El cuento no cuenta la vida de dos hermanos, Efraín y Enrique, que viven
con su abuelo Don Santos en un corral, los hermanos salen a trabajar a las 6 am, para recolectar comida de los tachos de basura de las casas, para alimentar a un cerdo llamado Pascual, porque el abuelo lo quería vender a un buen precio. Cuando llego el invierno, Pascual estaba convertido en una especie de monstruo insaciable, porque lo que Don Santos mando a sus nietos al muladar para que encuentren más comida para Pascual. En una de sus expediciones al muladar, Efraín piso un vidrio causando que se infecte su pie. Para que su hermano se pueda recuperar de su pie, Enrique tuvo que trabajar el doble. Un día como cualquiera, Enrique se encuentra con un perro, al cual lo bautiza Pedro, aunque su abuelo no acepta que se quede, accede porque Enrique le dijo que tiene un buen olfato para encontrar comida. En una mañana Enrique amaneció resfriado, el abuelo presentía una catástrofe. Como ninguno de los tres podía salir a buscar comida para Pascual, el cerdo comenzó a gritar como un monstruo. El abuelo viendo que su nieto está enfermo, lo mando igual al muladar. Cuando Enrique volvía con los dos cubos de comida, sintió un mal presentimiento, y cuando llego a la casa vio lo peor, vio los restos de Pedro, la cola y las patas, al costado de Pascual. Enrique empezó a gritarle al abuelo, - ¿Por qué hiciste eso? -. El abuelo no respondía, pero aun así le dio un manotazo a su nieto, lo que hizo rodar por la tierra. Por el enojo Enrique golpe a su abuelo con una vara, haciendo que este se caiga de espaldas al corral de Pascual, al ir por su hermano para huir de ese lugar, Enrique escucha a su abuela llamarlo por su nombre con un tono de ternura. Los dos hermanos al huir abren el portón de la calle. Se dieron cuenta de que la hora celeste había terminado y que la ciudad, despierta y viva, abría ante ellos su gigantesca mandíbula.