizmannismo, liderada por Moshe Sharett, quien fue ministro de
Asuntos Exteriores con Ben Gurion y posteriormente primer ministro, impulsaba la búsqueda de
soluciones ligeramente más moderadas, haciendo algunas concesiones para negociar con los
árabes, sobre todo por las repercusiones que podía tener la intransigencia ante Estados Unidos y la
comunidad internacional. La tercera, el Buberismo, claramente minoritaria, aislada en el ala
izquierda del socialsionismo y apartada de las responsabilidades de gobierno, daba un mayor peso
a la paz aunque hubiera que ceder más80.

79Morris op.cit. (1990: 22).


80 Seliktar, O. (1986: 70) New Zionism and the Foreign Policy System of Israel. London; Sydney:
Croom Helm. Un ejemplo de las diferencias entre estas tendencias, lo tenemos en la reacción a los intentos
de aproximación por parte del rey Faruk de Egipto en septiembre de 1948. Entonces, Sharett defendió
avanzar en las conversaciones de paz haciendo algunas cesiones en el Negev. Ben Gurion, al contrario,
rechazó continuar por este camino e impulsó la nueva ofensiva en el Negev para controlar toda la zona. La

47
El revisionismo sionista liderado por Menahem Begin y dominado por los jóvenes del Irgun,
claramente minoritario y muy débil ante el socialsionismo en la inmediata posguerra, lentamente
iría ocupando su lugar en la sociedad israelí. Para los revisionistas, la "Tierra de Israel" era
indivisible y, por ello, no sólo nunca aceptaron la línea de demarcación de los armisticios, sino que
en aquellos días llegaron incluso más allá del consenso nacional al reivindicar la soberanía israelí
sobre las dos orillas del Jordán, hasta el punto que en abril de 1949, en la Knesset, Begin llamó a
un voto de no confianza en el gobierno de Ben Gurion por haber firmado el armisticio con
Transjordania. El revisionismo, ya entonces, rechazaba cualquier asociación con el mundo árabe y
defendía que Israel, más que un Estado de Oriente Medio era un Estado mediterráneo y,
anunciando lo que sería el entendimiento estratégico con Estados Unidos, Begin ya pedía una
política de alianzas y de alejamiento del neutralismo81. De hecho, la orientación prooccidental y la
búsqueda del amparo de Estados Unidos sólo eran discutidos por una ínfima minoría en la sociedad
israelí82.
A pesar de las diferencias entre las corrientes ideológicas del sionismo, las directrices del
socialsionismo y el Mapai fueron prácticamente de consenso hasta 1967, debido a su dominio no
sólo de la política del gobierno sino también de las estructuras del Estado en construcción y de la
propia sociedad israelí.
La negociación con los Estados árabes en la inmediata posguerra suponía tratar de las dos
cuestiones centrales: el problema de los refugiados palestinos y el reparto territorial. Paralelamente
al rechazo al retorno de los refugiados palestinos, el 5 de julio de 1950, la Knesset aprobó una de
las leyes fundamentales de Israel, la "Ley del Retorno", por la que se concede el derecho a la

visión de Ben Gurion también se expresó en la política de represalia incremental que condujo a la mayoría
de guerras y enfrentamientos entre árabes e israelíes y que, todavía en la actualidad, se expresa en la
represión en los Territorios Ocupados y en los ataques en el sur de Líbano.
81 Peleg, I. (1988: 55-56) "The Impact of the Six Day War on the Israeli Right: A Second Republic in
the Making?". Y. Lukacs & A. M. Battah (eds.), The Arab-Israeli Conflict. Two Decades of Change
Boulder; London: Westview Press. Ilan Peleg presenta las posiciones del revisionismo antes de la guerra de
junio de 1967 como muy radicales debido a su rechazo de las líneas de demarcación de 1949, que él señala
como aceptadas por la mayoría como las fronteras definitivas de Israel. Sin embargo, este consenso
alrededor de las líneas de demarcación no parece tan evidente a la luz de aventuras como la guerra de 1956,
con declaraciones de Ben Gurion afirmando que Israel tenía un derecho histórico sobre la Franja de Gaza y
el Sinaí; o la propuesta del mismo Ben Gurion a los franceses durante los preparativos de la guerra, según
la cual Jordania no era un Estado viable, así la orilla oriental debía pasar a Iraq mientras que la orilla
occidental debía incorporarse a Israel, además de dejar el estrecho de Tirana bajo control israelí y el Canal
de Suez bajo régimen internacional; o, en definitiva, la misma guerra de junio de 1967 y sus conquistas
territoriales. Contradiciendo a Peleg, la diferencia entre el socialsionismo y el revisionismo, más que en el
radicalismo de sus reivindicaciones, que eran muy parecidas, se encontraría en la forma pragmática de
afrontarlas de los primeros y en la cobertura ideológica que les dieron los segundos.
82 El occidentalismo israelí, a pesar de las políticas socializantes del socialsionismo, pronto
decepcionó a la Unión Soviética, que había rivalizado con Estados Unidos en su apoyo al sionismo y al
naciente Estado judío. El enfriamiento de las relaciones con Israel y la desconfianza hacia los regímenes
árabes, incluso hacia el Egipto de los Oficiales Libres, dejó a los soviéticos sin alianzas en Oriente Medio
hasta mediados los años cincuenta, cuando El Cairo no tuvo más opción que el bloque del Este para su
rearme.

48
inmigración y a la nacionalidad israelí a cualquier judío que lo desee83. Al mismo tiempo, la
política demográfica de Tel Aviv potenció la inmigración tanto de los judíos supervivientes del
Holocausto en Europa, como de las comunidades judías sefarditas del mundo árabe84. Era evidente
que la política israelí hacia la población árabe palestina expulsada del territorio conquistado estaba
en las antípodas de las demandas árabes. Tel Aviv de ninguna forma quería renunciar a la
judaización de Israel, y el modo en que planteaba el problema de los refugiados y se negaba a
cumplir o negociar sobre la base de la resolución 194 era en sí mismo una negativa a cualquier
negociación del problema.
Respecto al problema territorial, ya se ha visto que el objetivo israelí en la guerra de 1948
era, precisamente, provocar un hecho consumado que hiciera imposible el regreso al mapa de la
resolución 181 o al de la propuesta de Bernadotte y, al mismo tiempo, acercarse lo máximo posible
a la conquista de toda Palestina. Así, tras la Catástrofe de 1948, las demandas árabes de basar las
negociaciones en el mapa de la partición decidida por Naciones Unidas fueron rechazadas de plano
por parte israelí. La posición israelí, alimentada por las ambiciones territoriales de Israel que no se
habían agotado en 1948, impediría los intentos de negociación mediados por Naciones Unidas en
Lausana, y también los del enviado especial estadounidense en 1955, Robert Anderson, quien no
tuvo éxito en su intento de impulsar un diálogo entre Egipto e Israel.
Las ambiciones territoriales israelíes se manifestaron, a mediados de los años 50, sobre todo
hacia la Franja de Gaza y el Sinaí. Ya en 1955, Ben Gurion, entonces ministro de Defensa, propuso
la invasión de la Franja de Gaza, que se evitó en este año tan sólo por la oposición de Sharett y sus
partidarios. Al mismo tiempo, encargó a Dayan que preparara un plan para la conquista del
estrecho de Tirana. El apoyo francés, al que más tarde se añadirían los británicos, permitió el año
siguiente la invasión del Sinaí y de la Franja de Gaza. El gobierno israelí quería aprovechar la
oportunidad que le brindaba la división árabe (principalemente a causa del Pacto de Bagdad), e

83 Artículo 1: "Todo judío tiene el derecho a inmigrar en Israel"; artículo 4: "Todo judío que ha
inmigrado en este país antes de la entrada en vigor de esta ley, y todo judío nacido en este país ya sea antes
o después de la entrada en vigor de esta ley, tiene la misma condición que aquel que haya inmigrado según
los términos de esta ley" (La Ley del Retorno (5 de julio 1950), en Baron op.cit. (1994: 137-139)). Los
palestinos critican incluso el nombre de esta ley, pues concede el "derecho al retorno" a una población que
nunca ha vivido en Palestina y, al mismo tiempo, no se admite el derecho al retorno de aquellos que sí
pertenecían a aquel territorio.
84 Entre mayo de 1948 y diciembre de 1951, 686.000 judíos emigraron a Israel, la mitad de ellos
sefarditas. La comunidad sefardita aumentaría rápidamente, llegando a ser más de 560.000 diez años
después de la creación de Israel. Los inmigrantes sefarditas procedían, en general, de países árabes alejados
de Palestina (Iraq, Yemen y norte de Africa) en los cuales habían vivido sin problemas durante siglos. La
guerra con Israel, los llamamientos de Tel Aviv a la emigración judía hacia el Estado judío y, la misma Ley
del Retorno israelí, que en la práctica extendía la nacionalidad y la soberanía de Israel a toda la población
judía de la diáspora, dificultaron la vida de los judíos en los Estados árabes y originaron las oleadas de
inmigración sefardita en Israel. En realidad, las presiones desde Israel sobre la población sefardita para que
emigrara fueron importantes a causa del rechazo de la diáspora judía de occidente a emigrar a Israel.
Aparte de los refugiados, fueron muy pocos los judíos europeos o americanos que decidieron vivir en el
nuevo Estado.

49
impedir, al mismo tiempo, un acercamiento de Estados Unidos a Egipto. Los objetivos territoriales
israelíes en la guerra de 1956, la Franja de Gaza junto con el control del estrecho de Tirana y el
golfo de Aqaba, eran lo bastante importantes para Israel como para que se necesitara el ultimatum
de los EEUU y la URSS, que no querían verse envueltos en un choque en Oriente Medio, para
imponer la retirada de los ejércitos francés, británico e israelí. La retirada de Israel, por lo demás,
se compensó gracias a la diplomacia estadounidense con garantías para la navegación a través del
golfo de Aqaba hacia Eilat, además del despliegue en la zona fronteriza egipcia de las Fuerzas de
Emergencia de Naciones Unidas (UNEF) y de garantías de seguridad en la Franja de Gaza. De
hecho, en los diez años siguientes no hubo ni un ataque guerrillero palestino desde la Franja de
Gaza85.
La mediación Anderson seguía a la de Eric Johnston, quien fue enviado por el presidente
Eisenhower para afrontar el conflicto desde una óptica de low politics a través de la negociación
del problema del agua. Sin embargo, pronto se vio que si bien era posible el acuerdo en el ámbito
técnico, éste sería inviable dadas las connotaciones de alta política que tendría, sobre todo el
reconocimiento del Estado de Israel en condiciones inaceptables para los árabes. Robert Anderson,
enviado también por el presidente Eisenhower, ante el peso que estaba ganando la influencia
soviética en los Estados árabes, exploró las posibilidades de negociación política entre Egipto e
Israel. Nasser se mostró dispuesto a hablar de paz con dos condiciones previas: la solución del
problema de los refugiados y un acuerdo sobre algunas cuestiones territoriales, básicamente que
Israel cediera una parte del Negev para que hubiera continuidad territorial entre Jordania y Egipto.
Ben Gurion, por su parte, rechazó toda concesión y propuso un encuentro con Nasser. Este, según
testimonio del propio Anderson, se negó a reunirse con Ben Gurion pues no quería terminar
asesinado como Abdallah86. En realidad, lo que se discutía con la propuesta de Ben Gurion, era el
problema del reconocimiento árabe del derecho de Israel a existir. Algo por lo que el gobierno de
Tel Aviv, desde la posición de confianza en su fuerza, todavía no estaba dispuesto a hacer
concesiones; y que para los árabes, tanto los gobiernos como, sobre todo, la opinión pública, era
inadmisible en las condiciones de 1948. Paradójicamente, de la misma forma que para los
gobiernos árabes lo inaceptable en 1947 se convirtió en lo deseado en 1949; lo rechazado antes de
1967 sería lo reivindicado a principios de los años 70 con la aceptación de la resolución 242 del
Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, y desestimado, a su vez, por los israelíes.

85 El hecho de no tratar la guerra de 1956 de forma especial no significa que no reconozcamos la


enorme importancia que tuvo y su impacto sobre el mundo árabe y Oriente Medio. La agresión de Israel,
Francia y Gran Bretaña contra Egipto fue un paseo militar, pero también una brutal derrota política para las
dos potencias europeas. Francia y Gran Bretaña tuvieron que aceptar que habían perdido el tren del poder y
que eran las dos superpotencias, Estados Unidos y la Unión Soviética, las que dictaban el curso de la
política internacional. La guerra de 1956 sería decisiva para la implicación de Egipto en la formación del
Movimiento de No Alineados y para el panarabismo. La agresión de las potencias coloniales y la
percepción de amenaza en Egipto obligaban a buscar la solidaridad de los iguales, tanto en el marco global
con aquellos que estaban escapando del colonialismo y del imperialismo, como en el marco regional con
los lazos árabes.

50
7. EL AÑO DE LA CATASTROFE PARA LOS PALESTINOS

La guerra de 1948 fue una gran catástrofe para el pueblo palestino, que no se recuperaría
jamás de sus consecuencias. El inicio de los enfrentamientos entre las dos comunidades, después
de la aprobación del plan de partición en Naciones Unidas, cogió a los palestinos en una situación
de extrema debilidad tanto en lo referente a la organización política como en lo militar. La guerra
ahondaría la fragilidad de la sociedad palestina, hasta el punto de que deberían transcurrir dos
decenios y una nueva derrota militar, en junio de 1967, para que el conflicto árabe-israelí
recuperara su dimensión palestina.
Los primeros choques no revistieron la forma de una guerra abierta, sino que, desde el voto
de la resolución 181 hasta finales de marzo del año siguiente, los enfrentamientos se derivaban de
las protestas árabes en las ciudades o de acciones guerrilleras de uno y otro bando que provocaban
una escalada de represalias. Desde el mismo inicio de los enfrentamientos se vio claramente que la
comunidad palestina era extremadamente débil tanto en su organización política como militar. Las
consecuencias de la represión de la Rebelión Arabe de 1936-1939 todavía se dejaban sentir. Las
asociaciones políticas, sindicales y sociales palestinas estaban diezmadas, y el liderazgo alejado de
Palestina, por el exilio, y dividido entre las distintas familias y los distintos apoyos exteriores.
El mufti Amin al-Husseini llamó a la revuelta el 30 de noviembre de 1947, al día siguiente
del voto del plan de partición en la Asamblea General de la ONU, pero la respuesta a su
llamamiento fue muy desigual. Más que una resistencia real contra la partición, al inicio hubo
acciones de protesta en las ciudades y algunos choques en las zonas rurales, pero la situación entre
la población palestina era, en general, de desánimo. Tal como expresaba un testimonio judío a
finales de 1947, los campesinos estaban atemorizados por los terroristas sionistas que podían
bombardear y destruir sus propiedades y sus pueblos, y los habitantes de las ciudades reconocían
que no eran lo bastante fuertes para luchar contra las milicias judías y esperaban que les llegara
ayuda del exterior. La mayoría de los palestinos estaban confusos y asustados, y quería paz y
tranquilidad87.

86 Amson, D. (1992: 137) Israël et Palestine. París: PUF.


87 Citado en Morris op.cit. (1987: 21). A pesar de la nueva historiografia judía, y a pesar de los
esfuerzos de la mayoría de historiadores palestinos y algunos occidentales, cincuenta años después de la
guerra, los mitos creados por los sionistas todavía prevalecen. Cattan op.cit. (1988: 58) insiste en la óptica
palestina discutiendo que:
1. El Yishuv e Israel son presentados como el pequeño David judío que se enfrenta a los ataques de
varios Goliats árabes, cuando, en realidad, las fuerzas árabes eran simbólicas y débiles;
2. Se afirma que la guerra empezó el 15 de mayo de 1948 cuando, de hecho, en los dos meses
anteriores las fuerzas sionistas ya habían ocupado varias ciudades árabes y cientos de pueblos;
3. Otra imagen dominante es la de los judíos luchando heroicamente para no ser echados al mar,
cuando, en realidad, fueron ellos los que expulsaron a la gran mayoría de los habitantes árabes de su país,

51
La espiral de violencia creció en Palestina como consecuencia de la política de represalias de
una y otra parte, pero, como ya hemos visto, principalmente por parte sionista88. Ante el mayor
poderío sionista, el Alto Comité Arabe intentó organizar el movimiento armado bajo la dirección
de uno de los héroes de la Rebelión Arabe, Abd al-Qadir al-Husseini, quien consiguió reunir una
fuerza de alrededor de 5.000 hombres. Sin embargo, la Liga Arabe creó una milicia paralela de
voluntarios, en su mayoría sirios, a las órdenes de otro veterano de la Rebelión Arabe, Fawzi al-
Qauqji, que no aceptó el mando de Abd al-Qadir. Las dos milicias representaban sensibilidades
distintas en el conflicto. Mientras que Abd al-Qadir al-Husseini simbolizaba la dimensión
palestina, al-Qauqji encarnaba la solución panárabe, con lo que, de forma implícita, cercenaba el
movimiento nacional palestino89. La muerte en batalla de Abd al-Qadir, en abril de 1948,
terminaría de dislocar la dirección de las milicias palestinas que, de todas formas, poco después
serían desmanteladas por los ejércitos árabes a medida que entraban en Palestina, en mayo del
mismo año.
La debilidad militar árabe se puso de manifiesto cuando las fuerzas británicas,
desentendiéndose del conflicto y sus consecuencias, se fueron retirando y los enfrentamientos
perdieron el carácter guerrillero ante el avance y la conquista abierta de las milicias del Yishuv. Las
fuerzas sionistas, más numerosas, con mayor experiencia y mucho mejor coordinadas90, eran
claramente superiores en este tipo de ofensiva. En abril de 1948 la Haganah, con el Irgun y el
Stern, fue ocupando las principales ciudades y las zonas rurales situadas dentro de la zona judía del
plan de partición, provocando el éxodo palestino y haciendo prácticamente inevitable la
intervención de los ejércitos árabes.
La derrota palestina en 1948 no fue solamente territorial, también fue política. La
desestructuración social, política y territorial de los palestinos facilitó la labor y las ambiciones
tanto de los sionistas como de los regímenes árabes, que pasaron a dominar la causa palestina. Ya

creando uno de los peores problemas de refugiados y uno de los más explosivos problemas políticos del
siglo XX;
4. También se ha conseguido que la guerra sea vista como defensiva para los judíos, siendo todo lo
contrario: una agresión de las fuerzas judías contra las ciudades y pueblos árabes.
88 Flapan op.cit. (1987: 90, 95) llega a establecer un modelo de escalada violenta en que a acciones
terroristas de los grupos Irgun o Stern les seguían represalias palestinas, lo que provocaba la respuesta de la
Haganah. Las órdenes de Ben Gurion, ya en diciembre de 1947, suponían la adopción de un sistema de
represalias para responder con golpes decisivos, con la destrucción del lugar y la expulsión de los
residentes, incluso con la recomendación de luchar con fuerza y crueldad, sin que nada les pudiera detener.
89 Kimmerling y Migdal op.cit. (1994: 143-144).
90 La superioridad de las fuerzas armadas sionistas se manifestaría tanto ante los palestinos como
ante los ejércitos árabes. A mediados de mayo de 1948 la Haganah movilizaba alrededor de 35.000
hombres bien armados y con experiencia, adquirida en el caso de 20.000 de ellos en las unidades que
lucharon al lado de los aliados durante la Segunda Guerra Mundial, frente a unas fuerzas árabes de entre
25.000 y 30.000 hombres que luchaban prácticamente sin coordinación, mal armados y con poca
experiencia. En otoño del mismo año las fuerzas israelíes sumaban 90.000 soldados, el doble que las
fuerzas árabes, que habían sentido mucho más duramente el boicot británico y estadounidense a la venta de
armamento y municiones (Morris op.cit. (1990: 34)).

52
en 1948, Amin al-Husseini y el Alto Comité Arabe intentaron evitar la intervención directa de los
ejércitos árabes, pues temían que ello estimularía las ambiciones territoriales del rey Abdallah de
Transjordania, como así sucedió91. Las demandas del Alto Comité Arabe se dirigían a buscar
apoyo desde el exterior y a armar a las milicias palestinas. La realidad fue la contraria: a medida
que los ejércitos árabes avanzaron fueron desarmando a las milicias palestinas y, en Cisjordania, la
Legión Arabe además desmanteló las organizaciones políticas, prohibiendo todo tipo de asociación
que tuviera una dimensión puramente palestina. Todavía hoy la percepción palestina de la
intervención árabe en la guerra de 1948 es de traición, tanto por parte de los regímenes árabes
como de los británicos92.
Las consecuencias políticas de la guerra de 1948 se convirtieron en uno de los principales
determinantes del conflicto en el futuro: la mutilación de la dimensión palestina del mismo y la
lucha por su recuperación. Las ambiciones del rey Abdallah eran vistas con gran recelo por los
demás dirigentes árabes, que tenían sus propias aspiraciones en la región y, ni unos ni otros,
parecían interesados en la creación del Estado árabe palestino anunciado en la resolución 181.
La negación de la identidad palestina no se limitó a los israelíes, quienes durante mucho
tiempo afirmaron que el pueblo palestino no existía. El problema palestino pasó a ser tratado por
Occidente y por el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas como un problema de refugiados -la
resolución 242 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas es un buen ejemplo de ello-, y,
durante decenios, el principal objetivo de la lucha nacional palestina fue que el mundo reconociera
su existencia.
La política jordana hacia la Orilla Occidental del Jordán intentó por todos los medios
asegurar su incorporación al reino93. Tres tácticas esenciales se dirigieron a este objetivo: la
cooptación, la fragmentación política y el control político. El cincuenta por ciento de los escaños
en el parlamento jordano se asignaron a Cisjordania y las principales familias colocaron a alguno
de sus miembros en puestos gubernamentales94. La región de la Orilla Occidental fue dividida en

91 Bailey op.cit. (1990: 2).


92 Según palabras de Arafat: "The truth is that we were betrayed -by the Arab regimes and (...) by the
British who worked so hard to create a Jewish State"; "(...) the Arab regimes were under the influence of
Britain and some other foreign powers -but mainly Britain. And the more corrupt the regimes were, the
more they were manipulated"; y añade que la combinación del terror judío y del desarme de los palestinos
por los ejércitos árabes fue la principal causa del pánico y del éxodo del pueblo palestino (Hart, A. (1994:
55-57) Arafat. Londres: Sidgwick & Jackson).
93 La unificación de Cisjordania y Transjordania en el Reino de Jordania fue proclamada, en abril de
1950, por una asamblea nacional tras la celebración de elecciones en las dos orillas del Jordán. La Franja
de Gaza quedó bajo la administración del gobierno egipcio que, a pesar del fuerte control que ejerció sobre
los palestinos hasta 1967, en ningún momento manifestó intenciones anexionistas. Curiosamente, el rey
Abdallah intentó sustituir la palabra Palestina por la de Orilla Occidental (daffa al-garbiya o West Bank)
en el proceso de despalestinización de la política jordana, y después, con la ocupación israelí de
Cisjordania, serían los palestinos los que reivindicarían el término de Orilla Occidental ante los intentos
israelíes de imponer los nombres de Judea y Samaria.
94 Alvarez-Osorio, I. (2001: 44) El miedo a la paz. De la guerra de los seis días a la segunda
Intifada. Madrid: Catarata; Instituto Universitario de Desarrollo y Cooperación, cita a las familias

53
siete distritos conectados directamente a Amman, al mismo tiempo que se mantenía a Jerusalén
permanentemente arrinconada. Y se prohibió la formación de partidos y asociaciones políticas que
pudieran escapar al control del gobierno jordano. A pesar de todo, buena parte de la elite urbana
cisjordana aceptó la integración en la vida política jordana, lo que tuvo el doble efecto, por un lado,
de cesión al reino hachemí de la custodia de los intereses palestinos y, por otro, de marginar a la
elite de la Orilla Occidental de la política palestina independiente que fue naciendo paulatinamente
en los decenios siguientes.
La desestructuración tanto política como social que vivió la Franja de Gaza no fue menor que
la de Cisjordania. La represión egipcia -sólo hay que recordar que las leyes militares de emergencia
no se levantaron hasta 1962- impidió la organización política palestina. Además, las elites
políticas, intelectuales y profesionales palestinas habían emigrado en su gran mayoría. Como
resultado, en los primeros años cincuenta el 90% de la población era analfabeta.
La idea nacional y la identidad palestina fueron duramente reprimidas en Cisjordania, de la
misma forma que cualquier estructura representativa. Alrededor de los campos de refugiados se
convocó, en marzo de 1949 en Ramal·lah, el Congreso General de Refugiados, donde se
nombraron delegados para negociar con Israel en las conversaciones de armisticio. Sin embargo, la
delegación palestina tuvo como principal efecto unir a todas las demás partes en el rechazo. Ni
Israel, ni Jordania ni las demás delegaciones árabes aceptaron su participación. Se iniciaba así la
batalla por la representación de los intereses palestinos; batalla que perduró hasta mediados los
años noventa.
El palestinismo como identidad diferenciada, tanto en el período otomano como durante el
mandato, había crecido y se había extendido desde las elites de los notables hacia el pueblo. La
situación en los años que siguieron a la guerra y al exilio de 1948 fue muy distinta. La identidad
palestina se recuperó y se reconstruyó en los campos de refugiados, entre los campesinos y los
trabajadores, y sus hijos. Estos exiliados, no sólo se negaron a olvidar sus raíces, sino que,
posteriormente, fueron más allá de la mera reivindicación del retorno y expresaron la aspiración a
un hogar nacional palestino.
La lucha por la restauración de la identidad palestina además tuvo que enfrentarse a las
ideologías que ganaron fuerza durante los años cincuenta, en buena parte a causa de la Catástrofe
de 1948: el panarabismo, tanto naserista como el ligado al partido Ba'az, y el islamismo de los
Hermanos Musulmanes. La atracción de estas ideologías sobre el mundo árabe, en general, y el
palestino, en particular, supuso un reto permanente para aquellos que defendían en primer lugar a
Palestina. Tanto el panarabismo como los Hermanos Musulmanes situaron a Palestina en el centro
de su movimiento ideológico y reivindicativo, de forma que para muchos palestinos fue fácil ver en
ellos una posible solución al problema. Las dos eran ideologías universalizantes que superaban y
enclaustraban la dimensión palestina. Durante muchos años, la voz de los palestinos se oyó

Nashashibi, Dayani, Nuseibe, Tuqan, Masri y Abd al-Hadi, mientras que se marginó a los Husseini por su
hostilidad al expansionismo hachemí.

54
apagada y con sordina pues los grupos, asociaciones y partidos políticos palestinos o estuvieron
controlados por los regímenes árabes o se encuadraron en el marco de ideologías que ocultaban la
dimensión palestina de sus reivindicaciones. De esta forma, ya sea por la marginación y represión
de los regímenes árabes o por la división de las fuerzas palestinas, provocada por las divisiones y
disputas políticas e ideológicas del mundo árabe, la representación de los intereses palestinos no
adquirió una dimensión unitaria hasta la reestructuración de la Organización para la Liberación de
Palestina en 1968.

7.1 El lento renacimiento de la dimensión palestina del conflicto

La recuperación de la voz propia en el conflicto árabe-israelí fue un proceso extremadamente


doloroso para la sociedad palestina. El primer paso en la lucha por conservar la identidad lo dieron
los refugiados al rechazar el asentamiento definitivo fuera de sus tierras, pues hubiera supuesto
renunciar al retorno a sus casas y tierras95. Las primeras incursiones dentro del territorio de Israel,
que darían paso a la táctica de lucha armada, también fueron un producto de las condiciones de
vida de los refugiados y de las acciones de venganza por las represalias israelíes96. Sin embargo, el

95 Durante los años 50 la política de la UNRWA se dirigió al desarrollo regional con la intención de
facilitar el asentamiento de los refugiados. De hecho, la mediación Johnston tenía el objetivo, a corto plazo,
de potenciar la agricultura para hacer frente a las necesidades de los refugiados palestinos en el Valle del
Jordán. Sin embargo, los refugiados vieron los planes de la UNRWA como una amenaza a su derecho al
retorno y, ya en 1956, la UNRWA informaba a la Asamblea General de Naciones Unidas que los
refugiados se oponían totalmente a un asentamiento permanente, de forma que a finales de los 50 se
abandonó esta política. Ahmed Shukairy, quien sería el primer presidente de la OLP, en un discurso en
Naciones Unidas, como miembro de la misión de Arabia Saudí, para reclamar el derecho al retorno de los
refugiados palestinos, diría: "(...) Ressetlement, reintegration, rehabilitation or any similar projects (...) are
not a solution by themselves. They should be planned or implemented not as aims, but merely as a means to
meet the legitimate aspirations of the refugees and to the extent of giving effect to their inherent right to
their homeland. The relief program of the refugees is no solution to the problem, neither is it as substitute,
no matter for how long it is continued. It is a humanitarian measure having no political implications"
(Shukairy, A. "The Palestine Refugees", en Laqueur y Rubin op.cit. (1991: 141)).
La fuerza de la identidad palestina se mantiene todavía hoy entre la mayoría de los descendientes de
los refugiados de 1948, que continúan considerando como lugar de origen los pueblos y ciudades de los
que fueron expulsados sus antepasados. Esta fidelidad a las raíces y la oposición al reasentamiento, que
hasta la actualidad han sido una baza que ha dado fuerza a las reivindicaciones palestinas, en la actualidad
se convierte en un problema regional y en un obstáculo para el proceso de paz, pues difícilmente la entidad
palestina podrá dar respuesta a las necesidades de los refugiados, tanto en términos de asentamiento en
Palestina, como en términos de identidad y de nacionalidad.
96 Las principales razones de las incursiones eran la pobreza de los refugiados y de muchos de los
habitantes de Cisjordania y Gaza y el dibujo de las líneas de demarcación que separaban a los palestinos de
sus tierras, que ahora veían cultivar por los colonos israelíes. Las incursiones eran en su mayoría producto
de la desesperación que se manifestaba en robos de cosechas que habían sido las suyas o en sabotajes. Las
represalias israelíes tuvieron el efecto contrario al buscado sobre los palestinos, pues no sólo no detuvieron
las incursiones sino que las potenciaron al provocar las acciones de venganza. El efecto sobre los gobiernos
árabes es difícil de juzgar, ya que los regímenes reprimieron o impulsaron las incursiones palestinas en
función, sobre todo, de sus necesidades políticas, ya sea respecto a Israel como respecto a los otros Estados

55
impulso a la recuperación política e ideológica palestina vendría de lejos, de la diáspora en el
Golfo Pérsico y en Beirut, como consecuencia de la emigración de los profesionales e intelectuales
a los países del petróleo y de los estudiantes a la capital de Líbano, donde se daban mejores
condiciones de libertad de acción y donde los regímenes árabes podían ejercer un control más
limitado.
La redefinición de la dimensión palestina del conflicto fue producto de la decepción y de la
desconfianza hacia los Estados árabes en la lucha con Israel, primero de una minoría y, tras la
derrota de junio de 1967, de una gran mayoría de palestinos. La llegada de Nasser y la fuerza del
panarabismo dieron esperanzas a muchos de ellos y tuvieron una gran influencia en los grupos que
fueron naciendo desde mediados de los 50. Sin embargo, para algunos de los militantes en la
resistencia palestina había razones para desconfiar de la fuerza y de la voluntad de los Estados
árabes para liberar Palestina. De hecho, había muchos motivos de recelo ante las intenciones de los
gobiernos árabes: la represión en Gaza y Cisjordania de los grupos políticos independientes
palestinos y de las incursiones dentro de Israel; las derrotas militares ante el ejército israelí y la
incapacidad para hacer frente a las represalias; la ruptura de la unión entre Egipto y Siria; el
anuncio de Nasser en 1962 de que no había ningún plan árabe para liberar Palestina; los intentos de
Nasser de acercarse a Estados Unidos en busca de una solución negociada; la utilización por todos
los regímenes del problema palestino en función de sus propios intereses; e, incluso, la creación de
una OLP controlada por Nasser. Para una minoría, cada vez estaba más claro que la estrategia ya
no pasaba por la unidad árabe hacia la liberación de Palestina, sino que Palestina era primero.
Una minoría de jóvenes políticos palestinos en el exilio, a finales de los años 50 y principios
de los 60, se planteó la lucha por la liberación desde esta óptica de desconfianza. A diferencia de
otros jóvenes, como George Habash, que se ven envueltos en la ola creciente del nacionalismo
árabe, Arafat y los pocos hombres que junto a él formarán el núcleo de Fatah97, creen que sólo
pueden confiar en ellos mismos, en los palestinos:
"We were convinced (...) that the Palestinians could expect nothing from the Arab
regimes, for the most part corrupt or tied to imperialism, and that they were wrong
to bank on any of the political parties in the region. We believed that the
Palestinians could rely only on themselves"98.
El contexto revolucionario internacional, sobre todo la guerra de liberación en Argelia,
también inspiró la orientación que adoptaron los jóvenes de Fatah y otros grupos, al demostrar que
un pueblo podía organizarse y construir una fuerza militar durante la lucha99.

árabes en la lucha por el liderazgo. En realidad, tanto Jordania como Egipto reprimieron duramente las
incursiones palestinas a Israel, que sólo recibieron el apoyo de Nasser entre 1955 y 1956 como respuesta al
ataque israelí a Gaza en 1955.
97 Acrónimo invertido de Harakat at-Tahrir al-Filistin (Movimiento de Liberación de Palestina).
Fatah también significa victoria, conquista.
98 Abou Iyad y Rouleau (1981: 20) My home, my land. New York: Times Books.
99 Comentario de Abu Jihad en Hart op.cit. (1994: 101-102).

56
Al-Fatah nació de la confluencia de distintos pequeños grupos de palestinos que, en el exilio,
se sentían desamparados por los Estados árabes. Los principios en los que se basaría el acuerdo
entre los distintos grupos fueron de mínimos:
- La liberación de Palestina.
- La lucha armada para conseguir este objetivo.
- La dependencia solamente de la autoorganización palestina.
- La cooperación con las fuerzas árabes amigas.
- La cooperación con las fuerzas internacionales amigas.

La percepción de Fatah era que, por presiones de Estados Unidos, la mayoría de Estados
árabes, y con ellos el Egipto de Nasser, estaban dispuestos a aceptar a Israel y hacer la paz por poco
que algunas concesiones israelíes les permitieran salvar la cara. El precio tenía que ser el control y
la contención del nacionalismo palestino, que preocupaba cada vez más a la Administración
estadounidense, pues sin ello la paz con Israel no sería posible y, sin paz, Estados Unidos no podría
ni querría impedir el expansionismo israelí y el uso de la fuerza para imponer su voluntad. La única
forma de recordar al mundo que los palestinos todavía existían y que debían tener voz en la
solución del conflicto era la vía armada, aunque esto significara enfrentarse a los Estados del frente
y a Nasser100. Sin embargo, la estrategia de provocar el enfrentamiento, que se ajustaba también a
la estrategia israelí, fracasó y se volvió en contra de los palestinos con la gran derrota de 1967101.
La respuesta de Nasser y los regímenes árabes al principio de renacimiento del nacionalismo
palestino fue la represión y la creación de la Organización para la Liberación de Palestina. La OLP
nació de una propuesta de Nasser en la primera cumbre de la Liga Arabe, en 1964. El primer
Consejo Nacional Palestino, convocado en Jerusalén, el 2 de junio del mismo año, creó una
organización a la medida de los regímenes árabes y controlada por Nasser a través de su presidente
Ahmad Shuqairy. La OLP, ante los resultados de la conferencia fundacional, fue rechazada por la
mayoría de organizaciones palestinas independientes. No sería hasta después de la derrota de junio
de 1967 que las organizaciones palestinas, con Fatah y Arafat al frente, decidirían utilizar la OLP

100 Entre el inicio de las acciones armadas y la guerra de 1967 la estrategia de Fatah era extender el
ánimo de la lucha de liberación entre el pueblo árabe, de forma que obligara a los gobiernos árabes a
apoyarlos o a enajenarse de su gente: "Now the [Arab] governments either will support us against the
Israelis, or will fight us. If they fight us, the people will support us. (...) We wanted to create a climate and
the atmosphere of the spirit of struggle in the Arab Nation, so that they can have the will of fighting, and
I'm sorry to say that we failed" (testimonio de Khaled Hassan en Cobban, H. (1984: 33) The Palestinian
Liberation Organisation. People, Power and Politics. Cambridge: Cambridge University Press).
101 La realidad era que las acciones armadas palestinas antes de 1967 habrían pasado desapercibidas
sin la publicidad israelí y sin sus represalias. Militarmente las guerrillas palestinas eran muy débiles y se
tenían que enfrentar, además de a los israelíes, a los ejércitos árabes del frente y al boicot y censura de los
medios de comunicación árabes. Tanto palestinos como israelíes estaban interesados en hinchar las
acciones de los guerrilleros, a pesar de que, como reconocía un antiguo jefe de la inteligencia militar
israelí, no constituían un peligro para Israel (en los dos años y medio anteriores a la guerra de 1967 hubo

57
para unir sus fuerzas y conseguir imponer una presencia institucional independiente ante los
Estados árabes y la comunidad internacional.

8. LOS REGIMENES ARABES ANTE LA CREACION DE ISRAEL

La intervención de los ejércitos de los Estados árabes de Oriente Medio en Palestina no


respondía a lo que la retórica, en más de una ocasión, había anunciado: la expulsión de los judíos al
mar, sino que tenía objetivos mucho más limitados y, además, contradictorios en cada capital.
Palestina, a la partida del ejército británico, fue vista por los regímenes árabes como un espacio
vacío de poder, excepto el sionista, y en ningún momento se consideró a los árabes palestinos
como un interlocutor válido o como un socio político con derecho a un Estado propio. Así, cada
gobierno árabe tenía sus propios objetivos en Palestina y entre ellos no estaba la expulsión de los
sionistas, algo que realmente no creían factible. Por una parte, la presión popular, ante el avance de
los sionistas y la expulsión de los palestinos de sus tierras, obligó a los regímenes árabes a
implicarse en una guerra para la que se habían estado preparando pero por la que no sentían ningún
entusiasmo. Por otra parte, la desconfianza entre los distintos gobiernos les llevó a participar en la
guerra para contrarrestar las intenciones de los otros.
El rey Abdallah de Transjordania, que ya había pactado con los sionistas el reparto de
Palestina, tenía un especial interés en ocupar el centro de la región para hacer inevitable su
apropiación. Los sirios y los egipcios desconfiaban claramente de Abdallah. Los primeros porque
competían con él en la rivalidad por construir una gran Siria bajo su tutela. Los segundos porque
desconfiaban de los hachemís en la lucha por el liderazgo del mundo árabe. Todos querían ocupar
el máximo de territorio palestino tanto por sus propias ambiciones como para evitar que lo hicieran
sus "aliados". Así, cada uno hizo su guerra y ninguno la de los palestinos, y cuando tuvieron
necesidad del apoyo de los demás sólo recibieron desconfianza. El resultado final fue la Catástrofe
para los palestinos y los regímenes árabes.
La transformación del conflicto palestino en una conflagración internacional supuso la casi
desaparición de los árabes palestinos como actores con voz en el nuevo sistema regional. Sin
embargo, a partir de la Catástrofe, el problema palestino y el conflicto con Israel se convirtieron en
el centro de la vida política árabe, de sus relaciones interestatales y exteriores. También influyó
directamente en la causa de la unidad árabe e incluso en la legitimidad de los regímenes.
Las consecuencias inmediatas de la derrota de 1948 se dejaron sentir en todos los Estados
participantes en la guerra. En Líbano, el gobierno se vio criticado incluso por los partidos
cristianos menos solidarios con la causa árabe. En Siria, la derrota fue seguida por tres golpes de
Estado en un solo año. Los efectos más graves se vivieron en Egipto. Aún antes de la firma del

14 víctimas israelíes, al mismo tiempo que 800 muertos en accidentes de coche) (Harkabi, Y. (1968)
"Fedayeen Action and Arab Strategy", Adelphi Papers, nº 53; citado en Finkelstein op.cit. (1997: 133)).

58
armisticio, las derrotas en el frente del Sinaí, en diciembre de 1948, llevaron al asesinato del primer
ministro Nukrashi Pachá por parte de los Hermanos Musulmanes. Pero los que se vieron más
afectados por la derrota fueron los mismos militares, que se sintieron abandonados y traicionados
por una clase política a la que consideraban corrupta y colaboracionista con el imperialismo y el
sionismo. Así, el movimiento de los jóvenes "oficiales libres", liderado por Gamal Abdel Nasser,
empezó a preparar la toma del poder, que llegaría con el golpe de Estado de 1952.
Transjordania fue un caso aparte, por los importantes cambios que supuso la guerra y la
"paz" que la siguió. La autoridad y la legitimidad del régimen hachemí de Abdallah se basaban en
la fidelidad de las tribus del norte de Arabia, que, además, formaban la Legión Arabe, la única
garantía de estabilidad del régimen. La conquista y anexión de Cisjordania implicaron un enorme
crecimiento territorial, pero, sobre todo, demográfico en el reino: de 375.000 habitantes antes de la
guerra de 1948 se pasó a 1.185.000. La gran mayoría de esos habitantes dudaba de la legitimidad
del rey Abdallah, de su derecho a los territorios palestinos y de su política hacia Israel. Fue
precisamente la negociación de un acuerdo de paz del hachemí con el gobierno israelí, en el cual se
reconocía al Estado de Israel y las líneas de demarcación de los acuerdos de armisticio de 1949
como fronteras de iure, lo que llevó a su asesinato, en Jerusalén, el 20 de julio de 1951.

8.1 El Mundo Arabe tras la Catástrofe

Las consecuencias de la derrota de 1948 no se acabaron en los asesinatos o golpes de Estado


de los primeros años. La transformación del subsistema regional con la aparición desestabilizadora
del nuevo actor israelí tuvo efectos contradictorios en el mundo árabe. Como se ha visto, Palestina
y el conflicto árabe-israelí se convirtieron en el núcleo de las relaciones interárabes y del mundo
árabe hacia el exterior. Asimismo, enseguida se creó un lazo estrecho entre la cuestión palestina y
el panarabismo, al tiempo que pasaba a tener un peso especial en la legitimidad de los regímenes
políticos y sus dirigentes.
La historia del mundo árabe en los años 50 y 60 es un producto de distintas tensiones hacia la
unión y la diversidad enfrentadas entre sí. En el contexto árabe, el nacionalismo panarabista se
convirtió en la principal fuerza ideológica: un arma para unos y una amenaza para otros. Los dos
centros del nacionalismo árabe se encontraban en Egipto y Siria, con Gamal Abdel Nasser en El
Cairo y el partido Ba'az en Damasco.
La llegada al poder de Nasser fue un revulsivo para todo el conjunto árabe102. El pensamiento
político de Nasser en su dimensión internacional103, expuesto en el libro La filosofía de la

102 En 1954 Nasser sustituyó al general Muhammad Neguib, quien había estado oficialmente al
frente de Egipto desde el golpe de los Oficiales Libres en 1952.
103 Nasser veía a Egipto como el centro de tres círculos: árabe, africano e islámico. Egipto era el
centro del mundo árabe, a nivel geográfico, demográfico, religioso y militar, y se convertiría en el centro
político. Nasser también creía que El Cairo tenía que ser el puente de comunicación de las nacientes
independencias africanas hacia el exterior. Finalmente, la histórica universidad de Al-Azhar le permitía

59
revolución que publicó en el mismo 1954, lo enfrentaba tanto a algunos de sus vecinos árabes
como a Francia y el Reino Unido, todavía potencias coloniales. Nasser fue una obsesión para los
británicos que habían perdido su influencia en Egipto y más tarde el Canal de Suez con el golpe de
los Oficiales Libres. Fue una obsesión para los franceses, expulsados de Indochina e inmersos en la
defensa del proyecto colonial en Argelia, por el ejemplo y la solidaridad anticolonial que emergían
de Egipto. Fue una obsesión para los norteamericanos que, incapaces de responder a las demandas
egipcias de ayuda económica, de ayuda política contra las potencias y de ayuda armamentística
contra Israel, vieron el acercamiento de Nasser al Este como una amenaza directa a su hegemonía
de bloque. I fue también una obsesión para los regímenes conservadores árabes, ya que el liderazgo
de Nasser y la imagen de la revolución egipcia cruzaba las fronteras y contagiaba a las opiniones
públicas de los países árabes.
Francia respondió acercándose a Israel, convirtiéndose en su principal suministrador de
armamento y participando en la aventura de la guerra de 1956. El Reino Unido se vio en una
situación más complicada pues Nasser se añadía a la primera amenaza a su influencia en Oriente
Medio: Israel. Los choques entre Nasser y el Reino Unido, tanto por la presencia británica en
Egipto y en el Canal de Suez como por el apoyo egipcio a los movimientos africanos de liberación
nacional, llevaron a Londres a buscar otro tipo de alianzas en la región. Los regímenes
conservadores árabes, que veían en el panarabismo de Nasser una amenaza a su legitimidad y
estabilidad, tenían interés en conservar sus lazos con el Reino Unido pues les servían de
protección. Por esta razón, no sorprendió, en 1955, el acuerdo entre el Iraq hachemí, el Reino
Unido, Turquía, Irán y Paquistán que mantenía las prerrogativas británicas en la zona y que, en
Iraq, fue considerado como una garantía dinástica y un escudo contra la influencia naserista,
aunque también sirvió de nuevo alimento a la oposición que derrocó la monarquía con el golpe de
Estado de Abdel Karim Qassem en 1958, quien, a su vez, acabó cayendo por un golpe naserista en
1963. El Pacto de Bagdad, a pesar de ser una iniciativa británica, se inscribía en la política
estadounidense, inspirada por John Foster Dulles, del cinturón de contención anticomunista. Así, el
Pacto era el enlace con la OTAN a través de Turquía, y con la Organización del Tratado de Asia
del Sudoeste (OTASE) a través de Paquistán. El debate en el campo árabe sobre el Pacto de
Bagdad se hacía en base a tres ejes principales: necesidad de un sistema de alianzas estrictamente
árabe; evitar alianzas jerarquizadas con no-árabes que retrotraen a la época colonial; ¿quién
designará al enemigo y en función de qué necesidades?104. Desde otra perspectiva, Nasser y las

reclamar la centralidad en el mundo islámico. En cada uno de estos círculos el antiimperialismo de Nasser
se enfrentaba a Francia y al Reino Unido, que lo vieron como una nueva amenaza en su lucha contra los
movimientos independentistas. El círculo panárabe pronto sería el preponderante en la política exterior de
Nasser, y el círculo islámico se vería sustituido por la política de no alineamiento (Dessouki, A.E.H. (1986:
84) "The Limits of Instrumentalism: Islam in Egypt's Foreign Policy". A. Dawisha (ed.), Islam in Foreign
Policy Cambridge: Cambridge University Press).
104 Korany, B. (1991: 158-159) "La nation dans tous ses Etats: dialectique unité/diversité". M. Flory,
B. Korany, R. Mantran, M. Camau & P. Agate, Les régimes politiques arabes Paris: Presses Universitaires
de France.

60
fuerzas panarabistas inmediatamente vieron al Pacto de Bagdad como una amenaza y un intento de
división del mundo árabe105.
El Pacto de Bagdad coincidió con el endurecimiento de la política de represalias israelí, lo
que aumentó la percepción de amenaza en el régimen naserista y puso de relieve la debilidad
egipcia seis años después de la derrota de 1948 y tres años después de la llegada al poder de un
régimen y de un líder determinados a lavar la afrenta de la Catástrofe. La estrategia de represalias
incrementadas y la militarización de la política exterior israelí condujo a una nueva espiral de
tensión que sería una de las causas de nuevas guerras, ya que esta política de disuasión inmediata
conducía a la de disuasión general106.
Las represalias israelíes sirvieron también para avivar no sólo la resistencia palestina, sino
también la percepción de amenaza en los Estados árabes, lo que, en vez de disuadir, provocó la
radicalización de las posiciones árabes antiisraelíes. Nasser potenció entonces el rearme egipcio, y
al fracasar los intentos de compra de armamento a las potencias occidentales fracasaron debido a la
Declaración Tripartita de 1950107, se dirigió al bloque del Este, lo que le alejaría más de Estados
Unidos108.

105 Egipto respondió al pacto acercándose a la Unión Soviética e impulsando un acuerdo militar con
Siria al que también se uniría Jordania al año siguiente (Segura (2001: 264) Más allá del Islam. Política y
conflictos actuales en el mundo musulmán. Madrid: Alianza.).
106 Ejemplos de ello los tenemos en el ataque a Qibya en 1953, a Gaza en 1955, a Samu en 1966 y el
raid aéreo sobre Damasco en 1967. Nasser, en los primeros años de gobierno, dedicó una atención bastante
parcial a Gaza y al conflicto con Israel. Sus mayores esfuerzos estaban dedicados a la modernización de
Egipto. Sin embargo, el ataque israelí a la Franja de Gaza, que dejó 37 muertos, sin que hubiera ninguna
provocación de envergadura, fue un elemento central en el cambio de su política exterior y respecto a las
incursiones palestinas en territorio israelí. Antes del ataque a Gaza la política egipcia había sido la de
reprimir cualquier intento de organización política o militar palestina, al igual que las incursiones de los
refugiados que, en general, no eran más que visitas a las tierras perdidas con choques esporádicos con los
soldados y colonos israelíes, aunque, sobre todo, terminaban siendo apresados por los soldados egipcios.
Después del ataque, la política de Nasser pasó a ser la de controlar e impulsar las incursiones guerrilleras
palestinas, creciendo así la tensión que conduciría a la guerra de 1956.
107 La Declaración Tripartita fue un acuerdo entre Estados Unidos, Francia y el Reino Unido según
el cual se comprometían a suministrar armamento a Israel y los Estados árabes sólo en función de sus
necesidades defensivas, y de acuerdo a sus declaraciones de compromiso de no actuar agresivamente contra
otro Estado. Al mismo tiempo, las tres potencias manifestaban su oposición a cualquier amenaza o uso de
la fuerza y a cualquier violación de las fronteras y líneas de demarcación. La Declaración Tripartita fue
consecuencia de las sugestiones de Ralph Bunche en el sentido de evitar la escalada armamentista en la
zona, y, sobre todo, de las presiones israelíes y del lobby judío en Estados Unidos para impedir las ventas
de armamento británico a sus países árabes aliados (Bailey op.cit. (1990: 112-113)). Según Korany op.cit.
(1991: 153), la Declaración Tripartita era un compromiso de las potencias en favor del statu quo, que en
aquellos momentos se veía favorable a Israel, además de mantener la tutela de las potencias occidentales en
la región.
108 Sin embargo, una constante del gobierno de Nasser será intentar mantener las relaciones y
puentes de negociación con Estados Unidos, siendo la política occidental y su incomprensión de la nueva
realidad poscolonial lo que llevará a Nasser a acercarse al bloque del Este (Martínez Montávez, P. (1985-a:
54) "Egipto: de Faruq a Nasser". (autores varios), Siglo XX. La independencia árabe. El nacimiento de
Israel Historia Universal, 24 Madrid: Historia 16). Ejemplos claros de ello los tenemos en el asunto de la

61
Las relaciones de Nasser con la Administración Eisenhower nacieron viciadas por una
incomprensión mutua. En 1953, El Cairo intentó que Estados Unidos influyera sobre Londres para
facilitar la retirada británica del Canal de Suez, al mismo tiempo que el Reino Unido presionaba a
Washington para que no vendiera armamento a Nasser. Sin embargo, en la visita de Dulles a
Egipto pronto se puso de manifiesto la diferencia de intereses entre Nasser y el Secretario de
Estado. Dulles propuso a Nasser que participara en un pacto de seguridad en Oriente Medio. Sin
embargo, a la pregunta de quién era el enemigo, la doctrina estadounidense sólo tenía una
respuesta: la Unión Soviética y su bloque. Para Nasser, en cambio, los soviéticos estaban muy lejos
y jamás habían ocupado Egipto, mientras que el Reino Unido todavía estaba allí. La
Administración Eisenhower fue la primera en plantearse una política clara hacia Oriente Medio,
aunque con el objetivo de impedir la influencia soviética en la región. La estrategia de Estados
Unidos debía basarse en cuatro aspectos esenciales: 1. implicarse en la región pues ya no podía
confiar en el Reino Unido para proteger sus intereses; 2. organizar una alianza antisoviética (que se
convertiría en el Pacto de Bagdad); 3. vender armas a los Estados árabes que se mantuvieran en la
órbita occidental, como Iraq y, a poder ser, Egipto; 4. mantener una cierta distancia respecto a
Israel y tratar de impulsar un acuerdo de paz entre árabes e israelíes. Sin embargo, los
acontecimientos y la propia percepción estadounidense de la política de Nasser no favorecieron
esta estrategia y, desde 1956, la URSS se podía presentar como la protectora de los árabes
aumentando la cooperación tanto militar como económica con Egipto, Siria e Iraq a finales de los
años 50. La inestabilidad de algunos regímenes prooccidentales a finales de los cincuenta y
primeros sesenta, y la percepción del panarabismo como una fuerza contraria a los intereses
norteamericanos, ayudaron a Israel a presentarse como el único aliado seguro y alejado del bloque
soviético en la región. A principios de los 60 la Administración Kennedy intentó mejorar las
relaciones con Nasser, pero la guerra de Yemen, que parecía extender la influencia soviética al
borde de los pozos de petróleo, cortó de raíz la iniciativa. La Administración Johnson, continuando
con una visión de Guerra Fría en la zona, impulsó las ventas de armamento a Israel y a los
regímenes árabes conservadores.
El contencioso egipcio con el Reino Unido y el progresivo alejamiento de los occidentales
impulsó el panarabismo de Nasser y su solidaridad con los movimientos de liberación nacional
árabes y también no árabes. Al mismo tiempo, se acercó al movimiento de los no alineados, junto a
los líderes y Estados con más prestigio del Tercer Mundo, lo que le apartó aún más de la órbita
estadounidense. En este contexto, la compra de armamento a Checoslovaquia supuso un
importante cambio en Oriente Medio: las potencias occidentales debieron enfrentarse a una nueva
doctrina y a un nuevo actor que defendía la autoafirmación regional y la Unión Soviética empezó a
actuar en una región que hasta entonces había estado bajo total tutela occidental.

financiación de la presa de Asuán; el problema, ya comentado, de la venta de armamento; o la propia


guerra de 1956.

62
El otro polo del panarabismo se encontraba en el partido Ba'az, en Siria pero con gran
influencia en Líbano, Jordania e Iraq109. En una primera época, durante los años cincuenta, los
dirigentes ba'azistas abogaron por la unión con el Egipto de Nasser. El panarabismo necesitaba un
Estado central y un liderazgo carismático alrededor del cual se construyera la unión: Egipto y
Nasser eran la respuesta. En 1958 se proclamó la unión de Egipto, que salió fortalecido de la crisis
de Suez, y Siria en la República Arabe Unida (RAU). La relación entre El Cairo y Damasco
siempre ha sido básica para medir la fuerza del mundo árabe. Fue la unión con Siria lo que dio a
Nasser la máxima envergadura como líder panárabe, y sería la ruptura en 1961 lo que inició la
disputa por el liderazgo del panarabismo110. La RAU impulsó la influencia del panarabismo mucho
más allá de sus fronteras, lo que en Oriente Medio fue visto como una amenaza directa a la
estabilidad de los regímenes no alineados con Egipto, sobre todo Jordania e Iraq.
Si bien fue cierto que el Egipto de Nasser era el centro del mundo árabe en términos
ideológicos, esto no se correspondía con sus capacidades reales para convertirse en el Estado
hegemónico en términos políticos y estructurales. La escasez de recursos no permitía a Egipto
ajustar el peso ideológico a la política exterior de forma eficiente. El liderazgo de Nasser ya fue
discutido mucho antes de la derrota de junio de 1967. La oposición de los regímenes conservadores
prooccidentales111, el fracaso de la RAU y la guerra de Yemen112 eran muestras de la incapacidad
de Nasser. A éstas se añadiría la lucha de Damasco por encabezar el panarabismo, lo que provocó
una fuerte radicalización en el discurso ante el conflicto con Israel y el problema palestino durante
los meses que precedieron la guerra de junio de 1967.
La política de Nasser hacia Israel fue siempre de equilibrio entre su consciencia de la
debilidad militar ante el ejército israelí y la presión de la opinión pública árabe. Nasser no creía en
la unión árabe como un paso hacia la victoria militar sobre Israel, sino que la veía como la fuerza
que permitiría apremiar a Estados Unidos y a la comunidad internacional hacia la búsqueda de las
concesiones israelíes que hicieran posible la paz. La intransigencia de Tel Aviv, sin embargo, lo
situaba en un callejón cuya única salida era la radicalización113. El prestigio de Nasser y la

109 El partido Ba'az al-Arabi (Resurrección Arabe) nació en Damasco en 1943, pero después de su
fusión, en 1953, con el Partido Socialista Arabe ganó presencia entre la juventud de Oriente Medio y en los
medios militares.
110 Hinnebusch, R.A. (1988: 179-181) "Egypt, Syria, and the Arab State System". Y. Lukacs & A.
M. Battah (eds.), The Arab-Israeli Conflict. Two Decades of Change Boulder; London: Westview Press.
111 El mundo árabe mediooriental había quedado dividido en dos ejes que respondían a la
bipolaridad este-oeste: el bloque oriental armaba a Egipto y Siria, mientras que la presencia estadounidense
se apoyaba en Arabia Saudí y Jordania.
112 La guerra civil en Yemen enfrentó a saudíes, apoyados por el Reino Unido y Estados Unidos, y a
Egipto, apoyado por los soviéticos, en un conflicto que llegó a inmovilizar a 70.000 soldados egipcios en
Yemen, lo que tuvo consecuencias en la guerra de junio de 1967, y que llegaría a poner en peligro al
régimen saudí. El final de la guerra fue una consecuencia directa de la derrota de 1967, con la aceptación
por parte de Nasser de las condiciones del rey Faisal, lo que se vio como un símbolo de la cesión del
liderazgo árabe a los regímenes conservadores.
113 Un nuevo ejemplo de las dificultades de Nasser se dió a principios de los 60, cuando la
Administración Kennedy intentó conseguir un acercamiento de posiciones entre Egipto e Israel. A Israel se

63
influencia de Egipto se debilitaron en los años siguientes a medida que su incapacidad para hacer
frente a Israel se hacía más evidente. Esto significaba, a su vez, que el poder egipcio para influir en
el desarrollo de los hechos también disminuía.
La estrategia israelí de represalias incrementadas y de provocaciones114, el desvío del agua
del Jordán115 y las manifestaciones de fuerza y declaraciones israelíes que hacían creer en un
ataque cercano a Siria116 jugaron un papel de provocación que ayudó a conducir a la radicalización
y a la espiral de tensión que creció en la zona y que permitió a Israel iniciar la guerra de junio de
1967, sin que Nasser, ligado por el pacto con Siria y por la solidaridad panárabe de la que era el
principal paladín, lo pudiera evitar. Sería el propio Nasser inmediatamente después de la guerra
quien confirmaría esta apreciación de los hechos:
"(...) At the beginning of last May there was an enemy plan for the invasion of
Syria and the statements by his politicians and all his military leaders openly said
so.(...) Sources of our Syrian brothers were categorical on this (...). Add to this the
fact that our friends in the Soviet Union warned (...) that there was a premeditated
plan against Syria. We considered it our duty not to accept this silently. This was

le pidieron muestras de buena voluntad permitiendo el retorno de algunos refugiados palestinos. A Egipto
que manifestara que no tenía intención de luchar contra Israel. Nasser se arriesgó en 1962 al declarar en
Gaza que ni él ni los Estados árabes tenían ningún plan para la liberación de Palestina. El resultado fue la
incapacidad de Estados Unidos para presionar a Israel para que hiciera alguna concesión. Posteriormente
continuó comunicando, de forma secreta, a Estados Unidos su voluntad de negociar si Israel daba alguna
señal de que habría unos resultados aceptables. Incluso Rabin reconoció en 1968 que Nasser no tenía
intenciones ofensivas en 1967 (Hart op.cit. (1994: 191-194)). Los intentos de Nasser de evitar la guerra en
1967, y su confianza en que Estados Unidos y Naciones Unidas presionarían en este sentido, se pusieron de
manifiesto en las ofertas que hizo para reactivar la presencia de Naciones Unidas en la zona a través de la
Egyptian-Israeli Mixed Armistice Commission (EIMAC), o en someter el conflicto sobre el estrecho de
Tirana a arbitraje del Tribunal Internacional. Ambas propuestas fueron rechazadas por Israel. Tel Aviv se
opuso igualmente al redespligue de la UNEF a los dos lados de la frontera, y la ofensiva de junio se hizo
pocos días antes de la visita del viceministro egipcio a Washington, en la que se tenía que tratar de la
reapertura del estrecho de Tirana (Finkelstein op.cit. (1997: 127-129)).
114 En noviembre de 1966 Israel atacó la ciudad cisjordana de Samu, matando a 18 soldados jordanos
y destruyendo buena parte de la ciudad. La consecuencia inmediata de la represalia en Samu fueron las
revueltas palestinas contra el gobierno de Amman por su indefensión, y las críticas a Nasser por su retórica
vacía de acción y por esconderse detrás de la UNEF. Esto ocurría en unos momentos en que las autoridades
jordanas hacían todo lo posible para impedir las infiltraciones a Israel, hasta el punto de que habían muerto
más palestinos en manos de soldados jordanos que por los israelíes. La batalla aérea sobre Siria, que siguió
a un choque en la zona desmilitarizada de Hulah, con el resultado de seis aviones sirios derribados y el
vuelo victorioso de los israelíes sobre Damasco, hizo aumentar las críticas a Nasser y le colocó en una
posición todavia más incómoda.
115 Como veremos, en 1964 entró en funcionamiento la primera fase del Acueducto Nacional israelí
que desviaba agua del Jordán hacia el Negev. La Liga Arabe respondió convocando la primera cumbre en
El Cairo, donde se decidió desviar el agua de las fuentes del Jordán desde Siria. La reacción israelí fue el
bombardeo de las obras del desvío sin que los árabes tuvieran capacidad de reaccionar, poniéndose de
manifiesto una vez más su debilidad. En la misma cumbre de El Cairo se decidió la creación de la
Organización para la Liberación de Palestina (OLP), a iniciativa de Nasser y con muchas reticencias de la
mayoría de líderes árabes y grupos palestinos.
116 Ovendale, R. (1992: 201) The origins of the Arab-Israeli Wars. New York; London: Longman.

64
the duty of Arab brotherhood, it was also the duty of national security. Whoever
starts with Syria finish with Egypt"117

Sin embargo, el propio Nasser siempre planteó la situación desde un punto de vista
defensivo, incluso el famoso discurso en el que amenazaba de destrucción a Israel y que ha servido
al gobierno de Tel Aviv para presentar la guerra de junio de 1967 como defensiva, decía:
"... If Israel embarks on an aggression against Syria or Egypt (...) the battle will be
a general one and our basic objective will be to destroy Israel".118
Aunque la capacidad propagandística israelí ha conseguido que en Occidente sólo se
divulgara la frase final del discurso.

117 "Nasser's Resignation Broadcast, June 9, 1967", en Laqueur y Rubin op.cit. (1991: 189).
118 "Nasser's Speech to Arab Trade Unionists, May 26, 1967", en Laqueur y Rubin op.cit. (1991:
176).

65
II. LA GUERRA DE JUNIO DE 1967: UN NUEVO ESCENARIO POLITICO

Los seis días de la guerra de junio de 1967 transformaron completamente la realidad de


Oriente Medio. La conquista israelí dejó bajo control de Tel Aviv la totalidad del territorio
palestino, además del Sinaí egipcio y los Altos del Golán sirios. La superioridad en la victoria situó
a Israel en una posición claramente superior en el plano militar.
Israel triunfó sobre los árabes también en la batalla de la opinión pública internacional. La
imagen que se difundió y que justificó la guerra de junio fue la del pequeño David israelí, aliado
del bloque occidental, asediado por el terrible Goliat árabe, que estaba apoyado por el enemigo
soviético. Los gestos de Nasser en el Sinaí y el Mar Rojo, por su personalidad y por la
animadversión que despertaba en Occidente, sólo se leían en clave negativa, sin que los intentos de
acercamiento a la diplomacia estadounidense y las propuestas para solucionar los conflictos en el
Canal de Suez, en el golfo de Aqaba y sobre la interposición de fuerzas en el Sinaí llegaran a
difundirse y, sobre todo, sin que se conocieran los impedimentos israelíes a una salida honorable
para estos conflictos. Por otra parte, hay que decir que los gobiernos árabes también colaboraron en
la derrota propagandística. La emulación en las bravatas, sobre todo entre sirios y egipcios; los
discursos para uso árabe sin tener en cuenta que serían amplificados en Occidente; los gestos
agresivos para la legitimación de los regímenes ante sus opiniones públicas sabiendo que no se
tenía la fuerza en que apoyarlos, fueron de gran ayuda para el esfuerzo propagandístico israelí ante
la opinión pública propia y occidental. Pero, en la guerra de junio de 1967, los gobiernos árabes
aprendieron la lección de la importancia de la opinión pública occidental y de la necesidad del
apoyo europeo y, sobre todo, estadounidense.
La guerra de junio marcó el punto de inflexión en la implicación de Estados Unidos en
Oriente Medio, y en su apoyo al Estado judío, que ya no haría sino ir en aumento. Por otra parte, la
derrota militar también tuvo graves consecuencias para la influencia soviética en la zona, sobre
todo en las relaciones con Egipto, su principal aliado.
El mundo árabe sufrió en 1967 su segundo gran desastre en veinte años. De la misma forma
que la guerra de 1948 se convirtió en an-Nakba -la Catástrofe-, la guerra de 1967 sería an-Naksa -
el Desastre-. La derrota no fue sólo militar, también fue política e ideológica. El Egipto naserista,
que había liderado el mundo árabe, había marcado la pauta ideológica del panarabismo y había
sido uno de los promotores del Movimiento de los No Alineados, cedió el testigo a los regímenes
árabes conservadores y prooccidentales cuyo principal representante es Arabia Saudí. Una época
había muerto. El pueblo árabe, humillado y sin esperanzas, quedó huérfano de tutor y de ideología.
El vacío y la crisis que resultaron de junio de 1967 tuvieron graves consecuencias que, aún hoy, se
dejan sentir en el sistema político e ideológico árabe.
El Desastre de 1967 cambió también el papel de los palestinos en el conflicto. La derrota
minó la confianza del pueblo palestino en una solución al conflicto que viniera de los Estados
árabes. Al-Fatah, el grupo minoritario liderado por Yasser Arafat, había predicado

67
durante algunos años que los derechos del pueblo palestino sólo se podrían hacer respetar con su
propia lucha. La guerra de junio pareció darles la razón y, pronto, el apoyo mayoritario de los
refugiados. Una de las consecuencias más importantes de la guerra fue convertir a los palestinos en
un actor básico dentro del conflicto y en la política de Oriente Medio. Para ello tuvieron que
dedicar un gran esfuerzo a imponer su voz por encima de todas aquellas que decían hablar en su
nombre. No lo consiguieron totalmente hasta casi treinta años más tarde.
La ocupación militar israelí de los territorios palestinos de la Franja de Gaza, de Cisjordania
y de Jerusalén Este1 enfrentó nuevamente a las dos comunidades: judíos y palestinos. Desde 1948,
el conflicto había adquirido un carácter interestatal y el nivel intercomunitario se había mantenido
apagado con los esfuerzos de todos los gobiernos implicados, tanto árabes como el israelí. Tras la
guerra de 1967 prosiguieron los intentos de unos y otros por mantener el conflicto y su posible
solución en el plano estatal. Sin embargo, el rechazo israelí a las demandas que los regímenes
árabes ponían encima de la mesa para poder encontrar una salida negociada, por una parte, y la
lucha de la OLP, por la otra, situaron el núcleo de la disputa en el enfrentamiento de dos
nacionalismos: el sionista y el palestino.
Israel también se vio afectada en el plano doméstico por la victoria. La facilidad de la
conquista y el acceso a todo el territorio reivindicado para Eretz Israel impulsaron las tendencias
revisionistas y mesiánicas. La posición de Israel perdió pragmatismo y ganó ideologización, lo que
reforzó todavía más la intransigencia de Tel Aviv ante las reivindicaciones árabes y palestinas. Sin
embargo, el contacto de la sociedad israelí con la población de los Territorios Ocupados palestinos,
junto con la realidad del dominio militar y la represión, llevaron a una parte de la sociedad israelí a
creer en la necesidad de una salida pacífica al conflicto con concesiones por parte de Tel Aviv.
Poco a poco, la vida política israelí se fue polarizando en dos campos: el que defendía la ocupación
de toda la "Tierra de Israel", más radicalizado y cada vez más armado, y el que defendía la opción
"Tierra por Paz" en una negociación. Estos últimos fueron una minoría durante mucho tiempo,
pero ganaron fuerza a finales de los años ochenta.
La paz, tras la guerra de 1967, se alejaba más que nunca. Después de la gran victoria de
junio, Israel esperaba que el mundo árabe, derrotado, humillado y aislado internacionalmente, se
vería obligado a aceptar una negociación y unos acuerdos según las condiciones e intereses
israelíes. Sin embargo, la cumbre de la Liga Arabe en Jartum, en agosto del mismo año, decidió
emprender un camino distinto, en una dirección que se revelaría imposible: no a la negociación con
Israel, pero sí al acercamiento a Occidente.
En realidad, Israel no sentía ninguna necesidad de negociar o ceder territorio. La victoria de
1967 también impactó con gran fuerza en la percepción israelí de su posición ante el conflicto. En
el nuevo escenario mental israelí, los árabes no serían capaces de deshacer lo conseguido en 1967,

1 Territorios Ocupados palestinos. Jerusalén Este forma parte de Cisjordania, por lo que, si no se
menciona expresamente, se entenderá que Cisjordania incluye la zona este de la ciudad. Cuando se
mencionan los territorios ocupados, en minúscula, nos referimos a todos los territorios árabes ocupados por
Israel en 1967.

68
ni políticamente ni con una nueva guerra, y tampoco podrían dictar la estrategia a Tel Aviv, por lo
que deberían aceptar las pérdidas territoriales. Las nuevas fronteras de 1967 eran ideales y estaban
claramente definidas. Además, parecía evidente que ninguna fuerza exterior cambiaría el equilibrio
en favor de los árabes, ni militar ni políticamente. Entre 1967 y 1974 la política israelí estuvo
dominada por el grupo de los halcones laboristas (Meir, Dayan, Galilea) que controlaba la
seguridad, con un peso fundamental de Dayan. Estos eran abiertamente partidarios del
mantenimiento del statu quo, con una posición militante respecto a los territorios ocupados que se
reflejaba en el fomento de la colonización.
La posición oficial del socialsionismo hasta 1977 fue que la nueva partición no se haría más
que con los Estados árabes dispuestos a colaborar en las condiciones israelíes, sobre la base de su
propia interpretación de la resolución 242 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas2. Pero, en
realidad, se rehuyó la negociación y se hizo todo lo posible para convertir en un hecho consumado
la nueva partición. Ante la falta de presión internacional, los gobiernos laboristas se negaron a
dibujar ningún mapa o a establecer objetivos antes de la negociación.

2 La resolución 242 (S/Res/242 (1967)), después de una muy difícil gestación, fue votada el 22 de
noviembre de 1967 por unanimidad de los miembros del Consejo de Seguridad (para el debate sobre la
redacción de la resolución 242, ver Bailey op.cit. (1990: 267-278)). Los principales puntos se referían a:
"1. (...) the establishment of a just and lasting peace in the Middle East which should include the
application of both the following principles:
i) Withdrawal of Israel armed forces from territories occupied (en francés: des territoires occupés) in
the recent conflict;
ii) Termination of all claims of states of belligerancy and respect for and acknowledgement of the
sovereignty, territorial integrity and political independence of every State in the area and their right to live
in peace within secure and recognized boundaries free from threats or acts of force (...)" (resolución 242
del Consejo de Seguridad (S/Res/242), 22 de noviembre de 1967).
La resolución también afirmaba la necesidad de garantizar la libertad de navegación, de establecer
zonas desmilitarizadas y de solucionar el problema de los refugiados. Además, el Secretario General U
Thant debía designar un Representante Especial para impulsar un acuerdo de paz entre los Estados
implicados, cargo que recaería en el diplomático sueco Gunnar Jarring.
Hay que hacer notar que en la resolución no había ninguna mención especial al problema palestino
más allá del problema de los refugiados que, después de 1967, no era sólo palestino, pues cerca de 100.000
sirios de los Altos del Golán también se habían convertido en refugiados en Siria.

69
La política exterior laborista, a partir de 1967, hizo un giro total hacia los Estados Unidos3, lo
que coincidió con una creciente atención de Washington hacia Oriente Medio. A diferencia de
períodos anteriores, excepto con Eisenhower, Oriente Medio pasó a ser una prioridad en la política
estadounidense. La creciente popularidad de Israel en la opinión pública norteamericana y el
resultado de la guerra, que se magnificó con la imaginería de David y Goliat, ayudó a desviar la
atención de Vietnam y el sentimiento de culpa y de duda que acompañó a la intervención en el
sudeste asiático. A lo que se añadía, tras la experiencia de su intervención en Vietnam, una clara
satisfacción en la Administración Johnson porque el aliado israelí no había necesitado la ayuda de
los Estados Unidos4.
Sin embargo, se tenía conciencia de que las relaciones de Washington con los Estados árabes
sufrirían un importante deterioro. Al tiempo que, como en la URSS, se sentía un cierto temor a que
el conflicto árabe-israelí condujera a un choque de las dos superpotencias que pusiera en peligro la
distensión. Estas tensiones enfrentadas implicaban políticas contradictorias y una cierta parálisis,
que se resolvió al prevalecer los intereses domésticos y emocionales sobre el interés nacional. Así,
aunque la política estadounidense fue la de pedir la retirada israelí de los territorios árabes
conquistados, según se manifestaba en la resolución 242, no se hizo ningún esfuerzo para su puesta
en práctica. Estados Unidos, ocupado en Vietnam, dejó el conflicto de Oriente Medio en manos de
Naciones Unidas. No obstante, como consecuencia de las presiones en la política interior, el
gobierno estadounidense reforzó el compromiso con Israel, contra la opinión de un sector de la

3 Francia fue el principal suministrador de armamento a Israel hasta la llegada de la Administración


Kennedy al poder, que coincidió con un paulatino distanciamiento de De Gaulle respecto a la política
israelí. Kennedy era perfectamente consciente del peso del voto judío, hasta el punto que comentó a un
agradablemente sorprendido Ben Gurion: "I know I was elected by the votes of American Jews. I owe them
my election. Tell me, is there something that I can do for the Jewish people?", y poco más tarde sería Golda
Meir la que se alegraría al oír: "I think it is quite clear that in case of an invasion the United States would
come to the support of Israel" (citado en Clarke, D.L. (1988: 217-218) "Entanglement: The Commitment to
Israel", en Y. Lukacs & A. M. Battah (eds.), The Arab-Israeli Conflict. Two Decades of Change Boulder;
London: Westview Press). La ayuda ofrecida por la Administración estadounidense se concretó, antes de
1967, en el creciente suministro de moderno armamento, que aumentó todavía más con la Administración
Johnson. Sin embargo, sería a partir de 1967 cuando se inició la relación simbiótica entre Israel y los
Estados Unidos, que se manifestaría en una ayuda militar, económica y política, hacia Israel, sin paralelo
en la historia norteamericana.
4 Además, se inició una importante colaboración entre el establishment militar de los dos países,
pues los Estados Unidos agradecieron la información israelí sobre el armamento soviético capturado
durante la guerra -el mismo al que se enfrentaban en Vietnam- (Spiegel, S.L. (1988: 208) "American
Middle East Policy Since the Six Day War". Y. Lukacs & A. M. Battah (eds.), The Arab-Israeli Conflict.
Two Decades of Change Boulder; London: Westview Press). Esta relación iría creciendo, por una parte,
porque las guerras de Israel se convirtieron en un magnífico campo de pruebas del armamento
estadounidense; y, por otra parte, porque la ayuda militar a Israel se convirtió, en realidad, en un comercio
de armas subsidiado que creció incluso después del fin de la Guerra Fría. El lobby de la industria militar
presiona tanto o más que el lobby judío para el mantenimiento de la ayuda militar a Israel, pues es la forma
de mantener la cadena armamentista. La política de garantizar la superioridad militar israelí, convierte cada
compra árabe, incluso de los aliados de Estados Unidos, en un suministro de armamento de una nueva

70
Administración que creía que desequilibraría la región y que premiaría la ocupación de territorio.
El resultado fue que Israel no sintió ninguna presión para negociar con los Estados árabes, lo que
estimuló su sensación de impunidad ante las conquistas y su intransigencia.
La política de Estados Unidos hacia Oriente Medio, con la llegada de Nixon al poder,
evolucionó hacia una mayor implicación5. La relación especial con Israel no sólo se mantuvo
intacta, sino que se intensificó. Tras la guerra de 1967, y, sobre todo, a partir de la Administración
Nixon, se consolidó la consideración de Israel como una ventaja estratégica (strategic asset). Israel
encajaba en la política de contención de la influencia soviética. También creció la percepción del
Estado israelí como un protector de los intereses estadounidenses ante el nacionalismo árabe,
además de exacerbar las divisiones en el mundo árabe y debilitarlo, al tiempo que estabilizaba la
región con su hegemonía militar. Además, se veía como una garantía de supervivencia de los
regímenes árabes aliados de los Estados Unidos. Esta percepción se basaba en la victoria militar de
1967 y en la doctrina Nixon de 1969, que postulaba que los Estados Unidos debían apoyarse en
ciertos Estados en áreas cruciales para que protegieran sus intereses por substitución. También
influyó la movilización israelí en auxilio del rey Hussein, durante el Septiembre Negro jordano de
1970. Con el tiempo, de la percepción de Israel como strategic asset se pasó a ver la relación con
el Estado judío como un compromiso moral (moral commitment), lo que deslegitimó a los pocos
que no veían la relación con Israel como una ventaja estratégica, y quedó un solo predicamento
sobre la Administración y sobre la opinión pública norteamericana en lo que se refería a Israel.
El compromiso con Israel creció hasta casi confundirse con la política doméstica, a medida
que el lobby judío ganó todavía más fuerza -con la combinación de la creciente influencia del
lobby en los procesos electorales, y del mayor peso del Congreso en la política exterior
estadounidense-, junto con la ideologización de la política exterior norteamericana con la
Administración Reagan, y el creciente peso del fundamentalismo cristiano en la opinión y la
política estadounidense, ya que ven en Israel una condición para la Segunda Venida de Cristo. Con

generación a Israel, creando una escalada que sólo Washington puede detener (Zunes, S. (1996: 96-97)
"The strategic functions of U.S. Aid to Israel". Middle East Policy. IV(4)).
5 En una primera etapa, Oriente Medio todavía ocupó un lugar secundario, en la política exterior
estadounidense, comparado con Vietnam, China, las conversaciones SALT y el proceso de Distensión, pero
a partir de 1973 la región pasaría definitivamente a primer plano. En este primer período se enfrentaron dos
estrategias distintas dentro de la Administración estadounidense, la del Secretario de Estado, William
Rogers, y la del influyente consejero y su sucesor en la Secretaría de Estado, Henry Kissinger. Rogers
defendía una aproximación regional al conflicto y, en 1969, propuso un plan de paz, basado en la
resolución 242, que fue rechazado por Israel, lo que reforzó la posición de Kissinger. Este, abogaba por no
presionar a Israel para que negociara hasta que Egipto se alejara de la URSS y entrara en la órbita
estadounidense: "(...) cuanto más continuara el estancamiento más obvio sería que la Unión Soviética había
fracasado en lograr lo que querían los árabes. A medida que pasaba el tiempo, sus clientes árabes estarían
obligados a llegar a la conclusión de que la amistad con la Unión Soviética no era la clave para realizar sus
fines (...) Esta era mi estrategia, que gradualmente se convirtió en nuestra política desde 1969 en adelante
(...) En 1972 y 1973 la estrategia empezó a tener éxito" (Kissinger, H. (1979: 268) Mis Memorias. Buenos
Aires: Atlantida).

71
el moral commitment y la relación especial con Israel, en Estados Unidos, se llegó prácticamente a
la incapacidad de diferenciar sus propios intereses en Oriente Medio de los del Estado judío6.
Sin embargo, en 1969, el Secretario de Estado Rogers, intentó una nueva aproximación al
conflicto. La tensión estaba creciendo nuevamente en Oriente Medio a causa, sobre todo, de la
Guerra de Usura iniciada por Egipto. Además, los guerrilleros palestinos estaban demostrando una
capacidad militar que sorprendió a la mayoría de actores implicados, y las represalias israelíes
atacaban más y más duramente a Jordania. El régimen jordano se sentía cada vez más débil ante la
implantación conseguida por las fuerzas revolucionarias palestinas y la propia izquierda jordana.
Por otra parte, en el campo diplomático, la mediación de Jarring avanzaba, aunque sin
resultados aparentes. La URSS y Estados Unidos, a iniciativa soviética, abrieron conversaciones
para discutir el futuro de Oriente Medio. Francia, a su vez, propuso que las cuatro potencias -
Francia, Reino Unido, Estados Unidos y Unión Soviética- se reunieran en las Naciones Unidas
para buscar una salida al conflicto. Esta actividad en el campo político no era del gusto de Israel,
pues temía que se le impusiera una solución desde la potencias que sólo podía ir en la dirección de
la cesión de territorio. En este contexto, el 9 de diciembre de 1969, el Secretario de Estado Rogers
lanzó su iniciativa, que, junto con un alto el fuego en el Canal de Suez, no era más que la
interpretación estadounidense de la resolución 242 como "base para una paz justa y duradera", al
tiempo que proponía avanzar en un proceso paralelo de compromiso árabe en la paz y de retirada
israelí:
"(...) To call for Israeli withdrawal as envisaged in the U.N. resolution without
achieving agreement on peace would be partisan toward the Arabs. To call on the
Arabs to accept peace without Israeli withdrawal would be partisan toward Israel.
Therefore, our policy is to encourage the Arabs to accept a permanent peace based
on a binding agreement and to urge the Israelis to withdraw from occupied
territories when their territorial integrity is assured as envisaged by the Security
Council resolution."
Los elementos más relevantes del discurso de Rogers eran los relativos a la retirada israelí de
los territorios ocupados y a Jerusalén. En el primer aspecto, decía:
"The Security Council resolution neither endorses nor precludes these armistice
lines [de los acuerdos de armisticio de 1949] as the definitive political boundaries.
However, it calls for withdrawal from occupied territories, the nonacquisition of
territory by war, and the establishment of secure and recognized boundaries.
We believe that while recognized boundaries must be established, and agreed upon
by the parties, any changes in the preexisting lines should not reflect the weight of
conquest and should be confined to insubstantial alterations required for mutual
security. We do not support expansionism. We believe troops must be withdrawn
as the resolution provides (...)"
Respecto a Jerusalén, añadía:
"We have made clear repeatedly in the past two and half years that we cannot
accept unilateral actions by any party to decide the final status of the city. We
believe its status can be determined only through the agreement of the parties
concerned, which in practical terms means primarily the Governments of Israel and

6 Aruri, N.H. (1988: 77) "Palestinian Nationalism Since 1967: An Overview". Y. Lukacs & A. M.
Battah (eds.), The Arab-Israeli Conflict. Two Decades of Change Boulder; London: Westview Press.

72
Jordan, taking into account the interests of other countries in the area and the
international community. We do, however, support certain principles which we
believe would provide an equitable framework for a Jerusalem settlement.
Specifically, we believe Jerusalem should be a unified city within which there
would no longer be restrictions on the movement of persons and goods. There
should be open access to the unified city for persons of all faiths and nationalities
(...) And there should be roles for both Israel and Jordan in the civic, economic,
and religious life of the city".7

La reacción israelí ante el discurso de Rogers fue casi de crisis. Se convocó una reunión de
emergencia del gabinete, que se pronunció en un rechazo total del discurso de Rogers8. Era
evidente que la interpretación que hacía el Secretario de Estado de la resolución 242 no encajaba
con la política israelí, pues solicitaba la retirada de las tropas israelíes de los territorios ocupados y
la administración conjunta jordano-israelí de Jerusalén. Además, su propuesta de compromiso
paralelo en la paz y en la retirada de tropas invalidaba la estrategia israelí de exigir negociaciones
de paz sin condiciones territoriales, lo que, en la práctica, suponía impedir la apertura de
conversaciones y mantener el statu quo.
Egipto, en un primer momento, dudó ante el discurso de Rogers. Desde el partido del
gobierno, en El Cairo, se rechazó el plan. Sin embargo, Nasser, que se encontraba enfermo en
Moscú, aceptó la iniciativa de Rogers. Con este gesto, Nasser ponía la primera piedra de la política
que seguiría Sadat de acercamiento a los Estados Unidos y de admisión de la intervención
norteamericana en los asuntos de Oriente Medio, cerrando la página revolucionaria y no alineada
de la historia de Egipto9. Nasser, al tomar su decisión, era consciente del terrible coste que estaba
pagando Egipto por la Guerra de Usura10. La campaña de ataques iniciada por Egipto tenía el
objetivo de desestabilizar la región para obligar a las superpotencias a implicarse en el conflicto. Y,
como se ha visto con las distintas iniciativas diplomáticas, Nasser tuvo éxito en este sentido,
aunque ninguna potencia pudiera forzar a Israel a negociar.

7 "The Rogers Plan: Address by Secretary of State Rogers, Washington, D.C., 9 December, 1969"
(Lukacs op.cit. (1992: 58-60)).
8 "Statement by the Israeli Government Embodying a Reaction to the U.S. Secretary of State Rogers'
Address on United States Foreign Policy in the Middle East. Tel Aviv, 11 December, 1969" (Lukacs op.cit.
(1992: 182-183)).
9 Carl Brown, L. (1988: 137) "The June 1967 War: A Turning Point?". Y. Lukacs & A. M. Battah
(eds.), The Arab-Israeli Conflict. Two Decades of Change Boulder; London: Westview Press. La decisión
de Nasser también tendría importantes consecuencias en sus relaciones con la OLP, lo que se reflejaría en
Jordania poco después. La OLP percibió el Plan Rogers como un intento de aislar la dimensión palestina
del conflicto y de acallar su voz. El rechazo palestino a la iniciativa de Rogers y sus críticas a Nasser
distanciaron a la organización palestina del líder egipcio. Este cerró la radio de la OLP en El Cairo, y
abandonó a los palestinos en su enfrentamiento con Hussein durante el Septiembre Negro. El apoyo del rey
Hussein al plan americano fue un factor más que alimentó la tensión entre palestinos y el régimen hachemí
en Jordania.
10 La respuesta israelí a los bombardeos esporádicos y a los ataques de comandos egipcios, escaló de
los bombardeos de artillería a ataques aéreos de gran penetración, que obligaron a evacuar a cerca de un
millón de habitantes de las ciudades de la zona del Canal de Suez.

73
Sadat y Hussein de Jordania lo volverían a intentar a la muerte de Nasser, pero la percepción
de hegemonía e invulnerabilidad era tan patente en Israel, que el gobierno de Tel Aviv fue incapaz
de apreciar la voluntad de llegar a un acuerdo, sobre todo por parte del sucesor de Nasser en el
gobierno de Egipto, y no tuvo ningún interés en una paz que rompería un statu quo que le era
favorable. Sería necesaria una guerra que rompiera el desequilibrio en la relación de fuerzas, para
que Israel aceptara entrar en conversaciones con los árabes.

1. LA CONQUISTA DE ERETZ ISRAEL

El gobierno de Israel, en un primer momento, planteó sus objetivos en la guerra de 1967 en el


marco de la seguridad. No obstante, inmediatamente se pudo apreciar que también los regía una
clara ambición territorial. Además, y en este punto coincidían completamente los intereses israelíes
y estadounidenses, la derrota árabe debía desacreditar el liderazgo de Nasser en el mundo árabe y
debilitar la presencia soviética en Oriente Medio.
Oriente Medio, en 1967, se hallaba inmerso en una carrera de armamentos y en una escalada
de la tensión. Israel recibía armas de Estados Unidos, así como de Francia y el Reino Unido. Los
Estados árabes también tenían armamento de estos proveedores occidentales, pero el equipo más
moderno les llegaba del Este. Tel Aviv era consciente de su superioridad militar sobre los ejércitos
árabes, así que decidió impedir que se pudieran convertir en una amenaza real. Israel había ganado
la batalla de la propaganda a nivel internacional, por lo que decidió lanzar la ofensiva antes de que
los esfuerzos diplomáticos de Nasser para una desescalada de la tensión dieran resultado. El
objetivo israelí de seguridad se cumplió sobradamente. Además, Israel conquistó el Sinaí, la Franja
de Gaza, Jerusalén Este, Cisjordania y los Altos del Golán.
El 1 de junio de 1967 el gobierno laborista había sufrido una remodelación dando entrada a
los grupos Rafi y Gahal11 en un gobierno de unidad nacional, lo que reforzó las tendencias más
duras en el gabinete. La entrada de Menahem Begin en el gobierno y, sobre todo, la de Moshe
Dayan como ministro de Defensa, decantaron el equilibrio hacia el lado de los halcones, dejando a
Levi Eshkol, el Primer Ministro, con un papel casi simbólico12. Parece claro que si la extensión de
la guerra a Jordania y Siria, así como la conquista de los Altos de Golán y del territorio jordano de
Palestina, no entraban en los cálculos iniciales de Eshkol y de Rabin, Jefe del Estado Mayor, sí
estaban en mente de los halcones del gobierno y que éstos consiguieron imponer su línea de acción.
El objetivo original del ataque del 5 de junio se centró en la capacidad militar egipcia, para lo
que había recibido la luz verde de Washington. No obstante, tras haberlo conseguido en cuestión

11 El Rafi se había separado del Partido Laborista en 1965 y volvió a integrarse en él en 1968. Estaba
liderado por Ben Gurion y entre sus miembros más destacados se encontraban los jóvenes Moshe Dayan y
Shimon Peres. El Gahal formaba el núcleo del bloque revisionista y estaba liderado por Menahem Begin.
12 Hart op.cit. (1994: 196) llega a hablar de golpe militar en Israel unos días antes de la guerra con la
entrada de Dayan y Begin en el gobierno.

74
de horas, el enfrentamiento con Jordania y Siria pasó rápidamente a primer plano. Dayan era
consciente de que la campaña tenía que ser veloz, pues enseguida habría esfuerzos internacionales
para detener la guerra. Por esta razón, la invasión de los territorios jordanos en Palestina y de los
Altos del Golán se llevó a cabo acto seguido, sin respiro.
Israel tenía otra razón de peso para actuar velozmente. Estados Unidos había dado su
beneplácito a la humillación y derrota de Nasser, pero no a la conquista de tierras de Jordania y de
Siria, por lo que Tel Aviv no podía dejar tiempo de reacción a sus aliados americanos, aunque para
ello hubiera que atacar el barco espía estadounidense Liberty13 que podía controlar sus
comunicaciones y movimientos.
Algunos autores discuten que Israel hubiera diseñado una política de anexiones territoriales
antes de la guerra de junio14. Sin embargo, la anexión de territorios árabes por parte israelí ya se
había iniciado antes de la guerra de junio con la apropiación de las zonas desmilitarizadas que
separaban Israel y Siria, y no eran pocos los avisos de conquista territorial que los políticos
israelíes habían lanzado15.

13 El ataque al Liberty es uno de los episodios más extraños de las relaciones entre Israel y Estados
Unidos. El Liberty era un barco espía norteamericano que controlaba las comunicaciones israelíes y árabes.
Según Hart op.cit. (1994: 196) su función era asegurarse que Israel no iría más allá de lo acordado con
Washington en la agresión a Egipto. El 8 de junio aviones y torpederas israelíes atacaron el barco matando
a 34 tripulantes e hiriendo a 75. La mayoría de fuentes y testimonios de la CIA coinciden en
responsabilizar a Dayan del ataque. El objetivo sería destruir las pruebas de las provocaciones israelíes a
jordanos y sirios para forzar su participación en la guerra y evitar que Estados Unidos impidiera la
conquista del Golán en los días siguientes (Ovendale op.cit. (1992: 203)), (Bailey op.cit. (1990: 233-235)),
(Hart op.cit. (1994: 196-199)). Más allá del propio incidente, es interesante ver el episodio del Liberty en el
marco de las relaciones israelo-estadounidenses. Por una parte, parece demostrado que había algunos altos
funcionarios de la Administración americana que estaban avisados del ataque (Hart op.cit. (1994: 198)).
Por otra parte, es ilustrativo que la muerte de 34 estadounidenses no tuviera prácticamente ninguna
repercusión ni a nivel de opinión pública -tapándose el incidente-, ni a nivel diplomático -la ayuda
norteamericana no sólo se mantuvo sino que aumentó-, convirtiéndose en un buen ejemplo del poder del
lobby judío tanto en los medios de comunicación como en el aparato político de Estados Unidos. En
contraste, se puede comparar con cualquier acción de los palestinos en la que resultara muerto o herido
algún ciudadano estadounidense y la repercusión que tenía a todos los niveles.
14 Perlmutter op.cit. (1987: 207). ¡Es extraordinario como casi se afirma que las conquistas de junio
de 1967 se hicieron contra la voluntad de sus protagonistas! Según Perlmutter ni Eshkol (primer ministro),
ni Rabin (jefe del Estado Mayor) estaban a favor de las conquistas. Según una entrevista de 1976,
recientemente divulgada, Dayan no creía en el valor estratégico de los Altos del Golán y consideraba su
captura un "error", aunque reconocía que provocó deliberadamente a los sirios como pretexto para el
ataque que permitió su conquista (El País (13 de mayo de 1997: 4) "Dayán consideró un error la conquista
del Golán y la colonización de Hebrón"). Zeev Sternhell, siguiendo una visión ampliamente difundida por
la propaganda y la historiografía oficiales israelíes, ¡llega incluso a hablar de conquista involuntaria!: "Ce
n'est pas un hasard si la conquête involontaire de la Cisjordanie, du Golan et du Sinaï -résultat premier du
refus arabe et de l'effort pour éliminer Israël- débouche sur un malheur que notre société n'est pas encore
parvenue a surmonter" (Sternhell, Z. (1998: 4) "Révolution laïque pour le sionisme". Le Monde
Diplomatique). ¡Sternhell prácticamente acusa a los árabes de las consecuencias que tuvo la guerra y la
conquista de 1967 sobre la sociedad israelí!
15 La estrategia israelí en la línea de demarcación con Siria tenía tres objetivos principales: la
apropiación y drenaje de las marismas de Hulah, el control total del lago Tiberias y la construcción del

75
Ya se ha visto cómo el revisionismo sionista era claramente partidario de la anexión de todo
el territorio de la Palestina histórica. También en el laborismo había partidarios de la apropiación
de la totalidad de la "Tierra de Israel", y la práctica totalidad de los israelíes, empezando por Ben
Gurion, estaban disconformes con el dibujo de la Línea Verde de demarcación resultante de los
acuerdos de armisticio de 1949. Ya en la guerra de 1956 había claras ambiciones territoriales sobre
la Franja de Gaza y la costa egipcia del golfo de Aqaba. Poco antes de la guerra de 1967, el
ministro Yigal Allon había manifestado que en caso de guerra uno de los objetivos centrales de
Israel debía ser "the territorial fulfillment of the Land of Israel"16. En 1965 Abba Eban había
escrito:
"It is not absurd to imagine Arab leaders ardently urging 'a return to the frontier of
1966 or 1967', just as they now urge a return to the frontier of 1947 which they
once set aside by force. Wars have always been inhuman. They are now, in
addition, highly ineffective. The idea that any conceivable war in the Middle East
would substantially change the political or territorial structure deserves a more
critical scrutiny by Arab minds"17.

Más tarde, Mordecai Bentov, que en junio de 1967 formaba parte del gobierno de coalición,
confesaría en un artículo en el diario israelí Al-Hamishar que:
"The entire story of the danger of extermination [de Israel a manos de los ejércitos
árabes] was invented in every detail, and exaggerated a posteriori, to justify the
annexation of new Arab territory"18.

National Water Carrier. Para ello, siguiendo el modelo establecido en 1948, inició una política de
expulsión de los habitantes de la zona hacia Siria -donde se convirtieron en nuevos refugiados-, de
destrucción de los pueblos palestinos y de ocupación por colonos judíos. Al mismo tiempo, impidiendo la
labor de la UNTSO (United Nations Truce Supervision Organization), pasó a controlar militarmente las
zonas desmilitarizadas. Así, en 1964, Israel ya había conseguido sus objetivos, controlando Hulah y el lago
Tiberias y habiendo completado el Acueducto Nacional. La conquista de los Altos del Golán en junio de
1967 serviría para asegurar estos hechos consumados, además del propio valor estratégico y económico de
la zona. Esta política israelí y los choques que provocó con Siria, fue un factor básico en la escalada de la
tensión que condujo a la guerra de junio de 1967 (Muslih, M. (1993: 611-621) "The Golan: Israel, Syria,
and Strategic Calculations". Middle East Journal. 47(4)).
16 Citado en Finkelstein op.cit. (1997: 143).
17 Eban, A. (1965: 630) "Reality and vision in the Middle East". Foreign Affairs. 43(4). Las palabras
de Eban en Foreign Affairs eran un claro aviso y, además, una premonición de lo que sucedería en poco
tiempo. Sin embargo, parece que su opinión sobre la utilidad de las guerras en Oriente Medio sólo servía
para los árabes, como se puede apreciar por la guerra de junio de 1967 y por la política militar israelí hasta
la actualidad.
18 Mordecai Bentov en Al-Hamishar (14 de abril de 1971), citado por Hart op.cit. (1994: 195). La
excusa israelí para la guerra de junio de 1967 fue la amenaza a la existencia de Israel y de genocidio para
los israelíes por parte de los árabes (en este sentido ver: Abba Eban, "The Six Days War" (discurso ante la
Asamblea Especial de Naciones Unidas del 19 de junio de 1967), en Laqueur y Rubin op.cit. (1991: 207-
229)). Sin embargo, a pesar de las bravatas de los líderes árabes, estaba claro que el ataque israelí era
preventivo dada su superioridad militar, por lo que la amenaza árabe era menor de lo propagado. También
era verdad que Nasser no sólo estaba intentando encontrar una salida diplomática a la crisis, sino que
estaba embarcado en un enfrentamiento militar muy distinto y lejano al israelí, el de Yemen. Como ya se ha
visto, el propio Rabin reconocería en 1968 que Nasser no tenía intenciones ofensivas en 1967 (Hart op.cit.
(1994: 191-194)).

76
Aun en el caso de que, como afirma Perlmutter, no hubiera un plan de anexiones establecido
antes de la guerra, no cabe duda de que, ya durante la misma e inmediatamente después de las
conquistas, el debate en Israel no se estableció sobre la conveniencia de las mismas, sino sobre si
debían anexionarse la totalidad o sólo parte de los territorios ocupados. El mismo Perlmutter
reconoce que Moshe Dayan "declaró que las nuevas fronteras eran ideales como límites
defendibles, y enseguida los territorios conquistados se vieron como si tuvieran un valor muy
superior al de algo negociable en futuras conversaciones"19.
La conquista territorial de 1967 creó un situación nueva en Israel. Hasta entonces había un
consenso total sobre la Línea Verde de 1949, considerada como el espacio mínimo a mantener. La
guerra de junio rompió la unanimidad y distintas posiciones se enfrentaron sobre la cuestión
territorial, aunque se mantuvo el consenso en el rechazo a un Estado palestino y a la posibilidad del
retorno de los refugiados, así como en el mantenimiento del control del agua. Esta división de
opiniones, sobre el territorio a retener, afectó a la cohesión de la sociedad israelí y se convirtió en
uno de los elementos centrales de la política israelí20.
Algunas voces solitarias se alzaron en Israel contra la ocupación, más para prevenir de los
peligros de la propia ocupación para la sociedad israelí que para denunciar la agresión a los
derechos de los palestinos. Yehoshua Arieli ya avisó de la amenaza a nivel demográfico que
supondría la anexión de los Territorios Ocupados palestinos, además del peligro que implicaba

19 Perlmutter op.cit. (1987: 207).


20 La guerra de 1967 produjo un fuerte impacto en la vida política israelí. El debate interno perdió
peso y "derecha" e "izquierda" pasaron a identificarse con halcones y palomas en las relaciones con los
árabes (Eisenstadt, S.N. (1994: 152) ). "Changes in Israel's Society since the Yom Kippur War", en B.
Rubin, J. Ginat & M. Ma'oz (eds.), From War to Peace: Arab-Israeli Relations 1973-1993 Brighton; New
York: Sussex Academic Press; New York University Press). Más tarde, con los Acuerdos de Oslo de 1993,
se quebraría también el consenso sobre la posibilidad de un Estado palestino, lo que ahondó las grietas en
la sociedad de Israel y la comunidad sionista internacional. La solución final del conflicto, muy
probablemente, afectará todavía más la cohesión de la sociedad israelí. Lo que plantea algunas preguntas
importantes sobre el futuro de Israel.
El principal rasgo distintivo de la identidad e historia de Israel es, con toda seguridad, su relación
con un Oriente Medio árabe hostil. La amenaza, real o ficticia y potenciada por el propio sionismo, actúa
como elemento de cohesión a nivel interno y como foco de prestigio y suscitador de solidaridad a nivel
externo. Israel verá cómo los problemas disgregadores internos -de comunidad (sabras, sefardís,
ashkenazis, etíopes, etc.), religiosos (desde el fundamentalismo ortodoxo hasta el laicismo), ideológicos
dentro del sionismo, económicos, sociales, etc.- podrán actuar sin el freno de la amenaza exterior. Israel,
sin la amenaza árabe dejará de despertar el sentimiento de solidaridad actual, sobre todo en la comunidad
judía internacional y en Estados Unidos, por lo que surge la pregunta de: ¿en un contexto de paz, hasta
cuándo podrá el lobby judío en Estados Unidos mantener la presión sobre la Administración para que no
decaiga la ayuda norteamericana?
Finalmente, surge la cuestión de la posición de Israel en Oriente Medio sin la amenaza que lo
convierte en una potencia militar. En una situación de paz, Israel debería ser un Estado más de la región,
sin un peso específico lo bastante fuerte -ni económico, ni demográfico, ni geográfico, ni en recursos-
como para ir más allá de convertirse en otra de las potencias regionales que se disputan el liderazgo de

77
para el sistema político democrático israelí y para las actitudes personales y colectivas israelíes21.
Sin embargo, esta opinión fue claramente minoritaria y el debate en el laborismo y el revisionismo
sionista fue otro.
El grupo de los halcones, entre los que se contaban los partidos revisionistas que formaron el
Likud, además de los radicales del Partido Nacional Religioso y de las facciones del laborismo
Rafi y Ajdut Haavoda, defendía que la seguridad de Israel dependía de la expansión territorial.
Algunos entre ellos planteaban la cuestión no sólo como un problema de seguridad, sino que
proclamaban el derecho histórico y religioso de Israel a los territorios ocupados. Los halcones eran
los que habían dirigido la guerra, así que el resultado encajaba en sus planes. El grupo de las
palomas, constituido por el Mapam y la facción Mapai del laborismo, junto con los liberales
independientes, creía que había que hacer algunas concesiones territoriales para negociar con los
árabes.
La nueva situación creada por la guerra de 1967 provocó la aparición de nuevos movimientos
que suponían un nuevo paso en la polarización de la sociedad israelí. El más importante fue el
Movimiento Tierra de Israel, que agrupó a gente de todas las tendencias políticas con el objetivo de
la colonización y de la anexión de los territorios ocupados, además del establecimiento de las
fronteras definitivas en las líneas de 1967. En el polo opuesto, el Movimiento Pacifista surgió de
los sectores izquierdistas y defendía el regreso definitivo a la Línea Verde de 1949 para hacer
posible la convivencia pacífica con un Estado palestino. Sin embargo, mientras que la influencia de
los segundos se limitaba a parte del Mapam y a sectores situados a la izquierda del laborismo, el
Movimiento Tierra de Israel consiguió crear una opinión mayoritaria contra la devolución de los
territorios ocupados, haciendo imposible cualquier política de vuelta a las líneas de demarcación de
1949 e impulsando la colonización de la tierra conquistada en 1967.
Junio de 1967 reforzó el etnicismo por encima del estatalismo dentro del nacionalismo
israelí. El nacionalismo étnico se identifica con el territorio y tiende a sacralizarlo, en contraste con
el nacionalismo estatalista que le otorga un carácter más instrumental. Los grupos más radicales en
el revisionismo, al considerar un derecho sagrado la ocupación de la "Tierra de Israel", discuten
incluso la autoridad del Estado para ceder parte del territorio, en base a que éste pertenece al

Oriente Medio. ¿Podrá Israel integrarse en la región para convertirse en un actor más, sin posibilidades de
hegemonía?
21 Arieli, ya en 1969, puso sobre la mesa algunos de los temas que posteriormente se convirtieron en
cuestiones centrales del debate en la sociedad israelí. Por ejemplo, el problema de cómo mantener un
Estado judío y democrático al mismo tiempo, siendo árabe una gran parte de su población si se mantiene la
ocupación de la Franja de Gaza, Cisjordania y Jerusalén Este. O el problema del crecimiento del fanatismo
nacionalista entre los israelíes provocado por la represión de los derechos de los palestinos y por el
mantenimiento de la situación de guerra: "(...) with the society's adaptation to the state of emergency
politically and socially, a process of psychological adaptation would also have to take place (...) The last
need creates a tendency to reject any criticism coming from the outside and to develop a fanatic
nationalism and selfrighteousness refusing to consider any alternatives or listen to the voice of doubt".
(Arieli, Y. "Annexation and Democracy", New Outlook, julio de 1969: en Laqueur y Rubin op.cit. (1991:
448)).

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pueblo judío y no al Estado de Israel. El Estado también se ve debilitado por la ocupación, que
conlleva distintos sistemas administrativos y judiciales, por la indefinición de las fronteras, y por la
pérdida de legitimidad de sus instituciones al verse su autoridad discutida por las tendencias más
radicales del revisionismo sionista. El Israel que surgió de la guerra de 1967 se convirtió en un
Estado binacional de facto, con dos comunidades enfrentadas. Este hecho condujo a enfatizar la
etnicidad como identidad, tanto del grupo dominante como del dominado. Es sintomático que
desde 1967 creciera cada vez más el uso del término Eretz Israel en contraposición al de "Estado
de Israel"22.
Así, la guerra de junio de 1967 reabrió el debate israelí sobre las fronteras, cuestión que
había permanecido cerrada desde los Acuerdos de Armisticio de 1949. La indefinición de las
fronteras, impuesta por Ben Gurion en el momento de la Declaración de Independencia, se añadía a
las distintas concepciones de la "frontera", que conllevaban diferentes dibujos del espacio. Las
"fronteras de seguridad" no eran las mismas que las "fronteras históricas", las "fronteras bíblicas" o
las "fronteras de destino", y tampoco coincidían con las fronteras aceptadas internacionalmente o
las fronteras reivindicadas por los diversos actores árabes.
El sionismo socialista tenía claro que las fronteras religiosas o históricas no eran practicables
políticamente. Sin embargo, la ocupación y el contacto con la totalidad de la "Tierra de Israel"
alimentó la percepción religiosa e ideológica de los territorios ocupados, sobre todo de Cisjordania
y Jerusalén Este, que iría creciendo con el tiempo, incluso en los sectores más laicos de la sociedad
israelí. La creciente ideologización de la opinión pública israelí también fue producto de la propia
victoria en la guerra de 1967:
"Although the Six Day War was a tremendous military salvation and political gain,
and enabled us to get the peace with Egypt, we went a little bit crazy intellectually
as a result of it. We interpreted the war as not just a victory, but as a kind of
providential messianic event that changed history permanently and gave Israel the
power to dictate the future"23.

La política inicial del gobierno de coalición reflejó aspectos tanto instrumentales como
ideológicos respecto de los territorios ocupados. Por una parte, proponía la devolución del Sinaí y
los Altos del Golán, a cambio de su desmilitarización y de acuerdos de paz con Egipto y Siria. Y

22 Peri, Y. (1988: 49-50) "From Political Nationalism to Ethno- Nationalism: The Case of Israel", en
Y. Lukacs & A. M. Battah (eds.), The Arab-Israeli Conflict. Two Decades of Change Boulder; London:
Westview Press.
23 Abba Eban (entrevista con Thomas L. Freedman) New York Times (14 de junio de 1987), citado
en Carl Brown op.cit. (1988: 145). Pero, como veremos más adelante, en lo referente al futuro no fue así,
pues, como también comentaba Eban en la misma entrevista, el mundo árabe mantenía el poder del
rechazo. Este estado de ánimo en Israel tendría otras importantes consecuencias en la política exterior
israelí: su incapacidad para detectar las aproximaciones de paz árabes y la nula voluntad de hacer
concesiones a los árabes, que no creían necesarias dada la autopercepción de hegemonía militar en Oriente
Medio. La guerra de 1973 rompería esta percepción, pero la paz con Egipto volvió a dar tal sensación de
superioridad a Israel que, una vez más, se instaló en la intransigencia ante las reivindicaciones de los
palestinos y los Estados árabes.

79
por otra parte, para la paz con Jordania, sólo aceptaba una retirada parcial de las zonas más
pobladas de Cisjordania y propugnaba la anexión de Jerusalén Este. No obstante, después de la
Cumbre de la Liga Arabe en Jartum24, las consideraciones instrumentales sobre los territorios
ocupados perdieron peso al no poder servir en una negociación rechazada por los árabes.
La guerra de 1967 profundizó la militarización de la política exterior israelí y la extendió a la
administración de los territorios ocupados. Esta percepción en términos de seguridad militar, tanto
de las relaciones con el sistema árabe como con los territorios ocupados, impidió apreciar las
dimensiones políticas y sociales del conflicto. Al fracasar en el control político de la población
palestina, Israel aumentó el uso de los medios militares y cayó en una sobreestimación de la
capacidad de éstos para tratar el conflicto. Al mismo tiempo, evitó el análisis de las causas del
rechazo palestino a la ocupación. Por una parte, Israel se sumergió en la ideologización de la
percepción de Cisjordania y de Jerusalén principalmente, a través de cambios en el curriculum
educativo, de la creciente presión del nacionalismo y del revisionismo sionista más extremista y de
la creciente religiosidad en sus formas más fanatizadas y ligadas al nacionalismo25. Por otra parte,
también se desvió el debate sobre la resistencia palestina mediante la demonización de la OLP,
reduciendo toda acción de revuelta en los territorios ocupados a "actos instigados por la OLP".
La gran expansión territorial y la voluntad de colonizar las nuevas áreas tuvo otra
consecuencia importante en la misma razón de ser de Israel. El sionismo propugnaba la creación de
un Estado judío para que sirviera de refugio y protección a los judíos de la diáspora. Esta
concepción ya recibió un primer embate cuando se alentó a los sefardíes para que emigraran de los
países árabes y ayudaran a colonizar el nuevo Estado. A partir de 1967 la percepción de la
inmigración cambió ya totalmente, pasando a ser una necesidad para la colonización de los

24 La cumbre de la Liga Arabe, reunida en Jartum en agosto de 1967, decidió decir no a la paz con
Israel, a su reconocimiento y a negociaciones en las condiciones creadas por la guerra de junio de 1967.
25 El revisionismo sionista ganó apoyos en los años que siguieron a las conquistas de 1967,
consolidando y extendiendo su particular visión del mundo judío y su relación con Palestina: 1. Los judíos
tienen derecho al control exclusivo sobre Eretz Israel. 2. El pueblo judío siempre estará solo; nunca podrá
tener una existencia normal en la familia de las naciones. Esto le da licencia para desviarse de las normas
de comportamiento aceptadas por la comunidad internacional (lo que ciertamente caracteriza su política
exterior y de defensa, así como la actuación de sus agencias de inteligencia). 3. El antisemitismo es una
condición permanente. El mundo exterior está activamente comprometido en acciones destinadas a destruir
Israel y el pueblo judío. De aquí las continuas acusaciones de antisemitismo a cualquier gentil que se
muestre en desacuerdo con las políticas israelíes en los Territorios Ocupados. 4. El Holocausto continúa
siendo el centro de gravedad, el paradigma al que se debe adecuar cualquier análisis de las relaciones del
pueblo judío con el mundo. 5. Demonización de los árabes al asociarlos con el antisemitismo. Se les asocia
a Amalek, el eterno enemigo en el judaísmo bíblico, y al nazismo. De esta forma se justifica tanto la
expulsión y la represión de los palestinos, como los métodos terroristas empleados por los grupos de
colonos judíos más extremistas (Peleg op.cit. (1988: 62-63)). Así, el victimismo inherente al sionismo,
conduce a la creencia en el derecho a una sobrecompensación, a la seguridad total, al poder ilimitado y al
nacionalismo expansionista. Esto se manifiesta sobre todo en la política exterior y de defensa israelí.
Ejemplos de ello los encontramos en las conquistas territoriales de la guerra de junio de 1967 y el
mantenimiento de la ocupación, en la política de represalias incrementadas, o en la relación de Israel con
Líbano.

80
territorios ocupados y para la seguridad de Israel, con lo que se invertía el papel que debían jugar el
Estado y los judíos de la diáspora26.

1.1 La colonización de los Territorios Ocupados palestinos

La relación de Israel con los Territorios Ocupados se definió en los primeros meses de
ocupación. Jerusalén se convirtió desde el primer momento en una cuestión central en la política
israelí. El 28 de junio de 1967, tres semanas después de la ocupación, el gobierno extendió la
legislación israelí, su jurisdicción y la administración a la parte árabe de la ciudad, anexionándola
de hecho a Israel. Inmediatamente después disolvió la municipalidad de Jerusalén Este y levantó
las barreras que separaban las dos partes de la ciudad. Esta política de permeabilidad, diseñada por
Moshe Dayan, también se siguió en el resto de los territorios ocupados.
Dayan propugnó igualmente la necesidad de mantener los puentes abiertos con Jordania,
tanto para el movimiento de población como de bienes, con la intención de que Amman continuara
siendo la referencia para el futuro de los Territorios Ocupados27. La política de puentes abiertos de
Dayan se basaba en el fomento del autogobierno y la autonomía locales, manteniendo las
estructuras burocráticas creadas por los jordanos. También se abrió la frontera con Israel, de forma
que los territorios ocupados se entrelazaran cada vez más con el territorio y la economía israelíes.
Los asentamientos de colonos, durante los años del laborismo, se construían separados e
independientes de los núcleos urbanos palestinos. La política de puentes abiertos se pensó, además,
para no cerrar la posibilidad de una solución jordana al problema palestino. Otro objetivo de la
política de Dayan era procurar mano de obra barata a aquellos sectores que estaban faltos de ella.
Además, servía para que la producción agrícola cisjordana pudiera salir hacia el mercado árabe sin
convertirse en una competencia para la agricultura israelí28.

26 Así, el primer ministro Eshkol manifestaría: "After our military victory, we confront a fateful
dilemma; immigration or stagnation (...) By the end of the century, we must have five million Jews in
Israel" ("Principles Guiding Israel's Policy in the Aftermath of the June 1967 War as Outlined by Prime
Minister Eshkol. Jerusalem, 9 August, 1967", en Lukacs, Y. (1992: 171) The Israeli-Palestinian Conflict, a
documentary record 1967-1990, New York, Cambridge: Cambridge University Press). Esta inversión en la
percepción de la inmigración y de la razón de ser de Israel se hizo totalmente evidente, a finales de los años
ochenta y en los primeros noventa, cuando el gobierno israelí promovió la emigración de los judíos
soviéticos a Israel para contrarrestar el peso demográfico palestino y para forzar la colonización de los
Territorios Ocupados. En aquellos años, además de incentivar la inmigración, se llegó incluso a presionar a
Washington para que dificultara la emigración a Estados Unidos, que era el destino más deseado por los
judíos de la decadente Unión Soviética.
27 Kimmerling y Migdal op.cit. (1994: 242).
28 Peretz (1988: 28-29) "Israeli Policies Toward the Arab States and the Palestinians Since 1967", en
Y. Lukacs & A. M. Battah (eds.), The Arab-Israeli Conflict. Two Decades of Change Boulder; London:
Westview Press.

81
La anexión de Jerusalén Este provocó el rechazo general en Naciones Unidas y, el 4 de julio,
la Asamblea General votó la resolución 2253, invalidándola29. Sin embargo, paralelamente a la
anexión se continuó el proceso de judaización de la ciudad ya iniciado en 1948, cuando la parte
occidental se vio vaciada de habitantes palestinos30. Los palestinos desplazados de Jerusalén por la
guerra de 1967 también fueron numerosos31. Por otra parte, se planificó la separación física de
Jerusalén Este del resto de Cisjordania. Para ello, se inició un programa de construcción de
colonias para población judía que rodeaba la parte oriental de la ciudad32.
La anexión de Jerusalén Este, y su integración en Israel, se convirtió en un objetivo asumido
por la práctica totalidad de las fuerzas políticas israelíes, en un símbolo ideológico del sionismo
reforzado por su importancia dentro del judaísmo33. Sin embargo, de la misma forma que para el
sionismo, Jerusalén también forma parte de la simbología ideológica y política palestina y árabe; y,
de la misma forma que para el judaísmo, también forma parte de la simbología ideológica y
religiosa del Islam y el cristianismo. Arafat es consciente de esta dimensión de Jerusalén cuando
afirma:
"(...) there is no higher priority than Jerusalem. We must give it top priority, not
just as Palestinians and not just as Arabs, but also as Muslims and as Christians (...)
It is our capital and yours"34.

Por esta razón, la negociación del futuro de la ciudad tendrá una importancia fundamental
para el proceso de paz. Perlmutter llega a afirmar que:
"The process could collapse completely over the issue of Jerusalem, which is just
what Oslo was designed to avert. Israelis will not accept a divided Jerusalem as
their capital, nor will the Palestinians accept anything less than the establishment of

29 A/Res/2253 (ES-V) (4 de julio de 1967) "Measures taken by Israel to change the status of the City
of Jerusalem". Sobre Jerusalén en el marco del conflicto árabe-israelí, ver: Vilanova, P. (1999) Jerusalén.
Barcelona: Icaria-CIDOB).
30 La población árabe del Jerusalén Oeste pasó de 70.000 personas a 3.500 (Quigley, J. (1994: 56)
"Old Jerusalem: Whose to Govern? ". Problèmes politiques et sociaux. 738-739).
31 Entre 7.000 y 30.000 según las fuentes (Cattan op.cit. (1988: 253)).
32 Este programa culminó en febrero de 1997, cuando el gobierno israelí decidió la construcción de
un nuevo asentamiento de colonos judíos en Jabal Abu Ghneim, monte situado entre Jerusalén Este y
Belén. Este asentamiento completó el anillo de colonias judías alrededor del Jerusalén oriental, terminando
de separar la ciudad del resto de Cisjordania. Además, cambió el equilibrio demográfico de esta área que
engloba las ciudades palestinas de Belén, Beit Sahur y Beit Jala, creando una mayoría judía. Finalmente, el
asentamiento de Abu Ghneim, impide la expansión palestina de Jerusalén Este, pues se apropia de las
últimas tierras que podían dar respuesta a la acuciante carestía de vivienda en la parte palestina de la ciudad
(Jordan Times (16 de marzo de 1997: 7) "Facts and figures on the Har Homa settlement on Jabal Abu
Ghneim").
33 La esperanza de volver a Jerusalén formó parte de la simbología de la diáspora: "El año que viene
en Jerusalén". Y una vez conquistada la ciudad, Jerusalén es vista "(...) as the fulfillment of the biblical
promise, for most Israelis the unification of Jerusalem is a matter outside the domain of the Israeli
government or any other religious or secular body" (Ben-Meir, A. (1994: 96) "Jerusalem's Final Status
must reflect its uniqueness". Middle East Policy. III(3)).
34 "PLO Chairman Yasir Arafat, speech on Jerusalem to South African Muslims, Johannesburg, 10
May 1994", en Journal of Palestine Studies (Autumn 1994: 132).

82
East Jerusalem as their capital and Palestinian -not Jordanian- control over the
city's Islamic shrines"35.
Y su futuro será tanto más difícil cuando no son solamente los israelíes y los palestinos los
que tienen voz y opinión sobre la ciudad. La conquista de Jerusalén dio una dimensión más amplia
al conflicto árabe-israelí, extendiéndolo al mundo musulmán.36
Tanto el laborismo como el revisionismo consideran Jerusalén indivisible, hasta el punto que
en 1980 la Knesset votó una ley fundamental, con rango casi constitucional, proclamando en su
punto primero que: "Jerusalem, whole and united, is the capital of Israel"37. Esta unanimidad en la
consideración de Jerusalén se manifestaba todavía recientemente cuando el laborista Yossi Beilin y
el derechista Michael Eitan firmaron un documento conjunto, el 25 de enero de 1997, donde se
decía:
"[punto] D. Jerusalén
1. Jerusalén, dentro de sus actuales fronteras municipales, es la capital del Estado
de Israel y permanecerá como una ciudad unificada bajo soberanía israelí.
2. Los palestinos reconocerán a Jerusalén como capital del Estado de Israel y, a
cambio, Israel reconocerá 'la sede de la autoridad' de la entidad palestina que estará
dentro de las fronteras de la entidad palestina y fuera de las actuales fronteras
municipales de Jerusalén"38.

35 Perlmutter op.cit. (1995: 63).


36 En un plano más concreto, Jordania no quiere alejarse de la administración de los lugares santos
musulmanes, al mismo tiempo que reconoce a la OLP como el único interlocutor válido para la negociación
del futuro político de la ciudad (ver "Jordanian government, official statement on role in Jerusalem,
Amman, 28 July, 1994", en Journal of Palestine Studies (Autumn 1994: 136)). E incluso el Vaticano tiene
una participación activa en el conflicto por Jerusalén (ver Tincq, H. (1994: 59-60) "Le début d'une
réconciliation". Problèmes politiques et sociaux. 738-739).
37 "Law Enacted by Israel's Knesset Proclaiming Jerusalem the Capital of Israel. Jerusalem, 29 July,
1980" (Lukacs op.cit. (1992: 198)). El rechazo internacional a esta decisión unilateral del gobierno israelí
ya se había manifestado un mes antes en el punto octavo de la Declaración Europea de Venecia, del 13 de
junio de 1980, donde se decía: "8. The Nine recognize the special importance of the role played by the
question of Jerusalem for all the parties concerned. The Nine stress that they will not accept any unilateral
initiative designed to change the status of Jerusalem (...)" (Lukacs op.cit. (1992: 18-19)). La condena
internacional también se expresó, inmediatamente después del voto de la ley, en la resolución 478 del
Consejo de Seguridad de Naciones Unidas (S/Res/478 (1980)), del 20 de agosto de 1980, en la que se la
considera una violación del derecho internacional y, además, declara nulas todas las disposiciones
legislativas y administrativas adoptadas por Israel que modifiquen el carácter y la condición de la ciudad.
38 "Acuerdo Nacional para las Negociaciones sobre el Estatuto Final con los Palestinos", Nación
Arabe (primavera-verano 1997: 88). Este acuerdo respecto a Jerusalén se puede ver también en opiniones
como las de Teddy Kollek, quien fue alcalde laborista de la ciudad desde 1965 hasta 1993, que está
convencido de que "(...) cette ville restera unie comme elle l'est aujourd'hui" (Kollek, T. (1994: 57)
"Jérusalem, une et indivisible". Problèmes politiques et sociaux. 738-739). Aunque, por parte del Likud, la
posición adoptada es aún más dura y se rechaza incluso la posibilidad de hablar de Jerusalén en la
negociación del estatuto final de la entidad palestina. Así, Benjamín Netanyahu responde a la pregunta de
si negociará el estatuto de Jerusalén con los palestinos diciendo: "No, no está en nuestro programa. No
respetaremos todo lo firmado sobre Jerusalén" (El País (29 de mayo de 1996: 5)).

83
Los Acuerdos de Ginebra, de 2003, parecen resquebrajar ligeramente esta unanimidad y
reflejan un cambio de opinión de algunos políticos, como el propio Yossi Beilin, al proponer que
algunos barrios de Jerusalén Este pasen a formar parte del Estado palestino.
La posición de las fuerzas políticas israelíes respecto al resto de los territorios ocupados
estaba más dividida. En los primeros meses que siguieron a la guerra de junio, el gobierno de Tel
Aviv manifestó la intención de negociar la paz a cambio de la devolución de parte de los territorios
conquistados en 1967. Sin embargo, más allá de las declaraciones, Israel no hizo ningún esfuerzo
real para negociar e incluso despreció más de una oportunidad. La política de los gobiernos
laboristas de Eshkol, Meir y Rabin, hasta 1977, fue la de permanecer en los territorios ocupados,
colonizándolos y creando una partición de facto, mientras no hubiera negociaciones. Durante este
período, el diseño de la colonización de los territorios recayó en Yigal Allon, según el plan de su
mismo nombre, y en Israel Galili.
El Plan Allon abogaba por una relación instrumental con los territorios ocupados en función
de la seguridad de Israel. El nuevo mapa permitía un mayor despliegue militar y alejar el campo de
batalla de los centros urbanos israelíes. La propuesta de Allon también comprendía la devolución
de las zonas no estratégicas a los Estados árabes que negociaran la paz, al tiempo que procuraba
que las áreas de seguridad quedaran permanentemente integradas a Israel39. El Plan Allon nunca
fue adoptado oficialmente, por lo que jamás se diseñó un mapa de devoluciones territoriales. Sin
embargo, sí sirvió para trazar las líneas principales del mapa de colonias judías en los territorios
ocupados40.
La doctrina en la que se fundamentaba el Plan Allon no era nueva, pues había guiado al
sionismo desde el inicio de su implantación en Palestina: basar la seguridad en la ocupación
territorial41. Así, con los gobiernos laboristas, se estableció una estructura de colonias militares y
civiles, apoyada por unas pocas ciudades y una red económica y comercial proyectada por Galili.
El Plan Allon se dirigió principalmente al Valle de Jordán y otras zonas de Cisjordania, aunque la
misma filosofía se aplicó a la Franja de Gaza, a los Altos del Golán, al Sinaí norte y noroeste, a
Sharm al-Sheij y a algún otro enclave en la costa del Mar Rojo.
Israel Galili potenció y amplió los objetivos del Plan Allon. Galili era partidario de la
colonización de toda Eretz Israel y, para ello, además de las colonias "de seguridad", incentivó la
colonización de los territorios poco poblados. En 1973, apoyado por Dayan, los laboristas
adoptaron como plan rector el llamado Documento Galili. El Plan Galili marcaba una nueva
política que impulsaba el movimiento de colonización de Cisjordania y la Franja de Gaza más allá

39 Para la propuesta concreta del Plan Allon ver: Allon, Y. (1976: 38-53) "Israel: the case for
defensible borders". Foreign Affairs. 55(1).
40 Ver mapa Plan Allon. El mapa del Plan Allon se convirtió en el diseño que regiría la posición
laborista respecto a los Territorios Ocupados palestinos prácticamente hasta los Acuerdos de Oslo en 1993.
41 Ya se ha visto cómo la seguridad y la colonización se confunden en el sionismo desde sus inicios
hasta la actualidad, cuando todavía se usan argumentos de seguridad para justificar la construcción de
nuevas colonias en Cisjordania o Jerusalén.

84
de lo que Tel Aviv consideraba necesidades de seguridad. Además, fomentaba la creación de
nuevas colonias urbanas e industriales, rompiendo la tradición de la colonización agraria y dando
un paso más hacia la integración de los Territorios Ocupados en Israel42.
La nueva política laborista pronto sería abandonada por demasiado moderada con la llegada
al poder del Likud en 1977. A partir de este año, la colonización de los Territorios Ocupados se
convirtió en una prioridad gubernamental, con el objetivo de convertir en una realidad política y
demográfica Eretz Israel43. La conjunción del Likud en el gobierno y del crecimiento de los grupos
de la extrema derecha nacionalista, tanto religiosa como laica, potenció el movimiento colono más
ideologizado44, que conseguiría cada vez más apoyo de la sociedad israelí. No obstante, también se
vio rechazado por un amplio sector, polarizándose así la opinión pública alrededor del tema de la
colonización de los Territorios Ocupados.
La nueva colonización no se limita a zonas concretas, sino que rodea completamente las
poblaciones palestinas con asentamientos civiles y militares, con la intención de romper la
continuidad territorial palestina y hacer imposible su separación y autodeterminación. También se
aleja del Plan Allon al impulsar los asentamientos de colonos dentro de los núcleos urbanos
palestinos45.

42 "The 'Galili Plan' -Statement by Government Ministers of the Israeli Labour Party on Proposed
Policy in the Occupied Territories. August, 1973" (Lukacs op.cit. (1992: 184-187)).
43 Para una definición de la política del Likud hacia los Territorios Ocupados se puede ver:
"Fundamental Policy Guidelines of the Government of Israel as Approved by the Knesset, 5 August, 1981",
en Lukacs op.cit. (1992: 199-200).
44 Entre los grupos de extrema derecha más influyentes se encuentra el Gush Emunim (Bloque de la
Fidelidad), que nació como respuesta a las primeras cesiones territoriales israelíes en el Sinaí y en el
Golán, tras la guerra de octubre de 1973. El objetivo de Gush Emunim era impedir concesiones territoriales
en Cisjordania mediante el impulso de la colonización. El nuevo grupo se presentaba como el heredero del
sionismo de los pioneros, pero defendía su posición con argumentos religiosos y mesiánicos.
Una característica de los grupos de la extrema derecha nacionalista y religiosa, es su tendencia a la
violencia anti-árabe e incluso contra el ejército israelí en las pocas ocasiones en que los soldados se
enfrentan a ellos para mantener el orden. Otro de los grupos violentos es el Kach, que aboga por la
expulsión de los palestinos de Israel y de Cisjordania. Los grupos israelíes de extrema derecha tienen
fuertes lazos de unión con organizaciones judías de Estados Unidos, de donde, por ejemplo, procedían los
principales líderes tanto de Gush Emunim (Moshe Levinger), como de Kach (Meir Kahane). El nuevo
nacionalismo religioso, a pesar de no ser muy importante en número de militantes, sí lo es en influencia,
tanto directa sobre los partidos de la derecha sionista, como sobre el proceso de negociaciones al haber
creado hechos consumados con los que los gobiernos israelíes no se atreven a enfrentarse, ni tan siquiera
los laboristas. Por ejemplo, en la entrevista antes mencionada, Moshe Dayan manifestaba su
arrepentimiento por no haber podido evitar el asentamiento de Moshe Levinger y el grupo fundador de
Gush Emunim en Hebrón (El País (13 de mayo de 1997) "Dayán consideró un error la conquista del Golán
y la colonización de Hebrón"). Las consecuencias del asentamiento judío en Hebrón se dejan sentir en las
dificultades que crea al proceso de paz, y en hechos cruentos como la matanza, el 25 de febrero de 1994, de
más de 30 palestinos en la Mezquita de Ibrahim (Abraham) de Hebrón, a manos de un colono judío
procedente de Estados Unidos (Keesing's (February 1994: 39883)).
45 Alvarez-Ossorio, I. (1997: 71-72) "La paz truncada.Los asentamientos israelíes en Gaza,
Cisjordania y Jerusalén". Nación Arabe. 31-32.

85
Así, desde la guerra de junio de 1967, la colonización de los Territorios Ocupados ha ido
ganando importancia tanto por el hecho consumado que representa, como por el cambio ideológico
y político que ha provocado en la sociedad israelí. Los territorios ocupados en 1967 se convirtieron
en el principal escollo para la paz por la nula voluntad del gobierno israelí de aceptar su
devolución. Este rechazo fue provocado, desde el mismo 1967, tanto por razones ideológicas como
de seguridad, aunque dependiendo de la zona dominaban unas u otras. Sin embargo, las primeras
fueron ganando peso, creciendo así los obstáculos a una posible retirada israelí46.

2. EL RESURGIMIENTO DE LA DIMENSION PALESTINA DEL CONFLICTO

Pocos días después de la derrota de junio de 1967, George Habash y Yasser Arafat se
encontraron por primera vez en un restaurante de Damasco. Al comentario dolido del primero de
que todo estaba perdido, una opinión generalizada entre los palestinos tras el Desastre, Arafat
respondió de forma optimista: "¡No es el fin, es el principio!"47.
La reunificación de Palestina bajo la ocupación israelí tuvo una consecuencia inesperada,
devolvió el carácter intercomunitario al conflicto árabe-israelí. Tras la Catástrofe de 1948 la
disputa por Palestina se había manifestado principalmente como una colisión entre Estados. Sin
embargo, con la conquista israelí de todo el territorio palestino en 1967, el conflicto volvió a sus
raíces: la lucha de dos pueblos por un mismo suelo. Pero, antes de nada, los palestinos debían
hacerse reconocer como un actor en el juego, y con una voz lo suficientemente fuerte para tener
que ser escuchada, tanto por los israelíes y la comunidad internacional, como por los gobiernos
árabes48. Cuando Arafat manifestaba su optimismo lo hacía en la creencia de que había llegado el
momento en que la voz de los palestinos sería oída.
La derrota de 1967 supuso un fuerte golpe a la legitimidad de los regímenes árabes que
habían querido controlar el movimiento de liberación palestino. Asimismo, su poder negociador
ante las guerrillas se vio seriamente mermado49. Los palestinos vieron la guerra de junio de 1967

46 En la actualidad, a estos elementos, hay que añadir el hecho no baladí de que las nuevas
generaciones israelíes han crecido educados en la posesión de estos territorios. Los mapas en las escuelas
no señalan las líneas de demarcación anteriores a 1967. Además, la política de los gobiernos del Likud
desde 1977 se ha dirigido a convertir estos territorios en parte de Israel, tanto física como
psicológicamente. El resultado es que, para estas generaciones, la devolución de los Territorios Ocupados a
los palestinos no es tal, sino una concesión, que puede ser necesaria políticamente, pero no un derecho de
sus habitantes palestinos (Golan, G. (1994: 60) A Palestinian State from an Israeli Point of View". Middle
East Policy. III(1)).
47 Citado en Hart op.cit. (1994: 203).
48 Recordemos que en el comunicado final de la cumbre de la Liga Arabe en Jartum ni siquiera se
mencionaba a la OLP.
49 Esta debilidad de los regímenes árabes ante el movimiento palestino se manifestaría entre 1967 y
1970 en la vía revolucionaria que siguieron los palestinos, enfrentados al conservadurismo que se expandió
por la mayoría de las capitales árabes. Jordania y Líbano, los dos Estados con un régimen más débil, serían
el máximo exponente de este enfrentamiento.

86
como una derrota de las ideologías, instituciones, partidos, ejércitos y diplomacias árabes. Los
regímenes árabes ya no podían continuar detentando la responsabilidad de la causa palestina como
habían hecho desde 1947. Las relaciones del movimiento de liberación palestino con los regímenes
árabes en estos años se pueden diferenciar en dos períodos: un primer período (1967-1970) de
ofensiva revolucionaria, en el que los palestinos se oponen a la opción conservadora que intenta
reimplantar un orden político estable sin cambios en profundidad, y un segundo período (1970-
1973), en el que los regímenes recuperan el control e imponen su estrategia negociadora,
enfrentados a la OLP50.
Los choques entre los palestinos y los regímenes del frente fueron creciendo, hasta el punto
que, desde 1967, la OLP se ha enfrentado militarmente a tres de los cuatros Estados vecinos de
Israel: Jordania, Líbano y Siria. La principal fuente de discordia fue la emergencia de un
movimiento popular palestino fuerte y creíble, que amenazaba con contagiar con sus ideas y
ejemplo a la población árabe. Además, el crecimiento de la fuerza guerrillera palestina y la
utilización de los Estados del frente como base para sus acciones contra Israel suponían una doble
amenaza para los gobernantes: por una parte, el desafío que implicaba una fuerza militar tan
poderosa y no controlada por el Estado y, por otra parte, las represalias israelíes que se cebaban en
estos países. Finalmente, otro elemento de colisión era la propia independencia de la organización
palestina, que en muchas ocasiones chocaba en sus planteamientos y acciones con los intereses de
los regímenes51.
No obstante, sin que transcurriera mucho tiempo tras la derrota de 1967, la mayoría de los
líderes árabes se acercaron a Fatah, pues era la organización mejor situada para convertirse en la
voz de los palestinos. Desde su origen había proclamado la necesidad de basar la lucha, en primer
lugar, en la liberación de Palestina, sin someterse a ningún límite ideológico, de forma que era una
organización abierta a todo el espectro. También se había esforzado en mantener la independencia
respecto a los Estados árabes, lo que en la nueva situación le daba una mayor credibilidad ante la
opinión pública palestina. El grupo de Arafat fue de los primeros en reiniciar las acciones armadas.
Sin embargo, lo que le dio mayor prestigio y millares de militantes fue la victoria de Karameh
sobre el ejército israelí, en marzo de 196852. Tras Karameh, Fatah pasó a ser el interlocutor

50 Aruri op.cit. (1988: 73).


51 Miller, A.D. (1988: 123) "The PLO in Retrospect: The Arab and Israeli Dimensions", en Y.
Lukacs & A. M. Battah (eds.), The Arab- Israeli Conflict. Two Decades of Change Boulder; London:
Westview Press.
52 La batalla de Karameh, aunque tuvo un peso militar muy limitado, supuso un punto de inflexión
en la historia palestina, pues consolidó el movimiento de resistencia y le dio fuerza para desarrollarse. Tras
intentar iniciar una guerra de liberación popular en Cisjordania, y fracasar bajo la represión israelí y el
tímido apoyo de la población palestina, Fatah decidió trasladar su base de acción a Jordania. Su principal
centro se hallaba en el pueblo de Karameh, donde había también un campo de refugiados palestinos, cerca
de la orilla este del río Jordán. El 21 de marzo de 1968, el ejército israelí cruzó el río con un gran
despliegue de fuerzas y atacó el pueblo con la intención de acabar con la guerrilla de Fatah. Sin embargo,
se encontró con una fuerte oposición por parte de los palestinos, muy inferiores tanto en número como en
armamento. Finalmente, los comandos palestinos, apoyados por la artillería jordana, obligaron a los

87
inevitable para los regímenes árabes, y la organización se encontró en situación de dominar la OLP
y el movimiento de resistencia palestino.
La derrota de 1967 fue un golpe fatal para el viejo liderazgo de la OLP. Ya en diciembre del
mismo año, Fatah y las otras organizaciones guerrilleras habían exigido y conseguido la dimisión
de Shuqairy, quien fue sustituido transitoriamente por Yahya Hammuda. En julio de 1968, en el
Cuarto Consejo Nacional Palestino reunido en El Cairo, los grupos guerrilleros aumentaron su
influencia dentro de la OLP, imponiendo el principio de la primacía de la lucha armada para la
liberación de Palestina, como se reflejaría en la nueva Carta Nacional Palestina reformada:
"Article 9: Armed struggle is the only way to liberate Palestine and is therefore a
strategy and not tactics. The Palestinian Arab people affirms its absolute resolution
and abiding determination to pursue the armed struggle and to march forward
towards the armed popular revolution, to liberate its homeland and return to it [to
maintain] its right to a natural life in it, and to exercise its right of self-
determination in it and sovereignty over it"53.

israelíes a retirarse dejando abandonados equipo y heridos. La batalla de Karameh tuvo un fuerte impacto
en los medios de comunicación árabes y entre la población palestina, convirtiendo a los fedayin en los
héroes del mundo árabe. También tuvo un efecto simbólico como recuperación del honor perdido en el
Desastre de 1967 -Karameh significa "Honor" en lengua árabe-. La batalla de Karameh, además, enfrentó
por primera vez a palestinos e israelíes en un choque militar abierto y, después de las derrotas de los
ejércitos árabes, se saldó con victoria palestina. Esto se vio como una demostración palpable de lo que
Fatah había defendido desde su nacimiento: eran los propios palestinos quienes debían luchar por su
liberación. Las consecuencias de Karameh se dejaron sentir inmediatamente, pues Fatah, en pocos días,
consiguió la fuerza y el prestigio necesarios para imponer su liderazgo en el movimiento de resistencia
palestino, y para ser escuchada por los gobiernos árabes. Sin embargo, la batalla de Karameh tuvo un
efecto positivo para Israel, pues la comunidad occidental aceptó sin rechistar la invasión de territorio de
otros Estados como norma de conducta de Tel Aviv y, a partir de aquel momento, el ejército israelí no dejó
de hacerlo confiado en la indiferencia internacional (Hart op.cit. (1994: 228)).
53 "The Palestinian National Covenant, 1968", en Lukacs op.cit. (1992: 292). La vía armada pronto
se reveló como un instrumento más político que militar en la lucha contra Israel. Fue esencial para recordar
al mundo que los palestinos todavía existían y dar publicidad a sus reivindicaciones nacionales, para lo cual
no fue de poca importancia la estrategia del Frente Popular de Liberación de Palestina de extender la lucha
armada donde hubiera objetivos enemigos, más allá del territorio palestino. La vía armada dio la fuerza a
los palestinos para devenir un actor inevitable en cualquier intento de solución del conflicto. Las acciones
de los comandos también tuvieron repercusiones en Israel, por su coste económico, por la inestabilidad
política que provocaban, por su influencia en la inmigración judía y por las críticas internacionales a las
represalias del ejército israelí (Nassar op.cit. (1991: 195-196)). A medida que la OLP y la dimensión
palestina del conflicto se asentaron y recibieron el reconocimiento árabe e internacional, las acciones
militares fueron decreciendo y se potenció la vía política. La vía armada también ganó adeptos, tras la
derrota de 1967, como la única salida, incluso psicológica, a la situación de impotencia y privación en que
se encontraron los palestinos de la diáspora (a este respecto ver un ejemplo en el testimonio de un joven
palestino en Montville, J.V. (1988: 366) “Psychological Considerations in the Peace Process", en Y.
Lukacs & A. M. Battah (eds.), The Arab-Israeli Conflict. Two Decades of Change Boulder; London:
Westview Press). Otro factor que potenció la vía armada fue el contexto internacional en los años sesenta,
cuando la lucha de los movimientos de liberación popular contra el imperialismo y el colonialismo estaba
en su apogeo y era apoyada por la práctica totalidad de fuerzas progresistas en todo el mundo (se puede
encontrar un ejemplo cercano y una explicación de este contexto en Roberto Mesa (1971) Las revoluciones
del Tercer Mundo, Madrid: Cuadernos para el diálogo).

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Medio año más tarde, en febrero de 1969, el Quinto Consejo Nacional Palestino ya fue
dominado por la guerrilla y escogió a Yasser Arafat como Presidente de la OLP. Fatah, con otros
tres miembros en el Consejo Ejecutivo además de Arafat, se convirtió en el grupo más fuerte
dentro de la organización, aunque nunca fue el grupo hegemónico54. La nueva OLP, en la que
tuvieron cabida los grupos guerrilleros y en la que se vieron representados la mayoría de sectores
de la sociedad palestina, fue el embrión de un movimiento nacional que, lentamente, evolucionó
hacia una estructura política y administrativa sofisticada hasta adquirir la forma de un Estado. La
reforma de la organización también aceleró el proceso de sustitución de las elites políticas y
sociales palestinas, trasladándose de las grandes familias tradicionales hacia otros ámbitos, como
los profesionales, intelectuales, comerciantes o estudiantes, tanto de dentro de los Territorios
Ocupados como de la diáspora.
La implantación de la OLP en los Territorios Ocupados sería más lenta y laboriosa que en el
exterior. El intento de Fatah, poco después de la guerra de junio de 1967, de lanzar una guerra
popular de liberación en los territorios palestinos se saldó con un rotundo fracaso. La represión
egipcia y jordana había limitado la actividad de los grupos guerrilleros, a lo que se añadió la
represión israelí que capturó los ficheros del servicio de inteligencia de Amman en Cisjordania.
Junto con la debilidad organizativa de Fatah y la represión, los llamamientos a la insurrección y a
la lucha chocaron con las elites ligadas a Jordania desde 1948, quienes esperaban un acuerdo de
Israel con el rey Hussein que restituyera la situación anterior a la guerra y condujera a la paz
definitiva. Para este sector de opinión, muy amplio en los primeros años de la ocupación, las
actividades de los guerrilleros eran contraproducentes pues podían impedir el acuerdo. Sin
embargo, aquellos hombres que habían iniciado la resistencia al ejército israelí ganaron prestigio y
audiencia a medida que la ocupación se endurecía y avanzaba la colonización judía del territorio55.
El liderazgo y el apoyo popular inicial a la OLP surgieron de la diáspora, y con ellos las
directrices políticas que dominaron durante bastantes años la actividad y las propuestas de la

54 En aquel momento, Fatah habría tenido la fuerza y el apoyo de Arabia Saudí y Egipto para
marginar a los demás grupos y ser reconocida como la OLP (Cobban op.cit. (1984: 166)). Sin embargo, la
corriente mayoritaria en Fatah pretendía convertir a la OLP en una organización amplia y representativa de
todo el pueblo palestino. La dispersión territorial, la diversidad de clases y de situación socio-económica, la
variedad política y religiosa, hacían de la resistencia palestina un conglomerado que difícilmente se podía
reflejar en un único espejo ideológico y organizativo. Fatah, cuando se reformó la OLP, trabajó para que la
organización ganara en legitimidad, independencia e influencia, para lo cual era necesario el apoyo de
todos los sectores de la sociedad palestina y de los grupos guerrilleros, al tiempo que se debía mantener el
de los Estados árabes. De esta forma, la OLP pasó a ser la encarnación del nacionalismo palestino. Para
mantener la legitimidad de la organización y que ninguna otra pudiera reclamar la representación del
pueblo palestino, se potenció la política de unidad y consenso. Sin embargo, la política de mínimo común
denominador terminaría dando mucha capacidad de influencia a los grupos más radicales, por una parte, y a
aquellos que dependían de los regímenes, por otra (Rubenberg op.cit. (1988: 99)). El consenso también
restó flexibilidad política a la organización, por lo que, en muchas ocasiones, su posición ante el conflicto
con Israel fue a remolque de las circunstancias. No obstante, la unidad era básica para conseguir la voz y la
representatividad que volverían a situar la dimensión palestina en el centro del conflicto.
55 Cobban op.cit. (1984: 37-39).

89
organización. En un primer momento, tras la derrota de junio, pareció que las elites de los
Territorios Ocupados podrían desarrollar un liderazgo propio. No obstante, ni Jordania, ni Israel, ni
la propia OLP estaban interesadas en ello. No sería hasta más tarde, cuando se acercaron las
opiniones de la diáspora y del interior, que un nuevo liderazgo crecería ganando su legitimidad en
base al apoyo de la OLP. Entre 1967 y 1970, la posición mayoritaria en Cisjordania era la de
esperar la devolución a Jordania. La intransigencia israelí, la muerte de Nasser y el Septiembre
Negro jordano, en 1970, provocaron un fuerte sentimiento de impotencia y parálisis, que se
manifestó en desinterés y resignación por parte de muchos políticos cisjordanos. A partir de 1973,
los palestinos del interior se acercaron a la OLP, pasando a considerarla su única representante
legítima. Ello se debió, principalmente, al creciente reconocimiento internacional de la OLP, unido
a la marginación del rey Hussein en el proceso negociador que se abrió después de la guerra de
octubre de aquel año, y a que la organización palestina lanzó la nueva propuesta de creación de un
Estado palestino en los Territorios Ocupados en 1967, más realista y ajustada a los intereses del
interior56.
El pensamiento político y las reivindicaciones de la nueva OLP surgieron del exilio y
reflejaron el sentir de los palestinos de la diáspora. La idea del retorno y de la recuperación de
Palestina continuaron formando el núcleo de sus demandas. La Carta Nacional Palestina de julio de
1968 introdujo importantes cambios respecto a la anterior. A diferencia de 1964, la nueva OLP
marcó distancias con los Estados árabes y recalcó su independencia y su derecho a la soberanía:
"Article 18: The liberation of Palestine, from an international viewpoint is a
defensive act necessitated by the requirements of self-defence. For this reason the
Arab people of Palestine (...) looks to the support of the states which love freedom,
justice and peace in restoring the legal situation to Palestine, establishing security
and peace in its territory, and enabling its people to exercise national sovereignty
and national freedom".
"Article 28: The Palestinian Arab people insists upon the originality and
independence of its national revolution and rejects every manner of interference,
guardianship and subordination"57.

Fatah, ya en 1967, empezó a discutir la propuesta de un Estado democrático y laico en


Palestina, en el que tuvieran cabida todos los palestinos, tanto musulmanes y cristianos como
judíos. Pero la política de Fatah de no imponer sus decisiones llevó a más de un año de discusiones
en la OLP, y no se adoptó dicha propuesta hasta el Quinto Consejo Nacional Palestino, en febrero

56 Sahliyeh, E. (1988: 88-89) In Search of Leadership: West Bank Politics since 1967. Washington:
The Brooking Institution. Otros factores que facilitaron el contacto de los palestinos del interior con la
OLP fueron la emigración y, paradójicamente, la represión israelí que en muchas ocasiones tomaba la
forma de deportaciones. En la Franja de Gaza la situación fue más difícil para los palestinos. Por una parte,
la resistencia fue más dura pues había un mayor número de refugiados y recordaban la experiencia de la
ocupación israelí en 1956, además, tenían armas para luchar. Sin embargo, también la represión dirigida
por Ariel Sharon, uno de los máximos exponentes del ultranacionalismo israelí, fue más cruenta. Pero, a
pesar de la mayor tradición de resistencia en Gaza, el aislamiento del resto del mundo árabe al que se
vieron sometidos les restó protagonismo (Cobban op.cit. (1984: 179-180, 182, 184)).

90
de 1969. La nueva línea despertó fuertes reticencias en algunos sectores, pues significaba aceptar la
permanencia de todos los judíos que vivían en Israel, como sería reafirmado por Yasser Arafat en
1974 en su discurso ante la Asamblea General de Naciones Unidas:
"(...) when we speak of our common hopes for the Palestine of tomorrow we
include in our perspective all Jews now living in Palestine who choose to live with
us there in peace and without discrimination"58.

La política de la OLP en estos años se enfrentó a prácticamente todos los Estados árabes. A
principios de los años setenta, la gran mayoría de los gobiernos árabes estaban dispuestos a
reconocer de facto a Israel y a aceptar la resolución 242. Además, la propuesta del Estado
democrático y laico no sólo chocaba con la política de los regímenes por su rechazo a Israel, sino
también por las ideas que representaba, que de ninguna forma encajaban con los sistemas políticos
de los Estados árabes.
Paradójicamente, una de las principales preocupaciones de Fatah y la OLP, en los años que
siguieron a la derrota de 1967, fue que Israel se retirara de los territorios conquistados en la guerra
de junio y que los Estados árabes firmaran la paz59. Los esfuerzos de los gobernantes árabes por
negociar acuerdos de paz con Israel eran vistos con claro temor por la OLP, pues su éxito habría
supuesto el fracaso del nacionalismo palestino y la renuncia total tanto a la Palestina unida como al
derecho al retorno de los refugiados.
La OLP también vio como una amenaza la resolución 242, pues podía abrir un camino a la
paz de los Estados árabes con Israel. Además, tenía dos razones fundamentales para no aceptarla.
En primer lugar, la resolución chocaba con su política de liberación de toda Palestina y con la
propuesta de un Estado democrático y laico en todo el territorio palestino. Para los palestinos
refugiados y del exilio, aceptar la resolución significaba admitir la partición y renunciar al retorno a
las casas y tierras perdidas en 1948. La resolución 242 y la negociación de la paz sobre sus
postulados eran el fin de sus esperanzas60. Sin embargo, a mediados de los setenta, sería la propia

57 "The Palestinian National Covenant, 1968", en Lukacs op.cit. (1992: 291-295).


58 "Speech by Yasser Arafat to the UN General Assembly, 13 November, 1974", en Lukacs op.cit.
(1992: 332).
59 Arafat siempre consideró que Israel cometió un gran error al no retirarse de los territorios
ocupados en aquel momento: "(...) They should have withdrawn. When they did not do so they made their
fatal mistake. (...) All of the regimes would have made peace on those terms if they had been offered it. (...)
We would have been finished [Fatah y el movimiento de liberación palestino] and our cause would have
been lost. But Israel's leaders were very stupid. It is the consequence of their arrogance of power" (citado
en Hart op.cit. (1994: 208-209)).
60 Es fácil comprender las posiciones maximalistas de la OLP entre 1967 y 1973, ya que se daban en
un contexto internacional propicio. Son los años que siguen a las victorias anticoloniales y antiimperialistas
de los movimientos de liberación en el Tercer Mundo, que se convirtieron en ejemplo y esperanza para
muchos de los pueblos que continuaban oprimidos. Arafat, en 1969, comentaría: "Our struggle is part and
parcel of every struggle against imperialism, injustice and oppression in the world. It is part of the world
revolution which aims at establishing social justice and liberating mankind" ("An interview with 'Abu
Ammar' (Yasser Arafat), published in Free Palestine, August, 1969", en Laqueur y Rubin op.cit. (1991:
378)).

91
OLP la que daría el difícil paso de la renuncia al aprobar la política de establecimiento de una
Autoridad Nacional Palestina en los Territorios Liberados, a la que poco después seguiría la de un
Estado Palestino Independiente en los Territorios Liberados. Estos cambios en los objetivos
palestinos, que implicaban la admisión de la Línea Verde como frontera y el reconocimiento de
facto del Estado de Israel, sólo fueron posibles a medida que la realidad militar y diplomática se
fue imponiendo sobre la esperanza y la rabia de los refugiados y, también, a medida que la voz de
los palestinos del interior se hizo oír con más fuerza en la organización61.
No obstante, en segundo lugar, todavía quedaba otro motivo tanto o más importante para no
acatar la resolución 242. En ésta, los palestinos no eran mencionados, y tan sólo se les recordaba
cuando expresaba la necesidad "for achieving a just settlement of the refugee problem". El hecho
de tratar a los palestinos tan sólo como refugiados no era una abstracción semántica, sino que se
reflejaba en una política concreta que suponía negarles el derecho a la autodeterminación, y a
participar como actores en el conflicto y en su solución62. Así, el primer gran esfuerzo de la OLP
en su actividad, tanto guerrillera como política, se dirigía a imponer su voz como la única válida
para la solución del problema palestino. Un objetivo que sólo se consiguió en su totalidad tras 25
años de lucha.
La aceptación de la resolución 242 fue siempre un elemento de discordia dentro del
movimiento palestino, sobre todo por ser un factor básico en las relaciones con Estados Unidos.
Washington puso como condiciones a la OLP, para empezar a dialogar, que acatara la resolución

China, Cuba, Argelia, Vietnam, son espejos en los que se reflejan los palestinos de la diáspora. Mao,
Castro y Che Guevara, Ho Chi Minh, y, más cercanos, los argelinos y Frantz Fanon son la fuente de
inspiración de los pueblos que todavía luchan contra el colonialismo. Fanon iniciaba su Les damnés de la
terre con una observación realista: "Libération nationale, renaissance nationale, restitution de la nation au
peuple, Commonwealth, quelles que soient les rubriques utilisées ou les formules nouvelles introduites, la
décolonisation est toujours un phénomène violent." Y concluía diciendo que "le Tiers Monde est
aujourd'hui en face de l'Europe comme une masse colossale dont le projet doit être d'essayer de résoudre
les problèmes auxquels cette Europe n'a pas su apporter de solutions (...) Donc camarades, ne payons pas
de tribut à l'Europe en créant des états, des institutions et des sociétés qui s'en inspirent" (Fanon, F. (1968:
5, 232) Les damnés de la terre. Paris: François Maspero).
Ante estas propuestas, que reflejan el pensamiento de la mayoría de movimientos de liberación
nacional de la época, estaban servidos los choques con los regímenes árabes, que eran un producto de
Occidente y estaban haciendo lo posible por acercarse a Occidente y por negociar una salida política al
conflicto. En este marco, también era difícil esperar que los palestinos que malvivían en los campos de
refugiados jordanos o libaneses hicieran un ejercicio de frialdad analítica y aceptaran la renuncia a lo que
todavía consideraban su tierra. Serían necesarias otras derrotas sufridas directamente y grandes cambios en
el contexto internacional para que se impusiera la realidad de su debilidad y aislamiento. (Para un análisis
de la relación del movimiento palestino con el contexto revolucionario ver el capítulo "La resistencia
palestina y los movimientos de liberación nacional", en Mesa, R. (1978: 73-87) La lucha de liberación del
pueblo palestino. Madrid: Cupsa Editorial).
61 Paradójicamente, en la actualidad, es la voz de los refugiados que dieron fuerza a la OLP la que ha
quedado apagada bajo la estrategia del Estado palestino en los Territorios Ocupados.
62 Así se reflejaría, incluso, en la actividad de Naciones Unidas hasta que, en 1974, la Asamblea
General reconoció a la OLP como representante palestino. Jarring, por ejemplo, no negoció con la OLP en
ningún momento.

92
242 y que reconociera el derecho a la existencia del Estado de Israel. Hasta 1988, la mayoría en la
OLP rechazó estas condiciones pues no eran correspondidas con el reconocimiento del derecho de
los palestinos a la autodeterminación. Sin embargo, fueron bastantes las voces palestinas que
abogaron por la aceptación de la resolución y por abrir puentes de contacto con la Administración
norteamericana, pero la política de unidad y búsqueda del máximo consenso, entre otros factores,
lo impidió hasta 1988.
Las relaciones entre Estados Unidos y la OLP siempre fueron difíciles y estuvieron
dominadas por la desconfianza. El resurgimiento del nacionalismo palestino, tras la guerra de
1967, fue percibido en Washington como una nueva amenaza revolucionaria que se insertaba en el
contexto de Guerra Fría. Esto fue aprovechado por Israel para estrechar todavía más su relación
con el país norteamericano al presentarse como un aliado fiel y una base de contención de la
amenaza63. Así, los planes de paz estadounidenses, desde Rogers a Reagan, estuvieron pensados
para frenar al nacionalismo palestino64. Kissinger veía a la OLP y a los grupos guerrilleros como
clientes de Moscú, sin distinciones entre ellos. La victoria de Carter y la salida de Kissinger dio
esperanzas a los palestinos, que se vieron pronto rotas por la llegada de Begin al poder en Israel.
Unos pocos, dentro de la Administración estadounidense, creyeron que había que afrontar el
problema palestino desde otra óptica. Como Harold Saunders -miembro del equipo de Kissinger y
de Carter para Oriente Medio-, quien, ya en 1975, reconoció ante un Comité del Congreso que el
núcleo del conflicto se hallaba en su dimensión palestina, y que no podía haber una solución final
sin una salida justa para los palestinos65. Sin embargo, la influencia de Israel en los Estados Unidos
es tal que hace prácticamente imposible defender posiciones contrarias a los intereses del Estado
judío en la Administración norteamericana. En la OLP no se supo analizar la fuerza de esta
relación y se fue imponiendo la opinión de que, si moderaban sus objetivos y los medios para
conseguirlos, los Estados Unidos reconocerían la representatividad de la organización y el derecho
a la autodeterminación del pueblo palestino. Desde Washington, se lanzaron señales en este sentido
en alguna ocasión, la más clara con la Administración Carter. Esto abrió una y otra vez el debate
sobre la aceptación de la resolución 24266.

63 La influencia de Israel también fue fundamental para impedir el establecimiento de relaciones


entre la Administración estadounidense y la OLP. Israel usó todas sus armas para vedar el contacto
norteamericano con la OLP, desde la presión del lobby judío, hasta el asesinato (por ejemplo los de Ali
Hassan Salameh, en 1979, o el de Atef Bseiso, en 1992) de los palestinos que mantenían contactos secretos
o no oficiales con funcionarios estadounidenses (Mattair, T.R. (1992: 128) "The Arab Israeli Conflict:
From Shamir to Rabin to Peace?". Middle East Policy. I(3)). Aunque probablemente el factor clave fue el
Memorándum F, incluido en los compromisos adoptados por Estados Unidos hacia Israel en 1975 como
compensación por la firma del Segundo Acuerdo de Separación de Fuerzas con Egipto. En este
memorándum el gobierno norteamericano prácticamente cedió el poder de veto a Israel en el
reconocimiento de la OLP como interlocutor válido (Clarke op.cit. (1988: 223)).
64 Aruri op.cit. (1988: 77).
65 Bailey op.cit. (1990: 349).
66 Edward Said, en 1995, todavía afirmaba que la OLP se equivocó al no aceptar la resolución y
entrar en relaciones con los Estados Unidos, pues, según su opinión, la Administración Carter-Vance era

93
Los sectores más moderados dentro de la OLP intentaron aproximarse a Washington en más
de una ocasión, a través de Arabia Saudí o Egipto, pero no pudieron conseguir que el Comité
Central de la organización aceptara la resolución 242 hasta 198867. En esta actitud había tres
elementos fundamentales. Por una parte estaba el rechazo que despertaba la resolución sin un
reconocimiento de los derechos palestinos. También estaba el hecho de que la aceptación de la
resolución y el reconocimiento de Israel eran las principales cartas palestinas en una negociación, y
no se podían jugar antes de iniciar el envite, aunque Arafat al final lo hizo y se quedó sin mano
para negociar. Por otra parte, también estaba la desconfianza en la capacidad o en la voluntad de
los Estados Unidos de influir sobre Israel. Esta desconfianza se vio alimentada una y otra vez por
actitudes de Washington como, en 1982, cuando amenazó de veto una propuesta de resolución
franco-egipcia en el Consejo de Seguridad para añadir el reconocimiento de los derechos políticos
de los palestinos a la resolución 24268. Otro hecho que impactó gravemente en la confianza
palestina hacia los Estados Unidos fue su incapacidad para hacer respetar las garantías dadas a la
OLP para la retirada de Beirut en 1982, cuando el precio que se pagó por confiar en Washington
fue la matanza en los campos de refugiados de Sabra y Shatila.

sincera al querer negociar la cuestión palestina en el marco de los Acuerdos de Camp David (Said, E.W.
(1995-a: xxi) The Politics of Dispossession. The Struggle for Palestinian Self-Determination 1969-1994.
London: Vintage).
67 En julio de este año el rey Hussein de Jordania, presionado por la Intifada, renunció oficialmente
a Cisjordania y rompió los lazos que todavía unían a Amman con la administración de aquel territorio
palestino. En noviembre siguiente, el Consejo Nacional Palestino proclamó el Estado Palestino y, al cabo
de un mes, Arafat, ya totalmente seguro de que nadie podría discutir la representatividad de la OLP, aceptó
la resolución 242 y rechazó el terrorismo ante una reunión especial de Naciones Unidas en Ginebra. El día
después los Estados Unidos iniciaron un diálogo de bajo nivel con la organización palestina. Este diálogo
se inició a causa, en buena medida, de la evolución positiva en la percepción pública occidental y
norteamericana de los palestinos después de Sabra y Shatila, y con la Intifada. Los contactos de la
Administración estadounidense con la OLP, sin embargo, continuarían con dificultades e interrupciones
debido a las presiones israelíes y a la oposición que despertaban en un gran sector de la política
washingtoniana, hasta el punto de que la posición del gobierno norteamericano ante muchas de las
reivindicaciones palestinas es aún más tímida e intransigente que la del laborismo israelí.
68 Cattan op.cit. (1988: 285).

94
2.1 Amman ¿el Hanoi árabe?

La relación de los palestinos con Jordania siempre fue difícil. A finales de los sesenta, varios
hechos terminaron por hacer inevitable el choque con el régimen hachemí en Jordania: la opción
revolucionaria adoptada por la OLP y las organizaciones guerrilleras; la fuerza que consiguieron,
tanto militar como en influencia política; su defensa del nacionalismo palestino; y su oposición a
una solución negociada que no respetara su derecho a la autodeterminación69.
Entre 1969 y 1970, crecieron las incursiones de los fedayin desde Jordania y las represalias
incrementadas israelíes adquirieron un nuevo carácter todavía más cruento al usar los bombardeos
aéreos como castigo. Esto hizo crecer la ya alta tensión entre los grupos de guerrilleros y el
régimen jordano. En 1970, las organizaciones palestinas eran la única autoridad en muchas áreas
de Jordania70, un Estado dentro del Estado, y las presiones desde los sectores jordanos del ejército
sobre el rey Hussein se sumaron a las de Israel y Estados Unidos para que se enfrentara a los
fedayin. En la escalada de tensión que se estaba desarrollando sólo evitaban la colisión las dudas de
Fatah, por un lado, y de Hussein, por el otro.

69 Las relaciones de los palestinos con Jordania fueron siempre difíciles, y se vieron todavía más
dañadas con la llegada de una nueva oleada de más de 250.000 desplazados palestinos en 1967. La mayoría
de la población palestina siempre vio con recelo al régimen hachemí, del que discutía su legitimidad. De la
misma forma, también discutió su pertenencia a un proyecto común con Jordania que no respetaba la
identidad nacional palestina. El renacimiento del nacionalismo palestino y su institucionalización eran una
amenaza clara a las aspiraciones expansionistas que ya habían inspirado a Abdallah. Su nieto Hussein
perdió los territorios palestinos de su reino ante Israel y el nacionalismo palestino se convertía en un
peligro a sus esperanzas de recuperlos políticamente.
El sentimiento de "palestinidad" no es el mismo en todos los sectores. Es más fuerte en los habitantes
de los campos de refugiados, entre los cuales se le añade una gran hostilidad hacia el régimen jordano. En
las clases medias que prosperaron en Jordania, la identidad palestina es dominante, pero pierde aliento la
hostilidad al régimen. Un tercer grupo, el de los hombres que se enriquecieron en Jordania, colaboró con el
régimen y se convirtió en uno de sus pilares. Este grupo está formado mayoritariamente por las grandes
familias que apostaron por Abdallah y la unión con Jordania. Finalmente, un cuarto grupo estaría formado
por aquellos palestino-jordanos que emigraron a los países del Golfo. Estos mantuvieron su identidad
palestina y consideraban su pasaporte jordano como instrumento burocrático que les facilitaba la vida, no
como un signo de identidad nacional. Después de la Guerra del Golfo de 1991 y su expulsión de Kuwait a
Jordania, este grupo se añadió a los que no sentían ningún apego para el país del hachemí. La creación de la
OLP en 1964 y, sobre todo, su refundación tras la guerra de 1967 fue un desafío directo a la pretensión del
rey Hussein de representar a los palestinos y de conseguir la fidelidad al régimen hachemí (Brand, L.(1995:
17-18, 20) "Palestiniens et Jordaniens: une crise d'identité". REP. 57).
70 La convivencia entre el Estado y los guerrilleros se había regulado en Líbano con el Acuerdo de El
Cairo, que dejaba la seguridad y la administración de los campos de refugiados en manos de los palestinos
y establecía mecanismos de coordinación de los comandos con el ejército libanés, lo que, por un tiempo,
evitó los enfrentamientos ("The Cairo Agreement, 3 November 1969", en Lukacs op.cit. (1992: 456-457)).
En Jordania, sin embargo, no se llegó a ningún acuerdo parecido, por lo que la tensión entre las dos partes
se desbordó más fácilmente. Líbano, a pesar del Acuerdo de El Cairo, de 1969, sintió las consecuencias del
Septiembre Negro, ya que la mayoría de los guerrilleros palestinos que salieron de Jordania se trasladaron
allí. Esto complicó más la ya embrollada situación libanesa y, aunque se firmó un nuevo acuerdo en
Melkart, en 1973, terminaría siendo uno de los factores que conducirían a la guerra civil en aquel país a
partir de 1975.

95
La cúpula de Fatah no quería abandonar el principio de no injerencia en los asuntos internos
de los Estados árabes, pero su opinión era minoritaria entre los fedayin, incluidos los de Fatah.
Además, la presión desde los grupos más radicales, principalmente el FPLP de George Habash, era
enorme y anunciaba públicamente su voluntad de derrocar al régimen hachemí71. El rey Hussein
dudaba de sus fuerzas para derrotar a los palestinos, además de temer la reacción de los otros
Estados árabes, principalmente Egipto, Siria e Iraq72.
Tras algunas escaramuzas que polarizaron aún más la situación, y que crecieron con el apoyo
del rey Hussein a la iniciativa de paz de Rogers, la chispa saltó cuando el FPLP secuestró tres
vuelos internacionales y los desvió hacia el desierto jordano donde permanecieron 600 pasajeros
como rehenes. Sin embargo, lo que decidió a Hussein fue el apoyo de Nasser.
Nasser, tras más de dos años de intentar una salida política al conflicto, y consciente del
precio que estaba pagando Egipto por la Guerra de Usura, acogió la iniciativa de paz de Rogers con
esperanza. El rechazo palestino al plan de Rogers y a la mediación de Jarring, expresado
públicamente y con críticas directas a Nasser, le enfrentó abiertamente a la OLP, lo que le decidió a
comunicar su apoyo al rey Hussein para una acción que debilitara las guerrillas palestinas73.
Hussein aprovechó las disensiones entre la OLP y Nasser e inició la ofensiva contra los grupos
guerrilleros. Esta terminó con el exterminio y la expulsión de los fedayin de Jordania, con la ayuda
tanto israelí como de Estados Unidos74.

71 En la Plataforma del FPLP se decía: "[punto 6] Revolution in Both Regions of Jordan. We must
not neglect the struggle in east Jordan for this land is connected with Palestine more than with the other
Arab countries. The problem of the revolution in Palestine is dialectically connected with the problem of
the revolution in Jordan. A chain of plots between the Jordanian monarchy, imperialism and Zionism have
proved this connection (...) The harmony of the struggle in the two regions must be realised through co-
ordinating organs whose tasks will be to guarantee reserves inside Palestine and to mobilise the peasants
and soldiers in the border-territories (...) This is the only way in which Amman can become an Arab Hanoi:
-a base for the revolutionaries fighting inside Palestine" ("Platform of the Popular Front for the Liberation
of Palestine", en Laqueur y Rubin op.cit. (1984: 382-383)).
72 Iraq todavía tenía 17.000 soldados estacionados en Jordania desde 1967, pero no intervino en
apoyo de los palestinos. Según opinión de los palestinos, porque Hussein compró su pasividad (Hart op.cit.
(1994: 283)).
73 Nassar op.cit. (1991: 124, 130); Hart op.cit. (1994: 278-280). El Septiembre Negro, la masacre
llevada a cabo por el rey Hussein pero aceptada por el orden árabe, dejó claro que los regímenes podían
aniquilar el movimiento palestino si amenazaba el sistema árabe (Rubenberg, C.A. (1988: 100) "The
Structural and Political Context of the PLO's Changing Objectives in the Post-1967 Period", en Y. Lukacs
& A. M. Battah (eds.), The Arab-Israeli Conflict. Two Decades of Change Boulder; London: Westview
Press).
74 Los palestinos fueron abandonados por los Estados árabes, incluso los más radicales. Iraq mantuvo
la neutralidad y no intervino. Siria, envió tropas y tanques al norte de Jordania, pero debió retirarlas ante la
amenaza de intervención israelí. El régimen sirio estaba dividido en facciones que se enfrentaron por la
ayuda a los palestinos. La facción civil consiguió enviar algunas unidades del ejército de tierra, pero el
general Assad se negó a darles apoyo aéreo, por lo que no pudieron hacer frente a las amenazas israelíes y a
los ataques de la aviación jordana y debieron retirarse. La facción militar del régimen Ba'azí en Siria, más
pragmática, no quería enemistarse con el posible aliado hachemí en la más que probable nueva guerra con
Israel. Dos meses más tarde el general Assad dio un golpe de Estado y se hizo con el poder. Hussein recibió
también el concurso de Washington, que movilizó la Sexta Flota como aviso a la Unión Soviética para que

96
Paradójicamente, el Septiembre Negro jordano tendría unas consecuencias nefastas para el
régimen hachemí. La expulsión de las guerrillas palestinas de Jordania era una muestra más de la
apuesta de Hussein por la solución política del conflicto a través del alineamiento con Estados
Unidos. El rey jordano, a diferencia de los presidentes de Siria y Egipto, y también de la OLP, erró
su análisis y creyó que habría una presión norteamericana sobre Israel lo bastante fuerte como para
obligar al Estado judío a ceder los Territorios Ocupados a Jordania75. Hussein no entendió que, sin
cambios en la relación de fuerzas, Tel Aviv no sentiría ninguna presión para negociar y, mucho
menos, para devolver el territorio cisjordano76. Al eliminar a las milicias palestinas y al no
participar en la ofensiva árabe de octubre de 1973, Jordania quemó las bazas que tenía en su mano
para tratar con Israel y, a partir de aquel momento, se vería marginada de cualquier iniciativa de
paz y pasaría a tener un papel secundario en el conflicto árabe-israelí. Esta marginación se
expresaría incluso en el marco árabe cuando la Liga Arabe, en 1974, reconoció a la OLP como
única representante legítima del pueblo palestino.
La expulsión de Jordania también tuvo graves consecuencias para el movimiento palestino.
El Septiembre Negro demostró a los palestinos que no podían confiar en ningún régimen árabe y
que era básico mantener la independencia. La derrota en Jordania tuvo lecturas distintas para Fatah
y para el FPLP y el FDLP. Mientras que el grupo de Arafat la veía como una reafirmación de su
principio de no intervención en los asuntos internos de los Estados árabes, los segundos opinaban
que el fracaso se debía a no haber sabido conseguir el apoyo de los movimientos populares de
oposición al régimen hachemí77. La pérdida del frente jordano en la actividad guerrillera fue el

presionara a sus aliados sirios para que se retiraran. La URSS, que no sentía ninguna simpatía por la
posición de la OLP ante el conflicto con Israel y que no quería provocar situaciones de peligro con Estados
Unidos, también presionó sobre Siria para forzar la retirada. Kissinger, que coordinó su intervención con
Rabin en todo momento, ofreció también garantías a Hussein de que los israelíes no aprovecharían la
situación para atacar Jordania. El Septiembre Negro jordano terminó en julio de 1971 con la eliminación
total de las guerrillas palestinas en Jordania (Cobban op.cit. (1984: 50-53)).
75 Desde Israel se hizo una lectura más realista de las intenciones estadounidenses. Yigal Allon
escribiría: "(...) The presentation of this plan [el Plan Rogers] gave rise to expectation in the Arab States
that Washington was about to impose on Israel a scheme favorable to the Arabs and thereby dealt a
damaging blow to the hopes for evolution of realistic policies in the capitals of the Middle East" (Allon
op.cit. (1976: 52)).
La política realista, para el gobierno de Tel Aviv, era que los Estados árabes, ante la superioridad
militar israelí, aceptaran firmar la paz en las condiciones planteadas por los laboristas. Egipto y Siria, al
fracasar la mediación de Jarring, sí hicieron el análisis realista y llegaron a la conclusión de que para
negociar debía cambiarse la relación de fuerzas con Israel. Jordania, después de diezmar a las guerrillas
palestinas confiando en que Washington apoyaría sus reclamaciones ante Israel, se vio marginada a causa
de su debilidad.
76 Eso quedaría claro inmediatamente con la intransigencia israelí ante la iniciativa de Rogers y la
mediación de Jarring. Hussein también lo sentiría cuando, en 1972, intentó una ofensiva política, para no
perder protagonismo, con la propuesta del Reino Arabe Unido, que fue rechazada tanto por Israel como por
los Estados árabes.
77 Cobban op.cit. (1984: 53). Este mismo debate se reabriría poco más tarde en Líbano, cuando los
palestinos se vieron inmersos en la guerra civil en aquel país.

97
primer paso hacia la moderación en los objetivos y la adopción de la vía política y el abandono de
la vía armada.

2.2 "No existían"78. La relación de Israel con el nacionalismo palestino

La relación de Israel con el nacionalismo palestino, ya difícil en la época del Yishuv, fue de
rechazo prácticamente total y consensuado, tanto en la sociedad como en los partidos políticos
israelíes. La negación de la existencia del nacionalismo palestino cumplía funciones políticas,
ideológicas y psicológicas en el trato israelí de la cuestión palestina.
Políticamente, trasladaba el conflicto por el territorio de Palestina del marco intercomunitario
al interestatal, en el cual las contradicciones eran menores:
"I deny the assumption that the aspirations of the Jews and Arabs are not mutually
reconcilable (...) the question is not between the Jews of Palestine and the Arabs of
Palestine (...) but one should see the Jews as a global unit, and the Arabs as a
global unit. And I believe that between the national aspirations of the Jewish nation
and the national aspirations of the Arab nation, there are no contradictions, because
we are only interested in this land, and the Arabs are interested not only in this land
but in the whole territory of the Middle East"79.

La negación de la existencia de los palestinos como pueblo permitía negar su derecho a la


autodeterminación. Considerarles como una mera parte de la nación árabe eliminaba la necesidad
de la autodeterminación, al menos fuera del territorio de los Estados árabes80. El rechazo al
nacionalismo palestino permitía, a su vez, rechazar cualquier posibilidad de creación de un Estado
palestino, que era percibido como una amenaza a la seguridad de Israel y a la colonización del
territorio cisjordano, al cual, ideológicamente, el pueblo judío tenía derecho.
La concepción geográfica e ideológica del Estado judío predominante en la sociedad israelí
creó una obsesión contra el nacionalismo palestino, que se agigantó a medida que el derecho
palestino a la autodeterminación era reconocido internacionalmente. La percepción mutua de los
dos nacionalismos -palestino e israelí- tras la guerra de 1967 era claramente de suma cero81. No
obstante, mientras que la debilidad palestina forzó a la OLP a adoptar soluciones que reconocían
implícitamente la existencia de Israel, la sensación de superioridad en la opinión y los gobiernos
israelíes cebó la percepción negativa del nacionalismo palestino y la OLP, y les llevó a asumir su

78 "There was not such thing as Palestinians (...) It was not as though there was a Palestinian people
in Palestine considering itself as a Palestinian people and we came and threw them out and took their
country away from them. They did not exist." (Golda Meir en Sunday Times, 15 de junio de 1969).
79 Ben Gurion en 1936 (citado en Golan op.cit. (1994: 58)).
80 Golan op.cit. (1994: 58).
81 Aruri op.cit. (1988: 75). El sionismo no podía aceptar que hubiera una doble legitimidad sobre la
tierra de Palestina. Admitir que los palestinos tenían derechos nacionales terminaría poniendo en cuestión
el nacionalismo étnico y excluyente de Israel. Y admitir que no se tenía derecho a colonizar los territorios
conquistados en 1967 significaba poner en duda la colonización y expulsión de los palestinos en 1948:
¿porqué Galilea sí y Cisjordania no? (Sternhell op.cit. (1998: 4)).

98
tratamiento puramente en términos militares82, hasta los albores de los Acuerdos de Oslo en
199383.
El rechazo psicológico al nacionalismo palestino nació del miedo a que el reconocimiento de
los derechos de los palestinos deslegitimara la pretensión israelí de tener derecho a un Estado judío
en Palestina84. Tras las conquistas de 1967, Israel se enfrentó, verdaderamente por primera vez, al
dilema moral de negar a los palestinos el mismo tipo de sociedad que reclamaba para los judíos
fuera de Israel: una sociedad laica, plural y no racial. Así, el sionismo evidenciaba su dimensión
discriminatoria y racial, y la resistencia palestina ponía de manifiesto su carácter colonialista y
opresor85. La victoria apabullante en la guerra de junio, además, ya no permitía a Israel alegar su
debilidad como excusa para no conceder sus derechos a los palestinos. Por esta razón, a medida
que la OLP moderaba sus reclamaciones y se acercaba a la aceptación de la existencia de Israel,
más peligrosa era percibida desde el Estado judío y más radical y enconado crecía el rechazo hacia

82 Seliktar op.cit. (1986: 201).


83 Curiosamente, en Israel, la aparición de la OLP y el fortalecimiento del nacionalismo palestino
ayudaron a dar credibilidad y seguidores a la derecha sionista. El revisionismo sionista temía una salida
política al conflicto que, inevitablemente, iría acompañada de una pérdida territorial en Eretz Israel, por lo
que la aparición de un movimiento palestino fuerte, que reclamaba primero toda Palestina y posteriormente
la totalidad de los Territorios Ocupados, justificaba su encastillamiento en la intransigencia absoluta y su
defensa de la colonización de toda la "Tierra de Israel". Esta fue una de las razones por las que los
gobiernos del Likud hicieron todo lo posible para impedir la moderación de la OLP, tal y como se reflejaría
en sus intervenciones en Líbano a partir de mediados de los setenta, o en la obstaculización de la
participación de los palestinos de los Territorios Ocupados, más pragmáticos y moderados, en la política de
la OLP.
84 Rubenberg op.cit. (1988: 103). Esta incapacidad de aceptar el nacionalismo palestino muestra la
debilidad de la justificación moral y psicológica del nacimiento y formación del Estado judío a costa de los
palestinos. Los mitos fundacionales no son lo bastante fuertes como para hacer frente a la visión del "otro"
en su realidad, por lo que hay que deformarlo y presentarlo de forma que no cuestione la propia
autopercepción.
Esta distorsión en la imagen del "palestino" no es difícil pues abunda en la educación que han
recibido los judíos desde el mismo momento de su llegada como inmigrantes a Palestina. Un testimonio, en
absoluto crítico, de esta percepción lo da Shimon Peres cuando recuerda su juventud:
"Everything in Jewish Palestine, in the appreciative eyes of the young Zionist immigrant, was fair,
promising and progressive (...). Of course there were dangers. We were aware of them, too. Among Arabs
whom we saw coming from nearby Jaffa, and those from Zarnuga, close to Rehovot, were people who
wanted to destroy this wonderful homeland we were building. They walked around with keffiyehs wound
round their faces, accentuating their piercing, threatening eyes. Some wore red tarbushes and baggy
pantaloons that could easily conceal a shabriya, a vicious curved blade made for murder. It was imposible
compromise with them, as everyone knew. There was no point in even trying. There was no choice for us
Jews. We would have to keep up our guard, and defend ourselves when need be, until the Arabs accepted
our stake in the Land" (Peres, S. (1995: 25) Battling for Peace - Memoirs. Londres: Weindelfeld &
Nicolson).
Es interesante ver como la demonización del "otro" se tiene que hacer desde el primer momento y se
mantiene hasta la actualidad para que no se tambalee la justificación moral del sionismo. También es
curioso ver la poca originalidad del discurso xenófobo, tal y como se puede apreciar en las similitudes entre
la propaganda antisemita europea en sus peores épocas y el testimonio de Peres, un joven que huía del
racismo antisemita en Polonia.
85 Aruri op.cit. (1988: 74-75).

99
el nacionalismo palestino y la OLP86. Tan sólo su negación permitía evitar los dilemas morales, de
justicia, de derechos y de reclamación de la tierra que estaban conectados con la fundación del
Estado y con el sionismo87.
Los partidos políticos mayoritarios israelíes, a pesar de sus discrepancias sobre los
Territorios Ocupados, coincidieron plenamente, hasta los Acuerdos de Oslo, en su rechazo al
nacionalismo palestino y a la aceptación de la OLP como interlocutora. Laboristas y Likud, desde
el poder, centraron su estrategia en el trato con los Estados árabes y en contrarrestar la influencia
palestina88. La posición de los gobiernos israelíes, incluso desde antes de junio de 1967, fue la de
una triple negativa, que se mantuvo mientras fue posible: no al derecho de autodeterminación de
los palestinos; no a un Estado palestino; y no a las negociaciones con la OLP89.

86 A mediados de los ochenta, la iniciativa conjunta de Jordania y la OLP sobre un proyecto de


confederación y retirada israelí de los Territorios Ocupados, que habría recibido el apoyo de Estados
Unidos si la OLP hubiera aceptado la resolución 242, provocó una nueva oleada de temor en Tel Aviv. La
reacción israelí fue aprobar una ley en la Knesset que prohibía los contactos de cualquier ciudadano israelí
con la OLP. El objetivo claro era impedir la negociación con una OLP cada vez más moderada y que había
estado muy cerca de aceptar la resolución 242 e iniciar el diálogo con Estados Unidos.
87 Este rechazo psicológico hace que, todavía hoy, los cambios en la opinión pública hacia la
aceptación del nacionalismo palestino no se deban al reconocimiento de sus derechos, sino que sean, sobre
todo, una consecuencia de la Intifada. La revuelta palestina en los Territorios Ocupados persuadió a
amplias capas de la sociedad israelí de que el statu quo ya no era viable. No se podía seguir pagando el
precio en sangre joven israelí, ni la amenaza que suponía para la seguridad israelí, ni seguir sobrellevando
la mortificación de enfrentarse a lo que se estaba haciendo a otro pueblo (Golan op.cit. (1994: 63)). La
observación del "otro" se continúa haciendo en clave de victimismo judío, lo que nubla, todavía más, la
percepción que se tiene del pueblo palestino y hace imposible ver en él la calidad de víctima que sólo se
acepta como propia. A lo que, a su vez, se añadía el peligro de que esta molestia moral ante la represión de
la Intifada obligara a la sociedad israelí a volver la vista hacia su propia historia.
88 Shlaim, A. (1995: 21) "Israeli Politics and Middle East Peacemaking". Journal of Palestine
Studies. XXIV(4). Sin embargo, a medida que la OLP conquistó la legitimidad de representación del
pueblo palestino, Israel se quedó sin interlocutor. Los intentos de Tel Aviv de crear un liderazgo en los
Territorios Ocupados alejado de la OLP fracasaron completamente. Así, la represión o el descrédito de los
dirigentes políticos en los Territorios Ocupados, junto con la prohibición de los contactos con la OLP,
dejaron a los israelíes sin interlocutor (Chazan, N. (1988: 162) "Domestic Developments in Israel" , en W.
B. Quandt (ed.), The Middle East. Ten Years after Camp David Washington D.C.: The Brookings
Institution). La desconexión explícita de Jordania respecto a Cisjordania, el 31 de julio de 1988, situó
definitivamente a Israel en un callejón con una única salida que pasaba por el reconocimiento de la OLP
como representante del pueblo palestino.
89 Esta posición tampoco era extraña a los laboristas, ya que coincidía plenamente con la política que
siguieron desde los primeros asentamientos sionistas hasta 1977, cuando perdieron el gobierno: no
abandonar territorio o ceder en sus posiciones si no era por la fuerza (Sternhell op.cit. (1998: 4)). Ante la
comunidad internacional, el rechazo a tratar con la OLP se justificó con la exigencia a los palestinos de que
reconocieran, no al Estado de Israel como un hecho ineludible, sino su derecho a la existencia. Esto
significaba que los palestinos debían justificar la expulsión y la usurpación de sus tierras en 1948, algo
totalmente inaceptable para un pueblo que, en buena parte, todavía vive en campos de refugiados. Y, al
mismo tiempo que se exigía este reconocimiento a la OLP, Israel continuaba negando el derecho palestino
a la autodeterminación.

100
3. LAS CONSECUENCIAS DEL DESASTRE EN EL MUNDO ARABE

La derrota de junio de 1967 no fue sólo un desastre militar, también fue un revés ideológico,
el inicio del fin del panarabismo. Por esta razón, las consecuencias de la guerra se dejaron sentir
mucho más allá de los tres Estados implicados en el enfrentamiento militar. La sacudida llegó a
todo el mundo árabe. La crisis militar e ideológica necesitaba respuestas, y no sólo se pidieron
responsabilidades a los militares y gobernantes. Toda la realidad que hizo posible la humillación
fue puesta en tela de juicio. Sin embargo, la crítica vino desde puntos de vista muy distantes. Unos
creyeron que la causa de la derrota estaba en el fracaso en la lucha por la modernización. Otros
opinaron que era precisamente el olvido de la tradición y la pérdida de la identidad, lo que había
conducido a la derrota.
Los primeros acusaron a los dirigentes del panarabismo de haberse escondido en un lenguaje
revolucionario sin traer un cambio social y político verdadero. Dieron golpes de Estado, pero no
hicieron la revolución. Estos buscaron la respuesta en la vía revolucionaria, de la que, en los años
sesenta, ya había claros ejemplos en China, Cuba, Vietnam o Argelia. La opción revolucionaria
tuvo su máximo, y casi único, exponente en los palestinos. Los regímenes de Siria e Iraq, antes de
que nuevos golpes de Estado les moderaran90, también usaron la retórica revolucionaria, pero
quedándose, una vez más, en el discurso grandilocuente. Junto con el debate sobre la vía
revolucionaria, se abrió la discusión sobre el papel de los ejércitos regulares o populares en el
conflicto con Israel. Aunque era un debate sin salida, ya que ningún régimen habría aceptado desde
el poder impulsar una guerra popular que, inevitablemente, terminaría cuestionando la propia
jerarquía social y política existente. La discusión sobre el papel del ejército también fue útil a los
gobiernos para desviar la responsabilidad de la derrota hacia las potencias occidentales. Al
presentar el desequilibrio tecnológico en favor de Israel como una de las causas principales de la
inferioridad árabe, no sólo militar sino también económica y social, los Estados árabes estaban

90 Desde el golpe de Estado de marzo de 1963, el gobierno sirio estaba dominado por el partido
Ba'az. La llegada al poder destapó las luchas intestinas entre las tendencias radical y moderada del
ba'azismo, con el general Salah Jdid apoyando a la primera y los fundadores del partido, Michel Aflaq y
Salah al-Bitar, a la cabeza de la segunda. En 1964, los radicales llegaron al poder, lo que condujo al exilio
de los moderados en Iraq. El período radical terminó con el golpe de mano del general Hafez al-Assad, en
noviembre de 1970, quien dio un giro de pragmatismo, moderación y estabilidad a la política siria. En Iraq,
la monarquía hachemí cayó en 1958 por un golpe de Estado del ejército. Este estaba dividido entre un
sector nacionalista apoyado por el partido Ba'az, y un sector de izquierdas apoyado por el partido
comunista. En un primer período se hizo con el poder el general Abdel-Karim Qassem, cercano al sector de
la izquierda y temeroso ante las propuestas de fusión con la República Arabe Unida formada por Egipto y
Siria el mismo año. En 1963, con un nuevo golpe de Estado, fueron los nacionalistas, tanto naseristas como
ba'azistas, los que conquistaron el gobierno. Sin embargo, pronto estallaron las luchas entre los dos
sectores del nacionalismo árabe, que se saldaron con una victoria de los naseristas. El partido Ba'az, más
moderado, no llegó al poder hasta 1968, cuando, en otro golpe de Estado, controló Bagdad. Con el golpe de
1968 empezó el dominio de los Takriti en la política iraquí, que se estabilizó con el complot de Saddam
Hussein al-Takriti en 1979.

101
culpando a Occidente. Pero, paradójicamente, además estaban preparando la legitimación de su
acercamiento a los Estados Unidos, ya que con ello podrían acceder a la tecnología y reducir el
desequilibrio con Israel91.
Los segundos creían que la derrota había llegado por la falta de cohesión de la sociedad
árabe, y que ésta sólo se podía conseguir con los valores que son propios de su civilización. La
respuesta se encontraba en el Islam. El nacionalismo había fracasado porque era un producto de la
civilización occidental, y la izquierda revolucionaria también bebía de las fuentes europeas y
olvidaba o atacaba las esencias tradicionales del mundo árabe y musulmán. Pero, mientras que el
islamismo conservador se quedó en propugnar la vuelta al orden tradicional, el islamismo radical
añadió otra dimensión a este discurso: una sociedad en guerra necesitaba estar unida en todos los
sentidos, tanto ideológica como materialmente. Sin embargo, los regímenes árabes eran corruptos y
la riqueza árabe estaba en manos de unos pocos. El cambio, por tanto, debía ser ideológico,
político y social92.
No obstante, la búsqueda de respuestas ideológicas y políticas que despertó el Desastre no se
reflejó en los regímenes árabes en el poder. Estos respondieron a la pérdida de legitimidad y apoyo
popular con el endurecimiento del control político y acercándose al conservadurismo liderado por
Arabia Saudí. En los años que siguieron a 1967, al dejar de ser el panarabismo un referente
obligado para la legitimación, hubo un claro declive de la ideología en los regímenes. Esto se
reflejaría tanto en la política exterior, con un giro hacia el pragmatismo, como en la política
interior, con una liberalización económica que les alejaba de los experimentos del "socialismo
árabe"93. Paradójicamente, los Estados árabes se enfrentaron a la derrota con la unidad de acción
que había sido imposible hasta entonces, mientras que, siete años más tarde, la consecuencia de la

91 Corm, G. (1991: 75-76) Le Proche-Orient éclaté 1956-1991. Paris: Gallimard. Este argumento
"tecnológico" se mantendrá hasta la actualidad, a pesar de los muchos ejemplos que lo desmienten (desde
Vietnam a los mismos árabes en la guerra de octubre de 1973), y de que Estados Unidos ha manifestado
repetidamente su compromiso en el mantenimiento de la superioridad tecnológica israelí.
92 Para un análisis extenso y pormenorizado de la crisis ideológica provocada por la derrota de junio
de 1967 ver Ajami, F. (1987) The Arab Predicament. Arab Political Thought and Practice Since 1967.
Cambridge: Cambridge University Press.
93 Noble, P.C. (1984: 44-45) "The Arab System: Opportunities, Constraints, and Pressures", en B.
Korany & A. E. H. Dessouki (eds.), The Foreign Policies of Arab States Boulder; London; Cairo:
Westview Press; The American University in Cairo Press. El nacionalismo árabe, impregnado de
anticolonialismo, se acercó a las ideas socializantes. El "socialismo árabe", en muchos casos claramente
anticomunista, consistió en una estatalización de la economía que quedó en manos de una nueva clase,
tanto militar como civil, que pronto ligó estrechos lazos con la burguesía tradicional (Rodinson, M. (1985:
111) Les arabes, París: PUF). El resultado económico fue muy pobre, lo que explica que, tras la derrota de
1967, cuando a la crisis militar se le unió la económica, se intentaran nuevas orientaciones. Una vez más
sería Egipto, esta vez con Sadat, el país que marcaría la pauta con la política de Infitah (apertura), que
consistía en liberalizar la economía y abrirla a la inversión privada, tanto nacional como extranjera. La
política de Infitah se convirtió en el eje central de la política egipcia, lo que, a nivel exterior, implicaba la
necesidad de un cambio total en las relaciones con Occidente y, principalmente, con Estados Unidos. Esto,
a su vez, y sabiendo que la ecuación de Jartum no se podía mantener, suponía que la forma de afrontar el
conflicto con Israel debía dar un giro completo.

102
"victoria" en la guerra de octubre de 1973 sería la división. Sin embargo, la unión de los regímenes
árabes que se manifestó en Jartum, en agosto de 1967, era muy distinta de la unión pretendida por
el nacionalismo árabe de Nasser.
La cumbre de la Liga Arabe en Jartum fue la expresión de la cesión del liderazgo al
conservadurismo saudí. Las conversaciones en Jartum tuvieron dos temas centrales: la ruina
económica y militar de los Estados del frente a consecuencia de la derrota, y la guerra de Yemen.
A la ruina económica y a la inestabilidad interior se respondió con la ayuda de los Estados
del petróleo a los del frente con Israel. La demanda de apoyo se dirigió en primer lugar al petróleo
como arma. Se pidió a los productores que redujeran las exportaciones para presionar al Occidente
que apoyaba a Israel. Sin embargo, el enfrentamiento con Estados Unidos y las potencias
occidentales no entraba en la agenda de los regímenes árabes del petróleo, y la respuesta a las
demandas de los Estados del frente se dio en forma de ayuda económica.
La penuria financiera de Siria, de Jordania y, sobre todo, de Egipto, con el Canal de Suez
cerrado, les colocó en una clara situación de dependencia. Siria no acudió a Jartum, pero Nasser no
pudo evitarlo y, de una forma casi simbólica, allí cedió el liderazgo ideológico a cambio de
petrodólares. Los intentos de poner fin a la intervención exterior en Yemen habían fracasado
rotundamente antes de Jartum. En agosto de 1967, la crisis del sistema árabe era tan extrema y la
debilidad egipcia tan intensa, que Nasser capituló ante el rey Faisal aceptando los términos que le
impuso a cambio de la ayuda financiera. Nasser, además, consintió en acatar las nuevas reglas del
juego en el sistema árabe, aceptando el consenso cercano a las posiciones de los regímenes
conservadores tanto en políticas domésticas como en política exterior94. En Jartum, dada su
debilidad económica, Nasser renunció incluso al discurso, a la fuerza ideológica que era su
principal instrumento en el liderazgo del mundo árabe.
El núcleo del sistema árabe se desplazó del centro ideológico, geográfico, demográfico y
militar hacia el centro económico, como dirá Bassam Tibi: min markaz al-thawra ila markaz al-
tharwa (del centro de la revolución al centro de la riqueza). Sin embargo, Riad, aun con toda su
riqueza, no tenía ni la voluntad ni la capacidad de reclamar la centralidad del mundo árabe. Lo que
permitió la emergencia de otras capitales rivales que reclamaron el liderazgo. El sistema árabe se
fragmentó para convertirse, en algunos momentos, en un sistema policéntrico, y, la mayoría del
tiempo, en un total desorden competitivo95.
El alejamiento de Egipto de la política árabe, que llegará a su cenit con Sadat, significó
también un debilitamiento del mundo árabe en su globalidad y, sobre todo, en el conflicto con
Israel. Si bien es verdad que Egipto es un país pobre, también lo es que, como se encargaron de
recordar los propios egipcios en los años álgidos del naserismo, "los árabes sin Egipto no son
nada". El germen de la política de Sadat hay que buscarlo en la derrota de 1967. Los costes de la

94 Carl Brown op.cit. (1988: 137).

103
guerra se vieron como los costes del panarabismo y se manifestaron con toda crudeza en los años
siguientes. Aunque, en un primer momento, Egipto continuó comprometido en la lucha contra
Israel, se empezaron a oír voces que propugnaban un retorno al Nilo y la primacía de los intereses
egipcios sobre los árabes. Por otra parte, la derrota de 1967 y la conquista israelí de la Franja de
Gaza y de Cisjordania provocaron la gradual palestinización del conflicto y, con ella, creció la
influencia de los que abogaban por una aproximación bilateral al conflicto con Israel. La pérdida de
fuerza del panarabismo, a partir de 1967, permitió a los gobiernos árabes desembarazarse de las
constricciones que esta ideología planteaba en la política exterior de los Estados y en los
mecanismos de legitimación de los regímenes96. Esto se reflejó en la adopción de posiciones más
realistas y contemporizadoras ante Israel y en la represión del radicalismo palestino97.
Las decisiones que se tomaron en Jartum respecto al conflicto con Israel fueron las que
tuvieron mayor resonancia internacional: los famosos tres no. No a la paz con Israel, no al
reconocimiento de Israel y no a las negociaciones con Israel. Sin embargo, a nivel internacional, se
prestó poca atención al inicio del mismo párrafo de la declaración donde se mencionaban los tres
rechazos:
"3. The Arab heads of state have agreed to unite their political efforts at the
international and diplomatic level to eliminate the effects of the aggression and to
ensure the withdrawal of the aggressive Israeli forces from the Arab lands which
have been occupied since the aggression of 5 June. This will be done within the
framework of the main principles by which the Arab States abide, namely no peace
with Israel, no recognition of Israel, no negotiations with it, and insistence on the
rights of the Palestinian people in their own country"98.

Con este párrafo la Liga Arabe apostaba por la vía política en la solución del conflicto con
Israel e, implícitamente, aceptaba y reconocía al Estado judío dentro de los límites de la Línea
Verde99. El reconocimiento explícito de Israel no se podía hacer en la situación de debilidad en la
que encontraba el mundo árabe. Sin haber superado antes la humillación, ningún gobierno árabe
estaba en situación de poder negociar con Israel, a menos que se volviera a la situación territorial
de preguerra.
La estabilidad de los regímenes estaba demasiado amenazada por el impacto moral,
psicológico y emocional que había producido el Desastre en la opinión pública árabe. Y, sin

95 Tibi, B. (1988: 153) "Structural an Ideological Change in the Arab Subsystem Since the Six Day
War", en Y. Lukacs & A. M. Battah (eds.), The Arab-Israeli Conflict. Two Decades of Change Boulder;
London: Westview Press.
96 Sobre el panarabismo como institución constrictiva en el sistema árabe ver Barnett, M. (1993:
271-296) "Institutions, Roles, and Disorder: The Case of the Arab States System". International Studies
Quarterly. 37.
97 Es difícil imaginar que en los años fuertes del panarabismo un régimen árabe hubiera podido
aceptar planteamientos como la resolución 242, o que Jordania hubiera podido llevar a cabo la masacre de
las guerrillas palestinas en el Septiembre Negro de 1970.
98 "The Arab League Summit Conference Resolutions, Khartoum, Sudan, 1 September, 1967"
(Lukacs op.cit. (1992: 454)).
99 Rubenberg op.cit. (1988: 115, nota 32).

104
embargo, la apuesta por la negociación estaba allí, esperando a que Occidente la recogiera y
obligara a Israel a hacer las concesiones suficientes como para poder firmar la paz. En los años y
las guerras siguientes, los esfuerzos árabes no tendrían otro objetivo que éste: conseguir que
Occidente obligara a Israel a sentarse en la mesa de negociación. Pero ni Estados Unidos ni Europa
estaban por la labor.
Jartum fue expresión de una ecuación que no se podía mantener. No se podía hacer la paz
con Israel en las condiciones que imponía el gobierno israelí, pero tampoco se quiso iniciar la
batalla con los países occidentales que habían armado y apoyado a Tel Aviv en el enfrentamiento.
La apuesta por la vía política en el conflicto con Israel, la renuncia a usar el arma del petróleo y el
dominio conservador en Jartum significaban que el mundo árabe había tomado la senda que
llevaba a Washington y, al mismo tiempo, quería que Israel devolviera sus conquistas territoriales
de junio de 1967. Sin capacidad de presión sobre las potencias occidentales, éstas no tenían
ninguna necesidad de obligar a ceder a un Israel con el que se identificaban y que, además, había
humillado a unos árabes y a un Nasser que habían osado rebelarse contra su dominio100. El camino
hacia Washington era largo y lleno de obstáculos y, como descubrió Sadat, pasaba por Jerusalén,
tras una guerra que fue necesaria para despertar al mundo occidental.
Los aliados soviéticos, mientras, estaban demasiado ocupados en cuidar la coexistencia
pacífica como para intervenir de la misma forma que en 1956. Durante toda la crisis, la URSS
mantuvo una política de perfil bajo para evitar encontronazos con Estados Unidos. Sabiendo del
impacto que había provocado la tensión de Oriente Medio en la opinión pública estadounidense, y
conociendo el amplio movimiento de solidaridad con Israel que había despertado, la URSS no
quiso arriesgarse a una intervención directa que difícilmente habría quedado sin respuesta por parte
de Washington101. Así, a pesar de la derrota que sufrieron sus aliados y su armamento, Moscú se
mantuvo en un plano diplomático, rompiendo las relaciones con Israel, y sin presionar a Estados
Unidos102.

100 Corm op.cit. (1991: 56-57).


101 Lévesque, J. (1987: 244) L'URSS et sa politique internationale de Lénine à Gorbatchev. Paris:
Armand Colin.
102 Durante la crisis, las relaciones entre la URSS y Estados Unidos fueron distendidas en todo
momento. Los soviéticos incluso manifestaron su satisfacción por el uso que se hizo del "teléfono rojo" en
el incidente del Liberty, cuando Washington avisó de los movimientos de sus barcos para que no fueran
malinterpretados (Bailey op.cit. (1990: 234)). Por otra parte, menos de dos semanas después de terminada
la guerra, el 23 de junio, se reunieron Kossygin y Johnson en Estados Unidos, sin que la humillante derrota
sufrida por los aliados árabes enturbiara en absoluto el espíritu distendido de la cumbre.
La política soviética hacia el conflicto árabe-israelí siempre se enmarcó en la política hacia Oriente
Medio. Un elemento central, que perduró incluso después de la guerra de junio de 1967, fue el
reconocimiento del derecho de Israel a existir como un Estado independiente. Además, la política de
Moscú hacia el conflicto siempre tuvo en cuenta las repercusiones que podía tener en sus relaciones con
Estados Unidos. Partiendo de esta base, y en un contexto de distensión, se puede entender la actitud de la
URSS hacia sus aliados durante la guerra de junio, aunque a largo plazo tuviera consecuencias nefastas en
sus relaciones con Egipto. Para una ilustración de como influyó esta política en el conflicto árabe-israelí en

105
La desconfianza hacia la URSS que se instaló en la opinión y en la administración egipcias
tuvo consecuencias a largo plazo, pero en un primer momento Moscú salió favorecida de la guerra
de junio de 1967. La ayuda de Estados Unidos a Israel dejó a los árabes del frente sin otro posible
socio que la Unión Soviética103. La carrera de armamento que desencadenó la guerra comprometió
a las superpotencias con sus aliados. Sin embargo, después de la experiencia de junio, se vio que
las armas modernas debían ir acompañadas de técnicos y consejeros para la preparación de los
ejércitos que las usarían. De esta forma, creció la implicación de Moscú en Oriente Medio, así
como su influencia en la política de Egipto y Siria. No obstante, entre los Estados árabes estaba
cada vez más extendida la opinión de que solamente los Estados Unidos tenían las cartas para una
solución al conflicto. Incluso Nasser, antes de su muerte, apoyó el plan del Secretario de Estado
William Rogers, colocando a Washington en una situación de árbitro en el conflicto104.
La alianza con la Unión Soviética no se contradecía con las decisiones de Jartum, ya que no
se dirigía a la preparación de una nueva guerra, sino que tan sólo pretendía forzar a Israel a un
acuerdo político y presionar a Estados Unidos en este sentido. Los elementos discordantes en esta
política eran Israel, por un lado, y la OLP, por el otro. La cerrazón de Israel a las concesiones
territoriales que exigían los árabes, retardó la solución política e impacientó a los Estados árabes
del frente, que no podían soportar durante mucho tiempo las secuelas económicas y sociales de la
guerra. La OLP, cada vez más fuerte e independiente tras la derrota árabe de 1967, de ninguna
forma podía aceptar una solución en la que se reconocía al Estado de Israel, y en la que no cabía ni
un Estado palestino ni el reconocimiento de su derecho a la autodeterminación.

3.1 La lucha por la negociación

El gobierno de unidad nacional en Tel Aviv esperaba que, tras la derrota de junio de 1967,
los árabes acudirían a negociar la paz bajo los términos israelíes. Con esta perspectiva, ofrecieron
una propuesta de paz que fue rechazada por los Estados del frente. Los regímenes árabes no
estaban preparados para negociar en las condiciones territoriales que planteó Tel Aviv105. El 19 de

los años que siguieron a la guerra de junio, ver el capítulo "Importancia del contexto mundial en el hecho
revolucionario", en Mesa op.cit. (1978: 65-72).
103 Desde el mismo inicio de la guerra Egipto acusó a Estados Unidos no sólo de secundar
políticamente y con armamento a Israel, sino también de haber ayudado a provocar la guerra y de haber
suministrado apoyo logístico a la aviación israelí. Ver: "Nasser's Resignation Broadcast, June 9, 1967"
(Laqueur y Rubin op.cit. (1991: 189-194)); y "'The Most Severe Crisis'. Nasser's Revolution Anniversary
Speech at Cairo University, July 23, 1967" (Laqueur y Rubin op.cit. (1991: 197-207)).
104 Hinnebusch op.cit. (1988: 183). La decisión soviética de romper las relaciones diplomáticas con
Israel se reveló un gravísimo error a largo plazo, pues Estados Unidos quedó como la única superpotencia
que tenía relaciones con las dos partes y que, por tanto, podía actuar en un marco político de solución del
conflicto.
105 Según la opinión del general Odd Bull (Jefe de Estado Mayor de la UNTSO), Israel perdió una
oportunidad para conseguir la paz. Si hubiera querido realmente la paz, la habría conseguido ofreciendo la
devolución de los territorios ocupados a cambio del reconocimiento árabe, seguridad y tratados de paz. Los

106
junio, el gobierno de unidad nacional decidió ofrecer a Egipto y Siria la devolución del Sinaí y los
Altos del Golán a cambio de tratados de paz y de la desmilitarización de estas zonas. Sin embargo,
la retirada de los territorios palestinos debería negociarse con Jordania. El mismo día, Abba Eban,
en un discurso ante la Asamblea de Naciones Unidas, dejaba claro que Jerusalén no estaba sujeta a
negociación106. La división entre halcones y palomas dentro del gabinete israelí mantuvo esta
oferta de negociación en una situación precaria, hasta que la negativa árabe a entrar en tratos con
Israel en aquellas condiciones la apartó definitivamente. Así, ya antes de la cumbre de Jartum, el
peso se había decantado del lado de los miembros del gobierno de Tel Aviv que defendían un uso
estratégico -no instrumental en una negociación- de los territorios ocupados107, con lo que la
posición de Israel se endureció hasta la intransigencia.
El mismo junio de 1967, Nasser recomendó al rey Hussein de Jordania que negociara la
retirada israelí de Cisjordania con Estados Unidos. El presidente egipcio sabía que no podía
negociar una paz separada, y que un primer paso desde Jordania, en el ámbito territorial más difícil
-Cisjordania y Jerusalén-, abriría las posibilidades de un acuerdo aceptado por los gobiernos y la
opinión árabes. Por otra parte, Nasser estaba agradecido a Hussein por su apoyo en la guerra y se
consideraba en deuda con Jordania108. El 28 de junio, el rey Hussein, en una propuesta presentada
al presidente Johnson y en contactos secretos jordano-israelíes, ofreció la desmilitarización de
Cisjordania a cambio de la retirada israelí. Sin embargo, Tel Aviv se guiaba por el Plan Allon,
inaceptable para Amman. Cuando se inició la construcción de asentamientos en los Territorios
Ocupados fue evidente para Jordania que las conversaciones no darían resultado. El régimen
jordano no quería renunciar a Jerusalén y parte de Cisjordania y, además, el rey Hussein sabía que
no podía aceptar la propuesta israelí si quería continuar en el poder, pues la oposición popular y los
grupos palestinos no se lo habrían permitido.
El acuerdo entre Nasser y Hussein llegó todavía más lejos en los meses siguientes. A pesar
de Jartum y de las presiones de algunos gobiernos árabes, en la preparación del debate en el
Consejo de Seguridad de Naciones Unidas que finalizaría con el voto de la resolución 242, Egipto
y Jordania convinieron en presentar un programa de paz de cinco puntos que situara a Israel ante la
dificultad de justificar su rechazo:
● Reconocimiento del derecho de todos los Estados a existir, incluido Israel;
● Fin del estado de beligerancia y de guerra;

árabes, bajo el impacto de la derrota, habrían aceptado (citado en Bailey op.cit. (1990: 254)). Arafat
también era de esta opinión, y consideraba que Israel había cometido un grave error al no aceptar esta
solución del conflicto, ya que todos los líderes árabes, incluido Nasser, habrían aceptado la paz total
(citado en Hart op.cit. (1994: 208)).
106 "The Six Days War. Abba Eban's Speech at the Special Assembly of the United Nations, June 19,
1967" (Laqueur op.cit. (1984: 228)).
107 Finkelstein op.cit. (1997: 152); Seliktar op.cit. (1992: 158).
108 El recuerdo de la guerra de junio de 1967 tendría un gran peso en el rechazo y la indignación de
Jordania hacia Sadat por los Acuerdos de Camp David, que fueron vistos como una traición que
abandonaba a Jordania, a Siria, a Líbano y a los palestinos a su suerte.

107
● Apertura de todas las vías marítimas internacionales, incluyendo el Canal de Suez, a
todas las naciones;
● Retirada de Israel de los territorios ocupados en junio;
● Una solución real al problema de los refugiados109.

La proximidad entre la posición jordano-egipcia y la israelí a nivel textual, que se reflejaría


en la aceptación de unos y otros de la resolución 242110, no se correspondía con lo que realmente
estaba dispuesto a ceder Israel, y lo que los árabes podían admitir. La discrepancia entre las dos
partes se refería básicamente a la retirada israelí de parte o de todos los territorios ocupados111.
Muy pronto, al iniciarse la mediación de Jarring, se pudo comprobar que, mientras Israel
consideraba la resolución 242 como una declaración de principios para empezar la negociación, los
árabes la veían como un plan de paz a respetar112. Así, la retirada de los territorios ocupados se

109 Bailey op.cit. (1990: 264). Es de señalar la proximidad entre estos cinco puntos y lo que
finalmente se plasmaría en la resolución 242 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.
Evidentemente, en los dos casos, la discrepancia con Israel se centraba en su nula voluntad de retirarse de
todos los territorios ocupados. Por otra parte, también cabe señalar que en esta propuesta ya estaban los
ingredientes que conducirían al rechazo palestino de la resolución 242, pues la cuestión palestina era
tratada como un problema de refugiados y no se mencionaba la posibilidad de la autodeterminación del
pueblo palestino.
En abril de 1969, el rey Hussein volvería a ofrecer la paz con un plan prácticamente calcado de los
cinco puntos y de la resolución 242, que ofrecía todas las garantías posibles al reconocimiento, soberanía,
integridad territorial e independencia política de todos los Estados del área, y que terminaba diciendo: "In
return of these considerations (...) the sole demand upon Israel is the withdrawal of its armed forces from
all territories occupied in June 1967 war, and the implementation of all other provisions of Res. 242"
("Jordanian King Hussein's Peace Plan, 28 April, 1969 -Speech at the National Press Club, Washington
D.C.-" Lukacs op.cit. (1992: 455)).
110 La resolución fue aceptada por Egipto, Jordania e Israel. Siria la rechazó hasta 1973. La OLP no
la aceptaría inequívocamente hasta 1988.
111 Por esta razón, el debate se centró en la diferencia de las versiones inglesa y francesa sobre la
retirada de "los territorios ocupados", o de "territorios ocupados". En realidad, esta discusión no afectó al
conflicto directamente, ya que el derecho internacional y Naciones Unidas siempre han tenido un papel
muy limitado en la cuestión árabe-israelí.
112 Esta diferencia de interpretación quedaría perfectamente reflejada en las distintas respuestas al
cuestionario que Gunnar Jarring sometió a los Estados implicados -excepto Siria, pues no había aceptado la
resolución 242 y no quiso recibir al mediador-, en marzo de 1969. La primera pregunta era: "1. Does [el
Estado en cuestión] accept Security Council Resolution 242 (1967) for implementation for achieving a
peaceful and accepted settlement of the Middle East Question in accordance with the provisions and
principles contained in the resolution?"
A lo que Israel respondió: "Israel accepts the Security Council Resolution (242) for the promotion of
agreement on the establishment of a just and lasting peace, to be reached by negotiation and agreements
between the governments concerned. Implementation of agreements should begin when agreement has been
concluded on all their provisions."
Mientras que la respuesta de Jordania y Egipto, prácticamente idénticas, eran: "Jordan [the UAR], as
it has declared before, accepts the Security Council Resolution 242 (1967) and is ready to implement it in
order to achieve a peaceful and accepted settlement in accordance with the provisions and principles
contained in the resolution." ("Questionnaire by UN Special Representative Gunnar Jarring to the

108
convertía en el factor básico para los árabes, pero para Israel era el tema a negociar después de los
tratados de paz, junto con un nuevo dibujo fronterizo113.
La llegada de Sadat al poder supuso un importante cambio en la política egipcia. A pesar de
que Nasser ya había dado un enorme giro a su política, su trayectoria personal y la simbología
ideológica y antiimperialista que representaba le impedían dar el paso definitivo hacia El Cairo y
hacia Washington que se adivinaba en algunas de sus últimas iniciativas. Sadat, al inicio de su
mandato no supuso una ruptura total con el naserismo, ya que formó parte del núcleo de los
Oficiales Libres que llegaron al poder en 1952 y a la muerte de Nasser era vicepresidente del país.
Sin embargo, con el tiempo completó el giro hacia la centralidad de Egipto en la política de El
Cairo, alejándose del panarabismo, y hacia Estados Unidos como el aliado necesario tanto para la
solución del conflicto árabe-israelí como para la introducción de Egipto en los canales económicos
internacionales.
Se ha señalado que Sadat, en contraste con la "arabidad" de Nasser, era básicamente egipcio.
Sin embargo, antes de poder dedicar los principales esfuerzos al desarrollo de Egipto era necesario
lavar la afrenta de la derrota de 1967 -lo que pasaba por la recuperación del Sinaí-, y hacer la paz
con Israel, terminando con el costoso estado de guerra. La herencia egipcia de Nasser no fue fácil
para Sadat. El país estaba inmerso en la Guerra de Usura con Israel, lo que suponía un coste
terrible para la economía egipcia. Buena parte de la ayuda que llegaba de los Estados árabes
productores de petróleo se destinaba a la guerra y a sus consecuencias. Así, en los primeros años
setenta, el gobierno egipcio intensificó aún más el esfuerzo por la paz.
Sadat estaba convencido de la necesidad de una mediación de Estados Unidos para conseguir
la paz. Era consciente de que Washington mantendría la superioridad militar israelí, pero también
creía que podía forzar a Tel Aviv a hacer las concesiones mínimas para llegar a un acuerdo. Sadat
era conservador y anticomunista y no tenía las reticencias de Nasser hacia Estados Unidos.

Governments of Egypt, Jordan, Israel, and Lebanon, with Replies, March 1969", en Lukacs op.cit. (1992:
2-13)).
113 La respuesta israelí a estas preguntas en el cuestionario de Jarring fue: "5. Secure and recognized
boundaries have never yet existed between Israel and the Arab States; accordingly, they should now be
established as part of the peace-making process. The cease-fire should be replaced by peace treaties
establishing permanent, secure and recognized boundaries as agreed upon through negotiation between the
governments concerned." "6. When permanent, secure and recognized boundaries are agreed upon and
established between Israel and each of the neighbouring Arab States, the disposition of forces will be
carried out in full accordance with the boundaries determined in the peace treaties." (Lukacs op.cit. (1992:
6)).
Se debe señalar que, a la pregunta sobre las fronteras, tanto Egipto como Jordania respondieron con
la reivindicación de las fronteras marcadas por la resolución 181 -de la partición-, de 1947, lo que hace
suponer que estaban adoptando una posición de partida para una negociación y que, por tanto, la creían
posible y estaban dispuestos a ella. La realidad era que se había cumplido la profecía de Eban, y que los
árabes estaban pidiendo el regreso a la Línea Verde. Los territorios bajo control israelí eran tan enormes
que, con voluntad de negociar, Israel habría tenido un gran margen de maniobra para garantizar su
seguridad, además, las demandas respecto al retorno de los refugiados también se habían apagado (Peretz
op.cit. (1988: 39)).

109
Además, se vio presionado por Arabia Saudí y por la burguesía egipcia para que se distanciara de
la URSS y se acercara a la órbita estadounidense. La política de Infitah, por su parte, también
exigía un cambio de orientación hacia Occidente. Por estas razones, a poco de llegar al poder,
Sadat lanzó una nueva Iniciativa por la Paz que demostró que estaba dispuesto a llegar a acuerdos
parciales e incluso separados con Israel. El presidente egipcio aprovechó la coyuntura favorable a
la negociación en el sistema árabe. Por una parte, su propia llegada al poder en El Cairo era
importante en el giro hacia la moderación, al igual que el golpe de Estado de Hafez al-Assad en
Siria. El Septiembre Negro en Jordania había afianzada al rey Hussein en Jordania y debilitado la
radicalidad e influencia palestinas. Tan sólo la OLP, Iraq, Libia, Argelia y Yemen del Sur se
oponían abiertamente a la resolución 242, mientras que Siria dudaba en dar el paso hacia la
aceptación de la vía negociada.
A finales de 1970 e inicios de 1971, Sadat propuso una retirada escalonada israelí de la zona
del Canal de Suez, al tiempo que se negociaría un tratado de paz entre los dos países. Poco antes, el
gobernante egipcio había expresado a Nixon su independencia respecto a la Unión Soviética,
dando un nuevo paso en el camino que conducía a Washington. La iniciativa de Sadat reactivó la
mediación de Jarring, quien, en un memorándum de febrero de 1971, propuso que las dos partes
asumieran de forma simultánea unos compromisos sujetos a un posible tratado de paz. Israel debía
aceptar la retirada del Sinaí y de la Franja de Gaza, mientras que Egipto se debía comprometer con
una paz verdadera. El Cairo aceptó inmediatamente la propuesta de Jarring, pero el gobierno
israelí, incluso conociendo la respuesta egipcia, rechazó la iniciativa de paz y reafirmó que no se
retiraría a la Línea Verde de 1949.
Algunos autores resaltan la incapacidad israelí para detectar las señales positivas de los
árabes y su voluntad de paz114. Sin embargo, es discutible que los repetidos rechazos israelíes a las
iniciativas de paz árabes fueran, sólo o básicamente, un problema de percepciones negativas.
Parece más probable que la relación de poder en Oriente Medio, con la clara superioridad israelí a
nivel militar, junto con un statu quo favorable, la nula presión internacional y la creciente opinión
interior a favor de la anexión de los territorios ocupados, hicieran que Tel Aviv no tuviera el más
mínimo interés en negociar.
La intransigencia israelí se vio acompañada por el proceso de colonización del Sinaí, lo que
en Egipto sólo se podía leer como una provocación que no podía quedar sin respuesta. Ante la
imposibilidad de resolver el conflicto con la negociación, Sadat optó por la vía militar. El
presidente egipcio, todavía en 1974, manifestaba su decepción por el fracaso de las iniciativas de
paz lanzadas antes de la guerra y, sobre todo, por la incapacidad de Estados Unidos de implicarse
en un proceso de paz. Este fracaso condujo pronto a Sadat a la convicción de que sin una acción
militar no se activaría la solución del conflicto. En este aspecto chocó con la política de la Unión
Soviética, que no quería verse envuelta en una nueva crisis militar que afectara el proceso de

114 Weinbaum, M.G. (1993: 95) "The Israel Factor in Arab Consciousness and Domestic Politics".
Middle East Policy. II(1); o Abba Eban citado en el mismo artículo de Weinbaum.

110
distensión y los contactos con Estados Unidos. Sadat aprovechó estas diferencias de criterio para
expulsar a los consejeros soviéticos y distanciarse de Moscú115.
Las relaciones de Sadat con la Unión Soviética fueron difíciles y contradictorias y con una
evidente desconfianza por las dos partes116. Por una parte, para Sadat estaba claro que Moscú no
tenía capacidad para forzar a Israel a negociar. Al mismo tiempo, los soviéticos no querían utilizar
los medios militares para presionar a Israel, ya que, en realidad, no creían que los árabes pudieran
enfrentarse al ejército israelí. Así que dudaron hasta el último momento en suministrar a los
Estados árabes el armamento que necesitaban para hacer frente a las fuerzas de Tel Aviv, lo que
debilitó las ya frágiles relaciones con Egipto. Moscú, a su vez, se veía atrapado por la distensión y
las negociaciones SALT, por un lado, y por el acercamiento entre Washington y Beijing, por el
otro. Los soviéticos no querían arriesgar el proceso de distensión ni favorecer la alianza chino-
estadounidense por ayudar a unos aliados árabes en absoluto fiables. La prudencia de la URSS se
explicaba, además, porque Estados Unidos ya había dejado claro, con su reacción al intento de
apoyo sirio a los palestinos durante el Septiembre Negro de 1970, que estaba dispuesto a intervenir
en Oriente Medio.
Sadat creía que la distensión soviético-norteamericana se estaba haciendo a expensas de los
árabes. En 1972, expulsó a los consejeros soviéticos para tener más margen de maniobra y para
facilitar la mediación de Washington. Sin embargo, la política de Sadat chocó con las directrices de
Kissinger de mantener el estancamiento de la situación en el conflicto árabe-israelí. Al ver que
Washington no presionaba a Israel para que se retirara del Sinaí, Egipto reunió una amplia
coalición de Estados árabes progresistas y conservadores, dándose el último período de
colaboración con la Unión Soviética. Esta armó a los árabes, pero, paradójicamente, después de lo
que se entendería como una victoria de sus aliados, se vio apartada de la política egipcia y del
proceso de negociaciones con Israel que se abrió tras la guerra de 1973117.
El rey Hussein de Jordania, en 1972, lanzó la propuesta de creación de un Reino Arabe
Unido, que agrupara Cisjordania y Jordania en un marco federal bajo su corona. El plan de Hussein
formaba parte de una ofensiva política contra la OLP, después de la victoria militar del Septiembre

115 "Speech (April 3, 1974) by Anwar Sadat", en Laqueur y Rubin op.cit. (1991: 475-481).
116 Para la opinión claramente negativa que merecía Sadat en Moscú ver las Memorias de Andrei
Gromiko, A. (1989: 308-312) Memorias. Madrid: El País; Aguilar.
117 Freedman. R.O. (1988: 267-269) "Moscow and the Arab-Israeli Conflict Since 1967", en Y.
Lukacs & A. M. Battah (eds.), The Arab-Israeli Conflict. Two Decades of Change Boulder; London:
Westview Press. Los objetivos de Sadat en la guerra de 1973 se limitaban a romper la hegemonía militar
israelí y a forzar a Estados Unidos a implicarse en la solución del conflicto, lo que fue ampliamente
conseguido. Estos objetivos no se apartaban de la óptica de Kissinger, quien, desde su perspectiva realista,
no creía que los débiles árabes pudieran negociar ante la hegemonía israelí en términos de poder. Kissinger,
en un encuentro con el consejero de Sadat, Hafez Ismail, habría comentado: "We live in a real world and
cannot build anything on fancies and wishful thinking. Now in terms of reality you are the defeated side
(...) you may be capable of changing existing realities (...) I am not calling on Sadat to change the military
situation for if he tries to do that, Israel will again defeat you" (citado en Bailey op.cit. (1990: 298)).
Kissinger prácticamente estaba sugiriendo a Sadat la ofensiva limitada que lanzaría en octubre de 1973.

111
Negro de 1970, y se dirigía a legitimar las aspiraciones del hachemí sobre Cisjordania y Jerusalén
Este118. El proyecto de Hussein se presentó, asimismo, como una iniciativa de paz con Israel. Sin
embargo, sus intenciones chocaron con un rechazo general. La negativa israelí no se hizo esperar,
dejando patente desde el inicio cual era su posición al respecto: "The Knesset has determined that
the historic right of the Jewish people to the Land of Israel is beyond challenge"119. El gobierno
israelí no tuvo en cuenta la predisposición del rey Hussein a negociar y a aceptar incluso
modificaciones fronterizas en la Línea Verde y en Jerusalén. Más tarde, la propuesta del rey
Hussein se convertiría en la base de la política laborista respecto a Cisjordania, al defender la
opción de la unión con Jordania para no tener que negociar con la OLP y hacer imposible un
Estado palestino. Sin embargo, desde el poder, el gobierno laborista no sintió ninguna necesidad de
negociar con la débil Jordania que ya no significaba ninguna amenaza para la seguridad israelí.
La OLP también rechazó la propuesta de Hussein. Tras el enfrentamiento del Septiembre
Negro, las relaciones entre la OLP y el régimen hachemí eran claramente de hostilidad, y la
organización palestina entendió que el proyecto del Reino Arabe Unido se dirigía a debilitar su
posición. La OLP, en 1972, no podía aceptar la creación de una confederación en la cual su papel
quedaría reducido a seguir el liderazgo de Amman120. El apoyo de Siria y Egipto a los palestinos
terminó de enterrar la propuesta de Hussein y, con ella, una nueva oportunidad para Israel de
conseguir la paz y el reconocimiento árabe evitando la reivindicación de un Estado palestino.
Sadat, por su parte, intentó una nueva aproximación a la negociación a través de Estados
Unidos. En abril de 1972, a pesar de no tener relaciones diplomáticas, Egipto y Estados Unidos
abrieron un canal secreto de comunicación a propuesta del presidente egipcio. Aunque,
nuevamente, la voluntad negociadora de Sadat chocó con el rechazo israelí y la aproximación de
Kissinger al conflicto en términos de relación de poder. Finalmente, después de buscar

118 En el discurso, Hussein presentó las líneas maestras del plan e hizo un llamamiento a la unidad de
las dos orillas del Jordán:
"(...) 2. The United Arab Kingdom will consist of two regions: (a) The Palestine region which will
consist of the West Bank and any other Palestinian territories which are liberated and whose inhabitants
desire to joint it. (b) The Jordan region which will consist of the East Bank.
3. Amman will be the central capital of the kingdom as well as the capital of the Jordan region
4. Jerusalen will be the capital of the Palestine region. (...)
This formula gathers and does not disperse, strengthens and does not weaken, unites and does not
divide. It does not contain anything to change anything gained by any person during a unity of 20 years.
(...)
This Arab country belongs to all, Jordanians an Palestinians alike" ("Jordanian King Hussein's
Federation Plan, 15 March, 1972", en Lukacs op.cit. (1992: 461-463)).
119 "Resolution Adopted by the Israel Knesset Rejecting King Hussein's United Arab Kingdom Plan,
Jerusalem, 16 March, 1972", en Lukacs op.cit. (1992: 183-184).
120 Tal, L. (1993: 53) "The Israeli-PLO Accord. Is Jordan Doomed?". Foreign Affairs. 72(5). Se
deberían esperar diez años, y que la OLP se afianzara como única representante del pueblo palestino y
equilibrara su capacidad de influencia con el régimen hachemí, para que la posibilidad de una
confederación fuera aceptada por las dos partes en el acuerdo jordano-palestino del 11 de febrero de 1985
("The Jordanian-Palestinian Accord, 11 February, 1985", en Lukacs op.cit. (1992: 488-489)).

112
desesperadamente la paz, y ante la decepción provocada por la pasividad de las superpotencias121,
Egipto se lanzó, junto con Siria, a una ofensiva militar que debía desestabilizar la región y hacer
imposible el mantenimiento del statu quo.

121 En su discurso del 3 de abril de 1974, Sadat recordaría: "(...) The month of June came and with it
the second summit conference between President Nixon and Brezhnev. The first meeting was held in
Moscow in May 1972. As I have told you, that meeting resulted in military relaxation. This meant that
everything must stop and that Israel would remain superior and that we would remain in our position. It
was clear from the statement issued in June 1973 that the two superpowers had taken another leap forward.
They agreed that nothing should happen anywhere in the world. They agreed to abide by this. The only
[trouble] spot left in the world was the Middle East. The Vietnam issue was decided. Nothing would
happen there. So the Middle East was the only spot left. Nothing should happen here and everyone should
await a peaceful solution. On reading the statement, we found that our issue had been put into cold storage
pending a peaceful solution" ("Speech (April 3, 1974) by Anwar Sadat", en Laqueur y Rubin op.cit. (1991:
480-481)).

113
III. LA GUERRA ANUNCIADA Y LA PAZ SEPARADA

Noviembre de 1973 amaneció con un Oriente Medio que, si bien militarmente era
prácticamente el mismo, política y anímicamente había dado un vuelco mayúsculo. La guerra de
octubre de 1973, más que provocar, permitió una evolución en el conflicto árabe-israelí que marcó
las nuevas relaciones de los actores implicados en el conflicto, entre sí y con la propia disputa.
La guerra de 1973, en el mismo grado que fue sentida como una derrota en Israel, fue
recibida como un victoria en el mundo árabe. Siria y Egipto habían lavado la afrenta de 1967. La
ofensiva, coordinada con el embargo petrolífero al Occidente que apoyaba a Israel, ofreció una
nueva imagen de un mundo árabe más unido. Sin embargo, la concordia árabe pronto se difuminó
en las intenciones de Sadat de aceptar una paz separada y de acogerse al abrazo de Estados Unidos.
Sadat, en los años que siguieron a 1973, descubrió que el camino a Washington pasaba por
Jerusalén y le alejaba de un mundo árabe que no quiso seguir sus huellas. La paz separada, al
romper el mínimo equilibrio de fuerzas conseguido en 1973, dando otra vez la superioridad
absoluta a Israel, retrasaría sine die la paz global en Oriente Medio.
La crisis de 1973 cumplió sobradamente con uno de los principales objetivos de los árabes en
la guerra: colocar el conflicto árabe-israelí al frente de la agenda internacional. El embargo de
petróleo fue sentido en Occidente casi como una crisis de modelo de desarrollo y se lo culpabilizó
de la crisis económica de mediados de los años setenta. Estados Unidos, ya desde la negociación de
los alto-el-fuego, se convirtió en la fuerza inevitable en Oriente Medio, desplazando todavía más a
la URSS a un papel marginal en cualquier propuesta de solución del conflicto árabe-israelí.
El pueblo palestino y la OLP sintieron la guerra limitada de 1973 y las negociaciones que la
siguieron como un nuevo golpe a sus esperanzas de retorno y de autodeterminación. Las guerrillas
habían sido expulsadas de Jordania y la pérdida del frente egipcio hizo impensable una nueva
ofensiva militar árabe contra Israel. El conflicto armado se trasladó a Líbano, siguiendo la misma
pauta que habían marcado los hechos del Septiembre Negro en Jordania, pero, en esta ocasión, con
implicación directa del ejército israelí. La recuperación de sus derechos por la vía armada se había
convertido en una quimera para los palestinos, así que a la debilidad militar la acompañó el
realismo y la renuncia a muchas de sus reivindicaciones. No obstante, el fracaso militar palestino
se vería compensado por el éxito en la imposición de su voz tanto en el marco árabe como
internacional, excepto ante Washington y Tel Aviv.
Israel, en el plano puramente militar, no perdió la guerra. Sin embargo, la capacidad ofensiva
árabe, las bajas muy superiores a las de la guerra de junio de 1967 y la necesidad desesperada de
ayuda de Estados Unidos, sustituyeron en la opinión pública israelí el sentimiento de superioridad
por una aguda pérdida de confianza. Esta se reflejó en una nueva predisposición a hacer algunas
concesiones limitadas en la negociación con los Estados árabes "victoriosos". Así se demostraría
cuando, tras la guerra de 1973, se debilitó la sensación de hegemonía y seguridad israelí, lo que

115
condujo a las negociaciones con Egipto y Siria en unos términos muy parecidos a la Iniciativa por
la Paz de Sadat en 1971.
Esto se haría aún más evidente al quedar Jordania apartada de las negociaciones, cuando
había sido el Estado más moderado y predispuesto a una negociación con Israel. Jordania no
participó en la guerra de 1973 y en 1970 había eliminado el poder militar de los guerrilleros
palestinos, por lo que quedó en una situación de debilidad absoluta en la relación de fuerza militar
dentro del conflicto árabe-israelí. Esto, incluso a corto plazo, marginaría al régimen hachemí en el
conflicto. En primer lugar, no pudo aprovechar los beneficios de la guerra de 1973 y no participó
en las negociaciones de los acuerdos de separación de fuerzas de 1974. En segundo lugar, poco
más tarde vio como los árabes y la comunidad internacional reconocían a la OLP como la única
representante legítima del pueblo palestino. La posición moderada del rey Hussein ante Israel y su
confianza en Estados Unidos para forzar la negociación y las concesiones israelíes jugaron contra
los intereses de Jordania. El régimen hachemí, al no entender que sin un cambio en la relación de
poder con Israel éste no tendría ninguna necesidad ni voluntad de negociar -lo que fue evidente
para Sadat, Assad y la OLP- cedió toda su fuerza militar y su capacidad de presión al eliminar a las
guerrillas palestinas en el Septiembre Negro y al automarginarse en la guerra de 1973.
La finalización de la guerra trajo consigo el inicio de las negociaciones para la separación de
fuerzas. La negociación e implementación de los alto-el-fuego había sido difícil, tanto por los
intereses de los contendientes como por los de las superpotencias. Durante la guerra, la Unión
Soviética había jugado tanto a la baza del apoyo a los aliados árabes como a la de la distensión.
Kosyguin expresó abiertamente el temor a que la crisis en Oriente Medio facilitara la labor a los
sectores de la Administración norteamericana que se oponían a la distensión:
"The opponents of detente are trying to use every pretext to revive the atmosphere
of the cold war (...) They are trying in every way to exploit for these purposes the
resumption of hostilities in the Middle East"1.
Así, la URSS primero intentó evitar el enfrentamiento militar y, al fracasar, limitó la ayuda
dada a los árabes, en comparación con la de Estados Unidos a Israel, lo que redundaría en
detrimento de su posición en Oriente Medio, pues los Estados árabes comprendieron que el
compromiso estadounidense con Israel era mucho más fuerte que el de los soviéticos con ellos2.
El desarrollo de la guerra se reflejó en el proceso de negociación de los alto-el-fuego. Al
inicio fueron los árabes y la URSS los que exigían la retirada total de Israel de los territorios
ocupados en 1967 para firmar un alto-el-fuego. Tras los avances de Israel en el campo de batalla y,
sobre todo, tras el cruce de las tropas israelíes del Canal de Suez, la URSS propuso a Estados
Unidos un alto-el-fuego en las posiciones en que se encontraban. Este se expresó en la resolución
338 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas (S/Res/338 (1973) 22 de octubre de 1973) que,

1 Citado en Freedman, R. (1975: 129) Soviet Policy Toward the Middle East Since 1970. New York;
London: Praeger.
2 Zoubir, Y.H. (1988: 296) "The Soviet Union and the Arab States Since 1967", en Y. Lukacs & A.
M. Battah (eds.), The Arab-Israeli Conflict. Two Decades of Change Boulder; London: Westview Press.

116
además de llamar al alto-el-fuego, pedía la implementación de la resolución 242 y el inicio de
negociaciones de paz. La resolución fue aceptada por todas las partes. Siria lo hizo forzada por la
decisión de Egipto, aunque poniendo las condiciones de la retirada israelí a la Línea Verde -lo que
significaba su aceptación de la resolución 242- y de que se tendrían en cuenta los derechos
legítimos de los palestinos. Sin embargo, Israel continuó las hostilidades para mejorar sus
posiciones militares en la orilla occidental del Canal de Suez, rodeando al Tercer Ejército Egipcio.
La acción israelí se dirigía tanto a la opinión interior, como a los árabes ante las negociaciones que
se preveían. La reacción soviética no se hizo esperar y amenazó con intervenir, al tiempo que
propuso la creación de una fuerza de interposición de las dos superpotencias. Estados Unidos
respondió rechazando la propuesta, pues hubiera supuesto aceptar la presencia soviética en la zona,
y decretando la alerta nuclear. Finalmente, la URSS, en su defensa de la distensión, cedió e
inmediatamente Kissinger inició su diplomacia de lanzadera que tanta fama le dio.
Definitivamente, se hizo evidente para los árabes que la URSS no tenía peso para forzar una
solución diplomática, ya que no podía influir sobre Israel, y que el conflicto árabe-israelí tenía un
lugar secundario en la agenda de Moscú, en la que prevalecía la distensión.
El resultado final de las negociaciones se ajustaba a la programación de Kissinger. Este tenía
tres objetivos centrales: la marginación de la URSS, impedir que una de las partes consiguiera
ventajas militares decisivas, y aprovechar la inercia del final de la guerra para poner en marcha la
diplomacia dirigida por Estados Unidos. Kissinger, apoyado por Sadat, inició la diplomacia de
lanzadera entre los beligerantes el 5 de noviembre. Dos días más tarde, ante la impotencia
soviética, Egipto continuó avanzando en el camino de acercamiento a los Estados Unidos y
reanudó las relaciones diplomáticas con Washington seis años después de haberlas roto. La guerra
de octubre de 1973 fue el acontecimiento que desbloqueó la política de Kissinger hacia la región.
Los árabes habían forzado un cambio importante en la relación de fuerzas en Oriente Medio, y
habían demostrado que todavía podían ser una amenaza para Israel. Estados Unidos se vio
obligado a reconocer que el conflicto árabe-israelí era el núcleo de la inestabilidad en la región y
decidió aumentar los esfuerzos para afrontarlo3.
Kissinger se enfrentó a la mediación diplomática con una política de pequeños pasos.
Consciente de que plantear el problema de la retirada israelí de los territorios ocupados sería la
fórmula para fracasar, decidió iniciar la negociación sobre los aspectos militares del final de la
guerra, básicamente en la separación de fuerzas. El primer intento negociador se hizo con la
convocatoria de una Conferencia en Ginebra, en diciembre de 1973. Tras dos días de declaraciones
de intenciones, se trasladó la negociación a conversaciones bilaterales entre las partes beligerantes,
que fueron monopolizadas por Kissinger en detrimento de los soviéticos, los europeos y Naciones
Unidas4.

3 Spiegel op.cit. (1988: 206).


4 La Conferencia de Ginebra fue una iniciativa de Kissinger, aunque oficialmente la convocara el
Secretario General de Naciones Unidas con el apoyo de las dos superpotencias, en respuesta al llamamiento

117
La Conferencia de Ginebra no se ajustaba ni a la política israelí ni a la siria. El gobierno de
Tel Aviv se oponía a negociar una salida política al conflicto en el marco de una conferencia
internacional, pues temía encontrarse en minoría y verse obligado a ceder en la retirada de los
territorios ocupados y en la autodeterminación palestina. Los israelíes acudieron a Ginebra
obligados por la presión ejercida desde Washington, aunque, desde el primer momento, intentaron
boicotear la conferencia con exigencias inaceptables como la reanudación de relaciones con la
Unión Soviética y la libre salida de los judíos de la URSS5. Damasco decidió no participar en la
conferencia ante el planteamiento que le había dado Kissinger. Assad quería que se discutiera el
problema palestino y la retirada israelí y, ante la negativa de Kissinger a discutir la participación
palestina, decidió no ir a Ginebra. Jordania sí se sentó a la mesa, pero fue un convidado de piedra
al centrarse las negociaciones inmediatamente en la separación de fuerzas militares.
Egipto e Israel firmaron el Primer Acuerdo de Separación de Fuerzas el 18 de enero de 1974.
Se acordó la separación de fuerzas supervisada por Naciones Unidas, con la retirada israelí de las
dos orillas del Canal de Suez, pero manteniendo su presencia en los pasos estratégicos de Mitla y
Giddi, en el Sinaí occidental. El acuerdo se consiguió con la mediación de Kissinger. Sadat, como
un gesto más de buena voluntad hacia los Estados Unidos, apoyó el levantamiento del embargo
petrolífero en marzo del mismo año. Siria también firmó un Acuerdo de Separación de Fuerzas, en
mayo del mismo año, que, al igual que el egipcio, fue mediado por Kissinger. El acuerdo con Siria
también se reflejó en una retirada parcial del ejército israelí de territorios conquistados en 1967.
Damasco recuperó Quneitra además del territorio ocupado en 1973. Las retiradas israelíes se
hicieron a propuesta de Kissinger, quien estaba desbrozando el camino para las nuevas
negociaciones entre egipcios e israelíes, a cambio del compromiso sirio de que el Golán no
volviera a servir de base para incursiones guerrilleras palestinas. Siria, para evitar negociar
directamente con Israel, firmó el acuerdo en el marco de la Conferencia de Ginebra. La
negociación sirio-israelí fue un logro de Kissinger, que puso de manifiesto su éxito en la política de
marginación de la URSS.
El acuerdo egipcio-israelí sobre el Sinaí, del 1 de septiembre de 1975, fue otro logro de
Kissinger, quien continuó en su cargo de Secretario de Estado a pesar de la caída de Nixon en

de la resolución 338. La Unión Soviética quiso aprovechar el planteamiento de la conferencia internacional


para no verse desplazada de las negociaciones y, durante todo el período de la mediación de Kissinger,
intentó que se volviera a convocar para debilitar el monopolio diplomático del Secretario de Estado.
Moscú, con el mismo objetivo, hizo lo posible para acercarse a Israel, subrayando su posición de apoyo al
derecho de Israel a existir y abriendo ligeramente la puerta de salida de los judíos soviéticos hacia el
Estado judío. Sin embargo, el Primer Acuerdo de Separación de Fuerzas egipcio-israelí rompió esta política
y la URSS volvió a girarse hacia Siria, el aliado más fiable en Oriente Medio, facilitándole armamento para
la guerra táctica en el Golán durante abril de 1974. Más tarde, Moscú, ya sin Egipto y con una clara pérdida
de peso en la región, se acercó a la OLP y empezó a defender la propuesta de un Estado palestino en los
Territorios Ocupados (Freedman op.cit. (1988: 269-279)).
5 Yaniv, A. (1988: 17) "Israeli Foreign Policy Since the Six Day War". Y. Lukacs & A. M. Battah
(eds.), The Arab-Israeli Conflict. Two Decades of Change Boulder; London: Westview Press.

118
agosto de 1974 y su substitución por Gerald Ford. Este nuevo acuerdo abarcaba más que la
separación de fuerzas, era un verdadero acuerdo de no beligerancia:
"Article I: The conflict between them [Egipto e Israel] and in the Middle East shall
not be resolved by military force but by peaceful means (...)"
"Article II: The parties hereby undertake not to resort to the threat or use of force
or military blockade against each other"
"Article VIII: (1) This agreement is regarded by the parties as a significant step
toward a just and lasting peace. It is not a final peace agreement. (2) The parties
shall continue their efforts to negotiate a final peace agreement within the
framework of the Geneva peace conference in accordance with Security Council
Resolution 338"6.

Según la acordada retirada parcial del ejército israelí, Tel Aviv perdía el control de los pasos
de Giddi y Mitla, además de los pozos de petróleo de Abu Rudeis. Kissinger tuvo grandes
dificultades para arrancar a Israel estas concesiones, y sólo lo consiguió después de comprometer a
Estados Unidos en contrapartidas que marcarían el futuro de la paz en Oriente Medio. El mismo 1
de septiembre, en los memoranda de acuerdo entre Israel y Estados Unidos, Washington contrajo
obligaciones con Israel, por primera vez en un compromiso formal y por escrito, tanto de ayuda
militar y económica, como de coordinación política en la zona, así como de no dialogar con la OLP
si ésta no reconocía antes el derecho a existir de Israel y aceptaba la resolución 242:
"2. The United States will continue to adhere to its present policy with respect to
the Palestine Liberation Organization, whereby it will not recognize or negotiate
with the Palestine Liberation Organization so long as the Palestine Liberation
Organization does not recognize Israel's right to exist and does not accept Security
Council Resolutions 242 and 338. The United States Government will consult fully
and seek to concert its position and strategy at the Geneva Peace Conference on
this issue with the Government of Israel (...)"7.

Las garantías ofrecidas por Estados Unidos, según la perspectiva de la Administración


norteamericana, debían servir también para salvar los obstáculos que ponía Israel en el proceso de
paz. Sin embargo, el efecto sería el contrario. Israel, rearmado y habiendo desactivado el frente

6 "The Egyptian-Israeli Accord on Sinai (September 1, 1975)", en Laqueur y Rubin op.cit. (1991:
572-582).
7 "Memorandum of Agreement Between the Governments of Israel and the United States, September
1975", en Lukacs op.cit. (1992: 60). En las garantías ofrecidas a Israel, Estados Unidos se comprometió a
continuar suministrando armamento y alta tecnología a Israel, con planes de contingencia para posibles
emergencias, así como a proporcionar ayuda económica y petróleo. Las garantías también abarcaron las
posibles amenazas exteriores, desde una potencia mundial. Finalmente, ante la posible convocatoria de la
Conferencia de Ginebra, en el memorándum ya visto, se comprometió a coordinar su política con la de
Israel, tanto ante la OLP como ante la participación de nuevos Estados o grupos en las conversaciones. Este
punto se dirigía a los palestinos y a los europeos, que Israel y Kissinger querían mantener alejados del
proceso de paz ("US-Israeli memoranda and addendum", en Bailey op.cit. (1990: 374-377)). En contraste,
las garantías ofrecidas a Egipto se limitaban a consultas en caso de violación israelí del Acuerdo, a
asistencia técnica para los sistemas de prevención en el Sinaí y a ayuda económica ("US assurances to
Egypt", en Bailey op.cit. (1990: 377)).

119
egipcio, recuperó su posición de superioridad militar en la relación con los Estados árabes. Así, en
septiembre de 1975, desapareció la poca presión que podía sentir para avanzar hacia un acuerdo
global. Estados Unidos, con las garantías ofrecidas a Israel y con el Memorándum de Acuerdo de
1975, redujo su margen de acción en el proceso de paz en Oriente Medio y ante los aliados árabes,
y perdió maniobrabilidad y credibilidad en su papel de mediador.
La Unión Soviética, en abril y octubre de 1976, propuso una nueva convocatoria de la
Conferencia de Ginebra con participación de la OLP, lo que chocó con el rechazo israelí y
estadounidense. Sin embargo, la llegada de Carter a la Presidencia de los Estados Unidos provocó
un cambio sustancial en la política de Washington hacia Oriente Medio. La Administración
demócrata se alejó de la política de Kissinger y adoptó otras directrices más receptivas a las
demandas palestinas, a un acuerdo global y a la colaboración con los soviéticos8. Carter aceptó
incluir a la URSS en el proceso de paz porque, en las exploraciones iniciales hechas desde
Washington, se había puesto de manifiesto que las posiciones de los distintos actores eran
incompatibles y que sin las presiones de la URSS sobre sus aliados sería imposible avanzar. La
Administración norteamericana esperaba que Moscú pudiera atraer a la mesa de negociación tanto
a Siria como a la OLP, a pesar de su enfrentamiento en la guerra civil en Líbano y, además,

8 El nuevo tenor de la Administración norteamericana ya se anunciaba en un informe de la Brookings


Institution, de diciembre de 1975, aprobado por Carter y elaborado por académicos y diplomáticos que más
tarde colaborarían con su gobierno, como Zbigniew Brzezinski -Consejero de Seguridad Nacional-. Este
documento, además de algunos aspectos ya conocidos como la retirada israelí a las fronteras de 1967 y el
respeto a la seguridad y soberanía de todos los Estados de la zona, contenía importantes novedades en la
política estadounidense. Se manifestaba a favor de un acuerdo global, lo que rompía totalmente la
aproximación de Kissinger al proceso y la posición israelí:
"2. Urgency (...) We believe that the best way to address these issues is by the pursuit of a
comprehensive settlement".
"3. Process. We believe that the time has come to begin the process of negotiating such a settlement
among the parties, either at a general conference or at more informal multilateral meetings. While no useful
interim step toward settlement should be overlooked or ignored, none seems promising at the present time
and most have inherent disadvantages".
El aspecto más novedoso e impactante era la apertura de nuevas posibilidades para el problema
palestino, impensables con Kissinger:
"4 (e) Palestine. There should be provision for Palestinian self-determination, subject to Palestinian
acceptance of the sovereignty and integrity of Israel within agreed boundaries. This might take the form of
an independent Palestine state accepting the obligations and commitments of the peace agreements or of a
Palestine entity voluntarily federated with Jordan but exercising extensive political autonomy" ("'Toward
Peace in the Middle East', Brooking Institution Report, December 1975", en Lukacs op.cit. (1992: 65-67)).
En 1977, ya presidente, Carter manifestó una posición más ambigua ante el problema palestino, pero
manteniéndose en el mismo tenor:
"And the third ultimate requirement for peace is to deal with the Palestinian problem (...) There has
to be a homeland provided for the Palestinian refugees who have suffered for many, many years"
("President Jimmy Carter, on Middle East Peace, Town Meeting, Clinton, Mass., 16 March, 1977", en
Lukacs op.cit. (1992: 69-70)).
"Third, there must be a resolution of the Palestinian problem in all its aspects. The problem must
recognize the legitimate rights of the Palestinian people and enable the Palestinians to participate in the
determination of their own future" ("President Carter, Statement on Recognition of Palestinians, Aswan,
Egypt, 4 January, 1978", en Lukacs op.cit. (1992: 71-72)).

120
también quería evitar que los soviéticos boicotearan el proceso si se veían marginados. En 1977,
Washington retomó la propuesta soviética de convocar la Conferencia de Ginebra y, en octubre del
mismo año, las dos superpotencias hicieron público un comunicado conjunto para avanzar en el
proceso de paz en el que se reflejaba la nueva política estadounidense hacia el conflicto9. Este fue
muy bien recibido por los árabes y los palestinos, pues, al mencionar los derechos legítimos del
pueblo palestino y la participación de sus representantes, abría las puertas a un acuerdo que tuviera
en cuenta sus intereses. El comunicado conjunto no mencionaba la resolución 242 para hacer más
fácil la aceptación de la OLP y, a pesar de la oposición de una minoría que no quería aprobar el
reconocimiento implícito de Israel, Arafat consiguió que la declaración fuera admitida como la
base para una negociación con Israel10. Sin embargo, el desencanto pronto haría mella nuevamente
en las filas árabes.
Era evidente que el comunicado conjunto chocaba con las garantías del Memorándum de
Acuerdo entre Israel y los Estados Unidos del 1 de septiembre de 197511 y con los objetivos israelís
ante el conflicto, por lo que la oposición de Tel Aviv fue inmediata. Las presiones de Israel, junto
con las del lobby judío y de los sectores más anticomunistas de Washington consiguieron forzar un
documento de trabajo de la Administración norteamericana que anulaba los avances favorables a
los palestinos en el comunicado conjunto con los soviéticos12. En el nuevo documento ya no se
hablaba de retirada de los Territorios Ocupados palestinos, sino de crear un grupo de discusión

9 En el comunicado se decía que: "1. Both governments are convinced that vital interests of the
peoples of this area, as well as the interests of strengthening peace and international security in general,
urgently dictate the necessity of achieving, as soon as possible, a just and lasting settlement of the Arab-
Israeli conflict. This settlement should be comprehensive, incorporating all parties concerned and all
questions (...) including such key issues as withdrawal of Israeli Armed Forces from territories occupied in
the 1967 conflict; the resolution of the Palestinian question, including ensuring the legitimate rights of the
Palestinian people (...)" / "2. (...) the only right and effective way for achieving a fundamental solution (...)
is by negotiations within the framework of the Geneva Peace Conference (...) with participation in its work
of the representatives of all parties involved in the conflict including those of the Palestinian people (...)"
("Joint Statement by the Governments of the US ad the USSR, 1 October, 1977", en Lukacs op.cit. (1992:
16-17)).
10 Rashid Khalidi hablará de cuatro días de esperanza y de la euforia de los dirigentes de Fatah
(Khalidi op.cit. (1988: 269-279)). En opinión de Arafat: "It was an historic moment. For the first time the
two superpowers were committed to doing something for us Palestinians. Truly I believed there would be
peace with some justice for my people" (citado en Hart op.cit. (1994: 394)).
11 En el Memorándum se decía que:
"1. The Geneva Peace Conference will be reconvened at a time coordinated between the United
States and Israel.
2. (...) It is understood that the participation on a subsequent phase of the Conference of any possible
additional state, group or organization will require the agreement of all the initial participants" ("US-Israeli
memoranda and addendum -(iii) Memorandum regarding Geneva peace conference", en Bailey op.cit.
(1990: 376)).
12 La reacción israelí fue inmediata. Moshe Dayan, entonces ministro de Asuntos Exteriores en el
gobierno de Begin, viajó rápidamente a Washington donde consiguió la retractación de Carter. El
presidente norteamericano capituló ante la presión del lobby judío, al que necesitaría para su reelección, de
los sectores anticomunistas y del gobierno israelí, que, según algunas fuentes, llegó a amenazar con
bombardeos a pozos petrolíferos saudíes (Hart op.cit. (1994: 395)).

121
sobre el tema con participación de Israel, Egipto, Jordania y los árabes palestinos; el problema
palestino volvía a ser un problema de refugiados; y la base de las negociaciones en Ginebra sería
las resoluciones 242 y 33813. La reacción palestina fue de rechazo a las nuevas condiciones. El
proceso se encalló en discusiones procedimentales hasta que Sadat, el 9 de noviembre de 1977,
rompió el estancamiento con el anuncio de su viaje a Jerusalén.
La política israelí y la debilidad mediadora de Estados Unidos habían paralizado una vez más
el proceso de paz, y Sadat sabía que ni Siria ni la OLP renunciarían a la devolución de los
territorios ocupados. Egipto y los árabes, tras el segundo acuerdo de separación de fuerzas con
Israel, habían perdido la capacidad de presión militar para provocar una sacudida como la de 1973.
Las presiones económicas y políticas en Egipto eran cada vez más fuertes. Sadat era consciente de
que, si apoyaba la posición árabe, la recuperación total del Sinaí y la paz con Israel se aplazarían
sine die, mientras que, en una paz separada, podía recuperar todo el territorio egipcio14. En otro
orden de cosas, el anticomunista Sadat estaba cercano a Israel en la repulsa a la implicación de la
URSS en el proceso de paz, ya que la participación de los soviéticos supondría el reforzamiento de
Siria y la OLP y ralentizaría aún más el proceso15. Por estas razones, el egipcio se decidió a dar un
salto en su huida adelante que le obligaba a hacer cada vez más concesiones. En Israel, el viaje de
Sadat a Jerusalén fue recibido como la prueba de que la intransigencia recompensaba y que, a partir
de aquel momento, la negociación de un acuerdo global se había convertido en una quimera árabe
y que el intento de convocatoria de la Conferencia de Ginebra estaba enterrado.
La llegada de Begin al gobierno había creado una constelación de intereses coincidentes que
conduciría a Camp David. Begin, como Carter y como Sadat, no creía en la política de pequeños
pasos de Kissinger. Según su opinión, este procedimiento creaba tensiones inútiles con Estados
Unidos y corroía la imagen de Israel por su posición intransigente16. A partir de 1977, con los
gobiernos del Likud, Israel adoptó una nueva política hacia Washington. El Likud intentó cambiar

13 "Suggestions for the resumption of the Geneva peace conference", citado en Cobban op.cit. (1984:
91). Sin embargo, a pesar de la influencia israelí en Washington, el comunicado conjunto de los Estados
Unidos y la Unión Soviética y la nueva dinámica impulsada por la Administración norteamericana en
Oriente Medio despertaron el temor en Israel a verse obligados a participar en un proceso que no convenía
a sus objetivos ideológicos y a su percepción de la seguridad. Esto ayuda a explicar la retirada israelí del
Sinaí en las futuras negociaciones con Sadat, ya que, a cambio, se ganaba la paz separada con Egipto y la
división árabe, y se contrarrestaban las propuestas de negociación global con participación palestina.
14 Hinnebusch op.cit. (1988: 185).
15 De hecho, el viaje de Sadat a Jerusalén y las negociaciones de Camp David, al año siguiente,
volvieron a expulsar a la URSS de Oriente Medio. Tras el acuerdo de paz egipcio-israelí, la URSS esperaba
que el rechazo árabe le volvería a dar entrada en la región, pero distintos factores lo impidieron. Por una
parte, la misma división árabe obstaculizaba las alianzas exteriores comunes. Por otra parte, la política
soviética en Afganistán le enajenó la amistad de los Estados del Golfo, que se giraron hacia Estados Unidos
a pesar de Camp David. La cooperación militar norteamericana con Arabia Saudí, con el suministro de los
aviones AWAC, también fue un duro golpe a la política soviética en Oriente Medio. Finalmente,
Gorbachov decidió terminar con la principal traba a su presencia en la región e inició el proceso de
normalización de relaciones con Israel (Freedman op.cit. (1988: 273-276, 282-283)).
16 Perlmutter op.cit. (1985: 303-304).

122
su relación con Estados Unidos hacia una relación de iguales, para lo cual necesitaba formalizar la
ayuda norteamericana y que ésta no se pudiera usar para presionar a Tel Aviv17. Más tarde, la
nueva política israelí se vio favorecida por la llegada al poder de Reagan.
La óptica ideologizada de la nueva Administración situó inmediatamente a Israel en el
bloque de las democracias anticomunistas aliadas y, además, con la ventaja añadida de contar con
un buen ejército. En octubre de 1983, durante la ocupación israelí de Líbano, la National Security
Decision Directive 111 del gobierno estadounidense dio prioridad a la cooperación estratégica con
Israel y, al mes siguiente, se firmó el Strategic Cooperation Agreement que reforzaba todavía más
la cooperación militar y la ayuda en suministros de armamento, y establecía un acuerdo de libre
comercio. Paradójicamente, la ayuda de Estados Unidos a Israel siempre ha recibido los mayores
impulsos tras las guerras, cuando el Estado judío había demostrado su superioridad. Esto
demuestra que el compromiso de Washington no es con un país amenazado sino para mantener la
supremacía israelí en la región18. La política norteamericana tenía también sus propios enemigos
regionales, más allá del contexto de Guerra Fría, primero con el nacionalismo árabe y, a partir de la
revolución iraní, con el islamismo. Tanto los israelíes como los aliados árabes coincidían en las
enemistades, hasta el punto de que, por ejemplo, para Arabia Saudí las amenazas eran las mismas
que para Israel mientras que el Estado judío no suponía un peligro, gracias a la alianza con Estados
Unidos. La continuación del compromiso estadounidense con Israel, tras el fin de la Guerra Fría,
demuestra que tenía unas raíces más profundas y unos intereses comunes mayores que la mera
contención antisoviética.
Este nuevo marco de relaciones redundó en una mayor cooperación entre Israel y Estados
Unidos, y en las garantías de Washington para mantener la superioridad estratégica de Israel en
Oriente Medio. Y, con ello, desapareció la poca presión que el gobierno israelí podía sentir para
negociar con los árabes y devolver el territorio ocupado. Esto tuvo una expresión inmediata en la
invasión de Líbano, en la anexión del Golán y en una mayor agresividad en el proceso de
colonización de Cisjordania.
La negociación de Camp David dejó una sensación ambivalente en los árabes ante Estados
Unidos. Por una parte, hizo crecer la desconfianza ante Washington y su papel de mediación, y
algunos hicieron un giro hacia la URSS. Pero, por otra parte, se había demostrado que, a pesar de

17 Con el Likud en el gobierno las relaciones entre Israel y Estados Unidos adoptaron una forma más
contractual. A partir de 1967, cuando Tel Aviv cambió su orientación de Europa hacia Estados Unidos en
la búsqueda de padrinazgo, los gobiernos laboristas presionaron para aumentar y garantizar el compromiso
estadounidense con el Estado judío, pero sin que esta relación se expresara en acuerdos formales. La
posibilidad de un compromiso contractual desde Washington se planteaba como compensación de
devolución territorial a los árabes y de avances en un proceso de paz (así se expresó en el Memorandum of
Agreement de 1975 como compensación por el Segundo Acuerdo de Separación de Fuerzas con Egipto), lo
que los gobiernos laboristas no querían aceptar. Estos creían que podían conseguir la misma ayuda y apoyo
estadounidenses sin necesidad de firmar acuerdos formales. Esta política laborista coincidía con la de
Washington, donde se temía que acuerdos oficiales con Israel dañarían las relaciones con los aliados
árabes.
18 Zunes op.cit. (1996: 92)).

123
que Estados Unidos tenía un papel ineludible en un acuerdo árabe-israelí, ya no se podía confiar en
un deus-ex-machina norteamericano que había desviado su atención hacia la región del petróleo en
el propio Oriente Medio. Tampoco se podía confiar en una Europa que, más allá de sus
declaraciones favorables, no podía ni quería discutir el liderazgo de Estados Unidos en la zona19.
El Oriente Medio producto de la guerra de octubre de 1973 y de los Acuerdos de Camp
David entre Israel y Egipto aún necesitaría, entre otros factores, la revuelta de los palestinos de los
Territorios Ocupados, la guerra de 1991 en el Golfo Pérsico y, sobre todo, el fin de la Guerra Fría y
la desaparición de la URSS, para poder dar un nuevo paso hacia la paz.

1. LA OFENSIVA ARABE: "WE HAVE FOUGHT FOR THE SAKE OF PEACE"20

La guerra de octubre de 197321 fue una guerra anunciada. Quizás el momento del ataque fue
una sorpresa, pero los gobernantes árabes, sobre todo Sadat, habían avisado una y otra vez de que
si Israel se mantenía en la intransigencia la guerra era inevitable. Sin embargo, el sentimiento de
seguridad en Israel impidió al gobierno de Tel Aviv creer que los egipcios pudieran cruzar el Canal
de Suez y enfrentarse a su ejército. Los árabes habían aprendido la lección de 1967 y abandonaron

19 Los europeos habían dado un paso importante hacia el reconocimiento de los derechos palestinos
cuando, el Consejo Europeo reunido en Londres el 29 de junio de 1977, declaró que la solución del
conflicto no sería posible sin una expresión efectiva de la identidad nacional del pueblo palestino. Pero fue
en el Consejo Europeo reunido en Venecia el 13 de junio de 1980, cuando se estableció la posición oficial
de los Nueve que se mantuvo como referencia ante el conflicto árabe-israelí. La Declaración de Venecia,
además de continuar basando la solución del conflicto en el respeto a las resoluciones 242 y 338 del
Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, añadía el reconocimiento del derecho a la autodeterminación
del pueblo palestino y el apoyo a la participación de la OLP en las negociaciones. Los Nueve denunciaron
también los intentos israelíes de cambiar el estatuto de Jerusalén y la colonización judía de los Territorios.
La Declaración de Venecia fue bien recibida por los árabes, pero rechazada de plano por los israelíes que, a
partir de aquel momento, todavía pusieron más obstáculos a la implicación europea en cualquier proceso de
solución del conflicto. En la Declaración, los gobiernos comunitarios se comprometían, asimismo, a jugar
un papel más activo en el proceso de paz, en lo que fracasaron completamente.
Mónica Salomón va más allá y habla de control norteamericano de la política europea hacia el
conflicto árabe-israelí: "El control de Estados Unidos sobre el contenido de la postura CPE/PESC
[Cooperación Política Europea/Política Exterior y de Seguridad Común] sobre Oriente Medio ha sido total
desde que en abril de 1974 los Nueve acordaron poner en marcha el procedimiento "Gymnich" por el cual
la superpotencia líder del bloque occidental pasó a ser puesta al corriente, y por anticipado, del contenido
de la agenda CPE. Desde entonces, las variaciones en los posicionamientos CPE/PESC sobre el conflicto
[árabe-israelí] mantienen una relación muy estrecha con las variaciones de las políticas estadounidenses"
(Salomón, M. (1997: 489) Una lectura intergubernamentalista del mecanismo CPE/PESC: el caso del
conflicto árabe-palestino- israelí. (Tesis doctoral) Universitat Autònoma de Barcelona, Bellaterra).
20 "Anwar Sadat. Speech (October 16, 1973)", en Laqueur y Rubin op.cit. (1991: 470).
21 Guerra del Yom Kippur para los israelíes, por coincidir con esta festividad judía; o Guerra de
Ramadán, para los árabes, por coincidir con este mes en el calendario de la Hégira. En realidad, el ataque
se decidió por las condiciones climáticas y las mareas y no por las festividades. El hecho de que coincidiera
con el Yom Kippur jugaba en contra de la ofensiva árabe, pues los judíos estaban reunidos en sus casas y
fue más fácil llamar a los reservistas.

124
la fanfarronería por un trabajo de aproximación a la opinión y a los gobiernos occidentales. La
expulsión de los consejeros soviéticos, el anticomunismo de Sadat y Faisal, el liderazgo de Arabia
Saudí y Marruecos en la Liga Arabe, los ataques a la URSS en el marco del Movimiento de los No
Alineados eran signos destinados a las capitales del bloque acaudillado por Estados Unidos. Los
gestos hacia Occidente no se detuvieron durante la guerra. Los principales fueron el carácter
limitado del ataque y los prontos mensajes para establecer un alto-el-fuego y negociaciones.
Incluso el embargo de petróleo decretado a partir del 16 de octubre fue más simbólico que real,
aunque mal interpretado desde Occidente22. La colaboración de Egipto y Siria con los productores
de petróleo, despertó la conciencia occidental sobre los costes potenciales del conflicto árabe-
israelí si no se atendían las demandas de los Estados árabes. Además, a diferencia de 1967, en
Occidente había una cierta percepción positiva de las reivindicaciones que llevaron a los árabes a la
guerra23.
La decisión de la ofensiva árabe fue tomada por Sadat, Assad y Faisal. La participación de
Arabia Saudí en la preparación de la guerra y en el apoyo a los combatientes, con la utilización del
petróleo como un arma política, era una nueva muestra de la creciente influencia de los países
productores de petróleo, que aumentaría aún más con la subida de precios de 1973 y 197424. La

22 En primer lugar, se inició como consecuencia del enorme apoyo material de Estados Unidos a
Israel (Washington puso en marcha un puente aéreo con Israel de una envergadura mayor incluso que el de
Berlín en 1948-1949), con porcentajes de disminución de las exportaciones muy bajos y sólo de la OPAEP.
El embargo fue total únicamente a Estados Unidos y Holanda -que había manifestado abiertamiente su
alineamiento con Israel-, países que, en realidad, eran muy poco dependientes del petróleo árabe. Además,
los países productores no tenían medios para controlar el embargo, pues la distribución estaba en manos de
las grandes multinacionales, norteamericanas en su mayoría junto con una británica y otra anglo-holandesa.
El aumento del precio fue lo que produjo un mayor impacto en las economías occidentales, y se culpabilizó
de la subida a la guerra de 1973 y al embargo, aunque éstas fueran causas menores en el reajuste del
mercado petrolífero.
23 En Europa, la necesidad de acercarse a los Estados árabes ya se planteó con anterioridad, como
consecuencia de los cambios que se estaban dando en el mercado del petróleo. Así, ya en 1972, la
Comisión de la CEE envió unos memoranda al Consejo de Ministros donde proponía iniciar consultas con
los países exportadores de petróleo, y recomendaba firmar acuerdos con estos países para promover su
desarrollo económico y social a cambio de garantías en el suministro de petróleo (Munich, J. (1989: 24) "El
diálogo Euro-Arabe". Afers Internacionals, 16). El esfuerzo de aproximación europea a los Estados árabes
se vio impulsado por la guerra de octubre de 1973 y el recorte en las exportaciones de petróleo. En
noviembre del mismo año hubo una declaración de los ministros de asuntos exteriores de los Nueve en la
que manifestaban su apoyo a las resoluciones 242 y 338 (22 de octubre de 1973) del Consejo de Seguridad
de Naciones Unidas según la interpretación árabe: "2. The need for Israel to end the territorial occupation
which it has maintained since the conflict of 1967", y, además, en relación con el problema palestino
reconocían "(...) that in the establishment of a just and lasting peace account must be taken of the legitimate
rights of the Palestinians" ("Statement by The European Community Foreign Ministers, Brussels, 6
November, 1973", en Lukacs op.cit. (1992: 13-14)). Y los días 14 y 15 de diciembre de 1973, hubo una
reunión de los Nueve en Copenhague, con la asistencia de cinco delegaciones árabes, que fue una
conferencia predecesora de lo que se daría en llamar el Diálogo Euro-Arabe.
24 Se pueden mencionar cuatro indicadores claros, en el sistema árabe, del political petrolism que
nace en Jartum y crecerá a partir de 1973: 1) creciente dependencia árabe de la inversión que procede de
los países productores; 2) los Estados productores, sobre todo Arabia Saudí e Iraq, se convierten en sede de
las nuevas organizaciones árabes -en detrimento de Egipto-; 3) disminuye el número de reuniones de la

125
colaboración de los tres Estados se debía al acuerdo en buscar una salida diplomática al conflicto
con Israel, sobre la base de la devolución de los territorios ocupados a cambio de la paz -Tierra por
Paz-. La raíz de la avenencia se encontraba en el convencimiento de que, para poder aceptar a
Israel, había que recuperar los territorios ocupados y, para ello, era necesario crear una crisis
militar que desestabilizara Oriente Medio e hiciera inevitable el cambio del statu quo con la
participación de Estados Unidos. Sin embargo, pronto se pondrían de manifiesto las discrepancias
entre Sadat y los demás líderes árabes. Para El Cairo sólo era imprescindible el territorio egipcio
ocupado, mientras que para Damasco, Riad y el resto de la Liga Arabe no se podía renunciar a los
Territorios Ocupados palestinos.
Los objetivos de Egipto y Siria en la ofensiva militar estaban claramente delimitados y eran
de poco alcance. La meta de Sadat era básicamente política. El ejército egipcio tan sólo debía
cruzar el Canal de Suez y hacerse fuerte en el Sinaí, creando una nueva situación psicológica y
diplomática que le permitiera negociar con Israel. En Siria, el objetivo era la recuperación de los
Altos del Golán. Jordania evitó la apertura de un frente en su frontera y, cuando los aliados árabes
presionaron a Hussein para que iniciara algún tipo de acción, tomó la decisión de participar de la
forma que menos le comprometía, desplazando fuerzas a Siria para ayudar desde el Estado
vecino25.
La guerra de octubre de 1973 representó la recuperación de la dignidad árabe tras la derrota
de 1967. Este sería un elemento central en el discurso de los líderes árabes tras la guerra:
"(...) We have restored self-confidence to the Arab individual after dressing his
wounded dignity and proving to the enemy and all the world that our people are
not an easy prey that the enemy thought it could easily swallow (...) I am anxious to
point out that our steadfastness in the war of liberation has begun to give the
slogan, 'pan-Arabism of the battle', a practical and real meaning (...) The hour of
decisiveness has come. Let us adapt ourselves to continue the war of liberation to
its victorious end (...)" ("Hafiz al-Assad, Speech (October 15, 1973))".
"(...) what we have achieved in 11 days of the most important and gravest -in fact
the greatest and most glorious- days in our history (...) We shall tell how the heroes
of this people and this nation came out in pitch black days to carry the lighted
torches to lighten the path so that their nation can cross the bridge between despair

Liga Arabe en Egipto para trasladarse a los países productores; 4) disminución drástica de la aportación
relativa de Egipto al presupuesto de la Liga Arabe (Korany, B. (1988: 170-171) "The Dialectics of
Inter-Arab Relations, 1967- 1987", en Y. Lukacs & A. M. Battah (eds.), The Arab-Israeli Conflict. Two
Decades of Change Boulder; London: Westview Press).
25 De las opciones que tenía Jordania ante la guerra -no participar en ella, amenazar a Israel con una
concetración de fuerzas en la frontera, cruzar el Jordán para intentar recuperar Cisjordania, o enviar fuerzas
a Siria-, Hussein escogió la menos comprometida (Bailey op.cit. (1990: 316)). La no implicación en la
lucha habría debilitado todavía más el prestigio de Hussein, ya maltrecho tras el Septiembre Negro.
Además, el temor al ejército israelí y las presiones de Estados Unidos le desanimaron para una
participación más directa. El hachemí no sólo no osó amenazar a Israel desde su frontera, sino que impidió
a algunas unidades de guerrilleros palestinos que cruzaran Jordania para atacar al sur de Israel. La
guerrillas palestinas lucharon al lado de los árabes, tanto en el frente del Canal de Suez como en el Golán y
en acciones en el interior de los territorios ocupados. Además, a partir del mismo 6 de octubre, los
trabajadores palestinos empleados por empresas israelíes se declararon en huelga (Cobban op.cit. (1984:
56)).

126
and hope (...) The Middle East political map has changed (...) We have fought for
the sake of peace (...) We do not fight to attack the territory of others, but we
fought and will continue to fight for two objectives: (a) to restore our territory
which was occupied in 1967; and (b) to find ways and means to restore and obtain
respect for the legitimate rights of the people of Palestine (...)" ("Anwar Sadat,
Speech (October 16, 1973))"26.

Se podían apreciar similitudes en los dos discursos que nacían del deseo de autoafirmación y
de recuperación de la dignidad. Sin embargo, también se pudieron apreciar diferencias en el
tratamiento de la guerra: mientras Assad habla de guerra de liberación, Sadat dice que lucharon por
la paz. Pero, sobre todo, las diferencias se vieron cuando Sadat, en la segunda parte del mismo
discurso, ofreció un nuevo plan de paz muy parecido a su Iniciativa por la Paz de 1971 junto con
un alto-el-fuego, mientras que Assad llamaba a la continuación de la guerra. La oferta de paz
egipcia estaba dirigida directamente al Presidente Nixon, reconociendo así el papel que debía jugar
Estados Unidos en la región. Sadat había conseguido su objetivo en la guerra al cambiar el mapa
político de Oriente Medio; Assad, en cambio, estaba lejos de recuperar los Altos del Golán y no
quería renunciar a la arena árabe, por lo que no podía aceptar la ocupación israelí de la Franja de
Gaza, Cisjordania y Jerusalén.
La unión y solidaridad que guiaron la ofensiva y el embargo petrolífero fueron vistos con
esperanza desde la opinión pública árabe. La comunidad internacional no sólo reconoció los
derechos e intereses de los árabes, sino que se había sorprendido ante su demostración de poder27.
El cambio era tal que se podía empezar a pensar en una paz honorable. Sin embargo, la unión árabe
era más débil de lo que pareció en un primer momento, y los cambios en la relación de fuerzas
pronto se vieron contrarrestados por los Acuerdos de Separación de Fuerzas de Israel con Egipto,
con lo que Israel no tardó en recuperar su superioridad militar en Oriente Medio.
La posición de Sadat y de Assad ante el conflicto con Israel era muy distinta. Assad defendía
una solución global con participación de los palestinos, mientras que Sadat no quería esperar a una
negociación amplia de resultado incierto. En El Cairo, la impresión dominante era que las
condiciones favorables de 1973 no se repetirían. Ni la coordinación militar sirio-egipcia, ni el
frente árabe unificado, ni la sorpresa se volverían a conseguir. La guerra de octubre de 1973 era lo
máximo que se podía lograr y, de todas formas, Egipto no podía destinar más recursos económicos
a nuevas aventuras militares. La posición de firmeza de Assad no le permitiría seguir el camino de

26 En Laqueur y Rubin op.cit. (1991: 455-460, 461-472).


27 El período que siguió a la guerra de 1973 fue de éxitos árabes en el plano internacional, con
hechos como la intervención de Arafat en Naciones Unidas en 1974, el importante papel que jugaron los
Estados árabes en la coalición del Tercer Mundo ante Occidente, o el propio aumento de la riqueza con el
petróleo. Sin embargo, de la guerra también se desprendía otro mensaje en sentido contrario: Israel tenía
más peso que el petróleo árabe ante Occidente, pues podía resistir las presiones y continuar rechazando la
mayoría de las reivindicaciones árabes. En el plano doméstico árabe aquella época también se podía leer en
clave negativa, ya que, si bien era verdad que la riqueza creció enormemente, llegó de forma muy limitada
a los pobres que habían hecho la guerra (Ajami op.cit. (1976: 445-446)). La casi nula redistribución de los
beneficios del petróleo tendría un fuerte impacto en las relaciones interárabes a partir de aquellos años.

127
Sadat en la negociación separada y no pudo recuperar los Altos del Golán. Sin embargo, el
prestigio que ganó Siria en el mundo árabe, como contraste del que perdía Egipto a medida que
avanzaba en el camino de la negociación con Israel, le permitió afianzar su candidatura al liderazgo
árabe y prosperar en sus ambiciones sobre Líbano. Damasco, en compensación por el Golán,
obtuvo el control del país vecino.
La política de Sadat tras la guerra de octubre de 1973 dejó a Egipto en una clara situación de
dependencia de Estados Unidos28. Medida por la consecución de los objetivos, la guerra fue una
victoria para Sadat, ya que consiguió provocar la implicación de Washington en la búsqueda de
una salida política al conflicto y un cambio lo bastante enérgico en la región y en la opinión egipcia
como para hacer posible el acuerdo. La URSS descubrió su impotencia ante la ofensiva
estadounidense para imponer sus condiciones en el alto-el-fuego. Aunque militarmente Israel había
mejorado su posición al situarse en los dos lados del Canal de Suez, políticamente, Sadat tenía una
buena baza, pero dependía totalmente de la negociación.
Su primera jugada, con el Primer Acuerdo de Separación de Fuerzas, se reveló
contraproducente, pues terminó de debilitar sus opciones militares y despejó las nubes de guerra en
la región, con lo que las superpotencias perdieron interés en una solución global del conflicto. El
distanciamiento de la Unión Soviética también jugó en contra de la credibilidad egipcia, tanto en el
plano militar como en la negociación ante un Israel que continuaba rechazando un acuerdo global y
el reconocimiento de los derechos de los palestinos. La estrategia de Tel Aviv coincidía con la de
Kissinger, quien continuaba apostando por su diplomacia de pequeños pasos y veía a la OLP como
un peón de la Unión Soviética y como una amenaza, no sólo para Israel, sino también para el
proceso negociador puesto en marcha y para los intereses norteamericanos en la zona. En este
contexto, y presionado por la necesidad de ayuda económica occidental, Sadat decidió continuar
con la negociación separada y firmó el Segundo Acuerdo de Separación de Fuerzas (1 de
septiembre de 1975), que prácticamente cerraría el frente egipcio y, junto con el rearme de Israel,
dejaría a los árabes sin opción militar ante el Estado judío dos años después de conseguir la
"victoria" en la guerra de octubre29.
El proceso de negociaciones, en los dos años siguientes, se estancó debido a las posiciones
enfrentadas de Israel y los árabes. Israel se mantenía firme en su rechazo a cualquier negociación
global y a tratar con la OLP. La política de pequeños pasos de Kissinger había llegado a su límite y
sólo se podría avanzar con la presión sobre Israel, pero la Administración Ford no parecía

28 La política de Sadat de alianza con Estados Unidos y de apertura (infitah) hacia Occidente se
aceleraría en los años siguientes: en marzo de 1976 abrogó el tratado con la URSS y en octubre de 1977
suspendió el pago de la deuda contraída con Moscú.
29 Con el acuerdo, Egipto perdió buena parte del apoyo político y de la financiación árabe que
recibía como país del frente. No obstante, ganó los pozos de petróleo del Sinaí, el control del Canal de
Suez, y promesas de ayuda económica occidental, al tiempo que alejaba la amenaza militar israelí. Las
negociaciones de paz y los acuerdos de Camp David supusieron el compromiso de Estados Unidos con la
seguridad de los dos países e importantes ayudas económicas que sirvieron para contrarrestar la oposición
que suscitaron tanto en Egipto como en Israel.

128
dispuesta a ejercerla. En el mundo árabe, la colaboración que se había expresado en la guerra de
1973 y en el uso del arma del petróleo, junto con el acuerdo prácticamente general en buscar una
salida diplomática al conflicto dieron esperanzas de solución negociada. Sin embargo, la
intransigencia israelí ante la retirada de los Territorios Ocupados palestinos y ante la OLP, las
borraron en poco tiempo30. Sadat, que poco a poco fue tomando el camino de la paz separada, en
1976 y 1977 aún no se había decidido a dar el paso definitivo, pero el estancamiento del proceso y
las perspectivas de que esta situación se prolongaría con la nueva convocatoria de la Conferencia
de Ginebra, precipitaron su determinación de actuar en solitario.
Muchos autores presentan el viaje de Sadat a Jerusalén como el gesto que hizo posible la
negociación de paz y la retirada israelí del Sinaí al romper las barreras psicológicas y las
reticencias en Israel. Sin embargo, ya en septiembre se habían reunido un emisario egipcio y
Moshe Dayan, por lo que el gesto era esperado en Tel Aviv. Las barreras psicológicas en las que se
cimentaba la intransigencia israelí se quebraron con la guerra de 1973 y el cambio en la relación de
fuerzas que ésta provocó. La aceptación de la retirada del Sinaí fue un producto del nuevo
escenario más favorable a los árabes y a los palestinos -consecuencia de la política de Carter y el
afianzamiento de la OLP a nivel internacional-, y el precio a pagar por romper el frente árabe e
impedir la retirada de los Territorios Ocupados palestinos. Así, el destinatario del gesto de Sadat no
había que buscarlo en Israel, sino en el mundo árabe y en Washington. Sadat, con el viaje a
Jerusalén, demostró a los árabes, incluidos los egipcios, que no había vuelta atrás, y esperaba que
algún otro Estado, como Jordania, seguiría su ejemplo. Sabía que los árabes, sin Egipto, no podrían
negociar con Israel. Sin embargo, en la Liga Arabe no había ningún otro líder que quisiera o
pudiera dar el paso del reconocimiento de Israel sin la retirada de los territorios ocupados y sin el
reconocimiento de los derechos de los palestinos. El gesto también se dirigía a Washington, ya que
era una llamada a Carter para que aprovechara la ocasión e hiciera avanzar el proceso de paz. El
presidente norteamericano, necesitado de éxitos en política exterior y presionado por el lobby
judío, impulsó las negociaciones que darían fruto en Camp David, sabiendo que ello suponía negar
los principios de su política en Oriente Medio y la posibilidad de una paz verdadera y global.
El rechazo árabe al gesto de Sadat no fue general. El discurso del presidente egipcio ante la
Knesset, el 20 de noviembre de 1977, no ofreció ninguna novedad, pues continuó insistiendo en la
posición árabe31. Lo inaceptable del viaje de Sadat era, por una parte, el reconocimiento de Israel y
de la capitalidad de Jerusalén y, por otra, la unilateralidad de su acción. Los Estados más hostiles a
Sadat se reunieron en Trípoli (Libia), formando el Frente de la Firmeza, desde donde condenaron la

30 La Liga Arabe había manifestado claramente en la Cumbre de Rabat, de octubre de 1974, su


apoyo a las reivindicaciones palestinas y a la OLP: "2. To affirm the right of the Palestinian people to
establish an independent national authority under the command of the Palestinian Liberation Organization,
the sole legitimate representative of the Palestinian people in any Palestinian territory that is liberated (...)"
("Arab League Summit Conference Communique, Rabat, Morocco, 29 October, 1974", en Lukacs op.cit.
(1992: 464-465)).
31 Ver "Statement to the Israeli Knesset by President Sadat, 20 November 1977", en Lukacs op.cit.
(1992: 136-146).

129
visita a Jerusalén y llamaron al boicoteo de Egipto en la Liga Arabe y a la congelación de las
relaciones diplomáticas con El Cairo32. Siria era el país que quedaba en una posición más difícil,
tanto a nivel de seguridad como en la negociación, a medida que Egipto avanzaba en su política
unilateral. El objetivo de Assad continuaba siendo un acuerdo global conseguido con presiones
militares y diplomáticas. Para ello intentó liderar una posición común con Jordania, Líbano y la
OLP como alternativa a la alianza con Egipto, para bloquear cualquier solución que no satisficiera
los intereses sirios y evitar que Jordania siguiera el camino de El Cairo y negociara separadamente
una retirada parcial de Cisjordania. Otro movimiento táctico de Assad era aislar a Egipto en el
sistema árabe para contener el contagio. Además, debía controlar a la OLP para impedir que
provocara una confrontación abierta con Israel y, al mismo tiempo, utilizar a la organización
palestina para hostigar a Tel Aviv cuando fuera conveniente. Sin embargo, esta política siria
fracasó al chocar con la desconfianza de los otros Estados árabes y su negativa a ceder autonomía
en su política exterior. La guerra civil en Líbano terminó de acentuar las divisiones árabes y, a
mediados de los ochenta, tras el choque armado directo entre Siria y la OLP en Trípoli (Líbano), la
OLP incluso amenazó con marginar a Damasco en una iniciativa de paz conjunta con Jordania.
Más tarde, la guerra entre Irán e Iraq sembró todavía más cizaña en el campo árabe, enfrentando a
Damasco y Bagdad, y, por añadidura, desplazó el centro de la atención lejos del frente con Israel,
hacia el Golfo Pérsico.
Los Estados más cercanos a Occidente mantuvieron una actitud discreta y a la expectativa de
hacia dónde conducía el gesto de Sadat. Sin embargo, el rumbo que seguía el presidente egipcio iba
demasiado lejos y demasiado rápido para ser aceptado incluso por las monarquías más
prooccidentales. Incluso los Estados más prooccidentales como Arabia Saudí y Jordania se
decantaron del lado del rechazo. Los saudís dudaron entre la presión estadounidense para apoyar a
Sadat y la presión de la opinión pública interior, cada vez más influida por el islamismo, que se
oponía al abandono de los palestinos a su suerte. Finalmente ganó el miedo a la inestabilidad
doméstica y Arabia Saudí se alineó con el resto del mundo árabe. También en el Golfo Pérsico,
Kuwait, con una población palestina muy influyente, no podía olvidar las reivindicaciones de la
OLP. Jordania, por su parte, se mantuvo a la expectativa de la evolución de la negociación egipcio-
israelí. Sin embargo, las presiones de la Liga Arabe y de la opinión pública interior, unidas a la
política de colonización de los Territorios Ocupados seguida por el gobierno del Likud,
convencieron al rey Hussein de que se debía mantener en el lado del consenso árabe. Jordania se
sentía demasiado débil ante los vecinos sirios e iraquíes, y no podía enfrentarse a una Arabia Saudí
que era su principal financiera. En el plano doméstico, tampoco podía jugar con una población
palestina que no le había perdonado el Septiembre Negro, ni con la creciente influencia islamista

32 El comunicado de la cumbre de la Liga Arabe en Trípoli -asumido por Libia, Argelia, Siria,
Yemen del Sur y la OLP- también pedía ayuda económica, política y militar "to the Syrian region, now that
it has become the principal confrontation state and the base of steadfastness for dealing with the Zionist
enemy and also to the Palestinian people represented by the PLO" ("Arab League Summit Conference
Declaration, Tripoli, Libya, 5 December, 1977", en Lukacs op.cit. (1992: 466-469)).

130
de los Hermanos Musulmanes. En su relación con Israel, la victoria del Likud había enterrado las
pretensiones laboristas de negociar un acuerdo territorial en Cisjordania con el rey hachemí. El
Likud no se recataba en hablar de Eretz Israel, lo que hundía toda esperanza que pudiera tener el
gobernante jordano 33.
Los esfuerzos diplomáticos para conseguir un acuerdo entre Egipto e Israel fueron
infructuosos en los meses que siguieron al viaje de Sadat a Jerusalén, aunque no se detuvieron ni
con la invasión israelí del sur de Líbano en marzo de 197834, lo que demostraba que el callejón en
el que había entrado Egipto sólo tenía una salida -la paz con Israel-, y un objetivo -la recuperación
del Sinaí-. Finalmente, la mediación estadounidense en Camp David consiguió un acuerdo marco
que daría lugar al tratado de paz egipcio-israelí firmado el 26 de marzo de 197935. Sadat había
necesitado ocho años y una guerra para que Israel y Estados Unidos aceptaran su Iniciativa por la
Paz de 1971.
Las conversaciones sobre la retirada del Sinaí avanzaron rápidamente, pero la negociación
del problema palestino se atascó en la intransigencia israelí36. La Administración estadounidense,

33 Sahliyeh, E. (1988-b: 287-288) "Jordan and the Palestinians", en W. B. Quandt (ed.), The Middle
East. Ten Years after Camp David Washington D.C.: The Brookings Institution.
34 Israel invadió el sur de Líbano como represalia contra las acciones guerrilleras palestinas, dando
lugar a la creación de la UN Interim Force in Lebanon (UNIFIL) y a la resolución 425 del Consejo de
Seguridad, que pedía la retirada israelí del territorio libanés y el respeto a la soberanía y la integridad
territorial de Líbano. Como se iría viendo, el verdadero coste del proceso de paz egipcio-israelí lo pagaría
Líbano, donde se trasladó el conflicto árabe-israelí, que ya estaba recibiendo las represalias de Tel Aviv
sobre la población civil palestina y libanesa al haber quedado como el único frente militar abierto. Camp
David todavía agravó más el conflicto intercomunitario libanés, al hacerse patente que la estancia de los
refugiados palestinos en el país se perpetuaría.
35 Carter, ante la inoperancia de las negociaciones bilaterales, invitó a Begin y Sadat a una
negociación concentrada y confidencial en Camp David con su mediación directa. El resultado fueron los
acuerdos del 17 de septiembre de 1978. Los acuerdos estaban divididos en dos partes fundamentales: la
primera dedicada a Cisjordania y Gaza, y la segunda a Egipto e Israel.
La primera parte de los acuerdos era la más problemática. Mientras que Israel ofrecía un plan de
autonomía para los palestinos, Egipto no podía admitir una proposición tan limitada. El acuerdo final era
ambiguo y abierto a futuras conversaciones en las que deberían participar Egipto, Israel, Jordania y
representantes del pueblo palestino. Se establecía un período transitorio de cinco años que se iniciaría con
la celebración de elecciones, en Cisjordania y Gaza, para un autogobierno palestino. Tras las elecciones el
ejército israelí debía retirarse. A los tres años del período transitorio deberían haber empezado las
negociaciones del estatuto final de Cisjordania y Gaza, y de un tratado de paz de Israel con Jordania. El
resultado de estas negociaciones debía reconocer los derechos legítimos de los palestinos ("A Framework
for Peace in the Middle East Agreed at Camp David, 17 September, 1978", en Lukacs op.cit. (1992: 155-
159)). La ambigüedad del acuerdo permitió la firma de israelíes y egipcios, pero los dos tenían ideas muy
distintas sobre el futuro de los palestinos. Mientras que la negociación sobre el Sinaí condujo al tratado de
paz entre los dos países menos de un año más tarde, las conversaciones sobre la cuestión palestina se
eternizaron hasta interrumpirse definitivamente en 1982 a consecuencia de la invasión israelí de Líbano.
La segunda parte era más sencilla y se refería básicamente a la retirada israelí del Sinaí y a garantías
de seguridad y de navegación. También proponía la construcción de una carretera entre el Sinaí y Jordania,
que no se llegaría a realizar por el rechazo jordano de los acuerdos.
36 Tres meses después de la firma del tratado, Begin relanzó el programa de colonización de los
Territorios Ocupados con más fuerza que nunca.

131
una vez concluida la negociación de paz entre Egipto e Israel, perdió su interés en el conflicto
árabe-israelí. La crisis de Irán y la proximidad de las elecciones presidenciales desactivaron la
diplomacia de Carter y apagaron su poca capacidad de presión sobre Israel en la cuestión palestina.
Posteriormente, con la victoria de Reagan, la atención de los Estados Unidos se desvió del proceso
de paz y volvió a los parámetros de Guerra Fría, centrándose en la contención de la influencia
soviética en Oriente Medio.

1.1 El Mundo Arabe ante la paz de Camp David

La paz entre Egipto e Israel tuvo graves consecuencias en el campo árabe. La paz con Israel
coincidió y estimuló el debate en Egipto sobre la "arabidad" del país del Nilo. En algunos sectores
de la sociedad egipcia se defendía la "mediterraneidad" sobre la "arabidad" en la identidad egipcia,
lo que permitía hacer la paz separada con Israel y acercarse a Occidente37. Una gran parte de la
opinión pública en Egipto aceptó mal la paz de Camp David y cada crisis en el conflicto árabe-
israelí provocaba su denuncia popular38. Posteriormente, Mubarak ya no presentó el tratado de paz
con Israel como un éxito sino como una obligación de derecho que había que respetar, y se instaló
en una paz fría que lo acercó nuevamente al sistema árabe. El aislamiento de Egipto en el mundo
árabe terminó de abrir el país a la influencia estadounidense, pasando a substituir a Irán en el papel
de vicario de Estados Unidos en Oriente Medio. El país que había liderado la lucha contra el
control occidental de la región, era ahora el que le facilitaba la penetración.
En el resto del mundo árabe, a pesar del rechazo unánime de la Liga Arabe al acuerdo de
Camp David39, las divisiones se ensancharon creando verdaderos abismos, que se expresarían en el
campo de batalla internacional en que se había convertido la guerra civil libanesa. Líbano, Jordania
y la OLP quedaron solos ante Israel y ante Siria, y éstos aprovecharon para incrementar su

37 Abdel Monem Said Aly (1988: 70-71) "Egypt: A Decade after Camp David", en W. B. Quandt
(ed.), The Middle East. Ten Years after Camp David Washington D.C.: The Brookings Institution. Esta
substitución de lo árabe por lo mediterráneo se está haciendo más presente en la actualidad en todos los
foros, principalmente en el europeo, donde la aproximación al mundo árabe ha perdido peso frente a la
opción mediterránea, más cercana, más ambigua y menos comprometida.
38 Gromiko op.cit. (1989: 312) recordaba los tristes funerales de Sadat, sin nadie en la calle y sin la
asistencia de ningún líder árabe, pero con la presencia de Begin y tres ex-presidentes norteamericanos.
39 El 5 de noviembre de 1978 se reunió la cumbre de la Liga Arabe en Bagdad, desde donde hizo un
llamamiento a Egipto para que retrocediera en el camino emprendido en Camp David y no firmara el
tratado de paz con Israel. Además, recordó a Sadat que nadie, salvo la OLP, podía negociar en nombre del
pueblo palestino ("Arab League Summit Conference, Final Statement, Baghdad, Iraq, 5 November, 1978",
en Lukacs op.cit. (1992: 470-473)). El 31 de marzo del año siguiente, en una nueva cumbre en Bagdad, la
Liga Arabe suspendió la pertenencia de Egipto a la organización, trasladó la sede a Túnez y decidió que los
Estados árabes rompieran las relaciones diplomáticas con El Cairo. Asimismo, suspendió la ayuda
económica a Egipto. Sin embargo, esta cumbre árabe también reflejó su debilidad ante Israel tras la
defección egipcia, pues las medidas de resistencia y lucha contra el Estado judío que se adoptaron fueron
básicamente económicas. El reconocimiento de la impotencia militar árabe era explícito ("Arab League
Summit Conference Resolutions, Baghdad, 31 March, 1979", en Lukacs op.cit. (1992: 473-477)).

132
influencia en la región. No obstante, la relación de poder se había decantado definitivamente hacia
el lado israelí y Tel Aviv no dudó en dejarlo claro repetidamente, poniendo de manifiesto la
impotencia de los Estados árabes, tanto militar como política. La debilidad militar árabe -
principalmente de Siria, que tenía ínfulas de liderazgo en el mundo árabe- ya se dejó ver en la
invasión israelí del sur de Líbano en 1978, y se ratificó con la anexión del Golán en 1981 y la
invasión de Líbano el año siguiente. Israel también mostró su superioridad en Oriente Medio en
otras acciones como el bombardeo de un reactor nuclear iraquí en 1981 y, sobre todo, con la
extensión de la colonización de los Territorios Ocupados palestinos en los años ochenta. La
desactivación del frente egipcio no tuvo contrapartidas israelíes, al contrario, el apoyo de la
Administración Reagan a Israel, tanto económico como político y en armamento, decantaría aún
más la balanza del lado israelí. Israel también dejó clara su intransigencia a nivel político y su
cerrazón absoluta a la negociación con provocaciones como la ley fundamental sobre Jerusalén, del
30 de julio de 1980, en la que proclamaba la capitalidad de la ciudad; o como la anexión del Golán,
el 14 de diciembre de 1981.
El proceso de paz quedó paralizado con la negociación egipcio-israelí. Era evidente que el
núcleo del conflicto estaba en los palestinos y su derecho a ejercer algún tipo de soberanía
nacional. Sin embargo, en este ámbito no hubo proceso de paz, ni tan siquiera imagen de paz, tan
sólo hubo un proceso asociado a Camp David que era una imposición de Egipto, Israel y Estados
Unidos a los palestinos sin los palestinos40. El Cairo, el centro del mundo árabe, alrededor del cual
se habían movido las aspiraciones unitarias árabes, se había convertido en un factor de división y
de debilidad ante Israel, abandonando la defensa de los derechos del pueblo palestino41.
Otra lección de la paz egipcio-israelí era que, ya definitivamente, el conflicto árabe-israelí
sólo tenía una solución política -la opción militar estaba cerrada con la desaparición del frente
egipcio-, y que era necesaria la iniciativa árabe para desatascar el proceso42. Esta correspondió al
príncipe Fahd de Arabia Saudí. En agosto de 1981, el príncipe saudí lanzó una propuesta de paz
con la intención de unificar las posiciones árabes ante el conflicto. En un primer momento su plan
no fue aprobado por una Liga Arabe en la que las divisiones pesaban demasiado. No obstante, al
año siguiente, en la cumbre reunida en Fez tras la salida de las guerrillas palestinas del Beirut

40 Galtung, J. (1988: 321-322) "The 'Peace Process' Twenty Years Later: Failure Without
Alternative?", en Y. Lukacs & A. M. Battah (eds.), The Arab-Israeli Conflict. Two Decades of Change
Boulder; London: Westview Press. El rechazo palestino a Camp David fue total, tanto de los sectores más
radicales como de los moderados, y tanto del exterior como del interior de los Territorios Ocupados. El 20
de septiembre se convocó una gran huelga general y se llegó a amenazar a aquellos palestinos que pensaran
participar en el proyecto de autonomía de Camp David. Egipto y Estados Unidos intentaron implicar a
dirigentes locales palestinos en la negociación, pero chocaron con el rechazo y el miedo.
41 Alvarez-Ossorio, I. (1999: 164-165) La dimensión palestina del proceso de paz de Oriente Medio
(1967-1996). Madrid: Universidad Autónoma de Madric (Tesis doctoral).
42 Quandt, W.B. (ed.) (1988: 5-6) The Middle East. Ten Years after Camp David Washington D.C.:
The Brookings Institution.

133
asediado por el ejército israelí, los líderes árabes aprobaron un plan muy parecido al de Fahd43. Era
la primera vez que el mundo árabe adoptaba una propuesta colectiva de solución política del
conflicto árabe-israelí. El plan de Fez también era la respuesta árabe al plan de paz de Reagan
presentado en septiembre de 198244. Pero, una vez más, tanto el plan de Reagan como el de Fez
chocaron con el rechazo israelí45. En realidad, pronto quedaría claro que estas iniciativas de unos y
otros no estaban apoyadas por ninguna voluntad de compromiso para llevarlas a cabo. Ni Estados
Unidos estaba dispuesto a presionar a Israel, ni los débiles y divididos árabes podían forzar
concesiones de Tel Aviv.
En los primeros años ochenta, la tensiones entre los distintos actores de Oriente Medio se
manifestaron con toda su fuerza. Por una parte, la revolución iraní había roto todos los equilibrios
en la región introduciendo nuevas variables que afectaban tanto a los actores de la zona como a la

43 El plan de Fez ofrecía pocas novedades. La principal, que una toma de posición común de la Liga
Arabe reconociera implícitamente a Israel en las líneas de demarcación de 1949 (Línea Verde) y que el
resultado final del proceso tenía que ser el establecimiento de un Estado palestino independiente con
Jerusalén como capital ("Arab League Summit Statement, Fez, Morocco, 6 September, 1982", en Lukacs
op.cit. (1992: 478-479)). Los palestinos aceptaron el plan de Fez, con lo que esto significaba de
reconocimiento implícito de Israel, pero Tel Aviv lo rechazó.
44 La iniciativa de Reagan era una reacción a la escalada en la guerra libanesa y a la incapacidad de
Sadat para hablar en nombre de los palestinos. Ante la evidencia de que el conflicto árabe-israelí
continuaba desestabilizando la región, Reagan se decidió a buscar otro interlocutor. Estados Unidos intentó
que el rey Hussein de Jordania ocupara el lugar de Sadat en el proceso de solución del conflicto. El plan de
Reagan tomaba algunos aspectos de los acuerdos de Camp David, a los que añadió la propuesta de un
autogobierno palestino en asociación con Jordania al final del proceso. También pedía que se detuviera la
colonización de los Territorios Ocupados, como medida de creación de confianza, y que Jerusalén
permaneciera unida, pero con un estatuto final a negociar ("The Reagan Peace Plan - U.S. Involvement in
Mideast Peace Effort, 'A Moral Imperative'. President Ronald Reagan, 1 September, 1982", en Lukacs
op.cit. (1992: 72-78)).
El plan de Reagan estaba dirigido a Jordania y excluía a Siria. A diferencia de Kissinger y Carter,
que habían intentado incluir a Damasco en sus iniciativas para evitar la polarización de las posiciones
árabes, la política antisoviética de la Administración republicana en Oriente Medio se centró, en buena
medida, en aislar y debilitar a Siria, el principal aliado de Moscú en la zona. Siria ni tan siquiera era
mencionada en el plan. Habría que esperar a la presidencia de Bush para que la relación de Estados Unidos
con Damasco tomara un carácter menos ideologizado, lo que se reflejaría durante la crisis del Golfo
Pérsico de 1990-1991. La OLP no aceptó el plan de Reagan, pero tampoco lo rechazó de plano ya que vio
elementos positivos en la negación de la soberanía israelí sobre los Territorios Ocupados y en la llamada a
la congelación de los asentamientos de colonos. En Jordania el plan fue bien recibido, pero Hussein
necesitaba la cooperación de la OLP pues la decisión de la Liga Arabe en Rabat en 1974 no le permitía
asumir la representación de los palestinos. Se inició un diálogo con la organización palestina pero no duró
mucho pues el rechazo israelí al plan lo hizo inútil. No obstante, la reanudación de los contactos entre la
OLP y Jordania servirían para abrir las puertas a la discusión de una propuesta conjunta jordano-palestina
en los años siguientes.
45 El gobierno israelí rechazó el Plan Reagan denunciándolo como contradictorio con los acuerdos de
Camp David y como una posible puerta de entrada a la OLP y a la creación de un Estado palestino ("Text
of Israel's Communique on the Reagan Plan, Jerusalem, 2 September, 1982", en Lukacs op.cit. (1992: 200-
203)). El problema de fondo continuaba siendo la política del Likud de permanencia en los Territorios
Ocupados. Los laboristas no desestimaron el plan de Reagan, pues estaba cercano a su propuesta de

134
influencia de las superpotencias. En este último aspecto, Irán escapaba al marco tradicional de la
Guerra Fría, lo que provocaba problemas nuevos tanto a Estados Unidos como a la URSS,
conduciendo a políticas coyunturales y, en ocasiones, contradictorias hacia Teherán. El Irán de
Jomeini también desestabilizó el ya precario equilibrio árabe, por su pronta guerra con Iraq, sus
relaciones amistosas con Siria y la posterior influencia en la comunidad shií de Líbano, lo que
añadió otra fuerza en el ya complicado escenario libanés y otra voz en el conflicto con Israel. En el
marco árabe, el golpe de Estado de Saddam Hussein en Bagdad, en 1979, había dado el poder a la
facción del partido Ba'az más opuesta a Siria, creando un nuevo abismo en medio del cual se
encontraron tanto la OLP como Jordania. Amman, siempre temerosa de las aspiraciones
expansionistas de Damasco hacia la Gran Siria, se acercó a Iraq. El enfrentamiento entre Assad y el
rey Hussein creció también con el apoyo de Jordania a los Hermanos Musulmanes, que estaban
luchando contra el régimen de Damasco, y por la bienvenida dada al plan de paz de Reagan, a lo
que se añadió, en 1984, la mejora de relaciones de Amman con la OLP.
La invasión israelí de Líbano y el enfrentamiento, en Trípoli, de Damasco y la fracción
mayoritaria de la OLP, condujeron a nuevos cambios de alianzas en el mundo árabe. Los temores
del gobierno sirio de verse marginado en un proceso negociador -que no eran descabellados tras
Camp David y viendo las reacciones jordana y palestina al Plan Reagan-, junto a su voluntad de
control de Líbano y del movimiento de liberación palestino, provocaron el choque con la corriente
pragmática en la OLP, liderada por Arafat. La estrategia siria ante el conflicto con Israel se centró
siempre en intentar crear un bloque árabe para evitar la marginación de sus reivindicaciones y, al
mismo tiempo, legitimar sus aspiraciones de liderazgo del sistema árabe con la defensa de los
derechos palestinos. Esta política se mantuvo incluso en el proceso negociador iniciado en Madrid
el otoño de 1991, pero la negociación palestina unilateral de los Acuerdos de Oslo con Israel en
1993, que quebró definitivamente la débil coordinación árabe en las conversaciones de paz, fue el
último revés a una estrategia que se había visto continuamente amenazada desde el viaje de Sadat a
Jerusalén.
Yasser Arafat, en 1983, aprovechó precisamente la colisión con Siria para dar el giro que
tanto temía Damasco. Expulsado de Líbano por los sirios, en un gesto inesperado, Arafat se detuvo
en Egipto y se entrevistó con el Presidente Mubarak, rompiendo el aislamiento decretado en la
cumbre de la Liga Arabe de 1979 en Bagdad. La OLP, en su pugna con Assad, necesitaba otros
apoyos y equilibrar el peso de Siria en el sistema árabe. Además, desde la lejanía de Túnez, tras la
expulsión de Líbano y prácticamente sólo con el apoyo de Fatah dentro de la organización, la
dirección de la OLP podía perder toda capacidad de influencia en el conflicto árabe-israelí, por lo
que se imponía la apertura de un nuevo frente político para mantener viva su voz. La entrevista de
Arafat y Mubarak sería el inicio del regreso de Egipto al sistema árabe46.

negociar con Jordania y evitar la creación de un Estado palestino, pero la nula voluntad de Reagan de
presionar al gobierno de Tel Aviv impidió que se abriera el debate en Israel.
46 Según el testimonio del propio Arafat había también otras razones más directas para el gesto hacia
Mubarak. El ejército israelí planeaba atacar a los palestinos durante la evacuación de Trípoli, pero el

135
Arafat también iniciaría la reconciliación con el viejo enemigo jordano, el rey Hussein, por
las mismas causas que se detuvo en Egipto. En Amman, el giro del líder palestino fue bien
recibido. La invasión israelí de Líbano fue observada con clara aprensión desde Jordania. Israel
crecía nuevamente como una amenaza militar que fácilmente podía salpicar al vecino jordano. La
debilidad árabe, tanto militar como diplomática, que se puso en evidencia en 1982 cuando la Liga
Arabe fue incapaz de acompañar las gestiones políticas en Washington con presiones económicas,
dejaba a Jordania todavía más indefensa ante Tel Aviv. La respuesta del régimen hachemí fue
centrar sus esfuerzos en la búsqueda de una salida pacífica al conflicto y ampliar la base de apoyo
popular a uno y otro lado del Jordán. Para ello necesitaba la colaboración de la OLP, coincidiendo
con los intereses de la dirección de la organización palestina. La cooperación de jordanos y
palestinos era aún más necesaria ante la oposición de Siria a iniciativas independientes de Damasco
y que agrupaban a dos actores que, en aquellos momentos, tenían contiendas abiertas con Assad. El
gobierno sirio consiguió que la Liga Arabe no apoyara el plan de paz conjunto jordano-palestino,
por lo que éstos tuvieron que buscar apoyos fuera de la Liga, acudiendo a Europa y a Washington,
ya que la URSS también se oponía a cualquier solución que no implicara a todos los actores en el
conflicto.
El nuevo clima de entendimiento entre el rey Hussein y Arafat condujo a una iniciativa de
paz conjunta que nació en 1984 y se plasmó en una propuesta concreta en febrero de 1985. Tanto el
gobierno jordano como la dirección palestina, en sus esperanzas de solución pacífica, confiaban en
que las elecciones israelíes de 1984 dieran la mayoría a los laboristas y que Reagan, en su segundo
mandato, se plegara menos a la presión del lobby judío en Washington. No obstante, contra todo
pronóstico, las elecciones en Israel dejaron un escenario político aún más confuso, sin mayorías y
con un gobierno de unidad nacional sin capacidad de decisión.
La iniciativa de Hussein y Arafat incluía elementos que podían facilitar una aproximación
laborista, como una confederación jordano-palestina y negociaciones en el marco de una
conferencia internacional47. Sin embargo, la dinámica del gobierno de unidad en Tel Aviv llevaba

presidente egipcio lo impidió amenazando con romper el tratado de paz con Israel. Yasser Arafat se detuvo
en Egipto para mostrar su agradecimiento a Mubarak por haber salvado muchas vidas de guerrilleros
palestinos, probablemente incluida la suya. Otra razón era la apertura de un canal de comunicación con
Israel y Estados Unidos, para lo cual el dirigente egipcio estaba en una posición privilegiada (Hart op.cit.
(1994: 433-434)). También es verdad que el paso dado por Arafat era más fácil tras la llegada al poder de
Mubarak, quien respetaba el tratado de paz con Israel pero desde una posición de paz fría, y que, a
diferencia de Sadat, creía en la necesidad de restaurar el papel de Egipto en el mundo árabe.
47 Los elementos más destacables de la propuesta jordano-palestina eran: 1. Retirada israelí de los
Territorios Ocupados palestinos según lo establecido por las resoluciones del Consejo de Seguridad de
Naciones Unidas; 2. Derecho de autodeterminación para el pueblo palestino en el contexto de la
confederación de los Estados árabes de Jordania y Palestina; 3. Resolución del problema de los refugiados
de acuerdo con las resoluciones de Naciones Unidas; 4. Negociaciones de paz bajo los auspicios de una
conferencia internacional en la que participaran los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad
de Naciones Unidas y todas las partes del conflicto, incluida la OLP en una delegación conjunta con
Jordania ("The Jordanian-Palestinian Accord, Amman, 11 February, 1985", en Lukacs op.cit. (1992: 488-
489)).

136
al inmovilismo, lo que significaba el mantenimiento de las posiciones del Likud. A lo que se
añadía el problema del interlocutor palestino, ya que, en Israel, ni siquiera los laboristas estaban
preparados para dialogar con la OLP. El plan de paz no sólo chocó con la parálisis política en
Israel, también lo hizo con el rechazo norteamericano al diálogo con la OLP y a la convocatoria de
una conferencia internacional.
El rey Hussein intentó alzar un puente entre la OLP y Washington, pero la exigencia de una
aceptación explícita palestina de la resolución 242 lo impidió. Una vez más, en lo que se refería a
la organización palestina, la 242 se levantaba como un obstáculo en el proceso de paz. La OLP
hizo ingentes esfuerzos de moderación entre 1984 y 1986, con el plan de paz conjunto con
Jordania, la condena del terrorismo y la aceptación implícita de la resolución 24248. Sin embargo,
no podía asumir oficialmente la resolución de 1967 sin un reconocimiento israelí y norteamericano
del derecho de autodeterminación palestino49. Las discrepancias por la resolución 242 terminaron
por provocar un nuevo divorcio entre la dirección de la OLP y el rey jordano, quien, en febrero de
1986, rompió el diálogo con Arafat y poco después ordenó la clausura de la oficinas de la OLP en
Amman.
La dinámica iniciada por el plan conjunto jordano-palestino mantuvo su inercia durante un
corto período de tiempo con la actividad del rey Hussein y del laborista israelí Shimon Peres. El
hachemí continuó proponiendo la convocatoria de una conferencia internacional en la que
participara una delegación conjunta jordano-palestina. El partido laborista, a su vez, defendía una
política de diálogo con Jordania contra la intransigencia del Likud50. Sin embargo, el régimen

48 Ver "Declaration by Yasser Arafat on Terrorism, Cairo, 7 November, 1985"; y "The PLO's Three
Proposals on the Peace Process, Amman, 5 February, 1986", en Lukacs op.cit. (1992: 370-373). La
moderación de la dirección de la OLP se enfrentaba no sólo a los grupos palestinos radicales y a Siria, sino
también a Israel y su política de provocaciones. La más grave en aquel momento fue el bombardeo de los
cuarteles generales de la OLP en Túnez, con 45 muertos de la organización palestina y 25 civiles tunecinos.
El ataque israelí tuvo el apoyo norteamericano, expresado directamente por Reagan. Otra provocación, ésta
árabe, con el objetivo de impedir el avance del acuerdo de paz y la moderación de la OLP, fue el secuestro
del barco italiano Achille Lauro y el asesinato de un pasajero norteamericano a manos de un grupo
minoritario palestino. En esta ocasión, las sospechas de la OLP se dirigieron hacia Siria y sus esfuerzos
para desacreditar a Arafat y a la dirección de la OLP (Hart op.cit. (1994: 449-451)).
49 En la declaración que respondía al discurso del rey Hussein abrogando el acuerdo con la OLP,
manifestarían: "4. The PLO has reiterated its public stand toward Resolution 242, which it rejected from
the beginning because it ignores the core of the Palestinian problem, whether on the level of the land,
people, rights, or representation. The PLO explained that if it agreed to the resolution unaccompanied by
the right to selfdetermination as the basis for an international conference to achieve a settlement in the
Middle East, it would be agreeing to the striking of the Palestinian cause from the agenda of the
international conference (...)" ("PLO Executive Committee Statement, Tunis, 7 March, 1986", en Lukacs
op.cit. (1992: 378)).
50 En 1985, Shimon Peres, entonces Primer Ministro israelí en el gobierno de unidad nacional,
propuso abrir negociaciones directas con Jordania con participación palestina en la delegación jordana, y
con la posible implicación de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de Naciones
Unidas. En una primera propuesta de junio de aquel año, Peres rechazaba tanto la participación de la URSS
como la de la OLP ("Statement by Prime Minister Shimon Peres on Negotiations with Jordan, Jerusalem,
10 June, 1985", en Lukacs op.cit. (1992: 205-210)). Sin embargo, en octubre, en un discurso ante la

137
hachemí no era lo bastante fuerte como para dar el paso de una negociación separada, razón por la
cual necesitaba la cobertura de la conferencia internacional.
Shimon Peres, entonces ministro de Asuntos Exteriores, asumió las necesidades del rey
jordano y se sumó a la propuesta de convocatoria de una conferencia internacional. En abril de
1987, en un documento conjunto presentado en Londres, el rey Hussein y Shimon Peres se
pusieron de acuerdo para impulsar una conferencia internacional basada en las resoluciones 242 y
338, con participación de una delegación jordano-palestina, sin condiciones previas excepto la
renuncia a la violencia, y con la novedad de que se hablaba de "los derechos legítimos del pueblo
palestino"51. En el marco de su ofensiva diplomática, Peres se entrevistó con los principales líderes
europeos, con Mubarak, con el rey Hassan de Marruecos52 e, incluso, con personalidades palestinas
de los Territorios Ocupados, y, en septiembre de 1987, presentó un plan concreto para la
convocatoria de una conferencia internacional53.
La política de Peres fracasó cuando el Likud congeló el proceso, al aceptar sólo
negociaciones bilaterales con Jordania y en el marco limitado a la autonomía palestina como se
establecía en Camp David. El Likud también denunció la mención de Peres a los derechos
legítimos del pueblo palestino en el documento de Londres con el rey Hussein, así como el
procedimiento de la conferencia, pues entendía que abría la puerta a la participación de la OLP.
Los ultranacionalistas israelíes tampoco aceptaban el principio de "tierra por paz", y defendían el
de "paz por paz", descubriendo así el meollo de su posición: la negativa a retirarse de los
Territorios Ocupados54. La posición del Likud se vio apoyada por el perfil bajo de Washington ante

Asamblea General de Naciones Unidas, ya admitió la asociación al proceso de la Unión Soviética, como
miembro permanente del Consejo de Seguridad, y el rechazo no se dirigió a la OLP directamente sino que
admitía hablar con "delegates that represent peace, not terror" ("Address by Prime Minister Shimon Peres
to the UN General Assembly, New York, 21 October, 1985", en Lukacs op.cit. (1992: 211)). La propuesta
de Peres recibió la repulsa inmediata del Likud, que se oponía a cualquier negociación que supusiera la más
mínima cesión de territorio cisjordano.
51 "The London Agreement Between Foreign Minister Shimon Peres and King Hussein, 11 April,
1987", en Lukacs op.cit. (1992: 28). El diseño del acuerdo se pensó más para salvar los obstáculos
procedimentales que los de fondo, pero, incluso así, tropezó con la oposición del Likud y los laboristas no
consiguieron la mayoría en el gobierno de unidad nacional para avanzar en la negociación.
52 La reunión de Shimon Peres y el rey Hassan, en julio de 1986, se puede considerar un éxito de la
ofensiva diplomática del israelí, y un nuevo paso hacia el reconocimiento árabe del Estado de Israel.
53 La propuesta de Peres fue muy parecida a la conferencia que finalmente se convocaría en Madrid
en 1991. Según su parecer, debían reunirse delegaciones de Israel, Líbano, Siria, y una conjunta jordano-
palestina, con participación de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad y de Egipto. La
conferencia debía servir de marco para negociaciones bilaterales de Israel con los árabes para los
contenciosos del pasado, y para conversaciones multilaterales para planificar el futuro de la región. Los
participantes debían aceptar las resoluciones 242 y 338 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y
renunciar a la violencia ("Address by Foreign Minister Shimon Peres to the UN General Assembly, New
York, 30 September, 1987", en Lukacs op.cit. (1992: 213-215)).
54 Shamir, S. (1988: 213-215) "Israeli Views of Egypt and the Peace Process: The Duality of
Vision", en W. B. Quandt (ed.), The Middle East. Ten Years after Camp David Washington D.C.: The
Brookings Institution. Respecto a los palestinos, los laboristas todavía mantenían la postura del triple

138
la propuesta de Peres. La Administración de Reagan, presionada por la doble diplomacia israelí,
con Peres y Shamir actuando en direcciones contrarias, optó por la inactividad. Esta postura
también coincidía con las reticencias del presidente norteamericano a permitir una mayor
implicación de la Unión Soviética en Oriente Medio.
La conferencia internacional no fue convocada hasta 1991, tras muchos cambios tanto en el
sistema internacional como en el regional. Sin embargo, la iniciativa Hussein-Arafat y las nuevas
propuestas de Shimon Peres a mediados de los ochenta pusieron de manifiesto que algunas cosas
estaban cambiando en el conflicto árabe-israelí y, sobre todo, que el consenso en el rechazo a la
OLP en los partidos mayoritarios israelíes se empezaba a resquebrajar.

2. ISRAEL: LA PAZ DEL MAS FUERTE

La guerra de octubre de 1973 tuvo grandes repercusiones en Israel, que trascendieron su


dimensión puramente militar. De la misma forma que fue sentida como una victoria entre los
árabes, impactó en la sociedad israelí como si de una derrota se tratara. A pesar de que el resultado
militar de la guerra se puede considerar que fue favorable al ejército israelí, algunos aspectos
inmediatos y otras consecuencias más profundas del enfrentamiento militar hicieron flaquear el
sentimiento de superioridad que embargaba la sociedad israelí desde junio de 1967.
Entre los elementos superficiales que explican la reacción israelí se pueden mencionar la
sorpresa del ataque, que hizo mella en la confianza en el gobierno y en el ejército; la superación
árabe de la disuasión israelí y su demostración de una capacidad militar no esperada; el gran
número de bajas, en comparación con la guerra de 1967; la incapacidad israelí, ante la intervención
de las superpotencias, para conseguir una victoria aplastante, lo que ponía de manifiesto que nunca
se podría llegar a la derrota definitiva del enemigo y que Israel debería vivir siempre con las armas
y bajo amenaza de una nueva guerra que sería aún más cruenta; la dependencia de la ayuda militar
norteamericana; o el hecho de que la guerra revirtiera en pérdidas territoriales. A la guerra se le
añadió el uso del petróleo como instrumento de presión por parte de los árabes y la repercusión que
tuvo en el mundo occidental. Una vez más, la atención de todo el mundo se centró en Oriente
Medio, pero en 1973, la emergencia de Arabia Saudí como un nuevo poder financiero -aliado de
Occidente-, y la aproximación de Egipto a Estados Unidos, hizo temer en Tel Aviv la merma de su
capacidad de influencia en Washington. Los costes de la guerra, junto con la crecida de los precios
del petróleo, también jugaron en contra del papel de potencia regional dominante que había
asumido Israel desde 1967.
No obstante, la profundidad del impacto de la guerra de octubre de 1973 en la sociedad
israelí hace pensar en otros factores con un calado más hondo. La mitificación de la guerra de junio

rechazo: no a la autodeterminación, no a un Estado palestino y no al diálogo con la OLP, pero éste último
se empezaba a matizar.

139
de 1967 había levantado grandes esperanzas en Israel. La facilidad de la victoria había creado un
fuerte sentimiento de autosuficiencia y de ser capaces de cualquier hazaña. Tras junio de 1967, la
sociedad israelí se sintió definitivamente segura y próspera. Los árabes dejaron de ser una
preocupación y no merecieron el más mínimo esfuerzo negociador para encontrar una solución al
conflicto. Las inversiones del exterior debían seguir a la gran corriente de simpatía manifestada por
Occidente y, con ellas, una nueva oleada de inmigración judía que completaría la colonización del
territorio. Pero las esperanzas no se cumplieron y la guerra de octubre de 1973 fue percibida como
un símbolo del fracaso. La seguridad se esfumó, la proeza la llevaron a cabo los egipcios al cruzar
el Canal de Suez, la autosuficiencia se convirtió en dependencia de Estados Unidos, y la
prosperidad económica y buena parte de la simpatía occidental se trasladaron al campo enemigo. A
pesar de la superioridad militar, octubre de 1973 puso en crisis algunos de los principios del
sionismo: Israel no era el lugar más seguro para los judíos, la protección estaba en la diáspora; y la
soberanía del Estado judío dependía de la buena voluntad de, al menos, una superpotencia55.
Estos factores, unidos a los cambios en el sistema árabe, eran la manifestación de una nueva
relación de fuerzas en el conflicto árabe-israelí, ante la cual el gobierno de Tel Aviv debía
responder. La nueva política israelí se basó en dos principios básicos: mantener los objetivos
territoriales e ideológicos fundamentales, y desactivar la amenaza militar árabe. Esto significaba,
siguiendo la máxima de Lampedusa, hacer todos los cambios necesarios para mantener la relación
de poder establecida en 1967.
Este planteamiento coincidía parcialmente con el de Kissinger, quien se esforzó en plasmarlo
en la realidad. En los acuerdos de separación de fuerzas con Siria y Egipto se hicieron pequeñas
concesiones territoriales, a cambio de no aflojar la presa en los Territorios Ocupados palestinos.
Kissinger no pudo salvar la oposición de Tel Aviv a negociar también con Jordania un acuerdo de
separación de fuerzas o de paz con retirada de Cisjordania. El Secretario de Estado norteamericano
acertó en su análisis al aconsejar al gobierno israelí que hablara con el rey Hussein o debería
hacerlo con la OLP; sin embargo, erró al permitir que los israelíes mantuvieran su negativa, pues al
otoño siguiente, en Rabat, la Liga Arabe daría el paso definitivo en el reconocimiento de la OLP
como única representante del pueblo palestino, lo que suponía un fuerte revés para la política
estadounidense e israelí de marginación de los palestinos56.
El plan del gobierno laborista para afrontar las consecuencias de la guerra de 1973, incluía
una primera fase de medidas de creación de confianza, incluyendo contactos directos con los
árabes, que condujo a los acuerdos de separación de fuerzas con Egipto y Siria. En la segunda fase
se debían negociar tratados de paz bilaterales entre Israel y sus vecinos, sobre la base de retiradas
parciales de los territorios ocupados y de la solución del problema palestino en el marco de una
confederación con Jordania. Esta fase sólo se consiguió con Egipto. Finalmente, la tercera etapa del

55 Sobre el impacto de la guerra de octubre de 1973 en la sociedad israelí, ver Liebman, C.S. (1993:
399-418) "The Myth of Defeat: The Memory of the Yom Kippur Warr in Israeli Society". Middle Eastern
Studies. 29(3).

140
proceso debía consistir en el desarrollo de un mercado común y una cooperación regional más
amplia que todavía son una ilusión de futuro. No obstante, ante la imposibilidad de conseguir la
superioridad militar mediante una victoria definitiva sobre los árabes, el interés central estaba en El
Cairo. La diplomacia israelí centró sus esfuerzos en anular el frente egipcio -con la oportuna
colaboración del presidente Sadat-, y en garantizar el apoyo de Washington para mantener la
superioridad militar ante el entorno árabe57.
El programa electoral de los laboristas en las elecciones de diciembre de 1973 llamaba a la
negociación con los árabes y a la participación en la Conferencia Internacional de Ginebra. Los
laboristas aceptaban un cierto compromiso territorial según las líneas propuestas por Allon, que de
ninguna forma significaba la vuelta a la Línea Verde de 1949. Sin embargo, la política exterior
laborista hacia los árabes continuó en la ambigüedad que la caracterizaba. La nueva relación de
poder en la región y las presiones de Kissinger obligaron a hacer algunas concesiones mínimas en
los primeros acuerdos de separación de fuerzas con Egipto y Siria, y a dar el paso más significativo
del Segundo Acuerdo de Separación de Fuerzas con Egipto. Pero en ningún momento hubo una
voluntad real de encontrar una salida política al problema de los Territorios Ocupados palestinos.
Al contrario, se mantuvo la colonización oficial según los planes de Allon y Galili, y no se frenó la
colonización de los grupos ultranacionalistas como Gush Emunim.
La debilidad de los laboristas, por sus divisiones internas y por los resultados electorales ante
el Likud58, tampoco les permitió tomar posiciones de fuerza ante una oposición que tenía por
consigna not an inch!, en lo que se refería a la devolución de territorio a los árabes, sobre todo en
los territorios palestinos y el Golán, y que defendía el derecho inalienable de los judíos a ocupar
toda la Tierra de Israel59. Las diferencias entre el Likud y los laboristas sobre la cuestión territorial
no eran pequeñas. Había un cierto acuerdo respecto al Sinaí, en el que se aceptaba la devolución de
parte de la península manteniendo el control de la zona próxima a Israel y de Sharm al-Sheij, el
cabo sur que controla el Estrecho de Tirana y las entradas al golfo de Aqaba y al Canal de Suez. La
posición del Likud hacia el Golán y los Territorios Ocupados palestinos era de control total,

56 Cobban op.cit. (1984: 60).


57 Las negociaciones israelíes con Egipto fueron acompañadas por las garantías y el compromiso
estadounidenses en la relación especial con Israel. Al Memorándum de Acuerdo de 1975, como
compensación por el Segundo Acuerdo de Separación de Fuerzas con Egipto, le siguió el Memorándum de
Acuerdo de 1979, firmado dos horas después del Tratado de paz con Egipto, en el que Estados Unidos se
reafirmaba en sus compromisos anteriores. El compromiso militar-industrial norteamericano con Tel Aviv
se reflejaba en que Washington continuaba garantizando la superioridad estratégica israelí, tras unos
acuerdos que desactivaban toda la capacidad militar árabe.
58 El Likud se formó para las elecciones de 1973 con la unión de los principales grupos del
revisionismo sionista, que agrupaban desde personalidades cercanas a Ben Gurion y Dayan, hasta el
Movimiento Tierra de Israel y afectos a Gush Emunim. Las elecciones dieron la mayoría a los laboristas,
pero con una fuerte pérdida de votos que se trasladaron al Likud. Los votantes israelíes dejaron sentir tanto
el síndrome de derrota como la censura al gobierno laborista por la guerra de 1973, que eran fenómenos
coyunturales, pero el resultado electoral también expresaba la creciente influencia de la ideología
ultranacionalista en la opinión pública, lo que se manifestaría como un fenómeno de onda larga.
59 Peleg op.cit. (1988: 59).

141
mientras que los laboristas estaban dispuestos a retiradas parciales a cambio de tratados de paz y de
garantías de seguridad60.
El escollo principal a cualquier iniciativa de paz continuaba siendo la posición israelí ante el
problema palestino y el control de Gaza, Cisjordania y Jerusalén. El gobierno laborista defendía la
opción jordana ante la cuestión de los Territorios Ocupados palestinos, y mantenía el rechazo
absoluto al diálogo con la OLP61. Sin embargo, las ofertas israelíes chocaban con su incapacidad
para comprender que los gobiernos árabes también estaban sometidos a constricciones por sus
opiniones públicas y por el sistema árabe, tanto a nivel ideológico como militar e institucional62.
Esta incomprensión se reflejó principalmente en el trato con el rey Hussein de Jordania que,
aunque hubiera querido, no tenía la fuerza necesaria para aceptar las magras ofertas territoriales
israelíes que siguieron a la conquista de 1967. El gobierno de Sadat, en cambio, más seguro de su
posición en el interior, y más fuerte ante las presiones del sistema árabe, sí pudo dar el paso hacia
la paz separada cuando recibió una compensación territorial suficiente para justificarla ante su
opinión pública.
Las elecciones de 1977 fueron un reflejo de los cambios acaecidos en la sociedad israelí. El
decadente laborismo, dividido y con un liderazgo débil, perdió ante la creciente fortaleza del
revisionismo sionista unido alrededor del Likud y liderado por el carisma de Begin. Hombres
emblemáticos del laborismo, como Dayan, apoyaban al líder de la derecha, ampliando el espectro
de sus votantes. El electorado, todavía bajo el síndrome de las guerras de 1967 y 1973, se había

60 Tamir, A. (1994: 108-109) "Israel's Security Policy and the Peace Process", en B. Rubin, J. Ginat
& M. Ma'oz (eds.), From War to Peace: Arab-Israeli Relations 1973-1993 Brighton; New York: Sussex
Academic Press; New York University Press.
61 La política oficial a este respecto quedaba clara en dos declaraciones de 1974: "The Government
will work towards negotiations for a peace agreement with Jordan. The peace will be founded on the
existence of two independent states only -Israel with united Jerusalem as her capital and a Jordanian-
Palestinian between Israel and Jordan. This state will provide for expression of identity of the Jordanians
and the Palestinians, in peace and good-neighbourliness with Israel. (...) the Government of Israel will not
conduct negotiations with terrorist organizations whose aim is the destruction of the State of Israel"
("Statement Issued by Israel's Cabinet Insisting that Jordan Represent the Palestinians in Negotiations.
Jerusalem, 21 July, 1974", en Lukacs op.cit. (1992: 187)).
El rechazo se manifestó también tras la cumbre de la Liga Arabe en Rabat, donde se reconoció a la
OLP como única representante legítima del pueblo palestino. Un discurso de Rabin expresó la política
laborista respecto a las negociaciones con los vecinos árabes: "(...) in particular, we shall watch the moves
of those States with whom we were about to embark on negotiations on stages of progress towards peace.
Above all, we shall see whether Egypt is in fact ready for this, or whether she has committed herself to the
ban on reaching a separate agreement with Israel. We shall be watching Jordan's moves, too, to see whether
she surrenders to Arafat" ("Israel Knesset Statement, Prime Minister, Yitzhak Rabin, Following the Rabat
Conference, 5 November, 1974", en Lukacs op.cit. (1992: 189).
62 Esta misma incomprensión se refleja en la política norteamericana en Oriente Medio, donde
Washington, durante mucho tiempo, ha mantenido la ayuda y el apoyo a Israel sin preocuparse de las
repercusiones que pudiera tener en sus relaciones con los gobiernos árabes. Esto se explica, por una parte,
porque la Administración estadounidense confia en que Israel es lo bastante fuerte para estabilizar la
región, y, por otra parte, porque considera que los regímenes árabes aliados, la mayoría con sistemas
políticos dictatoriales, podrán controlar a sus opiniones públicas (Zunes op.cit. (1996: 93)).

142
radicalizado ideológicamente, de la misma forma que lo había hecho la percepción de los árabes
tras años de conflicto. Los cambios demográficos, con una población más joven y con la
inmigración sefardita, también influyeron en el mayor apoyo al Likud, que se supo ganar el favor
de los sectores no askenazis. Y con la victoria electoral del revisionismo se afianzó la presa sobre
los Territorios Ocupados palestinos.
El objetivo esencial de la política exterior del nuevo gobierno era la consolidación del control
de toda la Palestina histórica. Sin embargo, la modificación de la relación de fuerzas con los árabes
tras la guerra de 1973, junto con la presión internacional para estabilizar la región manifestada en
las nuevas propuestas de la Administración Carter, obligaban a adoptar una estrategia que no podía
continuar siendo el inmovilismo. La coincidencia con el punto de vista norteamericano y los
contactos de Dayan con los egipcios convencieron a Begin de que debía negociar la paz con Sadat.
El precio sería la devolución del Sinaí, pero la neutralización de Egipto como amenaza militar y las
manos libres para proseguir con la colonización de Gaza y Cisjordania eran una compensación
suficiente.
La mayor oposición israelí a los Acuerdos de Camp David surgió del campo gobernante, con
hombres como Yitzhak Shamir, Moshe Arens y Ariel Sharon. Las facciones más radicales del
revisionismo sionista votaron en contra de los acuerdos, pero éstos fueron aprobados por amplia
mayoría gracias al apoyo laborista y a las presiones de los sectores moderados del gobierno, con
Moshe Dayan y Ezer Weizman a la cabeza. La oposición a Camp David y a la retirada del Sinaí fue
un factor fundamental para la radicalización de movimiento colono. En 1982, ante la inminente
devolución del Sinaí, se creó el Movimiento Parar la Retirada del Sinaí, que se resistía a
abandonar los asentamientos en la península egipcia. El gobierno israelí se vio obligado a usar la
fuerza y a demoler algunas colonias, en lo que fue uno de los primeros enfrentamientos entre judíos
israelíes. Estos hechos eran una muestra de la creciente polarización de la sociedad israelí, que se
haría todavía más evidente en los choques entre los colonos de Cisjordania y los militantes
pacifistas del movimiento Paz Ahora. La radicalización de los colonos judíos y su tendencia a usar
la violencia incluso contra israelíes, que tuvo una de sus primeras manifestaciones en el Sinaí, fue
ganando peso hasta convertirse en un tumor para la sociedad israelí y en un peligro para la
búsqueda de una solución pacífica al conflicto.
La visión que tenía el Likud y la que tenían los laboristas sobre Camp David era distinta.
Para Begin, se hacía la paz con Egipto para poder retener la totalidad de Eretz Israel, y se
aprovechó para actuar sobre Gaza y Cisjordania. Peres opinaba que los acuerdos debían ser un
primer paso hacia la paz con los vecinos árabes, y que el objetivo era un Israel seguro y aceptado
internacionalmente, por lo que se imponía negociar con Jordania y ceder las áreas más pobladas de
los territorios ocupados63. Por esta razón, unos y otros discrepaban respecto a la primera parte de
los acuerdos, referente al problema palestino.

63 Shamir op.cit. (1988: 193).

143
La negociación que siguió a la visita de Sadat a Jerusalén dejó clara la posición de Begin ante
la cuestión palestina. El gesto del presidente egipcio, junto a la presión internacional y
estadounidense, obligaron al gobierno israelí a adoptar una táctica más matizada ante los
Territorios Ocupados palestinos. Así, el 28 de diciembre de 1977, como respuesta a la reciente
Declaración Conjunta de la URSS y Estados Unidos, Menahem Begin presentó un plan de
autonomía para los Territorios Ocupados64 que se convertiría en la base de negociación en Camp
David para el problema palestino. El Plan Begin no dejaba de ser un programa para la anexión de
los Territorios Ocupados palestinos a Israel. Begin ofreció autonomía administrativa a la población
palestina y la posibilidad de escoger entre la ciudadanía israelí y la jordana. El plan proponía que
hubiera libertad de movimientos entre Israel y los Territorios Ocupados, y también libertad de
compra de tierras para los israelíes. Begin no escondió la aspiración de su gobierno a toda la Tierra
de Israel, y en su discurso lo expresó claramente:
"(...) We have a right and a demand for sovereignty over these areas of Eretz
Yisrael. This is our land and it belongs to the Jewish nation rightfully (...) We
know that there are at least two other demands for sovereignty over these areas (...)
And for this reason, in order to facilitate an agreement and make peace, there is
only one possible way. One way and no other: to agree to decide that the question
of sovereignty remain open and to deal with people, with nations. That is to say,
administrative autonomy for the Arabs of Eretz Yisrael, and for the Jews of Eretz
Yisrael -genuine security"65.

El Plan Begin fue rechazado tanto por los árabes, incluido Egipto, como por los laboristas
israelíes, que defendían la opción jordana con cesiones parciales de territorio y un Israel más
cohesionado demográficamente, según la propuesta de Allon. Sin embargo, la política de Tel Aviv
hacia los territorios ocupados la dictaba el sector más duro del gobierno y en este ámbito, a
diferencia de las negociaciones sobre el Sinaí, Begin no escuchó ni a la oposición laborista ni a los
moderados del Likud66.

64 Begin se refería a Cisjordania (Judea y Samaria según la toponimia israelí) y la Franja de Gaza.
Evidentemente Jerusalén Este no fue ni considerada y la posición israelí respecto a la ciudad se ratificaría
en 1980 con la aprobación de la Ley de Jerusalén.
65 "Prime Minister Menachem Begin: Autonomy Plan for the Occupied Territories (December 28,
1977)", en Laqueur y Rubin op.cit. (1991: 605-608). De hecho, el plan de Begin era una continuación de lo
propuesto durante la campaña electoral de 1977, cuando la consigna del Likud fue: "Entre el Mediterráneo
y el Jordán sólo habrá soberanía judía", lo que cerraba la puerta a cualquier devolución de territorio, pero
no impedía una cierta autonomía palestina. Aunque el verdadero gesto revelador de su política lo hizo
inmediatamente después de la victoria electoral, al visitar un asentamiento ilegal de Gush Emunim y
anunciar que habría muchas más colonias en "Judea y Samaria" (Peleg op.cit. (1988: 60-61)).
66 Los "moderados" del gobierno de Begin: Dayan -ministro de Asuntos Exteriores- y Weizman -
ministro de Defensa-, intentaron impulsar unas verdaderas negociaciones sobre la autonomía palestina en el
marco de los acuerdos de Camp David. No obstante, se nombró jefe del equipo negociador al ministro de
Interior, Joseph Burg, miembro del Partido Nacional Religioso, que era un socio minoritario en la coalición
de gobierno. La posición del PNR coincidía con la de los halcones del Likud en mantener el control sobre
los Territorios Ocupados palestinos y en impulsar la colonización judía (Kaarbo, J. (1996: 256-257)
"Influencing Peace: Junior Partners in Israeli Coalition Cabinets". Cooperation and Conflict. 31(3). Así,
Begin se apoyó en el PNR contra los moderados para entorpecer las negociaciones con Egipto sobre la

144
La estrategia del Likud ante los Territorios Ocupados palestinos siempre fue la de no entrar
en un proceso negociador del que la salida más probable sería la devolución de una parte
considerable de Gaza y Cisjordania. Los gobiernos ultranacionalistas no escondían su intención de
usar el tiempo para crear hechos consumados que hicieran imposible la retirada. Begin veía la
autonomía palestina como un acuerdo final, no como una situación transitoria. Los laboristas, por
su parte, eran conscientes de que cuanto más se alargara la ocupación más difícil sería encontrar
una salida política al problema. No obstante, siguiendo su tradicional política de no renunciar a
territorio si no se veían obligados a ello, no tenían ninguna prisa por modificar un statu quo en el
que no se sentían incómodos67.
La intransigencia israelí sobre la cuestión palestina decepcionó a Sadat, pero éste no detuvo
la negociación. La firma del tratado de paz, en 1979, acabó con la poca presión que sentían los
israelíes para negociar sobre los Territorios Ocupados palestinos. Al año siguiente, el proceso se
congeló y se hizo evidente que la búsqueda de una salida política al problema palestino en el marco
de Camp David había fracasado. Poco después saltarían al escenario iniciativas que intentaron
llenar el vacío dejado por el diálogo egipcio-israelí, como la Declaración de Venecia de los
europeos, el plan saudí del príncipe Fahd, o las aproximaciones del rey Hussein a Estados Unidos
para que forzaran una retirada israelí de Gaza y Cisjordania. Pero todos tropezaron con el mismo
obstáculo, la nula voluntad del gobierno del Likud de cejar en la ocupación de los territorios
palestinos.
Las elecciones de 1981 reafirmaron los cismas que ya se manifestaron en 1977. Los apoyos a
uno y otro partido mayoritario se polarizaron y asentaron. La radicalización de las posiciones del
Likud les alejó más de un laborismo incapaz de hacer nuevas propuestas hacia la solución del
conflicto árabe-israelí. En el nuevo gobierno de Begin las voces moderadas ya no se dejaban oír y
dominaba el reparto más agresivo de la historia de Israel: Begin como primer ministro, Sharon
como ministro de Defensa y Shamir como ministro de Asuntos Exteriores. La derechización del
nuevo gobierno quedó clara en las políticas que se pusieron en práctica inmediatamente hacia los
territorios ocupados y hacia los Estados árabes. Begin ya había ordenado, en plena campaña
electoral, el bombardeo de la central nuclear iraquí de Osirak, lo que fue una buena baza para su
victoria. Las provocaciones prosiguieron con la Orden Militar 949 de octubre de 1981, que
establecía una administración "civil" en los Territorios Ocupados palestinos, lo que se entendió

cuestión palestina, de la misma forma que había utilizado a los moderados contra los halcones en el
acuerdo sobre la retirada del Sinaí.
67 Saunders, H. (1985: 44-45) The Other Walls. The Politics of the Arab-Israeli Peace Process.
Washington D.C.: American Enterprise Institute for Public Policy Research. Harold Saunders, que fue
miembro del equipo mediador norteamericano con Kissinger y con Carter en Camp David, anunciaba en las
mismas páginas lo que él creía que haría reaccionar a los israelíes y los sacaría de su inmovilismo: una
propuesta de paz realista, o el levantamiento popular en los territorios ocupados. Las propuestas de paz no
surtieron efecto -en este aspecto Saunders se equivocó pues no tuvo en cuenta la fuerza ideológica de la
ocupación en Israel-, pero acertó plenamente en la referencia a la insurrección, lo que se pondría de
manifiesto poco más tarde al estallar la Intifada.

145
como un nuevo paso hacia la anexión; con la anexión de los Altos del Golán el 14 de diciembre del
mismo año68; y, sobre todo, con la invasión de Líbano en 1982. La guerra en Líbano, seis semanas
después de la retirada israelí del Sinaí, terminó de congelar las relaciones israelo-egipcias, que ya
se habían visto sometidas a continuas tensiones, tanto por la intransigencia israelí en el tema
palestino como por las provocaciones hacia los Estados árabes69.
Estos gestos de prepotencia eran una muestra de la recuperación de la superioridad militar
israelí en Oriente Medio. El tratado de paz con Egipto devolvió a Israel la libertad de movimientos
que deseaba en los territorios ocupados y en el enfrentamiento con Siria. De hecho, tanto la
anexión del Golán como la invasión de Líbano suponían una humillación para Damasco que,
impotente, se mantuvo al margen. Las provocaciones israelíes también significaban que, con la
nueva relación de fuerzas, el gobierno de Israel desechaba cualquier solución negociada con Siria y
la OLP70. Camp David era lo que Tel Aviv necesitaba para poder centrar toda su atención y fuerza
en la lucha contra la OLP. Durante los años setenta había crecido el reconocimiento internacional
de la organización palestina y su implantación en los Territorios Ocupados y en Líbano, por lo que,
con la desactivación del frente egipcio, el gobierno israelí dedicó su mayor esfuerzo de seguridad a
destruir la OLP y a afianzar el control de Gaza y Cisjordania.
La política del Likud hacia los Territorios Ocupados, que se hizo patente desde 1977,
adquirió toda su virulencia y voluntad de perpetuación con el gobierno de 1981, y se mantuvo con
la colaboración laborista en los gobiernos de unidad nacional hasta 1992. Se dio un nuevo impulso
a la colonización judía de Cisjordania, institucionalizando el proceso de expropiación de tierras y
aboliendo la ley que prohibía la compra privada judía de suelo árabe en los territorios ocupados.
Además, se inició la creación de asentamientos de tipo urbano, que se abrían a toda la sociedad

68 La ley israelí de anexión del Golán era muy simple: "1. La loi, la juridiction et l'administration de
l'État s'appliqueront sur les hauteurs du Golan (...)" ("La loi israélienne sur les hauteurs du Golan -14
décembre 1981-", en Baron op.cit. (1994: 208)). La reacción internacional fue inmediata, y el 17 de
diciembre, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas adoptó por unanimidad la resolución 497 en la que
declaraba nula la anexión y recordaba a Israel que todavía se debía aplicar la Convención de Ginebra de
agosto de 1949 a los territorios ocupados en 1967.
69 Una vez más se ponía de manifiesto la incapacidad israelí para comprender las constricciones a
que estaban sometidos los gobiernos árabes. Israel hubiera deseado una normalización de relaciones que
supusiera "buenas relaciones" con Egipto, como un signo de aceptación del Estado judío. Sin embargo, tras
la invasión de Líbano y al no poderse avanzar en la solución del conflicto, Egipto mantuvo unas relaciones
"correctas" con Israel, respetando la letra del tratado de paz, pero permaneciendo en una paz fría que no era
la esperada en Tel Aviv (Mosely Lesch, A. (1989-b: 63, 80-81) "Egyptian-Israeli Relations: Normalization
or Special Ties?", en A. Mosely Lesch & M. Tessler (eds.), Israel, Egypt, and the Palestinians. From
Camp David to Intifada Bloomington & Indianapolis: Indiana University Press). También es verdad que,
en realidad, la invasión de Líbano sirvió para demostrar la férrea voluntad egipcia de mantener su
compromiso con la paz (Tessler, M. (1989-b: 40) "Post-Sinai Pressures in Israel and Egypt", en A. Mosely
Lesch & M. Tessler (eds.), Israel, Egypt, and the Palestinians. From Camp David to Intifada Bloomington
& Indianapolis: Indiana University Press).
70 La impotencia de los Estados árabes ante la invasión de Líbano les situó a la misma altura que
Egipto, aunque con más hipocresía, lo que fue aprovechado por El Cairo para recuperar parte de su

146
israelí, más allá de los militantes ideologizados tipo Gush Emunim, y se incentivó la colonización
con ayudas fiscales y fuertes inversiones en la construcción de viviendas más amplias y baratas que
las del interior de Israel. La estrategia de construcción de asentamientos, apropiación del territorio
y colonización como hechos consumados que crearan una situación irreversible, encajaba
perfectamente con el proyecto de autonomía administrativa para la población palestina.
La relación con la población palestina pasó de la política de Dayan de no-intervención en los
asuntos locales palestinos a una política activa. El Likud consideraba que la táctica de Dayan había
facilitado la implantación de la OLP en los Territorios Ocupados. Los hombres apoyados por la
organización palestina habían ganado la mayoría de cargos en las elecciones locales de 1976, por lo
que se imponía una purga del liderazgo palestino de individuos afectos a la OLP y su substitución
por unos dirigentes que colaboraran con la autoridad israelí. La Orden Militar 949 estableció una
administración civil para los asuntos locales que no fueran de carácter militar. La nueva
administración debía servir para iniciar el proceso de autonomía palestina según el plan de Begin y
los acuerdos de Camp David, y transformar la ocupación de un sistema temporal a otro
permanente. Sin embargo, para ello se necesitaba un mínimo de colaboración palestina.
Los esfuerzos israelíes se dirigieron a debilitar la implantación de la OLP en Gaza y
Cisjordania. Se hicieron depuraciones de las instituciones locales, aumentó la represión y la
censura, se permitió la creación de grupos de "vigilantes" entre los colonos más fanatizados que
actuaban contra los palestinos71 y se intentó instaurar una nueva elite palestina colaboracionista. La
táctica que siguió el nuevo administrador civil, Menahem Milson, fue la de intentar dividir a los
palestinos. La OLP era más fuerte en las ciudades y Milson intentó impulsar un nuevo liderazgo
que surgiera de los notables rurales y que se enfrentara a la burguesía urbana. Para ello creó la Liga
de los Pueblos, a través de la cual aquellos que colaboraran con la autoridad israelí serían
favorecidos con cargos, financiación, empleo y otras facilidades. La Liga de los Pueblos debía
contrarrestar la fuerza del Comité de Dirección Nacional, en el que se reunían los alcaldes surgidos
de las elecciones de 1976. No obstante, el efecto conseguido fue el contrario, ya que debilitó a los
grandes clanes y a los notables que se prestaron a colaborar con el israelí, aumentando la tensión
entre las estructuras tradicionales de poder y los jóvenes cercanos a la OLP, que ganaron en
prestigio y en apoyo popular al resistir contra el ejército ocupante. El rechazo a la Liga de los
Pueblos se generalizó e incluso el gobierno jordano amenazó con acusar de traición a los
colaboracionistas. La respuesta del gobierno israelí fue una oleada represiva contra los alcaldes del
Comité de Dirección Nacional y su ilegalización en 1982. La política del Likud provocó mayores

prestigio y hacer unos primeros movimientos hacia el regreso al sistema árabe (Tessler op.cit. (1989-b:
41)).
71 Los grupos de colonos armados y fanatizados crecieron en fuerza e implantación hasta que se
convirtieron en una amenaza no sólo para los palestinos sino para el proceso de paz e, incluso, para la
estabilidad de Israel, tal y como se comprobó con acciones como la matanza de creyentes palestinos en la
mezquita de Abraham de Hebrón, en 1994, las continuas provocaciones en la misma ciudad, o el asesinato
de Rabin, en 1995.

147
protestas en los Territorios Ocupados, que eran reprimidas con dureza, iniciándose una escalada de
tensión que culminó con el estallido de la Intifada en 1987.
La ofensiva israelí contra la OLP no se limitó a los Territorios Ocupados. Para debilitar la
influencia de la organización palestina en Gaza y Cisjordania, Tel Aviv decidió atacar su centro
neurálgico en Líbano. La invasión de Líbano en 1982 tenía distintos objetivos que se fueron
reflejando en una operación que creció en envergadura a medida que el ejército israelí avanzaba en
el país vecino. Para Rafael Eitan, el jefe del Estado Mayor, la operación militar debía ser rápida y
limitada a la ocupación de un cinturón de seguridad a lo largo de la frontera. Para Ariel Sharon, el
ministro de Defensa, la operación era militar y política, y se dirigía contra la OLP y contra la
influencia siria en Líbano con la intención de colocar un gobierno cristiano en Beirut que hiciera la
paz con Israel. En la planificación de Sharon la guerra de Líbano era sólo el primer paso, después
debía venir la conquista de Jordania y la expulsión al este del Jordán de los palestinos de Gaza y
Cisjordania72. Para Menahem Begin, el primer ministro, la invasión de Líbano era
fundamentalmente una ofensiva contra la OLP, para destruir su estructura militar y debilitar su
influencia en los Territorios Ocupados. Esto último tenía que facilitar la substitución del liderazgo
pro-OLP en Gaza y Cisjordania por la colaboracionista Liga de los Pueblos e impedir las
interferencias en la imposición del plan de autonomía de Begin.
Finalmente, en la misma línea que los ataques a la OLP que se sucedían desde 1977, otro
objetivo no confesado era radicalizar a la organización palestina y poner obstáculos a su
reconocimiento internacional. La OLP, con su creciente moderación y con su apertura a una
solución política del conflicto, estaba ganando audiencia en la opinión pública occidental, lo que
desde Tel Aviv, que se oponía a cualquier negociación ya que supondría devolución de territorio,
era visto como un peligro mayor que el militar73. En realidad, la OLP no era una amenaza militar
para el ejército israelí. Sin embargo, su implantación en Líbano, por su proximidad, por su
estructura organizativa y por los medios que suponía, sí le daba fuerza entre el pueblo palestino y
le permitía influir en los Territorios Ocupados. Uno de los fundamentos de la estrategia israelí
hacia la OLP siempre fue impedir que pudiera establecer una base territorial, por lo que el ataque
se acogía a esta lógica. Además, Tel Aviv coincidió con el análisis maronita de que los palestinos
romperían el equilibrio libanés que daba el poder a los cristianos, y que su alianza con la izquierda,
los shiís y los drusos colocaría a Líbano en el campo de la confrontación con Israel74.
La invasión de Líbano en 1982 fue una demostración de la hegemonía militar de un Israel
superarmado y apoyado por Estados Unidos ante un mundo árabe dividido e impotente y ante una

72 Los planes de Sharon, a pesar de no responder a la posición de la mayoría en Israel y ni tan


siquiera en el gobierno de la derecha, explican los temores jordanos y los esfuerzos del rey Hussein en los
años ochenta para buscar una salida política al conflicto y para acercarse a los laboristas. Sharon tuvo que
dejar la cartera de Defensa al ser encontrado indirectamente responsable de las matanzas de Sabra y
Shatila, los campos de refugiados palestinos en Beirut. Sin embargo, continuó en el gobierno como
ministro sin cartera.
73 Rubenberg op.cit. (1988: 104); Tessler op.cit. (1989-b: 37).
74 Seliktar op.cit. (1986: 230).

148
Unión Soviética desplazada de Oriente Medio75. Y, sin embargo, se saldó con un fracaso general.
En los Territorios Ocupados, la reacción a la invasión de Líbano y a la ofensiva contra la OLP fue
la contraria a la esperada por el gobierno israelí. La movilización popular y la resistencia contra la
ocupación aumentaron, de la misma forma que lo hizo el apoyo a la OLP y el rechazo a la Liga de
los Pueblos. La política israelí tampoco tuvo éxito en el intento de radicalizar a la organización
palestina. A corto plazo, sí consiguió dividir más a los grupos que la forman, pero la reacción
política de Arafat, siguiendo el camino de abandono de la vía armada y de acercamiento a los
Estados árabes más próximos a Estados Unidos, como Egipto y Jordania, contrarrestó los esfuerzos
israelíes y situó a Tel Aviv a la defensiva en el escenario internacional y en las propuestas de
solución pacífica. La resistencia palestina durante la invasión, el cerco de Beirut y la defensa
dirigida por Arafat y, sobre todo, las masacres de Sabra y Shatila, dieron un vuelco total en la
simpatía internacional hacia los contendientes. El mito de David y Goliat, que tan gran servicio
había hecho a Israel, se invirtió y en las televisiones de todo el mundo los palestinos aparecieron
como el débil y pequeño que resiste ante las brutalidades del fuerte. El vuelco en el mito, ante la
opinión pública internacional, sería definitivo con la Intifada, cuando un David literal con la honda
y la piedra, se enfrentó a un Goliat, también literal, con las armas más modernas.
La invasión de Líbano también impactó en la opinión pública israelí y tuvo una fuerte
repercusión en la sociedad. Por primera vez en la historia del Estado judío, se rompió el consenso
moral sobre las guerras de Israel, tanto por la razón de la lucha como por los medios usados. La
guerra, usada como un instrumento de la política exterior del Likud, politizó y dividió a todo el
ejército, desde los altos oficiales hasta los reclutas. Aparecieron numerosos grupos pacifistas y de
protesta contra la guerra y la invasión, que consiguieron forzar la retirada en 1985, y que
sembrarían nuevas semillas en los sectores partidarios de una salida política al conflicto con los
palestinos.
La ocupación de Líbano provocó un cambio en la concepción de la función de las Fuerzas
Armadas, ya que éstas se dedicaron a una actividad policial y represiva que se contradecía con un
ejército reservista que no podía estar movilizado durante largos períodos. Estas tensiones en la
sociedad israelí se reflejaron en una clara disminución de los voluntarios en las unidades de elite y
en la oficialidad de las Fuerzas Armadas, sobre todo entre los jóvenes askenazis de los kibbutz y de
clase media, que formaban el esqueleto rector de las Fuerzas de Defensa de Israel. Esto fue un
primer aviso del cambio de mentalidad que se estaba operando en estas capas ante la ocupación. La
invasión de Líbano también obligó a reflexionar sobre las consecuencias psicológicas de la

75 La influencia de la URSS en Oriente Medio, en los años ochenta, estaba en una situación de clara
inferioridad ante unos Estados Unidos que tenían como aliados desde 1973 a las principales potencias
militar (Israel), económica (Arabia Saudí) y política (Egipto) de la. La política soviética en Oriente Medio
durante los años ochenta se centró en tratar de mejorar las relaciones con los Estados árabes, incluidos los
conservadores, a través de la denuncia de las acciones estadounidenses antiárabes y de su apoyo a los
ataques de Israel (Zoubir op.cit. (1988: 303)). Era una política reactiva que intentaba aprovechar los errores
de Washington, como la aventura en Líbano durante la ocupación israelí que hizo desconfiar a los árabes
de los compromisos estadounidenses en seguridad, o como los ataques a Libia.

149
ocupación. Hasta entonces, la militarización de la política exterior había impedido apreciar la
psicología de la población ocupada, pero la rápida radicalización de la población shií del sur de
Líbano demostró que la ocupación podía producir un fuerte movimiento dinámico de resistencia76.
Pocos años más tarde, con el estallido de la Intifada, todos los síntomas de crisis en la
sociedad israelí que habían aparecido durante la invasión de Líbano se volvieron a manifestar,
magnificados por la proximidad, la crueldad y la desigualdad del enfrentamiento. Estas tensiones
en la sociedad de Israel fueron un elemento importante en el cambio de mentalidad hacia la
ocupación. Cada vez era más amplio el sector de población que creía que ya no compensaba
mantener el statu quo establecido en 1967 y que se debía buscar una solución política al
conflicto77.
No obstante, aún habría que esperar hasta principios de los noventa para iniciar el proceso de
paz. Los gobiernos de unidad nacional, a partir de 1984, no permitieron grandes cambios en Israel.
Los laboristas y el Likud cooperaron porque con un sistema político como el israelí no podían
hacer otra cosa78, pero la influencia laborista en política exterior se limitó a facilitar la retirada de
Líbano, ya que, dada la capacidad del Likud de bloquear cualquier iniciativa, la coalición tendía al
inmovilismo en lo referente a los territorios ocupados.

3. EL LARGO CAMINO DE LAS RENUNCIAS PALESTINAS

Los años setenta fueron testigos de un cambio gradual de la OLP hacia posiciones alejadas de
su maximalismo inicial y hacia la búsqueda de una solución política al conflicto con Israel. Este

76 Seliktar op.cit. (1986: 246, 248).


77 En 1984, sólo tres años antes de que se iniciara la Intifada, el editor del influyente periódico israelí
Ha'aretz escribía: "The Arab inhabitants of the occupied territories are a nuisance to Israel, but the last 17
years have shown that the situation can be kept under control. The price Israel has to pay is an increasing
brutalization of life, but nobody seems to care very much. It would be different if an Algerian situation
would develop in the West Bank. For the foreseeable future that does not seem very likely. But no situation
is irreversible, if a compelling need for change arises" (Schocken, G. (1984: 92) "Israel in Election Year
1984". Foreign Affairs. 63(1)). Sin embargo, para que una buena parte de la sociedad israelí tomara
consciencia del coste de la ocupación no fue necesario el estallido de una guerra como en Argelia, con las
piedras de la Intifada fue suficiente en un primer momento. Más tarde, el proceso de paz devolvió la misma
confianza a la sociedad israelí, lo que llevó a la segunda Intifada, ésta sí parecida a la guerra anticolonial
argelina.
78 Las elecciones de 1984 no dieron una mayoría suficiente a ningún partido para formar gobierno.
El Likud ganó 41 escaños y los laboristas 44, con el resto de diputados, hasta 120, repartidos entre 13
partidos pequeños. La extrema proporcionalidad del sistema electoral israelí favorecía este tipo de
resultados, que se repetiría de forma parecida en 1988 aunque con una ligera ventaja del Likud. Los
gobiernos de unión nacional de 1984 y 1988 no se concertaron por el acuerdo de las dos partes ni en
política interior ni en política exterior, sino porque no tenían más remedio que colaborar para evitar la
parálisis del país. Finalmente, en 1990, la unidad en el gobierno estalló a consecuencia de las distintas
posiciones ante el plan de paz del secretario de Estado Baker.

150
proceso se vio acompañado, en una evolución paralela, por el reconocimiento internacional de la
OLP como representante del pueblo palestino. Tras la guerra de octubre de 1973, prácticamente
todos los Estados árabes estaban dispuestos a reconocer de facto a Israel. Desde las capitales árabes
arreciaron las presiones sobre la organización palestina para que abandonara su reivindicación de
un Estado democrático en toda Palestina y, ya en 1974, la OLP aprobó su nueva propuesta de una
Autoridad Nacional Palestina en las áreas liberadas.
La guerra de 1973 había creado una nueva situación política en Oriente Medio a la que los
palestinos debían responder. La guerra no había liberado ningún territorio palestino, pero abrió un
proceso de negociaciones con un Israel que había dado muestras de debilidad. La OLP, cada vez
más asentada en la opinión palestina tanto de la diáspora como de los Territorios Ocupados, temió
verse marginada en las iniciativas de paz, por lo que se impuso un giro que la hiciera aceptable
para los regímenes árabes. La nueva política también se dirigía a contrarrestar las aspiraciones del
rey Hussein de Jordania sobre Cisjordania, manifestadas en su plan del Reino Arabe Unido de
1972. En este sentido, el razonamiento palestino era muy parecido al de los sionistas ante la
resolución de partición de Naciones Unidas en 1947. El Septiembre Negro había demostrado que
los palestinos no podían confiar en ningún país árabe, por lo que necesitaban un Estado propio, por
pequeño que fuera, que los protegiera79. Así, en junio de 1974, el Consejo Nacional Palestino
aprobó que:
"2. The PLO will struggle by all means, foremost of which is armed struggle, to
liberate Palestinian land and to establish the people's national, independent and
fighting authority on every part of Palestinian land to be liberated (...)"80.

El resto del programa acordado en junio, como concesión a los sectores más radicales,
mantenía la tónica de la OLP en sus reivindicaciones. Sin embargo, a pesar de su ambigüedad,
había novedades importantes en las nuevas directrices. La llamada a la utilización de "todos los
medios" en la lucha de liberación significaba que se abría la puerta a una salida política del
conflicto. El término "áreas liberadas" se entendió inmediatamente como un eufemismo para Gaza
y Cisjordania81, y allí donde decía "autoridad nacional" se leyó Estado. Esto último quedó claro
tres años más tarde, en el XIII Consejo Nacional Palestino, cuando se dio un nuevo paso hacia el
reconocimiento de facto de Israel y la posibilidad de dividir Palestina al afirmar:

79 Cobban op.cit. (1984: 17, 60, 155).


80 "Palestine National Council, Political Program, 8 June, 1974", en Lukacs op.cit. (1992: 309).
81 Esto quedaba claro en las declaraciones de Nayef Hawatmeh, dirigente del Frente Democrático de
Liberación de Palestina (FDLP), que fue quien propuso el giro en la política de la OLP y, junto con Fatah,
consiguió que fuera aprobado en el Consejo Nacional Palestino. Ver: "Statements by General Secretary of
the DFLP Naif Hawatmah Defending the Establishment of a Palestinian National Authority in Territories
Liberated from Israeli Occupation, 24 February, 1974", en Lukacs op.cit. (1992: 307-308). Recordemos
que en Cisjordania incluimos Jerusalén Este.

151
"11. The PNC has decided to continue the struggle to regain the national rights of
our people, in particular the right of return, self-determination and establishing an
independent national state on their national soil"82.

La evolución de la OLP hacia la solución biestatal se explicaba también por la superioridad


militar israelí y el apoyo de Estados Unidos a los sionistas. Un análisis realista obligaba a
reconocer la dificultad de desmantelar el Estado judío y a plantear objetivos más factibles.
Además, la organización palestina ni tan siquiera tenía el amparo de la Unión Soviética, pues ésta
siempre respetó el derecho a la existencia de Israel y presionó a los palestinos para que aceptaran la
solución de dos Estados. En Tel Aviv la propuesta palestina fue recibida con un rechazo absoluto,
no sólo al Estado palestino sino también a la OLP, lo que no constituía ninguna sorpresa ya que en
este aspecto coincidían laboristas y Likud.
La decisión del XII Consejo Nacional Palestino, en 1974, permitió el cambio de la política de
los Estados árabes hacia el reconocimiento de la OLP como única representante legítima del
pueblo palestino. De esta forma, la organización palestina se incorporó a la estrategia diplomática
árabe. Primero en noviembre de 1973, en la cumbre de la Liga Arabe en Argel, los Estados árabes
reconocieron a la OLP como representante palestina, pero con las reservas de Jordania. No sería
hasta la cumbre de Rabat, en octubre de 1974, que la Liga Arabe aceptaría a la organización
palestina definitivamente como única representante y se sumaría a su política al afirmar:
"(...) the right of the Palestinian people to establish an independent national
authority under the command of the Palestine Liberation Organization, the sole
legitimate representative of the Palestinian people in any Palestinian territory that
is liberated"83.

La resolución de la Liga Arabe suponía un gran triunfo de la OLP en la afirmación de su


personalidad política y del nacionalismo palestino. Por parte de los gobiernos árabes era el precio
que pagaban a cambio de la moderación palestina, tanto en la lucha contra Israel como en la vía
popular revolucionaria que podía desestabilizar a los regímenes84. El gran derrotado en Rabat fue
el rey Hussein de Jordania. En Amman había grandes reticencias a renunciar a Cisjordania. Por una
parte, Hussein no quería ser recordado por la pérdida de Cisjordania y Jerusalén, ni quería
renunciar a la custodia de la ciudad santa. Hay que recordar que los hachemís ya habían perdido la
custodia de la Meca ante los saudís. Por otra parte, la ayuda económica estaba muy ligada al
conflicto con Israel y a los lazos con los Territorios Ocupados, y Jordania dependía de estas
remesas llegadas del exterior. El sistema político jordano se había estructurado sobre la base de las
dos orillas del Jordán y, en 1974, el rey aprovechó para suspender el Parlamento con la excusa de

82 "Palestine National Council, Political Declaration, 22 March, 1977", en Lukacs op.cit. (1992: 333-
334).
83"Arab League Summit Conference Communique, Rabat, Morocco, 29 October, 1974", en Lukacs
op.cit. (1992: 464).
84 Aruri op.cit. (1988: 74).

152
que la representación de la orilla occidental, la mitad de los escaños, ya no era posible85. Amman
tenía otra buena razón para dudar en romper los lazos con Cisjordania, ya que sabía que tanto los
laboristas israelíes como Estados Unidos preferían la opción jordana a la creación de un Estado
palestino, y que harían todo lo posible para evitar esta última salida al conflicto.
El acuerdo de la Liga Arabe en Rabat situó a la OLP y a la dimensión palestina del conflicto
en el centro del escenario. Empezaba a ser evidente que sin el reconocimiento del nacionalismo
palestino y de la OLP no podría haber un proceso de paz real, ya que el núcleo del conflicto
quedaría fuera. El siguiente gran paso en el reconocimiento de las reivindicaciones palestinas y del
papel de la OLP se dio a finales del mismo año 1974. El 13 de noviembre Yasser Arafat pronunció
un discurso ante la Asamblea General de Naciones Unidas. La importancia histórica del momento
no está en el discurso en sí -no ofreció grandes novedades, ya que Arafat todavía propuso la
creación de un Estado democrático y laico, aunque ahora con la permanencia de todos los judíos
que vivían en Palestina-86, sino en que, por primera vez, la comunidad internacional dejaba de ver
el conflicto árabe-israelí solamente como una disputa fronteriza entre Estados y como un problema
de refugiados.
Este giro se expresó el 22 de noviembre del mismo año en dos resoluciones de la Asamblea
General en las que ésta reconocía a la OLP como representante del pueblo palestino, su derecho a
la autodeterminación y el de los refugiados al retorno -resolución 3236-, e invitaba a la
organización palestina a participar como observadora en las sesiones y trabajo de Naciones Unidas
-resolución 3237-87. Sin embargo, el reconocimiento de la dimensión palestina del conflicto y de la
OLP en el ámbito internacional todavía chocaba con el rechazo del actor más influyente: Estados
Unidos.

85 De esta forma, Hussein congeló la mínima representación popular existente hasta que, tras la
renuncia explícita a Cisjordania en 1988, eliminó la representación de la orilla occidental y, al año
siguiente, convocó elecciones. El rey aplazaba la democratización del régimen hasta la recuperación de
Cisjordania. Sin embargo, las elecciones y los cambios democráticos iniciados en 1989 no tenían su causa
en la renuncia a la orilla occidental, sino en las revueltas del pan que estallaron en la primavera de 1989 en
el sur del país. En estas regiones de Jordania la población es básicamente transjordana, con una proporción
mínima de palestinos, y constituía la base que sustentaba al régimen jordano, así que, cuando estos
cimientos temblaron, el rey se vio obligado a hacer cambios en el sistema político para mantener los
apoyos.
86 Otro elemento a destacar del discurso fue su famoso llamamiento: "Today I have come bearing an
olive branch and a freedom-fighter's gun. Do not let the olive branch fall from my hand. Do not let the olive
branch fall from my hand. Do not let the olive branch fall from my hand", que en realidad era la
manifestación de la voluntad palestina de encontrar una salida política al conflicto, una nueva muestra del
camino emprendido por la OLP hacia la moderación ("Speech by Yasser Arafat to the UN General
Assembly, 13 November, 1974", en Lukacs op.cit. (1992: 317-333)).
87 Estas resoluciones eran la expresión de un creciente aislamiento de Israel en la Asamblea General
de Naciones Unidas, donde los Estados surgidos de la lucha anticolonial tenían cada vez más fuerza. Una
nueva muestra de este aislamiento se dio al año siguiente, con la resolución 3379 (10 de noviembre de
1975) de la Asamblea General, que determinaba que el sionismo era una forma de racismo y de
discriminación racial.

153
Los tímidos avances de la Administración norteamericana hacia la aceptación de los
"intereses legítimos del pueblo palestino", como en la declaración conjunta de Breznev y Nixon en
1973 o durante la presidencia Carter, eran inmediatamente abandonados ante la oposición israelí y
las presiones del lobby judío en Washington. Así, la OLP se fue convirtiendo en un actor ineludible
en un proceso de solución pacífica del conflicto árabe-israelí, pero sin conseguir la fuerza necesaria
para forzar la participación en el proceso negociador. La intransigencia israelí ante las demandas
palestinas y la capacidad de la OLP de impedir una solución global que la marginara, colocaron el
conflicto en un callejón sin salida. Sadat intentó encontrar una vía de escape, pero se quedó en una
paz parcial y fría.
La dirección de la OLP hizo lo posible para romper el embotamiento político del conflicto
moderando sus reivindicaciones y su acción armada. La organización palestina respondía así a las
presiones de los gobiernos árabes y de Estados Unidos, esperando que el comedimiento cambiaría
las relaciones de la OLP y de Israel con Washington hacia unos contactos más equilibrados. El
análisis de la dirección palestina en este sentido se reveló erróneo, ya que no tuvo en cuenta que los
lazos de Israel con Estados Unidos eran mucho más fuertes y se basaban en algo más que la
posición de unos y otros ante el conflicto.
El camino de la OLP hacia la moderación estuvo lleno de divisiones y reticencias. La primera
bifurcación se hizo visible inmediatamente después del 12 Consejo Nacional Palestino. El acuerdo
de junio de 1974 era una posición de compromiso entre las propuestas de Fatah y el FDLP y la
desconfianza del Frente Popular de Liberación de Palestina (FPLP) de Habash. No obstante, el
FPLP pronto se enfrentó a los esfuerzos de Arafat para participar en la Conferencia de Ginebra y
anunció su retirada del Comité Ejecutivo de la OLP. El grupo de Habash denunció la actitud
entreguista del liderazgo de la OLP y sus contactos con Jordania y Estados Unidos para participar
en el proceso negociador de Ginebra, al igual que la posibilidad de aceptar la resolución 24288.
Alrededor del FPLP se reunieron otros grupos palestinos y, en una reunión en Bagdad el 10 de
octubre de 1974, formaron el Frente del Rechazo que se opuso a la actitud moderada de Arafat. El
líder palestino también debió enfrentarse a las presiones de los hombres más pragmáticos de la
OLP, como Khaled Hassan, uno de los fundadores de Fatah, quien dimitió de su cargo de "ministro
de exteriores" de la OLP en enero de 1973 al considerar insuficiente el giro hacia una estrategia
diplomática más realista89.
La opción biestatal, primero como táctica y después como estrategia de la OLP, también fue
recibida de forma muy dispar entre los palestinos de la diáspora y los de los Territorios Ocupados.
Mientras que para los primeros significaba que el objetivo del retorno y la recuperación de las
tierras y casas perdidas en 1948 se aplazaba sine die, para los segundos suponía situar en primer

88 "Statement by the PFLP Announcing Its Withdrawal from the Executive Committee of the PLO.
Beirut, 26 September, 1974", en Lukacs op.cit. (1992: 312-317), y "Interview (August 3, 1974). By George
Habbash. Excerpts from Al-Hadaf (Beirut)", en Laqueur y Rubin op.cit. (1991: 498-504).
89 Cobban op.cit. (1984: 277, nota 25).

154
plano la lucha contra la ocupación y la posibilidad de buscar una solución negociada90. La nueva
estrategia impulsó la implantación de la OLP en los Territorios Ocupados, lo que se reflejó en los
resultados de las elecciones municipales de 1976. Sin embargo, entre los refugiados de la diáspora
la voz del rechazo era la más escuchada.
Los grupos del Frente del Rechazo, a pesar de tener una gran fuerza dentro del movimiento
palestino durante 1974 y 1975, sobre todo el FPLP que se convirtió en el grupo guerrillero más
activo, no consiguieron desbancar el liderazgo de Fatah. La moderación de la OLP liderada por el
grupo de Arafat fue premiada por los Estados árabes con la canalización de la ayuda financiera a
través de las estructuras de Fatah, lo que le dio un mayor poder dentro de la OLP y en el aparato
administrativo, militar y social palestino en Líbano91. Arafat evitó en todo momento la ruptura de
la OLP. Los cambios de política fueron graduales y trataron de mantener la máxima
representatividad posible. El esfuerzo por la unidad palestina alrededor de la OLP fue siempre un
obstáculo para la adopción de salidas políticas al conflicto que, inevitablemente, significaban
renuncias a reivindicaciones históricas. En 1977, Fatah y el FDLP consiguieron la aprobación de la
política de un Estado palestino independiente en los Territorios Ocupados, al aprovechar la
debilidad del FPLP y el Frente del Rechazo, que se consumieron en el ámbito militar y
organizativo en la guerra civil libanesa, mientras que Fatah salió fortalecido dentro del movimiento
de liberación palestino.
Las relaciones de la OLP con los Estados del Frente se vieron afectadas por las
perturbaciones en el sistema árabe provocadas por el viaje de Sadat a Jerusalén. Las relaciones con
Jordania mejoraron tras la decisión del 13 Consejo Nacional Palestino y a consecuencia de la
política unilateral de Egipto. Tras un largo período de enfrentamientos con Siria en Líbano, el gesto
de Sadat volvió a reunir a sirios y palestinos en el Frente de la Firmeza. Sin embargo, la mejoría en
el trato con Damasco no duró mucho. Las conversaciones egipcio-israelíes indujeron a la OLP a un
relanzamiento del activismo guerrillero contra Israel para obstaculizar el proceso negociador. En
algún momento, como durante la invasión israelí del sur libanés en 1978, la lucha de los fedayin
puso en dificultades a Sadat, pero ni el movimiento palestino ni los regímenes árabes del Frente de
la Firmeza fueron lo bastante fuertes para impedir la paz bilateral. La entrada del ejército israelí en
Líbano en 1978, como en 1982, supuso mayores problemas para Siria al ponerse de manifiesto su
impotencia ante el temor a otra guerra con Israel, que para Egipto, que continuó avanzando en las
negociaciones hacia la recuperación del Sinaí92. Esto, una vez más, se sintió en Damasco como la
necesidad de controlar el movimiento palestino.
La desaparición de Egipto como actor en el sistema árabe redundó en un mayor peso para
Siria en el inestable equilibrio de la Liga Arabe. El gobierno sirio, en su búsqueda del liderazgo, se
presentó como el único gran defensor de la causa árabe contra Israel. Para mantener su papel, sobre

90 Alvarez-Ossorio op.cit. (2001: 82-83).


91 Corm op.cit. (1991: 184).
92 Cobban op.cit. (1984: 94-95).

155
todo ante Arabia Saudí y los países del Golfo, de donde venía la mayor ayuda económica para los
Estados del Frente, Damasco debía controlar tanto la lucha como las iniciativas de paz hacia Israel,
por lo que, inevitablemente, debía chocar con la OLP y con Jordania. Tanto los palestinos como el
rey Hussein creían que se tenían que explorar todas las posibilidades de avanzar hacia una
solución, mientras que Assad era partidario de conseguir primero la paridad estratégica con Israel,
lo que significaba potenciar el ejército sirio93.
Los acuerdos de Camp David en 1979 provocaron un rechazo generalizado entre los
palestinos, tanto del interior como del exterior94, pero también dieron argumentos a los que
defendían la participación en una solución diplomática del conflicto ya que, de otra forma, podían
quedar marginados por un acuerdo israelo-jordano. Por esta misma razón, la OLP aceptó la
propuesta del príncipe Fahd en 1981 y el Plan de Fez de 1982 y, de igual modo, no rechazó
totalmente el Plan Reagan tras la invasión israelí de Líbano.
La salida de las guerrillas palestinas de Líbano y la impotencia de los regímenes árabes ante
el ejército israelí en Líbano dieron un vuelco definitivo al conflicto hacia la dimensión
intercomunitaria. La lucha interestatal quedó desplazada por la lucha palestina por la
autodeterminación y la consecución de un Estado propio en los Territorios Ocupados95. Sin
embargo, al propio tiempo y dada su debilidad, la dirección de la OLP era consciente de que
debería coordinar su acción con los gobiernos árabes. La dificultad estribaba en la división árabe y
en la voluntad de control de Siria, y en que ambas se reflejaban en la organización palestina.
Mientras que algunos grupos palestinos continuaron basando su estrategia en el apoyo sirio, la
dirección de la OLP se enfrentó a Damasco, llegando al choque militar en Trípoli en 1983. Serían
unos años de desunión y enfrentamientos en el campo palestino, hasta la reconciliación en 1987.
La enemistad entre Arafat y Assad condujo al acercamiento del primero hacia Egipto y
Jordania. Como ya se ha dicho, en una maniobra arriesgada, Arafat se detuvo en El Cairo a su
salida de Trípoli y, poco después, impulsó el plan conjunto con el rey Hussein que suponía un gran
paso atrás en los éxitos conseguidos por el nacionalismo palestino ante Jordania. El hachemí
aprovechó la difícil situación en que se encontraban la OLP y su dirección para acercarlos a su
estrategia negociadora y a sus intereses96. Sin embargo, las tensiones entre la OLP y el régimen
hachemí no habían desaparecido y el plan fracasó. Arafat había negociado el Acuerdo Jordano-
Palestino en una situación de gran debilidad. Alejado del frente con Israel y aislado en la cúpula de
la OLP, convocó una reunión del Consejo Nacional Palestino en Amman, en noviembre de 1984,
en la cual prácticamente sólo participó Fatah. La necesidad de recuperar la iniciativa llevó al

93 Khalidi op.cit. (1988: 263, 272).


94 Ver: "Statement by the West Bank National Conference, Beit Hanina, Jerusalem, 1 October,
1978", y "Palestine National Council, Political and Organizational Program, 23 January, 1979", en Lukacs
op.cit. (1992: 338-344).
95 Aruri op.cit. (1988: 74).
96 Susser, A. (1994: 191) ). "Jordan and the Palestinian Question: Coming Full Circle", en B. Rubin,
J. Ginat & M. Ma'oz (eds.), From War to Peace: Arab-Israeli Relations 1973-1993 Brighton; New York:
Sussex Academic Press; New York University Press.

156
dirigente palestino a hacer concesiones a Hussein que dividieron todavía más a la OLP: la
confederación con Jordania suponía abandonar la reivindicación de un Estado palestino
independiente, y la delegación conjunta jordano-palestina en una posible negociación ponía en
peligro el status de único representante del pueblo palestino por el cual tanto había batallado la
OLP. En 1987, para avanzar en la reunificación de la organización palestina, la dirección de la
OLP abrogó el acuerdo, lo que Hussein ya había hecho el año anterior.
Los enfrentamientos palestinos con Siria y Jordania demostraban que la visión que tenía la
OLP del proceso de paz no coincidía con la de ninguno de los Estados árabes del frente ni,
evidentemente, con la de Israel o Estados Unidos. La abrogación del plan conjunto jordano-
palestino significó el regreso al objetivo de creación de un Estado palestino independiente en los
Territorios Ocupados97. El XVIII Consejo Nacional Palestino, en abril de 1987, escenificó la
reunificación de la OLP alrededor de este programa y en el rechazo a la resolución 24298. La
política aprobada en Argel en 1987 se centraba en buscar una salida diplomática al conflicto sobre
la base de una conferencia internacional bajo los auspicios de Naciones Unidas y con participación
de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad, lo que suponía prácticamente el
abandono oficial de la lucha armada como estrategia y una victoria de las posiciones más
moderadas99.
La travesía de la OLP hacia la solución política del conflicto se acompañó de un progresivo
abandono de la vía militar. A las presiones exteriores, tanto de Estados Unidos y la URSS como de
los gobiernos árabes, se añadían las de los sectores más influyentes de los palestinos del interior,
que defendían la negociación del fin de la ocupación. Además, tras la guerra de Líbano de 1982,
era evidente que los regímenes árabes no se enfrentarían al ejército israelí, por lo que una victoria
militar en el conflicto era impensable. Así, tras la invasión israelí del sur de Líbano en 1978, Arafat
estuvo de acuerdo en colaborar con la UNIFIL100 en un alto-el-fuego, a pesar de que esto
significaba la aceptación implícita de la resolución 425 que mencionaba a Israel101, lo que suponía
un paso enorme en la política palestina. En julio de 1981, la OLP negoció otro alto-el-fuego con
Israel en el sur de Líbano, con la mediación del enviado especial norteamericano Philip Habib. No

97 "Statement by the PLO Executive Committe Cancelling the Amman Accord, 19 April, 1987", en
Lukacs op.cit. (1992: 384-385).
98 El XVIII Consejo Nacional Palestino supuso un triumfo de la OLP como organización unitaria. El
regreso de los grupos disidentes a la vida parlamentaria palestina y al respeto de las tradiciones
democráticas de la OLP, así como la vuelta de la dirección a la búsqueda del máximo consenso permitieron
dar los importantes pasos, en los años siguientes, hacia el reconocimiento de facto de Israel y hacia la
negociación como estrategia fundamental palestina.
99 "Palestine National Council, Resolutions of the Political Committee, Algiers, 26 April, 1987", en
Lukacs op.cit. (1992: 385-389).
100 United Nations Interim Force in Lebanon.
101 La resolución 425 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, del 19 de marzo de 1978, llamó
a la retirada del ejército israelí del territorio libanés y estableció una fuerza de pacificación en la zona: la
UNIFIL. La resolución 425 se convirtió en el texto base para la participación de Líbano en las
negociaciones de paz con Israel.

157
obstante, los esfuerzos del liderazgo palestino para seguir la vía política debían salvar los continuos
obstáculos puestos por las facciones palestinas más radicales, que defendían la presión militar
como opción principal, y por Tel Aviv que, ante el peligro de la moderación palestina, lanzaba
provocaciones sin cesar. En 1985, en la Declaración de El Cairo, Yasser Arafat dio un nuevo paso
al condenar las operaciones fuera del territorio palestino y toda forma de terrorismo y anunciar que
tomaría medidas contra los que violaran el compromiso102. A finales de los años ochenta, el
liderazgo de la OLP había abandonado la vía armada incluso en el interior de Palestina, pero, en
aras de la unidad, continuaba sin poder condenar definitivamente a los grupos que todavía
emprendían acciones guerrilleras103.

3.1 El resurgimiento de los palestinos del interior

La población de los Territorios Ocupados palestinos, en los años setenta y ochenta, estrechó
sus lazos con la OLP hasta aceptar de forma mayoritaria su liderazgo. En enero de 1973, el XI
Consejo Nacional Palestino aprobó la creación de un nuevo órgano en el interior para coordinar las
actividades de resistencia: el Frente Nacional Palestino en los Territorios Ocupados. Esta decisión
también formaba parte de la reacción contra los intentos jordanos de arrogarse la representatividad
de los palestinos del interior. La implantación del FNP entre la población de los Territorios
Ocupados ganó fuerza con la guerra de octubre de 1973 y las esperanzas que ésta suscitó, junto con
la nueva orientación de la OLP hacia la Autoridad Nacional Palestina en los territorios liberados y
con el reconocimiento internacional de la organización manifestado en la decisión de la Liga Arabe
en Rabat y en la intervención de Arafat ante la Asamblea General de Naciones Unidas en 1974.
Pero la relación era a dos bandas, ya que los palestinos del interior también empezaron a tener un
papel cada vez más importante en la evolución de la OLP hacia posiciones más moderadas y
pragmáticas.
Durante los años ochenta, el temor a que la judaización de Cisjordania, con la construcción
de nuevos asentamientos de colonos israelíes, la expropiación de más y más tierras y la cada vez
más dura represión, se convirtiera en un fenómeno irreversible, hizo que fueran muchos los
políticos palestinos del interior que presionaran a la OLP para que moderara sus posiciones y se
prestara a negociar con Israel. La colonización judía de Cisjordania con Jerusalén Este y de Gaza se
vivía de forma distinta entre los palestinos del interior y los de la diáspora, ya que para los

102 "Declaration by Yasser Arafat on Terrorism, Cairo, 7 November, 1985", en Lukacs op.cit. (1992:
370-371).
103En noviembre de 1988 Arafat rechazó el terrorismo y aceptó las resoluciones 242 y 338 ante la
Asamblea General. El día siguiente se inició el tan deseado diálogo entre la Administración estadounidense
y la OLP, pero poco más tarde se interrumpió debido a la incapacidad de Arafat de condenar una operación
de un comando palestino, que fue abortada en una playa de Tel Aviv a principios de 1990 (Hassassian, M.
(1994: 143) "Policy Dinamics of the Palestinian Leadership", en B. Rubin, J. Ginat & M. Ma'oz (eds.),
From War to Peace: Arab-Israeli Relations 1973-1993 Brighton; New York: Sussex Academic Press; New
York University Press).

158
primeros la pérdida de cada vez más territorio en manos israelíes era una realidad cotidiana que
estaba transformando su mundo y afectaba a sus necesidades básicas. Antes del estallido de la
Intifada, varios líderes del interior tuvieron contactos con israelíes, incluso del Likud, e intentaron
impulsar conversaciones de paz con los palestinos del interior representando a la OLP. La
dirección de la OLP aprovechó la fuerza que estaban consiguiendo los representantes de los
Territorios Ocupados en la organización palestina para apuntalar sus propuestas de moderación
que, de otra forma, habrían fracasado ante los grupos más radicales. Los líderes pragmáticos del
interior se permitían incluso criticar algunas acciones de los grupos palestinos radicales, siempre
desde el apoyo a la OLP, con lo que entraban en el juego democrático de la organización y se
convertían en una de las voces poderosas dentro de ella. Se puede decir que la iniciativa política en
el campo palestino se estaba trasladando a los Territorios Ocupados, y que con la Intifada también
lo haría el núcleo de la lucha contra Israel.
La OLP arraigó en Gaza y Cisjordania en un proceso paralelo a la renovación de las elites
palestinas en la zona. Las políticas israelíes de ocupación, en los primeros años setenta,
permitieron el surgimiento de una incipiente clase media urbana con jóvenes más educados y con
profesiones liberales, que tenían una visión de la sociedad y de la política distinta de las viejas
elites tradicionales. Las elecciones locales de 1976, con una nueva ley electoral que permitía
participar a las mujeres y a los hombres sin propiedad, dieron la victoria al bloque nacionalista
palestino. Sin embargo, a pesar de este triunfo de la resistencia palestina a la ocupación, los años
siguientes serían de desesperanza, aunque también de lucha. La victoria del Likud en 1977 cambió
la política israelí hacia los Territorios Ocupados por una mayor intervención y represión, con la
prohibición de nuevas elecciones y el cese y expulsión de muchos de los alcaldes elegidos. La
visita de Sadat a Jerusalén, los Acuerdos de Camp David, los enfrentamientos de los palestinos con
Siria en Líbano, y algunos choques de la dirección de la OLP con grupos de la izquierda palestina
en el interior, también contribuyeron a la desmoralización. Pero, al poco tiempo, las políticas del
gobierno del Likud y la oposición a Camp David acercaron a las tendencias más radicales y
moderadas del interior y estimularon la lucha contra la ocupación y contra los acuerdos egipcio-
israelíes. La paz unilateral de Sadat suscitó un nuevo episodio de entendimiento entre la OLP,
Jordania y Siria, que sirvió para una mayor unión entre los políticos de Cisjordania contra la
ocupación y la colonización israelí.
Las razones de la oposición a Camp David en el interior de los Territorios Ocupados
coinciden con las aducidas por la OLP en el exterior, lo que es un signo de la ya profunda
simbiosis entre unos y otros. El acuerdo entre Sadat y Begin era inaceptable porque ignoraba el
derecho de autodeterminación palestino, no reconocía la representatividad de la OLP, no hacía
ninguna referencia al futuro de los asentamientos de colonos israelíes en los Territorios Ocupados
y trataba el problema de la ocupación como una cuestión distinta del problema de los palestinos del

159
exterior104. En 1978, los alcaldes y otros dirigentes comunitarios cercanos a la OLP crearon el
Comité de Dirección Nacional (National Guidance Committee) para coordinar la lucha de
oposición a las medidas acordadas en Camp David respecto a los Territorios Ocupados. El nuevo
comité sustituyó al Frente Nacional Palestino, muy debilitado por la represión, y se planteó su
organización y lucha política con un perfil más bajo para evitar en lo posible los estragos causados
por el ejército israelí. No obstante, Tel Aviv ilegalizó en 1981 al Comité y continuó con su política
de ceses y expulsiones de alcaldes105. Sin embargo, la mayor ofensiva contra la OLP se dio en
Líbano en 1982, con un ataque que también estaba dirigido a contener la influencia de la
organización palestina en los Territorios Ocupados.
La represión y la expulsión de la OLP de Líbano permitieron que la elite conservadora
palestina volviera a emerger por un corto período. El plan de confederación jordano-palestina
acordado por Arafat y el rey Hussein también dio nuevas alas al liderazgo tradicional projordano, y
empezó a aparecer una doble lealtad, a la OLP y a Amman. Sin embargo, las renuncias en las
aspiraciones palestinas, en aras del pragmatismo, fracasaron al no conseguir sentar en la mesa de
negociación al gobierno israelí, y la frustración explotó en la Intifada. La revuelta de las piedras en
los Territorios Ocupados trajo nuevos cambios en las elites dirigentes palestinas y nuevas lealtades.
La progresiva sustitución de la vieja elite projordana por la nueva más cercana a la OLP en el
liderazgo del interior, agudizó todavía más la batalla por la influencia en los Territorios Ocupados
de los tres actores enfrentados: la OLP, Jordania e Israel. La colaboración de Amman en la
administración de los Territorios Ocupados había creado una triple conjunción entre Jordania,
Israel y el liderazgo palestino tradicional, interesada en la pacificación de los territorios y en
impedir cambios políticos entre los palestinos. A pesar de ello, la OLP consiguió implantarse en
Gaza y Cisjordania apoyándose sobre todo en los movimientos sociales, como los sindicatos, las
asociaciones estudiantiles o las de mujeres y jóvenes.
El régimen hachemí jugó la carta islamista para debilitar a la OLP de la misma forma que lo
estaba haciendo en Jordania para debilitar a la izquierda. En esta política recibió la ayuda de Israel,
que dejó actuar a los islamistas al tiempo que lanzaba la represión sobre los seguidores de la OLP.
Israel intentó crear un nuevo liderazgo que le fuera fiel con la Liga de los Pueblos, pero obtuvo el
resultado contrario pues los colaboracionistas se desprestigiaron y perdieron la influencia que
todavía podían mantener.

104 "Statement by West Bank Mayors on Sadat's Visit to Israel, 21 December, 1977 [Excerpts]", y
"Statement by the West Bank National Conference, Beit Hanina, Jerusalem, 1 October, 1978", en Lukacs
op.cit. (1992: 336-339).
105 La represión sobre los alcaldes y líderes palestinos en los primeros años ochenta fueron
especialmente duros. Ejemplos de ello los encontramos en la deportación de los alcaldes de Hebrón y
Halhul, y del jeque Rajab al-Tamimi, un líder religioso de Hebrón, o en los intentos de asesinato por parte
de colonos israelíes de los alcaldes de Nablus, Ramallah y Al-Bireh. En 1982 fueron cesados otros ocho
alcaldes. La llegada de los halcones más duros al gobierno de Tel Aviv no sólo supuso un fuerte impulso
para la colonización, también lo fue para la represión y el sentimiento de inmunidad en los colonos.

160
La competencia también se daba en el aspecto económico. Hasta finales de los setenta
Jordania era el principal distribuidor de la ayuda económica a Cisjordania. Pero, en los años
ochenta, la OLP y especialmente Fatah pasaron a controlar buena parte del auxilio, que llegaba
principalmente de los países árabes productores de petróleo, con lo que esto suponía de
competencia para Amman en las estructuras clientelares y administrativas. Por otra parte, la
política israelí de absorción de mano de obra palestina entró en pugna con el papel tradicional de
control económico de Jordania, al tiempo que era usada como medida represiva ante las revueltas.
Finalmente, el vencedor en esta lucha de influencias fue el actor más débil, la OLP. En buena
parte fue gracias, paradójicamente, a que los palestinos del interior sólo podían tener voz y
ascendiente en la organización palestina, no en Amman ni en Tel Aviv. De esta forma, se
estableció una relación bidireccional en la que cada vez tenía más peso la opinión de los Territorios
Ocupados y, así, la posición de la OLP pasó a ser la de Gaza y Cisjordania.

161
IV. EL CAMINO HACIA LA NEGOCIACION

Los cambios en el sistema internacional a finales de los años ochenta tuvieron importantes
repercusiones en Oriente Medio y en el conflicto árabe-israelí. El fin de la Guerra Fría rompió la
estructura bipolar que enmarcaba muchos conflictos locales en el sistema internacional global,
dejándolos enfrentados a sí mismos y a una nueva aproximación de la superpotencia victoriosa:
Estados Unidos. No obstante, mientras que los conflictos se libraron del corsé bipolar que
dificultaba su avance, tanto hacia la solución política como hacia escaladas de violencia
incontroladas, los actores que se enfrentaban en estas disputas quedaron a merced de una nueva
realidad globalizadora que exigía nuevos comportamientos domésticos e internacionales.
La Intifada y la represión israelí, extremadamente dura en los primeros años de la revuelta, se
dejaron sentir en la opinión pública internacional e, incluso, en la opinión de los judíos
norteamericanos, provocando tensiones con la comunidad internacional y con la Administración
estadounidense1. El gobierno de Reagan, ante la presión de la opinión occidental y de los gobiernos
aliados y la permisividad de un lobby judío más moderado, emprendió nuevas iniciativas para la
solución diplomática del conflicto y, a finales de 1988, inició el diálogo con la OLP. La Intifada,
por primera vez, hizo dudar a Estados Unidos de la capacidad de Israel para controlar y estabilizar
la región. Esta percepción se agravó cuando la revuelta de los jóvenes palestinos estuvo a punto de
extenderse a los Estados árabes vecinos, y en especial a Jordania2.
La Administración estadounidense, en marzo de 1988, presentó una propuesta de
negociaciones a través del Secretario de Estado Shultz. El nuevo plan era muy parecido al de
Shimon Peres y el rey Hussein, del año anterior, con la convocatoria de una conferencia
internacional basada en la resolución 242 y con participación de una delegación conjunta jordano-
palestina, aunque con una agenda más rígida. El plan de Shultz, que era la primera iniciativa de paz
norteamericana desde el Plan Reagan de 1982, volvió a dividir al gobierno de unidad nacional
israelí. Los laboristas aceptaron la propuesta, pero el Likud la rechazó. También entre los árabes
hubo divisiones, pues la OLP, sintiéndose fuerte con la Intifada, se opuso a la delegación conjunta
con Jordania. La renuncia oficial de Jordania a Cisjordania, en julio del mismo año, y el cambio de

1 En noviembre de 1989, durante una visita del Primer Ministro israelí Yitzak Shamir a Estados
Unidos, la comunidad judía en aquel país rompió la norma establecida de no criticar nunca al jefe del
gobierno israelí cuando estuviera en Washington. Por una parte, un grupo de más de doscientos rabinos y
por otra un grupo de importantes personalidades del lobby judío criticaron la política de Shamir hacia los
palestinos y sus propuestas de futuro. Sin embargo, también se debe señalar que las críticas de la
comunidad judía estadounidense a las políticas israelíes siempre son de corto alcance y no significan su
comprensión hacia los palestinos, ya que ven la necesidad de solucionar el conflicto con los palestinos, no
como un reconocimiento de sus derechos, sino como la necesidad de salir del embrollo en el que se
encuentran y que la Intifada agravó (Segal, J.M. (1990: 22) "Ces fantasmes qui couvrent la voix de la
conscience juive". Le Monde Diplomatique. (433)).
2 Zunes op.cit. (1996: 94).

163
Administración en Washington en enero de 1989, enterraron el plan de Shultz, aunque no sus
principios que se retomaron más tarde.
Shamir, entonces primer ministro del gobierno de unidad nacional, ante las presiones de
Estados Unidos y de los europeos, presentó un plan de paz pactado con Rabin. Este plan, muy
parecido al de Camp David de 1978, con elecciones en los Territorios Ocupados -excepto
Jerusalén-, con candidatos aceptados por el gobierno israelí, que darían paso a un período
transitorio de autonomía y a negociaciones sobre el estatuto final, continuaba negando la
posibilidad de un Estado palestino y de negociaciones con la OLP, por lo que fue inmediatamente
rechazado por los palestinos3. La OLP respondió con su propia propuesta de elecciones y de
retirada israelí de los Territorios Ocupados, dando paso a un Estado palestino confederado con
Jordania, que, evidentemente, fue desestimada por Tel Aviv.
Sin embargo, la dinámica abierta por el plan de Shultz continuó con dos propuestas del
Secretario de Estado Baker y una propuesta egipcia de elecciones. La primera iniciativa de Baker,
en mayo de 1989, se centraba en negociaciones directas de todas las partes, basadas en las
resoluciones 242 y 338, y proponía la congelación de la construcción de asentamientos en los
Territorios Ocupados4. La OLP aceptó la propuesta del Secretario de Estado, pero Israel la rechazó.
En septiembre del mismo año, el gobierno egipcio, de nuevo en la Liga Arabe desde mayo de 1989,
presentó un plan para convocar elecciones en los Territorios Ocupados, según el cual podrían
participar todos los habitantes de Cisjordania, la Franja de Gaza y de Jerusalén Este, sin
restricciones5. El plan de Mubarak fue aceptado por los laboristas israelíes, pero tanto el Likud
como los palestinos lo rechazaron. A la propuesta egipcia, siguió una nueva iniciativa de cinco
puntos de James Baker, que se referían esencialmente al procedimiento para iniciar un diálogo
entre israelíes y palestinos en el que las dos partes podrían exponer sus puntos de vista sin
cortapisas6.
Los palestinos aceptaron el plan de Baker, y el gobierno de unidad nacional israelí votó a
favor, en noviembre de 1989, por mayoría de nueve a tres. Sin embargo, en marzo del año
siguiente el primer ministro Shamir rechazó la iniciativa de Baker, provocando la salida de los
laboristas del gobierno, que quedó en manos de la derecha revisionista y de los partidos religiosos.
La reacción laborista ante los cinco puntos de Baker denotó una evolución en la izquierda israelí,
que empezaba a reconocer como inevitable la necesidad de dialogar con la OLP, siguiendo los
pasos de la Administración estadounidense que ya había iniciado los contactos con la organización
palestina el año anterior. La radicalización de parte del liderazgo palestino en los Territorios

3 "A Peace Initiative by the Government of Israel, 14 May, 1989", en Lukacs op.cit. (1992: 236).
4 "Address by Secretary of State James Baker Before the American-Israel Public Affairs Committee,
Washington, DC, 22 May, 1989", en Lukacs op.cit. (1992: 123-129).
5 "President Husni Mubarak's Ten Point Peace Plan, 2 July, 1989", en Lukacs op.cit. (1992: 537-
538).
6 "Secretary of State James Baker's Five Point Plan, 10 October, 1989", en Lukacs op.cit. (1992:
133).

164
Ocupados y el fortalecimiento de la OLP ante Jordania y Siria no dejaban otra opción. La
implantación de Hamas y de la Dirección Nacional Unificada -el liderazgo clandestino de la
Intifada- hacía temer que la moderada dirección de la OLP y los líderes institucionales palestinos
en los Territorios Ocupados pudieran perder su capacidad de interlocución en favor de los más
radicales7. El rechazo del Likud a la propuesta de Baker, en cambio, enfrentó a Shamir con la
Administración estadounidense, conduciendo a uno de los períodos más difíciles en las relaciones
de Israel con Estados Unidos. El Secretario de Estado, que se enfrentaba a fuertes presiones
interiores para que rompiera el diálogo con la OLP8, se indignó ante los obstáculos que ponía el
Likud al proceso de paz. Finalmente, el plan Baker terminó perdiéndose en el mismo limbo que
todos los que lo habían precedido, cuando la Administración estadounidense cedió y aparcó el
diálogo con la OLP en junio de 1990. Dos meses después, Iraq invadió Kuwait y toda la política de
Oriente Medio tomó un nuevo cariz.
La Guerra del Golfo fue la muestra de hacia donde se dirigía el nuevo orden internacional
que surgía del fin de la Guerra Fría. Estados Unidos asumió el papel de liderazgo en la nueva
anarquía del sistema, y demostró que tenía capacidad y voluntad para hacerlo. Al mismo tiempo, la
crisis del Golfo expuso la disposición de la URSS a colaborar con Estados Unidos y dejó claro que
ya no se podía contar con el juego bipolar para buscar apoyos contra una u otra superpotencia. Este
nuevo marco de relaciones entre las antiguas superpotencias enemigas fue importante para la
convocatoria de la conferencia de paz en Madrid. El sistema internacional pasaba de ser un freno
para la solución de los conflictos locales a ser un incentivo. En Oriente Medio, la nueva política
soviética pronto se leyó como debilidad ante Estados Unidos y como el protagonismo total de
Washington en la región.
El fin de la Guerra Fría cambió la aproximación estadounidense a los conflictos regionales y
locales. Al desaparecer el adversario global, Estados Unidos se podía permitir ser selectivo en sus
objetivos y compromisos futuros, abandonando los grandes diseños y centrándose en intereses
específicos. En Oriente Medio el interés vital para Washington es el petróleo. Desde 1973 las crisis

7 Este problema se planteó de una forma particularmente grave con la creciente fuerza que adquirió
Hamas. Israel, como el rey Hussein en Jordania, había jugado al aprendiz de brujo con los Hermanos
Musulmanes para debilitar a la OLP, en el caso israelí, y a la izquierda y a al panarabismo, en el caso
jordano. Con el inicio de la Intifada, los islamistas se convirtieron en una fuerza más radical y menos
previsible que la OLP, y en un peligro mayor para aquellos sectores políticos israelíes que ya aceptaban
una salida negociada al conflicto con los palestinos. En cambio, los islamistas eran una nueva baza para los
sectores de la derecha que todavía defendían el mantenimiento del statu quo como la mejor opción, ya que
justificaban la desconfianza israelí y la paralización de las negociaciones bajo la excusa de la seguridad. En
diciembre de 1992, coincidiendo con el inicio del diálogo secreto con la OLP, el gobierno laborista ordenó
la deportación de 400 activistas de Hamas a la frontera con Líbano. No era sólo una represalia por las
acciones cada vez más violentas de la organización islamista, también era un intento de debilitar a Hamas
en su competencia con la más moderada OLP. Una vez más, se revelaba la insensibilidad israelí ante la
opinión pública árabe, ya que las represalias contra Hamas, en vez de ayudar, comprometieron las
conversaciones con la OLP.
8 Ver, por ejemplo: "Letter to Secretary of State James Baker from 68 US Senators, Washington,
DC, 21 September, 1989", en Lukacs op.cit. (1992: 131-132).

165
en la región se habían reflejado en la principal fuente energética mundial, y no había ninguna
garantía de que no pudiera ocurrir lo mismo en el futuro. El principal peligro para la estabilidad del
mercado petrolífero era la volatilidad política de la región, por lo que se imponía afrontar el
problema asegurando el control del petróleo y evitando el estallido de nuevas crisis que pudieran
amenazarlo. El fin de la Guerra Fría y la crisis del Golfo facilitaron el control directo del petróleo,
al situar fuerzas militares en territorio saudí y al anular a Iraq. El objetivo de la estabilidad política
obligaba a desactivar el conflicto árabe-israelí. Este orden de prioridades, a las que se sumaba el
apoyo a Israel, implicaba que la paz promovida por Estados Unidos iba unida al mantenimiento del
statu quo más que a una solución verdadera de los conflictos. De hecho, esto se refleja en la
influencia, en la política norteamericana hacia Oriente Medio, de los dos principales sectores
interesados en el mantenimiento de la situación actual estabilizada: el lobby judío y el complejo
militar-industrial.
La Guerra del Golfo, en el ámbito militar, dejó a Israel en una posición más fuerte que en
cualquier otro momento. La amenaza iraquí, el ejército árabe más potente, había desaparecido. En
el frente vecino, la URSS no podía continuar sosteniendo la política de paridad estratégica de Siria
y disminuyó sus suministros de armamento. Además, la Guerra del Golfo también demostró la
importancia táctica y estratégica de las nuevas generaciones de armamento, en las que Israel estaba
mucho más avanzado que los Estados árabes, tanto en tecnología como en personal preparado para
utilizarlas. Sin embargo, al igual que había ocurrido con la guerra de octubre de 1973, los misiles
iraquíes cayendo sobre Israel, a pesar de la mínima amenaza militar que significaban, recordaron a
la sociedad israelí que el peligro de nuevas guerras y nuevas amenazas no había desaparecido, y
que la hegemonía militar no significaba la invulnerabilidad. Además, por primera vez, el gobierno
de Tel Aviv se vio impotente para proteger a la población al prohibírsele responder a Bagdad y
entrar en la conflagración.
La crisis y guerra del Golfo Pérsico, en 1990-1991, al quedar el petróleo -el centro de interés
internacional en la región- controlado directamente por Estados Unidos y sus aliados árabes y
occidentales redujo la disputa entre israelíes y árabes a su dimensión puramente local en lo que se
refería a la óptica estadounidense. De esta forma, por primera vez en mucho tiempo, hubo un
cambio real en la perspectiva de Washington hacia el conflicto, producto de la nueva realidad
internacional y regional. Con la crisis, el dispositivo de Estados Unidos en Oriente Medio sufrió un
cambio notable. Washington basaba la defensa de sus intereses en la zona en la fuerza militar de
Israel y la fuerza económica de las petromonarquías. Sin embargo, tras la Guerra del Golfo, la
fuerza militar para proteger el petróleo era directamente estadounidense y dependía de los acuerdos
con los Estados árabes9. Así, definitivamente, Israel pasaba de ser un instrumento de la política
exterior norteamericana, a ser un problema en política exterior y una variable muy importante en la

9 Desde 1973, Estados Unidos había intentado desembarcar directamente sobre el petróleo, pero
Arabia Saudí se negó a dar el permiso a las tropas norteamericanas para pisar el suelo "sagrado" arábigo
hasta la Guerra del Golfo (Corm op.cit. (1991: 355)).

166
política doméstica. Los enemigos de Israel ya no eran los mismos que los de Estados Unidos y, por
tanto, el papel de Tel Aviv debía cambiar10. Esto no significó una disminución del apoyo y de la
ayuda de Washington, aunque las presiones de Bush sobre Israel para que no se inmiscuyera en la
Guerra del Golfo y para que congelara la política de asentamientos en los Territorios Ocupados
crearon una cierta sensación de debilidad entre los israelíes11. De todas formas, el apoyo
incondicional volvió con toda su fuerza tras la victoria de Clinton12.
También los protagonistas directos de la contienda se tuvieron que enfrentar a importantes
novedades. El estallido de la Intifada en los Territorios Ocupados creó una nueva relación de
fuerzas entre Israel y los palestinos, y afectó a las dos sociedades y a su política interna
conduciendo a algunos sectores israelíes a una nueva percepción de la ocupación. La Intifada,
asimismo, provocó una mayor presión de la opinión pública internacional por una solución del
conflicto, a la que se unió la presión de gobiernos y organizaciones internacionales tras la Guerra
del Golfo.
Israel tuvo que hacer frente al acuciante problema del dilema demográfico y a una importante
crisis económica. El crecimiento de la población palestina, en el territorio de la "Tierra de Israel"
reivindicada por el revisionismo sionista, avecindaba la paridad con la población judía. Los
partidos políticos mayoritarios, en unos momentos en que la Intifada y la presión internacional
hacían cada vez más difícil el mantenimiento de la ocupación, continuaron manteniendo sus
mismas propuestas ante el problema demográfico y la ocupación. El laborismo mantuvo su
posición sobre la base del Plan Allon, que propugnaba mantener la ocupación sólo en las zonas
importantes por razones de seguridad, mientras que el Likud continuó defendiendo la anexión de
los Territorios Ocupados. Sin embargo, hubo una cierta evolución en el laborismo respecto al
proceso de paz y a la OLP. Por primera vez, el Partido Laborista decidió que el mantenimiento del
statu quo ya no servía a los intereses de Israel y que era necesario intentar transformarlo. Además,

10 Halevi, I. (1992: 287) "Moyen Orient: vieux concepts, nouvelles réalités. Vous avez dit
stratégie?". Peuples Méditerranéens. 58- 59. Desde Israel se hará un esfuerzo ingente en identificar nuevos
enemigos que le devuelvan su papel estratégico en la región, el principal: el islamismo radical. Sin
embargo, incluso contra el islamismo, Israel es más una molestia que un instrumento de contención, pues,
por un lado, el islamismo debe ser derrotado en los propios Estados musulmanes, y, por otro, Israel es uno
de los principales factores de cohesión y radicalización de la nueva ideología político-religiosa.
11 Sobre las presiones estadounidenses a Israel durante la crisis del Golfo y la percepción de
menoscabo estratégico que produjeron en Tel Aviv, ver Welch, D.A. (1992) "The politics and psychology
of restraint: Israeli decision-making in the Gulf War". International Journal. XLVII.. Welch op.cit. (1992:
355) creía que la posición estratégica israelí se vio debilitada. Zunes op.cit. (1996: 94), con más
perspectiva temporal, habla de un distanciamiento retórico de Bush, que, sin embargo, no rompió la
relación especial con Israel al no haber ninguna razón para ello, pues las nuevas alianzas con los árabes no
lo exigieron.
12 Desde su nominación como candidato a la Presidencia, Clinton atacó a Bush por sus presiones
para que Israel congelara la construcción de nuevos asentamientos en los Territorios Ocupados, adoptando
una posición que incluso desde Tel Aviv fue percibida como más cercana al Likud que a los laboristas.
Posteriormente, el presidente Clinton prometió explícitamente a los israelíes que la ayuda norteamericana
se mantendría constante sin tener en cuenta las políticas de colonización de los Territorios Ocupados.

167
lentamente, la izquierda israelí fue tomando consciencia de que era imposible encontrar una
solución sin contar con la organización palestina, por lo que se decidió a abrir el diálogo, siguiendo
el ejemplo norteamericano. No ocurrió lo mismo con el Likud, que sólo aceptó tratar con Arafat
cuando los compromisos adquiridos por el gobierno laborista le obligaron a ello.
Los palestinos vieron su posición reforzada por la Intifada13, pero, al mismo tiempo, la
desaparición del aliado soviético y la Guerra del Golfo les debilitaron hasta el punto de amenazar
el liderazgo de la OLP. El apoyo popular palestino a Iraq durante la crisis del Golfo, y los
equilibrios de la dirección de la OLP para no distanciarse de su opinión pública al tiempo que
evitaba pronunciarse oficialmente a favor de Bagdad, no sirvieron ante una comunidad
internacional que lo vio todo en blanco y negro y contrastado, demonizando a todos aquellos que
no se aliaron a Occidente. Tampoco sirvieron ante Arabia Saudí, Kuwait y el resto de países del
Consejo de Cooperación del Golfo, que redujeron sus ayudas a la OLP ahondando la ya fuerte
crisis económica en la organización, en la diáspora palestina y en los Territorios Ocupados. Así,
fue un Arafat más cuestionado que nunca en su liderazgo, el que se decidió a hacer nuevas
renuncias que permitieron firmar un acuerdo de principios para un proceso de paz con los
laboristas israelíes.
El fin de la Guerra Fría y la crisis del Golfo trastornaron el sistema político interárabe y sus
alianzas con el exterior. Sin embargo, las dinámicas en lo que se refería al conflicto con Israel se
mantuvieron estables. Siria continuó buscando una posición común árabe de negociación desde un
mayor equilibrio de fuerzas con Tel Aviv, evitando, así, su marginación en un posible acuerdo
jordano-palestino. Jordania, avanzó en el proceso de separación de Cisjordania pero siguió
trabajando para un acuerdo en el que participaran los palestinos. Finalmente, sería Arafat, con el
Acuerdo de Oslo en 1993, quien forzaría la paz separada de Jordania con Israel. La decisión del
líder palestino fue, tras los enfrentamientos de la Guerra del Golfo, el golpe definitivo al
panarabismo. El último eslabón que mantenía una cierta cohesión ideológica y política entre los
Estados árabes era el problema palestino y el enfrentamiento con Israel. Arafat lo rompió,
eliminando una de las principales constricciones de los gobiernos árabes en su política exterior.

13 La Intifada (que en lengua árabe significa levantamiento, sobresalto) empezó en el funeral de


cuatro palestinos muertos en un accidente de tráfico provocado voluntariamente, según los rumores que
corrieron, por colonos judíos en la Franja de Gaza como venganza por la muerte de un judío a manos
palestinas en Gaza pocos días antes. El funeral se convirtió en una manifestación que terminó a pedradas
contra el puesto del ejército israelí más cercano. En muy poco tiempo, el levantamiento de los jóvenes se
extendió de forma espontánea a todos los Territorios Ocupados. Más tarde, tanto los grupos cercanos a la
OLP como los Hermanos Musulmanes reaccionaron y pasaron a controlar, dirigir y ampliar el movimiento
de insurrección. Los primeros (principalmente Fatah, FDLP, FPLP y Partido Comunista) formaron la
Dirección Nacional Unida. Los segundos crearon el Movimiento de Resistencia Islámica (Hamas). El
estallido de la Intifada fue una respuesta a la ocupación israelí, pero también un grito de desesperación de
una juventud numerosa y sin futuro (sobre la Intifada y sus causas ver: Abu-Amr, Z. (1989) The Intifada:
Causes and Factors of Continuity. Jerusalem: Palestinian Academic Society for the Study of International
Affairs (Passia); Mishal, S. y Aharoni, R. (1994) Speaking Stones. Communiqués from the Intifada

168
1. ISRAEL: LA DIVISION ANTE LA PAZ

Los cambios en el sistema internacional se dejaron sentir en Israel más como un peligro que
como una esperanza. Al romperse el marco bipolar cada Estado se enfrentó a la redefinición de su
situación en las estructuras internacionales. Hasta entonces, la estrecha alianza con Estados Unidos
y el conflicto con el mundo árabe habían colocado claramente al Estado judío en el campo
occidental. Las diferencias con sus vecinos en el desarrollo económico también ayudaban a crear la
percepción de pertenencia al centro del sistema. Sin embargo, el fin de la Guerra Fría y el proceso
de globalización obligaron a un autoanálisis desde una nueva perspectiva.
En poco tiempo los israelíes vieron como su relación con Occidente adquiría muchos rasgos
de la relación del centro con la periferia, asimilando a Israel con el Sur, al quedar fuera de las
estructuras estables tanto de seguridad como económicas y estar sometido a continuas críticas
desde Occidente por su política de colonización, por sus atentados a los derechos humanos y por su
acción exterior, así como a fuertes presiones políticas para que las cambiara y avanzara hacia la
apertura de un proceso de paz con los árabes. Paradójicamente, la relación con Estados Unidos, que
desde 1967 fue el amarre de Israel con Occidente, se dejó sentir cada vez más como una relación
de dependencia política a medida que progresaba la globalización en la posguerra fría. Aún más
grave, quizás, este flotar en la semiperiferia del sistema apartaba a Israel del circuito financiero
internacional, alejando el flujo inversor que es cada vez más necesario para el desarrollo de una
economía avanzada.
Los cambios en el sistema internacional afectan sobre todo a algunas capas específicas de la
sociedad israelí. El desarrollo económico israelí, fundado en buena parte en los recursos exteriores,
provocó la aparición de una capa de profesionales y de clase media y alta orientada hacia la
liberalización económica y hacia la inclusión en el mercado global. Estos nuevos estratos sociales
evolucionaron, en general, a partir de la elite askenazi que controlaba las estructuras económicas e
institucionales desde el nacimiento de Israel. De esta forma, la nueva elite económica pasó a
defender una liberalización interior, que se deja sentir en privatizaciones y en el debilitamiento de
las poderosas instituciones creadas por el laborismo -como el sindicato Histadrut-, y un menor
intervencionismo estatal en la economía, que implica la disminución de los subsidios a la
colonización de los Territorios Ocupados. Paralelamente, reclama los cambios necesarios para no
quedar apartada del circuito financiero internacional. El primero y más importante de estos
cambios es solucionar el conflicto con los árabes para conseguir la estabilización de la región. Esta
nueva elite coincide, en buena medida, con los sectores de la sociedad israelí que creen que el
proceso de construcción del Estado judío ha llegado a su fin, y que Israel ha entrado en una etapa

Underground. Syracuse: Syracuse University Press; Kimmerling y Migdal op.cit. (1994); Álvarez-Ossorio
op.cit. (2001)).

169
de post-sionismo en la que los valores de la sociedad colonial, como la colonización de nuevo
territorio y el servicio militar largo, ya no tienen sentido14.
Ephraim Reiner, ex presidente del mayor banco de Israel, el Banco Hapoalim BM, lo
expresaba claramente:
"Los empresarios de Israel saben muy bien por qué apoyan la paz. Como en
cualquier otro sitio, quieren ampliar al máximo el volumen de los recursos de que
disponen para el crecimiento del mercado y el bienestar de sus habitantes. En las
condiciones políticas y militares que han caracterizado a Israel durante los años de
su existencia, éste ha sido un deseo imposible de realizar. ¿Cómo se puede pedir lo
que los economistas definen como "administración reducida", es decir, un gobierno
que no requise la mayor parte de la producción económica, en un lugar en el que
estalla una guerra prácticamente cada diez años? (...) Una economía normal, cuyos
recursos están dedicados al sector privado, puede darse únicamente en condiciones
de paz.
El fin del estado de guerra entre los israelíes y los palestinos por una parte y entre
los países árabes e Israel por otra, se convierte por lo tanto en el interés supremo
de los focos de iniciativa, de inversión y de gestión de la sociedad israelí (...) De
esta manera ha surgido en Israel una paradoja constructiva: la burguesía israelí
que, como es tradicional, tendría que apoyar a la oposición de derechas (que se
opone al proceso de paz), confiere un apoyo de la mayor importancia precisamente
a un gobierno de izquierdas (...)"15.

Sin embargo, otras capas de la sociedad, menos favorecidas económicamente y alejadas de la


elite askenazi, ven como una amenaza la liberalización económica y la inclusión en el mercado
global, de forma que se oponen al desmantelamiento del viejo aparato institucional creado por los
socialsionistas y a la desaparición del sistema ideológico y de valores que ha mantenido unido a
Israel. Así, paradójicamente, el revisionismo sionista, al oponerse a un proceso de paz que supone
la desaparición de estos valores, se ha convertido en el heredero moral e ideológico del
socialsionismo pionero en la colonización y fundador del Estado judío.
Esta controversia en la percepción del sionismo como ideología nace, también, de nuevas
formas de relacionarse con los mitos fundacionales del sionismo y de Israel. Actualmente, ya hay
importantes sectores de sabras, sobre todo descendientes de askenazis, que han nacido y crecido en
un Israel legitimado internacionalmente, cada vez más aceptado por los Estados árabes y muy
superior militarmente a sus enemigos. Para estas capas de población, los mitos fundacionales ya no
son necesarios pues ni el sionismo ni Israel necesitan una justificación moral y psicológica al ser
una realidad aceptada. Así, al perder el sionismo buena parte de su carga simbólica, la percepción
que tienen del nacionalismo palestino también deja de ser de incompatibilidad y excluyente, y
pueden adoptar un punto de vista más frío, desde una perspectiva de costes y beneficios que se
refleja en la aceptación de la opción "Tierra por Paz". Sin embargo, todavía hay amplias capas
sociales que mantienen viva la mitología y toda la carga ideológica del sionismo, y que pueden ver

14Shafir op.cit. (1996: 32-33); Peled, Y. y Shafir, G. (1996: 408-410) "The Roots of Peacemaking:
the Dynamics of Citizenship in Israel, 1948-93". International Journal of Middle East Studies. (28).

170
esta nueva percepción como una traición a las esencias de Israel. Así, se está produciendo un
importante fenómeno de polarización en la sociedad israelí que la divide ante la cuestión de la paz.
Estas tensiones en la sociedad y en la política israelíes se dejaron sentir con toda su fuerza
durante la crisis del Golfo Pérsico en 1990-1991. La prohibición a Tel Aviv de participar en la
alianza contra Iraq fue una muestra más de la incapacidad de Israel de formar parte del Norte
político. El Estado judío se había convertido en una incomodidad para Europa y Estados Unidos, y
estaba claro que no sería admitido en el núcleo del sistema mientras no terminara el conflicto
árabe-israelí con una paz real. La marginalidad en el sistema implicaba, también, la desconfianza
del capital internacional. Así, el mantenimiento del statu quo ya no servía.
No obstante, en Israel también juegan fuerzas contrarias a las que empujan hacia el centro del
sistema. El peso diplomático internacional, la ayuda de Estados Unidos, la solidaridad de muchos
sectores de la opinión pública y de la diáspora judía, todavía dependen del conflicto con los árabes
y de la percepción exterior de un país pequeño y asediado. Con la paz, Israel debería definir su
posición en la estructura internacional, con lo que quedaría situado en la marginalidad del centro en
el ámbito económico y político, convirtiéndose en un país más de Oriente Medio. Un país potente,
cierto, pero no hegemónico, ni política ni económicamente. Israel, como miembro del club
atómico, tan sólo sería una potencia en Oriente Medio en el ámbito militar, y esto, en tiempos de
paz y en un sistema global, pierde utilidad. Así, el conflicto con los árabes puede continuar
manteniendo todo su atractivo para algunos sectores de la sociedad israelí, como aquellos más
dependientes de la economía subsidiada e intervenida desde el Estado, el complejo militar-
industrial, o el revisionismo sionista y los nostálgicos de la política exterior militarizada y del
Israel victorioso sobre el enemigo árabe16.
En el nuevo contexto de globalización, el valor añadido que dé un peso preponderante a
Israel en Oriente Medio sólo puede venir de su mayor capacidad de atracción para el capital
internacional y su canalización hacia la región: por su mayor know how, por la proximidad cultural
a Occidente, por los lazos con Estados Unidos y Europa, o por la solidaridad de la diáspora judía17.
Sin embargo, para conseguirlo, se debe pacificar la región e Israel tiene que asumir que forma parte
de Oriente Medio. El debate sobre la naturaleza del poder en el nuevo sistema internacional18 se
expresa claramente en Israel, cuando cada vez son más las voces que defienden que el poder y la

15 Reiner, E. (2-12-1993: 7) "Una paradoja constructiva. El acuerdo, una esperanza para los
empresarios israelíes", El País. Temas de nuestra época..
16 Hay que señalar que estos mismos temores se dejan sentir en los vecinos árabes y en toda la
región. Sobre todo se siente miedo de las consecuencias económicas de una posible desvalorización
estratégica de la región (en este sentido, ver Blin, L y Fargues, P. (eds.) (1995) L'Économie de la paix au
Proche-Orient Paris: Maisonneuve et Larose; CEDEJ).
17 Desde el mundo árabe también hay una clara percepción del interés de Israel por incrementar las
relaciones económicas con Oriente Medio, pues el Estado judío es el que más sale ganando (entrevista con
Nabil Amari -viceministro del Ministerio de Planificación jordano- (25 de febrero de 1997)).
18 Ver Barbé, E. (1995: 142-151) Relaciones internacionales. Madrid: Tecnos.

171
seguridad para los israelíes ante los árabes dependerá de las relaciones económicas y comerciales
más que de la fuerza militar19.
El debate sobre la seguridad en el nuevo sistema internacional se reflejó, en algunos sectores
de Israel, en la devolución a su dimensión real de la paradoja de la seguridad israelí ante los árabes
y los palestinos. Hasta principios de los años noventa, Tel Aviv había conseguido que la
percepción subjetiva israelí de la seguridad se convirtiera en un elemento central del conflicto ante
una posible solución política. Las necesidades de seguridad de Israel, según su propia definición,
eran el punto de partida básico para iniciar una negociación20, lo que inmediatamente impedía
cualquier avance pues la inseguridad la producía la propia política israelí de ocupación. En el
laborismo, lentamente, se irá produciendo el cambio hacia la apreciación de que la amenaza árabe
hacia Israel procedía del conflicto en sí, y que la forma de conseguir la máxima seguridad era
afrontar la solución del núcleo de la disputa: el problema palestino.
En 1992, el primer ministro Rabin todavía afirmaba que el gobierno continuaría impulsando
los asentamientos judíos a lo largo de las líneas de confrontación por razones de seguridad, pero al
mismo tiempo llamaba a los israelís "to shed their fears and sense of isolation and adapt to the new
post-cold war world"21. En el mismo año, Rabin sólo ofrecía autonomía a los palestinos y aún no
hablaba de negociaciones sobre el principio de "Tierra por Paz", aunque poco después el ministro
de Asuntos Exteriores Shimon Peres empezaría a hacerlo. Dos años más tarde, tras haber firmado
el Acuerdo de Oslo con la OLP, Yitzhak Rabin afirmaba ante la Knesset, después de enumerar los
muertos y heridos israelíes y palestinos durante la Intifada:

19 Shimon Peres nos ofrece un claro ejemplo de esta evolución en la concepción de la seguridad en
Israel. Así, el hombre que en abril de 1996 lanzó la ofensiva Uvas de la Ira en el sur del Líbano, y justificó
la masacre de 110 civiles en un bombardeo israelí sobre la ciudad libanesa de Qana para hacerse un lugar
entre los halcones que le diera votos en las elecciones (que de todas formas perdió), dos años más tarde,
escribiría:
"Pour assurer un avenir équitable, il convient que deux États soient fondés (...) Il est de l'intérêt
d'Israel que l'État palestinien soit tout autant moderne, démocratique et prospère. (...) de nos jours, les
frontières entre les États ont perdu une grande partie de leur valeur. Une frontière ne peut nous protéger
contre les flux économiques, parce que l'économie est globale (...). Les marchés sont plus importants que
les États, et la participation à ces marchés ne s'exerce que par le biais d'une concurrence irrespectueuse des
frontières (...)" (Peres, S. (1998: 4) “Ecrire l'histoire à l'encre verte". Le Monde Diplomatique).
Otro ejemplo lo tenemos en las palabras de Yehoshafat Harkabi, quien fue Jefe de la Inteligencia
Militar israelí en los años cincuenta:
"In this present world order, competition is no longer primarily over territory and power but over
economy and commerce" (Harkabi; Y. (1994: 228) "World Order and the Arab-Israeli Conflict", en B.
Rubin, J. Ginat & M. Ma'oz (eds.), From War to Peace: Arab- Israeli Relations 1973-1993 Brighton; New
York: Sussex Academic Press; New York University Press).
20 Ver, por ejemplo, la afirmación de Joseph Alpher de que: "The interest of Israel in this process,
and of Israel alone, can be defined almost exclusively in terms of security" (Alpher, J. (1994: 229) "Israel's
security concerns in the peace process". International Affairs. 70(2)). Es interesante comprobar como
todavía se mantiene la autopercepción victimista israelí, en una negociación en la que deben participar tres
Estados que han perdido territorio en guerras contra Israel y el pueblo palestino que está sometido a la
ocupación del ejército israelí.
21 Jordan Times (14-7-1992) "Rabin takes over as Israeli premier".

172
"What are the possibilities which face us after 27 years of ruling -and I do not want
to use other terms- a different entity than us religiously, politically, nationally,
another people?
The first possibility is to perpetuate the situation as it is, to make proposals with no
partner -there never were, and there is no settlement without a partner, to try and
eternalize the rule of another people; to continue on a course of never-ending
violence and terrorism, which will bring about a political impasse.
The second option is to try and find a political solution"22

Esta lenta evolución se apreciará, en primer lugar, en la aceptación de la OLP como


interlocutora y, después, al admitir la posibilidad de un Estado palestino. La Intifada y la renuncia
de Amman a Cisjordania no dejaba otra alternativa que la OLP en una posible negociación, ya que
la opción jordana perdió toda credibilidad. Sin embargo, ante la opinión pública israelí, la OLP
todavía era anatema y la percepción de los palestinos empeoró aún más con la Guerra del Golfo y
la celebración en los Territorios Ocupados de los misiles iraquíes que caían sobre Israel. La
negociación en Oslo, en 1993, se inició sin que hubiera habido un proceso de creación de confianza
entre las dos partes, y fue secreta, entre otras razones, porque al gobierno laborista le era difícil
justificar el diálogo con la OLP. La negociación fue un ejercicio de realismo, ya que todos eran
conscientes de que se habían sentado alrededor de la misma mesa porque no podían hacer otra
cosa: los israelíes no tenían otro interlocutor y los palestinos sabían, desde hacía mucho tiempo,
que no tenían otra salida que negociar.
El estallido de la Intifada, el 8 de diciembre de 1987, marcó el inicio de una nueva etapa en la
ocupación israelí de la Franja de Gaza, Cisjordania y Jerusalén Este. A partir de aquel momento
Israel empezó a sentir los costes de la ocupación, que se reflejaron tanto en el interior, en el ámbito
económico, político y anímico, como en la relación con el exterior occidental y árabe. La lucha de
los jóvenes con piedras no se inició en el vacío, pues la tensión y los incidentes y revueltas eran
viejos y habían ido en aumento en los años ochenta, pero supuso un salto cuantitativo y cualitativo
impresionante, con la pérdida del control israelí sobre la población de los Territorios Ocupados23.
La Intifada impactó en la opinión pública israelí, provocando un efecto paradójico de
endurecimiento en las políticas a corto plazo -en lo referente a temas de seguridad, de represión y
de negociación con la OLP-, pero también de moderación en la visión del conflicto a largo plazo -
respecto a la necesidad de iniciar un proceso de paz y a las cesiones territoriales-. La inseguridad
en los Territorios Ocupados volvió a dibujar la Línea Verde y mostró el fracaso de los gobiernos
del Likud en su política de unión de Gaza y Cisjordania a Israel. Los israelíes que no formaban
parte de las colonias dejaron de viajar a los Territorios Ocupados, que volvieron a aparecer ante la
sociedad israelí como una entidad que no formaba parte de Israel. Al mismo tiempo, la Intifada

22
"Yitzhak Rabin, speech to Knesset, Jerusalem, 18 April 1994", en Journal of Palestine Studies
(Autumn 1994: 141).

173
polarizó a la sociedad israelí, separando todavía más a palomas y halcones en las opciones ante los
Territorios Ocupados. A medida que avanzaba la revuelta, el debate se planteó incluso en términos
de seguridad, ya que, al extenderse la inseguridad personal a uno y otro lado de la Línea Verde,
perdió fuerza el argumento de que la ocupación era esencial para la seguridad israelí. Los brutales
métodos represivos usados por el ejército israelí obligaron a la sociedad de Israel a encarar la
realidad de la ocupación y del doble sistema legal a uno y otro lado de la Línea Verde. Los
movimientos pacifistas ganaron fuerza, igual que había ocurrido tras la invasión de Líbano y las
matanzas de Sabra y Shatila, y la opinión favorable a mantener el statu quo en los Territorios
Ocupados bajó del 40% en 1987 al 25% en 198924.
La Intifada también hizo resurgir una vieja preocupación en Israel: el dilema demográfico
que ya se planteó tras la invasión de 1967. La incorporación de la población de los Territorios
Ocupados a Israel atacaría directamente la esencia del Estado judío y el mantenimiento de la
ocupación debilitaba los principios democráticos del sistema político israelí, y más tras el inicio de
la Intifada y la reacción represiva que provocó en el gobierno y el ejército israelíes. Durante
muchos años el debate sobre el problema demográfico se mantuvo apagado, ante el miedo a la
división en Israel o ante el temor a reflexionar sobre los efectos de la ocupación y de la
administración dictatorial de otro pueblo en la sociedad israelí25. Sin embargo, tanto el crecimiento
de la población palestina26 como la Intifada obligaron a Israel a decidir sobre el futuro de la
ocupación y, con ello, sobre el problema demográfico.

23 Entre 1968 y 1975 la autoridad militar israelí contabilizó una media de 350 incidentes al año; entre
1976 y 1982, se acercó al millar; entre 1982 y 1987 saltó a cerca de 3000; mientras que en los primeros seis
meses de la Intifada se contabilizaron 42.355 incidentes (Kimmerling y Migdal op.cit. (1994: 262)).
24 El cambio de opinión ante la ocupación y la represión, sin embargo, no es el reconocimiento de los
derechos de los palestinos ni un cuestionamiento moral, ya que en la mitología judía e israelí los judíos
siempre son las víctimas, sino el resultado de un análisis realista. Es necesario cambiar el statu quo para
poner fin a la inseguridad de los israelíes, al derramamiento de sangre israelí y a la amenaza a los jóvenes
israelíes que cumplen el servicio militar. Para algunos también se trataba de terminar con la incomodidad
que sentían por saber que israelíes y judíos podían estar haciendo aquellas barbaridades (Golan op.cit.
(1994: 63)). En otros sectores de la sociedad israelí, la ocupación ya provocó, incluso antes de la Intifada,
una reacción contraria, ahondando en el racismo y el fanatismo para justificar la represión y la
colonización. Esto creó un nuevo malestar y un peligro real con el surgimiento de los grupos terroristas y
de vigilantes israelíes (Seliktar op.cit. (1986: 258-259)). Esta incapacidad de reconocer en otro el papel de
víctima ha sido una constante en la percepción israelí de los árabes en general y de los palestinos en
particular, lo que aún hoy supone grandes dificultades a la hora de negociar.
25 Saunders op.cit. (1985: 41, 45). Estas dudas no se planteaban en relación a los efectos sobre los
palestinos, que no despiertan ninguna simpatía ni comprensión, sino sobre los propios israelíes.
26 Las diferencias de crecimiento entre la población judía y la población palestina proyectan una
equiparación de las dos poblaciones en la Palestina histórica antes del año 2020. Los nacimientos por 1000
habitantes entre los palestinos en 1989 eran de 40,6 en Cisjordania, de 53,8 en Gaza y de 34 entre los
palestinos de Israel. En la población judía eran de 19,7. La pirámide por edades también muestra
diferencias palpables, ya que entre los palestinos el 68% de la población era menor de 24 años, mientras
que en la población israelí lo era el 46%. El crecimiento natural en las distintas comunidades era
claramente dispar: 1,396% entre los judíos, 2,960% entre los palestinos de Israel, 3,446% entre los
palestinos de Cisjordania y 3,811% entre los de la Franja de Gaza (Moore, J.W. (1992: 92, 102)

174
La forma de afrontar el problema demográfico fue muy distinta en el laborismo y en el
revisionismo sionista. En 1988, durante la campaña electoral, Shimon Peres ya defendió la
necesidad de impulsar un acuerdo de paz para hacer frente al dilema demográfico. El programa
laborista hacía hincapié en ello:
"To perpetuate the political deadlock would be to turn Israel into a binational
Jewish-Arab state (...).
Israel's objectives in peace negotiations with Jordan and the Palestinians are:
a. To maintain the existence of the State of Israel as a democratic
Jewish state. A Jewish majority in most of the land is preferable to holding
onto the entire land and thereby losing the Jewish majority".27

Los revisionistas, sin embargo, reaccionaron con diversas propuestas radicales. Los más
fanáticos insistieron en impulsar la "transferencia" de población palestina de los Territorios
Ocupados hacia Jordania. Una minoría en el Likud empezó a pensar en la posibilidad de negociar
con los palestinos, incluso con la OLP, pero pronto fue acallada por la voz de la mayoría y de la
derecha más extremista. La mayoría del Likud mantuvo su política de anexión de los Territorios
Ocupados y de autonomía administrativa para los palestinos, tal y como ya había planteado Begin
ante la negociación de Camp David28.
El programa del Likud era claro a este respecto:
"The autonomy arrangements agreed upon at Camp David are a guarantee that
there shall be no further territorial partition of the area of Western Eretz Israel, and
that under no conditions shall a Palestinian state be there established. The
autonomy agreed upon is neither state nor sovereignty nor self-determination (...)
The Likud will resume the drive to settle all parts of Eretz Israel and will work to
expand, develop, and fortify those settlements already established".29
No obstante, el gobierno del Likud fue más allá y buscó en la inmigración la solución al
problema demográfico, aprovechando la apertura soviética para impulsar una nueva aliya, y
ahondando en el vuelco en los valores sionistas dado con la inmigración sefardita tras la creación
del Estado: la relación entre Israel y la inmigración judía se invirtió, pasando a ser la diáspora y los
inmigrantes los protectores del Estado judío, cuando los roles iniciales eran los contrarios.
"Aliyah is the spice of life for the State of Israel and the Jewish People. Our
primary objective is to concentrate the majority of the Jewish People in the Land of
Israel (...) An effort will be made to simplify the absorption process and to prevent
yerida (emigration)".30

"Immigration and the demographic balance in Israel and the Occupied Territories". Middle East Policy.
1(3)). De hecho, el crecimiento demográfico siempre fue visto por los palestinos como un arma que jugaba
a su favor, de aquí un viejo slogan de los palestinos de Israel: "Hemos perdido ante Israel en la guerra, pero
lo derrotaremos en nuestros dormitorios" (Nassar op.cit. (1991: 180)).
27 "The Labor-Alignment Party Platform, 1988", en Lukacs op.cit. (1992: 274).
28 Shamir op.cit. (1988: 215).
29 "The Likud Party Platform, 1988", en Lukacs op.cit. (1992: 276).
30 "The Likud Party Platform, 1988", en Lukacs op.cit. (1992: 277).

175
Las restricciones a la emigración en la Unión Soviética habían limitado la salida de judíos,
hasta los cambios introducidos por Mijail Gorbachov siguiendo el espíritu de la perestroika. El
problema de la emigración judía era un engorro permanente en las relaciones soviético-
norteamericanas, con presiones continuas desde Washington para que Moscú relajara su política de
puertas cerradas. Sin embargo, cuando Gorbachov se decidió a quitar los obstáculos a la
emigración, la Administración estadounidense se asustó ante la avalancha de inmigrantes que se
avecindaba, así que, entonces, las barreras se colocaron en Estados Unidos31. El destino preferido
de la emigración judía soviética era el país norteamericano, pero las restricciones la desviaron
hacia Israel, el único país dispuesto a recibirla con los brazos abiertos. Los emigrantes judíos de la
Unión Soviética no huían por motivos ideológicos, pues Gorbachov había eliminado las políticas
discriminatorias precisamente para frenar la emigración, sino por motivos económicos32. Las
estimaciones sobre la futura inmigración soviética a Israel se calcularon en cerca de un millón de
nuevos israelíes. Entre 1990 y 1991 llegaron a Israel más de 300.000 inmigrantes soviéticos, pero,
a partir de aquel año, la emigración descendió a causa de los problemas económicos, de paro y de
vivienda en el Estado judío33. Aun así, desde principios de los años noventa han entrado en el país
más de 900.000 inmigrantes procedentes del este de Europa34.
El gobierno israelí vio en la nueva aliya la solución para afrontar el dilema demográfico.
Ante las diferencias de crecimiento natural con los palestinos, la única forma de impulsar el
aumento de la población judía en Israel era la inmigración, y la única fuente importante de
inmigrantes, tras muchos años de estancamiento e incluso de balanza migratoria negativa, era la
Unión Soviética. Shamir, además, ligó la inmigración soviética directamente a la colonización de
los Territorios Ocupados, al comentar que una gran inmigración requería que Israel también fuera
grande, y que los Territorios Ocupados se debían retener ya que se necesitaba el espacio para alojar
a todo el mundo (se entiende a los judíos)35. Desde el laborismo, en cambio, se creía que los

31 El gobierno de Shamir ya había presionado sobre Washington para que endureciera su política de
refugiados para forzar el desvío de la emigración hacia Israel, pero la Administración norteamericana se
negó a ello pues quebrantaba su política de libertad de elección. No obstante, la fuerza de los números
consiguió lo que no pudo Tel Aviv, ya que la amenaza de una oleada masiva de inmigrantes decidió a
Estados Unidos a cerrar sus puertas.
32 Los inmigrantes soviéticos habrían de provocar problemas de adaptación en Israel, tanto por ser
este país un destino de tercera preferencia (Estados Unidos y la Comunidad Europea estaban cerrados),
como por la distancia ideológica, muy lejos del sionismo y de la ortodoxia judía, e, incluso, por las dudas
sobre su judaísmo, ya que muchos de ellos eran "judíos marginales", provenientes de familias mezcladas
con gentiles.
33 Sobre la aliya soviética ver Moore op.cit. (1992).
34 Los datos sobre la demografía en Israel se pueden encontrar en el Central Bureau of Statistics:
http://www.cbs.gov.il/engindex.htm
35 Citado en Moore op.cit. (1992: 99).

176
problemas planteados por la inmigración soviética se debían solucionar en el interior de Israel y
que, para ello, era necesario hacer la paz con los árabes36.
La aliya soviética no podía solucionar el dilema demográfico en Israel, pues incluso con las
estimaciones más optimistas tan sólo conseguiría retrasar la equiparación de la población palestina
a la judía al año 2030, y la inmigración de ninguna forma responde a este optimismo del Likud. Sin
embargo, desde la perspectiva del partido ultranacionalista, la aliya era útil para su política de
ganar tiempo y eternizar el statu quo para crear hechos consumados.
La colonización de los Territorios Ocupados y la Intifada también se dejaron sentir en los
problemas económicos de Israel. Eran años de paro y de carestía de viviendas, agravados por la
inmigración soviética. El coste de la construcción de asentamientos y de la represión en Gaza y
Cisjordania suscitó cada vez más discusión37 y dudas sobre la capacidad de Israel de hacer frente a
la absorción de los judíos soviéticos y a la ocupación al mismo tiempo. Este debate se avivó
cuando la Administración Bush ligó los avales para créditos para la construcción de viviendas en
Israel a la congelación de la construcción de nuevas colonias en los Territorios Ocupados38. Según
algunas voces de la izquierda, el problema no se planteaba en términos de necesidad de territorio
para alojar a los nuevos israelíes, sino en términos de necesidad de recursos dentro de Israel para
crear ocupación y construir alojamientos. Estos recursos sólo podían venir de la ayuda exterior y
del presupuesto gastado en los Territorios Ocupados, y para poderlos dedicar a la crisis económica
israelí se debía solucionar el conflicto con los árabes39.

36 Quandt (1993: 93) ). "The Arab-Israeli Conflict in the 1990s: Prospects for a Settlement", en P.
Marr & W. Lewis (eds.), Riding the Tiger. The Middle East Challenge After the Cold War Boulder; San
Francisco; Oxford: Westview Press.
37 El coste de la represión subió de 500 millones de dólares al año a 2.000 millones en poco tiempo
(Mishal y Aharoni op.cit. (1994: 47 -nota 12).
38 La Administración norteamericana utilizó el aval de un crédito de 10.000 millones de dólares para
la construcción de viviendas en Israel para potenciar el proceso de paz. La ayuda económica a Israel para el
problema de la vivienda se podía interpretar como un apoyo a los asentamientos judíos en los Territorios
Ocupados, una de las cuestiones que obstaculizaba los esfuerzos estadounidenses para iniciar
conversaciones de paz, por lo que el Presidente Bush anunció que inmovilizaría el crédito mientras el
gobierno israelí no cambiara su política de colonización en Cisjordania. La Administración Bush-Baker fue
vista desde las capitales árabes como algo más sensible a sus puntos de vista, en parte gracias a la presión
que ejerció para congelar la construcción de asentamientos y para hacer avanzar el proceso de paz. Era la
primera vez, y la última, que Estados Unidos presionaba a Israel mediante la ayuda económica. Finalmente,
el crédito se desbloqueó en 1992, tras la victoria laborista en las elecciones de junio, cuando el nuevo
gobierno frenó la construcción de asentamientos, aunque la colonización prosiguió en los alrededores de
Jerusalén (Bannerman, M.G. (1993: 145-146, 150, 154) "Arabs and Israelis: Slow Walk Toward Peace".
Foreign Affairs. 72(1)).
39 Golan, G. (1992: 42) "Arab-Israeli Peace Negotiations: An Israeli View", en S. L. Spiegel (ed.),
The Arab-Israeli Search for Peace Boulder; London: Lynne Rienner Publishers.

177
1.1 Israel ante la negociación

La sociedad israelí vivía un claro consenso en el mínimo denominador común respecto a los
palestinos: Israel no podía continuar gobernando a los palestinos de los Territorios Ocupados. Esto,
que ya se leía en los Acuerdos de Camp David y en el Plan Shamir y era la política del Likud desde
Begin, significaba que el ejército israelí debería retirarse de parte de los Territorios Ocupados antes
de la negociación del estatuto final. Según el punto de vista del Likud, que ha permanecido
prácticamente inalterado hasta la actualidad, la autonomía era para la población, pero no para el
territorio. Se separaban los derechos políticos del pueblo palestino de sus reivindicaciones
territoriales. Se puede ver, pues, que lo que pareció un gran avance en la negociación de Oslo de
1993, al marcar una retirada parcial del ejército israelí, no era más que la consecuencia lógica de
una política de mínimos aceptada, en este aspecto, incluso por el Likud.
Más allá de esta coincidencia de mínimos, las diferencias entre la izquierda y la derecha
israelíes eran cada vez más importantes. Hasta finales de los ochenta esta divergencia se planteaba
en un plano más teórico, ya que los laboristas convivían sin dificultad con un statu quo que ellos
mismos habían construido. Sin embargo, como hemos visto, el mantenimiento de la ocupación y
del estado de guerra con los vecinos árabes se convirtió en una molestia creciente para sectores
cada vez mayores de la sociedad israelí.
La posición del Likud ante el conflicto con los palestinos no había variado un ápice desde
Camp David. Autonomía administrativa para los palestinos en Eretz Israel, sin ninguna cesión
territorial, o, como lo resumía el diputado Ze'ev Begin:
"Our Zionist stand is based on the Zionist goal: the creation of a safe haven for the
Jewish nation in the Land of Israel. It rests on two pillars: the right of the Jewish
nation to the Land of Israel; and the right of the Jewish state to national security, to
allow its sons and daughters to live in freedom", y más adelante añadía: "It should
be stressed that the agreement between Egypt and Israel concerning Arab
autonomy pertains not to the territory of Samaria, Judea and Gaza, but to its Arab
inhabitants."40

Los objetivos del Likud, ante las presiones para forzar una solución política al conflicto,
consistían en proteger su reivindicación sobre toda Palestina, mantener la relación de privilegio con
Estados Unidos y buscar la negociación de paces separadas con los Estados árabes. Al mismo
tiempo, debía evitar el regateo entre estos tres objetivos en la negociación41. La estrategia del
Likud consistió en impulsar la colonización de los Territorios Ocupados para crear una situación
irreversible. Por otra parte, intentó impedir que la dimensión palestina del conflicto se convirtiera
en el núcleo de la solución y, para ello, se mantuvo fiel a su rechazo a dialogar con la OLP y a
aceptar la posibilidad de ceder soberanía territorial en los Territorios Ocupados. Ante Estados

40 Begin, Ze'ev (1991: 21) "The Likud Vision for Israel at Peace". Foreign Affairs. 70(4). Samaria y
Judea es la denominación que dan los israelíes a Cisjordania, sin Jerusalén.

178
Unidos, la política del Likud fue la de ceder a las presiones de la Administración norteamericana
sólo cuando fuera inevitable.
La decisión del gobierno de Shamir de participar en la Conferencia de Madrid, de octubre de
1991, fue un poco la consecuencia de esta estrategia. Influyó también la presión de la opinión
pública israelí que abogaba por la necesidad de una solución política al conflicto.
Independientemente del tipo de solución que defendieran, eran cada vez más los sectores de la
sociedad israelí que creían que se debía entrar en el proceso de paz. Este cambio en la opinión
pública se explicaba, además de por los factores antes comentados, por la Guerra del Golfo y su
repercusión en Israel.
La Guerra del Golfo provocó en Israel una momentánea percepción de que el apoyo
estadounidense estaba en entredicho, lo que repercutió en las dudas que planteaban los cambios en
el sistema internacional. Tras la crisis del Golfo, se asentó la impresión de que el Estado judío
debería contar sólo con sus propias fuerzas42. Los cambios en las alianzas estadounidenses en
Oriente Medio, la pérdida de peso estratégico de Israel ante Washington y las presiones de Bush y
Baker para que Tel Aviv congelara la colonización de los Territorios Ocupados, se sintieron en
Israel como factores de debilidad. Además, la crisis del Golfo forjó un consenso internacional para
hacer respetar las resoluciones de las Naciones Unidas, e hizo crecer la presión sobre Israel para
que acatara las que le afectaban. En este contexto, el gobierno del Likud no pudo soslayar las
presiones de Washington para que Israel participara en el proceso de paz y acudiera a la
Conferencia de Madrid43.

41 Telhami, S. (1992: 51) "Israeli Foreign Policy After the Gulf War", en S. L. Spiegel (ed.), The
Arab-Israeli Search for Peace Boulder; London: Lynne Rienner Publishers.
42 Como hemos visto, esta percepción era claramente subjetiva y no respondía a la realidad, ya que el
apoyo norteamericano, tanto económico como militar, se mantuvo sin fisuras. Tan sólo hubo algunas
presiones a nivel político para forzar la participación de Israel en el proceso de paz, pero incluso estas
presiones desaparecieron con la llegada al poder de Clinton.
43 El Secretario de Estado Baker colocó a Shamir entre la espada y la pared al aceptar la lista de
nombres de la delegación conjunta jordano-palestina. Era conocido el rechazo del gobierno del Likud a los
delegados palestinos, pues habían manifestado que seguirían las consignas de la OLP, pero el visto bueno
norteamericano trasladaba a Tel Aviv toda la responsabilidad del fracaso. Como le diría Baker a Shamir:
"la pelota está en su tejado" (Citado en Mendo, C. (29-10-1991: 11) "El ultimátum de EEUU", El País). El
analista estadounidense William Pfaff iría más allá al afirmar que: "Al gobierno israelí lo ha traído a
Madrid, principalmente, el chantaje económico de Estados Unidos" (Pfaff, W. (31-10-1991: 6) "Desafío
para combatientes", El País). A pesar de todo, Tel Aviv también consiguió algunas ventajas al acudir a la
cita de Madrid: reestableció las relaciones diplomáticas con la URSS, consiguió el reconocimiento de facto
de la mayoría de Estados árabes (Bannerman op.cit. (1993: 151)), trasladó las conversaciones
inmediatamente a un marco bilateral que convenía a la política israelí, y sin que ello implicara el
reconocimiento de la OLP. De hecho, la convocatoria de la conferencia de paz ni tan siquiera mencionaba
los derechos legítimos del pueblo palestino, lo que era un claro paso atrás desde la declaración conjunta de
Estados Unidos y la URSS en 1977. Además, planteaba un calendario y un punto de partida muy similar a
los Acuerdos de Camp David ("Carta de invitación a la conferencia de Madrid de 18 de octubre de 1991",
en Badia, A. y Saura, J. (1996: 33-36) Informe sobre las elecciones palestinas de 20 de Enero de 1996 y
selección de textos sobre el proceso de paz. Barcelona: Asociación para las Naciones Unidas en España).

179
Sin embargo, la Administración Bush sólo pudo presionar para obligar a Israel a sentarse a la
mesa, no para que se decidiera a negociar realmente. Había una conciencia clara, incluso en el
laborismo israelí que llegó a solicitar una mayor presión desde Washington, de que sólo Estados
Unidos podía forzar al Likud a romper el estancamiento del proceso, pero la Administración
republicana no quiso tensar más la relación con Tel Aviv. Como ya hemos mencionado, a su
llegada al poder, los demócratas, tradicionalmente más cercanos al lobby judío, declararon que la
ayuda a Israel era incondicional, con lo que levantaron la poca presión que se ejercía sobre Israel y
devolvieron toda la fuerza a Tel Aviv, tanto para la negociación como para la intransigencia.
Según la visión del Likud, se debía mantener el statu quo para crear los hechos consumados
que hicieran irreversible la ocupación de toda Palestina. Así, desde la perspectiva de Shamir no
había ninguna razón para avanzar en el proceso de paz, pues el tiempo jugaba a su favor y los
incentivos de la paz no compensaban la devolución de los Territorios Ocupados y la posible
creación de un Estado palestino vecino. El gobierno del Likud continuó impulsando la
construcción de nuevos asentamientos en Cisjordania y, en su política de ganar tiempo, paralizó el
proceso de paz con cuestiones de procedimiento44. Sin embargo, se había iniciado un proceso del
que no se conocía el resultado y que escapaba al control de los implicados.
El cambio de gobierno en Tel Aviv, el 23 de junio de 1992, trajo consigo la victoria de
aquellos que creían que el statu quo ya no servía a los intereses de Israel. El gobierno laborista,
decidido a avanzar en el proceso de paz, aprovechó su posición de fuerza y la debilidad de la
dirección palestina de la OLP para forzar un acuerdo que los palestinos habían rechazado en
circunstancias anteriores. El Acuerdo de Oslo, en 1993, no contenía grandes concesiones israelíes.
Era una mezcla de los Acuerdos de Camp David, con la autonomía administrativa para la
población palestina, y un Plan Allon recortado. La retirada del ejército israelí se limitaba a una
amplia zona de la Franja de Gaza y a los estrechos límites de Jericó, en Cisjordania, por lo que ni
siquiera se devolvía a los palestinos el territorio marcado en el Plan Allon. El autogobierno era
muy restringido y de ninguna forma se podía hablar de soberanía palestina45.
Sin embargo, la negociación de Oslo suponía importantes novedades en el proceso de paz.
Era la primera ocasión que el gobierno israelí y la OLP abrían un diálogo oficial. El
reconocimiento israelí de la organización palestina sólo fue posible por el desarrollo en secreto de
las conversaciones, ya que el contacto con la OLP todavía era anatema para una gran mayoría de la
opinión pública y, hasta enero de 1993, incluso estuvo prohibido por ley. Como se pudo apreciar en
el resultado y en las negociaciones posteriores de desarrollo del acuerdo, la posición israelí fue de
extrema dureza. Incluso dos años más tarde, en el acuerdo que se conoció bajo la denominación de

44 Durante la campaña electoral de 1992, Shamir manifestó que unos pocos años más de gobierno del
Likud asegurarían que nunca podría emerger un Estado palestino ("Shamir rules out Palestinian state",
Jordan Times (5-5-1992: 1)). Y, una vez perdidas las elecciones, afirmó que había seguido una política que
habría mantenido las conversaciones durante diez años más (Nermeen Murad (4-11-1992: 1) "Najjab: No
progress in peace talks unless Israel changes its attitude", Jordan Times).

180
Oslo B, el resultado continuaba siendo más parecido a los postulados del Likud que a las
propuestas teóricas del laborismo. En este convenio provisional se negoció la retirada del ejército
israelí de las zonas más pobladas de Cisjordania, con lo que el resultado seguía la pauta del Likud
de autogobierno para la población sin prácticamente ninguna devolución territorial46. No obstante,
tal como comentaría uno de los arquitectos israelíes del proceso de paz, la novedad estaba en que,
por primera vez, las dos partes hablaban más o menos de la misma paz y de la misma solución47.
En la mente de todos estaba que al final del proceso esperaba algún tipo de entidad política
palestina cercana a la forma de Estado48.
El camino hacia la admisión laborista de un Estado palestino es largo y aún no se ha
terminado de recorrer. En una concepción clásica de la seguridad, el peligro siempre procede del
exterior y, por esta razón, los palestinos sólo se convertirían en una amenaza para la seguridad
nacional si establecían un Estado propio. Así, el debate sobre la nueva seguridad facilitó la
aceptación de un posible Estado palestino. Como hemos visto, en 1992 Rabin todavía hablaba de
autonomía para los palestinos y, en los acuerdos de Oslo de 1993, se evitó cuidadosamente
cualquier mención a un futuro Estado en el estatuto final. En 1995, Shimon Peres ya preveía la
posibilidad de un Estado palestino limitado a la Franja de Gaza, mientras que para Cisjordania
proponía una soberanía compartida entre la Autoridad Palestina e Israel49. Tres años más tarde, ya
apartado de la responsabilidad del Partido Laborista pero dando una muestra de la política oficiosa
del laborismo, no sólo defiende la existencia de un Estado palestino, sino que la ve como una
cuestión de seguridad para Israel. En el mismo artículo de 1998 mencionado anteriormente dice:
"(...) la question palestinienne -prétexte des ataques contre Israel-constitue jusqu'à
nos jours le danger principal qui pèse sur sa sécurité. (...) Sans deux Etats séparés,

45 "Declaración de principios sobre las disposiciones relacionadas con un gobierno autónomo


provisional de 13 de septiembre de 1993", en Badia y Saura op.cit. (1996: 37-49).
46 "Acuerdo provisional entre Israel y Palestina sobre la Franja de Gaza y la Ribera Occidental
(Acuerdo interino de 28 de septiembre de 1995)", en Badia y Saura op.cit. (1996: 71-119). La devolución
de buena parte de la Franja de Gaza se entiende porque se había convertido en una molestia que cualquier
gobierno israelí se querría sacar de encima: Gaza es la zona con la mayor densidad de población del
mundo, extremadamente pobre, con una gran población de refugiados y el centro neurálgico de la Intifada y
de Hamas. La devolución del territorio cisjordano era muy diferente. La retirada del ejército israelí se
limitó al perímetro de las ciudades más pobladas (Janin, Nablus, Tulkarem, Qalqilya, Ramallah y Belén,
además de Jericó), con el caso aparte de Hebrón que necesitó un acuerdo especial y terminó con una
retirada parcial israelí a causa del asentamiento de 400 colonos judíos de Gush Emunim en la ciudad. De
todas formas, en prácticamente todas estas ciudades el ejército israelí continúa manteniendo su presencia
militar con la excusa de proteger algún lugar sagrado para los judíos. Estos puestos del ejército se
convierten en los puntos de fricción cuando hay protestas palestinas. Se puede apreciar, pues, que la
devolución territorial en Cisjordania todavía es más una ilusión que una realidad.
47 Beilin, Y. (1994: 28) "The Opportunity that was not Missed", en B. Rubin, J. Ginat & M. Ma'oz
(eds.), From War to Peace: Arab- Israeli Relations 1973-1993 Brighton; New York: Sussex Academic
Press; New York University Press.
48 Ya en septiembre de 1993 algunas voces israelíes, como Itamar Rabinovich, entonces embajador
en Washington, lo manifestaron así (Jordan Times (7-9-1993: 1) "Palestinian state is possible -
Rabinovich").
49 "Settlements in the 'Final Status'", en Journal of Palestine Studies (Summer 1995: 130).

181
un Etat binational sera formé, à la grande frustation des deux peuples. Une tragédie
binationale surviendra qui, le temps passant, obligera Israël à demeurer armé face
aux Palestiniens, dont l'amertume pourrait conduire au renouveau du terrorisme".50

Sin embargo, a pesar de las declaraciones de algunos sectores del laborismo afirmando el
acuerdo con la creación de un Estado palestino, el debate todavía no está cerrado y las propuestas
de diseño territorial de dicha entidad hacen dudar que la aceptación no sea meramente retórica. En
un documento conjunto de diputados de la derecha y la izquierda israelí, Yossi Beilin, el artífice
del Acuerdo de Oslo, se manifestó partidario de: "Teniendo en cuenta las restricciones impuestas a
la entidad palestina (...) se reconoce a la entidad palestina en su condición de 'Estado
independiente'", sin embargo, la derecha era partidaria de reconocerla como "un autogobierno
extenso"51. Está claro que, con una u otra etiqueta, ambos hablan de soberanía limitada. Aunque, el
ejemplo más claro de esta ambigüedad lo encontramos en la oferta presentada por Barak en Camp
David en julio de 2000.
La oferta que Clinton y Barak presentaron a Arafat en Camp David tenía mucho más de los
viejos planes laboristas inspirados por Allon que de la resolución 242 del Consejo de Seguridad de
la ONU. El partido laborista, durante los años noventa, había tenido que ir olvidando la solución
jordana, pues la renuncia del rey Hussein a los territorios palestinos la hacía imposible. Sin
embargo, el dibujo de la oferta de Camp David no escondía su parecido con el viejo plan Allon y la
opción jordana. El mapa sobre el cual se esbozaba un posible Estado palestino continuaba siendo el
mismo y con la misma intencionalidad: ceder el control de la población pero no del territorio; un
Estado palestino débil y de difícil viabilidad que debiera terminar unificándose con Jordania;
mantener la anexión de Jerusalén, al menos en sus demarcaciones primitivas52; mantener el control
territorial sobre zonas estratégicas como el Valle del Jordán, las áreas de recarga de los acuíferos y
los alrededores de Jerusalén; evitar el desmantelamiento de los principales asentamientos de
colonos; controlar el espacio aéreo.
Según la propuesta presentada en Camp David, en lo referente al territorio, Israel debía
anexionarse cerca del 10 por ciento, y otro 10 por ciento, a lo largo del Jordán, debía ser arrendado
a largo plazo. La propuesta sobre Jerusalén suponía un pequeño progreso, pues aceptaba la doble
capitalidad, si bien la mayor parte de Jerusalén Este continuaba en manos israelíes. Los territorios
palestinos de Cisjordania quedarían divididos en tres partes por dos grandes bloques de colonias
anexionados a Israel53. El futuro Estado tendría una soberanía limitada en aspectos como la política

50 Peres op.cit. (1998: 4)).


51 Beilin, Y. y Eitan, M. (1997: 87-88) "Acuerdo nacional para las negociaciones sobre el estatuto
final con los palestinos (Documento Beilin-Eitan, 25 de enero de 1997)". Nación Arabe. 31-32.
52 Israel amplió la municipalidad de Jerusalén para justificar la anexión de un mayor territorio. La
oferta de devolución a los palestinos se centró principalmente en algunos de estos nuevos barrios de
Jerusalén que habían sido pueblos independientes, sin volver a la Línea Verde de 1948.
53 Ver mapa "Propuesta israelí presentada en Camp David en julio de 2000".

182
exterior, la seguridad y el control de las fronteras en manos israelíes. Por otra parte, los laboristas
no aceptaron dialogar sobre los refugiados, problema sobre el cual no se planteó ninguna solución.
Esta oferta, claramente insuficiente para los palestinos, fue presentada como generosa y la
mejor posible por parte de Israel. Esto significaba el fin del proceso de paz tal y como se había
estado desarrollando hasta el momento. El gobierno laborista israelí no fue capaz de ofrecer una
solución final basada en el derecho internacional y las aspiraciones básicas palestinas. En Camp
David se demostró que el laborismo israelí no estaba dispuesto a arriesgar su permanencia en el
poder para imponer una solución del problema palestino a una sociedad israelí que no estaba
preparada para una paz justa.
La negociación separada del Acuerdo de Oslo con los palestinos supuso un golpe mortal para
la estrategia árabe de negociación conjunta, y levantó las constricciones sobre los gobiernos para
abrir conversaciones bilaterales. La iniciativa unilateral de Arafat hirió de muerte a la política de
Damasco de control de las negociaciones, y el rey Hussein de Jordania la aprovechó
inmediatamente para iniciar la negociación de la paz con Israel. Esta fue rápida y fácil, dado el
consenso general en Israel sobre la paz con Jordania54, y, el 26 de octubre de 1994, justo un año
después de la firma del Acuerdo de Oslo, Israel y Jordania sellaron el tratado de paz en
Washington.
La ambigüedad de las conversaciones de Oslo, al dejar pendientes prácticamente todos los
contenciosos básicos55, tenía la ventaja de permitir la firma del acuerdo, pero implicaba que la
negociación sería larga y dura, y se vería sometida a toda clase de peligros. Los laboristas
afrontaron el período transitorio como una prueba de respeto a los acuerdos que debían salvar tanto
los palestinos como los propios israelíes, pero el sector ultranacionalista israelí lo veía como un
examen sólo para la OLP56, ya que el Likud no estaba dispuesto a respetar lo acordado57. De esta
forma, la polarización israelí ante el proceso de paz se convirtió en una clara amenaza para el
futuro de la negociación y del propio proceso58.

54 Jordan Times (18-10-1994: 1) "Rare consensus in Israel over peace accord with Jordan".
55 El artículo V del Acuerdo de Oslo ("Período de transición y negociaciones sobre el estatuto
permanente") expresaba que:
"2. El Gobierno de Israel y los representantes del pueblo palestino iniciarán cuanto antes las
negociaciones sobre el estatuto permanente, a más tardar al comenzar el tercer año del período provisional.
3. Queda sobrentendido que las negociaciones versarán sobre las cuestiones restantes, incluidas las
siguientes: Jerusalén, los refugiados, los asentamientos, cuestiones de seguridad, fronteras, relaciones de
cooperación con otros países limítrofes y otras cuestiones de interés común" ("Declaración de principios
sobre las disposiciones relacionadas con un gobierno autónomo provisional de 13 de septiembre de 1993",
en Badia y Saura op.cit. (1996: 40-41)).
56 Menahem Klein en el seminario Estabilidad y conflictos en el Mediterráneo (Fundación CIDOB,
Barcelona, 9 y 10 de mayo de 1997).
57 Benjamín Netanyahu, sucesor de Shamir en el Likud y Primer Ministro israelí tras las elecciones
de mayo de 1996, repitió en distintas ocasiones que no respetarían lo firmado por los laboristas (entrevista
en El País (29 de mayo de 1996)).
58 La oposición al proceso de paz dividió aún más a la sociedad israelí, y adquirió tintes dramáticos
con el asesinato del primer ministro Yitzhak Rabin, en noviembre de 1995, a manos de un ultranacionalista

183
Las conversaciones se habían iniciado porque el gobierno laborista de Israel, la parte más
fuerte en el conflicto, percibió el mantenimiento del statu quo como negativo para sus intereses. La
única presión exterior sobre Tel Aviv para que aceptara negociar era la Intifada, y ésta terminó con
la firma del Acuerdo de Oslo. En estas condiciones, la llegada al poder de un gobierno israelí con
otra percepción sobre las ventajas de la paz podía suponer el fin del proceso, y así ocurrió con la
victoria del Likud en 1996. La oposición del Likud a la negociación con los palestinos no era tanto
por el resultado inmediato que, como hemos visto, se ajustaba bastante a sus propios
planteamientos, sino porque podía conducir a la devolución de Cisjordania y a la creación de un
Estado palestino. La política del gobierno de la derecha, ante el proceso de paz, se dirige pues a
evitar o minimizar la devolución tanto de territorio como de soberanía, para lo cual sigue la misma
estrategia de estancamiento del proceso y de hechos consumados en la colonización que ya ideó
Yitzhak Shamir.
La política de hechos consumados del Likud se centra en los eslabones más débiles del
proceso: los asentamientos de colonos y Jerusalén. El gobierno de Israel, en el nuevo contexto
regional e internacional, tan sólo puede sentir presión para negociar desde su propia opinión
pública o desde Washington. Estados Unidos no sólo no presiona a Israel, sino que parece apoyar
su política de asentamientos y de anexión de Jerusalén, como se demostró al vetar una resolución
del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, que pedía que se detuviera la construcción de
nuevos asentamientos en Jerusalén Este, tras la decisión del gobierno israelí de crear una nueva
colonia en el monte de Abu Ghneim, separando Jerusalén Este de Belén, en febrero de 199759. El
lobby judío ha conseguido una fuerza enorme en todos los eslabones de la carrera política
norteamericana, con lo que su influencia abarca todos los peldaños, desde los Estados hasta la
Presidencia. De la misma forma, la mayoría de nombres que forman el núcleo de la política hacia
Oriente Medio, han trabajado con instituciones cercanas al lobby judío. Así, es extremadamente
difícil que un Presidente o un Secretario de Estado, aún queriendo (que no es ni fue el caso) ose
enfrentarse al lobby judío y sus partidarios por una cuestión que está cada vez más alejada del
interés nacional estadounidense.
La construcción de nuevos asentamientos y la política de anexión y entreverado forzoso de
Jerusalén Este con la zona judía de la ciudad se ha convertido en la mayor amenaza para la

israelí. De hecho, la política del Likud de impulso del movimiento de colonos judíos en los Territorios
Ocupados terminó convirtiéndose en un problema de seguridad, no sólo para los palestinos, sino también
para los israelíes. Como dijo Shlomo Gazit, un antiguo jefe de los servicios de inteligencia israelíes, al
comentar el problema de seguridad que suponían los colonos: "The worst thing is the [Israeli] lunatics. I
don't know of 130.000 Arabs that would have weapons" (citado en Mattair, T.R. (1993: 35) "The
Breakthrough in Arab-Israeli Diplomacy". Middle East Policy. II(3)).
59 Lamis Andoni (Jordan Times (16-3-1997: 1,7) "U.S. finds limited options in effort to resume
Israeli-Palestinian talks"). En realidad, el apoyo a Israel en la política norteamericana ya había aumentado
desde los años ochenta, pues se extendió con fuerza en los dos partidos mayoritarios y entre los sectores
fundamentalistas cristianos. Por ejemplo, el vicepresidente Gore, o los influyentes republicanos Helms,
Dole y Gingrich (cuya esposa trabaja para un lobby orientado a fomentar la inversión en Israel), ern
reconocidos partidarios incondicionales de Israel (Zunes op.cit. (1996: 95)).

184
continuidad del proceso de paz. El Likud, con esta táctica, pretende utilizar el problema de
Jerusalén, sobre el que hay un amplio consenso en la sociedad israelí para impedir la división de la
ciudad, para sabotear el proceso de paz y minimizar la devolución territorial en Cisjordania. La
Administración estadounidense no sólo ha renunciado a ejercer algún tipo de presión real sobre
Israel, sino que parece dirigir su política a conseguir que los palestinos acepten la asimetría de
poder que los propios Estados Unidos han ayudado a crear. Así, una vez más, el conflicto
palestino-israelí se encuentra en una situación en la que los objetivos de las dos partes son
incompatibles y el equilibrio de fuerzas, totalmente favorable a Israel, permite que el gobierno
ultranacionalista de Tel Aviv se vuelva a instalar en la intransigencia.
Se puede apreciar, pues, que el principal obstáculo a salvar por el proceso negociador es el
sistema político israelí, e Israel el actor más inestable del sistema árabe-israelí. La polarización de
la sociedad y de los partidos ante la paz con los palestinos provoca que la dinámica de las
conversaciones esté sometida a los vaivenes electorales y a las alianzas para formar gobierno
debilitadas por la proporcionalidad del sistema electoral israelí. En este contexto político, los
partidos mayoritarios intentan mantenerse en el poder pactando un mínimo denominador común en
relación con los Territorios Ocupados que es totalmente inaceptable para los palestinos, lo que
sitúa las negociaciones en un callejón de difícil salida.

2. LA RENDICION DE ARAFAT

El levantamiento palestino en los Territorios Ocupados culminó el resurgimiento político de


la población palestina del interior. La radicalización fue una consecuencia de la frustración ante la
falta de soluciones diplomáticas al conflicto. Tras años de renuncias en las demandas y de
moderación en la acción reivindicativa, los intentos de negociación chocaban, una y otra vez,
contra la intransigencia de los gobiernos israelíes. En contraste, la ocupación se endurecía con el
tiempo, y la colonización estaba llevando a la anexión irreversible de los Territorios Ocupados a
Israel. La cumbre entre Reagan y Gorbachov, a principios de diciembre de 1987, no había
producido ningún tipo de iniciativa para abrir un proceso de paz. El fin de la Guerra Fría estaba
facilitando la solución de otros conflictos en el Sur, como en Namibia o Sudáfrica, pero en el caso
de Palestina ocurría lo contrario, pues la apertura de la URSS permitió la emigración de los judíos
e impulsó más aún la colonización de Cisjordania. Incluso para los gobiernos árabes, divididos y
ocupados en la guerra entre Irán e Iraq, el problema palestino había pasado a un lugar secundario
en la agenda.
La frustración estalló en el estrato más desesperado de la sociedad palestina: la juventud. La
valiente entrada en la lucha de las nuevas generaciones provocó una fuerte conmoción tanto en la
sociedad como en la política palestinas. Una organización social estructurada en segmentos
clánicos bajo la autoridad de los shuyukh -los jeques, los ancianos-, difícilmente podía soportar sin
perturbaciones que el peso y la responsabilidad de la resistencia al ejército

185
ocupante recayeran en la juventud. De la misma forma, el liderazgo político también se vio
afectado por la nueva generación que pasó a dirigir la revuelta.
El liderazgo palestino nacionalista antes del estallido de la Intifada estaba en manos de las
personalidades políticas ligadas a la representación institucional o a profesiones con influencia,
como alcaldes, miembros de cámaras de comercio y sindicalistas, o periodistas, profesores
universitarios y abogados. Muchos de ellos, además, encajaban en las estructuras jerárquicas
clánicas tradicionales. En contraste, de la Intifada surgieron unos nuevos dirigentes que no
formaban parte de los círculos de poder establecidos. La juventud radical se erigió en protagonista,
la revuelta se extendió en un juego de emulación de hazañas y de mártires, e hizo oír su voz en las
organizaciones que respondieron a su llamada. La espontaneidad inicial del levantamiento pronto
se vio conducida por los dos movimientos ideológicos preponderantes en los Territorios Ocupados:
el nacionalismo palestino cercano a la OLP y el islamismo de los Hermanos Musulmanes60.
Los grupos nacionalistas palestinos con más implantación en los Territorios Ocupados
(Fatah, FDLP, FPLP y Partido Comunista) se unieron en la Dirección Nacional Unificada. Esta
manifestó desde su nacimiento sus lazos con la OLP y su voluntad de liderazgo unitario del
levantamiento. El primer comunicado, del 8 de enero de 1988, decía:
"We affirm the need to achieve further cohesion with our revolution and our heroic
masses. We also stress our abidance by the call of the PLO, the Palestinian people's
legitimate and sole representative (...)".61
La respuesta de la OLP a la Intifada no se hizo esperar, y en una reunión del Comité Central
en enero de 1988, cuando ya estaba claro que la revuelta no era un hecho esporádico, decidió crear
un comité especial para el levantamiento y procurar los medios necesarios para mantenerlo. En la
declaración de la OLP se puede apreciar una cierta sorpresa ante la amplitud de la rebelión que, a
pesar de ser el resultado de la política de la organización desde inicios de los años ochenta, estalló
con una dinámica propia a la que la OLP tuvo que adaptarse. También se podía ver el esfuerzo en
mantener los lazos con el interior de los Territorios Ocupados, y que en la dirección de Túnez se
tenía una conciencia clara de la importancia de la revuelta para la lucha palestina:
"The PLO Central Council held an extraordinary session in Baghdad from 7 to 9
January, 1988 (...). The PLO Executive Committee Chairman has submitted a
comprehensive and detailed report to the council on our people's all-encompassing
uprising and the situation in the occupied homeland (...). This great uprising has
revealed the gigantic energies of our valiant people in the occupied homeland as a
glowing and sublime link in our people's continuous national struggle under the
PLO, their sole and legitimate representative (...). This uprising constitutes the
beginning of a new stage of confronting the Zionist-imperialist settlement
onslaught. The major characteristic of this uprising is that it is continuous and
comprehensive. Its waves will continue to escalate until liberation".62

60Majdi al-Malki (1994: 117) "Clans et partis politiques dans trois villages palestiniens". REP. 52;
Mishal y Aharoni (1994: 29-30).
61 "Communique of the Intifada Nº 1, 8 January, 1988", en Lukacs op.cit. (1992: 390-391).
62 "Statement by the PLO Central Committee, 9 January, 1988", en Lukacs op.cit. (1992: 391-395).

186
Las octavillas de la Dirección Nacional Unificada dejaban claro que las directrices también
venían de la OLP y estaban firmadas por los dos órganos. Todas ellas comenzaban diciendo: "No
voice can overcome the voice of the uprising, no voice can overcome the voice of the Palestinian
people -the people of the PLO". La dirección clandestina del levantamiento rompió la normalidad
de la ocupación no sólo en el orden público, sino también en la vida administrativa e institucional,
al ordenar la dimisión de muchos cargos públicos y de agentes palestinos de la administración civil
israelí, y en la vida económica, con las continuas huelgas y el boicot a los productos israelíes. Sus
directivas también se dejaron sentir en la acción exterior, como en el boicot a emisarios
estadounidenses de visita en Jerusalén. Los líderes institucionales y la dirección de la OLP en
Túnez se vieron marginados en el proceso de toma de decisiones y se tuvieron que limitar a
interpretar y difundir las directivas que emanaban de la Dirección Nacional Unificada, lo que
provocó tensiones entre los tres estamentos63. A finales de 1988, la dirección de la OLP recuperó la
iniciativa y el protagonismo con la proclamación del Estado palestino por el Consejo Nacional
Palestino reunido en Argel y con el nuevo impulso dado a la vía diplomática al iniciar los contactos
con Estados Unidos. Más tarde, con la crisis del Golfo, fue el liderazgo institucional del interior el
que marcó distancias con la Dirección Nacional Unificada, al emitir un comunicado distinto,
crítico con Bagdad, respecto a la crisis desatada por la invasión iraquí de Kuwait64.
Los Hermanos Musulmanes, competidores ideológicos de la OLP, también se implicaron en
el levantamiento y crearon una nueva organización con voluntad de dirigir la Intifada: Hamas65. El
movimiento de los Hermanos Musulmanes mantuvo una actividad básicamente social y religiosa
en los Territorios Ocupados, sobre todo en competencia con el nacionalismo laico de la OLP, por
lo que el ejército israelí interfirió poco en su actividad. Los Hermanos Musulmanes, que
consiguieron ampliar su implantación en los años ochenta, con el crecimiento del islamismo en
todos los países árabes, dudaron en un primer momento ante el estallido de la Intifada. No
obstante, los miembros más jóvenes de la Hermandad participaron en el levantamiento y obligaron
a la dirección islamista a implicarse en la revuelta. Así, los líderes de los Hermanos Musulmanes
decidieron crear una nueva organización que les permitiera escapar a la represión israelí y
mantener su política apartada de la revuelta si la Intifada fracasaba, y, al mismo tiempo, reclamar
los beneficios si tenía éxito. El resultado fue que Hamas, gracias a su acción de resistencia contra
la ocupación, pronto superó en seguidores e influencia a la organización madre, terminando
prácticamente por suplirla. El éxito de Hamas fue tal que pudo tratar de igual a igual a la Dirección

63 Las diferencias entre unos y otros eran básicamente tácticas, pues la posición de unos y otros ante
la solución del conflicto era la misma: retirada del ejército israelí y establecimiento de un Estado palestino
en los Territorios Ocupados (ver "The Uprising Leadership's Message to the Arab Summit in Algiers, 7
June, 1988", en Lukacs op.cit. (1992: 395-396)).
64 Legrain, J.F. (1993: 226, 235-236) "Les Palestiniens de l'intérieur dans la crise du Golfe
(août-décembre 1990)", en M. Camau, A. E. H. Dessouki & J. C. Vatin (dirs.), Crise du Golfe et ordre
politique au Moyen-Orient Paris: CNRS Editions; Mishal y Aharoni op.cit. (1994: 29-30).
65 Hamas es el acrónimo de Harakat al-Muqawama al-Islamiyya (Movimiento de Resistencia
Islámica), y en lengua árabe también significa celo, fervor.

187
Nacional Unificada en el liderazgo de la Intifada, y se convirtió en un serio competidor de la OLP
en los Territorios Ocupados66.
Hamas adoptó una línea de acción más radicalizada que la OLP, y extendió su reivindicación
a toda la Palestina histórica. Durante años la OLP había criticado a los Hermanos Musulmanes por
su pasividad ante la ocupación y por no apoyar la lucha armada de los grupos guerrilleros
palestinos. La respuesta de Hamas fue el enfrentamiento con la OLP por sus renuncias y por seguir
el camino de la solución diplomática:
"The Islamic Resistance Movement believes that the land of Palestine is an Islamic
Waqf (Trust) consecrated for future Moslem generations until Judgement Day. It,
or any part of it, should no be squandered: it, or any part of it, should not be given
up. Neither a single Arab country or all Arab countries, neither any king or
president, nor all kings and presidents, neither any organization nor all of them, be
they Palestinian or Arab, possess the right to do that (...).
Initiatives, and so-called peaceful solutions and international conferences, are in
contradiction to the principles of the Islamic Resistance Movement. Abusing any
part of Palestine is abuse directed against part of religion (...).
There is no solution for the Palestinian question except through Jihad. Initiatives,
proposals and international conferences are all a waste of time and vain endeavors.
The Palestinian people know better than to consent to having their future, rights
and fate toyed with (...)".67

Tras años de esfuerzo para asentar su representatividad y de renuncias hacia posiciones


moderadas, tanto en la reivindicación como en la lucha, la OLP vio como una nueva organización
discutía su liderazgo con un programa que suponía un retorno a su posición de veinte años atrás.
No es extraño, pues, que su aparición se sintiera como un peligro para el proceso de paz, tanto por
los sectores moderados palestinos como por los israelíes partidarios de la solución pacífica.
La Intifada tuvo un efecto importante en las relaciones de la OLP con los regímenes árabes.
La revuelta de los Territorios Ocupados trasladó la lucha al interior, lejos de las capitales árabes, y
dio nueva fuerza al movimiento de liberación palestino. La OLP, apoyada en un levantamiento que
los gobiernos árabes no podían controlar, consiguió una mayor independencia que se manifestó en
el campo de la negociación y en la reafirmación de la dimensión palestina del conflicto ante
Jordania. La decisión de Arafat de acudir a una negociación separada con los israelíes,
enfrentándose a Siria y Jordania, sólo se puede explicar porque tenía el amparo de la Intifada y los
palestinos de los Territorios Ocupados.
La revuelta palestina fue fundamental en la decisión del rey Hussein de Jordania de renunciar
a Cisjordania. Tras el fracaso de las conversaciones con Arafat a mediados de los ochenta y de la
propuesta con Shimon Peres en el documento de Londres de 1987, el papel de Jordania en la

66 Abu-Amr, Z. (1993: 10-12) "Hamas: A Historical and Political Background". Journal of Palestine
Studies. XXII(4).
67 "The Covenant fo Hamas, 18 August, 1988", en Lukacs op.cit. (1992: 400-403). Jihad no se debe
entender sólo como Guerra Santa, sino también como el esfuerzo militante por la extensión del Islam, por
lo que el llamamiento de Hamas no impide la acción armada, pero tampoco se limita a ella.

188
negociación del futuro de los Territorios Ocupados había quedado reducido a figurante. La OLP,
sintiéndose fuerte con la Intifada, había rechazado participar en una delegación conjunta jordano-
palestina según proponía el Plan Shultz. Ante los nuevos esfuerzos estadounidenses para abrir un
proceso de paz, la organización palestina presionó sobre el gobierno de Jordania para que
renunciara a la orilla occidental del Jordán e hiciera inevitable el reconocimiento israelí y
estadounidense de la OLP. La influencia de Amman en Cisjordania también había menguado por la
pérdida de poder de las elites tradicionales más cercanas al régimen hachemí, y por la competencia
de la OLP en las redes de clientelismo creadas con la administración de la ayuda económica
internacional. Además, la población cisjordana estaba cada vez más alejada de la otra orilla del
Jordán, ya que, tras veinte años de ocupación israelí, sólo una tercera parte de los palestinos de
Cisjordania había vivido bajo el gobierno de Amman. En esta situación, un autócrata como el rey
Hussein prefirió distanciarse de un levantamiento popular que muy bien podía contagiar a su país y
desestabilizar al régimen hachemí68.
La fuerza de la Intifada y su repercusión internacional permitieron tomar la iniciativa política
a la dirección de la OLP. El 15 de noviembre de 1988, el Consejo Nacional Palestino proclamó la
creación de un Estado palestino69. Este gesto simbólico expresaba la voluntad inalienable de la
OLP de representar al pueblo palestino en una negociación. La proclamación del Estado palestino
también era el paso necesario para que la opinión pública palestina aceptara el reconocimiento de
Israel. La aceptación del Estado judío era una concesión a la que la OLP se había resistido incluso
tras adoptar la política de un Estado palestino en los Territorios Ocupados. En 1977, Arafat
afirmaba que no podía jugar la carta de la aceptación de la resolución 242 y el reconocimiento de
Israel porque era su última baza:
"I cannot play it and get nothing in return but the right of a dialogue with the
Americans. That is all I have been offered up to now. The Americans want me to
accept the right of Israel to exist as a state in the Middle East, but the Americans
and the Israelis are not prepared to say that we Palestinians have the right to exist
as a state".70

Sin embargo, en 1988, Arafat creyó que, teniendo la carta de la Intifada y el apoyo
internacional que había suscitado, podía jugar la del reconocimiento de Israel, y así lo hizo de
forma implícita y explícita. Además, con el fin de la Guerra Fría, el apoyo de la URSS pesaba
mucho menos en la balanza y Estados Unidos se había convertido en la única voz que se hacía oír

68 Pappé, I. (1994: 84-85) “Jordan between Hashemite and Palestinian Identity”, en J. Nevo & I.
Pappé (eds.), Jordan in the Middle East. The Making of a Pivotal State 1948-1988. Ilford: Frank Cass;
Sahliyeh op.cit. (1988-b: 313-314); "Address by King Hussein on Jordan's Disengagement from the West
Bank, 31 July, 1988", en Lukacs op.cit. (1992: 520-525)). La renuncia a los Territorios Ocupados
reconcilió al rey con la dirección de la OLP, pero no fue suficiente para evitar que, en la primavera de
1989, hubiera una revuelta del pan en Jordania, siguiendo el ejemplo de la Intifada, que obligó al
gobernante hachemí a iniciar un proceso de democratización del régimen.
69 "The Palestinian Declaration of Independence, Algiers, 15 November, 1988", en Lukacs op.cit.
(1992: 411-415).

189
en Oriente Medio. La OLP, por tanto, y pese a su desconfianza71, no tenía otra salida que buscar su
reconocimiento en Washington.
El Consejo Nacional Palestino, al proclamar el nuevo Estado, también estableció sus límites -
cosa que Israel todavía no ha hecho con sus fronteras- al pedir la retirada israelí de los territorios
ocupados en 1967, lo que suponía reafirmar la aceptación implícita del Estado de Israel72. Esto no
era suficiente para la Administración norteamericana, aún ligada a los compromisos de Kissinger
en el memorándum de 1975, que exigía un reconocimiento explícito de Israel73. Éste se daría un
mes más tarde, ante la Asamblea General de Naciones Unidas reunida en Ginebra74, el 13 de
diciembre de 198875. Aunque Arafat todavía tuvo que dar una conferencia de prensa al día
siguiente, reafirmándose y haciendo explícito su discurso ante la Asamblea General, pues para
Washington aún era demasiado ambiguo:
"In my speech yesterday, I referred to UN Resolution Nº 181 [partición de
Palestina] as a basis for Palestinian independence. I also referred to our acceptance
of Resolutions 242 and 338 as a basis for negotiations with Israel within the
framework of the international conference.
Our PNC accepted these resolutions at the Algiers session. Also in my speech
yesterday, it was clear that we mean our people's rights to freedom and national
independence in accordance with Resolution Nº 181 as well as the right of all
parties concerned with the Middle East conflict to exist in peace and security,
including -as I said- the State of Palestine, Israel, and other neighbors in
accordance with Resolutions 242 and 338"76.

70 Arab Press Service Recorder, 18 October 1977 (citado en Nassar op.cit. (1991: 200)).
71 En 1988, un ex-diplomático norteamericano todavía decía que los palestinos no podrían aceptar a
Estados Unidos como un "honest broker" debido a sus lazos con Israel (Parker, R.B. (1989: X) "Foreword",
enA. Mosely Lesch & M. Tessler (eds.), Israel, Egypt, and the Palestinians. From Camp David to Intifada
Bloomington & Indianapolis: Indiana University Press).
72 "Palestine National Council, Political Communique, Algiers, 15 November, 1988", en Lukacs
op.cit. (1992: 425-420).
73 La respuesta del Departamento de Estado a las resoluciones del Consejo Nacional Palestino fue
clara: "After reviewing the outcome of the Palestine National Council, there are signs that there are
Palestinians who are trying to move the PLO in a constructive way (...). But measured against the
requirements of the negotiating process, more movement on key issues will be required (...). The reference
to Resolutions 242 and 338 is an advance over previous efforts by the PNC. Nevertheless, it is ambiguous
both in its placement in the text and its meaning. Possibly implied or indirect reference to Israel's right to
exist is not sufficient. Recognition must be clear and unambiguous. And the statement on terrorism is a
restatement of previous positions. It's still performance that counts" ("Statement by State Department
Spokesman Charles Redman on the Resolutions of the 19th Palestine National Council, 16 November,
1988", en Lukacs op.cit. (1992: 115)).
74 La sesión se celebró en Ginebra porque Estados Unidos no concedió el visado de entrada a Yasser
Arafat acusándole de estar implicado en acciones terroristas antiestadounidenses ("Statement by the State
Department on the Rejection of PLO Chairman Yasser Arafat's Visa Application to the US, 26 November,
1988", en Lukacs op.cit. (1992: 115-117)).
75 "Address by Yasser Arafat to the UN General Assembly, Geneva, 13 December, 1988", en Lukacs
op.cit. (1992: 420-433).
76 "Yasser Arafat's Geneva Press Statement, 14 December, 1988", en Lukacs op.cit. (1992: 434).

190
El 16 de diciembre se inició el diálogo entre la OLP y la Administración estadounidense en
Túnez. Fue el inicio de un camino difícil y con interrupciones, pero un paso importante para que
Israel se viera obligado a negociar con la organización palestina.
Como ya hemos visto, la dirección de la OLP, con la Intifada, se sintió con fuerza para entrar
en una negociación con el gobierno israelí, y aceptó el Plan Baker en 1989, pero, nuevamente,
chocó con el rechazo israelí. Paradójicamente, al final sería la debilidad la que llevaría a la OLP a
negociar, y la que obligó a Arafat a las nuevas renuncias que satisficieron a los laboristas israelíes
pero que serían mal recibidas incluso en los Territorios Ocupados.
La Intifada supuso una importante inyección de moral y autoestima entre los palestinos, pero
no podía perseverar sin afectar gravemente a la sociedad de los Territorios Ocupados. La represión
y la paralización de la vida económica empobrecieron una economía que ya estaba en crisis,
creando unas condiciones de vida cada vez más difíciles77. Tras la renuncia de Amman a
Cisjordania, el comité conjunto jordano-palestino que administraba la distribución de los fondos de
resistencia cedió su gestión a los partidos políticos de la Dirección Nacional Unificada, con lo que
éstos consiguieron un poder político y económico que, por primera vez, creó una sensación de
gobierno paralelo a la autoridad israelí en los Territorios Ocupados. Sin embargo, la ayuda exterior
no era suficiente para paliar las consecuencias de la Intifada y, por añadidura, la crisis del Golfo la
mermó considerablemente.
La crisis del Golfo y el apoyo popular palestino a Iraq provocaron las represalias tanto de
Israel como de los países árabes productores de petróleo del Golfo Pérsico. La reacción israelí se
hizo sentir con un incremento de las medidas represivas que tenían especial incidencia en la vida
económica, como las expropiaciones de tierra, la disminución de los permisos de trabajo en Israel,
los toques de queda, los impedimentos a la movilidad y los obstáculos a la exportación de
productos agrícolas, a lo que se unían los castigos como las detenciones, las demoliciones de casas,
el arrasamiento de frutales y la prohibición de cultivos o el cierre de pozos. Los países del Golfo,
Arabia Saudí y Kuwait principalmente, respondieron al apoyo palestino a Saddam Hussein con un
importante recorte de la ayuda económica a Jordania y a los palestinos. Además, la expulsión de
cerca de 300.000 palestinos que vivían en Kuwait suprimió las transferencias de los emigrantes a
las familias que permanecían en Palestina, otra valiosa fuente de recursos exteriores78.

77 Sobre la economía de los Territorios Ocupados y las consecuencias económicas de la Intifada ver
Gatti, L. (1991) Le politique et l'espace économique dans la quatrième année de l'Intifada: un projet à
géometrie variable. Institut d'Etudes Politiques de Paris, Paris; World Bank (1993) Developing the
Occupied Territories. An Investment in Peace (vol.I Overview). Washington DC: The World Bank;
Conférence Internationale du Travail (1991) Rapport du Directeur général. Rapport sur la situation des
travailleurs des territoires arabes occupés. Ginebra: Bureau international du Travail; UNCTAD (1989-a)
The Palestinian financial sector under Israeli occupation. Ginebra: United Nations Publication; UNCTAD
(1989-b) La commerce extérieur palestinien sous l'occupation israélienne. Ginebra: United Nations
Publication.
78 Gatti op.cit. (1991: 38-44). La expulsión de los palestinos de Kuwait, en un razonamiento similar
al del sionismo original, se sintió en la OLP como una nueva muestra de la necesidad de un Estado que
pudiera proteger a la población palestina, tanto del interior como de la diáspora.

191
La disminución de recursos no sólo repercutió en las condiciones económicas de los
palestinos, tanto del interior como del exterior, sino que también tuvo consecuencias políticas.
Arafat y la dirección de la OLP en Túnez habían asegurado el control de la organización y su
liderazgo con la gestión directa de la mayor parte de los recursos que llegaban del exterior. El
recorte de esta financiación debilitó los lazos clientelares que habían creado, con lo que las
estructuras palestinas alejadas de Túnez, sobre todo en los Territorios Ocupados, consiguieron una
mayor independencia79. Además, con su ambiguo posicionamiento durante la crisis del Golfo, la
OLP rompió los vínculos especiales con Arabia Saudí y Kuwait, que siempre apoyaron a la
organización palestina en las relaciones con los países del frente y con Estados Unidos.
La posición de difícil equilibrio adoptada por la dirección de la OLP durante la crisis del
Golfo se entiende por el apoyo mayoritario en la opinión pública palestina a Iraq. En los Territorios
Ocupados, tras tres años de Intifada, empezaba a cundir el desánimo. Israel no sólo había
rechazado las iniciativas de Baker y de Mubarak, sino que había añadido el escarnio del plan de
Shamir y el amenazante impulso de la colonización con la inmigración soviética. Las renuncias
palestinas no conducían a ninguna parte. Las protestas de la Intifada y la represión, unidas a la
frustración, tensaron el clima en los Territorios Ocupados, y la violencia fue apareciendo en las dos
partes. La escalada de ataques y represalias, entre los soldados y colonos israelíes y los palestinos,
fue creciendo en violencia. En este contexto, la opinión palestina saludó a Saddam Hussein como
el último apoyo real que les quedaba, el último bastión de un cierto contrapeso militar ante Israel.
Bagdad adoptó una inteligente política al ligar el conflicto de Kuwait al de Palestina, primero
reclamando el cumplimiento de todas las resoluciones de Naciones Unidas y, después, con los
lanzamientos de misiles sobre Israel. Arafat, como el rey Hussein en Jordania, no pudo enfrentarse
a la corriente de simpatía hacia Saddam Hussein e intentó mantener un perfil equidistante, sin un
pronunciamiento claro. Sin embargo, para la alianza contra Iraq sólo era bueno el alineamiento
explícito, por lo que al final de la guerra los palestinos se encontraron en el campo de los
derrotados. Tras años de esfuerzos para hacerse aceptar por la comunidad internacional, se volvía
al punto de partida.
La postura de Arafat durante la crisis del Golfo provocó críticas a su liderazgo en algunos
sectores de la organización. Arafat controlaba los principales resortes de la OLP de una forma
totalmente personalizada, desde la política a las finanzas, y más a medida que los fundadores de
Fatah e íntimos colaboradores iban siendo asesinados por los israelíes o por facciones rivales
palestinas y no eran sustituidos. Por otra parte, en Occidente cada vez se escuchaba más la voz de
los líderes institucionales de los Territorios Ocupados, quienes se habían distanciado del apoyo de
la Dirección Nacional Unificada a Saddam Hussein80. La apertura del proceso de paz en Madrid,

79 Sobre el clientelismo en la organización social y política palestina ver Muslih op.cit. (1993).
80 El 15 de agosto de 1990, ocho personalidades del interior, que después participarían en las
negociaciones del proceso de Madrid, firmaron una declaración en la que proclamaban la ilegitimidad de la
adquisición de un territorio por la fuerza, y comparaban la ocupación israelí de los territorios árabes con la
invasión iraquí de Kuwait. De esta forma, se distanciaron de la posición adoptada por la Dirección

192
con la participación de estos líderes, fortaleció aún más su posición en la OLP. Desde Túnez, se
veía con temor que el protagonismo del liderazgo institucional del interior pudiera desplazar a la
dirección histórica de la OLP81.
La posición crítica de las personalidades públicas de los Territorios Ocupados ante Iraq y su
alejamiento de la Dirección Nacional Unificada también era expresión de dos estrategias distintas.
Los primeros apostaron totalmente por la vía diplomática, mientras que la dirección de la Intifada
creía más conveniente continuar con la lucha e intensificarla. La convocatoria de la Conferencia de
Madrid, y el papel estelar de los líderes institucionales del interior en el proceso de paz que se
inició en la capital española, sometieron la revuelta palestina y su dirección al servicio de la
negociación con el apoyo de la dirección de Túnez. Arafat, en Oslo, fue más allá y renunció
totalmente a la Intifada.
La débil OLP que amaneció tras la Guerra del Golfo no pudo hacer otra cosa que aceptar las
condiciones impuestas por Estados Unidos para acudir a Madrid. Arafat y la dirección de Túnez
tenían que recuperar su posición ante la población palestina y la comunidad internacional. Ante la
población palestina se imponía una iniciativa que devolviera la esperanza en una solución política
y detuviera el proceso de colonización judía de Cisjordania, coincidiendo, en este aspecto, con el
liderazgo institucional del interior. Ante la comunidad internacional, el aislamiento de la OLP se
podía romper adoptando una posición flexible hacia la propuesta norteamericana de conferencia
internacional. En realidad, la organización palestina aceptó unas condiciones que había rechazado
tres años antes con el Plan Shultz: una delegación conjunta jordano-palestina, aprobada por Israel,
y sin mención de la OLP. La delegación palestina acudió a Madrid confiando en Estados Unidos y
en la coordinación con los Estados del frente que también fueron a la cita82. Sin embargo, la
Administración norteamericana no respondió a las expectativas y ni siquiera fue capaz de detener
la construcción de nuevos asentamientos. Y, por otra parte, fueron los propios palestinos, ayudados
por Jordania, los que rompieron el consenso con Siria y Líbano, que querían mantener una posición
de mayor dureza en la negociación.
Las negociaciones que se iniciaron en Madrid y prosiguieron en Washington chocaron con la
política del Likud. El proceso de paz no avanzaba, pero la construcción de nuevos asentamientos
en Cisjordania sí lo hacía. La negociación sin la suspensión de la colonización judía no tenía
sentido. Para los palestinos la congelación de los asentamientos no era sólo una medida de creación

Nacional Unificada -más sensible al sentir popular-, a pesar de coincidir en la oposición a la intervención
de fuerzas extranjeras en conflictos interárabes. Tras haber marcado sus distancias con Iraq, la mayoría de
los líderes institucionales del interior mantuvieron un perfil bajo, respecto a la crisis del Golfo, para no
chocar con la opinión pública palestina y con la Dirección Nacional Unificada, claramente proiraquís
(Legrain op.cit. (1993: 226-228)).
81 Williams, D. (1993: 164) ) "Dateline Tunis: PLO R.I.P.?". Foreign Policy. 90.
82 Mariam M. Shahin (Jordan Times (10-11-1991: 2)) "US assured Palestinians of end of
occupation". La portavoz de la delegación, Hanan Ashrawi, afirmó que: "The US has given us guarantees
that there will be an end to Israeli occupation at the end of this peace process" (citada en el mismo
artículo).

193
de confianza, era una cuestión básica, pues debían asegurar que ni el proceso ni los acuerdos
provisionales condicionaran la solución final. La negociación con renuncias y concesiones sólo por
parte palestina, mientras los israelíes continuaban con su política de hechos consumados, debilitaba
a la OLP, tanto del interior como de Túnez. La negociación de Madrid se desarrollaba sin medidas
de creación de confianza, en un diálogo entre enemigos que se reducía a cuestiones de
procedimiento a causa de la estrategia de Tel Aviv83.
El proceso de Madrid colocó a la dirección de Túnez en una situación aún más difícil.
Mientras recibía todas las críticas por las concesiones, el protagonismo y el prestigio de un posible
éxito recaían en la delegación formada por personalidades de los Territorios Ocupados. Las
censuras palestinas al proceso de paz no se hicieron esperar. En noviembre de 1991, el PFLP
anunció su separación del Comité Ejecutivo de la OLP para no ser corresponsable de la política del
liderazgo de la organización84. En marzo del año siguiente, 170 personalidades palestinas, la
mayoría pertenecientes al Consejo Nacional Palestino, reprobaron las condiciones impuestas por
Israel y Estados Unidos en las negociaciones, afirmando que el autogobierno palestino limitado
sólo serviría para mantener la ocupación85. Sin embargo, la mayor oposición a la participación en
la negociación abierta en Madrid llegó desde fuera de la OLP: desde Hamas. Así, la dirección de la
OLP se encontró en una situación perdedora. Si las conversaciones no avanzaban Hamas se
aprovecharía, y si se llegaba a un acuerdo sería la delegación palestina del interior la que recogería
los laureles86.
El cambio de Administración en Washington debilitó todavía más a los palestinos ante Israel.
Como ya se ha mencionado, el equipo decisor sobre Oriente Medio estaba formado por
colaboradores del lobby judío87, con prejuicios contra la OLP mayores incluso que los de los
laboristas israelíes88. Así, Arafat y la dirección de la OLP en Túnez, aislados internacionalmente,
sin absolutamente ninguna capacidad de presión militar -ni propia, ni ajena-, debilitados política y
económicamente en las estructuras palestinas e impotentes ante la fuerza del lobby judío en

83 Egipto propuso la congelación de la colonización a cambio del levantamiento del boicot


económico árabe a Israel, pero el gobierno del Likud lo rechazó. Es interesante señalar que no hubo
ninguna voz árabe contraria a la propuesta de El Cairo (Gazit, S. (1992: 22) "After the Gulf War: The Arab
World and the Peace Process", en S. L. Spiegel (ed.), The Arab-Israeli Search for Peace Boulder; London:
Lynne Rienner Publishers).
84 Jordan Times (7-11-1991: 2) "PFLP freezes its membership in PLO Executive Committee".
85 Sana Atiyeh (Jordan Times (16-3-1992: 1)) "Palestinian personalities urge Arafat to seek
improved conditions of negotiations".
86 Algunos analistas, como Daniel Williams, llegaron a afirmar que si las negociaciones del proceso
de Madrid tenían éxito los palestinos del interior se convertirían en los líderes políticos de los Territorios
Ocupados (Williams op.cit. (1993: 164)).
87 Ver Stork, J. (1994) "EEUU y la cuestión palestina". Anuario CIP 1993-1994.
88 Martin Indyk, encargado de Oriente Medio en el Consejo Nacional de Seguridad, en el verano de
1991 escribía que se podía prescindir de la OLP en los acuerdos que se negociaran tras la Guerra del Golfo
(Stork op.cit. (1994: 99)). La estrategia de la Administración Clinton todavía apostaba por un acuerdo de
Israel con los Estados del frente que marginara a los palestinos (de la Gorce, P.M. (1993: 8) "Washington
et la nouvelle donne", Le Monde Diplomatique).

194
Washington, en un mundo unipolar y un Oriente Medio dominado por Estados Unidos, decidieron
hacer un ejercicio de pragmatismo y de supervivencia.
Las negociaciones en Washington se habían estancado a causa de las posiciones encontradas
y las distintas estrategias, tanto de Israel y de los palestinos como de Estados Unidos. Por otra
parte, la publicidad que rodeaba al proceso abierto en Madrid no permitía hacer las concesiones
que Arafat estaba dispuesto a plantear al gobierno israelí. La dirección de Túnez, además,
necesitaba hacerse imprescindible para evitar perder su legitimidad en beneficio de la delegación
negociadora, por lo que abrió un canal de comunicación secreto con los laboristas, al tiempo que
ralentizaba las conversaciones en Washington. Los laboristas también necesitaban la discreción de
la negociación en Oslo para poder hacer su única concesión: el reconocimiento de la OLP como
interlocutora89. La dirección de la organización palestina, sin bazas ante Tel Aviv, se decidió por
retomar una vieja propuesta de Shimon Peres y dar un último paso en las renuncias. Con el diálogo
directo, además, Arafat cedió la carta de la negociación conjunta con los Estados árabes.
La idea de Gaza y Jericó primero respondía a la antigua aspiración laborista de deshacerse
del gran problema en que se había convertido la Franja de Gaza90. El pequeño enclave palestino en
la costa mediterránea, superpoblado, mísero, rebelde y cuna de la Intifada y de Hamas, era un
incordio para Tel Aviv, que todavía agravaba la situación con su política represiva, tanto del Likud
como de los laboristas. Como reconoció el propio Shimon Peres:
"(...) the 'Gaza first' concept (...) was most definitely in the interest of Israel: an
overwhelming majority of Israelis wanted to get out of the teeming, terror-ridden
Gaza Strip".91

Los palestinos se mostraron dispuestos a negociar sobre la base de la retirada del ejército
israelí de Gaza y de algún fragmento de Cisjordania y, tras el acuerdo, la dirección de la OLP
desactivó la Intifada unilateralmente. Finalmente, la negociación conducida por Yasser Arafat dio
la razón a su viejo rival George Habash cuando afirmaba que el proceso de paz arrebataría a los
palestinos las dos armas que les quedaban: la Intifada y las resoluciones de Naciones Unidas92. Se
ve la debilidad de la OLP en la negociación en que las únicas garantías para los palestinos en la
Declaración de Principios, y el objetivo final de su estrategia, fueran las resoluciones 242 y 338 del
Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, que durante tanto tiempo habían rechazado por
insuficientes:
"Artículo I. (...) Queda sobreentendido que las disposiciones provisionales
formarán parte integrante del proceso de paz en su conjunto y que las

89 Hasta enero de 1993 no se abolió la ley israelí que prohibía los contactos con la OLP.
90 Peres op.cit. (1995: 376-381).
91 Peres op.cit. (1995: 385)). Para entender la situación de Gaza sirve un chiste que circuló cuando
surgió la propuesta de Gaza primero. A la oferta israelí de Gaza como un inicio, los palestinos respondían:
"Muy bien, pero ¿qué nos darán a cambio?".
92 Jordan Times (26-1-1993: 1,5) "Arafat challenges Rabin to be 'brave' and make peace".

195
negociaciones sobre el estatuto permanente tendrán como resultado la aplicación
de las resoluciones 242 (1967) y 338 (1973) del Consejo de Seguridad".93

El Acuerdo de Oslo fue recibido con esperanza en la opinión pública de los Territorios
Ocupados, pero también con una gran dosis de escepticismo94. Al mismo tiempo, suscitó la
oposición de los sectores más radicalizados de la sociedad palestina, de la diáspora e incluso de los
grupos de individuos moderados que no formaban parte del círculo íntimo de Arafat95. Para los
opositores a los acuerdos palestino-israelíes del 13 de septiembre de 1993 y del 28 de septiembre
de 1995, éstos significaban que Arafat y la OLP renunciaban a la Intifada y se hacían responsables
del orden público y de la represión de la resistencia palestina a la ocupación israelí, a cambio de
una administración autónoma de los palestinos de los Territorios Ocupados que se había rechazado
en Camp David. El fin de la Intifada y el gobierno limitado de la Autoridad Palestina en los
bantustanes de Gaza y las principales ciudades de Cisjordania eliminó los costes de la ocupación
para Israel. Arafat había olvidado a la diáspora palestina96 y cedido incluso en la cuestión territorial
de Gaza, Cisjordania y Jerusalén Este a cambio de una "Presidencia" palestina menguada,
aplazando sine die las principales reivindicaciones palestinas: la soberanía de un Estado en los
Territorios Ocupados en 1967 con capital en Jerusalén Este, la solución del problema de los
refugiados, la descolonización de los Territorios Ocupados y la recuperación de los recursos
hídricos de Cisjordania. Un manifiesto de 100 personalidades resumía los argumentos de la
oposición a los acuerdos:
"1. The draft (...) declaration of principles maintains complete silence about Jewish
settlement in the Palestinian territories occupied since 1967. This means the Israeli
government has been given a free hand to continue its settlement activities (...).

93 "Declaración de principios sobre las disposiciones relacionadas con un gobierno autónomo


provisional de 13 de septiembre de 1993", en Badia y Saura op.cit. (1996: 39)).
94 El apoyo de la población de los Territorios Ocupados al acuerdo en septiembre era del 64%, pero
bajó al 41% en diciembre del mismo año, mientras que los contrarios al acuerdo subieron del 28% al 38%
(Kristianasen Levitt, W. (febrero 1994: 21) "Le mouvemente Hamas se prépare à la nouvelle donne". Le
Monde Diplomatique).
95 El poeta Mahmud Darwish y Shafiq al-Hout, los últimos independientes que quedaban en el
Comité Ejecutivo de la OLP dimitieron en protesta por el acuerdo. Otro ejemplo paradigmático, lo
encontramos en Edward Said, uno de los padres de la propuesta de dos Estados y uno de los mediadores
entre la Administración Carter y la OLP, que se convirtió en un opositor acérrimo del Acuerdo de Oslo.
Incluso se distanciaron del acuerdo hombres que habían formado parte del grupo fundador de Fatah, como
los hermanos Hassan, o personas con cargos en la OLP como Abdallah Hourani y Faruk Kaddumi,
entonces "ministro de exteriores" de la organización. Todos ellos habían insistido desde bastante antes en
la reforma de la dirección de OLP, que se personalizaba cada vez más alrededor de Arafat (Rabbani, M.
(1994: 23-24) "Gaza-Jericho First: the Palestinian Debate". Problèmes politiques et sociaux. 738-739).
96 Sobre como se recibió el acuerdo de paz en la diáspora ver, por ejemplo, los testimonios recogidos
en Nación Arabe (invierno 1998: 67-71). La situación es especialmente difícil para los palestinos en Líbano
(más de 350.000 personas). Desde 1982 la comunidad palestina en Líbano se ha visto marginada de forma
proporcional a su pérdida de fuerza militar. El Acuerdo de Oslo dejó a los refugiados sin futuro en un país
que no les quiere y en el que las propuestas de transferencia masiva de la población palestina no son
nuevas.

196
2. (...) makes no mention of the Fourth Geneva Convention in terms of its
applicability to the occupied Palestinian territories (...) This gives Israel the chance
to argue that the occupied Palestinian territories are disputed territories.
3. There has been a servile acceptance of the Israeli-US request to exclude holy
Jerusalem from the territories subject to self-government. Thus, Jerusalem is no
longer considered occupied territory (...).
4. The Palestinian leadership has resigned itself to the argument that sovereignty
over the occupied territories is a disputed issue (...) This runs counter to all
international conventions, which stipulate that sovereignty over occupied territories
is invested in the people living under occupation.
5. (...) Gaza-Jericho First option (...) amounts to a Palestinian endorsement of more
partitioning of Palestinian territories that have already been partitioned. This is a
fragmentation of the territorial unity of the occupied territories, already fragmented
by the building of Israeli settlements.
6. [La Declaración de Principios es] a blow to the Palestinian Arab people's firm
and inalienable rights represented in:
* The right to self-determination on Palestinian soil.
* The right to establish a Palestinian state on Palestinian territory with Jerusalem as
its capital.
* The refugees right to return home." 97

Sin embargo, la oposición nacionalista palestina a Arafat y al resultado de las negociaciones


no se atrevió a enfrentarse a las consecuencias de un sabotaje del proceso de paz98, por lo que la
movilización y el prestigio de la resistencia contra las concesiones y contra la permanencia de la
ocupación israelí quedaron, sobre todo, en manos de los islamistas. Estos adoptaron una política de
resistencia contra la ocupación y el proceso de paz, pero evitando siempre el enfrentamiento
directo con la Autoridad Palestina, en una actitud de espera y paciencia ante el propio desgaste de
Arafat y Fatah que le evite el descrédito de provocar choques entre palestinos99.

97 "Palestinian notables, statement opposing 'Gaza-Jericho First', Amman, 1 September 1993", en


Journal of Palestine Studies (invierno 1994: 130-131). Sobre las críticas palestinas a los acuerdos de Oslo
y Oslo B, ver Said, E.W. (1995-b) Peace and Its Discontents. Gaza-Jericho 1993-1995. London: Vintage.
98 Abu-Amr op.cit. (1992: 28). En octubre de 1991 se habían coordinado diez grupos que se oponían
a las negociaciones. Tras el Acuerdo de Oslo, apoyados por Damasco, intentaron dar un nuevo impulso a la
oposición a los acuerdos. Sin embargo, sólo cuatro de ellos tenían un peso significativo en los Territorios
Ocupados: Hamas, Jihad Islámica, el FPLP y el FDLP. La mezcla de grupos islamistas y nacionalistas de
izquierda pronto se manifestó en tensiones y en políticas independientes de los distintos grupos, con los
nacionalistas dispuestos a entrar en la vida política de la nueva entidad palestina desde la oposición a
Arafat, y los islamistas partidarios de una acción más contundente contra Israel (Kristianasen (febrero
1994: 21)).
99 Journal of Palestine Studies (1995: 81-88) "Hamas: waiting for secular nationalism to self-
destruct. An interview with Mahmud Zahhar" (portavoz de Hamas en Gaza). Sobre Hamas y su papel
opositor en la entidad palestina, ver Monshipouri, M. (1996) "The PLO Rivalry with Hamas: the Challenge
of Peace, Democratization and Islamic Radicalism". Middle East Policy. IV(3).

197
Las renuncias palestinas se hicieron bajo la esperanza, que no la promesa, de la "buena fe"
israelí en la negociación100 y que la Declaración de Principios abría un proceso imparable que
conduciría al Estado palestino, sin tener en cuenta que Israel siempre se ha enfrentado al conflicto
con los árabes y los palestinos desde una óptica de poder. Netanyahu entendió esto
inmediatamente, y así lo manifestó en la primera discusión del acuerdo en la Knesset:
"(...) Still, Mr. Prime Minister, a policy is not built only on hope. Policy is not built
on faith alone. It is built on hope and faith too, but primarily, above all else, policy
is built on reality and on the foundations of reality (...).
(...) in the introduction to the agreement which says it all, or almost everything, and
I quote: The government of the State of Israel and the Palestinian team
representing the Palestinian people agree to recognize their mutual legitimate and
political rights. Mr. Prime Minister, what are the legitimate and political rights of
any nation? A state."101

Evidentemente, la conclusión de Netanyahu y el Likud era hacer lo posible para impedir que
el proceso avanzara y se confirmara su predicción. En el proceso de paz iniciado en los años
noventa, cuando Israel se encontraba en una situación de superioridad ante los árabes como nunca
en su historia, no había ninguna razón para que cambiara su política. Los gobiernos de Tel Aviv
avanzaban en el proceso y concedían más o menos a los palestinos en función de lo que creían que
era mejor para Israel, no en función de una negociación entre iguales. Así, cuando los
ultranacionalistas recuperaron el poder, Arafat y la Autoridad Palestina se enfrentaron de nuevo a
la intransigencia y a la colonización sin tener recursos para forzar progresos en el proceso de paz.

100 Arafat era consciente de que no tenía garantías de la "buena fe" israelí. Cuando algunos asesores
le recomendaron que la OLP no firmara la Declaración de Principios sin garantías israelíes o
internacionales de que Tel Aviv respetaría el espíritu y la letra de la resolución 242, la respuesta de Arafat
fue: "You may be right. I might be making a terrible mistake in putting my good faith in Israel and the
international community. But in all circumstances as they are, I still insist that we have no choice but to put
Israel to the test of negotiations" (Hart op.cit. (1994: 538)).
101 "Binyamin Netanyahu, statement to Knesset on Israel-Palestinian Declaration of Principles,
Jerusalem, 21 September 1993", en Journal of Palestine Studies (invierno 1994: 141).

198
3. LOS ESTADOS ARABES Y EL "PROCESO DE PAZ"

La política árabe en Oriente Medio, desde mediados de los años ochenta hasta principios de
los noventa, se fue alejando del Mediterráneo hacia el Golfo Pérsico. La guerra entre Irán e Iraq,
primero, y la invasión iraquí de Kuwait, después, desplazaron el foco de interés del conflicto árabe-
israelí hacia el petróleo y los enfrentamientos interárabes. También la política internacional centró
su atención en el Golfo Pérsico, incluso en el ámbito militar, con patrullas occidentales de
protección del tránsito del petróleo durante la guerra Irán-Iraq, y con la coalición contra Iraq
liderada por Estados Unidos en 1991.
El estallido de la Intifada provocó un ligero resurgir del interés por la causa palestina, pero
también tuvo el efecto contrario al palestinizar todavía más el conflicto con Israel. Con la Intifada,
la política árabe ante Israel se centró en el apoyo a la revuelta de los palestinos de los Territorios
Ocupados y en continuar reclamando, sin mucha convicción, una conferencia internacional con
participación de la OLP102. La vía militar había sido desechada muchos años antes, y la solución
diplomática defendida por los árabes en el conflicto con Israel pasaba por afrontar el núcleo de la
disputa: la cuestión palestina, en la cual la interlocutora ineludible era la OLP. Esto permitió a los
gobiernos árabes desentenderse, en gran medida, del conflicto y traspasar la responsabilidad a la
organización palestina.
La debilidad militar árabe se expresaba en el boicoteo israelí a las propuestas de negociación,
tanto árabes como norteamericanas, y en hacer caso omiso a las tibias demandas internacionales de
que se detuviera la colonización de los territorios ocupados. Siria no pudo mantener su política de
paridad estratégica con Israel. La crisis económica desde mediados de los ochenta y los cambios en
la Unión Soviética obligaron a Damasco a modificar sus objetivos. Tan sólo Iraq, al salir reforzado
de la guerra con Irán, con un ejército poderoso y con armamento moderno, actuaba como
contrapeso militar de Israel y discutía su hegemonía en Oriente Medio. Y fue eliminado con la
Guerra del Golfo.
La respuesta occidental a la invasión de Kuwait impactó en la opinión árabe, que no entendió
el doble rasero usado para medir a Iraq y a Israel. Saddam Hussein supo explotar esta contradicción
al ofrecer la retirada de Kuwait si Israel hacía lo mismo de los territorios ocupados en 1967, lo que
provocó la indignación occidental y nuevas incomprensiones en una población árabe que pedía el
respeto de todas las resoluciones del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, incluidas la 242 y
la 338. El apoyo popular a Iraq se reflejó en las dificultades de algunos regímenes para distanciarse
de Bagdad y acercarse a la coalición occidental. Así, la crisis del Golfo provocó extrañas alianzas.
Paradójicamente, fueron los Estados árabes que habían iniciado procesos de democratización y
que, por tanto, eran más sensibles a sus opiniones públicas, los que tuvieron que mantenerse

102"Resolutions of the Arab League Summit Conference, Algiers, 9 June, 1988", en Lukacs op.cit.
(1992: 518-520).

199
alejados de Estados Unidos. Jordania103 y Túnez, dos regímenes históricamente cercanos a
Occidente, no pudieron condenar a Iraq y se esforzaron en buscar una salida árabe a un conflicto
que también era interárabe. Sin embargo, Egipto y Siria impidieron que la Liga Arabe mediara una
solución del conflicto y se implicaron en la alianza contra Iraq104.
La crisis del Golfo se sintió en el sistema árabe como un nuevo golpe a las aspiraciones de
unidad. La guerra interárabe por el respeto de las fronteras de un Estado artificial como Kuwait fue
la reafirmación del sistema de Estados árabes ante el viejo panarabismo que pretendía superarlo.
Sin embargo, la reacción popular ante la invasión de Kuwait también fue un signo de que la idea de
la unidad permanecía viva en el ideario árabe. La Guerra del Golfo debilitó el sistema árabe en
Oriente Medio como nunca había ocurrido antes. Por primera vez, las principales potencias en la
región eran tres Estados no árabes: Israel, Turquía e Irán, y la principal riqueza árabe estaba
controlada directamente por la potencia imperialista por antonomasia: Estados Unidos, con el
permiso y el agradecimiento de los regímenes del Golfo.
El fin de la Guerra Fría y la Guerra del Golfo dejaron al mundo árabe totalmente
desamparado ante una negociación con Israel. La Unión Soviética ya había apostado mucho tiempo
atrás por una solución pacífica al conflicto, pero la nueva política de Gorbachov fue más allá al
suspender el apoyo a Siria en su pretensión de conseguir la paridad estratégica con Israel para
poder negociar de igual a igual. La URSS, y Rusia después, mantuvieron una clara continuidad en
sus objetivos en Oriente Medio, pero la pérdida de poder condujo a la ex superpotencia a un
fracaso rotundo. El diseño soviético-ruso para la región tras la Guerra del Golfo proponía un
sistema de seguridad regional -en el que se potenciaría el papel de Siria, su principal cliente-, la
limitación de la presencia militar exterior en el Golfo Pérsico y que ésta dependiera de Naciones
Unidas y fuera realmente internacional, y evitar la escalada de armamento105. Es evidente que el
objetivo continuaba siendo limitar la presencia de Estados Unidos en la región, o al menos evitar
su monopolio. Sin embargo, la seguridad del nuevo Oriente Medio se basó en las garantías
estadounidenses y en la presencia directa de las tropas norteamericanas, y conoció una importación
masiva de armamento -básicamente estadounidense- como nunca antes se había visto106. El papel
de la URSS tan sólo se reconoció en la convocatoria de la conferencia de paz de Madrid, como

103 En el caso de Jordania también jugó un papel importante la dependencia económica de Amman
respecto a Bagdad y la histórica tensión entre saudís y hachemís, que se vio reanimada con la crisis.
104 Corm op.cit. (1991: 355-356).
105 Lieber, R. (1991: 16) "U.S. Security Perspectives for the Middle East", en A. Marquina (ed.), Un
nuevo orden de seguridad para Oriente Medio Madrid: Editorial Complutense; Derkowski (1991: 2-3)
"Approach of the Soviet Union to Security in Middle East", en A. Marquina (ed.), Un nuevo orden de
seguridad para Oriente Medio Madrid: Editorial Complutense.
106 Entre 1983 y 1990, Estados Unidos suministró armamento a la región de Oriente Medio y Norte
de Africa por valor de 35.000 millones de dólares corrientes. Entre el fin de la Guerra del Golfo y
diciembre de 1991, las ventas de armamento norteamericano sólo a Oriente Medio ya eran de 19.000
millones de dólares (Navias, M.S. (1993: 128, 130) "Arms Trade and Arms Control in the Middle East and
North Africa since Operation Desert Storm", The Middle East and North Africa 1993 Londres: Europa
Pub).

200
concesión a los árabes a cambio de la marginación total de las Naciones Unidas y para asegurar la
presencia de Siria y Líbano en la capital española. Poco después, con el proceso ya iniciado, Rusia
desapareció de la escena y Washington se apropió definitivamente del papel protagonista.
El esfuerzo de la Administración Bush para iniciar el proceso de paz era un reflejo de la
necesidad de mantener la estructura de alianzas norteamericanas en Oriente Medio. La presencia de
Estados Unidos en la región se basaba en su compromiso con Israel, Egipto y las petromonarquías.
La estabilidad de la región y las alianzas con los Estados árabes podían alterarse si la situación de
paz fría entre Egipto e Israel derivaba a una guerra fría en la que se vería implicado el resto del
mundo árabe. La presencia militar estadounidense en el Golfo y los pactos de seguridad con los
Estados árabes aliados suponían un fuerte coste político para los regímenes, que difícilmente
podrían soportar en el caso de nuevas tensiones con Israel. Se imponía impulsar un proceso de paz,
una Pax Americana, que impidiera el estallido de nuevas crisis en la región. La debilidad árabe y la
marginación de la Unión Soviética, junto a la presencia militar estadounidense y el control
occidental de la ayuda económica y de los recursos necesarios para el desarrollo de la región,
permitían diseñar una solución al conflicto a la medida de Estados Unidos. La estrategia de
Washington en la negociación coincidía con las pretensiones de Tel Aviv de llegar a acuerdos de
paz previos a la retirada israelí de los territorios ocupados, que se debería negociar posteriormente.
La posición árabe era la contraria: la paz, la única baza ante Israel, llegaría tras la devolución de la
tierra. Sin embargo, como ya se ha mencionado, fue Arafat quien rompió la estrategia conjunta de
los Estados árabes.
Egipto fue el único Estado árabe que se atrevió a romper el consenso ante Israel y emprender
una negociación separada. Sólo el régimen de El Cairo creyó que valía la pena correr el riesgo. En
Madrid, y después en Washington, hubo tensiones entre Siria y Líbano por un lado, y entre
palestinos y jordanos por el otro, porque éstos no cedieron a las intenciones de Damasco de
congelar el proceso ante la intransigencia israelí, pero se mantuvo una cierta estrategia conjunta en
la negociación. Sin embargo, las conversaciones multilaterales fueron boicoteadas por Damasco y
Beirut sin tener en cuenta la asistencia del resto de actores árabes. De todas formas, las mesas
multilaterales instituidas en el proceso de paz abierto en Madrid para ayudar a la creación de
medidas de confianza y facilitar el progreso de las negociaciones bilaterales107, no tuvieron el peso

107 Las conversaciones multilaterales debían tratar cuestiones no políticas y del futuro de Oriente
Medio para abrir frentes de cooperación entre todas las partes, por lo que se dividieron en cinco cestas:
recursos hídricos, medio ambiente, refugiados, control de armamento y seguridad regional, y desarrollo
económico regional. Desde un punto de vista funcionalista, se pretendía crear interdependencias que
forzaran a apartar las viejas rivalidades políticas e ideológicas. Sin embargo, pronto se vio que sin
solucionar los contenciosos centrales en el conflicto árabe-israelí, era iluso esperar que surgieran grandes
proyectos de cooperación. A las conversaciones multilaterales, que se inauguraron en Moscú en enero de
1992, estaban invitados Estados Unidos, Rusia, Líbano, Siria, Jordania, los palestinos en una delegación
conjunta con los jordanos, Israel, Egipto, Argelia, Túnez, Marruecos, Mauritania, Arabia Saudí, Kuwait,
Bahrein, los Emiratos Arabes Unidos, Qatar, Omán, Yemen, Turquía, Canadá, Japón, China, un
representante de la EFTA y la Comunidad Europea (sobre las conversaciones multilaterales ver Peters, J.

201
suficiente como para que la ausencia de Siria y Líbano afectara seriamente al proceso y al consenso
árabe.
Siria tenía un gran interés en el proceso de paz y en controlar su desarrollo. La vieja
estrategia siria ante Israel naufragó con el fin de la Guerra Fría. En 1987, Gorbachov anunció a
Hafez al-Assad que no continuaría apoyando su política de paridad estratégica con Israel y que los
suministros de armamento, a partir de entonces, serían básicamente defensivos. A finales de los
ochenta, Siria se hallaba tremendamente aislada, tanto en el mundo árabe -por su apoyo a Irán
durante la guerra con Iraq-, como internacionalmente, al flaquear el apoyo soviético y mantenerse
el enfrentamiento con la Administración Reagan, que continuaba situando al régimen de Damasco
en la lista negra. Uno de los principales temores en Damasco era quedar marginado en un proceso
negociador árabe-israelí, tal como había intentado Washington en sus últimas propuestas de paz,
por lo que impulsó una nueva política de aproximación a Estados Unidos.
Hafez al-Assad fue uno de los primeros políticos de la región que supo interpretar las señales
del fin de la Guerra Fría. Ya en mayo de 1989, el líder sirio inició la aproximación a Egipto al no
poner objeciones al regreso de El Cairo a la Liga Arabe en la cumbre de Casablanca. Y, a finales
del mismo año, se volvieron a establecer relaciones entre los dos países. A través de Egipto inició
los contactos con la Administración Bush, menos ideologizada que la anterior y con una
perspectiva más de realpolitik. No obstante, fue la invasión de Kuwait la que rompió el aislamiento
de Siria. El régimen de Damasco fue el primero entre los árabes en condenar a Iraq y en manifestar
su disposición a participar militarmente en la coalición contra Iraq, con lo que mejoró sus
relaciones con Occidente.
Tras la Guerra del Golfo, la Administración Bush incluyó a Siria en su estrategia
negociadora, ya que era necesaria para asegurar la estabilidad regional. El gobierno sirio, confiando
en un papel activo de Estados Unidos a favor del cumplimiento de la resolución 242 que
finalmente no se cumplió, y con más margen de maniobra al no estar presionado por Bagdad,
acudió a Madrid y aceptó las propuestas de Washington. Esto suponía el abandono de sus
demandas de una conferencia internacional en el marco de las Naciones Unidas y de un
compromiso previo de Israel de retirada de los territorios ocupados en 1967. Siria, ante la debilidad
de la OLP y Jordania tras la crisis del Golfo, esperaba imponer su política en la representación
árabe en el proceso, pero no consiguió convertirse en el interlocutor árabe principal ya que el
protagonismo recayó en la delegación palestina. Era evidente que si no se avanzaba en el núcleo
del conflicto -la cuestión palestina- los Estados árabes no podrían negociar la paz con Israel108. De

(1996) Pathways to Peace. The Multilateral Arab- Israeli Peace Talks. London: The Royal Institute of
International Affairs, European Commission).
108 Rabin, en la campaña electoral de 1992, llegó a afirmar que eran necesarias unas negociaciones
continuas con los palestinos hasta llegar a un acuerdo y que, mientras, no valía la pena negociar con
Jordania o Siria porque éstos esperarían el resultado de las conversaciones con los palestinos, y tampoco
con Líbano porque era un protectorado sirio (Jordan Times (8-6-1992: 1,7) "Rabin urges continuous talks
with Palestinians").

202
esta forma, el papel de Siria, Jordania y Líbano se desdibujó y la OLP consiguió marcar la pauta en
la parte árabe, aunque el ritmo de la negociación fuera el de Israel.
La aceptación siria de la invitación a Madrid y su permanencia en el proceso, a pesar de sus
reticencias ante la política de Tel Aviv, dejó claro el interés de Damasco en el proceso negociador,
pero no en una paz a cualquier precio. Las reivindicaciones de Siria no variaron: la principal seguía
siendo la devolución del Golán, pero también se extendían a los frentes libanés y jordano y a la
cuestión palestina. La política siria de negociación coordinada se dirigía a evitar el aislamiento en
el proceso, así como a apoyar a la OLP en sus demandas, que siempre se habían sentido muy
cercanas tanto por la politizada sociedad siria como por el régimen ba'azí. Hafez al-Assad buscaba
una solución honorable desde una posición de fuerza, lo que le llevó, ya antes del Acuerdo de Oslo,
a criticar las concesiones que hacía Arafat sin conseguir nada a cambio. El régimen sirio no tiene
prisa en la negociación, pues el estado de guerra con Israel juega como factor de legitimación y es
un elemento más a favor de su presencia en Líbano. En Israel, la devolución del Golán se ve
principalmente como una cuestión de seguridad. En este sentido también ha habido una clara
evolución en la posición laborista, desde el rechazo absoluto a la devolución hacia la posibilidad de
retiradas parciales a cambio de garantías totales de seguridad. No obstante, un gobierno de la
izquierda que se mostrara dispuesto a retirarse del Golán, debería enfrentarse al Likud, que se
opone a ello, y al poderoso grupo de los colonos que, jugando la carta de la seguridad, tiene un
gran ascendiente en la opinión pública. Mientras, Siria juega la carta de la guerrilla en el sur de
Líbano para mantener la presión sobre Israel y fortalecer su posición en los movimientos previos a
la negociación.
Por otra parte, la posición de Siria ante la negociación con Israel y en el control de Líbano va
más allá de la recuperación del Golán. El régimen ba'azí no quiere aceptar un Medio Oriente
dominado por Tel Aviv y, en la misma medida, reconoce que no es posible el dominio árabe.
Damasco espera poder construir un sistema regional basado en el equilibrio entre Israel y Siria.
Para ello necesitaba que Estados Unidos reconociera que su voz es imprescindible en las
decisiones sobre el futuro de la zona. Por esta razón, el régimen sirio se esforzó en ser borrado de
la lista negra "terrorista" de Washington, y se queja del doble rasero con que se le juzga comparado
con Israel. A su parecer, se tolera la intransigencia israelí, pero a Siria se la trata de radical cuando
se opone a la resolución 242 y se la sigue tratando igual cuando reclama su cumplimiento109.
La posición de Jordania, el otro Estado árabe con un papel central en la negociación, estaba
ligada a la cuestión palestina y al difícil equilibrio entre Israel y Siria. Dada la tradicional
disponibilidad del régimen hachemí para una solución negociada, parecía bastante claro, ya antes
del Acuerdo de Oslo, que sin el problema palestino sería fácil conseguir la paz jordano-israelí.
Hasta el momento, el rey Hussein no se había atrevido a negociar separadamente la cuestión

109 Gresh, A. (abril 1994: 15) "A pas comptés, la Syrie sur le chemin de la paix". Le Monde
Diplomatique; Reid Sarkees, M. y Zunes, S. (1994: 356-357) "Disenchantment with the 'new world order':
Syria's relations with the United States". International Journal. XLIX.

203
palestina pues habría amenazado los otros dos objetivos básicos del régimen: la supervivencia de la
monarquía hachemí y la modernización económica. La política de Amman hacia el proceso de paz
coincidía con la de Damasco en oponerse a una negociación bilateral OLP-Israel, que marginaría a
Jordania de los acuerdos sobre Cisjordania y Jerusalén y, como señaló el primer ministro Ben
Shaker, debilitaría la posición árabe110. En 1988, el rey Hussein tomó la decisión de la separación
de Cisjordania como una concesión a la OLP para crear el clima de confianza necesario para una
relación más equilibrada, pero esto no significaba su renuncia a influir sobre la política de la orilla
occidental del Jordán. Así, el proceso negociador de Madrid y Washington, con el marco de la
conferencia internacional y la delegación conjunta jordano-palestina, se adecuaba a la estrategia del
hachemí. El temor a una solución final que desvinculara las dos orillas no era sólo una cuestión de
reivindicación histórica. También influía el miedo a perder la capacidad de intervenir en una
cuestión que trasciende el territorio palestino y forma parte de la política interior jordana. Además,
se añadía el peligro de que la ayuda económica internacional y la inversión árabe y palestina se
desviaran hacia la Palestina independiente. Ante estas aprensiones, la apuesta de la monarquía
hachemí desde principios de los ochenta se centró en una confederación jordano-palestina, pero la
paz separada de Arafat cambió esta visión en muchos sectores de la política de Amman.
El Acuerdo de Oslo entre palestinos e israelíes fue mal recibido tanto en Damasco como en
Amman. La paz separada de la OLP quebró la política de unos y otros por una negociación
conjunta. La negociación secreta en Noruega sorprendió desagradablemente al rey Hussein, ya que
anulaba su estrategia y le dejaba sin voz en los asuntos de la orilla occidental del Jordán. Además,
el hachemí, que no fue consultado por Arafat, consideró que la actitud del palestino demostraba
una falta de confianza que podía afectar a las relaciones futuras. No obstante, presionada por las
necesidades económicas y por Estados Unidos, Jordania aceptó el Acuerdo de Oslo111. Aunque,
para mantener algo de su influencia y los lazos con Cisjordania, Amman criticó el acuerdo
conseguido por Arafat y reclamó su papel en Jerusalén112. La paz separada palestino-israelí puso
sobre la mesa nuevamente la cuestión de la confederación jordano-palestina. Esta opción, que
había sido defendida desde Amman durante mucho tiempo, tras el Acuerdo de Oslo pasó a ser vista

110 Jordan Times (28-10-1992: 1) "Jordan reaffirms quest for comprehensive peace".
111 Nashashibi, N.E. (1994: 186) "Palestine and Jordan", en B. Rubin, J. Ginat & M. Ma'oz (eds.),
From War to Peace: Arab-Israeli Relations 1973-1993 Brighton; New York: Sussex Academic Press; New
York University Press.
112 Así, ya en septiembre de 1993, el príncipe heredero Hassan comentó que Jordania no había
renunciado a Cisjordania para se aprovechara Israel, y añadió que nadie, ni siquiera los palestinos, podía
monopolizar la cuestión de Jerusalén (Jordan Times (9-9-1993: 1) "Regent reaffirms support for
independent Palestinian choice"). Tanto la casa real como el gobierno jordano insistieron en más de una
ocasión en esta cuestión, que era importante para la legitimidad de los hachemís y su ascendencia en el
mundo islámico tras haber perdido la custodia de la Meca. En julio de 1994, el gobierno jordano declaró:
"Jordan's firm position is support of the PLO's efforts to gain political and geographic sovereignty
over all Arab Palestinian Lands, including holy Jerusalem (...) but Jordan will not relinquish its historic
role in exercising its religious jurisdiction over Islamic shrines in Jerusalem" (Jordan Times (30-7-1994: 1)

204
con más dudas. Ante el desarrollo de la negociación de Arafat con Tel Aviv, la nueva posición de
Jordania es la de esperar a ver qué forma adopta la nueva entidad palestina en la solución final. En
Amman hay un claro temor a mezclarse en posibles conflictos intrapalestinos, y, en algunos
círculos nacionalistas jordanos, cada vez se ve con más reticencias la asociación con una Palestina
que puede debilitar al régimen hachemí113. Por otra parte, se cree conveniente esperar al final de la
negociación y a que se haya creado un Estado palestino, pues si la unión de Palestina y Jordania se
negociara con Israel el Likud lo podría aprovechar para reforzar su argumento de que la patria de
los palestinos es Jordania.
La división árabe y las negociaciones iniciadas por palestinos y jordanos anularon la
principal carta que tenían los árabes para negociar con Israel: la normalización de las relaciones.
Como comentaba en Amman Taher Kanaan, un político ligado al régimen hachemí y ex ministro
en varios gobiernos de Jordania, el hecho de negociar y normalizar las relaciones de forma
separada sólo favorece a Tel Aviv. La opinión de Kanaan, de que la posición de Siria y Líbano de
negociación integrada daría más fuerza a los árabes para defender los intereses de todo el conjunto,
era compartida por la mayoría de políticos e intelectuales reunidos en un seminario en Amman en
agosto de 1994, mientras se estaba negociando el acuerdo jordano-israelí114.
La reacción jordana ante el Acuerdo de Oslo fue muy distinta de la siria, pues aceleró sus
conversaciones con Israel e hizo buena la predicción de una paz fácil. Al día siguiente de la firma
de la Declaración de Principios palestino-israelí, Israel y Jordania acordaron una agenda para las
futuras negociaciones y, el 26 de octubre del año siguiente firmaron el tratado de paz115. El
planteamiento de éstas fue muy distinto del proceso iniciado en Oslo por los palestinos. Amman y
Tel Aviv trataron los temas más difíciles en primer lugar, y usaron los acuerdos en estos aspectos
como medidas de creación de confianza para justificar la firma del tratado de paz ante la opinión
pública jordana, que veía la paz con Israel con desconfianza116. Así, se negociaron primero las
cuestiones de seguridad, pequeños contenciosos territoriales, acuerdos de cooperación económica

"Jordan backs PLO's quest for Jerusalem sovereignty. Kingdom's role as the guardian of Islam holy shrines
will continue").
113 Munther Haddadin, que fue miembro del gobierno jordano entre 1997 y 1998, pedía además que
la posible confederación fuera aprobada por referéndum en Palestina y Jordania para evitar posibles
conflictos y que tenía que ser con un Estado totalmente soberano, pues las cesiones de soberanía palestina a
Israel se convertirían en cesiones de soberanía jordana (entrevista personal (Amman, 24-2-1997)).
114 Jamil Jreisat, George Corm, Ribhi Abulhaj, Taher Kanaan, Ghada Karmi, Gamil Mattar (quien
insistió en el factor negativo de la descoordinación árabe) y Muhammad Sid Ahmed, entre otros. Seminario
"The Arab World preparing for the 21st Century", celebrado en Amman, los días 24-26 de agosto de 1994
(comunicaciones no publicadas).
115 "Israeli-Jordanian Common Agenda, Washington, DC, 14 September 1993", en Journal of
Palestine Studies (invierno 1994: 125-126). El acuerdo hubiera podido ser más rápido todavía, pero el rey
Hussein prefirió esperar a que avanzaran los contactos sirio-israelíes para evitar fricciones con Damasco
(Spencer, C. (1995: 8) Prospects for an Arab-Israeli Peace. London: HMSO).
116 Jordan Times (18-7-1994: 1) "Jordan, Israel open talks today in southern desert".

205
y, sobre todo, la apertura de la frontera entre los dos países y la cuestión del agua117. Jordania, débil
ante Israel en la negociación, usó la baza más querida por Tel Aviv, el reconocimiento y la paz con
un segundo Estado árabe desde los acuerdos de Camp David, para regatear unas concesiones que,
aún así, muchos consideraron menores118.

117 Al-Ray (9-8-1994: 1) "Iftitah al-ma'bara al-hududy baina al-Urdun ua Israil" (Apertura del paso
fronterizo entre Jordania e Israel). Al-Dustur (20-7-1994: 1) "Israil ta'tarif bihuquq al-Urdun fi-l-miyah"
(Israel admite los derechos de Jordania sobre las aguas).
118 Ben Wedeman (28 julio - 3 agosto 1994: 1) "Many Jordanians prefer a different peace", Star
(Amman), vol. 5, nº 14. Sobre la oposición en Jordania al proceso de normalización de las relaciones con
Israel se puede ver: Martín Muñoz, G. (1999: 33-39) El Estado árabe. Barcelona: Bellaterra; Oliván
(Verano 2001) "Jordania. El movimiento antinormalización". Nación Arabe. 45; Scham, P.L. y Lucas, R.E.
(September 2001) "'Normalization' and 'anti-normalization' in Jordan: The public debate". MERIA. 5(3).

206
207
A MODO DE CONCLUSION DE LA PRIMERA PARTE

La evolución del sistema árabe-israelí se puede analizar desde una óptica en la que la política
de poder se manifiesta en su forma más cruda. El conflicto árabe-israelí ha estado marcado por la
política maximizadora de Israel. La actitud de Tel Aviv ante el conflicto parece apoyar la teoría de
que ningún actor se sentará a negociar si los beneficios de la mejor alternativa a la negociación son
mayores que las ganancias negociadas. El análisis del proceso del conflicto y de las posiciones de
las distintas partes deja claro que la percepción israelí siempre se basó en que fuera de la
negociación se podía conseguir una mayor aproximación a los objetivos establecidos. El
instrumento más eficiente desde esta perspectiva era el mayor poder relativo en el sistema y la
capacidad para usarlo. Y, ante la política de maximización del poder del Estado más fuerte, el resto
de actores del sistema se vieron obligados a seguir políticas reactivas
El análisis del sistema árabe-israelí nos obliga a contextualizarlo como un subsistema
enmarcado en un sistema internacional global y con intersecciones con otros subsistemas,
básicamente el árabe. Los distintos actores son unidades de diferentes sistemas, y su conducta
depende de todos ellos, pudiendo ser pequeños los espacios de independencia en cada uno de los
sistemas.
Así, las alianzas árabes se nos aparecen con otra perspectiva más allá de la solidaridad y la
afinidad ideológica. Esto nos debe ayudar a entender la movilidad en las alianzas, pues éstas no se
dan en un sistema aislado sino en subsistemas que evolucionan de forma independiente pero que se
relacionan. Alianzas distintas, que conducen a equilibrios específicos en cada subsistema, pero que
debido a las intersecciones entre ellos y al marco global se ven influidas por las demás. De esta
forma, la estabilidad de una alianza y, por tanto, del equilibrio en un subsistema, depende de la
estabilidad de las alianzas y equilibrios en los otros subsistemas y el sistema global. Para los
actores árabes, la competencia, los equilibrios y las alianzas en el sistema árabe fueron prioritarios
en muchas ocasiones a los del sistema árabe-israelí, lo que explica los enfrentamientos en el
sistema árabe, y las divisiones y poca cohesión en las alianzas árabes ante Israel.
Aún antes de la formación del Estado de Israel, la rivalidad por la Gran Siria marcó las
relaciones interárabes en Oriente Medio. La competencia entre Siria y Transjordania por el control
de este espacio, en el que se incluía Palestina, y las desconfianzas palestinas, saudís y egipcias a las
aspiraciones de los hachemís, marcaron las políticas de unos y otros hacia Palestina, los sionistas y
los planes de partición. Así, en la decisión de los miembros de la Liga Arabe de rechazar la
partición de Palestina, pesaba tanto la oposición al sionismo como el temor a una Transjordania
hachemí fortalecida por la anexión de la parte árabe de Palestina resultante de la partición, y la
desconfianza entre los gobiernos les llevó a participar en la guerra más para contrarrestar las
intenciones de los otros aliados árabes que para defender los intereses de los árabes palestinos. Por
las mismas razones, Abdallah de Transjordania podía aceptar la creación de

209
un Estado judío siempre que ello supusiera el fortalecimiento de la monarquía hachemí en el
sistema árabe mediante la anexión de la zona árabe de la partición, por lo que no dudó en llegar a
acuerdos con los sionistas.
Por otra parte, la independencia palestina era una amenaza tanto para Abdallah como para el
futuro Estado sionista, y los debilitaba a ambos en los dos subsistemas, árabe y árabe-israelí, por lo
que esta coincidencia de intereses también fortaleció el acuerdo. La derrota de 1948 se ajustó a los
intereses israelíes y, hasta cierto punto, también a los transjordanos, por lo que la negociación de
un posible acuerdo de paz entre los dos Estados no hubiera sido difícil. Sin embargo, la Catástrofe
estuvo en la raíz de los cambios que sufriría el sistema árabe y que situaron a la estructura
ideológica del sistema como una constricción casi insalvable para los gobiernos. La paz con Israel
basada en el statu quo resultante de la guerra se convirtió en un objetivo imposible, aunque fuera
del máximo interés para los regímenes gobernantes, y la muerte de Abdallah fue una muestra
ejemplificante de esta nueva situación. La transformación del conflicto palestino-sionista en una
conflagración internacional supuso la casi desaparición, hasta junio de 1967, de los árabes
palestinos como actores con voz en el nuevo sistema árabe-israelí.
El mundo árabe en los años 50 y 60 es el producto de las tensiones hacia la unión y la
diversidad. El nacionalismo panárabe se convirtió en una fuerza ideológica a la que no podía
escapar ningún actor del sistema árabe, pero mientras que unos regímenes lo usaban como un
instrumento de su política interior y exterior, otros lo sentían como una amenaza. La tensión
unionista también se percibió con temor en Israel y en las potencias exteriores con influencia en la
región. Estas tensiones se dejaron sentir en alianzas y enfrentamientos, dentro y fuera del sistema
árabe, dejando en un plano secundario el enfrentamiento con Israel. Un ejemplo de la fuerza de
esta dinámica del sistema árabe de búsqueda de equilibrios y de miedo a las hegemonías lo
tenemos en el fracaso de la unión de Egipto y Siria en la República Arabe Unida, que debilitó la
posición árabe ante Israel y facilitó la derrota de junio de 1967. El objetivo prioritario de Siria fue
su supervivencia antes que la maximización del poder ante Israel y antes que la realización de los
principios ideológicos panarabistas, y, al verse amenazada por la alianza con un actor más fuerte,
reaccionó como lo haría un Estado secundario, buscando alianzas con actores más débiles que
equilibraran su posición ante Egipto en el sistema árabe.
La dinámica del sistema árabe debilitaba la posición árabe ante Israel, cuando no entraba
directamente en contradicción con sus necesidades. Así, el Pacto de Bagdad debe verse no sólo
como un producto de la Guerra Fría, sino también como un intento de equilibrar el peso del Egipto
naserista en el sistema árabe que impidió la construcción de un sistema de seguridad panárabe. El
fracaso de la unión sirio-egipcia en la RAU, las tensiones entre Siria y Egipto y los choques entre
Arabia Saudí y Egipto en Yemen también se deben enmarcar en esta perspectiva. Evidentemente,
también se actuó contra El Cairo desde fuera del sistema árabe, y el acontecimiento que mejor
muestra el temor ante el Egipto de Nasser y el panarabismo, y la voluntad de debilitarlo, es la
guerra de 1956, con la alianza de las tres potencias coloniales en la región: Israel, Francia y Gran

210
Bretaña. La misma guerra que condujo a la retirada de las periclitadas potencias coloniales
europeas y a la entrada de las dos superpotencias en Oriente Medio.
El panarabismo también influyó en el futuro de las alianzas de los actores de la zona con las
superpotencias. La incomprensión norteamericana hacia los intereses egipcios y el miedo al
liderazgo de Nasser en el mundo árabe llevaron a la Administración estadounidense a una política
de apoyo a las fuerzas que podían equilibrar el peso de Egipto en el sistema árabe y en el sistema
árabe-israelí. Así, la incapacidad de Estados Unidos de acercarse a Egipto, que se manifestó en
asuntos como el apoyo al Pacto de Bagdad, la negativa a venderle armas, la retirada de la
financiación de la presa de Asuán o el apoyo a Israel, terminó conduciendo a El Cairo y a los
regímenes nacionalistas árabes hacia la órbita soviética. La Guerra Fría se instaló en Oriente Medio
con líneas que no separaban únicamente el subsistema árabe-israelí, ya que también se dejaban
sentir en el sistema árabe separando a los regímenes nacionalistas, apoyados por la Unión
Soviética, de las monarquías, apoyadas por Estados Unidos. Sin embargo, los esfuerzos de la
Unión Soviética para mantener las políticas de coexistencia pacífica y de distensión con Estados
Unidos, y el menor interés en la región, hicieron que la presencia norteamericana en Oriente Medio
fuera mucho más activa que la soviética, lo que se reflejaría en la mayor capacidad de Washington
de incidir en las dinámicas de los sistemas árabe-israelí y árabe. A medio plazo, esto condujo a una
aproximación de la mayoría de los regímenes árabes hacia la superpotencia occidental en busca de
los apoyos políticos y económicos que no encontraban en la Unión Soviética.
La lucha por el poder en el sistema árabe-israelí llegó al punto culminante en la guerra de
junio de 1967. El equilibrio árabe-israelí sufrió una terrible sacudida con la fulminante victoria del
ejército de Israel y estableció un nuevo statu quo todavía más inaceptable para los árabes. Al igual
que la Catástrofe de 1948, el Desastre de 1967 también se dejó sentir en el sistema árabe con una
crisis que fue militar, política e ideológica. La crisis militar condujo a una nueva escalada de
armamento. Las crisis política e ideológica se tradujeron en inestabilidad interna y cambios en
algunos regímenes, y en la sustitución del Egipto panarabista por la Arabia Saudí conservadora y
proocidental en el liderazgo del mundo árabe. El petróleo se convirtió en una fuente de ayuda a los
Estados árabes del frente, y de influencia sobre ellos. De forma que incluso Nasser aceptó acatar
las directrices de Riad, tanto en políticas domésticas como en política exterior, y renunció al
discurso panarabista. El panarabismo perdió fuerza como constricción en las políticas exteriores de
los gobiernos árabes, lo que les permitió adoptar posiciones más pragmáticas en el conflicto árabe-
israelí y más duras contra el radicalismo palestino. Por otra parte, el alejamiento de Egipto de la
política árabe, que llegó a su cenit con Sadat, significó un debilitamiento aún mayor de los árabes
ante Israel.
El sucesor de Nasser centró su estrategia en el desarrollo egipcio, aun a costa de la
capitalidad de El Cairo en el mundo árabe. Las condiciones indispensables para la nueva política
eran abandonar la competencia militar con Israel y acercarse a Occidente. Una de las lecciones que
extrajo Sadat de la derrota de 1967 fue que Egipto no podía seguir manteniendo su papel de

211
potencia en el sistema árabe-israelí y tampoco podía someterse a la dinámica del conflicto sin
ningún control por su parte. Como hemos visto, esto significaba que debía salir del sistema árabe-
israelí y, para ello, antes se imponía la recuperación del Sinaí. La guerra de octubre de 1973 fue un
espejismo que, por unos pocos días, permitió creer a los árabes que se había conseguido un nuevo
equilibrio y que se podría llegar a una paz honorable. Sin embargo, la política de El Cairo y las
negociaciones con Tel Aviv, mediadas por Estados Unidos, pronto dejaron claro que la intención
de Sadat era otra. El proceso de paz egipcio-israelí que finalizó en Camp David decantó
definitivamente la relación de poder hacia Israel. La nueva situación permitió a Tel Aviv desplazar
las zonas de fricción con los árabes más allá de las fronteras israelíes, dentro de los propios países
árabes, como en Líbano. Además, Israel se sintió con fuerzas suficientes para profundizar en su
política de hechos consumados en los territorios ocupados, acentuando la colonización de la Franja
de Gaza y de Cisjordania, y anunciando la anexión de los Altos del Golán.
La paz de Camp David afectó tanto a los subsistemas regionales como al equilibrio bipolar
en Oriente Medio. El sistema árabe-israelí se caracterizó por la superioridad militar de Israel,
puesta de manifiesto en el bombardeo de la central nuclear iraquí, en la anexión del Golán y, sobre
todo, en las invasiones de Líbano. La salida de Egipto del sistema árabe lo dividió más que nunca,
pues dejó las puertas abiertas a la lucha por el liderazgo a todos aquellos países que habían
aspirado a él, y llevó al enfrentamiento principalmente entre Siria e Iraq, con los países secundarios
cambiando de aliados según las circunstancias y con Arabia Saudí ejerciendo de árbitro. Los años
ochenta, con las crisis en el Golfo Pérsico, supusieron también el desplazamiento del interés hacia
la zona del petróleo, quedando en un segundo plano el conflicto árabe-israelí. Los cambios en
Egipto decantaron definitivamente hacia Estados Unidos la capacidad de influencia en Oriente
Medio de las dos superpotencias. Washington había conseguido como aliados a las principales
potencias regionales, militar (Israel), económica (Arabia Saudí) y política (Egipto), mientras que la
Unión Soviética sólo mantenía como aliado fiel a Siria.
El fin de la Guerra Fría y la crisis provocada por la invasión iraquí de Kuwait tuvieron graves
repercusiones en los sistemas árabe-israelí y árabe en el sentido de pronunciar las tendencias ya
apuntadas en los años ochenta. La influencia de Estados Unidos fue en aumento, al igual que el
desplazamiento del interés internacional y estadounidense hacia el Golfo Pérsico y los pozos de
petróleo. Esto no significó un menor apoyo a Israel, pero sí una cierta exigencia de estabilidad en la
región, lo que implicaba afrontar el problema palestino. La división y la debilidad árabes fueron
más evidentes que en cualquier otro momento, así como la dependencia de Estados Unidos, que se
aceptó como la única estrategia posible pues otra equivalía a la marginación y casi expulsión de la
comunidad internacional y regional (véase Iraq). La globalización, la otra gran transformación del
sistema internacional, también repercutió en el sistema árabe-israelí, básicamente por el efecto
producido en la percepción de una parte de la sociedad israelí sobre sus necesidades nacionales e
internacionales.
Como se puede apreciar, en los tres sistemas analizados se dieron tendencias que

212
favorecieron a la posición de Israel. En el sistema árabe-israelí, por su propia dinámica y ayudado
por las dinámicas árabe e internacional, se evidencia la tendencia a una creciente superioridad de
Israel en el equilibrio de poder. En el sistema árabe, la división siempre en incremento y la
prioridad de los propios equilibrios interárabes antes que con Israel, debilitaron en todo momento
la posición árabe en el sistema árabe-israelí. En el sistema internacional, el menor interés soviético
por la región, la creciente preponderancia estadounidense tanto en Oriente Medio como a escala
global, y el apoyo incondicional de Washington a Israel también fueron bazas que jugaron a favor
de Tel Aviv.

Procesos de paz, en plural

Ante lo visto, se puede apreciar fácilmente que, aun con la evidencia de que existe un
conflicto árabe-israelí, también puede ser apropiado hablar de conflictos, en plural. La percepción
del mundo árabe como un subsistema internacional cohesionado nos permite hablar de "conflicto"
en singular. Es verdad que existe este nivel unitario de enfrentamiento con Israel, que responde a la
visión del Estado judío como un enclave colonial en el corazón árabe. Pero también hemos visto
que la unidad árabe es más una constricción ideológica y política que una realidad. La diversidad
de actores y de intereses envueltos en la querella hace que la aproximación se deba hacer desde una
perspectiva plural. Distintos actores con intereses diversos incompatibles con los objetivos israelíes
crean diferentes dinámicas conflictivas que conducen a soluciones no coincidentes.
A lo largo del proceso estudiado hemos podido observar dos niveles básicos de
enfrentamiento: el interestatal y el intercomunitario. Un factor común a todos los conflictos árabe-
israelíes ha sido la paulatina reducción de la incompatibilidad de los intereses de los árabes e
Israel, a causa de las renuncias árabes. La renuncia de El Cairo que permitió la paz egipcio-israelí
no fue ante Israel, sino ante los árabes. Egipto no cedió territorio propio, cedió su voluntad de
liderazgo del sistema árabe al reconocer el derecho a la existencia de Israel y abandonar a los
palestinos a su suerte. De esta forma, el conflicto egipcio-israelí quedó reducido a una disputa por
un territorio que Israel podía devolver ya que no era percibido como un interés vital.
Las abdicaciones de Jordania tampoco se dieron ante Israel, sino ante los palestinos. El
abandono jordano de la reivindicación sobre los Territorios Ocupados palestinos redujo la querella
con Tel Aviv a aspectos menores. Sólo la solidaridad de la población con los palestinos impedía a
Amman firmar la paz con Israel, y este obstáculo lo apartó Arafat con su negociación separada en
Oslo.
La incompatibilidad entre los intereses sirios y los israelíes, a pesar de ser todavía
importante, también ha ido disminuyendo con el tiempo. La aceptación en Damasco de la
resolución 242 significó el reconocimiento de facto de Israel y la renuncia a una Gran Siria que
incluyera Palestina. Sin embargo, el régimen sirio hizo bandera de su solidaridad con los
palestinos, tanto por su utilidad en la legitimación de sus aspiraciones de liderazgo

213
del mundo árabe, como por la propia ideología del régimen y el sentimiento de la población del
país. Este vínculo con los palestinos lo rompió Arafat en Oslo, pero el enfrentamiento por el
territorio permanece. La conquista israelí de los Altos del Golán en 1967 creó un problema más
grave que la conquista del Sinaí en los mismos días. El Golán es percibido en buena parte de la
sociedad y de los grupos políticos israelíes como una cuestión básica de seguridad. Además, los
colonos judíos en los territorios ocupados se han constituido en un poderoso grupo de presión que
se niega a la devolución del Golán. En Siria, la recuperación de los Altos del Golán es una cuestión
de seguridad nacional y de honor. Ningún gobierno podría renunciar al Golán y permanecer en el
poder. Así, tras la desvinculación del problema palestino del conflicto sirio-israelí, la solución sólo
puede pasar por un cambio en Tel Aviv de la percepción de sus intereses, según el cual la
seguridad se ganaría con la paz con Damasco y la normalización de las relaciones sirio-israelíes.
Mientras, la disputa continuará abierta no sólo con Siria, sino también con Líbano, que se ha
convertido en un apéndice de la política exterior de Damasco.
El conflicto palestino-israelí, en un principio, surge de las aspiraciones de dos pueblos a la
construcción de un Estado en el mismo territorio. Este enfrentamiento es una consecuencia del tipo
de nacionalismo que se esconde en el sionismo, ligado a los principios más rancios del
nacionalismo europeo de entreguerras. Como hemos visto, el sionismo se inspira en el
nacionalismo "volkista", en el sentido de comunidad de sangre, de la Europa Central y Oriental.
Así, es necesario señalar la incongruencia implícita en el sionismo al utilizar los mismos
argumentos ideológicos que el antisemitismo europeo de infausta memoria: la identificación del
Estado/Superestructura política con la Nación y no con la ciudadanía; y la pertenencia del
Estado/Territorio a la Nación, con la que tiene un lazo histórico-espiritual, y no a sus habitantes.
Así, al proponer una solución al problema judío y manifestar que la "Tierra de Israel" (Palestina)
era el hogar nacional del pueblo judío, se estaba dando la razón a aquellos que afirmaban que los
judíos constituían un cuerpo extraño en cualquier otro Estado.
La defensa sionista de los derechos de nación judíos por encima de los derechos de
residencia de los árabes palestinos, supusieron durante mucho tiempo un ataque del nacionalismo
más retrógrado a la concepción liberal de los palestinos de lo que tenía que ser Palestina: un Estado
democrático para todos sus ciudadanos, independientemente de sus creencias o adscripción
comunitaria. Paradójicamente, para ser escuchados tanto por Israel como por la comunidad
internacional, los palestinos tuvieron que adoptar una óptica nacionalista-etnicista y proponer un
Estado para el pueblo palestino. Se vieron obligados a retomar un vocabulario ideológico del que
Occidente, y especialmente Europa, no sólo está intentando alejarse, sino que además está
comprobando todo el peligro que conlleva.
La única forma de justificar la partición de Palestina y la expulsión de los palestinos del
actual Estado de Israel era aceptar, y obligar a los palestinos a aceptar, los razonamientos
ideológicos del nacionalismo sionista, lo que tanto Europa como Estados Unidos no dudaron en
hacer, a pesar de contradecir los principios liberales en los que se basan sus sistemas políticos. De

214
esta forma, la construcción del nacionalismo palestino es una renuncia que surge de la derrota y de
la imposibilidad de recuperar las tierras y casas perdidas en 1948. El nacionalismo palestino era
necesario para aceptar la partición y la reclamación de un Estado propio en una pequeña parte de
Palestina: la Franja de Gaza, Cisjordania y Jerusalén Este.
Sin embargo, en Israel la percepción del nacionalismo palestino es otra muy distinta. La
aspiración a toda la "Tierra de Israel" convierte la reivindicación nacional palestina en una
amenaza directa. Durante mucho tiempo, desde la sociedad israelí, el conflicto se continuó viendo
como un juego de suma cero, a pesar de las renuncias palestinas. La construcción de un Estado
palestino implicaba la cesión de parte del territorio reclamado por los judíos. No obstante, los
recientes cambios en la percepción de sus propias necesidades en algunos sectores de la sociedad
israelí han hecho que, para estas capas de la población, la incompatibilidad entre el nacionalismo
palestino y el sionismo sea menor, lo que ha abierto algunas puertas a la paz. En el laborismo, la
ocupación territorial más allá de la Línea Verde ha dejado de ser un objetivo central. Los intereses
básicos de la política laborista se han desplazado con la globalización del sistema internacional.
Aun así, los conflictos con los árabes continúan siendo un elemento ineludible en su política
exterior por las repercusiones que tienen a todos los niveles. En contraste, en el Likud y el
revisionismo sionista, la ocupación y colonización de Eretz Israel aún forman parte de la base
ideológica del Estado, de su razón de ser, por lo que todavía hoy están asociadas al interés
nacional, junto a la pervivencia de Israel.

Establecimiento de la paz y consolidación de la paz

Los investigadores en resolución conflictos acostumbran a coincidir en la distinción de dos


conceptos: "establecimiento de la paz" y "consolidación de la paz", y en la importancia de los dos
para un proceso de paz. Se puede poner fin a la beligerancia con la rendición de una de las partes;
sin embargo, la paz sólo se puede construir con la negociación entre iguales y la creación de
puentes de confianza.
En su Programa de Paz1, Boutros-Ghali insistía en la distinción entre estas dos etapas en un
proceso de paz. El entonces Secretario General de Naciones Unidas definía el establecimiento de la
paz como las medidas encaminadas a que las partes hostiles se pongan de acuerdo,
fundamentalmente por medios pacíficos como los establecidos en el Capítulo VI de la Carta de
Naciones Unidas. Mientras que la consolidación de paz la entendía como una etapa posterior al

1 Boutros-Ghali, B. (Secretario General). (31 de enero de 1992). Un programa de paz. Informe del
Secretario General. Nueva York: Naciones Unidas, y Boutros-Ghali, B. (Secretario General) (3 de enero de
1995) Supplement to an agenda for Peace: position paper of the Secretary-General on the occasion of the
fiftieth anniversary of the United Nations. Nueva York: Naciones Unidas. Aquí usamos el concepto de
consolidación de la paz también como construcción de la paz, en el mismo sentido que Boutros-Ghali
cuando habla de la "consolidación de la paz como la construcción de un nuevo clima" (Boutros-Ghali
op.cit. (1992: # 57)).

215
conflicto destinada a fortalecer las estructuras que tenderán a reforzar y consolidar la paz para
evitar que se reanude el conflicto. Los instrumentos a usar en una y otra etapa son distintos, de la
misma forma que lo son el contexto y los objetivos. El establecimiento de la paz se debe hacer en
un marco básicamente político-militar y, por esta razón, los instrumentos propuestos son sobre
todo los clásicos: diplomáticos, jurídicos, políticos y militares. Como hemos visto, en el conflicto
árabe-israelí los condicionantes políticos y militares han dominado el proceso hasta el
establecimiento de las paces y no ha sido posible activar mecanismos de cooperación en un sentido
funcionalista. La política de poder en las relaciones entre los actores, y el equilibrio de fuerzas
totalmente favorable a Israel, impedía el desarrollo o la efectividad de otros instrumentos que no
fueran los clásicos. Es más, Israel no tenía ninguna necesidad de negociar y ceder en alguno de sus
objetivos, pues la mejor alternativa para sus intereses se encontraba fuera de la negociación, en los
instrumentos militares.
El pragmatismo en el débil no es otra cosa que un ejercicio de renuncias, doloroso, pero
inevitable al no estar en situación de poner condiciones. El principal escollo para la paz está en la
actitud del fuerte, ya que cuando se tiene el poder para avanzar en la consecución de los objetivos
inmediatos, es muy difícil desistir en pro de ventajas lejanas. La única forma de asegurar que las
dos partes acudirán a la negociación con una actitud constructiva, es consiguiendo que ambas
perciban el statu quo como contrario a sus intereses, y que la relación de fuerzas esté lo bastante
equilibrada como para que puedan afectar esta percepción en el otro.
La paz de Camp David supuso el fin de la beligerancia entre Egipto e Israel, pero no inició
un proceso de paz. En Camp David se daban las condiciones para negociar una paz verdadera: la
incompatibilidad entre los objetivos de las dos partes había disminuido a niveles negociables; tanto
Israel como Egipto creían que debía haber cambios en el statu quo; y los dos países tenían fuerza
suficiente para negociar de igual a igual la devolución del Sinaí. Sin embargo, Israel rechazó
dialogar en las mismas condiciones sobre el problema palestino, el corazón del conflicto, y Egipto
no tenía la fuerza suficiente para imponer un trato igualado en aquella cuestión, por lo que fue
imposible entrar en un proceso de normalización de relaciones y la paz egipcio-israelí se quedó en
una paz fría.
El caso jordano es distinto. La paz entre Amman y Tel Aviv fue posible porque desapareció
la incompatibilidad de intereses entre las dos partes. La impotencia de Amman ante la
intransigencia israelí hizo imposibles todos los intentos de forzar una paz aceptable para la
monarquía hachemí. La debilidad jordana ante los israelíes y los palestinos forzó importantes
cambios en sus objetivos. La renuncia de Jordania a los territorios palestinos redujo la beligerancia
a un nivel ideológico en la opinión pública del Estado árabe, un obstáculo que se pudo salvar
cuando Arafat reconoció a Israel y negoció su paz separada. Sin embargo, también en este caso, la
pervivencia del conflicto palestino-israelí impide la consolidación de la paz.
Las relaciones sirio-israelíes nos ofrecen un modelo muy distinto. El Estado judío está
dividido ante la paz con Siria. Tanto Likud como laboristas perciben la incomodidad del statu quo,

216
pero mientras los segundos están dispuestos a algunas concesiones importantes para negociar la
paz, los primeros todavía creen que los intereses en el Golán justifican el mantenimiento de la
situación. Damasco, por su parte, es consciente de que tiene la fuerza suficiente para influir sobre
la percepción israelí del statu quo, pero no para conseguir una solución acorde a sus intereses, por
lo que prefiere esperar a que crezca el desasosiego israelí por los choques armados en la frontera
norte y por la persistencia del estado de guerra con Siria y Líbano.
La negociación sobre la cuestión palestina se plantea sobre una base diferente. Solucionar un
conflicto de forma que permita construir un futuro pacífico exige pragmatismo en la parte más
débil en el momento de plantear sus objetivos. En la parte más fuerte, exige un análisis de sus
intereses a largo plazo, en el que se puedan apreciar plenamente los beneficios de la paz, y una
cierta dosis de generosidad para poder tener en cuenta las necesidades mínimas aceptables del
contrincante. Además, en conflictos de estructura compleja como el árabe-israelí, no se puede
marginar el núcleo de la disputa, pues sin solucionarlo no se podrá construir la paz. Si una de las
partes no responde a estas condiciones se podrá terminar con la beligerancia, pero el conflicto
subsistirá pues los objetivos de unos y otros no habrán cambiado y continuarán siendo
incompatibles.
El proceso de paz en el caso palestino-israelí, no se inició porque hubiera cambios en la
relación de fuerzas que obligaran a Israel a negociar; comenzó, sobre todo, porque factores
exógenos provocaron un cambio de percepción del statu quo en algunos sectores de la sociedad
israelí. Arafat, al acabar con la Intifada, levantó la poca presión que sentía Israel en la ocupación de
Gaza y Cisjordania. Mucho antes, el abandono de la presión militar por parte de los Estados árabes,
y de la lucha armada por parte palestina, ya había congelado la desigual relación de fuerzas entre
Israel y los árabes. Por estas razones, las negociaciones de Tel Aviv con la OLP sólo se están
produciendo porque algunos sectores israelíes creen que para defender sus intereses necesitan
solucionar el problema palestino y terminar con el conflicto con los árabes. Arafat no tiene
prácticamente ninguna influencia ni en el statu quo ni sobre Israel, por lo que las concesiones del
gobierno israelí dependerán básicamente de su adecuación con el sistema global, no con las
demandas palestinas, y de la fuerza en el interior de Israel de partidarios y contrarios a negociar la
paz. La política de Tel Aviv ante los Territorios Ocupados palestinos es resultado principalmente
de los equilibrios domésticos israelíes, no de las relaciones de poder en el sistema israelo-palestino
ni de su posición en el sistema internacional. Por esta razón, se ha convertido en un factor de
división de la sociedad de Israel, y no de unión alrededor de un interés nacional que se interpreta de
dos formas muy distintas. De esta forma, lo máximo que podrá conseguir la Autoridad Palestina
será aquello que quieran conceder los laboristas cuando estén en el gobierno, teniendo en cuenta
que se verán sometidos a una fuerte presión por parte de la derecha sionista que reducirá aún más
las cesiones. Y, lo mínimo, será lo que las presiones laboristas, no las palestinas, consigan arrancar
de un gobierno del Likud y otros grupos ultranacionalistas o religiosos.
La paz resultante será tremendamente inestable, pues estará sometida a la tensión permanente

217
de dos polos contrarios: el revisionismo sionista y los palestinos. La negociación, en estas
condiciones, surge de la coincidencia parcial en los objetivos de un sector israelí y de los
palestinos. Se trata de una coincidencia de mínimos, de la que quedan fuera la gran mayoría de
cuestiones pendientes. Así, de ninguna forma podemos afirmar que nos encontramos ante un
proceso de paz entendido como "construcción de la paz", sino que se trata de un proceso para hacer
una paz que la parte más fuerte interpreta como una concesión. El conflicto continúa abierto. La
incompatibilidad de objetivos entre un sector de la sociedad israelí y los palestinos todavía es total,
y con el otro sector israelí sólo ha disminuido en algunas cuestiones parciales.
En este contexto de superioridad total israelí, la presión para forzar la aproximación de Tel
Aviv hacia una paz más constructiva solamente podía llegar desde Estados Unidos, que es el único
actor exterior con influencia en la dinámica del conflicto. Sin embargo, Washington renunció hace
mucho tiempo a presionar a Israel. La irresponsabilidad de Estados Unidos y los Estados europeos
en el conflicto árabe-israelí se dejó sentir al permitir la colonización de los territorios ocupados en
1967 y al no intentar equilibrar la relación de poder en Oriente Medio para forzar a Israel a
negociar. La irresponsabilidad israelí se manifiesta en su incapacidad para hacer prevalecer sus
intereses a largo plazo sobre los objetivos inmediatos y sobre los rescoldos de la ideología sionista
más rancia. La irresponsabilidad de Sadat se expresó en una paz separada que anuló
completamente la fuerza árabe sin haber solucionado el núcleo del conflicto con Israel. Y la
irresponsabilidad de Arafat fue desarmar a los palestinos y dejarlos solos ante el enemigo sionista.
Las renuncias de Arafat en Oslo, y su aceptación del plan Gaza y Jericó primero, están
inspiradas en el viaje de Sadat a Jerusalén. Como el egipcio en aquella ocasión, era una forma de
decir a los israelíes que era el único interlocutor viable y que quería hacer la paz. Pero, esto mismo,
Sadat lo hizo tras la guerra de octubre de 1973 y con la fuerza suficiente para conseguir su objetivo
básico: el Sinaí. Arafat, en cambio, lo hizo desde la debilidad y gastando los pocos ases que tenía -
la Intifada, la negociación conjunta con los países árabes del frente y la paz con Israel- en la
primera jugada.
El conflicto árabe-israelí permanecerá abierto mientras el proceso de paz no se asuma como
la construcción de la paz y no como la negociación de una rendición. Boutros-Ghali escribía:
"Después de una guerra internacional, la consolidación de la paz tras el conflicto
puede asumir la forma de proyectos concretos de cooperación que asocien dos o
más países en una empresa de beneficio mutuo que no sólo contribuya al desarrollo
económico y social sino también a aumentar la confianza que es tan fundamental
para la paz. Se me ocurren, por ejemplo, proyectos en los que los Estados
trabajaran juntos para desarrollar la agricultura, mejorar el transporte o utilizar los
recursos que necesitasen compartir como el agua o la electricidad (...)"2.

Los recursos hídricos compartidos, unidos a una creciente carestía, pueden ser un motivo de
conflicto, pero, por sus mismas características, también pueden ser un estimable instrumento para
estructurar la paz en un sentido funcionalista. Como hemos visto, las propuestas en este sentido

2 Boutros-Ghali op.cit. (1992: # 56).

218
han fracasado por darse en un contexto de establecimiento de la paz en el que las variables
políticas y militares dominan el proceso.
Será sobre todo la actitud de Israel a la hora de afrontar los conflictos la que marcará el
desarrollo del futuro del proceso de paz en la región. Tel Aviv puede mantener la política de poder
imponiendo soluciones basadas exclusivamente en sus intereses. O puede aceptar las propuestas de
soluciones cooperativas, siguiendo el camino indicado por los funcionalistas, que sirvan para crear
puentes de confianza, y avanzar y consolidar el camino de la paz. Así, el conflicto por los recursos
hídricos puede ser un indicador útil, y casi inevitable, sobre el futuro de la paz en la zona.

219
PARTE SEGUNDA. AGUA Y CONFLICTO EN LAS CUENCAS DE LA
PALESTINA HISTORICA

221
V. LOS RECURSOS HIDRICOS EN EL CONFLICTO ARABE-ISRAELI

1. Los objetivos hidrológicos sionistas: el inicio del conflicto por los recursos hídricos

"Las fronteras (del Hogar Nacional Judío) no deberían ser trazadas exclusivamente
sobre los límites históricos (bíblicos) (...) Nuestras pretensiones hacia el norte
están imperativamente dictadas por las necesidades de la vida económica moderna
(...) Todo el futuro económico de Palestina depende de su aprovisionamiento de
agua para el regadío y para la producción de electricidad." (Chaïm Weizmann,
1919)1.

Esta carta de Weizmann, escrita en unos momentos decisivos para la historia de Oriente
Medio, no era un hecho aislado ni inusual en las relaciones de los británicos con el movimiento
sionista. Pocos años más tarde y en el mismo contexto histórico, ante la Conferencia de Paz de
París, Weizmann diría que los sionistas pretendían crear en Palestina un Estado "que había de ser
tan judío como Inglaterra inglesa". Para conseguir esta "judaización" la ocupación de la tierra era
un primer paso esencial y debía ser real y efectiva. Así, la agricultura pasaba a ser un objetivo
primordial en la estrategia sionista con dos intenciones: poseer y controlar físicamente el territorio,
y asegurar la autosuficiencia alimentaria.
El lazo entre el sionismo y la tierra se estrechó con la segunda aliya2. Muchos de los
inmigrantes judíos que llegaron a principios de siglo a Palestina eran jóvenes socialistas, y fueron
ellos los que establecieron las bases de los ideales socialsionistas y las instituciones del laborismo
israelí. Entre estas instituciones estaban los asentamientos comunales de colonos judíos, los más
conocidos de los cuales eran los kibbutz. Estos asentamientos estaban impregnados del espíritu del
pionero colonial fronterizo, y respondían a diversas necesidades, tanto económicas como políticas
y de seguridad. Uno de los objetivos sionistas era la autosuficiencia del Yishuv, con lo que la
agricultura, y con ella las colonias agrícolas, jugaba un papel fundamental. Estas colonias también
servían para facilitar la integración de nuevos inmigrantes que huían de Europa. A medida que la
desconfianza árabe se hizo más patente, y los choques entre las dos comunidades aumentaron, los
kibbutz se convirtieron además en puestos adelantados de seguridad. De hecho, el núcleo del
ejército ilegal sionista, la Haganah, y de su cuerpo de elite, el Palmah, estaba formado por
miembros de los kibbutz. Dada la importancia de estas colonias en todos los sentidos, los
miembros de los kibbutz pasaron a constituir la elite política y militar del Yishuv y del nuevo

1 Carta escrita en 1919 por Chaïm Weizmann, presidente de la Organización Sionista Mundial y
futuro primer presidente de Israel, y dirigida al Primer Ministro británico David Lloyd George (citada por
Chesnot, C. (1993: 167) La Bataille de l'eau au Proche-Orient. Paris: L'Harmattan).

223
Estado, lo que, por su parte, fortaleció también al lobby agrario en Israel hasta el punto de
confundirse los intereses agrícolas y las políticas gubernamentales en este sector3.
La cooperación entre los británicos y el movimiento sionista es muy anterior a la Primera
Guerra Mundial. En el año 1867 la "Palestine Exploration Fund" envió un grupo de expertos e
ingenieros para estudiar los recursos naturales de la zona, incluyendo el agua. El informe que
publicaron en 1871 contenía la primera referencia a la posibilidad de que Palestina y el Negev
absorbieran una inmigración de millones de personas desviando agua del norte de Palestina hacia
el sur4. En el año 1903 se propuso un nuevo proyecto, también a iniciativa del movimiento sionista,
desde la perspectiva del Nilo. El gobierno británico, de acuerdo con los sionistas, envió un comité
técnico para analizar si era posible desviar agua del Nilo hacia el Sinaí para establecer allí colonias
judías. Herzl intentó llegar a un acuerdo con el gobierno egipcio para utilizar las tierras del Sinaí
durante un período renovable de 99 años. El gobierno no aceptó pues vio la desviación de agua
como una amenaza para el futuro agrícola egipcio5. Era evidente que el agua era un elemento clave
para la futura colonización judía y que las opciones eran pocas: las fuentes del Jordán, el Litani y el
Nilo.
La inmigración judía de principios del siglo XX se guió principalmente hacia las áreas del
norte, cerca de las fuentes del río Jordán, del lago Tiberiades y del Ghor Beisan6. No era una
casualidad, sino un primer paso hacia el control del agua de la zona dirigido por la organización
sionista y financiado por Rothschild7. Weizmann, en una carta a Lord Curzon, entonces secretario
del Foreign Office, dejaba claro que las aspiraciones de los sionistas no se limitaban a la Palestina
histórica, sino que se extendían hasta los ríos Litani y Yarmuk y sus respectivas cuencas8. Sin
embargo, la Conferencia de Paz de París rechazó las demandas sionistas por la oposición de
Francia, potencia ocupante de Siria y Líbano9.
La colonización judía, iniciada bajo el dominio otomano, recibió un fuerte impulso con el
Mandato británico. Entre 1914 y 1917 el número de colonias judías pasó de 47 a 200, y entre 1922
y 1947 la población judía de Palestina creció de 84.000 (sobre 668.000 árabes) a 600.000 (sobre
1.230.000 árabes). La colonización trajo consigo la compra de tierra, que fue particularmente
dolorosa para los jornaleros y campesinos árabes, sobre todo cuando la adquisición corría a cargo

2 La segunda gran migración judía hacia Palestina se dio entre 1904 y 1914. Cerca de 40.000
hombres y mujeres escaparon de Rusia huyendo de los pogroms.
3 Rouyer, A.R. (1996: 32-34) "Zionism and water: influences on Israel's future water policy during
the pre-state period". Arab Studies Quarterly. 18(4).
4 Kahhaleh, S. (1981: 9) "The Water Problem in Israel and Its Repercussions on the Arab-Israeli
Conflict". IPS Papers. 9.
5 Riyadh, M. (1985: 10) "Israel and the Arab Water in Historical Perspective", en A. M. Farid & H.
Sirriyeh (eds.), Israel and Arab Water London: Ithaca Press.
6 Orilla occidental del Jordán bajo el lago Tiberias.
7 Kahhaleh op.cit. (1981: 9).
8 Ver mapa "La ‘Palestina’ reclamada por la Organización Sionista Mundial en 1918-1919".
9 El acuerdo Sykes-Picot (1916) dejaba el río Banias y la orilla este del lago Tiberias en el territorio
sirio y los ríos Hasbani y Litani en Líbano.

224
del Fondo Nacional Judío (Keren Kayyemet Le-Yisrael). Los estatutos del Fondo Nacional Judío,
ligado a las instituciones sionistas y con un programa político muy claro, estipulaban que las tierras
compradas se convertían en propiedad inalienable del pueblo judío, los colonos se comprometían a
no trabajar con mano de obra no judía, y la tierra se debía entregar libre de habitantes y de
arrendatarios. De esta forma se consiguió que fueran los latifundistas árabes y europeos quienes
llevaran a cabo las primeras expulsiones de árabes palestinos10.
Esta "judaización" del territorio, que se completó con la conquista y la expulsión de la
población árabe ya que la compra de parcelas era claramente insuficiente, se basaba en algunos de
los principios ideológicos que fundamentaban el sionismo. Por una parte, la idea religiosa del
pueblo escogido que había recibido la tierra prometida. Según este principio la tierra de Israel
pertenece a todo el pueblo judío y no puede escapar a esta propiedad colectiva. Por otra parte, las
ideas socializantes de los pioneros, que en muchos casos escapaban de situaciones de grandes
injusticias en lo que se refiere a la propiedad agraria, también favorecían la colectivización.
Finalmente, la socialización de la propiedad y el ideal pionero de la construcción física y real del
nuevo Estado, también jugaban un papel importante en la construcción de la nueva identidad
nacional israelí, en la que se unían muchos colectivos que, a pesar de su raíz común judaica, eran
muy distintos entre sí11. Este principio pionero se sustentaba en uno de los mitos fundacionales del
sionismo: la floración del desierto, que, como todos los mitos, se revelaría falso12.
El aumento de la población no supuso sólo una mayor presión sobre la tierra y la vida
económica, también lo fue sobre los recursos hídricos. Muy pronto las estimaciones de las
necesidades de agua de la población local, en oposición a las de los recién llegados, se convirtieron

10 Fenaux, P. (1992: 15, 16) Moyen-Orient. Les dossiers de la paix. Bruselas: GRIP. De todas
formas, no se debe magnificar el proceso de compra territorial por parte de los sionistas, pues no se puede
construir un Estado comprando la tierra parcela a parcela. En 1947, en el momento que Naciones Unidas
adoptó la resolución 181 con el plan de partición, la propiedad judía del suelo tan sólo se extendía al 6% de
Palestina. Y el Fondo Nacional Judío tan sólo poseía la mitad de este pequeño porcentaje.
11 Rouyer op.cit. (1996: 26-29). Este lazo entre la construcción del Estado y la identidad nacional
israelí es uno de los elementos que ha debilitado la cohesión de Israel. Los padres de la patria, los pioneros
y sus descendientes, pertenecen en su mayoría a la comunidad askenazi y constituyen la elite política,
económica y militar del país. En cambio, el resto de comunidades judías que inmigraron a Israel tras la
fundación del Estado se sienten como ciudadanos de segundo orden. Y, a nivel de identidad, o es más débil
su identificación con el Estado sionista o, por el contrario, trasladan esta dimensión constructora del Estado
a la expansión a los territorios todavía no colonizados, lo que los acerca al revisionismo sionista del Likud
y los grupos de colonos radicales.
12 A los comentarios anteriores sobre la falsedad del mito fundacional del desierto que el sionismo
hizo florecer (ver también George op.cit. (1979)), cabe añadir otro de los fenómenos sicológicos que
seguramente apoyaron en mito en la inmigración judía askenazi: la percepción de desolación en el paisaje y
de dureza en el trabajo campesino que tenía una gente que procedía del centro y del este de Europa y que
no estaba acostumbrada a las tierras áridas de Oriente Medio y, en muchos casos, tampoco al trabajo en el
campo. Para los campesinos del lugar el cultivo de la misma tierra no provocaba ninguna percepción de
heroicidad, a diferencia de los judíos europeos que se sentían pioneros en un entorno inhóspito.

225
en una cuestión política en el debate sobre la inmigración en Palestina13. El debate se centró en una
serie de diseños técnicos preparados por las distintas partes. Los planes tenían una doble
dimensión: estimar los recursos disponibles y proponer métodos para optimizar su uso, pero no
había acuerdo en ninguno de los dos aspectos.
Los proyectos más importantes fueron el Plan Ionides (1939) -ingeniero británico que
trabajaba para el gobierno de Transjordania- para los jordanos, y el Plan Lowdermilk (1944),
concretado técnicamente en el Plan Hays-Savage (1948), para los sionistas. Mientras que el
primero negaba que hubiera suficientes recursos para mantener un nuevo Estado basado en la
inmigración, el segundo afirmaba que había bastante agua para 4 millones de inmigrantes judíos
además de los 1,8 millones de árabes y judíos que ya habitaban la región. La diferencia estaba en
dos elementos claramente desestabilizadores del Plan Lowdermilk: la utilización del Litani, un río
que no forma parte de la cuenca del Jordán y que no es internacional, pues nace y muere dentro de
Líbano; y el desvío del agua del Jordán-Yarmuk fuera de la cuenca natural del sistema, hacia la
llanura de la costa y el Negev14. Posteriormente, nuevos proyectos israelíes como el Plan Cotton
(1954) insistieron en la explotación compartida del río Litani. De hecho, el Plan Lowdermilk-Hays
se convirtió en la guía de los futuros diseños hidrológicos israelíes.
Ionides recordaba que, a finales de los años treinta y principios de los cuarenta, la comisión
que preparó el informe sobre los recursos hídricos en Palestina y Transjordania rechazó la partición
de Palestina, alegando como una de las razones principales que no era cierto que hubiera vastos
recursos sin utilizar en la zona, y basó su argumentación contra el Plan Lowdermilk-Hays en dos
elementos principales:

1. El punto de partida de la política sionista era que en Palestina había tierra y agua
suficientes para los árabes y para la inmigración judía, mientras que los árabes afirmaban
que esto era un mito, tal y como habían demostrado los estudios británicos.

2. El plan Lowdermilk-Hays estaba diseñado para favorecer a las zonas de


asentamiento judío, mientras que los árabes eran considerados como legatarios residuales
que recibirían los remanentes de agua tras el desvío de los recursos de la cuenca superior
del río hacia la costa y el Negev.15

13 Naff, T. y Matson, R.C. (1984: 30) Water in the Middle East. Conflict or Cooperation? Boulder y
Londres: Westview Press. De hecho, este debate se cerró con la expulsión de la mayor parte de los
palestinos del Estado de Israel recién creado, pero se volvería a abrir cuando los recursos hídricos llegaron
al límite. En la actualidad, el debate sobre la capacidad absortiva de la región palestina y la insuficiencia de
los recursos hídricos se reabre en su dimensión política cuando se discute el derecho al retorno de los
refugiados palestinos.
14 El Plan Lowdermilk, publicado en un libro cuyo título ya era un manifiesto de su filosofía:
Palestine, Land of Promise (New York: Harper, 1944), se concretó en el proyecto del ingeniero James B.
Hays en 1948.
15 Ionides, M.G. (1953: 155-157) “The Disputed Waters of Jordan”. Middle East Journal. 7(2).

226
La disputa por Palestina y sus recursos, desde el punto de vista árabe, se presentaba como un
juego de suma cero, tanto en lo referente a la tierra como al agua. Ante esta situación, la población
árabe palestina también veía con temor como la creciente inmigración judía iba acompañada de un
mayor poder, tanto político como militar, por lo que los proyectos sionistas eran todavía más
peligrosos al ser realizables y al avanzar en forma de concesiones de las autoridades mandatarias
británicas. Desde la perspectiva sionista, en un inicio, el conflicto por el agua se veía como un
juego de suma variable al querer hacer entrar en la baza las fuentes exteriores a la región. Sin
embargo, esta percepción contradecía la que se tenía de la disputa por la tierra, en la que era
evidente que lo que podían ganar los sionistas debía ser arrebatado a los árabes, y contradecía
también la realidad política de la región, en la que el uso de los recursos estaba directamente ligado
a su control o conquista. No se podía separar el agua de los otros elementos del conflicto, sobre
todo la conquista territorial. Así, también en la lucha por los recursos, si unos ganaban, los otros
tenían que perder.
Paralelamente al debate continuaron las presiones sobre Londres. La estrategia sionista se
planteó dos objetivos esenciales: obtener concesiones para explotar recursos en el futuro, e impedir
el acceso de los árabes a recursos que afectaran a sus proyectos. Estas presiones dieron resultado en
concesiones británicas sobre la explotación de los ríos Yarkon y Kishon (Awja y Muqatta), la
desecación de los pantanos del valle de Hulah y la "concesión Rothenberg".
Los ríos Yarkon i Kishon (Awja y Muqatta) están situados al norte de Jaffa-Tel Aviv y de
Haifa respectivamente. Al inicio de la concesión sobre los ríos, las compañías judías limitaron su
explotación al consumo doméstico, pero de éste se pasó al regadío de áreas cada vez mayores,
limitándose, así, el consumo de la población árabe. La concesión sobre los pantanos de Hulah se
plasmó en forma de presiones sobre los antiguos concesionarios, libaneses, para obligarles a
abandonar la zona y a vender sus derechos a los judíos en 1934. Este proyecto no era nuevo, pues
ya entraba en los planes de Lord Rothschild para la colonización de Palestina (1910), pero no fue
hasta 1951 que se pudo llevar a cabo en toda su extensión. Este año, Israel bombardeó diversos
pueblos árabes y expulsó a los habitantes de Barkara, Na'ima y Mazra'at al-Khuri, provocando las
protestas de Siria ante el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Damasco consideró que
era una violación de la zona desmilitarizada instaurada en los acuerdos de armisticio de 1949. No
obstante, a pesar de que el Consejo de Seguridad dio la razón a Siria en su reclamación, el
comandante de los observadores de NNUU permitió a los israelíes que continuaran los trabajos en
el valle de Hulah. Con este proyecto Israel ganó 60.000 dunams: 20.000 para los colonos ya
asentados, 20.000 para la Hulah Explotation Company y 20.000 para crear nuevos asentamiento de
colonos, el más importante de los cuales fue el de Kiryat Shmona16.
Rothenberg era el director de la Palestine Electric Corporation que recibió, de manos de la
potencia mandataria, la concesión sobre el uso del agua del Yarmuk para generar energía eléctrica.

16 Kahhaleh op.cit. (1981: 10-11, 16-18).

227
Rothenberg también presidió el Consejo Nacional de los Judíos de Palestina. El Reino Unido,
después de rechazar la solicitud de un árabe cristiano de Belén, entregó a un sionista los derechos
sobre el agua que alimentaba la Transjordania y la Cisjordania, zonas que no podían ser
colonizadas por los judíos y sin prácticamente población judía, dándole el poder de veto sobre su
desarrollo futuro. La concesión aún es más peculiar si se tiene en cuenta que quien la concedió, Sir
Herbert Samuel, más tarde sería él mismo presidente de la Palestine Electric Corporation17.
La concesión Rothenberg es un caso paradigmático de la estrategia sionista en la
colonización de Palestina18. Pinchas Rothenberg era un ingeniero nacido en Ucrania que emigró a
Palestina en 1919 para colaborar con los británicos en cuestiones como la delimitación de las
fronteras del mandato. Sin embargo, pronto centró su atención en los recursos hídricos de la región
y en su utilización para generar energía eléctrica. En sus primeros informes para el Colonial Office
ya abogó por la explotación de toda el agua del área, incluyendo el río Litani y todos los afluentes
del río Jordán, para el regadío y la producción hidroeléctrica.
Rothenberg defendió la producción de electricidad como un instrumento para colonizar la
Palestina rural y para el desarrollo a gran escala del Yishuv, además de procurar un importante
instrumento de control a los sionistas, pues la concesión Rothenberg debía dar el monopolio de la
producción y distribución de energía hidroeléctrica en Palestina a la Palestine Electric Corporation.
Además, la propia central eléctrica se convertía en una palanca para forzar el avance de la
colonización y de la expansión territorial, ya que Rothenberg, siguiendo las directrices sionistas,
sólo admitía mano de obra judía y se enfrentó a los problemas de seguridad de las instalaciones
asentando a una importante comunidad judía en la zona de la desembocadura del Yarmuk al sur del
Tiberiades19. De la misma forma que en el regadío, la concesión Rothenberg nos permite apreciar
con claridad la estrecha conexión entre el agua, la ocupación territorial sionista, la colonización y
la seguridad, hasta el punto que es difícil diferenciar los objetivos de la política israelí en cada uno
de estos ámbitos. El control del agua debía permitir el riego y la producción de energía, y así
extender la colonización y el control territorial. Al propio tiempo, la colonización de los nuevos
territorios se convertía en el primer baluarte defensivo y la punta de lanza de la expansión
territorial, y el desarrollo económico permitía la inmigración de un mayor número de judíos, lo
que, a su vez, hacía posible una mayor expansión y ocupación territorial, creándose una espiral que
sólo podía detenerse con el temor y la oposición de la población árabe de Palestina que se veía
desplazada por la colonización sionista.

17 Arab Palestine Office (1954: 19) Commentary on Water Development in the Jordan Valley
Region. Beirut: Arab Palestine Office.
18 Ver Reguer, S. (1995) "Rutenberg and the Jordan River: A Revolution in Hydro-electricity".
Middle Eastern Studies. 31(4).
19 Rothenberg solicitó 50.000 dunams alrededor del proyecto para los trabajadores y para la
protección de la planta hidroeléctrica (Reguer op.cit. (1995: 701)). Finalmente, la planta eléctrica fue
destruida por un bombardeo israelí, cuando los árabes la capturaron en 1948.

228
Todas estas concesiones suponían una agresión a los derechos de la población árabe. La
concesión Rothenberg, que teóricamente sólo se refería a la producción de energía hidroeléctrica
con las aguas del río Yarmuk y del río Jordán en el punto de confluencia, tenía también otra
dimensión importante respecto al control del agua y la expansión territorial. La ley que garantizaba
la concesión limitaba la capacidad de Transjordania para utilizar las aguas del Yarmuk para regar
el Ghor oriental20. Los transjordanos necesitaban el permiso de la compañía de Rothenberg para
desviar el agua, permiso que jamás se concedió. Los sionistas, de esta forma, consiguieron un
poder de veto sobre el desarrollo agrícola del Valle del Jordán, que se extendía incluso a los
torrentes que desembocaban en el río. La concesión impidió el impulso al regadío, tanto público
como privado, que necesitaba Transjordania para absorber a la población beduina desplazada por
las fronteras con Arabia Saudí21. Por otra parte, con la concesión, Rothenberg quería colocar un pie
en la orilla este del Jordán, que había quedado excluida del territorio en el que los británicos
permitirían la colonización judía22.
Unos y otros intentaron realizar sus planes y defender sus derechos mediante la presión sobre
Londres. Pero, finalmente, el conflicto por el agua, arrastrado por el curso del conflicto político, se
dirimiría de la misma forma que la disputa por la tierra y por la construcción del Estado de Israel:
con la guerra y la conquista militar.

2. La cuestión del agua en la posguerra

La primera guerra árabe-israelí, que supuso la partición de hecho del territorio de Palestina
entre Israel, Transjordania y Egipto, comportó, como se sabe, condiciones mucho más favorables
para Israel que las del Plan de Partición de Naciones Unidas. La guerra de 1948 permitió la
apropiación del suelo por parte del Estado de Israel y del Fondo Nacional Judío. El gobierno del

20 Por ejemplo, el Canal del Ghor oriental proyectado por Ionides ya se hubiera tenido que negociar
con la Palestine Electric Corporation.
21 En el acuerdo de Hadda de 1925, los británicos cedieron a los Saud los pastos invernales de los
que dependía la población nómada beduina y una de las principales fuentes de agua. De los 60 pozos de
Wadi Sirhan, sólo 15 quedaron dentro de la frontera transjordana. El control de Wadi Sirhan habría
permitido doblar la superficie cultivada en Transjordania y dar respuesta a las necesidades de los beduínos,
que habían visto roto su modo de vida nómada por la división política de la región (Dodge, T. y Tell, T.
(1996:170, 172) "Peace and the politics of water in Jordan", en J. A. Allan & J. H. Court (eds.), Water,
Peace and the Middle East London; New York: Tauris Academic Studies).
22 La compra de suelo en el este del río Jordán era un proyecto viejo en el sionismo. En los años
treinta este proyecto estuvo cerca de hacerse realidad, cuando el emir Abdallah de Transjordania,
necesitado de fondos para poder adquirir un mayor margen de autonomía ante el Reino Unido, negoció con
la Agencia Judía el arrendamiento de 70.000 dunams entre el puente Allenby y Shoneh. Sin embargo, al
final las protestas palestinas obligaron a Abdallah a renunciar a la cesión. Por otra parte, Londres no tenía
ninguna intención de favorecer el desarrollo y la independencia económica de Transjordania, pues la
dependencia de Amman de la financiación británica aseguraba la fidelidad de los hachemís y la presencia

229
nuevo Estado creó una Autoridad para el Desarrollo que debía administrar las "propiedades
abandonadas" por los palestinos. En 1954, se estableció una convención que clarificaba las
relaciones del gobierno israelí con la Organización Sionista Mundial y las instituciones que
dependían de ella, incluyendo al Fondo Nacional Judío. Este acuerdo incluyó un memorándum que
extendía la filosofía del Fondo Nacional Judío, la pertenencia perpetua del suelo al pueblo judío, a
todo el suelo de propiedad estatal, alrededor del 75 por ciento del suelo israelí. Así, unida al 18 por
ciento propiedad del Fondo Nacional Judío, la judaización del suelo israelí era prácticamente
total23.
La guerra y la expulsión de la población palestina permitió a los israelíes apropiarse de buena
parte de la tierra. A continuación necesitaron el agua para modernizar los cultivos y, sobre todo,
para cultivar el Negev. De esta forma, siempre según el diseño colonial de limpieza étnica,
proseguía la apropiación de los recursos de Palestina. El desarrollo económico, la modernización y
la construcción del Estado se basaron en la conquista de estos recursos. El agua jugó un papel
fundamental en este proceso, y más si tenemos en cuenta que se trataba de los años de las grandes
“revoluciones verdes” en el mundo.
Las negociaciones de los Acuerdos de Armisticio de 1949 no trataron el problema del agua.
Siria y Líbano no tenían un problema inmediato de carestía ni necesidad de los recursos del Jordán,
pero para la población israelí, jordana y palestina la situación era muy distinta.
Transjordania, que al año siguiente se fusionaría con Cisjordania para crear el Reino
Hachemí de Jordania, tuvo que afrontar uno de los momentos más críticos de su economía.
Alrededor de 450.000 palestinos expulsados de Israel se refugiaron en el territorio jordano. Al ser
la mayoría de los refugiados campesinos y jornaleros, la agricultura fue la única vía para ocuparlos
que no exigía una inversión desmesurada en nueva formación profesional y en bienes de equipo.
Así, el desarrollo agrícola se convirtió en un objetivo central de la política económica jordana, a
pesar de que las perspectivas no eran prometedoras. La agricultura jordana era básicamente de
secano y el terreno con lluvia suficiente para el cultivo es muy limitado: la transición al regadío se
imponía e, imprescindiblemente, la búsqueda de nuevas fuentes de agua24.
El nuevo Estado de Israel se encontró con diversos problemas relacionados con el agua desde
el mismo momento de su creación. Buena parte de su territorio quedaba fuera de la cuenca del
Jordán y tenía gran carestía de recursos hídricos. A pesar de que la población total de Israel no
creció25, las costumbres de los inmigrantes europeos, sobre todo en la agricultura, eran mucho más
consumidoras de agua que las de la población indígena, cosa que incrementó la presión sobre los
recursos.

del Reino Unido en la zona, incluso si los británicos se veían obligados a salir de Palestina (Reguer op.cit.
(1995: 714-715)).
23 Rouyer op.cit. (1996: 30).
24 Naff y Matson op.cit. (1984: 33-35).
25 La expulsión de entre 700.000 y 900.000 palestinos se vio compensada por la inmigración del
mismo número de judíos.

230
La agricultura fue una de las bases del nuevo Estado en el ámbito ideológico, demográfico,
económico y de seguridad: las colonias agrícolas eran la mejor forma de consolidar la población en
áreas dispersas y de crear zonas defendidas. Así, el desarrollo agrícola durante el primer decenio de
Israel tenía tres objetivos principales: la absorción de la inmigración judía, la colonización efectiva
del territorio tras la expulsión de la población palestina y la producción de alimentos26. Sin
embargo, la nueva agricultura israelí era más intensiva en agua que la agricultura tradicional de la
zona y, evidentemente, también más que el desarrollo de un sector industrial. Se puede apreciar,
pues, que la escasez de recursos hídricos no fue un elemento determinante en el momento de
definir el modelo de desarrollo y de consolidación del nuevo Estado de Israel. Por esta razón el
problema del agua crecería en importancia sin que se pudiesen encontrar soluciones basadas en la
limitación del consumo. Incluso mucho más tarde, a finales de los setenta, el agua destinada a la
agricultura todavía se consideraba en términos políticos y no económicos. Algunas voces
continuaban diciendo que desviar agua de regadío hacia el consumo doméstico dificultaría la
política de dispersión de la población y de judaización del territorio, tanto del de Israel como del de
los territorios ocupados en junio de 196727.
Las primeras medidas de Israel respecto al agua fueron legislativas: la nacionalización de los
recursos hídricos y el racionamiento de su uso. El agua quedó bajo la responsabilidad de Ministerio
de Agricultura, hasta 1996, cuando pasó al Ministerio de Infraestructuras28, ayudado por un
comisionado que era el único autorizado para conceder licencias a individuos o grupos para utilizar
el agua, y su administración se dejó en manos de las compañías Mekorot y Tahal. La primera,
creada el año 1937 por la Agencia Judía para planificar el desarrollo hidrológico de Palestina, se
encargó de la implementación y la explotación de los proyectos relacionados con el agua, y fue
remodelada para pasar a ser controlada por el Histadrut29, la Agencia Judía, el Fondo Nacional
Judío y el Estado30. Las dificultades para llevar a cabo todas estas tareas aconsejaron la creación de
una nueva compañía, la Tahal31, para la planificación y el diseño de las políticas hidrológicas. El
accionariado de la Tahal estaba dividido en un 52% del Estado y un 24% de la Agencia Judía y del
Fondo Nacional Judío respectivamente32.

26 Davis, U. (1985: 18) "Arab Water Resources and Israeli Water Policies", en A. M. Farid & H.
Sirriyeh (eds.), Israel and Arab Water London: Ithaca Press.
27 Davis, R.J., Maks, A.E. y Richardson, J. (1980: 5) "Israel's Water Policies". Journal of Palestine
Studies. IX(2).
28 Desde entonces, el Ministerio de Infraestructuras controla el Comisionado para el Agua, Mekorot,
el Servicio Hidrológico, la administración del lago Tiberiades, la política del agua y de aguas residuales, y
los proyectos, excepto los que afecten a la agricultura.
29 Central sindical israelí.
30 En 1995 el Estado compró las otras partes y la compañía pasó a ser totalmente estatal, aunque con
el estatuto de una empresa autónoma que no depende del presupuesto gubernamental.
31 Consejo Nacional de Planificación del Agua.
32 Una somera descripción de la administración israelí del agua se puede encontrar en Rouyer, A. R.
(2000) Turning Water into Politics : The Water Issue in the Palestinian-Israeli Conflict. New York: St.
Martin's Press.

231
Es necesario señalar la importancia de la participación de organizaciones no gubernamentales
en la dirección de estas compañías, pues ayuda a entender la fuerza de algunos grupos de presión a
la hora de definir las distintas políticas. El modelo de organización adoptado nos muestra que la
preocupación no era el ahorro de recursos hídricos, sino el desarrollo agrícola y la colonización del
territorio.

2.1 La planificación unilateral

Las necesidades de Israel y de Jordania y la precariedad del armisticio los llevaron a


planificar unilateralmente la gestión y desarrollo de los recursos hídricos. Israel demostró en estos
años que tenía la capacidad suficiente para hacer respetar el statu quo impuesto por la guerra, y que
no tenía ninguna necesidad de ceder en la negociación lo que había conquistado militarmente. Las
ofertas de Abdallah de Transjordania, Faruq de Egipto y Za’im de Siria, de llegar a acuerdos de paz
y de reconocimiento de Israel a cambio de concesiones territoriales cayeron en saco roto. Respecto
a los recursos hídricos la situación era similar, con lo que el equilibrio de poder y la defensa israelí
de la situación adquirida en la guerra obligaban a las partes a gestionar de forma unilateral los
recursos a los que tenían acceso. Más adelante veremos como las presiones de Estados Unidos
intentaron forzar la cooperación, pero fracasaron al no darse las condiciones necesarias para ello.
Israel formuló un plan de siete años que integraba todos los ámbitos relacionados con el agua
y en un único sistema que coordinaba el suministro a los sectores agrícola, industrial y doméstico.
El primer objetivo era incrementar la producción de agua de 810 Mmc a 1730 Mmc. Los 920 Mmc
suplementarios debían manar de dos fuentes principales: la explotación de las aguas subterráneas,
arroyos y fuentes del interior de Israel -380 Mmc-; y el río Jordán -540 Mmc-33. El proyecto más
importante de este plan era la desviación de agua del Jordán hacia los llanos de la costa
mediterránea y el Negev mediante el Acueducto Nacional (National Water Carrier). Otros
elementos del plan fueron el drenaje del valle de Hulah, el sistema regional Galilea-Kishon y la
explotación de los depósitos de aguas subterráneas. Estos últimos pronto llegaron al límite y la
sobreexplotación creó problemas de salinización.
La pieza central del plan, el Acueducto Nacional, tuvo que esperar por razones financieras y
políticas. Jisr Banat Yaqub, el punto donde se debía desviar el agua del Jordán, estaba situado en la
zona desmilitarizada entre Israel y Siria. Los israelíes temían que las obras provocaran las protestas
sirias y la condena internacional, tal como sucedía con el drenaje de Hulah y la expulsión de los
árabes de la zona34. En Hulah, Israel aplicó desde el primer momento su estrategia de expulsión de
los habitantes árabes y de colonización, lo que provocó una escalada de incidentes que la UNTSO
no fue capaz de frenar. Entre 1951 y 1956 la disputa se centró en los esfuerzos israelíes para
imponer su soberanía sobre estas zonas, con el asentamiento de colonos judíos y la creciente

33 UNRWA (1956: 96) "Special Report on Jordan". Bulletin of Economic Development (Beirut). 14.
34 Beschorner, N. (1992: 19) "Water and Instability in the Middle East". Adelphi Paper. 273.

232
presión o expulsión directa de los habitantes árabes. La política de ocupación territorial y de
hechos consumados para asentar su expansión no se podía separar de los proyectos hidrológicos en
la misma zona. El drenaje de terrenos pantanosos en Hulah implicaba una clara violación del
acuerdo de armisticio, pero sería el proyecto de desvío del agua el que, como veremos, centraría la
máxima oposición árabe y, así, entre 1956 y 1967 el conflicto se centraría en el control del agua35.
El Acueducto Nacional se convirtió inmediatamente en uno de los principales focos de
conflicto entre israelíes y árabes. El punto de toma de agua para el desvío se quería situar en la área
del puente de Banat Yaqub, en la zona desmilitarizada del valle de Hulah entre Israel y Siria36. La
desviación del agua del Jordán suponía un grave aumento de la salinidad del río e imposibilitaba el
regadío de cerca de 300 Km2 del Valle del Jordán: se calcula que el Acueducto ha privado de agua
fresca a un total de 40.000 dunams en Jordania y ha impedido el desarrollo completo de otros
80.000 dunams37. Como hemos visto, el objetivo central sionista en su política hidrológica era
facilitar el aumento de la inmigración y asegurar el control territorial, por lo que el agua se debía
desviar hacia la llanura de la costa y hacia el Negev. Pero estos objetivos, al no haber agua
suficiente para la llanura de la costa y el Negev, por una parte, y para el Valle del Jordán, por otra,
eran claramente contradictorios con los de los árabes, principalmente los de Jordania, que
necesitaban el agua en el Valle del Jordán para asentar a alrededor de 470.000 refugiados
palestinos expulsados de Israel38.
Jordania también inició la planificación del futuro de sus recursos hídricos, sin embargo,
primero debía enfrentarse al problema del control israelí del agua del Jordán. Amman se había
quejado al Consejo de Seguridad de que los trabajos de Israel en el valle de Hulah habían afectado
a la calidad del agua del río y a su caudal. Además, Israel había cerrado en más de una ocasión la
salida de agua del lago Tiberiades, con lo que la salinidad de la cuenca inferior aumentaba hasta el
punto en que no se podía utilizar el agua para regar. Los planes de desarrollo de la agricultura del
Valle del Jordán no se podrían llevar a cabo en esta situación de amenaza permanente al
suministro39.
Los británicos y los estadounidenses tenían dos aproximaciones muy distintas al problema
del desarrollo de los recursos hídricos en Jordania. Los primeros apostaban por iniciativas
limitadas, con personal indígena para llevarlas a cabo y que no necesitaran grandes inyecciones de
capital foráneo. Los segundos, sin embargo, adoptaron una visión ambiciosa de desarrollo

35 Neff, D. (1994: 29-30) "Israel-Syria, Conflict at the Jordan River, 1949-1967". Journal of
Palestine Studies. XXIII(4).
36 Según el Acuerdo de Armisticio Sirio-Israelí de julio de 1949 se crearon tres zonas
desmilitarizadas, de las que se retiraron las tropas sirias a cambio de que la soberanía quedara pendiente de
discusión hasta un acuerdo de paz.
37 Schmida,L. (1985: 27) "Israeli Water Projects and their Repercussions on the Arab-Israeli
Conflict", en A. M. Farid & H. Sirriyeh (eds.), Israel and Arab Water London: Ithaca Press.
38 Ionides op.cit. (1953: 159-160).
39 Lowi, M. (1993: 80-81) Water and Power: The politics of a scarce resource in the Jordan River
basin. Cambridge: Cambridge Univ. Press.

233
unificado, con la creación de una agencia especializada, la construcción de grandes
infraestructuras, carreteras y pueblos, y la entrada de capital extranjero para financiar todo el
proyecto40.
A principios de los años cincuenta el gobierno jordano y la UNRWA colaboraron en
proyectos de regadío para desarrollar la agricultura y facilitar el asentamiento de los refugiados. En
1952, el ingeniero americano Max Bunger, que trabajaba para la US Technical Co-operation
Agency (USTCA) y colaboraba con la UNRWAA, presentó el proyecto de embalse en el río
Yarmuk, en la zona de Maqarin, con una capacidad de 480 Mmc. El agua del pantano de Maqarin
se debía desviar a un segundo embalse en Addassiyah desde donde se canalizaría hacia la orilla
oriental del Valle del Jordán. Este proyecto tenía que permitir el regadío de 435.000 dunams en
Jordania y de 60.000 en Siria, y las plantas hidroeléctricas de los dos embalses debían generar
28.300 kwh. El plan Bunger también tenía el objetivo básico de facilitar el asentamiento de
100.000 refugiados41.
El plan Bunger tenía otro factor positivo desde el punto de vista político: permitía utilizar el
agua del río Yarmuk sin tener que desviarla al lago Tiberiades -controlado por los israelíes-, y así
evitaba la dependencia jordana de Israel. Tan sólo era necesario el acuerdo entre Siria y Jordania, y
los dos países tenían un gran interés en llevarlo a cabo. El elemento negativo era que el Tiberiades
era una opción más razonable a un nivel puramente técnico y económico, hasta el punto que
Ionides sólo había considerado factible el uso del lago como depósito para el agua del Yarmuk42.
La financiación del plan Bunger fue asumida por la UNRWA y la USTCA en colaboración
con el gobierno jordano. En junio de 1953, Siria y Jordania llegaron a un acuerdo para la
explotación conjunta de las aguas del Yarmuk, basándose en el mismo proyecto43. Israel respondió
protestando porque el plan no reconocía sus derechos44, iniciando la política de impedir cualquier
desarrollo del Yarmuk que pudiera dar el control de sus aguas a Siria y Jordania. A causa de las
quejas israelíes los Estados Unidos retiraron su apoyo financiero al proyecto y presionaron a la
UNRWA para que hiciera lo mismo. El plan Bunger quedó aparcado y al mismo Bunger se le
destinó a Brasil, pues su presencia en Oriente Medio ponía en dificultades la política
norteamericana en la zona y entraba en contradicción con las gestiones de Eric Johnston, que
acababa de ser enviado por el Presidente Eisenhower para negociar un acuerdo regional sobre el
agua.

40 Dodge y Tell op.cit. (1996: 176-177).


41 Naff y Matson op.cit. (1984: 39).
42 Ionides, M.G. (1940: 257) Report on the Water Resources of Transjordan and their Development.
London: Government of Transjordan and the Crown Agents for the Colonies.
43 "Agreement between the Republic of Syria and the Hashemite Kingdom of Jordan concerning the
utilization of the Yarmuk Waters" (Firmado en Damasco el 4 de junio de 1953 y en vigor desde el 8 de
julio de 1953).
44 Israel sólo tiene el 0,75% de la cuenca del Yarmuk y no aporta nada de agua al río (0%). Los
israelíes también defendieron que la concesión sobre las aguas del Yarmuk pertenecía a la Palestine
Electric Corporation (concesión Rothenberg).

234
3. Las negociaciones Johnston (1953-1956)

La política de Estados Unidos durante los años cincuenta en Oriente Medio intentó mantener
las buenas relaciones con los Estados árabes evitando distanciarse de Israel. El objetivo era frenar
la penetración soviética en la zona, y los medios que utilizaron fueron la diferenciación de las
políticas coloniales de Francia y el Reino Unido y la ayuda económica. Ya desde antes de la
proclamación del Estado de Israel, el Departamento de Estado quería evitar una intervención
soviética en Palestina que amenazara las posiciones norteamericanas en el Mediterráneo oriental.
La URSS, por su parte, en un principio confió en acercarse a los israelíes a través del partido
socialista gobernante. La realidad, sin embargo, demostró que los lazos de Israel con Estados
Unidos eran mucho más profundos y, en agosto de 1951, se firmó un tratado israelo-
estadounidense de cooperación militar que definía las relaciones especiales entre los dos Estados.
El éxito del Plan Marshall en Europa inspiró las propuestas y la actuación de Johnston, que
pretendía reducir el potencial conflictivo de la región promoviendo la cooperación y la estabilidad
económicas. En la Administración americana las opiniones estaban divididas sobre la forma de
afrontar el problema de Oriente Medio: John Foster Dulles, el Secretario de Estado, era partidario
de presionar para que se llegara a un acuerdo político entre árabes e israelíes; mientras que Harold
Stassen, el Director de Operaciones Exteriores, y Eric Johnston eran más favorables a utilizar el
factor económico que tan buenos resultados estaba dando en Europa. Aún así, Dulles apoyó a
Johnston durante sus gestiones45.
El proyecto de Johnston era avanzar, sin intentar llegar a un acuerdo político, a partir del
Plan del Valle del Jordán que tenía que facilitar la cooperación en la administración del agua del
Jordán y permitir el asentamiento de los refugiados. El objetivo inmediato del gobierno de los
Estados Unidos, presionado por el Congreso, era encontrar una salida a la carga financiera que
suponía la aportación americana a la UNRWA para hacer frente a las necesidades de los 800.000
refugiados palestinos, 400.000 de los cuales subsistían en el Valle del Jordán. La potenciación de la
agricultura y, por ende, la gestión del agua del Jordán eran los medios que tenían que permitir el
asentamiento definitivo de los refugiados46. Y, siguiendo criterios funcionalistas, la cooperación
sobre estos objetivos debía facilitar el acuerdo político sobre la cuestión de Palestina. Además, la
integración de los refugiados palestinos en los países árabes de acogida levantaría uno de los
principales obstáculos para la paz: la reclamación de los refugiados de su derecho al retorno a sus
tierras y casas.
Eric Johnston, el embajador especial enviado por el Presidente Eisenhower, llegó a Oriente
Medio en unos momentos de gran tensión en relación con los recursos hídricos. El Plan Bunger

45 Kafkafi, E. (1992: 167) "Ben-Gurion, Sharett and the Johnston Plan". Studies in Zionism. 13(2).

235
acababa de fracasar a causa de la retirada de la financiación norteamericana. Además, los israelíes
acentuaban la presión iniciando las obras de desviación del Jordán en el puente de Banat Yaqub y
expulsando a habitantes árabes de la zona, a pesar de que según los acuerdos de armisticio ni sirios
ni israelíes tenían soberanía sobre este territorio. Aun así, algunos de los más influyentes miembros
del gobierno de Israel fueron partidarios de empezar los trabajos47.
Dayan, que en la época era comandante de la zona norte de Israel, en agosto de 1953 aseguró
que el régimen del presidente sirio Adib al-Shishakli, cercano a Estados Unidos, estaba en
dificultades y que la inestabilidad interna impediría a Siria atacar las obras del Acueducto Nacional
en el puente de Banat Yaqub. Se iniciaron los trabajos y los sirios sólo pudieron responder con
protestas ante el Consejo de Seguridad de NNUU. La UNTSO (United Nations Truce Supervisory
Organization), en un primer momento, aceptó los argumentos israelíes que presentaron las obras
como parte de un proyecto hidroeléctrico. Sin embargo, poco más tarde, el jefe del Estado Mayor,
el general danés Bennike, informó de forma claramente negativa sobre el proyecto israelí. El
gobierno de Tel Aviv respondió a este informe acelerando los trabajos, pero Foster Dulles
reaccionó rechazando la política de Israel de hechos consumados y pidió a la UNTSO que
detuviera los trabajos en Jisr Banat Yaqub48. Estos prosiguieron y Dulles suspendió la ayuda de
Estados Unidos hasta que se paralizaron las obras. El Secretario de Estado estaba preparando la
misión de Johnston y no quería que se viera amenazada por alteraciones en el statu quo49.
Pocos días antes de la llegada de Johnston la tensión subió al máximo con la matanza de
Qibya50. En el gobierno de Tel Aviv había posiciones enfrentadas sobre cómo afrontar las
relaciones con los vecinos árabes: Ben Gurion y Dayan eran partidarios de la vía militar, mientras
que Moshe Sharett51 tenía más confianza en los medios políticos, incluyendo los canales
diplomáticos de las Naciones Unidas y de Estados Unidos. Otro factor que hizo subir la tensión en
los asuntos relativos a los recursos hídricos, fue la publicación del plan de siete años del gobierno
de Tel Aviv, que proyectaba doblar el abastecimiento de agua y triplicar la superficie irrigada.

46 Wishart, D.M. (1990: 538) "The Breakdown of the Johnston Negotiations over the Jordan
Waters". Middle Eastern Studies. 26(4).
47 Sobre todo Ben Gurion, Moshe Dayan, el ministro de Agricultura Naftali y el consejero del
gobierno sobre los recursos hídricos Simcha Blass.
48 Neff op.cit. (1994: 33). Es preciso señalar que uno de los puntos destacados en el informe del
general Bennike se refería a las consecuencias estratégicas del dominio del agua por parte israelí, pues el
control del caudal suponía asimismo el control del paso del río por parte de soldados y vehículos.
49 Kafkafi op.cit. (1992: 169).
50 Un raid israelí, ordenado por Ben Gurion y dirigido por Ariel Sharon, contra el pueblo de Qibya,
se saldó con el asesinato de 60 hombres, mujeres y niños.
51 Ministro de Asuntos Exteriores desde 1948 y Primer ministro de 1954 a 1955.

236
3.1 La negociación

El primer obstáculo que se tenía que salvar para iniciar las negociaciones eran las diferencias
de principios entre las dos partes: Israel, desde el inicio de la colonización de Palestina, había
planteado su desarrollo basándose en el desvío de agua fuera de la cuenca natural del Jordán,
mientras que los árabes, apoyándose en las prácticas de Derecho más extendidas y en el Mejelle52,
que era la ley imperante en el Valle del Jordán antes del mandato, se oponían a este desvío. El
Mejelle puntualizaba que, sin el permiso del resto de propietarios, los usuarios de un río o fuente
no podían desviar su parte de agua a una tierra que no tuviera el derecho de extracción53. La
desconfianza entre las partes era otro factor que no se podía olvidar en el momento de diseñar un
plan para el Valle del Jordán: ni Israel ni los árabes querían dejar en manos del otro volúmenes
importantes de agua que pudieran ser utilizados para hacer futuros chantajes. Finalmente, la
principal dificultad sería el reparto del agua a explotar por cada una de las partes.
El documento base de la misión Johnston era el Plan Main54, encargado por la UNRWA a la
Tennessee Valley Authority55 y elaborado por la firma Charles T. Main Incorporated. El proyecto
de Main se concibió con el mínimo de supuestos políticos, sin tener en cuenta las fronteras y con el
objetivo básico de la máxima eficiencia regional en el uso del agua del río Jordán56. Este plan no
fue recibido con entusiasmo ni por Israel ni por los árabes, y unos y otros presentaron sus propios
planes como contrapropuesta.
El Plan Main consistía básicamente en:
• Un embalse en el río Hasbani para generar electricidad y regar la Galilea.
• Embalses en los ríos Dan y Banias para regar la Galilea.
• Un embalse en Addassiyah para desviar el agua del Yarmuk hacia el lago Tiberiades.
• Una presa en el lago Tiberiades para aumentar su capacidad.
• Un canal en cada orilla del Jordán inferior para regar los Zor y Ghor57 occidentales y
orientales con agua del Tiberiades.
• Un embalse en el río Yarmuk, en Maqarin, de 58 metros de altura y con posibilidad de
levantarlo hasta 95m.
• La construcción de embalses y canales necesarios para controlar y utilizar las aguas de
los torrentes.

52 Código civil otomano.


53 Wishart op.cit. (1990: 537).
54 El nombre oficial del plan era: "The Unified Development of the Water Resources of the Jordan
Valley Region". A medida que avanzaron las negociaciones pasó a conformar el llamado Plan Unificado o
Plan Johnston.
55 La Tennessee Valley Authority es un precedente importante para la administración de los recursos
hídricos, pues fue la primera experiencia de gestión y planificación integral de una cuenca con poderes
cedidos por los distintos Estados.
56 Peretz, D. (1955: 398) "Development of the Jordan Valley Waters". Middle East Journal. 9(4).

237
• Las cuotas de distribución del agua eran provisionales y daban 394 millones de metros
cúbicos al año (Mmc) a Israel, 774 Mmc a Jordania y 45 Mmc a Siria58.

La presentación del Plan Main a los Estados interesados inició la diplomacia de lanzadera de
Johnston. Los primeros pasos no fueron alentadores. La Liga Arabe creó un Comité Técnico
Arabe, en enero de 1954, para preparar la contrapropuesta. Los israelíes hicieron lo mismo
encargando al ingeniero norteamericano John S. Cotton que estudiara un nuevo plan. Mientras se
diseñaban los nuevos proyectos las dos partes manifestaron sus discrepancias con el Plan Main.
La reacción inicial árabe fue la de denunciar la carga política del proyecto Main. Reconocer
los derechos de Israel como corribereño significaba reconocer la legalidad de su existencia y de la
ocupación del territorio palestino. Desde su punto de vista, la relación con Israel era ya de por sí
una cuestión política, y más si se trataba de llevar a cabo proyectos conjuntos, aunque fuera de
forma indirecta. Por otra parte, también se percibió el Plan Main como un intento de solucionar el
problema de los refugiados palestinos olvidando su derecho al retorno a sus tierras y casas59. Una
muestra de estas objeciones políticas la encontramos en la opinión del Arab Jordan Valley Office:
"¿Qué interés pueden tener los árabes en hacer posible y más fácil para Israel la
creación de su futuro, cuando creen que el Estado se ha fundado a expensas de los
árabes y que, cuanto más poderoso crezca y más población tenga, más grande será
el peligro para los árabes? (...) Claramente se concluye que bajo la apariencia de
un informe puramente técnico el Plan Johnston esconde la realidad de un programa
político para una solución parcial sino completa del problema palestino (...) No
podemos concebir como los árabes pueden cooperar en un proyecto que no sólo
mejoraría las condiciones económicas del millón de judíos que han ocupado sus
casas sino que además ayudaría a atraer otro millón para ocupar más"60.

No obstante, las posiciones de los distintos gobiernos deben matizarse, pues los intereses de
unos y otros no eran los mismos. La impresión de Johnston tras la primera ronda de conversaciones
fue de que los más interesados por un acuerdo eran los egipcios, seguidos por los israelíes,
libaneses, sirios y jordanos61. Como se ha mencionado, el interés de Nasser en los primeros
cincuenta estaba centrado en la recuperación económica y política de Egipto, y dedicó una atención
muy parcial al problema palestino y a la Franja de Gaza, que eran percibidos como un obstáculo
para sus objetivos. Al mismo tiempo, el presidente egipcio intentaba potenciar las relaciones con
Estados Unidos para que Washington le apoyara en su reclamación del Canal de Suez, la
construcción de la gran presa de Asuan y en el desarrollo económico del país. En este contexto, la

57 Los Zor son las orillas llanas inmediatas al río. Los Ghor son las zonas llanas más elevadas situada
entre los Zor y las colinas al este y oeste del río Jordán.
58 Naff y Matson op.cit. (1984: 39-40).
59 De hecho, las previsiones de la UNRWA eran que el plan facilitaría el asentamiento de 150.000
refugiados palestinos en Jordania (Peretz op.cit. (1955: 400)).
60 Arab Jordan Valley Office (1954: 21) Commentary on Water Development in the Jordan Valley
Region. Beirut: Arab Jordan Valley Office.
61 Lowi op.cit. (1993: 88).

238
posibilidad de avanzar hacia la solución del conflicto palestino en el marco de una negociación
mediada desde Estados Unidos no se veía con malos ojos, hasta el punto de que el comité técnico
creado por la Liga Arabe para estudiar el proyecto estuvo liderado por un egipcio. Sin embargo,
tanto los jordanos como los sirios preferían claramente el plan Bunger que se podía implementar de
forma unilateral, por lo que la llegada de Johnston y la retirada del apoyo estadounidense al
proyecto no fueron recibidas con salvas de alegría. La posición egipcia iría variando hacia una
mayor reticencia a medida que se endurecieron las represalias israelíes hacia las incursiones
palestinas y, sobre todo, con el ataque israelí a la Franja de Gaza en 1955, además del rechazo al
desvío de agua hacia el Negev y el alejamiento de Estados Unidos.
Las objeciones árabes en el ámbito técnico se referían tanto a la cantidad como a la calidad
de las asignaciones:
• No se dejaba agua a Líbano y poca a Siria, a pesar de poseer las fuentes principales del
Jordán.
• Jordania no recibía bastante agua para regar el Zor y el Ghor.
• Israel suministraba el 23% del agua y recibía un 33%.
• Las aguas del norte del Tiberiades sólo las utilizaba Israel, a pesar de que serían más
eficientes en Líbano, Siria y Jordania.
• Rechazaba el desvío del agua del Yarmuk al lago Tiberiades porque dejaba en manos
israelíes el agua que debía utilizar Jordania, además de que aumentaría la salinidad y la
evaporación, lo que disminuiría la cantidad y la calidad del agua para el Zor y el Ghor, y al
subir el nivel del lago se inundarían algunos lugares sagrados. Mientras que un embalse
más alto en Maqarin daría más calidad y, sobre todo, mantendría el agua del Yarmuk bajo
control árabe.
• Se desestimaba la petición israelí de incluir el Litani en el proyecto.
• No estaban de acuerdo con los datos de reparto ni con las estimaciones que se hacían sobre
el volumen total del caudal.62

El Comité de la Liga Arabe, presidido por un ingeniero egipcio, preparó un plan en el que se
plasmaron sus propuestas. El Plan Arabe de 1954 es importante porque delimita la posición de los
árabes ante el conflicto por el agua y sus principales reivindicaciones. Al compararlo con la
realidad que le siguió, muestra lo que serían pérdidas ante Israel desde la percepción árabe63. El
Plan del Comité Técnico de la Liga Arabe proponía:
• Usar las aguas del Hasbani y del Alto Jordán para regadío y para generar electricidad.

62 Kahhaleh op.cit. (1981: 25, 26).


63 Ver tabla "Demandas y reparto del agua del río Jordán".

239
• Mantener el principio de uso del agua dentro de la cuenca natural del río, pues su desvío
perjudicaba a los demás regantes.64
• Construir dos embalses en el curso del Yarmuk. Uno en Maqarin o en Wadi Khalid, y el
otro en Addassiyah. Los dos debían producir electricidad, además de facilitar el regadío de
77.000 dunams en Siria y de todo el Valle del Jordán a través de canales en los Ghor
oriental y occidental.
• Supervisión internacional en la distribución del agua.
• La distribución del agua debía corresponderse con la aportación de los Estados: Israel
obtendría 182 Mmc para regar 234.000 dunams, Jordania 698 Mmc para 490.000 dunams,
Siria 132 Mmc para 119.000 dunams y Líbano 35 Mmc para 35.000 dunams (total: 1047
Mmc)65.

Israel también mostró su disconformidad con el Plan Main:


• Continuó defendiendo la necesidad de incluir al río Litani en el proyecto e impuso, como
condición para cooperar, la desviación de agua del río Jordán hacia el Negev, lo que
suponía su uso fuera de la cuenca. El proyecto de Main mantenía el uso en el interior de la
cuenca y, por tanto, entraba en contradicción con los planes de Lowdermilk y Hays que
guiaban la política israelí66.
• Rechazó la supervisión internacional de la distribución e insistió en que ninguna agencia de
NNUU debía interferir en la explotación de los recursos hídricos de los países ribereños.
• Los israelíes tampoco estaban de acuerdo con las estimaciones sobre la tierra cultivable, y
presentaron unas cifras que doblaban su superficie irrigable con agua del Jordán67.

64El desvío de agua fuera de la cuenca añade el problema del cálculo de las cuotas, pues si se tienen
en cuenta las necesidades externas a la cuenca las demandas pueden ser infinitas, y más en esta zona árida
y desértica.
65 Peretz op.cit. (1955: 403). Hay ligeras variaciones según los diferentes autores, que se pueden
deber al cálculo del volumen total de los recursos hídricos. Así, por ejemplo, según Lowi las cuotas
solicitadas serían de: 270 Mmc para Israel, 911 Mmc para Jordania, 120 Mmc para Siria y 32 Mmc para
Líbano (total: 1333 Mmc). Naff y Matson op.cit. (1980: 40) dan las siguientes cifras: 200 Mmc para Israel,
861 Mmc para Jordania, 132 Mmc para Siria y 35 Mmc para Líbano (total: 1228 Mmc). Kahhaleh op.cit.
(1981: 25-26), en cambio, cita unos volúmens calculados sobre un total de 1429 Mmc: 285 Mmc para
Israel, 977 Mmc para Jordania, 132 Mmc para Siria y 35 Mmc para Líbano. Estas diferencias en los datos
se pueden deber a la propia climatología, que provoca grandes diferencias en las precipitaciones, tanto
estacionales como anuales, y a la inclusión o no de las aguas salobres. Por otra parte, las discrepancias
también se deben a la falta de datos fidedignos y al oscurantismo que los rodea. Así, ya en 1953, Ionides
resaltaba la importancia de una buena base de datos sobre los recursos hídricos y el suelo irrigable, hasta el
punto de señalar el gran beneficio que supondría que una agencia de Naciones Unidas llevara a cabo la
tarea de clarificación de los datos hidrológicos de la cuenca (Ionides op.cit. (1953: 164)).
66 Johnston necesitaba la cooperación de Egipto para que los árabes se sentaran a negociar, y
difícilmente la habría tenido si el Plan Main hubiera incluido el desvío de agua hacia el Negev, pues El
Cairo todavía tenía reclamaciones territoriales en esta región (Kafkafi op.cit. (1992: 171)).
67 Naff y Matson op.cit. (1984: 40).

240
El gobierno israelí encargó también un plan para definir sus demandas. El proyecto
preparado por John S. Cotton, inspirado en el Plan Lowdermilk-Hays, presentó unas demandas
israelíes que iban más allá del río Jordán e intentaban internacionalizar el río Litani:
• Desvío de agua del Litani hacia Israel, según unas cuotas de 400 Mmc para Israel y 300
Mmc para Líbano. Este trasvase se debía realizar en el codo del Litani, el punto donde su
cauce abandona el camino hacia el sur para dirigirse hacia el oeste.
• Construcción del Acueducto Nacional desde el puente de Banat Yaqub hacia la costa y el
Negev.
• Utilización del lago Tiberiades como embalse. Sin embargo el destino del agua del lago
debía ser puramente israelí, para generar electricidad y para el valle de Beisan. El gobierno
israelí tampoco era favorable al uso internacional del Tiberiades. Tel Aviv temía que
supusiera una cesión de soberanía a manos de alguna institución internacional o de Estados
Unidos, y creía que los árabes podrían aprovecharlo para asentar sus reclamaciones
territoriales. Sin embargo, y a pesar de las reticencias árabes hacia el embalse del agua del
Yarmuk en el Tiberiades, Johnston consiguió que tanto Jordania como Israel aceptaran el
embalse en el lago de las aguas torrenciales de invierno68.
• Los árabes utilizarían el agua del Yarmuk, construyendo canales de regadío en el Valle del
Jordán y un sifón que trasladaría el agua a la orilla occidental.
• Construcción de un canal entre el Mediterráneo y el Mar Muerto (canal Med-Dead) para
generar electricidad, un proyecto que ha sido recurrente desde entonces.
• Finalmente, según las cuotas que proponía Cotton, Líbano obtendría 450,7 Mmc para regar
350.000 dunams, Siria 30 Mmc para 30.000 dunams, Israel 1.290 Mmc para 1.790.000
dunams y Jordania 575 Mmc para 430.000 dunams (total: 2.345,7 Mmc)69.

Sin embargo, desde el mismo momento en que el primer ministro Sharett presentó la
propuesta, la Administración estadounidense señaló que no se podía pedir a Líbano que
compartiera el Litani y que, para negociar una cesión de agua, era mejor que primero se llegara a
un acuerdo sobre el agua del Jordán70.
Las posiciones iniciales de las dos partes estaban muy alejadas. El único punto que permitía
pensar en un cierto progreso al principio era la aceptación por todas las partes de la filosofía del
proyecto: el desarrollo internacional del Valle del Jordán.
Las cuotas que proponían las distintas partes eran muy dispares. Incluso renunciando al agua
del Litani, Israel reclamaba 670 Mmc del sistema Jordán-Yarmuk, lo que suponía entre el 40 y el
50 por ciento del agua disponible, mientras que los árabes le adjudicaban el 20 por ciento y el plan
Main el 33 por ciento. Asimismo, tanto los árabes como Main rechazaban el uso fuera de la

68 Kafkafi op.cit. (1992: 176).


69 Peretz op.cit. (1955: 400, 404-406); Lowi op.cit. (1993: 90-91).
70 Peretz op.cit. (1955: 406).

241
cuenca, mientras que los israelíes defendían el desvío hacia la costa y el Negev como una cuestión
de principio. Tanto los árabes como los israelíes desconfiaban del uso del lago Tiberiades como
embalse para el agua del río Yarmuk, que era la solución técnicamente mejor aunque la más
conflictiva en el ámbito político. La desconfianza y las reticencias a utilizar el lago Tiberiades
como embalse internacional, al igual que la negativa israelí al control internacional, eran ya un
signo claro de los obstáculos con que iban a chocar las aspiraciones funcionalistas de Johnston. De
la forma que avanzaba la negociación, el plan quizás podría servir para evitar mayores conflictos
por el agua si se llegaba a un acuerdo, pero no parecía muy prometedor como medida para generar
confianza entre las partes.
Sin embargo, tal y como se demostró, Johnston era un magnífico negociador: mimaba,
adulaba, prometía, firmaba cheques con fecha a la firma del acuerdo, se levantaba de la mesa y
amenazaba. Ayudado por un nuevo informe realizado por dos compañías norteamericanas (Baker-
Harza), que analizaba en mayor profundidad tanto el potencial del suelo como de los recursos
hídricos, Johnston consiguió que las negociaciones técnicas avanzaran y las diferencias se
redujeran hasta unos mínimos que no eran obstáculo71.
Los principales elementos del Plan resultante de las negociaciones -Plan Unificado- eran la
aceptación de que cada parte podía usar su cuota de agua donde considerara conveniente
(aceptación del uso fuera de la cuenca), además de:
• Un embalse en el río Yarmuk, en Maqarin, de 126m de altura, para regadío y producción de
energía.
• Depósito de las aguas torrenciales del Yarmuk (estimadas en 80 Mmc) en el lago
Tiberiades.
• Un embalse cerca de Addassiyah para desviar el agua de Yarmuk hacia el Canal del Ghor
oriental.
• Un canal desde el lago Tiberiades al Canal del Ghor oriental.
• Un sifón bajo el Jordán para trasladar el agua del Yarmuk al Ghor occidental.
• Distribución del agua: Jordania 720 Mmc, Israel 400 Mmc, Siria 132 Mmc y Líbano 35
Mmc.
• Implicación financiera de los Estados Unidos72.

71 Las diferencias en el acuerdo técnico se redujeron a la cantidad de agua para el Triangulo de


Addassiyah (pequeña zona bajo control israelí entre el Tiberiades, el Jordán y el Yarmuk), el papel del
supervisor y la cantidad de agua salobre que se tenía que incluir en la cuota jordana de agua del lago
Tiberiades.
72 Taubenblatt, S.A. (1988: 44-45) "Jordan River Basin Water: A Challenge in the 1990s", en J. Starr
& D. C. Stoll (eds.), The Politics of Scarcity. Water in the Middle East Boulder & London: Westview Pres.
A nivel técnico quedaron mal cerradas algunas cuestiones que se revelarían importantes con posterioridad,
como la cantidad de agua salina en la cuota que debía recibir Jordania desde el lago Tiberiades y la cuota
de agua del río Yarmuk para Israel. Sobre ésta última Israel defiende que debe ser de 40 Mmc, Jordania de
17 Mmc y Estados Unidos de 25 Mmc.

242
Demandas y reparto del agua del río Jordán (Mmc)73

PLAN Líbano Siria Jordania Israel Total


Main 45 774 394 1.213
Arabe 35 132 698 182 1.047
Cotton (a) 450,7 30 575 1.290 2.345,7
Johnston (Unificado)
Hasbani 35 35
Banias 20 20
Jordán 22 100 375 (b) 497
Yarmuk 90 377 25 492
arroyos 243 243
(total) 35 32 720 400 1.287
¡
Uso post-1967 20 200 250 690 1.160

No obstante, el acuerdo político era muy difícil de otorgar por parte árabe. Tal y como
recuerda Mahmoud Riyadh, uno de los protagonistas de las negociaciones:
"Las aguas del río Jordán son propiedad de los árabes y de los palestinos, y era
inaceptable darlas a los nuevos inmigrantes (...) no pudimos llegar a ningún
acuerdo sobre la distribución del agua porque Israel insistía en llevarse la parte del
león y en desviarla al Negev. Rechazó cualquier responsabilidad hacia los
refugiados palestinos a los que había usurpado la tierra y las propiedades"74.

Años más tarde, durante la discusión sobre la desviación del agua del Jordán hacia el Negev,
los árabes volvieron a plantear la dimensión política del problema de los recursos hídricos, que está
directamente ligado a la implantación y expansión del proyecto sionista y a la obstaculización del
retorno de los refugiados palestinos.
Otro aspecto político que Johnston había evitado era la argumentación jordana contra los
derechos históricos de los israelíes en el uso del agua, según la cual no podía tener derechos
históricos un Estado que se acababa de crear, de la misma forma que no se aceptaba como legal la
ocupación de las orillas del Jordán. En realidad, lo que estaba encima de la mesa era el
reconocimiento de Israel y de las líneas de separación de fuerzas como fronteras definitivas, cosa
totalmente inaceptable para los árabes. En los primeros años del naserismo, que difundía la idea del
panarabismo amenazando no sólo a Israel sino también a los retrógrados regímenes monárquicos
del mundo árabe, Johnston no supo ver lo que las dos partes y Dulles habían previsto mucho antes:

73 Fuentes: Wolf, A.T. (1995: 47) Hydropolitics along the Jordan River: Scarce water and its impact
on the Arab-Israeli conflict. Tokyo, New York, Paris: United Nations University Press; Elmusa, S.S.
(1997: 230) Water Conflict. Economics, Politics, Law and Palestinian-Israeli Water Resources.
Washington D.C.: Institute for Palestine Studies.
(a) El Plan Cotton incluía al río Litani.
(b) La parte de Israel se definió como el "agua residual" tras las extracciones del resto de cuotas. La
media se calculó en 375 Mmc.
74 Riyadh op.cit. (1985: 12). Mahmoud Riyadh, ex-ministro de Asuntos Exteriores egipcio y ex-
secretario general de la Liga Arabe.

243
sin un diálogo político previo la posibilidad de llegar a un acuerdo sobre el agua era prácticamente
nula, y aunque algún gobierno hubiera querido firmarlo la presión ideológica y política del
nacionalismo árabe y de la opinión pública lo hubiera impedido.
Dulles, cuando vio que no había acuerdo y que la cuestión del agua podía provocar otra
guerra, propuso un plan de paz que, según Wishart, fue lo que acabó de enterrar el Plan Johnston.
El Plan Dulles (agosto de 1955) pretendía solucionar el problema del agua y de los refugiados, a
través de repatriaciones y de compensaciones, con la ayuda de los EEUU. También proponía que
las líneas de separación de fuerzas del armisticio se consideraran fronteras definitivas. Israel no
aceptó el plan porque las repatriaciones no entraban en sus esquemas y, según Riyadh, porqué
habrían roto sus objetivos expansionistas. Los gobiernos árabes, siempre según Riyadh, tampoco
podían aceptar el plan porque no se ajustaba a las resoluciones de NNUU sobre la partición y la
repatriación de los refugiados75. Wishart añade otro factor para entender la posición árabe. Dulles
ligó el éxito de su plan o del Plan Johnston a la posibilidad de un pacto de seguridad de los EEUU
con Israel, cosa que era lo último que deseaban los árabes76. Las declaraciones de Dulles fueron,
con toda probabilidad, el definitivo certificado de defunción de los planes.
Las opiniones públicas tampoco habrían aceptado las concesiones que todos los gobiernos
hacían en el Plan Unificado. Los líderes de las dos partes temían a las reacciones que podía
provocar el proyecto si llegaba a conocimiento del público. En Israel, la opinión pública no fue
informada de que el gobierno había dado su consentimiento al mediador norteamericano. El
gobierno israelí estaba dividido sobre su posición y la forma de conducir la negociación. Había un
acuerdo general sobre la gestión de los recursos hídricos, pero mientras que Sharett era partidario
de llegar a una acuerdo previo para tener el apoyo de Washington e internacional, Ben Gurion y
Dayan creían que la mejor forma de conseguir este apoyo era situarlos ante un hecho consumado,
que era el inicio de las obras de desviación del agua en Jisr Banat Yaqub77. El gobierno israelí
estaba impaciente por iniciar los trabajos en el Jordán, a través del Plan Unificado o por la fuerza.
Sin embargo, tanto la sociedad como las elites israelíes estaban divididas sobre la forma de
administrar el conflicto por los recursos hídricos: unos preferían la solución negociada de
Johnston, mientras que los otros creían que Israel podía conseguir sus objetivos sin necesidad de
negociar y que los árabes no lo podrían evitar78.
En Jordania, se prefería el Plan Bunger sin cooperación con Israel. El gobierno de Amman no
confirmó el Plan Unificado hasta que Johnston aseguró que el Plan del Valle del Jordán era
puramente económico e independiente de las declaraciones políticas de Dulles, dejando la decisión
política final en manos de la Liga Arabe. En Siria, la inestabilidad política hacía inimaginable que
ningún gobierno se atreviera a aceptar arreglos con el enemigo. En Líbano, la prensa opinaba que

75 Riyadh op.cit. (1985: 13). Sobre la política expansionista israelí y las posiciones de las distintas
partes ante las propuestas de solución del conflicto ver el siguiente capítulo.
76 Wishart op.cit. (1990: 543).
77 Kafkafi op.cit. (1991: 185-186).
78 Lowi op.cit. (1993: 98).

244
el agua de las fuentes libanesas se tenía que dirigir al Mediterráneo, con un uso estrictamente
libanés, y el Parlamento votó en contra del plan, pero remitiendo asimismo la decisión final a la
Liga Arabe.
La aprobación del plan desde la parte árabe dependía sobre todo de la posición egipcia. El
Presidente Gamal Abdel Nasser consideraba que el Plan del Valle del Jordán era consistente en el
ámbito técnico, pero también era consciente de que habría grandes dificultades para que la opinión
pública lo aceptara, y también dudaba que Damasco y Amman pudieran firmarlo79. El rechazo al
plan, a pesar de que no se hizo público, fue creciendo. En Jordania y Egipto hubo importantes
manifestaciones. Más de 60.000 refugiados palestinos se movilizaron en Hebron y Amin al-
Husseini atacó el plan y lo utilizó para impulsar la causa palestina. Los grupos de oposición a los
regímenes, como el liderado por Amin al-Husseini o los Hermanos Musulmanes también utilizaron
el problema del agua para la agitación política amenazando la estabilidad de los gobiernos.
Los gobiernos árabes, en general de acuerdo en el ámbito técnico con el Plan Unificado,
dejaron la decisión política en manos de la Liga Arabe. De este modo el Egipto de Gamal Abdel
Nasser pasó a jugar un papel central. El empeoramiento de las relaciones entre Egipto e Israel y el
progresivo distanciamiento de Nasser de los Estados Unidos no favorecían las negociaciones. En
1955 hubo diversos incidentes en la frontera egipcio israelí y se aplicó la pena de muerte a dos
espías israelíes en El Cairo, después de que Tel Aviv hubiera amenazado a Johnston con el fracaso
de las negociaciones si eran ejecutados. Estos hechos bloquearon los contactos secretos entre
Nasser y Sharett y, en febrero del mismo año, Sharett informó al gobierno de Tel Aviv de que, ante
el más que probable fracaso de las negociaciones, las obras en el puente de Banat Yaqub se
reemprenderían en abril. Así, el Acueducto Nacional volvía a ser el centro de la tensión entre
árabes e israelíes. Nasser aseguró al Presidente de Siria, Shukri al-Quwatli, que Egipto lucharía
contra Israel si después del rechazo árabe al Plan Unificado los israelíes reiniciaban las obras en el
puente de Banat Yaqub.
Como se sabe, un elemento exterior que afectó negativamente las negociaciones fue la firma
en 1955 del Pacto de Bagdad80, que rompía la esperanza de creación de un sistema defensivo
propio de la Liga Arabe y desafiaba la posición dominante de Egipto en el mundo árabe al tiempo
que lo dividía. Una consecuencia del Pacto fue el avivamiento de la cuestión palestina y de la
tensión con Israel como un factor de unión de los países árabes.
Ya se ha mencionado anteriormente que las relaciones de Nasser con Estados Unidos
tampoco eran fáciles, sobre todo tras el acuerdo de compra de armamento entre Egipto y
Checoslovaquia en septiembre de 1955 y la retirada de la ayuda para construir la presa de Asuan.
Johnston desconfiaba de Nasser y en octubre de 1955 lo acusó de estar intentando conseguir el

79Wishart op.cit. (1990: 543).


80El año 1955, bajo tutela norteamericana, se creó en Bagdad la Organización del Tratado Central
(CENTO) que reunía al Reino Unido, Irán, Pakistán, Turquía e Iraq para colaborar en la solución de
problemas militares y políticos. En 1959 los Estados Unidos se adherieron parcialmente por medio de
acuerdos bilaterales de seguridad y en 1961 se nombró a un Jefe de Estado Mayor norteamericano.

245
liderazgo árabe en cooperación con la URSS y forzando a Washington a alinearse con Israel. Tras
la nacionalización del Canal de Suez (26 de julio de 1956), cuando la Administración
norteamericana reevaluó la política a seguir con Egipto, Johnston aconsejó que se tomaran medidas
para contrarrestar las, según él, exageradas ambiciones internacionales de Egipto81. La
Administración estadounidense estaba evolucionando de una forma muy rápida hacia la alianza
estratégica con Israel, tanto por razones de política exterior como interior. A los ojos de
Washington, ya con la presidencia Eisenhower, Israel se estaba convirtiendo en el peón más seguro
en Oriente Medio. Los cambios y la inestabilidad en los regímenes árabes cercanos al bloque
occidental, como Egipto, Iraq y Jordania, junto a la superioridad militar israelí, realzaron el papel
de Israel como aliado y potenciaron su labor de contención del nacionalismo árabe. Por otra parte,
la victoria demócrata con Kennedy asentó la influencia del lobby judío en Washington, que ya
permanecería inalterable con unas y otras administraciones.

3.2 Evaluación de las negociaciones Johnston

El ataque conjunto de Israel, Francia y el Reino Unido contra Egipto, el 29 de octubre de


1956, supuso el fracaso definitivo de la misión Johnston en Oriente Medio. El propósito del Plan
Johnston era solucionar un problema político por medios técnicos y económicos. En Washington
había una creciente preocupación por el alejamiento de los regímenes árabes, a consecuencia de la
política estadounidense que favorecía a los israelíes, lo que podía dificultar sus relaciones con los
países productores de petróleo y su aprovisionamiento energético en caso de enfrentamiento con la
Unión Soviética82. El objetivo de la diplomacia norteamericana se centraba en evitar una nueva
guerra entre árabes e israelíes, ya que nuevos enfrentamientos abrirían las puertas de Oriente
Medio a la Unión Soviética, provocando tensiones en el equilibrio bipolar y amenazando con
escenarios más peligrosos.
Para estabilizar la paz, Washington y Johnston intentaron reducir o eliminar las causas del
problema: las fronteras, los refugiados árabes, Jerusalén y los recursos hídricos. Ya entonces, en
los Estados Unidos y en NNUU, había el convencimiento de que, más pronto o más tarde, la
cuestión del agua conduciría a la región a una crisis mayor83. Por esta razón se intentó buscar una
solución global a partir del problema que parecía menos politizado: el agua.

81 Kafkafi op.cit. (1991: 183).


82 La creciente implicación de la URSS en esta región se empezó a manifestar en la disputa por las
zonas desmilitarizadas en la frontera sirio-israelí y por el agua del Jordán. En enero de 1954, Moscú usó su
veto en el Consejo de Seguridad, por primera vez en una cuestión relativa a Oriente Medio, para impedir
una resolución que situaba en un mismo plano la política siria y la israelí en estas disputas. Este fue uno de
los primeros signos de que la región no se podía mantener apartada del marco general de la Guerra Fría
(Neff op.cit. (1994: 33)).
83 Saliba, S.N. (1968: 84) The Jordan River Dispute. The Hague: Martinus Nijhoff.

246
Sin embargo, a pesar de la percepción funcionalista de Johnston, las negociaciones tenían
una clara dimensión política, pues tanto los israelíes como los árabes eran perfectamente
conscientes de lo que estaba en juego. La discusión aparentemente técnica escondía una clara lucha
entre las dos partes para establecer una relación de poder favorable a sus intereses. Israel tenía
como objetivos estratégicos consolidar la ocupación del territorio, asegurar la defensa de las zonas
fronterizas más débiles (Negev), posibilitar la inmigración necesaria para colonizar el territorio y
consolidar tanto al Estado como al ejército, ayudar a la entrada de divisas necesarias para la
compra de armamento y para la industrialización y, para todos estos objetivos, la agricultura y la
energía hidroeléctrica jugaban un papel central. El obstáculo más importante para el desarrollo
agrícola era la escasez de agua. Por esta razón, los recursos hídricos no eran sólo un factor
económico, sino que también jugaban un papel político, estratégico y de seguridad fundamental. El
Plan Johnston también adquiría una dimensión política en las relaciones con los países árabes, pues
suponía el reconocimiento implícito del Estado de Israel y de sus derechos, y abría el camino a
aquellos regímenes árabes más favorables a negociar directamente con Tel Aviv.
Los intereses árabes pasaban por evitar la consolidación de Israel y forzar una negociación en
condiciones más favorables y, por tanto, debían impedir la colonización del territorio del que
habían sido expulsados los palestinos. Así, los recursos hídricos y la agricultura también tenían
para ellos un claro peso político. Además, el Plan Johnston se presentaba como una solución
permanente del problema de una buena parte de los refugiados palestinos difícilmente aceptable
por los árabes. En primer lugar, los refugiados palestinos rechazaron en todo momento cualquier
tipo de solución que no pasara por el retorno. Aceptar el asentamiento de los refugiados en los
países árabes suponía aceptar definitivamente la derrota, la expulsión y la pérdida de tierras y
casas. Los Estados árabes tampoco podían aceptar fácilmente el coste económico, social y político
que suponía la integración de los numerosos refugiados palestinos. Los regímenes temían la
desestabilización que podían provocar, ya que, o desconfiaban de la lealtad de los palestinos (Siria
y Jordania), o temían que afectara al equilibrio religioso y comunitario (Líbano), además del miedo
a la influencia del problema palestino en sus opiniones públicas.
Wishart opina que el fracaso de las negociaciones se debió a que desde el punto de vista
árabe el Plan del Valle del Jordán tenía un claro coste negativo: Implicaba ayudar a Israel en sus
proyectos de desarrollo, rompía los principios tradicionales de los derechos sobre el agua, abría el
camino a un pacto de seguridad entre Israel y los Estados Unidos, y los proyectos jordanos para
utilizar y desarrollar los recursos hídricos se podían llevar a término más fácilmente sin
cooperación84. A estos factores deberíamos añadir el claro coste político que comportaba la
aprobación del plan y la desconfianza árabe respecto al mediador norteamericano, una
desconfianza que permanece en el tiempo, tal como se aprecia en comentarios como los de
Kahhaleh: "la capacidad del Acueducto Nacional aprobada por Johnston en su última modificación

84 Wishart op.cit. (1990: 544).

247
del Plan se fijó en 340 Mmc85, justamente la capacidad proyectada por Israel en su Plan de Siete
Años de 1952. Al fin y al cabo, ¿no era este el objetivo de la misión?"86.
La negociación Johnston ponía de manifiesto que el conflicto árabe-israelí precisaba una
aproximación política o, dicho a la inversa, que una solución técnica de los problemas por el agua
y los refugiados no era posible sin un primer acuerdo en el ámbito político. La estrategia
funcionalista de Johnston se vio cuestionada por la propia mecánica de las negociaciones, ya que la
diplomacia de lanzadera respondió al rechazo a los contactos directos entre árabes e israelíes. Las
preferencias de los actores implicados y el Plan Unificado resultante de la negociación se basaban
más en la división del sistema que en la gestión conjunta, y los pocos puntos de contacto, como el
lago Tiberiades, eran más un motivo de fricciones y conflicto que de creación de confianza. Por
otra parte, las posiciones de partida de unos y otros respondían más a necesidades políticas y
estratégicas que a la eficiencia en la gestión de los recursos. Así, los árabes, excepto Jordania,
estaban más interesados en impedir el acceso de Israel a los recursos que permitirían la
consolidación del nuevo Estado que en sus propias necesidades de futuro. En Israel las prioridades
se centraban en la colonización de todo el territorio conquistado y en la seguridad. Se puso en
evidencia que la cuestión del agua constituía un elemento central en la estrategia de seguridad de
Israel y que, por lo tanto, había de ser un factor básico en su futura estrategia militar.
Sin embargo, las negociaciones fueron productivas en la estricta gestión de los recursos
hídricos durante unos años, pues Israel y Jordania respetaron unilateralmente las cuotas de agua
acordadas en el Plan Unificado, y Estados Unidos lo utilizó como criterio básico para decidir las
ayudas a conceder para el desarrollo de las infraestructuras hidrológicas en la región. En realidad,
lo que se dio fue una coincidencia en las preferencias de los dos países. Tanto Tel Aviv como
Amman eran partidarios de una gestión separada de los recursos hídricos de la cuenca, facilitada
por la hidrografía que permitía separar el río Jordán de su afluente Yarmuk. Nasser, consciente de
que la cooperación en la gestión era más un obstáculo que una ayuda y que Siria no la aceptaría,
propuso que se implementaran las partes del acuerdo Johnston que no requirieran el
reconocimiento mutuo. Los halcones del gobierno israelí, con Dayan al frente, apoyaban una
opción similar proponiendo la división de la cuenca y la explotación unilateral de sus recursos. Así,
en la cuenca inferior del Jordán se aceptó un statu quo no formalizado basado en los acuerdos
Johnston que se mantuvo, con altibajos e incidentes, hasta 1967.

85 Actualmente la capacidad de extracción del Acueducto Nacional está en entre 400 y 430 Mmc.
86 Kahhaleh op.cit. (1981: 28).

248
4. La gestión unilateral: el proyecto del Gran Yarmuk y el Acueducto Nacional

El fracaso en la negociación abrió el camino a la gestión unilateral de los recursos hídricos.


Los dos principales proyectos que estaban sobre la mesa eran el Proyecto del Gran Yarmuk,
jordano y sirio, y el Acueducto Nacional, israelí.
La gestión de los recursos del Yarmuk se basó desde el inicio en la cooperación de sirios y
jordanos. El Proyecto del Gran Yarmuk, inspirado en el Plan Bunger, se dividió en tres fases: la
primera era un programa de regadío en la región de al-Muzeirib, en Siria, que debía facilitar el
control de las crecidas de invierno y el riego en verano; la segunda era el Canal del Ghor oriental,
que se inició en 1958 y se completó en 1964; y la tercera fase consistía en la construcción de los
embalses de Maqarin y Mukheiba87.
La tercera fase nunca se llevó a cabo y, aún hoy, es uno de los proyectos sobre los que se
basa la planificación de los recursos hídricos jordanos para el futuro. La construcción del Canal del
Ghor oriental se inició en 1958, después de que Estados Unidos garantizaran a Amman un aval de
4 millones de dólares a través de la Agencia de Desarrollo Internacional88. Washington aceptó el
Canal del Ghor porque se mantenía dentro de los parámetros del Plan Johnston y, por la misma
razón, Israel no se pudo oponer ya que éste era el argumento que utilizaba para justificar la
construcción del Acueducto Nacional. En un primer momento, el embalse de Mukheiba también
recibió la aprobación de Estados Unidos y de Israel, pero la subida de la tensión provocada por el
Acueducto Nacional y el plan árabe para desviar el agua del Jordán superior, que veremos a
continuación, impidió que se construyera. La oposición israelí al embalse de Maqarin siempre ha
sido total, hasta el punto de que el gobierno jordano no ha podido conseguir nunca financiación
internacional para construirlo.
El East Ghor Rural Development Project fue el mayor proyecto de desarrollo emprendido
por Jordania y, en su momento, la mayor inversión norteamericana en un país árabe de la región.
La importancia del Valle del Jordán para la economía jordana ya era capital antes de la pérdida de
Cisjordania, y pasó a un primer plano absoluto tras la Guerra de Junio de 196789. Jordania era un
Estado absolutamente dependiente de la ayuda exterior, primero británica y posteriormente
estadounidense y árabe, por lo que uno de los objetivos esenciales del régimen era la reducción del
déficit exterior. Uno de los instrumentos para llevarlo a cabo era la exportación de productos
agrícolas y la zona con mayores posibilidades de desarrollo era el Valle del Jordán. Para ello se
necesitaba incrementar el regadío, lo que redunda en mayor extensión de suelo cultivada, en mayor
productividad por unidad de suelo, en mayor número de cosechas al año y en la introducción de

87 Naff y Matson op.cit. (1984: 26-27).


88 Reguer, S. (1993: 73) "Controversial Waters: Exploitation of the Jordan River, 1950-80". Middle
Eastern Studies. 29(1).
89 El crecimiento económico jordano hasta 1967 se basó principalmente en el desarrollo del turismo
en Cisjordania, pero tras la derrota de 1967 el beneficiario pasó a ser Israel.

249
variedades más rentables. El proyecto del Ghor oriental tenía otro objetivo básicamente político,
pues la mayoría de los habitantes de la zona, aun antes de la Guerra de Junio de 1967, eran
refugiados palestinos de la guerra de 1948. El desarrollo del Valle del Jordán debía facilitar el
asentamiento de los refugiados palestinos y favorecer la identificación política de esta población
palestina con Jordania y el régimen hachemí90.
El Canal del Ghor oriental provocó un cambio total en el Valle del Jordán. El canal toma el
agua del río Yarmuk para suministrarla a la orilla oriental del Jordán, lo que permite aumentar
considerablemente la superficie regada. Paralelamente, se modernizaron las técnicas de cultivo y de
regadío para mejorar la eficiencia. La transformación en el tipo de cultivo hizo posible una
orientación más comercial de la agricultura de la zona, con creciente proyección hacia la
exportación, de tal forma que el valle se ha convertido en una importante fuente de divisas para
Jordania.
Junto al proyecto del canal, se desarrolló un programa de reforma de la propiedad agraria y
de las técnicas de cultivo. Sin embargo, la reforma de la propiedad tuvo un éxito limitado pues,
gracias a la influencia que tenían en Amman, se dio la preferencia a los propietarios, aunque no
cultivaran directamente la tierra, por lo que la aparcería continuó siendo dominante en más de un
70 por ciento. La imposibilidad de los campesinos palestinos de acceder a la propiedad de la tierra
y los menores beneficios que esto comportaba, hicieron que los objetivos de asentar a los
refugiados palestinos y de cambiar su identidad política, ligándola al régimen hachemí y a
Jordania, fracasara totalmente. Los campos de refugiados y la región del Valle del Jordán
continuaron siendo uno de los puntos de apoyo de las guerrillas palestinas hasta su expulsión en
julio de 1971 como consecuencia del Septiembre Negro91.
El Canal del Ghor es básico para la agricultura jordana, pero no pudo ser desarrollado en su
totalidad a causa de la imposibilidad de construir los embalses en el Yarmuk, así como por los
repetidos ataques israelíes en el canal y por el sabotaje continuo a las obras de mantenimiento y
limpieza de la entrada del canal en el río Yarmuk. La ocupación de la Franja de Gaza y de
Cisjordania en junio de 1967 y su colonización fue contestada con una enérgica campaña de las
guerrillas y de la OLP, particularmente a partir de 1969, cuando Fatah y los otros grupos
guerrilleros tomaron el poder en la organización. Los principales golpes de los fedayines se
dirigieron hacia las colonias judías en el Valle del Jordán, y muchos de ellos tenían por objetivo las
instalaciones hidráulicas. Los grupos guerrilleros palestinos tomaron el control de amplias zonas en
el valle, y éste se convirtió en el principal objetivo de los bombardeos y represalias israelíes. En un
primer momento, las represalias del ejército israelí no dañaron el Canal del Ghor oriental, pero a
partir de 1969 Tel Aviv cambió de táctica y en dos ataques, en junio y agosto de este año, dejó el
canal inutilizable.

90 Sutcliffe, C.R. (1973: 471-472, 480) ). "The East Ghor Canal Project: A Case Study of Refugee
Resettlement, 1961-1966". Middle East Journal. 27(4).
91 Sutcliffe op.cit. (1973: 476, 480-481). Dodge y Tell op.cit. (1996: 179-180).

250
Israel tenía dos razones fundamentales para atacar el canal. En primer lugar, quería hacer
presión sobre el gobierno jordano para que frenara la actividad guerrillera palestina. En segundo
lugar, el nivel del río Jordán bajó 686 mm por debajo de la mediana durante abril y mayo de 1969,
cosa que hizo creer a los israelíes que Jordania estaba superando la cuota establecida en el Plan
Johnston. El problema de la disminución del caudal llevó a una mediación de Estados Unidos y a
negociaciones secretas, entre 1969 y 1970. En estas conversaciones, jordanos e israelíes acordaron
que Amman podía reparar el Canal del Ghor y, a cambio, reafirmaba su respeto a las cuotas del
Plan Johnston, a pesar de que se demostró que la disminución del caudal se debía a causas
naturales. El régimen hachemí, además, se comprometió a acabar con la actividad de la OLP92. Los
recursos hídricos, junto a las represalias israelíes y a las presiones norteamericanas, se habían
convertido en un instrumento de presión política de primera magnitud.
Este acuerdo levantó importantes críticas en Jordania, donde algunos sectores desconfiaban
de las intenciones estadounidenses al apoyar la reconstrucción del Canal del Ghor y el desarrollo
del Valle del Jordán. Los que defendían el proyecto argumentaban que era necesario para el
asentamiento de los refugiados, a los que se había añadido la nueva oleada de los 300.000
expulsados por la guerra de junio de 1967, y para la expansión del regadío que permitiera producir
para la exportación. Sin embargo, los que se oponían a la reconstrucción del Canal del Ghor y a su
prolongación, querían dar prioridad al desarrollo agrícola de las regiones altas, pues veían que esta
infraestructura al alcance de la artillería israelí crearía los lazos funcionales que estaban detrás de la
política estadounidense para conducir al país a la paz con Israel93. Este sector tuvo poca fuerza y no
pudo evitar el desarrollo del Canal del Ghor, dejando a la agricultura de las regiones altas en manos
de la iniciativa privada. De hecho, el grupo de presión de los grandes propietarios agrarios con
intereses en el Ghor, entre otros el primer ministro Zayd al-Rifa'i, hizo prevaler su posición. Al
mismo tiempo se creó la Jordan Valley Authority, con rango ministerial, que consolidaría
definitivamente al grupo de presión y lo convertiría en beneficiario de la mayor parte de las ayudas
y ventajas hacia el sector agrario jordano94.
Tras la expulsión de las guerrillas palestinas, el gobierno jordano se planteó la necesidad de
recuperar y desarrollar el Valle del Jordán, que era la principal zona agrícola, para la vida
económica del país. El valle había quedado prácticamente despoblado tras la Guerra de Junio y los
ataques israelíes provocaron un importante retroceso en el desarrollo agrícola, por lo que se debía
afrontar la recuperación. La importancia del valle se reflejó en un proyecto de rehabilitación y
desarrollo de la zona, en 1973, dirigido por una Autoridad del Valle del Jordán cuyo presidente

92 Naff y Matson op.cit. (1984: 45). Como hemos visto, también había otros factores, de tanto o más
peso para el régimen hachemí, que influyeron en la decisión de acabar con las guerrillas palestinas en
Jordania.
93 Como hemos visto, la política de Jordania fue ya definitivamente la de retirarse de la presión
militar hacia Israel y confiar en la mediación estadounidense, lo que se expresó en el rechazo a participar
en la guerra de 1973, y lo que la marginó de las negociaciones y le hizo perder su voz en el conflicto.
94 Dodge y Tell op.cit. (1996: 180, 171).

251
tenía rango ministerial. Esta Autoridad es responsable de todos los aspectos relacionados con el
desarrollo del valle y tiene amplios poderes para tomar decisiones políticas y para su
implementación. El primer objetivo fue la rehabilitación del canal, conjugada con una tímida
reforma de la propiedad agraria, la creación de nuevos asentamientos para los campesinos y la
modernización de las técnicas de regadío y de cultivo95.
Una vez analizado el proyecto del Gran Yarmuk, jordano-sirio, abordaremos el proyecto
israelí del Acueducto Nacional. La construcción del Acueducto Nacional israelí estaba pendiente
del problema de Jisr Banat Yaqub. El año 1954, en el Consejo de Seguridad de NNUU, la URSS
había vetado el permiso para iniciar las obras en este punto. Jisr Banat Yaqub estaba situado en la
zona desmilitarizada entre Israel y Siria, sobre la cual, según los acuerdos de armisticio, ninguno
de los dos Estados tenía soberanía. Tras el fracaso de las negociaciones, el propio Johnston
intervino para que Estados Unidos concediera 75 millones de dólares en ayuda financiera para el
desarrollo de las infraestructuras hidrológicas en Israel, pero Washington puso la condición de que
Tel Aviv esperara dos años antes de reemprender las obras en el puente de Banat Yaqub. Desde el
punto de vista del gobierno israelí el Acueducto Nacional era un elemento fundamental para el
nuevo Estado, indispensable para la región costera -la más poblada-, y para las colonias del Negev
-la frontera vecina de Egipto y la más desprotegida-, y se debía realizar a cualquier precio.
También eran conscientes de las implicaciones políticas y de seguridad del proyecto, hasta el punto
que las decisiones importantes se preparaban en un comité especial del gabinete en el que
participaban los ministerios de Exteriores, Defensa, Finanzas y Agricultura, con los consejeros del
Tahal, y con la frecuente asistencia de Ben Gurion96.
La decisión crucial, ante los problemas que suponían las obras en la zona desmilitarizada, fue
la de cambiar el punto de desvío del agua. Ante las presiones de Siria, la URSS y Estados Unidos,
el gobierno de Israel decidió cambiar el proyecto inicial del Acueducto Nacional y trasladar las
obras al lago Tiberiades, dentro de las fronteras de Israel. Esto supuso graves inconvenientes
técnicos: el lago Tiberiades está situado a 213 metros por debajo del nivel del mar, lo que obliga a
un fuerte consumo de energía (8% de la producción anual de electricidad de Israel) para bombear el
agua hasta los 44 metros por encima del nivel del mar, que es el punto más elevado del Acueducto,
y trasladarla 200 Km al sur; por otra parte, al tomar el agua directamente del lago que tiene un
grado muy alto de salinidad, disminuyó considerablemente la calidad del agua desviada a través del
Acueducto97.
Otra decisión difícil fue la del esfuerzo a hacer para la construcción del Acueducto Nacional.
Moshe Dayan, que fue ministro de Agricultura y como tal responsable de los recursos hídricos, era
el gran impulsor del Acueducto Nacional. Dayan consideraba que el Acueducto era una empresa
vital para el futuro de Israel y una condición indispensable para la subsistencia de las colonias

95 Reguer op.cit. (1993: 76-77).


96 Reguer op.cit. (1993: 71).

252
fronterizas. Por esta razón, el proyecto merecía un gran esfuerzo, aunque éste supusiera la
limitación del consumo público y la congelación del nivel de vida de los israelíes. Así, el gobierno,
presionado desde el Ministerio de Agricultura, aceleró las obras reduciendo su duración en cerca de
tres años para hacer frente a las necesidades agrícolas, pero también para hacer frente a la
oposición de los países árabes ribereños del Jordán y a la creciente hostilidad de NNUU98.
Las obras se mantuvieron en secreto hasta que, en octubre de 1959, el Jerusalem Post
publicó algunos detalles. La reacción árabe fue inmediata. La Liga Arabe comenzó a estudiar una
posible desviación de las aguas de las fuentes del Jordán y, en el Consejo reunido en febrero de
1960, se decidió que si Israel proseguía con los trabajos se llevaría a cabo un doble plan: se
desviaría el Hasbani hacia el Litani y el Banias hacia el Yarmuk. Según la argumentación árabe, no
se podía desviar agua fuera de la cuenca si todavía había tierras por regar en la cuenca. El
Acueducto Nacional israelí impediría la explotación de extensas áreas del Ghor y del Zor del Valle
del Jordán. El argumento israelí era que el agua desviada se ajustaba a las cuotas fijadas en el
último Plan Johnston. Durante tres años, las dos partes se estuvieron amenazando con utilizar la
fuerza si se realizaban los respectivos proyectos. Sin embargo, los árabes no tenían la capacidad
para llevarlos a cabo, mientras que los israelíes continuaron el proyecto, de forma que a finales de
1964 entró en funcionamiento el Acueducto Nacional.
Para entender la dimensión que adquiría el Acueducto Nacional para los árabes, sólo hay que
recordar que el anuncio israelí de que se estaba finalizando la primera parte del proyecto condujo a
la convocatoria de la primera cumbre de todos los reyes y presidentes de la Liga Arabe en El Cairo.
El Acueducto Nacional se convirtió en un factor de unión para los árabes, en un símbolo de los
esfuerzos de los gobiernos árabes para evitar la consolidación del Estado de Israel y de la
colonización de Palestina en detrimento de los refugiados palestinos99.
En la primera cumbre árabe de El Cairo se aprobó un plan para desviar las aguas del Jordán
superior. Para llevarlo a cabo se creó una "Autoridad para explotar las aguas del río Jordán y sus
afluentes", al tiempo que se decidió que los participantes en la cumbre financiarían el proyecto y
tomarían las medidas militares necesarias para proteger las obras. Sin embargo, el compromiso
financiero y militar de los gobiernos fue mínimo, a pesar de la importancia que la opinión pública
árabe daba a lo que se veía como un expolio del agua árabe a manos de los sionistas.
El proyecto ya nació con desacuerdos, pues el Ba'az sirio lo veía como un signo de debilidad,
como una forma de escabullirse del deber de luchar contra Israel. Nasser, siempre haciendo
equilibrios entre la conciencia de la inferioridad militar ante Israel y las presiones radicales de la
opinión pública y del régimen sirio, defendió el desvío del Jordán como una opción alternativa a

97 Kliot, N. (1994: 214) Water Resources and conflict in the Middle East. London & New York:
Routledge.
98 Teveth, S. (1975: 450-451) Moshe Dayan. Barcelona: Grijalbo.
99 La primera acción guerrillera de Fatah contra Israel fue un intento de sabotaje del Acueducto
Nacional el día 1 de enero de 1965, lo que reflejaba claramente la importancia del agua en la colonización
territorial y en la disputa.

253
una guerra que sabía perdida de antemano. La política interárabe, sus recelos, divisiones y
competencia por el liderazgo, ya comentados anteriormente, tuvo más peso que la política árabe-
israelí, por lo que tanto el proyecto como su defensa militar se convirtieron en una nueva fuente de
discordia. Una segunda cumbre árabe, en septiembre de 1964, acordó que una agresión a cualquier
Estado árabe se consideraría como una agresión contra todos ellos, y que los ejércitos
permanecerían en estado de alerta para responder a un eventual ataque. Sin embargo, ni Líbano, ni
Siria, ni Jordania aceptaron el estacionamiento de tropas egipcias en su suelo por desconfianza ante
las aspiraciones hegemónicas de El Cairo. Jordania tampoco permitió la entrada de tropas iraquíes
o saudís, y Líbano hizo lo mismo con el ejército sirio. El resultado fue que las obras para el desvío
quedaron desprotegidas y paralizadas al poco tiempo de su inicio.100
El proyecto árabe consistía en desviar el agua del Hasbani superior hacia el Litani, explotar
en Siria y Líbano parte de los recursos del Wazzani y del Banias, y desviar el excedente hacia el
Yarmuk a través de los Altos del Golán hasta el embalse que se debía construir en Mukheiba,
desde donde se conduciría hacia el Canal del Ghor. Este proyecto habría tenido una fuerte
repercusión en el Jordán, pues los árabes recuperarían entre 250 i 300 Mmc del agua que usaba
Israel, y la salinidad del lago Tiberiades aumentaría hasta inutilizar el Acueducto Nacional101. No
obstante, el proyecto era difícilmente realizable a causa de los obstáculos geológicos y geográficos,
además de ser extremadamente costoso102.
La respuesta israelí al inicio de las obras fue militar, respondiendo a su percepción de los
recursos hídricos como una cuestión de seguridad nacional, como una amenaza a su derecho a la
existencia. Entre 1964 y 1967 los incidentes fronterizos y los ataques israelíes a las obras en el
Golán se repitieron y se hicieron progresivamente más violentos y amenazantes a medida que
crecía la tensión. Los bombardeos israelíes se deben enmarcar en su política de represalias
incrementadas, con lo que se convirtieron en un elemento más de tensión ante el cual los Estados
árabes no tenían capacidad de respuesta militar. La reacción árabe se limitó a discursos
grandilocuentes y a protestas en Naciones Unidas que, evidentemente, no frenaron a un gobierno
israelí que ya estaba preparando la Guerra de Junio de 1967. El resultado fue que el proyecto árabe
se hundió por falta de financiación y de protección, hasta el punto que cuando Israel inició la
guerra las obras estaban suspendidas de forma permanente103. Esto nos permite pensar que el
ataque israelí no tuvo una causa directa en el proyecto árabe de desvío del agua del Jordán, aunque,
con todo, sí se puede creer que el control del agua fue uno de los objetivos de las conquistas
israelíes.

100 Lowi op.cit. (1993: 121-128).


101 Kahhaleh op.cit. (1981: 32).
102 El coste calculado era de entre 190 y 200 millones de dólares, que debían financiar
principalmente Arabia Saudí y Egipto (recordemos que todavía no se había producido el boom del petróleo
de los años 1970s).
103 Riyadh op.cit. (1985: 14).

254
5. La Guerra de Junio de 1967: la conquista del agua

"El verdadero día negro fue el séptimo día de la Guerra de los Seis Días. Entonces tuvimos
que decidir, retroactivamente, si habíamos hecho una guerra defensiva o una guerra de conquista.
El declive de Israel empezó aquel día"104. El grado en que influyó el agua a la hora de tomar esta
decisión todavía se discute, pero es seguro que fue un factor que se tuvo en cuenta. El agua fue uno
de los elementos que ayudó a la espiral de tensión en la zona, pero no el único ni el más
importante. El agua tampoco fue el elemento clave cuando los israelíes delimitaron el espacio
geoestratégico a ocupar. Si el objetivo central hubiera sido el agua, habría bastado con la conquista
de pequeñas zonas en la cuenca superior del río Jordán y en las áreas de captación de los acuíferos
de Cisjordania105. No obstante, el mismo argumento también sirve para afirmar que la decisión de
dibujar la línea de las conquistas unos pocos kilómetros más al norte y al este se puede explicar por
la voluntad de controlar toda la cuenca superior del Jordán.
Sí parece cierto que el agua influyó en la decisión de mantener la ocupación y en el dibujo de
algunas zonas a controlar y a colonizar. La decisión sobre la permanencia en los territorios
palestinos y en los Altos del Golán, y su colonización, sí que estuvo, y continúa estando, influida
por el control del agua106. El mismo 1967, Israel pasó a controlar el agua de los territorios
ocupados con la orden militar 92, que prohibía horadar nuevos pozos sin el permiso de las
autoridades militares de ocupación, fijaba cuotas para la extracción de agua y expropiaba los pozos
de los propietarios ausentes y aquellos que se encontraban en las áreas expropiadas. En octubre del
mismo año la autoridad militar publicó la orden militar 158 que, en el artículo 4, decía: "No se
permitirá a nadie instalar, montar, poseer o hacer funcionar ninguna instalación de agua si no se ha
obtenido la licencia del comandante de la zona". Entre 1967 y 1993 sólo se concedieron permisos
para 34 nuevos pozos, para uso doméstico y con un máximo de 140 metros de profundidad107. De
esta forma se impidió la explotación palestina de los acuíferos de Cisjordania, una fuente de agua
cada vez más importante para Israel. El control del Valle del Jordán, por razones teóricamente de

104 Yeshayahu Leibovitz, citado en Gresh, A. (1990: 8) "Retour à une logique de guerre au Proche-
Orient?". Le Monde Diplomatique.
105 Elmusa, S.S. (1996: 72) "The Land-Water Nexus in the Israeli-palestinian Conflict". Journal of
Palestine Studies. XXV(3). Stauffer, T. (1985) "Arab Waters in Israeli Calculations: The Benefits of War
and the Costs of Peace". A. M. Farid & H. Sirriyeh (eds.), Israel and Arab Water London: Ithaca Press
defiende que hubo un "imperativo hídrico" israelí en la Guerra de Junio de 1967 y en las guerras libanesas.
Los argumentos de Stauffer se basan principalmente en los beneficios en recursos hídricos conseguidos por
Israel en estas guerras, y en un cálculo de costos y beneficios que es favorable a la guerra y a la conquista
de las fuentes árabes frente a otras soluciones más caras. No obstante, parece claro que otras variables,
ideológicas, políticas y de seguridad tuvieron un mayor peso en la decisión de llevar a cabo las guerras y
las conquistas.
106 Beaumont, P. (1994: 18) "The Myth of Water Wars and the Future of Irrigated Agriculture in the
Middle East". Water Resources Development. 10(1).
107 Beschorner op.cit. (1992: 13).

255
seguridad, también implicaba la colonización efectiva y física de las mejores tierras de regadío de
la orilla occidental.
La importancia estratégica de los Altos del Golán se puede compensar con la firma de un
tratado de paz entre Siria e Israel108. Sin embargo, el problema del agua se evidencia cuando, desde
Israel, se dice que antes del tratado "se deberían hacer algunos cambios en la frontera del norte con
Siria para asegurar el problema del agua"109. La ocupación de los Altos del Golán no supone
solamente el dominio estratégico de Damasco, también significa el control directo del Banias e
indirecto del Yarmuk, pudiendo impedir la construcción de infraestructuras en el principal afluente
del Jordán110. Así, la ocupación de los Altos del Golán fue el certificado de defunción del plan
árabe para desviar las aguas del Jordán superior, pues las tropas israelíes se estacionaron en la zona
por la que debía pasar el agua.
El control israelí del Jordán superior se completó en 1978 con la primera invasión israelí del
sur de Líbano y la ocupación de una franja en la frontera de los dos países. El volumen total de las
aguas árabes capturadas entre 1967 y 1978 es de 600-700 Mmc y representa el 40% del total del
agua consumida en Israel. Este volumen es equivalente al aumento del consumo israelí desde mitad
de los años sesenta, de lo que se desprende que la expansión de las colonias y de la producción
agrícola se ha hecho con agua del Jordán superior y de Cisjordania111. El control de los recursos
hídricos se puede considerar que es el beneficio más importante que la ocupación de la Cisjordania,
el Golán y el sur de Líbano ha procurado a Israel. La conquista del agua de estas zonas ha supuesto
un importante ahorro para Israel, pues la alternativa a la conquista militar de los recursos hídricos
era la muy cara desalinización utilizando energía nuclear. Estimaciones del año 1984 ya hablaban
de un ahorro de 2.000 millones de dólares112. Esto nos muestra la importancia del agua en la
definición de la estrategia militar y de ocupación de los gobiernos israelíes.

108 Los Altos del Golan no eran una amenaza para la seguridad de Israel. De hecho, ninguno de los
jefes de Estado Mayor de la UNTSO los consideró como tal. La artillería siria era poco eficaz, tal y como
se demostró con su incapacidad para impedir la conquista israelí de las zonas desmilitarizadas y la
expulsión de la población, la construcción de las infraestructuras hidrológicas, o la propia conquista del
Golan. En la actualidad, el armamento moderno hace que las teóricas ventajas geográficas tengan todavía
menos importancia. Por esta razón, se puede afirmar que el argumento de seguridad dado por Israel es una
excusa para retener el Golan (Neff op.cit. (1994: 38)).
109 Aaron Yariv (director del Centro de Estudios Estratégicos de la Universidad de Tel Aviv), citado
en Moret, X. (19-11-1990) "Israelíes y palestinos se mantienen en un círculo vicioso en torno a una misma
mesa", El País.
110 De los 10 Km que controlaba antes de 1967, Israel pasó a controlar casi la mitad del curso del
Yarmuk.
111 Stauffer op.cit. (1985: 77).
112 Arab Research Centre (1985: 85) "Israel and the Arab Water. Conclusions and
Recommendations", en A. M. Farid & H. Sirriyeh (eds.), Israel and Arab Water London: Ithaca Press.

256
6. De la militarización del conflicto del agua a la implementación unilateral

Tras la Guerra de Junio de 1967 el escenario hidro-político cambió sustancialmente. El


objetivo árabe de dificultar el acceso de Israel a los recursos hídricos ya no tenía sentido pues Tel
Aviv dominaba las principales fuentes. Como ya se ha visto, las conquistas y la hegemonía militar
israelí habían frustrado las intenciones de impedir la consolidación del Estado de Israel y la
colonización judía del territorio, y la política árabe entraba en una nueva época y en un
cuestionamiento total de sus principios. Líbano y Siria se vieron apartados de la disputa por el agua
de la cuenca superior del Jordán e Israel impuso su dominio basado en la conquista territorial. La
conquista militar permitió a Israel llevar a cabo los objetivos que había expresado al inicio de las
negociaciones Johnston, excepto el control del río Litani, tanto en lo referente a las cuotas de agua
como a su uso. En Jordania, las nuevas políticas hidrológicas se centraron en asegurar una cuota
justa de agua del sistema Jordán-Yarmuk, lo que se abordó con una lógica más tecnocrática que
política.
El problema del agua en Cisjordania y la Franja de Gaza, en cambio, mantuvo toda su
dimensión política, pues era un recurso básico para la colonización de los nuevos territorios
conquistados. Además, el control de los acuíferos cisjordanos entró directamente en el discurso
israelí sobre seguridad. La política israelí respecto a los recursos hídricos tras la Guerra de Junio
fue la de usar la totalidad del agua de la cuenca superior del Jordán y congelar la situación en la
cuenca inferior, sin permitir que se variara el statu quo. Respecto a los acuíferos cisjordanos, Israel
impuso la restricción del consumo palestino y explotó los depósitos subterráneos en beneficio
propio, tanto para el interior de Israel como para los asentamientos de colonos judíos en los
territorios ocupados palestinos.

257
6.1 La disputa por el Yarmuk

Los objetivos hidrológicos jordanos tras la Guerra de Junio se centraron en el


aprovechamiento del río Yarmuk y en la potenciación del regadío en el Valle del Jordán a través
del Canal del Ghor. La conquista israelí de los Altos del Golán abortó los proyectos en Mukheiba,
por razones de seguridad, y puso una vez más en el primer plano el proyecto de embalse en
Maqarin. La falta de infraestructuras hidráulicas adecuadas en el río Yarmuk suponía la pérdida de
importantes volúmenes de agua en invierno, que explotaba Israel tras su desvío al lago
Tiberiades113.
La competencia por el agua del Yarmuk entre Israel y Jordania se expresó en los obstáculos
israelíes a la construcción y funcionamiento de las infraestructuras jordanas. La sequía agravaba la
situación, y en los años setenta se sintió de una forma crítica en Jordania. Amman, haciendo un
ejercicio de pragmatismo, intentó llegar a acuerdos con el gobierno israelí para desarrollar y reparar
algunas infraestructuras relacionadas con el Canal del Ghor. En 1977, abrió conversaciones con
funcionarios israelíes a través de mediadores norteamericanos para afrontar el problema del
embalse de Mukheiba. En un primer momento, los laboristas parecieron receptivos a la iniciativa,
pero el cambio de gobierno el mismo año congeló los contactos, que, a partir de entonces, se
limitaron a tratar las cuotas del Yarmuk en un nivel técnico. A Tel Aviv no le interesaba que
Jordania pudiera desarrollar un mejor aprovechamiento del Jordán, pues el agua que no se podía
desviar hacia el canal revertía en beneficio israelí. Esto se puso de manifiesto poco más tarde,
cuando en 1979 los dos países estuvieron cerca de chocar militarmente en la toma de aguas del
Canal del Ghor. El gobierno jordano acusó al israelí de tapar con rocas el desvío hacia el canal y
desplazó tropas a la zona para protegerlo, a lo que el ejército israelí respondió haciendo lo mismo.
Finalmente, fue necesaria una nueva mediación estadounidense para evitar el conflicto armado.114
El embalse en Maqarin era otra necesidad en Jordania que se hacía más acuciante con los
períodos de sequía. A mediados de los años setenta un nuevo proyecto que incluía como pieza
fundamental el embalse en Maqarin recibió el apoyo internacional. Este proyecto consistía en la
segunda fase del "Proyecto de Regadío en el Valle del Jordán", y comprendía el mencionado
embalse con capacidad para 486 Mmc y una central hidroeléctrica, un punto de captación y desvío
de agua en Addassiyah, la prolongación del Canal del Ghor oriental en 14,5 Km, la construcción de
nuevos sistemas de regadío para cubrir alrededor de 10.000 hectáreas, y la modernización de los
sistemas de regadío existentes115.

113 Jordania sólo podía utilizar entre 120 i 130 Mmc, lo que equivale a menos de un tercio del
caudal total del río. Israel explotaba cerca de 100 Mmc del caudal invernal, además de los 25 Mmc de la
cuota establecida por los acuerdos Johnston, lo que suponía más del 25% del agua del río Yarmuk en vez
del 5% propuesto por Johnston (Lowi op.cit. (1993: 155, 181)).
114 Wolf op.cit. (1995: 55-56).
115 Taubenblatt op.cit. (1988: 48).

258
La posición de Damasco, desde un primer momento, revistió cierta ambigüedad. Siria debía
ser la principal beneficiaria de la producción de energía, por lo que estaba fuertemente interesada
en el proyecto, pero también estaba planeando el desarrollo agrícola de la región y no definió su
posición sobre el volumen de agua que utilizaría de los afluentes sirios de la cuenca superior del
Yarmuk. Además, el gobierno sirio desconfiaba de la localización de la presa por razones de
seguridad, pues estaba al alcance de la artillería israelí y ya había habido repetidas muestras de que
las infraestructuras hidráulicas podían ser un objetivo militar116.
Los estudios iniciales se hicieron con financiación de la United States Agency for
International Development (USAID), y en una reunión de donantes celebrada en 1978 en Londres
también recibió una importante financiación bilateral y multilateral, pero el gobierno de Estados
Unidos y el Banco Mundial exigían que hubiera un acuerdo general de todos los países ribereños
(Siria, Jordania e Israel) para que la financiación se hiciera efectiva117. Washington, con la
Administración Carter, intentó nuevamente una aproximación funcionalista al conflicto árabe-
israelí a través de los recursos hídricos y de la cooperación multilateral en su gestión. Sin embargo,
de la misma forma que había ocurrido con las negociaciones Johnston, el proyecto chocó con los
problemas políticos.
En Israel la construcción del embalse se percibió como una amenaza porque supondría la
pérdida de, al menos, los excedentes invernales, y porque provocaría un aumento de la salinidad
del lago Tiberiades118 y una mayor disminución del nivel del Mar Muerto119. La posible pérdida del
agua del Yarmuk, junto con el control de los acuíferos de Cisjordania, trasladó a la opinión pública
la situación crítica de Israel ante la escasez de recursos hídricos.
Israel exigió una revisión de su cuota de 25 Mmc a 40 Mmc. Al mismo tiempo, alegando su
status de gobierno que administraba la orilla occidental del Jordán, solicitó los 140 Mmc del
Yarmuk que el Plan Johnston adjudicaba al Ghor occidental. Esta pretensión era totalmente
inaceptable para Jordania y en el ámbito internacional, pues el agua del Yarmuk hubiera servido

116 Lowi op.cit. (1993: 174). Por ejemplo, el proyecto de desvío del agua de la cuenca superior del
Jordán había sucumbido bajo los bombardeos israelíes, las obras en Mukheiba se habían paralizado por la
invasión israelí de junio de 1967 y, entre 1967 y 1971, el Canal del Ghor oriental había quedado fuera de
servicio en cuatro ocasiones por los bombardeos israelíes.
117 Starr, J. (1991: 577) "Water Security: The Missing Link in Our Mideast Strategy". Current World
Leaders. 34(4). De todas formas, la superioridad militar israelí hace pensar que difícilmente sería posible
construir el embalse sin el acuerdo con Israel, pues Tel Aviv podría optar por el sabotaje de las obras como
una solución barata y efectiva.
118 Esto podría tener consecuencias en prácticamente todo el sistema hidrológico israelí, debido a
que el lago Tiberiades se utiliza como depósito del agua a distribuir a través del Acueducto Nacional. En
añadidura, la misma agua también se utiliza para rellenar los acuíferos, que sirven también de depósito en
invierno, por lo que la pérdida de calidad del agua sería general (Reguer op.cit. (1993: 80)).
119 El Mar Muerto podría llegar a desaparecer, por lo que el proyecto de Maqarin puso de nuevo
encima de la mesa el proyecto del Canal Med-Dead, el trasvase de agua del Mediterráneo hacia el Mar
Muerto. Sin embargo, los costos tanto económicos como de seguridad de este proyecto eran demasiado
importantes. Además, la disminución del nivel del Mar Muerto también afectaría a las industrias que
explotan sus minerales, tanto israelíes como jordanas (Davis, Maks y Richardson op.cit. (1980: 10)).

259
para extender la colonización israelí de Cisjordania, mientras que la cuota se había negociado
pensando, sobre todo, en el asentamiento de los refugiados palestinos en la región. Las
pretensiones israelíes y la posible negociación sobre ellas colocaba en primer plano el problema del
control del territorio y de sus recursos, además del reconocimiento y legitimación de este control, y
por ende de la ocupación y las conquistas de junio de 1967.
A medida que avanzaban los años el proyecto de embalse en Maqarin crecía en importancia
para Jordania. La sequía y la contaminación de los acuíferos que suministraban agua a la capital
provocaban escasez y racionamiento, por lo que el agua del Yarmuk se vio también como una
solución para las necesidades de consumo urbano. Así, el proyecto, que en un inicio era puramente
para regadío y producción de energía, adquirió una nueva dimensión. En 1980 hubo noticias de que
la mediación norteamericana estaba consiguiendo resultados y que Jordania e Israel se acercaban a
un acuerdo para la división de las aguas del Yarmuk. La posición crítica de Jordania en la cuenca
del Jordán y del Yarmuk, y su clara inferioridad en la relación de poder con los demás actores,
sobre todo con Israel, obligaba a Amman a buscar acuerdos con Tel Aviv para la gestión de los
recursos hídricos de la cuenca y para solucionar los continuos problemas que se presentaban, como
la limpieza y reparación de la toma de agua para el Canal del Ghor en el Yarmuk. Estos acuerdos
puntuales se percibían de forma distinta por los israelíes y los jordanos, ya que mientras los
primeros los consideraban como un tipo de cooperación, los segundos los veían como un signo de
impotencia ante el conflicto.
Sin embargo, a finales de los setenta y primeros ochenta, surgió un nuevo obstáculo que
terminó por desanimar la mediación norteamericana dirigida por Philip Habib para la construcción
de la presa en Maqarin. Tras los acuerdos de Camp David, el gobierno sirio se negó a cualquier
tipo de colaboración con Israel, lo que entraba en contradicción con las exigencias del Banco
Mundial y de los Estados Unidos para financiar el proyecto. Por otra parte, los regímenes de
Damasco y Amman se distanciaron en el nuevo clima de tensión interárabe. Hafez al-Assad acusó
a los hachemís de estar apoyando a la fuerte oposición islamista de los Hermanos Musulmanes y,
poco después, Siria y Jordania se situaron en bandos enfrentados durante la guerra entre Irán e Iraq.
El proyecto de Maqarin ha seguido presente durante los años ochenta y noventa. La sequía y
la situación límite de los recursos hídricos en Jordania a finales de los ochenta, llevaron a Amman
a firmar un acuerdo con Siria para la construcción de la presa de la Unidad cerca del mismo
emplazamiento de Maqarin. Este acuerdo se firmó en condiciones desfavorables para Jordania, ya
que el nuevo proyecto tenía la mitad de la capacidad del anterior, y Siria aprovecharía casi toda la
energía generada en la presa y podría construir 24 pequeños embalses en la parte superior del río.
El gobierno jordano se dirigió al Banco Mundial en busca de financiación y, nuevamente, se
encontró con la exigencia de un acuerdo con todos los Estados corribereños, lo que le llevó a
solicitar una nueva mediación estadounidense para resolver la disputa. En 1989, el embajador
Richard Armitage retomó la cuestión donde Habib la había dejado, pero la explotación del río
Yarmuk había sufrido algunos cambios sustanciales. La explotación siria de la cuenca superior del

260
río, con una capacidad de embalse de alrededor de 250 Mmc dejaba una capacidad máxima de 225
a la presa en Maqarin, lo que suponía una fuerte mengua en comparación con el proyecto inicial de
486 Mmc. Por otra parte, Israel insistía en que se debía utilizar el lago Tiberiades como embalse
natural y quería renegociar sus cuotas, además de solicitar que el acuerdo se plasmara formalmente,
poniendo un obstáculo político difícilmente salvable por Jordania en aquel momento. Aun con
todas las dificultades, parecía que el acuerdo entre jordanos e israelíes era posible, pero la
mediación de Armitage nació coja por las malas relaciones de Estados Unidos con Siria y, al poco
tiempo, la invasión iraquí de Kuwait y la crisis que la siguió dieron al traste con ella120.
Las relaciones entre Israel y Jordania sufrieron un cambio importante tras la paz separada
palestino-israelí en 1993. El régimen hachemí aprovechó la oportunidad para negociar la paz con
Israel y utilizó el agua, entre otras cuestiones menores, para legitimar las conversaciones ante la
opinión pública de su país. Los tratos con Israel continuaban provocando un rechazo mayoritario
en la población de Jordania, y el gobierno de Amman necesitaba crear un ambiente más favorable
si quería mantener la estabilidad tras el tratado de paz.
En 1993-1994, la región del Jordán estaba saliendo de una sequía extremadamente dura y la
carestía de agua se sentía como un problema capital, por lo que el régimen jordano forzó la
negociación de algunas cuestiones concretas, la principal el agua, antes de la firma del tratado de
paz. El gobierno jordano necesitaba un acuerdo previo y favorable sobre los recursos hídricos, para
hacer aceptar el acuerdo de paz a su opinión pública. Esto se puede apreciar en los titulares a
primera plana del "reconocimiento israelí de los derechos jordanos sobre el agua", que en realidad
sólo era la aceptación de negociar el problema121, y en la insistencia en los beneficios del acuerdo
para Jordania una vez finalizada la negociación122. De hecho, los gobiernos israelí y jordano ya
utilizaron los recursos hídricos antes incluso de iniciar las conversaciones, cuando durante el
verano de 1994 Israel ayudó a Jordania a superar las importantes restricciones cediendo una cuota
mayor de agua123.
Tel Aviv también tenía interés en facilitar la negociación política y sobre los recursos
hídricos. En una negociación separada con Jordania, el agua que estaba en juego no era un caudal
importante y podía facilitar la firma de un segundo tratado de paz con un Estado árabe. Además, la
aceptación jordana del principio de división de la cuenca favorecía la estrategia israelí de
negociación de tratados separados bilaterales, en contraposición a la firme posición común de los

120 Lowi op.cit. (1993: 180); Wolf op.cit. (1995: 65-66).


121 Al-Dustur (20-7-1994: 1) Israil ta'tarif bihuquq al-Urdun fi-l-miyah (Israel admite los derechos
de Jordania sobre las aguas).
122 Declaraciones del primer ministro Abd al-Salam al-Majali y del negociador en jefe Munther
Haddadin a Jordan Times (19 de octubre de 1994).
123 Entrevista con Munther Haddadin, antiguo director de la Jordan Valley Authority y antiguo
ministro de Agua e Irrigación, jefe de la delegación negociadora del acuerdo sobre recursos hídricos con
Israel en 1994 (24-2-1997 en la Royal Scientific Society - Amman).

261
Estados árabes en las negociaciones Johnston124. En el nuevo marco que se abría con los acuerdos
jordano-israelíes, Israel sería la parte dominante en cada uno de los posibles tratados, en vez de ser
una más de las partes en un sistema de gestión global de la cuenca.
Los objetivos y principios del acuerdo125 se establecen en el artículo sexto y ponen en
evidencia que la estrategia que prevaleció fue la israelí. En primer lugar, a pesar de que "The
Parties agree mutually to recognise the rightful allocations of both of them (...)" (art. 6.1), y de que
las dos partes reconocían "(...)the necessity to find a practical, just and agreed solution (...)" (art.
6.2), no se menciona en ningún párrafo la forma en que estos principios se expresarían en el tratado
y se plasmarían en variables concretas. El principio que regiría el desarrollo de las negociaciones,
se expresaba a continuación:
"The Parties recognise that their water resources are not sufficient to meet their
needs. More water should be supplied for their use through various methods,
including projects of regional and international co-operation" (art. 6.3)126.

La política israelí en las negociaciones bilaterales y multilaterales127 es la de evitar la


redistribución de los recursos hídricos y centrar los esfuerzos en aumentar los suministros. De
hecho, ya en 1992, el director de los servicios hidrológicos del Ministerios de Agricultura israelí
escribía:
"El argumento de que Israel utiliza agua que no le pertenece, y que debería
devolver, dificulta las relaciones. Ese argumento es un signo de que el que habla
no busca realmente una solución (...) Tanto Israel como Jordania casi han agotado
su potencial (...) Por lo tanto, la transferencia de agua de un sitio a otro es una
opción fútil. Sólo serviría para crear más problemas. La solución para estos dos
estados es añadir agua y no redistribuirla: conservarla y utilizarla más
eficazmente"128.

124 Elmusa, S.S. (Spring 1995: 64, 72) "The Jordan-Israel Water Agreement: A Model or an
Exception?". Journal of Palestine Studies. XXIV(3).
125 “Treaty of Peace Between the State of Israel and the Hashemite Kingdom of Jordan
Done at Arava / Araba Crossing point, 26 October 1994”.
126 El punto siguiente del artículo sexto abunda en la misma cuestión:
art.6.4 "In light of paragraph 3 of this Article, with the understanding that co-operation in water-
related subjects would be to the benefit of both Parties, and will help alleviate their water shortages, and
that water issues along their entire boundary must be dealt with in their totality, including the possibility of
trans-boundary water transfers, the Parties agree to search for ways to alleviate water shortages and to co-
operate in the following fields: a. development of existing and new water resources, increasing the water
availability, including cooperation on a regional basis as appropriate, and minimising wastage of water
resources through the chain of their uses; (...)".
127 El grupo de trabajo sobre los recursos hídricos que se puso en marcha en el marco del proceso
multilateral iniciado en 1992 está teniendo una vida no demasiado ambiciosa y con unos resultados más
bien modestos. De hecho, su mayor éxito fue reunir a técnicos jordanos, palestinos e israelíes en un
"Executive Action Team" (EXACT), con apoyo de Australia, Canadá, la Unión Europea, Francia, Holanda
y Estados Unidos, que básicamente ha llevado a cabo una labor de puesta en común de datos hidrográficos,
aunque no de consumo y distribución (Información sobre EXACT se puede encontrar en
http://water.usgs.gov/exact/).
128 El País-World Media (11-6-1992) "Oriente Próximo, la batalla por venir (mesa redonda)".

262
El artículo primero del anexo II se marca los volúmenes principales:
"Article I. - Allocation
1. Water from the Yarmouk River
a. Summer period - 15th May to 15th October of each year. Israel pumps (12)
MCM and Jordan gets the rest of the flow.
b. Winter period - 16th October to 16th May of each year. Israel pumps (13) MCM
and Jordan is entitled to the rest of the flow subject to provisions outlined
hereinbelow: Jordan concedes to Israel pumping an additional (20) MCM from the
Yarmouk in winter in return for Israel conceding to transferring to Jordan during
the summer period the quantity specified in paragraph (2.a) below from the Jordan
River.
c. In order that waste of water will be minimized, Israel and Jordan may use,
downstream of point 121/Adassiya Diversion, excess flood water that is not usable
and will evidently go to waste unused."

En el tratado se rompe la lógica de las negociaciones Johnston, en las cuales se establecía una
cuota para los árabes y era Israel la parte que accedía al agua excedentaria y estaba a merced de la
climatología. El acuerdo fija una cuota para Israel y el resto para Jordania, lo que deja a Amman a
expensas de la explotación siria del Yarmuk. Jordania será así la primera interesada en evitar que
Siria aumente su consumo y actuará como cortafuegos para proteger la cuota israelí. Por otra parte,
como queda marcado en el párrafo (c) Israel no renuncia a las aguas torrenciales que las
infraestructuras jordanas no pueden controlar, y que pueden variar entre 50 y 100 Mmc.
El resto de volúmenes de agua dependientes del río Jordán son mínimos y, en buena parte
están ligados a futuros proyectos de desarrollo:
"Article I. - Allocation
1. Water from the Jordan River
a. Summer period - 15th May to 15th October of each year. In return for the
additional water that Jordan concedes to Israel in winter in accordance with
paragraph (l.b) above, Israel concedes to transfer to Jordan in the summer period
(20) MCM from the Jordan River directly upstream from Deganya gates on the
river. Jordan shall pay the operation and maintenance cost of such transfer through
existing systems (not including capital cost) and shall bear the total cost of any new
transmission system. A separate protocol shall regulate this transfer.
b. Winter period - 16th October to 14th May of each year. Jordan is entitled to
store for its use a minimum average of (20) MCM of the floods in the Jordan River
south of its confluence with the Yarmouk (as outlined in Article II below). Excess
floods that are not usable and that will otherwise be wasted can be utilised for the
benefit of the two Parties including pumped storage off the course of the river.
c. In addition to the above, Israel is entitled to maintain its current uses of the
Jordan River waters between its confluence with the Yarmouk, and its confluence
with Tiral Zvi/Wadi Yabis. Jordan is entitled to an annual quantity equivalent to
that of Israel, provided however, that Jordan's use will not harm the quantity or
quality of the above Israeli uses. The Joint Water Committee (outlined in Article
VII below) will survey existing uses for documentation and prevention of
appreciable harm.
d. Jordan is entitled to an annual quantity of (10) MCM of desalinated water from
the desalination of about (20) MCM of saline springs now diverted to the Jordan
River. Israel will explore the possibility of financing the

263
operation and maintenance cost of the supply to Jordan of this desalinated water
(not including capital cost). Until the desalination facilities are operational, and
upon the entry into force of the Treaty, Israel will supply Jordan (10) MCM of
Jordan River water from the same location as in (2.a) above, outside the summer
period and during dates Jordan selects, subject to the maximum capacity of
transmission.

2. Additional Water
Israel and Jordan shall cooperate in finding sources for the supply to Jordan of an
additional quantity of (50) MCM/year of water of drinkable standards. To this end,
the Joint Water Committee will develop, within one year from the entry into force
of the Treaty, a plan for the supply to Jordan of the above mentioned additional
water. This plan will be forwarded to the respective governments for discussion
and decision."

Como se puede ver, la cuota inmediata para Jordania del río Jordán es de sólo los 10 Mmc de
agua desalinizada, para el resto se debe desarrollar el modo de producirla (20 Mmc de aguas
torrenciales) o no se especifica su procedencia (50 Mmc de agua adicional). Estos 50 Mmc son la
máxima ganancia teórica de la parte jordana. Sin embargo, israelíes y jordanos no coinciden en la
interpretación del redactado de este punto. El acuerdo dice que Israel y Jordania colaborarán para
conseguir esta agua adicional. La interpretación israelí es la de ayudar técnicamente, mientras que
la jordana es la de tener acceso a agua suplementaria de la cuota israelí del Jordán o del Tiberiades
o de fuentes conjuntas jordano-israelíes, pues las fuentes sobre las que trata el acuerdo no tienen
capacidad para suministrar estos 50 Mmc adicionales129. Así, según la interpretación israelí, no hay
redistribución de los recursos sino la búsqueda de nuevos suministros en un aumento de la
producción futura de agua.
Otro elemento importante del tratado es el intercambio de 20 Mmc de agua invernal del
Yarmuk que se desvían al lago Tiberiades para uso israelí, por 20 Mmc de agua estival del
Tiberiades para uso jordano. Esto se puede entender de dos formas: la primera es que los jordanos
utilizan el lago Tiberiades como embalse para almacenar el agua excedente de invierno; la segunda
es que la cuota del Yarmuk para Israel es de 45 Mmc y la del Jordán para Jordania también
aumenta en 20 Mmc. De una u otra forma, la realidad es que se está usando el lago Tiberiades
como embalse natural para agua del río Yarmuk, lo que seguramente enterrará definitivamente el
proyecto de embalse conjunto sirio-jordano en Maqarin y la explotación tanto hidroeléctrica como
de aprovechamiento de agua del río.

129 Entrevista con Bisher Khasawneh, asesor del Ministerio de Asuntos Exteriores jordano
especialista en recursos hídricos (22 de febrero de 1997, Ministerio de Asuntos Exteriores, Amman). La
opinión de Khasawneh era que la delegación negociadora jordana no había consultado a los asesores
legales y que cometió un error al aceptar el redactado del punto 3. La propuesta israelí es desalinizar 30
Mmc de agua salobre de los arroyos del Ghor Beisan (israelí) y 20 Mmc de los del lago Tiberiades.

264
El tratado no se refiere solamente al sistema Yarmuk-Jordán inferior. En el artículo IV del
Anexo II también se acordó la distribución de las aguas de Wadi Araba, al sur del Mar Muerto130.
En el momento de firmar el acuerdo, la extracción de agua de los pozos de Wadi Araba por parte
de Israel era de alrededor de 8 Mmc, de los cuales una parte se usaba para regar las colonias del
área de al-Ghamr y el caudal mayor se desviaba al interior de Israel131. Esta cuota se ha aumentado
en 10 Mmc, lo que reduce en 18 Mmc el volumen de agua teóricamente ganado por Jordania de la
cuota del Jordán, pues no es más que un intercambio de agua del sur por agua del norte. Otro factor
criticado en Jordania y por el resto de Estados árabes del acuerdo sobre el área de al-Ghamr, es que
a pesar de recuperar Jordania la soberanía nominal sobre esta zona, los colonos no sólo
permanecen en la tierra sino que además son tratados de propietarios del suelo ("Recognising that
in the area which is under Jordan's sovereignty with Israeli private land use rights ("land
owners")") y las condiciones en que disponen del área les mantienen en la práctica como si el
territorio continuara siendo israelí132. Como se puede suponer, esto fue visto por los demás Estados
árabes y algunos sectores de la opinión jordana como un peligroso precedente, pues ni el Derecho

130 Annex II
Article IV. (Groundwater in Emek HaÆarava/Wadi Araba) 1. In accordance with the provisions of
this Treaty, some wells drilled and used by Israel along with their associated systems fall on the Jordanian
side of the borders. These wells and systems are under Jordan's sovereignty. Israel shall retain the use of
these wells and systems in the quantity and quality detailed in an Appendix to this Annex, that shall be
jointly prepared by 31st December, 1994. Neither country shall take, nor cause to be taken, any measure
that may appreciably reduce the yields or quality of these wells and systems. 2. Throughout the period of
Israel's use of these wells and systems, replacement of any well that may fail among them shall be licensed
by Jordan in accordance with the laws and regulations then in effect. For this purpose, the failed well shall
be treated as though it was drilled under license from the competent Jordanian authority at the time of its
drilling. Israel shall supply Jordan with the log of each of the wells and the technical information about it to
be kept on record. The replacement well shall be connected to the Israeli electricity and water systems. 3.
Israel may increase the abstraction rate from wells and systems in Jordan by up to (10) MCM/year about
the yields referred to in paragraph 1 above, subject to a determination by the Joint Water Committee that
this undertaking is hydrogeologically feasible and does not harm existing Jordanian uses. Such increase is
to be carried out within five years from the entry into force of the Treaty.
131 Elmusa (Spring 1995: 64).
132 Treaty of Peace Between the State of Israel and the Hashemite Kingdom of Jordan (Arava/Araba
Crossing point, 26 October 1994). Annex I (c) The Zofar/Al-Ghamr Area
1. The two Parties agree that a special regime will apply to the Zofar/ Al-Ghamr area ("the area") on
a temporary basis, as set out in this Annex. For the purpose of this Annex the area is in Appendix V.
2. Recognising that in the area which is under Jordan's sovereignty with Israeli private land use rights
("land owners") in the land comprising the area ("the land") Jordan undertakes: a) to grant without charge
unimpeded freedom of entry to, exit from land usage and movement within the area to the land-owners and
to their invitees or employees and to allow the land-owners freely to dispose of their land in accordance
with applicable Jordanian law; b) not to apply its customs or immigration legislation to land-owners, their
invitees or employees crossing from Israel directly to the area for the purpose of gaining access to the land
for agricultural or any agreed purposes; c) not to impose discriminatory taxes or charges with regard to the
land or activities within the area; d) to take all necessary measures to protect and prevent harassment of or
harm to any person entering the area under this Annex; e) to permit with the minimum of formality,
uniformed officers of the Israeli police force access to the area for the purpose of investigating crime or
dealing with other incidents solely involving the landowners, their invitees or employees.

265
Internacional, tras la ocupación militar del territorio, ni el derecho jordano permitía a los colonos
israelíes convertirse en "propietarios" del suelo. Este es uno de los objetivos de Israel en su política
de ocupación de los territorios árabes, tanto palestinos, como sirios y libaneses, y los negociadores
jordanos en el redactado del tratado de paz lo aceptaron como una realidad de iure.
El resultado final de las negociaciones se ajustó a los criterios defendidos por Israel. Esto fue
posible por la aceptación jordana de la división de la cuenca y por su renuncia a cuotas de agua de
la cuenca superior del Jordán. El statu quo sufrió alteraciones mínimas, quedando las alteraciones
a expensas del desarrollo futuro de nuevas infraestructuras. La cuota resultante para Jordania quedó
lejos de lo establecido en las negociaciones Johnston (720 Mmc) aun restándoles la parte que
hubiera correspondido a Cisjordania según los cálculos palestinos (181 Mmc). Las estimaciones
más optimistas sobre el caudal que conseguirá Jordania una vez construidos todos los proyectos,
apuntan un volumen total aproximado de 345 Mmc133, 194 Mmc menos de lo que el plan
Unificado final de las conversaciones Johnston marcaba. Y a esta diferencia se le debe sumar los
18 Mmc que Jordania cede a Israel en Wadi Araba, con lo que son más de 210 Mmc los que pierde
Amman. También se debe tener en cuenta que las estimaciones actuales se hacen con una
tecnología para producir agua que era impensable en los años cincuenta, con lo que los volúmenes
de las negociaciones Johnston serían mayores en la actualidad y la diferencia aún más abrumadora.
Así, la aceptación jordana de la división de la cuenca y la renuncia a los derechos sobre el
agua que salía del lago Tiberiades explican el desequilibrio respecto a las cuotas de los acuerdos
Johnston. En esta ocasión, la realidad política también ha influido en las negociaciones sobre el
agua. El reconocimiento de Israel se ha traducido en un reconocimiento del statu quo, tanto
territorial como del consumo y la distribución de los recursos hídricos. La posición negociadora de
Jordania partía de una posición de debilidad y de la incapacidad para modificar este statu quo, con
lo que los principios que guiaron las conversaciones y el tratado final fueron los que impuso la
parte israelí. En el caso jordano, el acuerdo representaba una pérdida importante respecto a las
cuotas Johnston, pero una ganancia futura respecto a una distribución de los recursos hídricos que
no se podía modificar en el sentido de recuperar los volúmenes establecidos en los años cincuenta
y que en la actualidad consume Israel.
La aceptación del statu quo como punto de partida de las negociaciones entre Israel y
Jordania fue posible porque las reclamaciones territoriales jordanas eran pequeñas y porque los
recursos a los que Jordania renunciaba, siempre según la referencia del Acuerdo Unificado de las
conversaciones Johnston, no estaban ligados a sus reclamaciones territoriales sino al dominio
israelí. Sin embargo, en futuras negociaciones en las que participen las demás partes de la cuenca,
tanto a nivel bilateral con Israel como a nivel multilateral, no se podrá partir del statu quo, pues la
distribución de los recursos hídricos está directamente ligada a las reclamaciones territoriales.

133 Según las estimaciones de Munther Haddadin, que se pueden considerar como las más optimistas
pues defienden el acuerdo negociado al ser él el jefe de la delegación jordana. Se pueden encontrar los
cálculos y un comentario desde esta perspectiva en Elmusa (Spring 1995).

266
Además, en el caso de una negociación de cuenca el consumo israelí no sería aceptable porque ni
libaneses ni sirios podrían renunciar a sus derechos, ni jordanos ni palestinos podrían negociar
como si el Jordán naciera bajo el lago Tiberiades, como se ha hecho en el Tratado entre Israel y
Jordania de 1994.
Aun así, también es cierto que, a pesar de no suponer una verdadera redistribución de los
recursos, el acuerdo ha reportado beneficios a Jordania, pues en momentos de restricciones Israel
ha respondido facilitando mayores caudales, y se ha avanzado en los distintos proyectos para
aumentar la producción y la calidad del agua. Hasta los acuerdos, Israel había impedido que los
jordanos incrementaran la explotación de la cuenca del Jordán y de los acuíferos. La posibilidad de
hacerlo a partir de las negociaciones fue el beneficio que los gobiernos israelíes ofrecieron a la otra
parte, siempre sin alterar el consumo propio. Así, por ejemplo, el acuerdo ha permitido conseguir
financiación internacional para pequeños embalses de control de aguas torrenciales, para
depuración y reciclaje, para desalinización de aguas salobres, etc.

6.2 Los acuíferos de Cisjordania

La conquista israelí de Cisjordania en junio de 1967 supuso el control total de los acuíferos.
A medida que avanzaban los años, los depósitos de agua subterránea que nacen en Cisjordania
cobraron mayor y mayor importancia para Israel, hasta la actualidad en que supone más del 25 por
ciento del total del suministro israelí. El acuífero occidental y el septentrional tienen la zona de
alimentación en suelo cisjordano en su práctica totalidad, y pueden ser explotados en los dos lados
de la Línea Verde, por lo que su control y administración fue una de las primeras decisiones de la
autoridad militar de ocupación israelí.
La gestión de los recursos hídricos de los territorios ocupados se fue integrando en las
instituciones israelíes, prevaleciendo siempre los intereses de la potencia ocupante. Esto significó
la obstaculización del desarrollo económico de Cisjordania y continuas restricciones al consumo de
agua por parte palestina. El consumo que se concedió a los palestinos fue de 125 Mmc, destinando
el resto a Israel y los colonos judíos134. Aun así hay déficit en los acuíferos, lo que provoca su
salinización y pérdida de calidad. La sobreexplotación de las aguas subterráneas se convierte en un
problema grave, dada la dependencia israelí y palestina de esta fuente, que adquiere un tono
político indudable al reclamar los palestinos la soberanía sobre buena parte de estos depósitos, su
gestión y mayores cuotas de agua135.

134 Lowi op.cit. (1993: 186-187).


135 Davis, Maks y Richardson op.cit. (1980: 16-17).

267
Principales fuentes de abastecimiento de agua para Israel (Mmc)136

Fuente Abastecimiento Sobreexplotación % (a) % (b)


Acuífero de la costa 240-300 (a) 34-80 17,14 19,94
340 (b)
Acuíferos locales 23-280 (a) 16 15,83
270 (b)
Acuíferos de Cisjordania 300-330 (a) 49-50 18,85
Oriental 43 (b)
Septentrional 99 (b)
Occidental 338 (b)
(total) 480 (b) 28,15
Río Jordán 575-610 (a) 25 34,85 36,07
615 (b)
690 (c)
Aguas torrenciales y reciclaje 200-230 (a) 13,14
Aguas no renovables 70.000
(Depósitos del Negev)

Total (a) 1750 100


Total (b) 1705 100

El imperativo hídrico, si bien no fue el detonante de la Guerra de Junio de 1967 y de la


conquista territorial, sí fue una variable a tener en cuenta en el proceso de colonización de los
nuevos territorios ocupados. La superposición de los mapas de asentamientos judíos en Cisjordania
y de accesibilidad a los acuíferos nos permite apreciar sin dificultades esta relación. La zona de
recarga del acuífero occidental y, sobre todo, las áreas en que la profundidad es menor, se
convirtieron en zonas preferentes para la construcción de asentamientos137.
Los asentamientos de colonos en los territorios ocupados por el ejército israelí son uno de los
principales elementos desestabilizadores en el conflicto. La política de colonización de Cisjordania
evolucionó de los objetivos geoestratégicos de los gobiernos laboristas a los objetivos
demográficos de los gobiernos liderados por el Likud. Con este cambio también variaron las zonas
de implantación. Los primeros asentamientos y las expropiaciones más importantes de terreno se
situaron en el Valle del Jordán, en el Zor y Ghor occidentales, lo que conllevó fuertes restricciones
al futuro de la agricultura palestina.
La segunda oleada de colonos, desde el año 1977, se asentó cerca de la Línea Verde. El
objetivo inmediato de los nuevos asentamientos era la integración de Cisjordania en la realidad

136 Según Kliot op.cit. (1994: 234); Elmusa op.cit. (1997: 227) y tabla “Demandas y reparto del agua
del río Jordán”.
(a) Kliot op.cit. (1994). Las diferentes cifras dependen de las fuentes usadas. Los cálculos se han
hecho sobre los máximos.
(b) Elmusa op.cit. (1997).
(c) Tabla “Demandas y reparto del agua del río Jordán”.
137 Ver mapas: "Acuíferos de la Palestina histórica" (http://ipsjps.org/html/water3.htm) y "West
Bank Hilltop Settlements and Land Confiscations. June 1999"
(http://www.fmep.org/images/maps/map9907_1.jpg)

268
israelí, tanto demográfica como territorialmente. La política de infraestructuras en la zona tuvo los
mismos objetivos, tendiendo a ahogar las infraestructuras propias palestinas, sin dedicarles ninguna
inversión, y substituyéndolas por una organización complementaria de la israelí138. Como se ha
señalado, esto afectó directamente a los acuíferos cisjordanos, sobre todo al occidental, de forma
que Israel no sólo creó una nueva línea de seguridad y colonización que desplaza la Línea Verde
hacia el este, sino que consolidó una posición de fuerza sobre el acuífero139.
Los asentamientos de los colonos judíos en Cisjordania no habrían sido posibles sin la
expropiación forzosa de tierra y agua. Al igual que con las primeras oleadas de colonos judíos a la
Palestina histórica, entre otros objetivos, la ocupación del territorio busca las zonas que permitan
controlar los recursos hídricos, tanto en Cisjordania como en la Franja de Gaza. En 1990, más del
50 por ciento del territorio cisjordano estaba bajo control directo de las autoridades militares o de
los colonos y en muchas ocasiones las expropiaciones se cebaron también en las mejores tierras de
cultivo140. La política respecto al agua no fue distinta, y la expropiación de los recursos hídricos se
puso de manifiesto en el mismo momento de la conquista. Las órdenes militares 92, 158 y 498
restringieron la explotación de las aguas subterráneas y congelaron la cuota de agua destinada al
regadío por los palestinos.
Desde 1967 hasta 1993 no se permitió la perforación de ningún pozo nuevo destinado a la
agricultura palestina, ni que se reparara ninguno antiguo que estuviera cerca de uno de los colonos
judíos. En 1967 había 720 pozos en Cisjordania, que en la actualidad se reducen a 356 para la
demanda palestina y, de éstos, ocho fueron perforados después de 1994. La cuota para los pozos de
regadío es sólo de 36 Mmc141. Por otra parte, la explotación palestina de los acuíferos se tiene que
enfrentar a la perforación de los pozos de las colonias. Los pozos palestinos son de poca
profundidad y no reciben permiso para aumentarla, mientras que los pozos vecinos de los colonos
son de gran profundidad, provocando un cono de depresión que puede abarcar hasta 16 Km y secar
o salinizar los pozos tradicionales que los rodean. En las zonas donde interseccionan varios pozos
profundos, las consecuencias se extienden a todo el depósito subterráneo142.

138 Jirbawi, A. y Abd al-Hadi, R. (1990: 80) "Miyah dawlat Filistin: mina al-istilab ila al-istirdad
(Las aguas del Estado de Palestina: de la expoliación a la recuperación)". Dirasat Filistiniyya. 4.
139 La política de los últimos gobiernos laboristas se distanció ligeramente de la del Likud. Así, por
ejemplo, el plan Sheves eliminó en 1994 los incentivos y ventajas fiscales en algunas zonas de
colonización, pero las mantuvo en otras más ligadas a la concepción de seguridad que se desprendía del
Plan Allon (Dekel, O. (1993: 4) "Quelle sera, demain, l'économie palestinienne?". Le Monde
Diplomatique).
140 UNCTAD (1991: 13) "Recent Economic Developments in the Occupied Palestinian Territory".
Journal of Economic Cooperation Among Islamic Countries. 12(1-2).
141 En la actualidad, 41 de estos pozos se dedican a suministrar agua para uso urbano, y la mayoría
de ellos son de titularidad pública, ya sea de ciudades, pueblos o del West Bank Water Department. El
resto se dedican al regadío, y la mayor parte son de titularidad privada (Sabbah, W., Abu Amrieh, M., Al-
Juneidi, F. (2000) "Potentials for Sustainable and Equitable development of Irrigated Agriculture in the
West Bank". Vol. www.arij.org/pub/water/: ARIJ.).
142 United Nations (1 de junio de 1992) "Water Resources of the Occupied Palestinian Territory"
(92-22664 DPR Study).

269
Los principales objetivos de la política restrictiva israelí eran la protección de su consumo de
agua del acuífero occidental e impedir el desarrollo agrícola palestino, pues se podía convertir en
una fuerte competencia de la agricultura israelí. A finales de los ochenta, se estimó que los
palestinos consumían menos del 20 por ciento del agua de Cisjordania.
Como veremos más adelante, las políticas de las autoridades de ocupación relacionadas con
los recursos hídricos fueron también de una extremada dureza, obstaculizaron el desarrollo
económico de la sociedad palestina en los Territorios Ocupados y, en muchos casos, incluso
impidieron dar respuesta a las necesidades sanitarias, higiénicas y de agua potable. Desde el inicio
de la ocupación, el ejército israelí y los colonos atacaron instalaciones hidrológicas,
destruyéndolas, expropiándolas o imposibilitando su funcionamiento. Así, encontramos ejemplos
desde los primeros pasos de la colonización, como la expropiación de suelo en el Valle del Jordán
que se acompañó de la destrucción de bombas de extracción de agua para regadío del río Jordán143,
hasta la actualidad en que continúan las prácticas de destrucción de las instalaciones hidrológicas y
del uso de las restricciones o el cierre total del suministro como castigo colectivo144, a pesar de la
declaración conjunta israelo-palestina en el marco del Joint Water Committee para prohibirlas145.
La política de colonización añadió la necesidad de proteger y favorecer el consumo de los
colonos judíos, aunque esto supusiera reducir el consumo palestino. El consumo de agua de los
colonos en Cisjordania es difícil de establecer pues no hay cifras oficiales y las que ofrecen los
autores son muy dispares146, pero sin duda se puede hablar de un consumo per capita palestino

143 Sabbah, Abu Amrieh, Al-Juneidi op.cit. (2000); United Nations (1 de junio de 1992) (92-22664
DPR Study).
144 LAW - The Palestinian Society for the Protection of Human Rights and the Environment, "Israeli
forces commit massacre in Jenin refugee camp" (información del 8 de abril de 2002 en la [Lawlist]
law@lawsociety.org)); United Nations - ECOSOC (20 June 2001) "Economic and social repercussions of
the Israeli occupation on the living conditions of the Palestinian people in the occupied Palestinian
territory, including Jerusalem, and of the Arab population in the occupied Syrian Golan. Note by the
Secretary-General" (A/56/90-E/2001/17). Un seguimiento del impacto de la ocupación en todos los ámbitos
de la vida de la sociedad palestina se puede hacer mediante los informes de Naciones Unidas
(http://www.un.org/Depts/dpa/qpal/).
145 Esto sucede a pesar de la declaración conjunta del JWC en contra de estas prácticas (Israel -
Palestinian Joint Water Committee, "Joint Declaration for Keeping the Water Infrastructure out of the
Cycle of Violence" (31 de enero de 2001)).
146 Assaf, K., Khatib, N., Kally, E. y Shuval, H. (1993: 29) "A Proposal for the Development of a
Regional Water Master Plan", Jerusalem: Israel/Palestine Center for Research and Information, hacen una
estimación de un mínimo de 50 Mmc, Kliot op.cit. (1994: 247) llega a apuntar una cuota de 160 Mmc,
mientras que Beschorner op.cit. (1992b: 13) se mantiene en un término medio de 100 Mmc. Estas
diferencias se pueden explicar por la inclusión o no de los asentamientos judíos en el este de Jerusalén. En
la cuota palestina hay menos diferencias, y la mayoría de autores se mueven entre 110 Mmc según los datos
suministrados por Tahal (Shuval op.cit. (1993b: 91) "An inventory of the Water Resources of the area of
Israel and the Occupied Territories estimated Water Supply Potential and current utilization", en K. Assaf,
N. Khatib, E. Kally & H. Shuval (eds.), A Proposal for the Development of a Regional Water Master Plan
Jerusalem: Israel/Palestine Center for Research and Information) y 130 Mmc (Kliot op.cit. (1994: 247)).
Esta diferencia también se explicaría por la exclusión de los palestinos de Jerusalén Este en los cálculos de
Tahal.

270
entre cinco y diez veces inferior al de los colonos. Esta política de expropiación del agua y la tierra
tiene un claro reflejo en las nuevas infraestructuras hidrológicas, pues todas están controladas
desde los asentamientos, incluso las que sirven a las comunidades palestinas, convirtiéndolas en un
nuevo medio de dominación. También se refleja en la política de precios del agua, pues mientras
que el consumo de los colonos está fuertemente subvencionado, los palestinos no reciben ninguna
ayuda147. La dependencia cisjordana de Israel se convierte incluso en un negocio para la compañía
pública Mekorot, pues los palestinos deben pagar cara el agua necesaria para hacer frente a las
restricciones, un agua que ha salido de los acuíferos cisjordanos y que no pueden explotar a causa
de la ocupación militar israelí.
Otro objetivo de la política israelí es la conexión de las infraestructuras de los Territorios
Ocupados con las de Israel y los asentamientos, para aumentar la dependencia y el control sobre la
población palestina, y para hacer más difícil la separación y la retirada de las colonias148. Las
infraestructuras hidrológicas no fueron una excepción. A partir de 1982 el sistema de aguas de
Cisjordania, hasta entonces bajo la autoridad militar, pasó a la compañía Mekorot por una
concesión de 49 años, con lo que el servicio a algunas ciudades palestinas depende directamente
del sistema israelí. En otras ocasiones, se ha ofrecido a pueblos o ciudades palestinas con
restricciones que compren agua a asentamientos de colonos vecinos, que en muchos casos son los
causantes de las restricciones al explotar los acuíferos de los que depende el suministro palestino,
pagando un precio mucho mayor que el de los propios colonos y quedando en una situación de
total vulnerabilidad149.
El control de los acuíferos de Cisjordania se convirtió también en un argumento de seguridad
para justificar la ocupación de la orilla occidental del Jordán. En agosto de 1990, en un grave
período de sequía en la zona, el Ministerio de Agricultura israelí, dirigido entonces por Rafael
Eitan150, publicó un anuncio en la prensa internacional en el que la ocupación se defendía también
por imperativos hidrológicos151. Este anuncio tuvo un gran impacto político y, desde entonces, el
control del agua ha estado presente en el debate sobre la ocupación de Cisjordania, sobre los
acuerdos con los palestinos y sobre los mapas fronterizos en la negociación sobre el estatuto final
de los territorios palestinos.

147 En 1990 los palestinos pagaban un precio seis veces más alto que los colonos por el agua (Lowi
op.cit. (1993: 188)).
148 United Nations (29 June 1984) "Report of the team of experts (on the permanent sovereignty over
national resources in the occupied Palestinian and other Arab territories). Annex of the report of the
Secretary-General" (A/39/326).
149 United Nations (1 June 1992) (92-22664 DPR Study); United Nations (15 June 1982) "Living
conditions of the Palestinian people in the occupied Palestinian territories. Report of the Secretary-
General" (A/37/238).
150 Dirigente del partido Tzomet, uno de los máximos exponentes del revisionismo sionista más
radical.
151 "The Israel Ministry of Agriculture Presents: Israel-The Land and its significance. The question
of water - some dry facts" (Jerusalem Post (10 de agosto de 1990).

271
En el anuncio del Ministerio de Agricultura, el control de los acuíferos se planteó como un
problema de seguridad nacional. La dependencia y conexión de los acuíferos más allá de la Línea
Verde convierten la gestión de los acuíferos en un problema que afecta a Israel y a los palestinos.
Por tanto, la sobreexplotación, salinización, contaminación o mala gestión por parte de las
autoridades palestinas tendría repercusiones directas e inmediatas en los suministros hídricos a
Israel152. De ahí que, siempre según el anuncio, las implicaciones políticas sean capitales:
"The crucial issue to be considered in any political solution regarding the future of
Judea and Samaria is the question of who will have the final authority in resolving
issues in dispute. This is especially acute in the case of water resources, as any
proposed Palestinian political entity, whether sovereign or autonomous, would
have no water resources at all, other than those upon which Israel is so critically
dependent for her day-to-day survival"

Se puede apreciar perfectamente como la percepción del conflicto sobre los acuíferos
cisjordanos es todavía de suma cero, sin matices, y con implicaciones para la seguridad nacional
que lo convierten en una cuestión que está más allá de las soluciones técnicas:
"(...) How could Israel secure its vital interests without imposing their own
domestic issues? Conversely, how could the Palestinians be given freedom to
safeguard their legitimate domestic issues, without gravely endangering Israel's
vital interests?
Moreover, even if all disputes were resolved, however unlikely such a possibility
may be, and some fragile compromise were to be reached, Israel's future would be
completely dependent upon the honoring of that compromise agreement not only
by the Palestinians party who signed it, but also by any successor who may come to
power in the future. Clearly, the many extreme and militant elements, who
undoubtedly oppose any agreement with Israel, together with the enormous socio-
economic difficulties that any Palestinian administration would face, make very
likely the overthrow of the original Palestinian regime and its replacement by some
other regime, far more hostile to Israel. Such a successor regime would, of course,
be highly unlikely to honor the compromise so vital to Israel's continued existence,
especially as it would constitute the very justification for the overthrow of its
predecessor!!!"153

El anuncio también se refería a un tema especialmente doloroso para los palestinos, y que
nos retrotrae a los inicios del debate sobre los recursos hídricos en Palestina: la suficiencia de
recursos para dos Estados y su población. Sin embargo, en la actualidad no se debate sobre la
inmigración de nuevos habitantes, sino sobre el retorno de aquellos que fueron expulsados desde
1948:
"Finally, relinquishing control over Judea and Samaria will leave Israel without
any legal, moral or practical means to prevent the repatriation of almost a million

152 Se debe señalar que los problemas de sobreexplotación y salinización ya son una realidad
provocada por la gestión israelí, a pesar de las restricciones impuestas al consumo palestino de agua.
153 Este juego de justificar la agresión o la ocupación en la culpabilización del otro no es nuevo en la
política israelí y, como en muchas otras ocasiones, adquiere un grado elevado de cinismo cuando vemos
que, los mismos que utilizaban estos argumentos, poco más tarde se negarían a honorar los acuerdos del
gobierno laborista israelí con los palestinos.

272
Palestinians resident in refugee camps in sorrounding Arab countries, whether by
their own free will or by forcible 'transfer' by their reluctant Arab 'hosts'. Such a
wave of poverty stricken humanity would generate an impossible strain on the
already over-extended water supply and inadequate sewerage system, endangering
even further Israel's vulnerable and fragile source of life."

No obstante la argumentación sobre los recursos hídricos, el último párrafo del anuncio y el
mensaje final dejaban ver la instrumentalización del agua para justificar la ocupación territorial y el
dominio político de Cisjordania:
"It is difficult to conceive of any political solution consistent with Israel's survival
that does not involve complete, continued Israeli control of the water and sewerage
systems, and of associated infrastructure, including the power supply and road
network, essential to their operation, maintenance and accessibility"
"This is an important point to ponder for those advocates of Israeli concessions
who believe the Jews shoud have a viable independent state in their ancient
homeland. It is important to realize that the claim to continued Israeli control over
Judea and Samaria is not based on extremist fanaticism or religious mysticism but
on a rational, healthy and reasonable survival instinct"

El anuncio del Ministerio de Agricultura fue importante por el impacto que tuvo al colocar
los recursos hídricos en el centro del debate político durante aquel período de sequía, y también
porque definió con claridad la posición del revisionismo sionista en este conflicto. A diferencia de
otras fuentes, el agua de los acuíferos cisjordanos es todavía una cuestión de seguridad desde la
percepción israelí, lo que los revisionistas aprovechan para ligarla y subordinarla de una forma
instrumental a la dimensión política e ideológica del conflicto.
Otras voces abogan por una anexión parcial, como el profesor Haim Gvirtzman154, que
retomó este discurso escondiendo la ideologización bajo un barniz científico y de defensa del
interés nacional israelí. En el diseño de Gvirtzman, junto a otros aspectos como la seguridad y los
asentamientos, el agua juega un papel fundamental para justificar restricciones en la retirada israelí
de Cisjordania y el mantenimiento del control sobre la gestión de los acuíferos septentrional y
occidental. Este tipo de planteamiento parece estar detrás de las proyectos laboristas de retiradas
parciales de Cisjordania155. De la misma forma, la anexión por parte israelí de algunas zonas del
territorio cisjordano puede afectar directamente los derechos palestinos sobre el agua. Igual que en
la conquista de la cuenca superior del Jordán, pocos kilómetros permiten controlar la cuenca y los
depósitos principales de agua, principalmente del acuífero occidental. Lo mismo ocurre con la
orilla occidental del Valle del Jordán, pues si los palestinos la cedieran perderían también razones
de peso para reivindicar una redistribución del agua del río en la que ellos participaran, y con la

154 Gvirtzman, H. (1998) "Mapas de los intereses israelíes en Cisjordania". Meridiano CERI. 20.
155 Ver mapas "Acuíferos de la Palestina histórica" (http://ipsjps.org/html/water3.htm); "Intereses
israelíes de defensa en Cisjordania" (http://www.mafhoum.com/press/mapsbs.htm); "West Bank Hilltop
Settlements and Land Confiscations. June 1999" (http://www.fmep.org/images/maps/map9907_1.jpg).

273
orilla norte del Mar Muerto, donde los palestinos podrían perder el derecho a intervenir en el
desarrollo de los proyectos que lo afectan y en su explotación minera y turística.
La negociación sobre los recursos hídricos en los acuerdos entre Israel y la OLP de 1993 y
1995 no cambió sustancialmente la situación impuesta por la ocupación. Es en el acuerdo de 1995
donde se trata más detalladamente la cuestión del agua, siempre en un marco provisional a la
espera de la negociación del estatuto final156. Lo primero que se puede apreciar es que se trata de
un acuerdo desigual, referido solamente a la parte de la cuenca de los acuíferos que se halla en el
interior de la Línea Verde y la transferencia de autoridad, incluso en este marco limitado, se
restringe a los usos que impliquen sólo a los palestinos157.
A pesar de la declaración inicial de principios en la cual se reconocen los derechos palestinos
a agua de Cisjordania158, éstos quedan sometidos a la futura negociación del status final y, a
continuación, los acuerdos se basan en el mantenimiento del statu quo y en el desarrollo de nuevas
fuentes. Esta es la estrategia de Israel también en esta negociación, impedir en lo posible la
redistribución de los recursos y buscar la solución para las necesidades de las otras partes en
fuentes alternativas159.

156 "The Israeli-Palestinian Interim Agreement on the West Bank and the Gaza Strip" (Washington
D.C., 28 de septiembre de 1995), Annex III (Protocol Concerning Civil Affairs), Appendix 1 (Powers and
Responsabilities for Civil Affairs), Article 40 (Water and Sewage), Schedule 8 (Joint Water Committee),
Schedule 9 (Supervision and Enforcement Mechanism), Schedule 10 (Data Concerning Aquifers),
Schedule 11 (Gaza Strip). (Ver apéndice).
157 Annex III
Art. 40.3. "While respecting each side's powers and responsibilities in the sphere of water and
sewage in their respective areas, both sides agree to coordinate the management of water and sewage
resources and systems in the West Bank during the interim period (...)".
Art. 40.4. "The Israeli side shall transfer to the Palestinian side, and the Palestinian side shall
assume, powers and responsibilities in the sphere of water and sewage in the West Bank related solely to
Palestinians, that are currently held by the military government and its Civil Administration, except for the
issues that will be negotiated in the permanent status negotiations, in accordance with the provisions of this
Article."
Schedule 11 (The Gaza Strip)
2. "As an exception to paragraph 1, the existing water systems supplying water to the Settlements
and the Military Installation Area, and the water systems and resources inside them shall continue to be
operated and managed by Mekoroth Water Co."
158 Annex III
Art.40.1. "Israel recognizes the Palestinian water rights in the West Bank. These will be negotiated
in the permanent status negotiations and settled in the Permanent Status Agreement relating to the various
water resources."
159 Annex III
Art. 40.2. "Both sides recognize the necessity to develop additional water for various uses."
Art. 40.3. "While respecting each side's powers and responsibilities in the sphere of water and
sewage in their respective areas, both sides agree to coordinate the management of water and sewage
resources and systems in the West Bank during the interim period, in accordance with the following
principles: a. Maintaining existing quantities of utilization from the resources, taking into consideration the
quantities of additional water for the Palestinians from the Eastern Aquifer and other agreed sources in the
West Bank as detailed in this Article".

274
La delegación negociadora israelí se oponía incluso a esta declaración vaga y poco concreta
sobre los derechos palestinos sobre el agua. La aproximación de las dos partes al problema era muy
distinta160. Los palestinos defendían principios de justicia y equidad, y que el núcleo de la
negociación se encontraba en la distribución de las fuentes existentes y en su control, basándose en
su derecho tanto a las aguas subterráneas como al río Jordán. Los israelíes, por su parte, limitaban
el problema a la carestía y se acercaban a él desde la seguridad nacional. Reconocían las
necesidades palestinas, pero limitándolas al agua potable y excluyendo el regadío. Los principios y
los derechos sobre los recursos hídricos se debían discutir con el estatuto final. En Israel el apoyo a
esta posición era general, pues incluso los laboristas, en 1991 ante la conferencia de Madrid,
manifestaron que las negociaciones de paz dependían de que Israel mantuviera el control del agua
de Cisjordania. En 1995, Shimon Peres como ministro de Asuntos Exteriores, continuaba
manifestando la misma opinión y se negaba a discutir los derechos palestinos, al tiempo que
descartaba cualquier reducción del consumo israelí para aumentar el suministro de los Territorios
Ocupados. Finalmente, se llegó al acuerdo del reconocimiento israelí a "the Palestinian water rights
in the West Bank", sin mencionar el río Jordán pues habría implicado también a Jordania en el
acuerdo, y que debían ser negociados con el estatuto final. Sin embargo, en el mismo artículo se
añadía que este acuerdo final se referiría a "various water resources", lo que aumentaba la
indefinición y limitaba el abasto de las aguas sobre las que Israel reconocía los derechos palestinos
a lo que se acordara en una futura negociación cuales serían estos diversos recursos hídricos161.
Como veremos más adelante, los acuerdos sobre la gestión de los recursos dieron poder de
veto a Israel para controlar que no se alterara el statu quo. Por otra parte, la discusión sobre las
cuotas de agua se hizo sobre la base de los criterios de Tel Aviv y no sobre los derechos de las dos
partes, ni los principios de la International Law Association o de la Comisión de Derecho
Internacional,
Las necesidades de los palestinos que precisaban una respuesta inmediata se midieron según
el consumo doméstico, sin considerar el regadío. Esto es normal, ya que la negociación sobre el
agua de regadío habría implicado también tratar la cuestión del control del suelo y su explotación,
ámbito en el que los israelíes no querían entrar en este estadio del proceso. De hecho, hasta la
actualidad se han negociado retiradas del ejército israelí y potestad política sobre la población y
territorio liberado, pero no se ha tratado ni la retirada de los colonos ni la devolución del suelo
expropiado o incautado por el ejército, los colonos o la autoridad israelíes.
Incluso en la demanda doméstica y urbana, el criterio que se aplicó fue el israelí,
tremendamente restrictivo y basado en el consumo bajo la ocupación, no en la demanda latente no

160 Un comentario sobre el desarrollo de las conversaciones sobre agua se puede encontrar en Albin,
C. (1999) "When the Weak Confront the Strong: Justice, Fairness, and Power in the Israel-PLO Interim
Talks". International Negotiation. 4(2)).
161 Esta vaga declaración retórica de reconocimiento de los derechos palestinos a agua de
Cisjordania es presentada por la parte israelí como una gran concesión, y por muchos sectores políticos

275
satisfecha y que se manifestaría si se levantaran las constricciones. El artículo 40.6 del Anexo III
establece que las necesidades futuras de los palestinos en Cisjordania se calculan en 70-80 Mmc
adicionales a desarrollar en el futuro. El punto 7 marca las necesidades inmediatas, tanto para
Cisjordania como para Gaza y para poder satisfacerlas era necesario suministrar 28,6 Mmc para
uso doméstico162.
En el artículo 40.7 se detallan las fuentes de las que se suministrará esta agua, parte de las
cuales son de responsabilidad israelí y otras de responsabilidad palestina. Sin embargo, la política
israelí ha sido la de retrasar y obstaculizar las perforaciones de los nuevos pozos marcados por el
acuerdo163. Tal y como marca el mismo acuerdo y trataremos más adelante, los permisos para las
nuevas infraestructuras son concedidos por el Joint Water Committee, en el cual Israel tiene poder
de veto164. De esta forma el suministro continúa dependiendo en buena parte de la compañía israelí
Mekorot, que en el acuerdo se compromete a venderla a precio de coste, pero éste incluye la
producción y el transporte, con lo que es bastante más caro que la producción directa a partir de los
recursos propios palestinos165. El suministro de Mekorot es de 10 Mmc suplementarios para Gaza y
4,5 Mmc para Cisjordania, a añadir a más de la mitad del suministro doméstico cisjordano que ya
viene de la compañía israelí, con lo que la dependencia aumenta166.
El resto del agua adicional (41,4 - 51,4 Mmc) debe producirse a partir del acuífero oriental
cisjordano o de otras fuentes de Cisjordania167. La ambigüedad vuelve a estar presente en el

como un error (Albin op.cit. (1999), con lo que se pone de manifiesto el rechazo israelí a cualquier
redistribución de los recursos hídricos.
162 Annex III Art. 40. (Additional Water)
"6. Both sides have agreed that the future needs of the Palestinians in the West Bank are estimated to
be between 70 - 80 mcm/year.
7. In this framework, and in order to meet the immediate needs of the Palestinians in fresh water for
domestic use, both sides recognize the necessity to make available to the Palestinians during the interim
period a total quantity of 28.6 mcm/year, as detailed below:"
163 Sabbah, Abu Amrieh, Al-Juneidi op.cit. (2000).
164 Las dificultades palestinas en el suministro de agua y en la puesta en marcha de las nuevas
infraestructuras acordadas en 1995, han quedado en nada al lado de la política de destrucción de las
instalaciones hidrológicas y del uso de las restricciones o el cierre total del suministro como castigo
colectivo durante la Intifada de al-Aqsa (LAW - The Palestinian Society for the Protection of Human
Rights and the Environment, "Israeli forces commit massacre in Jenin refugee camp" (información del 8 de
abril de 2002 en la [Lawlist] law@lawsociety.org)).
165 De todas formas, una queja reiterada de los palestinos es que Mekorot no ha demostrado que el
precio del agua es el del coste real, contraviniendo lo establecido en el acuerdo (Albin op.cit. (1999: 343)).
Mekorot argumenta que el precio pagado por los palestinos es el mismo que en Israel o para los colonos,
sin embargo, en el interior de Israel los consumidores tienen subvenciones que equilibran el precio en las
distintas regiones, y los colonos tienen ayudas de la Agencia Judía. Y, aun en el caso de que israelíes,
colonos y palestinos pagaran el mismo precio por el agua suministrada, el esfuerzo sería absolutamente
desigual dado el mucho menor nivel de vida palestino.
166 Elmusa, S.S. (1996: 31) Negotiating Water: Israel and the Palestinians. Washington D.C.:
Institute for Palestine Studies, http://ipsjps.org/html/water3.htm
167 Annex III
Art. 40.7.6) "The remainder of the estimated quantity of the Palestinian needs mentioned in
paragraph 6 above, over the quantities mentioned in this paragraph (41.4 - 51.4 mcm/year), shall be

276
redactado, de manera que mientras los israelíes interpretan que las "other agreed sources in the
West Bank" se refieren a alternativas como la desalinización o la importación, los palestinos
entienden que se trata de los otros acuíferos de Cisjordania168. Una vez más, la parte israelí tiene
los instrumentos necesarios para imponer su interpretación e impedir alteraciones en la explotación
de los acuíferos. Además, el agua excedentaria del acuífero oriental, la que debe ser la gran fuente
para extraer estos recursos adicionales, es en su mayor parte salobre169, lo que obligará a
inversiones de desalinización para poder explotarla, o a dedicarla a cultivos más caros y menos
rentables.
Este volumen de agua a desarrollar puede incluir también el consumo agrícola, con lo que,
como veremos, la demanda ha sido muy subestimada, tanto en el nivel doméstico como en el
regadío. La parte israelí argumenta que el bajo consumo doméstico palestino está ligado al bajo
nivel de vida. Sin embargo, Elmusa ha demostrado sobradamente que existe una demanda latente
no satisfecha que no depende de la renta familiar sino de las restricciones impuestas por la
ocupación y por la política de precios de Mekorot. Según sus cálculos, sólo la demanda urbana
latente en los Territorios Ocupados ya habría sido de 128 Mmc en 1990, en vez de la demanda
manifiesta de 71 Mmc, y en el momento de la negociación de los acuerdos de Oslo B, ya se podía
calcular en el doble de la demanda manifiesta170. El agua de regadío sufre restricciones aún
mayores que la destinada al consumo urbano. En este ámbito se suman las expropiaciones,
prohibiciones y limitaciones tanto en los recursos hídricos como en el suelo, con lo que el cálculo
de la demanda latente de agua para regar equivale a calcular el subdesarrollo de la agricultura
palestina a causa de la ocupación.
La aproximación de los gobiernos de Tel Aviv a las negociaciones sobre los recursos
hídricos, tanto en el tratado con Jordania como el acuerdo con la OLP, se hizo desde una
perspectiva realista clásica, en la que el interés nacional era la medida, incluso moral ante la
sociedad israelí, que regía sus intereses. Tal y como hemos visto al analizar la política israelí de
maximización de poder en las relaciones con los árabes, la relación de fuerzas desigual le permitió
imponer los hechos consumados y mantener un statu quo que le es favorable. Tel Aviv sólo ha
estado abierto a la negociación cuando la otra parte responde al conflicto provocando unos costes a
la sociedad israelí que ésta no está dispuesta a soportar, cuando los beneficios que puede procurar
la negociación son superiores a cualquier otra alternativa, o cuando los objetivos han dejado de ser
incompatibles.
En el caso del tratado de paz con Jordania hemos de buscar las causas de la negociación en
los dos últimos aspectos. También en lo que se refiere al agua podemos ver que la incompatibilidad

developed by the Palestinians from the Eastern Aquifer and other agreed sources in the West Bank. The
Palestinians will have the right to utilize this amount for their needs (domestic and agricultural)".
168 Albin op.cit. (1999: 342-343).
169 Elmusa op.cit. (1997: 130).
170 Elmusa op.cit. (1997: 139-149).

277
en los objetivos, después que Amman renunciara a cuotas de agua del Jordán superior, era mínima,
y el beneficio para Israel era abrir la puerta al tratado de paz.
En el caso palestino, como hemos visto anteriormente, el inicio de las conversaciones hay
que buscarlo principalmente en los costes que está pagando la sociedad israelí por la ocupación
desde finales de los años ochenta, y en la percepción de una parte de su clase política y económica
de que la ocupación cada vez es menos un objetivo válido para Israel. Sin embargo, además de que
todavía son mayoría en Israel los que están dispuestos a pagar un precio alto por la ocupación de
Cisjordania y que consideran que la expansión del Estado a toda la Palestina histórica es todavía un
objetivo esencial, la percepción sobre el agua continúa estando ligada al interés nacional. En estos
momentos, incluso aquellos que están dispuestos a devolver parcelas de territorio mantienen el
rechazo a aceptar los derechos palestinos sobre los recursos hídricos y una redistribución de su
explotación.
La aproximación jordana a la negociación del agua ya hemos visto que respondió a los
mismos criterios que la negociación de paz. Desde la debilidad, Jordania aceptó que el conflicto
con Israel disminuyera al abandonar objetivos que eran incompatibles con los objetivos israelíes.
En los recursos hídricos esto se expresó en la renuncia al agua del Jordán superior. La posición de
fuerza de Israel, la incapacidad jordana para recuperar las cuotas de agua del Jordán superior y la
necesidad desesperada de aumentar el suministro tras varios años de sequía, llevaron a Amman a
negociar unos beneficios menores inmediatos, abdicando de principios y derechos que no tenía
poder suficiente para defender.
La aproximación palestina también fue desde la debilidad y la necesidad de aumentar la
oferta de agua a la población. Sin embargo, en el caso de la OLP los objetivos sobre el agua
continuaban siendo los mismos, por esta razón la inferioridad ante el poder israelí se manifestó de
la misma forma que en las negociaciones políticas, aplazando la consecución de estos objetivos a
la solución del estatuto final, y renunciando a lo que se considera justo y a los derechos que se
defienden a cambio de pequeñas compensaciones y del pragmatismo. En el caso del agua, esto se
ha expresado en la renuncia a los derechos sobre el agua hasta el estatuto final, en unas cuotas
mínimas que no suponen redistribución de los recursos, en la aceptación de que el consumo israelí
y de las colonias no se vea afectado, y en que se mantenga el control israelí sobre la gestión
palestina de los recursos hídricos incluso en las áreas de las que el ejército se debía retirar según
los acuerdos de 1995.
Algunas voces, ante la debilidad palestina en un proceso de negociación sobre los recursos
hídricos, proponen acudir al arbitraje como el mecanismo que mejor puede velar por sus
intereses171. En una negociación directa, Israel ha demostrado sobradamente que su posición es
incompatible con las necesidades palestinas. La intervención de mediadores, hasta la actualidad, ha
añadido presión sobre la parte palestina y se ha basado más en las relaciones de poder que en las de

171 Elmusa, S.S. (1993: 66) "Dividing the Common Palestinian- Israeli Waters: an International
Water Law Approach". Journal of Palestine Studies. XXII(3); Wolf op.cit. (1995: 175).

278
justicia. El arbitraje, por su parte, debería fundamentarse en la convención de 1997172 y en el
derecho internacional, con lo que las bazas del poder israelí se verían matizadas, dando a la
Autoridad Nacional Palestina un mayor margen de confianza. La convención de 1997, previendo
las dificultades que podían surgir para dirimir los conflictos, dio una gran importancia al arbitraje,
hasta el punto de dedicarle el único anexo. La convención de 1997 insistió de manera muy clara en
los mecanismos de solución de controversias, con especial énfasis en la intervención de terceros, el
arbitraje y el Tribunal Internacional de Justicia. Israel parecía desconfiar de estos mecanismos y, en
la explicación de su abstención en el voto en la sesión de la Asamblea General que aprobó la
convención, manifestó que los medios para solucionar las controversias se debían dejar en manos
de las partes173, lo que está en consonancia con su posición de fuerza en los sistemas israelo-
árabes, pues una intervención de terceros aceptada de mutuo acuerdo entre las partes la debilitaría.
Como veremos más adelante, la debilidad de jordanos y palestinos también se ha puesto de
manifiesto en que los acuerdos no responden a los criterios establecidos por la International Law
Association en las Normas de Helsinki o por la Comisión de Derecho Internacional en la
Convención aprobada por la Asamblea General en 1997. En el caso de que el acuerdo con Jordania
se deba reabrir para una negociación multilateral, o cuando palestinos e israelíes negocien el
estatuto final también para los recursos hídricos, se podrá medir hasta que punto la negociación
responde a la superioridad del poder israelí en función de la influencia de los principios de Derecho
Internacional en el proceso negociador. Si éstos se tienen en cuenta, el resultado será más aceptable
para todos y la percepción de justicia mayor.

172 "Convención sobre el derecho de los usos de los cursos de agua internacionales para usos
distintos de la navegación" (A/Res/51/229 de 21 de mayo de 1997).
173 United Nations Assembly. Press Release (GA/9248).

279
VII. LA CARESTIA DE RECURSOS HIDRICOS

1. Gravedad de la carestía

La carestía de recursos hídricos puede estar provocada principalmente por tres grandes
dinámicas: la degradación medioambiental, el crecimiento de la población y la distribución
desigual. Estos factores no siempre actúan al mismo tiempo ni en el mismo grado, pero cuanto más
potentes sean y más interactúen, más difícil será la solución de la carestía.
Es importante tener en cuenta las causas de la carestía para poder evaluar su gravedad y las
políticas para hacerle frente. Cuantos más factores influyan en la escasez de recursos, más difíciles
y complejas serán las políticas. El grado de conflictividad y su expresión variará también en
función de las causas de la carestía, siendo más proclives a soluciones violentas aquellas carestías
en las que se den situaciones de distribución desigual. Según Grasa, los conflictos con mayor
potencial de violencia son los de privación relativa, que persiguen justicia distributiva y equidad.
Grasa cree que los estallidos de violencia en este tipo de conflictos por lo general serán internos,
aunque con posibilidades de que tengan repercusiones internacionales1. Sin embargo, en la mayoría
de ejemplos que se citan de conflictos internacionales por los recursos hídricos, también
encontramos claramente esta dimensión de privación relativa como un factor que puede propiciar
soluciones violentas en los actores implicados.

1.1 La degradación de los recursos hídricos

La calidad del agua presenta un problema equiparable al de la cantidad y relacionado con él.
El Ministerio de Medio Ambiente israelí reconoce que el problema de la carestía de agua,
exacerbado por el deterioro de la calidad, es quizás el más importante para el medio ambiente y el
desarrollo de Israel2.
La pérdida de calidad de los recursos hídricos puede estar provocada por muchos factores
distintos. En el área de la Palestina histórica, la alta evaporación y la meticulosa utilización y
reutilización del agua conducen a un grave incremento en su contenido en minerales, lo que
provoca una creciente salinización del suelo. Al problema de la salinización se le añade el de la
contaminación y de la sobreexplotación. Un ejemplo de ello lo encontramos en la desecación y
regadío del valle de Hulah, que provoca un peligroso incremento de los nutrientes en el agua del
lago Tiberiades, destinada al consumo humano y al ocio. El lago, que es una de las principales

1 Grasa, R. (1994; 35) "Los conflictos 'verdes': su dimensión interna e internacional". Ecología
Política. 8.
2 State of Israel, Ministry of Environment (1992) "The Environment in Israel. National Report to the
United Nations Conference on Environment and Development". Jerusalem: Ministry of Environmnent.

281
fuentes de agua dulce para Israel, también se ve amenazado por la contaminación generada por el
aumento de población, el turismo, la industria y la agricultura en la zona.
Los afluentes que alimentan el curso superior del Jordán aportan agua de gran calidad (entre
15 y 20 ppm)3, que es totalmente satisfactoria para los usos agrícolas, domésticos e industriales. La
salinidad del río Yarmuk tampoco es extremadamente alta (100 ppm). Sin embargo, en el lago
Tiberiades y en el curso inferior del Jordán la situación es distinta. En el lago, la salinidad crece a
causa de la evaporación (270 Mmc/año) y de la salinidad de los arroyos y fuentes que lo alimentan,
y varía, principalmente, en función del caudal del Jordán a la entrada del lago4. La salinidad del
Tiberiades se mueve entre valores de 260 y 400 ppm, con una mediana de 340 ppm a la salida del
lago. Una salinidad superior a los 250 ppm es demasiado alta para algunos cultivos sensibles, como
los cítricos que son importantes económicamente en la región. Y por encima de 340 ppm el agua es
prácticamente inservible para regadío.
El Jordán, desde la salida del Tiberiades, gana sales hasta llegar a la altura del puente
Allenby (puente del rey Hussein), cerca de Jericó, donde lleva varios miles de ppm, y al mar
Muerto donde la salinidad es del 25 por ciento (250.000 ppm), un nivel siete veces superior al del
mar y que impide cualquier tipo de vida. El aprovechamiento del agua del curso superior del río y
del Yarmuk ha provocado un incremento de la salinidad en el curso inferior, sobre todo a causa del
desvío del agua del Jordán a través del Acueducto Nacional israelí y del agua del Yarmuk al canal
del Ghor jordano y al Tiberiades. Israel también usa el bajo Jordán para evacuar aguas residuales
contaminadas y las aguas salinas de las fuentes que rodean el lago Tiberiades5. La pérdida de
calidad del agua al sur del Tiberiades también se ha dejado sentir en las aguas subterráneas de la
ribera oriental del Jordán. Un mayor aprovechamiento del agua del Yarmuk por parte de Jordania,
que depende de la construcción del embalse de Maqarin, permitiría desviar una parte del caudal del
canal del Ghor para rellenar los depósitos subterráneos y utilizarlos como depósitos naturales
estacionales durante los meses excedentarios, previniendo su pérdida de calidad6.
Las aguas subterráneas son una de las principales fuentes de la zona, junto con el Jordán y
sus afluentes, y son incluso más sensibles que las aguas de superficie al problema de la calidad. La
capacidad de un acuífero viene determinada por la base o depósito no renovable y el volumen de
reposición anual. La base proporciona el nivel de flexibilidad en la explotación de las aguas
subterráneas. La productividad depende del segundo, pues si la extracción excede el caudal de
recarga se entra en déficit y el acuífero se ve amenazado.
El acuífero de Cisjordania se puede dividir en tres zonas. La vertiente occidental hacia el
Mediterráneo es la de mayor caudal y mejor calidad, con una producción mediana de 350 Mmc, de
los cuales cerca de 40 Mmc son de agua salobre. La vertiente oriental fluye hacia el Jordán y tiene

3
ppm: partes por millón (medida de salinidad).
4
Beschorner op.cit. (1992b: 9).
5 Sabbah, W. e Isaac, J. (1995: 7) "Towards a Palestinian Water Policy". Vol.
www.arij.org/pub/water/: ARIJ.
6 Gischler op.cit. (1979: 57-58).

282
una producción de 200 Mmc, de los cuales la mitad es salobre. Y la septentrional tiene una
producción de 130 Mmc, con cerca del 30 por ciento de agua salobre7. Teóricamente entre el 70 y
el 80 por ciento del acuífero se encuentra en territorio cisjordano, al igual que el 70-80 por ciento
de la zona de recarga, aunque no es posible conocerlo con exactitud, pues esta información entra en
la guerra de datos interesados que varían según las fuentes. Sin embargo, se puede decir con
bastante certeza que alrededor del 80 por ciento de la recarga del acuífero occidental, el 92-95 por
ciento del septentrional y el cien por cien del oriental proviene de Cisjordania8.
Las aguas subterráneas de Cisjordania también presentan problemas de contaminación y de
sobreexplotación. Así, por ejemplo, un estudio de las fuentes del sur de Cisjordania ha detectado
problemas de calidad y de contaminación. La salinidad y la contaminación por aguas residuales,
por fertilizantes y por contacto con los animales de la cabaña ganadera, son frecuentes. Además, se
agravan en tiempos de sequía llegando a plantear problemas de salud en la población, ya que no
son raros los brotes de disentería por amebas en los pueblos de la zona9. Muchos de estos
problemas son un reflejo de la falta de servicios de asesoramiento para los campesinos, que
continúan con prácticas más ligadas a la tradición y a la experiencia pasada que al conocimiento
científico10. Sin embargo, las aguas subterráneas de Cisjordania son la fuente de mejor calidad de
la zona, hasta el punto que el propio Estado israelí reconoce que el acuífero occidental es la
principal fuente de agua potable, dada la degradación del acuífero de la costa11.
Israel y la Franja de Gaza explotan también el acuífero de la costa, que tiene una producción
de entre 240 y 372 Mmc12. Las principales fuentes de aprovisionamiento natural del acuífero son la
lluvia y los arroyos que bajan hacia el mar desde la cordillera central. Además, recibe agua
recuperada procedente del riego o del uso urbano, y la recarga artificial por parte de Israel para usar
el acuífero como embalse natural o para protegerlo de la contaminación y la salinización. Aunque
la producción del acuífero de la costa sea menor que la de los acuíferos de la montaña su base es
mayor, lo que facilita su uso por parte de Israel como depósito regulador del suministro estacional
e incluso entre distintos años. La parte del acuífero situada en la Franja de Gaza se alimenta de

7 Shuval, H. (1992: 28-29) "Le problème du partage de l'eau entre Israël et les Palestiniens. ╖ la
recherche d'une solution équitable". Monde arabe - Maghreb Machrek, 138. También hay discrepancias en
los volúmenes de los acuíferos y poca fiabilidad en los datos. En el Acuerdo de Taba se aceptaron los
siguientes datos: 362 Mmc en el acuífero occidental, 172 en el oriental y 145 Mmc en el septentrional
(Gobierno de Israel y OLP, septiembre de 1995, annexo III, artículo 40). Los datos de EXACT son de 366
Mmc en el occidental, 172 Mmc en el oriental y 145 Mmc en el septentrional.
8 Elmusa op.cit. (1997: 30-35).
9 Scarpa, D.J. (2000) "The quality and sustainability of the water resources available to arab villages
to the west of the divide in the southern West Bank". SOAS Water Issues Group Occasional Paper. (13).
10 Sabbah, Abu Amrieh y Al-Juneidi op.cit. (2000), dicen, por ejemplo, que sólo el quince por ciento
de los campesinos de Cisjordania reciben asesoramiento para el uso y mantenimiento de los sistemas de
regadío.
11 Ministry of Environment, State of Israel op.cit. (1992: 57).
12 Elmusa op.cit. (1997: 43) sitúa el rendimiento medio sin dañar el acuífero en 280 Mmc. Los datos
de EXACT son de 372 Mmc, pero pueden estar sobrevalorados, ya que se basan en los datos oficiales del
Israeli Hydrological Service y de la Palestinian Water Authority.

283
forma natural de la lluvia, de la infiltración de los torrentes y del caudal procedente del resto de
acuífero. Por otra parte, recupera una parte de agua que se vuelve a infiltrar tras su uso. No
obstante, los datos y las proporciones no están claros por las razones ya mencionadas13.
El acuífero de la costa fue sometido a una explotación insostenible durante los años setenta y
ochenta, bajando su nivel hasta mínimos de un metro sobre el mar, e incluso por debajo en algunos
puntos. Un tercio de la población israelí y la mayor concentración de actividad industrial y agraria
están situados encima del acuífero, lo que provoca una grave presión tanto en la sobreexplotación
como en la contaminación de las aguas subterráneas. Contaminantes químicos, biológicos, metales
pesados, fueles y salinización amenazan el consumo humano y su uso para regadío. El uso
intensivo de fertilizantes en la agricultura ha provocado una aumento peligroso de los nitratos. La
intrusión de agua salada hizo disminuir la calidad del agua y la Israel's Water Authority, a través de
Mekorot, tuvo que adoptar medidas de recarga artificial del acuífero con agua del Jordán,
trasladada mediante el Acueducto Nacional14. La explotación del acuífero occidental cisjordano,
como fuente alternativa, ayudó también a disminuir la presión sobre el de la costa.
La situación más grave es la de Gaza, donde, a falta de otras fuentes, se han estado
extrayendo más de 35 Mmc por encima del límite de seguridad, lo que ha provocado una entrada
masiva de agua de mar y una fuerte salinización con consecuencias de difícil reparación. Mientras
que el acuífero de la costa en la parte israelí se mantiene sobradamente por encima del nivel del
mar, en la parte palestina la sobreexplotación ya lo ha situado por debajo, y continúa disminuyendo
de 15 a 20 centímetros al año. El 50 por ciento del agua destinada al consumo humano en Gaza es
"poco clara" y el 23 por ciento no es potable en absoluto15. Las medidas para remediar el impacto
causado por la sobreexplotación de un acuífero pueden ser tremendamente onerosas en el ámbito
financiero, lo que supone un coste añadido a la producción de agua que casi nunca se tiene en
cuenta.
La salinidad es ya un problema de gran gravedad en el segmento de Gaza del acuífero. En la
zona central, donde se da la mayor concentración de población, muchos de los pozos han superado
sobradamente los niveles máximos de clorudo recomendados por la OMS (250 mg/l). En general,
el agua de Gaza ha visto aumentar el cloruro en 15-20 mg/l anualmente desde los años setenta,
principalmente a causa de la sobreexplotación que provoca la intrusión de agua del Mediterráneo,
de agua del este que es más salina y de agua de capas más profundas del acuífero que también
contiene una mayor concentración de sales. Se ha calculado que, para hacer frente al deterioro de la
calidad del agua, se debería reducir la extracción en 55 Mmc durante 10 años, prácticamente la
mitad de la explotación actual16. El nivel sostenible de explotación está entre 60 y 65 Mmc, pero

13 Así, un informe de la Comunidad Europea (Prospects for Brackish Water Desalination in Gaza
(Bruselas, 1993)) citado por Elmusa op.cit. (1997: 44) hace la siguiente estimación: lluvia 47 Mmc,
trasvase del acuífero de la costa 20 Mmc y recuperación 14-25 Mmc.
14 State of Israel, Ministry of Environment op.cit. (1992: 55-57).
15 Beschorner op.cit. (1992b: 14-15).
16 Elmusa op.cit. (1997: 122-123).

284
desde 1967 se está sobreexplotando hasta 90-100 Mmc, para satisfacer la demanda de los
palestinos y de los colonos israelíes. Hay algunos puntos con agua de mejor calidad, aunque se
encuentran en zonas controladas por los colonos judíos que impiden el acceso a los palestinos. La
sobreexplotación supone también un importante coste añadido a la producción de agua, pues las
medidas para remediar el impacto que causa en los acuíferos son muy costosas.
La contaminación es incluso más grave en la Franja de Gaza que en Cisjordania. La falta de
control, de información y de formación en el uso de pesticidas, herbicidas y fertilizantes se traduce
en la polución de las aguas subterráneas. La situación es algo mejor en Israel, pero no mucho, pues
la legislación respecto al uso de lo productos químicos agrarios es muy laxa, lo que se traduce en
uno de los usos de pesticidas y fertilizantes más intensivos en el mundo17. De igual forma, las
aguas residuales también son una importante fuente de contaminación. El diez por ciento de la
población todavía no dispone de infraestructuras y vierte las aguas residuales en las dunas, y la
mayoría de sistemas de alcantarillado son viejos e inadecuados. La situación de los residuos
sólidos no es mejor. Así, sólo un tercio de la población que vive fuera de los campos de refugiados
dispone de servicio de recogida. Los campos sí tienen este servicio, pero los residuos terminan en
vertederos que no reúnen las condiciones sanitarias adecuadas18. El resultado es que tanto las aguas
residuales como los vertidos sólidos acaban contaminando el acuífero.
La contaminación de las aguas tiene consecuencias graves para la salud de la población
palestina tanto en Cisjordania como, sobre todo, en la Franja de Gaza. El control de la calidad del
agua es muy reducido en los Territorios Ocupados y está sometido a las mismas dificultades que
cualquier otra actividad bajo la ocupación israelí, con los bloqueos, toques de queda, el cierre de
los laboratorios de la universidad de Birzeit, acceso restringido a los datos publicados en Israel, etc.
De la misma forma, de la repetición de casos similares, se puede concluir que las autoridades de
ocupación siguen una política de desinversión y de obstaculización de mejoras en el ámbito
sanitario relacionado con el agua19. En este campo, igual que en el resto de la vida palestina en los

17 Libiszewski, s. (1995: cap. 1.5) "Water Disputes in the Jordan Basin Region and their Role in the
Resolution of the Arab-Israeli Conflict". Occasional Paper (Swiss Peace Foundation/Swiss Federal
Institute of Technology). 13.
18 World Bank op.cit. (1993-vol.VI: 19).
19 Bellisari cita algunos ejemplos: Los residentes de campos de refugiados en la Franja de Gaza
intentaron tapar con losas el alcantarillado a cielo abierto, pero las autoridades militares lo prohibieron; el
campo de Dahaysha, cerca de Belén, consiguió la ayuda internacional para construir una red de
alcantarillado que conectara con la de Belén; sin embargo las autoridades militares no dieron el permiso.
Las autoridades israelíes también impidieron la canalización del agua de una fuente usada por los dos
pueblos de 'Ayn al-Dyuk, donde sólo el 15% tenía agua potable y el resto usaba la misma agua e
infraestructuras destinadas al regadío, con altos índices de infecciones y parasitismo infantil; muchos de los
asentamientos de colonos judíos no tienen las instalaciones de alcantarillado adecuadas, con lo que
contaminan los depósitos subterráneos y las tierras y aguas que usan los palestinos, pues los asentamientos
están todos situados en colinas y alturas (Bellisari, A. (1994: 57, 58, 59) "Public Health and the Water
Crisis in the Occupied Palestinian Territories". Journal of Palestine Studies. XXIII(2)). Otros ejemplos de
problemas provocados por los vertidos incontrolados de los asentamientos, fábricas e instalaciones
militares en la Franja de Gaza y en Cisjordania los podemos encontrar en el informe del ECOSOC a la

285
territorios, los israelíes se rigen por el objetivo político de invertir los papeles de las dos
comunidades, situando a los palestinos en la provisionalidad y consolidando a los colonos en una
posición de fortaleza y estabilidad.
Los problemas de calidad del agua se reflejan en el aumento de toda clase de enfermedades.
Los altos contenidos de fluoridos en el agua de la Franja de Gaza provocan úlceras, fallos renales,
calcificación y fluorosis ósea y dental. El alto contenido en sales se refleja en los problemas
neurológicos, insuficiencias renales, edemas, hipertensión y fallos cardíacos. La contaminación por
nitratos contribuye a la anemia en los recién nacidos y a abortos espontáneos en humanos y
animales. Los metales pesados dañan el hígado, los riñones y el cerebro. La mayoría de estos
productos también son cancerígenos. Ya hemos visto también el alto nivel de contaminación
química a causa de pesticidas, herbicidas y fertilizantes. La contaminación biológica está
directamente ligada a la escasez e inexistencia de infraestructuras de alcantarillado y recogida de
aguas residuales. Además, al depender muchos hogares de fuentes de agua separadas, la
purificación por cloro es difícil y se debe hacer de forma individual. El resultado es un índice
altísimo de enfermedades infecciosas y de parasitismo. La carestía de recursos hídricos se refleja,
además, en las dificultades para una higiene adecuada, con los consiguientes problemas sanitarios
que esto provoca. La población palestina se ve sometida a una doble problemática sanitaria, pues
en ella se pueden encontrar tanto los males de las sociedades desarrolladas, con altos índices de
hipertensión, problemas cardíacos, cáncer, diabetes y problemas psiquiátricos, como los de
sociedades en vías de desarrollo, como enfermedades infecciosas, malnutrición y mortalidad
infantil.20
Si tenemos en cuenta que las elementos básicos para la salud pública son el alojamiento, la
nutrición y el suministro adecuado de agua potable y limpia, veremos que este último aspecto es
claramente deficitario en los Territorios Ocupados de Palestina21, con lo que el estrés hídrico en los
Territorios Ocupados tiene un coste muy alto también en términos sanitarios.
La degradación de los recursos hídricos se presenta como un problema acuciante en el río
Jordán y los acuíferos de la montaña, y como una gravísima realidad en la Franja de Gaza.
Mientras los hidrólogos plantean la necesidad de tomar medidas inmediatas para afrontar el
problema, la situación política y, sobre todo, la falta de un acuerdo sobre distribución y gestión de
los recursos entre Israel y la Autoridad Nacional Palestina, impiden que estas medidas se lleven a

Asamblea General "Economic and social repercussions of the Israeli occupation on the living conditions of
the Palestinian people in the occupied Palestinian territory, including Jerusalem, and of the Arab
population in the occupied Syrian Golan. Note by the Secretary-General" (A/56/90-E/2001/17 (20 June
2001)), en el cual también se denuncian los obstáculos de las autoridades israelíes a los intentos de los
palestinos para paliar las consecuencias de estos vertidos.
20 Sobre los problemas de salud relacionados con el agua en los Territorios Ocupados ver Bellisari
op.cit. (1994).
21 Otro ejemplo lo tenemos en Cisjordania, donde más de 150 pueblos que albergan alrededor de
215.000 palestinos no están conectados a la red de suministro de agua corriente (ECOSOC (A/56/90-

286
la práctica. Desde el punto de vista palestino, el problema de la sobreexplotación está relacionado
con el consumo israelí y de los colonos judíos. Así, Sabbah e Isaac nos recuerdan que los israelíes
y los colonos judíos consumen aproximadamente 43 Mmc, lo que coincide con las necesidades de
reducción de la producción del acuífero. Al mismo tiempo, hacen algunas propuestas para el
futuro: mantener unos niveles de explotación sostenible de los acuíferos; el reciclaje de las aguas
residuales para usar en el regadío; la mezcla de aguas de distinta salinidad para aumentar el
volumen de recursos con un nivel aceptable de sales; la recolecta de agua y la recarga artificial de
los acuíferos; la desalinización. Y también previenen contra la agricultura intensiva en la Franja de
Gaza y en el área de recarga del acuífero de la montaña, para evitar la contaminación de las aguas
subterráneas con productos químicos. La contaminación industrial todavía no es un problema grave
debido al subdesarrollo del sector en la economía palestina, pero la planificación del crecimiento
de la industria deberá tener en cuenta tanto el uso racional de los recursos como el tratamiento de
los deshechos22.
Las proyecciones de futuro no son optimistas. Algunos expertos estiman que en los próximos
treinta años se perderán entre 100 y 300 Mmc de agua potable a causa de la degradación y
destrucción de los acuíferos de la costa y de Cisjordania23. El problema de la calidad es también un
problema de cantidad, que se sumará al crecimiento demográfico y que se traducirá en nuevas
necesidades y en disminución del consumo.

1.2 La presión demográfica sobre los recursos hídricos

La ecuación entre demografía y recursos hídricos no es un problema reciente, pues ya fue


discutido desde las primeras propuestas de creación de un Estado judío en la zona, y, sobre todo,
desde que se planteó la partición. Como hemos visto, Ionides ya previno de que no había suficiente
agua para dos Estados y la inmigración que acompañaría a la creación de Israel. Los israelíes
solucionaron su problema de carestía y crecimiento demográfico expulsando a la población
palestina de Israel y apropiándose de los recursos hídricos, pero el problema sigue presente y
latente aun hoy en día.
La población actual de la Palestina histórica es muy superior a la que abrió el debate a
mediados de siglo, mientras que el volumen de los recursos hídricos ha variado muy poco.

E/2001/17 (20 June 2001)). En los otros dos ámbitos, que escapan a este trabajo, también encontramos
claras deficiencias.
22 Jean Marc Hoffman, experto de la misión francesa Eau-Agriculture, recordaba otro factor ligado a
la ocupación israelí. La falta de garantías y de un marco fiable para los campesinos palestinos tiene
consecuencias perversas en la administración del agua, pues los pozos se explotan siempre al máximo
permitido, incluso cuando no es necesario, por miedo de que si disminuye el consumo asignado se reduzcan
las cuotas (Entrevista con Jean Marc Hoffman (hidrólogo de la Mission Régionale Eau-Agriculture de
Francia (realizada en el Servicio Cultural y de Cooperación de la Embajada Francesa en Amman -26 de
marzo de 1997-)).
23 Assaf; Khatib; Kally y Shuval op.cit. (1993: 38).

287
Según la Oficina Central Palestina de Estadística (Palestinian Central Bureau of Statistics -
PCBS-), la población palestina en 1997 era de 2.783.084 personas, de las cuales 1.787.562 residían
en Cisjordania y 995.522 en la Franja de Gaza24. Los demógrafos palestinos hicieron tres tipos de
proyecciones de futuro. La estimación más baja situaba la población del año 2025 en 6.232.406, la
más alta en 8.125.748 y la media en 7.401.797 palestinos25.
La demografía palestina en Cisjordania y la Franja de Gaza está marcada muy directamente
por dos fenómenos: los movimientos de población provocados por las expulsiones del territorio de
Israel tras la guerra de 1948 y por la guerra de 1967, y la fuerte emigración.
Más del 50 por ciento de la población de la Franja de Gaza y del 25 por ciento en Cisjordania
vive todavía en campos de refugiados. En Cisjordania, con un menor número de refugiados que en
la Franja de Gaza y una mayor tradición agrícola, sólo el 35 por ciento de la población vive en
ciudades, mientras que en la Franja la población urbana constituye el 85 por ciento del total. Las
víctimas de la Intifada y las restricciones causadas por la ocupación militar y los problemas
económicos están detrás de algunos datos alarmantes, como una esperanza de vida de 62 años para
las mujeres y de 60 años para los hombres, o una mortalidad infantil en el primer año del 10 por
ciento. A pesar de estos datos, la población palestina de los Territorios Ocupados tiene un
crecimiento natural medio del 3,4 por ciento anual.
Sin embargo, estas cifras pueden variar de forma muy pronunciada en función de variables
migratorias, tal y como ocurrió con la población israelí a finales de los años ochenta y a principios
de los noventa. El futuro demográfico de una zona con movimientos de población tan importantes
y con la inestabilidad política de Oriente Medio, no está sólo ligado al crecimiento natural de la
población de cada territorio, sino que también dependerá de posibles acontecimientos exteriores26 y
del desarrollo político y económico de la futura entidad palestina.
Los altos índices de crecimiento natural de la población palestina pueden disminuir, a medio
plazo, si se consigue una mejora de las condiciones de vida y una mayor estabilidad social,
económica y política. No obstante, estos mismos factores actuarán en sentido contrario en lo que
respecta al retorno de refugiados y emigrantes. Las proyecciones de retorno más bajas se centran

24 Cisjordania tiene una extensión de 5.545 Km cuadrados, y la Franja de Gaza de 365 Km


cuadrados, lo que supone una densidad de población de 322 personas por Km cuadrado en Cisjordania y de
2727 personas por Km cuadrado en la Franja. Esto sitúa a la Franja de Gaza en los puestos de cabeza
mundiales por lo que hace a densidad de población, con todos los problemas que conlleva. Las
proyecciones del PCBS para el año 2020, que avisan de una población en la Franja de 2.992.856
habitantes, hacen pensar en un futuro de pesadilla con una densidad de población de 8.200 personas por
Km cuadrado. En el caso de Cisjordania, con una población prevista de 4.408.941 para el año 2025, la
densidad de población sería de 795 personas por Km cuadrado, lo que ya la coloca en una posición
problemática.
25 Palestinian Central Bureau of Statistics (2001).
26 En este sentido, será fundamental el futuro de los refugiados palestinos en el exterior, sobre todo
en Líbano, donde su residencia es más precaria y continúa manteniendo toda su provisionalidad.

288
entre 500.000 y 750.000 a medida que avance el proceso de independencia palestina27, lo que
supondría un aumento de cerca del treinta por ciento de la población actual, con todo lo que esto
implicaría de mayor presión sobre los recursos.
Las estadísticas demográficas israelíes diferencian los datos por segmentos de población,
según religión y etnia, aunque, a efectos de impacto sobre los recursos hídricos, usaremos los
datos agregados28. La población israelí en 1995 era de 5.612.300 personas, con un crecimiento del
2,5% en la actualidad, que disminuirá hasta el 1,7% - 2% en un futuro próximo29. La inmigración
también juega un papel importante en la demografía israelí. El propio carácter del Estado de Israel
se basa en la acogida de los judíos de la diáspora y, como hemos visto anteriormente, el gobierno
de Tel Aviv lo ha usado en más de una ocasión como un instrumento para la seguridad israelí y
para la colonización tanto de la Palestina histórica como de los territorios ocupados en 1967. Los
casos más recientes son los de la inmigración desde la antigua Unión Soviética, Etiopía y
Argentina. Sin embargo, las proyecciones del Central Bureau of Statistics permiten prever una
fuerte disminución del peso de la inmigración en el crecimiento israelí del periodo 2010-2020 y, en
su variante más baja, incluso plantea una balanza migratoria negativa en este mismo periodo. Una
vez más, estos datos están supeditados a la realidad sociopolítica de la región. Un ejemplo lo
tenemos en que las proyecciones del CBS no tienen en cuenta ningún movimiento migratorio en la
población árabe30.
En nuestra opinión, una de las variables fundamentales a tener en cuenta para el diseño de las
políticas inmigratorias de Israel y Palestina será el agua. Los índices de crecimiento natural de la
población palestina, junto con las esperadas oleadas de retorno, hacen prever un fuerte aumento de
la población, al cual se deberá hacer frente con unos recursos, unas infraestructuras y una economía
que ya son deficitarios en la actualidad. Israel, por su parte, a pesar de tener unos índices de
crecimiento natural no tan altos como los palestinos, continúa manteniendo una política de acogida
de inmigrantes judíos que también se reflejará en el crecimiento demográfico. Desde los tiempos
del debate sobre la partición hasta la actualidad, la capacidad de los recursos hídricos para soportar
el crecimiento demográfico ha sido más un problema a solucionar a posteriori que una variable que
influyera en la política demográfica. Sin embargo, es de esperar que la gravedad cada vez mayor de
la carestía obligará a variar los criterios y situará a los recursos hídricos como un elemento
definidor de futuras migraciones. Aunque, incluso con un movimiento migratorio equilibrado, el
crecimiento natural sería suficiente para colocar a los recursos hídricos en una situación de estrés
agudo respecto a las necesidades mínimas.

27 Palestinian Central Bureau of Statistics (2001); Abed, G.T. (1990: 21) The Economic Viability of a
Palestinian State. Washington D.C.: Institute for Palestine Studies.
28 Es de resaltar el ingente esfuerzo por diferenciar los colectivos que forman el Estado, lo que en el
contexto constitucional español sería impensable. Sin embargo, desde la perspectiva sionista, en la que el
concepto de ciudadano pierde fuerza ante la adscripción a la comunidad de los judíos, este tipo de
estadística y de control de la población se hace imprescindible.
29 Israel's Central Bureau of Statistics (1997-2000).
30 Ver las tablas 6, 7 y 8 del Israel's Central Bureau of Statistics (1997-2000).

289
Relación entre población31 y recursos hídricos32

Volúmenes de agua según: Wolf Elmusa Kliot Acuerdo Oslo B


CISJORDANIA
Población
Palestinos (1.932.637)
Recursos hídricos (Mmc)
Palestinos 115 127 118
Israelíes 483
Recursos per capita (mc) (palestinos) 59.50 65.7 61

FRANJA DE GAZA
Población
Palestinos (1.087.067)
Recursos hídricos (Mmc)
Palestinos 95 107
Recursos per capita (palestinos) 87.39 98.4

TOTAL
Población
Palestinos (3.000.000)
Israelíes (6.000.000)
Recursos hídricos (Mmc)
Palestinos 210 234
Israelíes 1800 1705 1750
Recursos per capita (palestinos) 70 78
Recursos per capita (israelíes) 300 284.17 291.67

TOTAL (año 2020)


Población
Palestinos (6.580.000)
Israelíes (8.669.000)
Recursos hídricos (Mmc)33
Palestinos 210 234
Israelíes 1800 1705 1750
Recursos per capita (palestinos) 31.91 35.56
Recursos per capita (israelíes) 207.64 196.68 201.87

1.3 La distribución desigual de los recursos hídricos

Como hemos visto en el capítulo sexto, la distribución de los recursos hídricos de la


Palestina histórica se ha basado principalmente en la relación de poder entre los distintos actores.
Esto significa que, en un juego de suma cero como el que se ha disputado en la zona por el

31 Según datos del Palestinian Central Bureau of Statistics (proyección para 1999). Anuario El País
2001.
32Wolf op.cit. (1995: 10-11); Para Elmusa y Kliot, ver tabla “Principales fuentes de abastecimiento
para Israel”.
33 Suponiendo que no hay cambios ni en el suministro ni en la distribución del agua.

290
territorio y el agua, la distribución de los recursos se ha hecho según la fuerza y no según las
necesidades. El análisis de la evolución histórica del conflicto por los recursos hídricos en el marco
del conflicto árabe-israelí, nos ha permitido ver que para entender la situación actual nos es más
útil una explicación basada en el realismo que buscar influencias funcionalistas. Partimos de la
base que las relaciones de Israel con cada uno de los actores árabes son distintas, hasta el punto de
que se puede hablar también de diversos conflictos, y que la distribución del Jordán y de los
acuíferos han seguido procesos distintos. En el caso del Jordán hubo las negociaciones Johnston y,
posteriormente, el tratado de paz jordano-israelí. Aunque ya hemos podido ver que el control del
agua del Jordán superior responde a la conquista israelí, y que el resultado de las negociaciones
entre Tel Aviv y Amman es sobre todo la plasmación sobre el papel del statu quo impuesto por la
relación de poder favorable a los israelíes, no deja de ser cierto que hay una cierta base negociada
que ha sido útil en el pasado y puede serlo en el futuro para la redistribución del agua del Jordán.
Sin embargo, en los Territorios Ocupados la situación es distinta. La conquista israelí fue también
la conquista del agua, la única base sobre la que se ha apoyado la distribución de los recursos es el
poder, y los gobiernos de Tel Aviv se han esforzado en dejar claro que una posible negociación de
devolución de territorio no significaría forzosamente una redistribución de los recursos hídricos.

1.3.1 Distribución del agua del Jordán

Las diferencias en los datos son un elemento a destacar cuando se trata de definir la
distribución de la superficie de la cuenca entre los distintos Estados y las contribuciones de cada
una de las partes a los caudales del Jordán y el Yarmuk. El secreto, las discrepancias y los datos
sesgados restan mucha confianza en la información que ofrecen las distintas partes34.
La cuenca del sistema del Jordán tiene una extensión que varía entre 18.300 Km2 y 16.335
Km2 según los autores. Según Kliot, el 53,9% de la cuenca es de Jordania, el 29,6% de Siria, el
6,1% de Líbano y el 10,4% de Israel. Sin embargo, otros autores sólo adjudican el 3% a Israel.35
La contribución al caudal también es polémica. Agrupando todo el sistema (Jordán y
Yarmuk), Kliot divide la aportación en un tercio de Israel y el resto de los países árabes, mientras
que según Naff y Matson, el territorio israelí sólo contribuye con un 23% del total del caudal36.
Cabe señalar que en ambos casos es discutible la consideración de la aportación del Dan, ya que
tiene su curso dentro de Israel pero el agua que lo alimenta procede de territorio árabe. En este caso
es importante diferenciar el curso de los ríos de las áreas de captación del agua, que son
mayoritariamente árabes. Otro hecho discutible es la consideración de un solo sistema, sin separar
el Yarmuk, al que Israel no aporta agua, del Jordán.

34 Sobre los problemas en la recogida de datos, ver Elmusa op.cit. (1997: 8-11).
35 Naff y Matson op.cit. (1984: 21); Starr, J. y Stoll, D.C. (1988: 7) The Politics of Scarcity. Water in
the Middle East Boulder & London: Westview Press; Kliot op.cit. (1994: 184-185).
36 Naff y Matson op.cit. (1984: 21); Kliot op.cit. (1994: 187).

291
La distribución actual del agua del Jordán es un reflejo de la relación de poder en la zona y
del control militar del territorio37. El Jordán superior y el lago Tiberiades son explotados
prácticamente al cien por cien por Israel. Israel está usando casi el 60% del agua de la cuenca,
cuando el Plan Johnston le otorgaba una cuota del 31 por ciento, y de ésta casi toda era agua
residual no garantizada. Como hemos visto, la distribución y el uso del agua de la cuenca del
Jordán tras la guerra de junio de 1967 respondió totalmente a las expectativas israelíes. Los
objetivos que Tel Aviv planteó al inicio de las conversaciones Johnston, y que no se consiguieron
en el proceso negociador, se convirtieron en una realidad con la conquista militar de las fuentes.
Distribución actual del agua del río Jordán en comparación con el Plan Johnston
Unificado (Mmc)38

Líbano Siria Jordania Israel Total


Johnston (Unificado)
Hasbani 35 35
Banias 20 20
Jordán 22 100 375 (a) 497
Yarmuk 90 377 25 492
arroyos 243 243
(total) 35 132 720 400 1.287
2,72% 10,26% 55,94% 31,08% 100%
Demanda israelí 670 (52%)

Uso post-1967 20 200 250 690 1.160


1,72% 17,24% 21,55% 59,48% 100%

El agua del curso del Jordán inferior es inutilizable a causa de su mala calidad y de la
sobreexplotación en el curso superior, por lo que Jordania sólo puede aprovechar el agua de los
afluentes, arroyos y fuentes de su ribera, que varía entre 160 Mmc y 250 Mmc, dependiendo de los
autores.
La otra fuente principal de agua superficial en la cuenca del Jordán es el río Yarmuk, en la
que tanto Siria como Jordania centraron su atención al haber perdido el acceso al Jordán.
Dependiendo de las fuentes utilizadas, su caudal varía entre un mínimo de 450 Mmc y un máximo
de 500 Mmc, con una aportación mayoritaria de Siria, de cerca del 80 por ciento, y el resto de
Jordania39. Desde finales de los años setenta, Siria ha estado llevando a cabo proyectos de
desarrollo agrícola de la región de Houran, en el curso superior del Yarmuk, y construyendo
algunos pequeños embalses. Por esta razón, la contribución siria al río ha disminuido de más de

37 Ver tablas "Demandas y reparto del río Jordán" y "Distribución actual del agua del río Jordán en
comparación con el Plan Johnston Unificado".
38 Según tabla “Demandas y reparto del río Jordán”. (a) La parte de Israel se definió como el "agua
residual" tras las extracciones del resto de cuotas. La media se calculó en 375 Mmc.
39 Ambassade de France en Jordanie (1992 : 39). "Les ressources en eau de la Jordanie. Bilan et
perspectives". Monde arabe - Maghreb Machre,. 138; Naff y Matson op.cit. (1984: 21).

292
400 Mmc a 220 Mmc40, con lo que la extracción de agua excede ampliamente la cuota marcada por
los Acuerdos Johnston. Jordania ve cómo disminuye el caudal del Yarmuk y sólo puede aprovechar
entre 130 Mmc y 160 Mmc a causa de la falta de infraestructuras41. Israel ha estado extrayendo
más de 100 Mmc del Yarmuk, aunque los acuerdos con Jordania han limitado este suministro a 45
Mmc más una cantidad indeterminada de las aguas torrenciales.
El nulo acceso palestino al agua del Jordán es un claro reflejo del reparto basado en la
relación de poder entre las distintas partes, ya que desde 1967 Israel ha impedido a los palestinos el
uso de agua del río. La reivindicación palestina sobre el agua del Jordán-Yarmuk continúa abierta y
afectará a todos los actores implicados. La posición palestina se basa en los Acuerdos Johnston,
que asignaban a la orilla occidental del río, entonces bajo soberanía de Amman, 215 Mmc de la
cuota de Jordania42.

1.3.2 Distribución del agua de los acuíferos

La distribución de los recursos de los acuíferos responde a los mismos criterios que los de
superficie: la relación de poder es determinante. Israel y los colonos judíos en los territorios
palestinos explotan más de 1.000 Mmc de las aguas subterráneas de la Palestina histórica, con el
cien por cien de los acuíferos de Galilea, de Carmel y de Uadi Araba, el 80 por ciento de los
acuíferos de Cisjordania y el 75 por ciento del acuífero de la costa. Mientras que los palestinos
explotan poco más de 200 Mmc de las aguas subterráneas, que se limitan a los restos de los
acuíferos de Cisjordania y de la costa. Estos datos siempre se entienden como aproximativos a las
medianas, pues no son ni totalmente fiables ni fijos al depender de la lluviosidad y de las
necesidades israelíes. Así, en años de sequía la explotación israelí aumenta para hacer frente al
regadío, mientras que la palestina se mantiene estable al estar limitada por la administración de Tel
Aviv.

Distribución de las aguas subterráneas de Cisjordania (Mmc)

Acuerdo Oslo
B
CISJORDANIA
Acuífero occidental 362
Palestinos 22
Israelíes 340
Acuífero septentrional 145
Palestinos 42
Israelíes 103

40 Kahhaleh op.cit. (1981: 46).


41 Beschorner op.cit. (1992b: 15); Embajada de Francia op.cit. (1992: 39).
42 Elmusa op.cit. (1997: 230). Algunas reclamaciones palestinas son todavía mayores, como un
informe de la OLP de 1992 en el que se dice que la cuota para la orilla occidental debe ser de 220 Mmc del
río Jordán y de 70 Mmc del Yarmuk (total 290 Mmc) (citado por Elmusa op.cit. (1997: 230)).

293
Acuífero oriental 172
Palestinos 54
Israelíes 40
a desarrollar 78
Total Cisjordania 679
Palestinos 118
Israelíes 483
Palestinos (%) 17.38%
Israelíes (%) 71.13%
Excedente (%) 11,49%

Ya hemos tenido ocasión de ver cómo algunas de las primeras decisiones respecto a los
territorios ocupados en 1967 estuvieron relacionadas con el control del agua. El objetivo israelí,
desde el primer momento de la ocupación, fue limitar el consumo palestino para asegurar el
suministro a Israel y a las colonias judías en la Franja de Gaza, Cisjordania y los Altos del Golán.
A pesar de que la zona de recarga de los acuíferos cisjordanos está situada en su práctica totalidad
en territorio ocupado en 1967, esto no se refleja en el consumo de los recursos. Además, la
creciente presencia de colonos judíos en Cisjordania supone una presión añadida y nuevas
diferencias en la distribución, que hacen aumentar la desproporción entre los recursos per capita
israelíes, palestinos y de los colonos43.

1.3.3 Distribución del consumo de los recursos hídricos

1.3.3.1 Israel

El consumo de agua en Israel varía entre 1705 Mmc y 2000 Mmc dependiendo de los años y
de los autores44. Este consumo es agrícola en un 70-75%, mientras que un 5-6% se destina a la
industria y un 20-25% al uso doméstico y urbano. Se debe tener en cuenta que el potencial natural
de agua en Israel es de alrededor de 1600 Mmc, con lo que el resto procede de la desalinización, el
reciclaje y, sobre todo, de la sobreexplotación de los acuíferos en más de 200 Mmc, estando el país
en una permanente situación deficitaria45.
El consumo de agua para regadío varía según la lluviosidad. Por ejemplo, en el año 1990-
1991, particularmente seco, la cuota para la agricultura se redujo de 1300 Mmc a 800 Mmc, pero

43 Ya hemos tenido ocasión de ver, al tratar el problema del crecimiento demográfico y los recursos
hídricos, que el agua per capita de los israelíes es más de cuatro veces superior a la de los palestinos. Y,
como trataremos más adelante, a pesar de las dificultades para acceder a los datos se puede afirmar que las
diferencias con los colonos son aún más desproporcionadas.
44 Elmusa op.cit. (1997: 227) propone el volumen menor, 1705 Mmc; Naff y Matson op.cit. (1984:
27) y Beschorner op.cit. (1992b: 11) coinciden en un consumo de 1750 Mmc; Wolf op.cit. (1995: 11)
indica un consumo de 1800 Mmc; mientras que según Kliot op.cit. (1994: 240) y Baskin, G. (1993: 3)
"Water: Conflict or Cooperation". Jerusalem: IPCRI, el consumo israelí está entre 1900 Mmc y 2000
Mmc.
45 Wolf op.cit. (1995: 11).

294
esto sólo sucede en situaciones extremas. Más del 50 por ciento de la superficie de cultivo en Israel
está irrigada46 y, aunque son conocidos los esfuerzos para incrementar la eficiencia por unidad de
agua, en el sector agrícola israelí hay cultivos muy consumidores de agua. Así, se puede afirmar
que la agricultura israelí es muy intensiva en agua. Es más, algunos autores dudan que Israel esté
en situación de estrés hídrico cuando está regando casi la totalidad de la tierra irrigable, lo que
significa que no ha habido falta de agua para su desarrollo económico47. El peso político del lobby
agrario en el sistema político israelí, potenciado por el papel ideológico y de seguridad de la
agricultura, impide llevar a cabo políticas de ahorro o eliminar los subsidios al consumo de agua
para regadío, que puede pagarse por debajo de los costos de producción.
El consumo del sector doméstico es de aproximadamente 100 mc por persona y año, con un
volumen total aproximado de algo más de 500 Mmc. El sector industrial consume alrededor de 110
Mmc48. Tanto el sector doméstico-urbano como el industrial tienen una clara tendencia a aumentar,
disminuyendo así la parte dedicada a regadío.

1.3.3.2 Jordania

El consumo total de agua en Jordania varía entre 743 Mmc y 880 Mmc49. La agricultura
consume más del 70 por ciento de los recursos hídricos, mientras que al sector doméstico-urbano
se dedica un 20 por ciento y al industrial menos del 5 por ciento. La situación deficitaria respecto al
suministro, que es extremadamente variable (entre 645 Mmc y 1311 Mmc con una media de 850-
900 Mmc) se expresa en una sobreexplotación de sus fuentes en cerca del 15 por ciento50.
Los cultivos de regadío en Jordania han crecido de forma muy rápida, doblando la superficie
irrigada en los últimos 30 años. En la actualidad se riegan más de 650.000 dunams. Evidentemente,
con el regadío ha crecido también la demanda de agua llegando a ser de más de 650 Mmc, y el
futuro se continúa planificando con perspectivas de crecimiento del sector agrario, tanto en
superficie irrigada como en volumen de agua que se le destina51.

46 Beaumont op.cit. (1994: 13).


47 Elmusa op.cit. (1993: 64).
48 Kliot op.cit. (1994: 243).
49 Beschorner op.cit. (1992b: 16); Bilbeisi, M. (1992: 14) "Jordan's water resources and the expected
domestic demand by the years 2000 and 2010, detailed according to area", en A. Gärber & E. Salameh
(eds.), Jordan's Water Resources and Their Future Potential. Proceedings of the Symposium 27th and 28th
October 1991 Amman: Friedrich Ebert Stiftung.
50 Salameh, E. (1992: 103) "The Jordan River system", en A. Gärber & E. Salameh (eds.), Jordan's
Water Resources and Their Future Potential. Proceedings of the Symposium -27th and 28th October 1991-
Amman: Friedrich Ebert Stiftung.
51 Bani-Hani, M. (1992: 35) "Irrigated agriculture in Jordan", en A. Gärber & E. Salameh (eds.),
Jordan's Water Resources and Their Future Potential. Proceedings of the Symposium 27th and 28th
October 1991 Amman: Friedrich Ebert Stiftung.

295
El consumo por persona y año en el sector urbano es de menos de la mitad que en Israel, con
volúmenes que se mueven entre los 35 mc y los 50 mc52. La demanda del sector doméstico-urbano
ha crecido muy rápidamente hasta llegar a cerca de 200 Mmc y con previsiones de un crecimiento
mucho mayor, hasta 235 Mmc o 340 Mmc, dependiendo de los cambios en las pautas de
consumo53. Sin embargo, el sector doméstico también es el que sufre las principales restricciones,
ya que la oferta no puede responder a la creciente demanda. Los bajos volúmenes de la demanda
industrial hacen que su previsión de crecimiento no tenga una gran repercusión en el consumo
total.

1.3.3.3 La Franja de Gaza

El consumo total en la Franja de Gaza es de entre 100 Mmc y 120 Mmc, de los cuales 60-80
Mmc se destinan a la agricultura y 40-50 Mmc al sector doméstico-urbano. El suministro depende
totalmente de las aguas subterráneas, que tienen una recuperación natural de poco más de 60 Mmc,
con lo que el déficit está poniendo en peligro el acuífero por la pérdida de volumen y de calidad, y
por la progresiva entrada de agua de mar.
La agricultura de regadío está muy extendida, hasta el punto de que el 50 por ciento de la
superficie cultivada está irrigada54. El sistema para regar perforando el acuífero es sencillo y difícil
de controlar, por lo que hay un gran número de perforaciones: a mediados de los ochenta se
calculaba que de 1195 perforaciones 1150 se usaban para regadío55.
El consumo doméstico-urbano por persona y año es similar al de Cisjordania, con volúmenes
que se mueven alrededor de los 35 mc.
La evolución del abastecimiento de agua en la Franja de Gaza y en Cisjordania no ha sido
acorde al crecimiento demográfico, por lo que ha habido una paulatina disminución en el consumo
per capita.

1.3.3.4 Cisjordania

Los palestinos de Cisjordania consumen 110 Mmc según los datos proporcionados por Tahal,
118 Mmc según los acuerdos de Oslo B, o 120-130 Mmc según los datos de los investigadores
palestinos56. El suministro está totalmente supeditado a las cuotas que asigna el gobierno israelí,

52 Assaf, Khatib, Kally y Shuval op.cit. (1993: 23).


53 Salameh y Bannayan (1993: 105-106) Water Resources of Jordan. Present Status and Future
Potentials. Amman: Friedrich Ebert Stiftung, Royal Society for the Conservation of the Nature.
54 La baja lluviosidad en la zona, con unas medias de 300-400 mm en el norte y de 200-300 en el sur,
no favorece los cultivos de secano.
55 Shawwa, I.R. (1993: 27) "The Water Situation in the Gaza Strip". G. Baskin (ed.), Water: Conflict
or Cooperation Jerusalem: IPCRI.
56 Esta diferencia se explica porque los palestinos incluyen Jerusalén Este en sus cálculos, mientras
que las autoridades israelíes consideran que forma parte de Israel (Shuval op.cit. (1993b: 91)).

296
por lo que no se puede hablar de déficit en Cisjordania, sino de necesidad de negociar la
distribución de los recursos con Israel y Jordania. En el año 1975 ya se anunciaba que "when the
West Bank of the valley (del Jordán) returns to jordanian control, it must be foreseen that there will
be a heavy demand for water transfers from the resource area (...) The area will be in deficit"57. La
independencia de Palestina respecto a Jordania no hará disminuir las demandas de desvío de agua
hacia Cisjordania. Algunos autores palestinos, basándose en las aguas subterráneas y en las cuotas
del Jordán y del Yarmuk, llegan a cifrar el agua renovable del futuro Estado palestino en 1080
Mmc58.
La agricultura de regadío ha estado sometida a fuertes restricciones y reducciones bajo las
autoridades militares israelíes desde el año 1967, hasta el punto de que la superficie regada ha
disminuido del 27% de la superficie cultivada, antes de la guerra de junio de 1967, a menos del
7%. El sector agrícola consume entre 80 y 100 Mmc, pero las necesidades futuras se estiman muy
superiores.
El consumo doméstico por persona es el más bajo de la zona y varía de las zonas rurales, con
volúmenes que no superan los 15 mc, a las zonas urbanas donde se consume alrededor de 35 mc.

1.3.3.5 La demanda latente en Cisjordania y la Franja de Gaza

El consumo de agua en Cisjordania y en la Franja de Gaza, tanto para uso urbano como para
regadío, está totalmente limitado por la oferta, y ésta, a su vez, lo está por el control israelí y por
las propias condiciones hidrológicas. El consumo per capita es mucho menor entre los palestinos
que en Israel, tanto en el sector urbano como en el regadío. Así, desde la percepción palestina
encontramos dos niveles en el conflicto por el agua: el nivel político de falta de soberanía y control
sobre los recursos hídricos, y el nivel de injusticia distributiva. La percepción de injusticia
distributiva se ve agravada por el nivel político, pues el menor consumo está directamente
relacionado con la falta de control sobre los recursos, y también por la diferencia de precio del agua
a uno y otro lado de la Línea Verde. En Israel y en los asentamientos judíos, con un renta muy
superior a la palestina, el agua tiene un precio mucho menor a causa de las políticas israelíes, que
también usan el mecanismo de precios para limitar el consumo palestino59.
Como hemos comentado, el consumo urbano en Cisjordania y la Franja de Gaza es varias
veces menor que en Israel y está muy por debajo del consumo estándar. Israel explica esta situación
basándose en el bajo nivel de renta de los Territorios Ocupados. Sin embargo, tal y como

57 Barber, W. (1975: 7) An Outline for Water Planning in East Jordan, Amman: The Hashemite
Kingdom of Jordan, Natural Resources Authority.
58 Jirbawi y Abd al-Hadi op.cit. (1990: 98-100).
59 Según el cálculo de la Jerusalem Water Undertaking el agua producida directamente por los
palestinos costaba un 50% menos que la comprada a Mekorot (citado por Elmusa op.cit. (1997: 147)). Y se
debe tener en cuenta que la producción de agua en Cisjordania tiene unos costes más altos que en los países
árabes vecinos debido a que forzosamente debe usar medios y personal israelíes.

297
demuestra Elmusa, las causas se tienen que buscar en la oferta pues hay una evidente demanda
latente no satisfecha. Por el lado de la oferta influyen las restricciones en el volumen de agua
suministrada, el precio y la precariedad de las infraestructuras. Elmusa, al hacer una comparación
entre la demanda en los Territorios Ocupados y en Jordania, llega a la conclusión de que la
demanda latente de agua para uso urbano es de alrededor de 62 mc por persona, lo que a nivel
agregado para Cisjordania y la Franja de Gaza en el momento de firmar los Acuerdos de Oslo B en
1995 equivaldría a 151 Mmc, prácticamente el doble de la demanda manifiesta sobre la que se
basaron los acuerdos, y 30 Mmc sobre la media del consumo total de agua en los Territorios
Ocupados (agrícola y urbano) que fue la base de las negociaciones. La demanda latente mínima de
agua para regadío, calculada a partir del desarrollo hipotético de las tierras de primera clase en
Cisjordania sin ocupación militar israelí, y comparándolo con la agricultura jordana e israelí, era de
150 Mmc en 199060.

1.3.3.6 Las colonias judías en Cisjordania y la Franja de Gaza

Los asentamientos de colonos judíos en los Territorios Ocupados son uno de los elementos
más desestabilizadores en la fase actual del conflicto. Como hemos visto, la política de
colonización de los Territorios Ocupados evolucionó de los objetivos geoestratégicos de los
gobiernos laboristas al objetivo político-demográfico de los gobiernos del Likud y, con este
cambio, también variaron las zonas de implantación. Los primeros asentamientos y las
expropiaciones más importantes de terreno se situaron principalmente en la zona del Valle del
Jordán, lo que supuso un golpe terrible para la agricultura palestina61.
A partir de 1977, los colonos se asentaron principalmente cerca de la Línea Verde. De esta
forma se avanzaba en la integración física de Cisjordania en la realidad israelí. Como hemos
comentado, un segundo efecto no tan evidente de esta política de hechos consumados es que
muchos de los nuevos asentamientos están situados en la parte superior occidental de la cordillera
que cruza Cisjordania y que constituye la principal área de recarga de los acuíferos, sobre todo del
occidental. De esta forma no sólo se ha creado una nueva línea que desplaza a la Línea Verde hacia
el este, sino que además los israelíes han consolidado su dominio de la principal fuente de agua.
Además, la construcción del muro del apartheid está modificando todavía más la situación a favor
de Israel y creando hechos consumados que impiden el acceso palestino a pozos que producen casi
4 Mmc, y está colocando bajo control directo israelí las principales zonas de recarga del acuífero
occidental62.

60 Elmusa op.cit. (1997: 140-143).


61 Ver mapa "West Bank Hilltop Settlements and Land Confiscations. June 1999"
(http://www.fmep.org/images/maps/map9907_1.jpg)
62 Sobre el muro ver: Palestinian Environmental NGOs Network (PENGON) (November 2002)
“Appartheid Wall Report #1”, Jerusalem <http://www.pengon.org/wall/wall.html>.

298
Actualmente, los colonos judíos que viven en territorios ocupados ya son 400.000. De ellos,
206.000 en Cisjordania, 170.000 en Jerusalén Este, 7.000 en la Franja de Gaza y 16.000 en el
Golán63. Los asentamientos de colonos judíos en los Territorios Ocupados no habrían sido posibles
sin la expropiación forzosa de tierra y de agua. Ya en 1990 se calculaba que más del 50% del
territorio, en muchas ocasiones las mejores tierras de cultivo, había pasado bajo control directo de
las autoridades militares o de los colonos64. La política que seguiría el gobierno israelí respecto al
agua ya se puso de manifiesto en el mismo momento de la ocupación, en junio de 1967, con la
orden militar nº 92, a la cual seguirían las órdenes nº 158 y nº 498, que restringían la explotación
de las aguas subterráneas y congelaban la cuota palestina destinada al regadío65. La política israelí
para proteger su consumo de agua del acuífero occidental, impedir el desarrollo agrícola palestino
y facilitar el consumo de los colonos judíos, se centró en restringir el consumo palestino.
En cambio, no se pusieron límites al consumo de los colonos israelíes. Ya hemos comentado
que no hay datos fiables sobre el volumen de agua que consumen los colonos en Cisjordania, que
varían entre un mínimo de 50 Mmc de algunos autores y los 160 Mmc de otros. Sin embargo, se
puede afirmar sin ninguna duda que el consumo per capita de agua de los colonos es
desmesuradamente mayor que el de los palestinos. En la Franja de Gaza la diferencia es todavía
más brutal, pues los pocos miles de colonos judíos consumen más de 5 Mmc, lo que supone un
consumo como mínimo diez veces superior al palestino.
Como veremos, esta política de expropiación del agua y de la tierra tiene un reflejo claro en
la superficie de cultivo de regadío en Cisjordania, muy mermada para los palestinos, mientras que
los colonos judíos tienen acceso a tierra y recursos hídricos en abundancia. Otro elemento
importante es que todas las nuevas infraestructuras relacionadas con el agua, incluso aquellas que
sirven a las comunidades palestinas, están controladas desde los asentamientos de colonos judíos,
convirtiéndose en un nuevo instrumento de dominación66.

2. La carestía de recursos hídricos en la Palestina histórica

63 Foundation for Middle East Peace (March 2002) "Israeli Settlements in the Occupied Territories.
A Guide", <http://www.fmep.org/reports/2002/sr0203.html> El número de colonos ha crecido rápidamente
durante los años noventa. Datos del Banco Mundial para el año 1992 indicaban que había alrededor de
130.000 colonos en Cisjordania y de 5.000 en la Franja de Gaza (World Bank op.cit. (1993 vol.I: 12)).
64 UNCTAD op.cit. (1991: 13).
65 Khatib y Assaf (1993: 127) "Palestinian Water Supplies and Demands". K. Assaf, N. Khatib, E.
Kally & H. Shuval (eds.), A Proposal for the Development of a Regional Water Master Plan Jerusalem:
Israel/Palestine Center for Research and Information.
66 Shuval, H. (1993a: 49-50) "Approaches to Finding an Equitable Solution to the Water Resources
Problems Shared by Israelis and the Palestinians in the Use of the Mountain Aquifer". G. Baskin (ed.),
Water: Conflict or Cooperation Jerusalem: IPCRI..

299
Visto lo anterior, podemos afirmar que la carestía de recursos hídricos en la Palestina
histórica se debe enfrentar a las tres grandes dinámicas que actúan para agravarla: la degradación
medioambiental, el crecimiento demográfico y una distribución desigual.
El problema de la degradación de los recursos hídricos en la zona se plantea en términos de
límite de explotación y de conservación de los recursos existentes. Esto significa que está en la
agenda, sobre todo, como un problema técnico presente, con raíces en el pasado y ramificaciones
políticas hacia el futuro. Un problema importante, pero que en la actualidad todavía se afronta
desde alternativas tecnológicas, a pesar de que algunas voces israelíes presentan el control de los
acuíferos de Cisjordania como una necesidad para evitar que la contaminación o la
sobreexplotación dañen más los depósitos subterráneos.
Por otra parte, la población actual de la zona somete a los recursos a una situación de estrés y
las previsiones de crecimiento demográfico presentan un futuro difícil para los israelíes, incluso en
términos de necesidad mínima de agua, y desesperado para los palestinos. Estas previsiones
obligarán a afrontar las dos variables, tanto el volumen de recursos como la población que tiene
cabida en la Palestina histórica. Sin embargo, hasta la actualidad, la presión demográfica sobre los
recursos no ha influido en las políticas demográficas israelíes, que continúan teniendo como
objetivo el crecimiento de la población. Por parte palestina, difícilmente se aceptará que el agua
influya para limitar el derecho histórico al retorno si se consiguen salvar los otros obstáculos,
principalmente la oposición del gobierno de Tel Aviv.
Las políticas israelíes para limitar el acceso de los palestinos a los recursos hídricos de
Cisjordania tienen un objetivo evidente: impedir que la población israelí sienta los efectos de la
degradación de la calidad del agua y no deba reducir su consumo67. Así, la carestía palestina es una
consecuencia directa del consumo israelí. Como en otros aspectos de la seguridad, la parte israelí
invierte los términos, ya que su argumento para mantener el control de los acuíferos es que
dependen del agua del acuífero de la montaña y deben proteger la cantidad y la calidad del agua.
Sin embargo, esconden que en el pasado y en la actualidad son los palestinos los que han tenido el
grifo cerrado y los que han visto cómo la calidad del agua se degradaba, pagando ellos el coste. En
términos de seguridad hídrica, al igual que en la seguridad militar, la parte débil y que necesita
garantías es la palestina, pues las propuestas de futuro de Israel continúan basándose en la
dependencia de los palestinos respecto a las decisiones israelíes.
Sin menospreciar las problemáticas de la degradación y del crecimiento demográfico, que se
deben tener muy en cuenta para la planificación del futuro de los recursos hídricos, estamos
claramente ante un problema histórico de distribución de los recursos. La carestía actual es mucho
más grave entre los palestinos de los Territorios Ocupados y la causa primordial es la apropiación
israelí del agua dulce, que ha ido paralela a la conquista y colonización del territorio de la Palestina
histórica desde 1947.

67 Kelly, K. y Homer-Dixon, T. (junio 1995: 7) "Environmental scarcity and violente conflict: the
case of Gaza". Occasional Paper, Project on Environment, Population and Security.

300
Aplicando los conceptos de Libiszewski68, podemos decir que nos encontramos claramente
en una situación de carestía que abarca las cuatro dimensiones que propone:
● Carestía física, que significa que un recurso sólo está disponible en una cantidad limitada;
● Carestía geopolítica, cuando algunos países o regiones dependen de los suministros de
otros;
● Carestía socioeconómica, que se refiere a la distribución desigual de recursos naturales
según la renta o los derechos de propiedad;
● Carestía medioambiental, cuando ésta viene provocada por la degradación medioambiental.

No abundaremos más en las dimensiones física y medioambiental, pues ya se han visto


sobradamente, pero sí analizaremos la dimensión geopolítica y la socioeconómica que, en este
caso, están íntimamente unidas y directamente relacionadas con la distribución desigual de los
recursos.

2.1 La carestía geopolítica

Lo que Libiszewski llama carestía geopolítica está en el centro del conflicto por los recursos
hídricos en la cuenca del Jordán hasta la actualidad. Los primeros proyectos de la Organización
Sionista Mundial ya dibujaban unas fronteras que abarcaban desde el norte del Litani hasta el este
del Jordán, precisamente para conseguir el control de los recursos hídricos de la región y evitar la
posible dependencia del exterior. Sin embargo, el primer mapa político de la región tras la creación
del Estado de Israel no siguió el trazado de las aspiraciones sionistas de principios de siglo.
La guerra de 1947-1948 dejó un dibujo complicado en muchos aspectos y también en lo
referente a los recursos hídricos. Israel conquistó el curso del Jordán superior, pero no algunos de
los afluentes principales, ni tampoco la cuenca de alimentación del río. Así, el suministro de la
principal fuente de agua del nuevo Estado quedó a expensas de la capacidad de Líbano y Siria para
desviar el Hasbani, el Wazzani y el Banias. En el Jordán inferior, la situación fue la inversa. Israel
controlaba el curso principal del río, con capacidad para cortar el caudal gracias al embalse natural
en el lago Tiberiades, mientras que Siria y Jordania controlaron el Yarmuk.
La posibilidad de una carestía provocada por los ribereños superiores y la necesidad de
asegurar el abastecimiento estuvieron detrás tanto de las negociaciones Johnston, como de algunos
incidentes armados y de las conquistas territoriales israelíes69. A partir de junio de 1967 ya
podemos hablar claramente de carestía geopolítica, pues las necesidades palestinas y jordanas de
agua dulce se vieron mermadas por las restricciones israelíes en el suministro. Israel, por su parte,
pasó a controlar prácticamente la totalidad de las fuentes que le abastecen, por lo que la dimensión

68Libiszewski op.cit. (1992: 6).


69Aunque, como ya hemos visto, no fueron ni la causa única ni la principal de la guerra de junio de
1967 y del dibujo de las zonas conquistadas por Israel.

301
geopolítica de la carestía desapareció en el sentido negativo para estar presente en la política de Tel
Aviv sólo como instrumento de control, amenaza y castigo sobre jordanos y palestinos.
La relación de Israel con Jordania respecto a los recursos hídricos se normalizó tras las
negociaciones en Araba en 1994, que alumbraron unos acuerdos que permitieron firmar la paz en
septiembre del mismo año. Esto significa que el control del Jordán superior por parte de Israel
puede pesar en las razones de seguridad de Jordania, pero ya no se puede considerar como un
factor de carestía.
Muy diferente es la relación con los Territorios Ocupados palestinos. Como hemos visto, una
de las primeras órdenes del ejército ocupante en junio de 1967 fue el control de los recursos
hídricos. La política israelí hacia el agua dulce de Cisjordania ha sido siempre la de limitar el
consumo palestino para garantizar el consumo israelí y de los colonos judíos. Esto se ha traducido
en una carestía de recursos hídricos para la población palestina que va mucho más allá de la
carestía física y medioambiental. Si la población palestina tuviera libre acceso a los recursos de los
acuíferos de Cisjordania y del río Jordán la carestía no desaparecería, pero se vería suavizada y los
palestinos tendrían más capacidad para preparar un futuro que se augura difícil. La dependencia
palestina no es respecto a recursos que proceden del exterior, pero las consecuencias son las
mismas, pues el agua está en manos de una potencia exterior que la controla. Y la dependencia es
absoluta, pues el control es general sobre prácticamente todas las fuentes.
El estudio de la evolución histórica del conflicto por los recursos hídricos en la cuenca del río
Jordán y la región de Palestina, nos ha permitido apreciar que la disputa ha tenido en algunos
momentos una dinámica autónoma en el marco del conflicto político en la región. Pero, sobre todo,
ha quedado demostrado que esta dinámica nunca ha sido independiente y que el conflicto por el
agua se debe analizar dentro del sistema árabe-israelí, y condicionado en todo momento por las
variables sistémicas. Sin embargo, el papel que han jugado los recursos hídricos no ha sido siempre
el mismo, ni en el marco del conflicto árabe-israelí ni en la percepción de cada actor, ya que ha
evolucionado con el sistema.

2.1.1 El agua como factor de supervivencia

En el inicio del conflicto árabe-israelí, los recursos hídricos jugaron un importante papel
político y la percepción que tenían todos los actores coincidía en esta esencia política. La disputa
por el agua, subsidiaria de la disputa por la tierra, se planteó como una de las variables básicas en
la construcción y viabilidad del Estado de Israel y de la inmigración judía en Palestina. Tanto la
ocupación territorial como la subsistencia de la población inmigrada dependían de la agricultura y,
por tanto, del acceso a los recursos hídricos.
Por una parte, esto significaba que la esencia del sionismo -la construcción de un Estado para
el pueblo judío- estaba ligado a la agricultura y al agua. Este lazo se plasmó incluso en términos
ideológicos en el socialsionismo pionero, lo que incrementó todavía más el peso de los recursos
hídricos en la sociedad y en la política del Yishuv, primero, y de Israel, después. Para

302
los árabes, la cuestión del agua se planteaba en los mismos términos. Desde el principio se
entendió que los recursos hídricos eran un instrumento para la ocupación territorial y que la
materialización de la amenaza sionista dependía en parte del control sobre el agua. Por otra parte,
la cuestión del agua se convirtió también en un problema de suficiencia de recursos para el
aumento de población provocado por la inmigración judía, y así se reflejó en el debate "técnico"
sobre la viabilidad de la construcción del Estado judío en función de los recursos hídricos. Tras la
lucha por el control del agua y tras los principales planes sobre el desarrollo hidrológico de la
región, el Ionides para los árabes y el Lowdermilk-Hays para los sionistas, subyacía la negación o
defensa de la creación de un Estado judío en Palestina.
La lucha por el agua, en esta etapa del conflicto, se planteó ya en términos de poder. Pero, al
igual que en la disputa política y territorial, la fuerza se midió principalmente en la influencia de
las partes sobre la potencia mandataria, el Reino Unido. Así, la lucha por las concesiones y la
defensa de los planes hidrológicos propios fueron el núcleo de la disputa hasta finales de 1947,
cuando la Asamblea General de Naciones Unidas aprobó la resolución 181.
La creación de Israel, y las consecuencias territoriales y políticas de la guerra de 1947-1948,
supusieron la partición de hecho de Palestina y, con ello, la partición de la cuenca del río Jordán. A
partir de este momento, el control del agua estuvo ligado a la capacidad militar de las distintas
partes. Sin embargo, la percepción del problema de los recursos hídricos que tenía cada uno de los
actores varió en función de los cambios en el sistema árabe-israelí provocados por la guerra.
La agricultura ganó todavía más importancia, si cabe, para los sionistas en la etapa de
consolidación del nuevo Estado de Israel, dado el papel que jugaba en el ámbito ideológico,
demográfico, económico y, ahora, también de seguridad. Las colonias agrarias eran el mejor
instrumento para apuntalar la población en áreas dispersas y crear zonas defendidas. Sin embargo,
buena parte del territorio conquistado por Israel se encontraba fuera de la cuenca del Jordán, su
principal fuente de agua, por lo que uno de los objetivos inmediatos sería el desvío del agua del
Jordán hacia la llanura de la costa y el Negev. Al no haber agua suficiente, esto chocaba
directamente con los intereses árabes, sobre todo jordanos, que debían velar por las necesidades de
los más de 450.000 refugiados palestinos en las dos orillas del Jordán.
El control de la cuenca superior del río se convirtió así en una de las prioridades de Tel Aviv,
lo que implicaba choques inevitables con Siria. En esta disputa, el equilibrio de poder favorecía
claramente al Estado judío, que no tuvo dificultades en imponer su política de hechos consumados
ocupando las zonas desmilitarizadas que le eran imprescindibles para el control del Jordán. Las
principales constricciones a la política israelí ya no procedían del sistema árabe-israelí sino del
sistema internacional, y fueron las presiones de Estados Unidos y Naciones Unidas las que
frenaron la construcción del Acueducto Nacional en primera instancia. La importancia del agua
para el Estado israelí la convirtió en componente de su interés nacional, quedando claro que el
control del Jordán superior y el trasvase hacia el Negev eran objetivos políticos ante los cuales Tel
Aviv no dudaría en usar todos los instrumentos a su alcance. Esta percepción del problema

303
dificultaría la labor de Johnston en su aproximación funcionalista al conflicto.
Los recursos hídricos, tras la guerra de 1948, jugaron papeles distintos para los actores
árabes. Para Líbano y Siria, poco dependientes del agua del Jordán, ésta tenía una importancia
básicamente política en función del rechazo al Estado israelí: los recursos hídricos eran un
instrumento para el asentamiento del nuevo Estado y para la colonización del suelo árabe, además
de formar parte de las pérdidas ante el ejército sionista que se debían recuperar junto con el orgullo
nacional. Por esta razón, tanto a Damasco como a Beirut, les era muy difícil y tenían muy poco
interés en negociar los recursos hídricos como un elemento desligado del conflicto árabe-israelí, y
sólo entrarían en el juego de Johnston por las presiones egipcias, jordanas e internacionales. El
Cairo tenía reclamaciones sobre el Negev y rechazaba el trasvase de agua hacia esta zona, ya que
fortalecía la presencia israelí. Pero, por otra parte, los intereses egipcios en Palestina no eran
prioritarios y Nasser quería evitar que el conflicto árabe-israelí dificultara la consecución de sus
principales objetivos: la recuperación del Canal de Suez con la expulsión de las fuerzas extranjeras
de su territorio, y la unidad del mundo árabe bajo su liderazgo. Así, temeroso de una guerra con
Israel que hubiera desbaratado sus planes pues se habría saldado con otra derrota, Nasser apoyó las
negociaciones Johnston hasta donde le fue posible en el ámbito técnico, pero, en el momento del
refrendo político, no pudo enfrentarse a las presiones de la opinión pública árabe y de los
regímenes más radicales.
Para Jordania, el agua había adquirido una dimensión muy parecida a la israelí, jugando un
papel económico, demográfico y de consolidación del nuevo Estado expandido hacia Palestina. El
régimen hachemí se tuvo que enfrentar a la llegada de alrededor de 450.000 refugiados y asentar su
gobierno sobre una población recelosa. La agricultura era el principal recurso para responder a las
necesidades de los palestinos, lo que imponía el impulso del regadío y, por tanto, el control y
gestión de mayores fuentes de agua. Los hachemís de Amman no tenían la misma percepción que
Siria y Líbano sobre el conflicto por el agua, pues para ellos era vital el uso de los recursos de la
cuenca del Jordán. Por otra parte, tampoco percibían de la misma forma el conflicto con Israel y su
posición en el sistema árabe-israelí. Como ya se ha dicho, el régimen hachemí no hubiera
rechazado la paz con Tel Aviv y la consolidación de la partición de Palestina, tal y como había
resultado de la guerra de 1948. Los obstáculos que le impidieron dar este paso provenían de su
inestabilidad doméstica y de su debilidad en el sistema árabe, no del propio conflicto con Israel. En
este contexto, para Amman hubiera sido fácil llegar a un acuerdo para el reparto de la cuenca del
Jordán, de la misma forma que Abdallah había acordado el reparto de Palestina con los sionistas.
Sin embargo, las mismas constricciones que hacían imposible la paz con Israel también impedían
el acuerdo formal sobre los recursos hídricos, pues una y otro no se podían separar.

2.1.2 Una lectura cooperativa de la gestión jordano-israelí del agua

La apreciación de la situación que se estableció entre Israel y Jordania tras la negociación


Johnston nos permite profundizar en el debate sobre la oportunidad y la factibilidad

304
de una aproximación funcionalista al conflicto. Krasner hace una definición de régimen como un
conjunto, explícito o implícito, de principios, normas, pautas de comportamiento y procedimientos
en la toma de decisiones, alrededor del cual convergen las expectativas de los actores en una área
de las relaciones internacionales70. A continuación, partiendo de esta definición, se enumeran
algunas de las características de la relación entre Jordania e Israel, en lo referente al río Jordán y al
río Yarmuk, que nos podrían remitir a la teoría de regímenes, lo que apoyaría la aproximación
funcionalista:
1- La política seguida por los dos Estados supuso la aceptación del otro como actor en
el conflicto, aunque el reconocimiento no fuera explícito y no hubiera relaciones
diplomáticas. Esta aceptación del otro no se dio en el caso de sirios y libaneses, pues no lo
necesitaron al no ser el agua un problema vital para su existencia. Damasco y Beirut no
tenían ningún aliciente para colaborar con Israel a ningún nivel, pues los recursos hídricos
que estaban en juego no representaban ninguna ganancia sustancial en comparación con las
otras fuentes de las que disfrutaban. En estos dos países la disputa por el agua se leía en
términos básicamente políticos y, desde esta perspectiva, la cooperación sólo favorecía a
Israel. Tras la guerra de 1967, tampoco Israel tenía ninguna necesidad de aceptar a Siria y
Líbano como actores en el conflicto por el agua, pues se había apropiado de todo el caudal
de la cuenca superior y controlaba las fuentes. El conflicto israelo-palestino tampoco
permitía el reconocimiento del otro ya que, en los Territorios Ocupados, el agua adquiría
toda su dimensión política y de ninguna forma se podía esperar que hubiera colaboración
entre el gobierno israelí y la OLP. Ni Tel Aviv aceptaba a la OLP como interlocutora ni los
palestinos podían dialogar con un Estado que había ocupado sus tierras, que les mantenía
bajo dominio político y militar y que hacía lo posible para convertir esta situación en un
hecho consumado. Por las mismas razones, los palestinos no hubieran podido cooperar en
la gestión de un recurso que se usaba para colonizar los Territorios Ocupados, aunque los
israelíes hubieran buscado esta colaboración, cosa que no hicieron pues no la necesitaban.
2- Establecimiento de un mecanismo regular de dos o tres contactos al año entre las
autoridades oficiales que gestionaban el agua disputada, para tratar sobre cuotas y caudales,
de forma que muchos de los conflictos menores y puntuales se solucionaron a un nivel
técnico y sobre una base común, el Plan Unificado.
3- Aceptación del principio de partición de la cuenca. Tanto israelíes como jordanos
prefirieron el reparto de la cuenca del río Jordán considerando de forma separada el sistema
del Jordán superior y el del Yarmuk y Jordán inferior, sin la utilización común de ninguna
gran infraestructura o embalse natural como el lago Tiberiades.
4- Aceptación de la gestión unilateral y libre de la propia cuota siempre que se
mantuviera dentro de los parámetros del Acuerdo Johnston.
5- Aceptación de las cuotas negociadas con la mediación Johnston.

70 Krasner, S. (1983: 2) International Regimes. Cornell: Ithaca

305
Entre las causas que conducen al desarrollo de un régimen, Krasner citaba el interés propio y
egoísta, que busca la maximización de los beneficios propios sin preocuparse por los de los otros
actores. Esto significa que se aleja de la maximización del poder desde la perspectiva realista, que
se basa sobre todo en el diferencial de poder respecto a los otros actores. La percepción del
conflicto por los recursos hídricos como un conflicto político y de seguridad obliga a adoptar la
perspectiva realista y hace imposible el desarrollo de un régimen. Esto es lo que ocurrió en Siria y
Líbano, donde se continuó viendo el agua como un recurso para la consolidación y expansión del
sionismo. Sin embargo, en Jordania, más necesitada de agua, la prioridad se centró en asegurar el
suministro antes que en debilitar a Israel. Otra ventaja para Jordania, y no menor, era que se evitaba
el reconocimiento de Israel, lo que habría amenazado directamente la pervivencia del régimen e,
incluso, la vida de sus gobernantes. Tel Aviv debía respetar las cuotas Johnston para que
Washington no se opusiera a la construcción del Acueducto Nacional, básico para su estrategia de
ocupación territorial y de seguridad. Por otra parte, tanto Israel como Jordania tenían el incentivo
añadido de la financiación norteamericana e internacional de las infraestructuras hidrológicas a
construir.
Una mejor información técnica y teórica también puede favorecer el consenso y el desarrollo
de un régimen. El proceso de negociación conducido por Johnston, junto a los estudios y proyectos
que lo acompañaron, potenció un mejor conocimiento de la cuenca y de sus posibilidades de
desarrollo, facilitando el acuerdo técnico final que, de otra forma, habría sido imposible.

Otro elemento de definición de un régimen es la relación que establece con las variables
causales y los comportamientos resultantes. Así, un régimen ejerce de filtro entre las primeras y
las segundas, sobre la base de los principios, normas y procedimientos establecidos, y también
influye en las variables causales71.

variables causales régimen comportamiento resultante

Visto lo anterior, se podría afirmar que las negociaciones Johnston se convirtieron en este
filtro que influía tanto en la conducta de Israel y Jordania, como en las propias variables causales,
pues el acuerdo sobre el Plan Unificado pasó a ser la base de las futuras discusiones sobre el agua
de la cuenca del Jordán, repercutiendo directamente en las aspiraciones y expectativas de las
distintas partes.

2.1.3 Una lectura realista de la gestión jordano-israelí del agua

71 Krasner op.cit. (1983: 5, 361).

306
Sin embargo, también se puede adoptar una perspectiva realista para analizar la relación que
se estableció entre Israel y Jordania y llegar a conclusiones que nos alejan del funcionalismo. A
diferencia del concepto de régimen, el de equilibrio de poder no permite pensar en una actuación
de los Estados mediatizada por principios y normas internalizadas, sino por la actuación de los
otros Estados. Desde esta perspectiva, podemos analizar las relaciones entre Israel y Jordania como
un equilibrio de fuerzas que se explicita inicialmente en el Plan Unificado y que, después,
evoluciona con los cambios tanto en el diferencial de poder entre los dos actores, como en sus
objetivos y políticas exteriores. Así, el acuerdo final de la negociación Johnston no sería otra cosa
que la plasmación del equilibrio de poder entre las distintas partes en el ámbito concreto de los
recursos hídricos. En un juego de suma cero como era la lucha por el agua en la cuenca del Jordán,
este equilibrio fue el resultado de la búsqueda de la maximización del poder de los distintos
actores. No obstante, a partir de la negociación Johnston, el objetivo de Israel respecto al agua del
Yarmuk se quedó en el mantenimiento del statu quo. Y Jordania, consciente de su debilidad, evitó
una política exterior y militar agresiva hacia Israel. Por esta razón, desde un punto de vista realista,
seguramente podríamos hablar de una relación de fuerzas que evoluciona hacia la hegemonía de
una de las partes en las relaciones entre Israel y Jordania por el agua del Yarmuk.
Este análisis se vería apoyado por la evolución de las relaciones en el resto de la cuenca, con
la pérdida de la cuota del Jordán hacia Jordania y la conquista israelí de las fuentes superiores del
Jordán, en 1967. Además, como argumento que hace dudar de las apreciaciones funcionalistas o
desde el concepto de régimen, se debe señalar que los principios aceptados por las dos partes no
supusieron un avance hacia la cooperación, sino que asentaban precisamente la división de la
cuenca y la gestión separada de las partes. El conflicto siguió siendo de suma cero, aunque el statu
quo impuesto por la negociación y las presiones estadounidenses fuera admitido por Amman y Tel
Aviv como una realidad aceptable. En el sistema hidrológico Jordán-Yarmuk, considerando sólo a
Israel y Jordania, se produjo un equilibrio de fuerzas, asentado en los límites de las conquistas
territoriales israelíes, en las presiones exteriores y en la configuración geográfica e hidrológica, que
se concretó explícitamente en las cuotas Johnston y en los principios antes mencionados. Este
equilibrio fue inestable y estuvo sometido a continuas crisis y choques, debidos tanto a diferencias
sobre los recursos hídricos como al influjo y repercusiones del conflicto político y militar.
El equilibrio jordano-israelí se manifestó en el respeto de las cuotas hasta junio de 1967, pero
hubo choques y crisis importantes sobre el uso dado a los recursos. Las implicaciones políticas y de
seguridad del Acueducto Nacional, y la defensa árabe del principio de prioridad en el uso dentro de
la cuenca, provocaron las principales crisis. Israel se vio obligada a construir la toma de aguas del
Acueducto en el lago Tiberiades, y los árabes no pudieron realizar el plan de desvío de parte del
río, con los embalses de las fuentes superiores del Jordán, por la presión militar israelí. El otro
punto principal de desavenencia fue el uso del Yarmuk, centrado sobre todo en el veto israelí al
embalse en Maqarin y en la oposición militar al embalse en Mukheiba. Más allá de estas crisis
mayores, hubo choques menores provocados por las represalias israelíes a las incursiones

307
palestinas, por acusaciones de no respeto de las cuotas del Plan Unificado y por la política israelí
de impedir que Jordania pudiera aprovechar la totalidad de su cuota del Yarmuk.
El equilibrio entre Israel y Jordania nos remite a la última acepción del concepto de
equilibrio de poder según Morgenthau, la que se refiere a cualquier distribución de poder. Es
evidente que no se trata de una relación entre iguales, ya que la superioridad israelí era manifiesta.
Lo que impedía a Israel ir más allá en sus conquistas eran las constricciones sistémicas más que la
fuerza jordana. Esto se manifestó en la capacidad israelí de obstaculizar los proyectos de desarrollo
hidrológico que alteraran el statu quo, y en la política jordana de pasividad y de evitar los choques
al no poder competir con Israel en su política de maximización del poder. Pero también se
manifestó en el respeto del statu quo por parte de Israel que, si no se hubiera tenido que someter a
ningún tipo de constricción sistémica, se habría podido apropiar de la práctica totalidad del caudal
del Yarmuk. Por otra parte, como se ha mencionado, el statu quo en el Yarmuk también estaba
ligado a las conquistas territoriales, siendo las cuotas de agua reflejo del territorio ocupado.

2.1.4 Los acuíferos cisjordanos en la agenda de seguridad

La guerra de junio de 1967 marcó un giro en el conflicto por los recursos hídricos. Por una
parte, en el Jordán superior el conflicto por el agua se situó en un segundo plano, pues, al controlar
Israel la totalidad de las fuentes septentrionales del Jordán, los tres Estados dejaron de compartir el
mismo recurso en esta zona. Mientras se mantuviera el estado de las cosas, la gestión del agua
había dejado de ser un motivo de conflicto real, ya que ni Beirut ni Damasco podían influir en ella.
La disputa se centró en la recuperación del territorio conquistado por Israel y en el problema
palestino, pasando los recursos a ser una reclamación más, ligada al territorio, en el caso de una
improbable negociación. El agua tampoco podía ser utilizada como instrumento de presión sobre
Tel Aviv, y el Estado judío no sólo se había consolidado sino que había demostrado ampliamente
su superioridad militar sobre los árabes. Los objetivos hidrológicos de Jordania se centraron en
asegurar una cuota justa del sistema Yarmuk-Jordán inferior y en potenciar el regadío en el Valle
del Jordán. De esta forma, los recursos hídricos perdieron su dimensión política para los Estados
árabes.
No ocurrió lo mismo con el agua de Cisjordania y la Franja de Gaza, ya que mantuvo toda su
carga política al ser utilizada para la colonización judía de los territorios conquistados y, además, el
control israelí de los acuíferos cisjordanos entró de lleno en el discurso israelí de seguridad. En el
conflicto por el agua, apareció un nuevo actor con voz propia e independiente, el pueblo palestino
de los Territorios Ocupados. Para los palestinos, el agua era una muestra constante, al lado de
muchas otras, de su sometimiento y de la expoliación de sus tierras y recursos. Para los israelíes,
los acuíferos de Cisjordania ganaron importancia a medida que la balanza hídrica se acercaba a una
situación de déficit, en añadidura del impulso dado a la colonización de los Territorios Ocupados y
la política de hechos consumados hacia la anexión.
Israel, a pesar de haber entrado en una situación de déficit hídrico a partir de los

308
años setenta, continuó manteniendo sus objetivos políticos y los lazos ideológicos con el agua. Sin
embargo, hasta el inicio del proceso de paz, perdió la percepción de conflicto por los recursos
hídricos con los Estados árabes. El equilibrio con Siria y Líbano era satisfactorio, y las guerras de
1973, 1978 y 1982 demostraron que el ejército israelí era lo bastante fuerte, como mínimo, para
mantener el statu quo. Así, el agua había dejado de ser un problema en la cuenca superior del
Jordán. Respecto a Jordania, la percepción tampoco era de conflicto o, en todo caso, tan sólo lo era
potencialmente, dadas las necesidades futuras de los dos países. La situación establecida también
era satisfactoria e incluso se podía tener la percepción de cooperación jordana, ya que continuaron
los contactos para solucionar los problemas de gestión de la cuenca y las diferencias entre ellos.
Además, cuando se creía necesario, siempre se podía recurrir a la fuerza y al veto en las
instituciones internacionales para imponer su posición. Los bombardeos del canal del Ghor y la
obstaculización de los proyectos de Maqarin y Mukheiba fueron muestras de ello. La iniciación del
proceso de paz reintrodujo la disputa por los recursos hídricos con Líbano y, sobre todo, con Siria
en la agenda israelí. Sin embargo, para unos y otros el agua se enmarcaba en el contencioso por el
territorio, como un elemento más a negociar, sin un peso político propio como había tenido antes
de 1967.
La percepción jordana del conflicto por el agua, en contraste, fue muy distinta. La
disponibilidad para la cooperación de bajo nivel en la gestión de la cuenca no era producto de creer
que ya no había conflicto por el agua, sino que era el resultado de la incapacidad para afrontarlo.
Esta posición coincidía plenamente con la política jordana ante el conflicto árabe-israelí, dirigida a
evitar el enfrentamiento y a centrar sus esfuerzos en la esperanza de las presiones estadounidenses
sobre Israel. Sin embargo, igual que en el ámbito político, la intervención de Washington se reveló
baldía para los intereses jordanos. Las mediaciones de Habib y Armitage para facilitar la
construcción del embalse de Maqarin chocaron con los obstáculos políticos, en esta ocasión
provocados por las tensiones de Siria con Israel, pero también con Jordania. Además, Tel Aviv
continuó manifestando su rechazo al proyecto, que era percibido como una amenaza en términos
hidrológicos, por lo que difícilmente se podía llegar a un acuerdo.
El proceso de paz reabrió la percepción de conflicto por el agua en la relación de Israel con
Jordania, y más si se tiene en cuenta que el inicio de los esfuerzos de paz coincidió con importantes
sequías en la zona. El agua fue una de las cuestiones importantes en la negociación, pues el
régimen hachemí la convirtió en un elemento prioritario para aceptar el reconocimiento de Israel y
la firma de la paz. Así, en las conversaciones con Israel en 1994, Jordania utilizó los acuerdos
sobre el agua como una medida para crear percepciones favorables en la opinión pública. Esto
demostraba que, cuando el conflicto político perdía peso, el agua se podía utilizar como un
instrumento de creación de confianza. Sin embargo, era evidente que estos mecanismos no eran lo
bastante fuertes. La relación de Jordania con Israel no pudo escapar a las constricciones domésticas
y del sistema árabe, y a la evolución del sistema árabe-israelí. La paz con Israel derivó hacia una
paz fría tal y como lo había hecho la paz de Camp David anteriormente, pero la dimensión

309
geopolítica en la carestía jordana de recursos hídricos había perdido peso en su relación con Israel,
al haberse construido un régimen fiable de distribución del agua.
La actitud de israelíes y palestinos hacia los recursos hídricos se integraba en el marco de la
ocupación. Los israelíes siguieron una política de control, apropiación y anexión del agua
cisjordana a Israel, parecida a la que se seguía con la mayoría de aspectos de los territorios
cisjordanos. El conflicto por el agua mantuvo su carácter político en las percepciones de las dos
partes, tanto por su contacto con la ocupación territorial y la colonización, como por factores
propios. Evidentemente, la relación entre israelíes y palestinos era una cuestión de poder. El
equilibrio desigual entre unos y otros se tradujo, desde el mismo momento de la conquista, en el
control prácticamente absoluto de los recursos por parte israelí, y estaba ligado al dominio político
y militar. Así, la percepción sólo podía ser la de un conflicto de suma cero y sólo se podía leer en
clave política. Los recursos formaban parte de la reivindicación palestina, que tenía su base
principal en la autodeterminación política.
Sin embargo, el agua de los acuíferos también adquirió una importancia propia para las dos
comunidades, palestina e israelí, ante la carestía y el déficit futuro. Si bien es verdad que la guerra
de 1967 y la conquista territorial no estuvieron guiadas por un imperativo hídrico, también lo es
que la política de ocupación y el esfuerzo para crear hechos consumados irreversibles en el control
de territorio a través de los asentamientos sí estaban influenciadas por objetivos hidrológicos. Los
acuíferos cisjordanos se han convertido en una cuestión de seguridad para las dos comunidades,
hasta el punto de que los israelíes lo ven como un elemento del interés nacional, y para los
palestinos se ha convertido en un recurso esencial para su futuro y en una cuestión de soberanía.
Las carestías palestina e israelí mantienen una clara dimensión geopolítica en los acuíferos
cisjordanos. Por estas razones, la negociación sobre los recursos hídricos entre los israelíes y los
palestinos tendrá características muy distintas de las negociaciones con los otros actores árabes,
pues el agua mantiene el carácter de variable fuerte, como una cuestión de Alta Política, en el
marco del conflicto palestino-israelí.

2.2 La carestía socioeconómica

La carestía geopolítica palestina también se refleja en una carestía socioeconómica. Las


limitaciones en el consumo palestino repercuten en todos los sectores relacionados con el ciclo del
agua, desde la agricultura hasta el consumo urbano e industrial. Esto ha provocado un grave
subdesarrollo en la agricultura palestina y mantiene el consumo urbano en unos niveles muy
inferiores a la demanda. La limitación en el consumo de la población de Cisjordania tiene, entre
otros, el objetivo de satisfacer la demanda israelí y de los colonos judíos. Las diferencias
socioeconómicas entre la población palestina y la israelí están basadas, entre otros muchos
factores, en la desigualdad en la distribución de los recursos hídricos. Las diferencias en el
desarrollo de la agricultura y en el consumo urbano e industrial de agua dulce se pueden

310
mantener gracias a la carestía a la que están sometidos los palestinos.
Las diferencias en los indicadores socioeconómicos son enormes para dos sociedades que
viven en contacto permanente. Algunos indicadores del Indice de Desarrollo Humano nos lo
muestran: El PIB per capita fue de 18.440 $ en Israel y de 1.537,4 $ en los Territorios Ocupados;
la esperanza de vida israelí al nacer es de 78,6 años y la palestina de 72,83 en Cisjordania y de
73,44 en Gaza; el analfabetismo en Israel es del 4,2% y del 15,7% entre los palestinos. La
población que vive por debajo del umbral de la pobreza en los Territorios Ocupados es superior al
30 por ciento72. Estos datos son anteriores al inicio de la Intifada de al-Aqsa. Evidentemente, las
represalias israelíes provocan unas consecuencias en la población palestina y sus condiciones de
vida que empeoran terriblemente los indicadores socioeconómicos73. Las dificultades de desarrollo
de la sociedad palestina se explican, en buena parte, por la propia ocupación israelí, que no tiene
sólo una dimensión militar y colonial, sino que también se manifiesta en los obstáculos al
desarrollo económico74.
El enfrentamiento entre israelíes y palestinos adquiere, de esta forma, una dimensión
socioeconómica que se expresa también en el uso de los recursos, que se limita en las capas más
desfavorecidas para poder mantener el consumo de la población más bienestante75. Es en la

72 Los datos sobre Israel se pueden encontrar en United Nations Development Program "Human
Development Report 2001" http://www.undp.org/hdr2001/indicator/ . Los datos sobre Cisjordania y la
Franja de Gaza en: Nación Arabe (otoño 2000: 119) "Palestina: indicadores macroeconómicos y sociales",
Nación Arabe, nº 42.
73 Ver: PCBS (December 2000: 20) "Direct Losses of the Palestinian Economy Due to the Israeli
Siege. 1-10-2000 30-11-2000" http://www.pcbs.org
74 Sobre la economía palestina bajo la ocupación hay numerosos informes y estudios.
Recomendamos, por ejemplo: World Bank (1993) Developing the Occupied Territories, vols. I-VI; Diwan
y Shaban (sin fecha) "Development Under Adversity. The Palestinian Economy in Transition"
http://lnweb18.worldbank.org/mna/mena.nsf/ ; World Bank (marzo 2002) "Fifteen Months – Intifada,
Closures and Palestinian Economic Crisis: An Assessment", The World Bank Group:
http://lnweb18.worldbank.org/mna/mena.nsf/Countries/West+Bank/ ; World Bank (17 de septiembre de
2001) "West Bank and Gaza at a glance", The World Bank Group, http://www.worldbank.org/data/ ;The
World Bank (August 2000) "West Bank and Gaza in Brief", The World Bank Group:
http://www.worldbank.org/mna/ ; y la publicación periódica del World Bank "West Bank and Gaza Update.
A Quarterly Publication of the West Bank and Gaza Office", The World Bank Group:
http://www.worldbank.org/mna/
75 Aunque no es el objeto de este estudio, cabe señalar que este cruce entre variables
socioeconómicas y políticas se pone también de manifiesto en la situación de la población palestina israelí,
que es siempre la parte más desfavorecida en todas las estadísticas de Israel. Por ejemplo, la esperanza de
vida de la población árabe es más de dos años inferior a la judía; el nivel de educación de la población
palestina es muy inferior al de la población judía. El 6,5% de la población palestina no ha sido
escolarizada, mientras que en la población judía sólo representa un 2,6%. El 31,4% de la población
palestina sólo tiene la educación primaria y sólo el 12,4% tiene estudios superiores, mientras que en la
población judía son el 10,8% y el 25,6% (Israel Central Bureau of Statistics "Statistical Abstract of Israel
2001". http://www.cbs.gov.il/). Estas diferencias en el interior de Israel ayudan a demostrar que las
dificultades de desarrollo en los Territorios Ocupados palestinos tienen también una clara dimensión
política, evidentemente incluso mayor que en el interior de Israel.

311
agricultura, como gran consumidora de agua, donde mejor se puede apreciar la carestía
socioeconómica.

2.2.1 La agricultura israelí

La superficie del suelo israelí es de 20.600 Km cuadrados76. El suelo cultivado ocupó


4.208.000 dunams en 1999, de los cuales 1.923.000 eran de regadío (46,7%)77. La agricultura tuvo
un papel básico en el desarrollo económico y político de Israel. En muchos aspectos, se convirtió
en un ejemplo para muchos países del Sur. Sin embargo, en la actualidad su peso económico
relativo es bajo: 2% del PIB y 2,2% de la fuerza del trabajo en 200078.
El sector agrícola israelí es conocido en todo el mundo por su tecnología avanzada en los
sistemas de regadío. No obstante, también es un gran consumidor de agua. En los años cincuenta y
en los primeros sesenta, el aumento de la producción agrícola se basó en el aumento de la
superficie cultivada y, sobre todo, en el crecimiento del regadío. A partir de mediados de los
sesenta se incidió más en el aumento de la inversión y en la substitución de cultivos, incentivados
por la producción para la exportación, con lo que aumentó la productividad por unidad de agua,
pero esto no significa que disminuyera el consumo.
Más del 50% de la superficie de cultivo es de regadío. Muchos de los cultivos son de uso
intensivo de agua y la mayoría son ineficientes si se tiene en cuenta su coste real. Con muchos de
estos regadíos se da la paradoja de una región con problemas de carestía de recursos hídricos que
exporta agua, pues cuando Israel vende al exterior naranjas o uva está vendiendo agua. Sin
embargo, cuando los académicos o políticos israelíes plantean esta paradoja, no es tanto para
afrontar la reducción del sector agrícola y su consumo de agua, como para proponer la substitución
de estos cultivos por otros con una mejor relación de eficiencia respecto al agua79.
Este es un primer paso que Israel está dando desde principios de los años noventa, con una
política de precios que se ajusta más a los costes. Pero es un paso pequeño y difícil a causa de la
fuerza del grupo de presión agrario en la política israelí.
El bajo precio del agua en Israel tiene una relación directa con el alto consumo. Por esta
razón la política de precios es básica. Por razones ideológicas y políticas el precio del agua es el
mismo en todo el territorio, y las cuotas de agua para regadío se distribuyen según criterios
históricos y no de eficiencia80. La mayor parte de la superficie de regadío se encuentra en la llanura
de la costa y en los valles del interior, el 25 por ciento en el Negev y sólo el 3 por ciento en el Valle

76 Anuario El País 2002.


77 Israel Central Bureau of Statistics "Statistical Abstract of Israel 2001".
78 Anuario El País 2002 e Israel Central Bureau of Statistics "Statistical Abstract of Israel 2001". El
peso de la agricultura decae rápidamente, pues en 1992 Beschorner daba los siguientes datos: 7,6% del
PIB; 3-4% de las exportaciones; 5,3% de la fuerza de trabajo (Beschorner op.cit. (1992-b: 12)).
79 Ver, por ejemplo, Baskin op.cit. (1993: 9-10).
80 Aharoni, Y. (1991: 211-212) The Israeli Economy. Dreams and Realities. London and New York:
Routledge.

312
del Jordán y del Yarmuk81. Aunque, evidentemente, el coste del agua no es el mismo en todas las
zonas82.
El agua en Israel es propiedad pública por ley y se administra por cuotas según una
planificación centralizada. Los costes de producción son muy diferentes en las distintas zonas del
país, por lo que para igualar el precio y mantenerlo bajo se sigue un doble sistema de subsidios de
una zona hacia la otra (subsidios cruzados) y de subsidios a través del presupuesto (cálculo del
coste del agua según criterios históricos y subsidiando la energía destinada a producir agua), hasta
el punto que se ha estado pagando el agua de regadío por debajo del coste de la electricidad
necesaria para producirla83.
Esta situación del sector agrícola, con menos del 50 por ciento económicamente
productivo84, sólo se entiende si se conoce la fuerza del grupo de presión que lo representa en el
sistema político israelí, y el papel ideológico y estratégico que jugó la agricultura en el proceso de
consolidación del nuevo Estado.
El sionismo histórico estaba ideológicamente ligado a la idea del retorno a la tierra y a la
colonización basada en las comunidades regidas por el socialismo cooperativo que, además,
respondía a sus necesidades estratégicas (dispersión de la población y seguridad), y que daba un
valor a las colonias agrícolas por encima de la eficiencia económica.
Las prioridades del Estado de Israel en sus primeros años incluso realzaron el valor de la
agricultura para el sionismo. El control de las tierras conquistadas y la absorción de una nueva
oleada masiva de inmigrantes necesitaban de la agricultura. Los esfuerzos en la creación de nuevos
asentamientos se dirigieron hacia las zonas más amenazadas, que en muchos casos coincidían con
zonas rurales de las cuales se habían expulsado a los palestinos que las cultivaban y que tratarían
de retornar a ellas. El proceso de substitución de la población palestina por los nuevos inmigrantes
judíos tenía el objetivo de crear hechos consumados que no se pudieran corregir y así dificultar las
reclamaciones. Para ello, como mínimo, se debía continuar cultivando todo el suelo que ya era
agrícola. La agricultura, además, facilitaba la integración de los nuevos inmigrantes, y era una
fuente de trabajo y recursos para ellos. Por otra parte, la seguridad alimentaria también se convirtió
en un objetivo esencial, tras una guerra y en unos años en los cuales se tuvo que introducir el
racionamiento.
El papel ideológico y político de la agricultura facilitó la organización de los colonos. Todas
las colonias de trabajadores están afiliadas a la Histadrut y todas las colonias agrarias están regidas
por un organismo dominado por los movimientos políticos. Las colonias agrícolas se distribuyen
por un comité que decide según criterios políticos el lote de tierra que recibirá cada movimiento de

81 Saliba op.cit. (1968: 43).


82 Recordemos que el agua del Jordán que se desvía a la llanura de la costa mediterránea y al Negev
tiene que superar un desnivel desde -212 metros bajo el nivel del mar hasta +44, consumiendo cerca del 8
por ciento de la factura eléctrica israelí.
83 Aharoni op.cit. (1991: 211).
84 Stauffer op.cit. (1985: 77).

313
colonos. Sólo los movimientos de colonos reciben tierra y medios de producción, y todos los
movimientos pertenecen o están afiliados a partidos políticos. Al mismo tiempo, se fue creando
una organización que controla las compras y ventas de las colonias y se encarga de canalizar los
subsidios, que tienen la función de mantener un nivel de ingresos para la población rural similar al
de la población urbana. Los movimientos de colonos y la organización de compra y
mercantilización constituyen un grupo de presión poderoso y coherente que cruza las líneas de
partido.
En los años sesenta la protección del suelo agrícola se institucionalizó en todas las
dimensiones que la afectaban. Se consolidó una agencia creada en 1960, la Israel Land Authority,
que controlaba el suelo propiedad del Estado o del Fondo Nacional Judío, más del 90 por ciento
del territorio nacional. Esta agencia dependía del Ministerio de Agricultura, con lo que tenemos un
signo claro del peso que el lobby agrario tenía en el control del suelo. Pero, además, también se
concedió poder de veto en la planificación del suelo a la Comisión para la Protección del Suelo
Agrícola, con una mayoría de miembros ligados al sector agrario, lo que también consolidaba y
daba fuerza al grupo de presión agrícola.
El grupo de presión puede actuar sobre todos los factores de producción necesarios para la
agricultura (capital, trabajo, tierra y agua), que en Israel son todos susceptibles de manipulación
política. No obstante, se plantea un grave problema cuando el poder político no se corresponde con
el poder económico. Esta fuerza política, que ha permitido crear una agricultura muy subsidiada y
protegida, ha provocado que el sector fuera ineficiente en muchos aspectos. La organización
agrícola tiene poder de monopolio y, por lo tanto, ningún incentivo para aumentar su eficiencia85.
En los años ochenta y noventa, la evolución de la economía y de la política israelíes
debilitaron al grupo de presión agrario. La pérdida de peso relativo de la agricultura en la economía
se dejó sentir tanto en la capacidad de influir en la política como en la distribución de los recursos
básicos, como el suelo y el agua. La llegada del Likud al poder en 1977 cambió el escenario
político israelí y algunas de sus características básicas. A diferencia de los laboristas, que estaban
bien asentados en todo el territorio, el Likud era un partido eminentemente urbano, sin los
compromisos de los laboristas con las comunidades rurales. La llegada de la nueva elite política al
poder también supuso una mayor fragmentación de las estructuras de toma de decisiones, con
mayor capacidad de actuación para grupos que antes no habían podido hacer oír su voz.
Por otra parte, también había cambiado el papel de la agricultura tanto en lo referente a la
seguridad como a la ideología sionista. La consolidación de Israel como potencia hegemónica en la
zona, y la evolución de la guerra y el armamento, se reflejaron en la pérdida de peso de la
agricultura como instrumento de seguridad. Esto se podía ver claramente en los Territorios
Ocupados. En los años que siguieron a las conquistas de junio de 1967, los laboristas aplicaron los

85Sobre el papel económico y político del grupo de presión agrícola ver: Aharoni op.cit. (1991: 198-
213) y Feitelson, E. (1999) "Social norms, rationales and policies: reframing farmland protection in Israel".
Journal of Rural Studies. 15.

314
mismos esquemas de ocupación y control territorial de los nuevos territorios a través de la
colonización agraria de las áreas de importancia estratégica. Sin embargo, la política del Likud en
los años ochenta y noventa promovió la colonización con asentamientos urbanos, que tenían sobre
todo la función de crear hechos consumados y hacer imposible la retirada israelí de la zona, en vez
de una función de seguridad que ya estaba garantizada por la superioridad militar.
Finalmente, también la dominante presencia global del ultraliberalismo económico se dejó
sentir en la mentalidad de la sociedad israelí, sobre todo en la media y alta burguesía, las capas más
influyentes. Esto significó una creciente desconfianza ante el papel del Estado en la economía y
otros ámbitos de la vida israelí, lo que se tradujo en un debilitamiento de las instituciones, entre
otras aquellas en las que se apoyaba el grupo de presión agrario.86
El recorte de la cuota de agua para regadío durante la sequía de principios de los años
noventa fue un signo de debilidad del grupo de presión87. Sin embargo, el sistema político y de
partidos israelí, y la debilidad de los gobiernos, continúan permitiendo una incidencia muy aguda
de los grupos de presión en el proceso de toma de decisiones88. En el caso de los recursos hídricos,
el sector agrario todavía es una de las voces potentes en las negociaciones con los vecinos árabes y
con los palestinos de los Territorios Ocupados, tanto por lo referente al agua como a las relaciones
comerciales agrícolas.
En añadidura, la pérdida de peso del grupo de presión agrícola no ha significado una
disminución de la presión sobre los recursos hídricos, más bien al contrario. Las cesiones del sector
agrario se han dado ante grupos de presión urbanos en competencia por los recursos básicos como
son el suelo y el agua. La creciente competencia doméstica hace aumentar la competencia también
hacia el exterior y los esfuerzos para mantener el control de los recursos. Por otra parte, los nuevos
usos del agua y del suelo tienen un mayor valor añadido, con lo que la percepción de pérdida será

86 Sobre el proceso de desestatalización y desinstitucionalización de la economía israelí, ver:


Aharoni op.cit. (1998). Sobre la pérdida de importancia del grupo de presión agrario ver: Feitelson op.cit.
(1999).
87 La superficie de regadío pasó de 2.360.000 dunams en 1989 a 1.814.000 dunams en 1991, y
posteriormente fue variando en función de la pluviosidad de los años, hasta 1.825.000 dunams en 1999
(Israel Central Bureau of Statistics "Statistical Abstract of Israel 2001").
88 Esto se puede apreciar también en el hecho que en los años noventa, los kibbutz y moshav fueron
los que menos sintieron las restricciones a pesar de ser los mayores productores agrícolas. Teniendo como
año de referencia 1990, que fue un año de sequía, el consumo de agua para regadío aumentó sobre todo
para los kibbutz, los más fuertes políticamente, se mantuvo en los moshav y disminuyó en los demás
consumidores, sobre todo en los palestinos ("Otros" y "localidades no judías"):

199 199 199 199 199 199


9 8 7 6 5 0
Kibbutz 673 758 694 700 692 506
Moshav 413 411 393 400 396 405
Autoridades locales 84 96 85 93 93 94
Otros 71 74 66 65 66 183
Localidades no judías 23 26 26 27 28 28
Fuente: Israel Central Bureau of Statistics "Statistical Abstract of Israel 2001".

315
también mayor. Finalmente, no se puede olvidar que hay un nuevo actor en juego desde junio de
1967, los colonos judíos en los Territorios Ocupados, que ha ido ganando fuerza y capacidad de
presión a medida que avanzaban los años ochenta y noventa y las políticas de colonización de Tel
Aviv, tanto de los gobiernos de la derecha como del laborismo. Todo esto nos lleva a creer que la
posición israelí en las negociaciones sobre el agua con los palestinos será incluso más dura, a pesar
de la pérdida de peso de la agricultura en la economía y en la política de Israel.

2.2.2 El sector agrícola en los Territorios Ocupados

La superficie total de los Territorios Ocupados palestinos es de aproximadamente 5.939.000


dunams, de los cuales 5.572.000 forman la Cisjordania y 367.000 la Franja de Gaza. De esta área,
en el año 1966 se cultivaban 2.267.000 dunams, mientras que el año 1984 la superficie cultivada
había disminuido a 1.768.500 dunams, más de un 20 por ciento. Como ya hemos visto, una de las
causas principales de esta disminución del cultivo es la política de expropiaciones de las
autoridades de ocupación israelíes, con especial impacto en la agricultura las del Valle del Jordán,
una de las tierras más ricas y de regadío89. La tierra bajo control israelí en 1990 ya había superado
el 53 por ciento de la superficie total90. También son importantes las restricciones sobre el
consumo de agua impuestas por las autoridades militares a los palestinos, y las expropiaciones y el
desvío del agua a los asentamientos judíos y a Israel. Los cultivos de regadío sólo ocupan una
quinta parte de la tierra irrigable (535.000 dunams irrigables y 104.000 dunams regados), lo que es
igual a un 5,9 por ciento del total del suelo cultivado.
La agricultura palestina de regadío fue sometida a grandes restricciones por las autoridades
israelíes desde el año 1967, hasta el punto de que la superficie irrigada disminuyó del 27 por ciento
del total del suelo cultivado en 1967, hasta menos del 7 por ciento en la actualidad91. Los
palestinos cultivan alrededor de 1,7 millones de dunams, de los cuales 104.000 son de regadío
(6%), mientras que los colonos cultivaban a mediados de los años ochenta 67.400 dunams, de los
cuales 45.600 (68%) eran de regadío92. La importancia del regadío se puede apreciar en que los
cultivos irrigados, a pesar de ser sólo el 6 por ciento de la superficie total cultivada, constituyen el
52,7 por ciento de la producción agrícola palestina. Los colonos judíos se apropiaron de buena
parte de las mejores tierras, como la orilla occidental del río Jordán, con lo que a los campesinos
palestinos se les denegó el derecho de bombear agua del río y a utilizar las fuentes y riachuelos de
esta área, llegando al extremo de que los militares destruyeron 140 bombas hidráulicas.93

89 Diwan y Shaban (sin fecha: 9).


90 UNCTAD op.cit. (1991: 13).
91 Beschorner op.cit. (1992b: 14, 78).
92 Baskin op.cit. (1993: 4); Elmusa op.cit. (1997: 255). Los años de sequía el regadío disminuye. Por
ejemplo, Sabbah, Abu-Amrieh y Al-Juneidi op.cit. (2000) dan dos cifras: 53.000 dunams de regadío de las
colonias y también señalan que en 1994 los colonos regaban 27.300 dunams.
93 Sabbah, Abu Amrieh, Al-Juneidi op.cit. (2000).

316
Como se puede ver, los palestinos no pudieron subirse al carro de la "revolución verde"94.
Este modelo de producción agraria se basaba en cuatro pilares: el uso de variedades de alto
rendimiento, la utilización de fertilizantes, el control de plagas y el regadío. Las expropiaciones de
agua y de suelo, y los obstáculos a la inversión, impidieron que en los Territorios Ocupados se
diera el salto en la producción agraria que se dio en Israel y en los países árabes vecinos. De esta
forma, el modelo de la "revolución verde" entró en crisis sin que los palestinos lo pudieran aplicar
y en la actualidad será mucho más difícil o imposible aumentar la producción sobre la base de los
factores antes mencionados95. Las alternativas, si son posibles, siempre necesitarán una inversión o
un desarrollo tecnológico que no están al alcance de los campesinos palestinos96.
Aun así, a pesar de que los servicios le han quitado el lugar predominante en lo referente a la
producción total y a la ocupación, la agricultura todavía constituía el núcleo de la economía de los
Territorios Ocupados a principios de los noventa. En los primeros años ochenta, hubo una
progresiva disminución del peso de la agricultura en el Producto Interior Bruto, pero a partir de
1986 inició una recuperación hasta llegar al 39 por ciento del PIB en 199297. Sin embargo, en la
actualidad, el peso relativo de la agricultura ha disminuido hasta menos del 10 por ciento del PIB.
El sector servicios es el predominante en la economía palestina, pero más por las dificultades de
los otros sectores que por el crecimiento de los servicios. La agricultura es el sector que siente de
una forma más directa la política de bloqueos, toques de queda y cierres de fronteras del gobierno
israelí, lo que se suma a las dificultades ya comentadas por las restricciones en el uso del agua y las
expropiaciones de suelo, que no sólo no se han detenido, sino que han aumentado98.

94 El gobierno jordano había iniciado un Programa de Desarrollo (1964-1970) para impulsar la


agricultura cisjordana y mejorar el nivel de vida de los campesinos palestinos que, entre otros aspectos,
contemplaba aumentar la superficie de regadío. Sin embargo, no se pudo llevar a cabo debido a la
ocupación (United Nations - ESCWA (19 June 1991: #16-17) "Israeli land and water Practices and
Policies in the occupied Palestinian and other Arab territories. Note by Secretary-General (annex)."
(A/46/263-E/1991/88)). Elmusa op.cit. (1997: 84-85) señala que en los cincuenta y sesenta se estaba en
pleno período de expansión de la agricultura y el regadío, a la que no era ajena la llegada de los refugiados
palestinos de 1948, como se puede ver en el hecho de que en el Valle del Jordán cisjordano no había
prácticamente pozos a finales de los años cuarenta y que en 1967 ya había 110.
95 El aumento de los rendimientos en las variedades tenía un límite, aunque actualmente la
biotecnología busca ampliarlo. Los fertilizantes y plaguicidas llevaron a graves problemas ambientales, y la
alternativa también espera encontrarse en la biotecnología. Finalmente, el agua para regadío también llegó
a un límite (Klohn, W. y Appelgren, B. (abril 1999: 109) "Agua y agricultura". Afers Internacionals.
45-46).
96 Los mismos Klohn y Appelgren comentan, en el artículo citado, la dificultad para un campesino
de un país en vías de desarrollo, que a igual trabajo gana un milésimo que el trabajador del campo
capitalizado y tecnificado, para competir con éste en el mercado globalizado y además poder invertir para
aumentar su productividad. Sin un régimen de protección, la indefensión de este campesino es evidente,
pero el proteccionismo choca con las normas impuestas por las instituciones internacionales y los únicos
que tiene el poder suficiente para poder proteger su agricultura son precisamente las economías
desarrolladas, añadiendo un nuevo factor de impotencia en el campesino del Sur económico.
97 World Bank op.cit. (1993, vol.II: 152).
98 Según las estimaciones del PCBS para 1999, la agricultura tan sólo aportó un 8% al PIB, mientras
que las aportaciones de los demás sectores fueron del 19% de la industria, 10% de la construcción, 11% del

317
La ocupación también tuvo consecuencias importantes al impedir que se llevaran a cabo las
políticas e inversiones que permitieron el desarrollo del sector agrícola y energético en otros países.
Las infraestructuras hidráulicas brillan por su ausencia o por su modestia en los Territorios
Ocupados palestinos. El Acueducto Nacional israelí o el Canal del Ghor jordano son ejemplos de
infraestructuras que ayudaron al desarrollo de todos aquellos ámbitos relacionados con el agua
dulce. A mayor escala, de todos son conocidas grandes infraestructuras como los pantanos de
Asuan en Egipto, Ath-Thawra en Siria o de Ataturk en Turquía. En Cisjordania no hubo una
planificación centralizada ni la inversión necesaria para desarrollar el sector hidráulico en ninguna
de sus dimensiones. Las inversiones para el regadío se dieron siempre, cuando se permitieron, de
forma individual, minúscula y descentralizada, sobre la base de pequeños pozos, cisternas y
aprovechamiento de fuentes. Incluso en la actualidad, esta descentralización está teniendo
consecuencias muy negativas, pues dificulta el control sobre la miríada de pequeñas instalaciones
existentes99.
Cisjordania todavía es una tierra con muchos pequeños propietarios, sobre todo en las zonas
de secano, con el 48 por ciento de propiedades que tienen menos de 20 dunams y se mantienen con
el trabajo familiar. Muchas de estas propiedades no son suficientes para alimentar a una familia
grande y, ante esta dificultad, se siguen distintas estrategias: emigración de algunos miembros de la
familia que mandan ayuda, emigración de toda la familia, trabajo en Israel, arrendamiento de otras
tierras100. En sentido contrario, la agricultura de subsistencia se ha convertido también en un
complemento de otras fuentes de ingresos cuando éstas fallan, por ejemplo cuando Tel Aviv
impide el trabajo palestino en Israel101.
La agricultura no sólo es una importante fuente de ocupación, sino que también es una base
para el consumo inmediato, para el comercio exterior y para financiar otras actividades. Desde el
período del Mandato británico la agricultura ha evolucionado de la producción para la subsistencia
hacia la destinada al mercado, pero no ha habido una reforma agraria que aparejara las relaciones
de producción con los cambios en el mercado. La política israelí tiende a congelar el estado actual
del sector y a impedir una planificación y reforma con vistas al futuro y a la adecuación a las

comercio interior, 4% del transporte y comunicaciones, 3% de la intermediación financiera y 45% de los


servicios (PCBS (December 2000: 20) "Direct Losses of the Palestinian Economy Due to the Israeli Siege.
1-10-200 30-11-2000", http://www.pcbs.org).
99 Este problema es especialmente grave en la Franja de Gaza, donde es mucho más fácil llegar al
acuífero. En 1990 había 364 pozos en Cisjordania, mientras que en Gaza había 1840. En la actualidad es
probable que el número de pozos en la Franja haya aumentado en varios centenares, pues muchos
propietarios aprovecharon el interregno entre la administración israelí y la de la Autoridad Nacional
Palestina para horadar el acuífero (Elmusa op.cit. (1997: 85, 96)). Sin embargo, la mayoría de estos pozos
tienen una capacidad de producción de agua muy limitada cuando son de regadío. Por ejemplo, en Gaza, 49
pozos municipales producían 73,4 Mmc, mientras que 1791 pozos de regadío tan sólo producían 51,9 Mmc.
100 Graham Brown, S. (1990: 62) "Agriculture and Labour Transformation in Palestine", en K.
Glavanis & P. Glavanis (eds.), The Rural Middle East. Peasant Lives and Modes of Production London:
Birzeit University & Zed Books.

318
necesidades del presente. Como hemos comentado, la ocupación militar israelí ha tenido un fuerte
impacto en la agricultura, no sólo por la expropiación de tierra y agua, sino también por las
políticas que ha impuesto o que ha impedido. La dependencia económica de los Territorios
Ocupados respecto a Israel se ha manifestado en una especialización en productos
complementarios a la producción israelí, en la introducción de nuevos cultivos y en la limitación de
otros102.
La relación comercial entre Israel y los Territorios Ocupados es totalmente desequilibrada, ya
que mientras que el mercado palestino está completamente abierto a la oferta israelí, el mercado
israelí está fuertemente protegido ante la oferta palestina. Esta situación se expresa de una forma
muy clara en la agricultura a causa del peso del grupo de presión agrícola israelí. Esta desigualdad
también se manifiesta en los costes, pues la agricultura israelí está fuertemente subvencionada,
cosa que mengua la competitividad de la producción palestina.
El comercio con el exterior también se resiente de la política israelí de limitar la competencia
a sus productos. Los obstáculos que Israel está poniendo a la apertura de un puerto y un aeropuerto
en la Franja de Gaza, con destrucción de las infraestructuras construidas gracias a la ayuda
internacional, además de desde una perspectiva política también se tienen que leer desde esta
perspectiva económica. La salida a través de los puentes sobre el río Jordán que comunican
Cisjordania con Jordania ha permitido a los Territorios Ocupados mantener un cierto flujo
comercial con los países árabes, pero una de las prácticas represivas aplicada con frecuencia por el
gobierno israelí es el cierre de los puentes, cosa que afecta muy especialmente a las exportaciones
agrícolas. De hecho, los cierres de las fronteras exteriores y de los pasos a Israel tienen
consecuencias graves a corto y a largo plazo. En los primeros meses de la Intifada de al-Aqsa, el
paso hacia Jordania estuvo cerrado a las mercancías un 36,51 por ciento de los días, y a los
pasajeros un 21,4 por ciento, y el paso de Rafah hacia Egipto, a las mercancías un 61,11 por ciento
de los días y a los pasajeros un 38,10 por ciento.
Estas restricciones tienen consecuencias evidentes a corto plazo al dificultar el comercio
hacia el exterior, hacer caer la producción y la ocupación. Y también tienen consecuencias a largo
plazo, pues los clientes, tanto israelíes como del exterior, buscan alternativas a los suministros
palestinos que no llegan a consecuencia de los cierres. Por otra parte, se produce una substitución
de la producción con mayor valor añadido destinada a la exportación, por otra con menor valor
añadido destinada al mercado local o al consumo propio103. Los toques de queda y los bloqueos
totales o parciales, que impiden el trabajo y el transporte, tienen otro efecto particularmente dañino

101 World Bank Group (june 2001: 6) "Recent Economic Developments", West Bank and Gaza
Update.
102
UNCTAD op.cit. (1989-b: 27).
103
Office of the United Nations Special Co-ordinator (2001) "The Impact on the Palestinian
Economy of Confrontations, Mobility Restrictions and Border Closures, 1 October 2000 31 January 2001",
UNSCO. World Bank Group (june 2001: 6) "Recent Economic Developments", West Bank and Gaza
Update.

319
para la agricultura antes de la comercialización del producto, pues impiden campañas de siembra o
de recolección que pueden arruinar toda una cosecha y el esfuerzo de mucho tiempo.
La combinación de los cierres de fronteras, las restricciones a los movimientos domésticos y
hacia Israel, y los toques de queda, se han convertido en los mayores obstáculos a la movilidad de
personas y mercancías desde el inicio de la ocupación. Esta práctica empezó a ser habitual a partir
de la primera Intifada y durante los años noventa, pero la dureza con la que se ha aplicado durante
la Intifada de al-Aqsa supera cualquier otro momento.
Como hemos visto, otras medidas restrictivas son la limitación en el consumo de agua, que
en muchas ocasiones se destina al consumo de los asentamientos de colonos judíos; la
expropiación de tierras fértiles que pasan a ser cultivadas por los colonos, principalmente en el
Valle del Jordán; o la destrucción de campos de cultivo y de frutales, como castigo por acciones de
la Intifada o con la excusa de crear zonas de protección de las colonias, los puestos militares y las
infraestructuras de los colonos104. Esta tampoco es una práctica nueva e igual que los bloqueos se
generalizó durante la primera Intifada, sin embargo también es en la Intifada de al-Aqsa cuando se
aplica con mayor brutalidad. Así, por ejemplo, en el período entre septiembre de 2000 y septiembre
de 2001, sólo en la Franja de Gaza, se arrasaron 13576 dunams, de los cuales 11372 eran tierras
agrícolas y 2134 arboledas. Aproximadamente un 7,25 por ciento del suelo agrícola de Gaza ha
sido arrasado. Estos datos no incluyen la devastación provocada en Cisjordania, ni los centenares
de pozos, bombas hidráulicas, cisternas de regadío, redes de regadío, invernaderos, utensilios
agrícolas y granjas avícolas que también fueron destruidos o dañados105.
Un problema importante en el desarrollo agrícola ha sido la falta de crédito público y
privado, que ha dificultado la modernización del sector. El esfuerzo que se ha hecho en esta
dirección ha sido a partir del capital de los grandes terratenientes, de las transferencias de
emigrantes y de la ayuda de algunas ONGs que trabajan en la zona. Desde principios de los años
setenta la actividad de las ONGs se dejó sentir en el mundo rural, primero con los agentes que
difundían los conocimientos técnicos sobre los nuevos equipos, simientes, fertilizantes e
insecticidas, y, más tarde, con las ayudas que transferían las ONGs del exterior para la adquisición
de nuevos equipos, pero esta ayuda ha ido disminuyendo y es relativamente muy baja comparada
con la que se destina a otros sectores. Las restricciones en las cuotas de agua y las prácticas
devastadoras de la ocupación israelí también desincentivan la inversión, pues es muy arriesgada y
con rendimientos bajos al no poder aprovechar las mejoras en toda su capacidad. Los factores que
desincentivan la inversión en la agricultura también influyen en la cooperación para el desarrollo,

104 Desde los acuerdos de Oslo B se han construido 276 Km de carreteras para los colonos y están
planeados 452 Km más. Para construir estas carreteras y las zonas de protección que las rodean, se debe
confiscar alrededor de 1.092.000 dunams de suelo palestino, buena parte de él agrícola (Sabbah, Abu
Amrieh, Al-Juneidi op.cit. (2000)).
105 Palestinian Center for Human Rights (October 2001) "Israeli Land Sweeping and Demolition of
Palestinian Houses and Civilian Property in the Gaza Strip. 29 September 2000 – 28 September 2001".

320
que se dirige cada vez más a otros sectores o, cuando aumenta la represión y los destrozos israelíes,
a la ayuda humanitaria.
Otro problema importante es que el sistema financiero favorece más la transferencia de
fondos al extranjero que la inversión en los Territorios Ocupados. Primero la política israelí y
después la política seguida por la Autoridad Nacional Palestina han favorecido la intrusión de los
bancos extranjeros en la economía palestina y una gran libertad de movimientos para el capital. El
resultado ha sido que los bancos locales son en su mayoría sucursales de otros foráneos y que el
ahorro palestino se desvía en buena parte hacia las sedes centrales de estos bancos. Mientras que la
proporción de préstamos con relación al ahorro era del 90% en Israel y del 80% en Jordania, en los
Territorios Ocupados palestinos era del 28% en 1997. Y de este crédito, la mayor parte era a corto
plazo destinado a mantener clientes ya solventes, con lo que los préstamos reales a la inversión
eran de menos del 6%, una parte muy pequeña del cual se destinaba a la agricultura106. Otro factor
importante es la falta de títulos claros de propiedad, cuyo registro se congeló en 1967, lo que
dificulta la concesión de créditos al faltar garantías y avales107.
La importación de maquinaria y de productos químicos se hace a través de Israel, cosa que
favorece sus exportaciones a los Territorios Ocupados. La modernización se ha limitado a pocas
áreas, de regadío, que utilizan los sistemas de gota a gota, el cultivo bajo plásticos y las simientes
resistentes a la salinidad. Esta modernización, si bien precaria, ha permitido aumentos de la
producción que han ayudado en alguna medida a compensar las restricciones de tierra y agua
impuestas por los israelíes, y también ha tenido una repercusión clara en la evolución de los
cultivos de subsistencia hacia una mayor especialización, hasta el punto de que al norte del Valle
del Jordán el 70 por ciento de los campesinos afirmaban no tener ningún cultivo destinado
exclusivamente al consumo propio.108
A pesar de las dificultades provocadas por la ocupación militar, la agricultura es un sector
con grandes posibilidades de crecimiento a corto plazo cuando la situación política lo haga posible.
Es más, la agricultura palestina es más eficiente que la israelí en el uso de los recursos hídricos, tal
y como demuestra el cálculo de valor marginal del producto referenciado al agua109, por lo que

106 Samara, A. (otoño 2000: 88-89) "Paz y globalización. Un modelo neoliberal para Palestina".
Nación Arabe. 42.
107 Diwan y Shaban (sin fecha: 27). La destrucción de los ficheros y registros de la Administración
palestina durante la ocupación de Ramala en abril de 2002, que acabó con el registro de la propiedad de las
tierras y las casas que se conservaban desde hacía más de 140 años (Ferran Sales (22 de abril de 2002: 7)
“El ejército israelí acaba con los archivos de la Administración palestina”, El País) entre otros efectos muy
graves para la administración y para la reclamación de los derechos palestinos, aumentará gravemente las
dificultades para la concesión de créditos.
108 Graham-Brown op.cit. (1990: 61); Pollock, A. (1990: 102) "Sharecropping in the North Jordan
Valley: Social Relations of Production and Reproduction", en K. Glavanis & P. Glavanis (eds.), The Rural
Middle East. Peasant Lives and Modes of Production London: Birzeit University & Zed Books.
109 VMPA = (Valor bruto del producto agrícola - costes fijos y variables excluyendo el agua) /
cantidad de agua usada.

321
desviar agua hacia la producción agrícola palestina sería una decisión económicamente razonable y
más eficiente en el consumo de recursos hídricos110.
La agricultura debería recuperar su papel tradicional de procuradora de ahorro y de ocupación
para facilitar la inversión en otros sectores y el consumo. El sector agrícola en Cisjordania ganará
todavía más importancia a medida que avance el retorno de la diáspora palestina, ya que se deberá
responder a las nuevas necesidades alimentarias y a las demandas de ocupación laboral. En este
sentido, el futuro de la población palestina puede tener un paralelo con los primeros años tras la
expulsión de 1948, cuando se creó el problema de los refugiados y la población de Cisjordania y
Transjordania creció desproporcionadamente. Como hemos visto, entonces se intentó buscar una
solución a través del desarrollo agrícola del Valle del Jordán. Actualmente existen más
instrumentos para hacer frente a las futuras necesidades, pero la agricultura continúa siendo uno de
los más importantes.
La demanda de agua para regadío aumentará con las nuevas perspectivas de crecimiento del
sector provocadas por la presión de la demanda de productos alimentarios, el acceso a nuevos
terrenos ahora controlados por los colonos judíos y la cancelación de las órdenes militares que
impiden el uso de los recursos hídricos. Ya hemos mencionado que algunos cálculos cifran la
demanda latente mínima de agua para regadío en 150 Mmc111, aunque seguramente éstos son muy
modestos y están pensados según la realidad de la ocupación, y no tienen en cuenta proyecciones
de futuro en las que el sector agrícola se desarrollara como uno de los motores de la economía
palestina, incluso a pesar del desmantelamiento del regadío en Israel. Parece claro que el futuro de
la agricultura palestina, y en buena parte de toda la economía en los primeros años del futuro
Estado palestino, dependerá de las cuotas de distribución del agua. Si éstas se decidieran sobre una
base económica, la agricultura y el regadío deberían crecer de una forma importante en los
Territorios Ocupados en un primer momento.
Así, siguiendo a Libiszewski, podemos hablar tanto de carestía geopolítica como
socioeconómica en el consumo palestino de recursos hídricos. Igual que en el resto de ámbitos de
la vida palestina, el consumo de agua está controlado por Israel y la distribución de los recursos
hídricos es una función dependiente de la relación de poder desequilibrada entre israelíes y
palestinos. A diferencia de la relación entre Israel y Jordania, en la cual, tras las negociaciones de
paz de 1994, el acuerdo sobre la distribución del agua hacía desaparecer la dimensión geopolítica
de la carestía jordana, en la relación con los Territorios Ocupados, ésta continúa estando
absolutamente presente.
También se mantiene la dimensión socioeconómica de la carestía. Tal y como hemos visto,
las dificultades en el desarrollo económico y del bienestar palestino están provocadas, en buena
parte, por la ocupación. Y estos obstáculos impuestos por las autoridades israelíes no tienen sólo

110 Elmusa op.cit. (1997: 163-172)


111 Elmusa op.cit. (1997: 162). Otras previsiones calculan la nueva demanda tanto de regadío como
de uso urbano en más de 500 Mmc (Khatib y Assaf op.cit. (1993: 129-134)).

322
una intencionalidad política, también sirven para proteger el desarrollo económico y el bienestar de
la población israelí y de los colonos judíos en los territorios ocupados. El agua juega un papel
importante en esta política de frenar el desarrollo palestino para facilitar el desarrollo israelí.
Actualmente, esto se ve de forma muy clara en el sector agrícola, pero, a medida que se agrave la
carestía, se irá poniendo en evidencia también en los sectores urbano e industrial.

323
VIII. ALTERNATIVAS A LA CARESTÍA

La gravedad de la carestía de recursos hídricos está ligada directamente a la capacidad de los


consumidores para hacerle frente por vías alternativas, que debemos buscar básicamente en cuatro
ámbitos: las alternativas tecnológicas, la importación de agua y alimentos, cambios en los modelos
económicos y cambios en la gestión de los recursos. Una característica común a todos los métodos
es la mayor eficiencia si hay cooperación entre los países que forman parte de la cuenca. Sin
embargo, la colaboración a este nivel exige un grado de cooperación política difícil de imaginar en
la actualidad.

1. Las alternativas tecnológicas

Las nuevas tecnologías y el mejor conocimiento científico del ciclo hidrológico permiten
adoptar nuevas medidas para incrementar el volumen de agua aprovechable. Las más importantes
son la desalinización, el reciclaje de aguas residuales, la limitación de la evaporación, la lluvia
artificial, el aprovechamiento de las aguas torrenciales, la conservación de las aguas subterráneas
rellenando los acuíferos con el agua excedentaria en invierno, la mezcla de agua salina y dulce, la
recolección de agua de lluvia, y el ahorro en el consumo a través de mejoras en las infraestructuras,
en el regadío y de cambios en la gestión. Está claro que algunas de estas alternativas son más
productivas que otras y que no todas son igualmente factibles. Lo que es común a casi todas es el
alto coste económico. Las más prometedoras son la desalinización y el reciclaje.
La provocación de lluvia artificial comporta problemas por la dificultad de determinar
exactamente donde caerán las precipitaciones, cosa que la puede convertir en contraproducente
(lluvia sobre el mar o sobre el desierto). También puede tener consecuencias diplomáticas, pues las
modificaciones de la meteorología de una zona deberían ser consultadas con todos los Estados
afectados y con la Organización Meteorológica Mundial, respetando los principios establecidos por
la OMM en colaboración con el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente1.
Los intentos de limitación de la evaporación llevados a cabo en el lago Tiberiades fueron
abandonados a causa de las dificultades técnicas. En contraste, el aprovechamiento de las aguas
torrenciales está muy avanzado donde es posible y productivo, pero presenta problemas con la
calidad del agua ganada y con las infraestructuras. Normalmente no es rentable construir presas
para retener aguas que sean muy intermitentes y con muchos sedimentos que terminan llenando el
embalse de sólidos. Pero las aguas torrenciales pueden ser una buena fuente para rellenar acuíferos.

1 Davis op.cit. (1991: 11, 13-14). Klohn y Appelgren (abril 1999: 122) dudan incluso de la eficacia
de los métodos para provocar precipitaciones. Según ellos no se puede probar que la lluvia resultante sea
consecuencia de los métodos artificiales, con lo que permanece como un artículo de fe.

325
La conservación de las aguas subterráneas rellenando los acuíferos con excedentes presenta
la dificultad de encontrar estos excedentes, por lo que es un recurso que depende sobre todo del
régimen de lluvias anual o de la posibilidad de desviar agua de otros puntos, tal y como se
planteaba con el agua del Yarmuk hacia el acuífero de la ribera este del Jordán inferior. La mezcla
de aguas de distinta calidad, si bien da buenos resultados para aumentar los caudales de agua de
regadío o industrial, tiene la limitación de los propios volúmenes de agua salobre, que tampoco son
muy abundantes.
La recolección de agua de lluvia en cisternas o en pequeñas represas, incluso
impermeabilizando la cuenca tributaria, no produce grandes volúmenes de agua pero puede ser un
suplemento en zonas semiáridas que permita una productividad más alta. El uso de estas técnicas
también puede ser conflictivo con usuarios de aguas abajo pues supone variar la escorrentía.
Las medidas de ahorro y preservación pueden suponer un fuerte aumento del agua disponible
y se deberían centrar en tres aspectos principales: evitar pérdidas en la distribución y recogida,
modernización de los sistemas de regadío y cultivo, y una gestión adecuada. La dificultad para
llevar a cabo las medidas de ahorro es su coste elevado a causa de las infraestructuras y la
tecnología que necesitan, pero son medidas imprescindibles, pues están relacionadas directamente
con el reciclaje, la preservación de los acuíferos, la sanidad y la competitividad del sector agrícola,
y tendrán un papel no menor en las negociaciones internacionales sobre los recursos hídricos2.

1.1 La desalinización

Los procesos de desalinización, de agua salobre y principalmente de agua de mar, tienen la


ventaja de basarse en recursos ilimitados. Desde Israel se han preparado proyectos de plantas de
desalinización en el Mediterráneo y en el Mar Rojo para realizar en cooperación con los jordanos y
los palestinos o unilateralmente. La cooperación es recomendable a causa de los dos problemas
básicos que presenta la desalinización: el coste y la seguridad.
El coste depende fundamentalmente del capital y de la energía, cuyo coste puede ser incluso
superior al del capital al ser el proceso muy intensivo en su consumo3. Esto explicaría porqué el 60
por ciento de la capacidad de desalinización mundial se encuentra en el Golfo Pérsico. Y es
también en el Golfo donde se manifiesta la mayor preocupación por la seguridad de las inmensas
plantas de desalinización, del tamaño de una ciudad pequeña, que constituyen posibles objetivos
extremadamente vulnerables a agresiones o a la contaminación marina por vertidos de petróleo4.

2 Las medidas de ahorro y la gestión adecuada son uno de los factores que tanto la International Law
Association como la Comisión de Derecho Internacional de Naciones Unidas tienen en cuenta para calcular
las cuotas equitativas.
3 Awerbach, L. (1988: 60) "Desalination Technology: An Overview", en J. Starr & D. C. Stoll (eds.),
The Politics of Scarcity. Water in the Middle East Boulder & London: Westview Press.
4 Starr op.cit. (1991: 575).

326
La cuestión del coste se presenta también como un problema de oportunidad. El agua cara
como la que resulta de la desalinización no se puede dedicar a usos como el regadío, sino que debe
destinarse a otros sectores más eficientes respecto al agua como son el turismo o el consumo
doméstico. Por esta razón, también se puede enfocar desde la perspectiva contraria: sería más
eficiente dedicar el capital de la desalinización a desarrollar estos sectores y el agua necesaria
desviarla del consumo agrícola5.
Los proyectos de desalinización se han ligado a los proyectos de canales del Mediterráneo o
del Mar Rojo al Mar Muerto para producir energía gracias al desnivel de más de 400 metros. Israel
ha intentado llevar a cabo el Canal del Mediterráneo unilateralmente, pero los costes de inversión y
las implicaciones internacionales detuvieron sus planes. El punto más adecuado para la toma de
aguas se encuentra en la costa de Gaza, y tanto Jordania como Cisjordania son corribereñas en el
Mar Muerto. Jordania, en principio no era favorable a los canales a causa de los efectos que podría
tener el aumento del volumen del Mar Muerto sobre los acuíferos vecinos y las infraestructuras y
explotaciones mineras que lo rodean6. No obstante, en las conversaciones bilaterales entre israelíes
y jordanos iniciadas en julio de 1994 en el valle de Araba, el proyecto del canal desde el Mar Rojo
se volvió a poner sobre de la mesa por las dos partes. De hecho, el canal y otros proyectos en la
zona del Mar Rojo y del valle de Araba reaparecen como el Guadiana en momentos de distensión y
de mejora en el clima del proceso de paz, para convertirse en un elemento de cooperación. Sin
embargo, el canal presenta problemas graves de financiación, con un coste, que ya en 1994 podía
exceder los 4 millardos de dólares, que lo hace difícilmente practicable7.
La perspectiva de algunos técnicos es pesimista respecto a la desalinización y a los canales al
Mar Muerto. Elias Salameh, uno de los principales hidrólogos jordanos, dice que la desalinización
no es válida para Jordania, pues el precio sería muy alto. Desde Aqaba se debería bombear el agua
a Amman y desde el Mediterráneo también se debería transportar. El coste resultante haría que
fuera económicamente más eficiente desviar el agua de regadío al consumo urbano, incluso por
mecanismos de mercado, con lo que la transferencia de agua por venta de los propietarios de
regadíos a la industria o a las ciudades haría inútil la desalinización. Sólo con energía solar sería

5 Shuval op.cit. (1993-a: 76).


6 Hamadneh, A. (1985: 45-56) "Aims and Dimensions of the Israeli Mediterranean-Dead Sea Canal
Project", en A. M. Farid & H. Sirriyeh (eds.), Israel and Arab Water London: Ithaca Press; Salameh, E.
(1985: 33-44) "Effects of the Mediterranean-Dead Sea Canal Project on Jordan's Groundwater Resources,
en. A. M. Farid & H. Sirriyeh (eds.), Israel and Arab Water London: Ithaca Press.
7 Encontramos éste y otros proyectos de cooperación entre Israel y Jordania relacionados con los
recursos hídricos, como el control y aprovechamiento de riadas en el valle de Araba, el uso compartido de
los acuíferos fósiles, el reciclaje de las aguas residuales en la región de Aqaba y Eilat con propósitos de
regadío, o la desalinización de agua salobre y de agua de mar en Aqaba y Eilat. El interés en estos
proyectos de cooperación es mucho mayor en Israel, donde se ven como un camino para la normalización
política con Jordania, y un apoyo a su posición negociadora en la cuestión del agua, que se basa en la
producción de nuevos recursos para evitar la redistribución de los presentes. Sin embargo, todas estas
propuestas dependen de la mejora del clima político y tienen un coste muy alto, lo que las hace difícilmente
realizables a corto o medio plazo.

327
económicamente eficiente la desalinización. El problema de la energía también se plantea en el
proyecto de canal al Mar Muerto, pues ésta no es una infraestructura para producir agua, sino
energía que se puede destinar donde se crea más conveniente y, en términos de mercado, no es la
producción de agua el sector más eficiente respecto a la energía8.

1.2 El reciclaje de aguas residuales

El reciclaje es para muchos técnicos la principal fuente a explotar en el futuro. Según algunos
autores, el volumen potencial del agua reciclada es, como mínimo, del 65 por ciento del volumen
total de agua suministrada para uso doméstico o industrial9. El coste del reciclaje depende del uso a
que esté destinada el agua. Reciclar aguas residuales para uso doméstico puede ser más caro que
desalinizar, pero los usos agrícolas o industriales son más accesibles e, incluso, se puede dedicar a
rellenar algunos acuíferos para evitar su agotamiento. Aún así el coste es alto, ya que la mayor
inversión se debe hacer para adecuar la recogida de aguas. La importancia del agua reciclada irá en
aumento a medida que el crecimiento demográfico acerque los volúmenes destinados a uso urbano
al volumen total disponible de agua dulce, pues será la única fuente que se pueda utilizar para
regadío.
Sin embargo, el reciclaje no podrá ser nunca una alternativa válida para la producción de
alimentos para la autosuficiencia mediante el regadío, como máximo será suficiente para la
agricultura recreativa o la huerta tradicional. Como señala Westcott10, si partimos de la base que el
volumen de agua potable que necesita una persona por día es de 100 litros, como máximo
obtendríamos 60 litros de aguas residuales válidas para el regadío. Si, por otra parte, tenemos en
cuenta que el agua virtual (el agua verde y azul necesaria para producir los alimentos) que contiene
la dieta diaria de una persona es de 3000 litros, vemos que el agua reciclada como máximo
aportaría porcentajes ínfimos del agua virtual necesaria para alimentar a la comunidad que hubiera
generado las aguas residuales.

2. La importación de agua

Los proyectos de importación de agua de zonas vecinas excedentarias hacia la cuenca del
Jordán o la Franja de Gaza no son nuevos. En el año 1903, el movimiento sionista y el gobierno
británico ya hicieron un primer estudio para desviar agua del Nilo hacia el Sinaí, como un primer
paso para conducirla hacia el Negev. Posteriormente, y hasta la actualidad, los proyectos se han

8 Entrevista con Elías Salameh, profesor de hidrología en la Universidad Jordana de Amman (25-3-
1997, Universidad Jordana de Amman).
9 Assaf, Khati, Kally y Shuval op.cit. (1993: 44-45).
10 Westcott, D.W. (1997) "Quality Control of Wastewater for Irrigated Crop Production", Water
Report, 10. Roma: FAO (Citado por Klohn y Appelgren (abril 1999: 120)).

328
generalizado a otras fuentes y otros destinos. Las principales fuentes de agua accesibles para la
zona son el Nilo, el Litani, el Eufrates y algunos ríos de Turquía como el Seyhan y el Ceyhan.
Los proyectos de importación de agua del Nilo y del sur de Líbano tienen la ventaja de que su
coste por metro cúbico de agua producida es aproximadamente de la mitad que el de la
desalinización. La importación de agua desde Turquía, en cambio, no resultaría tan competitiva

2.1 El Nilo

La posibilidad de importar agua del Nilo ha continuado presente durante todo este siglo. Los
proyectos más detallados se idearon desde Israel, e incluso consiguieron la aprobación de Sadat,
pero los obstáculos que presentaban, el menor de los cuales no era la oposición de la opinión
pública, lo hicieron imposible. Según los planes israelíes, el uno por ciento del agua del Nilo sería
suficiente para solucionar el problema de Israel durante un largo período de tiempo. Para garantizar
el suministro y asegurar que Egipto no cerraría el grifo, el agua también llegaría a los palestinos, de
forma que éstos se convertirían en rehenes de Israel11.
Sadat, a finales de 1979 y principios de 1980, manifestó su acuerdo para construir el "Canal
de la Paz", pero la reacción de la opinión pública y de los técnicos lo disuadieron. Según algunas
voces, el proyecto no sólo era inconstitucional, también era contrario al Derecho Público
Internacional y a la jurisprudencia, y no tenía en cuenta las necesidades futuras de Egipto ni el tipo
de relación permanente que establecía con Israel12. Otras añadieron que la exportación de agua a
Israel permitiría a los sionistas incrementar la inmigración judía, y que un contrato de este tipo
implicaba la legitimación del statu quo mantenido por los israelíes y, finalmente, también
señalaban que antes que las necesidades de Israel se debían afrontar las de los países árabes y
corribereños del Nilo13.
Los obstáculos que presenta la relación política con Israel son superables a medida que las
negociaciones de paz avancen en la región y las relaciones del Estado judío se normalicen, pero las
necesidades egipcias14 y el hecho de que la cuenca es internacional suponen dificultades más
graves. Este último problema parece el más insuperable: difícilmente el resto de los Estados

11 Kahhaleh op.cit. (1981: 49).


12 Zuheiri, K. (1985: 62) "Development Projects on the Nile and Israel's Water Objectives", en A. M.
Farid & H. Sirriyeh (eds.), Israel and Arab Water London: Ithaca Press.
13 Zohra, E.S. (1985: 66-67) "Egypt's Water Needs and the Dangers of Diverting Nile Water to
Israel", en A. M. Farid & H. Sirriyeh (eds.), Israel and Arab Water London: Ithaca Press.
14 Egipto también planifica el futuro con objetivos de seguridad alimentaria y ya se plantea la
necesidad de poner en práctica medidas de ahorro y de gestión adecuada del agua, las cuales tienen un
coste elevado (Bishay, A. (1992: 56-59) "Towards sustainable desert development". Cairo Papers in Social
Science. 15(4)).

329
corribereños del Nilo permitirían la desviación de agua hacia terceros cuando ellos están
reclamando mayores cuotas15.
A pesar de las dificultades mencionadas, el proyecto del Nilo continúa siendo una de las
posibles salidas a la carestía de recursos hídricos, como mínimo para la Franja de Gaza. El lazo
histórico de Gaza con Egipto y la canalización de agua del Nilo hacia El Arisch, en el Sinaí, lo
hacen más fácil en el ámbito político y técnico. Exportaciones de agua más importantes ya serían
más impracticables en la actualidad, pues la oferta egipcia no se ha repetido y las prioridades, sobre
todo agrícolas, son otras.

2.2 El Litani

Muchos de los planes israelíes de desarrollo de los recursos hídricos incluyeron el Litani
como una de las fuentes principales. Desde los mapas presentados en las negociaciones de la paz
de París, hasta los planes Lowdermilk-Hays o el plan Cotton en el que se basó la posición de Tel
Aviv durante la negociación Johnston en los años cincuenta, el río Litani estuvo presente en las
demandas israelíes como una de las fuentes a la que acudir. Posteriormente, la ocupación israelí del
sur de Líbano abrió la polémica sobre el desvío de agua del río hacia la cuenca del Jordán. Las
líneas que marcaban la franja ocupada, las zonas a las cuales Israel prohibió el acceso de la UNIFIL
y algunas obras que llevó a cabo en la región, en el Tiberiades y en el Acueducto Nacional para
aumentar su capacidad, hicieron sospechar que si no se desviaba agua había al menos el proyecto
de hacerlo, evidentemente desmentido por Israel16. Lo que no se puede desmentir es el interés por
el agua del Litani y que sería una buena ayuda para la carestía de israelíes, palestinos y jordanos.
En los momentos de distensión en las relaciones entre Tel Aviv y Beirut se han presentado
propuestas libanesas e israelíes de transferencia de agua del Litani y del Awali sobre bases
comerciales, ya sea hacia el Golfo Pérsico o hacia la cuenca del Jordán17. Los principales
obstáculos a una operación de este tipo vendrían de la oposición de la opinión pública libanesa,

15 La "Convención sobre el derecho de los usos de los cursos de agua internacionales para usos
distintos de la navegación", adoptada por la Asamblea General de Naciones Unidas el 21 de mayo de1997
(A/51/229), en el artículo 6 menciona algunos factores a tener en cuenta para una utilización equitativa y
razonable de un curso de agua internacional: razonable: "a) Los factores geográficos, hidrográficos,
hidrológicos, climáticos, ecológicos y otros factores naturales; b) Las necesidades económicas y sociales de
los Estados del curso de agua de que se trate; c) La población que depende del curso de agua en cada
Estado del curso de agua; d) Los efectos que el uso o los usos del curso de agua en uno de los Estados del
curso de agua produzcan en otros Estados del curso de agua; e) Los usos actuales y potenciales del curso de
agua; f) La conservación, la protección, el aprovechamiento y la economía en la utilización de los recursos
hídricos del curso de agua y el costo de las medidas adoptadas al efecto; g) La existencia de alternativas, de
valor comparable, respecto del uso particular actual o previsto." Parece claro que los principios anunciados
favorecen el uso prioritario para los Estados de la cuenca, lo que en el caso del Nilo y dada la carestía en la
mayoría de Estados corribereños, se debe leer como obstáculos a cualquier proyecto de desvío de agua a
terceros.
16 Naff y Matson op.cit. (1984: 74-79).

330
sobre todo chií, por dos razones fundamentales: se vería como una amenaza al progreso de una de
las regiones más deprimidas de Líbano, en la cual la política israelí de destrucción de la economía
local, de represalias y de bombardeos ha forzado amplios desplazamientos de población y ha
impedido su desarrollo; por otra parte, está el resentimiento que ha generado la ocupación israelí.

2.3 El Eufrates y Turquía

En el año 1987, el primer ministro turco Turgut Ozal presentó la idea del Acueducto de la
Paz. Se trataba de un doble acueducto que debía transferir agua de los ríos Ceyhan y Seyhan, que
tienen todo su recorrido en el interior de Turquía, hacia el Golfo Pérsico, y hacia la cuenca del
Jordán y Arabia Saudí. El proyecto no se llevó a cabo básicamente por razones políticas evidentes
y, desde unos años más tarde, las nuevas prioridades del gobierno turco de desarrollo del sudeste
de Anatolia y los problemas que están suscitando con Siria e Iraq por el agua del Eufrates lo hacen
más difícil de realizar. Otro obstáculo a tener en cuenta es el coste de las infraestructuras y del agua
producida.
Otra alternativa más factible y económica a este proyecto sería el intercambio de agua de
Turquía a Siria y de Siria a Jordania y Palestina: se negociaría una nueva cuota de agua del
Eufrates entre Turquía y Siria que supliría la que los sirios obtienen del Yarmuk, de forma que
Jordania y Cisjordania podrían explotar prácticamente toda el agua de este río18. Esta opción, muy
sencilla en el ámbito técnico y de infraestructuras, presenta el problema de que encaje en los
proyectos de desarrollo de Turquía y Siria de las riberas del Eufrates y el Yarmuk, y de que se
llegue a un acuerdo también con Iraq, que es corribereño junto a Turquía y Siria.

2.4 Importación de agua y seguridad

La importación, a pesar de ser una buena solución para aumentar el volumen de agua,
presenta el problema de la vulnerabilidad estratégica que supone para los Estados importadores. La
dependencia de una fuente exterior para un recurso vital como el agua es vista como vulnerabilidad
por parte de los importadores. Una vulnerabilidad que no está ligada sólo al suministro de agua,
sino que se extiende a las infraestructuras y, sobre todo, a las dificultades para defender los
acueductos ante posibles actos de sabotaje o bombardeos. La crisis del Golfo Pérsico, con el cierre
del oleoducto iraquí en Turquía y el embargo a Iraq, los bombardeos sobre infraestructuras
hidrológicas en Iraq y su destrucción en Kuwait, reafirmó el temor a una posible utilización
política del suministro de recursos hídricos19.

17 Shuval op.cit. (1993-a: 71-72).


18 Entrevista con Salameh (25-3-1997, Universidad Jordana de Amman).
19 Aunque todavía no existe un cuerpo de Derecho Internacional en vigor sobre la protección de los
recursos hídricos en situaciones de conflicto armado, sí se pueden aplicar algunas normas generales como

331
Israel, con varios de sus proyectos, ha presentado la importación como una salida para sus
vecinos y una forma de aumentar el volumen total de agua disponible en la zona, para poder
negociar las cuotas del Jordán y de los acuíferos teniendo en cuenta estos nuevos recursos. El
argumento parte del presupuesto de que la vulnerabilidad sería mayor para Israel. La respuesta
palestina, aún reconociendo los problemas de seguridad que representa la importación de agua para
Israel, es que para ellos la vulnerabilidad sería mayor pues no tienen ni tendrán los medios
militares necesarios para proteger las infraestructuras o hacer cumplir los contratos20.
El problema de la vulnerabilidad estratégica hace que la importación de recursos hídricos
pierda mucho atractivo para todos los Estados, a pesar de ser la opción menos cara para aumentar
el volumen de agua. En la situación actual, no es probable que se lleven a cabo proyectos de
importación de gran envergadura, pues necesitarían de un sistema de garantías que son difíciles de
imaginar. También la oposición de las opiniones públicas de los Estados que deben vender el agua
será difícil de superar. Aunque estos dos obstáculos pueden ser salvables a medida que el clima
político de la región se pacifique y las relaciones se normalicen, más difícil será llegar a acuerdos
de todos los Estados de una cuenca internacional para que admitan cesiones de agua, lo que supone
una barrera especialmente alta en los casos del Nilo y del Eufrates.

3. Cambios en los modelos de gestión

La gestión de los recursos hídricos se está convirtiendo en una de las asignaturas pendientes
que cada vez es más urgente aprobar. A principios de los años setenta, Aaron Wiener ya afirmaba
que la optimización del uso del agua, en situación de carestía, sólo se podía conseguir si la gestión
se extendía hasta abastar todo el país y a diversos países en casos extremos21. Veinte años más
tarde, el equipo formado por Abu-Taleb, Deason, Salameh y Mareschal presentaba sus
conclusiones en Amman y, entre otros factores, destacaba la necesidad de una planificación y

las que se refieren a: 1) El uso de venenos como arma de guerra; 2) La destrucción de la propiedad del
enemigo; 3) Los ataques a objetos indispensables para la supervivencia de la población civil; 4) Los
ataques a infraestructuras que contienen fuerzas peligrosas (Zemmali, A. (1995) "The protection of water
in times of armed conflict". International Review of the Red Cross . 308). La convención de 1997 se limita
a expresar en su artículo 29 que: "Los cursos de agua internacionales y las instalaciones, construcciones y
otras obras conexas gozarán de la protección que les confieren los principios y normas de derecho
internacional aplicables en caso de conflicto armado internacional o no internacional y no serán utilizados
en violación de esos principios y normas.". A pesar de esto, no es infrecuente que las infraestructuras
hidrológicas se conviertan en objetivos militares, y la experiencia de Iraq y Kuwait durante la guerra de
1991 es un recordatorio para la región.
20 Elmusa op.cit. (1993: 69).
21 Wiener era presidente de Tahal (Water Planning for Israel Ltd.), la companyia de planificación
hidrológica israelí. Wiener, A. (1972: 418) The Role of Water in Development. An Analysis of Principles of
Comprehensive Planning. New York, London: McGraw-Hill Book Company.

332
desarrollo globales e integrados de los recursos hídricos22. Naff va más allá y, en el mismo
simposio celebrado en Amman, defendía que la forma más efectiva de gestionar la crisis de agua
en la cuenca del Jordán sería la creación de una autoridad que abastara toda la cuenca, con bastante
independencia, poder, pericia y medios para llevar a cabo su labor23. Evidentemente, Naff también
era consciente de los obstáculos políticos que había para implementar una gestión de este tipo, pero
el objetivo ideal no dejaba de ser éste. Desde un punto de vista funcionalista, la gestión global e
integrada de los recursos hídricos por una autoridad supranacional se podría ver como un ámbito
ideal para crear lazos de interdependencia y dinámicas cooperativas siguiendo el modelo de la
CECA europea.
La planificación y gestión integradas están todavía lejos de ser una realidad en ninguno de los
Estados de la cuenca del Jordán. Por esta razón, un cambio en los modelos de gestión facilitaría el
control y ahorro del agua, racionalizaría su consumo y haría más fácil llegar a acuerdos sobre el
suministro. El hecho de ser integrada y de tener en cuenta de una forma global las constricciones de
los otros sectores relacionados, y éstos las de los recursos hídricos, permitiría actuar directamente
sobre estos sectores según criterios básicos de eficiencia económica24, cosa que ayudaría a superar
los conflictos causados por diferencias políticas. Esta reflexión sirve tanto para la política
hidrológica doméstica como para la regional.
Los instrumentos de gestión más utilizados para influir sobre la demanda y la oferta de agua
consisten en controles físicos (desde los pantanos hasta el racionamiento); métodos técnicos;
inversión (directa o inducida); precios, tasas, subsidios y otros incentivos financieros; educación y
promoción25. Estos instrumentos, sin embargo, pierden efectividad o son muy difíciles de utilizar si

22 Abu-Taleb, M., Deason, J. P., Salameh, E. & Mareschal, B. (1992: 82). "Multiobjective decision
support for water resources planning". Friedricht Ebert Stiftung (ed.), Jordan's Water Resources and Their
Future Potential. Proceedings of the Symposium -27th and 28th October 1991- Amman: Friedrich Ebert
Stiftung.
23 Naff, T. (1992: 110) "Water scarcity, resource management, and conflict". Friedricht Ebert
Stiftung (ed.), Jordan's Water Resources and Their Future Potential. Proceedings of the Symposium -27th
and 28th October 1991- Amman: Friedrich Ebert Stiftung.
24 Munasinghe, M. (1991: 550-551) "Water Supply Issues and Policy in Developing Countries".
Current World Leaders. 34(4).
25 Munasinghe op.cit. (1991: 554-556). Otro mecanismo importante de gestión de los recursos
escasos es el mercado. Sin embargo, refiriéndonos a los recursos hídricos en Israel y los Territorios
Ocupados palestinos, el mercado del agua no solucionaría el problema. En Israel los recursos están
nacionalizados y subsidiados. El régimen de propiedad del agua en Cisjordania y en la Franja de Gaza haría
más factible utilizar el mercado para distribuirla, pues en general los pozos de regadío son de propiedad
privada, mientras que los de agua municipal son públicos, pero en los Territorios Ocupados el problema es
más el acceso a los recursos que la distribución de los mismos entre los distintos sectores. Por otra parte, en
la mayoría de los casos la propiedad del agua está ligada a la propiedad de la tierra, con lo que, cuando el
propietario no es quien trabaja directamente la tierra sino que tiene jornaleros, la venta de los derechos del
agua sería rentable para el propietario pero tendría consecuencias gravísimas sobre los asalariados, que
perderían su trabajo y deberían emigrar a las ciudades. Algunos consultores, como Arlosoroff, S. (1996:
44-47) "Managing scarce water: recent Israeli experience", en J. A. Allan & J. H. Court (eds.), Water,
Peace and the Middle East London; New York: Tauris Academic Studies, ven en el mercado un buen
mecanismo incluso para facilitar transferencias de agua entre los distintos Estados de la cuenca. Desde su

333
no es de una forma integrada y global a toda la cuenca o, lo que es peor, si se usan para una gestión
competitiva que ha llevado a magnificar el consumo hasta el agotamiento y a la reclamación de
nuevas fuentes.
El caso de la educación es especial. Sólo la participación activa de los usuarios de los
recursos escasos en el nivel local, y desde un pensamiento global, puede ayudar a un
mantenimiento sostenible. Y, según algunos autores, para que el usuario colabore, debe tener una
percepción clara del problema, del riesgo, no que sólo haya oído hablar de él26. Pero la percepción
del riesgo, el proceso de concienciación mediante la educación y promoción, o por contacto directo
con el problema, se pueden convertir fácilmente en factores desestabilizadores al exacerbar a la
opinión pública, y de la colaboración del público en la gestión se puede pasar a la reclamación de
más recursos. Este peligro es mayor en la cuenca del Jordán, donde la percepción de la "tierra
robada" se añade a la del "agua robada", retornando el problema a la dimensión política.
La gestión de una cuenca internacional de forma cooperativa puede adquirir formas muy
distintas en función del grado de cooperación y de integración. Como hemos visto, en el ámbito
funcional cuanto mayor sea la centralización de la gestión mayor será la eficiencia y la capacidad
para actuar sobre la carestía.

3.1 Acuerdos sobre gestión de los recursos hídricos

Podemos distinguir entre tres grandes tipos ideales sobre acuerdos de gestión de los recursos
hídricos en cuencas internacionales27:
1. Cooperación centralizada.

2. Cooperación descentralizada (desarrollo federal).

3. Distribución cooperativa (desarrollo unilateral).

El modelo ideal de gestión de los recursos hídricos es el de cooperación centralizada, con una

planificación global e integral, centralización de los datos, trascendiendo las jurisdicciones locales y

gobernada por una autoridad supranacional. Está claro que la gestión centralizada necesita unas

condiciones que lo permitan: un alto grado de cooperación política y de integración con una fuerte

punto de vista, el mercado no sólo permitiría ajustar la política de precios al coste real de producción del
agua, sino que también obligaría a un uso más eficiente y a la desviación a las producciones, sectores e
incluso Estados donde el valor añadido fuera mayor, ajustando la demanda a la oferta en aquellos ámbitos
en los cuales la elasticidad de la demanda lo permitiera.
26 Hopkins, N.S. (1992: 41, 47) "Scarce Resources, Perception of Risk and Collective Action". Cairo
Papers in Social Science. 15(4).
27 Saliba op.cit. (1968: 113-129).

334
tradición negociadora; la percepción de los Estados de que la cooperación da más beneficios que el

desarrollo unilateral; el interés de los Estados tiene que ser similar, igual que las características

geográficas e hidrográficas; las economías tienen que ser lo más complementarias posible; todos los

Estados de una cuenca deben participar, directa o indirectamente, en el acuerdo.

La gestión federal es el producto de dos factores enfrentados: la eficiencia y la soberanía. Se

basa en el reparto del agua según las necesidades de los Estados y con proyectos comunes (pantanos,

reservas, etc.); en la centralización de los datos; y en una gestión institucionalizada sobre una base

intergubernamental. Las condiciones básicas son la voluntad de negociar directa o indirectamente y la

percepción de salir más beneficiados que con la gestión unilateral.

El desarrollo unilateral con acuerdo de distribución se basa en la partición del sistema: cada

Estado se apropia de algunos afluentes y tiene soberanía absoluta sobre ellos. El acuerdo mínimo es

sobre el plan de partición y sólo se comparten los datos básicos. No necesita ningún tipo de

organización ni contactos especiales fuera de los canales diplomáticos, aunque sí es imprescindible

una cierta voluntad de negociar, que el sistema hidrográfico se preste a ello y que no sean necesarios

cambios fronterizos. En el desarrollo unilateral no hay beneficios compartidos más allá de evitar el

conflicto.

Es evidente que el modelo de cooperación centralizada es el más lejano de las condiciones

políticas y económicas de los Estados de la cuenca del río Jordán. En la situación actual, incluso un

acuerdo de distribución es un paso positivo. El tratado entre Israel y Jordania es básicamente de

distribución. Y el acuerdo de Oslo B entre el gobierno de Israel y la OLP, en lo referente a los

recursos hídricos, no llega ni siquiera a la distribución y desarrollo unilateral, pues no reconoce la

soberanía palestina y congela el control israelí y su supremacía hasta la negociación del estatuto final.

No obstante, en el futuro, cuanto más se acerquen los convenios, tanto a nivel bilateral como

multilateral, al modelo de gestión centralizada más fácil será hacer frente a la carestía de una forma lo

menos conflictiva posible. En este sentido, el Derecho Internacional Público puede ser un

instrumento de ayuda para afrontar no sólo el conflicto, sino también la carestía en las cuencas

compartidas.

335
4. El derecho de los usos de los cursos de agua internacionales para usos distintos de
la navegación

La búsqueda de una gestión eficiente y de una salida negociada a la problemática sobre el


agua del río Jordán y de los acuíferos de Cisjordania y Gaza, pasa inevitablemente por la creación
de las necesarias estructuras legales. Los principios de derecho sobre los usos del agua están muy
desarrollados a nivel teórico, pero su aplicación institucionalizada en el ámbito internacional
todavía es muy precaria. Aún hoy, la única convención general adoptada sobre la materia es la de
Ginebra, de 1923, que se refiere al aprovechamiento de las fuerzas hidráulicas que interesan a
varios Estados, y que no ha sido aplicada en la práctica pues sólo dos de los Estados que la han
ratificado son corribereños. La Asamblea General de Naciones Unidas, en su resolución
A/Res/51/229 de 21 de mayo de 1997, adoptó la "Convención sobre el derecho de los usos de los
cursos de agua internacionales para usos distintos de la navegación", después de 27 años de
trabajos de la Comisión de Derecho Internacional, lo que ya nos da una idea de las dificultades que
encerraba el proyecto. No obstante, la convención no ha entrado en vigor, pues según su artículo
36/1 tan sólo lo hará en "el nonagésimo día siguiente a la fecha en que se haya depositado en poder
del Secretario General de las Naciones Unidas el trigésimo quinto instrumento de ratificación,
aceptación, aprobación o adhesión"28. En mayo de 2002 sólo habían firmado la convención 16
Estados y cuatro más se habían adherido. De ellos sólo doce habían depositado los instrumentos de
ratificación, aceptación, adhesión o aprobación29.
La regulación jurídica de los cursos de agua internacionales se ha llevado a cabo mediante
acuerdos bilaterales o multilaterales específicos para cada caso. La variedad de posibles usos y las
pocas normas de carácter general existentes condujeron a los institutos científicos y a las

28 A pesar de no haber entrado en vigor, la convención no deja de tener un peso importante en el


Derecho Internacional Público relativo a los recursos hídricos. El relator Stephen McCaffrey (2001: 261)
"The contribution of the UN Convention on the law of the non-navigational uses ofThe customary
international law of transboundary fresh waters international watercourses", Int. J. Global Environmental
Issues. 1(3/4), comentaba: "The 1997 United Nations convention on International Watercourses helps to
clarify the basic, minimum standards governing the non-navigational uses of internationally shared fresh
water resources. For the most part, it should be viewed not as an instrument that seeks to push the law
beyond its present contours, but as one that reflects a general consensus as to the principles that are
universally applicable in the field. It provides a starting point for the negotiation of agreements relating to
specific watercourses, and, in the absence of any applicable agreement, sets basic parameters governing the
conduct of states riparian to those watercourses. Even where there is an applicable agreement, the
Convention may play an important role in the interpretation of that agreement, as in the Gabcíkovo-
Nagymaros case. For these reasons, the success of the Convention does not seem to be dependent upon
whether it enters into force. Its influence is more likely to derive from its status as the most authoritative
statement of general principles and rules governing the non-navigational uses of international
watercourses."
29 De los Estados de la cuenca, Jordania firmó la convención el 17 de abril de 1998 y la ratificó el 22
de junio de 1999; Líbano se adhirió el 25 de mayo de 1999; y Siria la firmó 11 de agosto de 1997 y la
ratificó el 2 de abril de 1998, aunque con una reserva referida a que la ratificación no suponía el
reconocimiento y apertura de relaciones con Israel.

336
organizaciones internacionales gubernamentales a formular principios generales sobre la materia.
Los documentos más elaborados desde el punto de vista doctrinal son las normas de Helsinki
aprobadas el año 1966 por la International Law Association30, que en el año 1986 en Seúl se
ampliaron con la regulación de las aguas subterráneas31, y la convención aprobada por la Asamblea
General en 1997, que no coinciden en algunos aspectos polémicos32.

4.1 Los principios generales: las Normas de Helsinki y la convención de 1997

El primer principio establecido y el primer punto de controversia se refiere a la propiedad


compartida entre los Estados corribereños. Actualmente parece superada la Doctrina Harmon33 que
mantiene el principio de soberanía absoluta y se acepta que ésta está limitada por otros principios
establecidos, como son el uso equitativo y razonable y el deber de no perjudicar los derechos de los
otros corribereños. Relacionada con este punto se abre la discusión de hasta donde se extiende la
soberanía limitada, o sea, la definición de lo que se entiende por río internacional o curso de agua
internacional.
Ha habido una clara evolución, tanto en la doctrina como en el derecho convencional, hacia
una consideración cada vez más global del marco geográfico de los acuerdos a adoptar. La
discusión inicial se centró en el carácter internacional sólo del río principal o de toda la cuenca que
lo alimenta. El debate sobre los usos distintos a la navegación pronto puso en evidencia que no se
podía limitar al río principal y la cuestión derivó hacia la definición de la cuenca.
La doctrina ha distinguido tres tipos principales de cuenca34:
1. Un conjunto hidrográfico formado por un río y sus afluentes;

30 International Law Association, The Helsinki Rules on the Uses of the Waters of International
Rivers, (Report of the 52d Conference, Helsinki 1966).
31 International Law Association, The Seoul Rules on the Law of International Groundwater
Resources (Report of the sixty-second conference, Seoul, 1986). En general está aceptado que las normas y
principios establecidos para los cursos de aguas superficiales se apliquen también a las aguas suterráneas
(Barberis, J. (1991: 167) "The Development of the International Law of Transboundary Groundwater".
Natural Resources Journal. 31(1)). Dellapenna (2001: 274) "The customary international law of
transboundary fresh waters". Int. J. Global Environmental Issues. 1(3/4), llega a afirmar que "Indeed,
properly speaking, groundwater and surface water are not merely similar, they are in fact the same thing;
groundwater and surface water are simply water moving in differing stages of the hydrologic cycle, and
what is today one will tomorrow be the other".
32 Un extenso comentario sobre los principios establecidos por el proyecto presentado por la
Comisión de Derecho Internacional a la Asamblea General se puede encontrar en: Pigrau Solé, Antoni
(1994) Generalidad y particularismo en el derecho de los usos de los cursos de agua internacionales. En
torno al proyecto de artículos de la Comisión de Derecho Internacional, Barcelona: José María Bosch
Editor S.A.
33 El Procurador General Harmon de Estados Unidos, respondiendo a una protesta mexicana por una
desviación del río Grande a finales del siglo XIX, extendió el principio de soberanía absoluta territorial
también a los cursos de agua. En tratados posteriores Estados Unidos renunció a la Doctrina Harmon.
34 Buirette, P. (1991: 21) "Genèse d'un droit fluvial international général (Utilisation à des fins autres
que la navigation)". Révue Générale de droit international public. 95.

337
2. La cuenca de drenaje, que está constituida por el área de alimentación de un sistema de
aguas con desembocadura común;
3. La cuenca integrada, que combina el uso nacional y la cooperación internacional con el
objetivo de asegurar una explotación completa de los recursos hídricos de la cuenca.

Las visiones más avanzadas tanto del derecho como de la gestión de los recursos hídricos
defienden el concepto de cuenca más global e integrado, no sólo del curso de agua sino de todo el
ciclo hidrológico35 y en el marco integral del medio ambiente36. Estas opiniones se enfrentan al
punto de vista de muchos Estados que, siempre reticentes a las limitaciones de la soberanía, ven
con temor que el concepto de cuenca internacional se pueda extender a áreas amplias de su
territorio. En este aspecto, también influye la posición en la cuenca. Mientras que los tributarios
superiores se inclinarán por una definición limitada de la cuenca y un alcance también restrictivo
del acuerdo, los Estados situados aguas abajo buscarán la mayor protección posible con
definiciones amplias de la cuenca y tratados de alcance vasto. Los primeros intentarán ajustar el
concepto a los cursos de agua que atraviesan o separan dos o más Estados. Los segundos incluyen
en la cuenca internacional al conjunto de corrientes de agua que la alimentan, lo que puede incluso
aumentar el número de Estados tributarios, pues no serán sólo los "Estados ribereños", sino
también los "Estados de la cuenca" o los "Estados del sistema" los que podrán legítimamente
reclamar sus derechos e intereses37.
La Comisión de Derecho Internacional, más receptiva a las presiones de los Estados, recurrió
al concepto de "sistema":
"Artículo 2.
a) Por "curso de agua" se entenderá un sistema de aguas de superficie y
subterráneas que, en virtud de su relación física, constituyen un conjunto
unitario y normalmente fluyen a una desembocadura común;
b) Por "curso de agua internacional" se entenderá un curso de agua algunas de
cuyas partes se encuentran en Estados distintos;
c) Por "Estado del curso de agua" se entenderá un Estado Parte en la presente
Convención en cuyo territorio se encuentra parte de un curso de agua
internacional o una Parte que sea una organización de integración económica
regional en el territorio de uno o más de cuyos Estados miembros se encuentra
parte de un curso de agua internacional"38.

35 Teclaff, L.A. (1991-a: 8) "The International Law of the Hydrologic Cycle. Introduction". Natural
Resources Journal. 31(1); Teclaff, L.A. (1991-b: 45, 72-73) "Fiat or Custom: The Checkered Development
of International Water Law". Natural Resources Journal. 31(1).
36 Reilly, W.K. (1991: 5) "Generational Change in Environmental Law". Natural Resources Journal.
31(1).
37 Pigrau op.cit. (1994: 18-19).
38 "Convención sobre el derecho de los usos de los cursos de agua internacionales para usos distintos
de la navegación" (A/Res/51/229 de 21 de mayo de 1997).

338
Como se puede ver, la definición de la Comisión de Derecho Internacional se limita a un
sistema puramente hidrográfico, aunque abarca la totalidad de la cuenca.
La International Law Association, por su parte, adoptó una definición mucho más amplia en
el artículo segundo de las Normas de Helsinki: "Una cuenca hidrográfica internacional es un área
geográfica que se extiende por el territorio de dos o más Estados y está demarcada por la línea
divisoria del sistema hidrográfico, incluyendo las aguas superficiales y freáticas que fluyen hacia
una salida común". La referencia al área geográfica, que implica que no sólo agua sino también
áreas de tierra pueden entrar en el marco de las Normas, ha sido la causa que muchos Estados
hayan rechazado el concepto de cuenca de drenaje39. La definición del marco geográfico es básica,
no sólo para la discusión de la soberanía territorial, sino también porque es un elemento a tener en
cuenta en las negociaciones y en la gestión de los recursos. En la cuenca del río Jordán, por
ejemplo, la definición de las Normas de Helsinki incluiría las zonas del monte Hermon y del Golán
que alimentan el Dan, de forma que éste ya no sería un río puramente israelí y la contribución de
Siria y Líbano al Jordán sería muy superior a la contabilizada según la concepción puramente
hidrográfica.
La convención aprobada por la Asamblea General de Naciones Unidas en 1997, también
establece el derecho de todos los Estados afectados por un acuerdo general o parcial en una cuenca
a participar en las negociaciones y a formar parte de él40. Esto puede tener consecuencias
importantes en el futuro de la cuenca. En la actualidad sólo existe el acuerdo en la cuenca del
Yarmuk y el Jordán inferior, entre Israel y Jordania, y el acuerdo del Yarmuk ente Siria y Jordania.
Lo que parece claro es que tanto Siria como la Autoridad Nacional Palestina podrían exigir ser
parte en el primero, y que Israel y la ANP también deberían intervenir en el segundo, pues las
resoluciones tomadas les afectan directamente a unos y a otros. En una cuenca pequeña como la del
río Jordán difícilmente se puede llegar a acuerdos bilaterales que no afecten a terceros, por lo que
lo más razonable y efectivo sería una negociación global. En la actualidad ésta no es factible dado
el conflicto político que todavía enfrenta a algunas de las partes y que se expresa también en
reivindicaciones territoriales directamente relacionadas con el sistema hidrográfico. No obstante,
en el futuro los mismos acuerdos bilaterales obligarán a esta negociación global pues en el
momento en que todas las partes se puedan sentar en la misma mesa los acuerdos bilaterales
actuales no tendrán sentido y se verán impugnados.

39 MacCaffrey, S. (1991: 144) "International Organizations and the Holistic Approach to Water
Problems". Natural Resources Journal. 31(1).
40 Artículo 4 (Partes en acuerdos de curso de agua):
"1. Todo Estado del curso de agua tiene derecho a participar en la negociación de cualquier acuerdo
del curso de agua que se aplique a la totalidad de ese curso de agua internacional y a llegar a ser parte en él,
así como a participar en cualesquiera consultas sobre el particular.
2. El Estado del curso de agua cuyo uso de un curso de agua internacional pueda resultar afectado de
manera sensible por la ejecución de un acuerdo del curso de agua propuesto que solamente se aplique a una
parte del curso de agua o a un proyecto, programa o uso determinado tendrá derecho a participar en las

339
Otros principios establecidos en la convención de 1997 son la utilización y participación
equitativas y razonables (art.5); la obligación de no causar daños sensibles a otros Estados del
curso de agua (art.7); la obligación general de cooperación sobre la base de la igualdad soberana, la
integridad territorial, el provecho mutuo y la buena fe (art.8); el intercambio regular de datos e
información (art. 9); el deber de información sobre las medidas proyectadas (art.11), de no
ejecutarlas sin el consentimiento de los Estados a los que se haga la notificación (art.13) y, en caso
de objeciones basadas en los artículos 5 y 7, el deber de negociación (art.17), por otra parte, el
Estado objetante debe responder a la notificación lo antes posible (art.15), para no retardar el
proyecto más allá de un plazo razonable.
El principio del uso razonable y equitativo es uno de los más desarrollados, pues es la base
de las negociaciones sobre el uso de los recursos. Tanto las Normas de Helsinki como la
convención de la Asamblea General establecen los factores que se deben tener en cuenta para
dirimir qué es equitativo y razonable. La convención de 1997 lo hace en su artículo 6:
a) Los factores geográficos, hidrográficos, hidrológicos, climáticos, ecológicos y otros
factores naturales;
b) Las necesidades económicas y sociales de los Estados del curso de agua de que se trate;
c) La población que depende del curso de agua en cada Estado del curso de agua;
d) Los efectos que el uso o los usos del curso de agua en uno de los Estados del curso de agua
produzcan en otros Estados del curso de agua;
e) Los usos actuales y potenciales del curso de agua;
f) La conservación, la protección, el aprovechamiento y la economía en la utilización de los
recursos hídricos del curso de agua y el costo de las medidas adoptadas al efecto;
g) La existencia de alternativas, de valor comparable, respecto del uso particular actual o
previsto.

La International Law Association y la Comisión de Derecho Internacional coincidieron en la


mayoría de estos factores, pero no en todos. El uso potencial de los recursos no aparecía en las
Normas de Helsinki, mientras que éstas incorporaban la consideración del uso pasado de los
recursos y la practicabilidad de compensación para solucionar conflictos.
Algunos de estos factores son particularmente polémicos en el conflicto sobre el Jordán y los
acuíferos de Cisjordania y Gaza. Los más discutidos son los que se refieren al uso pasado y
presente. Los israelíes son claros defensores de los derechos históricos, en los que se debe
distinguir entre las aguas que se empezaron a utilizar después de las guerras de 1948 y 1967 y
aquellas que las comunidades judías consumían con anterioridad.
Parece evidente que no se puede admitir que se tengan derechos históricos sobre los recursos
adquiridos manu militari. La consideración de este factor se ve como particularmente peligroso

consultas sobre tal acuerdo y, cuando proceda, a negociar de buena fe para hacerse parte en él, en la medida
en que su uso resulte afectado por ese acuerdo".

340
desde la parte árabe, pues equivaldría al derecho de prescripción en derecho privado, que permite
al ocupante de una parcela de suelo rechazar cualquier demanda de otro sobre esta parcela porque
la ha ocupado durante un largo período de tiempo41. La aceptación del derecho histórico implicaría
la renuncia árabe a sus reclamaciones tanto sobre el agua como sobre la tierra.
Más discutido es el derecho histórico reclamado por Israel sobre el agua del acuífero
occidental de Cisjordania, pues los israelíes defienden que lo han estado explotando desde hace 60
años42. Sin embargo, los palestinos argumentan que su consumo del acuífero ha estado congelado
por la autoridad de ocupación israelí desde 1967; que a principios de los años sesenta, cuando
Israel empezó a explotar masivamente el acuífero, no lo notificó a Jordania; y que los derechos
históricos no adquieren legitimidad si los corribereños no manifiestan su acuerdo43.
La discusión sobre los derechos históricos en la convención de 1997 se centra en dos puntos:
en el artículo 6.1.e) "Los usos actuales y potenciales del curso de agua"; y en el artículo 7
(Obligación de no causar daños sensibles) 1. "Los Estados del curso de agua, al utilizar un curso de
agua internacional en sus territorios, adoptarán todas las medidas apropiadas para impedir que se
causen daños sensibles a otros Estados del curso de agua". Es de señalar que se evitó mencionar los
derechos de uso históricos como tales, reduciendo este aspecto a uno de los "factores pertinentes en
una utilización equitativa y razonable" y compensado por el uso potencial, y en el principio general
sic utere tuo ut alienum non laedas. La controversia, desde este punto de vista, se plantea
principalmente entre el posible uso equitativo y la prohibición de causar un daño sensible,
entendiendo que una variación en la distribución o en el uso puede causar este daño sensible a la
parte que tenía el uso anterior.
En palabras de Dellapenna,
"Priority of use, while undoubtedly relevant to an equitable allocation of water
among national communities, has never been treated as dispositive in international
law. This is implicit in all texts of the ILC Draft Articles, and explicit in the
commentary to those articles as were adopted on the second reading. (...) To treat
priority in time as controlling, or even dominant, would replace the balancing of
need and interest characteristic of equitable utilisation with an absolute rule
derived from history rather than from geography. (...) As Eyal Benvenisti, an
Israeli expert on international water law, has noted, to give absolute priority to uses
existing at the start of the negotiations destroys any incentive for the ‘harmed state’
– the state with the ‘existing’ uses – to negotiate with a state that seeks to initiate
new uses"44.

La doctrina ha aceptado que la participación equitativa debe filtrar el criterio de los usos
existentes45, y así se refleja en la convención de 1997:

41Hashem, H.R. (1964: 19) "The Israeli diversion of the River Jordan". Conferencia pronunciada en
La Haya. copia offset.
42 Shuval op.cit. (1992: 31), op.cit. (1995: 75).
43 Elmusa op.cit. (1993: 67).
44 Dellapenna op.cit. (2001: 280-281).
45 Pigrau op.cit. (1994: 77).

341
Art. 7.2. "Cuando a pesar de ello se causen daños sensibles a otro Estado del curso
de agua, el Estado cuyo uso los cause deberá, a falta de acuerdo con respecto a ese
uso, adoptar todas las medidas apropiadas, teniendo debidamente en cuenta lo
dispuesto en los artículos 5 y 6 y en consulta con el Estado afectado, para eliminar
o mitigar esos daños y, cuando proceda, examinar la cuestión de la
indemnización".

La polémica sobre la consideración del daño que causa un uso del agua sobre los demás
corribereños se encontraba también en el conflicto por la explotación del agua del Jordán fuera de
la cuenca mediante el Acueducto Nacional israelí, aunque en aquella ocasión el principio de no
dañar jugaba en contra de los intereses israelíes46. El argumento que defendía Israel era que se
mantenía dentro de las cuotas (ahora ya superadas) de las negociaciones Johnston. Aun así, el agua
desviada fuera de la cuenca es agua perdida para los ribereños inferiores, con lo que el daño está
claro y más si no hay una aceptación explícita del desvío. Actualmente los Estados árabes parecen
aceptarlo como un hecho irreversible y Jordania, el principal afectado junto con Cisjordania, al
firmar los acuerdos de 1994 lo ha hecho de forma explícita. No obstante, esto no significa que los
palestinos no puedan usarlo como argumento para apoyar sus reclamaciones sobre el agua del
Jordán.
Los palestinos, por su parte, insisten en los factores naturales como la contribución a los
recursos de los acuíferos, con lo que su cuota debería aumentar hasta como mínimo el 80 por
ciento de los acuíferos compartidos de Cisjordania47. Sin embargo, tampoco es este factor uno de
los más importantes en la convención de 1997, aunque haya sido uno de los más influyentes en las
negociaciones Johnston y en el tratado entre Israel y Jordania. En las negociaciones de los años
cincuenta, los árabes basaron buena parte de sus argumentos en los factores físicos de la cuenca,
como la contribución al caudal, la superficie de la cuenca en cada Estado y el área irrigable dentro
de la cuenca, además de la necesidad de cultivar el Valle del Jordán para dar trabajo y comida a los
refugiados palestinos. Por el contrario, la argumentación de Israel, desde los primeros proyectos
sionistas, se basó en las necesidades del Estado para su futuro y para la inmigración. Una vez
controlada la cuenca superior, Israel cambió sus argumentos y tanto los hidrográficos como los
basados en el uso histórico se situaron en el primer plano. Los primeros se pusieron de manifiesto
al limitar el acuerdo con Jordania a la cuenca inferior del Jordán, y los segundos en la
reivindicación del consumo israelí tanto en el Jordán inferior como en las aguas subterráneas del
valle de Araba. Como se puede ver, los factores naturales dependen muy directamente de la
definición de la cuenca que se adopte y de las partes del sistema que entren en la negociación. Por
otra parte, incluso manteniéndonos en el plano puramente jurídico, la cuenca del Jordán también es

46 La transferencia de recursos fuera de la cuenca no se considera de forma específica en la


convención, con lo que la aproximación al problema se debe hacer a partir de los principios de no dañar a
los demás corribereños o del uso equitativo (Khassawneh op.cit. (1995: 26)). Según la opinión de
Khassawneh, asesor del gobierno de Jordania y por tanto de un Estado ribereño de aguas abajo en la cuenca
del Jordán, hubiera sido preferible que se tratara en el articulado.
47 Elmusa op.cit. (1993: 68).

342
un buen ejemplo de porque los factores naturales no pueden predominar en la negociación, pues los
principales contribuyentes al caudal del río son Líbano y Siria (según las líneas de 1949), los dos
Estados con mayores alternativas al agua del Jordán48.
El resto de factores también son utilizados por todas las partes para discutir las cuotas de
agua que reclaman. Como veremos, puede ser especialmente importante el que se refiere a las
necesidades económicas y sociales de los Estados, pues las diferencias en el desarrollo y en el
consumo entre la población israelí y la palestina plantean necesidades muy desequilibradas entre
unas y otras. Los factores socioeconómicos y de uso alternativo favorecen especialmente a
Palestina y Jordania.
Como veremos más adelante, a Israel le es más fácil renunciar al agua de regadío por el
menor peso del sector agrario en su economía y en la ocupación laboral, con lo que se podrían
liberar grandes volúmenes de agua para destinarlos a otros usos. Además, su capacidad para
acceder a alternativas en el suministro es mayor que en el resto de corribereños. La importación de
agua tiene el gran inconveniente de la vulnerabilidad, que sería mucho mayor en una entidad
palestina débil y desmilitarizada, mientras que Israel ha demostrado sobradamente que tiene el
poder y la capacidad para proyectarlo y proteger las infraestructuras si no suficiente para ser una
garantía total, sí enormemente mayor que palestinos y jordanos49.
En lo que se refiere a la desalinización, Israel ya posee la tecnología necesaria y, en términos
relativos, el coste sería mucho menor dada la enorme diferencia existente con el PIB de sus
vecinos. Por otra parte, tanto el acceso al mar como al agua salobre es más fácil en Israel. Los
Territorios Ocupados sólo tienen costa marítima en la Franja de Gaza, y ésta es muy limitada, y los
depósitos de aguas salobres son muy importantes en el territorio israelí, sobre todo en el Negev,
con lo que la desalinización sería más eficiente. Una redistribución de los usos en Israel y en la
cuenca, permitiría afrontar cambios en el uso actual hacia una mayor eficiencia tanto en coste como
en calidad. El desvío de agua del regadío al uso urbano, combinado con la desalinización, haría
posible ahorrar una gran cantidad de energía en el transporte de agua del Jordán hacia el sur a
través del Acueducto Nacional israelí. Como ya hemos comentado, esta transferencia de agua
supone todavía hoy cerca del ocho por ciento de la factura eléctrica israelí, que se podría dedicar a
la desalinización, disminuyendo su coste, si hubiera una redistribución de los recursos hídricos
tanto en los usos como entre los corribereños que hiciera innecesario el Acueducto Nacional50.
El acceso a recursos alternativos también juega en contra de las demandas de Líbano y Siria,
y favorece al resto de corribereños, pues la dependencia de estos dos países respecto a la cuenca

48 Dellapenna, J.W. (2001: 287) "The customary international law of transboundary fresh waters".
Int. J. Global Environmental Issues. 1(3/4).
49 Elmusa op.cit. (1993: 69).
50 Se puede pensar, por ejemplo, en un intercambio de agua del Jordán hacia Cisjordania y de agua
de los acuíferos de Cisjordania hacia la llanura de la costa. Al propio tiempo, si disminuye el regadío en el
Negev y se desaliniza agua de los enormes depósitos salobres, también se reduciría el agua que se debe
bombear a través del Acueducto Nacional.

343
compartida del Jordán es mucho menor y tienen otras fuentes a las que acudir. De todas formas, el
recurso a alternativas artificiales o hidrográficas, no excusa la necesidad de una distribución
equitativa entre las distintas partes. La posición de Israel en las negociaciones actuales, una vez
conseguido un statu quo favorable, es la de rechazar la redistribución de las fuentes de suministro
existentes y centrar la negociación en el aumento de la producción de agua. Este es un punto de
partida desfavorable para los demás corribereños y no debería sustituir los principios establecidos
por la CDI.
Los elementos socioeconómicos, en una situación de carestía aguda como la de la región que
nos ocupa, estarán directamente relacionados con el factor demográfico. Como hemos visto, la
dependencia de la población respecto al curso de agua irá creciendo hasta superar las necesidades
mínimas para la supervivencia en un corto período de tiempo. En este sentido, un principio de las
Normas de Helsinki que será de difícil aplicación es el que establece que no hay preferencias entre
los usos de los recursos (art. VI). La Comisión de Derecho Internacional suavizó este principio con
un segundo párrafo en el artículo 10 que trata de las "relaciones entre las diferentes clases de usos:
1) Salvo acuerdo o costumbre en contrario, ningún uso de un curso de agua internacional tiene en
sí prioridad sobre otros usos. 2) El conflicto entre varios usos de un curso de agua internacional se
resolverá sobre la base de los artículos 5 a 7, teniendo especialmente en cuenta la satisfacción de
las necesidades humanas vitales". La negociación de una solución a la carestía en la zona deberá
fijar una jerarquía de usos, pues a medida que crezcan las necesidades para el consumo urbano
según las necesidades mínimas, los otros usos, básicamente el regadío, deberán situarse en un
segundo plano. El punto de partida será muy distinto que en las conversaciones Johnston, pues
entonces el agua para regadío fue prioritaria51.
Los principios marcados por la Comisión de Derecho Internacional, a pesar de que la
convención no haya entrado en vigor, deberían ser un instrumento importante para afrontar la
gestión de los recursos y de la carestía de ellos en las cuencas compartidas. La consideración de
sistema que incluye el agua azul tanto de superficie como subterránea, aun sin llegar a la amplitud

51 Recordemos que unos de los objetivos del Plan Unificado eran el asentamiento de los refugiados
palestinos en el valle del Jordán y hacer posible la inmigración judía a Israel. McCaffrey, S. (2001: 255)
"The contribution of the UN Convention on the law of the non-navigational uses ofThe customary
international law of transboundary fresh waters international watercourses". Int. J. Global Environmental
Issues. 1(3/4), comenta también este punto: "The expression ‘vital human needs’ was discussed at some
length in the UN negotiations. The final text maintains the ILC’s language but a ‘statement of
understanding’ accompanying the text of the Convention indicates that “[i]n determining ‘vital human
needs’, special attention is to be paid to providing sufficient water to sustain human life, including both
drinking water and water required for the production of food in order to prevent starvation”. Parece claro
que la referencia más cercana son las necesidades mínimas de agua y el regadío para producción de
alimentos para la supervivencia. En la actualidad, en la cuenca del Jordán y de los acuíferos de la Palestina
histórica difícilmente se puede pensar en la producción agrícola para la supervivencia como prioritaria a las
necesidades mínimas de consumo urbano, y que no pueda ser substituída por la importación de alimentos.
La representante israelí parecía estar de acuerdo en esta apreciación, pues en la declaración de justificación
de voto señaló que en referencia a las "necesidades humanas vitales", el suministro de agua potable debía
ser de la mayor primacía (United Nations Assembly. Press Release (GA/9248)).

344
del concepto de cuenca geográfica, sí abre la puerta a una gestión global e integral. Otros
principios, como el deber de cooperación para lograr una utilización óptima de los recursos y el de
compartir los datos y la información, también van en la misma dirección.
El artículo 8 establece el deber de cooperar, al cual los Estados dieron una gran importancia,
hasta el punto que el punto segundo fue añadido al proyecto a propuesta de las delegaciones52. En
él se proponen mecanismos más específicos de cooperación en la gestión de los recursos
compartidos, como
"la posibilidad de establecer las comisiones o los mecanismos conjuntos que
consideren útiles para facilitar la cooperación en relación con las medidas y los
procedimientos en la materia, teniendo en cuenta la experiencia adquirida mediante
la cooperación en las comisiones y los mecanismos conjuntos existentes en
diversas regiones" (art. 8.2).

Detrás de este punto está el objetivo de la gestión global de la cuenca, que, como hemos
visto, debería ser uno de los principales instrumentos para luchar contra la carestía. Esta misma
intención se puede ver cuando la convención recomienda la cooperación y la acción conjunta para
luchar contra la contaminación, para ordenar el curso, para la protección del medio marino, ante
emergencias, etc.53
En lo referente a la gestión, el artículo más claro es el 24 (Ordenación en la traducción
española, "management" en inglés):
"1. Los Estados del curso de agua entablarán, a petición de cualquiera de ellos,
consultas sobre la ordenación de un curso de agua internacional, lo cual podrá
incluir la creación de un órgano mixto de ordenación. / 2. A los efectos de este
artículo, se entiende por "ordenación", en particular: a) La planificación del
aprovechamiento sostenible de un curso de agua internacional y la adopción de
medidas para ejecutar los planes que se adopten; y b) La promoción por cualquier
otro medio de la utilización racional y óptima, la protección y el control del curso
de agua".

En este artículo la convención establece el deber, como mínimo, de consultar sobre la gestión
de la cuenca a petición de cualquiera de las partes y abre el camino para la creación de organismos
conjuntos de gestión ("órgano mixto de ordenación" en la versión española y "joint management
mechanism" en la versión inglesa).
En el contexto de la cuenca del Jordán y de los acuíferos de Cisjordania y la Franja de Gaza,
el punto primero del artículo octavo, que se podría ver como meramente retórico, adquiere una
dimensión muy concreta:
"1. Los Estados del curso de agua cooperarán sobre la base de los principios de la
igualdad soberana, la integridad territorial, el provecho mutuo y la buena fe a fin
de lograr una utilización óptima y una protección adecuada de un curso de agua
internacional." (Art.8.1).

52 McCaffrey op.cit. (2001: 253).


53 Artículos del 20 al 27.

345
La situación ambigua de la Autoridad Nacional Palestina, a la que todavía no se la puede
considerar un Estado, y de los territorios que administra, que aún se pueden considerar ocupados,
no le permiten negociar ni cooperar desde la igualdad soberana y la integridad territorial, ni ante
Israel ni ante los otros Estados de la cuenca del Jordán. En el futuro, una vez definido el estatuto
final de los Territorios Ocupados palestinos, también puede darse la situación que el Estado o la
entidad palestina no adquiera ni la soberanía ni la integridad territorial para actuar en las
condiciones que marca este artículo. Este problema, que puede ser grave y dificultará las
negociaciones sobre los recursos hídricos no sólo por las relaciones entre Israel y Palestina, sino
también por la desconfianza que pueden despertar en las otras partes, se planteará en cualquier
negociación internacional en la que participe Palestina.
La aproximación a una realidad conflictiva como la de las cuencas hídricas de la Palestina
histórica debería basarse en una aplicación extensa y de conjunto de los principios establecidos por
la convención de 1997 y las Normas de Helsinki. Toda aplicación parcial responde a los intereses
de alguna de las partes que defiende los principios que le son más favorables. Ya ha habido incluso
alguna propuesta metodológica de ayuda en el proceso de toma de decisiones sobre el conflicto
sobre la base del marco general de los principios de la ILA y la CDI54, aunque una cosa son los
principios establecidos por la costumbre, la International Law Association o la convención de la
Asamblea General, y otra muy distinta la realidad tanto jurídica como funcional de los acuerdos
sobre las cuencas hídricas. Los acuerdos que se acercan a la gestión centralizada son mínimos y de
muy difícil aplicación y, en algunos casos de tensiones políticas importantes como en la cuenca del
Indus compartida por Pakistán y la India, un acuerdo distributivo ya es considerado un éxito55. Los
precedentes en la cuenca del Jordán y en los acuíferos de Cisjordania no nos permiten ser
optimistas en lo que se refiere a acuerdos que favorezcan una gestión más eficiente de los recursos
que permita afrontar las carestías.

4.2 El modelo de gestión en los acuerdos de Israel con Jordania y la OLP

54 Ver, por ejemplo, las propuestas de Al-Kloub, B. y Al-Shemmeri, T.T. (1996) "Application of
multi- criteria decision aid to rank the Jordan-Yarmouk basin co- riparians according to the Helsinki and
ILC Rules", en J. A. Allan & J. H. Court (eds.), Water, Peace and the Middle East London; New York:
Tauris Academic Studies, o las de Moore, J.W. (1994) "Parting the Waters: Calculating Israeli and
Palestinian Entitlements to the West Bank Aquifers and the Jordan River Basin". Middle East Policy.
III(2), aunque, según nuestra opinión, los cálculos de Moore no sirven pues parten de la demanda actual sin
tener en cuenta la demanda latente no satisfecha a causa de la ocupación de Cisjordania o de la conquista
israelí de las fuentes del Jordán superior, lo que le permite proponer como alternativas las mismas que
defiende Israel: aumentar el suministro con nuevas fuentes y reestructurar la demanda interna, sin plantear
la redistribución de los recursos actuales.
55 Un comentario sobre diversos acuerdos en grandes cuencas fluviales se puede encontrar en Kliot,
N., Shmueli, D., & Shamir, U. (2001). "Development of institutional frameworks for themanagement of
transboundary water resources". Int. J. Global Environmental Issues. 1(3/4).

346
El tratado de paz entre Israel y Jordania de 1994, en lo referente a los recursos hídricos es
básicamente un acuerdo de distribución56. En primer lugar, el mismo hecho de tratarse de un
acuerdo bilateral, sin participación del resto de partes implicadas en la cuenca, ya supone un
obstáculo gravísimo para una gestión global e integrada. Como ya hemos visto, el acuerdo es de
reparto de la cuenca sobre la base de aceptación jordana del statu quo impuesto por Israel, con lo
que se evita la cooperación global al consolidarse el desarrollo unilateral basado en la geografía de
la cuenca y en el uso discrecional de los volúmenes de agua retenidos por las distintas partes. La
renuncia jordana al agua de la cuenca superior del Jordán divide el sistema en dos partes
claramente diferenciadas: la cuenca superior controlada por Israel desde junio de 1967, y la cuenca
inferior formada por el río Jordán desde la salida del lago Tiberiades hasta el Mar Muerto y el río
Yarmuk. El acuerdo se refiere solamente a esta segunda parte, perdiéndose cualquier posibilidad de
gestión global de la cuenca. Pero la realidad hidrográfica es todavía más restrictiva, pues en la
cuenca inferior la mayor parte del caudal se debe al río Yarmuk, con mínimas aportaciones en el
resto del río Jordán, en general de fuentes salinas y arroyos torrenciales aprovechados casi todos
antes de llegar al curso principal. De esta forma, como hemos visto, el acuerdo entre Israel y
Jordania, en lo que se refiere a la cuenca del río Jordán, es sobre todo un acuerdo sobre el río
Yarmuk.
En segundo lugar, incluso a nivel bilateral, los elementos de cooperación son mínimos y no
se establecen mecanismos reales para una gestión compartida de la cuenca. Tan sólo en aquellos
puntos en los que se necesitan infraestructuras comunes se acordó un cierto nivel de cooperación
en la gestión. Hay un compromiso teórico de cooperación en el desarrollo de proyectos para
aumentar el suministro y para mejorar la eficiencia del uso del agua. Sin embargo, no se establecen
mecanismos para este propósito más allá del Joint Water Committee, que tiene unas capacidades
muy limitadas, pendientes de concreción, centradas principalmente en tareas de control y no de
gestión57. En muy pocos ámbitos se fijan los mecanismos de colaboración, sólo en el intercambio
de 20 Mmc de agua invernal del Yarmuk para Israel por la misma cantidad de agua de verano del

56 Treaty of Peace Between the State of Israel and the Hashemite Kingdom of Jordan (Arava/Araba
Crossing point, 26 October 1994).
57 Treaty of Peace Between the State of Israel and the Hashemite Kingdom of Jordan (Arava/Araba
Crossing point, 26 October 1994) Annex II (Water Related Matters).
Article VI. (Co-operation) "1. Israel and Jordan undertake to exchange relevant data on water
resources through the Joint Water Committee. 2. Israel and Jordan shall co-operate in developing plans for
purposes of increasing water supplies and improving water use efficiency, within the context of bilateral,
regional or international cooperation."
Article VII. (Joint Water Committee) "1. For the purpose of the implementation of this Annex, the
Parties will establish a Joint Water Committee comprised of three members from each country. 2. The Joint
Water Committee will, with the approval of the respective governments, specify its work procedures, the
frequency of its meetings, and the details of its scope of work. The Committee may invite experts and/or
advisors as may be required. / 3. The Committee may form, as it deems necessary, a number of specialized
subcommittees and assign them technical tasks. In this context, it is agreed that these subcommittees will
include a northern sub-committee and a southern sub-committee, for the management on the ground of the
mutual water resources in these sectors."

347
lago Tiberiades para Jordania, o en algunos proyectos futuros de pequeños embalses para control
de las aguas torrenciales. Podemos comprobar, pues, que el acuerdo israelo-jordano es más un
modelo distributivo que centralizado, con lo que estamos lejos de una gestión eficiente, global e
integral del agua dulce. Y según algunas voces autorizadas la perspectiva de futuro no es optimista.
Munther Haddadin consideraba que la cogestión de los recursos encontraría dos grandes
obstáculos: por una parte, no sería posible hasta haber construido una tradición de cooperación con
los israelíes que se presentaba lenta y difícil, y por otra parte, añadía ¿cómo se iba a gestionar
conjuntamente con Israel si no era posible coordinar los distintos departamentos de un mismo
ministerio?58
El acuerdo israelo-palestino de 1995 trata de los recursos hídricos y las aguas residuales59 de
Cisjordania (sin Jerusalén Este) y la Franja de Gaza. El primer inconveniente para avanzar hacia
una gestión global e integrada es precisamente el abasto del acuerdo, ya que se limita a los recursos
situados en el interior de la Línea Verde, en los Territorios Ocupados, dividiendo la cuenca de los
acuíferos. Por esta razón, todos los mecanismos de cooperación que se establecen quedan
desfigurados, pues se convierten en instrumentos de control de la parte israelí sobre la gestión de
los recursos palestinos. Por otra parte, las transferencias de autoridad en la gestión a los palestinos
no se hacen sobre la totalidad de la parte de la cuenca que está dentro de la Línea Verde, sino que
se refieren solamente a los recursos y las aguas residuales relacionadas con los palestinos60. Los
israelíes ligaron la negociación a la seguridad de los asentamientos de colonos y de las
instalaciones militares en Cisjordania y Gaza, con lo que la gestión del ciclo del agua relacionado
con unos y otras se mantuvo en manos de la compañía Mekorot61.
Para llevar a cabo las tareas establecidas por el acuerdo, las dos partes crean un Joint Water
Committee. La lista de funciones de este comité permitiría pensar en una gestión compartida de los
recursos y, por tanto, en un avance hacia una mayor eficiencia62. Sin embargo, el hecho de que las

58 Entrevista con Munther Haddadin (24-2-1997 en la Royal Scientific Society - Amman). En


opinión de Collins Cracknell, responsable del sector del agua en la Delegación de la Comisión Europea en
Amman, ni Israel ni Siria necesitan la cooperación y pueden esperar, y la actitud de Israel era la de poner
obstáculos, restringir la información y retardar los proyectos (Entrevista en la Delegación de la Comisión
Europea en Amman (20-3-1997)).
59 "The Israeli-Palestinian Interim Agreement on the West Bank and the Gaza Strip", Annex III
(Protocol Concerning Civil Affairs), Appendix 1 (Powers and Responsabilities for Civil Affairs), Article
40 (Water and Sewage), Schedule 8 (Joint Water Committee), Schedule 9 (Supervision and Enforcement
Mechanism), Schedule 10 (Data Concerning Aquifers), Schedule 11 (Gaza Strip).
60 Art. 40.4 "(Transfer of Authority) The Israeli side shall transfer to the Palestinian side, and the
Palestinian side shall assume, powers and responsibilities in the sphere of water and sewage in the West
Bank related solely to Palestinians, that are currently held by the military government and its Civil
Administration, except for the issues that will be negotiated in the permanent status negotiations, in
accordance with the provisions of this Article."
61 Shmueli, D.F. (1999: 319) "Approaches to Water Dispute Resolution: Applications to Arab-Israeli
Negotiations". International Negotiation. 4(2).
62 Art. 40.12 "The function of the JWC [Joint Water Committee] shall be to deal with all water and
sewage related issues in the West Bank including, inter alia:
a. Coordinated management of water resources.

348
competencias del comité se restrinjan a Cisjordania ya permite pensar que la función real no es
mejorar la gestión de los recursos sino controlar el agua y la gestión de los acuíferos en la zona
palestina. La concreción de las funciones del comité permite comprobar que éstas se refieren
principalmente al control de alteraciones del statu quo favorable a Israel63. La composición del
comité y la toma de decisiones por consenso da capacidad de veto a los israelíes sobre la gestión
palestina64. El acuerdo, además, creó unos órganos específicos para controlar su cumplimiento, lo
que significa para mantener el statu quo65. Los Joint Supervision and Enforcement Teams (JSET),
entre otras tareas, debían controlar que la extracción de agua destinada a los palestinos no superara
las cuotas establecidas. Estos equipos están compuestos con el mismo criterio de paridad que el
JWC, y para llevar a cabo su labor tienen libertad de movimiento y de acceso a todas las
instalaciones que sirven a los palestinos.

b. Coordinated management of water and sewage systems.


c. Protection of water resources and water and sewage systems.
d. Exchange of information relating to water and sewage laws and regulations.
e. Overseeing the operation of the joint supervision and enforcement mechanism.
f. Resolution of water and sewage related disputes.
g. Cooperation in the field of water and sewage, as detailed in this Article.
h. Arrangements for water supply from one side to the other.
i. Monitoring systems. The existing regulations concerning measurement and monitoring shall
remain in force until the JWC decides otherwise.
j. Other issues of mutual interest in the sphere of water and sewage."
63 Schedule 8 (Joint Water Committee )
Pursuant to Article 40, paragraph 15 of this Appendix, the obligations and responsibilities of the
JWC shall include:
1. Coordinated management of the water resources as detailed hereunder, while maintaining the
existing utilization from the aquifers as detailed in Schedule 10, and taking into consideration the quantities
of additional water for the Palestinians as detailed in Article 40.
It is understood that the above-mentioned Schedule 10 contains average annual quantities, which
shall constitute the basis and guidelines for the operation and decisions of the JWC:
a. All licensing and drilling of new wells and the increase of extraction from any water source, by
either side, shall require the prior approval of the JWC.
b. All development of water resources and systems, by either side, shall require the prior approval of
the JWC. (...)
2. Coordinated management of water and sewage systems in the West Bank, as follows:
(...) d. Plans for construction of new water and sewage systems or modification of existing systems
require the prior approval of the JWC."
64 Art. 40.13 "The JWC shall be comprised of an equal number of representatives from each side".
Art. 40.14 "All decisions of the JWC shall be reached by consensus, including the agenda, its procedures
and other matters."
65 Schedule 9 (Supervision and Enforcement Mechanism) Pursuant to Article 40, Paragraph 17 of
this Appendix:
1. Both sides shall establish, upon the signing of this Agreement, no less than five Joint Supervision
and Enforcement Teams (JSETs) for the West Bank, under the control and supervision of the JWC, which
shall commence operation immediately. (...)
4. The JSETs shall operate, in the field, to monitor, supervise and enforce the implementation of
Article 40 and this Schedule, and to rectify the situation whenever an infringement has been detected (...).

349
De esta forma, se da la paradoja de que los JSET, producto del acuerdo entre las dos partes,
están haciendo el trabajo de control y restricción en el uso de los recursos que antes debían hacer
los israelíes. Como en otros aspectos de los acuerdos de Oslo A y Oslo B, la autonomía palestina
supone que el mantenimiento de la situación impuesta por la ocupación y no alterada por los
acuerdos pasa a ser responsabilidad de la Autoridad Nacional Palestina, a solas o compartida con
los organismos israelíes.

Como se ha comentado anteriormente, se puede ver que el acuerdo de Oslo B, en lo referente


a los recursos hídricos, es totalmente desigual y reflejo de la relación de poder entre las dos partes,
concretando de iure mientras no se llegue a un acuerdo sobre el estatuto final, el mantenimiento del
control israelí sobre el agua de Cisjordania. Evidentemente, no es éste el modelo de gestión
centralizada que se proponía como objetivo para conseguir una mayor eficiencia en el uso de los
recursos hídricos para hacer frente a la carestía.
En uno y otro acuerdos, se puede ver también que la influencia de los principios establecidos
por las Normas de Helsinki y por la Convención de 1997 es mínima. No se respeta la definición de
cuenca geográfica de la ILA, y tampoco la más restringida de sistema de la CDI, pues se dividen
las cuencas y los acuerdos son parciales. Tampoco se tienen en cuenta los principios de utilización
y participación equitativas y razonables, ni los factores que se entienden como pertinentes para
definir este uso. En las negociaciones de los israelíes con los jordanos y los palestinos, el factor
principal fue el statu quo ante y la relación de poder entre las distintas partes. A la vista de los dos
acuerdos, casi se puede decir que Israel ha aplicado la doctrina Harmon en lo referente a los
recursos del interior de su territorio y ha extendido su soberanía también a los recursos que
reclaman los palestinos en Cisjordania (incluyendo Jerusalén Este). Tel Aviv sólo ha aceptado
colaborar puntualmente con Jordania en proyectos de futuro para aumentar la producción de agua y
en la gestión de pequeños caudales de agua de los que depende sobre todo Amman. Así, de la
misma forma que al comentar los principios generales establecidos en las Normas de Helsinki y en
la convención de 1997 decíamos que podían ser muy útiles para una gestión más eficiente de los
recursos hídricos, a la vista de los acuerdos bilaterales entre Israel y Jordania, e Israel y la OLP
podemos afirmar que, al no tener en cuenta los principios generales, los tratados bilaterales serán
rémoras en una gestión que busque hacer frente a la carestía.

5. Economía y agricultura

El trigo de regadío en Egipto produce 4 toneladas de grano por hectárea, pero se necesitan
12.000 metros cúbicos de agua por hectárea para su cultivo. El agua utilizada para regar 183
hectáreas seria suficiente para suministrar agua potable para un millón de personas durante un año.
En 1990, el precio de una tonelada de trigo era de aproximadamente 179 dólares. En vez de gastar
12.000 mc de agua para producir las 4 toneladas de trigo, se pueden comprar en el

350
mercado mundial por 716 dólares66. Beaumont utiliza este ejemplo para demostrar que es difícil
que un Estado inicie una guerra por agua de regadío, pero también sirve para ver que la agricultura,
y por tanto el agua de regadío en las zonas áridas, tiene una importancia que va más allá de lo que
es puramente económico.
Un primer objetivo de la agricultura, por encima de su ineficiencia económica, es la
seguridad alimentaria. En Oriente Medio, a pesar de los problemas relacionados con el agua, todos
los gobiernos están inmersos en programas para garantizar la producción de alimentos. En el
pasado fue Israel el primero en plantearse la agricultura en el marco de la "defensa total", y la
producción agraria, incluso siendo más cara que la importación, era considerada necesaria para
reducir los efectos de posibles embargos o presiones comerciales67. Pero la idea de la seguridad
alimentaria no se queda solamente en Israel y ganó más fuerza que nunca en los años noventa,
sobre todo en los países del Sur y en zonas conflictivas como Oriente Medio, con episodios como
la guerra del Golfo Pérsico y el embargo a Iraq, o la política seguida por la comunidad
internacional en Libia y Haití. Sólo esto nos permite entender los proyectos faraónicos de algunos
gobiernos para conseguir más agua para regadío, como el Gran Canal Artificial en Libia o el
"tercer río" entre el Tigris y el Eufrates en Iraq, o que se estén llevando a cabo programas de
expansión agrícola, a pesar de la carestía de recursos hídricos y de los problemas que provocan en
las relaciones con los Estados vecinos, como el Proyecto de la Anatolia del Sudeste en Turquía o
los programas de regadío con agua del Yarmuk en Siria y Jordania.
El valor de la agricultura no se reduce tampoco a la independencia alimentaria, también tiene
una clara funcionalidad en otros ámbitos básicos para la evolución de muchas sociedades con
economías en vías de desarrollo: frena la inmigración urbana y ayuda a crear polos regionales de
desarrollo, aliviando la presión sobre los grandes núcleos urbanos. También hemos visto el valor
político y defensivo de las colonias agrarias en Israel, que jugaron un papel decisivo en la
consolidación del Estado.
Todos estos argumentos se añaden al valor puramente económico de la producción agrícola
que, sobre todo para los Territorios Ocupados y Jordania con economías en vías de desarrollo y con
un crecimiento demográfico de los más altos del mundo, continúa teniendo un peso no

66 Beaumont op.cit. (1994: 11).


67 Stauffer op.cit. (1984: 75). La seguridad alimentaria no deja de ser una quimera en regiones
áridas, pues si seguimos los cálculos de las cantidades mínimas de agua necesaria para producir la
alimentación de una persona, vemos que en zonas con carestía de agua y alta demografía la seguridad
alimentaria total es imposible. Para producir la dieta básica palestina en 1992, según cálculo de Elmusa
op.cit. (1997: 202) se necesitaban 815 mc por persona y año, ya hemos visto que Westcott daba la cantidad
de 3.000 litros diarios, se supone que con una dieta más rica, que son casi 1100 mc al año. Ya sea una u
otra cantidad de agua, o incluso menores con dietas más pobres, una región con carestía no puede
afrontarla. Por ejemplo, con las poblaciones actuales, Israel necesitaría casi 5.000 Mmc según la dieta
palestina, y es de creer que la israelí es más consumidora de agua, y los palestinos de los Territorios
Ocupados necesitarían casi 2.500 Mmc. O, lo que es lo mismo, y teniendo en cuenta el agua verde (el agua
aprovechada por la agricultura de secano), Israel necesitaría el doble de su caudal actual y los palestinos
más de ocho veces el agua de la que disponen en la actualidad.

351
despreciable. La agricultura es importante para la balanza comercial exterior, para mitigar el paro y
para facilitar la acumulación de capital necesaria para la inversión en otros sectores económicos.
En Israel, con una economía mucho más desarrollada, el factor económico no es tan importante,
pero todos los otros elementos continúan teniendo un peso considerable.
El problema de la carestía de recursos hídricos entra así de lleno en el debate sobre el futuro
económico de los Estados implicados y el papel que debe jugar la agricultura, principalmente en la
futura entidad palestina pues el modelo israelí está ya totalmente asentado y la agricultura tiene un
peso menor en él.

5.1 El debate sobre el modelo económico de Palestina

La cuestión de la viabilidad económica de la Palestina construida en la Franja de Gaza y


Cisjordania está encima de la mesa, en un primer momento, como un problema de supervivencia
para el futuro Estado y su población. Por esta razón, el primer planteamiento tiene que ser el de las
medidas inmediatas necesarias para evitar el empeoramiento de las condiciones de vida de los
palestinos68, y en un segundo estadio la discusión de los distintos modelos de desarrollo que se
proponen.
La UNCTAD, en sus informes sobre la situación en los Territorios Ocupados palestinos69, ha
ido repitiendo algunas recomendaciones que enumeramos:
● Congelación de la expropiación de suelo palestino y de la expansión de los asentamientos
judíos en Cisjordania, incluyendo Jerusalén Este, y en la Franja de Gaza.
● Eliminar las normas administrativas que restringen y dificultan la actividad agrícola,
industrial y de la construcción.
● Mientras no sea posible un acuerdo entre las partes sobre el control del agua, las
autoridades israelíes son responsables de la salvaguarda de los recursos hídricos y de evitar
daños irreparables o la sobreexplotación que pueda causar la salinización de los acuíferos70.

68 Las propuestas tratan de escapar a la coyuntura inmediata, aunque es difícil cuando se está
escribiendo al mismo tiempo que el ejército israelí está llevando a cabo su peor campaña de represión de la
población palestina, de destrucción de las ciudades palestinas y de las infraestructuras de los Territorios
Ocupados. Evidentemente, el primer paso debería ser eliminar estas prácticas represivas y destructoras.
69 UNCTAD op.cit. (1989-a), UNCTAD op.cit. (1989-b), UNCTAD op.cit. (1991).
70 Más allá de lo acordado en 1995, la política israelí continúa siendo la de imponer sus intereses
prescindiendo del Joint Water Committee. Esto se puede ver con toda claridad en las prácticas de
destrucción de las instalaciones hidrológicas y del uso de las restricciones o el cierre total del suministro
como castigo colectivo (LAW - The Palestinian Society for the Protection of Human Rights and the
Environment, "Israeli forces commit massacre in Jenin refugee camp" (información del 8 de abril de 2002
en la [Lawlist] law@lawsociety.org)), (ECOSOC "Economic and social repercussions of the Israeli
occupation on the living conditions of the Palestinian people in the occupied Palestinian territory, including
Jerusalem, and of the Arab population in the occupied Syrian Golan. Note by the Secretary-General"
(A/56/90-E/2001/17 (20 June 2001)). Esto sucede a pesar de la declaración conjunta del JWC en contra de

352
● Eliminar los castigos colectivos que afectan a la economía palestina. Especialmente los que
se basan en prácticas como la demolición de casas, desarraigar árboles, cortes de
electricidad y de suministro de agua, restricciones en la pesca, prohibiciones arbitrarias de
algunas exportaciones, etc.
● Permitir el movimiento permanente de bienes y personas entre las distintas áreas de los
Territorios Ocupados, particularmente entre Cisjordania, Gaza y Jerusalén Este, e impulsar
una mayor integración de los mercados palestinos y una asignación más racional de los
factores de producción en el territorio.
● Reforma de las normativas y condiciones que rigen el comercio entre Israel y los Territorios
Ocupados para avanzar hacia una mayor reciprocidad. Acompañando esta reforma se
debería proceder a establecer facilidades para la comercialización de los productos agrarios
e industriales palestinos.
● Reforma del sistema fiscal.
● Programas de generación de ocupación laboral, que en un primer momento se podrían basar
en la expansión agrícola, la construcción, los trabajos públicos y algunas ramas de la
industria.
● Incluir la construcción de viviendas como una de las prioridades en los Territorios
Ocupados para responder a la demanda generada por el crecimiento demográfico, las
demoliciones de casas por el ejército israelí y la voluntad de retorno de parte de los
refugiados en el exterior.
● Reorientación de la industria de subcontratación hacia esquemas generadores de empleo e
integrados con las industrias existentes de substitución de importaciones.

A estas recomendaciones de la UNCTAD se pueden añadir las de otras organizaciones


internaciones, como la OIT, que tocan cuestiones como la libertad de sindicación y el respeto a los
derechos sindicales, la protección social, la formación profesional, la sobreexplotación laboral de
los palestinos que trabajan en Israel, etc.71
Un informe conjunto del Banco Mundial y el Palestine Economic Policy Research Institute
(MAS), propone algunos pasos iniciales que son posibles porque todavía está prácticamente todo
por construir:
● Abrir nuevos canales comerciales hacia el exterior, diversificando el mercado y rompiendo
la excesiva dependencia de Israel.
● Crear un sistema de gobernanza con una administración eficiente, déficits fiscales mínimos
e instrumentos adecuados para estabilizar la economía.

estas prácticas (Israel - Palestinian Joint Water Committee, "Joint Declaration for Keeping the Water
Infrastructure out of the Cycle of Violence" (31 de enero de 2001)) .
71 Conférence Internationale du Travail op.cit. (1991: 44-48).

353
● Aprovechar el dinamismo del sector privado y de las ONGs para los ámbitos de la sanidad,
la educación, servicios sociales y otros servicios básicos72.

Más allá de las medidas necesarias a corto plazo, con o sin independencia política palestina,
se debe responder a la pregunta de la viabilidad económica de un Estado palestino.
El debate palestino sobre el modelo de desarrollo económico de los Territorios Ocupados se
centra básicamente en dos opciones73. La primera, defendida por grupos tan distantes como son
Fatah, el Frente Democrático para la Liberación de Palestina o el Partido del Pueblo Palestino
(antiguo partido comunista), tiende a la apertura al exterior y a incrementar las relaciones con los
países árabes y occidentales. Parten del supuesto de que el sector agrícola sólo podrá crecer hasta
un grado limitado, y de que se debe dar prioridad a la industria avanzada (electrónica) y a la
atracción de capital exterior. Es el modelo Singapur, que Arafat describió en Davos durante la
reunión del Foro Económico Mundial de 1994: "Nuestro principal trabajo ahora es convertir a
Palestina en una nueva Singapur (...) Tenemos una fuerza de trabajo educada y altamente
cualificada, pero no puede funcionar sin su ayuda". También se comprometió a crear "una
economía basada en un mercado libre y abierto". Y acababa diciendo que "vamos a crear riqueza y
les invito a colaborar con nosotros"74. El problema se plantea cuando Israel también quiere ser el
Singapur de Oriente Medio, con una realidad económica, industrial y tecnológica mucho más
favorable. El peligro para los palestinos es acabar siendo definitivamente la gran maquiladora del
nuevo Singapur israelí.
La segunda propuesta, defendida por el Frente Popular de Liberación de Palestina y algunos
economistas como Adel Samara, utiliza un vocabulario muy distinto. Ellos creen que el desarrollo
se debe basar en los recursos que ya se tienen: la tierra y el trabajo. Por esta razón, plantean un
retorno a la tierra y la potenciación de la industria alimentaria, paralelamente a una disminución del
trabajo palestino en Israel. Defienden el objetivo de la autosuficiencia en las necesidades primarias
y dar prioridad a los contactos con el Sur en vez de con los países más desarrollados, pues con
estos la relación siempre será desequilibrada. Samara propone un mayor proteccionismo y una
mayor desvinculación de la economía israelí, dar prioridad a la seguridad alimentaria, las
necesidades básicas y la protección de los productores independientes, con especial incidencia en
los agricultores. Y en las relaciones económicas hacia el exterior, propone impulsar principalmente
una mayor cooperación económica con el mundo árabe75.
Se podría añadir una tercera propuesta, la del economista George T. Abed, que estaría a
medio camino de las dos anteriores: desarrollo de la agricultura y una cierta protección de la
industria autóctona, pero con apertura sobre todo hacia el mundo árabe y buscando la atracción de

72 Diwan y Shaban (sin fecha: 1).


73 Gatti op.cit. (1991: 56-57).
74 El País (31-1-1994) "Una nueva Singapur".
75 Samara (otoño 2000: 90-91).

354
la inversión extranjera76. Diwan y Shaban, en su informe para el Banco Mundial, matizan esta
tercera vía. Desde su punto de vista, la agricultura es importante, sobre todo en términos de
ocupación laboral, pero su crecimiento estará limitado por la carestía de agua por lo que será
necesario invertir en el sector para conseguir una mayor eficiencia. La industria y los servicios
deberán liderar el crecimiento económico, enfocado hacia la exportación, y presentan tres
estrategias posibles de menor a mayor sofisticación77:
● Crecimiento a partir del trabajo intensivo: exportaciones hacia Occidente, e inicialmente
hacia Israel, de productos en los que el valor añadido sea la mano de obra de baja y media
cualificación. Esta estrategia exige mantener y potenciar la apertura hacia Israel y
Occidente, un camino ya iniciado con los acuerdos de libre comercio con la Unión Europea
y Estados Unidos.
● Puente hacia Occidente: transformación en productos de mayor valor añadido de materias
primas o de productos semiacabados regionales. Palestina podría aprovechar la proximidad
cultural con Occidente y su posición geográfica mientras los Estados vecinos hacen el
proceso de apertura de sus mercados, en un marco de alianza comercial y libre comercio de
Cisjordania con Jordania y de la Franja de Gaza con Egipto, por lo que las relaciones
económicas con Israel deberían cambiar. Esta estrategia necesita una mayor inversión en
infraestructuras comerciales.
● Puente hacia Oriente: transformación de las tecnologías occidentales para adaptarlas a las
necesidades de los Estados árabes vecinos. Necesita un gran desarrollo en términos de
recursos humanos y de infraestructuras modernas, así como un mercado abierto hacia
Occidente y hacia la región, con adaptaciones legislativas como garantizar los derechos y la
propiedad intelectual de bienes y servicios. Esta estrategia debería aprovechar y potenciar
las ventajas culturales y en formación de los recursos humanos, y abarcar sectores de futuro
como las telecomunicaciones y la industria de la información, los servicios y las finanzas.

La opción que tiene más posibilidades de imponerse es la primera, la defendida por Fatah, la
principal fuerza política entre los palestinos, y, sobre todo, por la ortodoxia económica
internacional marcada por el consenso de Washington. Nabil Shaath, el ministro de Cooperación
Internacional de la Autoridad Nacional Palestina, describía las grandes líneas en el sentido antes
apuntado: creación de polos de tecnología avanzada y de producción industrial no contaminante,
industrias de montaje electrónico con importación de piezas de Extremo Oriente, servicios
tecnológicos de alta calidad, potenciación del turismo, impulso de la iniciativa privada y atracción
de capital extranjero78.

76 Abed op.cit. (1990).


77 Diwan y Shaban (sin fecha: 23-24).
78 Nabil Shaath, citado en Dekel, O., & Landau, E. (noviembre 1992: 14). "Quelle sera, demain,
l'économie palestinienne?". Le Monde Diplomatique.

355
Esta propuesta también tiene detractores desde el punto de vista político. Edward Saïd, por
ejemplo, cree que la apertura de la economía palestina será una vía para que Israel mantenga su
control:
"Israël a tous les atouts, y compris celui de ses relations avec les Etats-Units, pour
absorber l'économie palestinienne qui va ainsi se trouver dans un état de
dépendence permanente. Et, au-delà, c'est la pénétration sur les marchés arabes qui
devient possible"79.

La realidad parece seguir esta dirección, pues en opinión de Meron Benvenisti, antiguo
teniente de alcalde de Jerusalén, el protocolo sobre relaciones económicas firmado en París el 29
de abril de 199480, garantiza a Israel todos los medios de control posibles sobre la economía
autónoma y convierte al gobierno israelí en prácticamente el único interlocutor económico de la
entidad palestina autónoma, limitando las posibilidades de desarrollar relaciones con otros países81.
Al igual que en otros ámbitos, como los recursos hídricos, la política económica se basa en el
control de un comité conjunto palestino-israelí que en realidad sirve para dar poder de veto a la
parte que quiere mantener el statu quo82.
Por otra parte, la independencia de la Autoridad Nacional Palestina para adoptar políticas
económicas propias está muy limitada, y lo continuaría estando incluso sin ocupación israelí, pues
es la primera economía postcolonial que se está configurando desde el inicio según los dictados de
las instituciones financieras internacionales que rigen la globalización económica. Y la
interpretación que hace el Banco Mundial del Protocolo de París es la misma que hace Benvenisti,
aunque no como crítica sino para hacerlo respetar, por lo que los programas de ayuda y la
influencia de las instituciones sobre la economía palestina se basan en su vinculación a la
economía israelí83.
El Protocolo de París estableció una unión aduanera entre Israel y la entidad palestina, que
puede conducir a la absorción de la economía más débil por la más fuerte. Aunque la unión no es
total, ya que Israel impuso medidas proteccionistas para su agricultura en los productos palestinos
más competitivos. Así, el sector agrícola palestino se enfrenta a las cuotas y al monopolio de la
comercialización que está en manos de las organizaciones israelíes84. Una vez más, la fuerza del
grupo de presión agrario israelí se hizo sentir en las negociaciones y se manifiesta en el proceso

79 Said, E.W. (noviembre 1993: 5) "Comment conjurer le risque d'une perpétuelle soumission à l'État
d'Israël". Le Monde Diplomatique.
80 "Protocol on Economic Relations Between the Government of the State of Israel and the PLO
Representing the Palestinian People", París, 29 de abril de 1994. En los acuerdos de Oslo B ("Israeli-
Palestinian Interim Agreement on the West Bank and the Gaza Strip"), de septiembre de 1995, el artículo
XXIV continuaba remitiendo al protocolo de París en referencia a las relaciones económicas.
81 Citado en Roy (agosto de 1994: 1).
82 Artículo II, "Protocol on Economic Relations between the Government of the State of Israel and
the P.L.O., Representing the Palestinian People" (Paris, 29 de abril de 1994).
83 Samara (otoño 2000: 76-77).
84 Roy, S. (agosto de 1994: 8) "Reconstruire le Proche-Orient. La prospérité ou l'affrontement". Le
Monde Diplomatique

356
comercial. Además, tanto los acuerdos de Oslo como el Protocolo de París ignoraron el problema
de la soberanía palestina sobre la tierra, impidiendo que la Autoridad Nacional Palestina pueda
planificar el desarrollo del sector agrícola, lo que significa aceptar su marginación en la estrategia
de desarrollo.
Más allá del debate teórico, parece que la única opción que le queda a la entidad palestina en
un mundo dominado por el orden económico dictado por el consenso de Washington es una
economía abierta al mercado global, y más con la acuciante necesidad de ayuda y de inversión
occidentales. Otras voces ven también en el mercado global una cierta vía para escapar al control
israelí. Así, Nabil Amari, el viceministro de planificación jordano veía en el Acuerdo de
Asociación con la Unión Europea un instrumento para escapar de la posible futura hegemonía
económica israelí85, o Munther Haddadin, ministro de Agua e Irrigación en el gobierno jordano,
creía que la apertura del mercado tecnológico internacional era una garantía contra la posible
dependencia tecnológica ante Israel86.

5.2 Paz y economía: el futuro de Oriente Medio y de Palestina

La especulación sobre cual es el futuro de la región y, más concretamente, de los palestinos


no tiene mucho sentido hasta que se pueda definir con un mínimo de claridad el final del proceso.
No obstante, sí que es necesario ver cuáles son las opciones que se plantean y que obstáculos van a
encontrar.
En un principio, parece claro que dominarán las consideraciones políticas y de seguridad,
pero cuando se deban perfilar los acuerdos y se empiecen a normalizar las relaciones entre los
distintos actores, también la economía pasará a jugar un papel importante.
El futuro político e institucional de Palestina puede situarse en un amplio abanico de más a
menos dependencia respecto a Israel o Jordania. Este es un debate que gana fuerza en los
momentos que el proceso de paz parece avanzar, y que pierde fuelle con las crisis, pero que está
aquí y que cuando se afronte el estatuto final de la entidad palestina deberá tener respuestas.
Galtung y Nakhleh presentaron unas opciones básicas: El Estado independiente formado por
Cisjordania y la Franja de Gaza, la Federación con Jordania, la Confederación con Jordania, un
Estado unitario con Israel y los Territorios Ocupados basado en el sistema cantonal87. Es de esperar
que la solución final se mueva en el marco de estas posibilidades, aunque sin que la forma deba
corresponder en su totalidad a lo que clásicamente se asocia a estos conceptos.

85 Entrevista con Nabil Amari, viceministro en el Ministerio de Planificación, negociador con la


Unión Europea del Acuerdo de Asociación y miembro de la delegación jordana en las conversaciones
multilaterales sobre economía regional (25-2-1997, Ministerio de Planificación - Amman).
86 Entrevista con Munther Haddadin (24-2-1997 en la Royal Scientific Society - Amman).
87 Galtung op.cit. (1988: 324-325), Nakhleh, E.A. (1993: 6-15) "Palestinians and Israelis: Options
for Coexistence". Journal of Palestine Studies. XXII(2).

357
Evidentemente, la economía de los Territorios Ocupados, de todos los Estados implicados e,
incluso, de Oriente Medio, se verá afectada por la solución que se adopte. Por ejemplo, habría una
gran diferencia entre una solución de tres Estados totalmente independientes, o de una
confederación a tres (muy difícil), o de un mercado común (más factible). Pero la relación entre
economía y política no es unidireccional, y los factores económicos, sin ser determinantes, pueden
tener un gran peso en el proceso de construcción de la paz.
La economía y la gestión de los recursos, incluyendo el agua, pueden ser un factor
desestabilizador, pero también facilitar las negociaciones al poderse establecer sistemas de
compensaciones en muchos de los ámbitos tratados. Finalmente, la normalización de las relaciones
económicas podría suavizar las relaciones políticas, como demuestran ejemplos positivos en otras
regiones del mundo.
La normalización de las relaciones económicas debe seguir a un primer paso político, y
deben respetar algunos principios básicos para no interferir en el proceso de paz88:
● Los beneficios económicos se deben compartir equitativamente entre las partes.
● La cooperación tiene que generar unos beneficios suficientes para estimular la participación
de todos los actores.
● Evitar crear dependencias unidireccionales en áreas vitales para una de las partes.
● Las áreas de cooperación se deben escoger entre las que pueden crear menos fricciones
entre las partes.
● Tiene que ser psicológicamente aceptable para todas las partes (por ejemplo, se deben evitar
proyectos en los que la dirección sea israelí y la mano de obra árabe).

Algunas previsiones sobre la economía de la zona con paz, como las del mismo profesor
Ben-Shahar, hablaban de crecimientos del PNB de más del 20 por ciento en 10 años, y lo
argumentaban con las siguientes razones:
● El gasto en defensa sería más bajo, liberando recursos para la inversión y el crecimiento, y
liberando también mano de obra.
● El desarrollo del comercio regional incrementaría la eficiencia económica y crearía focos
adicionales de ocupación y nuevas oportunidades de crecimiento.
● La cooperación en proyectos económicos, y particularmente en el desarrollo de las
infraestructuras de la región, también contribuiría al crecimiento.
● Todos estos factores influirían positivamente en la mejora de la educación, la preparación
profesional y la productividad.

Ben-Shahar escribía a finales de los años ochenta, y sus previsiones todavía no se han podido
comprobar, aunque algunas de ellas ya se puede ver que no serán tan evidentes. Las esperanzas que

88 Ben-Shahar (1989: 4-6) "Economic Cooperation in the Middle East: From Dream to Reality", en
Fishelson (1989) Economic Cooperation in the Middle East. Boulder: Westview Press.

358
todo el mundo colocó en el dividendo de la paz a finales de la Guerra Fría, se están revelando
bastante infundadas a principios del siglo XXI. Por otra parte, algunos autores ya mencionaban
algunos problemas de presente y de futuro, como George Corm, que decía:
"Ce tableau idyllique89 se heurte cependant aux dures réalités locales et aux
profondes mutations économiques et sociales au Proche-Orient. En fait, un nouvel
ordre économique et financier régional est en place depuis plusieurs années, dont
les méfaits ne font que s'aggraver, stérilisant les capacités de développement. Il se
caractérise toujours par une grande instabilité politique et une dépendence
financière multiforme à l'égard des Etats-Unis et des grands marchés financiers
internationaux. Cette dépendence peut être résumée en quelques chiffres éloquents.
Le déficit agrégé et cumulé de la balance des comptes courants d'Israel, de
l'Egypte, de la Syrie et de la Jordanie, entre 1970 et 1990, s'est élevé à 152,5
miliards de dollars, dont environ 69 milliards pour le seul Etat d'Israel et 46
milliards pour l'Egypte. Ce déficit colossal a été comblé grâce à des apports
exterieurs en aides, prêts et investissements de l'ordre de 160 milliards de dollars
durant la même période; 46% de ces apports sont allés à l'Etat d'Israel, soit 74
milliards de dollars, contre 50 milliards à l'Egypte, 20 milliards à la Syrie et 14
milliards à la Jordanie. Par tête d'habitant, chaque Israélien aura reçu de l'extérieur,
durant cette période, 19.437 dollars (contre 1.000 dollars pour chaque Egyptien,
2.236 pour chaque Syrien et 4.595 pour chaque Jordanien); ces chiffres expliquent
le niveau de vie anormalment élevé par rapport aux ressources du pays, puisque le
PIB d'Israel par tête d'habitant (10.000 dollars) est environ dix foix plus élevé que
celui de ses voisins. En fait, calculé par tête d'habitant, les apports extérieurs ont
été concentrés à hauteur de 71% sur les Israéliens, de 17% sur les Jordaniens, de
9% sur les Syriens, et seulement de 3% sur les Egyptiens"90.

Como se puede apreciar, las disparidades entre los distintos Estados por lo que hace a las
transferencias exteriores han tenido una clara incidencia en las diferencias de desarrollo en la
zona91. Unas diferencias que se han convertido en una gran desigualdad en el reparto de la riqueza,
y más si incluimos a los países del Consejo de Cooperación del Golfo. Esta disparidad es una
fuente permanente de inestabilidad y, por lo que hace al futuro de la zona que estamos analizando,
sólo se puede pensar en una influencia y en una dependencia unidireccional: el desarrollo industrial
y tecnológico israelí es tan superior al del resto de países que será muy difícil que se respeten los
principios que proponía Ben-Shahar. El desequilibrio es visto incluso como una amenaza para la
soberanía de los países árabes vecinos de Israel, pues la influencia de la economía israelí puede

89 Corm se refería a las perspectivas teóricas presentadas en los proyectos de cooperación económica
regional, financiados por el Fondo para la Cooperación Económica en Oriente Medio, que depende de la
Universidad de Tel Aviv y en el que participan Haim Ben-Shahar y Gideon Fishelson entre otros. Algunos
de estos proyectos se describen en el libro de Fishelson citado anteriormente.
90 Corm, G. (septembre 1993: 14) "L'aggravation des déséquilibres et des injustices économiques au
Proche-Orient". Le Monde Diplomatique.
91 Lo que nos conduce a una reflexión sobre la utilidad de la ayuda al desarrollo, discutida por voces
del consenso de Washington. Israel es seguramente el país que ha recibido más ayuda exterior para el
desarrollo y de una forma más prolongada, un programa que supera incluso al Plan Marshall en Europa, y
las cifras anteriores demuestran que no sólo ha sido útil, sino que se la puede calificar de éxito evidente. Si,
además, esta ayuda se hubiera podido destinar totalmente a la economía civil y no a la militar, y si hubiera
formado parte de un programa regional y no aislado, con toda probabilidad estaríamos hablando de un éxito
mucho mayor y general para todo Oriente Medio.

359
llegar a condicionar las economías árabes y las políticas económicas de sus gobiernos, y ningún
Estado árabe está en condiciones de competir en los sectores de mayor productividad y de mayor
valor añadido, por lo que si los gobiernos abren sus fronteras a los productos israelíes sitúan a sus
productores en la indefensión y aceptan un lugar secundario para sus economías en la cadena
productiva92.
Otro aspecto ya apuntado y que tampoco es probable que se ajuste a las previsiones
optimistas es la reducción del gasto en defensa. En primer lugar, cabe recordar que en Oriente
Medio no encontramos sólo el conflicto árabe-israelí, lo que complica las cuestiones de seguridad
ya que una opción de defensa en una dirección no puede ser desestimada por los otros actores no
implicados directamente, provocando una escalada alimentada por el dilema de la seguridad. Por
esta razón, un proceso de paz no tiene porque conducir a un proceso de reducción de armamento,
incluso puede tener el efecto contrario si no va acompañado de medidas de creación de confianza y
de construcción de la paz. Una vez más, nos encontramos con la necesidad de negociaciones
globales para tener resultados positivos a largo plazo, con todas las situaciones conflictivas encima
de la mesa. Y, también una vez más, nos movemos en un proceso que va en la dirección contraria.
Otro problema es los regímenes de la mayoría de Estados de la región, poco legitimados y
con una fuerte contestación interior. En muchos, por no decir todos incluido Israel, el ejército y el
complejo militar-industrial tienen un papel importante, si no preponderante, dentro del sistema
político. Esto dificulta claramente la reducción de los presupuestos de defensa, alimentando la
percepción de amenaza en los vecinos y el dilema de la seguridad.
Finalmente, encontramos el papel de Israel y su doctrina de seguridad. Desde su proceso
fundacional, Israel ha basado su seguridad en la superioridad y en la preponderancia regional que le
da capacidad de uso primero de la fuerza militar y, a partir de la paz con Egipto, de disuasión de
respuestas militares a esta primera agresión. Mientras no haya un cambio de estrategia en Israel el
dilema de la seguridad y la escalada militar son inevitables. Sólo un proceso de pacificación que
fuera más allá de unos meros acuerdos de fin de la guerra, y entrara en medidas de creación de
confianza y en una construcción verdadera de la paz, podría romper la dinámica militar y el dilema
de la seguridad. Sin embargo, esto no es de prever en la inmediatez y, aunque se diera, necesitaría
tiempo y generaciones.

92 Según la impresión personal del autor por comentarios con participantes tras los hechos, las
protestas en Amman contra la participación israelí en una feria industrial en 1977, tenía tanto de oposición
a Israel por la situación en los Territorios Ocupados, como de rechazo a la intrusión económica israelí en el
mercado jordano y la competencia que suponía con los productores autóctonos. La preocupacion por que la
dependencia con Israel supusiera ceder en la paz lo que no se había cedido en la guerra estaba muy presente
también en todos los ponentes que, unos años antes, participaron en el encuentro The Arab World
preparing for the 21st Century (Amman, 25-7-1994). Paradójicamente, era un general el que hablaba en
sentido contrario: Mohammed Shiab, jefe de la delegación jordana que negoció la cesta de seguridad con
Israel, manifestaba que los que mencionaban la amenaza económica eran los enemigos de la paz, y que las
únicas amenazas a la seguridad jordana venían del conflicto en israelo-palestino y del interior, con el paro,
la pobreza, etc. (Entrevista con el general Mohammad Shiab (19-2-1997) en la Royal Scientific Society de
Amman).

360
El desarrollo de la zona, según las previsiones más optimistas, deberá basarse en buena parte
en la afluencia de capital exterior, principalmente en forma de inversión, pues la ayuda no está en
el orden del día de la agenda económica internacional y ni tan siquiera Israel puede continuar
confiando su futuro a esta base.
Sin embargo, también la dirección de la inversión se está cuestionando. Por una parte, la
capacidad de atracción del capital es dudosa, pues la competencia en un mercado global también es
global y existen regiones tanto o más preparadas que Oriente Medio y mejor situadas con relación
al capital, como el centro y este europeo, la propia Rusia, o Asia y el Pacífico. Por otra parte, la
atracción del capital de los países del Consejo de Cooperación del Golfo, tampoco parece que
resulte un camino fiable, pues la inversión desde el Golfo debería llegar más por solidaridad que
por rentabilidad y, por ahora, éste no ha sido un criterio para grandes movimientos inversores. La
tendencia hasta el presente ha sido la de invertir en Occidente o en el propio país y en sectores
relacionados con la energía, y no parece que los precios bajos y fluctuantes del petróleo permitan
cambiar estos criterios inversores hacia aventuras más arriesgadas.
Además, ya hay una fuerte competencia entre todos los países de la región para convertirse
en el centro del desarrollo y el polo de las inversiones. Tanto desde Líbano como desde Jordania se
está haciendo un seguimiento atento de las negociaciones para ver hacia donde desembocan en los
aspectos políticos y también en los económicos. Desde el inicio del proceso de negociaciones, se
teme que la ayuda internacional y el capital palestino, que se quedaban en buena parte en Amman,
se desvíen hacia una Palestina en paz93. En Líbano y en Jordania se intenta seguir un modelo muy
parecido al que se propone para Palestina lo que supone la búsqueda del mismo capital y una
competencia dura. Algunos cálculos del beneficio a corto plazo para Israel, Egipto, Jordania y
Líbano por la apertura de mercados, mencionaban a mediados de los años noventa la cifra de más
de mil millones de dólares, pero el máximo beneficiario y el receptor de la mayor inversión a
medio y largo plazo será Israel, pues centralizará el crecimiento del sector industrial avanzado y de
nuevas tecnologías94.
A todas estas razones, se le debe añadir que el modelo de desarrollo que se proponga para
Palestina será también un producto de la evolución de las negociaciones políticas entre los distintos
Estados y actores, incluidas las presiones interiores que recibirán el gobierno israelí y la Autoridad
Nacional Palestina. En Israel, dada la fuerza de los grupos de presión económicos y sociales, el
proceso de paz deberá respetar sus intereses, lo que limitará la capacidad de negociación y de
cooperación. La posición de la Autoridad Nacional Palestina, dada su debilidad ante la parte israelí
y ante su propia opinión pública, es todavía más difícil en la negociación, y su capacidad de
maniobra limitada.

93The Guardian (12-11-1993: 13) "Peace deals puts rapid growth in the balance".
94 Ribhi Abulhaj, antiguo director de la División de Industria de la ESCWA/UNIDO, en la
Conferencia "Emerging Economic and Trade Alliances and Their Relevance to Arab Economic
Development" (Amman, 25-7-1994), dentro del ciclo The Arab World preparing for the 21st Century (no
publicada).

361
Como podemos ver, el futuro de la agricultura y, por lo tanto, del setenta por ciento del
consumo de agua, dependerá también de los modelos de desarrollo que adopten los distintos
actores, ya sea unilateralmente o de forma negociada.

5.3 ¿Una economía sin agricultura?

La agricultura es la gran consumidora de agua, la gran preocupación de todas las regiones del
mundo con problemas de carestía de recursos hídricos. La relación de la agricultura con el agua a
nivel de gestión es un problema que enfrenta dos seguridades buscadas por muchos Estados,
principalmente en los países en vías de desarrollo: La seguridad alimentaria y la seguridad en el
suministro de agua, que en zonas con carestía de recursos hídricos son excluyentes.
Las prioridades para la seguridad hidrológica son la autosuficiencia en agua de calidad
adecuada para la salud y para el uso urbano, las reservas subterráneas para casos de emergencia y
sistemas alternativos de suministro95. El agua de regadío no es una prioridad en situaciones de
carestía.
El coste también es un problema importante en relación con la agricultura. El coste del agua
crece con la carestía y cada vez es más caro mantener un sistema de precios que subvencione el
consumo agrario, y más si es necesario recorrer a soluciones alternativas tecnológicas o de
importación. En las zonas con carestía aparece una ecuación inevitable: la eficiencia económica de
la agricultura disminuye a medida que crece la población y sus necesidades. En términos de
producción esta ecuación ya es evidente en la región. El valor añadido típico de la agricultura de
regadío en la zona es de entre 0,15$ y 0,30$ por metro cúbico de agua, mientras que el valor
añadido en la industria puede ser de hasta 30$ y 50$ por metro cúbico96.
Hasta el momento, sólo en situaciones extremas se ha enfocado el problema de la agricultura
y la carestía de agua hacia la disminución del caudal total consumido. Normalmente las políticas
buscan un incremento de la productividad por unidad de agua, para justificar el consumo de los
caudales históricos o incluso para aumentarlos. Ya vimos los obstáculos que se deberán afrontar
para reducir el regadío, incluso en términos de seguridad cuando se liga con la autosuficiencia
alimentaria. No obstante, las crecientes necesidades mínimas de recursos hídricos para la población
impondrán este cambio.
La importación de alimentos ha sido vista por algunos autores como una solución a la
carestía, ya que es una forma de importación de agua, lo que Tony Allan llama "agua virtual"97.

95 Savage, C. (1991: 3) "Middle East Water". Asian Affairs. XXII(1.


96 Diwan y Shaban (sin fecha: 23).
97 Allan, J. A. (mayo 1995). "The political economy of water: reasons for optimism but long term
caution", en J. A. Allan & J. H. O. Court (eds.), Water in the Jordan catchment countries: a critical
evaluation of the role of water and environment in evolving relations in the region London: SOAS Water
Issues Group, SOAS Centres of Middle Eastern and of African Studies and the Department of Geography;

362
Esta perspectiva enlaza con una visión optimista ante las carestías hídricas, ya que, si bien en
términos regionales está cada vez más claro que algunas zonas de Oriente Medio ya son deficitarias
en agua para producción de alimentos, en términos mundiales la agricultura de secano y de regadío
en regiones excedentarias es suficiente para alimentar toda la población. Aunque se debe recordar
que esto será posible mientras el agua en las regiones de secano se continúe considerando como un
bien no económico y manteniendo costes bajos para el agua de regadío en zonas con excedentes98.
La substitución de la agricultura autóctona por la importación de alimentos se basa en la
racionalidad económica y ve en ella la solución pacífica para el conflicto. De hecho, según Allan,
la carestía de recursos hídricos todavía no ha sido un problema en Oriente Medio gracias a los
mecanismos económicos que lo han evitado. Este autor nos recuerda que entra más agua en Egipto
a través de las importaciones de grano que la que el sector agrícola extrae del Nilo y que es más
eficiente económicamente importar "agua virtual" y dedicar los recursos hídricos a los sectores más
productivos por unidad de agua.
Esta perspectiva economicista obliga a adoptar un punto de vista que va más allá de la
cuenca en el momento de afrontar el problema de la carestía, pues la solución puede estar muy
lejos. La apertura de los mercados y la política en esta dirección que está adoptando la
Organización Mundial del Comercio pueden ser más importantes que la explotación de nuevas
fuentes. Es necesario que tanto la población como los científicos tomen conciencia de que forman
parte de un sistema hídrico global, aunque esto pueda ser muy difícil para aquellos que están
batallando contra los déficits hídricos o en una negociación por nuevas cuotas99.
Sin embargo, el optimismo que puede suscitar el "agua virtual" debe ser atemperado por
otros factores que influyen en las políticas y que no permiten que los mecanismos económicos
actúen con el mecanicismo que sería deseable. El propio Allan nos recuerda que los cambios
económicos, sociales, políticos y en la percepción del valor del agua que exige la substitución de la
producción alimentaria por la importación pueden ser difíciles y necesitar largos periodos de

Allan, T. (September 1997). "'Virtual water': a long term solution for water short Middle Eastern
economies?", en Water and Development British Association Festival of Science. University of Leeds.
98 Actualmente, más del 60 por ciento de la producción agrícola mundial es de secano, esto significa
que depende exclusivamente de lo que se conoce como "agua verde", la que se aprovecha o se evapora
antes de que se concentre en aguas superficiales o subterráneas, antes de que se convierta en "agua azul".
En zonas semiáridas o áridas, donde la pluviosidad no es suficiente o no es regular y fiable, el
aprovechamiento del "agua azul" mediante el regadío sirve para dar seguridad a los campesinos en la
cosecha, para poder invertir y para cultivar variedades de mayor rendimiento. De todas formas, la
capacidad de producción no depende solamente del agua, es más, otras variables pueden ser tanto o más
influyentes. Además de las condiciones climáticas, las infraestructuras, la tecnificación, el acceso a los
mercados, los productos, o la capacidad de inversión pueden marcar la diferencia de eficacia entre una u
otra agricultura. Así, por ejemplo, un trabajador agrícola bien equipado y eficaz puede producir hasta
10.000 quintales (un quintal equivale a 50 kg) de trigo anuales, mientras que un campesino manual en
malas condiciones de trabajo produce 10 quintales. Una productividad mil veces inferior (Klohn y
Appelgren (abril 1999: 106-107)).
99 Allan, T. (1999: 5-6) ). "Israel and water in the framework of the Arab-Israeli conflict". SOAS
Water Issues Group Occasional Paper. (15).

363
tiempo, y llega a sugerir una transición de al menos treinta años. Por otra parte, la tendencia en el
mercado mundial que favorece la importación de alimentos a un coste bajo puede variar, ya sea por
un aumento de la demanda, por cambios en las condiciones del mercado o en la oferta100.
Existen también otras constricciones, tanto económicas como sociales y políticas, que Allan
no tiene en cuenta. Como hemos visto, la seguridad alimentaria continúa estando muy presente en
las agendas de los gobiernos. Por otra parte, la agricultura tiene muchas otras funciones en una
sociedad, más allá de la de suministrar alimentos, que le dan un valor social al agua de regadío
difícil de cuantificar económicamente. En algunas ocasiones, la agricultura puede ser incluso un
instrumento en términos de seguridad y defensa al que los gobiernos no renunciarán. Finalmente,
desmantelar el sector agrario puede suponer un obstáculo insalvable para economías en vías de
desarrollo.
La ordenación territorial de la futura entidad palestina, sea cual sea su forma, necesitará de la
agricultura para no caer en una concentración masiva en los núcleos urbanos. Tanto la población de
los campos de refugiados del interior de los Territorios Ocupados como los posibles inmigrantes de
los campos de refugiados del exterior necesitarán asentamientos viables y dignos. Se deberá luchar
contra el peligro de crear nuevos campos-suburbios con grandes concentraciones de población en
condiciones de pobreza. En un primer momento, la principal ayuda para evitarlo, para asentar la
población sobre el territorio y para crear polos de desarrollo extensivo, tendrá que llegar de la
agricultura. La alternativa a medio y largo plazo son las zonas de nueva industrialización, que
necesitarán unas condiciones de estabilidad política y de atracción de la inversión que no se darán
en un futuro inmediato.
La ocupación física del territorio a través de la agricultura también ha tenido un importante
valor político y defensivo en la región, sobre todo en Israel. Tel Aviv tiene la superioridad militar
suficiente como para no precisar de las colonias agrarias para su defensa, pero el control del
territorio está ganando todo su valor en términos políticos e, incluso, jurídicos. La consolidación de
la futura entidad palestina, como la de Israel en su momento, estará ligada muy directamente a la
ocupación real del territorio. Como ya hemos visto, la política israelí de ocupación tiene, entre
otros objetivos, crear los hechos consumados que obstaculicen la vuelta atrás y la descolonización
de los Territorios Ocupados. Las negociaciones y el proceso que se abrirá una vez terminadas éstas
conducirán muy probablemente a un largo periodo de reclamaciones sobre la propiedad y los
derechos sobre el suelo. Esto ocurrirá en los Territorios Ocupados y también en el interior de Israel
si se llega a discutir el derecho al retorno de los refugiados palestinos y las indemnizaciones por las
propiedades perdidas. La destrucción israelí de los archivos de la Administración palestina se debe
entender también como un intento de impedir posibles reclamaciones. En este sentido, la capacidad
de asentamiento físico sobre el territorio será un instrumento para adquirir y defender derechos
sobre el suelo y los recursos, y la agricultura, como lo fue para Israel, será una de las bazas más
importantes para ello.

100 Allan op.cit. (1995: 42), op.cit. (1999: 9).

364
Incluso en un sentido defensivo la agricultura y la implantación territorial serán importantes
para los palestinos. La entidad palestina tendrá pocas armas para hacer frente a la indefensión ante
Israel, que quedará fijada por tratado en el estatuto final. El peligro de la reocupación tras la
retirada y de la recolonización estará presente hasta que se haya construido la paz, e incluso más
allá, pues serán necesarias varias generaciones para generar la confianza y el olvido que permitan
dejar de ver la vecindad de Israel como un problema de seguridad. Una vez más, el asentamiento
de la población en las zonas ahora expropiadas u ocupadas por los colonos y el ejército israelí será
una necesidad defensiva y disuasora de nuevas tentaciones expansionistas en Tel Aviv, que
obligarían a nuevas expulsiones y a provocar nuevos desplazamientos de población, difícilmente
aceptables por la comunidad internacional tras el proceso negociado.
Reducir el sector agrícola implica un cambio en la estructura económica que no se puede
hacer a corto plazo sin pagar un coste muy alto por los programas de ajuste. Aun así, e incluso
sabiendo que las necesidades mínimas de agua obligarán a hacerlo antes del 2020, los palestinos no
se pueden plantear el futuro económico si no es con un crecimiento de la agricultura a corto plazo.
Por su parte, los jordanos continúan con planes expansivos en el regadío a pesar de que más del 60
por ciento de la mano de obra agraria es extranjera101. El aplazamiento de la elección entre la
seguridad alimentaria y la seguridad hídrica se convierte en un factor de inestabilidad futura, ya
que cuanto mayor sea el precio del agua más duro será el conflicto, y cuanto más corto sea el plazo
para el cambio estructural más costoso y desestabilizador será.
Vemos que se enfrentan dos realidades contradictorias. El desarrollo económico a corto y
medio plazo de Palestina y Jordania no permite pensar en reducciones drásticas en el sector
agrícola, pero las necesidades mínimas de agua obligarán a ello. La cooperación entre los países de
la cuenca en el ámbito económico y de gestión de los recursos permitiría facilitar la transición de
un modelo económico a otro. Israel, que está más preparada económicamente para reducir el peso
de su sector agrario, debería liberar el agua que dedica a la agricultura y permitir que los palestinos
la utilizaran durante un período transicional para regar mientras desarrollan sectores alternativos en
su economía. Esto se podría hacer sobre la base del reconocimiento de los derechos palestinos a
mayores cuotas sobre el agua de los acuíferos de Cisjordania y del río Jordán, con lo que la
percepción de injusticia en la distribución disminuiría y el agua se convertiría en un instrumento de
creación de confianza, como en la negociación de la paz entre Israel y Jordania. Sin embargo, una
vez más, la realidad parece ir en la dirección contraria, pues en los acuerdos de 1995 los israelíes
impusieron sus cuotas y la política seguida en los Territorios Ocupados continúa siendo de fuertes
limitaciones en la agricultura.

101 Salameh (entrevista (25-3-1997, Universidad Jordana de Amman)). Según el profesor Elias
Salameh el peso del grupo de presión agrario en la política jordana se manifestaba en esta reluctancia a reducir
el peso del regadío en la economía y a aumentar el precio del agua para el uso agrícola. Muchos grandes
propietarios agrícolas forman parte de las elites políticas del país, lo que se manifiesta incluso en la
explotación para regadío de los acuíferos fósiles de Disi, una reserva no renovable que, en opinión de
Salameh, no debería ser explotada por compañías que usan mano de obra extranjera.

365
Podemos ver, pues, que la reducción del peso del regadío en las economías de la cuenca para
hacer frente a la carestía es un paso inevitable, pero extremadamente difícil para los palestinos.
También hemos visto que para darlo sería de mucha ayuda una gestión integrada y global de los
recursos hídricos, teniendo en cuenta las necesidades de toda la población de la zona y priorizando
los usos del agua en función de ellas, pero que esto se presenta como extremadamente difícil en la
actualidad. La transición hacia los nuevos usos del agua sería mucho más fácil y más aceptable
para la población si se diera en un marco de cooperación centralizada, pero la dirección que están
tomando las conversaciones lleva a pensar que el futuro se dirigirá hacia el control israelí de
algunas fuentes y la distribución negociada de otras con desarrollo unilateral por los distintos
actores.

366
A MODO DE CONCLUSIÓN DE LA SEGUNDA PARTE

SEGURIDAD Y CARESTÍA DE RECURSOS HÍDRICOS EN LAS CUENCAS DE


PALESTINA

La carestía de recursos hídricos en las cuencas de la Palestina histórica ha repercutido de


forma distinta en las sociedades israelí, palestina y jordana, igual que el conflicto que se generó por
el control del agua en dicha región. Nuestra intención es ver en que ocasiones la gestión del
conflicto provocado por la carestía se ha asociado a la violencia y en que otras a la negociación o a
la cooperación. Para ello distinguiremos cuando se ha tratado el problema desde una perspectiva de
seguridad nacional, en un sentido clásico, o cuando se ha tratado como una amenaza al bienestar de
las personas.

1. Seguridad y conflicto por el agua

La partición de Palestina en 1948, el desvío israelí de agua del río Jordán hacia el Negev en
1964 y las conquistas israelíes de junio de 1967 fueron tres momentos en los que la conexión entre
la disputa por los recursos hídricos y la seguridad nacional fue evidente. La huida de más de
400.000 refugiados palestinos a territorio jordano y la creciente gravedad de la carestía para los
jordanos y los palestinos, fueron y todavía son situaciones de amenaza grave para el bienestar de la
población. Y las reacciones de los actores cuando los conflictos por el agua amenazaron la
seguridad nacional y cuando amenazaron el bienestar de la población han sido distintas.
El agua jugó un papel importante en el debate que precedió a la partición y durante el
proceso de división de Palestina. Estuvo ligada al futuro político de la región y al control del
territorio. En este sentido, podemos afirmar que, en 1948, el conflicto por los recursos hídricos
estaba directamente vinculado a la seguridad nacional, pues a pesar de no constituir una amenaza
directa de muerte violenta, sí era una amenaza tanto para la propiedad como para la independencia
política de los actores enfrentados.
Para los sionistas el agua era un factor básico en la construcción del Estado, por lo que la
lucha por su propiedad formaba parte del objetivo esencial, la razón de ser del sionismo. La
apropiación del agua era un paso paralelo a la apropiación del suelo que debía permitir la
independencia política. Así, los primeros proyectos de creación de un Estado judío en Palestina ya
plantearon de forma inseparable los objetivos territoriales, políticos e hídricos. La agricultura y la
“judaización” del territorio en el que se debía asentar el Estado iban juntas, y la una y la otra
necesitaban la propiedad del agua y de la tierra.
La guerra de 1947-1948 no fue una guerra por el agua, sino por la tierra y por el futuro
político de la región. Sin embargo, el control de las fuentes estuvo ligado desde el inicio a

367
la propiedad del territorio y a la independencia política de unos y otros. Para los palestinos, la
amenaza sionista era literalmente una amenaza sobre la propiedad del suelo y sus recursos, y
también sobre la posibilidad de emancipación política por la que habían luchado hasta la
extenuación en los años treinta. La inmigración de los judíos europeos a Palestina, con la voluntad
evidente de colonizar el territorio, era un peligro que se extendía a los recursos hídricos. Las
concesiones británicas a las compañías ligadas al sionismo, la compra de suelo y expulsión de los
jornaleros árabes, y las conquistas de 1947-1948 eran ataques directos a la propiedad palestina y a
su liberación política.
La lucha por los recursos hídricos en este período fue claramente entre actores políticos
armados que, aunque no todos fueran Estados, se percibían mutuamente como amenazas
exteriores. Estamos pues, desde el inicio, ante un conflicto que tiene todas las características de un
conflicto internacional.
Tras la partición de Palestina, el problema del agua se hizo todavía más evidente. Tanto
Israel como Jordania tenían que hacer frente al crecimiento demográfico provocado por la
avalancha de inmigrantes y de refugiados, por lo que el agua ganó peso en la dimensión económica
y de bienestar de la población, sin por ello perder peso en la dimensión política y de seguridad.
Esto se plasmó con toda crudeza en el proyecto del Acueducto Nacional.
La dimensión política del desvío israelí de agua del Jordán hacia la costa mediterránea y el
desierto del Negev estaba clara para todas las partes y, en el caso de Israel y Jordania, se le añadían
las necesidades económicas y de subsistencia de la población. Para el gobierno israelí la
colonización del territorio conquistado, la atracción de los judíos de la diáspora, la seguridad del
Estado y la alimentación pasaban por facilitar el cultivo intensivo de nuevas zonas en la costa y en
el Negev, lo que sólo se podía hacer mediante la transferencia de grandes volúmenes de agua de la
cuenca del Jordán hacia aquellas regiones. Para Jordania, el proyecto israelí amenazaba
directamente el desarrollo del Valle del Jordán y el asentamiento de un gran número de refugiados
palestinos. Para todos los árabes, la consolidación de Israel y de su capacidad defensiva, y la
atracción de nuevas oleadas de inmigrantes judíos a la Palestina histórica, significaban que cada
vez sería más difícil recuperar lo perdido en la Catástrofe de 1948.
Nuevamente, la forma de unos y otros de afrontar el conflicto fue desde la política de
poder1. Primero para influir en Naciones Unidas y en Washington, más tarde desde el poder
militar. La importancia del proyecto para el gobierno israelí, y sus dimensiones políticas y de
seguridad, se pusieron de manifiesto en el hecho de que los ministerios de Exteriores, Defensa,
Agricultura y Finanzas participaban en el comité que lo llevaba a cabo, y Ben Gurion lo seguía con

1 Aquí seguimos el concepto de Morgenthau cuando se refiere “al fenómeno básico de la relación
que constituye el poder, los medios y la movilización de los mismos que permiten hablar del poder nacional
en el sentido de potencia y, finalmente, los efectos derivados de tal poder, no equivalentes al uso de la
fuerza, que originan un fenómeno de dominación” (según el comentario de Esther BARBË en “Estudio
preliminar”, en MORGENTHAU, Hans J. Escritos sobre política internacional, Madrid, Tecnos, 1990, p.
XL).

368
un interés especial. El secreto rodeó las obras hasta 1959, cuando ya estaban tan avanzadas que no
se podían esconder. La Liga Arabe reaccionó planeando el desvío de las aguas de los afluentes
superiores del río Jordán y cuando el Acueducto entró en funcionamiento, en 1964, convocó la
primera cumbre de reyes y jefes de Estado de su historia. La respuesta israelí a la amenaza del
desvío fue militar, con el bombardeo de las obras del desvío y repetidas amenazas, a lo que los
gobiernos árabes no pudieron responder más allá de la retórica, poniéndose de manifiesto una vez
más la debilidad y la división árabe ante Israel.
Las conquistas israelíes de 1967 no tuvieron como objetivo central los recursos hídricos,
pero éstos sí fueron un factor que el gobierno de Tel Aviv tuvo en cuenta en el momento de dibujar
el mapa de ocupación territorial. La tensión alrededor del Acueducto Nacional y el desvío de los
afluentes superiores del Jordán puso de manifiesto la importancia que tenía el suministro de agua
para Israel, y la conquista de las fuentes permitía alejar la amenaza de que se pudiera cortar el
abastecimiento. Con la conquista de los Altos del Golán, Israel pasó a controlar y consumir toda el
agua de la cuenca superior del Jordán. El ejército de Israel impidió la explotación árabe de los
afluentes del Jordán, incluso en el sur de Líbano, para que así el agua fluyera hasta el lago
Tiberiades y, desde ahí, pudiera ser desviada por el Acueducto Nacional2.
La conquista israelí de los acuíferos de Cisjordania y la Franja de Gaza supuso la pérdida
palestina del control sobre el agua necesaria para su desarrollo. Además, la colonización judía del
territorio usó el agua para asentarse, tanto facilitando el uso doméstico de los colonos como
regando el suelo confiscado a los palestinos, con lo que los recursos hídricos adquirieron muchas
de las características del período de la partición de Palestina: los palestinos veían como los israelíes
amenazaban su futuro político independiente y sus propiedades, y el agua era uno de sus
principales instrumentos. La expansión israelí, con la conquista militar, con la colonización, con
las confiscaciones, y con los castigos y obstáculos al desarrollo que colocaban a la población de los
territorios ocupados en una situación de provisionalidad, significaba entrar nuevamente en un
juego de suma cero absolutamente crítico para los palestinos.
La política israelí de congelación del consumo palestino en Cisjordania y de control
absoluto de los recursos hídricos se inició en el mismo junio de 1967 y se mantiene en la
actualidad, incluso después de los acuerdos de 1995. La colonización judía de Cisjordania y de la
Franja de Gaza, y el uso del agua para mantener este proceso colonial también es una realidad que
se mantiene viva. El control del agua, además de ser una fuente de suministro para Israel y para los
colonos judíos, también sirve para mantener vivas sus aspiraciones a anexionarse toda la Palestina
histórica, al impedir la creación de un Estado palestino en los territorios ocupados y el retorno de
los refugiados.

2 Este control del consumo se afianzó durante los años de la ocupación del sur de Líbano y aún
perdura en la actualidad. En octubre de 2002 Líbano inauguró una estación de bombeo en el río Wazzani,
afluente del Jordán, para suministrar agua a una veintena de aldeas. Entonces, Israel amenazó con una
operación militar si extraía agua del río (EFE, “Regresa el mediador EEUU en conflicto hídrico entre Israel
y Líbano”, Washington, 4 de noviembre de 2002).

369
Las órdenes del ejército israelí sobre los recursos hídricos, desde el mismo primer momento
de la ocupación, muestran que el objetivo del agua estaba presente en las decisiones de la
conquista. La información sobre los acuíferos y su explotación se rodeó de secretismo y se impidió
su acceso a los palestinos. Sólo tras los acuerdos de 1995 se abrió una puerta a la administración de
la Autoridad Nacional Palestina para obtener información sobre los recursos hídricos, aunque
parcial pues no abarca las zonas confiscadas. Además, los repetidos bloqueos, castigos y controles
israelíes dificultan la actividad de la administración y de los investigadores incluso en las zonas
teóricamente bajo la autoridad palestina, al igual que ocurre con los restantes ámbitos de la vida
cotidiana en los territorios ocupados.
Israelíes, colonos y palestinos se enfrentan al conflicto por los acuíferos como un juego de
suma cero, en el que el consumo de unos significa reducir el consumo de los otros. Las primeras
órdenes de las autoridades militares de ocupación en Cisjordania ya reflejaron esta perspectiva. A
medida que aumentó la explotación de los recursos y se agravó la carestía los recursos llegaron a su
límite sostenible, con lo que ya no fue suficiente congelar el suministro a los palestinos, éste tuvo
que disminuir para dar respuesta a las demandas israelíes y coloniales. La crisis se presenta, pues,
con toda su gravedad y urgencia, tanto por razones de consumo como políticas.

2. Bienestar y conflicto por el agua

En el otro ámbito, el referido al bienestar de la población, la primera gran amenaza al


bienestar debida a la carestía de recursos hídricos la podemos situar en los problemas jordanos para
dar respuesta a las necesidades de los refugiados palestinos de 1948. Alrededor de 800.000
palestinos fueron expulsados de sus casas y tierras por el ejército israelí o huyeron de la violencia.
Más de 400.000 se refugiaron en el territorio que poco más tarde conformaría el Reino Hachemí de
Jordania. La mayoría de ellos eran campesinos y jornaleros, de forma que la agricultura era la
respuesta más eficiente a las necesidades de ocupación laboral, alimentación, desarrollo económico
y asentamiento. Los proyectos del gobierno jordano, con la colaboración de británicos,
estadounidenses e instituciones internacionales de cooperación, se centraron en el desarrollo del
Valle del Jordán mediante el regadío con agua del Yarmuk. En este plan también debía participar
Siria al ser corribereña, por lo que se negoció un tratado bilateral de aprovechamiento del río
Yarmuk.
La intervención de la Administración estadounidense, con la mediación de Eric Johnston,
condujo a una negociación global en la cuenca del Jordán, que fracasó debido a la dimensión
política y de seguridad del conflicto. Sin embargo, Jordania, la más perjudicada por el Acueducto
Nacional y conocedora de que la capacidad árabe para obstaculizar su construcción era limitada,
siguió paralelamente el camino de la negociación secreta con Israel para poder hacer frente a la
urgencia de sus propias necesidades. El establecimiento de un régimen jordano-israelí sobre el uso
del agua del Jordán, basado implícitamente en la negociación Johnston, nos permite

370
apreciar que el gobierno de Amman necesitó entrar en un cierto nivel de convivencia con Israel
para afrontar la amenaza al bienestar de la población.
Posteriormente, la conquista israelí de la cuenca superior del Jordán, en junio de 1967, no
modificó la política de Amman, que aceptó el statu quo impuesto por el poder de Israel. La
debilidad y la creciente carestía de agua ya habían conducido a Jordania a renunciar a su cuota del
río Jordán y a buscar garantías de Israel de que permitiría la explotación del Yarmuk y de los
afluentes de la cuenca inferior. La inestabilidad política interior y el temor al enfrentamiento
militar con Israel marginaron a Jordania en el sistema árabe-israelí y llevaron a una mejora de las
relaciones entre Tel Aviv y Amman. Tras la renuncia a Cisjordania y a Jerusalén este, sólo las
constricciones domésticas y sistémicas árabes impidieron a la monarquía hachemí firmar la
deseada paz con Israel. En 1993, la firma de los acuerdos de Oslo entre Israel y la OLP levantó las
últimas constricciones y, un año más tarde, Jordania e Israel negociaron el tratado de paz en el que
se ponían de manifiesto todas las renuncias jordanas3. La aceptación del statu quo también se
reflejó en el marco de los recursos hídricos, con lo que la conflictividad se redujo a niveles de baja
incompatibilidad en los objetivos israelíes y jordanos, y perdió la carga política y de seguridad que
había tenido.

3 Sobre la relación de Jordania con Israel y con el sistema árabe ver: IZQUIERDO, F., “Jordania en
el conflicto árabe-israelí”, Nación Árabe, núm. 39, 1999.

371
CONCLUSIONES

La carestía de agua no provocará la próxima guerra en la región de Palestina. Esta


investigación se planteó como un intento de responder a la pregunta sobre la posibilidad de que el
conflicto por los recursos hídricos en la región de Palestina condujera a situaciones de violencia. El
estudio realizado nos permite dar una respuesta a la pregunta inicial: en nuestra opinión es muy
improbable que la región de Palestina estalle en una nueva guerra a causa de la carestía de agua.
Como comentaremos, sólo podemos pensar en un enfrentamiento armado a causa de los recursos
hídricos en el escenario de una solución del conflicto político impuesta a los palestinos, con una
retirada parcial israelí a unas líneas decididas en Tel Aviv y Washington, con permanencia de las
colonias y su anexión a Israel, con control absoluto israelí de los acuíferos de Cisjordania y Gaza, y
sin ayuda internacional para paliar los efectos de la carestía de agua sobre la población palestina. A
continuación, queremos resaltar algunas de las ideas que apoyan nuestra afirmación.

A. Las disputas por los recursos hídricos han evolucionado de forma que, en la
actualidad, sólo se puede considerar propiamente como un conflicto por el agua el referido a
los acuíferos occidental y septentrional de Cisjordania.

Como hemos visto, el acuerdo entre Israel y Jordania zanjó la disputa por el agua del Jordán
entre estos dos países. Continúan siendo aguas disputadas las del Golán, la vertiente occidental del
Valle del Jordán y los acuíferos de Gaza y oriental de Cisjordania. Sin embargo, en estos casos, la
disputa por el agua no se puede separar de la disputa política, ya que forma parte de ella como un
elemento más del territorio. El conflicto por estos recursos desaparecerá con la solución del
conflicto territorial, ya sea porque dejarán de ser recursos compartidos, ya sea porque en la
negociación política también se resolverá el futuro de esta agua.
De todos los conflictos por los recursos hídricos en las cuencas de la Palestina histórica, tan
sólo permanece abierto, y con una dimensión hidrológica independiente, el conflicto por los
acuíferos occidental y septentrional de Cisjordania. Israel continúa teniendo unos objetivos
hidrológicos claros sobre estas aguas que son independientes de las aspiraciones sobre el territorio
de Cisjordania e incompatibles con los objetivos de los palestinos. No obstante, el hecho de que este
conflicto se mantenga abierto no significa que deba conducir a situaciones de violencia.

B. El agua sólo provoca actitudes violentas ante el conflicto cuando tiene una función
vital para la consecución del proyecto político.

Una constante a lo largo de nuestro análisis es la diferencia en la gestión del conflicto cuando
éste afecta a factores políticos, además de a factores medioambientales y al bienestar de

373
las personas. El agua se ha convertido en causa de políticas violentas, por parte de uno o varios de
los actores, cuando estaba en juego la supervivencia política. Sólo en estas ocasiones, la parte
afectada se ha decidido a intentar modificar el equilibrio de poder para adecuarlo a sus objetivos.
Cuando la carestía o el conflicto por el agua amenazan el bienestar de las personas, las políticas
llevadas a cabo se centran principalmente en las alternativas al suministro y en la negociación para
garantizar una cuota del caudal compartido. En la actualidad, sólo el proyecto político palestino de
construcción de un Estado depende del acceso a los recursos hídricos. El regreso de los refugiados a
Palestina se verá limitado por los recursos hídricos, y la consolidación de la presencia palestina en
los territorios que se recuperen tras la retirada israelí, para evitar nuevas amenazas militares o
jurídicas desde Israel con la intención de volver a colonizarlos, dependerá en parte del regadío y del
suministro de agua a la población palestina que se establezca en estas áreas.
La necesidad palestina del agua de los acuíferos, junto con la funcionalidad política de la
misma, nos remiten al inicio de la disputa por los recursos hídricos de las cuencas de la Palestina
histórica, cuando los sionistas la afrontaron desde una perspectiva de poder y con políticas incluso
militares. La dependencia de estos recursos para la construcción y consolidación del Estado, de
Israel en su momento y de Palestina en el futuro, parece ser una variable clave para que un actor
decida usar la violencia para conseguir sus objetivos. Sin embargo, no es suficiente. La posición de
cada uno de los actores en el equilibrio de poder del sistema tiene un peso mayor, incluso
determinante, para marcar los objetivos de las partes en conflicto y la políticas para conseguirlos.

C. El equilibrio de poder define los objetivos y las actitudes de los actores enfrentados
en el conflicto.

Hemos tenido ocasión de ver, en la primera parte de este estudio, que la política israelí de
maximización del poder, junto a la superioridad conseguida en la relación con los actores árabes,
permitió a Tel Aviv adoptar una política también de maximización en sus objetivos. El
expansionismo israelí es producto de un equilibrio de poder que evolucionó a su favor. Asimismo,
hemos visto que las respuestas ante esta política pueden ser varias y conducir a derivas pacíficas o
violentas en el conflicto, e, incluso, eliminarlo. Egipto se retiró del sistema árabe-israelí al conseguir
la devolución del Sinaí, y el conflicto entre Tel Aviv y El Cairo desapareció al renunciar el país del
Nilo a su centralidad en el sistema árabe. Jordania, con su política de renuncias desde la debilidad,
no intentó modificar el equilibrio de poder y adoptó un papel de objeto, no de sujeto, en el sistema
árabe-israelí. El abandono de los objetivos de Amman en Cisjordania eliminó la conflictividad con
Israel y, en cuanto el sistema árabe se lo permitió, el régimen hachemí no dudó en firmar la paz con
Tel Aviv. Siria siguió la misma política de maximización del poder que Israel, aunque su posición
de inferioridad obligó a Damasco a renunciar a algunos de sus objetivos. Así, de tratar de impedir la
existencia de Israel y su consolidación, pasó a aceptarla y a objetivos defensivos de recuperación de
los territorios perdidos en junio de 1967. No obstante, desde la perspectiva del régimen sirio esto
sólo se podría conseguir modificando el equilibrio de poder con Tel Aviv.

374
La posición de los palestinos es la más difícil, pues sólo pueden seguir la política de
maximización del poder, ya que cualquier otra supondría abandonar su proyecto existencial. No se
pueden retirar del sistema árabe-israelí, pues sus aspiraciones políticas constituyen el núcleo del
conflicto. No pueden adoptar una política de pasividad, pues implica quedar a expensas de la
voluntad israelí y continuar sufriendo la ocupación. No pueden confiar únicamente en las potencias
exteriores, pues la hiperpotencia central en el sistema internacional ha demostrado sobradamente
que da su apoyo a los gobiernos de Tel Aviv y, en cuanto a la Unión Europea, ésta ha renunciado a
jugar un papel independiente en la región. Y, evidentemente, los palestinos no se pueden aliar con el
Estado más poderoso del sistema, pues es Israel: la fuente de la amenaza y el antagonista en el
conflicto.
En la posición de debilidad de los palestinos ante Israel, seguir una política de maximización
de poder implica un sacrificio enorme en vidas humanas, represión, castigos, etc. Al no tener otra
salida, esta debilidad se expresa en renuncias: desde la Palestina histórica a las líneas de la
resolución 242, e incluso más allá al iniciarse el proceso de negociaciones de Oslo en 1993. Estas
renuncias tienen el límite del proyecto existencial del Estado palestino, que no se puede cruzar ni
tan siquiera ante todo el despliegue del poder de ocupación israelí. Esta frontera es la que exige el
esfuerzo y sacrificio palestino para modificar la relación de poder hasta lograr el equilibrio en el
punto de renuncias máximas palestinas. Es una política de poder, pero no para maximizar los
objetivos palestinos, sino para hacer posible el mínimo histórico en sus aspiraciones. En el ámbito
territorial, esta línea todavía se está dibujando en el enfrentamiento entre la ocupación israelí y la
lucha de resistencia palestina. Respecto a los recursos hídricos: ¿seguirán palestinos e israelíes la
misma política de maximización de poder? Y, en caso afirmativo ¿dónde se situará la línea de
equilibrio hasta la cual se mantendrá el esfuerzo palestino para modificar la relación de poder y a
partir de la cual no podrán hacer más renuncias?
Para responder a estas preguntas tendremos que situarnos en las arenas movedizas de los
escenarios de futuro. Intentaremos hacerlo de la forma más segura posible, analizando las actitudes
en el pasado y las proyecciones palestinas sobre los recursos hídricos.

375
Primer escenario: La paz impuesta

Uno de los escenarios políticos que se abre con fuerza es el de una solución al conflicto
unilateral o impuesta desde el exterior. Según nuestra opinión, éste es el único escenario en que
el conflicto por los recursos hídricos puede conducir al enfrentamiento violento. La creciente
carestía de agua y la disputa por los recursos, en un marco de statu quo impuesto por Israel y mal
aceptado por la ANP, se convertirá en un importante factor de desestabilización. El conflicto se
mantendrá latente, con una importante dimensión de juego de suma cero, y con la percepción
palestina de estar pagando los costes de la carestía, tanto propia como de Israel, a causa de la
injusticia en la distribución y de la falta de legitimidad en el uso israelí de los recursos hídricos. El
Estado palestino nacido de la retirada unilateral israelí no tendrá capacidad para responder a las
aspiraciones políticas, económicas, sociales y de bienestar de su población. En este Estado, la
dimensión política, simbólica y de seguridad del agua adquirirá un peso todavía mayor que en la
actualidad, e irá creciendo con la carestía. La Palestina dependiente de un agua controlada por los
israelíes, necesaria para el desarrollo político y económico, para acoger a los refugiados y para la
supervivencia de la población, en definitiva, para su existencia como Estado, será muy parecida al
Israel nacido de la guerra de 1947-1948. La situación será incluso más grave, pues la carestía lo es y
más lo será en el futuro.
La superioridad de Israel en el equilibrio de fuerzas y la política de maximización de poder
que ha guiado la dinámica israelí no permiten prever que la solución final al conflicto se base en las
necesidades palestinas. Las propuestas de los gobiernos de Israel sobre los Territorios Ocupados
palestinos no son el producto de una negociación entre Tel Aviv y la Autoridad Nacional Palestina,
sino que se balancean en la línea de equilibrio entre los sectores israelíes que abogan por la paz y los
que todavía mantienen el objetivo ideológico del Gran Israel. Estas propuestas están muy alejadas
del mínimo histórico que los palestinos pueden aceptar en una mesa de negociación.
Los diez años de resistencia palestina a firmar una solución que era israelí condujeron a los
sectores del socialsionismo a buscar otro camino para imponer esta salida: la retirada unilateral de
las zonas más pobladas de Cisjordania y la Franja de Gaza, dibujando en Tel Aviv las líneas
fronterizas de una futura entidad palestina que no sería viable como Estado y que debería federarse
con Jordania. La solución Allon aún está viva y vuelve a emerger con todo vigor. Los cambios en el
sistema internacional y el creciente unilateralismo de Estados Unidos, como única hiperpotencia
mundial, llevan a creer que esta solución puede ser aceptada, o impuesta, como un hecho
consumado que aliviará la tensión en Oriente Medio.
La posición de la Autoridad Nacional Palestina ante una retirada unilateral será muy difícil. La
línea de las renuncias que el liderazgo palestino no puede cruzar en la mesa de negociación se
moverá hacia los intereses israelíes, si lo que debe rechazar la ANP no es una propuesta de futuro
sino el gobierno de una población y un territorio ya liberados. La ANP se encontrará un Estado
impuesto por Israel y Estados Unidos, con un mapa recortado, con soberanía limitada en muchos
ámbitos, y con la responsabilidad de controlar las consecuencias de un conflicto

376
que no estará cerrado pues serán muchos los sectores palestinos que no aceptarán esta solución.
Continuará habiendo una línea fronteriza que la ANP no podrá cruzar ni como hecho consumado,
pero ésta será mucho más estrecha que la de la negociación. Por otro lado, también está claro que
esta línea no podrá ser la del acuerdo de Oslo B, pues la lucha de la Intifada de al-Aqsa ha
demostrado que es inviable y que exige un grado de renuncias inaceptable. Pero a la ANP le sería
prácticamente imposible rechazar un plan Allon avanzado, como el propuesto por el gobierno Barak
en Camp David en el verano del año 2000, si se presentara como un hecho consumado unilateral
con el apoyo estadounidense, y seguramente también de la Unión Europea, Rusia y Naciones Unidas
en el marco de la Hoja de Ruta.
El conflicto por los recursos hídricos de los acuíferos de Cisjordania y de Gaza se mantendrá
abierto ante un escenario de este tipo: una solución impuesta y el conflicto político estabilizado
mediante la posición hegemónica israelí tanto en el sistema palestino-israelí como en el sistema
árabe-israelí, e, incluso, en el sistema internacional respecto a los palestinos y los árabes. Al
conflicto hidrológico por los acuíferos occidental y septentrional se le añadirán las otras aguas
subterráneas, pues la permanencia de asentamientos de colonos convertirá también en aguas
compartidas y disputadas los acuíferos de Cisjordania oriental y de Gaza.
En este escenario, la estabilidad en unas líneas territoriales impuestas a los palestinos se puede
romper por la lucha por los recursos hídricos. El conflicto por el agua, con una dimensión política y
de seguridad cada vez más aguda, puede exacerbar el conflicto por el territorio convirtiéndose en
motor del enfrentamiento, invirtiendo la situación actual. La línea de equilibrio de poder que define
las renuncias aceptables por los palestinos, y más allá de la cual están dispuestos a pagar los costes
de intentar modificar la relación de fuerzas para conseguir sus objetivos, se moverá a causa de la
necesidad de agua para la supervivencia del Estado y de la población. Por esta razón, una retirada
unilateral israelí, apoyada como solución final desde Estados Unidos y otros actores internacionales
que se dobleguen a las presiones de Washington, tendrá que ser sostenida por un amplio despliegue
de ayuda a la Autoridad Nacional Palestina que acepte gobernar el nuevo Estado. Una ayuda que,
además de al desarrollo económico, en una parte importante se tendrá que destinar a aumentar el
suministro de agua a la población para evitar la desestabilización de la entidad palestina y para
desactivar la resistencia a la solución impuesta.
Así, incluso en este escenario, el más conflictivo como estatuto final de una disminuida
Palestina, sólo es de prever que estalle un conflicto violento por los recursos hídricos si los actores
exteriores son incapaces de aportar la ayuda y la inversión necesarias para el desarrollo de
alternativas al suministro de agua y para el crecimiento económico del nuevo Estado.

377
Segundo escenario: La paz negociada

La solución del conflicto político es una premisa inevitable, aunque no suficiente, para la
solución del conflicto por los recursos hídricos. Sin embargo, el conflicto por el agua, en un
marco político pacificado y normalizado, no conducirá a políticas basadas en la violencia pues
los recursos hídricos quedarán reducidos a la dimensión de bienestar, alejándose de la
dimensión política y de seguridad.
Tal y como hemos visto en la primera parte de nuestro trabajo, los fundamentos de una
solución negociada no serán las reivindicaciones históricas palestinas ni sus derechos, sino la
plasmación de iure del equilibrio de poder imperante. Al igual que en el escenario anterior, será la
superioridad israelí la que definirá la solución final. La diferencia estará en que esta segunda será
aceptada por las dos partes y, por tanto, la línea de equilibrio que enmarcará el estatuto final se
desplazará ligeramente a favor de los palestinos. Aun así, la negociación se basará en las renuncias
palestinas que, entre otros aspectos, también se pueden expresar en los acuíferos.
En el marco de una solución negociada, se tendrá que clarificar la distribución y gestión de
todos los acuíferos. La posición de fuerza de Israel y la experiencia de la negociación de 1995
permiten vaticinar un acuerdo final en el cual la redistribución se limitará al mínimo inevitable a
causa de la retirada de las colonias judías. Esto significa la devolución a los palestinos del agua del
acuífero de Gaza, del acuífero oriental cisjordano y del bajo Jordán consumida actualmente por los
colonos que abandonen los Territorios Ocupados. La recuperación palestina de estos recursos puede
ser total o parcial, dependiendo de los asentamientos que se desmantelen. Pero, aun en el caso más
probable de una retirada parcial, la liberación de tierra y agua dará un respiro a las necesidades más
perentorias de la población palestina. Por otra parte, una solución negociada de este tipo recibirá un
importante volumen de ayuda internacional, en parte destinada a las infraestructuras hidrológicas y a
buscar soluciones alternativas para satisfacer la demanda palestina y aliviar la carestía.
Tel Aviv evitará la redistribución de los recursos de los acuíferos occidental y septentrional, e
impondrá mecanismos de control similares a los de Oslo B. En el caso de permanencia de
asentamientos en los Territorios Ocupados, que serán anexionados a Israel, estos controles se
extenderán también a los demás acuíferos, pues pasarán a ser compartidos por los dos Estados. Sin
embargo, al igual que con el conflicto político, la debilidad y las renuncias palestinas, si son
aceptadas en un acuerdo final, cerrarán la disputa incluso por estas aguas. De la misma forma que
con el acuerdo jordano-israelí, la negociación no soluciona el problema de la carestía, pero sí cierra
el conflicto por las aguas compartidas y la carestía geopolítica ya que una de las partes abandona sus
objetivos.
Desgraciadamente, el análisis de la evolución de las posiciones de los actores ante una
solución negociada de los conflictos árabe-israelíes, nos ha llevado a la conclusión de que este
segundo escenario es el más optimista y no el más probable, y que la puerta a una solución generosa
basada en el respeto a los derechos de los palestinos y no en el equilibrio de poder está cerrada
precisamente por la superioridad israelí en los sistemas palestino-israelí, árabe-israelí e

378
internacional. Una solución final basada en un equilibrio de poder tan desfavorable a la ANP,
aunque aceptada por los palestinos, no cambiará la percepción de injusticia y obstaculizará la
cooperación entre las dos partes. La consolidación de la paz necesitará tiempo y los pasos previos de
normalización en las relaciones y de creación de lazos de confianza. En más de una ocasión se ha
propuesto que se usara la gestión de los recursos hídricos para abrir una vía funcionalista que
levante algunos de estos obstáculos y ayude a construir la paz. Los autores de dichas propuestas
llegan a esta conclusión por la evidencia de la necesidad de cooperación en la región para afrontar la
carestía con éxito. En nuestra opinión, esta posibilidad dependerá del escenario final, tanto en el
ámbito político como en el hidrológico, y la dirección que están tomando los acontecimientos no
permite ser optimistas.
Para afrontar un futuro común, los acuerdos sobre el agua se deberían basar en los principios y
factores de la Convención de la Asamblea General de Naciones Unidas sobre el derecho de los usos
de los cursos de agua internacionales para usos distintos de la navegación, de 1997. Sin embargo, ya
hemos apuntado que, en el campo de los recursos hídricos, el resultado final del proceso negociador
tendrá las mismas bases que el acuerdo de 1995 respecto a los acuíferos compartidos. La soberanía
limitada del Estado palestino, fruto de una relación desigual expresada en el control israelí sobre la
gestión y el consumo palestinos, será muestra de las desconfianzas pasadas y presentes, y fuente de
futuras desconfianzas que dificultarán la cooperación. La consolidación de la paz en estas
condiciones será extremadamente difícil.

379
D. Una solución del conflicto basada en la política israelí de maximización del poder
dificultará la cooperación en la gestión de las cuencas.

Las condiciones en las que se establecerá la paz no permiten soñar con una construcción fácil
de mecanismos de cooperación. La solución del conflicto se basará en unas líneas que reflejarán no
sólo la relación de poder desigual entre palestinos e israelíes, sino, sobre todo, el equilibrio interno
israelí entre aquellos que creen negativo para sus intereses el expansionismo territorial de Israel y
los que todavía mantienen el objetivo ideológico de ocupación de toda la Palestina histórica. Los
dos escenarios apuntados se basan en esta misma premisa, pues los dos son un producto de la
política de maximización del poder con la que Israel ha afrontado los conflictos con los árabes.
Sobre este cimiento difícilmente se podrá construir la paz, en ninguno de los dos escenarios.
Aunque, como es evidente, el primero pone más obstáculos que el segundo.
El primer escenario que hemos apuntado se dirige a una paz fría, asentada sobre muros y
fronteras. Una paz impuesta y unilateral sólo se podrá hacer contra las aspiraciones palestinas,
obligando al gobierno de la futura entidad, ya sea en un pueblo de la periferia de Jerusalén o en
Amman, a garantizar la seguridad de los intereses israelíes en aquellos ámbitos que no se puedan
separar de los intereses palestinos. Respecto a los recursos hídricos compartidos, este escenario
mantendrá el conflicto abierto, pues no habrá un acuerdo aceptado por las dos partes que cierre las
reivindicaciones palestinas a una redistribución del agua y a sus derechos sobre los acuíferos, y hará
imposible cualquier tipo de cooperación en la gestión. A nuestro parecer, es evidente que, en estas
condiciones, plantearse objetivos de consolidación de la paz sobre una base funcionalista es soñar
con imposibles.
El escenario de la paz negociada abre una pequeña rendija a la cooperación, que se puede
ensanchar mediante el incentivo de la financiación internacional de proyectos compartidos. No
obstante, un examen de los distintos modelos comentados de gestión de una cuenca internacional
nos muestra las dificultades a las que se enfrentan las propuestas de colaboración.
La gravedad de la carestía de recursos hídricos en la región debería imponer una política de
cooperación ya a corto plazo. Como se ha visto en este trabajo, la forma más eficiente de afrontar la
carestía es con una gestión global e integral de las cuencas en todos los ámbitos relacionados con el
ciclo del agua: la gestión centralizada. Sin embargo, también vimos que para hacerla posible se
necesitan unas condiciones de cooperación política e integración, de complementariedad
económica, de participación de todos los Estados de la cuenca, y de percepción de un juego de suma
positiva que son impensables en la actualidad. La desconfianza entre las partes, la soberanía
limitada palestina, los acuerdos bilaterales y la política de maximización del poder de Israel son
todo lo contrario de los requisitos comentados.
Ante la imposibilidad de la gestión centralizada, se debería avanzar en dirección a la gestión
federal, en la cual la distribución de los recursos se hace sobre la base de las necesidades de las
distintas partes, se centralizan los datos, se construyen infraestructuras comunes y la gestión se hace
sobre una base intergubernamental. En principio, una vez establecida la paz, este

380
modelo se podría ajustar a las posibilidades de los Estados de las cuencas. Sin embargo, si tomamos
como precedente el acuerdo de Oslo B de 1995, también esta puerta se cierra. Como vimos en el
análisis del acuerdo, el modelo de gestión que allí se estableció sólo permite la gestión conjunta de
las partes de la cuenca que quedan en manos palestinas y cuya agua es consumida por Israel o los
colonos, y esta teórica cooperación no es tal, sino que se trata de un control y veto israelí sobre las
decisiones palestinas. Por otra parte, la distribución no se hizo teniendo en cuenta las necesidades de
unos y otros, sino sobre la base del statu quo favorable a Israel. La gestión federal debería ser entre
iguales, y, como hemos visto repetidamente, ni la evolución pasada del sistema palestino-israelí ni
el escenario apuntado como estatuto final permiten pensar que Israel aceptará romper con su política
de maximización del poder.
En este contexto, cualquier proyecto común, ya sea de infraestructuras o de gestión, sólo se
llevará a cabo cuando responda a los intereses de Israel y necesite recursos palestinos, y se basará en
el veto israelí sobre las decisiones. Esto no significa que sea negativo, pues puede ayudar a aliviar la
carestía, pero tampoco será útil en un sentido funcionalista para la consolidación de la paz, pues se
basará en la desconfianza y en la limitación de la soberanía palestina.
Finalmente, como tampoco el desarrollo unilateral será posible en los acuíferos compartidos,
pues no se prestan a una división hidrográfica de la cuenca, el modelo que se impone es el de los
acuerdos de Oslo B:
• la negociación sólo sobre la parte de la cuenca que se encuentra en Cisjordania y la Franja de
Gaza, como si el agua de los acuíferos más allá de la Línea Verde no fuera también
compartida;
• la distribución de los recursos de esta zona sobre la base del statu quo impuesto por la
ocupación israelí;
• la creación de mecanismos para garantizar el control de Tel Aviv sobre la gestión palestina
cuando pueda afectar al consumo de Israel.

Una vez más, sobre estos fundamentos, no se pueden plantear proyectos comunes con
intenciones funcionalistas. Lo que no significa, como ya hemos dicho, que no pueda haber proyectos
conjuntos cuando Israel lo precise, sino que éstos serán un reflejo de la relación desigual entre
israelíes y palestinos, y no serán útiles a efectos de creación de lazos de confianza.
Visto lo anterior, podemos concluir que la forma de afrontar el conflicto por parte de Israel,
desde la maximización del poder, hará imposible una cooperación real con los palestinos para
gestionar los recursos hídricos, cerrará la puerta a su instrumentalización para consolidar la paz, y
agravará las carestías al obstaculizar las políticas y proyectos más eficientes en la producción y
gestión del agua. No habrá guerra por el agua, tampoco paz.

381
382
MAPAS
“‘Palestina’ reclamada por la Organización Sionista Mundial en 1918-1919”1

1 “The ‘Palestine’ claimed by World Zionist Organization. 1918”. (Fuente: Alan R. Taylor, in Abu-

Lughod, The Transformation of Palestine, Evanston, Northwestern University Press, 1971).


Cuenca del Jordán2

2 PASSIA (July 2002), “Water - The Blue Gold of the Middle East”, Jerusalem, Special bulletin

PASSIA. http://www.passia.org/publications/bulletins/water-eng/pages/water04.pdf
Acuíferos de la región de Palestina3

3 http://ipsjps.org/html/water3.htm
“West Bank Hilltop Settlements and Land Confiscations - June 1999”4

4 Foundation For Middle East Peace (Washington, DC)

http://www.fmep.org/images/maps/map9907_1.jpg
Plan Allon5

5 Allon op.cit. (1976: 45)


“Intereses israelíes de defensa en Cisjordania”6

6 Según Gvirtzman op.cit. (abril 1998: 28)) http://www.mafhoum.com/press/mapsbs.htm


Propuesta israelí presentada en Camp David en julio de 20007

7 Foundation For Middle East Peace (Washington, DC)

http://www.fmep.org/maps/2001/jaasherc2palstate.jpg

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