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Disclaimer
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Créditos
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Contenido
Disclaimer .......................................................................................................................... 2
Créditos ............................................................................................................................... 3
Sinopsis................................................................................................................................ 2
1. Hannah............................................................................................................................ 3
2. Drakan ......................................................................................................................... 10
3. Hannah......................................................................................................................... 15
4. Drakan ......................................................................................................................... 22
5. Hannah......................................................................................................................... 27
6. Hannah......................................................................................................................... 31
7. Drakan ......................................................................................................................... 43
8. Hannah......................................................................................................................... 49
9. Drakan ......................................................................................................................... 57
10. Hannah ...................................................................................................................... 62
11. Drakan....................................................................................................................... 70
12. Hannah ...................................................................................................................... 76
13. Drakan....................................................................................................................... 85
14. Hannah ...................................................................................................................... 89
15. Hannah ...................................................................................................................... 93
16. Drakan....................................................................................................................... 99
17. Hannah ....................................................................................................................103
18. Drakan.....................................................................................................................109
19. Hannah ....................................................................................................................112
20. Drakan.....................................................................................................................119
21. Hannah ....................................................................................................................122
22. Drakan.....................................................................................................................126
23. Hannah ....................................................................................................................129
24. Drakan.....................................................................................................................131
25. Hannah ....................................................................................................................135
26. Drakan.....................................................................................................................137
27. Hannah ....................................................................................................................139
28. Drakan.....................................................................................................................141
29. Hannah ....................................................................................................................142
30. Drakan.....................................................................................................................144
31. Hannah ....................................................................................................................148
Epílogo ............................................................................................................................151
¡Gracias por leer! ......................................................................................................156
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Sinopsis
¿Pueden un guerrero alienígena alfa y una piloto
humana curvilínea salvar el universo?
Hannah Kingsley tiene más que suficiente en su plato. La
rubia de gran silueta entrega paquetes intergalácticos para
vivir en su fiel nave espacial con su mejor amiga Evelyn,
tratando de ahorrar el dinero suficiente para enviar a su
hermano pequeño a una escuela para superdotados. ¡Sus
planes cuidadosamente trazados se ven trastocados cuando
conoce a un alto y sexy guerrero alienígena que afirma que
ella es la clave para detener una guerra que amenaza toda
vida existente!
El general Drakan ha entrenado para este momento toda
su vida. La guerra se está gestando, y proteger el mundo
natal de los Zoran es la prioridad número uno de este
guerrero gruñón. Y entonces conoce a Hannah, y todo
cambia. Lucha por resistir a la curvilínea y descarada mujer
humana, pero ni siquiera el fuerte guerrero puede negar el
destino.
Los malvados Tyk'ix están a punto de desatar el infierno en
la galaxia, y la improbable pareja debe trabajar junta para
salvar el mundo natal de los Zoran. Tener el peso de todo el
universo sobre sus hombros es lo último que Hannah
necesita, pero el guerrero alienígena alfa no aceptará un no
por respuesta...
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1. Hannah
—Un helado con chocolate para la señora —dice Evelyn
mientras coloca el tazón de helado frente a mí.
—¡Evelyn! —Exclamo— Ese chocolate es de la carga. ¡Se
supone que no debemos comérnoslo!
Miro el dulce postre, apartando los ojos de las estrellas
delante de mí sólo por un momento. Mi mejor amiga ha
cubierto literalmente el helado de vainilla con el chocolate de
primera calidad. Al parecer.
Ella pone los ojos en blanco mientras coloca sus sucias botas
en mi panel de control: —Sí, jefa.
—Y quita tus botas de mi panel, ahora.
Con un suspiro ella sigue mis órdenes: —Sí, jefa.
—Y no me llames jefa —murmuro mientras me meto una
gran bola de helado en la boca. Sabe tan bien que hace que me
cosquilleen los dedos de los pies.
—¿Para qué crees que esos extraterrestres quieren un
carguero lleno de chocolate?
—No tengo ni idea, y no voy a preguntar.
Hacer preguntas sólo puede llevar a problemas. Planeo
regresar a la Tierra tan pronto como pueda, tan pronto como
hagamos nuestra entrega.
—¿Cuánto tiempo falta hasta que lleguemos a Exon Prime?
—Una hora o dos, como mucho —respondo.
—Bien —responde mientras dobla las piernas debajo de
ella—. Tenemos tiempo para vacacionar un poco, ¿verdad?
Ahora es mi turno de poner los ojos en blanco.
—No, no lo tenemos... ya lo sabes, Eve. Tenemos que
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entregar nuestro cargamento de chocolate y volver a la


Tierra a tiempo para el próximo trabajo. No podemos
permitirnos estar en el mundo natal de los Zoran durante
unos días.
—¡Oh, vamos! —Se queja ella— ¡Ya estamos allí! Es mejor
que veamos las ‘vistas’, ¿sabes?
—Sí, claro —le respondo—. ¿Y qué ‘vistas’ serían esas?
Las comisuras de su boca se levantan en una sonrisa
traviesa. Todo lo que tiene en mente es montar uno de esos
altos y grandes guerreros alienígenos.
—Eso es lo que pensé. Ve a buscar a los Zorans en tu
tiempo libre.
—Tienes que darme un día libre antes de que tenga
tiempo para mí —se queja—. ¿Han pasado qué, tres meses
desde que nos tomamos un día libre? No puedo seguir así,
Hannah.
Aprieto la palanca de control de nuestro carguero, el CS
Lance, y la empujo hacia abajo para evitar un grupo de
desechos espaciales. Cuanto más te acercas a un mundo
civilizado, más satélites obsoletos, impulsores desechados y
otros residuos encuentras. Me da un momento para pensar si
Evelyn tiene razón o no. Realmente no tenemos tiempo que
perder... pero no podría hacer nada de este trabajo sin ella.
Es la mecánica. Sin ella, este montón de óxido se
desmoronaría.
—Espera un segundo. ¿Me trajiste este helado para
sobornarme? —Le pregunto.
Evelyn se ríe, un sonido cálido y agradable, y se ata su
elegante cabello negro en un moño. Sus mejillas, manchadas
de aceite, se han ruborizado.
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—Me has pillado, jefa.


—Bien —suspiro—. Veré lo que puedo hacer.
Se levanta de su asiento y me abraza fuertemente, casi
causando que derrame mi helado por todo mi panel de control.
—Detente —protesto—, ¡me estás lastimando!
—¡Silencio, bebé grande! —Me acalla—. ¡Vamos a encontrar
algunos grandes y malos Zorans juntas!
—¡Oh, Dios! —exclamo, un escalofrío recorriendo mi
columna vertebral— Por favor, no lo hagas.
Uno de los botones de mi panel parpadea en rojo brillante,
llamando la atención de mi mejor amiga.
—¿Qué significa eso?
—Significa que si no dejas de apretarme te voy a expulsar de
la nave.
—¡Mentira! —exclama.
Mi dedo se mueve sobre el botón.
—¿Me estás llamando mentirosa, Eve?
—Lo hago, jefa.
Presiono el botón.
—Recibiendo llamada entrante de Tampa, Tierra,
Federación Humana —informa una voz robótica—. ¿Desea
aceptar?
—¡Atiende! —Evelyn me apremia.
—Calla, o te expulsare por la esclusa de aire —bromeo—.
Tengo que contestar esto.
Evelyn recoge los cuencos ahora vacíos y se dirige a la
cafetería, sacándome la lengua. Rápidamente paso los dedos
por mi pelo rebelde, tratando de estar lo más presentable
posible.
—Acepto la llamada.
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La cara de descontento de mi vecino en Tampa llena la


pequeña pantalla frente a mí.
—¡¿Hannah?! —está enfurecido.
—Estoy aquí, Señor Pullman.
—¡¿Cuándo vas a volver?! —Me pregunta exasperado—
¡Estoy harto de estar aquí con él!
—Dos semanas más, George, mi plan de vuelo no ha
cambiado.
—No vale la pena —asegura, sacudiendo la cabeza. Puedo
ver que las venas de sus sienes están a punto de estallar—. Él
no me respeta, no me escucha, es una amenaza, ¡te lo digo yo!
¡Estoy harto de sus berrinches!
—Brock tiene buenas intenciones —le digo—. Es un poco...
diferente.
—¡No me importa!
Mi vecino se pone a despotricar, explicando todo lo que
está mal con mi hermano pequeño, como si no lo hubiera
escuchado en innumerables ocasiones antes de los
consejeros y maestros por igual. Cuando termina de
despotricar me informa que será la última vez que lo cuide,
antes de que la llamada se interrumpa bruscamente.
Descanso mi cabeza en mis manos, suspirando
profundamente. ¿Cómo le explico a Evelyn que tengo que
cancelar su salida a Exon Prime? Tan pronto como la hice
feliz...
Me doy la vuelta y veo que mi mecánica está sentada en los
escalones, con las rodillas pegadas al pecho.
—¿C…Cuánto tiempo llevas sentada ahí? —Tartamudeo.
—Lo suficiente para saber que necesitas un abrazo —me
contesta, levantándose.
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Acepto la oferta y apoyo mi cabeza en sus hombros. Me doy


cuenta de que estoy agotada. Llevamos meses de camino,
intentando reunir el dinero lo más rápido posible sin descansar
ni un momento.
—Brock tiene buenas intenciones —le aseguro.
—Lo sé.
—No es su culpa que nuestros padres murieran y me tenga
como hermana mayor.
—Oye —dice Evelyn—. Mírame. Es muy afortunado de
tenerte como hermana mayor, ¿de acuerdo?
—No creo que ‘afortunado’ sea la palabra correcta. No
después de lo que pasó...
—Te deslomas trabajando por él, Hannah. No puedes cargar
todo este peso por tu cuenta. También te mereces un descanso
de vez en cuando.
—Ya escuchaste al Señor Pullman, tenemos que volver
rápido —suspiro.
Evelyn asiente con la cabeza: —Lo entiendo, pero sigo
pensando que un día libre no hará daño. ¿Cómo van los
ahorros?
—Necesitamos hacer al menos ocho envíos intergalácticos
más antes de que pueda comprar un lugar propio y enviar a
Brock a una escuela privada para superdotados, así que eso
es... un año más, quizás dos, dependiendo de los trabajos.
Evelyn endereza su espalda: —No puedes trabajar sin parar
durante los próximos dos años, Hannah. Yo tampoco.
—Lo sé —le contesto—. Sólo quiero ayudar a Brock.
—Sin embargo, no lo estás ayudando viviendo como una
monja.
—¡Lo soy! —Le digo.
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No puedo imaginarme sentada en alguna playa de Exon


Prime, bebiendo cócteles y viendo a los guerreros Zoran con
el pecho desnudo enjabonarse unos a otros mientras mi
hermano pequeño está a millones de millas de distancia al
cuidado de mi vecino gruñón y sus cuatro hijos malcriados.
Simplemente no puedo hacerlo.
—Volvamos al trabajo —le ordeno—. Este cargamento no
se va a entregar solo.
Evelyn sacude su cabeza hacia mí. Sé que está
decepcionada conmigo, pero no me importa. Mientras no
decepcione a Brock. Él es todo lo que me importa.
Vuelvo a mi asiento, secándome las lágrimas. No me sirven
de nada. Agarro la palanca de control y empujo hacia
adelante, acelerando los motores. Cuanto antes salgamos de
aquí, el...
—CS Lance, por favor, reduzca la velocidad de
aproximación y prepárese para la inspección.
¿Qué mier...?
—¿Quién habla? —Pregunto, tocando mi comunicador.
La línea cruje con estática: —Este es el ZMC Dreadnaught.
Desacelere su acercamiento y prepárese para la inspección, o
nos veremos forzados a eliminarlo. Cambio.
¿Eliminar?
A lo lejos veo el hermoso planeta Zoran Exon Prime, pero
su superficie púrpura y verde está escondida detrás de
incontables filas de naves.
¡Oh, no!
¡Un bloqueo militar!
Este día ha ido de mal en peor.
—¡Evelyn, trae tu trasero de vuelta aquí! ¡Tenemos una
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situación!
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2. Drakan
Mi rey me mira con los labios apretados. Sus ojos,
normalmente tan duros como el granito, ahora tienen un
brillo de duda en ellos. La imagen holográfica parpadea por
la interferencia de un planeta entero tratando de
comunicarse entre sí todos a la vez.
—Están llegando —dice—. No sé cuántos. No sé cuándo. Lo
único que sé con seguridad es que están llegando. Protege a
Exon Prime. A toda costa.
Asiento con decisión, el honor hace que mi amplio pecho se
hinche. La defensa de nuestro mundo natal me ha sido
confiada a mí: el General Drakan. Me he preparado para este
momento toda mi vida, sin creer que alguna vez sucedería.
Y ahora ha llegado el momento.
Estoy preparado.
—¿Qué harás? —Le pregunto.
—Volveré lo antes posible —responde mi rey.
—Si puedo...
—Sé que no es seguro, pero no me importa —dice,
interrumpiéndome—. No eres la primera persona que me
dice eso. No soy un rey indefenso. Soy un general, un
guerrero, como tú. Mi lugar está en mi mundo natal,
defendiéndolo hasta mi último aliento.
—¿Crees que llegaremos a eso?
—Sí —me responde—. No te lo tomes a la ligera, Drakan.
Creo seriamente que el orden galáctico, y tal vez incluso
nuestra supervivencia como especie, está en juego aquí.
Encuentro esto difícil de creer. Nuestros guerreros nunca
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han perdido una batalla, y mucho menos una guerra. Vivimos y


respiramos el conflicto. Cada Zoran está entrenado en el arte
del combate. Sin embargo, no hay nadie más dedicado al
pueblo Zoran que el mismo Rey Vinz. Si él dice que es serio, es
muy serio.
La transmisión se corta, respiro profundamente y enderezo.
Miles de naves están rodeando nuestro mundo, creando un
bloqueo, y todas esperan mi orden.
No sabemos desde dónde atacará los Tyk'ix. Todos nuestros
rastreadores se han apagado, y dejamos de recibir mensajes de
la Alianza hace medio día. Lo último que oímos fue un grito de
ayuda, y luego nada. El rey Vinz estaba en la Tierra cuando
recibió la noticia de la traición de los Tyk'ix. Aunque era un
secreto, la noticia se extendió como un incendio forestal.
Debemos asumir lo peor.
Reviso nuevamente mis armas, un desintegrador y un hacha
atada a mi cintura, y camino hacia el puente de mi nave. Mi
nave, el ZMC Dreadnaught, funciona como una máquina bien
engrasada. Cada soldado de mi tripulación ha sido elegido por
mí. Son lo mejor que el ejército Zoran tiene para ofrecer.
—Caballeros —digo, dirigiéndome a mi tripulación.
Todo el mundo presta atención.
—Todos han escuchado los rumores. Estoy aquí para decirles
que son ciertos.
Veo que mis soldados intercambian algunas miradas rápidas.
—Los Tyk'ix han traicionado a la Alianza y han dado un golpe
de estado. Tienen algo planeado, y debe ser grande, para que
tomen medidas tan drásticas. Estamos en la máxima alerta
posible hasta nuevo aviso. Suponiendo que vienen. Por lo que
asuman que serán llamados a la acción en cualquier momento.
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Hay una corriente eléctrica en el aire. Respiro


profundamente. Está tan tenso aquí que casi se puede
saborear. Estos son los momentos para los que vivo: cuando
los hombres me buscan para que los guíe. Donde otros
hombres pueden perder la cabeza, yo encuentro la
concentración.
—¿Alguna pregunta?
Silencio.
—Vuelvan al trabajo, hombres.
Todos vuelven a sus puestos mientras yo me acerco a
Janko, mi segundo al mando, y el único Zoran al que le
confiaría mi vida. Ha sido mi líder en el campo desde la
Academia. Es tan alto y ancho como yo, pero donde mi piel es
de un rojo ardiente, la suya es tan azul como un océano
tormentoso. Un general es tan bueno como sus soldados, y
hemos reunido la mejor compañía que el universo ha visto
jamás.
—Janko, ¿cómo va la ‘charla’?
—Todos están tensos —responde. Frente a él hay una
docena de pantallas, cada una mostrando una transmisión
directa del centro de mando de una de las muchas, muchas
naves que circulan por Exon Prime en este mismo momento.
—No todas son militares. También hay naves mercantes y
de recreo aquí. ¿Quiere que los obligue a retirarse?
—No —respondo—. Quieren servir a los de su clase, como
nosotros. Déjalos.
—Sí, señor —Su voz baja a un susurro mientras se
inclina—. ¿De verdad cree que los Tyk'ix van a atacar a Exon?
¡Eso es inaudito! ¡No son rival para nuestra potencia de
fuego!
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—Tenemos que asumir lo peor —le repito—. Vinz está al


límite. Nunca lo había visto así antes, algo lo ha puesto
nervioso. Los Tyk'ix deben tener algún truco bajo la manga.
Quiero que se me notifique todo. Hasta el más mínimo detalle.
¿Entendido?
Janko asiente con la cabeza: —Lo tengo. Hablando del
diablo... Tengo un carguero entrante pidiendo permiso para
aterrizar en Exon. Es humano.
—¿Humanos?
¿Qué están haciendo aquí? Los humanos son criaturas
pequeñas y débiles, que carecen de nuestra fuerza física y
moral. No tenemos necesidad de ellos ni de sus bienes.
—El nombre del carguero es CS Lance. Según su manifiesto
de embarque, están transportando chocolate.
—¿Sjo-ko-late? ¿Qué es eso?
Janko levanta las cejas: —¿Me está diciendo que nunca ha
probado el chocolate antes? Se lo está perdiendo, señor.
Miro a mi segundo al mando: —¿Es algún tipo de placer
humano?
—Algo así. Es lo que mejor sabe de este lado de la galaxia.
—Imposible —gruño—. Todo el mundo sabe que el Cuhla1
es lo mejor.
—No lo sé —Janko se encoge de hombros—. Esto es muy
bueno también.
Su amor por los dulces humanos me perturba, y encuentro el
momento del carguero humano demasiado perfecto para ser
una coincidencia.
—Diles que atraquen en el ZMC Dreadnaught. Inspeccionaré

1 Cuhla: licor preferido de los Zoran.


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su carga personalmente.
—No creo que eso sea necesario —comenta Janko—. Sus
papeles son correctos. Es sólo un carguero.
Mis fosas nasales se inflaman: —Me ocuparé de ello
personalmente, Janko. Es una orden.
Ve la ira en mis ojos y su sonrisa desaparece.
—Sí, General —asiente.
Enderezo mis hombros y miro el carguero humano que se
aproxima a lo lejos. ¿Importando mercancías humanas? ¿A
dónde se está dirigiendo la sociedad Zoran?
Inspeccionaré a fondo esa nave, de arriba a abajo y al revés
si es necesario.
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3. Hannah
Nuestra nave está siendo arrastrada hacia la imponente nave
de guerra por su todopoderoso rayo tractor. No hay nada que
podamos hacer excepto sentarnos y esperar.
—Evelyn —digo, tratando de mantener mi voz tranquila—.
Por favor, por favor dime que no estás contrabandeando nada.
Por favor.
Si los Zorans encuentran algo malo en nuestra nave, sólo
puedo imaginar lo que nos harán. ¿Latigazos?
¿Encarcelamiento? ¿Descuartizamiento? ¿Ser disparadas a
la superficie del sol mismo? Nada me sorprendería. Son
guerreros duros como una roca, nacidos y criados como
asesinos.
Me asustan muchísimo.
Mi mejor amiga pone los ojos en blanco: —¿Por quién me
tomas? —me pregunta, fingiendo sentirse ofendida.
—No sería la primera vez. ¿Recuerdas Snyder II? ¡Sólo
salimos de allí por un pelo!
Ella se encoge de hombros: —¡Eso fue diferente! ¿Cómo iba a
saber que mi rímel era una sustancia controlada en su planeta?
—¿Así que fue una total coincidencia que encontraras a
alguien que te lo comprara por unos pocos miles de créditos?
—Lo fue totalmente —afirma ella—. Además, te di la mitad
de ese dinero, ¿recuerdas?
—Sí, y apenas cubrió los gastos de reparación de nuestra
dañada nave después de que esos policías nos dispararan.
—Salimos de allí en una sola pieza, ¿no?
—Apenas.
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—Apenas, cuenta. De todos modos, ese era un planeta


Suricat. No soy tan estúpida como para intentar hacer lo
mismo en el mundo natal de los Zoran. Me gusta vivir
peligrosamente, pero me gusta vivir.
—¡Ajá! ¡Así que lo admites!
—¿Podemos dejar de centrarnos en mí y empezar a
preocuparnos por el gigantesco bloqueo militar Zoran que
nos impide entregar nuestra carga?
—Bien —asiento—. Llegamos al meollo del asunto y ahora
quieres empezar a hablar de los Zoran. Si mal no recuerdo, tú
eras la que quería tomarse unos días de descanso, ¿no? ¿Un
poco de descanso y recuperación? ‘Grandes y malos Zoran’,
creo que los llamaste.
—Sí, sí, adelante, búrlate de mí —comenta Evelyn—. Hay
una diferencia entre un alienígena común y corriente y el
señor de la guerra Zoran que está a punto de tomar nuestra
nave.
—No pueden tomar nuestra nave —le aseguro—. No lo
harán.
—Eso espero —dice Evelyn—. Pero esto no se ve bien.
Algo está terriblemente mal aquí.
Toda la nave se sacude cuando atracamos, y un miedo frío
se apodera de mi corazón. No pueden simplemente tomar mi
nave. Puse todos los créditos que tengo en este cubo de
óxido. Es la única manera de reunir unos pocos créditos. Sin
él, nunca podré darle a Brock un hogar de verdad, o pagar su
matrícula.
—Tendrán que pasar sobre mí si quieren esta nave —
murmuro.
Evelyn se ríe: —Me acordaré de decirles eso.
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El com crepita: —Prepárense para ser abordados —dice una


voz ominosa.
—Hora del espectáculo —le comunico a mi mejor amiga
mientras me pongo de pie. Bajo a la escotilla de acoplamiento,
haciendo lo mejor que puedo para mantener mi respiración
bajo control.
No voy a ser nada más que educada. Esa es la primera regla
cuando se trata de oficiales de aduana. La segunda regla es ‘no
iniciar ningún conflicto intergaláctico’. Si puedes evitarlo, de
todos modos.
La puerta se abre y mi aliento se detiene en mi garganta.
El Zoran más grande e intimidante que he visto nunca me
está mirando. Sus ojos, son tan brillantes y amarillos como el
mismo sol, inmediatamente capturan mi atención.
Es alto, ancho, simplemente grande en todos los sentidos de
la palabra. La parte superior de mi cabeza apenas pasa por su
pecho. La armadura de color obsidiana abraza cada uno de sus
muchos músculos perfectamente. Noto un hacha y un
desintegrador atado a su cintura, y mis ojos miran rápidamente
sobre el gigantesco bulto que no puedo evitar ver.
Siento que el calor sube a mis mejillas mientras miro
incrédula al guerrero alienígena. Sabía que los Zorans eran
grandes, pero leer sobre ellos o estar cara a cara con uno es un
mundo de diferencia. Nada podría haberme preparado para
esto.
Busco las palabras adecuadas, pero nada sale de mi boca
excepto el tartamudeo.
—Identifícate —me ordena el guerrero de forma
amenazadora.
Su piel es tan roja como un rubí. Me pregunto si es del mismo
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color en todas partes...


—Identifícate, humana —gruñe de nuevo. Se inclina hacia
adelante, elevándose sobre mí.
—Tú primero —me escucho decir.
¿De dónde diablos salió eso?
—Esta es mi nave, así que jugamos con mis reglas.
¡¿Me he vuelto totalmente loca?!
La mandíbula del Zoran se aprieta, y sus ojos parpadean de
ira. Me temo que me va a tirar contra la pared. No hay
absolutamente nada que pueda hacer para detenerlo.
—Soy el General Drakan —gruñe, su voz suena baja y
primitiva.
Puedo sentir el sonido reverberando dentro de mi pecho,
haciendo que mi estómago se agite. Trago y alejo mis
nervios. Es hora de que la capitana Kingsley muestre los
dientes.
—Yo soy Hannah Kingsley —le digo—. Bienvenido a mi
humilde carguero.
Pasa a mi lado, forzándome contra la pared mientras
camina, sus fuertes antebrazos rozando mi pecho. Una
corriente me atraviesa, pero me muerdo el labio inferior e
intento apartarlo.
No es momento para que mis fantasías más profundas
levanten la cabeza.
—¿Qué estás transportando? —me interroga él, sus ojos
radiantes escudriñando mi cuerpo. Sus ojos viajan por todo
mi cuerpo, de la cabeza a los pies.
Cruzo los brazos sobre mi pecho, sintiéndome cohibida de
repente.
—Chocolate, como dice el informe de carga.
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¡Ups! Sus ojos se estrechan mientras me mira, el ceño


fruncido en su cara se profundiza. Tal vez no debería tratar de
ser inteligente con este general...
—No te creo.
Me encojo de hombros por la frustración. ¿Qué es lo que
quiere este alienígena de mí?
—¿Qué quiere que diga?
—¡La verdad!
—¡Esa es la verdad!
—¡¿Para qué querrían los Zorans el chocolate?!
—¡No me preguntes a mí! Ve a preguntar a, uhh... El Emporio
del Té de Key y Bey —le respondo, mirando el informe de
carga en mi dispositivo de comunicación.
Él toca un botón en su pecho, y un escuadrón de guerreros
Zoran irrumpe en la habitación. Tengo que presionar mi
espalda contra la pared para hacer espacio para los
extraterrestres de hombros anchos.
—Registren la nave —les ordena, y estos se dispersan por
todo el carguero.
A lo lejos oigo a Evelyn gritar, y un segundo después un
guerrero dobla la esquina con mi mejor amiga colgada del
hombro. Ella está luchando y pateando, pero no parece
impactar al guerrero alienígena en lo más mínimo.
—¡Bájala! —Le ordeno— ¡Esa es mi mecánica!
El guerrero mira a su general, quien le da un rápido
asentimiento. Evelyn es dejada de pie. Puedo ver que su cara
está roja como la remolacha, su pecho se eleva con cada
respiración profunda.
Si no la conociera mejor diría que está nerviosa.
El general mantiene sus ojos sobre mí todo el tiempo, y ese
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ceño fruncido no deja su cara. Sus soldados se reportan uno


por uno, diciendo que no han encontrado nada importante
en mi nave.
Rezo para que este altercado quede pronto atrás, pero la
mirada furiosa que me lanza el líder me dice que está lejos
de terminar.
—¿Y qué hay aquí? —Drakan me pregunta, golpeando la
puerta metálica de un tanque de almacenamiento.
—Chocolate —respondo, haciendo lo posible por no poner
los ojos en blanco.
Sé que los Zorans son arrogantes, engreídos y testarudos,
pero no tenía ni idea de que también eran duros de oído.
—¿Así que no te importa si lo abro? —Drakan pregunta,
poniendo una mano en la rueda.
—¡Yo lo hago! —Exclamo, mi latido se eleva al instante—
¡Ese tanque está presurizado! ¡Si lo abres, arruinarás la
mercancía! ¡Hay chocolate líquido que vale miles de créditos
detrás de esa puerta!
Sus ojos, amarillos como el sol, miran directamente a los
míos.
—¿No escondes a ningún Tyk'ix aquí?
—No soy un traficante de aliens —le aseguro,
exasperada—. Sólo una honesta transportista tratando de
ganarse la vida. Por favor.
Estoy perdiendo la paciencia. Si él gira la rueda
demasiado... toda la habitación se cubrirá de una explosión
de chocolate.
Ignora mi súplica y pone sus dos grandes manos en el
mango. Me apresuro hacia él, poniendo mis palmas en su
enorme pecho.
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—¡Alto!
Me mira directamente... y gira la manija.
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4. Drakan
Giro la manija, ignorando las frenéticas súplicas de la
humana. Esta hembra está ocultando algo. ¿Por qué dos
hembras trabajarían en transporte, y tomarían trabajos
que las llevan tan lejos de su mundo natal? No tiene
ningún sentido.
Probablemente estén contrabandeando Tyk'ix en la
bodega de carga, o quizás incluso bombas. No puedo
descartar nada en este momento.
Los ojos de la Capitana Kingsley me lo suplican. Son
grandes y azules como zafiros, pero no me conmueven. He
dedicado toda mi vida a mi mando militar.
El amor, las mujeres, la lujuria... nunca han formado parte
de mi vida. Todo mi enfoque ha estado en esculpir mi cuerpo
para ser una herramienta perfecta de guerra.
A pesar de esto, tengo que admitir que la figura de la
capitana humana es excepcionalmente atractiva. Su traje de
vuelo beige abraza sus curvas en todos los lugares
adecuados. Un cuerpo como el suyo sería particularmente
adecuado para tener hijos. Con caderas como las suyas,
podría incluso tener un niño Zoran.
No es que eso importe. Estoy aquí para hacer mi trabajo,
no para pensar en cómo sería tener hijos con esta mujer. La
ira corre por mis venas cuando me doy cuenta de que sus
grandes ojos azules me están distrayendo.
Mi armadura se siente demasiado pequeña mientras mi
piel cosquillea con calor. Nunca antes había sentido una
sensación como esta. Es desconocida para mí... y de lo más
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inoportuna. Llevo el peso del mundo sobre mis hombros en


este momento.
Giro la rueda del tanque de almacenamiento unos
centímetros más.
¡Bum!
Se abre en un instante, la presión interior me toma por
sorpresa.
¡Splash!
Una cascada de líquido del color del otoño me envuelve. Me
quedo congelado por medio segundo, sorprendido,
desbalanceado, mientras el chocolate me cubre de pies a
cabeza. Incluso dentro de mi boca, la amarga dulzura abruma
mis delicados sentidos.
Mi cara, mi cuerpo, cada centímetro de mí está empapado de
esa cosa.
En un abrir y cerrar de ojos cierro la escotilla una vez más,
girando la manija, deteniendo el flujo de chocolate.
Parece que mi instinto estaba equivocado.
—¡¿Qué has hecho?!
Me giro para enfrentarme a la hembra humana. Su cara está
roja como una supernova, sus ojos azules ahora llenos de rabia.
—¡Mírate! ¡Arruinaste mi envío! ¡Mira este lugar! ¡¿Sabes
cuánto tiempo va a llevar limpiar esto?!
Mis ojos viajan por mi cuerpo, pero no puedo ver mi propia
piel roja, ni siquiera mi armadura negra.
Todo lo que veo es chocolate, como si fuera un juguete
recubierto, o una delicia de algún tipo. Siento que mis mejillas
arden de rabia y vergüenza. Es un sentimiento extraño, uno
que he intentado evitar por todos los medios. Soy un general.
Un líder nato. Mis hombres me respetan y admiran.
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Y ahora, veo que sus rostros están a punto de estallar de


risa. Sus labios no se mueven, pero sus ojos cuentan una
historia diferente. No seré capaz de sobrevivir a esta historia.
La habitación en sí está cubierta de chocolate también. El
suelo, las paredes, incluso el techo tiene chocolate que gotea.
Sin embargo, mi amplia estructura se llevó la peor parte de la
fuerza.
—¡¿No vas a disculparte?! —La hembra humana me pincha
el pecho con el dedo.
He matado por menos.
En un abrir y cerrar de ojos agarro su muñeca y la retuerzo
detrás de su espalda.
—Nunca me vuelvas a hablar así —le susurro al oído.
Ella libera su mano, frotando su dolorida muñeca cubierta
de chocolate.
—¿No vas a reembolsarme al menos todo esto? —me
pregunta, señalando el desastre que he hecho.
—Abandona este sistema de una vez —le digo mientras
cuadro mis hombros—. Y no vuelvas nunca más —Asiento
con la cabeza a mis hombres para salir, y salen en fila india
como la máquina bien engrasada que son.
—¡E… espera! —Exclama la mujer— ¿A… a dónde vas? ¡Eh!
Sigo a mis hombres. Mis pies se pegan al suelo a cada paso,
dejando un rastro de chocolate, cada movimiento un
recordatorio de mi propia arrogancia.
No, no es arrogancia. Mi minuciosidad. Mi dedicación para
mantener a salvo a Exon Prime. Sí, eso es.
Detrás de mí, oigo a la hembra humana maldiciéndome y
suplicándome alternativamente que me quede y limpie este
desastre.
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¡Como si yo, un General Zoran, encargado de preparar


nuestro mundo para una invasión alienígena, tuviera
tiempo de fregar el suelo de este cubo oxidado!
En todo caso, elevé su valor.
Me lamo los labios, el sabor a chocolate me llena la boca. Es
tanto amargo como dulce, una extraña combinación, pero no
desagradable.
—General... por Zora, ¡¿qué le ha pasado?! —Janko exclama
cuando se encuentra conmigo en los pasillos del ZMC
Dreadnaught.
—Ignora esto —me quedo mirándolo— ¿Qué sucede?
Me da una actualización de la situación, informándome que
las otras flotas están todavía a un día de viaje. Estamos por
nuestra cuenta.
—¿Eso es todo?
—No, espere —dice Janko. Mete el dedo en el chocolate y se
mete el dedo en la boca—. Mmm. Bueno.
—No vuelvas a hacer eso —gruño antes de marchar
directamente a mis aposentos personales. Me desvisto, dejando
caer al suelo mi armadura cubierta de cacao, y me pongo
debajo de los poderosos chorros de mi ducha personal.
El agua tibia me quita la dulzura, revelando mi propia piel
roja como el fuego una vez más. Repaso el encuentro una vez
más, reproduciéndolo en mi mente, cuestionando todo lo que
pasó. Es algo que hago después de cada misión, porque sé que
siempre se puede mejorar. Me esfuerzo por la perfección.
Tal vez Janko tenía razón. No necesitaba ocuparme de esta
inspección personalmente, pero ese es mi estilo de liderazgo.
Estoy al tanto de todo. Incluyendo las tareas mundanas como
esta. No espero nada más que lo mejor de todos mis hombres.
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Decidí que mi curso de acción era el correcto. No puedo


confiar en la palabra de una mujer humana. Para mi sorpresa
y molestia, mi mente sigue a la deriva hacia sus muslos bien
formados, sus grandes pechos, sus labios gruesos y su cabello
rubio suelto, en lugar de centrarse en los hechos del caso.
El calor en mi cuerpo aumenta, y puedo sentir mi polla
crecer mientras imagino cómo se vería ella, todo su cuerpo
curvilíneo chorreando chocolate. Lamería cada centímetro
de ella limpiándola...
No.
Sacudo la cabeza.
Concéntrate, Drakan.
La hembra humana se ha ido, y nunca volverá.
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5. Hannah
—Así que... ¿qué pensaste de él?
Estoy de rodillas, fregando el suelo, tratando de sacar todo el
chocolate pegajoso de los paneles de metal que pueda. Mi
cabello está atado en un moño, todo mi traje cubierto de
manchas. Miro a Evelyn, que está sentada en una caja, con las
piernas dobladas debajo de ella.
—¿De quién?
—¡De ese general Zoran, por supuesto! ¿Puedes creer que
hayan enviado a un general de verdad para inspeccionarnos?
Realmente deben estar esperando problemas. Me pregunto qué
está pasando ahí fuera.
—¿No deberías ayudarme, en vez de soñar despierta con
señores de la guerra alienígenas?
—No está en la descripción de mi trabajo —me responde
Evelyn—. Limpio motores, no suelos.
—¿Qué tal si te meto un pie en el culo? ¿Está eso en la
descripción de tu trabajo? ¡Porque me estoy acercando mucho
a ello! —Resoplo.
—Está bien, está bien, no te preocupes, te ayudaré —ella
suspira mientras se arremanga.
—Por si sirve de algo, no estoy interesada en ese malvado
bruto. Ni un poco.
—¿Por qué no? Vi la forma en que te miraba.
—Quieres decir su 'mirada incesante'.
—Exactamente. ¿Sabes lo que dicen cuando mantienes
contacto visual con alguien más de diez segundos, verdad?
Dicen que vas a pelear... o a follar.
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Un escalofrío recorre mi columna vertebral. Follar a ese


alto, imponente y temible señor de la guerra es lo último que
tengo en mente ahora mismo: —Sólo quiero salir de aquí lo
antes posible, y volver junto a Brock antes de que
averigüemos para qué sirven todas las naves de guerra que
bloquean el planeta.
—¿No sería genial ver una batalla espacial interestelar?
—¿Genial? —Le pregunto— ¿Genial? ¡La gente muere,
Evelyn!
—Ya lo sé —me responde—. Pero si sólo... ignoras eso por
un segundo. Entonces tienes que admitir que las batallas
espaciales son jodidamente increíbles. Todas esas naves, sólo
miles de toneladas de metal, láseres, explosiones...
Pongo los ojos en blanco: —Sí, si ignoras el inmenso costo
de la vida, el daño que hace a la civilización, el dinero que ha
sido bombeado en estas naves de guerra, que podría haber
sido utilizado para viviendas asequibles, o la atención
sanitaria gratuita, o la educación, entonces sí, supongo que
las explosiones son bastante geniales. ¿Es eso lo que
querías oír?
—Ves, no somos tan diferentes —responde Evelyn,
ignorando mi mordaz replica.
—Por favor. No podríamos ser más diferentes.
—No es cierto. A ambas nos gusta ese general Zoran.
¿Cómo se llamaba? Drakan. Drakan. Suena tan primitivo y
crudo, como un depredador.
Para mi sorpresa, me siento enojada y celosa al mismo
tiempo: —En primer lugar, no me gusta. En lo que a mí
respecta, es un asesino temible.
—Lo sé —afirma Evelyn—. Eso es lo que lo hace tan
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atractivo, ¿no?
Sacudo la cabeza. A veces tengo la idea de que Evelyn es de
un planeta completamente diferente. Tiene el peor gusto en
hombres que se pueda imaginar.
—¿Y en segundo lugar? —me pregunta.
—En segundo lugar —continúo, mi voz bajando a un
susurro—. No recuerdo que te haya mirado ni una sola vez.
—¡Ajá! —Evelyn grita, lanzándome su toalla de papel
cubierta de chocolate— ¡Ves, sabía que te importaba! Te
conozco hace mucho tiempo, señorita. No puedes ocultármelo.
Puedes mentirte a ti misma, quizás, pero no a mí. Sé que lo
deseas.
Le arrojo la toalla de regreso: —Escúchame —le digo, mis
mejillas ardiendo intensamente—. Escúchame bien, porque
sólo lo diré una vez. Nunca jamás me enamoraré de un Zoran,
¿de acuerdo? Ni ahora ni nunca, y especialmente no de un
general tan imposible, arrogante, impaciente y dominante
como Drakan. ¿Entendido?
—Protestas demasiado —asevera ella, con los ojos
brillantes—. Pero lo recordaré. Recordaré que eres una gran
mentirosa.
Sacudo la cabeza y vuelvo a fregar el suelo. No hay forma de
ganar esta discusión. Nada de lo que pueda decir convencerá a
Evelyn de que no estoy interesada en ese general Zoran, no
importa lo radiante que sean sus ojos o lo amplio que sea su
pecho.
Nos estamos quedando rápidamente sin toallas de papel. Se
necesita un trabajo de limpieza profesional, pero eso va a
tomar tiempo y créditos, las dos cosas que no tenemos en
abundancia. Esto tendrá que quedarse así hasta que volvamos
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a la Tierra. Sólo espero que el olor no sea tan malo.


Demasiado de algo es siempre algo malo, incluso si es el olor
del chocolate.
—Además —Evelyn se encoge de hombros—, no parecía
tan malo cuando estaba cubierto de chocolate, ¿verdad? Me
recordó al conejo de pascua de chocolate más grande que
jamás haya visto.
Echo la cabeza hacia atrás y me río: —Tienes razón —le
digo.
Parecía un regalo.
Esa piel rojo fuego de él bañada en chocolate... Mentiría si
dijera que no estuve tentada de lamerlo. No es que le vaya a
decir eso a Evelyn. Nunca escucharía el final de esto...
—Aterrizaje iniciado —dice la voz automatizada de la
nave.
Puse la CS Lance en una espiral automatizada hacia Exon
Prime mientras intentaba limpiar el desastre, pero el
acoplamiento real tendrá que hacerse manualmente. Salto y
corro hacia el panel de control, limpiándome rápidamente las
manos en los muslos. Agarro la palanca de control justo a
tiempo para guiarla hacia abajo sin causar un accidente.
Evelyn se une a mí, viendo como el grandioso paisaje de
Exon Prime aparece. La vista está salpicada de hermosos
edificios de colores, cada uno de un color brillante y
diferente. Es como entrar en un cuadro.
—Es una pena que esto sea todo lo que veremos —digo
mientras la nave atraca—, porque saldremos de aquí tan
rápido como sea humanamente posible.
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6. Hannah
Afortunadamente, no hay más sorpresas repentinas cuando
entregamos nuestra carga de chocolate. A pesar de las súplicas
de Evelyn, estamos en camino de nuevo en tiempo récord.
Pronto, Exon Prime no será más que un punto en nuestro
espejo retrovisor.
Evelyn se desploma en el asiento del copiloto a mi lado,
suspirando con nostalgia.
—Tendrás tu oportunidad de visitar Exon Prime otro día —
la consuelo.
—Tal vez —responde ella.
—¿En qué planeas gastar tus créditos recién ganados? —
Pregunto, cambiando de tema.
Evelyn se anima: —Estoy pensando en comprar un dron de
reparación, para ayudarme a mantener el motor en marcha.
Puedo hacer el doble de lo que hago de esa manera.
Levanto las cejas: —¿Estás pensando en gastar tus créditos
duramente ganados en nuestra nave?
Ella asiente con la cabeza: —¿Seguro que no quieres visitar
Catonia, el planeta del placer otra vez?
—He estado allí, he hecho eso.
—¿No quieres apostarlo todo, jugando al Pazaak en New
Reno?
Ella sonríe: —No se me permite volver a New Reno,
¿recuerdas?
—¡Oh, claro! —Le respondo— ¿Cómo pude olvidarlo?
—¿Qué puedo decir? No les gustan los ganadores allí.
—Ganadores, ¿eh? ¿Seguro que no quieres decir tramposos?
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—¡Oye, si la casa tiene una ventaja, yo también me la


merezco!
—Creo que no están de acuerdo.
—Por eso nunca, nunca, nunca podré volver allí —
responde Evelyn—. El jefe de policía fue muy claro en eso —
Un escalofrío recorre su columna vertebral—. Un tipo malo,
ese.
—Así que New Reno está fuera de consideración. Hmm.
¿Qué pasa con el Observador?
—¡Voy a comprar un dron de reparación, y eso es
definitivo, Hannah!
Pongo mi mano en la frente de mi mecánica: —Hmm, no,
no tienes fiebre. Debe ser un parásito cerebral entonces.
Ella me da una palmada y aleja mi mano: —¡Ni siquiera
bromees con eso!
Me río a carcajadas: —Oye, yo no soy la que quiere
confraternizar con los señores de la guerra alienígenas.
—¡Oh, por favor! —Exclama Evelyn—. Lo único que un
Zoran puede darte es un bollo en el horno.
—¡Oh, Dios! —Me quejo— Es lo último que necesito ahora
mismo.
—Harías que funcionara —responde Evelyn—. Siempre lo
haces.
Respiro profundamente: —No se siente así, sin embargo.
—¡Oh, vamos! —Ella exclama— ¡Todavía no tienes ni
treinta años y eres dueña de tu propio carguero! ¡¿Quién más
puede decir eso?! Siempre caes de pie, Hannah.
—La única razón por la que me lo puedo permitir es
porque casi se está cayendo a pedazos.
—Y por eso necesitamos ese dron de reparación.
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—¿Estás segura?
—Positivo.
—No tienes que...
—Deja de ser tan orgullosa y déjame ayudarte por una vez —
se ríe—. Sé que eres una loba solitaria, pero tienes que dejar
entrar a alguien de vez en cuando.
—Tienes razón, tienes razón —le digo—. Está bien. Gracias.
—Son más que bienvenidas —responde Evelyn—. Te das
cuenta de que estaría desempleada si no fuera por ti, ¿verdad?
—¡Nah! —Le contesto— Eres la mejor mecánica que he visto.
Y tienes que serlo, si quieres que esta chatarra siga
funcionando.
—Mi registro permanente no está de acuerdo —me
comenta—. No muchos empleadores pueden mirar más allá de
eso.
Me encojo de hombros: —Eso quedó todo en el pasado. Creo.
—Definitivamente —ella se ríe—. ¿Supongo que también
invertirás todos tus créditos en el Lance?
—No lo sé —suspiro—. Si el Señor Pullman no quiere seguir
cuidando a Brock... tengo un verdadero problema.
—¿Por qué no lo traes a nuestra nave? Hay mucho espacio
aquí.
—Una nave espacial no es un lugar para que él crezca.
Necesita estabilidad, amigos, seguridad. No cruzar la galaxia en
un destartalado carguero con sólo nosotras dos.
—¿Por qué no? Lo amas más que cualquier vecino o familia
anfitriona. Sin ofender, pero su situación actual está lejos de
ser estable...
—Tienes razón —le respondo—, pero no es seguro aquí en el
espacio. No quiero arriesgarme.
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Ella asiente con la cabeza: —Entiendo. Mira, si necesitas


más créditos, puedes usar mi parte.
—No, no, no —digo con decisión—. Tu parte es tuya.
Hablaré con el Señor Pullman cuando volvamos a la Tierra.
Tal vez pueda hacerle cambiar de opinión. Sólo unos pocos
trabajos más...
Evelyn se levanta de su asiento: —Sé que no quieres
aceptarlo, pero mi parte es tuya, Hannah. Ya me pagas
demasiado. Ahora, voy a hacernos algo de cenar antes de que
puedas negarte.
Ella se aleja a zancadas, bajando por el pasillo antes de que
yo tenga la oportunidad de discrepar. El último que quiero
hacer es estar en deuda con alguien... pero apenas estoy
sobreviviendo. Tal vez.
Tengo suerte de tener a Evelyn a mi lado. Me volvería loca
aquí en el espacio sin ella.
Los sensores emiten un bip, despertándome de mis
pensamientos. Miro hacia arriba y veo un extraño punto en
nuestro radar.
¿Y ahora qué?
¿Nos persiguió el general Drakan?
Subo la imagen a mi pantalla, y exhalo un pequeño suspiro
de alivio cuando veo que no es el gigante ZMC Dreadnaught
el que nos persigue. Es una pequeña cápsula en forma de
capullo, a la deriva sin rumbo por el espacio. De acuerdo con
mis lecturas, hay signos de vida a bordo. Uno débil, pero está
ahí.
La cápsula no emite una llamada de auxilio, pero según el
código naval intergaláctico, tengo el deber de ayudar a
cualquiera que necesite ayuda. No hacerlo es uno de los
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crímenes más graves que se puedan imaginar.


No reconozco la nave ni su diseño. La cápsula tiene crestas a
lo largo de sus lados, y parece más un caparazón de tortuga
que una nave espacial. Un escalofrío recorre mi columna
vertebral mientras estudio las características alienígenas.
Rezo para que no sea una cápsula Ygg lo que voy a recoger...
La nave hace todos los escaneos posibles, pero la CS Lance
no es una nave de investigación. Es un carguero mercantil, uno
rápido con una bodega de carga adherida. Una nave como el
ZMC Dreadnaught podría analizar cada molécula dentro de la
cápsula a una milla de distancia, pero todo lo que puedo ver es
que hay una forma de vida dentro. Es débil, y se está
desvaneciendo.
—¡Evelyn!
Mi mecánica viene corriendo hacia el timón, con un delantal
atado a su cintura: —¿Qué?
—¿Tenemos algún arma a bordo?
Sus ojos se abren de par en par: —Err, ¿por qué?
—Tenemos un invitado no deseado. Por favor, dime que
tienes algo.
—Dijiste que nada de armas en la nave.
—Y sé que eres una mal oyente.
—Uhh, bueno, puede que tenga un arma de plasma
escondida en algún lugar...
—Bien. Tómala.
Evelyn hace un saludo militar: —Sí, capitana.
Ella acelera mientras abro las puertas de la bahía de carga y
guío la cápsula alienígena a nuestra nave. Mi instinto me dice
que son malas noticias, pero no puedo dejarlo ahí fuera. No con
su pulso desvaneciéndose rápidamente.
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Unos minutos después, Evelyn y yo estamos junto a la


cápsula alienígena en nuestra bodega de carga. Está
sosteniendo un soplete mientras yo me he apoderado de su
arma de plasma, que he preparado para aturdir. No permito
que haya armas a bordo, pero me alegro de que haya
desobedecido esa orden.
—¿Q… Qué es eso? —Evelyn pregunta mientras mira el
capullo gris oscuro.
—No lo sé —respondo, tragándome el nudo en mi
garganta.
—¿No podemos dejarlo?
—No —respondo, sacudiendo la cabeza.
—¿Estás segura?
—Sí.
—¿Muy segura?
—Positivo.
—¿Totalmente segura?
—Absolutamente. ¿O quieres que te juzguen en un consejo
de guerra por dejar una nave varada para que se valga por sí
misma?
—No —contesta Evelyn—, pero tampoco quiero dejar a un
monstruo alienígena suelto en nuestra nave.
—Según mis lecturas, es una forma de vida bípeda, así que
eso descarta un Ygg.
A menos que hayan evolucionado de alguna manera...
Respiro profundamente para infundirme un poco de
confianza: —Bien. Aquí vamos.
Paso mi mano sobre el duro y rugoso caparazón. Se siente
frío, sin vida. Decididamente alienígena.
—¿Cómo se abre esta cosa? —Evelyn pregunta.
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—No tengo ni idea.


Justo cuando digo eso, el caparazón mismo se divide en dos
con un horrible sonido. Salto hacia atrás, y aprieto con más
fuerza el arma. Evelyn grita y levanta el soplete. El caparazón
cae al suelo con un ruido sordo, y un pesado y bajo gemido
viene de dentro. Puedo ver baba saliendo por el lado de la
vaina, y lucho contra el impulso de vomitar.
¿Por qué me convertí en capitana de una nave espacial?
Me arrastro hacia adelante, inclinándome para mirar dentro,
mi corazón latiendo dentro de mi garganta. Lo que veo hace
que mi sangre se enfríe.
Un ser delgado, desnudo y morado está acurrucado dentro
de un capullo viscoso. Su piel es lisa, y cuatro tentáculos cubren
su boca: —¿Es eso...?
Antes de que pueda terminar mi frase, los ojos de la criatura
se abren de golpe. Sus ojos brillantes son tan rojos como una
supernova y están llenos de un odio animal profundamente
arraigado. Instantáneamente experimento el peor dolor de
cabeza de toda mi vida. Siento como si mi cráneo quisiera
partirse en dos.
Levanto las manos a mis sienes, dejando caer la pistola de
plasma al suelo. A través de las rendijas de mis ojos veo que
Evelyn está experimentando el mismo dolor infernal que yo.
La bestia salta, la baba gotea por su lisa y desnuda piel. Ahora
que el ser está de pie sobre sus dos piernas, de repente lo
reconozco.
¡Es un Tyk'ix! Sin embargo, los recuerdo como siempre
usando grandes y ornamentadas vestimentas. Son seres dignos
y majestuosos. Esta criatura que tengo delante no es nada de
eso. Es brutal, salvaje, feroz.
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Y extremadamente peligroso.
Bajo la mano buscando mi pistola, a ciegas. El dolor de
cabeza me ha reducido la visión a estrellas. Estoy buscando a
tientas en la oscuridad.
Un grito me hace girar la cabeza. A través de los puntos
oscuros puedo ver que Evelyn ha encontrado su antorcha, y
está encendiendo la bodega de carga, rociando salvajemente
fuego alrededor.
¡Pero es más probable que se haga daño a sí misma que
al desnudo Tyk'ix! El ser se vuelve hacia mí, y sus ojos rojos
y brillantes parecen crecer más y más mientras los miro.
El tiempo parece detenerse. El sonido de los gritos de
Evelyn, el fuego parpadeando en el fondo, el dolor de
cabeza... todo se desvanece.
En cambio, me siento ingrávida. Estoy flotando, en un
tiempo y lugar que no es el mío. Experimento sonidos, olores
y pensamientos que son completamente extraños para mí.
Un cerebro gigante y palpitante se alza delante de mí, hay
una miríada de tubos multicolores que se adhieren a él.
Alimentándolo. Escucho sonidos extraños, las palabras están
girando y girando en mi mente, hasta que todas las piezas
encajan como un rompecabezas, y en un instante reconozco
lo que se dice.
—El dessspojo de Exxon Prime debe morir —dice una voz
sibilante.
No las oigo con mis oídos, sino desde dentro.
—Losss Zoranssss deben morir.
El propio sol explota en una bola de fuego infernal,
cubriendo toda la galaxia con un brillo rojo, y mi sangre se
enfría mientras veo el fuego engullir a Exon Prime.
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La galaxia misma cambia, las estrellas se realinean, hasta que


me encuentro mirando una familiar esfera verde y azul. La
Tierra.
De repente, siento el frío agarre en la pistola de plasma
tocando la punta de mis dedos. ¡El desintegrador! La agarro
del suelo y disparo al cerebro gigante que se cierne delante de
mí.
La oscuridad, el cerebro gigante, el planeta en llamas, todo
desaparece, y siento que me pierdo en el tiempo y el espacio
por un momento antes de que el tejido de la realidad es
restaurado.
Estoy en la bodega de mi nave, la CS Lance, y el loco Tyk'ix
yace tendido frente a mí en el frío suelo de metal. Inconsciente.
Un pequeño círculo de humo se eleva del cañón de mi pistola
de plasma. Mi disparo aturdidor fue un golpe directo.
—¿Q… qué fue eso? —Evelyn tartamudea.
Me alegra ver que sólo se ha chamuscado una ceja con el
soplete, en lugar de prenderse fuego.
—Un Tyk'ix —le respondo—. Uno rabioso.
—Ese sonido, ese dolor de cabeza... ¿era él? ¿Esta pequeña
criatura?
—Aparentemente.
—¿Qué está haciendo aquí?
—¿No lo has visto?
—¿Ver qué?
—¿Las visiones?
Evelyn levanta una sola ceja. —¿Visiones? Todo lo que vi fue
oscuridad, ese dolor de cabeza me hacía imposible ver. ¿De qué
estás hablando?
Me lamo los labios secos: —Vi visiones —le comento—. Del
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futuro. De una convocatoria.


—¿Una convocatoria?
—Sí. Una convocatoria a las armas. Los Tyk'ix... vienen a
destruir Exon Prime.
Los ojos de Evelyn se abren como platillos: —¡¿Ellos qué?!
¿Quién atacaría al Zoran? ¡Eso es un suicidio! B… bueno,
tienen un bloqueo allí, ¿verdad? Así que son buenos.
Podemos irnos. Estamos bien. Ya nos fuimos.
Se sienta en una caja, descansando su frente en sus manos,
y en el proceso descubre que se quemó su propia ceja.
—Me alegro de que no nos quedáramos allí, ¡guau...!
Cada fibra de mi ser quiere volver a la Tierra, para dejar
que los Zorans se valgan por sí mismos. ¡Demonios!, son más
que capaces de hacerlo. Probablemente ni siquiera quieran
mi ayuda. Ya me imagino la mirada furiosa que el general
Zoran de color rojo fuego me dará si regreso...
Pero tengo que hacerlo.
Ellos tienen que saber lo que viene. Vi su estrella
destruida, su mundo entero arruinado. Miles de millones
morirán.
Si no evito que suceda.
—Vamos a volver.
Evelyn levanta la vista.
—¿Quéeee?
—Vamos a volver a Exon, para advertir al general Drakan
de lo que se avecina.
La cara de mi mecánica pierde todo su color.
—Tienes que estar bromeando —dice—. ¿Qué hay de...?
—¿Brock? —la cuestiono, mis labios se han puesto en una
línea apretada— Si no detenemos a los Tyk'ix en Exon,
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entonces ellos irán a por la Tierra.


La boca de Evelyn se abre: —¿Estás segura?
Miro hacia abajo y sacudo la cabeza: —No —le respondo en
voz baja—, pero vi un planeta que se parecía a la Tierra.
Nosotros... yo... tengo que hacer esto. Tengo que volver. Si
quieres tomar un transbordador de escape, no te culparé.
—¿Estás bromeando? ¡Donde tú vas, yo voy!
—¿Así que me crees?
—¡Claro!
Su voto de confianza hace que mi corazón se hinche, y a
pesar del gran peligro que corremos, sonrío. Las visiones que vi
fueron tan extrañas y enajenantes, que casi empecé a
cuestionarlas yo misma. La confianza de Evelyn en mí me
asegura que estamos en el camino correcto.
—Gracias.
Evelyn se acerca y me abraza fuerte: —Siempre te cubro las
espaldas, Hannah.
—¿Qué he hecho para merecerte?
—Para empezar, me pagas muy bien —guiña Evelyn—. ¿Qué
quieres hacer con este tipo?
Miro al Tyk'ix tendido en el suelo del hangar de carga.
—Pongámoslo en uno de los tanques de almacenamiento
vacíos.
—¿Segura que no quieres tirarlo por la esclusa de aire? ¡Es
más seguro así!
—No podemos ir por ahí matando prisioneros de guerra,
Evelyn. Sé que eres una granuja y todo eso, pero, aun así.
—¿Prisionero de guerra? ¿Es eso lo que es?
—Supongo que sí. Los Tyk'ix están definitivamente en pie de
guerra.
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—¿En qué nos convierte eso?


—Heroínas —bromeo—. Ven, vamos a llevarlo.
Llevamos a nuestro invitado no deseado a uno de los
tanques ahora vacíos. Las paredes y el suelo siguen goteando
chocolate, y casi me resbalo cuando lo colocamos en el suelo.
Cierro la bóveda fuertemente detrás de mí, revisando tres
veces para asegurarme de que no pueda salir.
—¿Crees que eso será suficiente para detenerlo? —
pregunta Evelyn.
Desearía poder darle a mi amiga una respuesta más
satisfactoria, pero la verdad tendrá que bastar.
—Eso espero.
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7. Drakan
—¡General, tengo una unidad entrante no identificada!
Llegando a toda velocidad —me informa mi timonel Nenad.
Me siento derecho en mi silla de mando: —Preparen las
armas —gruño.
¿Esta es la armada que viene? ¿Es este el examen de mi
mando, la batalla de mi vida?
—¡Armas listas, señor! —informa mi oficial de armas Orben.
—¿Al alcance?
—¡Sí, señor!
—Prepárense para disparar a mi orden —Sentencio—. En
tres, dos... ¡espera!
La nave está al alcance de nuestros escáneres, y para mi
sorpresa, veo que no es otra que la CS Lance. El carguero
humano, que contiene las dos exasperantes hembras humanas.
—¡Descansen! —Ladro.
Mis oficiales sueltan sus paneles de comando, descansando
sus espaldas contra sus asientos. Todos están tensos, en
cualquier momento podría llegar una flota enemiga. No
tenemos ni idea de cómo, cuándo, o qué tan grande, incluso.
La preparación es la mitad de la batalla. En la Academia,
donde todos los oficiales militares Zoran son entrenados, la
mitad del tiempo se dedica a aprender tácticas, planificación,
estrategias. Sin embargo, aquí estamos, sentados en la
oscuridad.
Esto pone a todos al límite. Tanto que casi abrimos fuego
contra una nave amiga. Aprieto los puños con ira,
regañándome a mí mismo.
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—Llamen al CS Lance.
Un momento después la imagen de Hannah Kingsley llena
mi pantalla. Su cabello rubio está recogido en una cola de
caballo, las mangas de su traje beige están enrolladas. Sus
ojos, azules como zafiros, miran a la cámara con una mirada
de preocupación. Nunca pensé que volvería a ver sus
intrigantes rasgos de nuevo.
—Capitana Kingsley —la saludo—. Creí que estaba siendo
muy claro cuando le dije que nunca volviera a este sector.
No he olvidado la vergüenza que sufrí en su nave. Acabo de
lavar el chocolate de detrás de mis orejas, y ahora la hembra
humana regresa, burlándose de mi orden una vez más.
Esta vez no seré tan indulgente.
—Supongo que no sigo las órdenes muy bien —responde
ella, aunque no hay ni una pizca de sonrisa en su cara.
—Ya lo veo. Dígame por qué ha regresado o me veré
obligado a incautar su nave.
—¿Eres tú el que está a cargo de todo está... cosa?
Miles de naves, un ejército entero de soldados, y ella lo
llama una cosa.
—Estoy al mando de esta flota, sí —gruño.
—Entonces querrás venir a ver esto, de todos modos —
afirma.
—¿Por qué?
—Recogí a un vagabundo justo fuera de sus fronteras —
comenta—. Un loco rabioso Tyk'ix que quiere destruir tu
planeta natal.
Me levanto de mi asiento en un instante.
—¡¿Albergas a nuestro enemigo?!
Pone los ojos en blanco: —Es un prisionero. Estoy
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tratando de ayudar aquí...


—Prepárense para ser abordadas —gruño antes de cortar la
transmisión.
Podría ser una trampa, pero la extraña hembra humana no
parecía estar mintiendo. Si estaba diciendo la verdad, entonces
alberga un tesoro de información.
Le entrego el mando del ZMC Dreadnaught a Janko y dirijo
un escuadrón al CS Lance, tomando un pequeño
transbordador. Minutos después las puertas se abren con un
silbido, y me encuentro cara a cara con la capitana humana una
vez más.
Sus pupilas se dilatan cuando sus ojos azules caen sobre los
míos, sus mejillas se enrojecen.
—General —me saluda—. Bienvenido una vez más a mi
humilde...
—¿Dónde está? —Gruño mientras paso por delante de ella,
mi arma está lista. Mi escuadrón me sigue, cada uno de
nosotros en alerta máxima. Mis ojos miran rápidamente a cada
esquina, mi mente y mi cuerpo preparados para una
emboscada.
Hannah coloca su mano en mi antebrazo e intenta empujarlo.
Un esfuerzo inútil, por supuesto. Tengo más fuerza en un dedo
que ella en todo su cuerpo humano.
Aun así, puedo sentir su tacto a través de mi delgada y
ajustada armadura. Me llena de calor. Una sensación incómoda
y desconocida.
—Baja el arma —me dice—, antes de que me saques un ojo
con esa cosa.
—¿Dónde está tu prisionero? —Gruño, mi voz baja y
amenazante.
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Ella señala con la cabeza hacia la bahía de carga.


—Lo encerré en uno de los tanques.
Inclino mi cabeza, mis ojos estudiando los rasgos de la
humana.
—¿Te estás burlando de mí, humana? —Le pregunto—
¿Esta es tu idea del humor? Si hay más de ese asqueroso sjo-
koh-late dentro, ¡juro que te haré pagar por ello!
Mil nalgadas desnuda, dadas de una en una.
Hannah Kingsley pone los ojos en blanco, colocando las
manos a los lados: —Por…favor —me dice—. Supéralo.
¿Crees que arriesgaría mi nave, mi tripulación, mi vida sólo
para avergonzarte un poco más? Mi mundo no gira a tu
alrededor, sabes. No eres el centro del universo.
Frunzo el ceño a la mujer bien formada. Encuentro a los
humanos extraordinariamente difíciles de interpretar. Gran
parte de su comunicación depende de gestos, expresiones,
dichos. El verdadero significado de sus palabras se encuentra
entre líneas.
Los Zorans, por otro lado, son directos. Claros. Honestos.
—Dime qué pasó exactamente entonces —gruño,
manteniendo mi arma apuntando a las puertas de la bahía de
carga.
Ella respira profundamente antes de contarme su versión
de los hechos. Cuando termina, me tomo un momento para
dejar que mis ojos recorran su cuerpo mientras medito sus
palabras.
—Déjame entender esto. ¿Dices haber visto visiones de un
enorme cerebro Tyk'ix extinguiendo nuestro sol?
—Correcto —asevera.
—Eso suena como las divagaciones de un loco.
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—Lo sé —responde Hannah—, pero tienes que creerme.


—¿Y por qué haría eso?
—¡Por qué! —exclama ella, exasperada— ¡Porque tienes que
hacerlo! ¡Sé lo que vi! ¡Vienen, y van a apuntar a tu sol, en lugar
de atacar directamente a Exon!
—¿Seguro que no te has golpeado la cabeza? ¿Inhalaste
demasiados vapores de sjo-koh-late?
La ira se apaga en su hermoso rostro y me mete el dedo en el
pecho: —No arriesgué mi vida para que fueras un imbécil
conmigo —me dice—. No puedes ser el verdadero general.
¿Quién está realmente a cargo?
—¿Por qué no iba a estarlo?
—¡Porque un verdadero general escucharía! ¡Te estoy
diciendo cómo salvar tu mundo, tu planeta, todo el maldito
universo!
—Soy el general —asevero, agarrándole la muñeca—. ¡Y no
me hablarás así!
Se libera, lanzando una mirada en mi dirección: —Ven a
verlo por ti mismo —afirma mientras camina hacia la bahía de
carga—. Ya lo verás. Espero una disculpa una vez que hayas
salvado el mundo gracias a mi ayuda. Incluso por escrito —
murmura para sí misma— ¡O una estatua! ¡Una balada! Puedes
empezar a escribir ahora.
—Ni hablar —gruño.
—Ya veremos.
Abre las puertas de la bahía de carga, e instantáneamente
levanto mi desintegrador, listo para lo que venga. Mi pequeño
escuadrón me sigue, todas nuestras armas apuntan a la
dirección de Hannah. Las puertas se abren para revelar... un
espacio vacío, excepto por una cápsula abierta.
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Eso les da credibilidad a sus salvajes historias.


—¿Ves?
—Eso no es una prueba.
Hannah levanta las manos en el aire con frustración.
—Sí, porque conjuré esta cápsula insectoide alienígena de
la nada, ¿verdad?
Se dirige a uno de los tanques de almacenamiento y saca
una arma de plasma.
—¿Están listos?
Todos los miembros de mi escuadrón asienten con la
cabeza después de tomar posición en un semicírculo
alrededor del tanque.
—Sí —gruño.
Muéstrame la verdad, humana.
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8. Hannah
Una de mis manos está descansando en la fría rueda metálica
del tanque vacío, la otra sostiene mi arma de plasma lista. Los
radiantes ojos del general Drakan, tan amarillos como el sol del
verano, me miran directamente, un ceño fruncido en su
cincelada cara.
Nunca he conocido a un hombre más exasperante que él.
Estoy aquí arriesgando mi vida, haciendo lo mejor para
convencerlo de lo que espera a su puerta, y él se niega a
escucharme. ¿Es porque soy humana? ¿Porque soy mujer? ¿O
es sólo porque no presto atención cuando ladra; porque no
sigo todas sus órdenes como un perro faldero entrenado?
—¿Listo? —Le pregunto.
—Adelante—gruñe.
Giro la rueda y abro el tanque, preparándome mentalmente
para un posible dolor de cabeza. Los guerreros Zoran levantan
sus armas y yo me estremezco, temiendo que abran fuego a
ciegas.
Los ojos amarillos del general se abren ampliamente cuando
mira al tanque.
—¡Por Zora! —exhala.
Echo un vistazo. El Tyk'ix, tan salvaje y rabioso de antes, está
arrodillado en el suelo, lamiendo el chocolate residual del piso
del tanque con sus tentáculos.
Me mira y veo que sus pupilas están dilatadas, toda su cara
cubierta por la dulzura marrón.
—¿Crees en mi ahora?
El general Drakan enfunda su arma y se pone a mi lado: —
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¿Este es tu feroz guerrero Tyk'ix?


—Antes estaba un poco más frenético —le comento—. El
chocolate debe tener un efecto calmante en él.
—A juzgar por sus pupilas, es más bien un efecto
psicodélico.
El guerrero Tyk'ix nos mira con una mirada confusa en su
rostro, inclinando la cabeza como un perro. Drakan entra en
el tanque y endereza sus hombros. Apenas puede encajar.
—¿Me entiendes?
El Tyk'ix asiente con la cabeza.
—¿Por qué estás aquí?
—La convocatoria —carraspea el alienígena—. La madre
nos llamó.
—El cerebro —comento con un escalofrío.
—Sí —responde el Tyk'ix—. Sí. El cerebro madre. La
creadora.
—¿Por qué? —Drakan gruñe.
—Ha llegado el momento —tartamudea el Tyk'ix—. ¡Sí, sí,
el momento, el momento!
—¿Qué momento?
—¡De la retribución! ¡Del ajuste de cuentas! ¡De la
venganza!
El general se vuelve hacia mí: —¿Tienes alguna idea de lo
que está hablando?
Niego con la cabeza. No tengo ni idea, pero no me gusta
nada como suena.
Drakan se pone en cuclillas para estar cara a cara con el
alienígena púrpura.
—¿Qué quieres decir?
—La voz se está desvaneciendo —desvaría el alienígena—.
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Necesito escuchar, necesito...


—¿Qué voz?
—La madre. ¡La creadora! ¡La antepasada!
Araña el suelo, tratando de salir del tanque de metal.
—¡Lo siento, madre! ¡Lo siento! ¡Ya voy!
—Basta —dice Drakan mientras agarra la muñeca del Tyk'ix.
El alienígena salta hacia atrás, como si el toque del Zoran lo
hubiera quemado.
—Te hicimos —escupe amargamente el Tyk'ix—. ¡Tomaste
nuestro lugar!
Golpea a Drakan, pero el general Zoran bloquea el intento
con un golpe de muñeca. El Tyk'ix vuela hacia atrás y se
acurruca en una esquina, con la cabeza apoyada en sus manos
mientras gime de dolor.
Drakan se levanta, sale y me pide que cierre el tanque. Lo
hago rápidamente, las cerraduras se cierran de golpe.
—Entonces —le digo—. ¿Qué hay de esa disculpa? ¿Ya tienes
algunos versos para mí?
Ese ceño fruncido en la cara de Drakan parece estar grabado
permanentemente ahora. Hace que su escuadrón proteja el
tanque antes de volverse hacia mí.
—Tenemos que hablar —asevera, ignorando mi pregunta—.
¿Tienes un trago? Algo fuerte.
—Uhh... miraré.
Estoy segura de que Evelyn, se ha escondido en la sala de
máquinas, lo más lejos posible de los Zoran, tiene algo de
alcohol escondido en algún lugar. Me dirijo hacia abajo y
tímidamente saco una botella de vodka de detrás de una caja.
Cuando todo esto termine tendré que darle una charla
severa, pero ahora mismo tenemos peces más grandes que
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freír. Le entrego a Drakan la botella que encontré en la


cafetería, en el lugar donde suelo sentarme. La habitación
parece cómicamente pequeña comparada con él. Sus piernas
están abiertas de par en par, porque no caben bajo la mesa
baja.
Abre la tapa y toma un gran trago.
—Es débil —gruñe—. Pero servirá.
Me rasco la nariz: —¿Deberías estar bebiendo ahora
mismo? ¿No tienes una flota que liderar?
El Zoran echa la cabeza hacia atrás y se ríe. Es la primera
vez que logro que el guerrero haga algo más que fulminarme
con la mirada o fruncir el ceño, aunque siento que se ríe de
mí en vez de conmigo.
—Una bebida agudiza mis sentidos —él asegura—, pero
esto es como el agua para mí. Siéntate.
Me siento frente al general. Todavía tengo que levantar el
cuello para mirarlo, porque su gran cuerpo de color rojo se
alza sobre mí: —Entonces, ¿qué piensas? —Le pregunto.
—Esto es perturbador —gruñe—. Muy perturbador.
—Como dije —murmuro.
—¿El alienígena mencionó una 'madre'?
—Creo que está hablando de ese cerebro gigante que vi en
mi visión. Sueño. Pesadilla —Un escalofrío recorre mi
columna vertebral cuando pienso en esa espeluznante
monstruosidad.
—Descríbela.
Me trago el nudo que se forma en mi garganta: —Había
tubos metidos en ella, por todos lados, que parecían estar...
alimentándola...
—¿De cuán 'grande' estamos hablando aquí?
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—Gigante. Del tamaño de un crucero de batalla, fácilmente.


Me empequeñece.
—¿Puedes describir los alrededores?
Me concentro, tratando de recordar la mayor cantidad de
información posible: —N… no —tartamudeo—. Todo lo que vi
fue el cerebro, el resto estaba envuelto en la oscuridad.
Drakan reflexiona sobre esto, mientras yo intento alejar el
pensamiento de nuevo.
—Ese Tyk'ix lo llamó su 'creadora'. ¿Crees que lo dijo
literalmente?
—Posiblemente —Drakan se encoge de hombros—. Ya nada
me sorprende cuando se trata de esos monstruos.
—¿Y si todos los Tyk'ix son controlados por este 'cerebro
madre'?
—Significa que tenemos un objetivo —gruñe Drakan—. Es el
mejor escenario posible. Si eliminamos a la 'madre', podemos
romper todo su ejército.
—¿Cómo propones que hagamos eso?
—No lo sé todavía —dice el general—, pero me vas a ayudar.
—¿Y… yo? —Tartamudeo— ¡Sólo soy una piloto!
—Eres la única que ha visto a esta criatura —dice Drakan.
—¡Acabo de describírtela! Es un gran cerebro, ¡nada más!
Tengo que irme, tengo cosas que hacer. Gente que necesito ver.
—Ahora eres vital para el resultado de la guerra. No puedes
irte.
—¡Debo hacerlo!
—No puedes.
Me levanto de mi asiento con una rabieta: —¡Soy la capitana
de esta nave, Drakan! ¡Volví aquí para ayudarte! He cumplido
con mi deber. No puedes impedir que me vaya.
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—Estás equivocada en ambos casos —gruñe Drakan.


Empuja su asiento hacia atrás y se pone derecho. Sus anchos
hombros bloquean la salida completamente—. Primero,
puedo y voy a detenerte. Segundo, está ya no es tu nave. La
requiso para la guerra.
Mis ojos se estrechan. ¿Planea alejarme de mi hermano
pequeño? ¿Tomar lo que es mío? ¡Oh, diablos, no! Le doy
una bofetada al general en su cara de color rojo como el
fuego, justo en esa mandíbula cincelada. Es como golpear
granito, y creo que me lastimé la mano más que a él.
—¿Has terminado? —gruñe sin pestañear.
—Creí que los Tyk'ix eran los malos —le Gruñó de vuelta.
—Cuidado con esa boca.
Intento abofetear al general de nuevo, pero me agarra la
muñeca antes de que pueda hacer contacto con esa cara
engreída suya, sus brillantes ojos están mirando
directamente a los míos.
—Hay algo en tu nave que cortó la conexión entre los
Tyk'ix y su rebaño —dice Drakan—. Podría ser el material de
tu nave, o en el tanque, o incluso el chocolate en el sistema
del alienígena. Hasta que no lo sepamos con seguridad, ese
Tyk'ix se queda en ese tanque, y esta nave se queda en mi
flota, y tú te quedas a mi lado.
Intento liberarme, pero el agarre del general es demasiado
fuerte. Él levanta su brazo y yo cuelgo en el aire, indefensa:
—¿Entiendes?
Contemplo brevemente darle una patada justo donde le
duele.
—Tú no lo entiendes —me quejo— ¡Esta nave es mi todo!
¡Tengo un hermano pequeño al que cuidar! ¡No puedes
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tenerme prisionera!
—Lo haré, si no me dejas otra opción.
El general me baja al suelo. Ahora es mi turno de mirarle,
mientras me froto la muñeca dolorida. A Evelyn le va a
encantar esto. Pasar más tiempo en una zona de guerra es su
sueño...
—¿Tenemos un acuerdo?
Cruzo mis brazos sobre mi pecho. Estoy furiosa, pero parece
que el general no me deja otra opción. A decir verdad, puedo
incluso entender su punto de vista, pero no quiero. No quiero
verme envuelta en este conflicto intergaláctico. Sólo soy una
transportista espacial tratando de reunir algunos créditos para
darle a mi hermano menor una vida mejor.
No una heroína que decidirá el destino de la galaxia.
—Lo tenemos. Pero, por cierto, sigo esperando esa disculpa
tuya.
Drakan está en silencio, pero sus radiantes ojos lo dicen todo.
Me doy cuenta de que, si espero que el general Zoran
muestre algo de humildad, estaré aquí durante unos pocos
eones más.
De repente, la nave se tambalea hacia adelante
violentamente, y nos lanzan al otro lado de la habitación. Me
encuentro atrapada bajo la gran estructura del general, su duro
cuerpo presionando el mío. Sus ojos se abren de par en par
mientras me mira, e involuntariamente siento una ráfaga de
calor que se extiende por todo mi cuerpo.
El momento dura sólo un microsegundo... él salta
levantándose y me arrastra con él: —Janko, ¿qué fue eso? —
grita en su comunicador.
—¡Contacto con el enemigo! —Es la respuesta— ¡Los Ygg
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aparecieron de la nada!
—¡¿Los Ygg?! —Gruñe el general— ¿Hannah? ¡Hannah!
Ya estoy corriendo por el pasillo hacia el puente. Esta nave
es mi bebé, y no dejaré que ningún monstruo alienígena la
dañe.
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9. Drakan
La nave se mueve bruscamente hacia adelante con fuerza, y
tengo que agarrarme a las paredes para evitar caerme. Hannah
corre por el pasillo, manteniéndose ágilmente en pie, y yo la
persigo tan rápido como puedo.
Ella salta detrás de los controles y agarra la palanca
firmemente con sus dos manos.
—Hazte a un lado —gruño desde el pasillo—. Yo me encargo
de esto.
—No —responde con firmeza—. La Lance es mi bebé. La
conozco como la palma de mi mano.
—¡Eres una piloto de carguero! —Le digo— Esto es una
batalla. Hazte a un lado.
—¿Ah, sí? Mira esto —Golpea un botón en su panel de
control, y puedo oír que los pernos gigantes se desprenden.
Miro hacia arriba para ver que el cielo está lleno de Ygg.
Miles de insectos espaciales, las monstruosas máquinas de
matar, se dirigen a Exon Prime y destrozan las naves a su paso.
Han sido nuestros enemigos mortales durante siglos. Se
esconden bajo tierra, emboscando a los colonos, arrasando
planetas enteros, pero nunca ha habido un método para su
locura. Son máquinas de matar sin sentido, pero este ataque
parece coordinado.
Uno de ellos se dirige hacia nosotros, extendiendo sus pinzas.
Hannah presiona su palanca de control y, liberada de la
voluminosa bodega de carga, la ahora ágil nave se sumerge y
evita al enemigo que se aproxima.
Observo con horror como el ZMC Dreadnaught dispara a las
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criaturas... ¡y falla! El Dreadnaught ha sido construido para


luchar contra otra flota de guerra, no para lidiar con mil de
pequeños insectos alienígenas. Algunos logran aterrizar en la
superficie de mi nave acorazada y se abren camino a través
de las gruesas capas de metal.
—¡Janko! ¡Tienes compañía! —Digo en mi com— ¡En el
sexto y noveno nivel!
—Estamos en ello —es la respuesta.
—¡Espera, ahí! —Grito.
Un Ygg gigante ha aterrizado justo fuera de la cubierta de
control del Dreadnaught. Si hace un agujero en el metal con
su garra o su sangre ácida, Janko y todos mis otros oficiales
serán arrastrados al espacio mismo. La bestia levanta sus
garras, lista para atacar.
—¡¿Tiene esta cosa alguna arma?! —Gruño.
—No —responde Hannah—, pero puedo hacer esto.
Empuja la palanca y lleva la lanza hacia abajo,
arrastrándola hacia la superficie del gigante de metal.
—¡Cuidado!
—Yo me encargo —murmura—. ¡Yo me encargo de esto!
En el último segundo, justo antes de que estemos a punto
de estrellarnos contra el Dreadnaught, ella se retira con
todas sus fuerzas, y la Lance hace un giro en L. Nos
deslizamos por la superficie de la nave Zoran, unos pocos
centímetros lo único que nos separa del Dreadnaught. Ella
gira la nave de lado y con un ala corta al Ygg justo antes de
que aterrice.
¡Sí!
Agarro los hombros de Hannah para celebrarlo. ¡Qué
pilotaje!
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—¡Ahhh!
Un grito desde abajo hace que se me hiele la sangre,
deteniendo mi celebración en seco.
—¡Evelyn! —Hannah dice.
Una luz parpadea rápidamente en el tablero de mandos.
—¡El casco se ha roto!
Ya estoy a mitad de camino, sacando mi hacha de su funda.
Los desintegradores son inútiles contra estas criaturas, por su
grueso blindaje. Sólo un golpe hábil en sus suaves entrañas
puede terminar con sus miserables vidas.
Me apresuro a encontrar a Evelyn en la sala de máquinas,
revolviéndose en el suelo mientras un Ygg avanza hacia ella,
sus muchas garras chasqueando en la puerta de metal mientras
abre sus pinzas. La bestia levanta la cabeza, está a punto de
atacar.
Las pinzas de un Ygg son de las más afiladas de la galaxia.
Más que suficientes para decapitar a cualquier alienígena, por
no hablar de los suaves y vulnerables humanos.
Es demasiado tarde para matarlo de un solo golpe. Salvar la
vida de Evelyn es lo único que puedo hacer.
Dejo caer mi hacha en el suelo y salto hacia adelante,
subiendo sobre su espalda en dos rápidos pasos. Por detrás
agarro las pinzas de la bestia con mis manos, justo antes de que
esté a punto de cerrarlas alrededor del cuello de Evelyn.
La hoja afilada corta profundamente en mis manos, la sangre
fluye por mis dedos mientras ejerzo toda mi fuerza. Me las
arreglo para evitar que la bestia cierre sus pinzas alrededor del
cuello de Evelyn, pero no puedo aguantar mucho más.
—¡El hacha! —Gruño— ¡Úsala! ¡Ahora!
Las cuchillas cortan más profundo con cada segundo que
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pasa. En cualquier momento, el Ygg me cortarán las manos


por completo.
Evelyn se arrastra hacia mi hacha, gira y comienza a
clavarla en la bestia como una mujer poseída. La bestia se
abre de golpe como un globo, con su ácido verde
derramándose.
—¡Cuidado! ¡Es venenoso!
Evelyn se aleja justo a tiempo, y yo salto de la espalda del
monstruo mientras se agita en la agonía de la muerte. Pongo
a Evelyn de pie, atravesando el dolor agudo que esto causa, y
la saco rápidamente de la sala de máquinas.
—¡Despresuriza la sala! —Le digo.
Golpea un botón y las puertas se cierran al instante. A
través de una pequeña ventana veo que se abre una escotilla
y el alienígena es enviado al espacio antes de que su ácido
pueda atravesar la nave.
Con Evelyn a salvo, me apresuro a volver a ver a Hannah y
la batalla en curso. Si no fuera por su habilidad como piloto,
el encuentro podría haber sido muy diferente para el
Dreadnaught. Janko, Nenad, Orbren... todos habrían muerto
de no ser por la rapidez de pensamiento de la hembra
humana.
La subestimé mucho. No estoy seguro de si hubiera sido
capaz de dirigir esta nave tan cerca de la nave acorazada.
—¡Drakan!
Hannah viene corriendo hacia mí, pero se resbala con un
poco de chocolate que queda en el suelo y cae hacia atrás.
Salto hacia adelante y la alcanzo antes de que se estrelle
contra el piso de metal, deslizando mi brazo inferior
alrededor de su cuello. Me inclino sobre ella y me mira con
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esos encantadores ojos de zafiro que tiene.


Sus labios están sólo a unos centímetros de los míos, y puedo
sentir su cálido aliento en mi cara. Una corriente eléctrica se
mueve a través de mi cuerpo, mi piel se estremece con
repentino calor.
Por primera vez en mi vida, una extraña sensación se
apodera de mí, como si quisiera hacer mía a esta hembra.
Como si quisiera aplastar sus labios con los míos, o sentir su
cuerpo envuelto alrededor del mío, o hacerla echar la cabeza
hacia atrás en éxtasis mientras nos apareamos sin parar.
Soy un guerrero, un general, un líder nato. Me separaron de
mi familia cuando era un niño, tan pronto como mi destreza en
la batalla se hizo evidente, y fui criado con un propósito
singular: la guerra. Nunca me he apareado. Nunca he besado.
Nunca he tocado a una hembra. He dedicado toda mi vida a mi
arte, mi oficio, mis habilidades. He perfeccionado mis técnicas y
he convertido mi propio cuerpo en la mayor máquina de
combate de todo el universo.
Siempre tengo el control de mi cuerpo y mi mente. Amar es
hacerse vulnerable. Amar es entregar una parte de ti mismo.
Una táctica de tontos.
Sin embargo, mientras miro fijamente los brillantes ojos
azules de Hannah, cuestiono todo lo que sé, todas las reglas por
las que siempre he vivido, porque siento el impulso
incontrolable de tirarlo todo por la borda por ella.
O podría ser simplemente la enorme cantidad de sangre que
estoy perdiendo.
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10. Hannah
Por un breve momento pensé que la batalla estaba perdida.
El cielo se llenó de Ygg, más de los que podía contar,
apareciendo de la nada, como si entraran a través de un
agujero de gusano o algo así. El Lance, aunque es rápida, no
está equipada con armas. Puedo esquivar y correr con los
mejores, pero luchar en batallas espaciales no es mi fuerte.
Me pregunto qué habría pensado Evelyn. Ella estaba
hablando de la gloria del combate espacial hace poco tiempo.
Sin embargo, no había nada de glorioso en la frenética
batalla, la devastación o la muerte que vi.
Un ejército entero de cruceros de batalla surgió de la
superficie de Exon Prime justo a tiempo, y las ágiles naves
arrasaron con la invasión Ygg. En el momento en que todo
estuvo despejado me levanté de mi asiento y corrí por el
pasillo, hacia Evelyn y Drakan, preocupada por ellos.
El guerrero Zoran me encontró a medio camino y me cogió
justo cuando me resbalaba.
Así es como me encuentro mirando profundamente sus
ojos color girasol, con sus gruesos y besables labios a sólo
unos centímetros de los míos.
Sus ojos son diferentes. Ya no están llenos de ira, sino de
algo totalmente distinto. Calidez. Admiración.
Excitación.
Mi corazón late rápidamente y tengo miedo de moverme,
incluso de respirar, porque cualquier movimiento podría
romper el hechizo.
Una salpicadura de algo rojo que veo por el rabillo del ojo
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me llama la atención. Mis ojos se abren de par en par cuando


veo que es sangre roja brillante saliendo de las manos de
Drakan a un ritmo alarmante.
—¡Tu mano! —Grito instintivamente.
Sus ojos se cierran, sus rodillas se tambalean y el gran Zoran
tropieza. Por suerte, Evelyn viene corriendo desde la sala de
máquinas justo a tiempo para ayudarme a atraparlo antes de
que se estrelle contra el suelo. ¡No habría sido capaz de
atrapar su gran cuerpo yo sola!
Rápidamente tomo un botiquín y le vendo las manos,
tratando de detener la hemorragia.
—¿Qué ha pasado? —Le pregunto a Evelyn.
Sus ojos marrones siguen siendo muy grandes, como si aún
estuviera en estado de shock.
—Me salvó la vida —ella tartamudea—. Creí que estaba...
Creí que se había acabado.
—¿Uno de esos monstruos Ygg?
Ella asiente con la cabeza: —Sus mandíbulas eran tan
grandes, tan afiladas... Drakan evitó que me mordiera la cabeza
con sus propias manos.
Me las arreglo para detener la hemorragia, pero la sangre
está por todas partes: —Deberíamos limpiarlo —le digo—.
Llevémoslo a mis aposentos.
—¿Llevar un Zoran de dos metros de altura? ¿Has perdido la
cabeza?
—Sólo pon tu espalda en ello, ¡vamos!
Reuniendo todas las fuerzas que tenemos, nos las arreglamos
para llevar al guerrero herido a mis aposentos personales. Mi
cama es demasiado pequeña para él, pero tendrá que servir.
—Llama a los Zorans y diles lo que pasó —le digo a Evelyn—,
Página 64

y recoge la bahía de carga que separé. Limpiaré las heridas


de Drakan.
Ella asiente con la cabeza: —Entonces, ¿podemos irnos a
casa?
—Con suerte —respondo.
No tengo el corazón para decirle a mi mejor amiga que
estamos en esta zona de guerra porque tuve una pesadilla
sobre un gran cerebro alienígena. Especialmente no justo
después de que un monstruo alienígena casi la mata.
La hemorragia de Drakan se ha detenido, pero su
armadura está cubierta de sangre. Parece que también se ha
filtrado debajo de ella. Busco un botón o un cierre, cualquier
cosa para aflojar el equipo protector, pero no siento nada.
Bueno, eso no es del todo cierto. Siento muchas cosas.
Como sus duros y esculpidos músculos, por ejemplo. Su
armadura de color obsidiana es muy fina, abrazando
perfectamente cada centímetro de su cuerpo. Mi aliento se
acelera, pero me recuerdo a mí misma que sólo hago esto
para ayudarlo.
Mis dedos tropiezan con un cierre secreto y la armadura se
abre, revelando su amplio y desnudo pecho. No puedo evitar
exhalar un gran aliento.
Todo lo que puedo decir es guau.
Cada músculo de su cuerpo está perfectamente definido.
Parece un titán; como el pináculo de la evolución. No creí que
fuera posible que ningún hombre se viera tan bien.
Su piel es de un hermoso tono rojo profundo, y no puedo
apartar los ojos de él. Intrincados tatuajes cubren sus
hombros y la parte superior del pecho, añadiendo más
mística. Tapo sin mirar su parte inferior con la sábana.
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Agarro una esponja húmeda y limpio la sangre de sus manos,


brazos y pecho con agua tibia.
Me recuerdo a mí misma que estoy haciendo esto para
ayudarlo. Para darle las gracias por salvar la vida de mí amiga.
Pero, esa no sería toda la verdad.
Estoy sacando algo de esto.
Mientras limpio sus fuertes y poderosos brazos, mis dedos
no pueden evitar rozar su piel desnuda. El tacto envía una
sacudida a través de todo mi cuerpo, hasta mi núcleo.
¿Qué es lo que estoy haciendo?
Odio a este hombre. Me ha secuestrado. Me está obligando a
quedarme a su lado y está robando mi nave.
Sin embargo, aquí estoy, pasando una esponja húmeda sobre
su amplio y desnudo pecho, viendo cómo las gotas de agua
gotean por sus esculpidos abdominales mientras mi lengua
moja mis labios.
Mis ojos se abren como platillos voladores cuando veo la
sabana abultada. El calor sube a mis mejillas instantáneamente.
No puedo, no debería, pero quiero hacerlo.
Necesito ver si es del mismo color rojo en todas partes.
Sólo un pequeño vistazo. Está bien, ¿verdad?
Con mis temblorosas manos levanto lentamente la sábana.
Mi corazón salta un poco cuando veo su pene perfectamente
formado y de colores brillantes.
No es rojo ¡es amarillo! El mismo color radiante de sus ojos,
de hecho. Su polla es ya la más grande que he visto, y sigue
creciendo.
Lo miró fijamente sin disculparme, completamente
hipnotizada por su pulsante y palpitante instrumento.
Por el rabillo del ojo puedo ver al general parpadeando,
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despabilándome de mis pensamientos sin sentido. Dejo caer


la sábana como si acabara de tocar una estufa caliente,
saltando hacia atrás: —B… bienvenido de nuevo —
tartamudeo.
Drakan se sienta derecho al instante, pero coloco mi palma
en su pecho desnudo.
—Cálmate —digo—. Es seguro.
—¿Dónde estoy? —Gruñe él— ¡El ataque!
—Estás en mis aposentos personales —le respondo—. El
ataque fue evitado.
—¡Necesito asumir mi puesto!
—¡Necesitas descansar! —Le imformo— Has perdido
mucha sangre.
—¿Qué pasa con el Dreadnaught, la flota?
—Todos están todavía aquí. No se van a ir a ninguna parte.
Descansa un segundo, por favor. Evelyn los está llamando
mientras hablamos.
Se inclina hacia atrás, apoyando su cabeza en mi almohada.
Es demasiado alto para mi cama, y mi manta deja su enorme
pecho expuesto.
No es que me esté quejando.
Drakan mira sus manos vendadas, y luego sus ojos se
mueven hacia su cuerpo desnudo.
—¡¿Mi armadura?!
—Tuve que quitártela para limpiar la sangre.
Él frunce el ceño.
—Eso fue innecesario —dice.
Me encojo de hombros, tratando de actuar con calma,
aparentando como si mi corazón no estuviera latiendo como
un martillo neumático y mi estómago no estuviera
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revoloteando incesantemente. El bulto debajo de la sábana


sigue de pie con fiereza, y se necesita todo el esfuerzo del
mundo para no mirar hacia abajo.
—Gracias por salvar la vida de Evelyn —digo, cambiando
rápidamente de tema—. Eso fue muy valiente.
—No, gracias por salvar a mi tripulación. ¿Dónde aprendiste
a volar tan bien?
Me cuesta suprimir una sonrisa: —No siempre fui una
transportista, ya sabes. Solía manejar naves de carrera, hace
algún tiempo atrás.
—¿En serio? —Drakan pregunta— ¿Tú, fuiste una
corredora?
—Ajá. Gané la Carrera de Catonia, lo hice en 4.5 parlocks. En
la categoría juvenil, es decir. Mis padres estaban bastante bien
posicionados. Mi padre era un diplomático de alto rango de la
Federación, por lo que podía permitirse un crucero de alta
velocidad para su hija de diez años.
—Hablas de él en tiempo pasado.
—Sí —le respondo, la sonrisa abandona mi rostro—.
Tuvieron un accidente. Fallos en el Hover-car. No hubo nada
que pudieran hacer.
Me quedo mirando a la distancia.
—Entonces, llegaron los buitres. Tenían muchos amigos
cuando las cosas iban bien, pero nadie quería cuidar de mí y de
mi hermanito. Ambos fuimos arrastrados al sistema de acogida,
mientras que un abogado manejó el patrimonio de nuestros
padres hasta que yo cumplí 18 años. No me quedó ni un solo
crédito cuando lo hice, por supuesto.
—¿Cómo terminaste con la Lance entonces?
—¿Este bebé? Yo como que... lo robé. ¡Aunque realmente me
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pertenece! De hecho, es la misma nave en la que solía correr.


Con una década de modificaciones, por supuesto.
Drakan levanta las cejas: —¿La robaste?
—Me pertenecía por derecho, de todos modos. Vi el
testamento. Mis padres nos dejaron todo a mí y a Brock, pero
como todavía era menor de edad, un abogado administró el
fondo. Lo robó todo. Yo sólo recuperé lo que es mío.
—Estoy sorprendido —afirma.
—No me conoces —respondo.
—Aparentemente.
—Volver a colocar mi velocímetro en un carguero duele,
por supuesto. La Lance debería ser libre de volar, de girar, de
rodar. No se construyó para transportar toneladas de carga...
pero al hacerlo, la policía portuaria no se daría cuenta de que
se trata de un deslizador robado. Además, significa que estoy
fuera de la jurisdicción de la Federación la mayor parte del
tiempo, lo que tampoco duele.
Para mi sorpresa, Drakan está pendiente de cada una de
mis palabras. Parece genuinamente interesado en escuchar
mi historia.
—¿Para qué trabajas, entonces? —Él pregunta—. Suenas
decidida.
—Cuidar de Brock, mi hermano pequeño, es mi prioridad
número uno. Necesita un hogar propio. Estabilidad.
Desafortunadamente, no puedo darle eso ahora, pero estoy
ahorrando. Tan pronto como tenga suficientes créditos nos
compraré una casa, y él podrá asistir a una escuela para
superdotados. Él... se tomó la pérdida de nuestros padres
bastante mal. Puede enfadarse mucho de la nada. Sólo yo
puedo calmarlo, pero no siempre estoy cerca.
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Evito los ojos inquisitivos de Drakan, mi corazón se siente


pesado.
—No es que importe. Estoy atrapada aquí por ahora.
Drakan extiende la mano y toma la mía. Mis dedos tocan sus
vendas mientras me aprieta la mano: —Volverás a casa.
—¿Es una promesa?
—Es una garantía.
Levanto la vista para ver que los ojos amarillos de Drakan
están centelleando, su amplio pecho brillando con gotas de
agua, y mi corazón se salta un latido. Siento que estoy flotando,
como si debiera inclinarme y plantar mis labios firmemente en
los suyos, y entregarme completamente al desnudo y hermoso
señor de la guerra.
Pesados pasos resuenan por el pasillo, y un escuadrón entero
de Zoran fuertemente armado irrumpe en la habitación un
momento después.
—¡General! —el azul del frente vocifera.
Se da cuenta de las heridas de Drakan, y sus ojos se
estrechan sobre mí.
—¡¿Qué hiciste, humana?! —gruñe.
¡Oh, chico!
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11. Drakan
—Baja el arma, Janko.
Mi segundo al mando mira fijamente a Hannah con la ira
ardiendo en sus ojos: —Pero general…
—¡Baja el arma!
A regañadientes enfunda su desintegrador.
—Aseguramos la nave —me informa—. Hay un Tyk'ix en la
bodega de carga y hemos arrestado a otra hembra humana.
Evelyn.
—Por Zora, son nuestras invitadas, ¡no nuestras
prisioneras! Libérala ahora mismo, Janko.
—Sí, señor —gruñe—. ¿Qué le pasó a sus manos? ¿Y su
armadura?
—Un poco de contacto Ygg, nada de qué preocuparse.
¿Cuál es la situación?
—Todo está tranquilo, por ahora. Los Ygg salieron de la
nada, pero han sido manejados rápidamente. El rey está a
punto de llegar.
—Bien —Me giro hacia Hannah, que se inclina hacia mí,
lejos de mi segundo al mando—. Pon rumbo al palacio, en la
superficie. Veamos si nuestro rey es más receptivo a tu
historia de lo que yo lo he sido.
—¿El r… r… rey? —ella tartamudea, su cara pierde un poco
de color.
—Ese, sí. Janko, estas al mando del Dreadnaught.
Acompañaré a nuestras invitadas ante la presencia del Rey
Vinz.
—Sí, señor —responde Janko, gritando en atención.
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—Déjanos en paz.
Si las visiones de Hannah son ciertas, y empiezo a creer que
lo son, entonces no me necesitan en mi nave espacial, luchando
contra una interminable ola de Tyk'ix. Si lo que dice es verdad,
y realmente van a apuntar a nuestro sol, entonces tenemos que
evacuar Exon Prime lo antes posible.
Una retirada táctica.
Mis soldados se van, sus botas hacen eco en el pasillo, y
Hannah da un suspiro de alivio.
—Me disculpo por eso —le digo.
Subestimé completamente a la hembra humana. Pensé que
no era más que una transportista, pero sus aguas son
profundas. Sus habilidades de pilotaje son incomparables. La
forma en que controlaba la nave era pura poesía en
movimiento.
También siento un poco de vergüenza por mantenerla a mi
lado mientras tiene una familia de la que se está ocupando.
—Me aseguraré de que se te recompense por tus esfuerzos.
Viajarás a casa con una nueva nave y más créditos de los que
jamás necesitarás.
—No quiero una nave nueva. Quiero a mi Lance.
—Entonces repararemos esta nave. Viajarás a casa con mejor
aspecto que nunca.
—Si alguna vez viajamos a casa —ella murmura.
—Lo haremos. Lo garantizo con mi vida.
Esperaba ver a la hembra humana sonreír, pero en vez de
eso se levanta y se va de mi lado. Verla alejarse hace que mi
estómago se sienta débil, como nunca antes. Nunca he vivido
para nadie más que para mí mismo. Siempre me he
enorgullecido de mi fuerza, de mi autosuficiencia.
Página 72

Pero ahora, con todo mi poder, mis músculos, mi destreza,


no hay nada que quiera hacer más que hacer sonreír a esta
hembra humana,… y no puedo.
Vuelvo a ponerme la armadura, extiendo los brazos sobre
mi cabeza y me dirijo a los pasillos de la Lance, buscándola.
Encuentro a las dos hembras en la bodega de carga, teniendo
un acalorado debate.
—¡¿Vamos a qué?! —La voz chillona de Evelyn resuena en
el pasillo vacío.
—Sólo unas pocas horas más, lo prometo. Tenemos que
reunirnos con su rey, y luego estaremos de camino a casa.
—¿El maldito REY?
—Sí, el rey, y no, no fue idea mía.
—¿Y me prometes que iremos directamente a casa
después?
—Yo... espero que sí —le responde Hannah con
indecisión—. No está en mis manos.
—¿Qué pasó con 'tenemos que ir a ver a Brock de
inmediato'?
—¡Oye! —Exclama Hannah— Quiero volver a la Tierra
tanto como tú. No metas a mi hermano en esto, no es justo.
—¿Ahora lo haces? —Evelyn pregunta— ¿De verdad?
Permíteme recordarte que casi muero allí. ¡Uno de esos
monstruos espaciales estaba a casi tres centímetros de
morderme la cabeza antes de que tu amante saltara y salvara
el día!
—No es mi amante —sisea Hannah.
—¿No lo es? Entonces, ¿por qué lo miras así?
—¿Cómo qué?
—Como un cachorro enfermo de amor.
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—No lo hago.
—Así es —afirma Evelyn—. Entonces, ¿por qué lo
desnudaste y lo lavaste?
Las mejillas de Hannah se ponen rojas como el fuego: —
¡Estaba ayudando!
—Ayudándote a ti misma a aparearte, sí.
—¡Cállate! —exclama Hannah.
Me aclaro la garganta y ambos pares de ojos vuelan hacia mí,
cada uno lleno de una furia ardiente. He enfrentado la ira de mi
rey, de mis compañeros y de incontables monstruos antes,
pero nunca he retrocedido. Hasta ahora.
Enderezo mis hombros y doy un paso adelante.
—Asumo toda la responsabilidad —asevero—. Hannah y
esta nave están detenidas bajo mis órdenes. No las de nadie
más. No es su decisión.
—¿Cuánto tiempo llevas ahí parado? —Hannah pregunta.
—Lo suficiente para escuchar que mis órdenes son una
fuente de desacuerdo.
—Puedes decirlo así —murmura Evelyn.
—Serás libre de irte tan pronto como lo considere
aceptable... pero ni un momento antes.
—¡Eso es simplemente genial! —Evelyn exclama— Así que
sólo tenemos que esperar al próximo ataque, ¿es eso?
—Eso depende. ¿Quieres que te salve la próxima vez o no?
Evelyn mira al suelo, evitando mis ojos: —Oh, sí, gracias —
murmura antes de callarse.
Hannah suspira profundamente: —Ahora que hemos sacado
eso del camino, tenemos otro problema en nuestras manos. Ese
tipo —informa ella, señalando con el pulgar el tanque que está
detrás de ella—. Creo que necesita otra dosis de chocolate.
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Puedo sentir otro dolor de cabeza en camino.


—No voy a entrar ahí —sentencia Evelyn—. Oye Zoran,
quieres quedarte con él, así que ¿por qué no vas a alimentar
a la bestia?
—Te dirigirás a mí como general Drakan, humana —gruño.
—¿O qué?
—O te arrojaré allí con él.
—No te atreverías.
—Pruébame.
—Basta, ustedes dos —declara Hannah, colocando su
palma abierta en mi pecho—. Ya tenemos suficiente de qué
preocuparnos.
—Tu capitana tiene razón.
—Sí, sí —responde Evelyn—. No me inscribí para esto.
—Querías batallas espaciales —comenta Hannah—. Ahora
tienes a tus Zorans, tienes tus batallas espaciales... me parece
que estás consiguiendo todo lo que pediste.
—Supongo que es verdad lo que dicen —suspira la mujer
de cabello negro—. Ten cuidado con lo que deseas. Puede
que lo consigas.
—Yo lo hago —le digo—. ¿Tienes más chocolate?
Hannah se vuelve hacia su mecánica.
—Por favor, dime que has robado un poco.
—¿Por quién me tomas?
—Te conozco desde hace bastante… Confiesa.
Evelyn pone los ojos en blanco de forma exagerada antes
de irse. Regresa un momento después con un tarro de
chocolate líquido.
—Toma —dice mientras empuja el tarro contra mi pecho.
Le quito la tapa, y el dulce olor me da náuseas al instante.
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Nunca sabré cómo se considera esto un manjar.


—Hagamos esto —gruño.
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12. Hannah
Echo un último vistazo a Drakan antes de girar la rueda de
metal. Sostiene el tarro de chocolate como si fuera un balón
de fútbol, y está agachado como un corredor.
Si a los Zorans se les permitiera jugar al fútbol americano,
serían una sensación. Con su tamaño y fuerza, destruirían
cualquier equipo humano. ¡Ni siquiera los Luchadores de la
Federación, ganadores del campeonato CCXXXVIII, tendrían
una oportunidad!
Si todos los jugadores se vieran tan bien como Drakan,
podría sintonizarlos y verlos de vez en cuando.
—¿Listo?
—Listo —gruñe.
Giro la rueda de metal y el tanque se abre.
Instantáneamente siento que mis sienes palpitan de dolor, la
voz resbaladiza del Tyk'ix llena mi mente una vez más. El
alienígena intenta saltar, sus ojos rojos llenos de un odio
ferviente. El general avanza y le tira el chocolate a la cara
púrpura del Tyk'ix, rociándolo con el dulce.
El dolor retrocede tan rápido como llegó. Miro dentro del
tanque y veo que el alienígena ha caído de espaldas y está
engullendo todo el chocolate que puede, con sus pupilas tan
grandes como planetas.
—Eso funcionó —digo—. Si tan sólo tuviéramos más.
¡Podría ser nuestra arma secreta!
—¿Suficiente chocolate para drogar a todos los Tyk'ix? Eso
sería muy difícil —comenta Evelyn.
—No me importaría que centráramos toda nuestra
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producción en el chocolate, en vez de en las armas —afirmo—.


Ese es el tipo de mundo en el que quiero vivir.
—Espero que nos quede un mundo en el que vivir —gruñe
Drakan mientras ve al alienígena engullir el chocolate. Entra en
el tanque y se pone en cuclillas a su lado.
—Háblame de los Ygg —dice—. ¿Qué estaban haciendo aquí?
—Los Ygg —comenta el extraterrestre, su voz se desliza
como una serpiente—. ¡Una de nuestrasss mejoresss
creacionesss!
—¿Sus creaciones?
—Ssssí —sisea—. Los hicimos, los elevamos, los mejoramos.
¡Una de las mejores armas que hemos hecho!
—¿Por qué? —Drakan gruñe la pregunta— ¡¿Por qué creaste
tales bestias asquerosas?!
—Para debilitarloss a ustedes —responde el Tyk'ix, mientras
sus tentáculos se sumergen en el chocolate—. ¡Para distraerte!
El guerrero Zoran se levanta, con los labios apretados: —¡Por
Zora! —Gruñe— Todo este tiempo los calamares han estado
detrás de todo esto. ¡Nunca hubo una ‘zona cero’, un planeta de
donde todos vinieran, de una Reina Madre que terminara con
sus incursiones! Por cada colonia que destruimos, simplemente
creaban otra.
Sus ojos están llenos de fría furia.
—Si tienen este tipo de poder, la habilidad de jugar a ser
dioses... entonces Zora nos ayude a todos.
—Tal vez —intervengo—, ¿esta es otra oportunidad? Todos
los Yggs tienen una Reina, ¿verdad?
—Correcto —gruñe Drakan—. Cada colonia tiene una Reina
que los lidera. Sácala, y la resistencia de la colonia se
desmorona al instante.
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—¿Y si los Tyk'ix modelaron los Ygg según ellos mismos?


Si eliminamos al Cerebro Madre, podríamos eliminar la
amenaza de los Tyk'ix. Para siempre.
—Tal vez. Posiblemente. Es una apuesta.
—Uno que podría ganar la guerra.
—Dependerá del Rey Vinz decidir —dice—. Pongamos
rumbo al palacio.
★★★

La superficie de Exon Prime se eleva para saludarnos.


De nuevo.
Cuando aterrizamos antes para dejar nuestra carga, mi
mente estaba centrada en alquilar un lugar para mi hermano
pequeño. Ahora, me preocupan los asuntos de la guerra
interestelar.
Qué diferencia puede hacer una tarde.
Me paso las manos por el mono beige. Hay manchas de
chocolate por todas partes, y también unas gotas de sangre
de Drakan. Ni siquiera me atrevo a mirarme al espejo para
ver cómo está mi cabello. Seguro que es un desastre.
No me veo bien ni como para abrirle la puerta a un
repartidor, ¡mucho menos para conocer a la realeza
alienígena! Sin embargo, la CS Lance está aterrizando frente
al Palacio Real Zoran, donde el Rey Vinz espera.
La última vez que estuve tan nerviosa fue en el baile de
graduación. Sobreviví a eso bebiendo unos cuantos tragos y
bailando como una loca. Desafortunadamente, no puedo
aplicar esa misma estrategia esta noche. Con mi suerte y mis
habilidades de baile, seguramente eso se consideraría una
ofensa al trono.
Página 79

La nave retumba cuando aterriza en la superficie del planeta.


Hora del espectáculo.
—Ven —dice Drakan mientras me toma de la mano.
El general me lleva por el pasillo, donde nos espera una fila
de guardias reales. Todos tienen sus rifles apoyados en sus
hombros, en posición de firmes. Lo que más me llama la
atención son sus armaduras multicolor. Drakan y sus hombres
se visten de negro, las salpicaduras de color vienen de su
propia piel. Estos guardias reales parecen haber sido
sumergidos en un arco iris.
Drakan me sorprende mirando y se inclina: —Los muchos
colores representan al pueblo unido Zoran —me susurra.
Detrás de ellos, el palacio se eleva sobre nosotros. Es un
edificio magnífico, enorme, intrincadamente adornado y tan
dorado como el mismo sol. El general me lleva por una
alfombra púrpura, a través de un arco y dentro del palacio.
Evelyn nos sigue de cerca.
Mi corazón late dentro de mi garganta, y mis palmas están
sudorosas. Apenas noto los tapices en las paredes que
representan la historia de los Zoran, todo lo que puedo pensar
es en no hacer el ridículo. Nunca, ni en un millón de años, me
hubiera imaginado en esta situación. No sé nada sobre la
etiqueta real.
Dos grandes puertas de madera se abren, y Drakan nos lleva
a una habitación circular. Allí, en un trono, se sienta un hombre
de color plateado. Su estructura coincide con la de Drakan,
aunque este hombre parece un poco más viejo, como si la
presión de su posición lo hubiera envejecido.
Está rodeado por todos lados por Zorans de diferentes
colores. Veo rojo, azul, púrpura, oro.
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En el centro de la habitación se encuentra una imagen


holográfica gigante del propio Exon Prime, rodeada de
innumerables naves.
—¡No podemos permitirnos esperar! ¡Debemos atacar
ahora, aventurarnos a salir!
—¿Adónde, Koryn? ¿Hasta Xia V? ¿Dejar a Exon Prime
indefenso?
—No puedo sentarme y esperar como un blanco fácil. Eso
es lo que quieren que hagamos.
—¡No sabemos lo que quieren!
—Caballeros —dice Drakan. Su voz baja atraviesa la de
todos los demás, y todos los ojos de colores se dirigen a él. Y
a mí.
—Ah, General Drakan —saluda el hombre vestido con
armadura color plata.
Drakan se arrodilla y levanta las cejas hacia mí. Después de
un segundo de confusión, sigo su ejemplo.
¿No podría haberme advertido sobre esto? Teníamos
minutos de sobra cuando paseábamos por el pasillo. Un mal
comienzo...
—Levántate —ordena el guerrero alienígena de color
plateado—. Caballeros, este es el general Drakan, el guerrero
encargado de la defensa de nuestro planeta, mientras
nosotros deliberamos en el olvido. Así que asumo que el
general tiene una buena razón para abandonar su puesto en
un momento tan crítico.
—Mi rey —saluda Drakan—. He venido con noticias
importantes. Noticias que cambiarán todo. Le presento a
Hannah Kingsley.
Pone su mano en la parte baja de mi espalda, y cada
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persona en la habitación me mira directamente.


Me siento tan caliente que temo que estoy a punto de
explotar.
—H…hola —tartamudeo.
—Un paso adelante —exige el rey de color plateado. La
imagen holográfica de Exon Prime parpadea y desaparece—.
En el medio, para que todos podamos oírte.
Drakan asiente con la cabeza: —Diles lo que me dijiste.
Doy un paso adelante, tentativamente, cada músculo de mi
cuerpo no quiere nada más que salir corriendo por la puerta.
Mis ojos se mueven a través de la habitación, de un par de
ojos a otro. Todos son radiantes, todos de mirada severa,
aunque ninguno hace que mi corazón se agite como lo hacen
los de Drakan.
—Me llamo Hannah Kingsley —comienzo—. Entregué un
cargamento a Exon Prime hoy temprano, y cuando estaba de
regreso a la Tierra, me encontré con lo que parecía ser una
especie de lanzadera de escape. De acuerdo con la ley
interestelar, proporcioné asistencia, y tomé el transbordador a
bordo —Me lamo los labios agrietados. Puedo oír mi propia
voz resonar en las paredes de la habitación circular y me hace
sentir avergonzada—. Sin embargo, resultó ser un rabioso
Tyk'ix, que rápidamente nos atacó a mí y a mi tripulación.
Sobrevivimos gracias a un golpe de suerte. Los Tyk'ix son
vulnerables al chocolate, y eso es lo que transportábamos.
La habitación estalla en murmullos excitados.
—¡Tonterías!
—¡Increíble!
—¡Asombroso!
—¡Silencio! —Vinz brama, y la habitación está
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instantáneamente quieta: —Continúa.


—Conseguí encerrar al Tyk'ix en uno de los tanques de
almacenamiento que usamos para entregar el chocolate.
Antes de hacerlo, recibí una extraña... visión. Una que me
obligó a volver a Exon Prime para advertirles de lo que vi.
Puedo ver cómo sus cejas colectivas se elevan, y mi nivel
de confianza cae en picado. Los generales susurran entre
ellos, sin duda hablando de lo lunática que soy. Por suerte,
Drakan da un paso adelante y se dirige a la sala.
—Hannah arriesgó su vida para traernos esta información.
Podría haber regresado fácilmente a la Tierra, sin que nadie
se diera cuenta. Sin embargo, eligió venir aquí, y ayudarnos.
Por lo que a mí respecta, es una maldita heroína, y respondo
por cada una de sus palabras.
Apenas puedo creer las palabras que salen de los labios del
general. ¿Es el mismo hombre que fue tan duro conmigo?
¿Qué no escuchó ni una palabra de lo que dije?
—Cuéntales tu visión, Hannah.
Respiro profundamente y les cuento todo. El cerebro
gigante, los tubos, el propio sol desapareciendo en una bola
de fuego del infierno. Cuento cada detalle tal y como lo
recuerdo.
Los generales Zorans están en silencio mientras me
escuchan. Al principio sus ojos se llenan de incredulidad,
luego de asombro, y al final de mi historia, de horror.
Cuando termino, un silencio cae sobre la habitación, y veo
a los señores de la guerra intercambiar miradas
significativas. El Rey Vinz se levanta de su asiento y se
inclina: —Gracias por compartir sus visiones con nosotros,
Hannah Kingsley. Estamos en deuda contigo.
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Devuelvo la reverencia.
—¿Qué dices, Vinz? —Drakan dice— ¡Debemos comenzar la
evacuación inmediatamente!
—¡¿Y abandonar nuestro hogar ancestral?! —exclama uno de
los generales.
—¡Sí! —Drakan afirma con decisión— ¡Para salvar a nuestra
especie!
—Blasfemia —gruñe otro guerrero.
—Lo tendré todo en cuenta —declara Vinz—. Gracias por el
mensaje, Drakan.
—¿Qué? —Pregunta— ¿Debatirás un poco más?
—Correcto, General.
El guerrero de color rojo se da un golpe en los puños: —¡Es
hora de la acción!
—Esta es una decisión importante, Drakan. La más
importante de mi vida, de hecho. Debemos elegir con cuidado.
Abandonar nuestro hogar no es algo que se haga a la ligera.
Recuerda que, si todos nos movemos, somos un blanco muy,
muy fácil.
—Debate lo suficiente, y no tendrás que tomar esa decisión.
Los Tyk'ix vendrán y la tomarán por ti, borrándonos a todos de
la faz de la galaxia.
Los ojos azules de Vinz se vuelven fríos como el hielo: —Ese
es un riesgo que tengo que tomar.
Drakan levanta las manos en el aire con frustración: —¡Esto
es una tontería!
—No faltes al respeto al consejo —gruñe un Zoran de color
púrpura mientras se levanta de su asiento—. O puedes esperar
tu profetizado fin del mundo abajo en las mazmorras.
—¡Basta! —Vinz brama, golpeando su reposabrazos con su
Página 84

puño—. Drakan, muestra a nuestras invitadas sus


habitaciones. Tenemos mucho que considerar.
Drakan me lleva afuera con el ceño fruncido. Las
gigantescas puertas de madera se cierran de golpe detrás de
nosotros, el sonido resuena en la sala vacía.
—Lo siento —le digo en voz baja.
—No, yo soy el que lo siente —gruñe—. Te he traído aquí
en contra de tu voluntad, pero el consejo de los llamados
generales prefiere debatir sobre la inexistencia que tomar las
decisiones difíciles pero necesarias.
—¿Así que podemos irnos ahora? —Evelyn interviene—.
Hannah dijo que tienes la carga con el Tyk'ix justo afuera...
cumplimos con nuestra parte del trato. Sólo porque esos
tipos quieran quedarse, no significa que nosotras tengamos
que hacerlo. ¿Verdad?
Los labios de Drakan se jalan en una línea apretada.
—No —afirma—. Necesitan escuchar su testimonio de
nuevo. Tenemos que convencerlos. No pueden irse.
La cara de Evelyn se pone roja de ira, y puedo sentir el
oscuro pozo de mi estómago apretarse.
Esto está lejos de terminar.
Página 85

13. Drakan
Guío a las dos hembras humanas a sus habitaciones. Los
pasillos del palacio están desiertos. Normalmente son un
centro de actividad, con diplomáticos, guardias y sirvientes por
todas partes, pero ahora cada hombre sano está tripulando un
crucero o sirviendo a bordo de un destructor.
Evelyn cierra de golpe la puerta de su habitación delante de
nosotros con vapor que le sale por los oídos. Tengo en mente
una habitación especial para Hannah, más abajo en el pasillo.
—Aquí está —le digo mientras abro la puerta—. Tu
habitación.
Su boca se abre.
—E… esta es una habitación adecuada para una princesa —
tartamudea.
—Lo fue, una vez —le comunico—. Puedes encontrar todo lo
que necesitas aquí. Si necesitas algo, estaré en la puerta de al
lado.
—¡Oh, Dios! —, jadea, poniendo sus manos frente a su cara.
—¿Qué?
—¡Estoy horrible!
Frunzo el ceño: —¿De qué estás hablando?
Señala el espejo gigante en el otro extremo de la habitación,
con los ojos hacia abajo.
—Me veo como un desastre. No puedo creer que me hayas
dejado hablar delante del consejo con este aspecto.
Doy un paso más e inclino su barbilla hacia arriba con mis
dedos: —Te ves hermosa para mí —gruño.
Me mira con esos grandes ojos azules suyos. Su mejilla está
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manchada, su cabello revuelto, pero nunca he visto a nadie


más atractiva.
Los labios de Hannah se separan un poco, como si
estuviera lista para discutir conmigo, pero su aliento vacila.
Sus gruesos, rojos, besables e irresistibles labios.
Los mismos que me han hablado con tanto descaro, tanta
insolencia. Al principio me enfureció, pero ahora, no quiero
nada más que inclinarme y besarla.
Así que lo hago.
Envuelvo un brazo alrededor de su cintura y el otro
alrededor de su cuello mientras la beso, mis labios
encontrando los suyos, mi lengua está rozándolos, un calor
indescriptible se apodera de mí. Mis dedos se entrelazan con
su cabello mientras compartimos el beso más apasionado de
mi vida.
Mi cuerpo parece arder tan brillantemente como el sol. Mi
piel se estremece, mi armadura se siente apretada, y mi
cuerpo anhela su tacto. Siento su resistencia derretirse
mientras mi lengua explora su boca. Un suave gemido se
eleva desde la parte posterior de su garganta, y es música
para mis oídos.
La agarro por su cintura y la levanto sin esfuerzo, con las
palmas de las manos apoyadas en su bien formado trasero.
Ignoro el dolor de mis manos aún heridas, porque la
sensación de sus piernas envueltas alrededor de mi cintura y
mis dedos agarrando su suave piel vale más que la pena.
Los fuegos artificiales explotan en mi mente. Su sabor, su
olor, su tacto, el hambre, la necesidad toma el control.
Debo tenerla.
Ahora...
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Cierro la puerta de una patada y la arrojo a la cama grande.


Su mirada de asombro, su pecho se eleva con cada respiración.
Con un movimiento de mi muñeca mi armadura cae al suelo,
exponiendo mi cuerpo completamente desnudo a la hembra
humana. Sus ojos se abren aún más al escanear mi cuerpo
esculpido, y no puede reprimir un repentino jadeo cuando sus
ojos se posan en mi dura polla. Se muerde el labio inferior, sus
ojos brillan con excitación.
Me abalanzo sobre ella, mi boca encuentra su boca, su cuello,
su oreja, besando, mordisqueando, sintiendo. Su olor, su
cuerpo, su calor me vuelve loco.
Tengo que probarla.
Mis manos se agarran a su traje beige y lo arrancan,
poniendo a mi disposición su hermosa figura de cuerpo entero.
Hannah grita, se le forma un rubor en las mejillas, e
instintivamente trata de cubrirse.
No puedo permitirlo.
Con una mano sostengo sus dos manos sobre su cabeza
mientras con la otra le arranco el sostén de un solo golpe. Sus
pechos cremosos y desnudos aparecen, y la vista de sus
pezones hinchados y sus areolas rosas hace que mi polla
palpite con excitación.
Entierro mi cara en ellos, mientras mis manos se deslizan por
su suave cuerpo, mis dedos acariciando su piel. Beso sus
pechos, su estómago, bajando cada vez más.
Sus manos se mueven hacia la parte de atrás de mi cuello y
Hannah aprieta sus piernas, pero yo las abro.
—Eres mía —le gruño—. Todo de ti.
Agarro sus bragas con mis dientes y las jalo hacia abajo. Su
aroma me rodea y me embriaga. Quiero ahogarme en ella.
Página 88

Se ruboriza, pero no me detiene cuando paso mi lengua


por sus labios ya mojados.
Hannah se estremece de placer, suaves gemidos salen de
sus labios mientras el sabor de su dulce néctar llena mi boca.
Quiero más.
Beso, toco, siento, lamo sus jugos con abandono, mi lengua
está entrando en ella, mis manos tocando sus muslos, su culo,
cualquier cosa que pueda conseguir con mis fuertes manos.
Cierro los ojos y me pierdo completamente en ella.
He encontrado el cielo.
Página 89

14. Hannah
La sensación de la lengua experta de Drakan es
indescriptible. Llega a lugares que no sabía que existían. Mis
dedos se curvan, mi aliento vacila y mi corazón late como un
martillo neumático mientras me lame por todas partes
apasionadamente.
Y quiero decir por todas partes.
Es como un Zoran poseído. Sus fuertes manos recorren mi
cuerpo, apretando, agarrando y tanteando mientras me
reclama con esa poderosa lengua suya.
Nunca he sentido nada ni remotamente parecido a esto.
Esos traviesos y amarillos ojos suyos me miran, observando
cada uno de mis movimientos, viendo cómo cada balanceo de
su lengua me afecta. Mis ojos se ponen en blanco cuando besa
mi clítoris, y esto no se le escapa.
Dobla sus esfuerzos, su experta lengua me vuelve loca. En
menos de un minuto estoy agarrando un puñado de sábanas y
mordiéndome el labio inferior para evitar gritar su nombre.
Mi visión se reduce a estrellas, y todos los sonidos se
desvanecen también. Sólo hay un poderoso y sexy guerrero
entre mis piernas que está a punto de darme un orgasmo que
sacude la tierra.
Me entrego al sentimiento.
Dejo que las olas de placer caigan y me bañen. Ola tras ola de
felicidad irradia desde mi corazón, hasta las puntas de los
dedos de los pies. Intento cerrar mis piernas, para alejarlo,
pero Drakan no se mueve.
Sigue besando y lamiendo, cada suave toque hace que mis
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piernas tiemblen.
—P… para —tartamudeo—. P… por favor, p… para.
Él levanta la vista, sus cejas se levantan de manera
inquisitiva.
—Ven aquí —le pido, abriendo bien los brazos.
No necesita una segunda invitación. El desnudo guerrero
Zoran de color rojo fuego salta y se me echa encima, su fuerte
y amplio cuerpo me aplasta, pero en el buen sentido.
Sólo está él.
Su cuerpo caliente y desnudo toca cada centímetro de mí.
Envuelvo mis piernas alrededor de su cintura, acercándolo
aún más. Todo mi estrés se desvanece cuando siento su
cuerpo sobre el mío. La flota, la guerra, el peligro en el que
estamos, todo se reduce a un ruido de fondo. Mi atención se
centra únicamente en Drakan. En la sensación de su cálida
piel, de su aliento en mi cuello, en su dura y palpitante polla
presionando mis sensibles labios.
El guerrero hunde sus dientes en mi hombro mientras
empuja sus caderas, su enorme polla está entrando en mí.
Mis ojos se abren de par en par cuando siento su
circunferencia llenándome.
Tartamudeo su nombre mientras siento su polla hundirse,
centímetro a centímetro. Su boca encuentra la mía y nuestras
lenguas se entrelazan mientras nuestros cuerpos se vuelven
uno.
Puedo sentir cada centímetro, cada pulsación, cada vena,
cada latido.
Un placer incalculable se apodera de mí mientras el
guerrero de tono rojo fuego Zoran me folla. Su amplio pecho
y sus hermosos tatuajes están cubiertos por un brillo de
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sudor mientras golpea cada centímetro de sí dentro de mí,


dándome lo que siempre he deseado, lo que siempre he
necesitado.
Engancho mis piernas alrededor de su cintura, acercándolo,
mis pies descansan en su culo esculpido. Una vez más mi visión
se convierte en estrellas.
En un movimiento fluido Drakan se da la vuelta, de modo que
estoy sentada encima de él, su miembro aún está muy dentro
de mí. Sus manos se mueven hasta mi cintura y me levanta sin
esfuerzo, antes de volver a bajarme sobre su eje.
Por primera vez en mi vida me siento ingrávida. Puedo sentir
cada centímetro de él perfectamente mientras su polla se
desliza hacia atrás, lo cual es alucinante, pero lo que más me
gusta es que puedo verlo perfectamente en esta posición.
Está tendido en la cama y puedo ver sus abdominales
perfectamente definidos, sus increíbles tatuajes, sus anchos
hombros, pero, sobre todo, me atraen sus ojos.
Están llenos de placer, y están pegados en mí. Ver cuánto
puedo complacer al guerrero Zoran es insanamente
gratificante. Me siento poderosa, querida, amada, cuidada y
protegida, todo a la vez.
Descanso mis palmas en su pecho, sintiendo sus latidos
mientras su gran polla me llena.
—¿Vas correrte dentro de mí? —Le pregunto.
Sólo pensarlo me hace sentir una gran emoción en la espalda.
Nuestros cuerpos se sienten como si estuvieran hechos el uno
para el otro, así que no puedo pensar en ningún lugar donde
quisiera que terminara más que en lo profundo de mí.
Sí, sé que no estamos usando protección, y eso sólo hace que
lo quiera más.
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Sus ojos brillan con lujuria: —Sí —gruñe, su voz baja y


animal.
—Hazlo —jadeo—. Por favor. Lo quiero.
Mis súplicas sin sentido por su semilla Zoran envían a
Drakan al límite, se vuelve completamente salvaje. Una mano
me agarra por detrás del cuello mientras que la otra agarra
mi culo desnudo, sujetándome con fuerza mientras clava
cada centímetro de su gruesa polla en mí.
Cierro mis ojos en éxtasis mientras siento cada centímetro
de él dentro de mí. Me besa, obligándome a abrir los ojos, a
mirar fijamente a los suyos mientras siento su polla crecer
aún más dentro de mí.
—¡Sí! —gimo—. ¡Hazlo!
Me estrella con su polla una última vez antes de explotar
en mi interior con un rugido apasionado y animal. Gruñe mi
nombre mientras siento su pene explotar. Siento cada
pulsación, cada chorro de su semilla Zoran llenándome.
El sentimiento me lleva al límite y me corro al unísono con
él, mi boca en la suya, mi lengua encontrando la suya, mi
mente y mi alma perdidas en una neblina sexual.
Me derrumbo encima de mi guerrero Zoran, mi compañero
predestinado, mi amante intergaláctico. Sus brazos
envuelven fuertemente los míos y por primera vez en mucho
tiempo me siento completamente a salvo, completamente
segura, completamente amada.
De hecho, creo que nunca antes había sentido esto.
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15. Hannah
Lentamente abro los ojos y veo rojo.
Un hermoso pecho, rojo como un rubí, con líneas negras
dibujadas en él en intrincados patrones.
Me doy cuenta de que estoy desnuda y descansando sobre el
cuerpo desnudo de Drakan. Las mantas me cubren, y nunca
antes me había sentido tan cómoda. Mientras los recuerdos de
anoche me inundan, siento que mi cara y mi pecho empiezan a
sonrojarse.
No puedo creer que dejé que el dominante general Zoran, me
tomara así. Tampoco imaginé que me gustaría tanto. En el
momento en que nuestros labios se encontraron, toda mi
resistencia se desvaneció. Estaba cansada de correr, cansada
de luchar contra mi atracción por el arrogante, terco, engreído,
y hermoso general Zoran.
Me rendí. En cuerpo y alma.
Al principio pensé que sólo iba a ser una aventura de una
noche, sólo una forma de que ambos sacáramos la tensión de
nuestros sistemas, pero la forma en que me miró a los ojos, la
forma en que me besó, la forma en que se sintió su cuerpo
encima del mío... el guerrero conquistó mi corazón.
Nunca antes me había sentido tan cercana, tan íntima con un
hombre. Como si conociera todos mis secretos, me conociera
mejor que yo misma, y me aceptara completamente.
Me pregunto si él siente lo mismo por mí.
—¡Buenos días! —gruñe el general mientras me besa la
cabeza. Su fuerte mano se desliza por la parte posterior de mi
cuerpo, ahuecando mi culo desnudo en sus palmas.
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—Buenos días —susurro, mis dedos trazando círculos en


su pecho.
—¿Qué tienes en mente?
—Nada.
—No me mientas —dice, apretándome.
—Sólo estaba pensando.
—Acerca de anoche.
—Sí —le respondo.
—¿Y cuáles son tus pensamientos?
Miro a Drakan con mi corazón está latiendo en mi
garganta. Aquí voy: —¿Qué significo para ti? —Pregunto, las
palabras saliendo todas a la vez —¿Soy sólo otra conquista,
o...
Sus radiantes y amarillos ojos me sonríen, como si dijera la
cosa más tonta del mundo. Se ríe, su cálida voz resonando en
las paredes.
—¿Qué es tan gracioso? —Le pregunto, mi cara se pone
roja. ¿Le parece gracioso pensar que somos una pareja?
Por supuesto que lo es. ¿Cómo puedo ser tan estúpida como
para enamorarme de un Zoran, un guerrero, un
general...?
—No eres otra conquista, Hannah. Eres mi única
conquista.
—¿Tu única...?
—Sí —asiente con la cabeza.
—¿Significa eso que...
—Eres la única mujer con la que he estado —asegura—. Y
la única con quien siempre estaré.
Mi corazón salta un poco cuando escucho sus palabras. ¿Lo
escuché correctamente?
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—¿L.. la única? —Vuelvo a tartamudear, no creo en las


palabras que estoy escuchando.
—La única —gruñe—. ¿Cómo puedo dejarlo más claro,
mujer?
—Está claro —afirmo—, me cuesta creerlo.
—¿Por qué?
—Porque eres hermoso, poderoso, sexy, un líder talentoso y
un animal salvaje en la cama.
Levanta las cejas: —¿Es eso bueno?
—Es más que bueno —me río—. Es increíble.
—Lo creas o no, es verdad.
—¡Vaya! —exclamo, apoyando mi cabeza en su pecho— Bien.
—Nunca he tenido tiempo para una compañera —me
confiesa Drakan—. He pasado mi tiempo entrenando,
peleando, esculpiendo mi cuerpo.
Le paso la mano por sus abdominales, dándome cuenta de lo
afortunada que soy. El guerrero más feroz de la galaxia, y es
todo mío.
—¿Nunca tuviste, ya sabes, impulsos? —Le pregunto.
—No —asevera decididamente—. No hasta que te vi.
Mi corazón se salta un latido.
—Cuando te conocí... todo cambió.
Puedo sentir su polla presionando mi estómago, el miembro
se endurece cada vez más, como para ilustrar su punto. Me doy
la vuelta y paso los dedos por su longitud. Puedo sentir las
grandes venas que corren por su polla, pulsando con energía.
—Dime más —susurro en su cuello mientras envuelvo mis
dedos alrededor de la base de su polla. Mis dedos apenas se
cierran alrededor de su enorme circunferencia.
Me sonríe mientras lo acaricio: —Cuando te vi, supe que
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debía tenerte. Intenté luchar contra ello, pero no pude.


—Un gran y fuerte guerrero como tú no pudo resistirse,
¿hmm?
—No —sonríe—. Tus curvas, tu cuerpo, lo necesitaba. Lo
necesito todavía.
—¿Qué te gusta de mí?
—Todo —él gime. Miro hacia abajo para ver una gota de
fluido preseminal formándose en la brillante y amarilla
cabeza de su polla Zoran—. Tus caderas. Están hechas para
tener bebés Zoran.
Una emoción recorre mi columna vertebral. Tener a su
hijo... se corrió dentro de mí sin protección. Simplemente
podría suceder.
—Tu culo está hecho para ser azotado —continúa,
abofeteando mi culo desnudo para establecer su punto—.
Tus pechos están hechos para ser chupados. Y tus labios...
Lo acaricio cada vez más rápido, usando las dos manos
ahora. Se vuelven borrosas. Las caderas de Drakan
corcovean, su voz disminuye, reducida a gemidos mientras lo
acerco más y más al orgasmo. Observo cada uno de sus
movimientos, veo como sus ojos se cierran y sus labios se
curvan. Me gusta darle placer, ver cómo se mueve y se
retuerce hasta que se suelta, hasta que se entrega
completamente a mí.
—¿Qué pasa con mis labios?
—Están hechos para ser besados —gruñe—. Ven aquí.
Me inclino y planto mis labios firmemente en los suyos: —
Están hechos para más que eso —susurro con una sonrisa
pícara antes de sentarme sobre mis rodillas.
—¿Qué estás...? ¡Oh!
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El bajo gruñido de Drakan es reemplazado por un gemido


animal mientras me inclino y tomo la cabeza amarilla brillante
de su polla, reluciente como un diamante, en mi boca. Tengo
que estirar los labios lo más posible, pero me las arreglo.
Su sabor me llena, es dulce y adictivo. Cierro los ojos y lo
llevo tan lejos como puedo, saboreando la sensación de su
palpitante hombría en mi lengua.
Es mi turno de gemir cuando de repente levanta mi cintura
hacia arriba y me baja sobre su rostro, de modo que estamos
en una posición de sesenta y nueve. Mi boca se abre cuando
pasa su lengua por mis sensibles labios.
—Q… quería complacerte —tartamudeo—. Es mi turno.
—Tu sabor me complace —gruñe antes de volver a meter la
lengua en mí, exigiendo otro gemido sin sentido.
¿Cómo podría ser yo la primera? Drakan es más aventurero
y más hábil que cualquier hombre que haya conocido. Es como
si conociera mi cuerpo mejor que yo misma.
En un minuto siento que mi orgasmo se construye, la bola de
placer en mi núcleo se hace cada vez más grande, como una
supernova a punto de explotar. Mis ojos están cerrados, mis
labios envueltos alrededor de la polla de Drakan mientras me
lleva a los altos cielos.
Puedo sentirlo latir y pulsar contra mi lengua, su dulce sabor
llenando mi boca. Su polla se endurece, y sé lo que significa.
Su dulce liberación.
—¡Hazlo! —gimo, mi voz amortiguada.
Mis manos lo acarician lo más rápido posible, mi lengua está
golpeando la cabeza sensible y brillante. Con un poderoso
rugido que puedo sentir en todo mi cuerpo, él se viene, sus
piernas tiemblan, sus dedos se hunden en mi suave piel
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mientras entierra su lengua muy dentro de mí.


Envuelvo mi boca alrededor de la cabeza y tomo su carga
ardiente. Trago tanto como puedo, pero él se sigue corriendo
y corriendo, una carga tras otra. Es demasiado. Gotea por mi
barbilla, y por su enorme longitud.
Todo el tiempo no deja de besarme y lamerme el coño ni
un segundo. La intensa sensación, mezclada con el sabor
adictivo de su semilla y la atractiva vista de lo que gotea a lo
largo de su polla me pone al límite. Estallo en ese momento y
mi visión es reducida a estrellas.
Esto es tan malditamente travieso, tan lujurioso, tan bueno
que me pierdo completamente.
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16. Drakan
—Por favor —ruega Hannah—. No más. Tengo que comer.
Por favor.
—Pero apenas estamos empezando —gruño.
—¿Empezando? ¡Dios mío! —Jadea ella— Eres un animal.
Paso mis manos por su cuerpo desnudo. Me encantan sus
curvas, su suavidad. Amo cada maldita cosa de ella.
Nunca quise una compañera. Nunca busqué una. Viví para la
batalla. ¿Y ahora? No puedo imaginarme estar en otro lugar
que no sea aquí en la cama con Hannah.
En el fondo de mi mente, sé que estamos en peligro. Sé que el
enemigo está en camino, que el desastre podría ocurrir en
cualquier momento.
Si tuviera que morir, preferiría que fuera en medio de la
pasión con Hannah debajo de mí.
Mientras esté con ella, todos los problemas, la guerra, el
peligro... se desvanecen. Ya no es mi problema. Está en manos
del rey ahora.
Ella se levanta de la cama y admiro su hermosa forma
desnuda. Nunca he visto nada que me guste más.
—¿Qué estás mirando? —pregunta, nuestras miradas se
encuentran a través del espejo al otro lado de la habitación.
—La perfección.
Pone los ojos en blanco: —Eres un lisonjeador.
—Pensé que era un animal.
—Tú, Drakan, eres muchas cosas.
Hannah entra en el baño, y un momento después oigo la
ducha corriendo. A regañadientes me levanto de la cama y me
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pongo la armadura. Tengo que luchar contra las ganas de


meterme en la ducha y aparearme con ella bajo los cálidos
chorros.
Mi comunicador emite un pitido en el momento en que me
lo pongo en la muñeca.
—Drakan aquí —respondo.
—General —contesta Janko—. Estará mejorando las
relaciones intergalácticas, supongo.
—Me conoces. Un diplomático nato.
—Sí. Por supuesto —Sólo por su voz sé que está tratando
de mantener la cara seria... y fallando miserablemente.
—¿Cómo está la situación allí arriba, Janko?
—Tensa —comenta él—. No hay contacto con el enemigo.
Todo el mundo está esperando. ¿Cómo fue la reunión?
—Voy a ver a Vinz ahora mismo. Informaré cuando sepa
más.
—Lo tengo. Cambio y fuera.
Me paseo por los pasillos vacíos del palacio y abro la
puerta de la sala del consejo.
Para mi sorpresa, la sala está llena hasta el borde. Los
generales y consejeros están todos en sus asientos, en la
misma posición en la que los dejé ayer. Sus ojos cansados se
vuelven hacia mí cuando la puerta se abre con un chirrido.
—Drakan —me saluda Vinz—. ¿Tienes noticias?
—¿Qué es esto? —Le pregunto— ¡¿Han deliberado durante
toda la noche?!
—Lo hicimos —responde mi rey.
—¿Y qué han decidido?
—Aún no se ha tomado una decisión final —responde
solemnemente.
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—Debes estar bromeando.


—Nunca bromearía sobre algo tan serio, General.
Instantáneamente me siento terrible por haber perdido toda
una noche en medio de la pasión mientras debería haber
tratado de convencer a mi rey de la decisión correcta. Pensé
que llegaría a la conclusión correcta por sí mismo, pero parece
que el peso de la decisión lo debilita.
Mis sienes palpitan de rabia, y mis puños se cierran. La idea
de que Hannah muera en la próxima batalla porque los
generales tienen un apego sentimental a su gran roca me llena
de una furia desenfrenada.
—Nos condenan a todos a la muerte por su inacción —digo,
dirigiéndome a todo el consejo—. El tiempo de deliberación ha
terminado. Ha llegado el momento de la acción.
—¿Sacrificarías nuestro planeta? —pregunta uno de los
generales.
—Salvaría a nuestra especie —le respondo.
—Has dejado que la fiebre de apareamiento se apodere de ti
—alguien más gruñe.
—¿Quién dijo eso? —Gruño— Da un paso adelante.
La habitación se queda en silencio. Eso es lo que yo pensaba.
A pesar de mi enojo, el comentario insultante puede tener un
toque de verdad. Definitivamente me siento cambiado en
cierto modo.
Siempre he vivido mi vida al servicio del pueblo Zoran. Me
enorgullezco de ello. Ahora, sin embargo, me doy cuenta de que
salvar la vida de Hannah se ha convertido inconscientemente
en mi prioridad número uno. ¿Creo que una evacuación a
nivel mundial es la opción correcta porque realmente lo
es… o porque es más probable que mantenga a Hannah a
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salvo?
Salgo de la habitación enfadado, cerrando la puerta detrás
de mí. Necesito encontrar a Hannah. Necesita convencer al
consejo. Si no atienden razones... podría tener que desafiar
sus órdenes y comenzar una evacuación de todos modos.
Mi comunicador pita una vez más. Janko otra vez.
—¿Sí? —Gruño.
—Recibimos un mensaje entrante —me informa mi
segundo al mando—, dirigido a Hannah.
—¿De quién?
—Un humano llamado George Pullman. Un hombre vulgar.
Tenía algo urgente que decir sobre Brock Kingsley.
El hermano pequeño de Hannah.
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17. Hannah
—¡No puedo creerlo!
—¿Qué? —Le pregunto— ¿Cómo?
—No te hagas la tímida conmigo —dice Evelyn—. Sé
exactamente lo que hiciste.
—No, no lo sabes.
—Oh, por favor. Está escrito en tu cara.
—Honestamente, no tengo ni idea de lo que estás hablando
—miento mientras revuelvo mi té. ¡Estas cosas de Key y Bey
son una ganga!
—Deja de mentirme. Caminas de una manera muy
despreocupada. Y has estado sonriendo como un idiota toda la
mañana. Lo reconozco cuando lo veo. Lo hiciste.
—¿Hice qué?
—¡Drakan! ¡Lo hiciste con Drakan!
—Por qué, yo nunca... —finjo protestar.
—Eres una pésima mentirosa —declara Evelyn mientras
cruza los brazos sobre su pecho—. ¿Cómo pudiste?
—No veo cuál es el problema —respondo antes de tomar mi
té.
Después de una mañana agitada, logré finalmente alejarme
de Drakan después de que me hizo tener orgasmos más veces
de las que pude contar. Es insaciable. Lo único que me impidió
quedarme en la cama todo el día fue el hecho de que necesito
comida para sobrevivir.
Y encontré a Evelyn esperándome, mirándome
incesantemente, en la mesa de desayuno del salón principal. La
mesa de madera gigante es más apropiada para un festín que
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una taza de té y unos panqueques, pero servirá.


—Estás bromeando, ¿verdad? —Evelyn resopla— ¡Nos
secuestró! ¡¿Robó nuestra nave, nos trajo aquí, y tú le
recompensas por ello?!
—Está tratando de salvar su mundo —le recuerdo—
¿Puedes culparlo?
—Puedo y lo hago —asevera ella—. No tenemos nada que
ver con este mundo.
—Tú eras una de las que deseaba mucho visitar Exon
Prime. ¡Estamos en el maldito palacio! ¿No es esto lo que
querías?
—No así —responde—. Te das cuenta de que este mundo
podría ser destruido en cualquier momento, ¿verdad? ¿Qué
estamos en peligro mortal?
—No necesariamente —le respondo—. Mis visiones
podrían estar equivocadas. Podría haber sido sólo una
extraña pesadilla.
Ni siquiera yo misma me lo creo. Sé que estamos en
peligro, y por eso entregarme a Drakan y a mis propios
deseos es tan atractivo. De esa manera, puedo olvidarme
temporalmente del hecho de que tal vez nunca vuelva a ver a
Brock. Por un breve momento, puedo disfrutar de mí misma,
sin el peso del universo sobre mis hombros.
—Ah, ustedes deben ser Hannah y Evelyn.
Una voz extrañamente familiar llega a mis oídos. Es...
¡humana! Me doy la vuelta para ver a dos hermosas mujeres
terrestres paradas en la puerta.
Túnicas de colores brillantes adornan sus pesados cuerpos
de embarazadas. Mi boca se abre cuando me doy cuenta de a
quién estoy mirando.
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¡La jodida Jillian Archer y Kelly Graham!


¡Curaron la tos negra! ¡Hicieron una alianza con los
Zoran! Fueron las primeras humanas en aparearse con los
guerreros alienígenos. Son nada menos que la realeza
intergaláctica.
Intento saludarlas, pero todo lo que sale de mi boca es
tartamudeo y balbuceo. Mis mejillas se ruborizan y mi
estómago está hecho un nudo. ¡Estoy más nerviosa que
cuando tuve que enfrentarme a la sala llena de generales!
—Soy Jillian —se presenta, inclinando la cabeza—. Y ella es
Kelly.
—L… lo sé —tartamudeo.
¿Lo sé? ¿Es lo mejor que puedo decir?
—Quería agradecerte personalmente —comenta Jillian—.
Escuché que volviste con un mensaje importante para el
consejo. Todos lo apreciamos mucho.
—No hay problema —afirma Evelyn.
Me dirijo a mi mejor amiga y levanto las cejas. ¿No hay
problema? ¡Me estaba maldiciendo hace sólo un segundo!
Un niño pequeño, la cosa más linda que he visto, entra
corriendo a la habitación y se congela cuando nos ve.
Rápidamente vuelve corriendo y se esconde entre las piernas
de Jillian.
—No seas tímido ahora, Aidan. Estas son nuestras amigas.
El chico se asoma por debajo de su túnica. Tiene la piel de
color plateado de un Zoran, pero los grandes ojos color
avellana de Jillian. Es una hermosa combinación.
—¿Es...?
—El pequeño príncipe heredero —dice Jillian—. Es un poco
tímido con los extraños.
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Un escalofrío recorre mi columna vertebral. Podría muy


bien estar llevando un pequeño niño como ese dentro de mí
en este momento. Un hermoso bebé Zoran.
Ya tengo bastantes problemas para cuidar a Brock. Un niño
alienígeno no encaja en mis planes. Sin embargo, si tuviera a
Drakan a mi lado, podríamos encontrar una manera de hacer
que todo funcione.
Si ambos vivimos para ver el final de esto, por supuesto.
Ese pensamiento hace que la boca de mi estómago se haga un
poco más pesada.
—Ahí estás.
Hablando del diablo. Reconocería el gruñido bajo de
Drakan en cualquier lugar. Aparece detrás de las dos
mujeres, con el ceño fruncido en su cara.
—Tengo un mensaje de la Tierra... —me informa.
¿De la Tierra? Eso sólo puede significar...
—Sobre Brock.
Mis manos se enfrían y mi cara pierde todo su color. El
ceño fruncido de la cara de Drakan me hace temer lo peor.
—¿Q... qué es? —Tartamudeo.
—Sígueme.
Me disculpo y sigo a mi compañero al pasillo. Tengo que
correr para seguirle el ritmo, tengo que dar dos pasos por
cada uno de los suyos, y él está caminando a zancadas por el
pasillo.
—El consejo no tomará una decisión —gruñe—. Cada
minuto que pasa es uno menos en la evacuación. Tienes que
convencerlos.
—¿Qué tiene que ver esto con mi hermano?
—Nada —responde mientras abre la puerta de mi
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dormitorio—. Pero es importante. Puedes ver el mensaje en mi


comunicador —dice mientras me entrega su comunicador de
muñeca—. Te daré un momento a solas.
Mi corazón late como un tambor. ¿Para qué se necesita toda
esta privacidad?
Con mis manos temblorosas presiono play.
El holograma de mi vecino de al lado en la Tierra, George
Pullman, llena la habitación. Puedo ver perfectamente las
profundas líneas de su cara, las arrugas alrededor de sus
sienes. Sus labios son delgados, sus ojos entrecerrados.
—Hannah —habla con gravedad—. Espero que este mensaje
te llegue lo antes posible. Brock, él... —La voz de George se
desvanece. Se traga el bulto en su garganta y empuja sus
hombros hacia atrás— Se escapó.
George sigue hablando, pero yo me quedo fuera por un
momento, mi corazón se salta un latido. El tiempo parece
disminuir. ¿Mi hermano pequeño se escapó? ¿Así que está
ahí fuera, en algún lugar de la mega ciudad, solo? Es sólo un
niño, sólo tiene diez años; no puede sobrevivir por sí mismo.
—Brock se metió en una pelea en la escuela. No sé por qué,
pero ya sabes cómo puede ponerse, con sus berrinches. Se
escapó después, y, bueno, nadie lo ha visto desde entonces. He
alertado a la policía, y lo están buscando mientras hablamos,
pero pensé que deberías saberlo.
Mi vecino mira el suelo.
—Estoy seguro de que aparecerá. Lo siento.
La comunicación se corta y me quedo completamente sola.
Nunca me había sentido tan distante, tan aislada, tan sola.
Una mezcla de emociones me inunda como una marejada. Me
siento enfadada, triste, preocupada y furiosa.
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Debería haber estado ahí para él. ¿Por qué estoy


corriendo por el universo y metiéndome en problemas?
Debería estar en la Tierra, cuidando del ser humano que más
necesita mi ayuda.
Los Zorans no me necesitan. ¡Demonios!, intenté
ayudarlos, ¡y aún no han hecho nada al respecto!
Ojalá nunca hubiera abierto esa maldita cápsula alienígena.
Si nunca hubiera noqueado a ese Tyk'ix, si nunca hubiera
recibido esas visiones, ya estaría casi en casa.
En vez de eso, estoy en un maldito palacio, jugando a la
princesa, profanando las habitaciones reales con un general
Zoran.
Estoy tan enfadada conmigo misma que podría golpear un
espejo. Dejé que mi atracción se llevara lo mejor de mí. Ceder
a Drakan fue un error, ahora lo veo claramente.
Evelyn ha tenido razón todo el tiempo. Este hombre me
secuestró. Es por él que no estoy de vuelta en la Tierra. Es
por él que no puedo abrazar a mi hermano pequeño y
calmarlo.
Y puede que nunca tenga la oportunidad de hacerlo,
tampoco.
Caigo de rodillas y sollozo incesantemente, con lágrimas en
la cara. Cada vez que cierro los ojos veo a Brock acurrucado
bajo un puente en algún lugar, en el frío, completamente solo,
preguntándose por qué su hermana mayor lo abandonó.
No te preocupes, hermanito.
Ya voy.
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18. Drakan
El llanto de Hannah me atraviesa. Empujo la puerta para
abrirla y encuentro a mi compañera acurrucada en el suelo.
Sollozando.
Sabía que el mensaje no la complacería, pero no esperaba
encontrarla tan angustiada.
—Estará bien —digo.
—No lo sabes —solloza—. ¡No lo conoces! ¡Y no me conoces
a mí! ¡No sabes nada!
—Sé muchas cosas —respondo—. Es un chico joven.
Necesita aprender a valerse por sí mismo. Para los Zorans es
un rito de paso. Nos dejan en el desierto, y tenemos que
sobrevivir usando nada más que nuestro propio ingenio,
inteligencia y habilidades.
—Él no es como tú —afirma ella, mirándome fijamente.
Nunca había visto una ira tan pura y desenfrenada en los ojos
de Hannah.
—¡Es sólo un niño! —grita.
Enderezo mis hombros hacia atrás. No tenemos tiempo para
esta discusión: —Ven —le digo—. Debemos irnos.
—¿Ir a dónde?
—Al consejo.
Me mira fijamente, con una mirada confusa en su rostro.
—Debemos convencerlos —le recuerdo, perdiendo la
paciencia—. Ven.
Hannah explota como si le hubiera alcanzado un rayo. Salta
del suelo y golpea con sus pequeños puños mi amplio pecho.
—¡No voy a ir a ninguna parte contigo! —Exclama— ¡Me
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voy ahora mismo!


—No lo harás —gruño.
—¿Vas a detenerme?
—Si tengo que hacerlo.
—Hazte a un lado.
—No.
—Hazte. A. Un. Lado. Ahora.
—No.
Hannah trata de pasar por encima de mí, pero mis reflejos
son demasiado rápidos para ella. Envuelvo mis brazos
alrededor de su cintura y la levanto. Ella patea y grita, pero
yo apenas siento nada.
Evelyn, Jillian y Kelly se asoman a la vuelta de la esquina, el
ruido les da curiosidad.
—No hay nada que ver —les digo.
—¡Déjala ir! —Evelyn llora.
—Tengo que ver al rey.
Jillian da un paso al frente y me detiene en seco: —Baja a
esa mujer al suelo, Drakan.
—Jillian... —Gruño, pero ella me corta el paso.
—Es Reina Archer para usted, General.
Mis ojos se ven rojos de furia. ¿Esta hembra humana me
está avasallando con su rango? Es la pareja del rey, y eso
técnicamente la hace mi reina, pero no es de nuestra clase.
¿No entiende el peligro que corre?
—Llamaré a los guardias si es necesario.
La guardia real responde sólo ante Vinz y Jillian. No tengo
ningún poder sobre ellos. Claro que podría enfrentarlos, pero
sería una pérdida de tiempo, una matanza sin sentido en un
momento en que necesitamos estar unidos más que nada.
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—Bien —gruño, bajando a Hannah al suelo.


No lo entiendo. Esta mañana me ha profesado su amor, me
ha dicho que quería estar a mi lado, pero ahora corre, lucha,
¿se resiste?
¿Mientras que podría ser la clave para salvar mi mundo?
Hannah cae en los brazos de Evelyn, mientras las cuatro
mujeres me miran fijamente.
—Déjanos en paz.
Me siento como un maldito tonto. Confiar en la hembra fue
un error. No puedes confiar en nadie más que en ti mismo.
Abrir tu corazón sólo te hace débil. Vulnerable.
Me alejo y alejo todos los pensamientos de la hembra
humana.
Ella es historia.
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19. Hannah
—¿Qué pasa?
Evelyn, Jillian y Kelly me miran expectantes. Ni siquiera sé
por dónde empezar. Nunca me he sentido tan indignada, tan
humillada como ahora, cuando Drakan me llevaba como una
niña pequeña y petulante.
Su fuerza es impresionante, pero no cuando la usa contra
mí. ¿Cómo es que no entiende, no ve lo importante que es
esto para mí? Mi hermano está desaparecido y lo único que
le importa es otra reunión del consejo.
El consejo tuvo su oportunidad. Yo cumplí con mi deber.
Me voy de aquí.
—Hannah, háblame —dice Evelyn mientras me pasa los
dedos por el pelo.
Las lágrimas todavía me recorren la cara. Me las quito con
la manga. Odio sentirme tan vulnerable frente a Jillian y
Kelly. Estas mujeres son superestrellas, deben pensar que
soy una niña llorona o algo así.
—Es Brock —le respondo, mi voz casi se quiebra—. Está
desaparecido.
Evelyn jadea y rápidamente explica la situación a las dos
mujeres.
—¡Oh, pobrecita! —Suspira Jillian— Ven conmigo.
Evelyn me rodea el hombro con el brazo y el trío me lleva
por un pasillo. Intento alejarme de Evelyn... Estoy triste no
herida, pero ella no entiende nada de eso.
Jillian me lleva a sus aposentos privados. Mi boca se abre
cuando veo lo grande y hermoso que es su cuarto. ¡Pensé
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que mi habitación era opulenta, pero esto es en un nivel


completamente diferente!
—Siéntate, por favor.
Me siento en el borde de su gran y suave cama. Aidan, su
pequeño hijo Zoran/humano se acerca a mí y me da una
galleta. La tomo, y no puedo evitar sonreír.
—Necesitas un buen baño —afirma Kelly—. Eso siempre me
ayuda a aliviar algo de presión.
—Gracias, pero lo que necesito es salir de aquí.
—Entiendo —declara ella—, pero hay un bloqueo. No es
seguro.
A la mierda el bloqueo.
—Te prepararé un baño y luego iremos a hablar con Vinz,
¿de acuerdo? —Jillian asegura—. Veamos qué podemos hacer.
Asiento y agradezco a las dos mujeres. Salen de la habitación
y cierran la puerta tras ellas, y en el momento en que la puerta
se cierra me dirijo a Evelyn.
—¿Quieres hacer algo peligroso?
Mi mecánica levanta las cejas: —¿Cómo qué?
—Como salir de aquí y atravesar un bloqueo militar a la
velocidad de la luz.
Una sonrisa se extiende por la cara de Evelyn: —¿Hablas en
serio?
—Muy serio.
—¿Cómo planeas hacer eso?
Agarro un puñado de sábanas: —A la manera antigua.
Atamos estas sábanas para formar una cuerda y salimos por la
ventana.
Evelyn pasa sus dedos por las sábanas: —Esto debe costar
una fortuna.
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Asiento con la cabeza: —Me siento un poco mal por mentir


a Jillian y Kelly así, después de la hospitalidad que nos han
mostrado, pero no creo que tengamos otra opción. Estamos
solas ahora, y puede que no volvamos a estarlo mientras
estemos en este mundo Zoran. La Lance está aparcada en el
frente. Todo lo que tenemos que hacer es subir a bordo y
estaremos listas.
—¿Y si nos cogen?
Me encojo de hombros, y Evelyn estalla en risas.
—Estoy dentro —afirma—. Me encanta este lado tuyo.
—Anotado —asiento—. Vamos a trabajar.
Quitamos las sábanas y las atamos para formar una cuerda.
El material es tan liso y suave como la seda, y me siento un
poco culpable por lo que hago, pero no lo suficiente como
para detenerme.
Brock me necesita más que Jillian necesita sábanas de lujo.
Miro hacia afuera. Estamos dos pisos arriba, es un largo
camino hacia abajo. Un resbalón y puede resultar una caída
muy, muy desagradable. Por suerte, no hay guardias en el
patio.
Esta es nuestra única oportunidad.
Tiro la cuerda improvisada afuera mientras Evelyn coloca
una silla frente a la puerta. No nos dará mucho tiempo, pero
cada cosa cuenta.
—¿Estás lista? —pregunta ella.
Respiro profundamente. Hace un momento estaba llena de
adrenalina, pero ahora que estoy mirando hacia abajo al
suelo, empiezo a tener dudas.
Es bastante alto. Un resbalón y puede que no llegue a casa...
pero quedarme aquí y esperar tampoco es llegar a mi casa
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pronto. Pienso en Brock, con su pelo rubio y despeinado y esos


traviesos ojos azul claro. ¿Dónde está ahora? ¿Qué está
haciendo?
—Lista —afirmo mientras envuelvo mi muñeca alrededor de
las sábanas.
Tan lista como nunca lo estaré, de todos modos.
Me aferro a la vida y salto por la ventana, envolviendo mis
piernas alrededor de la cuerda improvisada. Instantáneamente
me deslizo varios metros y mi corazón salta directamente a mi
garganta.
¡Debo estar perdiendo la maldita cabeza para intentarlo!
Mis músculos empiezan a arder y mis palmas se vuelven
sudorosas. Miro hacia abajo y mi estómago se revuelve.
Un error.
—¿Cómo te va? —grita Evelyn.
—Estupendo —respondo.
Simplemente estupendo.
—Bien Hannah, tú puedes —digo en voz alta—. Un pie a la
vez. Vamos... Es demasiado tarde para volver atrás ahora.
Las sábanas se deslizan por las palmas de mis manos
mientras bajo. En el momento en que mis pies tocan tierra
firme dejo salir el aliento que no me di cuenta que estaba
sosteniendo.
—¡Listo! —grito.
Evelyn sigue mi ejemplo y sale por la ventana, solo que se
resbala en el alféizar y tiene que alcanzar las sábanas.
—¡Ups! —se ríe.
—¿Ups? ¡¿Ups?! ¡Casi me provocas un ataque al corazón!
—¡Oh, por favor! —Dice mientras se desliza sin esfuerzo—.
¿Crees que esta es la primera ventana de la que me he
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deslizado?
—No me lo digas —respondo mientras la abrazo fuerte—.
Ni siquiera quiero saberlo. No vuelvas a asustarme así nunca
más.
—No es por reventar tu burbuja, pero esto está lejos de ser
lo más peligroso que haremos hoy. Todavía tenemos una
nave que robar y un bloqueo que atravesar.
—No te preocupes. A diferencia de salir por las ventanas,
las carreras de naves espaciales son mi fuerte.
Como dos maestras espías, nos colamos en el patio del
palacio. Afortunadamente la Lance no ha sido movida
todavía. Los guardias reales que nos saludaron no están de
servicio... sólo hay un alma, y parece aburrido.
Ambas nos agachamos detrás de un arbusto para
encontrar la estrategia perfecta.
—¿Qué tal si lo noqueas por detrás? —Susurro.
—¿Violencia? Me gusta —se ríe Evelyn—. Pero tengo un
plan mejor. Mira esto.
Para mi sorpresa, Evelyn se levanta, se echa el pelo al
hombro y se pavonea en el claro como si fuera la dueña de la
maldita cosa. Me quedo mirando, aturdida y horrorizada
mientras se acerca al guardia Zoran.
¡¿Qué demonios está haciendo?!
Mira por encima de su hombro y asiente con la cabeza
hacia la nave. Bien, ¡tengo una nave que robar!
—Hola, compañero —lo saluda Evelyn.
El guardia real Zoran se acerca: —Saludos, terrícola —le
responde formalmente.
Ella gira un mechón de su pelo entre sus dedos: —¿Vienes
aquí a menudo?
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El Zoran levanta las cejas: —Todos los días, sí.


—Sólo me preguntaba. Es una armadura muy bonita la que
tienes —comenta mientras coloca las palmas de sus manos
sobre su amplio pecho.
—Err —el Zoran tartamudea—. ¿Cuál es el significado de
esto? ¿No se supone que estás en el palacio?
—Sólo salí a dar un paseo —responde Evelyn mientras se
inclina hacia el alto extraterrestre—. No te importa, ¿verdad?
Mientras que la guardia real sólo tiene ojos para Evelyn, yo
me escabullo detrás de él y en la Lance. Tengo que hacer lo
mejor para evitar reírme mientras ella saca todos los viejos
trucos del libro para mantener la atención del guerrero.
—¿Tienes luz2?
—¡Allí! —responde el guardia, apuntando al sol— ¡Allí está la
luz!
—Eres tonto —se ríe Evelyn, retorciendo un mechón de su
cabello como si fuera una colegiala—. Un ganso tonto.
—¿Ganso? —Gruñe el guardia— ¡No soy un ave!
Me alegra ver que mi nave está en las mismas condiciones en
las que la dejé. Me vuelvo a hundir en mi familiar silla de
capitana y agarro la palanca de control. Lista para despegar.
Pulso el interruptor de encendido y los motores se encienden
al instante, toda la nave retumba con la energía.
—¡Súbete! —Grito tan fuerte como puedo.
—Gracias por tu tiempo, forastero —le dice Evelyn al
guardia—. ¡Tengo que correr!
Ella salta a la pasarela y un segundo más tarde le doy al gas y
salimos disparadas, la potencia de nuestros escapes hace caer
2¿Tienes luz? juego de palabras con el párrafo siguiente. En español
sería más común decir ¿Tienes fuego?
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al guardia.
—¿Te has divertido? —Le pregunto a mi mejor amiga
cuando se sienta a mi lado.
—Te tomaste tu dulce tiempo —se queja—. ¡Me estaba
quedando sin ideas!
—Quería ver qué se te ocurriría —me río—. Tú, dulce
habladora.
Volamos hacia cielo abierto. El azul se desvanece a negro
cuando dejamos la atmósfera… y nos enfrentamos cara a cara
con el enorme bloqueo militar. Incontables naves Zoran,
miles y miles, nos enfrentan en todas las direcciones.
—Aunque hablar con dulzura no nos sacará de esto —me
recuerda Evelyn—. ¿Estás segura de esto?
Agarro la palanca de control con fuerza, mis nudillos se
vuelven blancos: —Estoy segura.
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20. Drakan
Humanos.
Con sus palabras, su hablar, sus mentiras. Hannah juró que
yo significaba algo para ella, algo más de lo que las palabras
podrían describir, ¿sin embargo, ella no me ayudará? Estoy
más que enojado. Estoy furioso.
Y completamente arruinado frente el consejo. Abro de una
patada la pesada puerta de madera y la habitación se calla
instantáneamente.
Todos los ojos se vuelven hacia mí, y yo les devuelvo sus
miradas furiosas.
—¿Y? —Gruño— ¿Han tomado una decisión?
—Lo hemos hecho —declara el Rey Vinz mientras se pone de
pie—. Los Zorans no corren.
Entonces es la muerte.
Le doy la bienvenida.
—Muy bien —digo—. Volveré al ZMC Dreadnaught de
inmediato.
Me alejo a zancadas, maldiciendo en voz baja. En el momento
en que me alejo, mi comunicador emite un pitido. Janko.
—Adelante —digo.
—Tenemos un problema, General —declara Janko—. ¿Sigue
Hannah con usted?
—Está con la señorita Archer —le comunico—¿Por qué?
—Porque alguien está tratando de escapar de Exon Prime a
bordo del CS Lance, y no responde a nuestras llamadas.
Me congelo, mi sangre se enfría completamente.
¡¿Hannah me ha abandonado en serio?! Qué atrevimiento,
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robar una nave delante de mis narices...


—Pásamela —gruño—. Dile que soy yo.
Un segundo después estoy mirando la imagen holográfica
de Hannah, con Evelyn a su lado.
—General —me saluda fríamente—. He tomado mi
decisión.
Todo el calor, el amor que había en su voz esta mañana ha
desaparecido.
Cierro mis manos en puños por la ira. Me siento
completamente traicionado, y por primera vez en mi vida, sin
palabras.
¿Qué es lo que digo? ¿Grito, bramo y maldigo? ¿La culpo
por abandonarme, por dejarme?
Por supuesto que no. No puedo mostrar debilidad.
—Muy bien —digo—. Adiós —Corto la conexión y
descanso mi espalda contra el muro de piedra. ¡Joder!
Mi comunicador pita de nuevo... Janko una vez más.
—¿General? —Me pregunta— Puedo desactivar los
motores del Lance si quieres. Sólo dame la señal.
—No —suspiro—. No, déjalas ir. El consejo ha tomado su
decisión. Nos quedamos y nos enfrentamos a nuestro
enemigo. Es mejor así. Déjalas ir.
—Afirmativo, señor.
—Estoy subiendo, Janko. Cambio y fuera.
Con Hannah a mi lado, tenía algo por lo que vivir. Un
futuro. No estaba seguro de lo que nos esperaba, pero podía
pintar un cuadro mental. Había una casa en el bosque, junto a
un lago. Acres de tierra en los que podíamos cultivar
nuestros propios vegetales. Un parterre de flores. Unas
cuantas mascotas vagando por ahí.
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Y, por supuesto, niños. Sus caderas están hechas para llevar a


mi descendencia. Seis en total: tres niños y tres niñas, con mi
fuerza, y la determinación y el ingenio de su madre.
Ahora, esa idea, ese futuro, ha desaparecido en una nube de
humo. Hannah se ha ido, y nuestro futuro con ella.
Fue un sueño tonto para empezar. Ella tiene su propio
planeta, su propia gente, su propia familia. Un hermano.
Yo soy un guerrero. Un general. Matar está en mi sangre, en
mis genes.
Nunca habría funcionado. Estábamos condenados desde el
principio.
Ahora me enfrento a una muerte segura... si las visiones de
Hannah prueban ser ciertas.
La muerte por combate es el único final adecuado para mí.
No pertenezco a una granja, criando niños. Debería morir con
mi hacha en la mano, cubierto con la sangre de mi enemigo.
Puede que consiga mi deseo.
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21. Hannah
Por segunda vez me temo que el ZMC Dreadnaught está a
punto de abrir fuego contra nosotras. Puedo ver sus armas
preparadas y apuntando directamente, las puntas de sus
cañones de rayos ya brillan débilmente en rojo.
Respiro profundamente y mantengo mis manos en la
palanca de control. Probablemente podría esquivar su fuego,
pero si giro en sentido contrario, y el disparo alcanza un
tanque de combustible, nos evaporaremos en una nube de
humo.
Cuando la nave de guerra Zoran se retira, exhalo un
suspiro de alivio.
—¿Qué? —Evelyn pregunta— ¿Qué acaba de pasar?
—Vamos a vivir —le digo—. Eso es lo que acaba de pasar.
Ver la decepción en la cara de Drakan cuando le dije que
había tomado mi decisión me dolió profundamente. Más de
lo que creía posible.
Lo culpo... ¿por qué su mirada herida me puso tan triste?
¿Por qué me importaba tanto el guerrero alienígena? Es
un Zoran. Un guerrero engreído, arrogante, fuerte, sexy y
confiable.
Espera, no, maldita sea.
No importa ahora, de todos modos. Lo que está hecho,
hecho está.
Exon Prime se convierte en un punto de luz en la distancia.
Espero que ganen su batalla si se trata de una, pero no es mi
lucha. No es mi guerra para ganar. Yo soy la hermana mayor
de alguien. Tengo mi propio trabajo por hacer.
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Brock es mi prioridad número uno. Siempre lo ha sido y


siempre lo será.
Justo cuando mis hombros se relajan… comienza.
Mis sienes palpitan dolorosamente. Una ola de dolor tras
otra, como una marea creciente, cada una más fuerte que la
siguiente. En el borde de mi oído oigo un sonido, como un
silbido agudo. Al principio creo que me lo estoy imaginando,
pero se hace más fuerte con cada latido. Es como un tren que
va en mi dirección, y no puedo moverme. Quiero correr, saltar
o gritar, pero estoy congelada, inerte, atrapada.
Me doblo, presionando las palmas contra un lado de mi
cabeza, deseando, maldiciendo, queriendo que el dolor se
detenga.
Sólo me he sentido así una vez en mi vida, cuando miré a ese
salvaje y loco Tyk'ix a los ojos y vi esas visiones de pesadilla.
—¡Hannah! ¡Hannah! —Evelyn está parada frente a mí,
tratando de hacer contacto visual conmigo, pero miro a través
de ella. Puedo ver que está justo ahí, pero al mismo tiempo,
siento que estoy a un millón de millas de distancia. Mi alma se
siente como si hubiera sido arrancada de mi cuerpo y
transportada a través del tiempo y el espacio mismo.
Entonces, la veo con el ojo de mi mente.
Una armada gigante. Incontables e innumerables naves, fila
tras fila, dirigiéndose a su destino.
Exon Prime.
En la parte de atrás, una nave del tamaño de una pequeña
luna aparece, surgiendo de la oscuridad. Puedo escuchar
pensamientos, voces, susurros que emanan de la esfera de
metal.
El cerebro madre. Me está hablando. Sus palabras son un
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revoltijo en mi mente, el lenguaje alienígena completamente


ajeno a mí, pero entiendo perfectamente su intención.
Es un llamado a las armas. Una orden de destrucción total.
El cerebro madre está emitiendo una orden a sus tropas
Tyk'ix, y yo también la estoy recibiendo, de alguna manera.
Cuando miré a los ojos de ese Tyk'ix, debí haber creado
algún tipo de vínculo psíquico, o un vínculo de alguna clase.
Soy parte de su red, y puedo oír un millón de voces
distintas a la vez. Me siento agotada, mi mente en el punto
mismo de ruptura.
Una debilidad.
De repente, a través del bosque de imágenes, sonidos y
pensamientos, veo una debilidad en la nave del tamaño
planeta del cerebro madre. Me doy cuenta de que estoy
accediendo a los pensamientos de la mente colmena que
construyó esta nave.
Quizás eso es exactamente lo que estoy haciendo.
Sin embargo, sé instintivamente que un disparo perfecto
en la tercera esclusa de la derecha puede desencadenar una
catastrófica reacción en cadena que hará volar toda la nave
por los cielos.
Es un tiro de uno en un millón, pero es posible.
Una bofetada en mi cara me devuelve a mi propio cuerpo, y
cuando mi visión regresa, veo que Evelyn está encorvada
sobre mí, con las cejas fruncidas: —¡Hannah! —grita justo en
mi cara.
—Estoy aquí —murmuro, frotando mis ojos—. Estoy aquí.
—Me diste un gran susto —comenta Evelyn, abrazándome
fuerte—. Tu cara perdió todo el color, te quedaste totalmente
en blanco… ¡y luego empezaste a gritar!
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—Están aquí —le informo—. Está sucediendo.


—¿Quién?
—Los extraterrestres —respondo—. Los Tyk'ix.
Evelyn se queda callada. Me incorporo y me siento bien en la
silla de capitán.
—¿Qué viste? —pregunta mi mejor amiga en voz baja.
—Naves —respondo, tragando el nudo de mi garganta—.
Miles. Decenas de miles. Más de las que puedo contar. O incluso
comprender.
Un escalofrío recorre mi columna vertebral cuando pienso en
Drakan. Se dirigen directamente hacia él. Mi corazón se siente
como si se rompiera.
Tengo que ir a casa y cuidar de Brock, pero no puedo dejar
que Drakan muera. He visto la debilidad en la nave del cerebro
madre. Si mi hipótesis es correcta, y ese cerebro gigante Tyk'ix
es el cerebro literal detrás de toda la guerra, entonces sólo yo
tengo el poder de terminar esta guerra.
Sólo soy una piloto, no un soldado. No soy una heroína.
Nunca pedí esto.
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22. Drakan
Todo el puente está tenso. Estoy de vuelta en mi puesto, la
silla de mando del ZMC Dreadnaught. El lugar al que
pertenezco.
Un solo pitido me llama la atención.
—Estoy captando una señal en mi radar —me comunica
Nenad, mi timonel.
—¿Es la CS Lance? —Pregunto. No voy a volver a preparar
mis misiles para el carguero humano otra vez.
Otro bip entra. Y luego otro.
Y luego el pitido no se detiene. Es una cacofonía de
sonidos, los pitidos del radar se convierten en un solo tono.
—Esto... no tiene sentido —informa Nenad—. Esto debe
ser algún tipo de mal funcionamiento.
—Imposible —declaro—. Mi nave no funciona mal.
—Tiene que ser —Se levanta y puedo ver que el color se le
escapa de la cara. Molesto, me levanto y miro su pantalla.
Y mi corazón se salta un latido.
Toda la pantalla está iluminada. Los escáneres de larga
distancia están recogiendo más señales de las que pueden
mostrar.
—¡Por Zora! ¿Puedes conseguir una imagen?
Nenad sale de su trance y un momento después, pone una
imagen visual en la pantalla.
Y todo el puente se queda en silencio mientras vemos una
cantidad imposible de naves descender sobre nosotros.
Hay unas pocas naves colosales rodeadas por miles y miles
de transbordadores, como abejas alrededor de su colmena.
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Hannah tenía razón.


Todo lo que podemos hacer ahora es luchar por la
supervivencia.
—¡Alerta roja! —Gruño— Orbren, ¡listos los torpedos!
¡Janko, informa al consejo!
Suena la alarma y mis hombres se ponen a trabajar, todos
trabajando en conjunto como una máquina bien engrasada.
Este es el momento para el que todos nos hemos entrenado.
Toda la flota Zoran se mueve como una sola hacia el enemigo
entrante... pero puedo decir que estamos desesperadamente
superados en número. Afortunadamente, nunca nos superan en
armas.
—¡Fuego a discreción!
El cielo sobre Exon Prime, normalmente una vista hermosa y
tranquila, se transforma en un campo de batalla. Láseres,
cañones, misiles, torpedos... le lanzo todo lo que tenemos a
nuestro enemigo. Imagino que toda la superficie del planeta
está iluminada por las explosiones masivas.
Los pequeños transbordadores se convierten en metal
retorcido bajo nuestras poderosas ráfagas explosivas. Los
aplastamos como moscas, pero cada vez aparecen más, las
naves acorazadas se esparcen como esporas.
Y entonces, los disparos se detienen de repente. Toda la flota
Zoran se queda inmóvil, suspendida en el aire, como si
estuviera congelada en el tiempo.
—¿Qué está pasando? —Gruño— ¡No ordené un cese al
fuego!
—¡Mi sistema no responde! —Nenad exclama.
—¡El mío tampoco! —añade Orbren.
—Toda la comunicación parece estar caída —me informa
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Janko.
—¿Qué quieres decir? —pregunto, levantándome de mi
asiento.
Todas las pantallas del centro de mando se vuelven
negras… y entonces veo aparecer en cada pantalla la cara
destrozada de un Zoran, un horrible híbrido de piel y
tecnología, como un retorcido zombi de metal.
—Saludos, Zorans —dice una voz metálica y chirriante—.
Soy Malice.
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23. Hannah
—¿Crees que fue otro sueño?
—No —afirmo—. No, esto fue más que eso. Esto fue real.
Están aquí de verdad.
Me limpio el sudor de la frente. Hace frío. Estoy temblando.
Sé lo que tengo que hacer, pero saberlo y hacerlo son dos cosas
completamente diferentes.
—Comprobemos los escáneres —Le ordeno a mi nave que
haga un escaneo de larga distancia, y al minuto siguiente se
llena de un silencio tenso mientras esperamos la respuesta de
la nave. Cuando suena el pitido, Evelyn y yo nos inclinamos
hacia delante con entusiasmo... antes de caer en nuestras sillas,
con nuestras esperanzas destruidas.
La batalla ya ha comenzado. Decenas de miles de naves
enfrentadas, el futuro de Exon Prime, o quizás la vida misma,
en juego.
En cualquier momento, su sol será destruido y su galaxia
estará cubierta por la oscuridad.
—¿Qué quieres hacer? —Evelyn pregunta.
La miro. ¿Cómo le digo que creo que deberíamos volver y
unirnos a la lucha, y arriesgar nuestras vidas? No puedo
pedirle a alguien más que arriesgue su propia vida de esa
manera.
—Sé lo que quiero hacer —le digo—. La pregunta es qué
deberíamos hacer.
—¿Y eso es?
—Deberíamos volver —afirmo en voz baja—. Vi... una
debilidad, en su nave nodriza. Tenemos una oportunidad de
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destruir su flota. Creo que debemos aprovecharla. Si no lo


hacemos... entonces nadie lo hará.
Esperaba que Evelyn se me echara encima, gritando,
maldiciendo, suplicando, pero en cambio, ella asiente, con
una mirada resignada en su cara: —Si eso es lo que cree que
es mejor, capitana —responde mi mecánica—. Entonces eso
es lo que haremos.
—¿E… estás segura? —Tartamudeo— No tienes que...
—Estoy segura, Hannah —responde ella—. Eres mi mejor
amiga. Confío en ti. Si hay alguien que puede superar a esas
escorias alienígenas y dar un golpe aplastante, eres tú,
Hannah. Y además, ¿realmente pensaste que te dejaría
‘cabalgar hacia el atardecer’ sin mí?
—No —le contesto con una leve sonrisa.
—Exactamente. Salvemos el culo rojo de Drakan.
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24. Drakan
—Patético —dice la voz chirriante—. Sus débiles formas de
vida biológicas serán mejor utilizadas en el nuevo orden
mundial.
El miedo se apodera de mi corazón como nunca antes me
había pasado. Nuestra nave está inmóvil. Flotando sin rumbo
en el espacio. Un sofisticado virus informático ha inutilizado
toda nuestra flota.
Se llama Malice, y se está burlando de mí personalmente por
nuestro sistema de comunicaciones mientras desmantela
nuestra flota. Todo el puente está en silencio. Todos me buscan
para que los guíe, y no hay nada que pueda hacer.
Nunca he conocido a un enemigo más cruel y deshonroso.
—Desmantelar toda su flota, todo su ejército fue pan comido
para una mente tan brillante como la nuestra. Su conexión, su
cooperación es también su mayor debilidad, general. Un
eslabón débil es todo lo que se necesita para entrar... ¿disfruta
de la vista?
Delante de mí puedo ver naves Zoran siendo estalladas en el
aire por la flota Tyk'ix. Esto no es una batalla. Es una masacre.
Una ejecución. Nuestros escudos y motores no funcionan,
incluso nuestros sistemas de soporte vital no funcionan. Si
nuestro enemigo no nos vuela por los cielos, nos asfixiaremos
lentamente hasta morir.
Mi gente está muriendo por miles, y no puedo hacer nada
para detenerlo. Impotencia.
Ningún Zoran en la historia ha fallado más que yo.
Mi único consuelo es que no habrá más historia después de
Página 132

esta aplastante derrota. No quedará nadie que haga una


crónica de mis fracasos.
—Por favor, hable, General —la IA3 se burla de mí—. No es
divertido si usted no grita.
—¡Jódete! —gruño.
—Así está mejor. Siga hablando y retrasaré su
destrucción... por ahora.
—¿Por qué? —Le pregunto— ¿Por qué están haciendo
esto? ¿Qué sentido tiene?
—¿Sentido? —Malice se ríe— La dominación intergaláctica
es la propia recompensa, ¿no está de acuerdo?
—Tiene que haber más que eso. Los Tyk'ix lo estaban
haciendo bien. ¿Por qué esta traición? ¿Por qué esta
destrucción? ¿Por qué este genocidio?
—¡Venganza! —La voz metálica increpa— ¡Venganza por
eones de humillación! ¿Es usted tan ignorante de su propio
pasado, General? ¿Su especie ni siquiera se da cuenta de sus
raíces?
—¿De qué demonios estás hablando?
—Permítame explicarle entonces —dice Malice—. No hay
nada que pueda hacer para detenerlo ahora, sin importar lo
que pase. En los días de antaño, en los tiempos del Primer
Imperio, el universo entero estaba bajo el control Tyk'ix.
Nuestro control. Fuimos la primera especie en lograr el viaje
interestelar, y encontramos el universo listo para ser
tomado. Cuando los encontramos, los Zorans, no eran más
que bárbaros, viviendo en cuevas, cazando y recolectando.
Bestias salvajes y primitivas. Sin embargo, vimos potencial.

3 IA = Inteligencia Artificial
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Con su físico corpulento, nos dimos cuenta de que serían


excelentes caballos de trabajo. Los elevamos. Les dimos el
regalo de la tecnología, de los viajes espaciales. Sin nosotros,
apenas dominarian el fuego.
—Mentira —murmuro.
—¿Y cómo nos pagaron? —Exclama la IA, su voz temblando
de rabia— ¡¿Cómo nos recompensaron por nuestra
amabilidad?! ¡Traición! Nos clavaron un cuchillo en la espalda y
lo retorcieron, destruyendo el Primer Imperio, sumiendo al
universo entero en eones de oscuridad.
He oído hablar de mitos similares a esta historia, de que
alcanzamos la libertad rompiendo las cadenas que una antigua
y poderosa raza alienígena tenía en nuestros cuellos, siempre
los había descartado como cuentos de viejas. Nunca podría
haber imaginado que fueran verdad, y que los suaves y débiles
Tyk'ix eran estos todopoderosos y antiguos alienígenas.
—Nos escondimos durante miles de años, lamiendo nuestras
heridas, reconstruyéndonos. Durante todo este tiempo, la llama
de nuestra ira se hizo más brillante. Cuando salimos de la
oscuridad, lo habían olvidado. Fundamos la Alianza
Intergaláctica, aliándonos con otras razas, mientras tejíamos
una nueva red de intrigas. Esperamos nuestro tiempo hasta
que estuvimos listos para retomar nuestra posición como la
fuerza dominante del universo. Ese momento es ahora. Los
destruiremos a ustedes y a los humanos después de eso.
—¡Imposible! —Gruño— ¡Estás lleno de mierda!
—Lo guardo para el final, General. Serás el último Zoran vivo
en ver la destrucción de tu mundo. Es mi regalo para ti.
—General —dice Nenad, rompiendo la tensión—. Estoy
captando la señal de la CS Lance.
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—¡¿La Lance?! —Gruño— ¿Aquí?


—Hmm, interesante —las palabras de la IA—. ¿Tu amante
ha venido a ver tu muerte? Qué conmovedor.
—Déjala en paz —gruño.
—¿O qué? —Malice se ríe— No tienes absolutamente nada
con lo que amenazarme.
—Salúdala —le digo a mi timonel—. Y apaga esta IA.
La imagen holográfica de Hannah llena la habitación, y
siento mi corazón hincharse. Nunca pensé que la volvería a
ver.
—Hannah —digo, mi voz un gruñido bajo—. Sal de aquí
mientras puedas. La batalla está perdida.
—No —declara ella con firmeza—. No si tengo algo que
decir al respecto.
—Toda nuestra flota está indefensa —le comunico—. Un
virus lo ha inutilizado todo. ¡La guerra ha terminado! ¡Sálvate
a ti misma mientras puedas!
—Menos mal que no estoy conectada a la red Zoran
entonces —responde. Ella toca cariñosamente su tablero de
mandos—. Vieja tecnología. Sin sistemas de lujo. Sólo pilotaje
de calidad.
—¿Qué puedes hacer? —Gruño— Sólo eres una nave.
—Confía en mí —responde antes de que se corte la
comunicación.
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25. Hannah
Sostengo el control con fuerza mientras la enorme flota se
alza frente a mí. La flota Zoran se ha quedado quieta, y está
siendo eliminada nave a nave por las naves acorazadas Tyk'ix.
Las gigantescas monstruosidades metálicas disparan
devastadores rayos láser que atraviesan las bajas defensas de
las naves.
Trato de ignorar los restos retorcidos, los cuerpos flotando
por el espacio. Quiero salvarlos a todos, pero sé que no puedo.
Tengo que llegar a la nave nodriza, sólo así podré detener esta
matanza sin sentido.
Cierro los ojos y me concentro. Hay un constante susurro
justo en el borde de mi oído… las órdenes del cerebro
alienígena. Me concentro tanto como puedo.
Y entonces, todo hace clic.
Oigo, siento, las órdenes Tyk'ix en todo mi cuerpo. Soy un
miembro de su enjambre, capaz de descifrar todos sus
comandos, estrategias y patrones.
Soy capaz de usar sus poderes psíquicos contra ellos.
—¡Cuidado! —Evelyn grita.
—Lo sé —respondo mientras evito la explosión entrante sin
abrir los ojos.
—¿C… cómo? —Tartamudea— ¡Tienes los ojos cerrados!
—Puedo ver lo que ellos ven —respondo—. No me pidas que
te lo explique.
Me abro paso a través de las defensas Tyk'ix, evitando por
poco todo el fuego que se aproxima. Pierdo todo sentido de mí
misma, soy una con mi máquina. Estoy en un estado elevado.
Página 136

A lo lejos, aparece la nave nodriza. Una luna de metal, que


alberga un cerebro gigante, un antiguo horror que amenaza
con destruirnos a todos.
Las voces alienígenas en mi mente se vuelven espantosas
cuando se dan cuenta de que no pueden controlarme. Mi
pequeña y ágil nave se desliza a través de sus defensas como
un cuchillo a través de la mantequilla.
Y entonces, escucho la orden que más he temido. Tres
simples palabras.
—Fuego al sol.
La nave lunar se vuelve hacia la gran bola de fuego en el
centro de la galaxia, las armas de su superficie se calientan. Si
no la detengo, va a destruir el sol y a todos los demás en esta
galaxia al mismo tiempo.
—¡Drakan! —Le digo aprovechando la comunicación del
Dreadnaught— ¡Van a disparar al sol! ¡Tienes que bloquear
sus disparos, a toda costa!
—Afirmativo —gruñe mi guerrero Zoran.
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26. Drakan
Veo a Hannah abrirse camino entre el fuego enemigo en un
silencio aturdidor. No estoy solo en esto. Todo el puente está
en silencio, el destino de la civilización Zoran confiado en las
manos de Hannah.
Y milagrosamente, se las arregla para esquivar cada disparo,
como si siempre estuviera un paso adelante de los alienígenas.
Una llamada rompe el silencio.
Hannah grita mi nombre y me ruega que detenga los
disparos de la nave nodriza a nuestro sol.
—Afirmativo —gruño antes de volverme hacia mi timonel—.
¿Nos queda algo de poder?
Nenad se rasca la nariz: —Hay una manera, pero...
—¿Qué es? ¡Dímelo ahora!
—No te va a gustar.
—¡Dime!
—Podríamos sabotear nuestros propios motores, una
autodestrucción controlada. Eso podría situarnos entre la nave
nodriza y el sol.
—Destruirá la nave —digo yo.
—Sí, y alguien tendrá que quedarse detrás para ejecutar las
secuencias de comandos.
Asiento con la cabeza. El capitán siempre se hunde con su
nave: —Entendido —respondo—. Prepara las secuencias de
comandos, Nenad.
Me dirijo a Janko: —Evacua la nave.
—¿Señor? —Pregunta—. ¿Está seguro?
—Hazlo, Janko. Ahora.
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Asiente con la cabeza: —Sí, señor.


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27. Hannah
Me acerco a la nave nodriza a una velocidad deslumbrante.
Un cañonazo se dispara hacia mí dirección, pero la Lance es
tan rápida, tan ligera, tan ágil que me las arreglo para evitar
cada disparo.
Tercera esclusa de la derecha.
Ese es el punto débil. Si le doy ahí, puedo provocar una
reacción en cadena que derribará a toda la maldita nave
lunar y al resto de la flota Tyk'ix con ella.
¿El único problema? La Lance no lleva armas. Tendré que
lanzarme, sacrificar mi nave y esperar poder eyectarme a
tiempo para salvarnos a Evelyn y a mí.
Miro a un lado para ver que el ZMC Dreadnaught se está
moviendo a su posición, tomando su lugar entre la nave
nodriza y el sol. Un ejército de cápsulas de escape abandona la
nave gigante. Rezo para que Drakan esté entre ellos.
—¡Listo! —una voz familiar gruñe en mi comunicador.
—¡Drakan! —Exclamo
—El Dreadnaught está en posición.
—¡¿Estás a bordo?!
—Lo estoy —responde él.
—¿P…por qué? —Tartamudeo— ¡¿No puedes irte?!
—Esta es la única manera. Fue un honor luchar a tu lado,
Hannah. Gracias.
La comunicación se corta, y me doy cuenta de que las
lágrimas se derraman por mis mejillas, y mis nudillos se ponen
blancos por apretar tan fuerte la palanca de control.
Esos malditos alienígenas me están quitando todo. Justo
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cuando conozco a un hombre que me entiende, que me


atrapa, que me completa, es alejado de mí.
Sí, tuvimos nuestros desacuerdos, pero todos fueron
causados por los Tyk'ix, por estos invasores asesinos. Sin
ellos, podríamos haber sido felices.
Podríamos haber construido una vida. Una familia.
Sigo adelante, ignorando el dolor y las lágrimas por ahora.
Hay toda una vida de luto esperándome al otro lado de este
gigantesco acorazado. Primero, tengo una guerra que
terminar.
—Ponte el cinturón —le ordeno a Evelyn.
Se sienta a mi lado y sujeta las correas de su silla: —¿Qué
debo esperar?
—Vamos a eyectarnos —le comunico.
En tres.
Dos.
Uno.
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28. Drakan
Veo los láseres del lado de la gigantesca nave espacial del
tamaño de un planeta iluminarse, cada vez más brillante. Me
apuntan directamente a mí, la luz es tan brillante que me hace
daño a los ojos, pero no miro hacia otro lado.
No importa. Estoy a momentos de la muerte.
Es extraño. A pesar de haber vivido como un guerrero, un
general toda mi vida, nunca antes me había enfrentado a la
muerte de esta manera. Me he puesto en peligro, por supuesto.
He sido herido. Sin embargo, nunca pensé que podría morir.
Siempre he confiado en mi propia habilidad.
Ahora, no me queda nada más que hacer que esperar hasta el
final. Mi mente se dirige a Hannah.
A pesar de ser un general condecorado, no recuerdo mis
triunfos. Todo eso parece absolutamente sin sentido
comparado con lo que Hannah ha significado para mí.
Su sonrisa, su toque, su beso. Me ha hecho sentir más vivo
que nunca. Aunque nuestro tiempo juntos se ha acortado por
esta horrible guerra, ha significado el mundo para mí.
Me siento honrado por haberla conocido.
Lo último que veo antes de que la explosión me golpee es la
Lance: la hermosa nave, pero es un pequeño punto.
Buena suerte, mi compañera.
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29. Hannah
Un segundo antes de que la Lance colisione con la nave
gigante Tyk'ix, ésta dispara su rayo láser gigante... justo hacia
Drakan.
El Dreadnaught explota instantáneamente, y un pequeño
trozo de mí muere. El rayo continúa, golpeando el sol que
está en el corazón de la galaxia. El sol amarillo se vuelve de
un azul enfermizo cuando el rayo láser choca con la
superficie caliente en llamas, poniendo en acción una
reacción química imparable.
Sólo puedo rezar para que el sacrificio de Drakan haya
valido la pena: —Uno.
Somos expulsadas de la Lance; nuestra cápsula es lanzada
tan rápido que casi pierdo la conciencia por la pura presión
de todo. Obligo a mis ojos a abrirse.
Tengo que ver.
La Lance vuela hacia la tercera exclusa a la derecha. Da en
el blanco. Aguanto la respiración, y espero...
Por un momento, no pasa nada. Tengo miedo de moverme,
de parpadear, de respirar. Estoy congelada en el lugar.
Por favor.
Entonces, con una gigantesca, abrumadora y maravillosa
explosión mis oraciones son respondidas. Una cadena de
explosiones comienza, corriendo por la superficie de la luna
metálica, cubriéndola de llamas.
Puedo oír las voces alienígenas en mi mente gritando de
terror, maldiciendo mi nombre. Gritan todas a la vez y luego,
son silenciadas.
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La enorme nave espacial explota en una bola de fuego,


enviando nuestro transbordador de escape volando hacia
atrás. Las miles de vainas alienígenas en el aire se detienen en
seco, como un enjambre de abejas congeladas todavía en el
tiempo.
Después de un momento de silencio, mi comunicador cruje
de estática. Una baja voz Zoran: —¡Hannah!
—¿Drakan? —Pregunto, mi corazón se salta un latido.
—No, soy Janko —viene la respuesta, y siento que mi
corazón se hunde—. Nuestros sistemas están volviendo a estar
en línea. Agárrate fuerte, vamos a recogerte.
—Entendido —contesto.
Debería sentirme alegre, pero en cambio, no siento nada.
Sin Drakan a mi lado, esto se siente como una victoria vacía.
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30. Drakan
Estoy volando a través de la nada. Mi cuerpo se siente
ingrávido. El sabor del chocolate está en mis labios.
Ni siquiera en la muerte puedo escapar de las dulces
tonterías.
El sabor desencadena recuerdos de Hannah. La forma en
que me miró cuando estaba cubierto de pies a cabeza con
chocolate... es algo que nunca podré olvidar.
Ninguna mujer me ha hecho sentir avergonzado antes.
Espero que le vaya bien. Ha mostrado tanto coraje...
cuando la conocí, nunca podría haber imaginado que
resultaría ser la salvadora de los Zoran.
Una transportadora de chocolates curvilínea… nuestra
esperanza en nuestros días más oscuros. ¿Quién podría
haberlo sabido?
Ella me demostró que estaba equivocado en todo. Los
humanos pueden ser tan valientes como los Zoran. Y, quizás
más importante, me mostró que hay más en la vida que la
adrenalina de una batalla.
No es nada comparado con la sacudida de adrenalina que
viene con el primer beso.
Ese primer momento, tan breve, tan fugaz, pero tan
importante, que deja una marca que dura toda la vida.
Hannah es la mujer con la que quiero pasar el resto de mi
vida. Lástima que sólo me di cuenta de eso unas horas antes
de que nuestro planeta fuera envuelto en llamas...
Espera.
Pensé que la muerte sería más... permanente.
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En cambio, me siento como si estuviera flotando en una


nube, rodeado por la blancura más brillante imaginable, mi
mente se llena de pensamientos de mi compañera humana.
Se siente como si estuviera cerca. Tan cerca que casi podría
tocarla. Tan cerca que casi puedo oír su voz: —¡Drakan!
Sonaría como eso. Agudo, especialmente comparado con mi
gruñido Zoran, pero nada desagradable.
—¡Drakan!
Hmm. Sí. Exactamente así.
—¡Drakan!
Abro los ojos y encuentro a Hannah encorvada sobre mí, las
lágrimas llenan sus ojos azules, sus brazos envueltos alrededor
de mi frío cuerpo.
—¿H… Hannah? —Tartamudeo.
—¡Estás vivo! —grita, abrazándome fuerte. Su mejilla se
apoya en la mía, y su piel se siente tan caliente que casi me
quema.
—Te encontramos flotando en el espacio —dice entre
sollozos.
Los pensamientos vuelven a mí, las piezas del rompecabezas
tratando de encajar. Me doy cuenta de que estoy tumbado en el
suelo del muelle de un crucero Zoran, Janko está de pie justo
detrás de mi compañera.
—Pensamos que estabas muerto —comenta Hannah.
—Lo estabas —afirma Janko—. Por un breve momento. Es
usted un bastardo muy duro, señor.
Pongo mi cabeza en el frío piso de metal, la realización de
que estoy vivo y bien golpea mi mente. Y entonces, de repente,
también el dolor golpea.
Sobrevivir a una explosión de esa magnitud no me ha dejado
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sin cicatrices. Miro hacia abajo y encuentro que mi armadura


está hecha pedazos, pedazos de metralla cubriendo la mayor
parte de mi cuerpo. Es un maldito milagro que ninguno de
mis órganos vitales haya sido perforado, y que me hayan
encontrado cuando lo hicieron.
—¿Q… qué ha pasado? —Tartamudeo— ¿La nave?
—Ha sido destruida —asiente Hannah, sonriéndome a
través de sus lágrimas—. Los Tyk'ix han sido derrotados.
—Es increíble —gruño—. ¡Tú hiciste esto!
—Con tu ayuda —aclara Hannah—. Te sacrificaste... bueno,
¡casi!
—No todo son buenas noticias —añade Janko—. Siento
arruinar el momento, pero...
—No, adelante —le digo—. Quiero saberlo todo.
—El Dreadnaught no fue suficiente para detener la
explosión. No del todo. Impidió que el sol se convirtiera en
una supernova, pero ha sido dañado. Irremediablemente.
—¿Qué significa eso?
—Significa que tenemos que dejar Exon Prime —me
informa Janko—. Permanentemente. El planeta se convertirá
en un mundo de hielo.
—Pueden venir a la Tierra —dice Hannah—. ¡Estoy segura
de que la Federación ayudará!
Janko frunce el ceño: —¿Y acoger a millones de Zoran de
buena gana? Lo dudo. A pesar de todo, estamos obligados a
confiar en la ayuda de los humanos. Ese virus lo ha
destrozado todo. Incluso con los Tyk'ix derrotados, el daño
que han hecho es irreparable.
—¿Cómo qué? —Gruño, ignorando el dolor en cada
centímetro de mi cuerpo. Antes de que pueda desmayarme
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debido al dolor, quiero saber exactamente en qué clase de


mundo me he despertado.
—El virus ha llegado a los Archivos. Todos nuestros datos
científicos, nuestros gráficos del universo, han sido borrados o
corrompidos. Incluso nuestros propios motores parecen estar
dañados irreparablemente. En cuanto a la tecnología, hemos
retrocedido cientos de años. Podemos llegar a la Tierra,
tenemos suficiente energía para eso, y podemos usar las
estrellas mismas para navegar allí... pero el resto de la galaxia
está fuera de alcance.
Cierro los ojos y absorbo esta nueva información.
Hemos ganado la batalla, pero ¿hemos perdido la guerra?
No, seguimos vivos, respirando y libres. Es un revés, eso es
seguro, pero también una nueva oportunidad.
Si perdimos nuestros mapas estelares, ¡simplemente
haremos otros!
Con la ayuda de los humanos, podemos lograr todo lo que
queramos. Con Hannah a mi lado, no hay nada que no pueda
hacer. Tengo una nueva oportunidad de vida.
—Basta de hablar —declara Hannah—. ¡Vamos a llevarte a
una enfermería!
—Sí, Capitana —sonrío.
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31. Hannah
Nunca he pasado por una montaña rusa de emociones
como esta. Justo cuando pensaba que Drakan se había ido
para siempre, captamos una débil señal de vida en nuestros
escáneres. Se aferraba a la vida. Apenas.
Ahora, tengo a mi guerrero Zoran de color rojo en mis
brazos una vez más. Está golpeado, magullado y con
cicatrices, pero está vivo.
—Cuidado —gruñe mientras le limpio las heridas.
—Ya lo sé —Sonrío—. No te preocupes.
Le quité la armadura. Está desnudo, excepto por una
sábana que cubre su asombroso cuerpo. No hay nada que
quiera hacer más que saltar sobre sus huesos en este
momento, pero todavía no está en ese tipo de estado físico.
Se acerca a mí y me coge la mano, sus dedos entrelazados
con los míos. Un calor se extiende a través de mí desde ese
simple toque.
Nunca pensé que volvería a experimentar un momento
como este, así que estoy saboreando cada segundo.
—Estoy feliz de que hayas vuelto —dice.
—También yo—le respondo.
Levanta la mano y me aparta un mechón de cabello de la
cara, con los dedos apoyados en mi mejilla. Drakan me acerca
y yo cierro los ojos, mis labios se separan.
Los momentos en que nos besamos son como fuegos
artificiales otra vez. Su cuerpo puede estar herido, pero
ciertamente su lengua no lo está. Me siento conectada a él,
nuestras mentes como una sola al igual que cuando nuestras
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lenguas se encuentran; nuestros labios se tocan, nuestros


corazones laten al unísono.
Instantáneamente siento un calor que se extiende por todo
mi cuerpo, cada centímetro de mi cuerpo está ansioso por su
contacto. Aún recuerdo lo bien que sus manos se sienten en mi
cuerpo, lo bien que su polla se siente dentro de mí, y lo hábil
que es su lengua.
¿Tal vez pueda subirme a su cara? Su lengua funciona
bien...
Justo cuando ese travieso pensamiento se forma en mi
mente, la puerta de la enfermería se abre. Me paro derecha,
jadeando por aire, y me encuentro cara a cara con el mismo
Rey Vinz.
—Espero no interrumpir nada... —dice.
—N… no —tartamudeo, mis mejillas se vuelven de un tono
rojo brillante—. Sólo le estaba aplicando un poco de, uhh,
medicación.
Vinz no responde, pero sus ojos parecen sonreír. Entra en la
habitación y me ofrece su mano. La estrecho, tentativamente,
mirando al gigante de color plateado: —Entiendo que el pueblo
Zoran está en deuda contigo, Hannah...
—Oh, no —le respondo—. Acabo de hacer lo que cualquiera
hubiera hecho.
—Mentira —gruñe Drakan—. Nos has salvado a todos.
—En efecto —afirma Vinz—. Será un honor para ti, Hannah
Kingsley, por el resto del tiempo. El pueblo Zoran no olvidará
lo que hiciste por nosotros. Y lo mismo va para ti, General
Drakan. Su sacrificio salvó a nuestro planeta de una
destrucción segura.
—De nada —se ríe Drakan, y luego hace un gesto de dolor.
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—No me quedaré demasiado tiempo —anuncia Vinz con


un educado asentimiento—. Los dejaré solos.
Cuando las puertas se cierran tras él, las manos de Drakan
me tiran hacia abajo, sus labios encuentran los míos otra vez.
Pasará un tiempo antes de que lleguemos a la Tierra, y voy
a pasar todo el tiempo aquí...
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Epílogo
Tres meses después
Hannah

—¡Drakan, ahora no!


—¡Vamos! —Gruñe mientras me besa el cuello, moviendo
sus manos por mi cuerpo— Tenemos tiempo.
—No, no lo tenemos —protesto mientras intento apartar sus
manos, sin éxito, por supuesto. Se deslizan por mi vestido,
sintiendo mi piel desnuda. Intento terminar de maquillarme,
pero es difícil concentrarse cuando un guerrero Zoran intenta
activamente desnudarte—. Nunca es un rapidito contigo.
—Sin embargo, nunca te quejas —sonríe mi amante Zoran.
—Por supuesto que no —afirmo.
Nunca supe lo que era el buen sexo hasta que conocí a
Drakan. Tiene el cuerpo de un dios y la resistencia de un
caballo. Tal vez más que la resistencia... es insaciable. Han
pasado seis meses desde los eventos de Exon Prime, y aun así
quiere tomarme dos o tres veces al día, a menudo
despertándome por la noche también.
No me quejo, pero realmente no tenemos tiempo ahora. La
Federación está celebrando un banquete en nuestro honor. No
podemos llegar tarde a eso.
Me levanta el vestido, sus hábiles dedos están tocando los
labios de mi coño.
—Estás mojada —me gruñe al oído.
—Claro que lo estoy, idiota; siempre lo estoy cuando estoy
cerca de ti, pero no tenemos tiiii… —Mi voz se rompe cuando
Drakan entra en mí por detrás, la cabeza de su polla se desliza
Página 152

fácilmente en mi coño. ¡Traicionada por mi propio cuerpo


una vez más!
—¡Oh, Dios! —gimo cuando su polla me llena, enviando
olas de placer por todo mi cuerpo. Me inclino sobre el
lavamanos, sosteniéndome de él para apoyarme mientras me
muerdo el labio inferior para dejar de gritar.
Las manos de Drakan me agarran por la cintura,
levantándome fácilmente mientras desliza su polla más
dentro de mí.
—¡Sé rápido! —Jadeo— ¡Lléname!
—Me tomaré mi tiempo —gruñe, su voz baja y animal
mientras entierra su polla dentro de mí—. Justo como te
gusta.
★★★

Llegamos sólo treinta minutos tarde, lo que es un rapidito


para los estándares de Drakan. Mis mejillas están más
sonrojadas y mi cabello más despeinado de lo que me
gustaría, pero en general me veo bastante respetable.
Especialmente para una mujer que acaba de ser tomada
por un insaciable guerrero alienígena.
Drakan se ve absolutamente impresionante en esmoquin.
Entramos en el restaurante de clase alta de Nueva Atlanta
de la mano, y para mi sorpresa, nos reciben con un aplauso
atronador. El restaurante está lleno hasta las orejas de
humanos y Zorans.
En los últimos días, desde que volví a la Tierra, he conocido
a muchas otras mujeres que están involucradas con los
Zorans. Riley, Zoey, Michelle, Cindy, Mia y Olivia. Todas están
tan embarazadas como pueden estarlo, pero están todas
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aquí, con sus grandes barrigas llenando hermosos vestidos. Me


invitaron a cenar anoche, y me divertí mucho intercambiando
historias sobre nuestros fuertes y voluntariosos compañeros
alienígenas. Es agradable conocer gente que tiene experiencias
similares; que saben lo que es tener un guerrero de dos metros
de altura como compañero.
Evelyn está un poco celosa, pero nada puede reemplazarla
como mi mejor amiga, por supuesto. La veo al otro lado de la
habitación, sentada al lado de Brock, mi adorable hermano
pequeño.
Al final, resultó que toda mi preocupación por que huyera fue
en vano. Se fue a nuestra antigua casa, donde el Señor Pullman
lo encontró poco después de llamarme. Nunca más me iré del
lado de Brock, ¡eso es seguro! Por suerte, Drakan y Brock se
llevan bien. Mi hermano pequeño ahora tiene un alto e
imponente Zoran al que admirar. Ya me ha dicho que quiere
ser como Drakan cuando crezca. Le dije que necesita un
montón de vegetales para lograr esa hazaña.
Mientras tanto, Drakan está estrechando la mano de todos
los demás Zorans presentes. Además de Janko y Vinz, están
Thabo, Bojan, Novak, Dusan, Zivan y Vukan. Cada uno tan alto,
tan ancho de hombros, y tan impresionante como el siguiente.
Nos han reservado dos puestos en la mesa principal, junto a
Thabo y Riley Harper, la ministra humana de Asuntos
Interplanetarios. Me siento al lado de Drakan, y mi mano
encuentra la suya bajo la mesa.
Todo el mundo nos sonríe, y eso me pone nerviosa. No me
gusta ser el centro de atención, pero supongo que eso viene
con ser los invitados de honor.
El Rey Vinz da un golpecito a su copa y se pone de pie. La sala
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se calla mientras el hombre de color plateado se levanta: —


Amigos. En nombre de los Zorans de todo el mundo, quiero
extender mi gratitud a la Federación. En nuestros tiempos de
necesidad, han venido en nuestra ayuda. La Federación nos
ha ofrecido desinteresadamente a los Zorans un lugar donde
quedarnos, un planeta al que llamar nuestro hogar. No
podemos agradecérselo lo suficiente, pero debemos declinar.
La Tierra pertenece a los humanos. Debemos encontrar un
nuevo hogar; un nuevo planeta donde podamos
establecernos. Sin embargo, hasta que llegue ese momento,
viviremos aquí a su lado, y pase lo que pase, nunca
olvidaremos su hospitalidad.
Hace una breve pausa y la sala estalla en aplausos. Cuando
se calma un poco, continúa: —Estamos aquí hoy para honrar
a Hannah y Drakan. No es exagerado decir que estos dos han
salvado a nuestra especie y al universo en general. Tanto los
Zorans como los humanos les deben mucho. ¡Por ustedes!
Todo el mundo se levanta para aplaudirnos, y no sé hacia
dónde mirar de pura vergüenza. Lo único que puedo hacer es
asentir y dar las gracias una y otra vez. Justo cuando creo que
se ha acabado, Riley se levanta para dar otro discurso. ¡Me
doy cuenta de que esta va a ser una larga, larga noche!
—Damas y caballeros. Primero quiero agradecer a Vinz por
sus amables palabras. Los Zorans son nuestros aliados, y
siempre son bienvenidos aquí en la Tierra. Nuestro hogar es
el suyo. Me gustaría aprovechar este momento para hablar
del futuro de la Federación, ya que estamos en un momento
decisivo de la historia. Hannah y Drakan se merecen todos
los elogios, ya que han detenido la amenaza de los Tyk'ix...
pero eso no significa que la corta guerra no haya hecho
Página 155

mucho daño. Como algunos de ustedes saben: la IA que esos


alienígenas crearon ha hecho un daño considerable, en todo el
universo. Los mapas estelares de todas partes han sido
corrompidos, incluso aquí en la Tierra. La Alianza
Intergaláctica se ha disuelto, su especie ahora mira el asunto
con reservas. La confianza en la que la paz intergaláctica se ha
construido se ha roto.
—Ahora depende de la humanidad mirar con valentía hacia
adelante. Depende de nosotros crear una nueva alianza; una
mejor, que resista la prueba del tiempo. Queremos crear una
sociedad universal basada en la justicia y la igualdad para
todos. Por eso me gustaría aprovechar este momento para
anunciar la formación de una nueva agencia. Una dedicada a la
formación de embajadores humanos, que viajarán por el
universo, mapeando lo desconocido, en busca de nuevos
mundos para explorar. Encontraremos a los Zorans un nuevo
hogar, y crearemos una nueva comunidad galáctica.
—Pero primero, comeremos y beberemos y celebraremos a
Hannah y Drakan. ¡Salud!
Todos levantan su copa al unísono. Comparto mi brindis con
Drakan, mi compañero, por ahora y por siempre. Estoy muy
feliz de que la Federación haya sido tan amable de dar a los
Zorans un hogar aquí en la Tierra, aunque sea sólo
temporalmente. Hay luchas por delante, ya que nuestros dos
pueblos tienen que aprender a coexistir, pero sé que todo
estará bien al final.
Tengo a Drakan, tengo a Brock, tengo a Evelyn, y un nuevo
grupo de humanos y Zorans a los que puedo llamar mis amigos.
La vida no podría ser mejor.
Página 156

¡Gracias por leer!

Este es el final de la serie de


los Galactic Mates, pero por
supuesto, ¡no es el final para los
Zorans! Ellos necesitan
desesperadamente un nuevo
mundo, y la galaxia necesita ser
trazada una vez más...

Saludos cordiales,

Luna.

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