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Articulo FIN
Articulo FIN
Desde la idea de la unidad valorativa del derecho y de la razón práctica, los derechos
fundamentales son valores concretos garantizados por el sistema jurídico que se
desprenden de la unidad esencial valorativa: dignidad, autonomía, igualdad, y
solidaridad (Atienza, 2020, p. 13), a lo que podemos agregar el principio de tolerancia,
puesto por el segundo Rawls, en su libro denominado: Liberalismo político.
Cada principio en sentido estricto es una expresión compleja de esta unidad de valor
que tiene, muchas veces, una incidencia mayor en uno los referidos principios. Por
ejemplo, el derecho fundamental de negociación colectiva es una expresión fuerte de la
autonomía en el contexto concreto de las relaciones laborales; se trata de garantizar
desde el derecho un marco jurídico simétrico (justicia procesal) en el que se vinculen
las autonomías de los sujetos que conforman la relación colectiva de trabajo para que
traten sus diferencias y produzcan normas que regulen las relaciones individuales de
trabajo. Y aunque entonces, el acento está en garantizar la autonomía, aunque por la
unidad de valor de la razón práctica se garantiza también, la dignidad, la, igualdad, etc.
Pero el derecho no es solamente jurídico-moral, sino que está compuesto por fuentes
del derecho, autoridades, competencias, procedimientos, reglas para producir, modificar
o extinguir normas; y normas para ordenar las normas, resolver conflictos normativos,
vacíos normativos, etc., que componen la otra dimensión del derecho: la Dimensión
Institucional del Derecho – DID. Hart refiere a parte de esta dimensión como las normas
secundarias: reglas de cambios, reglas de adjudicación y la regla de reconocimiento.
1
2 Conceptos desarrollados por Dworkin, Alexy, Atienza, Ruiz Manero, y otros. Para una
comprensión de esto, consúltese en (Ródenas, 2017, pp. 15-21).
La DID es la expresión jurídico – política del derecho, en el sentido de que éste habilita
a la constitución de poderes institucionales, de aparatos burocráticos: públicos o
privados, como medios para realizar su fin: los valores de la DSD; sin perder la
perspectiva de la unidad valorativa. La pérdida de este sentido de la unidad de la razón
práctica suele ser una de los grandes problemas del Derecho, por el que ese es reducido
a ser una simple maquinaria o sistema de dominio, de control y/o producción.
Este artículo parte de este marco teórico, lo aplica al derecho laboral, y a la relación
laboral, para develar diversas situaciones que permiten, creo yo, re-evaluar el derecho
del trabajo. Pero, como se explicará, los planteamientos no pueden ser evaluados
desde una idea esencialista, sino desde un enforque argumentativo. Por ejemplo,
centralmente explicaré que libertad de empresa y relación de sujeción en la que el
empleador ejerce un poder de subordinación, son situaciones distintas, aunque
relacionadas. Por ser distintas, los actos del empleador, hechos en un contexto de
ejercicio de poder deben tener un sentido restrictivo. Esto significa que, tanto para la
dimensión de la premisa normativa como para la determinación de los hechos, el
argumento de la restricción del poder, tiene un peso argumentativo fuerte cuando se
debe decidir sobre la solución de un caso, y de otro lado, también desde una perspectiva
material, la idea del poder, de la racionalidad instrumental, produce también otros
argumentos vinculados con la noción de la seguridad jurídica que debe encuadrar a tal
poder.
Como se podrá apreciar, no es igual desarrollar un plan de vida gobernando a otros para
satisfacer el interés propio, que desarrollar un plan de vida bajo el gobierno o
subordinación del otro; particularmente cuando ese plan implica un conflicto de intereses
con quien subordina o gobierna en un contexto de sujeción: querer tener la mayor
remuneración posible y las mejores condiciones de trabajo posibles frente al deseo de
quien gobierna de obtener la mayor utilidad posible respecto de la misma riqueza que
se genera.
El derecho laboral habilita al poder institucional del empleador (de una persona que
asume el rol de empleador) a subordinar, es decir, a contar con personas en situación
de menor autonomía relativa, para lograr sus fines privados. Entonces la cuestión
consiste en reconocer este poder institucional como un verdadero ejercicio de poder, y
como tal, no puede estar desvinculado de la unidad de valor de la razón práctica.
El poder, sus sistemas y aparatos organizacionales normativos y de coacción, son un
medio para lograr la dignidad, libertad e igualdad; y los derechos fundamentales que se
desprenden. Entonces, éstos legitiman (o no) al poder reconocido por el derecho y, a su
vez, fijan su función, que a su vez, justifica su competencia y atribuciones. Poder,
legitimidad, función, competencia, atribuciones y organización son expresiones de estos
medios por el que se garantizan y realizan determinados derechos fundamentales.
Esto pone una primera cuestión, el derecho del trabajo establece los medios
institucionales para que los trabajadores puedan realizar sus derechos fundamentales,
en el contexto del trabajo, como, también, habilita al empleador a realizar los suyos.
Aunque, sobre el empleador, no solo el derecho el trabajo es el que lo habilita; sino
también el derecho civil y comercial.
El fin del poder institucional del empleador son los propios fines o derechos
fundamentales de éste, no son los fines de los trabajadores; pero las condiciones de
ejercicio, de validez y también de legitimidad de tal poder institucional suponen también,
no solo la no lesión de los derechos de los trabajadores sino el reconocimiento de un
conjunto de derechos específicos, que solo se explican por la existencia de un gobierno
del empleador en el que se debe establecer una arquitectura de derechos para que,
desde la relación de sujeción o dominio, los trabajadores puedan satisfacer sus propios
fines y aspiraciones; sus propios proyectos de vida.
Nótese esta distinción: mientras que el poder estatal garantiza derechos fundamentales
y sus reglas; es decir, sus fines son los intereses generales; y esto es lo que legitima su
existencia; y este fin (público) encuadra y origina la Dimensión Institucional del Estado
(las habilitaciones y restricciones del poder), en el caso del poder institucional del
empleador (privado) el fin (privado), considerado valioso por el derecho, contiene un
contenido singular justificado en un derecho fundamental específico, pero cuya
legitimidad no radica, al menos directamente, en el interés general, pero sí en un interés
privado que sea legal (no cualquier actividad, sino solo las legalmente permitidas) y no
de cualquier forma, sino cumpliendo las condiciones de ejercicio del tal poder: la no
lesión de los derechos de los trabajadores.
Este artículo no tiene por objeto tratar la cuestión de la legitimidad del poder empresarial
para gobernar a otros, tampoco trata de identificar los contenidos normativos de la DSD
y la DID en el derecho laboral, ni la situaciones conflictivas entre los contenidos
concretos de ambas dimensiones;) sino que está un paso antes: reconocer la existencia
de tal poder institucional privado, que como tal, es distinto, a la libertad de empresa, o
más bien, no es un ejercicio de libertad sino de un poder; aunque, libertad de empresa
y poder empresarial estén claramente relacionados, son distintos para el derecho.
Cuando el poder pasa como libertad, no se presentan los límites morales del poder; no
hay pretensión de corrección en el sentido alexyano —o como fluye de lo propuesto de
este autor (Alexy 2016: 49)—; no se cuadra al poder frente a su función jurídica; no hay
separación del poder ni funciones de contrapeso; no hay sentido de legitimidad
(justificación externa del poder); no hay límites internos del poder (justificación interna
del poder); se está en otra dimensión del derecho; en la dimensión sustantiva, la de los
valores últimos del derecho (nomo estática); cuando el poder corresponde a la
dimensión institucional; a los aparatos de organización, al sentido nomodinámico del
derecho, al sentido de límites y restricción y justificación.
Estos roles, y el juego entre roles, se produce en una relación de sujeción o de poder;
pero tiene, como una suerte de contracara del mismo antifaz, situaciones de
incompetencia (del que tiene competencia) y de inmunidad (del que tiene sujeción).
En este inicio de-constructivo del derecho del trabajo, hay que anotar que en una
relación jurídica de poder se produce un desdoblamiento; cuando X no cuenta como
empleador (u otra función de status) ejerce libertades o derechos, como lo es la libertad
de empresa; y entonces (con la libertad de empresa) X crea algo, innova (homo faber)
o simplemente reproduce cosas (homo laborans)3 por su cuenta y con un sentido
productivo; pero cuando, y estando habilitado por el derecho, decide asumir el status de
empleador; ejerce una competencia, configurando relaciones de sujeción; entonces X
no actúa ejerciendo una libertad o un derecho, sino que ejerce un poder. Estas ideas
preliminares serán expuestas analíticamente en puntos siguientes.
Cuando se hace historia del derecho laboral (el laboralismo suele confundir: explicar el
origen del derecho laboral, o plantear una justificación externa; con justificar
internamente derecho laboral) se nos refiere a las relaciones no subordinadas pre-
capitalistas, y luego, establecido el Estado liberal, las libertades económicas presentan
la posibilidad jurídica de la bifurcación de las dimensiones del derecho (sustantiva e
institucional); de tal forma que: estando X en el ejercicio (personal) de tales libertades;
X puede cruzar un puente hacia el establecimiento de relaciones de sujeción en las que
cuenta como empleador; X puede cruzar de la dimensión sustantiva del derecho a la
dimensión institucional del derecho asumiendo una función de poder (status) y
gobernando a otros, a quienes denominamos trabajadores; es decir, a los Z, que
también cruzan el puente, y asumen un status de sujeción; siendo que X y Z son iguales,
libres y no cuentan con un poder de inicio reconocido por el derecho, respecto del otro.
Este es el punto central de este artículo; esa bifurcación, este puente que habilita el
propio derecho del trabajo; porque, como hemos referido, se trata de un parteaguas
jurídico determinante para el derecho laboral. ¿por qué parteaguas?. Porque para la
libertad, el axioma jurídico es de no restricción; de dignidad, libertad y autonomía. Por
el contrario, para todo poder jurídico (incluido el empresarial), siempre relacional de X
que cuenta como empleador (competencia) y de Z que cuenta como trabajador (sujeto
a un poder), el axioma jurídico es de habilitación – restricción en una racionalidad
instrumental hecha para producir bienes y servicios. Como hemos referido, estas debe
entenderse como argumentos con un peso argumentativo fuerte.
3Sobre la distinción entre homo faber y homo laborans leer la Condición Humana de Hanna
Arendt.
pertenencia al sistema Constitucional Republicano: De justificación externa4
(legitimidad) sobre si la función de este poder es considerada por la comunidad como
valiosa (instrumentalidad del poder); y de justificación interna5; sobre los principios
jurídicos nucleares que debe satisfacer este poder para actuar, para producir cambios
en la realidad. Podría plantearse que todo poder debe cumplir una doble condición de
justificación interna: El respeto de la dignidad, libertad, autonomía y derechos
fundamentales de los gobernados o sujetados; y el valor esencial de todo poder jurídico:
la seguridad jurídica de los gobernados.
Segundo, la dimensión institucional del derecho que gobierna el empleador; que habilita,
delimita y limita el poder del empleador; de este sujeto privado que tiene un poder para
satisfacer su interés privado pero que debe ejercerse cumpliendo una pretensión de
corrección: un poder limitado y funcional. Dimensión empresarial que además está
limitada externamente por otras dimensiones, con racionalidades distintas; una
racionalidad política con el antagonismo de la organización sindical, una racionalidad
principalmente jurídica con la Autoridad Administrativa de Trabajo y el Juez laboral;
siendo además que todos éstos límites tienen contenidos, procedimientos, sentidos
argumentativos distintos.
En ambas dimensiones (Hart, MacCormick, Atienza, Ruiz Manero, entre otros) se puede
distinguir tres tipos de normas: principios en sentido estricto, directrices y reglas; tanto
sustantivos como institucionales; esta distinción de tres tipos de normas son planteadas
por Dworkin, Alexy, seguido por la escuela alicantina; sobre los que Atienza y Ruiz
Manero refieren poder aplicar esta distinción de normas, tanto en la dimensión
sustantiva como en la dimensión institucional del derecho; así encontraremos, principios
en sentido estricto sustantivos e institucionales; directrices sustantivas e institucionales,
y reglas sustantivas e institucionales. En la dimensión institucional podremos encontrar
principios (unos de habilitación y otros de restricción) como el de eficiencia, la
separación de poderes, la libertad sindical colectiva, la presunción de validez de los
actos del empleador, el principio de condición más beneficiosa, entre otros, mientras
que en la dimensión sustantiva, el derecho del trabajo, la libertad de trabajo, los
derechos individuales del trabajo, en general las libertades personales de los
trabajadores se encontrarían en este dimensión sustantiva. Nuevamente la distinción no
tiene un sentido ontológico, sino que debe usarse para cumplir mejor los fines del
derecho; algunos serán “argumentos desde la libertad”, desde lo nomoestático, y otros
“argumentos desde el poder”; desde la nomodinámico; y esta agrupación de
argumentos, si se quiere, unos de fin y otros medios, no implicará necesariamente que
los primeros derroten necesariamente a los segundos; aunque, seguramente, prima
facie se pueda predicar el mayor peso argumentativo de los primeros.
Anotar esto, distinguirlo, es solo posible cuando libertad y poder están diferenciados;
pero cuando ello no sucede, como pasa, me parece, con el derecho del trabajo actual,
y entonces el poder cuenta o pasa como libertad, resultará que el poder ya no es un
medio o un instrumento que deba legitimarse en un fin, sino que se convierte en un fin
4
Por todos, la regla de reconocimiento de Hart. Consúltese en: Hart, H. (2012). El concepto
de Derecho. (G. R.Carrió, trad.) AbeledoPerrot.
5 Por todos, los principios como justificación: Dworkin —consúltese en: Dworkin (1984). Los
derechos en serio. Editorial Ariel—; pero también, ver a Nino, C (2012, p. 125).
del derecho mismo, pasa como valor último del derecho, como un principio sustantivo
en sentido estricto; y entonces, X ya no cuenta como poder, en un contexto C, sino que
X es un poder en todo contexto. El poder le da la vuelta al derecho, se traslapa una
sociedad estamentaria, se configura un derecho estamentario y arbitrario; y en rigor ya
no hay derecho del trabajo ni República ni Estado Constitucional de Derecho.
En rigor, creo que el derecho individual del trabajo hace dos cosas (casi siempre
relacionadas: competencia – incompetencia; sujeción – inmunidad, como veremos):
habilita el poder del empleador, pero también lo limita o interdicta, entonces el derecho
laboral individual no equipara, desde el poder, materialmente nada. En otros términos,
extraer materias de la autonomía privada (cierto contenido esencial de los principios en
sentido estricto) e imponerle deberes de no lesión de derecho al empleador no equipara
poderes, o para expresarlo mejor, no modifica en un sentido fuerte (político) los poderes
de negociación o el marco político institucional dentro de la estructura organizacional
para la toma colectiva de decisiones —agregación de las preferencia individuales—
(Elster, 2010, pp. 434-439).
Como se verá, partiendo desde las distinciones deónticas de Hohfeld, hay que distinguir
entre relaciones de sujeción y relaciones en lo que no hay sujeción; pero hay que
también asumir que todo es relacional, es decir, que cuando, por ejemplo, predicamos
de que X tiene un derecho, es porque de forma correlacional Z tiene un deber ante X.;
y desde lo relacional, si X tiene una competencia jurídica (la que tiene el empleador) es
porque Z (el trabajador) está sujeto a tal competencia y entonces hay una relación de
sujeción que los vincula. Cuando no hay relaciones de sujeción, y se vinculan personas
que representan sus intereses, estamos ante relaciones de primer orden; cuando hay
relaciones de sujeción estamos ante relaciones de segundo orden; y cuando estamos
ante relaciones en las que las dos partes representantes colectivamente intereses y se
expresan poderes en ambos polos de la relación; entonces, estamos ante relaciones de
tercer orden.
Lo referido anteriormente no tiene por objeto cerrar posiciones ni temas sino plantear
ciertas conjeturas o lecturas del derecho del trabajo, para poner en contexto el objeto
de este artículo.
Como veremos, desde la teoría del derecho, esta producción normativa es la expresión
de una competencia asignada, o como se apreciaría desde cierto realismo jurídico, hay
un reconocimiento de que, quien cuenta como empleador emite normas, con un cierto
grado de generalidad y abstracción, para regular (prohibir, obligar o permitir) a quienes
cuentan como trabajadores, normándolos.
Pero también reconocemos que, quien cuenta como empleador, dirige un aparato
organizacional que puede (posibilidad jurídica) desplegarse como una red, más o menos
compleja y jerarquizada; invistiendo de autoridad y asignando competencias a quienes
cuentan como su personal directivo. La que es una autoridad y competencia originaria
puede desarrollarse en los sub-espacios de la organización.
También reconocemos que el empleador y sus agentes (el personal directivo) emiten
actos no normativos que dirigen, controlan y sancionan a los trabajadores en
cumplimiento de las normas de la organización; o que incluso, hay mecanismos o
adminículos de los más diversos para controlar y vigilar, ya no solamente en una
dimensión física sino virtual, y que sobre la vigilado o constatado se administran bases
de datos con información personal de los trabajadores.
Todos reconocemos, igualmente, que la organización empresarial elige los medios para
lograr sus fines privados, vertebrada por una racionalidad instrumental que mueve la
fuerza de trabajo, por la que maximiza sus beneficios y minimiza sus costos. Como el
fin institucional es obtener ganancias (el lucro), desde la racionalidad instrumental se
adoptan las decisiones (normativas o no normativas) que se aplican a las relaciones de
trabajo y a los trabajadores. Desde el fin privado de la organización empresarial la razón
práctica y la pretensión de corrección consiste en que esté causalmente vinculada con
su fin (el fin privado), y se cumple con las condiciones de ejercicio de tal racionalidad
instrumental (ejercicio interdictado del poder y cumplimiento de los derechos laborales).
Igualmente, reconocemos que a la organización empresarial le están atribuidos
mecanismos de auto-tutela de sus intereses que impone a los trabajadores. En
determinados conflictos el empleador decide, y está facultado para emitir un acto que,
decidiendo, le impone al trabajador su propia solución al caso concreto, por ejemplo; el
despido y la pérdida del trabajo. No es el trabajador el que decide, por ejemplo, que no
ha cometido una falta e imposibilita la sanción del empleador; quien recurre ante el juez
para ser repuesto o indemnizado es el trabajador; no es el empleador quien debe
solicitarle al juez que lo habilite a despedir. Se trata de una “organización total” sin
separación de poderes o funciones de contrapeso internas para garantizar el ejercicio
imparcial de la solución del caso concreto, sino que, por el contrario, todo es una
organización de autotutela hecha para lograr el fin particular.
Pero detrás de los roles o status de empleador y trabajador hay dos personas
(simplificando) naturales iguales ante el derecho. ¿Cómo es que sucede esto?.
Hecho mano de la teoría del lenguaje para hacer una explicación desde este ángulo. La
teoría de los actos de habla nos explica que ello es una función de status que opera de
la siguiente manera: “X cuenta como Y en el Contexto C”
Como hemos descrito en párrafos anteriores; en la función de status del Empleador, que
ocupa X, el derecho le habilita a ejercer un conjunto de poderes sobre Z, en tanto éste
cuente, como Trabajador; entonces el derecho no “equipara la relación individual de
trabajo”, hay aquí una confusión entre el ser y del deber ser”, por el contrario, el derecho
individual del trabajo permite que Z cuente como trabajador; que esté sujeto al poder del
que cuenta como empleador; en una dimensión jurídico institucional que opera con una
racionalidad instrumental – económica con distintos grados de complejidad (desde una
gran empresa hasta una micro-empresa). En esta relación de sujeción el origen es
autónomo no heterónomo, a diferencia de lo que sucede típicamente en una relación de
sujeción como la relación Administración Pública – administrado, cuyo origen se basa
en la imposición de la ley.
“Hohfeld identifica ocho conceptos jurídicos que considera fundamentales y los analiza
conectivamente en un esquema de cuatro relaciones de correlatividad (deber/derecho,
privilegio/no-derecho, competencia /sujeción, incompetencia/ inmunidad) y cuatro
relaciones de oposición (deber/privilegio, derecho/no-derecho
competencia/incompetencia, sujeción/inmunidad). Desde el punto de vista lógico, su
estrategia es mostrar que los correlativos se implican recíprocamente (son equivalentes
lógicos) y los opuestos se niegan mutuamente (son contradictorios lógicos).
Tercera derivación (el poder relevado): quien ocupa la posición activa en la correlación
es quien detenta la competencia o la posición de poder. Se trata de encuadrar a quien
detenta el poder. Este es el que tiene el deber de ejercerlo o limitarlo, y la
responsabilidad sobre su ejercicio.
Una precisión adicional. Nótese que los conceptos hohfeldianos no son una tipología de
los negocios jurídicos; es decir, no es que al negocio jurídico A le corresponda
necesariamente una relación. Estos conceptos están, por decirse así, en un nivel
molecular; si los conceptos: prohibido, obligado y permitido están em el nivel atómico (o
primitivo), los conceptos de Hohfeld se establecen en una estructura inmediato superior.
Entonces, que califiquemos a la relación laboral como un tipo de relación de sujeción,
no es contradictorio con su origen contractual y bilateral, ni niega a las diversas fuentes
del derecho del trabajo, sino que posibilita debajo de estas estructuras identificar la
existencia jurídica de un poder y su taxonomía.
“De otro lado, sobre “la relación incompetencia – inmunidad refleja la misma situación
anterior pero en sentido inverso, al determinar el ámbito de la conducta permitida o
autorizada de B (titular de la sujeción) en relación con A (titular del poder), excluyendo
las conductas que vayan más allá de ese ámbito, un acto incompetente carece de
validez (incompetencia) o no puedan afectar legítimamente a la esfera de conducta de
A (inmunidad).
Entonces: A tiene una inmunidad (en relación con que B haga x) si y solo si B no tiene
poder (tiene una competencia o incapacidad) para cambiar la posición jurídica de A (es
decir, ciertos hechos o resultados institucionales) haciendo x” (Vega, 2015, p. 133).
“(…) Ahí radica la diferencia fundamental, como veremos, entre las RCP y las
definiciones jurídicas. Si viéramos únicamente el aspecto de “proposiciones anankático-
constitutivas” de las RCP, las estaríamos aproximando demasiado a las definiciones.
Pero las RCP son también, y así se usan “reglas técnico-institucionales” de manera que
conservan esa dimensión directiva (aunque no deóntica) de “reglas”, como enunciados
“relevantes” en cuanto guía de conducta en el razonamiento práctico del destinatario
(aunque no sean por sí solas razones completas sino que necesitan una razón
operativa” (2015: 37).
Frente a una relación de sujeción con fines privados (satisfacer el interés del empleador)
cuyo poder se ejerce desde una racionalidad instrumental (argumento solamente
consecuencialista, operativo a la autotutela del interés propio), a nivel individual se
extraen materias vinculadas con la dignidad y la autonomía; y a nivel colectivo se
garantiza y fomenta (directriz) otra estructura de poder, con una racionalidad
instrumental vinculada con el interés del colectivo de trabajadores. Una relación de
tercer orden, que vincula organizaciones, y detenta ésta otra competencia normativa.
Ali Lozada sobre la distinción entre lo que Hart denominaría como normas secundarias,
y específicamente, Reglas de Adjudicación; sobre lo que Arraigada denomina Reglas
de Segundo Orden, Jesús Vega, Relaciones de Sujeción, señala que:
“Esta posibilidad reductiva parece tener en cuenta Ferrajoli, quien considera que la
«’potestad’ es todo poder consistente en una facultad atribuida a su titular no ya en
interés de terceros sino en su propio interés» (Ferrajoli, 2011: p. 574), de ahí que los
derechos-potestad (como los civiles y políticos) vienen a ser, para este autor, una
subclase de los derechos-facultad (Ibíd.: pp. 608ss.).
En buenas cuentas, estos dos autores parecen apuntar hacia lo siguiente: mientras el
privilegio está referido a un acto natural, el poder viene a ser un privilegio referido a un
acto institucional. Por su propia naturaleza, la existencia de este último tipo de acto
requiere de normas anankástico-constitutivas, es decir, de normas no deónticas, cuya
función no es la de regular la conducta, sino la de establecer las condiciones fácticas
requeridas para que se produzca un determinado resultado institucional (véase, Atienza
y Ruiz Manero, 2004). En tal virtud, la reducción de los poderes a los deberes, en mi
opinión, es desacertada, pues implica el eclipse de la dimensión constitutiva del derecho
y la consecuente distorsión del fenómeno jurídico”(2016, p. 12-13).
Hay una suerte de unanimidad en los autores, como se aprecia: potestad no es igual a
libertad, en otros términos, X no tiene la libertad de dominar o gobernar a Z; X no tiene,
tampoco, el derecho de dominar o gobernar a Z, en las relaciones de segundo grado.
Cuando X asume el rol del empleador, y entonces, el derecho le habilita una
competencia – sujeción (diada indisoluble) sobre Z: tal poder solo se puede ejercer y
detentar bajo ciertas condiciones de ejercicio (de validez) que X debe cumplir: los
derechos fundamentales de los trabajadores y en un sentido de habilitación-restricción;
y las reglas de juego en las relaciones colectiva de trabajo; y además claro está, de que
son acciones deben estar causalizadas al fin privado que ha sido permitido por el
sistema como legítimo para gobernar a otros.
En otros términos, mientras que la fórmula deóntica de una libertad es: X tiene permitida
hacer A y tiene permitido no hacer A; en las relaciones de sujeción; X, que tiene el status
de empleador tiene habilitado a normar y aplicar; y tiene restringido a normar y aplicar
en el contexto C: relacionado con el fin, bajo las condiciones establecidas para el
ejercicio de su competencia, sujeto a una legitimidad (justificación externa), sujeto al
valor de ejercer el poder preservando la seguridad jurídica de los subordinados
(justificación interna).
Entonces, poder y libertad significan situaciones distintas o más bien están en relaciones
de correlación y oposición distintas; y uno de los grandes problemas del derecho laboral,
o quizá mejor, de los laboralistas es uno de calificación jurídica y de contexto valorativo:
las relaciones de sujeción.
¿significa que no existe la libertad de empresa?. No. Significa que, en tanto los planes
de vida personales, en este caso, productivo-lucrativos, los desarrolle uno mismo;
entonces, la libertad de empresa actúa como un auténtico derecho civil, de forma
negativa, con obligaciones de no intervención o lesión por parte del Estado; pero esta
libertad tiene un puente (facultad) (que se viene utilizando como túnel) que faculta a
pasar de la dimensión personal en la que se ejerce el propio plan de vida con efectos
limitados o acotados, haciendo la configuración de una dimensión institucional u
organizacional de las que, quien cruza el puente, es titular de un poder
institucionalizado, en las que los conceptos, los contenidos y las acciones sujetan o
gobiernan a otros, y entonces, todo cuenta como poder para el derecho.
La DID refiere al poder institucionalizado. En el derecho laboral tal poder, como hemos
referido, es un poder normativo, en el que el empleador tiene su propia institución de
autotutela; detenta una subordinación normativa y aplicativa caracterizada por dos
situaciones tipificadoras de lo laboral: una institución de poder privado para lograr un
interés privado (del empleador) y una habilitación jurídica para gobernar a otros, para
sujetarlo en el contexto C.
Lo referido plantea que el derecho laboral en la DSD tiene una dimensión jurídico –moral
(los fines), y en la DID una dimensión jurídico – política (los medios), en ambas, como
refiere Atienza hay normas: principios en sentido estricto, directrices y reglas; dentro de
cada dimensión se puede presentar conflictos entre normas; así como, entre las normas
de ambas dimensiones pueden también presentarse conflictos normativos.
Sin embargo, esta complejidad no queda allí; dentro de la DID del derecho laboral; la
relación colectiva de trabajo expresa una relación entre dos instituciones, que juntas
conforman una fuente normativa (de la unipolaridad a la bipolaridad del poder); y a su
vez, la DID del empleador tiene otro poder de control: el poder institucional de la
Autoridad Administrativa de Trabajo. En este tramado institucional, la identificación de
los fines, los principios institucionales propios de la racionalidad de cada DID, le dotan
al derecho laboral de su particular complejidad. La restricción del poder mediante
mecanismos de división y separación del poder, o de concurrencia de poderes, son
expresiones de principios de interdicción de las dimensiones institucionales (de poder)
5.1.- La relación laboral es una relación de sujeción desde la teoría analítica del derecho
5.2.- La relación laboral, como en toda relación de sujeción o de segundo grado, supone
funciones de status; de X que cuenta como empleador, y de Z que cuenta como
trabajador; siendo X y Z dos personas jurídicamente iguales.
5.3.- La posición activa en la relación laboral le corresponde a X que ejerce una
competencia.
5.4.- Una competencia implica una potestad normativa de X sobre Z: subordinación
normativa
5.5.- En las relaciones laborales la subordinación normativa (producción de actos
normativos) tiene una estructura de autotutela: la organización del empleador tiene
atribuciones jurídicas para aplicar las normas producidas desde su competencia:
Subordinación aplicativa
5.6.- Las fuentes heterónomas y profesionales conforman el conjunto de normas que
habilitan al poder del empleador; y que aplica en su estructura de autotutela. La
aplicación normativa en clave de autotutela se expresa en los poderes directivos, de
fiscalización y sanción. Subordinación aplicativa
5.7.- El empleador ejercer un poder jurídico sobre Z (relaciones de segundo grado) y no
una libertad sobre Z (relaciones de primer grado).
5.8.- El poder jurídico empresarial en la relación laboral es habilitado por el derecho del
trabajo pero, como todo poder jurídico (sea de origen democrático, económico, religioso,
etc.), está sujeto al principio de interdicción, tiene una función institucionalizada y debe
estar legitimado.
5.9.- La cuestión de los poderes jurídicos habilitados por el derecho corresponden a la
dimensión institucional del derecho, de los aparatos jurídico – organizacionales.
5.10.- La relación laboral, como relación de sujeción, es una relación de segundo orden,
entonces, la libertad, los derechos y deberes que se producen tiene un contexto distinto,
de aquellas que se produce en las relaciones de primer orden.
5.11.- La relación colectiva de trabajo es una relación de tercer orden; una relación entre
dimensiones institucionales en el que se establece principalmente una racionalidad
comunicativa orientada al entendimiento, pero instrumental; no solo respecto de la
construcción de contenidos de la racionalidad instrumental6 (propia del aparato
productivo) sino además respecto de las cuestiones jurídico-morales de los
trabajadores.
5.12.- Hay relaciones de sujeción de origen heterónomo, impuestas por la Ley, y
relaciones de sujeción de origen autónomo; la relación laboral es una especie de este
segundo grupo.
5.13.- Toda DID tiene una racionalidad instrumental (es un medio para un fin), que en el
caso de la institucionalidad empleadora busca la realización de fines privados. Esta
racionalidad instrumental requiere de un elemento de justificación para subordinar a
6 Josep Aguiló Regla. El arte de la mediación, pág. 48. Editorial Trotta 2015.
otros, como todo poder; y particularmente, cuando su origen no deriva de la
representación política (no se elige al empleador) ni de la justificación de los actos de
decisión (como sucede con la sentencia de un juez), ni de la eficiencia del aparato
burocrático (como sucede con la administración pública cuando un servicio público) por
que este poder tiene por finalidad lograr un interés privado. Esta justificación (pretensión
de corrección) radica en el respeto de las condiciones de validez en el ejercicio del poder
del empleador.
5.14.- La DID del empleador contiene principios en sentido estricto, directrices y reglas;
algunos son principios habilitantes como la presunción de validez, el deber de cumplir
las órdenes del empleador, el principio de eficiencia, entre otros, y otros son principios
de restricción, como el debido proceso, la no lesión de los derechos del trabajador, el
principio de información, etc. Un objeto importante del laboralismo radica en identificar
las normas de la DSD y la DIS tipificantes del derecho del trabajo.
5.15.- Las conclusiones expuestas deben ser utilizadas como razones para la
deliberación legislativa o la solución de casos concretos; pero no como conclusiones o
puntos finales ex – ante.
5.16.- El respeto a la dignidad, la autonomía (aún en situación de relatividad por el
contexto C) y la igualdad; y su expresión en los derechos fundamentales de los
trabajadores son condiciones de validez en el ejercicio del poder de subordinación. Una
expresión de la dignidad es el encuadramiento del poder institucional (del medio) dentro
del valor de la seguridad jurídica y el principio de interdicción. Todo esto también justifica
(pretensión de corrección) moralmente al poder del empleador.
Bibliografía
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