La mayor parte de los autores e incluso alguno marxista, teniendo presente el hecho de que
los últimos volúmenes de El Capital aparecieron antes de que Marx pudiera darles su redacción
definitiva y que en ellos falta un capitulo expresamente titulado “De las crisis económicas”,
afirman que Marx no tiene una precisa teoría sobre las crisis y que a veces da prevalencia al
factor subconsumo, otras a lo que luego fue llamado exceso de acumulación o, por algunos, en
épocas más reciente, de ahorro: otras a la falta de realización, o sea, a la fallida transformación
de las mercancías en dinero y, por consiguiente, a las crisis de la demanda efectiva que
comporta la caída de los precios por debajo del costo de producción; otras a la caída de la
cuota de ganancia; otras a la ausencia de proporcionalidad en el desarrollo de los diversos
sectores productivos. Otros, en cambio, han acusado a Marx de querer atribuir a las crisis una
sola causa y de tener y de tener de tal manera una visión demasiado simplista de la realidad.
Tal opinión no es exacta: basta tener presente cuanto Marx ha escrito en la citada Historia de
las teorías económicas (vol. II) y, sobre todo, considerar el pensamiento marxista en su
conjunto y su método de análisis.
Las posibilidades de crisis que son analizadas por Marx indican causas de las crisis no
puramente hipotéticas, sino reales, que pueden ser incluso efectivamente el punto de partida
ocasional de la crisis y explican la gran variedad del discurso de los ciclos críticos singulares,
expresan la riqueza de la realidad que no puede ser reducida a esquemas demasiado simplistas
y la interdependencia que existe entre los distintos fenómenos. En ellos pueden confluir
también los hechos ocasionales que sirven de catalizador, por así decir, del proceso de
desarrollo y hacen precipitar una situación ya madura. Pero así como no se puede pensar que
el atentado de Sarajevo haya sido la causa de la Primera Guerra Mundial o la crisis de Dantzig
de la Segunda, si bien estos acontecimientos hicieron precipitar una situación ya madura,
tampoco es científico considerar causa de la crisis, por ejemplo, a una gran sequía. Sin duda,
existen hechos económicos importantes, incluso a los fines del desenvolvimiento del ciclo,
pero su importancia no puede ser valorada en abstracto sino en concreto, esto es, tomando en
consideración las características de las economías singulares. Por ejemplo: algunas estructuras
económicas están ligadas predominantemente a un tipo de producción. Se sabe qué
importancia tiene el café para el Brasil y la carne para Argentina, así como otros productos
“claves” para ciertas economías subdesarrolladas, por lo cual es fácil prever las consecuencias
generales que tiene para la economía del país una mala cosecha o la reducción de los
mercados exteriores de sus productos. Pero, aparte el hecho de que para comprender la
realidad se debería estudiar por qué en tales países se ha creado una situación similar, si
queremos llegar a una teoría de las crisis, y no sólo limitarnos a una descripción histórica de
ellas, que sea concreta y analice las leyes del sistema económico en que vivimos, es necesario
considerar los fenómenos que tienden necesariamente a repetirse, esto es, que hace parte del
sistema de producción por encima de las particularidades nacionales, de manera que la mente
pueda lógicamente reflejar el movimiento de la realidad. Y entre estos fenómenos es necesario
encontrar el característico, el cual lejos de negar los otros mejor los explica y vincula en sus
relaciones dialécticas. Esta es la tarea de la teoría verdaderamente dirigida a explicar la
realidad, a comprenderla en su íntima esencia, y no simplemente a describirla en sus
correlaciones fenoménicas exteriores. De lo contrario, el investigador se extravía en la
variedad y multitud de los casos. Con frecuencia se dice que la vida económica es un círculo y
que, por lo tanto, se podría iniciar el análisis por cualquier punto, puesto que el círculo se
cierra de todos modos. Esta es, sin embargo, una representación estática de la realidad y
mejor sería comparar a ésta con una espiral ascendente y en continuo desarrollo, la cual tiene,
por consiguiente, una base de partida y una línea de desarrollo que debe ser identificada,
porque de lo contrario no es posible comprender la realidad.
Hemos visto que el sistema capitalista de producción está basado sobre un hecho social: el
mercado, en el cual se forman los precios. En una sociedad de concurrencia todos los
productores capitalistas, hemos visto, influyen más o menos en la formación de precios, pero
el productor capitalista tomado individualmente considera el precio de mercado como un dato
objetivo sobre el cual él no puede influir. El encuentra este dato objetivo frente a sí en el
mercado, al final de su proceso productivo, esto es, cuando debe realizar el producto. Su
cálculo económico encontrará sólo entonces la medida de su exactitud. Es claro que la
coincidencia entre el calculo y el dato objetivo del mercado se verifica raramente. El hecho que
haya ganancias diferenciales positivas y negativas, es decir, ventas por debajo del costo, es una
prueba. La economía capitalista como economía espontánea, formada por tantos planes
individuales, lleva consigo, pues, inevitablemente, desequilibrios, los cuales no siempre se
suprimen o compensan recíprocamente porque hay fenómenos que presionan de tal manera
en el sentido de que verifiquen imponentes desviaciones en la misma dirección. Y ello no sólo
debido a causas naturales, que pueden sobrevenir en la vida económica –escasez de la
cosecha, calamidades naturales diversas--, sino a causas propias del sistema, que derivan de
las características fundamentales del sistema.
El primer aspecto más general de esta dificultad está dado por el hecho de que el capital
nace con el aspecto monetario y debe readquirir al final del proceso productivo tal aspecto.
Existe entre el inicio y el final, entre la adquisición de los factores productivos y la venta de las
mercancías producidas y una separación temporal y espacial. Tal separación temporal era ya,
en los tiempos de Marx, muy importante en la determinación de la crisis y lo es hoy aún más. Y
esto porque la forma monetaria del capital, ligada a las características de la moneda, ya no
tiene valor intrínseco sino nominal y, por lo tanto, no estando en condiciones de cumplir
todavía la función de conservadora de valores, vincula más fuertemente al capitalista al otro
factor de incertidumbre, determinado por la fluctuación de los precios durante el curso y al
final del proceso productivo. De esta particular posibilidad general de crisis se ha tratado en lo
relativo al dinero. En esta parte, en cambio, continuamos el examen de las otras causas no
monetarias de la crisis, las cuales se vinculan al sistema capitalista de producción.
Sintetizando, pues, hemos identificado las causas más generales, ósea, las posibilidades de
la crisis económica en el sistema de producción capitalista, cual sistema basado en la división
del trabajo y en el cambio, en estos puntos fundamentales:
Cabría preguntar ahora: ¿Estas posibilidades de crisis tan generales cómo se transforman en
condiciones inevitables de crisis? Es decir, ¿existen en la ley de desarrollo del sistema
capitalista algo peculiar que haga inevitable la repetición de las crisis económicas? ¿El
sumarse, en vez de suprimirse recíprocamente, los desequilibrios parciales? Incluso en el
análisis de estos puntos conviene partir de las causas más generales para llegar luego a la
causa propia del sistema capitalista.
Ahora bien, una primera constatación nos lleva a decir que una condición fundamental de
desequilibrio está representada precisamente por la relativa disminución del poder de
adquisición de las masas no capitalistas. Es evidente que tales masas no adquieren un piano o
una radio no porque no sientan la necesidad de la música, sino porque no pueden adquirirlos,
esto es, no tienen el poder de compra suficiente para ello. Y ¿por qué no tienen el poder de
adquisición necesarios? Es característica de todas las sociedades basadas en la explotación
mantener a las masas en un estado de perenne subconsumo y ello con el fin de conservar la
estructura social existente, de manera que la reproducción tienda a reconstruir al mismo
tiempo tanto las categorías económicas como el proceso técnico. Incluso en la sociedad
capitalista los proletarios pueden tener sólo cuanto es necesario para reponer su fuerza de
trabajo, la categoría económica de asalariados. Si bien, pues, el subconsumo no es una
característica exclusiva del sistema capitalista de producción sino que es común a todos los
sistema basados en explotación y en la división de clases, en el sistema capitalista desempeña,
sin duda un papel importante en el origen de la crisis, cosa que vimos cuando hablamos de las
tesis de Sismondi y de Malthus.
Marx, en el tercer volumen de El Capital, traza en pocas palabras este proceso: “La creación
de plusvalía es el objeto del proceso de producción directo. La plusvalía se produce tan pronto
como la cantidad de trabajo sobrante que puede exprimirse se materializa en mercancía…
Ahora empieza el segundo acto del proceso. La masa total de mercancías debe ser vendida. Si
no logra venderse o sólo se vende en parte o a precios inferiores a los de producción, aunque
el obrero haya sido explotado, su explotación no se realiza como tal para el capitalista no va
unida a la realización, no va unida a la realización, o solamente va unida a la realización parcial
de la plusvalía estrujada, pudiendo incluso llevar aparejada la pérdida de su capital en todo o
en parte. Las condiciones de la explotación directa y las de su realización no son idénticas. No
sólo difieren en cuanto al tiempo y al lugar, sino también en cuanto al concepto. Unas se hallan
limitadas solamente por la capacidad productiva de la sociedad, otras por la proporcionalidad
entre las distintas ramas de producción y por la capacidad de consumo de la sociedad. Pero
ésta no se halla determinada ni por la capacidad productiva absoluta ni por la capacidad
absoluta de consumo, sino por la capacidad de consumo a base de las condiciones antagónicas
de distribución que reducen el consumo de la gran masa de la sociedad a un mínimo
susceptible de variación sólo dentro de límites muy estrechos. Se halla limitada, además, por el
impulso de acumulación por la tendencia a acrecentar el capital y a producir plusvalía en una
escala ampliada.
“Es esta una ley de la producción capitalista, ley que obedece a las constantes revoluciones
operadas en los propios métodos de producción, la depreciación constante del capital
existente que suponen la lucha general de la concurrencia y la necesidad de perfeccionar la
producción y extender su escala, simplemente como medio de conservación y so pena de
perecer. El mercado tiene, por tanto, que extenderse constantemente, de modo que sus
conexiones y las condiciones que lo regulan, van adquiriendo cada vez más la forma de una ley
natural independiente de la voluntad de los productores, cada vez más incontrolable. La
contradicción interna tiende a compensarse mediante la expansión del campo externo de la
producción. Pero cuanto más se desarrolla la capacidad productiva, más choca con la angosta
base sobre que descansan las condiciones del consumo. Partiendo de esta base contradictoria,
no constituye en modo alguno una contradicción el que el exceso de capital vaya unido al
exceso creciente de población, pues si bien combinando ambos factores la masa de la plusvalía
producida aumentaría, con ello se acentúa al mismo tiempo la contradicción entre las
condiciones en que ésta plusvalía se produce y la condiciones en que se realiza”.
Esta causa resulta clara si tenemos presente cuanto dijimos al exponer el proceso de
reproducción económica en el capitalismo, o sea, el proceso de desarrollo. Debido a la ley de la
acumulación capitalista, ligada a la sed de plusvalía propia del capitalista, existe una
permanente ruptura de las relaciones de proporcionalidad que debe existir entre la producción
de los medios de producción (en sus diversos ramos) y la producción de los bienes de
consumo. Se rompe, es decir, las únicas condiciones que pueden asegurar una reproducción en
escala ampliada armónica. Las posibilidades de desenvolvimiento desproporcionado que
resultaban evidentes de los mismos esquemas de la reproducción, se convierten,
precisamente debido a la ley capitalista de la acumulación, en necesidad de desproporción,
esto es, permanentes violaciones de la proporción.