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Colegio “De La Salle”

Arequipa

IENCIAS SOCIALES 3º A, B, C Prof. Ebert Siza F.


MONARQUÍAS MODERNAS EN ESPAÑA, INGLATERRA Y FRANCIA

A fines del siglo XV e inicios del siglo XVI los Estados más poderosos y centralizados eran Francia, España e
Inglaterra. Los monarcas de aquellos Estados habían sometido a los poderes locales (nobles). En el siglo XV,
España como Estado no existía, su territorio lo ocupaban los reinos de Castilla, Aragón, Navarra, León, Granada
y Portugal, la unidad nacional se consiguió mediante la acción de los Reyes Católicos en la llamada
Reconquista. Mientras tanto en los reinos de Francia e Inglaterra, se venía desarrollando un conflicto bélico: la
Guerra de los 100 años (1337 – 1453), en los 116 años que se prolongó el estado de guerra entre ambas coronas
se alternaron campañas militares con períodos de paz, que se alcanzaban tras la firma de acuerdos temporales, en
un principio, las acciones bélicas favorecieron a los ingleses que, en medio del avance de la  “peste negra”,
obtuvieron 3 resonantes victorias: Crécy (1346), Poitiers (1356) y Azincourt (1415). El conflicto finalizó en
1453, luego de la formación de una alianza entre los reinos de Francia, Escocia, Castilla, Aragón y Navarra, que
terminó doblegando a Inglaterra.
La culminación de las grandes guerras
nacionales del siglo XV, los nuevos
horizontes económicos- sociales abiertos
tras los grandes descubrimientos
geográficos y la renovación científica –
artístico – tecnológico que recibe el nombre
de Renacimiento son factores que
contribuyeron a forjar un nuevo panorama
europeo. En el marco de esta
transformación se inscribe la aparición de
estados nacionales robustecidos que, tras
una larga evolución interna, asumen roles
protagónicos, en el Viejo Continente y en
todo el mundo después.
En este sentido, el presente capítulo está dedicado a estudiar el desarrollo y/o decadencia, a lo largo de 300 años,
de las tres grandes potencias monárquicas de la Europa Occidental: España, Francia e Inglaterra.
DINASTIAS Y REYES EN LAS MONARQUÍAS EUROPEAS DEL SIGLO XVI-XVIII
ESPAÑA FRANCIA INGLATERRA
Casa reinante : Trastámara Casa reinante : Valois Casa reinante: Tudor
Isabel de Castilla y Fernando de Francisco I (1515–1547) Enrique VIII (1509–1547)
Aragón (1479-1516) Enrique II (1547-1559) Eduardo VI (1547–1553)
Francisco II (1559-1560) María I (1553–1558)
Casa reinante : Habsburgo Carlos IX (1560-1574) Isabel I (1558–1603)
Carlos I (1516–1556) Enrique III (1574-1589)
Felipe II (1556-1598) Casa reinante: Estuardo
Felipe III (1598-1621) Casa reinante: Borbón Jacobo I (1603–1625)
Felipe IV (1621-1665) Enrique IV (1589–1610) Carlos I (1625-1649)
Carlos II (1665-1700) Luis XIII (1610-1643) Carlos II (1660-1685)
Luis XIV (1643-1715) Jacobo II (1685–1688)
Casa reinante: Borbón Luis XV (1715-1774) Guillermo III (1689–1702)
Felipe V (1700–1746) Luis XVI (1774-1792) Ana (1702-1714) (desde 1707 Reino Unido
Fernando VI (1746-1759) de la Gran Bretaña.
Carlos III (1759-1788)
Carlos IV (1788-1808) Casa reinante: Hannover
Fernando VII (1808-1833) Jorge I (1714-1727)
Jorge II (1727-1760)
Jorge III (1760-1820) (desde 1801 Reino
Unido de la Gran Bretaña e Irlanda)
Jorge IV (1820-1830)
ESPAÑA, DEL PREDOMINIO A LA DECADENCIA

LOS REYES CATÓLICOS

Gobernaba en Aragón Don Fernando y en Castilla, Doña Isabel. Ambos reyes contrajeron matrimonio y
unificaron sus territorios, como favorecieron abiertamente al catolicismo y hacían gala de gran fervor religioso,
recibieron el honorífico nombre de Reyes Católicos, que ha conservado la posteridad. Los Reyes Católicos
desarrollaron un programa basado en unificación religiosa-territorial e impulso a los grandes descubrimientos
geográficos.

Unificación territorial y política.- Para llevar a cabo tal unificación, Fernando e Isabel comenzaron por juntar
sus reinos (Aragón y Castilla). En seguida fue sometido por la fuerza el reino de Navarra, por no haber querido
prestar ayuda a don Fernando en las guerras de Italia, en las que estaba empeñado. En el reino de Granada
dominaban todavía “los moros”, el Rey Boabdil resistió durante 10 meses el sitio de Granada, capital del reino
del mismo nombre; pero la Reina Isabel fue personalmente hasta el campamento cristiano en las afueras de la
ciudad y avivó de tal manera el entusiasmo que Granada fue tomada en pocas horas. Boabdil huyó a una
montaña cercana y se puso a llorar amargamente al contemplar la capital perdida. Se refiere que su madre le
reprochó, diciéndole: “Hijo mío no llores como mujer lo que no has sabido defender como hombre” (1492).
Después de esta guerra quedaron unificados los reinos de Castilla, Aragón, Navarra, León y Granada. Faltaba
solo el reino de Portugal que los Reyes Católicos no pudieron conquistar. Fue necesario que años más tarde
(1580), el Rey Felipe II realizara dicha anexión. Dada la unificación, era necesario fortalecer el Estado y para
ello los Reyes Católicos consiguieron que su autoridad fuera respetada por los nobles y por el pueblo español.
Una serie de leyes obligaron a los nobles a pagar impuestos a la corona, y, para conseguir el respeto del pueblo,
los monarcas crearon la Santa Hermandad, una institución religiosa con organización policial, que perseguía a
los criminales y malos elementos de la sociedad.
Unificación Religiosa.- En España había tres religiones: el Cristianismo (profesado por la mayoría); el
Judaísmo (profesado por los judíos); y el Islamismo (profesado por los moros). Los Reyes Católicos
emprendieron la tarea de unificar la fe religiosa imponiendo en todos sus Estados el Catolicismo. Para
conseguirlo, establecieron en España el Tribunal de la Inquisición, que había aparecido antes, fundado por
Inocencio III, para perseguir a los herejes albigenses. Los inquisidores nombrados por los Reyes Católicos
extralimitaron la persecución religiosa. Los tormentos y la hoguera apagaron la libertad de pensamiento.
Algunos inquisidores se hicieron famosos por su crueldad, Tomás de Torquemada, por ejemplo, hizo perecer a 8
000 personas por no ser católicas y llegó a temer tanto a las masas populares que se hacía custodiar por 250
guardianes, los cuales se turnaban cada día.
En España a la muerte de los reyes católicos se inicia la dinastía de los Habsburgo,
Carlos I (1500–1558) consiguió el mayor imperio de su época al unir sus herencias
paternas (su padre Felipe I, era hijo de Maximiliano I de Habsburgo) y maternas
(nieto de los Reyes Católicos de España); a su muerte, su hijo Felipe II (1527-1598)
como heredero de Carlos I de la corona fue el monarca más poderoso de su tiempo.
Los dominios del Rey Prudente, «en los que no se ponía el sol» abarcaban
territorios en Europa, África, América y Asia; incluso se logró la unidad peninsular
al heredar el reino de Portugal.
Felipe II combate ferozmente al protestantismo, sobre todo en los Países Bajos; contrarresta la amenaza turca,
derrotando a su flota en Lepanto (1571). Sin embargo, en 1588 la poderosa Armada Invencible sería derrotada
en su pretensión de conquistar Inglaterra.
Lectura 01

“Carlos I de España”

Cuando Fernando el Católico murió, en 1516, la corona de Aragón debió haber pasado a su hija, Juana, que ya
había heredado de su madre, la reina Isabel la Católica, el trono de Castilla (1504). Pero Juana “la loca”, como
suele llamársele, había perdido la razón a raíz de la muerte de su esposo, Felipe de Habsburgo, apodado “el
hermoso” por su gentil apostura. En consecuencia, la herencia de los Reyes Católicos pasó al infante Carlos de
Habsburgo, hijo mayor de Juana y de Felipe, que fue reconocido en 1516 rey de Castilla y Aragón con el
nombre de Carlos I. El nuevo monarca, que solo tenía 16 años de edad, era ya duque de Flandes y de Borgoña,
pues había heredado estas tierras de su padre. Nació en la ciudad flamenca de Gante, desconocía por completo el
idioma español. Tal circunstancia le creó, al principio, serias dificultades en España, donde se presentó rodeado
de cortesanos flamencos que se repartieron los mejores cargos del reino, con gran descontento de la nobleza
española. Sin embargo en poco tiempo Carlos I se identificó con sus nuevos súbditos, y actuó siempre como un
monarca genuinamente español. Carlos I era de temperamento apático y poco expansivo, amaba el trabajo y era
sumamente disciplinado, perseverante y tenaz. No le gustaba improvisar, sino madurar lentamente sus
resoluciones y justificaba ese método diciendo: “el tiempo y yo valemos por dos”
Tres años después de heredar Carlos I a sus abuelos maternos españoles, falleció su abuelo paterno.
Maximiliano de Habsburgo (Archiduque de Austria y emperador de Alemania). Dicha muerte aumentó la
cuantiosa herencia territorial de Carlos I con el archiducado de Austria, patrimonio de la familia de Habsburgo.
El Imperio Alemán quedó al margen de la herencia, pues la dignidad imperial era electiva de acuerdo con la
Bula de Oro dictada en 1356 y la designación correspondía a los siete “príncipes electores”. Carlos pretendió el
trono, pero halló como poderoso rival al rey de Francia, Francisco I, el vencedor de Mariñán. Los príncipes
electores explotaron con provecho la pretensión imperial de los dos candidatos, recibiendo, por igual generosas
dádivas de ambos, pero votaron por Carlos I y así, a los 19 años de edad, éste se convirtió en Carlos V,
emperador de Alemania. (1519).
Carlos V reinó para sí, las herencias de cuatro casas principescas: las de Castilla, Aragón, Borgoña y Habsburgo.
De su abuela materna, Isabel heredó el reino de Castilla, Granada y las tierras de América; de su abuelo
materno, Fernando, heredó Aragón, Navarra, Cerdeña, Sicilia y el reino de Nápoles, recientemente conquistado
y de su abuelo paterno, Maximiliano de Austria, el archiducado de Austria. A estos Estados se agregó, en 1519,
por elección, el Sacro Imperio Romano Germánico y, pocos años después, en 1525, el ducado de Milán, que
Carlos V arrebató a Francisco I. Carlos V era, pues, por sí solo, una verdadera coalición y con razón podía
jactarse de ser dueño y señor de tierras americanas y europeas. Tan extraordinario poder parecía llamado a
imponer su ley en Europa y resucitar el antiguo imperio de occidente de Carlomagno. Pero a este ambicioso
sueño se oponían diversos factores. En efecto, los estados de Carlos V carecían de unidad geográfica, pues sus
cuatro grandes dominios patrimoniales: España, Nápoles, Austria y Flandes se hallaban en puntos dispersos de
la Europa occidental, carecían de unidad nacional, sus habitantes hablaban idiomas dispares y carecían también
de unidad política, pues los dominios imperiales no constituían un solo estado, sino varios, con formas diferentes
de gobierno y sin otro vínculo de unión que la persona de Carlos V, soberano de todos ellos. Por esto, el ideal
centralizador e imperial de Carlos V chocó en las tendencias nacionalistas, que desde hacía algunos siglos
caracterizaban la evolución política de la Europa occidental. El emperador tampoco logró sojuzgar a las
naciones rivales, especialmente a Francia, contra la que luchó tenazmente toda su vida, y cuando en 1556,
después de cuarenta años de reinado, abdicó, debió repartir sus dominios entre su hermano Fernando, que
recibió Austria y el Imperio, y su hijo Felipe, que obtuvo España, Flandes e Italia. Pero si en Europa no pudo
crear un grandioso Estado, cruzando el Atlántico sus capitanes españoles conquistaron el más grande imperio
colonial hasta entonces conocido. Los enemigos de Carlos V. Durante el reinado de Carlos V, Europa fue
escenario de una doble contienda internacional: en el oeste el emperador luchaba contra los reyes de Francia, y
en el este contra los turcos. Estas dos enconadas guerras fueron provocadas por antagonismos profundos,
agravados por el enorme poder del emperador.
La lucha contra los franceses fue, en realidad, una prolongación de la rivalidad franco-española, iniciada con
Carlos VIII y Fernando el Católico. La lucha contra los turcos resultó de la creciente expansión musulmana que
amenazaba los dominios austriacos e italianos de Carlos V por la doble ruta del Danubio y del Mediterráneo. La
ofensiva turca contra Europa no provocó la unión cristiana contra el invasor musulmán; por el contrario, Francia
continuó su lucha contra Carlos V; incluso se alió con los turcos contra éste. En los tiempos de Pedro “el
ermitaño”, la noticia de que los turcos amenazaban la capital del Imperio Bizantino bastaba para que los
cristianos se unieran contra el Islam; cuatro siglos más tarde, en cambio, cuando los turcos llegaron cerca de
Viena, las dos principales naciones cristianas de occidente luchaban entre sí, y hasta una de ellas se aliaba con
las fuerzas musulmanas para contrarrestar el poderío de la otra. El ideal de nacionalidad, cada vez más pujante,
había resquebrajado, como se ve, el ideal de la “cristiandad unida” del medioevo. El emperador, además de las
luchas en dos frentes, contra Francia y contra Turquía, debió cuidar un tercer frente, interno: los príncipes
protestantes de Alemania, que se aliaron con sus enemigos.

LOS HABSBURGOS: AUSTRIAS MAYORES Y AUSTRIAS MENORES

En síntesis tanto Carlos I como Felipe II fueron monarcas trascendentes y por eso fueron llamados “los austrias
mayores” en alusión a sus prestigiosos gobiernos. Sin embargo, a la muerte de Felipe II, sus sucesores Felipe III,
Felipe IV y Carlos II – “los austrias menores”, se caracterizaron por tomar decisiones insuficientes e
ineficientes. La monarquía española inició una decadencia que se hizo evidente en la segunda mitad de la
centuria.

Felipe III (1598-1621). Firmó la tregua de los 12 años con los Países Bajos, que representaba el reconocimiento
oficial de la existencia de Holanda. Confió el poder a su valido, el duque de Lerma, quien decidió expulsar a los
moriscos.

Felipe IV (1621-1665). Tuvo por asesor al duque de Olivares. Durante su gobierno se dieron crisis internas y
movimientos separatistas de Cataluña (Corpus de Sangre). En el exterior, manejó una política agresiva sin lograr
ningún éxito. En los últimos años del reinado, la Monarquía está sumida en una profunda recesión y crisis, en la
que la autoridad real estaba cuestionada por amplios sectores sociales, además de las campañas militares contra
Francia e Inglaterra. En el mismo año que muere Felipe IV (1665) se produce la derrota de España ante Portugal
y su posterior Independencia con la firma del Tratado de Lisboa en 1668. Los 44 años de reinado de Felipe el
Grande sellan la pérdida de la hegemonía española en Europa ante la indiferencia de una empobrecida
población.

Carlos II (1661-1699). Hijo de Felipe IV y heredó todas posesiones, lo llamaban el hechizado, pues tenía una
composición enfermiza, era débil y poca capacidad mental. Se casó dos veces y no tuvo descendencia con
ninguna de sus dos mujeres, dando lugar al problema sucesorio que trajo como consecuencia el final de la
dinastía de los Austrias españoles. La desastrosa situación económica y al crisis política y social unida a la
ineficacia e incapacidad de los gobernantes acrecentaron la crítica situación del Estado.
Europa atravesaba una aguda crisis con descenso poblacional, pero España se encontraba en bancarrota y se
cuenta que su atraso hacía parecer un país del siglo XV que ya iniciaba el siglo XVIII.
Se había iniciado la Guerra de la Sucesión Española (1701-1714) que traería como nuevos
monarcas españoles a los miembros de la Dinastía Borbón. Era evidente que España ya no
era la potencia que había sido durante el siglo XVII y solo la alianza dinástica con Francia
le permitía seguir siendo considerada como una nación relativamente poderosa. Por esta
razón Felipe V y sus consejeros se empeñaron en devolver a España su antiguo prestigio.
Incrementaron la capacidad de las fuerzas armadas y protegieron la economía del reino de
la competencia de sus enemigos. La principal debilidad de estas medidas fue que
prácticamente se desentendieron de las colonias ultramarinas, cuya función continuó
limitándose al aporte de recursos para financiar las campañas militares europeas y los
experimentos económicos en la península
El alcance de las reformas aplicadas por Carlos III en América fue mucho más profundo que las introducidas por
Felipe V, debido en parte a que para su diseño los asesores del rey contaron con  detallados informes sobre la
realidad americana. Las reformas borbónicas cumplieron con los objetivos de dar un nuevo impulso a la
economía americana, incrementar el aporte de ésta al imperio español y establecer una burocracia eficiente y
leal. Sin embargo, también afectaron los intereses de las elites locales y su aplicación fue tan arbitraria, que
contribuyeron a provocar un clima de resentimiento que finalmente derivó en la emancipación política de
América.

LA HEGEMONÍA CONTINENTAL DE FRANCIA


FRANCIA Y LOS ÚLTIMOS VALOIS

La Dinastía Valois ocupó el trono de Francia desde 1328 hasta 1589. Después del triunfo de la Guerra de los
Cien Años (entre 1337 y 1453) la monarquía francesa fue reforzada durante el reinado de Luis XI. Sus sucesores
intentaron extender el poderío francés a Italia pero no lograron un éxito duradero.
Francisco I (1515–1547) uno de los más grandes reyes de la dinastía Valois fue
notable mecenas del arte y de la sabiduría renacentistas, mantuvo constantes
luchas con España por la supremacía de Europa, luego se ve envuelta en una
sangrienta guerra religiosa entre protestantes y católicos, que frenaría su
desarrollo. Dicha contienda terminaría con el Edicto de Nantes (1598)
promulgado por Enrique IV de Borbón en el cual establecía por primera vez la
libertad de culto en un país. A lo largo de las últimas décadas del reinado de esta
dinastía, Francia estuvo dividida por una serie de guerras religiosas. Los Valois
fueron sucedidos por la Casa de Borbón.
Los último reyes Valois después de Luis XI fueron: Carlos VIII (1483-1498), Luis XII (1498-1515), Francisco I
(1515-1547), Enrique II (1547-1559), Francisco II (1559-1560), Carlos IX (1560-1574) y Enrique III (1574-
1589).

Lectura 02

“Las Guerras de Religión en Francia”

Mientras Felipe II reinaba en España, Francia fue agitada por sangrientas guerras interiores que duraron más de
treinta años: las Guerras de Religión. En ellas lucharon los católicos, denominados papistas, contra los
protestantes, llamados hugonotes. Esto explica por qué Francia se eclipsa en la vida internacional europea en la
segunda mitad del siglo XVI.
Causas de las guerras de religión.- Entre ellas se cuentan el creciente antagonismo entre católicos y calvinistas
y la escasa capacidad de los reyes que sucedieron a Enrique II, quien perdió la vida en el torneo en que se
celebraba la firma de la paz de Cateau-Cambrésis (1559). El calvinismo –difundido rápidamente en Francia bajo
Francisco I y Enrique II, pese a la enérgica oposición de ambos– tenía la mayoría de sus simpatizantes entre los
burgueses. Pero también algunos príncipes de la sangre, como el rey de Navarra, Antonio de Borbón, y algunos
grandes señores, como el almirante Coligny, eran calvinistas. Los católicos, que eran la mayoría de la población
de Francia, consideraban como sus jefes a la familia de los Guisa, en especial al duque Francisco de Guisa, que
tanto se distinguió en la defensa de Metz.
Los tres hijos de Enrique II, que ocuparon el trono de Francia en el turbulento período de las guerras de religión,
fueron sucesivamente, Francisco II (1559-1560), adolescente de 15 años de edad, que solo reinó un año; Carlos
IX (1560-1574), coronado a los 10 años, que vivió sometido a la regencia de su madre, Catalina de Médicis, y
Enrique III (1574-1589), príncipe afeminado e incapaz.
El comienzo de las guerras de religión (1562). - Catalina de Médicis, que deseaba contar tanto con la buena
voluntad de los católicos como con la de los protestantes, promulgó un edicto en el que autorizaba a éstos
celebrar públicamente su culto, siempre que lo hicieran fuera de las ciudades (1562). Pocos meses después, el
duque de Guisa, acompañado de su séquito, atacó a un núcleo de calvinistas que celebraban su culto en una
granja situada en Vassy, inició las guerras que se prolongaron hasta 1593. Hubo ocho guerras de religión en las
que ambos bandos se comportaron con extremada ferocidad, asolando su propio país y no vacilando en hacer
intervenir a potencias extranjeras en su favor. Así, los católicos contaron con el apoyo de Felipe II de España, y
los protestantes con el de Isabel de Inglaterra y de algunos príncipes alemanes. Como resultado de ello, Francia
cayó en un estado de completa pobreza y anarquía.
La matanza de San Bartolomé (1572).- Al terminar la tercera de las guerras de religión, el jefe calvinista
Coligny, que había ganado la confianza de Carlos IX, le sugirió la conveniencia de promover la reconciliación
de los franceses, a lo que el monarca accedió, y como prueba de sus designios, casó a su propia hermana con el
jefe protestante Enrique de Borbón, hijo del rey de Navarra, quien, más adelante, había de ocupar el trono de
Francia con el nombre de Enrique IV. Catalina de Médicis, celosa de la influencia de Coligny sobre su hijo,
resolvió eliminarlo, para ello concertó un plan con el joven jefe católico Enrique de Guisa, cuyo padre había
sido recientemente asesinado, hecho en que atribuía participación a Coligny. El plan de Catalina y Enrique de
Guisa se frustró, pues sus parciales solo lograron herir al almirante. Carlos IX, indignado, juró vengar el agravio
inferido a su consejero, para lo que ordenó una severa investigación, Catalina, temerosa de que se descubriera su
participación, convenció a su hijo de que los protestantes se preparaban para darle muerte, y así obtuvo su
consentimiento para organizar la sistemática eliminación de los principales jefes reformados. La matanza
preparada por el duque de Guisa, comenzó en la madrugada del día de San Bartolomé, Coligny fue una de las
primeras víctimas, el propio Enrique de Navarra salvó a duras penas su vida, solamente en París perecieron más
de doscientos dirigentes reformados. Ante la matanza de San Bartolomé, los protestantes reaccionaron fundando
la Unión Calvinista, que organizó un verdadero “estado protestante” dentro del reino de Francia y proclamó su
absoluta desvinculación respecto de un monarca al que consideraban “traidor y asesino”. Carlos IX murió poco
después (1574), y su sucesor, Enrique III, deseoso de calmar a los calvinistas, les acordó privilegios, entre otros
el de celebrar su culto en toda Francia, excepto en la ciudad de París (1576). Los católicos, indignados por estas
concesiones, formaron la Santa Liga que tuvo como jefe a Enrique de Guisa.
La Santa Liga y Felipe II.- La Santa Liga se proponía “restablecer la religión católica como exclusiva” y
“restaurar los antiguos derechos, preeminencias y libertades” en las distintas comarcas de Francia. Es decir, que
su programa trascendía del campo religioso y llegaba al político. Por entonces, la muerte del único hermano de
Enrique III convirtió a Enrique de Navarra, jefe de los protestantes, en el heredero del trono de Francia. La Santa
Liga, para impedir su advenimiento, buscó el apoyo de Felipe II de España, con quien firmó un tratado por el
que éste se comprometía a enviarles dinero y tropas. La Santa Liga aumentó de tal modo el prestigio y el poder
del duque de Guisa, a quien Enrique III, temeroso de que llegara a quitarle el trono, hizo asesinar (1588), con
ello selló su propia suerte, pues un fanático católico le dio muerte para vengar a su jefe (1589); así se extinguió
en Francia la dinastía de los Valois y entró a gobernar la de Borbón, cuyo primer representante fue Enrique IV.
Enrique IV y el fin de las guerras de religión (1589-1598).- El nuevo monarca inició su actuación bajo auspicios
muy poco favorables, pues la mayoría de la población de Francia, que era católica, se negó a reconocer como tal
a un jefe protestante. Y así, cuando Enrique intentó instalarse en París, tropezó con la obstinada resistencia de
sus pobladores. Afanoso de afirmar su autoridad, sitió a la ciudad, pero debió desistir cuando llegó un fuerte
contingente de tropas españolas, comandadas por Alejandro Farnesio para ayudar a poner fin a la guerra lo que
no fue posible, ya que Felipe II se involucró en la política francesa proponiendo a su hija Isabel, nieta del extinto
Enrique II, para el trono de Francia, Felipe planteó sus deseos a la Santa Liga, pero sus integrantes, salvo unos
pocos fanáticos, se negaron a considerar la propuesta del monarca español, que juzgaron incompatible con la
dignidad francesa (1593).
Ante estos hechos, Enrique IV eliminó el obstáculo que lo separaba de la mayoría de sus compatriotas: se
convirtió al Catolicismo (1593). La Santa Liga declinó rápidamente y París capituló poco después (1594).
Enrique IV se instaló entonces en la capital del reino y, según se cuenta, dijo en tal oportunidad “París bien vale
una misa” como queriendo significar que su conversión no había sido en vano. Después de una guerra que duró
tres años, y que terminó con la paz de Vervins (1598), simple reiteración de la de Cateau-Cambrésis, Enrique
obligó a los españoles a retirarse de Francia. Así terminaron las ambiciones de Felipe II sobre Francia, en esa
misma época, Enrique IV puso término a las guerras de religión, promulgando el Edicto de Nantes, que acordó a
los protestantes el derecho de creer en su religión en toda Francia y de celebrar públicamente su culto en la
mayor parte de ella. El edicto establecía además, la igualdad absoluta de los protestantes con los católicos y el
derecho a ocupar, por igual, todos los cargos públicos.

FRANCIA Y LOS BORBONES.

Casas de Borbón, dinastía ligada a varios tronos europeos, principalmente al español y al francés, originaria de
la localidad francesa de Bourbon-l’Archambault, donde la familia tuvo su primer solar.
Enrique IV (de Francia) (1553-1610), rey de Francia (1589-1610), que restauró la estabilidad tras las guerras de
Religión del siglo XVI. Fue el primer rey Borbón de Francia y también rey de Navarra, con el nombre de
Enrique III (1562-1610). Aunque fue bautizado como católico, Enrique fue educado siguiendo las directrices
calvinistas por su madre. Fue cabeza del movimiento protestante francés (hugonote), que durante la década de
1560 protagonizó una serie de guerras civiles con los católicos. Tras la boda de Enrique, en 1572, con Margarita
de Valois, hermana del monarca reinante, Carlos IX, se produjo la matanza de miles de hugonotes en la Noche
de San Bartolomé. Enrique salvó su vida convirtiéndose al catolicismo, pero fue prisionero en su propia corte
hasta 1576. Después de escapar, rechazó su conversión y asumió el liderazgo de los hugonotes.
En 1599 Enrique  se casó con María de Medici, una prima lejana de la madre de los últimos reyes Valois. Su
jefe de ministros, Maximiliano de Béthune, duque de Sully, reorganizó las finanzas y fomentó la recuperación
económica de Francia después de décadas de guerra civil. En 1609 Enrique inició los preparativos para
intervenir en Alemania en contra de la dinastía católica de los Habsburgo, un movimiento al que se opusieron
algunos católicos franceses.
El rey estaba a punto de reunir a su ejército cuando fue asesinado por un
extremista católico, el 14 de mayo de 1610, en la calle Saint-Antoine de París y
la Corona recayó en un niño de 9 años, su hijo Luis XIII (1601-1643), rey de
Francia (1610-1643), nacido en Fontainebleau. cuya madre María de Médicis
actuó como regente. Ella fue quien estableció una alianza con España, y en 1615
acordó el matrimonio de Luis con la princesa Ana de Austria, hija de Felipe III,
rey de España. Durante la mayor parte de su reinado, Luis estuvo dominado por
el cardenal Richelieu, quien pasó a formar parte de su consejo de ministros en
1624, pese a la oposición de María de Medici, y finalmente actuó como primer
ministro hasta su muerte en 1642. El reinado de Luis también estuvo marcado
por los ocasionales conflictos religiosos entre católicos y protestantes franceses,
o hugonotes, y por las numerosas conspiraciones contra Richelieu. Su hijo Luis
XIV heredó el trono.
El Cardenal Richelieu fue el verdadero gobernante de Francia (1624-1642) y diseñó los lineamientos generales
del Estado en política interna y externa. Richelieu se dedicó a formar un Estado - Nación moderno en Francia,
centralizando el poder en la corte y formando una monarquía poderosa, libre de compromisos religiosos con
Roma. La política exterior de Richelieu, en contra de los Habsburgo, obligó a Francia a participar (1635) en la
guerra de los Treinta Años como aliado de Suecia y de los príncipes protestantes de Alemania. Fue el forjador
del absolutismo francés. Reprimió todo intento de socavar la autoridad central y absoluta, convirtiendo La
Bastilla en una cárcel política del Estado absolutista y símbolo de su poder.

LUIS XIV BORBÓN DE FRANCIA

Luis XIV (1638-1715), rey de Francia (1643-1715), conocido como el Rey Sol, impuso el absolutismo y


emprendió una serie de guerras con el fin de dominar Europa. Su reinado, el más largo de toda la historia
europea, se caracterizó por un gran desarrollo de la cultura francesa.
Perteneciente a la Casa de Borbón, era hijo del rey francés Luis XIII y de Ana de Austria, hija del monarca
español Felipe III. Nació el 5 de septiembre de 1638, en Saint-Germain-en-Laye.
Cuando en 1643 accedió al trono tras el fallecimiento de su padre, la esposa de éste, Ana de Austria, con la
ayuda de su principal ministro, el cardenal de origen italiano Giulio Mazarino, gobernó Francia como regente.
Tuvo tutores amables pero mediocres que le proporcionaron una educación pobre que fue ampliada
personalmente por su madre, desde postulados católicos. Mazarino le instruyó en las costumbres de la corte, la
guerra y el arte de reinar. El conjunto de rebeliones en contra de la monarquía que tuvo lugar entre 1648 y 1653
y ha pasado a ser conocido como La Fronda convenció a Luis XIV de la necesidad de imponer orden,
estabilidad y reformas en Francia, además de provocar en él una profunda desconfianza hacia la nobleza.
De acuerdo con la Paz de los Pirineos, firmada con España en 1659, contrajo matrimonio un año después con su
prima, la infanta María Teresa de Austria, hija del rey español Felipe IV y de Isabel de Borbón. Cuando en 1661
murió Mazarino, Luis XIV sorprendió a Francia al negarse a designar un nuevo primer ministro; decidió
gobernar sin la existencia de un jefe de ministros y en 1665 eligió como ministro dedicado al control general de
las finanzas a Jean-Baptiste Colbert, quien favoreció la industria nacional y las exportaciones al mismo tiempo
que desde 1669, con su nuevo cargo de secretario de Estado para la Marina, reconstruyó la Armada francesa.
A pesar de su libertina juventud, Luis XIV demostró ser un rey entregado a las labores de gobierno. Todos los
lunes, miércoles y sábados presidía las reuniones de una junta en la que él y un grupo escogido de ministros
formulaban políticas que afectaban a la vida de sus 20 millones de súbditos. Desarrolló dos nuevos y eficaces
instrumentos de poder: un cuerpo de diplomáticos profesionales y un Ejército permanente. A partir de 1682 pasó
casi todo su tiempo en la localidad de Versalles, cerca de París, donde desde 1661 había ordenado la
construcción de un magnífico palacio que se convertiría en uno de los principales monumentos arquitectónicos
europeos.
En política exterior, el firme objetivo de Luis XIV fue el de engrandecer Francia, consolidar sus defensas en las
fronteras septentrional y oriental e impedir cualquier incremento del dominio por parte de la Casa de Habsburgo,
que anteriormente había amenazado a Francia desde dos frentes, debido al inmenso poder que ejercían sus
miembros en tanto que reyes de España y emperadores del Sacro Imperio Romano Germánico. En cuatro
guerras demostró a toda Europa su habilidad como jefe militar. En 1667, alegando el derecho hereditario de su
esposa (ius devolutionis o derecho de devolución), Luis invadió los Países Bajos españoles, con lo que dio
comienzo la llamada guerra de Devolución. Sus rápidas victorias obligaron en 1668 a Inglaterra, las Provincias
Unidas y Suecia a unirse en la Triple Alianza para frenar a Francia y dieron lugar al Tratado de Aquisgrán,
firmado en mayo de ese año. Luis XIV obtuvo doce fortalezas en Flandes y no tardó en aislar a los holandeses
negociando la neutralidad inglesa y sueca. En 1672 lanzó un ejército contra las Provincias Unidas, dando así
comienzo a la denominada guerra de Holanda. Durante seis años los holandeses, con la ayuda de España y del
Sacro Imperio, rechazaron los ataques franceses. Los tratados firmados en Nimega en 1678 y 1679 no le
proporcionaron los territorios españoles en los Países Bajos, pero concedieron a Luis XIV la región del Franco
Condado y más fortalezas en Flandes.
Al mismo tiempo que sus ejércitos combatían a los protestantes holandeses, Luis negaba la libertad religiosa a
los protestantes de Francia (hugonotes) y reforzaba el control sobre el clero católico. En 1685, decidido a lograr
la conversión de los hugonotes, revocó su carta de libertades, el Edicto de Nantes, y envió a más de 200.000 al
exilio, lo que daría paso desde 1702 a la rebelión de los camisards. Aunque la revocación fue aplaudida por sus
súbditos católicos, endureció sus relaciones con la Europa protestante.
La última empresa militar de Luis XIV, la guerra de Sucesión española (1702-1714), se debió al apoyo dado a su
nieto, Felipe V, como rey de España. Los ejércitos franceses, enfrentados a una alianza de potencias europeas (la
denominada segunda Gran Alianza), perdieron casi todas las grandes batallas, pero lograron que el trono español
fuera ocupado por la Casa de Borbón en la persona de Felipe V. De hecho, el principal Tratado de Utrecht
(1713), que otorgaba a los británicos varios territorios franceses en Norteamérica, también reconocía a Felipe V
como rey de España. Luis XIV gobernó una Francia harta de guerras hasta que su salud se quebró en 1715. A
pesar de padecer fiebre y gangrena, reunió las fuerzas necesarias para decir su célebre frase: “Yo me voy,
Francia se queda”, antes de morir el 1 de septiembre de 1715, en Versalles. Le sucedió en el trono su bisnieto,
Luis XV.

EL RÉGIMEN MONÁRQUICO EN EL REINO UNIDO

INGLATERRA Y LA DINASTÍA TUDOR.

Luego de la guerra de las dos rosas (1455-1485), la Dinastía Tudor ocupó el trono de Inglaterra desde 1485
hasta 1603. Owen Tudor, un noble galés que se casó con Catalina de Valois, viuda del rey inglés Enrique V, fue
fundador de la Casa. Su hijo mayor, Edmundo Tudor, se casó con Margarita Beaufort, descendiente de Juan de
Gante, hijo del rey Eduardo III. En 1485, Edmundo y el hijo de Margarita, Enrique, vencieron a Ricardo III de la
Casa de York, por lo que aquél se convirtió en Enrique VII, el primer monarca Tudor.
Los siguientes soberanos Tudor fueron Enrique VIII, su hijo y sus dos hijas, Eduardo
VI, María I Tudor e Isabel I, los cuales murieron sin hijos. Los Tudor reunificaron el
país después de un periodo de conflictos civiles e independizaron la Iglesia anglicana
del Papado. Enrique VIII (1491-1547), rey de Inglaterra (1509-1547), y fundador de la
Iglesia de Inglaterra. Hijo de Enrique VII, influyó profundamente en el carácter de la
monarquía inglesa, fue el mejor representante de las ideas renacentistas y rompió con
la Iglesia de Roma, creando el Anglicanismo, posteriormente el Estado inglés logra su
desarrollo convirtiéndose en un gran estado gracias a su competente soberana Isabel I
de Tudor.

ISABEL I DE INGLATERRA (1533-1603)

La hija de Enrique VIII y Ana Bolena era de clara inteligencia, de carácter firme y muy poca belleza física. Su
reinado fue uno de los más accidentados de la historia inglesa. He aquí algunos de sus principales hechos:
- Establecimiento del Anglicanismo como religión oficial del Estado, dictándose enérgicas medidas contra
aquellos católicos y protestantes que en alguna forma combatieron al nuevo credo.
- Suplicio de María Estuardo, reina de Escocia, acusada de haber dado muerte a su esposo Darnley, haciendo
que reposara sobre un lecho que voló en pedazos, por tener debajo unos barriles de pólvora. Esta acusación se
agravó cuando la reina se casó poco después con Botwell, considerado como uno de los autores del asesinato.
Los escoceses indignados arrojaron del poder a la reina homicida cuyas costumbres disolutas habían también
escandalizado a la nobleza (1565). María Estuardo fue a refugiarse en la Corte de su prima Isabel, quien la
recibió con cierta desconfianza. Por su belleza, podía ser rival como mujer, y por sus vínculos de familia, podía
pretender la Corona de Inglaterra. Como se descubrieran varias conspiraciones contrarias a Isabel, se creyó que
la reina de Escocia estaba mezclada en ellas y se le procesó. En la torre de Londres estuvo encerrada durante 19
años, después de los cuales salió para ser juzgada y condenada a muerte. Fue decapitada el 8 de febrero de 1587.
- El rey de España Felipe II, con el pretexto de vengar la muerte de María Estuardo, envió a Inglaterra toda su
flota denominada la Armada Invencible, la cual fue derrotada incrementando el prestigio de Isabel I.
- La Expansión Colonial de Inglaterra en América del Norte, donde Sir Walter Raleigh, favorito de Isabel, fundó
las primeras colonias agrícolas y comerciales y a una de ellas le puso el nombre de Virginia, en homenaje a
Isabel, que había permanecido virgen toda su vida.

LOS ESTUARDO EN INGLATERRA

Dinastía Estuardo (en inglés, Stewart), familia real de Inglaterra y Escocia. Su origen se remonta a un emigrante
bretón, Alan Fitzalain (Fitzflaald), muerto hacia 1114, partidario del conquistador normando que más tarde fue
el rey inglés Guillermo I. El nieto de Fitzalain, Gvaltenio (Walter), falleció en 1177, fue nombrado senescal del
rey escocés David I. Desde el siglo XII hasta el siglo XIV, la senescal (en inglés, stewardship) pasaba de padre a
hijo; el título hereditario se convirtió en un apellido, que más tarde se cambió a Steuart o Stuart (Estuardo).
Desde 1371 hasta 1714, catorce Estuardos dirigieron Escocia consecutivamente, los últimos seis también
reinaron en Inglaterra.
A la muerte de Isabel I de Tudor y al no haber tenido hijos asume el trono su sobrino
Jacobo I hijo de su prima María Estuardo. El absolutismo inglés estuvo frenado por
el parlamento pero cuando Carlos I (hijo de Jacobo I) asume el trono, intentó
imponer un gobierno absoluto, Carlos I y su proyecto absolutista desencadenó una
guerra civil en Gran Bretaña (Inglaterra, Ga les y Escocia), ante esto los puritanos
dirigidos por Oliver Cromwell tomaron el poder político y aplicaron algunas
reformas revolucionarias. El Parlamento decretó la anulación de la Monarquía y la
implantación de una República donde Cromwell era el Lord Protector Vitalicio.

Lectura 03

“El gobierno personal de Carlos I de Inglaterra”

Numerosos conflictos jalonaron la acción autocrática del monarca inglés. Uno de ellos se produjo al ordenar el
cobro del ship money, un viejo impuesto que había caído en desuso muchos años antes, por el cual las
poblaciones de la costa debían contribuir a la defensa nacional entregando un cierto número de barcos o, en su
defecto, el dinero necesario para construirlos. Carlos I lo resucitó, exigiendo su pago en dinero en todas las
poblaciones de Inglaterra (1634). Un rico caballero llamado John Hampden se negó a pagarlo, pese a que solo se
le exigía la entrega de una libra esterlina, diciendo que ningún inglés podía ser compelido al pago de un
impuesto que no hubiera sido aprobado por el Parlamento. Un tribunal real condenó a Hampden, pero el pueblo
se solidarizó con el valiente ciudadano que había sacrificado su libertad y comprometido su vida por la defensa
de un principio. Hampden fue considerado como un héroe y su nombre concitó la admiración y el respeto de sus
compatriotas.
Los conflictos más graves derivaron de la política religiosa del arzobispo Laud, un fanático anglicano, que se
había propuesto acabar con los adversarios de la iglesia oficial. Persiguió a los puritanos de Inglaterra, muchos
de los cuales optaron por trasladarse a las colonias de Norteamérica. Cuando trató de imponer a los
presbiterianos de Escocia el libro de oraciones de la iglesia anglicana, éstos, profundamente apegados a sus
creencias, firmaron un pacto (Covenant) comprometiéndose a resistir por todos los medios este ataque contra su
fe. Para hacer frente a la sublevación armada de los escoceses, Carlos I necesitaba urgentes recursos y debió
resignarse a convocar al Parlamento inglés. Así, la revolución escocesa terminó con el gobierno sin Parlamento
(1640). El Parlamento, convocado en estas circunstancias, es conocido con el nombre de Parlamento Largo,
porque duró casi tres lustros. Entre sus integrantes se contaron Juan Hampden y Oliver Cromwell, primo del
anterior, quienes encabezaron un movimiento de crítica contra los abusos del rey. El Parlamento comenzó por
juzgar al Conde Strafford, uno de los principales colaboradores de Carlos I a quien condenó a muerte, como
queriendo marcar su irrevocable designio de aniquilar al absolutismo. Seguidamente, suprimió los tribunales de
justicia que había nombrado el rey para perseguir a sus enemigos y prohibió la recaudación del ship money. Por
último, el Parlamento declaró que el rey debía reunirlo, por lo menos una vez cada tres años. Todas estas
medidas tendían a evitar un nuevo gobierno personal y limitaban el poder del rey. Entonces Carlos I resolvió
terminar con sus opositores y se presentó en el propio Parlamento acompañado por un grupo de soldados con el
propósito de arrestar a los dirigentes de la oposición. Estos, prevenidos de antemano, se habían retirado, se
formaron entonces dos bandos rivales. El rey contó con el apoyo de casi todos los nobles, del clero anglicano, de
los católicos y de la mayoría de los grandes propietarios de campos. Sus partidarios recibieron el nombre de
“caballeros”. Los partidarios del parlamento o “cabezas redondas” eran puritanos, comerciantes unos,
industriales otros, y pequeños propietarios los restantes.
En 1642 chocaron las fuerzas del rey con las del Parlamento. Al principio los caballeros, más habituados a las
faenas de la guerra, arrollaron a sus adversarios. Pero las cosas cambiaron gracias a las nuevas directivas
militares impuestas por Cromwell que era un gentil hombre campesino, celoso puritano, se reveló como un
destacado estadista y militar de genio, comenzó por formar un poderoso regimiento de caballería constituido,
según sus palabras, por “hombres justos y temerosos de Dios”, fanáticos puritanos que atacaban cantando
salmos de la Biblia. Estos “flancos de hierro”, como se les llamó, pelearon con gran éxito. Entonces Cromwell
organizó, de modo análogo, el resto de las fuerzas parlamentarias. Así, surgió un nuevo ejército (new model), de
carácter profesional, bien disciplinado y pertrechado, que aseguraría el triunfo de la revolución puritana. El rey
se rindió a los cuatro años de iniciada la lucha, cesando la guerra civil (1646). Terminada la guerra civil, surgió
un conflicto entre los vencedores, pues, si bien eran todos puritanos, no pertenecían todo ellos a las mismas
sectas. En efecto, en el Parlamento existía mayoría presbiteriana, mientras que en el ejército, tanto Cromwell
como casi todos los soldados eran independientes. El rey, pese a su condición de cautivo, trató de atraer a los
presbiterianos del Parlamento, quienes llegaron a manifestar que estarían dispuestos a devolverle el trono, pero
los independientes del ejército, intransigentes frente al monarca, impidieron su restauración para lo cual
eliminaron por la violencia a los miembros presbiterianos del Parlamento Largo, que quedó así constituido
únicamente por la minoría independiente. Este parlamento reducido recibió el calificativo de Rabadilla. Una de
las primeras medidas del Parlamento Rabadilla fue la de someter al rey Carlos I al juicio de un tribunal integrado
por sus peores enemigos, así condenado a muerte como “tirano, traidor, asesino y enemigo público de la
felicidad del pueblo”. Poco después se cumplió la sentencia que afirmó con sangre el principio de que los
gobernantes ingleses son responsables de sus actos ante sus súbditos (1649).

REVOLUCIÓN DE 1648. GUERRA CIVIL INGLESA.

Los parlamentarios ganaron finalmente la Guerra Civil inglesa gracias al apoyo de Escocia y, sobre todo, debido
al liderazgo militar de Oliver Cromwell, que creó las unidades militares que servirían de base para el Nuevo
Ejército (New Model Army). Con el apoyo de estos nuevos regimientos, Cromwell depuró el Parlamento de
todos los miembros opositores. El Parlamento Rabadilla (Rump Parliament) llevó a juicio a Carlos I que fue
ejecutado el 30 de enero de 1649; abolió la monarquía y la Cámara de los Lores y estableció un régimen
protorepublicano (denominado Protectorado o Commonwealth) en Inglaterra que aunaba aspectos monárquicos
y parlamentarios.

EL RÉGIMEN DE OLIVER CROMWELL

Cromwell disuelve el Parlamento Rabadilla En 1648, durante la Guerra Civil inglesa, los parlamentarios que se
opusieron a la política militar de Oliver Cromwell y Thomas Pride fueron expulsados y se constituyó con los
restantes el llamado Parlamento Rabadilla que luego de enjuiciar al Rey gobernó hasta que el 19 de abril de
1653 fue disuelto por Cromwell.
Se creó un nuevo Consejo de Estado que dependía del Ejército y, ante la escasa legitimidad del Parlamento
Rabadilla, Cromwell se convirtió en el dueño de la situación. Entre 1649 y 1651 sometió a Irlanda y Escocia,
que se incorporaron al Protectorado (Commonwealth). En 1653 disolvió el Parlamento Rabadilla, cansado de su
oposición. Tras el experimento del Parlamento de Barebone, que se disolvió en diciembre de 1653, un texto
adoptado por el Consejo de Estado y apoyado por el Nuevo Ejército, el único intento en la historia británica de
una constitución escrita, confió el poder a Cromwell con el título de lord protector de la República de Inglaterra,
Escocia e Irlanda. Cromwell aceptó una segunda cámara en el Parlamento y el derecho a nombrar a su sucesor,
pero rechazó el título de rey.
La Ley de Navegación (1651) provocó las Guerras Anglo-holandesas de 1652 a 1654, con las que Inglaterra
obtuvo algún éxito. Jamaica fue arrebatada a España en 1655. En alianza con Francia, las fuerzas inglesas
vencieron en la batalla de las Dunas en 1658 y tomaron Dunkerque, en Francia.
El protectorado se colapsó tras la muerte de Cromwell en 1658, y su hijo, Richard Cromwell, se mostró incapaz
de conseguir el respeto del Ejército. En la confusión que siguió, el general George Monck, comandante en
Escocia, marchó sobre Londres, volvió a reunir al Parlamento Largo, y preparó la vuelta del exilio del hijo
mayor del rey Carlos I.

LA REVOLUCIÓN GLORIOSA DE 1688.

Tuvo lugar en Inglaterra en 1688-1689, que depuso a Jacobo II, en favor de su hija María II y su marido
Guillermo III, príncipe de Orange. La revolución transformó la monarquía absoluta de los Estuardo en una
monarquía constitucional y parlamentaria.
Jacobo II no tardó en perder el buen nombre que había heredado de su popular hermano, Carlos II: fue
demasiado duro a la hora de reprimir la rebelión encabezada por su ilegítimo sobrino, el duque de Monmouth,
en 1685; casi agotó todos los recursos humanos y monetarios a su alcance, con el fin de crear un ejército
permanente, y colocó a católicos en el gobierno, en el ejército y en las universidades. En 1688 ordenó que se
diera lectura a la Declaración sobre la Indulgencia en todas las iglesias, que garantizaba la libertad de culto a
católicos y disidentes. Este impopular acto, junto con el nacimiento de un heredero en junio de ese mismo año,
que aseguraba la sucesión católica, impulsó a los rivales de Jacobo II a invitar al protestante Guillermo de
Orange a ocupar el trono, el cual estaba casado con María, la hija de Jacobo II, y contaba con el apoyo del
pueblo. Cuando Guillermo llegó a Torbay (el 5 de noviembre) y comenzó a avanzar hacia Londres, Jacobo huyó
a Francia con su familia. Guillermo obtuvo el control temporal del gobierno, y en febrero de 1689 les fue
ofrecida, a él y a María, la corona con la condición de que aceptaran la Declaración de Derechos, que se
convirtió en el Bill of Rights. Dicho proyecto de ley otorgaba la sucesión a la hermana de María, (Ana), en caso
de que María no tuviera hijos, impedía el acceso al trono de los católicos, garantizaba elecciones libres y
convocatorias frecuentes del Parlamento, y declaraba ilegal la existencia de un ejército permanente en época de
paz. La Revolución Gloriosa tuvo éxito, sin derramamiento de sangre: el Parlamento era soberano e Inglaterra
próspera. Fue una victoria de los principios whig, ya que, si los católicos no podían ser reyes, ningún monarca
podía ser absoluto. Aquellos que se negaron a jurar lealtad a Guillermo y María fueron denominados jacobitas.
Los jacobitas eran más numerosos entre los católicos de las Highlands escocesas y de Irlanda. Estas dos regiones
fueron sometidas, pero el precio a pagar fue muy alto: la matanza de Glencoe en Escocia y la batalla de Boyne y
una mayor represión de los católicos en Irlanda. Como resultado de la llamada Revolución Gloriosa (1688),
Jacobo II de Inglaterra e Irlanda, también conocido como Jacobo VII de Escocia, fue exiliado debido a su
catolicismo y reemplazado por su hija protestante, María II. María reinó junto con su marido, Guillermo III de
Orange, desde 1689 hasta su muerte en 1694. Entonces Guillermo gobernó en solitario hasta 1702. El último
soberano de la casa de los Estuardo fue la reina Ana, la segunda hija de Jacobo II, que reinó desde 1702 hasta
1714 y, en 1707, después del Acta de la Unión (Union Act), mediante la cual Inglaterra y Escocia se unieron
formando una sola nación, se convirtió en el primer rey de Gran Bretaña. En 1701, el Parlamento aprobó el Acta
de Establecimiento, que excluyó a los católicos del trono y, de esta forma, a la línea masculina de la Casa de
Estuardo.

Extensión Domiciliaria
Para ser resuelta en el cuaderno luego de pegar las fichas propuestas
1. El programa de gobierno de los Reyes Católicos se basó en tres aspectos, señálalos.
2. ¿A qué monarca español se le llamaba ”el hechizado” y por qué?
3. ¿Quiénes eran los moriscos?
4. ¿Cuáles fueron los beligerantes de la Guerra de Sucesión española y cómo fue su desenlace?
5. Completa:
Hecho Fecha Dinastía en España Reinado Desenlace
Asalto a Cajamarca
Inicia la I Revolución
Industrial
Segundo Congreso de
Filadelfia
La toma de la Bastilla

Proclamación de la
Independencia en el Perú
Batalla de Ayacucho
Segunda Guerra Mundial
Pandemia COVID 19

6. Observa la imagen correspondiente a una famosa pintura y averigua los datos que a continuación se piden:

Nombre de la pintura:
Autor de la obra:
Características de la pintura:
Fecha de publicación:
Contexto histórico:
Situación actual:

7. Redacta en tu cuaderno la biografía de Juana de Arco


8. ¿Quiénes eran los hugonotes?
9. ¿Cuál es la historia de “la flor de lis” en los blasones de las monarquías francesas?
10. ¿Qué relación existe entre el gobierno de Luis XV y la posterior crisis?
11. Completa:
Hecho Fecha Dinastía en Francia Reinado Desenlace
Asalto a Cajamarca
Inicia la I Revolución
Industrial
Segundo Congreso de
Filadelfia
La toma de la Bastilla

Proclamación de la
Independencia en el Perú
Batalla de Ayacucho
Segunda Guerra Mundial
Pandemia COVID 19

12. Observa la imagen correspondiente a una famosa pintura y averigua los datos que a continuación se piden:

Nombre de la pintura:
Autor de la obra:
Características de la pintura:
Fecha de publicación:
Contexto histórico:
Situación actual:

13. Investiga sobre “la guerra de las dos rosas” y establece comparaciones con la serie “Juego de Tronos”.
14. ¿Quiénes eran los puritanos?
15. Investiga. ¿Qué relación existe entre la Reina Victoria I y la llegada del fútbol a nuestra ciudad de Arequipa?
16. Consigna datos actuales correspondientes a la Reina Isabel II que se deba tener en cuenta hasta nuestros días
17. Completa:
Hecho Fecha Dinastía en Inglaterra Reinado Desenlace
Asalto a Cajamarca
Inicia la I Revolución
Industrial
Segundo Congreso de
Filadelfia
La toma de la Bastilla

Proclamación de la
Independencia en el Perú
Batalla de Ayacucho
Segunda Guerra Mundial
Pandemia COVID 19

18. Observa la imagen correspondiente a una famosa pintura y averigua los datos que a continuación se piden:

Nombre de la pintura:
Autor de la obra:
Características de la pintura:
Fecha de publicación:
Contexto histórico:
Situación actual:
19. Crees que la guerra de los siete años debe ser considerada como la primera guerra mundial, mira el video a
través de este enlace y comenta en tu cuaderno: https://www.youtube.com/watch?v=wJvuyFDFujU
20. Investiga las formas gobierno de los tres países en los que se basó el tema que acabamos de concluir.

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