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Vinea (bardo)

Apodo: Sadys’thicc
Edad: 25
Descripción: Una atractiva tiefling de piel fucsia
y blancos cabellos que mantiene una imagen y
estilo destacable a pesar de no portar prendas
lujosas. Su porte y andar suele atraer miradas y ella
lo sabe, todo es intencional y útil para sus
propósitos como artista. A pesar del glamour que
la rodea, también sabe ser discreta cuando debe y
moverse por los más oscuros callejones. Capaz de
adaptarse a varios entornos urbanos y etiqueta,
Vinea es un bardo versátil que ha trabajado desde
lo bares más bohemios hasta algunas fiestas en
cortes de nobles de Puerto Damali. Su nombre es
algo conocido en ciertos sectores, pero es solo el
comienzo de la fama que ella persigue.
La Diva de los Tumbledowns se abrirá paso hasta
encantar cada espectador que sea atrapado en sus actuaciones y que repitan como un fiel
rebaño lo increíble que ella es. La búsqueda de una generosa propina y que el viento lleve
su nombre cada vez más lejos.

Trasfondo: Barrios bajos


Ciudad original: Wardan
Oficio original e historia: Una talentosa orfebre y joven promesa, desarrolló una técnica
innovadora que le permitiría su reconocimiento entre las familias que resguardan el secreto
de la fundición a vapor. Lamentablemente, todo eso fue arrebatado por la traición de su
maestro y tutor, Darithas.
La venganza es un plato frío y que se sirve lento, se debe disfrutar cada bocado y un día ella
volverá a reclamar su antigua identidad y trabajo. Demostrando que ya nadie puede negarla
ni pasarle por encima.

¡Toda la atención y aplausos para Vinea! Sus corazones y almas serán


reclamados con esta canción…
Granos de azufre

Un atardecer por la ciudad de Wardan con sus calles pavimentadas, las cañerías de vapor estaban
más ocultas que en los otros barrios, los vidrios relucían en colores variopintos desde de los edificios
altos y orgullosos. El caballo cruza a prisas, haciendo que algunos transeúntes se aparten con
miradas indignadas. Perturba la paz, pero nadie se atreve a decir algo ante la armadura del caballero
y el escudo bordado en su capa de aspecto digno. Voltean sus cabezas y siguen su paseo ocioso.

Las crines negras fluyen enredándose con el viento, la armadura resuena y continúa su carrera hasta
parar frente una mansión. Cruza el pórtico y los guardias no lo detienen al ver el papel que el hombre
extiende frente sus caras, solo cesa su andar en la entrada de la lujosa vivienda.

Se anuncia y luego de unos minutos de espera, un elfo de alcurnia sale atareado, incluso los
sirvientes se sorprenden de su actitud. Nadie se atreve a opinar nada del intercambio entre los dos
hombres, pocos son los testigos cuando el caballero entrega un bulto vivo a los brazos del noble con
orejas largas. La manta bordada con azul apenas es removida y revela unos pequeños cuernos, no
se necesita confirmar más ninguna cosa. El bebé es aceptado, como si fuera algo inevitable del
destino.
I
Aquí estaba, contando el presupuesto de este mes. Materiales que encargar y su estúpido
distribuidor principal no había notificado del problema a tiempo. Semana de mierda llena de
problemas, pero al menos trabajo había y si nadie cometía un error, todos los encargos agendados
podrían terminarse a tiempo. La tinta se acaba y estaba demasiado ocupado con el ábaco como para
animarse a ponerse de pie…

—¡Xarith! ¡Tráeme tinta y luego ve a cargar los sacos de plata en su sitio! — se escucha la carrera
por el viejo piso de madera desgastado y lleno de daños, sería inútil reparar algo así en un taller. La
pequeña cabeza se asoma por la puerta de la oficina y la niña de peculiar piel fucsia toma un banco
cercano, subiendo a prisas hasta alcanzar un estante cercano a su cuidador y jefe, Darithas. Le
entrega la tinta y una vez él no le solicita nada más, se retira para cumplir el otro pedido.

A su edad no debería cargar sacos así de grandes, pero todos aquí han desarrollado brazos fuertes.
Incluso cuando ella solo está aquí de manera adoptada, por la bondad del elfo con ceño fruncido
tras el escritorio, no significaba que no se hubiera adaptado a trabajar como uno más.

Si quería poder cenar sin vergüenza alguna, debía ganarse el pan. No eran ricos en esta casa como
para darse el lujo de alimentar una boca perezosa, eran artesanos orfebres y ella agradecía estar
aprendiendo el oficio. Una mezcla entre aprendiz y un extraño que debía comportarse, ese era su
lugar en esta casa y no se quejaba… al menos no demasiado ni en público. Haría lo que pudiera con
lo que estaba al alcance de sus manos, se independizaría joven y trabajaría por su cuenta, ese era
su sueño. No la trataban como una hija, pero, aun así, mientras cumpliese las responsabilidades
asignadas, seguiría teniendo un techo y comida.

La tiefling se secó el sudor, sus muñecas temblaban y observó el barril que debía llenar ahora con
los granos de plata. Necesitaba un descanso antes de eso. Mirando hacia todos lados y
asegurándose de encontrarse sola, se sentó sobre los sacos, desenvolviendo de su pañuelo de lino
una hogaza de pan sobrante del almuerzo. Masticó pensando en su futuro… ella quería trabajar por
su cuenta a fines de su adolescencia y así no tener que recibir más ordenes como un mero aprendiz,
porque si algo era Darithas, eso era ser un completo testarudo. Tomaría demasiado tiempo que la
reconociera, así que lo lógico sería ahorrar de los primeros trabajos donde él le permitiese ayudar y
luego invertir ese dinero en un proyecto propio, llevarlo con un maestro de otro taller y obtener
finalmente su licencia como orfebre en el gremio. Xarith pensaba sobre sus proyecciones a pesar de
solo tener ocho años, deseando ser reconocida por sus joyas y diseños algún día.
Mientras más clientes pudiese obtener, mejores comidas vendrían ¿Podría algún día verse tan bien
como esas elfas de las calles adoquinadas y blancas? La seda de sus ropas captaba su curiosidad,
pero no las podía observar demasiado tiempo, ella desteñía completamente en este sitio. No
importa cuánto limara y ocultase sus cuernos o su cola bajo la ropa, su piel y ojos la condenaban
como una especie extraña en una ciudad como esta.

Incluso Darithas a veces advertía a algunos hombres con pedidos importantes de que no le prestaran
atención a ella, esas y otras muchas razones alimentaban su sueño de simplemente poder tener un
hogar modesto, pero donde pudiese estar sola. Alejada de esas miradas indiscretas cuando ella se
sintiese débil. Pero por ahora… eso era una meta lejana.

Limpió las migas de sus comisuras y continuó trabajando. Debía apurarse, ya que, si ayudaba en
preparar la cena le darían un trozo de pan extra.
II

Peinando sus cabellos blancos encontró consuelo en algo que recién se estaba haciendo consciente,
pero jamás admitiría abiertamente. Eso era, que a pesar de sus rasgos peculiares y distintos a los
elfos que la rodeaban, puede que ella fuera algo atractiva.

Al inicio no quiso creerlo, pero lo comprobó varias veces, incluso si su cuerpo aún estaba en
crecimiento notó la similitud de ‘esas miradas’ hacia ella. Miradas que le daban a varias mujeres al
caminar y sonrisas de jóvenes adolescentes a chicas que los miraban directamente a los ojos al
hablar. Ahí estaban, de la misma forma dirigidos a su persona ¿Era eso el signo de al menos poder
ser algo bonita? Que dulce sería soñar así.

Quiso experimentar algo, estaba aburrida de sentir que debía esconderse, así que había empezado
a dejar crecer sus cuernos. Aunque algo extraño había en sus cuernos, al inicio pensó que siempre
habían sido negros, pero si removía sus cabellos hasta toparse con su cuero cabelludo, ahí había un
tono distinto ¿Los cuernos podían tener más de un color? En unos meses lo sabría.

Se colocó su colonia barata con mesura, aroma agradable que duraría poco, pero le hacía feliz poder
acicalarse con algo. Hoy sería un gran día, un cliente importante se había interesado en uno de sus
bocetos y maquetas. El señor se llamaba Elyon y era la mano derecha del regente de Wardan,
llegando hasta aquí por los rumores de la técnica que ella había desarrollado y demostrado en la
feria del año pasado, como una táctica más para ganarse su lugar como joven promesa y facilitar su
futura licencia en el gremio. Darithas no había logrado poner excusas al hombre de ropas caras sin
ofenderlo, pues este se había encaprichado con el trabajo de ella y sería a ella quien contrataría bajo
la supervisión del dueño del taller ¡Este sería su primer trabajo formal independiente y ese viejo
gruñón no podría dejarla afuera esta vez!

Por fin las cosas irían como las había planeado, quizás pronto podría independizarse y eso la hacía
feliz. Sonrió naturalmente a su ahora cliente y lo atendió como si fuera la mejor anfitriona (o al
menos es lo que intentó emular en base a los pocos ricos que había observado y las exiguas novelas
que había en la casa). Arreglaron los detalles del encargo en la oficina y a pesar de que todo sobre
la tiara ya estaba listo en el contrato, Elyon se quedó un par de horas más solo hablando con ella de
cualquier cosa. Ambos rieron y se miraron con sinceridad por momentos, dejando las diferencias de
estatus social. El trato fue cerrado exitosamente y las siguientes visitas para supervisar el progreso
siempre fueron tan amenas y divertidas como la primera.
Su nombre tomó más peso cuando el resto de los artesanos se enteraron de quien la había
contratado y como él siempre salía con una sonrisa del taller. Ella solo podía sentirse orgullosa de
finalmente intentar obtener el lugar que sus esfuerzos e ingenio merecían y tomaría esta
oportunidad con todas sus fuerzas. Su deseo de ser una orfebre respetable en toda la regla no estaba
tan lejos.
Ebullición

Bien, esto era extraño, pero no tenía otra opción. Llevaba años dándole vueltas a este peculiar día
y por qué su tutor siempre salía al mismo sitio y hora para luego volver con un paquete. Ahora con
sus quince años no deseaba vivir más con esa incertidumbre, algo la tiraba a buscar esa respuesta.
Sabiendo que actualmente era lo suficientemente importante en el taller como para poder increpar
a Darithas si este la encontraba siguiéndolo, comenzó a espiarlo. Vigilando sus pasos y a que edificio
entraba mientras se escondía por la calle de al frente.

Quería respuestas y las obtendría, espero varios minutos y lo que vio la tomo por sorpresa y
confundió más. Ese elfo testarudo estaba molesto, murmurando algo que no pudo leer de sus labios
y sin ningún paquete entre sus brazos ¿Era ella la que había confundido algo? Lo siguió pensando
que quizás obtendría dichoso paquete en otro sitio, pero su camino fue de inmediato para regresar
a casa. Sin querer ser descubierta, la joven corrió y llego apenas un par de minutos antes para fingir
su coartada y no ser descubierta.

Este asunto le siguió dando vueltas, pero no tenía mucho tiempo. Debía darle los toques finales a la
corona y terminar su envoltorio, sacudir el cojín de terciopelo y agregar la tarjeta correspondiente.
Todo saldría bien, está ya había sido revisada y aprobada por Elyon.

Al terminar de empaquetar su creación más intrincada, se dirigió a calentarse su cena, pues había
perdido la hora terminando de trabajar en el taller. Se sintió cómoda con la soledad de la mesa y
agradeció que de antemano su porción de sopa había sido apartada ¿Podría ser que la estaban
felicitando sutilmente por su primer trabajo? Comió con gusto y se fue a la cama temprano, mañana
saldría casi con el alba para entregar personalmente su ahora obra maestra a su estimado cliente.
II

Todo era negro y olía a humedad, le costaba respirar. No podía moverse y su adrenalina se disparaba
por su sistema en lo que procesaba su situación. El pitido de sus oídos se desvaneció paulatinamente
hasta que pudo finalmente reconocer el ruido de la carreta y caballos ¡Estaba maniatada en algún
carro! Tuvo miedo, mucho miedo, pero quería vivir así que uso cada neurona disponible para pensar
en algo.

No recordaba haber molestado a nadie ni nada más que haberse ido a dormir a su cama ¡¿Cómo
diablos se supone que paso esto?! Su habitación no tenía ni ventanas.

-PENDIENTE ROLEO PARA CONTINUAR ESTA PARTE DE LA HISTORIA-


Fundido

La vida era algo cruel, con solo dos certezas: vivir o morir. Cada vez que el frío le calaba los huesos,
no podía evitar recordar con amargura que hace no mucho tiempo podía darse el lujo de soñar y
tuvo algo en sus manos, un objetivo y un techo.

Espantó a las ratas por un pollo a medio comer, cuidadosamente vigiló los callejones cercanos
mientras corría a un sitio donde comer más segura. Devoró hasta la médula del hueso roído. Todo
servía.

Guardaba con recelo su poco dinero reunido haciendo los trabajos más triviales que le permitían a
alguien harapienta como ella. Desde ese escape del bosque su destino no había sido el mismo, viajó
por necesidad y por procesar las cosas en su mente… todo se había hecho añicos. No estaba segura
de que hacer ahora, que debería soñar si algo tan simple le había sido arrebatado injustamente.
Simplemente ya no quería siquiera tener un objetivo, solo vagaba sobreviviendo.

El invierno se tornó en su gran enemigo en estas condiciones y para ello era su dinero, escapando
de las horas más heladas comprando algo simple en una taberna y alargando su estancia lo mayor
posible con el consumo más básico de una jarra de cerveza que volvía eterna o un plato caliente
necesario para ver un nuevo día.

Fue en medio de una nevada donde su estado era peor del habitual cuando se abrió paso hasta
sentarse al lado de la chimenea, antes que pudieran decirle cualquier cosa, colocó las monedas en
la mesa.

Esperando su pedido, decidió prestar más atención de lo habitual a cierto bardo que animaba al
resto de clientes. Generalmente los ignoraba, demasiado preocupada tragando la amargura de su
situación y la marcada desconfianza permanente que produce vivir en las calles. La preocupación de
que ya casi no tendría ni una moneda de plata luego de esto. Miedo; otra vez la maldita miseria y
debilidad.

Deja tus preocupaciones atrás doncella, que aquí llega tu caballero,

Aunque no porte sombrero,

Tenme en tu alero,

Oh bella dama, permíteme besarte

Y entre tus piernas deslizarme ¡Hey!


—¡Deslizarme! ¡Hey! Jajaja— los ebrios acompañaban entre carcajadas la cacofonía de la melodía
vulgar, mientras que las pocas mujeres presentes ignoraban un show tan burdo. Ella hubiera hecho
lo mismo, si sus oídos atentos no la hubieran hecho voltearse al sonido proveniente de una gran
cantidad de monedas ¡¿Cómo era posible?! Esa cantidad de propina por algo paupérrimo. La tiefling
tembló de enojo por dentro, nuevamente el mundo era absurdamente injusto. Pero,
contemplándolo y enfriando la cabeza ¿Eso no se veía extrañamente fácil? Quizás…

Observó 44sus manos llenas de callos por el duro trabajo y sintió sus músculos cansados. Estaba
aburrida de este camino y estaba desesperada por un cambio ¿Sería poco sensato arriesgarse?
¿Intentar algo nuevo? De todas formas, ya no era la joven promesa entre los joyeros de Wardan. Se
lo habían arrebatado, tal como ella lo haría con este ebrio bardo de canciones simplonas. Así es,
sería igual como el resto fue con ella. Sin perderle la vista, ella comió con prisa la sopa de pan y
cebolla, acechando con sutileza a su objetivo.

Tal como estimó, fue fácil seguirle la pista. Parecía un foráneo a este pueblo, pues el hombre
descuidado entró a un callejón a hacer sus necesidades sin darse cuenta como se había expuesto.
Tuvo suerte de ser la única tras sus pasos. Mientras él tipejo estaba distraído, tomó la llave de su
cuarto y volvió hacia la taberna.

Lo siguiente no debería ser tan difícil… Sus últimas piezas de cobre se fueron en pagar una cama en
un cuarto cercano. De todas formas, no podría dormir afuera con este clima, sería suicidio. Y con
una habitación arrendada, no fue sospechoso subir a ‘dejar sus pertenencias’.

No tenía idea que hacía este hongo, pero sus colores claramente eran un advertencia y al estar
intactos en zona de animales herbívoros debía ser suficiente para su propósito. Cuando el estruendo
del show del bardo se reanudó, ella accedió a su cuarto y dejó una jarra mezclada con el líquido que
salió al moler la seta extraña y el toque final fue una nota coqueta haciéndose pasar por la mesera.
Habría que ser ciego para no ver como el tipo la había estado acechando como animal hambriento
entre obscenas canciones. Una apuesta arriesgada, pero si salía bien, obtendría varios beneficios.

Al regresar al ajetreo entre las mesas y cervezas, chocó intencionalmente con el bardo que
acomodaba sus cinturones. La llave cayó y ella se disculpó, el ebrio cantante se agachó a recoger lo
que supuestamente se le había caído.

Esperando mientras veía el clima por la ventana, finalmente escuchó un pequeño ruido en la madera
en altas horas de la madrugada. Salió del modesto cuartucho y sigilosamente escuchó a través de la
puerta, nada. Se arriesgó abriendo la manilla con una ganzúa y al deslizar la puerta vio al tipo
desmayado y con la jarra en el suelo. Actuó rápido, robando el dinero, algunas prendas gruesas y el
instrumento.

¡Un nuevo comienzo! Susurraba su mente algo eufórica. Sí este bastardo podía vestir así y comer
mejor que ella con tan poco esfuerzo ¿Por qué no podría imitarlo o hasta superarlo? Con la
adrenalina corriendo por sus venas, salió sin ser vista por nadie. Asegurándose de llevarse la nota
falsa con ella junto la jarra y cualquier pista. Sin pruebas, todos pensarían que fue la alucinación de
un ebrio, además por el olor del cuarto estaba segura de que se había cagado encima ¿El hongo
tendría efectos laxativos? Quien sabe, pero eso no importaba ¡Al diablo con todo, ella también tenía
derecho a ser egoísta!

Dejó antes del alba el pequeño pueblo y decidió viajar aún más lejos, donde realmente se sintiera
tan perdida que hasta podría tener un nuevo nombre junto un nuevo comienzo, oficio...todo. Quería
volver a tener algo a lo que aferrarse y perseguir. No la hundirían, no tan fácil y un día regresaría a
cobrar todo lo que es suyo.

Maldijo a Darithas y todos los que la negaron a propósito, fingiendo locura cuando ella les increpó
lo sucedido. El gremio cuando no hicieron nada ante el robo de su técnica ¡Todos pagarían! De Elyon
no sabía nada, pero eso no tendría importancia. Juró a los cielos y así misma que nunca más podrían
quitarle los ojos de encima y negarla ¡De ser necesario les arrebataría lo que le debían y con
intereses! Sus sueños humildes y conformidad murieron con la traición. Corriendo por el camino
nevado, usando el dinero en caravanas. Cada vez más lejos, hasta que necesitó revisar otro mapa.

Gastando todo hasta que llegó a un curioso sitio, nuevamente en las calles, pero el fuego de su
ambición le ayudó a seguir adelante. La tiara se rodeó de espinas, nada de eso le estorbaría. Se sentó
fuera de un lugar concurrido, ignorando su aspecto actual, afinó con delicadeza el instrumento.
Necesitaba comer y para eso debía actuar como había estado hecho y practicando, al menos su
ingenio era lo único que no le había fallado.

—¡Eh tú, chiquilla! ¿Qué crees que haces sentada como un vagabundo en la entrada de mi local?
Espantarás a los clientes— ella miró hacia arriba y eso no fue suficiente para dar con la cara del tipo
corpulento y piel peculiar, estirando su cuello finalmente pudo hacerlo —Lo siento señor… es solo
que el hambre y sed no me ha dejado moverme más lejos, permítame unos minutos más—ella
claramente no quería problemas con alguien así de fuerte ¡¿Qué diablos era?! ¡Nunca había visto
una persona o raza así!

Trató de pararse, pero sus piernas fallaron y el grandote pareció apiadarse de ella, la hizo esperar y
volvió con pan algo añejo pero comestible. Esto era una oportunidad que no desaprovecharía y
nuevamente le hizo una apuesta al destino cuando le sonrió como una niña pequeña y se aferró a
él y su amabilidad.

—¡Ya, ya mocosa! Solo porque quizás seas útil… entra antes que me arrepienta— sonaba duro, pero
accedió y ella no perdió el tiempo, deslizándose por la puerta más rápido que un parpadeo —Mi
nombre es Pyke y aquí se hace todo lo que digo, entonces… tú chica vagabunda ¿Tienes un nombre
o solo te digo mocosa fucsia? —

—Mi nombre es Vinea, ¡Gracias por permitirme trabajar aquí! — por suerte había pensado en eso
antes o hubiera sido tomada por sorpresa e interpretada como una mentirosa si se hubiera quedado
pensando en algo.
NPCS

Pyke
Raza: Goliath
Ciudad: Puerto Damali

Pyke es dueño de la taberna “El Canalla” ubicada en los Tumbledowns, aledaña a un sector
fronterizo con el barrio bohemio de Puerto Damali. Su raza es goliath. Es trucho, como
cualquier persona de esos barrios, ha crecido en la astucia suficiente para mantener su
negocio y que ningún delincuente venga a causarle problemas y es mejor así, pues no tiene
problemas en otra mancha de sangre de algún idiota en el piso de su local, mientras este
fresca solo hace falta un poco de agua para limpiarla.
Vinea no sabe cómo él llegó a Puerto Damali. Siempre que ella le pregunta, este inventa
una historia diferente.
Él le dio unas hogazas de pan y agua por compasión, la tiefling viendo la oportunidad de que
alguien se había apiadado de ella y sus harapos, decidió probar su suerte hasta que él la
acogió en la taberna donde la recibió y creció sus últimos años convirtiéndose en una
especie de hermana-amiga cercana de la hija del tabernero (La Brittany).
Jonathan es el otro hijo de Pyke, básicamente un chiquillo encerrado en un cuerpo gigante
y con cabeza de músculo, Vinea es una especie de hermana y referencia de como son las
mujeres para él.

“Nadie quiere meterse con el hombre que reparte los tragos”


Daliah
Raza: Humano
Ciudad: Puerto Damali

Daliah se dedica al negocio de la información. La mujer se


viste de manera camaleónica, lo que le permite mezclarse
con facilidad en varios ambientes, necesario para ella y su
pareja debido al tipo de negocio que manejan. Se ha
hecho amiga de Vinea y le consigue datos de trabajos y
oportunidades. Ambas suelen compartir conversaciones
amenas y chismes en las mañanas libres que coinciden.
La sagaz mujer ha simpatizado con la bardo en una
relación que a ambas les tardó casi un año entablar, ella
por ser una persona precavida y Vinea por su desconfianza
habitual hacia las personas. A pesar de la naturaleza
engañosa y carismática de ambas, su relación es sincera y
a veces comparten hasta algunos detalles íntimos de sus
vidas o consejos variopintos.
(Idea: Puede que su pareja maneje un burdel como
fachada de la venta de información o algo similar)

“Hey, eso que traes ahí podría valer más de lo que piensas y no me refiero a tus
pertenencias… Entonces, ¿Negociamos?”
Darithas
Raza: Alto elfo
Ciudad: Wardan, ciudad de los joyeros.

Extutor y maestro de Vinea. Él siempre relataba como la recibió como un acto de su gran
piedad en su taller y familia (a pesar de que más bien fue una orden de uno de sus
patrocinadores).
Aunque originalmente solo pensaba tener a la pequeña tiefling para labores domésticas,
decidió darle una oportunidad a la joven y le permitió ser su aprendiz en el oficio de
orfebrería. La chiquilla demostró ingenio,
compromiso y buen gusto, por lo que le dejó ser una
ayudante más en su taller luego de pasar las pruebas
necesarias.
Debido a su 60 años de edad y todo el tiempo que
lleva intentando lograr algo que lo haga destacar lo
suficiente para recibir el privilegio de aprender la
famosa técnica de fundición al vapor, se ha vuelto
especialmente testarudo en apoyar el desarrollo de
todos sus aprendices, lo que ha causado que estos se
fueran con otros maestros y ha empeorado su
reputación junto con su humor.
Probablemente es por esto por lo que le hirvió la
sangre cuando vio que Vinea lo estaba superando y
que un cliente tan destacado como Elyon se había
encaprichado con los diseños de ella y siempre
destacaba lo joven que era junto el futuro que podría
esperarle. Darithas no se lo pensó mucho para
robarle el trabajo y técnica innovadora a la joven
tiefling. De todas formas, nunca le importaron sus
aprendices más allá de un par de manos extras que
deben ayudarlo a brillar como un destacado joyero
de la ciudad de Wardan. Todo el que interfiera, será
una molestia.
Andras Murock Enthorias
Raza: Humano
Ciudad: Puerto Damali

A sus 31, Andras se destaca como un


general eficiente y hombre de confianza
del poder local. Su clan pertenece a una
familia de nobles del Imperio.
Apodado como “El perro negro de la
Marquesa”, es un militar que se ha
ganado su lugar con varios logros y
estrategias efectivas. Su nombre tiene
un reconocimiento casi tan conocido
como su excéntrica personalidad.

Es una persona que no le gusta perder el


tiempo en fiestas poco importantes, solo asistiendo a las reuniones necesarias y dejando
que su madre y enfermiza esposa se dediquen a la vida social necesaria de los nobles. Lo
que es él, prefiere utilizar su tiempo en el trabajo, misiones o las cosas que le gustan. Se
rumorea que además de las óperas y obras del género dramático a las que suele asistir,
también se ha visto a hombres de él acercarse a ciertos artistas, pero se desconoce el
propósito o que sucede con ellos ya que todo lo que rodea al general, suele ser muy
discreto.
(Véase más de él en la historia aparte)

Vinea: “Ese hombre es mal llamado ‘perro’ ¿Quién fue el idiota que le puso tal
apodo? ¡Acecha igual que una peligrosa pantera!
Siempre esa segunda copa y puesto al lado suyo durante las citas de conciertos
privados…
No estoy preparada para las consecuencias que podría traer solo aceptar esa
silenciosa oferta. Desconozco lo que quiere, pero sus penetrantes ojos rojos solo
activan todos mis instintos y no deseo cruzar esa delgada línea que parece haber
en la habitación.”
Marco
Raza: Humano
Ciudad: Puerto Damali

Capitán Selezho al cuidado de los Murock


Enthorias, bajo las órdenes directas del General
Andras. Marco pertenece a una familia de
hidalgos, lo que ocasiona un trato respetuoso a
los miembros de la familia Murock Enthorias.

Es un hombre ocupado que cumple los pedidos


más privados de Andras, además de aprender de
él y su experiencia militar. Ambos son algo así
como ‘amigos’ pero su relación no está del todo
definida debido a la marcada jerarquía que los
dos mantienen.

Se destaca por su ingenio, paciencia y


diplomacia, lo que le ha ganado el respeto de su
tropa junto su habilidad manejando varias
armas. Su afán por el orden lo hacen un eficiente
burocrático y de los pocos militares que no se
queja por pasar días enteros tras un escritorio.

Vinea: “¡Me agrada este sujeto! Creo que somos entre amigos y conocidos, siento
su simpatía y cansancio cuando me entrega las cartas con la fecha y lugar de los
conciertos privados…
¡Además me ayuda a conseguir posibles trabajos en algunos banquetes de los
nobles! ¿Qué más se podría pedir? Siempre que puedo, le invito una cerveza, esa
cara que trae pide un descanso urgente.”

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