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VISCISITUDES DE LOS RESGUARDOS EN COLOMBIA: REPASO HISTORICO Por: Jonge Morales Gomez EL RESGUARDO DURANTE LA EPOCA COLONIAL La institucién juridica y agratia del resguardo es de origen colonial; tue adoptada por la corona espatiola a fines del siglo XVI como medica protec: tora de los indlgenas, después que la encomienda habia dejado su secuela de merma demogrifica y explotacién inmisericorde de las poblaciones abori- genes. Claro que por otra parte el resguardo perseguia la faclidad de recoger ol tributo al tener a os indios concentrados y separados de la poblacién es pafiola y mestiza. Pero con todo y eso, el resguardo demoré la desapericion biolégiea y cultural de muchas comunidades amerindias, aunque hubiera sido Inspirado por una intencién paternalista. Eso no importa, Hoy se critica ese carécter protec:or del resguardo, porque, segin se alega, niega la capacidad de autodeterminacién de las gentes indigenas. Sin ‘embargo es0 no es asi. La corona designé desde un comienzo a las autorida- des indigenas que gobernarfan en los resguardos y que secoriocen con el nom- bre de cabildes, cuyos miembros han sido elegidos siempre por los mismos indios. El resquardo surge en la Nueva Granada hacia 1596 cuando se hacen las primeras asignaciones de tierras comunitarias con prohibicion a la venta y en general a cualquier negocio con pobladores no indigenas, ademés de la nega- tiva a que las tierras asi formadas sean penetradas por gente distinta a los na- turales (Gonzales. 1970: 20). Seguramente la corona espafiola no hubiera establecido resguandos si la encomienda no disminuyera la poblacién americana nativa en la forma que lo hizo, Por es0 es que no vacilamos en declarar que la encomienda fue el con- ducto indispensable para el surgimiento de las parcialidades o resguardos. Los ‘ales de la una trataron de ser corregidos con una institucion segregacionista (Gonzales. Op. cit. 29-88), paternalista en algiin grado y comunitaria en su esencia, pero que demostré ser una excelente medida de conservacién de la tierra en manos de sus legitimos duetios: los indios. Cabe recalear eso si que las autoridades espafiolas méximas, residentes en la metropoli, de ninguna manera renunciaron con el resguardo al eobro del tributo. Aquel vino a ser, como se dijo antes, una manera més c6moda de obtener éste, al lograr mano de obra indigena concentrad’y aislada de los ‘mestizos. Margarita Gonzales insiste en el caracter equilibrante del resguat- do (Op. cit.: 9). La misma autora también declara que dicha condicion se manifesta al proteger por un lado los indios, y por el otro al continusr la polftica de tributacion para la corona. La seguridad que proporciona el resguardo a sus moradores empieza ‘a minarse a medida que éstos arriendan clandestinamente parte de sus asig- haciones agrarias, a mestizos. Esto esté demostrado documentalmente por Gonzales (Op. cit.: 19-111) quien estatlece ademas que estos arrendamien- 79 tos se hicieron desde muy teraprano, recién institufdas las parcialidades, con Jo cual los indios buscaban un ingreso que se destinaba a pagar el tributo exigido por la tdministracién, Sin embargo debemos anotar que los resguar- dos nunea desaparecieron por el alquiler de tierras a mestizos, pero tal proce- dimiento asi contribuy6 a disminuir Ia extension de los mismos, Hacia 1778 se consolida una tendencia que venia dande sus pasos du- rante la mayor parte del siglo XVIIL En ese aiio, el fiscal Moreno y Escandén emprende una reforma que fue fatal para los resguardos y que consistié en vender la tierra sobrante que ellos tenfan, la cual paso por venta, a manos de espafioles y mestizos, Con eso se pretendia lograr una supuesta equidad en- tre el nimero de indios habitantes de las parcialidades y 1a cantidad de tierra de las mismas. Pero lo que result6 fue un empobreeimiento de los indigenas y un aumento de la tierra en manos de los colonos y mestizos. Moreno tembién ideé Ia fusion de varios resguardos y el trasladlo de la poblacién nativa de una aparcialidad a otra para compensa la falta cle tierras ‘ocurrida con el método anteriormente referido. Asi se dié el golpe final a los resguardos en el siglo XVIII, pues aumenté el nitmero de usuarios y natu- ralmente se recujo el area productiva por familia a mas de sursir 0 aumentar conflictos entre los mismos indios. Con este panorama tan poco halagador, se llega a la 6peca de la Inde- pendencia, la cual tampoco representa nada que pueda mejorar la suerte de los indios organizados en resguardos o parcialidades. Los tinicos que se ven alejados de toda la ola fraccionadora y por tanto destructora, son los que es- ‘tan més aislades por razones geogrificas. Sin embargo, a medida que prospe- van los caminos de penetracion y la invasion de mestizos durante la Repibli- ca, estos resguardos van cayendo dentro de los programas de division y crea- cin de la propiedad particular tal como lo veremos mas adelarte. LOS RESGUARDOS EN EL SIGLO XIX: La historia de los Resguardos durante la época republicana se sinteti por el choque dialéctico entre conservacién y destruccion, entre propiedad comunal y propiedad privada. Los movimientos de emancipacin tendieron indirecta y ma:ginalmente a liberar al indgena pero ese igual surgia como re- sultado de una concepeién de la dignidad humana, que en tillimas levaba a fortalecer una inquebrantable fe en la propiedad individual y por ende, a re- cchazar todas las instituciones comunales que la inhibieran o Ja contradijeran. Y ese interés idealagico por la pertenencia personal y privada, expresion muy clara de un capitalismo vigoroso, se va proyectando paulatinamente en las pareelaciones de resguardos que constituyen la principal caracteristica de Ta politica oficial hacia el indio en el siglo pasado, al menos hasta 1890. 80 En 1821, el 11 de Octubre, el Congreso de Colombia expidi la ley s0- bre extincion de tributos a los indigenas y distribucion de resguardos. EL artfculo tercero declaraba: “Los resguardos de tierras asignados a los indigenas por las leyes espafiolas y que hasta ahora han poseido en comiin o en poreio- nes distribuidas a sus familias s610 para su cultivo segiin el regla- mento del Libertador Presidente del 20 de Mayo de 1820, se les repartird en pleno dominio y propiedad, luego que lo permitan las circunstancias y antes de cumplirse los cinco aos de que habla el articulo segundo..."*(1944: 108). Esos cinco ‘afios corresponden al tiempo por el cual la ley eximéa los bienes de la comunidad del pago de derechos parroquiales, pero no a las pro- piedades particulares. Claramente se observa que la citada ley buscaba integrar la poblacion indigena a la vida nacional mediante su conversion en propietarios privados ccon todas las obligaciones y derechos civiles que tenia el resto de individuos colombianos, Empero, dentro del mismo acto logislativo se condena a los in- dios, mediante disposiciones consignadas en el articulo 11, a perder muy pronto sus propiedades, Dice asf: “En las parroquias de indigenas podrin establecerse cualesquiera otros eiudadanos, pagando ei correspondiente arrendamiento por los solares que ocupen sus ca:as; pero de ningiin modo perjudica- rin a los indigenas en sus pastos, sementeras u otros productos de sus reaguardos.” (1944: 109). No puede ser mis claro este documento para demostrar la actitud gu- beramental contradictoria hacia el indio, Es el estado quien autoriza las avanzadas mestizas, la continuidad del proceso de dominio y de la estructu- ra feudal. Personalmente, no creo que haya habido mala intencién para coadyuvar en Ia destruccién de los indios agrupados en parcialidades, Lo que pasaba era que dentro.de los términos “‘plena posésién y dominio” habia entero derecho para arrendar la tierra 2 gente no aborigen. Sin embargo, esa decision quizd ingénua, fue fatal para el porvenir de los indios: Es el apo: yo del estado a los intereses voraces de colonizadores y desocupados que ‘quedaron después de la guerra de Independencia. Es el atentado contra las abatidas minorias que gracias a la institucién espafiola del resguardo habian ‘conservado algo de tierra, el elemento mis precioso para su desenvolvimiento social y econémico. Con ese procedimiento legal también se aseguré la posicién de dominio de Jos eriollos que al introducirse en terrenos de los indios, redujeron a éstos a la condicién de trabajadores o peones baratos en las tierras que antes les pertenecian, 81 Elhhistoriador Freide nos ha mostrado muy detalladamente las leyes que durante la primera mitad del siglo pasado siempre tendieron al, fracciona- miento del resguardo en aras del ideal de la propiedad privada. Pero ese ideal élo signifies en la préctica, la continuidad del proceso colorial de explota- j6n con el agravante de que las tierras se perdieron definitivamente para la totalidad de los nativos comprendidos en las reparticiones. En 1832, nos dice Friede (1944: 110), el General Santander hace gran- des esfuerzos para el cumplimiento de la ley de 1821, pues heh sido muchos los obstécilos que ella ha tenido para realizarse durante esos 11 afios. Buscando una mejor adecuacion de la medida; la ley del 6 de Marzo del refe- vido afio prohibe vender las tierras distribuidas, durante los 10 primeros afios, Agrega Friede al respecto (1944: loc. cit.). “La misma ley contiene las bases de las futuras disposiciones sobre reparto, por cuanto sefala la separacién del érea de pobla- ein (cho a veinje fanegadas), Ia reparticidn dal resguardo en doce’partes iguales, la adjudicacion de una parte pera los gastos y de una 0 dos para el sostenimiento de la escuela. En prevision de que'los indigenas puedan abandonar las tierras une vez repartido el rewguardo, el articulo To. prohibe la venta de las parcelas adju- dicadas durante diez altos después de la entrega”’ 'Y més dcelante cita otra ley; 1a del dos de Junio de 1884, que en su art{culo trece establece: “Bn ningtin tribunal o juzgado se oirén reclamaciones cuyo tinico 1 determinado objeto sea pedir que no se repartan ios resguardos”” (944r11). sferencias a la legislacién nos muestran la gran tendencia, de Santander a distribuir los resguardos o parcialidades, mas no a eliminar al indio. Seguramente esa actitud no es de mala fe. Santan- der y sus colaboradores eran exponentes de un-pensamiento etnocentrista de’la époeca, que velaba por la dignidad humana, a su entencer centrada en 1 culto a la propiédad privada y por la clausura de todo coloniaje extranjero. ‘Empero, tal ideglogfa iba a ser instrumento justificador para el traspaso de la propiedad indigena a la sociedad nacional. No pienso como 1 historiador Friede (1944: Loc. eit.) que la prohibi- cidn a yender la tier beneficiar directamente a los blancos porque asi los {ndios no mig-aban y se podfa:conseguir mano de obra barala y segura, La experiencia etnol6gica me ha demostrado que mientras el indio distrute eco- némicamente de su parcela no se acoge al patron blanco como asalariado, S6- Io Io hace cuando vende o le arrebatan sus bienes inmuebles. Bs més, no Gini camente se quita la tiera, sino con ella se adquieren sus habitantes. En con- 82. secuencia, opino que los intereses de los blancos y mestizos no quedaron sa- tisfechos con la negativa a la venta de las tierras de resguardo, tal como nun- alo han estado. Lo discutido anteriormente gira er. torno a la misma ley, mas no a su praxis, Desde que se establecieron los resguardos en la Nueva Granada en el glo XVI, hasta hoy, las prohibiciones legales a la venta de sus tierras se han. caracterizado entre otras cosas, por su incumplimiento. Los espafioles prime. 10, y luego los mestizos delinean todo un historial de forzar al indigena a la venta clandestina sobre todo cuando ésta se halla endeudado y sin el apoyo de la solidaridad comunal. Bsos procederes han sido los peores cénceres so- ciales trafcos por la division de resguardos, y que son incontrolables por Ja ley, pues la administracion de justicia local, municipal, es mestiza y cum- ple las disposiciones a su manera. Es otra evidencia del eterno abismo entre la aldea y el estado, tan rutinario entre nosotros. Por tan infalible razén, tampoco puedo estar de acuerdo con Juan Friede (1944:' 115) en relacion con su pretendida conveniencia de Ia ley de 1850 que dejaba en manos de los gobernadores 1a distribucién de parcialidades. No se puede trazar una division ética al respecto: Que la administracion seccional si sabia cuando era necesario dividir un resguardo, y quela estatal, n6. Resulta que las gober- naciones tampoco han estado empapadas de los intereses indigenas ni iden- tificadas con ellos, porque las autoridades municipales y sus informes son de caracter mestizo, porque las familias que hablan ante el gobernador y cuen- tan las ventajas de la parcelacion, siempre han tenido tierras colindantes con 10s resguardos. La politica librecambista de 1848-49 que deprime la produccién ar- tesanal del oriente colombiano, va a dejar bastante mano de obra disponible. Muchos de esos desocupados en los centros tienen que migrar a distintos si- tios de la Repiblica y en varios de ellos aumentan la presion mestiza sobre Jas tierras de resguardo. Asi se completa el nada halagador panorama de la politica indigenista referente a los resguardos, durante la mayor parte del siglo XIX, hasta que en la Ultima década, en 1890 y dentro de lz administracion de Carlos Holguin, se produce Ia ley 89, contradicha por disposiciones posteriores de todo este siglo y tan incumplida en la realidad. Tiene articulos que hoy la hacen obso- leta, pero a pesar de ello, esta vigente. Por ejemplo, ese acto legislativo tan humano en su espfritu general declara menores de edad a los aborigenes del pais y sin embargo, la mayoria de ellos estan cedulados y acuden a las vota- ciones para elegir Presidente y parlamentarios a todo nivel La ley mencionada esté hecha ante todo para las comunidades de res- guardo y en ella se destaca el affnpor la conservacion y defensa de las pose. siones comunales y la confianza en la buena administracion de los Cabildos. Blarticulo cuarto declara: 88 “En todo lo relativo al gobierno econémico de las parcialidades, Henen los pequeiios cabildos todas las facultades que les hayan transmitido sus usos y costumbres particulares."* Y¥ en el séptimo se decreta: “Impedir que ningiin indigena, venda, arriende hipoteque porcién alguna del resguardo, aunque sea s0 pretexto de vender las mejo- ras que siempre se considerarén accesorias a dichos terrenos”” Bn el articulo trece ordena: “Contra el derecho de los indfgenas que conserven titulos de s resguardos y que hayan sido desposetdos de éstos de manera vio- lente © doiosa, no podrin oponerse ni serdn admicibles excepcio- nes perentorias de ninguna clase, ‘Tristemente se observa que esas sanas intenciones de la ley no han tenido cabal aplicacién en nuestro pais. Solamente con movimientos de hon- da inspiracion indigena, con dirigentes naturales y propios de las parcialida- des, como fue Quintin Lame, se pudo retardar el proceso de destruccién de los resguardos que ain quedan en Colombia. LOS RESGUARDOS EN EL SIGLO XX: La ley 55 de 1905 en su articulo segundo manifiesta «lgo claramente incompatible con la 89 de quince afios atras, cuando “La nacién cede a los distritos municipales los terrenos de res- ‘guarlo ubicados dentro de su jurisdiceién.”” En 1916, el Congreso de Colombia declara oficialmente una medida ‘que en cierta manera hace més liviana la anteriormente citada: “BI gobierno queda facultado para hacer demarcar a peticién de los interesados, en los terrenos baldios en que haya indigenas, resguardos para éstos, escogiendo al efecto los sitios de querencia de les tribus o parcialidades ...” ‘Tal el texto del artfoulo 1o. de la ley 60. Pero de thi en adelante la mayoria de disposiciones tienden a facilitar 1 fraccionamiento de resguardos. Asi lo demuestran la ley 104 de 1919, la 19 de 1927, el decreto 1421 de 1940, el 918 de 1944 y el 2117 de 1969, ‘que en su articulo quinto del capitulo II, anota: “Corresponde a la junta directiva del INCORA, previa consulta al ministerio de gobierno, decretar la divisién de los resguardos in- digenas”. 84 Hoy vemos con desconcierto como varios dirigentes indigenas plden al INCORA que les disuelva el resguardo y los haga duefios de su parcela, aPor qué? Quienes lo han hecho son generalmente conocedores del sistema econémico moderno y de nuestros conceptos de progreso. Con tal experien- cia se cteen equipados para capitalizar y participar en una verdadera econo- mia de prestgio. Muchas veces aducen que el eabildo es inoperante y reparte © asigna igual cantidad de tierra a los que trabajan y a “los perezosos”, © alegan que la divisin de las parcialidades o resguardos es conveniente porque habiendo propietarios “privados” en Ia periferia de la Localidad, ellos se res pponsabilizan para defender lo propio contra avances de otros resguardos 0 de mestizos. Semejantes razones no carecen de validez, pero el constante peligro de un resguardo parcelado conaiste en que facilita el advenimiento de invasotes no indigenas, tal como nos lo ha mostrado repetidamente la his- toria: Bn 1941 se dividié el resguardo de Turminé, dentro de la jurisdiecién del municipio de Inzé, Cauca, y ahora, a los treinta y seis afios después, esa localidad estd totalmente aduefiada por mestizos. No hay un s6lo propietatio indfgena, Estos pasaron de ser minifundistas a peones 0 aparceros, sin contar Jos que tuvieron que migrar como refugados a otros resguardos en busca de tierra. ¥ los casos pueden nombrarse continuamente. En razén de todo lo expuesto concluimos que los resguardos indige- rnas no deben dividirse y mucho menos cuando son fronterizos con personas culturalmente ajenas a él. Solo el resguardo ha hecho posible Ia campesini- zacién del indio colombiano,,pero no una campesinizacién paupérrima, sino productiva, en la cual, 61 se caracteriza por participar en el mereado de las tierras altas del sur del pais que es donde existe mayor cantidad de parciali- dades indigenas. En virtud de que tal instituci6n asegura tierras cultivables y pastoriles més area de reserva para las futuras unidades familiares de pro- ueeién, los indigenas han podido acerearse a un mercado, tanto local como regional, y tomar parte en él. A pesar de las acechanzas de mestizos, algunos de ellos latifundistas, el indio genera exeadentes y conserva su tierra, Esta no se le despoja tan fécilmente ni a 61 se le convierte en terrajero 0 aparcero co- ‘mo ha ocurrido cuando se dan bases para compra~venta amparada por la ley. BIBLIOGRAFIA “Zot ino en tucha por late, Hitosi de Tos regusrdos del Maco Central Cor Tomblnes Bogos,Hatones Bein ceo negara on ol Neovo Reino de Granada, Boge, Ua, Nasional de Colom 85

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