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Lectura: Conocimiento y poder práctico

Conocimiento y poder práctico o técnico


 
Naturaleza, conocimiento y poder en Bacon.
En Bacon se conjugan conocimiento y poder. El conocimiento está intrínsecamente
relacionado con el poder técnico y con la utilidad práctica. Para controlar la naturaleza es
necesario primero obedecerla (conocerla), o en términos de Bacon, «interpretarla». 
 
Bacon, F. (2011). La gran restauración (Novum organum), tr. M. Granada, Madrid:
Tecnos.
«I. El hombre, ministro e intérprete de la Naturaleza, sólo es capaz de actuar y entender
en la medida en que con la acción o con la teoría haya penetrado en el orden de la
naturaleza. Más, ni sabe ni puede.
»II. Ni la mano desnuda ni el entendimiento abandonado a sí mismo valen gran cosa. Las
cosas se llevan a cabo con instrumentos y con ayudas, de las cuales el entendimiento no
está menos necesitado que la mano. Y al igual que los instrumentos gobiernan o rigen el
movimiento de la mano, también los instrumentos de la mente custodian y protegen el
entendimiento.
»III. La ciencia y el poder humanos vienen a ser lo mismo, porque el ignorar la causa nos
priva del efecto [Scientia et potentia humana in idem coincidunt, quia ignoratio causae
destituit effectum]. En verdad, no es posible vencer la naturaleza más que obedeciéndola
y lo que en la contemplación tiene el valor de causa viene a tener en la operación el valor
de regla.
»IV. En lo que se refiere a las obras, el hombre no puede sino acercar o alejar los cuerpos
naturales. El resto lo lleva a cabo la naturaleza actuando desde el interior.
»V. Suelen inmiscuirse con la naturaleza, en lo que a las obras se refiere, el mecánico, el
matemático, el médico, el alquimista y el mago, pero todos (tal como están ahora las
cosas) con esfuerzo leve y con éxito escaso.
»VIII. Incluso las invenciones ya realizadas son fruto del azar y de la experiencia más que
de las ciencias, pues las ciencias de que ahora disponemos no son más que algunas
combinaciones elegantes de cosas descubiertas con anterioridad, no métodos de
descubrimiento o indicaciones de nuevas obras.
»IX. La causa, sin embargo, y la raíz de casi todos los males en las ciencias es una sola:
que mientras admiramos y ensalzamos erróneamente las fuerzas de la mente humana no
buscamos ayudas verdaderas para ella.
»X. La sutilidad de la naturaleza supera en mucho la sutilidad del sentido y del
entendimiento, de forma que todas esas hermosas meditaciones y especulaciones
humanas y todas esas controversias son locuras, sólo que nadie se da cuenta. » (Bacon,
2011: 55-59).
»CIX. […] cabe esperar muy bien que en seno de la naturaleza hay muchos secretos de
uso excelente que no tienen ningún parentesco o paralelismo con las cosas ya
descubiertas, sino que están totalmente al margen de las vías de la fantasía, y que hasta
el presente no han sido descubiertos. Sin duda, con el paso del tiempo, terminarán por
salir a la luz al igual que salieron los inventos anteriormente mencionados [artillería,
brújula, seda], pero la vía que ahora proponemos podrá anticiparlos y presentarlos de
manera apresurada, súbita y simultánea.
»XCVIII. […] los secretos de la naturaleza se revelan mejor mediante la constricción de
las artes que cuando la naturaleza sigue su propio curso [occulta naturae magis se
produnt per vexationes artium, quam cum cursu suo meant]. 
«[Libro segundo] I. La tarea y el propósito del poder humano consiste en generar e
introducir en un cuerpo dado una naturaleza nueva o varias naturalezas nuevas [Nota 1].
La tarea y el propósito de la ciencia humana consiste en descubrir la Forma de una
naturaleza dada, es decir, la diferencia verdadera o natura naturante o fuente de
emanación, pues de los vocablos de que disponemos estos son los que más se
aproximan a designar aquello de que hablamos [Nota 2]. A estas dos tareas primarias se
subordinan otras dos secundarias y de calidad inferior: a la primera, la transformación de
los cuerpos concretos de uno en otro, en la medida de lo posible […]
» [Nota 1, del traductor: “Si I, 1 y 3 señalaba la unión o identidad de ciencia y poder
(theoría y poíesis) este aforismo y lo inmediatamente siguientes cualifican ese aserto
indicando más concretamente el fin de la ciencia y la manera de operar: la primera
descubre las formas de las naturalezas o cualidades simples elementales y últimas de
que consta la naturaleza en un número finito; la segunda aplica la vertiente operacional
del conocimiento de la forma mediante la inserción de la naturaleza simple en un cuerpo
dado y la consiguiente transformación del mismo. Las naturalezas simples pueden ser,
por tanto, introducidas o alejadas de los cuerpos por medio del arte emanado de la teoría;
así introducir artificialmente en un cuerpo todas las naturalezas concurrentes en el otro es
lo mismo que hacer oro […]”]
»[Nota 2, del traductor: “Bacon asume el término forma (señalando que su noción no tiene
nada que ver con la platónica o aristotélica; cfr. N.O. II, 17). Las expresiones ‘natura
naturante’ o ‘fuente de emanación’ como calificativo de la forma indican la concepción
dinámica de la forma, productora de las naturalezas y matriz de las propiedades de los
objetos; por ‘diferencia verdadera’ Bacon señala los rasgos fundamentales y definitorios
que constituyen la forma de la naturaleza simple como especie dentro de un género […]”.
»II. El lamentable estado actual de la ciencia humana se manifiesta claramente también
en las afirmaciones del vulgo. Se sostiene con razón que “el verdadero saber es un saber
por causas”. Correctamente también se establecen cuatro causas: material, formal,
eficiente y final. Pero de ellas la causa final está tan lejos de ser útil que más bien
corrompe las ciencias, excepto en lo que se refiere a las acciones humanas. El
descubrimiento de las formas es tenido por cosa imposible. Por otra parte, las causas
eficiente y material (tal como son investigadas y concebidas, es decir, como causas
remotas y al margen del proceso latente que conduce a las formas) son banales,
superficiales y casi irrelevantes para la ciencia verdadera y activa. No nos hemos olvidado
de que anteriormente hemos señalado y corregido el error de la mente humana, según el
cual las formas confieren la esencia, pues aunque en la naturaleza nada existe
verdaderamente fuera de los cuerpos individuales que realizan actos putos individuales
según una ley, sin embargo, en las teorías esa misma ley (y su investigación,
descubrimiento y explicación) es el fundamento tanto del conocimiento como de la acción.
Con el nombre de Forma entendemos dicha ley y sus artículos, precisión conveniente
dado que dicho vocablo se ha afirmado y resulta familiar.
» III. Quien conoce la causa de alguna naturaleza (por ejemplo, la blancura o el calor)
solamente en algunos casos, posee una ciencia imperfecta y quien puede producir un
efecto únicamente sobre algunas de las naturalezas susceptibles de ello posee un poder
igualmente imperfecto. Por su parte quien conoce sólo la causa material y eficiente (que
son causas variables y nada más que vehículos y causas portadoras de la forma en
algunos casos) puede llegar a nuevos descubrimientos en una materia similar hasta cierto
punto y predispuesta, pero no puede penetrar en los límites más profundos de las cosas.
Sin embargo, quien conoce las formas abraza la unidad de la naturaleza en materias
disparísimas y, opr tanto, puede descubrir y producir lo que hasta ahora no se ha
efectuado, cosas que ni las vicisitudes de la naturaleza, ni las actividades experimentales,
ni el azar han producido jamás o sometido nunca a la consideración humana. Por eso del
descubrimiento de las formas se sigue el conocimiento verdadero y la operatividad libre»
(Bacon, 2011: 179-182).
 
Conocimiento y control de la naturaleza: La Casa de Salomón en Nueva Atlántida
Bacon, F. (2006) [1643]. Nueva Atlántida, Madrid: Akal.
            «Sabed, mis queridos amigos, que entre los excelentes actos de este rey uno
tiene la preeminencia sobre todos. Fue la erección e institución de una orden o sociedad
que llamamos Casa de Salomón, la más noble fundación, pensamos nosotros, que jamás
hubo sobre la tierra, y el faro de este reino. Está consagrada al estudio de las obras y
creaturas de Dios […] para la investigación de la verdadera naturaleza de todas las cosas,
con lo cual Dios tendrá la mayor gloria por el hacimiento de ellas y el hombre el mayor
provecho en su utilización» (Bacon, 2006: 193-4).
            «[…] quiero hacerte, por el amor de Dios y de los hombres, una relación del
verdadero estado de la Casa de Salomón […] El fin de nuestra fundación es el
conocimiento de las causas y secretas mociones de las cosas y la dilatación de los
confines del imperio humano para la realización de todas las cosas posibles […] Tenemos
también extensos y variados huertos y jardines, donde no respetamos tanto la belleza
cuanto la variedad del suelo y del mantillo convenientes a los diversos árboles y hierbas; y
algunos muy espaciosos, donde ponemos árboles y bayas de las que hacemos diversos
géneros de bebidas, aparte los viñedos. Practicamos en ellos, asimismo, toda clase de
experimentos con injertos e inoculaciones tanto en árboles silvestres como frutales, lo que
produce muchos efectos. Y en los mismos huertos y jardines hacemos, artificialmente,
que los árboles y flores vengan antes o después de su estación y que crezcan y den fruto
más rápidamente que según su curso natural. Les hacemos, también artificialmente,
mucho más grandes de lo que son por su naturaleza, y a sus frutos más grandes, más
dulces y de diferente sabor, olor, color y figura que el natural. Y a muchos de ellos les
tratamos de manera que sirvan para usos medicinales.
            » Tenemos también medios para hacer germinar diversas plantas mediante
mezclas de tierras, sin semillas, e igualmente para producir diversas plantas nuevas,
diferentes de las vulgares, y para cambiar un árbol o planta en otra.
            » Tenemos también parques y cercados con toda suerte de bestias y pájaros, a
los que utilizamos no sólo para verlos o por su rareza sino también para disecciones y
pruebas, pues así ganamos luz sobre lo que puede hacerse con el cuerpo humano.
Hemos notado muchos efectos extraños, como que la vida continúa en ellos a pesar de
que algunas partes, que vosotros tenéis por vitales, hayan perecido y hayan sido
arrancadas; que algunos, que parecían muertos, resucitan; y así. Probamos en ellos
también todos los venenos y otras medicinas, tanto por la vía quirúrgica como por la
física. Artificialmente también, les hacemos más grandes o más altos que lo que es su
especie y, al contrario, achicarse y detener su crecimiento; les hacemos más fértiles y
procreadores que lo es su especie y, al contrario, estériles y no procreadores. Les
hacemos diferir en color, forma, actividad, de muchas maneras. Hayamos medios para
mezclar y hacer copular a especies diferentes, lo que ha producido muchas especies
nuevas, y no estériles, como es opinión general. Hacemos a partir de la putrefacción un
número de especies de serpientes, gusanos, moscas, peces, de los que algunas han
evolucionado, efectivamente, a creaturas perfectas, como las bestias o pájaros, y tienen
sexo y se propagan. Y no hacemos esto al azar, sino que sabemos de antemano qué
especie de estas creaturas va a surgir de qué materia y mezcla.
            » Tenemos diversos relojes curiosos, y otras mociones oscilatorias semejantes y
algunas mociones continuas. Imitamos también mociones de creaturas vivientes mediante
estatuas de hombres, bestias, pájaros, peces y serpientes […]» (Bacon, 2006: 208-215).
 
Conocimiento, poder y bienestar en Descartes
Consecuencias útiles de la aplicación del método y bien general de la humanidad.
Descartes reconoce que las consecuencias útiles son las que lo motivaron a publicar sus
meditaciones acerca del método. El método no es meramente un ejercicio de filosofía
especulativa, no es un mero ejercicio de erudición, sino que tiene como fin último el
incremento del bienestar humano. En esto coinciden la mayoría de los filósofos modernos.
Por ejemplo, en Bacon es el objetivo de la aplicación del método y se expresa claramente
en el consecuente dominio y control de la naturaleza. La noción de saber, progreso y
mejora de la condición humana, no sólo material, sino también espiritual, es un eje común
al que apuntan con confianza los filósofos de la modernidad temprana y de la Ilustración
(s. XVIII). Esta apelación al valor práctico de la filosofía es un punto de contraposición
constante con la filosofía escolástica del periodo anterior, destacando la futilidad de la
filosofía silogística frente a los frutos obtenidos por las artes mecánicas.
En relación a esto, Descartes afirma en la sexta parte del Discurso del Método:
«Pero tan pronto como hube adquirido algunas nociones generales tocantes a la física, y
cuando, al comenzar a ponerlas a prueba en diversas dificultades particulares, he notado
hasta dónde pueden conducir, y cuánto difieren de los principios que se han empleado
hasta el presente, he creído que no podía mantenerlas ocultas, sin pecar grandemente
contra la ley que nos obliga a procurar, en cuanto depende de nosotros, el bien general de
todos los hombres. Pues ellas me han hecho ver que es posible llegar a conocimientos
muy útiles para la vida, y que en lugar de esa filosofía especulativa que se enseña en las
escuelas, se puede encontrar una práctica, por la cual, conociendo la fuerza y las
acciones del fuego, del agua, del aire, de los astros, de los cielos y de todos los demás
cuerpos que nos rodean, tan distintamente como conocemos los diversos oficios de
nuestros artesanos, podríamos emplearlos de la misma manera, en todos los usos para
los que son aptos, y así hacernos como amos y dueños de la naturaleza [comparar con
las ideas de Bacon, respecto a que conocer las formas  (o leyes de producción de las
cosas naturales) de la naturaleza, a partir de una correcta interpretación de la misma, nos
permite dominarla]» (DM, p. 109).
Valor práctico de la aplicación del método para el desarrollo de la medicina y la
conservación de la salud (DM, p. 109). 
 
Conocimiento y utilidad en el positivismo de Comte
Comte, A., Discurso sobre el espíritu positivo [1844], Alianza, Madrid, 1980
» I. De la palabra positivo: sus diversas acepciones resumen los atributos del verdadero
espíritu filosófico […]
» 31.-Considerada en primer lugar en su acepción más antigua y más común, la palabra
positivo designa lo real, por oposición a lo quimérico: en este aspecto, conviene
plenamente al nuevo espíritu filosófico [positivo o científico], caracterizado así por
consagrarse constantemente a las investigaciones verdaderamente asequibles a nuestra
inteligencia, con exclusión permanente de los impenetrables misterios con que se
ocupaba sobre todo su infancia. En un segundo sentido, muy próximo al precedente, pero
distinto, sin embargo, este término fundamental indica el contraste de lo útil y lo inútil:
entonces recuerda, en filosofía, el destino necesario de todas nuestras sanas
especulaciones para el mejoramiento continuo de nuestra verdadera condición, individual
y colectiva, en lugar de la vana satisfacción de una estéril curiosidad. Según una tercera
significación usual, se emplea con frecuencia esta feliz expresión para calificar la
oposición entre la certeza y la indecisión: indica así la aptitud característica de tal filosofía
para constituir espontáneamente la armonía lógica en el individuo y la comunión espiritual
en la especie entera, en lugar de aquellas dudas indefinidas y de aquellas discusiones
interminables que había de suscitar el antiguo régimen mental. Una cuarta acepción
ordinaria, confundida con demasiada frecuencia con la precedente, consiste en oponer
lo preciso a lo vago: este sentido recuerda la tendencia constante del verdadero espíritu
filosófico a obtener en todo el grado de precisión compatible con la naturaleza de los
fenómenos y conforme con la exigencia de nuestras verdaderas necesidades; mientras
que la antigua manera de filosofar conducía necesariamente a opiniones vagas, ya que no
llevaba consigo una indispensable disciplina más que por una constricción permanente,
apoyada en una autoridad sobrenatural.»
 
Comte, A., Plan de los trabajos científicos necesarios para reorganizar la sociedad,
Tecnos, Madrid, 2000, pp. 38-40.
«La naturaleza de los trabajos que han de ser ejecutados [para la reforma social] indica
por sí misma, de la manera más clara posible, a qué clase le corresponde emprenderlos.
Está claro que, al ser teóricos estos trabajos, los hombres que tienen la profesión de
formar combinaciones teóricas metódicamente, esto es, los sabios [científicos] ocupados
en el estudio de las ciencias de observación, son los únicos cuyo tipo de capacidad y
cultura intelectual cumple con las condiciones necesarias. Sería evidentemente
monstruoso que, cuando la necesidad más urgente de la sociedad dé lugar a un trabajo
de primer orden en importancia y dificultad, no esté dirigido por las mayores fuerzas
intelectuales existentes, por aquellas cuya manera de proceder es universalmente
reconocida como la mejor. En las demás partes de la sociedad se encuentran, sin duda,
hombres de una capacidad teórica igual e incluso superior a la del mayor número de
sabios [científicos], pues la clasificación real de los individuos se encuentra lejos de estar
en todo de acuerdo con la clasificación natural o fisiológica. Pero, en un trabajo tan
esencial, han de tenerse en cuenta las clases y no los individuos. Por otra parte, para
estos mismos, la educación, es decir, el sistema de hábitos intelectuales resultante del
estudio de las ciencias de observación, es lo único que puede desarrollar de manera
conveniente su capacidad teórica natural. En una palabra, siempre que necesita la
sociedad trabajos teóricos en una dirección particular cualquiera, se reconoce que debe
dirigirse a la clase de sabios [científicos] correspondiente: es, por tanto, el conjunto del
cuerpo científico el que está llamado a dirigir los trabajos teóricos generales, cuya
necesidad acaba de ser comprobada.
            Por lo demás, la naturaleza de las cosas, convenientemente interrogada, previene
toda divagación a este respecto; pues prohíbe absolutamente la libertad de elección,
mostrando, desde distintos puntos de vista, ser la clase de los sabios [científicos] la única
apropiada para ejecutar el trabajo teórico de la reorganización social.
            En el sistema a constituir, estará el poder espiritual en manos de los sabios
[científicos], y el poder temporal pertenecerá a los jefes de los trabajos industriales. […]»
Marx, K., «Tesis sobre Feuerbach», en Obras escogidas Vol. 2, Akal, Madrid, 2016,
pp. 426-428.
«II. El problema de si al pensamiento humano se le puede atribuir una verdad objetiva, no
es un problema teórico, sino un problema práctico. Es en la práctica donde el hombre
tiene que demostrar la verdad, es decir, la realidad y el poderío, la terrenalidad de su
pensamiento. El litigio sobre la realidad o irrealidad de un pensamiento aislado de la
práctica, es un problema puramente escolástico.
XI. Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de
lo que se trata es de trasnformarlo.»

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