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Desde la aparición de la agricultura y la ganadería, durante la Revolución Neolítica, el ser

humano se había servido de herramientas que funcionaban mediante la energía humana o


animal.

Todo cambió con la Revolución Industrial iniciada en Gran Bretaña, concretamente en


Inglaterra, en la segunda mitad del siglo XVIII. La industrialización de las actividades
productivas supuso la transformación más profunda en la forma de producir bienes
conocida por la humanidad. A finales del mismo siglo, con la aparición de las primeras
máquinas, surgió la industria moderna.

En apenas dos siglos, la Revolución Industrial conllevó un proceso de transformación


económica, tecnológica y política y social, con el paso de los estamentos sociales a la
sociedad de clases.

También comportó un impacto medioambiental negativo, con la emisión de gases a la


atmósfera procedentes de la quema de combustibles como el carbón, una de las
principales materias primas utilizadas al comienzo de la industrialización. Estos efectos
agravaron, con el paso del tiempo, el efecto invernadero hasta derivar en la actual crisis
climática.

Por otra parte, el proceso industrializador iniciado en Gran Bretaña no siguió el mismo
ritmo en todos los países, hecho que ha provocado la división del mundo en grandes
grupos: los países desarrollados o industrializados, los países no desarrollados, es decir
sin industrializar, y un tercer grupo de los países que se hallan en vías de desarrollo
industrial.

1. LA PRIMERA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL

La Primera Revolución Industrial constituyó un cambio radical en la manera de generar


bienes. Fue un desarrollo dinámico, acelerado e imparable que se inició a mediados del
siglo XVIII y se prolongó hasta 1870. De origen genuinamente británico, se expandió
por otros países a principios del siglo XIX.

Representó la mayor transformación de las estructuras productivas desde el Neolítico. Se


caracterizó por el paso de los talleres a las fábricas, de la elaboración artesanal y las
manufacturas a la producción masiva y mecanizada de bienes a gran escal.

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Complejo fabril de Bermondsey. Durante la Primera Revolución Industrial, se
generalizó en el Reino Unido la producción mecanizada a gran escala.

1.1 FACTORES
La Revolución Industrial fue posible en Inglaterra porque allí coincidieron, a lo largo del
siglo XVIII, unos factores muy singulares. En la segunda mitad de este siglo, comenzó
en Gran Bretaña un ininterrumpido crecimiento de población. Sus causas fueron el
aumento de la producción agrícola, los avances en la higiene y la medicina, la
erradicación de las epidemias y el adelanto en la edad de los matrimonios. Como
consecuencia de ello, creció la mano de obra y el consumo.

La revolución agrícola

En el siglo XVIII, Gran Bretaña vivió una revolución agrícola que supuso cambios en la
propiedad de la tierra e innovaciones técnicas.

Las modificaciones en la propiedad de la tierra transformaron el sistema jurídico de la


propiedad. Hasta entonces, las formas tradicionales de explotación del campo habían
sido el openfield (parcelas de campos abiertos) y el commonfield (tierras comunales),
sistemas colectivos que reducían la productividad debido al uso del barbecho y a la
limitación de la libre iniciativa comercial individual.

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Las Enclosure Acts obligaron paulatinamente al cercamiento de tierras. Su objetivo fue
individualizar el trabajo para aumentar la producción.

Los pequeños propietarios sin recursos y los dueños de parcelas demasiado pequeñas se
vieron obligados a vender sus tierras a los labradores ricos, lo cual provocó que la
cantidad de terrenos se concentrara en pocas manos.

Los jornaleros pobres, cuyos rebaños pastaban hasta entonces en las tierras comunales,
debieron emigrar a la ciudad en busca de trabajo en las fábricas.

El inicio de la mecanización de las labores agrícolas incrementó la productividad y el


rendimiento, a la vez que generó capital y materias primas.

La economía agraria basada en el aprovechamiento de campos comunales dio paso a otra


de signo individualista, encaminada a la comercialización de los productos obtenidos.

Además de la concentración de la tierra en pocas manos, la revolución agrícola británica


favoreció el proceso de urbanización y el paso de la mano de obra del sector primario al
secundario.

Asimismo, otra consecuencia de la mecanización de las labores agrícolas fue la demanda


de máquinas, que impulsó la industria siderúrgica.

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Inglaterra y Gales entre 1700 y 1829

Producción agrícola

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Población

Producción agrícola

Población

Fuente: PH. Deane y W. A. Cole, British Economic Growth, 1688-1959, Cambridge


University Press, 1969.

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Innovaciones técnicas

Jethro Tull inventó, a comienzos del siglo XVIII, la sembradora mecánica, que
posibilitó las siembras en línea y el uso de máquinas cavadoras.

Lord Townshend introdujo el sistema Norfolk entre 1730 y 1740, que hizo duplicar el
precio de sus propiedades. Consistía en drenar y abonar el suelo, alternar cultivos evitando
el barbecho y crear prados artificiales para alimentar al ganado en invierno.

Otros propietarios desarrollaron nuevos inventos o recursos: arados más perfectos,


la segadora mecánica (1830) de McCormick, arrendamientos a más largo plazo,
fertilizantes químicos, cultivos forrajeros y hortícolas, mejoras en la cría de ganado, etc.

La revolución de los transportes

En la segunda mitad del siglo XVIII, el Gobierno y la iniciativa privada intensificaron la


construcción de carreteras y canales en Gran Bretaña. El Parlamento votó 450 leyes
sobre el cuidado y construcción de vías terrestres, favorecidas por las Enclosure Acts, que
habían reservado terrenos para los caminos.

El clima lluvioso de Inglaterra y su orografía facilitaron la construcción de canales


interfluviales que dinamizaron el comercio. El transporte fluvial se generalizó por ser más
barato y permitir mayor volumen de carga.

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El ingeniero británico James Brindley (1716-1772) construyó el primer canal navegable
para transportar el carbón de las minas de Worsley hasta Manchester.

Existencia de mercados y sistema financiero

Gran Bretaña tuvo un mercado interior consolidado donde vender sus productos debido
al aumento de población, la precocidad del consumo masivo, la vitalidad comercial, las
buenas vías de comunicación y los ágiles medios de transporte. Al mismo tiempo, Europa
y Norteamérica demandaron los productos industriales británicos, lo que facilitó su
expansión en el mercado exterior.

Todo ello propició la compra de materias primas, la venta de productos, la concentración


de capitales privados y su colocación en sociedades o compañías mercantiles. Estos
mercados se vieron reforzados por la existencia del Banco de Inglaterra y por la aparición
de las primeras entidades aseguradoras.

Estructura política y social


Gobernaba Gran Bretaña una aristocracia con mentalidad burguesa que había asimilado
los principios de la Revolución Gloriosa (1688-1689) y compartía intereses con la
burguesía rica y emprendedora. Así, el Parlamento y el Gobierno promovieron leyes e
intervenciones encaminadas a la obtención de beneficios comerciales en las colonias y
los mercados internacionales.

Revolución científica
La revolución científica del siglo XVII sentó las bases necesarias para que las
universidades británicas, sobre todo las escocesas, impulsaran la innovación tecnológica,
aplicando conceptos teóricos previamente elaborados.

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T. GAINSBOROUGH, El señor y la señora Andrews, 1749.

Orgullosa de sus propiedades, la burguesía adinerada se hizo retratar con sus campos
cerrados al fondo. Estas imágenes simbolizan la nueva clase social en ascenso que invierte
su dinero en tierra y que hace ostentación de su nuevo papel en la sociedad.

1.2 DESARROLLO

Las primeras industrias en desarrollarse fueron la textil, la minería del carbón y la


siderúrgica; posteriormente, lo hicieron la industria mecánica y la ferroviaria.

Las industrias evolucionaron gracias a la invención de las máquinas. De este modo, el


maquinismo se convirtió en una corriente necesaria para los nuevos métodos de
producción.

Industria textil
El crecimiento de población disparó la demanda de tejidos y, por tanto, el desarrollo de
la industria textil. Como la lana y el lino resultaban insuficientes, se recurrió a la
elaboración de productos de algodón. Sus ventajas eran:

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Se trataba de una materia prima abundante y barata, de fácil transporte desde las
plantaciones de Norteamérica, Egipto y la India, gracias a la poderosa Marina Mercante
inglesa.

Su producción, a través del domestic system*, no estaba sometida a las limitaciones


gremiales.

La concentración geográfica de las industrias textiles y siderúrgicas originó migraciones


e importantes centros industriales durante la primera mitad del siglo XIX.

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En la producción textil, la demanda de manufacturas, la dura competencia de los paños
orientales y la abundante mano de obra hicieron necesaria una elaboración a gran escala,
bajo coste y de mayor calidad. De ahí la necesidad de la tecnificación.

Como los telares consumían hilo en grandes cantidades, se inventaron máquinas para
hilar, los telares mecánicos del inventor Edmund Cartwright, lo que a su vez favoreció la
invención de tejedoras capaces de consumir más hilo. Unas y otras irían
perfeccionándose, de modo que las hilaturas domésticas y artesanales acabaron
desapareciendo. A causa de ello, aumentó la producción, se abarataron costes y mejoró la
calidad.

La concentración de la industria textil tuvo una doble vertiente:

Geográfica. La industria textil se concentró en la Baja Escocia y el Lancashire, donde los


artesanos-comerciantes del domestic system* instalaron sus fábricas. Manchester se
convirtió en la capital de la nueva industria y Liverpool en el puerto de recepción del
algodón importado y de salida de los tejidos manufacturados.

Financiera. Los empresarios y los socios capitalistas obtenían rápidos beneficios de la


industria textil, lo que dio origen a un «capitalismo industrial» que, posteriormente, se
expandió a sectores diversos. Su capital fue decisivo para desarrollar y aplicar los
inventos, así como para transportar las materias primas y los productos manufacturados.

Domestic system: sistema de producción industrial basado en el trabajo realizado en el


domicilio de las personas empleadas, al margen de cualquier reglamentación.
Como resultado de la concentración geográfica y financiera de la producción industrial,
se produjo un incremento de la producción, la exportación y del número de trabajadores.

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La hiladora Spinning Jenny, inventada por James Hargreaves en 1764, simplificó en
gran medida el esfuerzo necesario para la producción de hilo.

Representó una de las innovaciones técnicas más significativas en la industria textil y se


considera una de las impulsoras de la Revolución Industrial.

Industria siderúrgica
La industria siderúrgica se vio impulsada por el auge de la industria textil y por el aumento
del uso de hierro en los barcos y en el campo. Para fundir el hierro, la siderurgia* inglesa
aplicó innovaciones técnicas como la sustitución del carbón vegetal por carbón
mineral. Este hecho determinó el desarrollo de la minería del carbón, ya que era de mayor
potencia calorífica, más abundante y de precio asequible. Los centros siderúrgicos se
concentraron entonces alrededor de las minas de carbón y la producción de hierro,
llamado «el pan de la industria», se multiplicó por cien entre 1750 y 1850.

Siderurgia: técnicas metalúrgicas utilizadas en la extracción del hierro y su


transformación en acero.

La máquina de vapor y el ferrocarril

En 1769, el escocés James Watt patentó una máquina de vapor que transformó el trabajo
y la vida de los seres humanos. Gracias a ella, el vapor de agua sustituyó a la fuerza de
trabajo humano y animal, a las corrientes de agua y al viento como elemento motriz.

La aplicación de la máquina de vapor al transporte terrestre dio lugar a las primeras


locomotoras. Ahora bien, la aparición del ferrocarril solo sería posible gracias a la
existencia de excedentes de capital, procedentes de la agricultura, de las primeras
industrias y del comercio exterior. Pronto se convirtió en un medio de transporte de gran
capacidad, barato y rápido para trasladar productos de gran volumen.

La aplicación más temprana del ferrocarril fue el transporte de carbón y mercancías. La


primera línea de pasajeros entre Manchester y Liverpool se inauguró en 1830 y la
locomotora, diseñada por Stephenson en 1815, realizó el trayecto en dos horas y media a
unos 25 kilómetros por hora.

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La construcción de la red ferroviaria inglesa precisó la compra de terrenos, obras de
infraestructura —puentes y túneles, tendido de raíles y traviesas, estaciones— y la
fabricación de material ferroviario. El Parlamento británico examinó el trazado de las vías
y fijó indemnizaciones para la expropiación de terrenos. Sin embargo, dejó la iniciativa
en manos de empresarios particulares. Completada la red ferroviaria británica, el
excedente de hierro y de capital se dirigió a los mercados exteriores, atraídos por el inicio
de la construcción de ferrocarriles en otros países.

Grabado de Chester W. Crane de un tren de la línea Liverpool-Manchester, impulsado


por una locomotora Northumbrian, diseñada por el ingeniero George Stephenson en 1832.

2. LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL SE EXPANDE


Con el final de las guerras napoleónicas, los cambios de la Revolución Industrial iniciados
en Inglaterra llegaron al resto de Gran Bretaña y a la Europa continental. Bélgica,
Francia y amplias áreas de la Confederación Germánica fueron los primeros países
donde se expandió la industrialización gracias a los siguientes factores:

• Un notable desarrollo agrícola que impulsó un excedente para alimentar a la


creciente población.
• Elevado incremento demográfico debido a las mejoras de las condiciones de
alimentación o higiene del conjunto de la población.
• La mejora de las comunicaciones, con la expansión del ferrocarril.

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• Los avances en tecnología, que hicieron posible la invención de nuevas y mejores
máquinas.
• Importante inversión de capital que estimuló la creación de nuevas industrias.
• Presencia de yacimientos de carbón próximos a las fábricas.

A mediados del siglo xix, la Revolución Industrial no solo había cruzado el canal de la
Mancha, sino también el Atlántico, comenzando la industrialización de Estados Unidos.

Por el contrario, y a excepción de los países citados, el inicio de la industrialización se


demoró durante décadas en el resto del mundo. Este retraso se debió a factores diversos:
una agricultura atrasada, unas condiciones naturales poco propicias, la debilidad
demográfica y de los mercados —lo que se traducía en una escasa demanda de bienes
industriales—, y la escasez de inversiones en la creación de industrias.

Los sectores más destacados siguieron siendo la industria siderúrgica y la textil. Así, la
aparición del convertidor de Bessemer originó un gran crecimiento de la producción del
acero. Mientras, en la industria textil, la lana, materia prima hasta entonces habitual para
confeccionar ropa, fue sustituida por el algodón importado de la India y de Estados
Unidos.

Para aumentar la producción, se inventaron máquinas que mecanizaron con la fuerza del
vapor no solo los telares, sino todas las etapas de la fabricación: limpieza del algodón,
cardado, hilado, estampado, etc.

En estas décadas, destacaron los avances aplicados a los transportes como consecuencia
de la necesidad de trasladar los productos agrarios e industriales:

En 1829, el británico George Stephenson aplicó por primera vez la máquina de vapor a
una locomotora.

En el mundo de la navegación, los barcos de vapor se generalizaron tras la apertura del


canal de Suez, en 1869.

Los trabajos del campo más pesados también se mecanizaron. El tractor a


vapor multiplicó la producción agrícola.

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El fulgurante éxito del ferrocarril
En 1830, el primer ferrocarril comenzó a funcionar entre Liverpool y Manchester
(Inglaterra). A lo largo del siglo XIX, se extendió rápidamente por Europa y Estados
Unidos.
Extensión del ferrocarril en 1855

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Extensión del ferrocarril en 1870

3. LA TRANSICIÓN DEMOGRÁFICA
El ininterrumpido crecimiento de población en Gran Bretaña de la segunda mitad del siglo
XVIII fue debido, entre otros factores, al aumento de la producción agrícola y a los
avances en la higiene y la medicina, que supusieron la erradicación de las epidemias y un
notable descenso del índice de mortalidad.

3.1 AVANCES EN LA CIENCIA Y LA MEDICINA

En este período se produjeron importantes avances en la ciencia médica, como el


descubrimiento de gérmenes que provocaban enfermedades mortales como el cólera y la
tuberculosis por el francés Louis Pasteur y el alemán Robert Koch, respectivamente.

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También se creó la primera vacuna y el diagnóstico de las dolencias mejoró gracias a
instrumental como el termómetro y el estetoscopio para auscultar el pecho. Igualmente,
se consiguió una mayor higiene hospitalaria, que ayudó a una recuperación más efectiva
de los pacientes.

La conjunción de los avances en la ciencia y las modificaciones derivadas de las


revoluciones agrícola e industrial contribuyeron a la disminución de la mortalidad, en
especial la infantil, y al aumento de la esperanza de vida. El mantenimiento paralelo de
una elevada natalidad ocasionó un gran crecimiento de la población, lo que propició que
los países industrializados entraran en una fase de transición demográfica entre el
régimen demográfico antiguo y el moderno.

Datos del cambio demográfico


Entre 1700 y 1914, la población europea pasó de 110 a 450 millones de habitantes.
Durante ese período, la esperanza de vida aumentó de 30 a 60 años.
Los cambios demográficos fueron causa y consecuencia de las transformaciones
derivadas de la industrialización, un proceso que se ampliaba a la vez que se
retroalimentaba:

Favoreció un mayor desarrollo industrial al suministrar más mano de obra a las


fábricas. A su vez, multiplicó el número de consumidores que demandaban bienes
industriales.

Incentivó la redistribución de la población. La falta de empleo en el campo y la


creación de nuevos puestos de trabajo en las ciudades fomentaron el incremento de la
población urbana y el éxodo rural. Asimismo, millones de europeos emigraron hacia
América y las colonias europeas de otros continentes.

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El científico Louis Pasteur (1822-1895) desarrolló la técnica de la pasteurización,
consistente en la eliminación total o parcial de los gérmenes de un producto a través de
la elevación de su temperatura durante un corto período de tiempo.

4. LA SOCIEDAD DE CLASES
La Revolución Industrial transformó el trabajo del ser humano y sus modos de vida. El
proletariado, nueva clase social, vió como su situación empeoraba mientras aumentaba la
riqueza producida por su esfuerzo. Gracias a la toma de conciencia sobre su indigna forma
de vida, la unidad de los obreros, las medidas de presión social y la lucha política,
comenzaron una transformación de la sociedad, el movimiento obrero fue imparable.
Primero bajo ideologías utópicas y más tarde desde el socialismo científico y el
internacionalismo como respuesta a la expansión sin límites de los intereses del capital.

4.1 LA NUEVA SOCIEDAD

Los cambios económicos y políticos producidos por las revoluciones de finales del xviii
y principios del siglo XIX ocasionaron profundas transformaciones sociales.

La sociedad estamental, vigente desde la Edad Media y basada en la desigualdad, dio paso
a la sociedad de clases: al desaparecer los privilegios y establecerse el principio de
igualdad ante la ley, fue la posesión de la riqueza —y no el nacimiento— lo que determinó

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la clase social. Dos nuevos grupos sociales polarizaron la nueva sociedad industrial: la
burguesía y el proletariado.

4.2 LA BURGUESÍA
Desde finales del siglo XVIII, la burguesía protagonizó las revoluciones políticas que
pusieron fin a los privilegios aristocráticos propios de la sociedad estamental del Antiguo
Régimen y conquistaron la igualdad jurídica de toda la ciudadanía. Era un grupo social
heterogéneo que, además de asumir principios ilustrados como el individualismo, el
trabajo, la búsqueda de la felicidad y el progreso, se caracterizó por su
carácter emprendedor, la defensa del Estado de derecho*, las libertades
individuales, el libre mercado y la plena iniciativa privada, la movilidad social, que
posibilitaba el ascenso de los individuos por sus méritos y no por su origen. Tenía una
moral basada en convenciones sociales y que incluía la ética del trabajo proveniente
del calvinismo*.

Estado de derecho: estado sujeto a una constitución y a las normas y procedimientos que
esta establezca.

Calvinismo: doctrina religiosa desarrolla da por el reformador Jean Calvino en el siglo


xvi. Defendía la predestinación de las almas y una estricta moral que resaltaba el valor
del trabajo y de la austeridad.
La burguesía abarcaba un amplio sector social que se podía clasificar en dos grandes
grupos:

La alta burguesía, integrada por grandes empresarios industriales, banqueros,


propietarios agrarios y profesionales liberales de alto nivel adquisitivo.

La pequeña y media burguesía, formada por pequeños propietarios agrícolas,


profesionales liberales, pequeños empresarios, comerciantes, artesanos y funcionarios.
No poseían la riqueza de la alta burguesía y sus recursos económicos eran similares a los
de las clases trabajadoras.

El inicial carácter revolucionario político de la alta burguesía se fue tornando en


conservador al alcanzar el poder en los regímenes liberales y paulatinamente se empezó
a mezclar con la vieja aristocracia mediante la compra de títulos o por matrimonio.

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Los jardines de Luxemburgo, de A. Edelfelt. La alta burguesía europea adquirió de
manera paulatina las maneras y costumbres de la vieja aristocracia.

4.3 EL PROLETARIADO

El proletariado industrial o la clase trabajadora estaba constituido por los empleados


y las empleadas de las nuevas industrias, que vendían su fuerza de trabajo a cambio de un
salario. Sus condiciones de trabajo derivaron de las normas elaboradas por los nuevos
Estados, basadas en el liberalismo económico: jornadas de trabajo muy largas,
condiciones sanitarias malas y salarios muy bajos.

Como consecuencia de ellas, las fábricas carecían de seguridad e higiene. A menudo, el


empresario actuaba despóticamente y maltrataba física y psíquicamente a los
trabajadores. Las jornadas de trabajo llegaban hasta las dieciséis horas, sin fiestas ni
vacaciones. Los salarios eran bajos y variaban a conveniencia del patrón. No había
seguridad social, ni subsidios de enfermedad o paro. Las mujeres, mayoritarias en algunos
sectores industriales como el textil, cobraban menos que los hombres y los niños
trabajaban.

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Las sembradoras, de Jean-François Millet.

Igualmente se endurecieron sus condiciones de vida: la población obrera vivía hacinada


en casas húmedas, mal ventiladas y sin unas mínimas comodidades. La escasa
alimentación y las enfermedades produjeron un descenso de la esperanza de vida. La
miseria moral era tan grave como la degradación física: el obrero no tenía derecho a la
educación ni a la instrucción, y lacras sociales como la violencia, el alcoholismo, la
delincuencia y la prostitución eran habituales.

Junto a este proletariado, existió el proletariado agrícola, muy numeroso en los países
del sur y este de Europa donde la industrialización tardó en llegar. La mecanización
agraria y la desaparición de bienes comunales y de propios generó desempleo en el campo
y empobreció a amplias capas del campesinado, especialmente en el caso de
los jornaleros*, que eran los continuadores de la vieja servidumbre del Antiguo Régimen
pero con unas condiciones de trabajo aún peores.

Solo trabajaban temporalmente, cuando había faena, y lo hacían de sol a sol, con salarios
aún ás bajos que los de los trabajadores industriales. Como también pasaba en las fábricas,

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en los campos la mano de obra femenina trabajaba en peores condiciones que los
hombres.
Jornaleros: personas sin propiedades, o con propiedades muy reducidas, que realizaban
trabajos agrarios a cambio de una remuneración o jornal.

La mano de obra femenina e infantil se generalizó en las fábricas, especialmente en la


industria textil. Sus condiciones de trabajo y salariales eran peores que las de los
hombres.

5. EL MOVIMIENTO OBRERO

El movimiento obrero apareció cuando la clase trabajadora tomó conciencia de que


aquella situación, en la que padecía una explotación por parte de los propietarios de los
sistemas de producción y de las fábricas, constituía un mal y que podía ser corregida y
mejorada por medio de la acción colectiva.

Pensadores sociales, como Friedrich Engels, y escritores de éxito, como Charles Dickens
o Benjamin Disraeli, describieron con realismo y crudeza las miserables condiciones de
vida de la clase trabajadora. Se planteó así el debate sobre esta situación y, poco a poco,
se abrió paso la idea de que, puesto que era un problema creado por el ser humano, la
solución debía partir de él. Para ello se exigía la unidad de los obreros.

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En obras como Oliver Twist o Cuento de Navidad, el escritor Charles Dickens detalló
con precisión y dureza las condiciones inhumanas del proletariado en la Gran Bretaña
del siglo XIX.

La imagen es un fotograma de la película Oliver Twist (2005), de Roman Polanski.

5.1 EL COMIENZO DEL MOVIMIENTO OBRERO


El ludismo y el cartismo en Gran Bretaña
En Gran Bretaña, vanguardia de la industrialización, se inició el movimiento
obrero contemporáneo. Los primeros ideólogos fueron intelectuales burgueses, que
fueron los primeros que denunciaron la explotación obrera y expusieron la necesidad de
mejorar las condiciones de trabajo y de vida de la clase trabajadora. Las acciones iniciales
fueron muy violentas. La corriente más importante fue el ludismo*, desarrollado entre
1790 y 1817 en Gran Bretaña. Según Ned Ludd y otros trabajadores de la industria textil
británica, los telares mecanizados y la máquina de hilar industrial introducidos durante la
Revolución Industrial amenazaban con reemplazar a los trabajadores y dejarlos sin
empleo. Se extendió por Bélgica, los Estados alemanes, Francia y España y fue reprimido
con dureza por los gobiernos. El ludismo desapareció cuando los trabajadores
comenzaron a diferenciar entre la máquina y el uso que se hacía de ella.

Ludismo: movimiento que tenía por objetivo la destrucción de las máquinas por
considerar que perjudicaban a los trabajadores.

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Ned Ludd, un obrero del sector textil de Manchester, destruyó las máquinas de la
fábrica en la que trabajaba y dio nombre al movimiento ludista.

Las primeras asociaciones obreras surgieron entre trabajadores de las mismas fábricas
para mejorar sus condiciones de trabajo. El Parlamento británico las autorizó en 1793,
pero se prohibieron por las Combination Laws* en 1799. No obstante, se mantuvieron
de forma clandestina a través de sociedades de resistencia, que ofrecían ayuda a los
obreros en huelga, y de sociedades de socorros mutuos, toleradas por su finalidad
asistencial. En 1824, el Parlamento británico permitió el asociacionismo, pero únicamente
para cada oficio y localidad.

Combination Laws: conjunto de normas que, aprobadas por el Parlamento británico,


castigaban la destrucción de las máquinas con la pena de muerte y prohibían las
asociaciones obreras, a las que consideraban como un alzamiento o una sublevación.

El modelo asociacionista integrador se hizo realidad muy pronto. John Doherty fundó
la Asociación Nacional para la Protección del Trabajo (1830), de duración efímera, y
Robert Owen creó la Great Trade Union (1834). Con más de medio millón de afiliados,
esta asociación pretendió mejorar las condiciones de trabajo, pero el Gobierno la declaró
ilegal.

El movimiento cartista tuvo su origen en la Asociación de Trabajadores de


Londres constituida por William Lovett en 1836, que envió al Parlamento de

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Westminster la Carta del pueblo (1838). Se trataba de un documento político, respaldado
por miles de firmas, que recogía las peticiones de los trabajadores. Proponía el sufragio
universal masculino, elecciones anuales, la modificación de las divisiones electorales a
raíz de la distribución de la población obrera en nuevas ciudades o la remuneración a los
parlamentarios.

El cartismo tuvo dos corrientes:

• Radical: encabezada por los irlandeses James O’Brien y Feargus O’Connor, era
partidaria de la huelga general y de la acción violenta. Dominó al principio del
movimiento, hasta que se impuso la vertiente más moderada.
• Moderada: liderada por Owen y Lovett, defendía el logro de mejoras económicas
y sociales por métodos pacíficos y la organización de cooperativas. Acabó siendo
la opción mayoritaria.

El cartismo desapareció a mediados del siglo xix por disensiones internas y por la acción
represiva del Gobierno, pero supuso un giro en las aspiraciones del movimiento obrero
británico que, desde ese momento, centralizó en los sindicatos sus reivindicaciones.

Francia: de los sans-culottes a la Revolución de 1830

Debido a su menor grado de industrialización, en Francia, la clase obrera fue


numéricamente más escasa, aunque más activa.

El movimiento de los sans-culottes de 1792 puede considerarse el inicio de la protesta


social colectiva y Graco Babeuf, con su Conjura de los Iguales, el primer
revolucionario social. Durante la Revolución francesa existieron asociaciones obreras,
pero la Ley Chapelier de 1791 las prohibió.

Hasta 1848, el débil movimiento obrero francés estuvo aliado con los republicanos de
izquierdas y con los socialistas utópicos en su crítica a las estructuras políticas.

Hitos del obrerismo francés fueron su participación en la Revolución de 1830, las huelgas
de los sederos de Lyon en 1831 y 1834, y el intento de ocupación del Ayuntamiento de
París en 1839. A partir de 1848, el movimiento obrero consiguió en Francia una mayor
organización y una entidad propia.

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Los sederos de Lyon protagonizaron revueltas, como la de 1831 representada en la
imagen, para mejorar sus condiciones laborales.

5.2 EL SOCIALISMO UTÓPICO

El socialismo es la doctrina que defiende la propiedad pública de los medios de


distribución y de producción —fábricas o explotaciones agrarias—, en contraposición al
liberalismo capitalista.

En un principio, los planteamientos socialistas se limitaron a buscar un sistema social


perfecto. El primer socialismo contemporáneo, conocido como socialismo utópico, fue
desarrollado hasta 1848 por un grupo heterogéneo de pensadores con características
comunes:

• Procedencia burguesa de la mayoría de sus ideólogos.


• Carácter generoso y desinteresado, unido al deseo de cambio social.
• Creencia en un mundo mejor que se podría conseguir cuando los propietarios y
los burgueses rectificasen sus conductas.

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• Concepción del trabajo como la única forma lícita de generar riqueza y crítica al
sistema capitalista.
• Creación de «sociedades perfectas» como los falansterios o las cooperativas.
• Sentido de la moral —la utopía—, fundamentado en la filosofía social del siglo
xviii y caracterizado por su falta de adecuación a la realidad.

El socialismo utópico inglés


Robert Owen (1771-1858), empresario y filántropo, fue el principal representante del
socialismo utópico inglés. Formuló el valor esencial de la educación para alcanzar un
cambio en los modos de vida y crear una sociedad feliz. Viajó a Estados Unidos, donde
fundó New Harmony, una cooperativa agrícola organizada democráticamente y con
igualdad de salarios donde no existía la propiedad privada. Las ideas utópicas tuvieron
escasa influencia entre la clase obrera y, tras su fracaso, regresó a Inglaterra y creó una
bolsa nacional equitativa para obreros en la que, en vez de dinero, se usaban bonos de
tiempo.

El socialismo utópico francés

Primera etapa

El conde de Saint-Simon (1760-1825) aceptó la industria como principio ordenador de


los nuevos tiempos. Diferenció entre ciudadanos activos —productores— y pasivos —
aristócratas y rentistas—, de manera que la riqueza debería recaer sobre los primeros.
Defendió la intervención del Estado en la economía para favorecer a los más pobres y fue
el primero en utilizar el término «solidaridad».

Étienne Cabet (1788-1856) fue partidario de la colectivización mediante sociedades


ideales como las que describió en su obra Viaje a Icaria. Abogó por la democracia
directa, la igualdad absoluta de las personas y el empleo racional de la industria y la
técnica.

Charles Fourier (1772-1837) propuso sustituir al Estado por el regreso a la naturaleza.


Impulsó la creación de falansterios, colonias agrícolas e industriales a modo de
cooperativas, donde cada persona era libre de elegir y de cambiar de trabajo cuando lo
deseara.

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Vista de la aldea de New Lanark, en Escocia, donde el filántropo Robert Owen
estableció una comunidad industrial modelo a principios del siglo XIX.

Segunda etapa

Louis Blanc (1811-1882) participó en la Revolución de 1848, fue ministro de Progreso


en el primer Gobierno provisional e ideó el proyecto de los Talleres Nacionales. Propuso
la conquista del poder por la vía democrática, para lo que resultaba imprescindible el
sufragio universal y la nacionalización de los sectores básicos de la economía.

Louis Auguste Blanqui (1805-1881) fue partidario del complot violento y la


conspiración. La revolución debía ser dirigida por una minoría que luego se retiraría para
dar paso a una dictadura obrera. Sus acciones más concretas fueron el asalto al
Ayuntamiento de París en 1839 y su participación activa en los sucesos de 1848, tras la
supresión de los Talleres Nacionales.

Pierre-Joseph Proudhon (1809-1865) escribió una obra fundamental, ¿Qué es la


propiedad?, en la que daba la siguiente respuesta: «La propiedad es un robo». Defendió
la igualdad de todos y la justicia social para conseguir una mejor distribución de las
riquezas, Según Proudhon, las relaciones de producción deben basarse en la cooperación

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y el consenso entre empresarios y trabajadores, para lo que el Estado y las leyes resultan
innecesarias. Se le considera un precursor del anarquismo.

5.3 LAS PRIMERAS LEYES SOCIALES


Al principio de la Revolución Industrial, las nuevas condiciones de trabajo no estaban
reguladas, por lo que los obreros quedaron indefensos frente a los abusos de los
empresarios. Gracias a la acción de las primeras organizaciones obreras y a la toma de
conciencia de los socialistas utópicos y de otros intelectuales y políticos, surgió
tímidamente una incipiente legislación social, que prohibió o restringió el trabajo infantil
en ciertos sectores industriales.

5.4 EL MARXISMO

El marxismo se desarrolló a partir de la segunda mitad del siglo XIX, y, junto con el
anarquismo, fue la principal ideología del movimiento obrero. Debe su nombre al filósofo
e historiador alemán Karl Marx (1818-1883), quien, en colaboración con el filósofo y

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empresario Friedrich Engels (1820-1895), formuló una compleja doctrina, influenciada
por el idealismo filosófico de Georg Friedrich Hegel, los economistas ingleses y el
socialismo utópico.

Para Karl Marx, el objeto de la filosofía debía ser la transformación del mundo a partir de
un conocimiento exacto de la realidad. Aplicó para ello el método dialéctico, que consistía
en confrontar elementos contradictorios —tesis y antítesis—. A su vez, se hacía necesaria
una nueva concepción de la historia, el materialismo histórico, cimentado en
considerar la realidad económica como la base de la dinámica de toda sociedad y la lucha
de clases como el motor que hace posible los cambios.

En su obra El capital (1867), Marx y Engels realizaron un análisis crítico del sistema
capitalista empleando el método dialéctico. Sus principales aportaciones fueron:

El trabajo es la única fuente de riqueza.

El salario que recibe el obrero solo es una parte del valor de lo que ha producido; el resto
es la plusvalía, que se queda el capitalista. Este hecho justifica la lucha de clases entre
proletarios y propietarios y hacen necesaria y urgente la revolución.

Según la ley de concentración económica, con el desarrollo del capitalismo, «los pobres
serán más y más pobres y los ricos menos y más ricos.» Denunciaban la explotación de
los trabajadores, la concentración de la riqueza en unas pocas manos y unos derechos de
la propiedad injustos.

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Engels y Marx se conocieron en 1843 y colaboraron estrechamente en obras como
el Manifiesto comunista (1848). Esta obra es considerada el punto de partida del
pensamiento y la práctica del socialismo científico —también llamado marxismo—,
contrapuesto al anterior socialismo utópico.

La práctica del socialismo científico


Marx y Engels idearon un modelo de socialismo científico basado en estudios concretos
de la sociedad. Como el Estado burgués era un instrumento de dominio de la clase
opresora sobre los oprimidos, había que destruirlo. Después vendría la toma del poder
mediante la dictadura del proletariado, etapa transitoria en la que una mayoría eliminaría
los restos del orden burgués capitalista. El resultado sería la sociedad comunista, sin
clases, sin Estado y con un ser humano nuevo, libre de todas sus miserias.

5.5 EL ANARQUISMO

El anarquismo es una doctrina que rechaza toda forma de organización estatal por juzgarla
perversa y tiránica.

Mijaíl Bakunin (1814-1876), aristócrata ruso, es considerado uno de los pensadores más
influyentes del anarquismo contemporáneo. Según este, el mayor valor del ser humano
es la libertad, cuyo fundamento reside en el bien común, el cual solo puede alcanzarse
con la socialización de los medios de producción y de la riqueza.

Sostenía que el orden burgués era el principal obstáculo para el desarrollo de la libertad.
El derecho a la propiedad, la religión y la moral, el Ejército y la policía y, en definitiva,
el Estado eran instrumentos de ese orden.

El anarquismo defendía que, para acabar con el orden burgués, era necesaria
una revolución espontánea, sin líderes ni organizadores. Realizada esta, no habría
ninguna etapa intermedia, sino que se implantaría un modelo de sociedad asentado en
comunas autónomas y autogestionarias, en las que se colectivizarían la tierra, el capital y
los medios de producción.

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Las doctrinas de Bakunin tuvieron gran acogida entre los trabajadores del sur de
Europa, especialmente entre los campesinos.

El anarquismo se dividió en varias corrientes:

• Anarcocomunismo: esbozado por Piotr Kropotkin (1842-1921), proponía la


socialización de los beneficios y la abolición del sistema salarial en el principio
de que cada uno debía dar en base a su capacidad y debía recibir según su
necesidad.
• Anarcolectivismo: centra su crítica en la propiedad de los medios de
producción, por lo que sus teorías tienen una visión más cercana a la economía.
Bakunin analizó y sintetizó sus principales teorías.
• Anarcosindicalismo: admitía la organización de la sociedad en unidades
profesionales autónomas agrupadas en federaciones nacionales.

También existieron discrepancias en los métodos de acción: hubo un


anarquismo pacifista, defendido por el escritor ruso León Tolstoi (1828-1910); otro
más radical, partidario del sabotaje y del terrorismo, y un tercero, que insistía en
la educación para alcanzar los ideales de libertad. Todos coincidían en el rechazo a
cualquier manifestación del Estado burgués, como los partidos políticos, las elecciones o
los cargos públicos.

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5.6 LA PRIMERA INTERNACIONAL (1864-1876)
Orígenes

El primer llamamiento a la unidad internacional de la clase trabajadora lo realizaron Marx


y Engels en el Manifiesto comunista (1848). Sin embargo, la represión sufrida tras las
revoluciones de 1848 y la prosperidad material de los años siguientes provocaron que el
proletariado abandonara la lucha política.

La crisis económica de la década de 1860 coincidió con el resurgir del asociacionismo


obrero que, legalizado en algunos países, retomó las acciones reivindicativas con un
planteamiento más realista y eficaz. Si el capital y los capitalistas trabajaban a escala
internacional, el movimiento obrero también debería hacerlo.

El 28 de septiembre de 1864, delegaciones inglesas, francesas, alemanas e italianas


acudieron a un mitin en Saint Martin´s Hall, Londres. Allí se fundó la Asociación
Internacional de Trabajadores (AIT), conocida como la Primera Internacional, primer
instrumento de solidaridad obrera universal y origen de los posteriores sindicatos y
partidos obreros.

Uno de los primeros mítines de la AIT, en Londres.

Organización y expansión
La AIT encargó a Marx la redacción de sus estatutos y el modelo organizativo que
contemplaba:

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• Federaciones nacionales, que agrupaban a las organizaciones de trabajadores
de cada país.
• Congreso, máximo órgano de decisión. Se reunía anualmente para debatir el
carácter unitario de la lucha obrera, su independencia de otros modelos políticos,
la socialización de los medios de producción y el fortalecimiento de los vínculos
de solidaridad.
• Consejo General, que ejecutaba las decisiones adoptadas en los congresos y
coordinaba la acción de la AIT.

Los problemas de la Primera Internacional. La Comuna de París


Pronto surgieron enfrentamientos en el seno de la organización:

Los marxistas eran partidarios de una dirección centralizada y de la participación obrera


en cuestiones políticas.

Los bakuninistas defendían la autogestión*, la abstención total en política, la abolición


del Consejo General y la supresión de toda autoridad en la Internacional.

Autogestión: dirección de una empresa llevada a cabo por los propios trabajadores,
directamente o por medio de representantes elegidos.

Otro problema que afectó al movimiento internacionalista fue la Comuna de


París, surgida entre marzo y mayo de 1871 tras la derrota francesa en la guerra franco-
prusiana y el fin del Segundo Imperio francés. Su origen estuvo en el amotinamiento de
los republicanos de izquierda, socialistas y anarquistas en París, como rechazo a la recién
proclamada Tercera República francesa.

Ante el vacío de poder en la ciudad, un consejo municipal o comuna, elegido por sufragio
universal masculino, se hizo con el poder y estableció la libertad de prensa, los derechos
ilimitados de reunión y asociación, la enseñanza gratuita y obligatoria, la requisa de
talleres y viviendas vacantes, el salario único, la supresión de trabajos nocturnos y la
liberación del arte.

Marx, al contrario que Bakunin, desaconsejó la participación obrera en la Comuna, que


fue aplastada en mayo por el Ejército francés con el apoyo de Prusia. Miles de obreros
fueron fusilados, encarcelados o deportados. Muchos gobiernos culparon a la AIT de

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provocar motines en apoyo a la Comuna y la declararon ilegal junto con sus federaciones
nacionales.

La primera ruptura en la AIT se produjo durante el Congreso de La Haya (1872), que


determinó la expulsión de los bakuninistas. Estos, de acuerdo con sus criterios, fundaron
la Internacional Antiautoritaria, pero esta desaparecería en 1880.

Perseguido en Europa, el Consejo General de la AIT se trasladó a Nueva York. Durante


el Congreso de Filadelfia (1876), Engels y Marx llegaron a la conclusión de que la AIT
había cumplido sus objetivos, por lo que propiciaron su disolución.

Demolición de la columna de la victoria, plaza Vendome, París, 18 de mayo de 1871.

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