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EVALUACIÓN LENGUAJE

Unidad 6: El terror y lo extraño

Nombre: ________________________________________ Curso: 7° ______

Puntaje total: 20 puntos.

Puntaje obtenido: ___ puntos.

I. Lee el siguiente texto y responde de la pregunta 1 a la 8 (1 punto c/u)

El ramo azul
Octavio Paz

Desperté, cubierto de sudor. Del piso de ladrillos rojos, recién regados, subía un
vapor caliente. Una mariposa de alas grisáceas revoloteaba encandilada alrededor
del foco amarillento. Salté de la hamaca y descalzo atravesé el cuarto, cuidando
no pisar algún alacrán salido de su escondrijo a tomar el fresco. Me acerqué al
ventanillo y aspiré el aire del campo. Se oía la respiración de la noche, enorme,
femenina. Regresé al centro de la habitación, vacié el agua de la jarra en la
palangana de peltre y humedecí la toalla. Me froté el torso y las piernas con el
trapo empapado, me sequé un poco y, tras cerciorarme de que ningún bicho
estaba escondido entre los pliegues de mi ropa, me vestí y calcé. Bajé saltando la
escalera pintada de verde. En la puerta del mesón tropecé con el dueño, sujeto
tuerto y reticente. Sentado en una sillita de tule, fumaba con el ojo entrecerrado.
Con voz ronca me preguntó:
-¿Dónde va señor?
-A dar una vuelta. Hace mucho calor.
-Hum, todo está ya cerrado. Y no hay alumbrado aquí. Más le valiera quedarse.
Alcé los hombros, musité “ahora vuelvo” y me metí en lo oscuro. Al principio no
veía nada. Caminé a tientas por la calle empedrada. Encendí un cigarrillo. De
pronto salió la luna de una nube negra, iluminando un muro blanco, desmoronado
a trechos. Me detuve, ciego ante tanta blancura. Sopló un poco de viento. Respiré
el aire de los tamarindos. Vibraba la noche, llena de hojas e insectos. Los grillos
vivaqueaban entre las hierbas altas. Alcé la cara: arriba también habían
establecido campamento las estrellas. Pensé que el universo era un vasto sistema
de señales, una conversación entre seres inmensos. Tiré el cigarrillo sobre la
banqueta. Al caer, describió una curva luminosa, arrojando breves chispas, como
un cometa minúsculo.

Caminé largo rato, despacio. Me sentía libre, seguro entre los labios que en ese
momento me pronunciaban con tanta felicidad. La noche era un jardín de ojos.
Al cruzar la calle, sentí que alguien se desprendía de una puerta. Me volví, pero no
acerté a distinguir nada. Apreté el paso. Unos instantes percibí unos huaraches
sobre las piedras calientes. No quise volverme, aunque sentía que la sombra se
acercaba cada vez más. Intenté correr. No pude. Me detuve en seco,
bruscamente. Antes de que pudiese defenderme, sentí la punta de un cuchillo en
mi espalda y una voz dulce:
-No se mueva, señor, o se lo entierro.
Sin volver la cara pregunté:
-¿Qué quieres?
-Sus ojos, señor –contestó la voz suave, casi apenada.
-¿Mis ojos? ¿Para qué te servirán mis ojos? Mira, aquí tengo un poco de dinero.
No es mucho, pero es algo. Te daré todo lo que tengo, si me dejas. No vayas a
matarme.
-No tenga miedo, señor. No lo mataré. Nada más voy a sacarle los ojos.
-Pero, ¿para qué quieres mis ojos?
-Es un capricho de mi novia. Quiere un ramito de ojos azules y por aquí hay pocos
que los tengan.
- Mis ojos no te sirven. No son azules, sino amarillos.
-Ay, señor no quiera engañarme. Bien sé que los tiene azules.
-No se le sacan a un cristiano los ojos así. Te daré otra cosa.
-No se haga el cursi, me dijo con dureza. Dé la vuelta.
Me volví. Era pequeño y frágil. El sombrero de palma le cubría medio rostro.
Sostenía con el brazo derecho un cuchillo de campo, que brillaba con la luz de la
luna.
-Alúmbrese la cara.
Encendí y me acerqué la llama al rostro. El resplandor me hizo entrecerrar los
ojos. El apartó mis párpados con mano firme. No podía ver bien. Se alzó sobre las
puntas de los pies y me contempló intensamente.
La llama me quemaba los dedos. La arrojé. Permaneció un instante silencioso.
-¿Ya te convenciste? No los tengo azules.
-¡Ah, qué mañoso es usted! –respondió. -A ver, encienda otra vez.
Froté otro fósforo y lo acerqué a mis ojos. Tirándome de la manga, me ordenó.
-Arrodíllese.
Mi hinqué. Con una mano me cogió por los cabellos, echándome la cabeza hacia
atrás. Se inclinó sobre mí, curioso y tenso, mientras el machete descendía
lentamente hasta rozar mis párpados. Cerré los ojos.
-Ábralos bien –ordenó.
Abrí los ojos. La llamita me quemaba las pestañas. Me soltó de improviso.
-Pues no son azules, señor. Perdone.
Y desapareció.
Me acodé junto al muro, con la cabeza entre las manos. Luego me incorporé. A
tropezones, cayendo y levantándome, corrí durante una hora por el pueblo
desierto. Cuando llegué a la plaza, ví al dueño del mesón, sentado aún frente a la
puerta.
Entré sin decir palabra.
Al día siguiente huí de aquel pueblo.

Fuente: http://disfrutedelalectura.blogspot.cl/2013/02/el-ramo-azul-octavio-paz.html

1. ¿Por qué es posible afirmar que este cuento es un relato de terror?


A) Porque provoca sentimientos de miedo en el lector.
B) Porque tiene un personaje asesino.
C) Porque ocurre en un lugar campestre.
D) Porque ocurre en un pueblo fantasma.

2. ¿Dónde se encontraba el protagonista al comienzo del relato?


A) En la cárcel.
B) En la calle.
C) En una posada.
D) En el campo.

3. ¿Cuál es el conflicto principal de la obra?


A) La búsqueda de ojos azules para la novia.
B) La mala atención de la posada.
C) Habitar en un pueblo fantasma.
D) El asalto frustrado.

4. ¿Cómo es posible caracterizar al protagonista?


A) Miedoso.
B) Preocupado.
C) Alegre.
D) Amable.

5. ¿De qué forma el protagonista busca safar del asalto?


A) Ataca de regreso a su oponente.
B) Huyendo del pueblo.
C) Procura demostrar el color de sus ojos.
D) Convence al atacante de que tome el dinero.

6. ¿Qué consecuencias tiene el frustado asalto?


A) Provoca la huída del pueblo por parte del protagonista.
B) La desesperación del asaltante.
C) Sed de venganza por parte del protagonista.
D) Desesperacion en el pueblo.
7. ¿Por qué el narrador afirma que ‘La noche era un jardín de ojos’?
A) Se refiere a que habían muchas personas esa noche en la calle.
B) En alusión a la libertad que sentía el protagonista.
C) Porque es una metáfora de la felicidad.
D) Hace referencia a las estrellas en el firmamento.

8. La palabra destacada en el texto “musité” puede ser reemplazada por:


A) grité.
B) balbucié.
C) exclamé.
D) hablé.

II. Lee el siguiente texto y responde de la pregunta 9 a la 15 (1 punto c/u).

Espantos de agosto

Gabriel García Márquez

Llegamos a Arezzo un poco antes del medio día, y perdimos más de dos horas
buscando el castillo renacentista que el escritor venezolano Miguel Otero Silva
había comprado en aquel recodo idílico de la campiña toscana. Era un domingo de
principios de agosto, ardiente y bullicioso, y no era fácil encontrar a alguien que
supiera algo en las calles abarrotadas de turistas. Al cabo de muchas tentativas
inútiles volvimos al automóvil, abandonamos la ciudad por un sendero de cipreses
sin indicaciones viales, y una vieja pastora de gansos nos indicó con precisión
dónde estaba el castillo. Antes de despedirse nos preguntó si pensábamos dormir
allí, y le contestamos, como lo teníamos previsto, que sólo íbamos a almorzar.

-Menos mal -dijo ella- porque en esa casa espantan.

Mi esposa y yo, que no creemos en aparecidos del medio día, nos burlamos de su
credulidad. Pero nuestros dos hijos, de nueve y siete años, se pusieron dichosos
con la idea de conocer un fantasma de cuerpo presente.

Miguel Otero Silva, que además de buen escritor era un anfitrión espléndido y un
comedor refinado, nos esperaba con un almuerzo de nunca olvidar. Como se nos
había hecho tarde no tuvimos tiempo de conocer el interior del castillo antes de
sentarnos a la mesa, pero su aspecto desde fuera no tenía nada de pavoroso, y
cualquier inquietud se disipaba con la visión completa de la ciudad desde la
terraza florida donde estábamos almorzando. Era difícil creer que en aquella colina
de casas encaramadas, donde apenas cabían noventa mil personas, hubieran
nacido tantos hombres de genio perdurable. Sin embargo, Miguel Otero Silva nos
dijo con su humor caribe que ninguno de tantos era el más insigne de Arezzo.
-El más grande -sentenció- fue Ludovico.

Así, sin apellidos: Ludovico, el gran señor de las artes y de la guerra, que había
construido aquel castillo de su desgracia, y de quien Miguel nos habló durante
todo el almuerzo. Nos habló de su poder inmenso, de su amor contrariado y de su
muerte espantosa. Nos contó cómo fue que en un instante de locura del corazón
había apuñalado a su dama en el lecho donde acababan de amarse, y luego
azuzó contra sí mismo a sus feroces perros de guerra que lo despedazaron a
dentelladas. Nos aseguró, muy en serio, que a partir de la media noche el
espectro de Ludovico deambulaba por la casa en tinieblas tratando de conseguir el
sosiego en su purgatorio de amor.

El castillo, en realidad, era inmenso y sombrío. Pero a pleno día, con el estómago
lleno y el corazón contento, el relato de Miguel no podía parecer sino una broma
como tantas otras suyas para entretener a sus invitados. Los ochenta y dos
cuartos que recorrimos sin asombro después de la siesta, habían padecido toda
clase de mudanzas de sus dueños sucesivos. Miguel había restaurado por
completo la planta baja y se había hecho construir un dormitorio moderno con
suelos de mármol e instalaciones para sauna y cultura física, y la terraza de flores
intensas donde habíamos almorzado. La segunda planta, que había sido la más
usada en el curso de los siglos, era una sucesión de cuartos sin ningún carácter,
con muebles de diferentes épocas abandonados a su suerte. Pero en la última se
conservaba una habitación intacta por donde el tiempo se había olvidado de
pasar. Era el dormitorio de Ludovico.

Fue un instante mágico. Allí estaba la cama de cortinas bordadas con hilos de oro,
y el sobrecama de prodigios de pasamanería todavía acartonado por la sangre
seca de la amante sacrificada. Estaba la chimenea con las cenizas heladas y el
último leño convertido en piedra, el armario con sus armas bien cebadas, y el
retrato al óleo del caballero pensativo en un marco de oro, pintado por alguno de
los maestros florentinos que no tuvieron la fortuna de sobrevivir a su tiempo. Sin
embargo, lo que más me impresionó fue el olor de fresas recientes que
permanecía estancado sin explicación posible en el ámbito del dormitorio.

Los días del verano son largos y parsimoniosos en la Toscana, y el horizonte se


mantiene en su sitio hasta las nueve de la noche. Cuando terminamos de conocer
el castillo eran más de las cinco, pero Miguel insistió en llevarnos a ver los frescos
de Piero della Francesca en la Iglesia de San Francisco, luego nos tomamos un
café bien conversado bajo las pérgolas de la plaza, y cuando regresamos para
recoger las maletas encontramos la cena servida. De modo que nos quedamos a
cenar.
Mientras lo hacíamos, bajo un cielo malva con una sola estrella, los niños
prendieron unas antorchas en la cocina, y se fueron a explorar las tinieblas en los
pisos altos. Desde la mesa oíamos sus galopes de caballos cerreros por las
escaleras, los lamentos de las puertas, los gritos felices llamando a Ludovico en
los cuartos tenebrosos. Fue a ellos a quienes se les ocurrió la mala idea de
quedarnos a dormir. Miguel Otero Silva los apoyó encantado, y nosotros no
tuvimos el valor civil de decirles que no.

Al contrario de lo que yo temía, dormimos muy bien, mi esposa y yo en un


dormitorio de la planta baja y mis hijos en el cuarto contiguo. Ambos habían sido
modernizados y no tenían nada de tenebrosos. Mientras trataba de conseguir el
sueño conté los doce toques insomnes del reloj de péndulo de la sala, y me
acordé de la advertencia pavorosa de la pastora de gansos. Pero estábamos tan
cansados que nos dormimos muy pronto, en un sueño denso y continuo, y
desperté después de las siete con un sol espléndido entre las enredaderas de la
ventana. A mi lado, mi esposa navegaba en el mar apacible de los inocentes. “Qué
tontería -me dije-, que alguien siga creyendo en fantasmas por estos tiempos”.
Sólo entonces me estremeció el olor de fresas recién cortadas, y vi la chimenea
con las cenizas frías y el último leño convertido en piedra, y el retrato del caballero
triste que nos miraba desde tres siglos antes en el marco de oro. Pues no
estábamos en la alcoba de la planta baja donde nos habíamos acostado la noche
anterior, sino en el dormitorio de Ludovico, bajo la cornisa y las cortinas
polvorientas y las sábanas empapadas de sangre todavía caliente de su cama
maldita.

http://ciudadseva.com/texto/espantos-de-agosto/

9. Gabriel García Marquez escribe este cuento en plena Guerra Fría. ¿Cuál de las
siguientes características del texto leído se enmarca en dicho contexto?
A) Tener un protagonista asesino, dado que refleja el horror de la muerte.
B) La temática fantasmagórica, porque hubo muchas muertes en esa guerra.
C) El final abierto, ya que refleja la inestabilidad social y política de la época.
D) La presencia de una familia, proucto de la soledad reinante en la época.

10. ¿Qué característica de los relatos de terror presenta este texto?


A) Tener un objeto cotidiano con aspectos fantásticos.
B) El relato de una leyenda hecha realidad.
C) Provocar un sentimiento de angustia en el lector.
D) Generar miedo a través de una temática atemorizante.
11. ¿Cuál es la disposición de los acontecimientos en este relato?
A) Cronológica.
B) In media res.
C) Comienza desde el final.
D) Comienza desde el medio.

12. ¿Qué es lo que más impresiona al protagonista sobre el castillo?


A) El olor a fresas.
B) La exitencia del fantasma.
C) La credulidad de las personas.
D) La inmensidad del castillo.

13. ¿Qué característica común tienen los protagonistas de ambos relatos?


A) Ambos son hombres de famila.
B) Ambos están preocupados por lo sobrenatural.
C) Ambos observan analíticamente el espacio que los circunda.
D) Ambos tienen responsabilidades.

14. ¿Con qué finalidad se utilizan los guiones en el siguiente fragmento?

A mi lado, mi esposa navegaba en el mar apacible de los inocentes. “Qué tontería


-me dije-, que alguien siga creyendo en fantasmas por estos tiempos”.

A) Para introducir la voz del narrador.


B) Para aclarar un pensamiento del personaje que habla.
C) Para introducir una cita.
D) Para aclarar un argumento.

15. Es posible interpretar que al final de la historia:


A) El protagonista no ha despertado por completo de su sueño.
B) El fantasma de Ludovico asesinó a la esposa.
C) El protagonista se percata de que es realmente Ludovico.
D) El protgonista asesinó a su esposa sin percatarse.
16. Producción escrita (4 puntos):
Completa el final de esta historia. Para ello, procura:
- Tener coherencia entre tus ideaas.
- Mantener el tenor de terror.
- Tener una buena redacción y un correcto uso de la ortografía.
- Entregar un desenlace claro para el protagonista.
- Selecciona al menos 2 palabras del texto que te resulten complejas y utilízalas
en tu nuevo relato. Destaca las palabras escogidas.

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