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Tanto Amor

Desperdiciado
Gioeni, Andrés
Tanto amor desperdiciado: de cómo ser cristiano y homosexual, sin morir en el intento

-1ª ed. – Martínez: Gnomos Producciones, 2014.


e-book
ISBN: 978-987-28625-1-0

1. Religión 2. Sexualidad
CDD 261.834 3
A LUIS,
en quien a mi encuentro
salió el AMOR.

A FRANCISCO
en quien descansa
mi ESPERANZA
de una renovación de la FE.
«Al atardecer de la vida seremos
juzgados por el amor».
San Juan de la Cruz
Contenido
Introducción ............................................................................. 11
Capítulo Nº1: las cartas enviadas al Papa Francisco ............... 15
Primera Carta .......................................................................................... 15
Segunda carta........................................................................................... 18
Respuesta de la Iglesia ........................................................................... 21
Capítulo Nº2: profesión de fe .................................................. 23
¿En qué creo cuando digo que no creo? ............................................ 23
Capítulo N3: el aggiornamento, la renovación tan esperada .... 27
Pansexualismo o puritanismo............................................................. 29
Capítulo Nº4: la tarea de renovación dentro de la iglesia........ 33
Algunos errores del pasado.................................................................. 38
Geocentrismo vs. Heliocentrismo ............................................... 38
Los Indios, seres sin alma ................................................................ 40
Reflexión para sacerdotes y educadores de fe ................................. 41
Capítulo Nº5: La palabra de Dios ¿condena la
homosexualidad? ...................................................................... 43
A la Biblia hay que leerla en su contexto .......................................... 45
Importancia del espíritu de la letra .................................................... 46
El Mensaje de Jesús ................................................................................ 47
Sodoma y Gomorra ............................................................................... 48
Levítico: La abominación de la homosexualidad ........................... 52
Los textos de San Pablo ........................................................................ 54
Textos que parecen manifestarse a favor de la homosexualidad
...................................................................................................................... 58
Rut ......................................................................................................... 59
El Rey David y Jonatán.................................................................... 59
Textos del Evangelio de Jesús ........................................................ 61
El lugar de la tradición de la Iglesia .................................................... 64
Conclusión y crítica responsable ........................................................ 65
Capítulo Nº6: Lo que la Iglesia dice al respecto ...................... 67
La docrina de la Iglesia .......................................................................... 67
A lo largo de la Historia de la Iglesia ................................................. 74
El ejemplo de algunos Santos.............................................................. 76
La Adelphopoiesis.................................................................................. 78
Los homosexuales de la Iglesia ............................................................ 80
Capítulo Nº7: más allá de las fronteras .................................... 83
Algunos mitos sobre el homosexual ................................................. 83
Más allá de las fronteras........................................................................ 85
Biografía del autor............................................................. 89
Introducción

C UANDO ESCRIBÍ aquella carta al Papa Francisco nunca ima-


giné el alcance y la rápida difusión que alcanzarían esas letras.
Nunca vislumbré que fuera a ser causa de identificación en
tanta gente. Que un gran puñado de personas alrededor de todo el
mundo replicaría las palabras y las compartiría con sus seres más
queridos.
Miles de personas (sí, no exagero, miles) escribían por mail y por
redes sociales:
…agradeciendo las letras.
…indagando con sana curiosidad para conocer más profundamente
mi propia historia, con la que se sentían identificados.
…preguntando entusiasmados cómo había hecho para encontrar la
misericordia de Dios en mi identidad sexual.
…compartiendo sus vidas, únicas e irrepetibles, pero transidas por
una búsqueda similar.
…abriendo sus corazones, y exponiéndolos para dar fuerzas y aunar
energías.
…para estar más cerca de un nuevo amigo que participaba de expe-
riencias afines.
…Incluso algunos hasta llegaban a decir que me consideraban un re-
ferente en su difícil búsqueda espiritual.
Tamaña responsabilidad tenía que asumirla sin falsa modestia,
ni pruritos de grandeza.
Cada mensaje que recibía calaba hondo en mi interior y empe-
zaba a movilizarme en un emprendimiento un tanto más exigente.
Si bien daba respuestas personalizadas, o simplemente compartía in-
tentos de caminos, sentía la inquietud de poder transmitir por escrito
mis reflexiones, preguntas y vacío de respuestas.
No porque fuera alguien especial, sino porque durante años de
búsqueda había podido lograr una síntesis que me había ayudado a
ser más feliz, más humano, más libre.
Tanto Amor Desperdiciado · Andrés Goeni

Me di cuenta de que las palabras enviadas al Papa habían bro-


tado de un corazón dolido, un corazón rezagado, un corazón poster-
gado…
Esa es la mayor fortaleza de la carta. Y había muchas otras per-
sonas que experimentaban lo mismo y no encontraban palabras para
expresarlo.
Palabras que salían de un corazón dolido, rezagado, poster-
gado… de dejarse amar y aceptar por Dios… de dejarse querer por
uno mismo… de mostrarse como es ante los demás… de mirarse al
espejo y querer cambiarse por alguien mejor… de golpearse la cabeza
contra los versículos de la Biblia, o al menos pensar eso… de pelarse
las rodillas frente a la cruz y agotar promesas que caían en sacos
abiertos.
Entonces decidí hacerme cargo, y asumir esa tarea. Dije en mi in-
terior: «Aquí estoy», sin percatar demasiado el sentido profundo de lo
que estaba repitiendo. Inmediatamente la frase se cargó con fuerza
de un nuevo sentido, ya que son las mismas palabras que contesta
quien va a ser ordenado cura cuando es llamado en el rito de la Or-
denación por su nombre: Aquí estoy.
Aquí estoy. Porque como todo ser humano, yo también tengo
algo para decir, para gritarle al mundo.
Aquí estoy. Porque aunque les duela y pese a algunos, mi Orde-
nación Sacerdotal todavía está intacta, y es un Sacramento que lle-
varé toda la vida.
Aquí estoy. Porque con el ministerio de la Palabra todavía sigo
iluminando a muchos y muchas que se encuentran en penumbras.
Aquí estoy. Porque quiero ponerle el pecho a las flechas, como
San Sebastián.
Aquí estoy. Porque si una sola persona encuentra paz y consuelo,
si una sola persona se encuentra nuevamente con su interior; si una
sola persona se acepta como es, único, bello e irrepetible, habré con-
quistado la meta. Si una sola persona puede empezar a vivir más li-
viana y sin tanto remordimiento; si puede esbozar una sonrisa por
empezar a sentirse más libre; si puede recuperar la dignidad que le
han robado; habré alcanzado el objetivo.
Aquí estoy. Para eso he sido llamado. Para eso he sido amado.
5>?6

-. 12 .-
Introducción

La primera dificultad que tuve que afrontar, fue qué camino podía
recorrer para explicar lo que pretendía sin hacer un embrollo que en-
torpezca la tarea. ¿Por dónde empiezo? ¿Qué metodología utilizo?
¿Qué digo primero? ¿Cómo lo encaro? ¿Qué lenguaje uso?
Intenté varios esquemas, pero finalmente decidí por este: busqué
aquellos puntos más emblemáticos de la carta para detenerme y ex-
playarme en ellos. Después de todo, son la causa y el objeto del pre-
sente libro.
De ese modo surgen los capítulos. Así, si a alguien le interesa leer
sólo ese punto puede ir a ese capítulo sin tener que leer cada uno.
Pero les aconsejo que si leen el libro de principio a fin, van a poder
comprender mejor este intento de «catequesis de la homosexuali-
dad».
En el libro, entonces, nos encontramos con los siguientes capítu-
los:
1. En un primer capítulo transcribo las dos cartas enviadas al
Papa Francisco.
2. En un segundo capítulo hago una especie de profesión de
fe, desde qué lugar o creencia pido lo que pido.
3. En un tercer capítulo explico muy brevemente qué es el «ag-
giornamento», esa larga y esperada renovación que preten-
demos muchos dentro y fuera de la Iglesia.
4. En un cuarto capítulo trato brevemente de describir la ta-
rea del teólogo y cómo ayuda a que la interpretación de la
Biblia se renueve permanentemente y se adapte al correr de
los tiempos.
5. En un quinto capítulo, me adentro en esos pasajes de la Bi-
blia que aparentan condenar la homosexualidad. Es el más
extenso, sin lugar a dudas, por eso lo divido en pequeños
apartados, para facilitar su lectura.
6. En un sexto capítulo presento lo que Iglesia Católica afirma
acerca de la condición homosexual y esbozo, a modo de res-
puesta, una crítica desde mi experiencia personal para am-
pliar la mirada.
7. En un séptimo y último capítulo, un poco más intimista,
propongo algunas claves para que entre todos podamos
ayudarnos a reconocernos humanos y hermanos, erradi-
cando la discriminación, el bullying y la violencia.
Vamos, acompáñame a entrar de lleno en el libro.

-. 13 .-
Capítulo Nº1:
las cartas enviadas al Papa Francisco
Primera Carta
Buenos Aires, 29 de julio de 2013.
Admirado y estimado Francisco:
¡Paz y bien! Me tomo el atrevimiento de escribirle, con todo el
respeto y la admiración que se merece.
Como millones de personas, he estado observando, escuchando
y siguiendo de cerca su asunción, sus primeros gestos como Pontí-
fice, su viaje a Latinoamérica, sus hermosas palabras hacia los jóve-
nes. Y, aún en mi actual agnosticismo, se han renovado mis esperan-
zas de que en el interior de la Iglesia pueda hacerse realidad el larga-
mente esperado aggiornamento, tan declamado y reclamado por el
Concilio Vaticano II. Me alegro y celebro el hecho de que siga en-
trando aire fresco al interior del Vaticano, ya que queda mucho ca-
mino por recorrer.
Personalmente me hago eco de sus palabras: quiero «hacer lío»,
quiero «que no me excluyan», quiero pertenecer. Quiero hacer valer
mis derechos y el de muchos otros que se encuentran en similar si-
tuación, no quiero quedarme de brazos cruzados. Alguna vez fui sa-
cerdote católico, pastor, compartí ese ímpetu misionero y esa necesi-
dad de reclamo de apertura eclesial. Hasta que decidí abrirme a un
costado cuando descubrí mi propia tendencia homosexual y admití
mi imposibilidad de ejercer el ministerio pastoral en celibato. Hoy ya
mis caminos van por otros rumbos y mi vocación se tiñó de otros
matices.
Pero sus palabras y su ejemplo me hacen tomar fuerzas e impul-
sar esta iniciativa. Me atrevo a hacerme portavoz de una gran por-
ción de personas que pertenecemos a la comunidad homosexual. Y
Tanto Amor Desperdiciado · Andrés Goeni

simplemente, con humildad, pedirle encarecidamente que incen-


tive, estimule, promueva y acompañe una mayor profundiza-
ción en la Teología moral sexual acerca del lugar y la experiencia
de la persona homosexual.
No le pido que de un día al otro la Iglesia cambie su catecismo en
referencia a este tema. Simplemente le pido que no se estigmatice a
aquellos teólogos y pastores que aportan elementos de disenso a una
respuesta pastoral poco satisfactoria para tantos de nosotros.
No le pido que se oponga a la extensa Tradición que habla de
pecados contra la naturaleza, sino le pido revisar y ampliar el con-
cepto de naturaleza.
No le pido que no se lea e interprete la Sagrada Escritura, sino
que se profundice y se ahonde en lecturas despojadas de preconcep-
tos. Que se dejen de utilizar como caballito de batalla pasajes bíblicos
que la Teología ya ha demostrado y descartado que se refieran a ese
tema. ¿Cuánta más agua deberá pasar por el río para que se desligue
la palabra sodomía a un pecado que no habla de lo que el pasaje bíblico
quiere denunciar? Usted sabe mucho más que yo, que como éste, es-
tamos plagados de errores de interpretación que han llevado a que la
Verdad -esa que nos hace tan libres- quede relegada y oculta durante
mucho tiempo. Sólo para ilustrar con un ejemplo: ¿Cuántos años tu-
vieron que pasar hasta que Juan Pablo II pidiera perdón por los erro-
res de la Iglesia en referencia a Galileo Galilei? Por interpretar erró-
neamente un pasaje bíblico (Josué 10, 12-14). Es llamativo que tam-
bién en esta controversia haya conceptos de naturaleza en la base.
No le pido que no siga manteniendo una doctrina. Le pido que
la ayude a seguir creciendo y adecuándose a los nuevos paradigmas
del mundo contemporáneo que nos desafían a encontrar nuevas res-
puestas. ¿Recuerda que hace no tantos años la Moral Sexual de la
Iglesia Católica afirmaba que el único objetivo primario del matri-
monio era la procreación de los hijos? ¿Cuántos matrimonios vieron
renovada su alianza cuando fue reconocido también el aspecto del
amor unitivo y la ayuda mutua, del bien de los esposos? Esas actuali-
zaciones son aire fresco que renueva el corazón de las personas y las
ayuda a vivir con mayor dignidad.
No le pido que diluya a Cristo, le pido que, mirándolo a él, se
atreva a buscar a todas las ovejas dispersas como un Buen Pastor.
Muchos gobiernos y estados están abrazando una mayor apertura,
una nueva visión de pareja. El tiempo es propicio. Ya hace varios
años que el mundo pide a gritos un cambio de enfoque. Luego de
-. 16 .-
Capítulo Nº1:
las cartas enviadas al Papa Francisco
años de revisión científica, en 1973 la Asociación Americana de Psi-
quiatría eliminó la homosexualidad del Manual de Diagnóstico de los
Trastornos Mentales. Sin embargo hubo que esperar hasta 1990,
para que la Organización Mundial de la Salud, retirara la homose-
xualidad de su lista de enfermedades mentales.
Es necesario que la Iglesia Católica dé un paso más contundente
y significativo. ¿Para qué dilatar más este proceso? ¿No sería positivo
ser pionera con respuestas de adecuación en una sociedad en perma-
nente búsqueda? Hasta no hace muchos años se pensaba, entre otras
cosas, que esta tendencia podía curarse con diversas terapias y trata-
mientos. Y usted debe estar al tanto que son muchas las comunida-
des católicas que persisten en estas técnicas y dañan de por vida a tan-
tas personas que se someten a este tipo de prácticas.
Por experiencia en el confesionario, son muchas las personas que
abrazan la fe católica y siguen obteniendo una respuesta diluida, in-
completa y que no puede encajar en su estilo de vida. Las personas de
fe que tienen esa tendencia no tienen muchas opciones para vivir li-
bremente su sexualidad. Quedan confinados prácticamente a dos
opciones: ser castos o célibes (pero según la doctrina católica el celi-
bato es un don que se otorga a pocos y que no se puede obligar a abra-
zar como voluntarismo) o actuar de modo diverso a lo propuesto por
el catecismo y por lo tanto, vivir en pecado si es que se obra en conse-
cuencia con su realidad homosexual.
Por otro lado, cuando veo en mi ciudad y en tantas otras ciuda-
des del mundo las manifestaciones y marchas del orgullo gay, reco-
nozco que no me siento del todo identificado con los modos en que
aparecen los reclamos. Aun cuando en sus contenidos tengan mu-
chas aristas de verdad, me duele ver las críticas despiadadas a la Igle-
sia (aquella que integré en el pasado con tanto entusiasmo) y a otras
instituciones, y me pregunto si el enfrentamiento aguerrido puede
ser solución en un mundo tan dividido por diferentes visiones.
Me encantaría poder ser puente y lazo entre posturas tan desen-
contradas, para que acerquen experiencias y puedan enriquecer las
expresiones afectivas de la humanidad. Quiero asumir y trasmitirle
algunas de las preguntas escondidas en esos reclamos:
¿De verdad el amor de dos personas, siendo del mismo sexo, no
demuestra ni reflejan nada del amor de Dios? ¿No manifiesta algún
rasgo por descubrir de su inabarcable creación?
¿De verdad insiste la Iglesia en esa visión maniqueísta de que la

-. 17 .-
Tanto Amor Desperdiciado · Andrés Goeni

relación sexual homosexual es sólo un acto de placer carnal y no tiene


una vertiente verdadera de afectación del espíritu que ennoblece el
diálogo copular y corporal?
¿De verdad la Iglesia con sus silencios va a permitir que se sigan
estigmatizando a tantos jóvenes en tantos países donde se siguen ase-
sinando solamente por su tendencia? ¿No es tiempo, usted mismo lo
dijo, de salir y defender la integridad del hombre con un mensaje con-
ciliador e integrador?
Permítame por último remontarme a mi experiencia personal.
Particularmente cuando me descubrí homosexual me asusté mu-
cho, le tuve miedo a eso nuevo y desconocido con lo que me tenía que
enfrentar. Tuve terror y pavor de estar desafiando la voluntad de
Dios y de estar al borde del precipicio del infierno. Mi salida del sa-
cerdocio fue caótica, escandalosa, dolorosa. Pero esa cicatriz, esa
marca, ese aguijón es el que hoy me hace arremeter y desafiar este
paradigma que hoy se encuentra sin respuesta sensata. Con sana hu-
mildad quiero decirle que hoy después de casi diez años de conviven-
cia monógama con otra persona de mí mismo sexo, me siento feliz,
realizado y con ganas de transmitir esta experiencia para que muchos
otros puedan experimentarla y vivirla.
Ayúdeme y ayude a tantos otros a descubrir por dónde podemos
transitar la fe, sin renunciar a esta experiencia de amor, que en con-
ciencia, la sentimos fundamental en nuestras vidas.
Con admiración y elevando una plegaria por su ministerio.
Andrés Gioeni, otro hijo de Dios.
Segunda carta
Buenos Aires 5 de setiembre de 2013.
Admirado y Estimado Francisco:
¡Paz y bien! Hace poco más de un mes me atrevía a escribirle con
respeto y admiración.
Y una vez más estoy aquí, igual de atrevido, con el mismo respeto
y la misma admiración. Pero ahora con la actitud del amigo insis-
tente del Evangelio (Lc 11, 5-12), o como la viuda fastidiosa con el
juez (Lc 18, 1-8), haciendo caso de las palabras de Jesús: «Pidan y se
les dará, busquen y encontrarán, llamen y se les abrirá» (Mt 7, 7). O
como repetía mi abuela: «persevera y triunfarás».
Entiendo que su ministerio está plagado de misiones y acciones

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Capítulo Nº1:
las cartas enviadas al Papa Francisco
y hay muchas cosas más urgentes que responder cartas. Entre ellas
el grito por la Paz que elevamos todos al unísono esperando sea es-
cuchado. Pero aquella carta que le envié se replicó por tantos lugares,
y en tantos corazones se abrió una esperanza, que no puedo dejar de
pedirle una devolución de su parte.
A partir de ella llovieron infinidad de hermosos mensajes, apoyo,
agradecimiento y pedidos, algunos desesperados. Y me percaté de
que hay un universo mucho mayor de fieles creyentes (incluso sacer-
dotes, seminaristas, religiosos, religiosas y laicos) que se encuentran
en la búsqueda de una respuesta que satisfaga sus inquietudes espiri-
tuales.
No le estoy pidiendo que cambie hoy las palabras del Catecismo,
no le estoy pidiendo que diluya el Evangelio, no le estoy pidiendo que
no ejerza su ministerio de ser Custodio de la Verdad.
Le pido simplemente, con humildad, que incentive, estimule,
promueva y acompañe a aquellos teólogos que se atreven a profun-
dizar en la Teología moral sexual acerca del lugar y la experiencia de
la persona homosexual. Los estudios, el diálogo, las discusiones, el
consenso, la Verdad misma, serán quienes decidan el tiempo y el
modo de dar a luz.
Muchas personas, no sin buena voluntad, queriendo adelantarse
a su respuesta han aventurado varias afirmaciones: que el Catecismo
de la Iglesia ya tiene la visión eclesial que estoy reclamando; que no
tenemos porqué pedirle cambios a la Iglesia; que la Biblia es muy
clara al respecto; que Dios se ha manifestado en la Naturaleza.
Permítame el disenso, pero es que desde allí siguen surgiendo
más y más preguntas:
¿No es verdad lo que enseñan en el Seminario que todo Cate-
cismo necesita renovarse y adaptarse al contexto cultural del aquí y
el ahora? ¿No son necesarios los cambios en la Iglesia, también en lo
doctrinal?
¿No es verdad que la Palabra es Viva y sigue creciendo para dar
respuesta a nuevas preguntas?
Si la Biblia es tan clara al respecto y en ningún pasaje del Evange-
lio Jesús habla de la homosexualidad ¿por qué hay tantos teólogos,
incluso comunidades eclesiales, que se están animando a llegar a lec-
turas despojadas de preconceptos y apoyan y aprueban el amor entre
personas de un mismo sexo?
Si decimos que la Naturaleza es rica, insondable, inabarcable y

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Tanto Amor Desperdiciado · Andrés Goeni

todavía seguimos conociéndola y comprendiéndola (a través de la


Ciencia, la Religión, la Filosofía, las Artes…) ¿cómo nos animamos a
afirmar que hay pecados contra ella, si todavía no terminamos de vis-
lumbrarla? Perdone que sea reiterativo, y una vez más recuerde
cómo le fue a Galileo con su teoría heliocéntrica y el pasaje de Josué
(Jos 10, 12-14). ¿Recuerda cuando los religiosos discutían acerca de
la evangelización de América Latina y decían que «los indios perezosos
no tienen alma»? La historia les pasó factura, aun cuando en aquella
época estaban tan aferrados a sus argumentos.
Preguntas y más preguntas, que buscan la Verdad que nos hace
libres. Preguntas que sólo el avance y la evolución en el conocimiento
y el amor irán respondiendo a la humanidad.
Muchos me han malinterpretado. No le pido permiso para ser
homosexual y obrar en consecuencia. Nací así, Dios me hizo así. Y
aunque me costó mucho dolor y sufrimiento reconocerlo, hoy estoy
orgulloso de ese calvario, de aquella cruz que me liberó y que me
brindó la posibilidad de decir: «Soy lo que soy». Ya hace casi diez años
que convivo junto a mi pareja, nos amamos, tenemos proyectos en
común, estamos abiertos a la Vida, y cuando podemos, hacemos el
Bien. En resumen, somos personas.
También asumo lo que hasta ahora me responde la Religión. Por
eso, ni comulgo ni me confieso, ni mucho menos ejerzo el Sacerdo-
cio, aquel sacramento que recibí de una vez y para siempre. Pero en-
tiendo que hay muchos hermanos míos que se animan a acceder a
estos beneficios en mi misma situación. Los respeto, los comprendo
y no los juzgo. Quiero entender que la Fe mueve montañas. O, como
afirma la primera encíclica de su pontificado, «la fe es capaz de iluminar
toda la existencia del hombre».
Por eso insisto, por la fe de muchos fieles homosexuales que si-
guen profesando y queriendo abrazar su religión. Insisto y le pido
que, como el Buen Pastor, deje de lado a las 99 ovejas y salga a bus-
carnos. No estamos lejos, algunos dentro del corral y otros afuera.
Escuche nuestros balidos, algunos débiles e imperceptibles, otros
fuertes y prepotentes como rugidos de león.
Cuando en su Seminario estudiaba Historia de la Iglesia ¿no ad-
miraba a aquellos Santos que pasaron a la Historia por romper los
paradigmas de su época? Es un desafío que hoy el mundo le pone a
sus pies. Cientos de ciudades debaten hoy los derechos homosexua-
les, varias de ellas con sangre derramada y posturas encontradas.
¿Será usted quien desde la religión dé el primer puntapié para este
-. 20 .-
Capítulo Nº1:
las cartas enviadas al Papa Francisco
giro copernicano? ¿Será usted quien le recuerde al mundo que estos
nuevos indios perezosos también tenemos alma?
Elogiable tarea la suya, encomendada por Dios, a través de sus
hermanos Cardenales que le confiaron esa misión. Para eso cuenta
con la Gracia y con la energía de miles y miles de humanos que lo
acompañamos desde la oración.
Andrés Gioeni, otro hijo de Dios.
Respuesta de la Iglesia
Francisco no respondió la carta (aunque confío que en algún mo-
mento lo hará). Supongo que él tendrá sus razones pero mucho más
sus presiones. Hay varios funcionarios dentro del Vaticano que to-
davía prefieren preservar el poder imperial de la Institución y no el
Servicio espiritual del Cuerpo Místico.
Pero si bien el Papa no respondió, sí respondió la Iglesia. Mien-
tras la cúpula del Vaticano hacía silencio, respondía el Pueblo de
Dios.
Roma recibió la carta. Tengo acuse de recibo del correo postal
con la entrega en puerta al Palazzo Apostólico en el Vaticano. Pero
el acuse de recibo del pueblo de Dios son la infinidad de mensajes
llenos de energía, aliento y acompañamiento.
Cientos de sacerdotes, seminaristas, laicos, monjas, religiosas, en
función y ex consagrados, creyentes practicantes, creyentes cerca-
nos, miembros de otras religiones, y ateos simpatizantes. Muchas
respuestas, todas compartiendo sus visiones y apoyando la carta, con
mayor o menor énfasis.
Ya decía en la introducción, en gran parte el libro es respuesta a
la cantidad de pedidos y preguntas formuladas por ellos.-
5>?6

-. 21 .-
Capítulo Nº2:
profesión de fe

E N LOS PRIMEROS PÁRRAFOS de la carta me presentaba a


Francisco diciendo: «en mi actual agnosticismo» pero cuando las
letras avanzaban, ellas mismas evidenciaban salir de una per-
sona de fe. Por consiguiente, muchos me preguntan si sigo siendo
católico, si sigo asistiendo a misa, si rezo, si comulgo o me confieso.
Me parece importante, por respeto y sinceridad, añadir esta es-
pecie de profesión de fe o algo parecido. Forma parte del conoci-
miento de quien habla. No porque piense que la situación religiosa
debiera condicionar el diálogo. O sí, tal vez, pero eso dependerá de
quien tenga enfrente.
¿En qué creo cuando digo que no creo?
Quiero dejar en claro que los años transcurridos desde la salida del
ejercicio del Sacerdocio o del ministerio, como se suele decir, fueron
carcomiendo mi fe. El encuentro con la realidad cotidiana, en mi pro-
pia experiencia fue haciendo que se desdibujaran las enseñanzas de
un catecismo rígido e intacto.
Cada vez cuestiono más y más cuando algo aparece tan claro y
tan seguro. Me parece que si Dios es Dios, no es tan fácilmente asi-
milable y comprensible como pretendemos los humanos.
No dejo de recordar, para ilustrar esto, el hermoso relato de San
Agustín, cuando estaba escribiendo un tratado de teología:
«Mientras reflexionaba por la playa pensando en
el misterio de Dios, San Agustín encontró a un
niñito que había excavado un pequeño hoyo en la
arena y trataba de llenarlo con agua del mar. El
niñito corría hacia el mar y recogía un poquito de
agua en una concha marina. Después regresaba
Tanto Amor Desperdiciado · Andrés Goeni

corriendo a verter el líquido en el hueco, repi-


tiendo esto una y otra vez. Aquello llamó la aten-
ción de Agustín, quien lleno de curiosidad le pre-
guntó al niño sobre lo que hacía:
—Intento meter toda el agua del océano en este
pocito —le respondió el niñito.
—Pero eso es imposible –replicó el teólogo —
¿Cómo piensas meter toda el agua del océano que
es tan inmenso en un agujero tan pequeñito?
—Al igual que tú, que intentas comprender con tu
mente finita el misterio de Dios que es infinito…
La historia habla por sí sola y no necesita demasiada explicación,
pero me gustaría agregar que muchas veces nos creemos dueños de
una Verdad inconmensurable. Como si alguien pudiera comprar las
estrellas del cielo.
En la misma Iglesia Católica hemos de reconocer que hay gente
que habla con tanta seguridad y presunción espiritual como si el día
anterior hubieran estado compartiendo una cena o un almuerzo con
Dios, y dice: «la Voluntad de Dios es esta…» o «Dios quiere esto…».
Es ahí cuando exploto de bronca, porque no sólo le hacemos de-
cir a Dios cosas horribles sobre la humanidad, sino que además las
defendemos a capa y espada como si fueran ciertas, irrefutables y
comprobadas.
Creo en Dios, sí. Pero cada vez se distancia más del Dios que pro-
fesan algunos católicos. Creo en Dios, un Dios que me creó así como
soy, y que me ama y me acompaña en mi vida y en mi historia. Una
voluntad buena que me prefirió a la no existencia. Un Dios que se
complota con mis deseos y empuja con energía positiva para que eso
se realice. Un Dios que me va haciendo más humano y más cons-
ciente de mí humanidad y la de los demás. En ese Dios creo y creo
que ese Dios me regaló el feliz don de la homosexualidad como a
otros les regaló otros dones.
Respeto a quienes creen y adhieren en su fe al catolicismo, al cris-
tianismo, al judaísmo, al islamismo, al budismo, al hinduismo, al sin-
toísmo, o a otra religión donde se encuentre cómodo y lo ayude a ser
mejor persona. Y a quienes en sus diferentes espiritualidades buscan
encontrarse con la Verdad de alguna forma.
Creo en la Verdad. Que es Una y objetiva, pero que desde la lec-
tura subjetiva de cada uno de nosotros puede tener diferentes mati-
ces, expresiones y colores. Y precisamente por eso, la Verdad se va

-. 24 .-
Capítulo Nº2:
profesión de fe
revelando progresivamente en la historia, en los claroscuros de la his-
toria.
Creo en la humanidad que va desenrollándose, desarrollándose
y evolucionando, y que aun cuando haya todavía violencia, pobreza,
incomunicación, arrogancia, falta de compromiso, la Humanidad
(con mayúscula) va a un encuentro más pleno con el Universo. Es
importante que cada humano ponga su granito de arena para que ese
encuentro siga adelante.
Creo en la Fe. La fe como encuentro. Encuentro que nos hace
conectar con lo que nos envuelve y rodea. Una fe que de ese modo se
transforma en un encuentro entre la persona humana y Dios (para
algunos su Dios interior), entre el ser humano consigo mismo, entre
la persona humana con los demás seres humanos y con el mundo,
privilegiando en ese mundo a los seres vivos.
Creo en la Esperanza, que renueva todas las cosas. Que nos hace
mirar al futuro, confiados de que lo mejor está llegando, y no deja de
llegar, aparecer y surgir día a día. Porque aún no lo hemos ni vivido
ni disfrutado.
Pero sobre todo Creo en el Amor. El Amor en todas sus formas,
porque el Amor, cuando es Amor, no es egoísta, ni hace el mal, ni
destruye. Y por eso, no dejaré de luchar por reivindicarlo, aun
cuando por ser incomprendido, es atacado. Porque el Amor es lo
más grande. Porque el Amor es Dios, que es tanto como decir que
Dios es amor.
«Aunque yo hablara todas las lenguas de los hom-
bres y de los ángeles, si no tengo amor, soy como
una campana que resuena o un platillo que retiñe.
Aunque tuviera el don de la profecía y conociera
todos los misterios y toda la ciencia, aunque tu-
viera toda la fe, una fe capaz de trasladar monta-
ñas, si no tengo amor, no soy nada. Aunque re-
partiera todos mis bienes para alimentar a los po-
bres y entregara mi cuerpo a las llamas, si no
tengo amor, no me sirve para nada.
» El amor es paciente, es servicial; el amor no es
envidioso, no hace alarde, no se envanece, no pro-
cede con bajeza, no busca su propio interés, no se
irrita, no tiene en cuenta el mal recibido, no se ale-
gra de la injusticia, sino que se regocija con la ver-
dad. El amor todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo
-. 25 .-
Tanto Amor Desperdiciado · Andrés Goeni

espera, todo lo soporta.


» El amor no pasará jamás. Las profecías acaba-
rán, el don de lenguas terminará, la ciencia desa-
parecerá; porque nuestra ciencia es imperfecta y
nuestras profecías, limitadas. Cuando llegue lo
que es perfecto, cesará lo que es imperfecto. Mien-
tras yo era niño, hablaba como un niño, sentía
como un niño, razonaba como un niño, pero
cuando me hice hombre, dejé a un lado las cosas
de niño. Ahora vemos como en un espejo, confu-
samente; después veremos cara a cara. Ahora co-
nozco todo imperfectamente; después conoceré
como Dios me conoce a mí. En una palabra,
ahora existen tres cosas: la fe, la esperanza y el
amor, pero la más grande de todas es el amor.»
(1 Cor 13)
5>?6

-. 26 .-
Capítulo N3:
el aggiornamento, la renovación tan
esperada

E
N ESTE CAPÍTULO me ocuparé de dos cosas: primero explicar
esta palabra difícil y rara (aggiornamento) que utilicé en la carta.
¿Qué alcance tiene ese término? Y segundo responder por qué
le pido a Francisco un cambio, una renovación. ¿Es realmente nece-
sario ese cambio?
Vayamos entonces a lo primero: ¿Qué significa aggiornamento?
Esta palabra, muy común para los estudiantes de Teología, es la que
utilizó el Papa Juan XXIII cuando convocó el Concilio Vaticano II.
Muy sabiamente, en el año 1959, el Papa Juan XXIII, más cono-
cido como «el Papa Bueno», apenas tres meses después de ser elegido
Papa, convocó a toda la Iglesia, con el objetivo de adaptar y presentar
de una nueva forma, los principios básicos del catolicismo a todo el
mundo. Un mundo que evolucionaba vertiginosamente a los ojos de
una Iglesia sin respuestas adecuadas. Esta convocatoria se trans-
formó años más tarde en el Concilio Vaticano II (1962-1965),
donde distintas comisiones formularon importantes avances, que
aún hoy cuesta ponerlos en práctica.
En esta gran reunión universal se buscaba dialogar de un nuevo
modo con un mundo moderno, buscar un lenguaje conciliatorio
ante los desafíos de problemas sin respuestas, transmitir el Evangelio
en los nuevos tiempos, revisando de fondo las distintas prácticas de
la Iglesia: sus ritos, su vida interna y externa, su formación, su trabajo
en la vida cotidiana de las personas, el diálogo con otras religiones,
entre otras muchas cosas que desde 1575, el Concilio de Trento, se-
guían inamovibles.
Con humildad fueron invitadas numerosas iglesias cristianas:
protestantes, metodistas, calvinistas, evangélicos; anglicanos, orto-
Tanto Amor Desperdiciado · Andrés Goeni

doxos, cuáqueros y diversas confesiones, desde el islamismo hasta in-


dios americanos.
Quiero resaltar, un pequeño gesto que tuvo Juan XXIII, suma-
mente simbólico, cuando le preguntaron cuál era el sentido de hacer
el Concilio, él simplemente abrió las ventanas y dejó entrar aire
fresco. Estaba todo dicho.
Durante los años de mi estudio y luego como sacerdote siempre
aplaudí y acompañé todo proceso de apertura y de acercamiento a la
gente, sobre todo a los más necesitados. Pero era consciente de la
cantidad de objetivos propuestos por el Concilio que todavía no eran
puestos en práctica.
Por eso, reconozco con alegría que el día que escuché Bergoglio
entre las incomprensibles palabras en latín que se pronunciaban
desde aquel emblemático balcón, mis esperanzas de renovación sin-
tieron un incremento y empuje.
Mis amigos me preguntaban por qué estaba tan contento y exul-
tante si yo no pertenecía más a la Iglesia. Dejando de lado el alcance
relativo o no del concepto de pertenencia respondía: «porque será un
avance para la humanidad». Hasta de mis enemigos, si los tuviera,
me alegraría que disfrutaran de un progreso; todo cambio positivo
repercute de un modo u otro en el crecimiento de la humanidad en-
tera.
¿Cómo no iba a festejar y apoyar los gestos de un hombre que
rechazaba los apartamentos papales y la opulencia; que dejaba de
lado la capa y el oro, los autos lujosos y ponía foco en lo verdadera-
mente importante? ¿Cómo no iba a alegrarme que un hombre con
una visión más humana y no tan marcadamente académica estuviera
liderando una Institución tan influyente en los rumbos del mundo?
Esos cambios son muy buenos y le hacen bien a todos, dentro y
fuera de la Iglesia.
Espero que con esto haya quedado un poco más claro qué es el
aggiornamento. En pocas palabras, un cambio positivo.
Ahora pasemos al segundo punto del capítulo ¿es realmente ne-
cesario un cambio?
Cuántas veces nos preguntamos si la Iglesia tiene que cambiar
cosas, si tiene que renovarse, aun cuando la Biblia fue escrita hace mi-
les de años. Qué cosas habría que modificar de la Biblia si las palabras
están allí desde hace mucho, mucho tiempo.
Mi postura queda manifiesta ya en las cartas escritas al Papa.

-. 28 .-
Capítulo N3:
el aggiornamento, la renovación tan esperada
Siempre es necesario el cambio y la adaptación; en palabras más teo-
lógicas: la recreación, la inculturación, la encarnación. Que la Biblia
esté escrita hace siglos no quiere decir que su lectura tenga que ser
estática y cerrada.
De hecho la historia misma nos da la pauta que la Iglesia interna-
mente también así lo cree. Como ejemplo vale el ya citado Concilio
Vaticano II. No en vano se hicieron tantas reuniones. Todo Cate-
cismo necesita renovarse y adaptarse al contexto cultural del aquí y
ahora.
Porque si la Iglesia dice que la Biblia es Palabra de Dios, es Pala-
bra Viva, es Palabra que interpela y le habla a cada persona humana;
debe hablarle en su mismo lenguaje, en su mismo contexto, en su
misma cultura. Y debería seguir respondiendo a las grandes pregun-
tas que surgen día a día.
Ese mismo cambio es el que pido cuando digo necesaria la revi-
sión de la interpretación de los textos bíblicos y el Catecismo a la luz
de los conocimientos actuales. Se trata de releerlos desde los nuevos
contextos.
La humanidad ha dado pasos agigantados en materia de conoci-
mientos antropológicos, biológicos, sexuales. Se han llegado a con-
sensos positivos de diferentes países, organizaciones, y movimientos
filántropos. Pero la Iglesia sigue todavía encerrada en su doctrina.
Sólo planteo el siguiente ejemplo como muestreo, porque me pa-
rece sustancial que comprendamos la urgencia e importancia del
cambio.
Pansexualismo o puritanismo
Hoy entre los jóvenes, es muy común tener sus primeros encuentros
sexuales, pisando el umbral de la adolescencia. Difícilmente se cum-
pla el axioma con el que nuestras abuelas fueron criadas y que veían
el llegar vírgenes al matrimonio como un valor atesorable.
No es mi intención encarar un debate sobre los pros y los contras
de esta actitud de libertad sexual, explosión causada por años y años
de tratar al sexo como un tabú, no sólo en las familias, sino también
en el colegio, las universidades, el trabajo, y cualquier otro ámbito de
desenvolvimiento humano. Tampoco es mi intención ponerme a
juzgar cuál de las dos composturas es más aconsejable. Cada cual es
libre de hacer responsablemente lo que quiera y le satisfaga.

-. 29 .-
Tanto Amor Desperdiciado · Andrés Goeni

Pero es importante que, debido a la proliferación de enfermeda-


des de transmisión sexual, la Iglesia comprenda que tiene que cam-
biar su discurso. No puede, en este contexto, seguir hablando del
preservativo como un objeto de pecado.
Comprendo que la Iglesia quiera preservar las bondades de lo
que ella afirma son las finalidades del acto sexual, pero cerrar los ojos
y seguir repitiendo un versito no es solucionar las cosas.
No puedo tolerar, y eso que soy bastante tolerante, que haya to-
davía sacerdotes en su homilías, religiosas en sus colegios, catequistas
en sus encuentros que sigan bajando línea en contra del preservativo,
confundiendo a los adolescentes.
¿No sería mejor enseñar su uso para estar prevenidos? Con todas
las explicaciones y valoraciones que se crean convenientes. Después
de todo se evitarían consecuencias irremediables: enfermedades que
pueden llevar a la muerte, embarazos prematuros, embarazos no
deseados, abortos sin consentimiento informado.
Hoy, pleno siglo XXI, la Organización Mundial dela Salud y di-
versas ONG apuntan a informar y comunicar un uso responsable
del preservativo para luchar contra la prevención del VIH y otras
enfermedades. La exposición de los jóvenes es muy grande como
para no acelerar su promoción.
Obviamente no será la única estrategia, y habrá que combinarla
con muchas otras aristas, encarando la problemática desde diversas
ópticas, donde la educación sexual tenga su lugar prioritario.
Dejando de lado el preservativo, en los diversos campos de la se-
xualidad, la Iglesia siempre ha hecho agua y ha opinado de cuanto
tema se le viene a la mente, como si fuera el policía, el jefe o el guar-
dián de este mundo.
Nunca voy a olvidarme de la anécdota de Doña Ramona. La
cuento y traigo a colación porque ella no tuvo problemas de hacerlo
público:
«Salíamos de una clase de moral sexual donde
habíamos hablado de la inmoralidad del uso de
algunos métodos en la planificación familiar. El
sacerdote había hecho una bellísima exposición
acerca de que las parejas cristianas debían reali-
zar su planificación familiar mediante métodos
naturales, sin recurrir a métodos anticonceptivos.
No recuerdo si en esa clase nos dijo que esos méto-

-. 30 .-
Capítulo N3:
el aggiornamento, la renovación tan esperada
dos naturales tienen un bajísimo porcentaje de efi-
cacia y que es muy difícil su aplicación. Lo impor-
tante es que salimos de la clase convencidos de que
la única solución cristiana y moralmente permisi-
ble para una pareja era recurrir a esos métodos
naturales, descartando cualquier otro tipo de
prácticas. Llegada la hora del almuerzo la charla
se prolongó durante la comida, incluso cuando en
nuestra mesa se sentó Ramona, un bellísimo ser
humano con la simplicidad de los grandes. Ra-
mona ayudaba con la limpieza en el Seminario.
Ella escuchó en silencio nuestros comentarios,
hasta que acotó: «yo un día me fui hasta el hos-
pital y me hice colocar un DIU (dispositivo
intrauterino) porque cada vez son más las no-
ches que mi esposo llega borracho y abusa de
mí… Si cada vez que pasa esto voy a tener un
hijo, será medio difícil mantener una familia».
A veces la teoría de una doctrina se ve reformulada en la práctica
cotidiana, generalmente con tanta oposición y sinceridad como el
caso de Ramona. Pasa, entre tantas otras cosas, que la mayoría de los
teólogos son célibes (en teoría al menos), y reflexionan desde la idea-
lización de algo que no viven ni practican.
Cuenta una famosa leyenda acerca de Tales de Mileto (624 aC
– 546 aC.), un filósofo de la antigüedad:
«Tales iba caminando absorto observando las es-
trellas cuando de repente se cayó en un pozo. Una
anciana pasó y le dijo: “pretendes observar las
estrellas y ni siquiera ves lo que tienes a tus
pies”»
Podríamos hacer un compendio de puntos a renovar del mensaje
de la Iglesia cuando pretende mirar las estrellas sin fijarse lo que tiene
a sus pies. Lo dejo para reflexión y análisis de cada comunidad.
Para cerrar este capítulo, y cuidado que ahora me salen los resa-
bios de las homilías, quería dejar una breve reflexión.
El CAMBIO es una oportunidad que no se da de manera mágica.
No se da automáticamente, es necesario que cada uno haga un aná-
lisis en su interior, se mire profundamente en el espejo, se detenga y
se esfuerce por sacarse la piedrita del zapato que lo hace caminar con
-. 31 .-
Tanto Amor Desperdiciado · Andrés Goeni

incomodidad. Animarse a mirar qué cosa tiene que aggiornar de su


persona.
Preguntarse como comunidad o como individuos, si en las pala-
bras, acciones y modos no discrimino o dejo de lado a alguien. Pero
sin ir muy lejos, con los que tengo cerca: en el trabajo, en la familia,
en los amigos.
Y, como comunidades religiosas, no esperar sentados a que el
cambio provenga desde arriba, desde el Vaticano, para luego caer
como una norma sobre las parroquias, colegios, congregaciones reli-
giosas e instituciones de la Iglesia. El cambio se tiene quedar desde el
lugar que cada uno ocupa, que «la fruta cae por sí sola cuando está
madura».
5>?6

-. 32 .-
Capítulo Nº4:
la tarea de renovación dentro de la
iglesia

E
N ESTE CUARTO CAPÍTULO trataré brevemente de expresar
cuál es la tarea que la Iglesia le confía al teólogo y cómo su mi-
sión ayuda a que la interpretación de la Biblia se renueve per-
manentemente y se adapte según el correr de los tiempos. Además,
señalaré que, cuando el teólogo no cumple su función correcta-
mente, podemos caer en errores de interpretación que no contribu-
yen al conocimiento de la Verdad. Para ello repaso al final del capí-
tulo algunos errores que, en la historia de la humanidad, han dejado
huella y de los cuales corresponde aprender. Aunque solemos afir-
mar que la mejor escuela es la vida misma, a veces, lo único que apren-
demos es a no aprender de sus lecciones.
Empecemos diciendo que dentro de la Iglesia, hay distintas ta-
reas, vocaciones y ministerios. Cada miembro de la Iglesia debe dis-
cernir cuál es su aporte para el desarrollo de todo el organismo. Esas
diferencias son muy valiosas y son las que hacen posible el creci-
miento del Cuerpo entero. Este pasaje de la Carta a los romanos, del
Apóstol Pablo, lo explica muy bien:
«Porque así como en un solo cuerpo tenemos mu-
chos miembros con diversas funciones, también
todos nosotros formamos un solo Cuerpo en
Cristo, y en lo que respecta a cada uno, somos
miembros los unos de los otros.
» Conforme a la gracia que Dios nos ha dado, to-
dos tenemos aptitudes diferentes. El que tiene el
don de la profecía, que lo ejerza según la medida
de la fe. El que tiene el don del ministerio, que
sirva. El que tiene el don de enseñar, que enseñe.
El que tiene el don de exhortación, que exhorte. El
Tanto Amor Desperdiciado · Andrés Goeni

que comparte sus bienes, que dé con sencillez. El


que preside la comunidad, que lo haga con solici-
tud. El que practica misericordia, que lo haga con
alegría.»
(Rom 12, 4-8)
Incluso el mismo Apóstol en su Primera Carta a los Corintios
dice que: «Hay diversidad de dones, pero todos proceden del mismo Espí-
ritu. Hay diversidad de ministerios, pero un solo Señor. Hay diversidad de
actividades, pero es el mismo Dios el que realiza todo en todos» (1 Cor 12,
4-6). La imagen paulina pone en evidencia que a la luz del Espíritu,
toda vocación es un carisma o don, expresión de la incontenible crea-
tividad divina ya que el Espíritu Santo es la irreprimible fantasía de
Dios. A la luz del Señor Jesucristo, toda vocación es un ministerio o
servicio que manifiesta las más variadas formas de servicio que el
Hijo vivió hasta dar la vida. Y, a la luz del Padre Dios, todas las voca-
ciones son operaciones o actividades, porque por El, origen dela vida,
todo ser humano libera toda energía creadora, o sea, el propio dina-
mismo creador.
No me voy a detener a explicar la tarea de cada vocación carisma-
ministerio-actividad dentro de la Iglesia, sólo presentaré la tarea del
teólogo, para entender por qué le pido a Francisco que promueva esa
tarea cuando en la carta digo:
«Le pido simplemente, con humildad, que incen-
tive, estimule, promueva y acompañe a aquellos
teólogos que se atreven a profundizaren la teolo-
gía moral sexual acerca del lugar y la experiencia
de la persona homosexual. Los estudios, el diá-
logo, las discusiones, el consenso, la Verdad
misma, serán quienes decidan el tiempo y el modo
de dar a luz.
Para aquellos que les interese profundizar el tema de este capí-
tulo, pueden leer la instrucción Donum Veritates, sobre la Vocación
eclesial del teólogo, documento del año 1990. Ahí se expone exhaus-
tivamente lo que intentaré resumir en breves párrafos.
El teólogo es quien, como creyente y científico, se entrega al estudio
de un tema concreto, un acontecimiento o hecho que llama la aten-
ción o demanda una respuesta de fe. Como creyente se fundamenta
en la Palabra de Dios, en la Tradición, en los datos aportados por
teólogos anteriores, en reflexiones de la Iglesia, en el Magisterio;
-. 34 .-
Capítulo Nº4:
la tarea de renovación dentro de la iglesia
reúne todos esos datos del pasado y del presente para repensarlos
desde una nueva visión y síntesis, teniendo en cuenta las provocacio-
nes y tensiones del mundo actual. Como científico está sujeto a las
reglas del saber crítico. Por eso deberá tener en cuenta las ciencias
humanas, que avanzan a pasos agigantados en conocimientos sobre
la persona humana y el mundo.
No se trata de renunciar a su fe, al contrario, como creyente
acepta esa verdad y la sabe importante en su tarea, pero busca una
nueva lectura de esa fe asumiendo los descubrimientos del mundo
de hoy. Su tarea es darle una nueva inteligibilidad, nuevas formas de
comunicación que permitan reconocer esa Verdad salvífica que ilu-
mina también ese tema concreto.
Es algo que, en palabras más simples, podría ser razonado de la
siguiente manera:
Por un lado tenemos la Biblia que decimos que es Palabra de Dios.
Por otro lado tenemos los avances de la ciencia en diferentes terrenos
(biología, medicina, psicología, astronomía, etc.) que por los nuevos
descubrimientos e investigaciones comprobadas, también aparecen
como verdad. Si ambos lenguajes que ven la realidad desde diferentes
ámbitos dicen la verdad, no tendría por qué haber una puja, una pe-
lea o una contradicción; sino más bien al contrario, deberían poder
dialogar para iluminarse y entenderse mutuamente.
Esa es en pocas palabras, la tarea del teólogo, iluminar los nuevos
descubrimientos del mundo moderno desde la Palabra en diálogo in-
terdisciplinar con las ciencias; de ese modo fe y ciencia se iluminan
mutuamente.
En estos párrafos se resume con sabiduría cómo debe hacer el
teólogo para escuchar la voz de otros conocimientos humanos:
«La tarea, propia de la teología, de comprender el
sentido de la revelación exige, por consiguiente, la
utilización de conocimientos filosóficos que pro-
porcionen “un sólido y armónico conoci-
miento del hombre, del mundo y de Dios”, y
puedan ser asumidos en la reflexión sobre la doc-
trina revelada. Las ciencias históricas igualmente
son necesarias para los estudios del teólogo, debido
sobre todo al carácter histórico de la revelación,
que nos ha sido comunicada en una “historia de
salvación”. Finalmente se debe recurrir también

-. 35 .-
Tanto Amor Desperdiciado · Andrés Goeni

a las “ciencias humanas”, para comprender me-


jor la verdad revelada sobre el hombre y sobre las
normas morales de su obrar, poniendo en relación
con ella los resultados válidos de estas ciencias.
En esta perspectiva corresponde a la tarea del teó-
logo asumir elementos de la cultura de su am-
biente que le permitan evidenciar uno u otro as-
pecto de los misterios de la fe. Dicha tarea es cier-
tamente ardua y comporta riesgos, pero en sí
misma es legítima y debe ser impulsada.»
(Donum Veritates 10)
Admiro de la tarea del teólogo la búsqueda constante de la ver-
dad porque es consciente de que Dios, en el diálogo con la humani-
dad, va hablándole progresivamente y cada día se puede descubrir
algo nuevo que haga que el conocimiento humano se enriquezca y
amplíe su mirada y su horizonte. Por eso tiene que estar atento y
abierto en una búsqueda incansable de la verdad.
Es temerario y valiente, porque corre el riesgo de centrarse en los
problemas materiales desatendiendo sus valores espirituales. Pero
no debería tenerle miedo a esos nuevos descubrimientos porque ha-
cen crecer el conocimiento de toda la humanidad. Su tarea es muy
importante y muy rica dentro de la Iglesia.
Un teólogo debe arriesgarse, no se puede limitar a repetir y justi-
ficar el discurso oficial de la Iglesia. Debe ser crítico hasta de los mis-
mos planteamientos de la Iglesia, porque es consciente de que hay
que buscar nuevos criterios de discernimiento para una mejor com-
prensión y práctica de la fe. Una fe que tiene que llegar cada vez a más
personas, incluso a aquellas que han sido excluidas por diversas razo-
nes de las comunidades eclesiales.
A modo de ejemplo, hagamos el siguiente ejercicio, como si fué-
ramos aprendices de teólogos: vamos a fijarnos un tema concreto: la
creación del mundo.
Cuando leemos en los primeros párrafos de la Biblia que Dios
creó al mundo en seis días, y el séptimo descansó, no se debe hacer
una lectura literal y fundamentalista, ya que de allí debe extraerse,
entre otras, la verdad de que fue Dios el creador del universo. Porque
no es el objetivo de la Biblia decirnos cómo sucedió esto o qué méto-
dos utilizó Dios para llegar al mundo acabado y completo como hoy
aparece ante nuestros ojos. La ciencia será entonces quien aporte

-. 36 .-
Capítulo Nº4:
la tarea de renovación dentro de la iglesia
esos datos. Para ello buscaremos nuestro dato de actualidad y exami-
naremos alguna teoría consistente que hable sobre la evolución del
mundo. Reuniendo ambos datos uno podrá decir con una fe ma-
dura: Dios creó al mundo a lo largo de un proceso que duró un
tiempo, y él supo guiar ese proceso con suma inteligencia. Hoy ya es
un dato pacífico que la Biblia es un libro religioso que no se debe leer
como libro científico.
Entonces, sin nuestra búsqueda de la verdad es sincera, llegamos
a la resolución que no es necesario que haya una competencia de ver-
dades. No deberemos inclinarnos en este tema concreto (la creación
del mundo) por una teoría creacionista o una teoría evolucionista
como si una y otra se excluyeran mutuamente. Sino que podremos
hacer una síntesis entre ambos datos y creer con madurez ya que hay
una concurrencia de verdades.
No será condicionante que el teólogo se incline por una única
teoría científica. En este caso concreto él podrá intentar acercar la
Verdad de la Fe con la proposición científica que él considere más
relevante: tendrá la libertad de inclinarse por dialogar con la teoría
darwinista, por seguir a Stephen Hawking, o por creer en los quarks,
siempre y cuando no haya algún dato científico que contradiga que
Dios fue el creador del Universo.
Dejando de lado el ejercicio y la creación del mundo, pensemos
cuántos debates o discusiones se resolverían más fácilmente si enten-
diéramos que la Verdad puede ser mirada con diferentes lentes, y
contada por diferentes relatores, pero no deja de ser una. Y se nos
revela y la descubrimos a lo largo del desarrollo de la historia.
Traigo a colación una parábola hindú, que puede iluminarnos al
respecto por su gran sabiduría:
«Un rey pidió a seis ciegos que determinaran
cómo era un elefante palpando diferentes partes
del cuerpo del animal. El ciego que tocó la pata
dijo que el elefante era como un pilar; el que tocó
su cola dijo que el elefante era una cuerda; el que
tocó su trompa dijo que era como la rama de un
árbol; el que tocó la oreja dijo que era como un
abanico; el que tocó su panza dijo que era como
una pared; y el que tocó el colmillo dijo que el ele-
fante era como un tubo sólido. Entonces el rey les
explicó: “Todos ustedes están en lo cierto. La

-. 37 .-
Tanto Amor Desperdiciado · Andrés Goeni

razón por la que cada uno de ustedes esté di-


ciendo diferentes cosas es que cada uno de
ustedes tocó una parte diferente del elefante.
Pero el elefante tiene todas las características
que mencionaron”.»
Algunos errores del pasado
En este apartado, quiero detenerme a citar como ejemplo algunos
errores cometidos en la historia por la imposibilidad de abrir el cora-
zón y la mente, y por nuestra tendencia natural a rechazar el cambio
y a no querer ver. Quizás si se hubiera fomentado una teología inte-
ligente, un correcto diálogo entre la ciencia y la fe, no hubiéramos su-
frido esas controversias. De estos errores me quedaré solamente con
aquellos dos que cité en la carta, pero les aseguro que podemos escri-
bir muchos otros libros si revisamos la historia, llena de concepcio-
nes equívocas.
No es casualidad que haya elegido algunos ejemplos que tocan a
la naturaleza, caballito de batalla de la filosofía y teología cristiana du-
rante tantos años. Bandera que siguen enarbolando en la actualidad
para rechazar el amor entre personas del mismo sexo.
Será una síntesis muy pequeña, ya que lo que quiero demostrar
es que podemos estar cometiendo hoy esos mismos errores.
Geocentrismo vs. Heliocentrismo
En la Edad Media las teorías geocéntrica y heliocéntrica sumaban
adeptos en sus diferentes filas. Para decirlo con palabras más simples,
la pelea era quién giraba alrededor de quién: la Tierra (Geo) o el Sol
(Helio).
Estaban los que decían que la Tierra era el centro de todo, y el
Sol y los planetas giraban alrededor de ella (geocentrismo), y quienes
contrariamente decían que era la Tierra la que giraba alrededor del
sol (heliocentrismo).Esta última no era una idea nueva, ya había sido
expuesta en la antigüedad, sin mucho apoyo.
Lo cierto es que Copérnico, Kepler y Galileo Galilei, entre otros,
fueron aportando ideas a favor de la teoría heliocéntrica y expre-
sando sus descubrimientos. Pero la Iglesia tenía como aceptada e
irrefutable su creencia en el geocentrismo. Si Dios había creado al
hombre en la tierra, el sol debía ser quien girara a su alrededor. Y se
apoyaban para justificarlo en un pasaje bíblico. Veámoslo:

-. 38 .-
Capítulo Nº4:
la tarea de renovación dentro de la iglesia
«Aquella vez, cuando el Señor puso a los amo-
rreos en manos de los israelitas, Josué se dirigió al
Señor y exclamó, en presencia de Israel: “De-
tente, sol, en Gabaón, y tú, luna, en el valle
de Aialón”. Y el sol se detuvo, y la luna perma-
neció inmóvil, hasta que el pueblo se vengó de sus
enemigos.
» ¿No está eso escrito en el libro del Justo? El sol se
mantuvo inmóvil en medio del cielo y dejó de co-
rrer hacia el poniente casi un día entero. Jamás
hubo otro día, ni antes ni después, en que el Señor
obedeciera a la voz de un hombre. Realmente, el
Señor combatía en favor de Israel.»
(Jos 10, 11-14)
La Iglesia entonces interpretaba que ese texto escrito por Dios,
no podía equivocarse, y si en el libro de Josué decía que Dios le daba
la orden al sol de detenerse, para intervenir en favor del Pueblo, era
porque lo que se movía era el sol. Y esa verdad era irrefutable porque
lo decía la Biblia.
¿Cuál fue su error, que aún hoy se sigue cometiendo? Hacer una
lectura literal del texto bíblico. No entraré aquí en detalles minucio-
sos para explicar tantas páginas escritas sobre el modo o proceso de
Inspiración de Dios en el escritor de la Biblia. El que quiera profun-
dizar tiene mucho material al respecto.
Sólo resumiré que la verdad que hay que buscar en la Biblia no es
una verdad científica, ni siquiera histórica, sino una verdad para la
salvación de la persona humana. Como dice «Dei Verbum» que es
una de las constituciones dogmáticas emanadas del Concilio Vaticano
II, que habla sobre la Divina Revelación:

«Como todo lo que afirman los hagiógrafos, o au-


tores inspirados, lo afirma el Espíritu Santo, se si-
gue que los libros sagrados enseñan sólidamente,
fielmente y sin error la verdad que Dios hizo con-
signar en dichos libros para salvación nuestra»
(DV 11).
El Espíritu Santo al inspirar la verdad a quien escribe la Biblia,
respeta la idiosincrasia, contexto y cultura de cada escritor. No
puede violentar ni sus conocimientos ni adelantarse en la evolución

-. 39 .-
Tanto Amor Desperdiciado · Andrés Goeni

del pensamiento científico de la cultura a la que él pertenece. Simple-


mente porque el libro de la Biblia no es una enciclopedia científica ni
un diccionario donde se deben buscar respuestas ajenas a las espiri-
tuales. Por eso la verdad que se debe buscar en la Biblia es una verdad
para la salvación, o sea, para la felicidad de la humanidad, que llene
de sentido la vida y permita disfrutarla al compartirla y donarla.
Sin embargo, en la Edad Media eso no estaba todavía muy claro,
y la Inquisición terminó buscando en la Biblia una verdad astronó-
mica (¡o sea, científica!), juzgando a Galileo Galilei, pidiéndole re-
tractaciones y confinando los últimos años de su vida a vivir ence-
rrado en su residencia de Florencia. Y cada uno de esos jueces inqui-
sidores que lo condenó, murió convencido y seguro de esa verdad so-
bre la naturaleza de las cosas. ¡El Sol para ellos, sin lugar a equivoca-
ciones, giraba alrededor de la tierra! Leyeron la Biblia textualmente,
problema aún vigente en nuestro siglo XXI, y que trae tantas discu-
siones, divisiones y malos entendidos.
Los Indios, seres sin alma
En estos párrafos que siguen nos remontaremos a la época de los pri-
meros encuentros entre Europa y América. No me gusta llamar a
esa época Descubrimiento de América porque eso sería sólo desde el
punto de vista de Europa. No me gusta llamarlo Conquista porque
todavía somos muchos quienes peleamos por reconocer, asumir y fo-
mentar una cultura que integre nuestras raíces autóctonas. No me
gusta llamarlo Civilización de América porque sería afirmar que las
comunidades que vivían en estas tierras no tenían una organización
avanzada. Pero referenciando todas esas posturas, sabemos y nos
queda claro ya, qué época voy a exponer.
En aquel tiempo cuando los españoles llegaron a las Indias, se en-
contraron con los habitantes de América. Y, como suele suceder con
los humanos, cuando vemos que otro hace algo diferente de lo que
hago yo, lo sentencio. Eso mismo le pasó a los grupos expediciona-
rios que viajaban de Europa hacia América. Esos contingentes esta-
ban integrados por diferentes personas: marineros, oficiales, religio-
sos, cada uno con diversos objetivos y misiones. Y entre sus primeros
altercados surgió una discusión: si los indios tenían o no tenían alma.
Los bandos se dividían en tres grandes grupos y cada uno se apoyaba
para su postura en distintos pasajes de la Biblia, filósofos clásicos o
escritores de renombre.
Los primeros negaban que el indio fuera un humano, afirmaban
-. 40 .-
Capítulo Nº4:
la tarea de renovación dentro de la iglesia
que era una especie de animal, una variedad de mono. Un segundo
grupo decía que si bien eran humanos, lo eran en un grado inferior,
ya que no tenían todas las capacidades, habilidades de un ser hu-
mano común, por eso ni siquiera lo denominaban humano sino pre-
ferían llamarlo sub-humano. Y, por último, un tercer grupo afirmaba
que los indios eran realmente humanos y por lo tanto, defendían su
libertad y reprobaban su esclavitud.
Fue necesario que en el año 1537 intervenga el Papa Paulo III con
una Bula (Sublimis Deus) para que se reconozca la plena humanidad
de los indios. Pero esa Bula, lejos de servir para dejar en paz a los ha-
bitantes de América, fue excusa para dar rienda suelta y arrasar con
cualquier religiosidad ajena al catolicismo. Fue herramienta de con-
quista y colonización para unos Reyes Católicos deseosos de usurpar
tierras y convertir indios al catolicismo; y así la cruz y la espada se
hicieron aliadas en un esfuerzo de cristianización. Arrasaron con
todo vestigio de idolatría como justa causa para la conquista. Fue un
festín para los explotadores de los indios, sobre todo los latifundistas
que necesitaban mano de obra barata para trabajar sus tierras.
Hoy en nuestro tiempo, el sólo hecho de pensar como probabili-
dad que la sociedad entera en aquella época se haya dividido alistán-
dose detrás de una u otra postura, me saca de mis cabales y me trans-
porta necesariamente a hacer comparaciones odiosas. Me recuerda
a nuestros actuales sacerdotes, catequistas, educadores, divididos en-
tre quienes condenan cualquier práctica homosexual, y quienes, más
complacientes, tratan de respetar la libertad y la naturaleza de cada
humano.
Pensar que ese pequeño gran error de concepto produjo la muerte
de millones de personas, años de esclavitud, enfrentamientos desme-
didos, y la erradicación y desaparición de antiguas culturas.
Reflexión para sacerdotes y educadores de fe
Para cerrar este capítulo, quiero invitar a cada persona encargada de
educar en la fe a que piense lo importante que es cuando un creyente
pregunta el porqué de las verdades. Esa persona está esperando que
se le brinde una respuesta inteligente y no evada la pregunta respon-
diendo: «porque la fe así lo cree», «porque así lo dice la Biblia» o «por-
que es el plan de Dios».
Los catequistas de antaño (valga la aclaración que también hoy

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Tanto Amor Desperdiciado · Andrés Goeni

hay catequistas de antaño) miraban con preocupación y hasta des-


alentaban cualquier pregunta que pudiera surgir en los encuentros
de catequesis que asemejaban clases de adoctrinamiento. Y se les in-
culcaba a niños y adultos que si preguntaban demasiado estaban
atentando contra el don de la fe.
Hoy alentaría a cada creyente a preguntar todo, porque todo
tiene una respuesta. San Anselmo decía «la fe busca entender». Para
eso Dios nos creó con inteligencia, para poder comprender las cosas.
Se trata de comprender para creer y así, creer para comprender. Ade-
más, Dios o Jesucristo puede ser una respuesta si la persona creyente
se hizo todas las preguntas y en Él encontró una respuesta.
Seguramente esa manera de responder ayudará a que surjan
también nuevas vocaciones de teólogos. Hombres y mujeres, solte-
ros o casados, que se encuentren con una vocación de ser quienes
buscan nuevas respuestas a cuestiones actuales y urgentes desde la fe.
Pero hoy la mentalidad de muchos sacerdotes es todavía que-
darse a mitad del camino, respondiendo sí, pero muy superficial-
mente, para que siempre tengan que recurrir a ellos y necesitarlos.
Como si en ellos residiera el poder de la respuesta de la fe.
Los comparo con una suegra celosa de sus recetas. Cuando se le
pregunta cómo hace para que esa comida sea tan rica, pasa la receta
a regañadientes, un poco huraña y otro poco con recelo, pero siem-
pre se reserva algún condimento mágico… ¡para que nadie pueda ha-
cer esa comida de su misma forma!
5>?6

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Capítulo Nº5:
La palabra de Dios ¿condena la
homosexualidad?

E N ESTE QUINTO CAPÍTULO nos adentraremos en aquellos


pasajes de la Biblia que generalmente se usan de base para jus-
tificarla condena de la homosexualidad.
Hablaré de la Biblia, pero hay otros libros sagrados a los que se
les hace decir cosas que no dicen a partir de una interpretación ten-
denciosa, legalista y fundamentalista. Hablaré de la Biblia. Pero me
gustaría también que cuando hablemos de interpretación de textos
sagrados tengamos en cuenta a otras religiones. Ojalá (y valga la ex-
presión en su sentido etimológico) muchos sigan la posta en esta mara-
tón de relevos y hagan lo mismo con otros libros sagrados que dejen
de lado disquisiciones apasionadas y hagan una relectura compren-
diendo a la homosexualidad desde una nueva visión actual, libre de
prejuicios y defectos científicos…
Hablaré de la Biblia, porque nací en ese contexto y fue lo que me
tocó vivir y leer en persona. Porque es lo que estudié y vivencié du-
rante años, porque es lo que conozco y lo que me permitió tener un
título profesional del que incluso trabajé; porque es lo que absorbí
desde chico. Porque es el libro que más veces he leído en mi vida.
Hablaré de la Biblia, porque ha sido precisamente desde la con-
cepción occidental judeocristiana, desde donde más se ha usado su
injusta interpretación generando el odio, el rechazo, el rencor y la dis-
criminación a la homosexualidad, impregnando con esa concepción
a toda la sociedad.
Hablaré de la Biblia, basándome incluso en las mismas enseñan-
zas en que lo hacen los documentos de la Iglesia Católica, para que
no digan que no estoy teniendo en cuenta sus enseñanzas al respecto.
Aunque no veo mayor conflicto para el resto de los cristianos.
Tanto Amor Desperdiciado · Andrés Goeni

Dicho esto, adentrémonos entonces porque… hablaré de la Bi-


blia.
La Iglesia, con un poco de Madre y otro poco de Suegra Soberbia
o Matrona, ha intentado restringir la interpretación de la Biblia.
Digo Madre, porque Ella siente el peso y la responsabilidad de ser
depositaria de la Palabra de Dios. Eso es cierto… relativamente. La
humanidad entera es depositaria de tan noble diálogo entre Dios y el
género humano.
Gran parte de la Iglesia cree que es la única heredera de la co-
rrecta interpretación y que es la única capacitada, facultada e ilumi-
nada por el Espíritu para ayudarnos a comprender al resto de los po-
bres mortales qué es lo que quiso decir el Señor. Pero hay otra parte
de la Iglesia que es consciente que el Espíritu sopla donde quiere y
cuando quiere (Jn 3, 7-15). Y que si bien, muchas veces nos cuesta
concebir la profundidad de un mensaje de amor, todos podemos en-
tender el lenguaje de Dios.
No es mi intención restringir la Verdad y dejar por definidos los
estudios teológicos que día a día avanzan tratando de desentrañar
aún hoy un mensaje que interpela y compromete a tanta gente, y que
tiene una riqueza insondable.
Simplemente quiero compartir en este capítulo aquellas búsque-
das de cada vez más teólogos que, dejando de lado los preconceptos,
se han animado a descifrar varios pasajes que tienen olor a un dios
condenatorio, vengativo y tirano. Así, han dado lugar a un Dios, que,
en consonancia con el resto de la Biblia, es amoroso, compasivo, mi-
sericordioso, Padre y Madre.
Muchos decidirán seguir con arcaicas interpretaciones, cre-
yendo que la seguridad de la lectura fácil, les da a entender sin dudas
las leyes del comportamiento humano. Algunos, más desprejuicia-
dos, darán el beneficio de la duda, alno quedarse con una sola visión
de pasajes tan emblemáticos. Y muchos otros, terminarán adhi-
riendo a estos enfoques, con la esperanza de que sean aceptados por
una Iglesia más inclusiva y menos discriminatoria.
Después de todo, una persona que nace homosexual, también
tiene derecho a un alimento espiritual. Y la Biblia no es propiedad
exclusiva de nadie.
Respeto a los teólogos que se han animado a buscar interpreta-
ciones abarcativas, no creo estar desilusionándolos en este compro-
miso de abreviar sus extensos y fundamentados trabajos. Pero mi ob-

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Capítulo Nº5:
La palabra de Dios ¿condena la homosexualidad?
jetivo no es hacer teología y ahondar en el método teológico para se-
guir avanzando. Eso lo están haciendo quienes dedican de lleno su
vida y vocación a esta loable tarea. Sólo intentaré recopilar sus opi-
niones aspirando dar uniformidad y síntesis para la comprensión de
quienes no están familiarizados a ese lenguaje.
Por eso, simplemente pretendo transformar a un lenguaje com-
prensible lo que los teólogos hablan en forma tan selecta y que pocas
veces llega a la gente común. Por eso quiero contarles o decirles que
lo que muchos obispos, sacerdotes, pastores dicen que dice la Biblia,
no es tan así. Que lo que en el Catecismo le vienen metiendo en la
cabeza acerca de la homosexualidad, no es algo unánimemente con-
sensuado. Y todo ello para que un homosexual también pueda creer,
orar, celebrar, vivir y practicar su fe como creyente y cristiano, o
como discípulo misionero, como le gusta decir al Papa Francisco.
A la Biblia hay que leerla en su contexto
Cuando se lee la Biblia un principio fundamental a tener en
cuenta es leerla en la totalidad de su contexto. Si pretendemos leer
algún versículo sacándolo de la integridad del pasaje podemos correr
el riesgo de estar interpretando algo indebidamente.
Hay un sabio refrán que dice: un texto sin su contexto general-
mente sirve de pretexto.
Por eso es importante tener en cuenta los versículos anteriores y
siguientes al que voy a leer, y prestar atención al resto del capítulo, el
libro entero, y hasta la Biblia en su totalidad. Como dice el Concilio
«Prestar atención al contenido y a la unidad de toda la Escritura».
Preguntarnos qué es lo que quiso decir el autor y a quiénes concreta-
mente, para luego poder extraer de allí la enseñanza. ¿Saben por qué?
Porque podemos encontrarnos con algún pasaje que aparenta decir
una cosa que atenta con la totalidad del espíritu de la Biblia. Enton-
ces inmediatamente hay que descartar esa interpretación, ya que la
Biblia no se contrariaría a sí misma. Hay una cohesión, una coheren-
cia entre las verdades de la fe y además, una jerarquía de verdades.
Parece algo simple, pero muchas veces lo pasamos por alto. Me
gusta poner como ejemplo un cuento que es conocido entre los mi-
sioneros:
«Un grupo de cristianos se reunían una vez por
semana para estudiar y prepararse en función de
salir a predicar el Evangelio. El último día, antes
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Tanto Amor Desperdiciado · Andrés Goeni

de salir por primera vez a la región, leyeron un


pasaje del evangelio de Lucas donde Jesús enviaba
a sus discípulos a evangelizar que decía: “no se
detengan a saludar a nadie por el camino”
(Lc 10, 4). Entonces salieron de su capilla y no
hablaron con nadie, no saludaron a nadie porque
creían hacer caso de la recomendación de Jesús.
En ese pueblo nadie creyó en el cristianismo, eran
personas demasiado desconsideradas, irrespetuo-
sas y descorteces como para traer un mensaje hu-
mano y fraternal.»
Me imagino a esos predicadores interpretando la Biblia literal-
mente y perdiendo el contexto de lo que ese pasaje quería decir. Nada
más lejos del cristianismo que lo que ellos habían interpretado: ser
descorteses, desinteresados y no tener en cuenta al otro.
Importancia del espíritu de la letra
En este principio de tener en cuenta el contexto, el libro en su to-
talidad, hay libros que por su importancia tienen mayor relevancia
que otros. Para un cristiano, por ejemplo, el Nuevo Testamento debe-
ría tener una mayor preponderancia por ser la novedad del mensaje
de Jesús. Sobre todo los evangelios que relatan la vida, dichos y accio-
nes de Jesús.
No quiero dejar de lado a otras religiones, que deberán moverse
con similares criterios. Otros cultos tendrán que analizarlos a partir
de la importancia de cada libro y del tiempo y contexto en el que fue-
ron escritos.
Ya lo hizo el mismo Jesús en su época, en el Sermón del Monte:
«Ustedes han oído que se dijo: “Ojo por ojo y
diente por diente”. Pero yo les digo que no ha-
gan frente al que les hace mal: al contrario, si al-
guien te da una bofetada en la mejilla derecha,
preséntale también la otra.»
(Mt 5, 38-39)
Está reinterpretando aquellas falencias de algunos fariseos que
enseñaban la letra de la Ley pero no su espíritu. Hoy difícilmente se
interprete la Ley del Talión (ojo por ojo, diente por diente) al pie de la
letra, sino que recurrimos a una justicia más pacífica y que analiza
cada caso en conciencia.

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Capítulo Nº5:
La palabra de Dios ¿condena la homosexualidad?
El Mensaje de Jesús
Si revisamos los evangelios de punta a punta, no hay ni una sola re-
ferencia al tema de la homosexualidad. Eso ya nos da la pauta de que
en el mensaje de Jesús no ocupa un puesto de importancia, si es que
llegara a ocuparlo. No quiso y novio necesario dejar una doctrina
acabada al respecto. Y eso que Jesús habló de muchas cosas pero que,
al mismo tiempo, eran y son las esenciales.
El mensaje de Jesús, con grandes novedades y avances, se centra
en el modo de vivir y de experimentar la Ley, o sea, la Palabra viva de
Dios. Y es lo más alejado a poner algo de energía en criticar la sexua-
lidad de la gente. Él estaba mucho más interesado en temas como la
injusticia, la falsedad, la hipocresía, creerse mejores que los demás, ser
estrictos con la ley, honrar con los labios y no con el corazón. Su prin-
cipal mensaje fue amar a Dios por sobre todo y al prójimo como uno
mismo. Muy pocas veces hace referencia al tema sexual, y nunca
¡nunca! a la homosexualidad.
Eso solamente (el silencio de Jesús al respecto) debería llamarnos
la atención, cuando aún en pleno siglo XXI hay pastores, sacerdotes
y otra gente de Iglesia que dedican su vida y su energía focalizándose
en una cruzada a favor del puritanismo.
Consciente de esto, el Papa Francisco en una entrevista reciente
a una revista jesuita, arremete contra la obsesión sexual de algunos
creyentes:
«Tenemos que encontrar un nuevo equilibrio,
porque de otra manera el edificio moral de la Igle-
sia corre peligro de caer como un castillo de nai-
pes, de perder la frescura y el perfume del Evange-
lio. La propuesta evangélica debe ser más sencilla,
más profunda e irradiante. Solo de esta propuesta
surgen luego las consecuencias morales […]No
podemos seguir insistiendo solo en cuestiones refe-
rentes al aborto, al matrimonio homosexual o al
uso de anticonceptivos […] No es necesario estar
hablando de estas cosas sin cesar».
Es tan sencillo y simple el mensaje de Jesús, que él mismo es capaz
de resumirlo en pocas líneas, cuando uno de los doctores de la Ley le
pregunta:

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Tanto Amor Desperdiciado · Andrés Goeni

«“Maestro, ¿cuál es el mandamiento más


grande de la Ley?”.
Jesús le respondió: “Amarás al Señor, tu Dios,
con todo tu corazón, con toda tu alma y con
todo tu espíritu. Este es el más grande y el
primer mandamiento. El segundo es seme-
jante al primero: Amarás a tu prójimo como
a ti mismo. De estos dos mandamientos de-
penden toda la Ley y los Profetas”».
(Mt 22, 36-40)
Sodoma y Gomorra
Un texto importante para analizares el de Sodoma y Gomorra.
Principalmente porque fue el texto de base para aplicar como sinó-
nimo de homosexual al habitante de esa ciudad: Sodoma. De esa in-
terpretación arcaica y errada surge la equiparación entre sodomita y
homosexual.
Hoy todo hermeneuta que está al tanto de las investigaciones,
sabe que este texto no habla de la homosexualidad, sino que hace alu-
sión a un tema diferente. Pero leamos primero el texto:
«Los dos ángeles llegaron a Sodoma al atardecer,
mientras Lot estaba sentado a la puerta de la ciu-
dad. Al verlos, se levantó para saludarlos, e incli-
nándose hasta el suelo, les dijo: “Les ruego, seño-
res, que vengan a pasar la noche en casa de
este servidor. Lávense los pies, y mañana bien
temprano podrán seguir viaje”. “No”, le res-
pondieron ellos, “pasaremos la noche en la
plaza”. Pero él les insistió tanto, que al fin se fue-
ron con él y se hospedaron en su casa. Lot les pre-
paró una comida, hizo cocinar galletas sin leva-
dura, y ellos comieron. Aún no se habían acos-
tado, cuando los hombres de la ciudad, los hom-
bres de Sodoma, se agolparon alrededor de la
casa. Estaba la población en pleno, sin excepción
alguna, desde el más joven hasta el más viejo. En-
tonces llamaron a Lot y le dijeron: “¿Dónde es-
tán esos hombres que vinieron a tu casa esta
noche? Tráelos afuera para que tengamos re-
laciones con ellos”. Lot se presentó ante ellos a la
entrada de la casa, y cerrando la puerta detrás de
sí, dijo: “Amigos, les suplico que no cometan
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Capítulo Nº5:
La palabra de Dios ¿condena la homosexualidad?
esa ruindad. Yo tengo dos hijas que todavía
son vírgenes. Se las traeré, y ustedes podrán
hacer con ellas lo que mejor les parezca. Pero
no hagan nada a esos hombres, ya que se han
hospedado bajo mi techo”. Ellos le respondie-
ron: “Apártate de ahí”. Y añadieron: “Este in-
dividuo no es más que un inmigrante, y
ahora se pone a juzgar. A ti te trataremos
peor que a ellos”. Luego se abalanzaron violen-
tamente contra Lot, y se acercaron para derribar
la puerta.
» Pero los dos hombres, sacando los brazos, lleva-
ron a Lot adentro y cerraron la puerta. Y a todos
los que estaban a la entrada de la casa, pequeños y
grandes, los hirieron con una luz enceguecedora,
de manera que no pudieron abrirse paso.»
(Gn 19, 1-11)
En este pasaje lo que el escritor bíblico quiere marcar como falta
grave no es el hecho de la homosexualidad, sino la falta de hospitali-
dad. Este es el tema central de este pasaje: la inhospitalidad del pue-
blo de Sodoma para con los enviados de Dios.
Incluso haciendo una lectura simplista del texto, muchos pasan
por alto que en el relato Lot ofrece a sus dos hijas en lugar de los hos-
pedados. Si los habitantes de Sodoma hubieran sido homosexuales,
para qué Lot les ofrece dos mujeres; es obvio que le iban a decir que
no ya que no se iban a conformar. Salta a primera vista, entonces, que
no es un tema sexual lo que está en juego.
Muchas veces me gustaría poder preguntar a quienes siguen uti-
lizando este texto para argumentar que la Biblia hace referencia a la
homosexualidad, si ellos aprobarían la violación de sus propias hijas.
Porque desde ningún aspecto se entiende por qué dejan de lado esa
referencia.
Entrando más en profundidad, para entender este texto debe-
mos saber que en la antigüedad estos pueblos nómadas y seminóma-
das tenían como regla de oro la hospitalidad. Era una de las virtudes
más apreciadas. Era un deber, un compromiso moral, una obliga-
ción: ser amable y hospitalarios con los desconocidos, los viajeros o
las personas extranjeras. Al punto de estar dispuestos a sacrificar el
honor y la honra de sus hijas en función del bienestar de los huéspe-
des.
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Tanto Amor Desperdiciado · Andrés Goeni

Los hebreos de la época en que se contextualiza este pasaje, la


época de los Patriarcas (alrededor del 2000 al 1800 a.C aproximada-
mente), eran pueblos seminómadas pastoriles que se instalaban pro-
visoriamente en una región para después ir a otra. Se regían por lo
tanto con un código del desierto, donde la hospitalidad era uno de
sus pilares fundamentales.
Esto se debía a varios factores. Las inclemencias de los bruscos
cambios de temperatura entre el día y la noche, dejaban muy expues-
tas a las personas. Además los recorridos entre puntos de convergen-
cia o pueblos vecinos eran sumamente extensos y los viajeros se que-
daban sin provisiones, especialmente agua, imprescindible para po-
der subsistir.
Esta misma regla se puede apreciar en las culturas arábigas y se-
mitas. Era tan claro este código que ni siquiera a un enemigo se le
podía hacer daño si se lo había recibido para albergarlo durante la
noche.
Un historiador antiguo, Diodoro el siciliano, narra sus impresio-
nes al ver pueblos tan aguerridos y que, sin embargo, eran muy ama-
bles a la hora de hospedar:
«En cuanto a sus costumbres, son crueles con los
malhechores y enemigos; con los huéspedes, sin
embargo, son afables y humanitarios. En efecto,
todos consideran a los huéspedes que vienen a su
país, dignos de residir entre ellos y compiten entre
sí en dar hospitalidad; a aquellos que atienden a
los extranjeros, los alaban y los consideran ama-
dos por los dioses»
No es el único lugar en la Biblia donde vemos esta costumbre. El
mismo libro del Génesis, narra a Abraham recibiendo a los tres án-
geles en Mambré (Gn 18, 1-8), y a Labán recibiendo al siervo de
Abraham (Gn 24, 28-32).
Llama poderosamente la atención, que ninguno de los que se sir-
ven de este texto de Sodoma y Gomorra, hagan referencia a otro pa-
saje que figura en el libro de Jueces. Un texto en el que se repite la
misma situación, pero que termina en el abuso de una pobre mujer.
Seguramente para ellos, ese pequeño cambio heterosexual en el desen-
lace, hace que dejen de lado el texto, donde se condena de la misma
manera la maldad y denigración de los habitantes de Guibeá:

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Capítulo Nº5:
La palabra de Dios ¿condena la homosexualidad?
«Estaban pasando un momento agradable,
cuando los hombres de la ciudad, gente perver-
tida, rodearon la casa y comenzaron a golpear la
puerta, diciendo al anciano dueño de casa: “Trae
afuera el hombre que entró en tu casa para
que tengamos relaciones con él”. Pero el dueño
de casa se presentó ante ellos y les dijo: “No, her-
manos míos, no obren tan perversamente,
porque ese hombre es mi huésped. ¡No co-
metan esa infamia! Yo tengo a mi hija que es
virgen: se la traeré afuera, para que ustedes
abusen de ella y la traten como mejor les pa-
rezca. Pero no cometan semejante infamia
con ese hombre.”
» Sin embargo, ellos no quisieron escucharlo. En-
tonces el levita tomó a su concubina y la llevó
afuera. Los hombres se aprovecharon de ella y la
maltrataron toda la noche hasta la madrugada, y
al amanecer, la abandonaron.»
(Jue 19, 22-25)
Otro dato relevante es que la misma Biblia más adelante, cuando
el profeta Ezequiel hace referencia a Sodoma, no habla de que So-
doma haya sido aniquilada por sus relaciones homosexuales, sino
que detalla expresamente cuál fue el pecado: su soberbia y su falta de
socorro al pobre e indigente, esas abominaciones son más graves a
los ojos de Dios:
«Esta fue la iniquidad de tu hermana Sodoma:
soberbia, buena mesa y total despreocupación.
Además de esto, ella y sus hijas no socorrieron al
pobre y al indigente; se enorgullecieron y cometie-
ron abominaciones en mi presencia. Por eso las
rechacé, como tú lo has visto.»
(Ez 16, 49-50)
Para dejar de lado este texto, vemos cómo el pecado que llevó a la
destrucción de esa ciudad fue el cerrar sus puertas y no ser hospitala-
rios. Casi irónicamente lo que hoy en día hacen miles de comunida-
des cristianas alrededor del mundo con las personas homosexuales.
Como decía al comienzo de esta sección, difícilmente hoy un teó-
logo o un exégeta que esté al tanto de los avances, siga usando este

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Tanto Amor Desperdiciado · Andrés Goeni

texto para hablar de la homosexualidad. Pero tampoco he visto mu-


cha preocupación de la Iglesia por salir a pedir disculpas a sus creyen-
tes, ante esta y otras interpretaciones que han cargado de tinta libros
y libros hablando de un pecado tan grande y tan horrible a los ojos de
Dios, que merece la destrucción de un pueblo.
Levítico: La abominación de la homosexualidad
Otros textos usados para afirmar que la Biblia no sólo hace refe-
rencia a la homosexualidad, sino que la considera una abominación
son estos dos pasajes del Levítico:
«No te acostarás con un varón como si fuera una
mujer: es una abominación.»
(Lev 18, 22)
«Si un hombre se acuesta con otro hombre como
si fuera una mujer, los dos cometen una cosa abo-
minable; por eso serán castigados con la muerte y
su sangre caerá sobre ellos».
(Lev 20, 13)
Si leemos estos versículos descontextualizados, no nos queda la
menor duda de que son claros y no hay que objetar nada en su con-
tra. Pero si lo leemos en el contexto, podemos encontrar su verda-
dero alcance y significación. Una vez más recordemos, lo importante
que es tener en cuenta el contexto, la cultura y las tradiciones de la
comunidad a la que está dirigida y quiénes lo escribieron.
Este libro, tal como su nombre lo indica, nos habla de las pres-
cripciones rituales de la tribu de Leví (Levítico). Con un estilo minu-
cioso, preciso y sobrecargado de términos técnicos, habla de los de-
talles para asegurar la eficacia en los ritos.
Leyendo el libro en su totalidad, nos daremos cuenta que esas dis-
posiciones para con el pueblo eran aplicables en esa época y esa cul-
tura. El avance y progreso de las ciencias nos dicen que no hay razo-
namiento alguno que justifique el realizarlas y que no corremos peli-
gro alguno al no hacerlo. De hecho, si intentáramos vivir todo lo que
el Levítico dice, no sólo tendríamos que catalogar muchas de nues-
tras actuales prácticas como abominación, sino deberíamos ser eje-
cutados. Veamos sólo algunos ejemplos, con sus respectivos versícu-
los:
• No podríamos comer con sangre (7, 27; 19, 26);

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Capítulo Nº5:
La palabra de Dios ¿condena la homosexualidad?
• ni ponernos vestidos con mezcla de hilos (19, 19);
• ni entrar a lugares sagrados habiendo bebido vino u otra be-
bida alcohólica (10, 9);
• ni comer grasa de buey, cordero o cabra (7, 23),
• ni comer liebre o cerdo (11, 2-7),
• ni comer algún tipo de reptil (11, 42);
• ni sembrar con mezcla de semillas (19, 19);
• ni cortarse el pelo en forma de círculo o afeitarse (19, 27);
• ninguna persona con algún defecto físico podría ser sacerdote
(21, 17-20);
• ni deberíamos trabajar los sábados (23, 1-3);
• pero sí podríamos tener esclavos, siempre que sean extranje-
ros (25, 44).
Tengamos en cuenta que muchas de esas prácticas servían tam-
bién de referencia para cuidar la integridad de la tribu. Por ejemplo:
con respecto a la higiene y cuidado de la salubridad, se consideraba
impuro tener relaciones sexuales durante la menstruación (15, 20),
o impuro a un hombre después de haber eyaculado (15, 16). Hoy
cualquier médico o ginecólogo pensaría dos veces antes de afirmar
esas cosas.
Difícilmente también hoy afirmaríamos que alguna mujer que
acaba de dar a luz es impura y será impura durante treinta y tres días
en el caso de tener un varón o durante sesenta y seis si es madre de
una mujer (12, 2-5).
Con respecto al tema de la prohibición de acostarse con personas
del mismo sexo, agreguemos el peso de la importancia de la promesa
hecha por Dios a Abraham (promesa de tierra y descendencia) que
era relevante cuidar en aquel momento en un pueblo que debía pro-
pagarse y multiplicarse.
Hoy el crecimiento demográfico hace que en algunos países in-
cluso se restrinjan las posibilidades del incremento de su población
con impuestos, como en el caso de China, por ejemplo.
Es ilógico e irrisorio seguir catalogando las cosas que no podría-
mos hacer si seguimos al pie de la letra este libro. Pareciera ser que
uno quiere desautorizarlo dejándolo en ridículo. Si esas prácticas
constituyen parte de la Biblia y están allí querrán dar la pauta dela
pureza ritual a la que estaban dispuestas algunas tribus. Pero para
leerlas hoy buscando una enseñanza, una instrucción o un mensaje
espiritual, habrá que ponerlas en su justa concepción atendiendo,

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particularmente, a su tiempo y cultura.


Pero algunos biblistas y moralistas prefieren hacer una lectura se-
lectiva. Filtran todas estas abominaciones y sólo se quedan a resaltar
y condenar los dos textos que hacen referencia a la homosexualidad.
O sea, hacen una lectura ideológica de la Biblia, desde un interés par-
ticular: condenar la homosexualidad.
Los textos de San Pablo
Son las declaraciones de Pablo en sus cartas las que aparentan
aparecer como las que rechazan con mayor firmeza a la homosexua-
lidad. Hay tres textos que tenemos que tener en cuenta. Uno en la
Carta a Romanos, otro en la Primera Carta a los Corintios y el ter-
cero en la Primera Carta a Timoteo. Veamos:
«Por eso, Dios los entregó también a pasiones ver-
gonzosas: sus mujeres cambiaron las relaciones
naturales por otras contrarias a la naturaleza.
Del mismo modo, los hombres dejando la rela-
ción natural con la mujer, ardieron en deseos los
unos por los otros, teniendo relaciones deshonestas
entre ellos y recibiendo en sí mismos la retribución
merecida por su extravío. Y como no se preocupa-
ron por reconocer a Dios, él los entregó a su mente
depravada para que hicieran lo que no se debe.»
(Rm 1, 26-28).
En este texto, Pablo habla de la influencia negativa de la cultura
de otros pueblos en los primeros cristianos de Roma. Era una comu-
nidad que estaba integrada por cristianos provenientes del judaísmo
y cristianos provenientes de otras religiones. Corrían el riesgo enton-
ces de asumir costumbres ajenas al pensamiento de Pablo en pos de
un cristianismo puro. No era tan sencillo reunir en una misma co-
munidad a judíos y paganos convertidos. Pablo, entre tantas cosas,
les recomienda en esta Carta lo que ni siquiera nosotros logramos
practicar hoy: que acepten y limen sus diferencias.
Y para hablarles entonces, a aquellos que han dejado de lado a
Dios, denuncia una serie de pecados de injusticia y lujuria sexual por
parte de los idólatras. Una lujuria que se manifiesta en actos de opre-
sión y abuso de los más poderosos sobre los más débiles: mujeres, es-
clavos, prostitutos, prostitutas, jóvenes, indefensos.
La mayoría de los biblistas afirman que Pablo se refiere en este

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pasaje a la prostitución que se realizaba en los templos paganos, e in-
cluso en algunos recintos judíos. Esta clase de prostitución religiosa
pagana era bien conocida por el Apóstol Pablo a quien no le pasó
inadvertida en sus viajes misioneros sino que por el contrario le era
causa de gran preocupación. En esta comunidad particularmente
por estar influenciada por cristianos conversos provenientes de dife-
rentes religiones, y que por lo tanto corrían el riesgo de asumir ritos
idólatras.
Pablo muestra una serie de actos en los que incurre la humanidad
cuando deja de lado a Dios cayendo en la idolatría. Resultado de la
idolatría es sufrir el abandono de Dios, que dejándolos de lado, los
entrega a cometer diversas formas de impureza y actos de injusticia.
Habla entonces de diversas clases de injusticias y de actos sexuales
entre los que figura el sexo anal entre varones.
Pero Pablo no hace alusión alguna a la orientación sexual de las
personas, y no podemos saber si estos actos a los que él se refiere son
de personas heterosexuales, homosexuales, bisexuales, etc. Es más,
cuando señala que «abandonaron el uso de la mujer» parecería indicar
que no se trata entonces de homosexuales, ya que si lo hubiesen sido,
difícilmente hubieran reemplazado el sexo con mujeres por sexo con
varones.
Algunas personas piensan que en este texto hay incluso una clara
alusión de San Pablo a una condena de la homosexualidad femenina.
En ese caso sería el único texto en toda la Biblia que condena el les-
bianismo. Pero este versículo habla de mujeres que realizan actos se-
xuales contra naturaleza pero no se indica que esos actos fueran entre
mujeres. Parecería indicar más una práctica que se aleja de la concep-
ción, pero no necesariamente habla del sexo entre mujeres, sino más
bien de sexo anal, que no engendra hijos ni descendencia. Una prác-
tica común realizada en la prostitución femenina en los templos.
No se habla explícitamente tampoco del género del compañero
sexual ni tampoco se hace referencia a lo que hoy podríamos indicar
como un amor libre homosexual, sino de una codicia, lujuria y exce-
sos.
Entonces volvemos a decir que no es la combinación sexual la
preocupación de Pablo, sino los efectos de la idolatría en la comuni-
dad que los hace realizar actos impuros. Y cuando hace referencia a
los pecados sexuales en concreto no discrimina entre quienes se rea-

-. 55 .-
Tanto Amor Desperdiciado · Andrés Goeni

lizan, sino más bien en el modo de ejercerlo, ya sea como prostitu-


ción, como rebajamiento del otro, como denigración del otro. De ese
modo la impureza recae en el acto, sea heterosexual u homosexual.
La condena no se dirige a la tendencia sexual, pero sí al modo en que
esta se realiza.
Puede entonces Pablo estar refiriéndose a los actos homosexua-
les realizados por personas heterosexuales que asumían esta postura
con relación al sexo, o a los actos homosexuales realizados fuera de
un contexto de simultaneidad y consentimiento.
Pero es claro entonces que no hay referencia al amor estable, ex-
clusivo y consentido entre dos personas del mismo sexo. Reconozca-
mos que en esa época es impensado que se manejara el concepto mo-
derno de dos personas de igual condición disfrutando de relaciones
sexuales con amor. Sería improcedente atribuir a Pablo la condena
de algo para él desconocido.
Aún si estas explicaciones nos dejaran con dudas, el mismo Pa-
blo será quien enmarque en esa misma Carta la importancia de sus
declaraciones relativizando que toda práctica de pureza o impureza
es relativa, y que para Jesús nada es impuro por sí mismo, y menos
aún eso debe ser causa de división o exclusión:
«Dejemos entonces de juzgarnos mutuamente;
traten más bien de no poner delante de su her-
mano nada que lo haga tropezar o caer. Estoy
plenamente convencido en el Señor Jesús de que
nada es impuro por sí mismo; pero si alguien es-
tima que una cosa es impura, para él sí es impura.
Si por un alimento, afliges a tu hermano, ya no
obras de acuerdo con el amor. ¡No permitas que
por una cuestión de alimentos se pierda aquel por
quien murió Cristo!»
(Rm 14, 13-15)
Los otros dos textos que hay que prestar atención son 1Co 6, 9-
11 y 1Ti 1, 10. Pero eso dependerá mucho de la traducción que ha-
gan de las Biblias los diversos traductores. Los términos utilizados
en estos textos por el autor de la Biblia son difíciles de traducir. El
primer término (ἀρσενοκοῖται —arsenokoitai) es demasiado
complejo y sólo aparece en dos oportunidades en la Biblia, justa-
mente en estos dos textos. Y el segundo término (μαλακοὶ —ma-

-. 56 .-
Capítulo Nº5:
La palabra de Dios ¿condena la homosexualidad?
lakoi) es muy ambiguo. Por eso dependerá de la interpretación y afi-
nidad ideológica de quienes estén traduciendo y adaptando la Biblia
a su propio idioma. Deberá buscar con sumo cuidado aquella pala-
bra que se corresponda en su idioma sin faltar el respeto al término,
tratando de acercarse a su significado correlativo en su propio len-
guaje.
Hay un refrán italiano que habla de las limitaciones de las traduc-
ciones, que pierden la riqueza del lenguaje original. Ellos dicen con
mucha sabiduría: «traduttore, tradittore», o sea, el traductor es un
traidor. Porque en verdad una traducción puede ser traicionera,
consciente o inconscientemente, y eso dependerá dela pureza e in-
tención de quien traduce un texto. No sólo por su ideología o pre-
concepto, sino además porque puede no haber un vocablo que refleje
correctamente esa traducción.
Acá se ganan un punto a su favor los traductores de «El libro del
Pueblo de Dios» (traducción del texto bíblico para Argentina). Que
con buen criterio decidieron traducir el primer vocablo arsenokoitai
como pervertidos. Es la palabra que figura en ambos textos. Este tér-
mino, muy difícil de traducir, es una palabra compuesta por «arseno»
(varón) y «koitai» (cama, lecho). Algunos estudiosos afirman, que,
contiene una referencia sexual negativa y de explotación, ya que en la
cita de Timoteo figura entre medio de los términos que denotan a
prostitutos masculinos y traficantes de personas, generalmente para
explotarlos sexualmente.
Entonces traducido así, el texto de Timoteo queda afuera de
cualquier sospecha. No así en otras traducciones, que insisten en
equiparar ese término con la homosexualidad.
Vayamos entonces a la carta a los Corintios:
«¿Ignoran que los injustos no heredarán el Reino
de Dios? No se hagan ilusiones: ni los inmorales,
ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados,
ni los pervertidos, ni los ladrones, ni los avaros, ni
los bebedores, ni los difamadores, ni los usurpado-
res heredarán el Reino de Dios. Algunos de uste-
des fueron así, pero ahora han sido purificados,
santificados y justiciados en el nombre de nuestro
Señor Jesucristo y por Espíritu de nuestro Dios.»
(1 Co 6, 9-11)

-. 57 .-
Tanto Amor Desperdiciado · Andrés Goeni

Será esta misma dificultad para traducir la que nos lleve a com-
prender que el alcance delos términos es muy limitado y depende de
la traducción que recibimos. Pero a medida que se acumulan eviden-
cias, es claro que los textos son malinterpretados si se quiere ver en
ellos alguna condena moral a los actos homogenitales.
En este texto de Corintios aparece, además de arsenokoitai, el tér-
mino malakoi, que nuestra Biblia traduce como afeminados. Pero
esta palabra era bastante común y parece al menos tener tres signifi-
cados probables. El primer significado es suave, fino, refinado (así es
usado en el evangelio en Lc 7, 25 y Mt 11, 8 cuando hablan de las
vestiduras del hombre rico). La segunda acepción es afeminado,
como mujer, pero con la idea de ser fácilmente influenciable, sin coraje,
inestable, decadente (recordemos la cultura machista de la época). El
tercer sentido era para referirse a los prostitutos jóvenes que adopta-
ban un papel pasivo durante el acto a cambio de dinero. Éste último
es el término más aceptado por estar asociado en el texto al anterior
arsenokoitai del que ya hicimos referencia y que se encuentra en el
listado de pecados.
Un estudio sensato, profundo y equilibrado de estos vocablos
griegos empleados por el apóstol Pablo revelan que los mismos ha-
cen referencia a actividades sexuales abusivas y explotativas, de liber-
tinaje o coacción, pero no tienen nada que ver con las relaciones con-
sensuadas entre personas adultas del mismo sexo basadas en el amor
y el mutuo compromiso.
Textos que parecen manifestarse a favor de la
homosexualidad
No puedo dejar de presentar estos textos en honor a la verdad,
por eso los expongo a continuación. Nunca han sido usados como
material de condena de la homosexualidad, sino al contrario, como
materia a favor de textos que aprueban o miran con buenos ojos las
relaciones entre personas de ambos sexos, siempre que se den en un
ambiente de respeto y decisión mutua. Sería bueno entonces anali-
zarlos y profundizar en ellos.
Particularmente no creo que el objetivo de los autores de estos
libros sea darle relevancia al tema. Pero es claro que están allí y ha-
blan del tema con total naturalidad. Si estos textos llegaron a nues-
tras manos, pasaron a la historia, y no fueron retocados, pueden estar
queriendo aportar algo de luz. No seré yo quien los excluya y saque
del panorama. Será un nuevo desafío para los biblistas y teólogos,
-. 58 .-
Capítulo Nº5:
La palabra de Dios ¿condena la homosexualidad?
para seguirá hondando en la riqueza que estos pasajes puedan apor-
tar.
Rut
En el libro de Rut, leemos una hermosa manifestación de amor. Al-
gunos lo toman como una posible señal de lesbianismo. Aunque la
mayoría se inclina a afirmar que es un texto de fidelidad filial, y que
las intenciones de Rut son de admiración y respeto hacia su suegra,
la madre de su esposo fallecido. Bien podrían utilizarse como lectura
en una ceremonia de casamiento entre dos mujeres:
«“No insistas en que te abandone y me vuelva,
porque yo iré adonde tú vayas y viviré donde tú
vivas. Tu pueblo será mi pueblo y tu Dios será mi
Dios. Moriré donde tú mueras y allí seré ente-
rrada. Que el Señor me castigue más de lo debido,
si logra separarme de ti algo que no sea la
muerte”.»
(Rut 1, 16-17)
El Rey David y Jonatán
Interpretaciones de textos que generalmente resultan ofensivas para
algunos ortodoxos son los que hablan del rey más importante de Is-
rael: el rey David. Pero tampoco por eso podemos dejar de mencio-
narlos.
Hay muchos libros escritos al respecto, y no tocan el tema con
liviandad. Sólo pondré algunos párrafos del prolongado libro de Sa-
muel. Están extraídos de su contexto, porque el libro es demasiado
extenso, pero los invito a leer todo el libro (sobre todo desde el Primer
Libro de Samuel capítulo 18 hasta el final del Primer capítulo del Segundo
Libro de Samuel).
Hagan el ejercicio de leerlos sin pensar que están leyendo la Bi-
blia. Verán que no pueden ser interpretados de otra manera, y que
no hay algún versículo que avale una interpretación en contra. Verán
con cuánta insistencia en esos pasajes hay una frase que se repite
hasta el hartazgo: «…porque lo amaba como a sí mismo».
Aun cuando David tuvo diferentes mujeres, el amor de Jonatán
era su delicia. Ya al momento de la presentación quedaron «encari-
ñados»:
-. 59 .-
Tanto Amor Desperdiciado · Andrés Goeni

«Apenas David terminó de hablar con Saúl, Jo-


natán se encariñó con él y llegó a quererlo como a
sí mismo. Saúl lo hizo quedar con él aquel día y
no lo dejó volver a la casa de su padre. Y Jonatán
hizo un pacto con David, porque lo amaba como
a sí mismo. Él se despojó del manto que llevaba
puesto y se lo dio a David, y lo mismo hizo con su
indumentaria y hasta con su espada, su arco y su
cinturón.»
(1 Sam 18, 1-4).
Algunos historiadores se animan a ir más lejos afirmando una es-
pecie de casamiento en el pacto que se relata en ese texto y el si-
guiente:
«Cuando el servidor partió, David subió del lado
del sur y se postró tres veces con el rostro en tierra.
Después, uno y otro se abrazaron llorando, hasta
que la pena de David creció más todavía. Enton-
ces Jonatán dijo a David: “Vete en paz, ya que
los dos nos hemos hecho un juramento en
nombre del Señor, diciendo: ‘Que el Señor esté
entre tú y yo, entre mi descendencia y la tuya
para siempre’”»
(1 Sam 20, 41-42).
Son estos historiadores quienes afirman que de allí se desprende
y se entiende por qué David se hace cargo del hijo de Jonatán, a su
muerte. Hay varios pasajes donde se relatan los encuentros a escon-
didas entre Jonatán y David:
«David advirtió que Saúl se había puesto en cam-
paña para atentar contra su vida. Por ese enton-
ces, él se encontraba en el desierto de Zif, en Jorsa.
Jonatán, hijo de Saúl, se puso en camino y fue a
verlo allí. Lo reconfortó en nombre de Dios, y le
dijo: “No temas, porque la mano de mi padre
Saúl no te alcanzará. Tú reinarás sobre Is-
rael, y yo seré tu segundo. Hasta mi padre
Saúl lo sabe muy bien”. Los dos hicieron un
pacto delante del Señor, y David se quedó en
Jorsa, mientras que Jonatán se fue a su casa.»
(1 Sam 23, 15-18)

-. 60 .-
Capítulo Nº5:
La palabra de Dios ¿condena la homosexualidad?
Y el texto más hermoso, es este bello poema donde David llora la
muerte de Jonatán:
«¡Cómo han caído los héroes en medio del com-
bate! ¡Ha sucumbido Jonatán en lo alto de tus
montañas! ¡Cuánto dolor siento por ti, Jonatán,
hermano mío muy querido! Tu amor era para
mí más maravilloso que el amor de las mujeres».
(2 Sam 1, 25-26)
La traducción argentina, por prurito, cobardía, o vaya a saber por
qué razón, eligió dar dos traducciones diferentes a un mismo vocablo
(amor). Traduciéndolo por amistad cuando se refiere a Jonatán y
por amor cuando se refiere a las mujeres. Por suerte, la mayoría de las
traducciones directamente dicen: «Tu amor era para mí más mara-
villoso que el amor de las mujeres». Ya en el texto de la Vulgata (en
latín) se usa la misma palabra para ambos casos: «mirabilis amor tuus
mihi super amorem mulierum».
Mucho más no hay que decir. Los invito a leer los pasajes de sus
propias Biblias y que lleguen ustedes a sus propias conclusiones.
Textos del Evangelio de Jesús
Hay dos pasajes en el Evangelio que merecen consideración para que
se puedan seguir revisando y estudiando.
El primero es el cariño con el que Jesús recibe al Centurión Ro-
mano, cuando se acerca a pedirle que cure a su siervo:
«Al entrar en Cafarnaúm, se le acercó un centu-
rión, rogándole: “Señor, mi sirviente está en
casa enfermo de parálisis y sufre terrible-
mente”. Jesús le dijo: “Yo mismo iré a curarlo”.
Pero el centurión respondió: “Señor, no soy
digno de que entres en mi casa; basta que di-
gas una palabra y mi sirviente se sanará. Por-
que cuando yo, que no soy más que un oficial
subalterno, digo a uno de los soldados que es-
tán a mis órdenes: ‘Ve’, él va, y a otro: ‘Ven’, él
viene; y cuando digo a mi sirviente: ‘Tienes
que hacer esto’, él lo hace”. Al oírlo, Jesús quedó
admirado y dijo a los que lo seguían: “Les ase-
guro que no he encontrado a nadie en Israel
-. 61 .-
Tanto Amor Desperdiciado · Andrés Goeni

que tenga tanta fe.


» Por eso les digo que muchos vendrán de
Oriente y de Occidente, y se sentarán a la
mesa con Abraham, Isaac y Jacob, en el
Reino de los Cielos; en cambio, los herederos
del reino serán arrojados afuera, a las tinie-
blas, donde habrá llantos y rechinar los dien-
tes”. Y Jesús dijo al centurión: “Ve, y que suceda
como has creído”. Y el sirviente se curó en ese
mismo momento.»
(Mt 8, 5-13)
Este pasaje se encuentra en dos de los evangelios. La palabra
usada en Lucas con la cual se traduce sirviente es «Doulós» (criado,
siervo), e inmediatamente le agrega el término «entimós» (amado,
querido, estimado, apreciado). En Mateo la palabra usada para el
criado es directamente «pais».
«Pais» en la cultura griega es el término usado para denotar un
amante más joven. Casos como estos los vemos a lo largo de la histo-
ria de la Grecia y Roma antiguas: (Eurípides y Agastón; Alejandro
Magno y Efestión; Suetonio y Tácito; Adriano y Antinoo, entre
otros).
La discusión acerca de la terminología es extensa y hay enfrenta-
mientos. Lo cierto es que son varios los teólogos que concuerdan,
apoyándose en las palabras griegas, en afirmar que el texto habla de
un centurión (jefe de cien soldados) que tiene a su joven pareja en-
fermo.
Al presentarse ante Jesús diciendo que su joven pareja está en-
fermo, perfectamente entendió Jesús a qué hacía referencia. Sin em-
bargo no tiene ninguna condena, ni lo excomulga, ni le pide cortés-
mente que se retire, sino que va mucho más allá, lo cura, y al final lo
felicita por su fe.
Algunos podrán afirmar que Jesús no hizo acepción de personas
ni aun curando. Por supuesto, pero él se encarga de emitir su opinión
al respecto, en cada caso. Pero en este pasaje, al despedirse, no le dice:
«vete, no peques más en adelante», como la curación que conlleva la
amonestación de cambiar de conducta en el caso de la mujer a la que
querían apedrear (Jn 8, 11).O como al paralítico en la piscina de
Betsata, que luego de curarlo: «Has sido curado; no vuelvas a pecar,
de lo contrario te ocurrirán peores cosas todavía» (Jn 5, 14) sino que

-. 62 .-
Capítulo Nº5:
La palabra de Dios ¿condena la homosexualidad?
simplemente le dice: «vete y que suceda como has creído». ¿Será por-
que en esta relación Jesús no ve nada que deban cambiar?
Otro pasaje interesante es la actitud asumida por Jesús en rela-
ción a los llamados eunucos. Jesús les contestó:
«En efecto, algunos no se casan, porque nacieron
impotentes del seno de su madre; otros, porque
fueron castrados por los hombres; y hay otros que
decidieron no casarse a causa del Reino de los
Cielos. ¡El que pueda entender, que entienda!»
(Mt 19, 12)
De este texto llama la atención que Jesús hable de tres categorías
de eunucos: los que fueron castrados por los hombres, los que deci-
dieron hacerse y los que nacieron así.
Era usual que en aquella época los reyes y familias más ricas tu-
vieran esclavos castrados para trabajar y cuidar a las concubinas.
Esos serían los que «fueron castrados por los hombres». Están quienes
deciden no casarse por el Reino de los cielos, como era el caso de al-
gunas sectas de la época que buscaban el acercamiento a Dios me-
diante la abstinencia sexual. Pero es difícil de comprender por qué
Jesús habla de «los que nacieron así del seno de su madre».
Acá algunos teólogos dicen ver referencias a que Jesús hable de
una tendencia homosexual. Si bien lo veo difícil, no soy nadie para
contradecir y permitir que se sigan haciendo estudios al respecto. De
todas maneras hay que rescatar en este texto la diferencia entre la ex-
clusión que hacían los fariseos, al apartar a los eunucos del servicio
de adoración y de poder participar en la comunidad de la fe, con la
actitud de Jesús, que los incluye en el Reino de Dios.
Buscando en la Biblia textos que pudieran iluminar este tema de
los eunucos, me encontré con este pasaje del profeta Isaías:
«A los eunucos que observen mis sábados, que eli-
jan lo que a mí me agrada y se mantengan firmes
en mi alianza, yo les daré en mi Casa y dentro de
mis muros un monumento y un nombre más va-
lioso que los hijos y las hijas: les daré un nombre
perpetuo, que no se borrará.»
(Is 56, 4-5)

-. 63 .-
Tanto Amor Desperdiciado · Andrés Goeni

Inmediatamente se me vinieron a la cabeza las palabras de Fran-


cisco que, con gran apertura, en el vuelo de regreso de la Jornada
Mundial de la Juventud, expresó:
«Si una persona es gay y busca al Señor y tiene
buena voluntad ¿quién soy yo para criticarlo?»
En este mismo contexto de apertura y universalidad, deberíamos
poder interpretar la historia de Felipe que bautiza a un eunuco etíope
(Hech 8, 26-40). Uno de los primeros convertidos al cristianismo
fue una persona que en el Antiguo testamento, en especial el Leví-
tico, hubiera quedado excluida de la comunidad por razones sexua-
les. Sin embargo, no hubo ningún obstáculo y Felipe lo bautizó.
El lugar de la tradición de la Iglesia
Antes de terminar este capítulo quiero hacer un breve y pequeño
apartado de la homosexualidad en la historia de la Iglesia primitiva,
porque los Católicos asumen también la Tradición de la Iglesia
como Revelación.
Recordemos la histórica discusión con los cristianos de la Re-
forma, donde, a grandes rasgos, se diferenciaban por creer en la «Sola
Escritura». En breves palabras: para la Iglesia Católica, la Tradición
es todo aquello que por vía oral y no por las Sagradas Escrituras
forma parte del Depósito de Fe.
Será importante afirmar que en la Tradición, hay dos tipos de
verdades. Hay elementos que no cambian y siempre permanecen
idénticos, como el Dogma y la Moral. Pero también hay verdades que
sí cambian y se adaptan a los tiempos y las circunstancias. Y es preci-
samente gracias a estos segundos elementos que se dice que la Tra-
dición es viva. Estos elementos son la acción pastoral, la liturgia, la
disciplina.
Acá entrará entonces la discusión si el tema de la homosexuali-
dad atañe a los primeros o a los segundos. Estarán quienes afirmen
que claramente pertenece al campo del Dogma y la Moral porque
habla de la constitución del hombre y sus acciones. Y otros que dis-
cutirán diciendo que es parte de la acción pastoral y la disciplina.
Más tarea para los teólogos y para que Francisco, como le pido
en la carta, «incentive, estimule, promueva y acompañe una mayor
profundización en la Teología moral sexual acerca del lugar y la ex-
periencia de la persona homosexual».
-. 64 .-
Capítulo Nº5:
La palabra de Dios ¿condena la homosexualidad?
Conclusión y crítica responsable
Uno puede pensar que, a esta altura de los avances en los estudios
bíblicos, deberíamos afirmar (como miles de teólogos y exégetas) que
no es necesario seguir demostrando que no hay textos en la Biblia
que condenan la homosexualidad. Y que debemos entrar más pro-
fundamente a desentrañar aspectos del mensaje mucho más impor-
tantes y más abarcativos. Que de una vez por todas es necesario su-
perar este nivel de lectura para poder empezar a vislumbrar con li-
bertad muchos otros aspectos.
Pero la cantidad de cartas y escritos recibidos con gente que no
accede a este mensaje liberador, me han dado a entender que todavía
debemos repetir una y otra vez estas interpretaciones. Porque toda-
vía hay gente que cree que si sigue a Dios no puede asumir su vida en
plenitud. Y que nunca será compatible creer en Dios y ser gay. Y eso
en parte, en gran parte, es responsabilidad de la Iglesia.
Responsabilidad de una Iglesia que prefiere seguir repitiendo un
catecismo lleno de reglas y normas arcaicas que impide a ellos mis-
mos ver un mensaje de amor.
Responsabilidad de siglos de silencio, de correcciones a puertas
cerradas, de insuficiente revitalización de la Palabra de Dios entre
cuatro paredes oscuras que tienen más olor a rancio que a Espíritu
de Buena noticia.
Responsabilidad de gente que se escuda en la Tradición, sin re-
conocer que hay aspectos en el dinamismo dela humanidad que evo-
lucionan y que los discursos del pasado hablaban de un tema dife-
rente al que nos compete hoy en día.
Responsabilidad de una Iglesia que, como veremos en el capítulo
que sigue, sigue aferrada con uñas y dientes a sus cadenas, una doc-
trina seca que prescinde de las ciencias humanas. Aún hoy, cuando
otras iglesias han dado pasos significativos y definitivos en esta mate-
ria (la Iglesia Anglicana, la Iglesia Luterana, la Iglesia Metodista, la
Iglesia Presbiteriana, sólo por nombrar algunas).
Pero yo seguiré anunciando lo que ella no quiere ni se anima a
decir.
Yo seguiré golpeando las puertas del Vaticano, no para entrar,
sino para que dejen salir lo que creen que guardan y que se empeñan
en profesar que sólo es propiedad de ellos.
Yo seguiré gritando para que muchos homosexuales puedan re-

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Tanto Amor Desperdiciado · Andrés Goeni

conocer sin miedo y sin culpas su identidad, y para que muchas fa-
milias puedan acoger a sus miembros cuando les revelen esa verdad.
Yo seguiré gritando para que la Verdad nos haga libres.
5>?6

-. 66 .-
Capítulo Nº6:
Lo que la Iglesia dice al respecto

E
N ESTE SEXTO CAPÍTULO expondré lo que la Iglesia Católica
dice en el campo de la homosexualidad. Me permitiré hacer
unas críticas desde mi experiencia personal y la de muchos
otros que me han compartido sus vidas y caminos.
También presentaré como pinceladas algunos testigos de fe, que
han podido vivir su relación con personas del mismo sexo, en la his-
toria de la vida de la Iglesia.
La docrina de la Iglesia
La Iglesia tiene varios documentos recientes donde se explaya con-
cretamente sobre la homosexualidad:
1975: Declaración «Persona humana» sobre algunas cuestiones de
ética sexual. Congregación para la Doctrina de la Fe.
1986: Carta a los obispos de la Iglesia Católica sobre la atención pas-
toral a las personas homosexuales. Congregación para la Doctrina
de la Fe.
1992: Consideraciones para la respuesta católica a propuestas legis-
lativas de no discriminación a homosexuales. Congregación para la
Doctrina de la Fe.
2003: Consideraciones acerca de los proyectos de reconocimiento
legal de las uniones entre personas homosexuales. Congregación
para la Doctrina de la Fe.
Pero para sintetizar su pensamiento y posición recurramos al
Catecismo de la Iglesia, que es donde se condensa y resume su visión.
«La homosexualidad designa las relaciones entre
hombres o mujeres que experimentan una atrac-
ción sexual, exclusiva o predominante, hacia per-
Tanto Amor Desperdiciado · Andrés Goeni

sonas del mismo sexo. Reviste formas muy varia-


das a través de los siglos y las culturas. Su origen
psíquico permanece en gran medida inexplicado.
Apoyándose en la Sagrada Escritura que los pre-
senta como depravaciones graves (cfGn 19, 1-29;
Rm 1, 24-27; 1 Co 6, 10; 1 Tm 1, 10), la Tra-
dición ha declarado siempre que “los actos homo-
sexuales son intrínsecamente desordenados”.
(Congregación para la Doctrina de la Fe, Decl.
Persona humana, 8). Son contrarios a la ley na-
tural. Cierran el acto sexual al don de la vida. No
proceden de una verdadera complementariedad
afectiva y sexual. No pueden recibir aprobación
en ningún caso.»
(Nº 2357)
«Un número apreciable de hombres y mujeres
presentan tendencias homosexuales profunda-
mente arraigadas. Esta inclinación, objetiva-
mente desordenada, constituye para la mayoría
de ellos una auténtica prueba. Deben ser acogidos
con respeto, compasión y delicadeza. Se evitará,
respecto a ellos, todo signo de discriminación in-
justa. Estas personas están llamadas a realizar la
voluntad de Dios en su vida, y, si son cristianas, a
unir al sacrificio de la cruz del Señor las dificulta-
des que pueden encontrar a causa de su condi-
ción.»
(Nº 2358)
«Las personas homosexuales están llamadas a la
castidad. Mediante virtudes de dominio de sí
mismo que eduquen la libertad interior, y a veces
mediante el apoyo de una amistad desinteresada,
de la oración y la gracia sacramental, pueden y
deben acercarse gradual y resueltamente a la per-
fección cristiana.»
(Nº 2359)
En pocas palabras, la síntesis de la posición oficial de la Iglesia es:
el hecho de ser homosexual no es pecado, pero sí es pecado obrar en
consecuencia. Ser homosexual, (haber nacido así, o que tu contexto de
vida y educación te hayan hecho así, o por el motivo que sea) no es pecado

-. 68 .-
Capítulo Nº6:
Lo que la Iglesia dice al respecto
ya que en el orden del ser no hay pecados, sino en el orden del obrar.
Por lo tanto podés ser homosexual, confeso o a escondidas, que
mientras no lo lleves a la práctica estará todo bien con la Iglesia y sus
interpretaciones hasta el presente. Pero… ¡cuidado que si llevás a la
práctica tu homosexualidad, podés llegar a quemarte en el quinto in-
fierno, ya que estás cometiendo un pecado contra la naturaleza! Así
que, si no podés convertirte, deberás vivir en continencia (que no es
lo mismo que celibato), si querés cumplir el Plan de Dios. Es como
si Dios te condenara a ser soltero e infeliz… ¡nada más lejano, preci-
samente, de ese proyecto divino!
Leído desde la perspectiva de cualquier humano que se encuen-
tra con este mensaje puede llegar a sonar algo así como: «Dios me
hizo homosexual, me dejó una tendencia marcada en la esencia de mi
persona, pero me pide que no vaya a dejarme llevar por mis sentimien-
tos ya que me condenaría, solamente por el hecho de que me quiere
cagar la vida. En conclusión: Dios no es Dios, es una especie de mons-
truo resentido».
Como es bastante extenso el comentario a la opinión oficial de la
Iglesia, me valdré del resumen del Catecismo, para ir desgranando
punto por punto. En ese orden voy a permitirme algunas afirmacio-
nes o aportaciones, desde mi experiencia particular. Primero pondré
en cursiva lo que dice el Catecismo y luego mi respuesta.
«La homosexualidad designa las relaciones entre
hombres o mujeres que experimentan una atrac-
ción sexual, exclusiva o predominante, hacia per-
sonas del mismo sexo».
(Nº 2357, a)
En este primer número el Catecismo ya empieza presentando a
la homosexualidad sólo desde la dimensión relacional. Y no sólo se
detiene allí, sino que afirma que esa relación se da en el campo de la
atracción sexual, que puede ser exclusiva o predominante.
En mi experiencia personal me considero íntegramente homose-
xual, no sólo en mi dimensión relacional. No soy solamente un ente
relacional. Mi contextura psíquica, física, emotiva y espiritual es ho-
mosexual. Porque primeramente soy persona. Y por ser persona la
sexualidad me define íntegramente de pies a cabeza. Ya que, como
personas, somos seres sexuados. Es más, en todo caso, si mis relacio-

-. 69 .-
Tanto Amor Desperdiciado · Andrés Goeni

nes sexuales son de tipo homosexual, es porque antes soy homose-


xual. Y por eso me relaciono como lo que soy: homosexual.
En segundo lugar quisiera añadir también que la relación que
conllevamos con Luis desde hace más de 10 años, no se reduce sólo
a una atracción de tipo sexual. La atracción que experimentamos es
emotiva, sensorial, psicológica, afectiva, física y espiritual (en cuanto
reconocemos que también somos espíritu, hay un «alma» en todo lo
que somos y hacemos, o sea una interioridad). Y porque sentimos
esa atracción en tan diversos niveles, es que nos expresamos sexual-
mente en un acto unitivo.
«Reviste formas muy variadas a través de los si-
glos y las culturas. Su origen psíquico permanece
en gran medida inexplicado.»
(Nº 2357, b)
El Catecismo continúa afirmando, como si fuera un fenómeno
de exposición, que la homosexualidad reviste diferentes formas a tra-
vés del tiempo y la cultura. Sí, por supuesto, tantas formas como per-
sonas únicas e irrepetibles, las han sentido y vivido en su propia ex-
periencia y existencia.
Reconoce también que su origen psíquico permanece en gran
medida inexplicado. Pero eso no lo absuelve de atreverse a realizar
las afirmaciones que hace al culminar el párrafo: «no pueden recibir
aprobación en ningún caso».
«Apoyándose en la Sagrada Escritura que los
presenta como depravaciones graves (cfGn 19, 1-
29; Rm 1, 24-27; 1 Co 6, 10; 1 Tm 1, 10), la
Tradición ha declarado siempre que “los actos ho-
mosexuales son intrínsecamente desordenados”
(Congregación para la Doctrina de la Fe, Decla-
ración Persona humana, 8).»
(Nº 2357, c)
Afirma que se apoya en las Sagradas Escrituras para hacer sus
aseveraciones. En todo caso debería aclarar que se apoya en interpre-
taciones de las Sagradas Escrituras, como ya estuvimos analizando,
que tienen cada vez menos adeptos. Ya dedicamos todo el capítulo
quinto a demostrar lo que cada vez más teólogos confirman.

-. 70 .-
Capítulo Nº6:
Lo que la Iglesia dice al respecto
«Son contrarios a la ley natural. Cierran el acto
sexual al don de la vida. No proceden de una ver-
dadera complementariedad afectiva y sexual. No
pueden recibir aprobación en ningún caso.»
(Nº 2357, d)
Alega que las relaciones homosexuales son contrarias a la ley na-
tural. Pocas afirmaciones existen en la historia de la humanidad más
soberbias y atrevidas que esa. Como si las leyes de la naturaleza fue-
ran cuestión de matemáticas, y la ciencia haya agotado todos sus re-
cursos investigativos. La Iglesia se presenta una vez más en la historia
(como si no hubiera aprendido de sus propios errores) como quien
tiene una visión acabada y cerrada del universo y del cosmos.
Aun cuando hay investigadores que descubren nuevas especies
de vida, aun cuando son revisados comportamientos y leyes que
creíamos comprender, aun cuando en párrafos anteriores dijo que el
origen psíquico es inexplicado; sin embargo tiene el atrevimiento de
afirmar semejante sentencia.
Invitaría a indagar y asomarse un poco al campo de la zoología,
para dar cuenta de la cantidad de observaciones sobre diferentes es-
pecies en el reino animal que tienen conductas homosexuales y que
todavía no se obtiene una respuesta cierta sobre la causa de este com-
portamiento. Como ejemplo señalo: cebras, gorilas, mandriles, alces,
gatos, leones, cisnes, conejos, caballos, elefantes, zorros, ratones, cer-
dos, delfines, bisontes, ovejas, patos.
Luego afirma, en su concepción biologicista de la comprensión
del mundo, que el acto sexual está cerrado a la vida. Pero la misma
Iglesia afirma que la procreación no es la única finalidad del acto se-
xual. Por otro lado, que el acto sexual esté cerrado a la vida, no signi-
fica que lo esté la decisión y el plan de vida de una pareja homosexual.
Conozco infinidad de parejas que están abiertas a recibir vida en el
ámbito de sus familias, ya sea adoptando, ya sea recurriendo a algún
método que les posibilite traer vida al mundo. Parejas responsables,
maduras y comprometidas, que quieren albergar y cuidar la vida, dar
amor y una educación responsable.
Certifica después sin vacilación que «no proceden de una verda-
dera complementariedad afectiva y sexual». Debo suponer que deja-
ron de lado la opinión de muchas ciencias humanas que tienen una
visión contraria al respecto. ¿Sabe el Catecismo de la Iglesia Católica
en cuantas cosas día a día seguimos encontrando con Luis que nos
-. 71 .-
Tanto Amor Desperdiciado · Andrés Goeni

complementamos afectiva y sexualmente? ¿Cuenta con el testimo-


nio de parejas, hombres y mujeres homosexuales, que viven su unión
con un amor real, tierno, afectivo? No, en las discusiones acerca de la
redacción de este texto, supongo que ese tipo de testimonios no de-
bieron ser considerados.
«Un número apreciable de hombres y mujeres
presentan tendencias homosexuales profunda-
mente arraigadas.»
(Nº 2358, a)
No sólo «un número apreciable» presentan tendencias homose-
xuales. Las estadísticas más consensuadas detallan que el porcentaje
es del 10% de la población mundial. Eso, si no contamos a quienes
todavía tienen que permanecer en silencio por diversas razones
(miedo, prejuicio, vergüenza, etc).
«Esta inclinación, objetivamente desordenada,
constituye para la mayoría de ellos una auténtica
prueba.»
(Nº 2358, b)
Cuando dice que la inclinación es objetivamente desordenada,
¿cuál es el grado de medición? ¿Cuál es el dato que tiene para afirmar
que es objetivamente desordenada? ¿En qué estudio acabado acerca
de la etiología de la homosexualidad, sus causas, basan ese argu-
mento? Porque, si no me equivoco, en el número anterior, reconocía
que, al menos, en el orden psíquico, había indeterminaciones.
«Deben ser acogidos con respeto, compasión y de-
licadeza. Se evitará, respecto a ellos, todo signo de
discriminación injusta.»
(Nº 2358, c)
Esta afirmación o declaración verbal queda muy bien en el Cate-
cismo, pero, en la práctica, a la hora de salir a reclamar, no se hace
mucho para levantar las voces y defender estos derechos en tantos
países (Rusia, Uganda, Camerún, India, Mauritania, Sudán, Ye-
men, Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Irán entre muchos
otros) que en esta época siguen siendo violentos para con cualquier
forma de expresión homosexual. Es más, en varios de esos países mu-

-. 72 .-
Capítulo Nº6:
Lo que la Iglesia dice al respecto
chas veces esas formas de violencia son fomentadas, desde las alocu-
ciones, comentarios y homilías de los mismos pastores de la Iglesia.
«Estas personas están llamadas a realizar la vo-
luntad de Dios en su vida, y, si son cristianas, a
unir al sacrificio de la cruz del Señor las dificulta-
des que pueden encontrar a causa de su condi-
ción».
(Nº 2358, d)
Pensé que todas las personas estábamos llamadas a eso, según la
doctrina católica, pero por el sólo hecho de ser personas creyentes,
ciudadanos del Reino de Dios, que es nuestra primordial y funda-
mental identidad, ya que todas las demás son relativas a ésta, que es
absoluta. Y, como personas, luego lo vivenciaremos y experimenta-
remos de acuerdo a nuestra religión, también como cualquier otra
persona. Si somos cristianos, como cristianos; si somos de otra reli-
gión siguiendo sus preceptos y costumbres; y si somos ateos, según
la propia y recta conciencia. No entiendo cuál es la necesidad de ex-
plicitar aquí este párrafo, a no ser que sientan que hay algún tipo de
diferencia de persona.
Por último, las dificultades que pueda encontrar a causa de mi
condición no deberían ser muy diferentes a las de las demás perso-
nas. Soy una persona que, como todas, siento, vivo, sufro, me alegro,
festejo, río, amo, trabajo, etc. Por ahora las únicas dificultades que
encuentro que podrían venir a causa de mi condición, serían las que
hacen a la falta de comprensión de otros humanos, que no entienden
la esencia de mi vida.
«Las personas homosexuales están llamadas a la
castidad. Mediante virtudes de dominio de sí
mismo que eduquen la libertad interior, y a veces
mediante el apoyo de una amistad desinteresada,
de la oración y la gracia sacramental, pueden y
deben acercarse gradual y resueltamente a la per-
fección cristiana.»
(Nº 2359)
En la doctrina de la Iglesia, hay infinidad de escritos y documen-
tos donde se afirma que cada ser humano en conciencia tiene que
buscar y realizar en su propia vida aquello que Dios quiere para cada

-. 73 .-
Tanto Amor Desperdiciado · Andrés Goeni

uno. Pero parece ser que en el caso de las personas homosexuales se


da la excepción, ya nos facilita esa tarea la Iglesia y nos dice directa-
mente que estamos llamadas a la castidad.
Pero no es mi caso. No me digan que estoy llamado a la castidad.
Ya me equivoqué una vez cuando, haciendo un discernimiento a
fondo buscando mi forma de vida eclesial, sin todavía conocerme
profundamente, creí que mi camino era el celibato. Dejen que viva
mi propio camino. En este momento se refleja y manifiesta por vivir
en pareja con Luis, complementándonos y enriqueciéndonos mu-
tuamente, sin dejar de hacer obras y acciones solidarias que contri-
buyan al bien común y de la sociedad en general.
También quiero recordar un viejo adagio latino que dice «opera-
tursequituresse», que se podría traducir como «el obrar sigue al ser». De-
jando de lado disquisiciones más profundas (como la que dice que el
ser no es sólo estatismo y el obrar no es puro dinamismo), podríamos
decir que si Dios permitió que naciera homosexual, o me dio esa gra-
cia, no puedo no obrar en consecuencia de lo que soy. Y digo más. Si
Dios me hizo así, ¿por qué razón traicionaría a Dios y me traicionaría
a mí mismo, y no me daría el gusto de poder actuar bajo la identidad
que él me dio? Incluso haciendo caso de una de sus primeras aseve-
raciones teológicas que tiene fundamento bíblico: «no es bueno que el
hombre esté solo». (Gn 2, 18)
Por último, con respecto a la gracia sacramental que recomienda
el Catecismo, son los mismos pastores quienes restringen los sacra-
mentos, porque la doctrina sigue afirmando que el homosexual en
ejercicio de su sexualidad no está en gracia y vive en situación de pe-
cado.
A lo largo de la Historia de la Iglesia
El pensar de la Teología a lo largo dela Historia de la Iglesia, hizo
algunos aportes, pero la mayoría de las veces, amparados en las inter-
pretaciones que colocaban al texto de Sodoma con una lectura lite-
ral. Por eso, habrá que ubicarlos en su respectivo periodo, y situarlos
en ese contexto. Tenían esas herramientas concretas hasta ese en-
tonces, y los alcances e investigaciones científicas no estaban del todo
avanzadas.
Por ejemplo, veamos un caso: Santo Tomás de Aquino es uno
de los santos más citados en los manuales de teología clásica.

-. 74 .-
Capítulo Nº6:
Lo que la Iglesia dice al respecto
En la «Suma Teológica», Santo Tomás, lo considera un pecado con-
tra la naturaleza. Y de allí en adelante se desprenden una serie de con-
sideraciones que van de un extremo a otro. Pero cualquiera de estas
posturas a las que recurramos va a estar hablando de un tema dife-
rente al nuestro. Por aquellos elementos que afirmábamos en el capí-
tulo cuarto cuando hablábamos de la función del teólogo: que debía
valerse de los conocimientos de su época para dar respuestas. Si se-
guimos hoy ese modo de razonar de Santo Tomás ¡no deberíamos
ni tomar una aspirina o paracetamol porque no es natural, va contra
la naturaleza!
En la época de Santo Tomás, la homosexualidad todavía era un
tema pendiente en el campo de la antropología, la biología, la medi-
cina, etc. Si aún hoy hay infinidad de teorías y opiniones al respecto,
imaginémonos en aquella época. Él y los que a lo largo de la historia
opinaron de esa forma, quedan entonces relativamente exonerados
de gran parte de responsabilidad que hoy todavía en pleno siglo XXI
algunos sigan pensando de esa manera. Diferente es el teólogo actual,
que ya cuenta con datos consensuados y aceptados por los grandes
organismos científicos, tanto de medicina como de psicología.
Luego de años y años de discusiones y de revisiones científicas, en
1973 la Asociación Americana de Psiquiatría eliminó la homose-
xualidad del Manual de Diagnóstico de los Trastornos Mentales.
Hay que considerar que era una lucha que venía dándose desde mu-
chos años antes, pero recién en 1973 las demás corrientes, desprovis-
tas de argumentaciones en su contra, aceptaron esta verdad como
válida.
Luego hubo que esperar unos años más, porque todavía seguía
habiendo algunos levantamientos científicos que no querían aceptar
lo que sus líderes espirituales afirmaban. Hasta que en 1990, abru-
mada por la cantidad de estudios, investigaciones, resultados, esta-
dísticas, encuestas, etc. la Organización Mundial de la Salud, reco-
noció que no había ningún grado de insalubridad y retiró a la homo-
sexualidad de su lista de enfermedades mentales.
O sea, a ver si queda claro. Para que entendamos la magnitud de
ese acto. No hay aval científico alguno que afirme que la homosexua-
lidad es una enfermedad. O, en su visión positiva: la ciencia avala que
la persona homosexual es totalmente sana.
Este dato, no es menor, para entender por qué recién ahora pue-

-. 75 .-
Tanto Amor Desperdiciado · Andrés Goeni

den empezar a asomarse las voces de tantos teólogos y teólogas, bi-


blistas, exégetas, hermeneutas y pastores que confirman con la cien-
cia lo que ellos venían afirmando desde sus estudios de la Biblia.
Veremos cuántos años más deberemos seguir escuchando a la
Iglesia Católica repetir una y otra vez su mensaje arcaico. Sabemos
que Iglesias no tan institucionalizadas, y que no tienen tantas reglas,
y que no están tan politizadas ya han abierto sus puertas y han ava-
lado y proclamado que el mensaje de Jesús también puede vivirse en
coherencia con una vida plena homosexual.
Muchas ramas de congregaciones cristianas son plenamente
abiertas y no ven ninguna dificultad en permitirles a los homosexua-
les una vida en comunión con el resto de sus creyentes. Algunos ca-
sos son la Iglesia Anglicana, la Iglesia Luterana, la Iglesia Metodista,
la Iglesia Presbiteriana, la Iglesia episcopal. Y en diferentes países si-
guen surgiendo cada vez más grupos de oración y reflexión que in-
tentan acercar estos dos polos que todavía la cúpula del Vaticano ve
distantes: ser creyente y ser homosexual.
El ejemplo de algunos Santos
La Iglesia misma en épocas de menor prejuicio, proclamó algunos
santos que figuran hoy en el santoral de la Iglesia y que son respeta-
dos y venerados por muchos creyentes. Quizás hoy, por la mentali-
dad influenciada de homofobia, no hubieran pasado el extenso pro-
ceso de canonización debido al análisis de sus vidas y al testimonio
de sus contemporáneos.
Sin embargo allí están. Muchos de los estudios de las vidas de es-
tos santos traen encendidas discusiones. No voy a tomar partido.
Aquí solamente los presento. Pero me comprometo a investigar con
más detenimiento en la vida de cada uno de ellos y si todo resulta
bien, y se da la ocasión, a escribir un libro.
Merece la mención en este campo John Boswell, historiador, fi-
lólogo, profesor y escritor. Fue pionero en abocar sus investigaciones
ahondando en la vida e historia de los homosexuales dentro de la
Iglesia. Dicen que hasta recorrió las grandes bibliotecas de Europa,
incluso la del Vaticano para profundizar y fundamentar sus estu-
dios. Ha publicado cuantiosos escritos que iluminan a las ciencias
humanas y a la Teología. A él también se le debe uno de los estudios
más exhaustivo de las bodas de hermanamiento (adelphopoiesis), a las
que me refiero más adelante.

-. 76 .-
Capítulo Nº6:
Lo que la Iglesia dice al respecto
Vayamos a los santos.
Sergio y Baco: Soldados del tiempo del emperador Maximiano, di-
rigían la escuela del palacio imperial. Como no participaban de los
sacrificios fueron acusados de cristianos. Por ello fueron relevados de
su cargo. Baco murió tras ser severamente golpeado. Sergio fue obli-
gado a correr dieciocho millas con calzados que tenían clavos hacia
adentro. Murió decapitado. En las representaciones aparecen siem-
pre juntos, cabalgando como soldados, en pinturas típicamente ma-
trimoniales o en pinturas con su uniforme militar y Jesús tras ellos.
San Elredo de Rieval: Monje de la primera edad media. Es conside-
rado generalmente como el santo patrono de la amistad. Su tratado
«Sobre la amistad espiritual» habla de la relación del amor humano y
el amor espiritual. Varias comunidades cristianas gay lo tienen como
referente.
Santas Perpetua y Felicidad: mueren ejecutadas en el siglo III afe-
rrándose mutuamente. Muchos ven en ellas patronas de las parejas
del mismo sexo.
Santa Juana de Arco: considerada por muchos un icono para les-
bianas e incluso travestis. Es referente porque se cortó su cabellera,
se vistió de hombre y fue a la guerra para defender a su país. Que-
mada por la misma Iglesia Católica, y siglos después canonizada.
San Sebastián: fue soldado romano en la época del emperador Dio-
cleciano. Llegó a ser jefe de la guardia pretoriana. Al no participar de
los sacrificios fue denunciado y terminó encarcelado. Tras ser obli-
gado a elegir entre ser soldado o seguir a Jesucristo, fue condenado a
morir con arco y flechas. Lo pusieron en una columna, lo flecharon
y lo dieron erradamente por muerto. Luego de recuperado volvió a
presentarse en el palacio para reclamarle al emperador que deje de
perseguir cristianos. Maximiano lo mandó a azotar hasta morir. Su
iconografía ha sido tomada por la comunidad homosexual como re-
ferente por aparecer el cuerpo desnudo del santo agraviado con fle-
chas.
San Polieucto y San Nearco: También soldados romanos en la Ar-
menia del siglo III. Ejemplo perfecto de amantes, ellos mismos se de-
finían como hermanos de afecto. Se decía de ellos que disfrutaban de
la relación más cercana posible, siendo ambos camaradas y compañe-
ros.
Simeón de Emesa y Juan: Afirman que se comprometieron en un
rito de hermanamiento y vivieron juntos como ermitaños cerca de

-. 77 .-
Tanto Amor Desperdiciado · Andrés Goeni

29 años. Simeón es conocido como el loco, y es considerado el pa-


trono de los titiriteros.
San Patricio: nació en Escocia. Los estudios de su vida señalan que
pudo tener relaciones homosexuales en diferentes etapas de su vida.
E incluso afirman una relación con un tal Benigno, a quien llegó a
nombrar Obispo.
Sin ser considerada santa, no quiero dejar de pensar también en las
hermosas aportaciones a la literatura mundial de Sor Juana Inés de
la Cruz, una de las lesbianas más inteligentes de la historia.
La Adelphopoiesis
Pese a la concepción que muchas veces tenemos de la Edad Media,
como una época oscurantista y cerrada, algunos estudios recientes
nos hablan que en ese periodo de la historia de la humanidad tienen
gran auge los ritos de hermanamiento (adelphopoiesis).
Son muestras claras de que el cristianismo no tuvo una visión ho-
mofóbica siempre, sino que tuvo épocas de mayor tolerancia. John
Boswell se refiere a ellos en, al menos, dos de sus libros: «Uniones ho-
mosexuales en la Europa pre-moderna»; y «El matrimonio de seme-
janza».
Hay historiadores que desautorizan a Boswell, diciendo que él
parte de una acepción de homosexualidad comotipología de la per-
sona que en esa época no estaba clara. Lo cierto es que estas ceremo-
nias están documentadas y tenemos material al respecto. Otros his-
toriadores, Alan Bray entre ellos, también tienen estudios al res-
pecto. En oposición, Bray afirma que estas ceremonias no eran una
alternativa al matrimonio sino que deben ser consideradas en sus as-
pectos de seguridad y pacto de familias en una época hostil. Pável
Florenski, teólogo ortodoxo, llega a detallar los pasos de este ritual.
Eran un rito para unir a personas del mismo sexo. La traducción
del griego podría ser como el rito del haciendo hermano, hermana-
miento. Adelphos significa hermano y poiesis creación, producción,
hacer.
En esta ceremonia se daban mutuamente votos donde se com-
prometían a permanecer juntos en el amor, se recordaban ejemplos
de amistad en la historia de la Iglesia, se realizaban oraciones y leta-
nías, se leían pasajes de San Pablo (1Co 12, 27-13, 8) y un texto del
evangelio de Juan (Jn 17, 18-26), se rezaba el Padre Nuestro. Incluso

-. 78 .-
Capítulo Nº6:
Lo que la Iglesia dice al respecto
había signos como colocar juntos las manos sobre el evangelio, se en-
tregaba una vela ardiendo a cada uno y se ataban mutuamente con
un cinturón. Había intercambio de besos y recitación de salmos.
Prácticamente una ceremonia religiosa íntegra, con una liturgia bien
cuidada.
Hay centenares de tumbas que dan prueba de esto. Una prác-
tica común en los cementerios de Irlanda e Inglaterra, donde se los
enterraba juntos.
Al respecto vale la pena dedicar un párrafo a la memoria del Car-
denal Henry Newman. Un cardenal famoso que escribió muchos
libros, se pasó a la Iglesia Católica tras abandonar laIglesia Angli-
cana. Y después de haber vivido más de tres décadas junto al Padre
Ambrose St.John (15 años más joven que él) pidió que los enterra-
ran juntos y afirmó en el entierro de su amado: «Siempre he pensado
que no hay pérdida comparable a la de un esposo o de una esposa, pero
me es difícil creer que el dolor de alguien pueda ser tan grande como el
mío». Así se hizo, respetando su voluntad, fueron enterrados juntos.
Pero años más tarde, la Iglesia propuso separarlos, bajo el pretexto
del proceso de beatificación y de que pudiera ser venerado.
Dejando de lado este lastimoso ejemplo de falta de respeto al
amor y la última voluntad de las personas, sigamos con los ritos de
hermanamiento y, para terminar, veamos uno de los hermosos reci-
tados de la liturgia:
«Dios todopoderoso, que fuiste antes que el tiempo
y serás por todos los tiempos, que se rebajó a visi-
tar a los hombres a través del seno de la Madre
de Dios y Virgen María, envía a tu santo ángel a
estos tus servidores [nombre] y [nombre], que
se amen el uno al otro, así como tus santos apósto-
les Pedro y Pablo se amaban y Andrés y Jacobo,
Juan y Tomás, Jacobo, Felipe, Mateo, Simón,
Tadeo, Matías y los santos mártires Sergio y
Baco, así como Cosme y Damián, no por amor
carnal, sino por la fe y el amor del Espíritu Santo,
que todos los días de su vida permanezcan en el
amor. Por Jesucristo, nuestro señor. Amén.»

-. 79 .-
Tanto Amor Desperdiciado · Andrés Goeni

Los homosexuales de la Iglesia


Muchos me escriben preguntándome cuál es el lugar que le daría al
homosexual dentro de la Iglesia. Siempre respondo lo mismo: «el ho-
mosexual deberá discernir cuál es el lugar que él cree tener dentro de la
Iglesia». No soy yo alguien que deba decidir cuál es el rol que mejor
le queda. El homosexual es una persona y por lo tanto tiene las mis-
mas herramientas y la misma Gracia de Dios que tiene todo ser hu-
mano para discernir en conciencia cuál es su vocación.
Si quiere ser sacerdote, deberá discernir si está llamado al sacer-
docio teniendo clara conciencia de cuál es su identidad sexual, sin
que ello restrinja de algún modo su aporte a la comunidad.
Si quiere ser religioso o religiosa de igual manera, sin dejar de
ahondar y profundizar cuál puede ser el plus que ese don sume aún
más a su vida en Dios.
Si quiere ser laico, deberá descubrir también cuál es su aporte en
cada comunidad. Sabiendo que, al igual que la sexualidad en todas
sus manifestaciones, la homosexualidad es un don de Dios. Pero la-
mentablemente todavía como sociedad, no logramos desentrañar
plenamente su alcance y significado.
En el caso de la vocación sacerdotal o de religiosos y religiosas,
dejo que se explaye Anselm Grün, quien lo dice con mucha claridad:
«La sexualidad no hay que sublimarla, es decir,
ponerla al servicio de valores más elevados: por
ejemplo, al servicio de la oración o del trabajo por
los demás. Se trata más bien de integrarla. Ya
que con esta actitud, la determinación o disposi-
ción sexual es afirmada internamente en todas
sus dimensiones y ordenada de modo que ad-
quiera una importancia acorde con la propia op-
ción vital. Lo decisivo es que la sexualidad se con-
vierta en una disposición a establecer relaciones
humanas sanas. En este sentido, la homosexuali-
dad sigue estando, en la mayoría de los casos, su-
jeta a muchos malentendidos. Para empezar, la
homosexualidad, como la heterosexualidad, es
neutra, no expresa juicios de valor. Se trata de
una predisposición que no es mejor ni peor que la
heterosexualidad. En los sacerdotes, el porcentaje
de homosexuales es ligeramente superior que en la
población en general. Y esto no debe alarmarnos.

-. 80 .-
Capítulo Nº6:
Lo que la Iglesia dice al respecto
A pesar de que, en su toma de posición del 16 de
mayo de 2002, el Vaticano optó por desaconsejar
que se ordenase a seminaristas homosexuales, no
hay ninguna razón para excluir a los homose-
xuales de la vida monástica, consagrada o del sa-
cerdocio… Son dones con los cuales se puede ser-
vir a la Iglesia y a los demás. La toma de posición
del Vaticano parte de una premisa falsa, mezcla
y confunde el tema de la homosexualidad con el
de la pederastia. Pero esto es absolutamente falso
y, para muchos sacerdotes homosexuales, tam-
bién extremadamente ofensivo. Lamentable-
mente, tanto las personas homosexuales como las
heterosexuales pueden abusar de los niños. Los
homosexuales no constituyen de ningún modo un
peligro mayor.
»Es fundamental que todos seamos conscientes de
nuestra orientación sexual y la aceptemos e inte-
gremos. Y si somos creyentes, y más concreta-
mente cristianos, integremos nuestra sexualidad
en nuestra espiritualidad. La persona homose-
xual, como la heterosexual, le corresponde canali-
zar la sexualidad también en la cordialidad y
afecto en el trato con las personas y el anhelo de
Dios.
»Con frecuencia los homosexuales transmiten
mucha más calidez y acogida. Y cuando consi-
guen integrar su sexualidad, su relación con Dios
y con los demás se vuelve más vital y cordial. De
todos modos es importante que todos los homose-
xuales puedan aceptar su identidad sexual y bus-
car caminos para vivir su sexualidad como fuente
de espiritualidad.»
(Solteros y felices. Anselm Grün, Ciudad Nueva,
Madrid, 2013, pp. 53-54).
Algunos fieles creyentes también me consultan si es posible que
siendo homosexuales se acerquen a recibir la comunión, ya que en
muchas ocasiones, sus respectivos sacerdotes no les dan permiso.
En primera instancia creo que una fe madura no debe pedir per-
miso. Una fe madura y responsable sabe en conciencia cuándo puede
-. 81 .-
Tanto Amor Desperdiciado · Andrés Goeni

acceder al sacramento de la Eucaristía, sin que su orientación sexual


sea motivo alguno de exclusión. Las prerrogativas serán las mismas
que para los demás creyentes.
En segundo lugar creo que la Eucaristía, como sacramento, es un
don que le pertenece a todo el Pueblo de Dios, y por lo tanto el sacer-
dote no es quién para restringir o apartar a alguien según su criterio
subjetivo.
El acceso a los Sacramentos es para lograr una comunión plena
con el Dios de la fe. Y para fortalecer los lazos con la comunidad. Por
lo tanto es sumamente valioso y reconfortante que el homosexual co-
mulgue y participe activamente de todo movimiento eclesial.
Como homosexuales somos también hijos de Dios. No hijos de
segunda categoría que hemos nacido para la perdición. Dios nos hizo
así, nos engendró en el amor de esta manera. Y si queremos ser fieles
a su creación, debemos vivir con naturalidad su designio, sin dejar
que los demás nos señalen como diferentes o anormales. Es tiempo
de reclamar y respetar el lugar del homosexual en la comunidad reli-
giosa, cualquiera que ella sea, donde experimente la cercanía de Dios
en su propia vida.
5>?6

-. 82 .-
Capítulo Nº7:
más allá de las fronteras

E
N ESTE SÉPTIMO y último capítulo quiero aportar, desde una
visión un poco más personalista, algunas claves para que entre
todos podamos ayudarnos a reconocernos humanos y herma-
nos, erradicando la discriminación, el bullying, la violencia.
Algunos mitos sobre el homosexual
Todavía en el común de la gente, como si fuese un inconsciente co-
lectivo, hay infinidad de mitos y tabúes que surgen de la ingenuidad,
la ignorancia o las suposiciones sin asidero en la realidad.
Muchos prefieren quedarse con esa información en lugar de es-
forzarse por comprender al otro tal como es, con sus diferencias. Así
terminan esbozando una caricatura de la realidad.
Esta serie de afirmaciones y consideraciones son muy comunes
en gran cantidad de la población, incluso en ámbitos académicos; mi-
tos que se han ido alimentando del «boca en boca».
Veamos algunos de ellos:
• La homosexualidad se da por falta de madurez. Es un pe-
riodo de transición en la vida evolutiva de la persona, que
en muchos casos no se supera.
• La tipología del homosexual es fácilmente detectable por su
ansiedad, compulsividad, depresión y problemas relaciona-
les.
• El homosexual es corruptor de menores.
• El homosexual es incapaz de establecer relaciones estables
y maduras.
• Los varones homosexuales son afeminados y las lesbianas
son masculinas.
• Se es homosexual porque de chico faltó mano dura.
• El homosexual vive encerrado en una cultura del cuerpo y
Tanto Amor Desperdiciado · Andrés Goeni

la estética.
• En las parejas homosexuales y de lesbianas uno hace de va-
rón y otro hace de mujer.
• La homosexualidad puede revertirse mediante tratamien-
tos reparativos.
• A los homosexuales es fácil identificarlos porque se visten
con ropas de cuero ajustadas, musculosas y cadenas colga-
das.
Mitos y aseveraciones que terminan generalizando en la totali-
dad de los homosexuales, conductas que pueden ser de un bajo por-
centaje de personas. Inventos que maquina el entendimiento hu-
mano para poder llenar los huecos que no logra terminar de concebir
o comprender.
Ni todo homosexual vive encerrado en una cultura del cuerpo,
ni tampoco todo heterosexual reniega de su estética. Algunos homo-
sexuales gustan de vestir con ropa ajustada de cuero y otros no se vis-
ten así. Los hay extremadamente minuciosos a la hora de elegir la
combinación de colores y otros exageradamente desaliñados.
Existen homosexuales ansiosos y heterosexuales ansiosos, como
también homosexuales y heterosexuales que no son así.
La corrupción de menores es una perversión que se da en una
porción de la humanidad. Hay heterosexuales que perviertan meno-
res y homosexuales que también lo hacen.
Las terapias reparativas terminan defraudando a quienes inten-
tan curar algo que no es necesario curar, porque no existe enferme-
dad alguna. Lo único que logran son personas reprimidas e infelices
que no saben aceptarse y asumirse. Y aquellos que se obligan a ca-
sarse por presión social, con la esperanza de cambiar sus tendencias,
terminan siendo infelices no solamente ellos, sino también haciendo
infelices a sus parejas y a los posibles hijos.
Gente educada con mano dura salió igualmente homosexual,
gente educada con mano blanda salió heterosexual. Y viceversa tam-
bién.
Tantas afirmaciones y generalidades no contribuyen a fomentar
una humanidad más tolerante, abierta, comprensiva e inclusiva. Hay
ejemplos de infinidad de denuncias a lo largo de la historia, que la so-
ciedad terminó atribuyendo injustamente a la homosexualidad.
Recuerdo todavía que cuando era chico, tenía una visión demo-
níaca de los homosexuales. Y les voy a decir la razón: en esa época se
recriminaba a los homosexuales de ser quienes introdujeron el
-. 84 .-
Capítulo Nº7:
más allá de las fronteras
SIDA en el mundo. Por ignorancia y falta de conocimientos se llamó
a esa enfermedad la peste rosa y creó miles de discusiones, enfrenta-
mientos y discriminaciones en todas las longitudes y latitudes del
mapa. Las noticias iban y venían con estruendo, repartiendo culpas
y responsabilidades. Entre ellas una foto de las estrellas Rock Hud-
son y Linda Evans después de haberse besado en «Dinastía». Él tenía
SIDA y no le había dicho nada… ¡qué escándalo! Ahora ella podía
morir también. Con todas estas reseñas yo pensaba cómo podía ser
tan cruel y tan mala esa clase de gente (los homosexuales) de querer
y desear el mal de toda la humanidad.
Mitos…
Construcciones…
Fantasmas…
Más allá de las fronteras
No quiero terminar el libro con una reflexión pseudo-cursi que hable
de la importancia de la aceptación y el reconocimiento del otro.
Pero veo cada vez más y más necesario que, como personas,
como instituciones, como organismos, como sociedad, como comu-
nidades; ya seamos creyentes, confesos, ateos o agnósticos; demos un
paso significativo y valiente. Te invito y los invito a que alcemos
nuestra voz con mayor potencia, alta y firme, que no permitamos
que nos lleven por delante y que ninguneen o subestimen la esencia
de una persona por el sólo hecho de descubrirla diferente.
Todavía hay organizaciones que, a nivel mundial, se arrogan la
defensa de la vida humana y del ser humano, y siguen profesando el
odio y la incomprensión. Lo más grave es que ellos están convenci-
dos y creen en conciencia que están luchando por una causa noble.
Leamos, sólo como ejemplo, lo que en el año 2012 escribía la or-
ganización Human Life International, por citar alguno delos exten-
sos y aberrantes comentarios que pueden todavía leerse en su página
web:
«El problema del homosexualismo debe enfocarse
de la misma manera que la sociedad ha enfocado
el beber y el fumar durante los últimos años. Na-
die es capaz de acusar a la organización Madres
Contra la Conducción de Vehículos en Estado de

-. 85 .-
Tanto Amor Desperdiciado · Andrés Goeni

Embriaguez … de «odiar» a los alcohólicos ba-


sándose en la campaña que llevan a cabo en con-
tra de conduciren estado de embriaguez. Tam-
poco se ha escuchado que la oficina del Secretario
de Salud de EE.UU. haya acusado de «odio» ha-
cia los fumadores a los que divulgan los peligros
del fumar. Sólo las personas que realmente se
preocupan por los homosexuales y por la socie-
dad, se toman el trabajo de advertir acerca de las
consecuencias de ese estilo de vida nada saludable.
Enfocar la homosexualidad del mismo modo que la realidad del
alcohólico y del fumador… ¡sin palabras! No quisiera estar en la piel
del homosexual que, además fuma y bebe. Supongo que no habrá lu-
gar en el infierno donde pueda rentar habitación alguna. Hasta el
mismo Satanás le cerrará las puertas de su palacio.
Al respecto recuerdo la frase de una mujer que repetía: «Doy gra-
cias a Dios porque ninguno de mis hijos salió ladrón, drogadicto u ho-
mosexual».
Todavía hoy en pleno siglo XXI hay clínicas que siguen ofre-
ciendo los servicios de terapias reparativas o de reorientación sexual
(incluso con métodos de electro shock). Prácticas ineficaces que cau-
san un daño psicológico irreparable y que no tienen ningún tipo de
aval científico.
Todavía hoy siguen existiendo grupos homofóbicos que estig-
matizan, agreden y hasta matan personas por el sólo hecho de ser
homosexuales.
Todavía hoy hay familias que reiteran comentarios homófo-
bos delante de sus hijos. Ellos aprenden lo que ven y escuchan, y
transmiten esa violencia a sus colegios y círculos de amistades.
Todavía hoy siguen coexistiendo colegios, públicos y privados,
que fomentan la división de género por gustos, colores, deportes, ac-
ciones; discriminando y frustrando a miles de niños y niñas que sien-
ten y piensan diferente.
Todavía hoy seguimos escuchando en instituciones deporti-
vas, en clubes, en equipos, expresiones como “puto”, “marica”,
“torta”, “trolo”, y tantas otras palabras que se utilizan como insultos
denigratorios.
Todavía hay programas de radio y TV que siguen tocando el
tema de manera superficial y con liviandad, repitiendo modismos y
afecciones que confunden a la gente. O estereotipos que redundan
-. 86 .-
Capítulo Nº7:
más allá de las fronteras
en los tópicos más grotescos de la imaginería.
Todavía hoy hay países que tienen pena de muerte en sus legis-
laciones promoviendo la violencia y el fanatismo discriminatorio.
Todavía hoy hay religiones que siguen fomentando la expulsión,
separación y rechazo de cualquier forma de sexualidad diferente a la
que profesan como sacrosanta. Y pastores que siguen poniendo en
los labios de Dios palabras como odio y aborrecimiento y afirman
que la homosexualidad “es una deficiencia sexual que se puede nor-
malizar con tratamiento”. Incluso, todavía hoy hay catecismos que
afirman que la homosexualidad es contraria a la naturaleza humana.
Es tiempo de salir más allá de las fronteras
de nuestras comprensiones…
salir al encuentro del otro y aceptarlo,
por más que sea desconocido, distinto, diferente.
Asumir que, como humanidad,
somos complejos, ricos, abundantes, diversos.
Hacer la experiencia de aceptar nuevos paradigmas,
y dejar de bastardear sentimientos que no comprendemos.
Quitar rótulos obsoletos,
abrir los barrotes de nuestras jaulas interiores,
cortar los alambres de púas de nuestro corazón,
construir puentes, derribar muros.
Es tiempo de salir más allá de nuestras fronteras,
de hacer realidad el tan ansiado Reino de Dios,
un reino de amor, de paz y comprensión,
donde podamos relacionarnos como verdaderos hermanos.

El Amor es fuerte como la Muerte, inflexibles como el


Abismo son los celos.
Sus flechas son flechas de fuego, sus llamas,
llamas del Señor.
Las aguas torrenciales no pueden apagar el amor,
ni los ríos anegarlo.
(Cant 8, 6-7)

5>?6

-. 87 .-
Biografía del autor

A NDRÉS GIOENI
nació en Men-
doza, en el seno de
una familia común: mamá,
papá y tres varones, siendo
él el del medio.
Cursó su educación
primaria en un colegio reli-
gioso (San José de los Hermanos Maristas), pero al entrar a la secunda-
ria fue a un colegio laico (Martín Zapata de la Universidad Nacional
de Cuyo), por lo que sintió la necesidad de seguir teniendo cercanía
con la Iglesia. De ese modo, en su adolescencia empezó a trabajar en
la parroquia de su barrio (Corazón de María), visitando asilos de an-
cianos, organizando competencias deportivas de todo tipo, ofre-
ciendo reuniones deformación, gestionando salidas culturales.
Con respecto a tareas pastorales, misionó en el Barrio La Favorita
de la Ciudad de Mendoza, un barrio mucho más marginal en aquella
época. Visitaba casa por casa conociendo los hogares delos niños que
asistían a la catequesis de los sábados. Allí, en esos encuentros, la
gente pedía confesarse, bautizar a sus hijos, casarse, tener misas, etc.
Tareas que sólo podía realizar un sacerdote. Pero el sacerdote de la
parroquia iba muy poco para allá y no se hacía eco de esos reclamos.
Fueron esas demandas dela gente, y esos pedidos, los que lo im-
pulsaron más adelante a preguntarse: ¿por qué no sacerdote? En ese
momento estaba estudiando para hacer el ingreso a la carrera de me-
dicina y estaba de novio con una chica mayor con la que estuvo dos
años en pareja. Soñaban con ir a misionar al África, ella como do-
cente, él como médico.
Pero después de darse cuenta de la magnitud de la pregunta, co-
menzó todo un proceso y un tiempo de discernimiento y acompaña-
miento vocacional para ver si esa era su verdadera vocación. Entró al
Tanto Amor Desperdiciado · Andrés Goeni

seminario y después de ocho años, se recibió con un promedio de


9,75 sobre 10.
Su ordenación diaconal fue a principios de 1999 y su ordenación
sacerdotal a principios del año 2000.Inmediatamente consagrado, le
fue encomendada la dirección de toda la catequesis de Mendoza, una
tarea bastante grande para su falta de experiencia. Tenía que aconse-
jar a sacerdotes en las diferentes catequesis (bautismal, matrimonial,
especial, de confirmación, de comunión, familiar, etc.). Esos sacerdo-
tes eran más grandes que él, tenían más experiencia y a algunos los
había tenido como profesores.
Una vez ordenado y en contacto también con la gente de la pa-
rroquia que le tocó, se empezó a dar cuenta de que tenía un vacío in-
terior, una necesidad de contención afectiva, algo fuerte “que lo car-
comía desde adentro, un calor que subía desde el estómago”. Ese do-
lor le fue reclamando compañía, corporalidad, pero eso era muy con-
tradictorio, ya que había decidido ser célibe para toda la vida.
Cuando se empezó a dar cuenta que ese reclamo interno no se apa-
gaba, comenzó a darle lugar y se dio cuenta que además, esa necesi-
dad sexual decía que sus tendencias eran homosexuales. Fue más di-
fícil aún. Ese proceso que se puede contar en pocas líneas fue una lu-
cha interna de meses y meses. Se fue dando cuenta de a poco, progre-
sivamente, con miedo. Luchó contra eso durante mucho tiempo.
Hasta internamente, cuando lo veía venir y se encontraba chateando
en alguna página gay en anonimato, le decía a Dios que era como una
especie de tiempo de reflexión, que era como un tiempo en el que «le
pedía gancho a Dios», una especie de impasse o tregua para saber qué
le pasaba. Pero que pasado ese tiempo, tenía que darle a Dios una
respuesta. Fue muy doloroso y traumático.
Cuando se dio cuenta que esos episodios ocurrían más seguido,
decidió dejar el ministerio sacerdotal. Al principio, al Obispo, a su
familia y a sus amigos sólo les dijo que dejaba el sacerdocio, pero no
les dijo por qué. No quería ponerle rótulo a lo que estaba viviendo.
Era muy fuerte.
Pasó el tiempo, sólo para corroborar lo que le pasaba. Fue ahí
cuando empezó a hablar de lo que realmente sentía. Algunos lo to-
maron con mucha calma y aceptación. Otros se hicieron a un lado,
algunos muy hipócritas; otros, más humanos, se pusieron en con-
tacto para poder escuchar o dar una mano. Hubo de todo.
Los primeros años después de dejar el sacerdocio no sabía qué iba
a ser ni hacer de su vida, sólo sabía de filosofía y teología y no quería
-. 90 .-
Biografía del autor

vivir de eso, así que encaminó seriamente su vocación artística y co-


menzó a estudiar teatro, dirección y dramaturgia en diferentes insti-
tutos y entrenando con diferentes profesores: Alejandro Maci, Javier
Dualte, Thelma Biral, Luciano Casaux y otros.
Ahora vive en pareja desde el 1 de enero del 2004, con quien con-
traerá matrimonio el 7 de marzo del 2014. Pero para encontrarse,
tuvo que pasar mucha agua bajo el río. Tuvo que aprender a cono-
cerse y reconocerse, a aceptarse como lo que era.
Ahora se dedica de lleno a su vocación artística: la actuación, la
escritura, la dirección. Escribe mucho teatro, también narrativa, y di-
rige las obras que escribe. Da clases de actuación y organiza eventos
empresariales. Sus anteriores libros en narrativa son «Lucifer, ángel y
demonio» y «Vacío de resurrección».
En julio del año 2013 le escribe una carta al Papa Francisco, es-
perando una respuesta de su parte al tema de la homosexualidad.
Cree que es tiempo que el debate que ya está en cierta manera ganado
en el campo legal y social llegue al aspecto religioso. No porque sea el
impulsor de esto, ya que hace muchos años que los teólogos vienen
avanzando a pasos agigantados en este terreno, pero no son conoci-
dos por los fieles porque la respuesta institucional sigue siendo muy
cerrada y pacata.
Hay muchas personas que quieren vivir su fe siendo homosexua-
les y las respuestas de la religión son muy discriminatorias todavía,
aun cuando el Papa diga que son “hermosas palabras”. (El Cate-
cismo todavía sigue teniendo la misma respuesta al homosexual que
cuando figuraba como enfermedad en los años 90. La ciencia avanzó,
la psicología también, la OMS sacó del listado de enfermedades a la
homosexualidad, y la Iglesia sigue con la misma respuesta).
El tiempo es propicio para que este tema sea revisado y reanali-
zado. Y como lo dice en la carta, no le pide que eso se dé ya, pero sí
que él ofrezca un acompañamiento.
Dicha carta ha generado muchas expectativas. Después de ella,
gente de distintas partes del mundo que comparte estas inquietudes
se ha contactado y le pide que insista en obtener una respuesta. Res-
ponsable y comprometido, Andrés hoy comparte su libro «Tanto
amor desperdiciado» como respuesta a la demanda de información.
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Con Luis decidimos que este libro salga gratuitamente. Es
nuestro aporte y nuestro regalo.
Para que muchos puedan leerlo, sin restricciones de tipo
económico. Y puedan compartirlo, prestarlo, divulgarlo, de-
batirlo.
Para mensajes, comentarios, ya saben dónde contactarnos,
las redes sociales nos reúnen como una gran aldea global.

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