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Yo no uso perfume porque tengo en la nariz el de la siguanaba, estuve cerca de ella y pude ver

más que su belleza de espaldas, y no tiene rostro de caballo, tal vez usted sea igual que los demás
y no me crea porque piensa que estoy loco, pero si no morí en el barranco a donde la seguí es
gracias a que no había sido infiel antes, tampoco soy violento, si acaso algo trasnochador. La
escuché y su voz me recordó la de una novia antes de casarme, la seguí hasta el canal, recién habia
pasado la tormenta y llevaba mucha agua, se detuvo antes de cruzar y dejo que me acercara, le
toqué el hombro, abrió sus manos a la altura de las caderas, sus manos eran iguales a las que
recordaba, junté las diez yemas y otra vez esa electricidad de pies a cabeza y la tensión en el
pantalón, me dijo algo que solo ella podía decirme: no tendrás a otra mejor que yo, solté sus
manos y fui a sus pechos que seguían siendo magníficos hasta que mostro su rostro de cráneo
descarnado, dejándome con un deseo que no me deja trabajar y me ha hecho inútil para proveer
mi antiguo hogar. 

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