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SALMO 51 – UN HOMBRE ARREPENTIDO

En el capítulo 51 presenta el arrepentimiento del pecado de David y la


misercordia de Dios. Vemos como lo peor de David, mas lo mejor de Dios se convierte
en una total restauración.
Esta gran oración de David fue escrito en momentos de caos en la vida de David:
“porque yo reconozco mis rebeliones, y mi pecado está siempre delante de mí”. El
primer paso para el obetener el perdón divino es reconocer nuestros errores y
pronunciarlo tal y como es.
Muchas veces te has sentido tan culpable que no sentias ganas de estudiar la
Biblia. Satanás siempre intentará hacer que la culpa te aleje de Dios. Es cierto que el
pecado te aleja de Dios, pero el enemigo hará que las consecuencias de tu pecado te
aleje aún más.
Quizá puedas decir: Yo sé que Dios me perdona, me sana y me purifica. Pero el
problema aqui no es eso, el problema es que yo no perdono a mi mismo”. Con todo el
cariño del mundo, ¿Quién eres tú? Fue Jesús quien vino a este mundo, pago por toda
culpa a travez de su sacrifício. Si Jesús, siendo el Hijo de Dios, no te juzga, nadie puede
hacerlo.
En el Salmo 51 vemos claramente el dolor que sintió David después de todo lo
que había hecho, vemos un arrepentimiento sincero, profundo de su pecado y no es
cualquier arrepentimiento, si no que David en su clamor a Dios, pide en todo momento
que sea de acuerdo a su voluntad: “Ten piedad de mí, Dios, conforme a tu
misericordia...” v.1. Elena G. White escribe: “Así en un himno sagrado que había de
cantarse en las asambleas públicas de su pueblo, en presencia de la corte, los sacerdotes
y jueces, los príncipes y guerreros, y que iba a preservar hasta la última generación el
conocimiento de su caída, el rey de Israel relató todo lo concerniente a su pecado, su
arrepentimiento, y su esperanza de perdón por la misericordia de Dios. En vez de
procurar ocultar la culpa, quiso que otros se instruyeran por el conocimiento de la triste
historia de su caída.1
Cuando vuelvas a Dios después de tus pecados ten en mente que cuando Dios
perdona es un perdón completo, no a medias. No temas ir a Él, Dios te espera con los
brazos abiertos, tal como está en la cruz. No importa lo que hayas cometido, todo
pecado es perdonado. Solo no aceptar es agracia no se puede perdonar.

1
Elena G de White, Patriarcas y Profetas (Buenos Aires: Asociación Casa Editora
Sudamericana, 2007), cap.71.

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