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Mejia, D, Ortega, D y Ortiz, K. (2014). Un análisis de la criminalidad urbana en Colombia.

https://igarape.org.br/wp-content/uploads/2015/01/Criminalidad-urbana-en-Colombia-
diciembre-2014.pdf

El tiempo. (07 de febrero 2020). No cesa violencia contra menores: 38 fueron asesinados
en enero. https://www.eltiempo.com/justicia/delitos/preocupantes-cifras-de-asesinatos-de-
menores-en-colombia-en-enero-459730
UN Periódico Digital. (24 de julio de 2020). Cadena perpetua: ¿cómo y bajo qué
condiciones se aplicaría en Colombia?.
http://unperiodico.unal.edu.co/pages/detail/cadena- perpetua-como-y-bajo-que-
condiciones-se-aplicaria-en-colombia/

Cáceres, E. (2019). Prisión perpetua en Colombia. Análisis de las iniciativas legislativas para su
autorización, y de los argumentos «racionales» para su incorporación en el ordenamiento
colombiano. Revista Nuevo Foro Penal, 15 (93): 111-224

Pacheco, E. 18 junio 2020. Senado aprueba prisión perpetua para asesinos y violadores de niños
y adolescentes. https://www.senado.gov.co/index.php/prensa/lista-de-noticias/1404-senado-
aprueba-cadena-perpetua-para-asesinos-y-violadores-de-ninos-y-adolescentes

Proyecto de Acto Legislativo (PAL) 036. (2013). por el cual se modifica el artículo 34 de la
Constitución Política de Colombia, para permitir la Prisión Perpetua Revisable a partir de los 40
años de prisión exclusivamente cuando la víctima de los delitos de homicidio, acceso carnal
violento, secuestro o explotación sexual, sea un menor de 14 años o menor de 18 años con
discapacidad y se dictan otras disposiciones.
https://www.ramajudicial.gov.co/documents/1545778/7429338/DEL_NAL_NOR_PL_15_2013+
%28PAL_036_2013%29.pdf/dce8542d-6a41-4c8f-b216-1818cd61b5ba

SEMILLERO EN DERECHO PENITENCIARIO DE LA P.U.J. (2020). Inconstitucionalidad de la cadena


perpetua en Colombia. Univ. Estud. Bogotá (Colombia), 22: 113-138

Díaz, L. (2009). Reflexiones sobre la propuesta de reforma constitucional en Colombia. Revista General
de Derecho Penal, 11: 135-164

El Tiempo. (24 de mayo del 2019). La niña de Barranquilla y otros conmocionantes


asesinatos de pequeños. https://www.eltiempo.com/justicia/delitos/casos-de-asesinato-de-
ninos-en-colombia-320884
con relación al costo que tiene la manutención de un condenado. De acuerdo con cifras del
Instituto Penitenciario y Carcelario (INPEC) publicadas por la revista Dinero (2016), “el precio de
mantener un preso en Colombia supera $1.500.000 al mes”.

Por lo tanto, si de acuerdo con el portal CISPA (2014), “Colombia es el tercer país en América
Latina en población carcelaria” y si a junio del año 2017 había un total de 117. 018 personas
privadas de la libertad en los establecimientos carcelarios (Eltiempo.com, 2017), supondría esto,
que en un mes el Estado y más específicamente los ciudadanos a través de sus impuestos
asumirían la cifra de 175.527.000.000 (1.500.000 x 117.018) y al año serían 2.106.324.000.000
(175.527.000.000 x 12). Sin duda alguna, una cifra exorbitante, que el Estado no tiene la capacidad
de costear. Es por ello, que se presentan tantas violaciones a los derechos humanos en el sistema
penitenciario y carcelario debido a las malas condiciones de salud y hacinamiento de los presos
provocados por la falta de presupuesto para su atención.

Estos altos índices de población carcelaria demuestran que las penas altas no han tenido un
impacto en la reducción de los índices de la criminalidad y, por lo tanto, se observa cómo sigue
creciendo esta población de conformidad con las cifras anteriormente citadas.

el Congreso tiene “la posibilidad de modificar el texto constitucional no para subvertirlo, sino para
permitirle su adaptación a nuevas circunstancias, asegurando por esta vía, la permanencia del
pacto creado por el constituyente originario” (Corte Constitucional, 2016b),

El 22 de julio de 2020 se aprobó el Acto Legislativo 1 de 2020 “Por medio del cual se modifica el
artículo 34 de la Constitución Política, suprimiendo la prohibición de la pena de prisión perpetua y
estableciendo la prisión perpetua revisable”. Por considerar que esta norma sustituye la
Constitución Política de 1991, algunos integrantes del Semillero en Derecho Penitenciario de la
Pontificia Universidad Javeriana2 presentaron una demanda de inconstitucionalidad, la cual fue
admitida por la Corte Constitucional mediante auto del 28 de septiembre de 2020 (expediente D-
13839). El presente artículo contiene los argumentos de dicha demanda, en donde se señala que
el legislador incurrió en una sustitución de los principios fundantes sobre los que se erige nuestra
norma de normas, como son la dignidad humana (artículo 1° constitucional) y la posibilidad de
resocialización (artículos 10-3 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos y 5-6 de la
Convención Americana de Derechos Humanos), la igualdad (artículo 13 constitucional), la libertad
y la prohibición de imprescriptibilidad de la penas (artículo 28 constitucional).

pretende dar cumplimiento de los compromisos internacionales contraídos por Colombia para la
protección del menor. A su vez, sus expositores afirman que no existiría vulneración del bloque de
constitucionalidad por no existir prohibición expresa dentro de una norma de rango
constitucional, y que por el contrario, dicha medida garantizaría la prevalencia de los derechos de
los niños.
En palabras de la Corte Constitucional, el Congreso tiene “la posibilidad de modificar el texto
constitucional no para subvertirlo, sino para permitirle su adaptación a nuevas circunstancias,
asegurando por esta vía, la permanencia del pacto creado por el constituyente originario” (Corte
Constitucional, 2016b),

La cadena perpetua, consagrada en el Acto Legislativo 01 de 2020 no satisface las exigencias


constitucionales del valor, principio, y derecho fundamental de dignidad humana. El imponer una
cadena perpetua instrumentaliza al individuo, y no permite concretar el fin de la pena privativa de
la libertad: la resocialización.

El anterior pronunciamiento resulta fundamental para el contexto colombiano, porque si bien es


cierto que en virtud del artículo 16.1 de la Convención para Prevenir y Sancionar la Tortura y Penas
Crueles, Inhumanas y Degradantes, la cadena perpetua por sí sola no constituye un trato
inhumano, en el contexto colombiano sí se configuraría como tal. Al respecto conviene señalar los
siguientes puntos: 1. En el 2018 el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) expresó su
preocupación frente a la situación carcelaria en Colombia, pues encontró que existían 115.792
personas privadas de la libertad, las tasas de hacinamiento superaban el 365% en algunos centros
de detención, la calidad de atención primaria y el acceso a servicios especializados de salud era
deficiente. Faltaba espacio para el esparcimiento y resocialización. La infraestructura era obsoleta
por falta de mantenimiento (Comité Internacional de la Cruz Roja, 2018)

artículo 4 del Código Penal dispone como uno de los principios rectores del derecho penal en
nuestro país que: “La pena cumplirá las funciones de prevención general, retribución justa,
prevención especial, reinserción social y protección al condenado” (Resaltado fuera del texto). Por
lo tanto, la ejecución de la pena tiene como propósito garantizar las herramientas que permitan
una adecuada rehabilitación y reintegración del penado a la sociedad

En conclusión, la cadena perpetua sustituye la Constitución, en tanto que desconoce la declaración


de Colombia como un Estado Social de Derecho que establece los derechos humanos y
fundamentales de su población como principios inviolables. Esto contraviene también el bloque de
constitucionalidad y los distintos instrumentos internacionales de Derechos Humanos que lo
integran, y, especialmente, aquellos que regulan la situación de la población carcelaria, ya que la
cadena perpetua ignora la consagración de la vida y la dignidad humana como pilares
fundamentales del Estado Social de Derecho, elementos definitorios del ordenamiento jurídico
colombiano y, además, sujeta a determinadas personas a una situación desigual, en la cual no
cuentan con las mismas garantías que los demás penados.

Afirmarlo, tal como lo hace el legislador para introducir esta reforma constitucional, es admitir la
ilegitimidad de la medida, pues justificar la cadena perpetua con su posible no perpetuidad, desde
una mirada objetiva de la medida, es entender que la cadena perpetua viola los derechos
fundamentales del recluso y por tanto es necesaria su revisión, por lo que no es un elemento de
juicio para evadir su inexequibilidad.
En Colombia se han presentado alrededor de dieciséis proyectos de acto legislativo para modificar
el artículo 34 de la Constitución, y así suprimir la prohibición de penas perpetua

HABLAR SOBRE LA REINCIDENCIA DE LOS DELINCUENTES

ue durante el confinamiento estos delincuentes no tenían acceso a potenciales víctimas y por ende
ellos no podían involucrarse en la comisión de este tipo de conductas

con relación al costo que tiene la manutención de un condenado. De acuerdo con cifras del
Instituto Penitenciario y Carcelario (INPEC) publicadas por la revista Dinero (2016), “el precio de
mantener un preso en Colombia supera $1.500.000 al mes”.

Por lo tanto, si de acuerdo con el portal CISPA (2014), “Colombia es el tercer país en América
Latina en población carcelaria” y si a junio del año 2017 había un total de 117. 018 personas
privadas de la libertad en los establecimientos carcelarios (Eltiempo.com, 2017), supondría esto,
que en un mes el Estado y más específicamente los ciudadanos a través de sus impuestos
asumirían la cifra de 175.527.000.000 (1.500.000 x 117.018) y al año serían 2.106.324.000.000
(175.527.000.000 x 12). Sin duda alguna, una cifra exorbitante, que el Estado no tiene la capacidad
de costear. Es por ello, que se presentan tantas violaciones a los derechos humanos en el sistema
penitenciario y carcelario debido a las malas condiciones de salud y hacinamiento de los presos
provocados por la falta de presupuesto para su atención.

Estos altos índices de población carcelaria demuestran que las penas altas no han tenido un
impacto en la reducción de los índices de la criminalidad y, por lo tanto, se observa cómo sigue
creciendo esta población de conformidad con las cifras anteriormente citadas.

Como se puede observar, entre los años 2016 y 2017 se tienen 847 homicidios cometidos en
contra de niños, niñas y adolescentes en el territorio nacional, esto, sin 23 observar las cifras que
el Instituto Nacional de Medicina Legal comporta para otro tipo de delitos como accesos carnales
violentos o abusivos, violencia intrafamiliar, tortura, etc. Así las cosas, las cifras anteriores
demuestran una creciente ineficacia de las penas altas como parte de la política criminal de un
estado, hasta el punto de referirse que es una medida infructuosa: “Hay estudios que demuestran
que los incrementos marginales, de dos o tres años, en las condenas no son los que reducen la
delincuencia. Así, se han endurecido las penas a pesar de que las cifras no han avalado un
aumento de la criminalidad” (Pozuelo Pérez, 2013).

la respuesta a estos interrogantes es claramente negativa. es evidente que si la pena


privativa de la libertad se debe dirigir a la resocialización, reeducación o reinserción
social, debe existir una limitación en su duración, ya que desde el punto de vista
psíquico puede conducir al aniquilamiento de la personalidad del interno desde este
punto de vista, la cadena perpetua es siempre demasiado larga desde el punto de vista
de la prevención especial. en efecto, en la vida de cualquier individuo llega un momento
en el que materialmente deja de ser criminalmente peligroso

en síntesis, podemos decir que la cadena perpetua no se justifica, porque no se compa-


dece con la resocialización del delincuente que la corte constitucional fundamenta en
principios como la dignidad humana y el libre desarrollo de la personalidad. de igual
forma excluye al delincuente del concepto de persona, criterio que según referimos para
nuestra corte suprema de justicia es inadmisible y con ello vulnera principios como el
de proporcionalidad y el de igualdad en la imposición de la pena.
con las anteriores ideas, el punto fundamental que hemos querido argumentar es la
idea de que todo el movimiento que ha surgido alrededor de la propuesta de la cadena
perpetua para violadores de menores ha estado basado en la una política criminal de
carácter emocional, que pone en peligro las conquistas liberales y humanitarias de
nuestro tiempo desconociendo la exigencia universalmente aceptada de que el principio
de humanidad ha de ser fundamento de la política criminal dicho fenómeno lo ha
referido. quien ha bautizado esta tendencia como el miedo infundado a la criminalidad
el cual ha sido una pieza esencial de conocidos mecanismos psicosociales que en
determinados momentos de crisis manipulan la realidad en razón de pretensiones
políticas interesadas según sus propias palabras

Estado democrático no puede desconocer las garantías propias del Estado de Derecho, esto es, las
que giran en torno al principio de la legalidad. Pero al mismo tiempo, debe añadir nuevos
cometidos que vayan más allá del ámbito de las garantías puramente formales y aseguren un
servicio real a los ciudadanos. El Derecho Penal en un Estado social y democrático no puede, pues,
renunciar a la misión de incidencia activa en la lucha contra la delincuencia, sino que debe
conducirla para la verdadera defensa de los ciudadanos y de todas las personas residentes en el
territorio nacional. Debe, por tanto, asegurar la protección efectiva de todos los miembros de la
sociedad, por lo que ha de tender a la prevención de delitos (Estado Social), entendidos como
aquellos comportamientos que el orden jurídico califica como dañinos para sus bienes jurídicos
fundamentales, en la medida en que los considera graves. Así, pues, un adecuado sistema de
política criminal, debe orientar la función preventiva de la pena con arreglo a los principios de
protección de bienes jurídicos, de proporcionalidad y de culpabilidad

Teniendo en cuenta el fenómeno creciente de la criminalidad y delincuencia en nuestro país en los


últimos años, se torna imperioso evaluar las posibilidades y la verdadera eficacia de la justicia
penal y de las sanciones por ella previstas, para efectos de garantizar la protección de los bienes
jurídicos más fundamentales para el ser humano. Si bien es cierto que la pena debe cumplir una
función rehabilitadora, lo cual ciertamente constituye la filosofía que gobierna el sistema penal en
Colombia, no puede perderse de vista que el secuestro es una de las más repugnantes conductas
delincuenciales que pueden existir en una sociedad; es el más cobarde y vil de los atentados
contra la dignidad, la libertad y la vida humana.

necesidad de brindar especial protección a los niños y niñas, base de nuestra sociedad, y
exigencia del artículo 44 de la Constitución, imponiendo sanciones drásticas contra sus
ofensores
La familia, la sociedad y el Estado tienen la obligación de asistir y proteger al niño para
garantizar su desarrollo armónico e integral y el ejercicio pleno de sus derechos.
Cualquier persona puede exigir de la autoridad competente su cumplimiento y la sanción
de los infractores. Los derechos de los niños prevalecen sobre los derechos de los
demás¿, destacando la necesidad de edificar una normatividad especial que vele por la
especial protección de los menores, para lo que me ajusto al parámetro de los 14 años,
uno establecido y admitido por la justicia penal, recibiendo respaldo, cuando la edad en
mención ha sido cuestionada, en nuestra honorable Corte Constitucional.
o implementando sanciones que efectivamente desmotiven la criminalidad, en especial
cuando las víctimas son menores de 14 años o con discapacidad, siendo menores de 18.

si se tiene en cuenta que este tipo de delitos se producen generalmente en el entorno familiar o
comunitario, es decir, en el medio más cercano a la niña, niño o adolescente. Incluso en algunos
casos el agresor se trata de un familiar o conocido[3][3]; tornando la denuncia en compleja por
razones como persuasión, amenaza, temores, vergüenza, desconfianza o exposición de la
intimidad, lo cual hace deducir que el registro de denuncias no es fiel a la realidad de la
problemática.

Los últimos años, dicen los textos oficiales, las denuncias por delitos sexuales en todas las edades,
así como en la niñez, han mostrado un aumento progresivo como señalan los exámenes
practicados por Medicina Legal, las denuncias realizadas ante la Policía Nacional y las denuncias
ante el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar.

En Colombia se han presentado alrededor de dieciséis proyectos de acto legislativo para modificar
el artículo 34 de la Constitución, y así suprimir la prohibición de penas perpetua

El crimen y la violencia se han convertido en una de las principales preocupaciones de los


ciudadanos en América Latina y el Caribe en los últimos años

. En comparación con otros países de América Latina y el Caribe, Colombia tiene la sexta tasa de
homicidios más alta del mundo
Este es uno de los 38 homicidios de menores de edad que ocurrieron en enero del 2020 en
el país, una cifra que representa una disminución frente al mismo mes del año anterior, pero
que está lejos de ser significativa y que alerta sobre los riesgos que corren los menores
indefensos.

En enero del 2019 fueron asesinados 39 niños, niñas o adolescentes. Ese caso de diferencia
representa una disminución de 2,6 por ciento.

Respecto a los 160 menores que murieron en enero de forma violenta, según datos de
Medicina Legal, los 38 que fueron asesinados representan el 23,7 por ciento. Los demás
casos corresponden a muertes accidentales, muertes por accidentes de tránsito, suicidios y
hechos sin determinar

Artículo 34. Se prohíben las penas de destierro, prisión perpetua y confiscación

PROYECTO DE ACTO LEGISLATIVO 036 DE 2013 CÁMARA. por el cual se modifica el artículo 34 de la
Constitución Política de Colombia, para permitir la Prisión Perpetua Revisable a partir de los 40
años de prisión exclusivamente cuando la víctima de los delitos de homicidio, acceso carnal
violento, secuestro o explotación sexual, sea un menor de 14 años o menor de 18 años con
discapacidad

La familia, la sociedad y el Estado tienen la obligación de asistir y proteger al niño para garantizar
su desarrollo armónico e integral y el ejercicio pleno de sus derechos. Cualquier persona puede
exigir de la autoridad competente su cumplimiento y la sanción de los infractores. Los derechos de
los niños prevalecen sobre los derechos de los demás¿, destacando la necesidad de edificar una
normatividad especial que vele por la especial protección de los menores, para lo que me ajusto al
parámetro de los 14 años, uno establecido y admitido por la justicia penal, recibiendo respaldo,
cuando la edad en mención ha sido cuestionada, en nuestra honorable Corte Constitucional.

o implementando sanciones que efectivamente desmotiven la criminalidad, en especial cuando las


víctimas son menores de 14 años o con discapacidad, siendo menores de 18.

si se tiene en cuenta que este tipo de delitos se producen generalmente en el entorno familiar o
comunitario, es decir, en el medio más cercano a la niña, niño o adolescente. Incluso en algunos
casos el agresor se trata de un familiar o conocido[3][3]; tornando la denuncia en compleja por
razones como persuasión, amenaza, temores, vergüenza, desconfianza o exposición de la
intimidad, lo cual hace deducir que el registro de denuncias no es fiel a la realidad de la
problemática.
Los últimos años, dicen los textos oficiales, las denuncias por delitos sexuales en todas las edades,
así como en la niñez, han mostrado un aumento progresivo como señalan los exámenes
practicados por Medicina Legal, las denuncias realizadas ante la Policía Nacional y las denuncias
ante el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar.

a cadena perpetua, expresamente prohibida por nuestra Carta Política en el artículo 34, norma
que se impone, y así ya se propuso, pensamiento que hago propio, sea modificada para que, en los
términos de la propuesta que hago, se permita su imposición en determinadas hipótesis, siendo
que al tratarse de una víctima menor de 14 años o con discapacidad menor de 18, tratándose de
delitos que atenten contra preciados bienes jurídicos consagrados en el artículo 44 de la
Constitución, impliquen: ¿violencia física o moral que termine afectando la vida, secuestro y abuso
sexual¿.

necesidad de brindar especial protección a los niños y niñas, base de nuestra sociedad, y exigencia
del artículo 44 de la Constitución, imponiendo sanciones drásticas contra sus ofensores

Estado democrático no puede desconocer las garantías propias del Estado de Derecho, esto es, las
que giran en torno al principio de la legalidad. Pero al mismo tiempo, debe añadir nuevos
cometidos que vayan más allá del ámbito de las garantías puramente formales y aseguren un
servicio real a los ciudadanos. El Derecho Penal en un Estado social y democrático no puede, pues,
renunciar a la misión de incidencia activa en la lucha contra la delincuencia, sino que debe
conducirla para la verdadera defensa de los ciudadanos y de todas las personas residentes en el
territorio nacional. Debe, por tanto, asegurar la protección efectiva de todos los miembros de la
sociedad, por lo que ha de tender a la prevención de delitos (Estado Social), entendidos como
aquellos comportamientos que el orden jurídico califica como dañinos para sus bienes jurídicos
fundamentales, en la medida en que los considera graves. Así, pues, un adecuado sistema de
política criminal, debe orientar la función preventiva de la pena con arreglo a los principios de
protección de bienes jurídicos, de proporcionalidad y de culpabilidad

Teniendo en cuenta el fenómeno creciente de la criminalidad y delincuencia en nuestro país en los


últimos años, se torna imperioso evaluar las posibilidades y la verdadera eficacia de la justicia
penal y de las sanciones por ella previstas, para efectos de garantizar la protección de los bienes
jurídicos más fundamentales para el ser humano. Si bien es cierto que la pena debe cumplir una
función rehabilitadora, lo cual ciertamente constituye la filosofía que gobierna el sistema penal en
Colombia, no puede perderse de vista que el secuestro es una de las más repugnantes conductas
delincuenciales que pueden existir en una sociedad; es el más cobarde y vil de los atentados
contra la dignidad, la libertad y la vida humana.

Es decir, la propuesta es la de la pena intemporal pero con una suerte de Parole americano o
evaluación de libertad condicional después de haber purgado un monto de pena, que para el caso
se fijaría en 40 años físicos como mínimo para entrar a evaluar la posibilidad de libertad.

El señor Procurador argumenta que el aumento de penas previsto en el decreto que se revisa es
inconstitucional, por ser violatorio del artículo 34 de la Carta que prohíbe la prisión perpetua, por
cuanto el límite temporal de las penas se extiende más allá de la vida probable de los condenados,
partiendo del supuesto de la edad mínima en que se inicia la actividad delincuencial (18 años) y el
tiempo factible de duración de la vida del colombiano (65 años).

Bogotá D.C. 18 de junio de 2020 (Prensa Senado). De manera histórica y con


votación virtual, la plenaria del Senado de la República aprobó el proyecto de acto
legislativo que consagra la prisión perpetua para los asesinos y violadores de
niños, niñas y adolescentes.

Con 77 votos a favor, los congresistas apoyaron la reforma el artículo 34 de la


Constitución Política.

Los ponentes manifestaron que esta nueva decisión permitirá que la pena de
prisión perpetua se aplique solo en los casos en los que se reúnan diferentes
conductas que agraven la agresión sexual contra un niño.

En todo caso la pena deberá ser revisada en un plazo no inferior a veinticinco (25)
años, para evaluar la resocialización del condenado.

El 22 de julio de 2020 se aprobó el Acto Legislativo 1 de 2020 “Por medio del cual se modifica el
artículo 34 de la Constitución Política, suprimiendo la prohibición de la pena de prisión perpetua y
estableciendo la prisión perpetua revisable”. Por considerar que esta norma sustituye la
Constitución Política de 1991, algunos integrantes del Semillero en Derecho Penitenciario de la
Pontificia Universidad Javeriana2 presentaron una demanda de inconstitucionalidad, la cual fue
admitida por la Corte Constitucional mediante auto del 28 de septiembre de 2020 (expediente D-
13839). El presente artículo contiene los argumentos de dicha demanda, en donde se señala que
el legislador incurrió en una sustitución de los principios fundantes sobre los que se erige nuestra
norma de normas, como son la dignidad humana (artículo 1° constitucional) y la posibilidad de
resocialización (artículos 10-3 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos y 5-6 de la
Convención Americana de Derechos Humanos), la igualdad (artículo 13 constitucional), la libertad
y la prohibición de imprescriptibilidad de la penas (artículo 28 constitucional).
pretende dar cumplimiento de los compromisos internacionales contraídos por Colombia para la
protección del menor. A su vez, sus expositores afirman que no existiría vulneración del bloque de
constitucionalidad por no existir prohibición expresa dentro de una norma de rango
constitucional, y que por el contrario, dicha medida garantizaría la prevalencia de los derechos de
los niños.

En palabras de la Corte Constitucional, el Congreso tiene “la posibilidad de modificar el texto


constitucional no para subvertirlo, sino para permitirle su adaptación a nuevas circunstancias,
asegurando por esta vía, la permanencia del pacto creado por el constituyente originario” (Corte
Constitucional, 2016b),

La cadena perpetua, consagrada en el Acto Legislativo 01 de 2020 no satisface las exigencias


constitucionales del valor, principio, y derecho fundamental de dignidad humana. El imponer una
cadena perpetua instrumentaliza al individuo, y no permite concretar el fin de la pena privativa de
la libertad: la resocialización.

El anterior pronunciamiento resulta fundamental para el contexto colombiano, porque si bien es


cierto que en virtud del artículo 16.1 de la Convención para Prevenir y Sancionar la Tortura y Penas
Crueles, Inhumanas y Degradantes, la cadena perpetua por sí sola no constituye un trato
inhumano, en el contexto colombiano sí se configuraría como tal. Al respecto conviene señalar los
siguientes puntos: 1. En el 2018 el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) expresó su
preocupación frente a la situación carcelaria en Colombia, pues encontró que existían 115.792
personas privadas de la libertad, las tasas de hacinamiento superaban el 365% en algunos centros
de detención, la calidad de atención primaria y el acceso a servicios especializados de salud era
deficiente. Faltaba espacio para el esparcimiento y resocialización. La infraestructura era obsoleta
por falta de mantenimiento (Comité Internacional de la Cruz Roja, 2018)

artículo 4 del Código Penal dispone como uno de los principios rectores del derecho penal en
nuestro país que: “La pena cumplirá las funciones de prevención general, retribución justa,
prevención especial, reinserción social y protección al condenado” (Resaltado fuera del texto). Por
lo tanto, la ejecución de la pena tiene como propósito garantizar las herramientas que permitan
una adecuada rehabilitación y reintegración del penado a la sociedad

En conclusión, la cadena perpetua sustituye la Constitución, en tanto que desconoce la declaración


de Colombia como un Estado Social de Derecho que establece los derechos humanos y
fundamentales de su población como principios inviolables. Esto contraviene también el bloque de
constitucionalidad y los distintos instrumentos internacionales de Derechos Humanos que lo
integran, y, especialmente, aquellos que regulan la situación de la población carcelaria, ya que la
cadena perpetua ignora la consagración de la vida y la dignidad humana como pilares
fundamentales del Estado Social de Derecho, elementos definitorios del ordenamiento jurídico
colombiano y, además, sujeta a determinadas personas a una situación desigual, en la cual no
cuentan con las mismas garantías que los demás penados.
Afirmarlo, tal como lo hace el legislador para introducir esta reforma constitucional, es admitir la
ilegitimidad de la medida, pues justificar la cadena perpetua con su posible no perpetuidad, desde
una mirada objetiva de la medida, es entender que la cadena perpetua viola los derechos
fundamentales del recluso y por tanto es necesaria su revisión, por lo que no es un elemento de
juicio para evadir su inexequibilidad.

En Colombia se han presentado alrededor de dieciséis proyectos de acto legislativo para modificar
el artículo 34 de la Constitución, y así suprimir la prohibición de penas perpetua

HABLAR SOBRE LA REINCIDENCIA DE LOS DELINCUENTES

ue durante el confinamiento estos delincuentes no tenían acceso a potenciales víctimas y por ende
ellos no podían involucrarse en la comisión de este tipo de conductas

con relación al costo que tiene la manutención de un condenado. De acuerdo con cifras del
Instituto Penitenciario y Carcelario (INPEC) publicadas por la revista Dinero (2016), “el precio de
mantener un preso en Colombia supera $1.500.000 al mes”.

Por lo tanto, si de acuerdo con el portal CISPA (2014), “Colombia es el tercer país en América
Latina en población carcelaria” y si a junio del año 2017 había un total de 117. 018 personas
privadas de la libertad en los establecimientos carcelarios (Eltiempo.com, 2017), supondría esto,
que en un mes el Estado y más específicamente los ciudadanos a través de sus impuestos
asumirían la cifra de 175.527.000.000 (1.500.000 x 117.018) y al año serían 2.106.324.000.000
(175.527.000.000 x 12). Sin duda alguna, una cifra exorbitante, que el Estado no tiene la capacidad
de costear. Es por ello, que se presentan tantas violaciones a los derechos humanos en el sistema
penitenciario y carcelario debido a las malas condiciones de salud y hacinamiento de los presos
provocados por la falta de presupuesto para su atención.

Estos altos índices de población carcelaria demuestran que las penas altas no han tenido un
impacto en la reducción de los índices de la criminalidad y, por lo tanto, se observa cómo sigue
creciendo esta población de conformidad con las cifras anteriormente citadas.

Como se puede observar, entre los años 2016 y 2017 se tienen 847 homicidios cometidos en
contra de niños, niñas y adolescentes en el territorio nacional, esto, sin 23 observar las cifras que
el Instituto Nacional de Medicina Legal comporta para otro tipo de delitos como accesos carnales
violentos o abusivos, violencia intrafamiliar, tortura, etc. Así las cosas, las cifras anteriores
demuestran una creciente ineficacia de las penas altas como parte de la política criminal de un
estado, hasta el punto de referirse que es una medida infructuosa: “Hay estudios que demuestran
que los incrementos marginales, de dos o tres años, en las condenas no son los que reducen la
delincuencia. Así, se han endurecido las penas a pesar de que las cifras no han avalado un
aumento de la criminalidad” (Pozuelo Pérez, 2013).

la respuesta a estos interrogantes es claramente negativa. es evidente que si la pena


privativa de la libertad se debe dirigir a la resocialización, reeducación o reinserción
social, debe existir una limitación en su duración, ya que desde el punto de vista
psíquico puede conducir al aniquilamiento de la personalidad del interno desde este
punto de vista, la cadena perpetua es siempre demasiado larga desde el punto de vista
de la prevención especial. en efecto, en la vida de cualquier individuo llega un momento
en el que materialmente deja de ser criminalmente peligroso

en síntesis, podemos decir que la cadena perpetua no se justifica, porque no se compa-


dece con la resocialización del delincuente que la corte constitucional fundamenta en
principios como la dignidad humana y el libre desarrollo de la personalidad. de igual
forma excluye al delincuente del concepto de persona, criterio que según referimos para
nuestra corte suprema de justicia es inadmisible y con ello vulnera principios como el
de proporcionalidad y el de igualdad en la imposición de la pena.
con las anteriores ideas, el punto fundamental que hemos querido argumentar es la
idea de que todo el movimiento que ha surgido alrededor de la propuesta de la cadena
perpetua para violadores de menores ha estado basado en la una política criminal de
carácter emocional, que pone en peligro las conquistas liberales y humanitarias de
nuestro tiempo desconociendo la exigencia universalmente aceptada de que el principio
de humanidad ha de ser fundamento de la política criminal dicho fenómeno lo ha
referido. quien ha bautizado esta tendencia como el miedo infundado a la criminalidad
el cual ha sido una pieza esencial de conocidos mecanismos psicosociales que en
determinados momentos de crisis manipulan la realidad en razón de pretensiones
políticas interesadas según sus propias palabras

«“Estoy a favor de que Colombia tenga cadena perpetua para asesinos y violadores de menores, y
creo que hay que empezar a abrir esa discusión”…De igual manera, el Presidente señalo (sic) que
es necesario tener “sanciones realmente ejemplarizantes para ese tipo de delincuentes, para esos
crímenes abominables”

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