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SEAMOS

PERSONAS
DE ACCIÓN
CHARLA DE
5 MINUTOS
Hazlo ahora, algunas veces el ‹‹después›› se convierte en ‹‹nunca››.

En los equipos de producción no es difícil encontrarse con personas calificadas que tiene mucho
talento para generar buenas ideas, para pensar en soluciones innovadoras, para descubrir
mejores formas de hacer las cosas o para encontrar errores en la operación, pero a menudo les
hace falta un ingrediente para que tengan éxito: es la capacidad para conseguir que las ideas se
conviertan en acciones y obtener resultados tangibles. Este tipo de personas, en cierto grado,
abundan en todos lados. Por el contrario, existe otro limitado número de personas que no se
distinguen por tener muchas y grandes ideas, sino más bien por tener una sola idea cada vez,
pero buscan los medios para llevarla a cabo, son personas de acción y su valor radica en su
capacidad para hacer que los cosas sucedan. ¿Qué tipo de personas somos nosotros?

Todo trabajo requiere una persona que piense en la acción necesaria y que actúe. Nada sirve con
tan sólo pensarlo y que las ideas se queden en nuestra mente. Solamente una idea bien ejecutada
y desarrollada es cien por ciento mejor que una gran idea que muere pronto por no haberse
llevado a cabo. Si observáramos a las personas que se distinguen por tener buenas ideas, tan solo
las dividiríamos en dos grupos. El exitoso que cumple lo que se promete, llamémosle “hacedor”,
y el promedio o mediocre que no se compromete, el infortunado “pasivo”.

Emprende acción, consigue lo que se propone, sigue hasta el extremo


sus ideas y planes, por eso gana confianza y un sentimiento interno de
seguridad y autodominio, lo que se recompensa con mayores ingresos.
No espera a que la condiciones mejoren para actuar, no espera a tener
todos los recursos necesarios, simplemente actúa. El hacedor en la
práctica, es la persona que corrige una condición insegura, que reporta
un nuevo defecto de calidad y corrige el proceso, es quien propone y
participa en mejoras de la línea y el que aprende nuevas habilidades.
El pasivo dice “no hagamos”. Pospone las cosas hasta que ha demos-
trado que no debe hacerse, que no se puede o que es demasiado tarde
para realizarlo. No consigue terminar las cosas porque nunca actúa,
pierde la confianza en sí mismo, destruye su firmeza y está en un
constante estado de mediocridad. Una gran cantidad de pasivos escogen
este camino porque insisten en esperar lo que pocas veces sucede, que
todas las cosas sean cien por ciento favorables para poder actuar.

Hay una serie de conductas que son principalmente lo que diferencia a un hacedor de un pasivo.
La diferencia está en el pensamiento de cada uno. Si nosotros nos hemos descubierto en alguna
de estas conductas, somos excelentes pensadores, pero no somos personas de acción:

• Aplazar porque la perfección es altamente deseable.


• Dar excusas relacionadas con la falta de tiempo o herramientas.
• Demostrar una falta de deseo de adquirir nuevos conocimientos.
• Criticar a los colegas, alegando que podemos hacer un mejor trabajo.
• No hacer preguntas.
• Preguntar demasiado.
• Criticar a cualquiera que haga las cosas de manera distinta.
• Tener apego a las formas de hacer las cosas sin abrirse a nuevas formas.
• Esperar a mañana.
• Fabricar ansiedad porque te roben las ideas.
• Creer que lo importante es el talento y los dones, y no el esfuerzo.

¿Alguna vez hemos adoptado estas conductas?

La mejor prueba de una persona exitosa no consiste en la habilidad de eliminar los problemas
antes de hacer las cosas, sino solucionar las dificultades cuando aparecen. A continuación, dos
cosas que debemos hacer parar ayudarnos a evitar el costoso error de posponer lo que tenemos
pensado hacer:

Anticipa, no te obsesiones. Debemos saber que convertirse en un hacedor


supone riesgos y no se pueden controlar todos. Anticipemos, con la ayuda de
nuestra experiencia lo que podamos, pero cuidando de no pasar recolectando
datos obsesivamente porque ese es el primer paso hacia el ‹‹nunca››.
Enfrenta los problemas conforme se vayan presentando. No renunciemos por
pensar que es muy difícil o complejo aquello que tenemos pensado hacer. Las
soluciones irán apareciendo cuando se enfrenta cada dificultad. Por ejemplo, si
encontramos una condición insegura que podemos reparar, hagámoslo. En el
camino será necesario pedir ayuda a otras personas o solicitar una herramienta
o algún recurso, pero para entonces ya habremos tomado la iniciativa.

• ‹‹Si yo quisiera, ya hubiera hecho esa mejora››.


• ‹‹Si me lo propusiera, ya hubiera aprendido esa operación››.
• ‹‹Sólo necesito esa herramienta para arreglarlo, pero no la tenemos››.
Esas son tan solo algunas frases favoritas de la gente pasiva. Mientras no dejen de decirlas, las
cosas jamás estarán hechas.
Adoptemos el hábito de darle valor a nuestras ideas para actuar sobre ellas. No importa que tan
buena es la idea si al final no hacemos nada con ella. Alguna vez alguien dijo que la palabra más
dañina del idioma es “hubiera” y todos sus derivados. Si lo pensamos bien, nada lastima más que
pensar “Si hubiera hecho esto, tendría aquello”. Sin duda la persona que lo dijo tenía razón.

¿Tenemos una buena idea? Entonces hagamos algo al respecto.

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