Dedicar tiempo a hablar y escuchar a nuestros hijos. Cuidar nuestro lenguaje delante del niño y el que le llega por otros medios audiovisuales (televisión, radio…). Los niños son “esponjas”. Favorecer la relación con otros niños, ya que el lenguaje es algo social y que se debe desarrollar a través de la relación con otros. Hacer praxias linguales y labiales (ejercicios de movilidad de la lengua y tensión labial) para favorecer la correcta pronunciación de todos los fonemas. Estos ejercicios se plantearán siempre como un juego. (Actividades anexo) Practicar juegos de soplo (tomar aire por la nariz y soplar por la boca). Podemos utilizar material variado y soplar pelotas, coches, plumas, globos, matasuegras, etc. Procurar que los niños tomen alimentos sólidos que exijan cierto esfuerzo al masticar (fruta a mordiscos, bocadillos, carne,) para fortalecer los músculos de la cara y la boca. También es importante que sepan beber con pajitas. Es necesario para la correcta articulación de las palabras que exista un buen control, agilidad de movimientos y flexibilidad de los músculos de la boca y la cara. Evitar el uso del chupete y biberones. ¿QUÉ DEBEMOS EVITAR? • Potenciar el lenguaje infantil, utilizar palabras mal dichas, imitarlos y reírse de ellos. • No utilizar diminutivos para nombrar las cosas, por ejemplo “guaugusu” por “perro”, “chi-chi” por carne, etc. Si el niño los utiliza, no le haremos repetir, pero nosotros se lo diremos de forma correcta: “sí, es un perro, qué perro más guapo”. • Acabarles las frases, hablar por ellos. Hay que darles tiempo a que se expresen, tener paciencia para demostrarle que lo que nos están contando es importante para nosotros. • Regañar al niño cuando no diga las palabras de forma correcta o reírse de él. Hay que dar un modelo correcto sin estar continuamente corrigiéndolo. Siempre es preferible que hable, aunque sea de forma incorrecta, a que se retraiga y coarte su expresión por miedo a regañinas o vergüenza.