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Capítulo II

Historiografía de los poderes de emergencia en la historia política de México XIX.

La historia política de México durante el siglo XIX se caracterizó por constantes


periodos de agitación social y por múltiples proyectos de construcción política. Por
ejemplo, durante este periodo se presenciaron fuertes enfrentamientos entre
algunos sectores sociales, como las pugnas entre centralistas y federalistas, así
como la importante guerra civil de reforma (1858-1861). De igual manera, se
padecieron de las invasiones militares de Estados Unidos (1846-1848) y de
Francia (1861-1867), ocasionando malas condiciones para un desarrollo estable
del estado. Este agitado periodo de la historia política mexicana, se empalmó con
el proceso de construcción y consolidación del marco jurídico del país. Y a la vez,
con la irremediable necesidad de incorporar poderes de emergencia para hacerle
frente a las continuas situaciones excepcionales.

A pesar de que el proceso de incorporación de los poderes de emergencia, se


relaciona directamente con la historia política del momento, dicho fenómeno no fue
abordado por la historiografía de manera amplia. Es por ello que el objetivo de
este apartado se centra en exponer y desarrollar un análisis crítico de la literatura
que trató el tema de las herramientas de emergencia en la historia política de
México durante el siglo XIX. Enfatizando en el silencio del revisionismo
historiográfico y en los problemas de interpretación de la historiografía jurídica.

Revisionismo Historiográfico

El revisionismo historiográfico mexicano del siglo XX surge como un


cuestionamiento a los planteamientos de la historiografía tradicional (también
conocida como historia de bronce), la cual expuso que el constante periodo de
inestabilidad política experimentado en el primer siglo de existencia de México, se
debió a la fragmentación social ocasionada por el conflicto entre el núcleo liberal y
el conservador. Siguiendo la pauta de los historiadores tradicionales, el
desenvolvimiento histórico de México en el siglo XIX se puede comprender como
la lucha de ideales políticos contrarios, en la cual el planteamiento liberal

1
(escenificado por el desarrollo político y la modernidad) se enfrentó en contra del
conservadurismo, mismo que se representa por el retorno a las viejas formas de
dominación colonial. De tal forma que la perspectiva historiográfica tradicional se
fundamenta por una idea maniquea del desarrollo político de México, teniendo
como conclusión de este profundo enfrentamiento entre contrarios, a la victoria y
consolidación del liberalismo como el único proyecto de nación.

Como lo señalé hace un momento, la importancia de la corriente revisionista fue


que cuestionó la tendencia de explicación de la historia oficial, al mismo tiempo
que propuso y elaboró distintos e importantes formas de interpretación de las
complejidades de México en el siglo XIX. Dentro de este vasto campo de la
literatura, se encuentra Edmundo O’Gorman, autor que fue uno de los pioneros en
desarrollar un acercamiento crítico del periodo y que en términos generales tuvo
un importante aporte a la historiografía latinoamericana. En su obra “México. El
trauma de su historia”,1 elaboró un detallado análisis de las características
ideológicas de la propuesta liberal y conservadora, demostrando que las
complejidades de la historia política de México en el siglo XIX no se pueden
explicar desde la tradicional concepción dicotómica, ya que tanto las tesis
centrales como los objetivos de los dos grupos en conflicto, cuentan con
contradicciones internas, ocasionando que los planteamientos en cuestión sean
débiles e incluso muy parecidos entre sí. Por ejemplo, el proyecto político del
liberalismo buscaba los valores y resultados de la modernidad política
(anglosajona-norteamericana), pero a la vez trataban de no perder los
fundamentos hispanos; es decir que deseaban apropiarse del modelo político de
los Estados Unidos, pero sin ser los Estados Unidos. De tal forma que para
O’Gorman, los problemas político-ideológicos del México Independiente radican en
que se concentra en su horizonte de expectativa dos corrientes contrapuestas,
pero fuertemente arraigadas. Tanto los liberales, como los conservadores tenían
dentro de sus fundamentos teóricos condiciones propias de la modernidad
angloamericana, pero al mismo tiempo raíces culturales del mundo hispano.
Determinando lo que Edmundo definió como “la encrucijada de Jano”, es decir la
1
Véase a Edmundo O’Gorman, México. El trauma de su historia, México, Conaculta, 1999.

2
tensión determinante del desarrollo de la historia política mexicana del siglo XIX
entre el pasado (hispano) con el futuro político moderno. 2

Francois Xavier Guerra cuestiona esta nueva dicotomía que propuso O’Gorman,
en la cual se puede explicar las tensiones y problemáticas de la historia política de
México del siglo XIX, a través de la contraposición entre el mundo moderno
(francés-anglosajón) y el tradicional hispano, señalando que no todo lo español
era conservador y que no todo lo relacionado con las culturas occidentales era
propiamente moderno o liberal. Para esto expone que los orígenes del
pensamiento liberal mexicano, proviene del desarrollo y conformación de las
cortes de Cádiz en 1810, es de esta manera que el movimiento revolucionario
español resulta como la matriz ideológica de la guerra de independencia en
México, así como de su complejo entramado político de los años posteriores. 3
Cabe señalar que a diferencia de la historiografía tradicional, Guerra expone que
la iglesia no se comportó como el centro del pensamiento conservador, sino que
en muchos sentidos se mantuvo como un punto ideológico en común de los
distintos sectores en conflicto, rompiendo así con el esquema en el que se
comprendía a la iglesia como la imagen de la hispanidad conservadora.

De manera paralela a la de Francois Xavier Guerra, Charles Hale se dio a la tarea


de analizar y profundizar sobre las características del pensamiento liberal en la
historia política de México.4Dentro de este laborioso trabajo, identificó distintos
periodos en el desarrollo del liberalismo mexicano, el primer periodo corresponde
a la experiencia inicial de México como país independiente (1821-1854), este se
caracterizó por no tener un núcleo ideológico definido, por lo que existieron
distintos elementos compartidos entre los grupos conservadores y liberales. En su
obraEl liberalismo en la época de Mora, expone que los orígenes del pensamiento
político mexicano, tanto del núcleo liberal como de los conservadores, se

2
Ibídem, p. 41
3
Véase a Brian F. Connaughton, “Sobre Francois Xavier Guerra, 1942-2002.”, Signos Históricos, no. 10, julio-
diciembre, 2003, 116-130 pp.
4
Véase a Charles Hale, El liberalismo mexicano en la época de Mora, 1821-1853, México, Siglo XXI, 1972;
Charles Hale, La transformación del liberalismo en México a finales del siglo XIX, México, Fondo de Cultura
Económica, 2002.

3
encuentran en las construcciones teóricas europeas y americanas. Para ello
demuestra que los dos pensadores más importantes del momento: Mora y Alamán
(y los cuales, según la historiografía tradicional se encontraban en una clara
oposición teórica), en realidad tenían varios puntos en común, de tal manera que
la noción tradicional sobre la completa oposición entre liberales y conservadores
resulta un tanto difusa. En su obra La transformación del liberalismo en México
analizó la segunda mitad del siglo XIX, señalando que después de la primera
experiencia de la doctrina liberal mexicana se desarrolló un proceso de adaptación
teórica liberal a las condiciones históricas del país, pasando de la implementación
de las políticas liberales radicales de 1857, junto con los conflictos políticos y
sociales que esto conllevo, a la consolidación del liberalismo mediante un pacto
con las élites sociales del país.

Así mismo, en los estudios de la segunda mitad del siglo XIX sobresalen aquellos
relacionados a la importante transformación política y social de la guerra de
reforma. Dentro de ellos, Josefina Zoraida Vázquez compiló un conjunto de textos
en el que analizan el fenómeno del “juarismo” desde distintos enfoques
sociales.5En este libro, Silvestre Villegas Revueltas analiza el fenómeno de los
golpes de estado desde la intervención de Mariano Aristas hasta la administración
de Benito Juárez, explicando que si bien los golpes de estado fueron una
constante en la vida política de México durante este periodo, dentro de estos
fenómenos se pueden apreciar notables diferencias, mismas que comenta el
autor, determinaron en cierto sentido el desenvolvimiento histórico del momento. 6
Cabe resaltar que Silvestre Villegas expone que los constantes golpes de estado
experimentados en ese momento, muestran un evidente conflicto para hacerse del
control político entre el poder ejecutivo y el legislativo. Por un lado, los jefes de
estado intentaban consolidar un gobierno centralizado, capaz de impulsar las
reformas políticas necesarias para el desarrollo político del país; mientras que por
otro lado, el legislativo cuidaba los principios teóricos del liberalismo, al señalar los
peligros democráticos de inclinar la estabilidad constitucional hacia el presidente.
5
Véase a Josefina Zoraida Vázquez, Juárez: historia y mito, México, El Colegio de México, 2010.
6
Véase a Silvestre Villegas Revueltas, “El golpe de estado en el imaginario juarista” en Josefina Zoraida
Vázquez, Op.cit.

4
De tal forma que a lo largo del texto, el autor expresa el dilema del accionar
político mexicano del periodo: por un lado los gobernantes del país necesitaban
consolidar su poder político (incluso aplicando golpes de estado), pero a la vez
necesitaban cuidar la legitimidad constitucional de su administración.

De igual forma, Brian Hamnett le dedicó gran parte de su trabajo al estudio del
desarrollo político de México desde la época colonial hasta el final del siglo XIX. Al
igual que los anteriores autores, tuvo un particular interés en el análisis del
ascenso y conformación de la modernidad en la Nueva España y en el México
independiente, pero diferenciándose de los anteriores autores por sus detallados
estudios regionales del estado de Oaxaca y por el importante acercamiento
económico para explicar los distintos procesos políticos del periodo. 7 Por ejemplo,
para exponer el ambiente de inestabilidad política y confrontación social que
imperó durante gran parte del siglo XIX, considera como un elemento fundamental
el papel de la precaria estabilidad económica que experimentó el estado (por
ejemplo el problema para financiar a las fuerzas armadas, adeudos
internacionales, etc.), misma que determinó la imposibilidad de suministrar los
recursos necesarios para un desarrollo estable del país. 8

Como se ha podido observar, sin duda existe una amplia historiografía relacionada
a la historia política del siglo XIX. Dentro de esta, el revisionismo historiográfico
marcó un punto de ruptura en relación a la perspectiva tradicional del estado,
impulsando así distintas tendencias de interpretación histórica. Cabe recordar que
el discurso de la historiografía oficial, por lo menos la elaborada al final del siglo
XIX, se caracterizó por tener como centro de estudio a los programas y
constituciones políticas que se elaboraron durante el periodo. Este fenómeno
historiográfico, ocasionó que el revisionismo al buscar nuevos horizontes de
explicación, no considerara a las constituciones ni a la historia de los procesos
jurídicos, como líneas de explicación histórica. Es de esta forma que la mayoría de
las producciones académicas durante el siglo XX no asumieron a los poderes de

7
Véase a Josefina Zoraida Vázquez, Sobre Brian Hamnett, Juárez, Historia mexicana, vol. 44, no.1, julio-
septiembre 1994.
8
Véase a Brian Hamnett, Historia de México¸ Madrid, Akal, 2013.

5
emergencia como un elemento de estudio. No obstante, los campos de reflexión
que se impulsaron en ese momento fueron innovadores e importantes para el
pensamiento histórico.

Historiografía Jurídica del siglo XX y XXI.

Como se expuso en el apartado anterior, el revisionismo historiográfico no abordó


el tema de los poderes de emergencia como eje de explicación para la historia
política de México durante el siglo XIX. No obstante, en la literatura elaborada por
los pensadores del derecho sí se profundizó en el tema, de echo lo asumieron
como un punto elemental para explicar las condiciones políticas que se
experimentaron en ese periodo. Cabe señalar que

Dentro de este campo historiográfico, sobresale de inicio la interpretación de


Emilio Rabasa, pensador que si bien fue integrante del núcleo ideológico del
estado, este no conservó la línea discursiva “oficial” sobre la historia política del
país, de tal forma que desarrolló un análisis crítico del liberalismo constitucional
mexicano. Emilio Rabasa (1856-1930) fue un académico del derecho, con
alineación política porfirista y un importante exponente del positivismo mexicano.
En su obra “La constitución y la dictadura” 9 elaboró un análisis histórico del
desenvolvimiento político de México durante el siglo XIX. En este texto Rabasa
desarrolló una exposición crítica de los distintos proyectos políticos
experimentados en México, dentro del cual, sobresale el acercamiento crítico de la
idea constitucionalista y liberal de la historia de bronce. 10 Para ello, el autor utilizó
dos conceptos aparentemente contrapuestos, por un lado la constitución: utilizada
como referente del liberalismo y de la democracia en su sentido más puro; y por
otro lado la dictadura: concebida como una expresión absolutista, tiránica, pero
realista en su sentido práctico del ejercer político.

9
Emilio Rabasa, La constitución y la dictadura, México, Comité de asuntos editoriales, H. Cámara de
Diputados, 1999.
10
Caracterizada por exponer la visión del estado de los procesos históricos y de desarrollar fundamentos
ideales nacionalistas.

6
En general la exposición de Rabasa se enfoca en criticar el uso político que
tuvieron las constituciones en la historia de México durante el siglo XIX, señalando
que en este periodo las cartas magnas se concibieron como el único medio para
solucionar todos los problemas políticos que se experimentaron en ese momento.
Frente a esto, Emilio Rabasa expone que las constituciones elaboradas en ese
periodo estuvieron completamente apegadas a la teoría política liberal, pero sin
tener en cuenta las condiciones reales de emergencia que se experimentaban en
ese momento, de ahí que gran parte de su obra se enfoque en analizar las
prácticas dictatoriales que ejercieron los gobiernos durante el siglo XIX. Para ello y
con motivo de análisis, Rabasa divide su exposición mediante tres figuras
presidenciales: Santa Anna, Juárez y Díaz.

Considera el gobierno de Santa Anna como un claro ejemplo del absolutismo


político, caracterizado por ser una época de caos y anarquía, en la que el estado
se ubicó bajo la figura ejecutiva desbordada y completamente antidemocrática del
presidente; en cambio la dictadura de Juárez, la representa como una respuesta
excepcional para el momento extraordinario que se vivía en México, señalando
que si bien su gobierno se contrapuso en distintas ocasiones a lo que se
expresaba en la constitución de 1857,no se trató de un ejercicio ilegítimo de
poderes dictatoriales, ya que siempre fueron acorde a los momentos de
emergencia que exigía la realidad histórica; y por último señala el gobierno de
Díaz como una dictadura tranquila y benévola para el desarrollo del país.

Más allá de su clara concepción positivista del desenvolvimiento del Estado,


sobresale que su exposición histórica se fundamenta desde la antinomia de dos
conceptos: la constitución y la dictadura. Para Rabasa la constitución hace
referencia a un conjunto de elementos teóricos del pensamiento político liberal, los
cuales se ubican dentro de un terreno ideal y ahistórico (o no real); 11 mientras que
la dictadura se manifiesta como una práctica extralegal del poder ejecutivo para
hacerle frente a las condiciones emergentes del devenir político. Establece que los
problemas de inestabilidad política de México se debieron a la tensión entre

11
Por lo menos la experiencia constitucional liberal de México durante el siglo XIX.

7
ambos conceptos, por un lado el accionar político concentrado en la producción de
constituciones liberales “ideales” y, por otro lado, la aplicación de medidas
políticas extralegales para enfrentar los múltiples estados de emergencia. Llama la
atención que en su concepción de la dictadura se pueden diferenciar tres
definiciones, las cuales corresponden a las figuras presidenciales de Santa Anna,
Juárez y Díaz.

La dictadura de Juárez la comprende como el ejercicio ilegal o no constitucional


del poder ejecutivo, para salvaguardar y sortear los embates de las condiciones de
emergencia que se presentaron durante la guerra de reforma y la intervención
francesa. Esta noción de la dictadura, nos recuerda a la concepción romana de la
dictadura constitucional, proceso político en el cual se otorgaban poderes
extraordinarios a un personaje durante un tiempo limitado, con el objetivo de
enfrentarse a situaciones de emergencia. Si bien la principal diferencia con la
experiencia romana es que los poderes extraordinarios de Juárez no estaban
previstos constitucionalmente, su aplicación se argumentó bajo la necesidad de
impulsar esas herramientas para salvar el estado, en palabras de Rabasa, “no se
puede cuidar la ley y salvar la ley” 12 al mismo tiempo. De tal forma que para él, la
experiencia dictatorial de Juárez fue una respuesta política extra-constitucional al
vacío jurídico-político que padecía el estado mexicano, mismo que se
representaba por la débil figura presidencial que se estableció en la constitución
de 1857.

De manera contra puesta, Emilio Rabasa consideró a la dictadura de Santa Anna


como un claro ejemplo de una dictadura tiránica o absolutista, en la que el
ejecutivo se apropió de manera completa de las funciones del estado, impulsando
a placer políticas que violaban los principios básicos de la democracia. De igual
forma que en el caso de Juárez, se nota una importante influencia ideológica de la
historia política de Roma, ya que en distintas ocasiones Rabasa relaciona al
gobierno de Santa Anna con la experiencia dictatorial de los césares romanos

12
Emilio Rabasa, Op. Cit. P. 75

8
durante la época imperial, explicando que sus acciones políticas no eran propias ni
siquiera de los peores emperadores.13

Por otro lado, la dictadura de Díaz la consideró como una consecuencia lógica del
desarrollo histórico del estado mexicano, explicando que el adelgazamiento del
poder ejecutivo en la constitución de 1857 obligó a que el presidente (en ese
entonces Benito Juárez) optara por la aplicación de medidas dictatoriales para
hacerle frente a las condiciones emergentes del país. Ocasionando que, tras el
término de la guerra de reforma y la victoria del republicanismo federal, se
necesitara la figura de un poder que centralizara el estado e impulsara condiciones
de paz y desarrollo durante un tiempo considerable; de tal forma que el largo
gobierno de Díaz fue considerado como una dictadura benévola, tranquila y
positiva para el país.

A pesar de que su exposición histórica está inclinada a una crítica de la


incorporación de los elementos jurídicos liberales en las constituciones políticas
mexicanas en el siglo XIX; culmina su importante análisis político con la opinión de
que si bien a lo largo de gran parte del siglo XIX se utilizaron medidas dictatoriales
en México como una respuesta a la flaqueza jurídica de sus constituciones (en
algunos casos de forma despótica y otros de manera necesaria), para el óptimo
desenvolvimiento político de México durante el siglo XX ya no son necesarias,
puesto que el estado mexicano ya cuenta con la madurez requerida para implantar
medidas políticas liberales. De tal forma que considera como indispensable la
construcción de elementos jurídicos para limitar las posibilidades de que se
ejerzan facultades dictatoriales por el poder ejecutivo. Esta contradicción se puede
comprender por su influencia ideológica del positivismo, ya que a partir de este
esquema de pensamiento, comprende a la historia política de México como si se
tratara de un organismo vivo y sujeto a un desarrollo progresivo a través del
tiempo.

El establecimiento de la constitución de 1917, concretó el proceso revolucionario


en México y definió el nuevo marco legal para desarrollarse políticamente. En ella,
13
Ibídem, p. 17.

9
se asignó el artículo 29 para incorporar y detallar la declaración de estado de
emergencia. Esta herramienta no fue declarada hasta la segunda guerra mundial,
cuando embarcaciones petroleras mexicanas fueron atacadas por submarinos
alemanes en mayo de 1942.Este acontecimiento desató la participación directa de
México a la segunda guerra mundial, ocasionando que por primera vez desde la
promulgación de la constitución de 1917, se declarara el artículo no. 29. En medio
de este ambiente político, los importantes académicos del derecho Antonio
Martínez Báez y Felipe Tena Ramírez, presentaron un conjunto de exposiciones
en el que se dieron la tarea de reflexionar y analizar la historia política de los
poderes de emergencia en México, esto con el fin de comprender el escenario que
estaban experimentando en ese momento.

Antonio Martínez Báez dictó el 14 y 16 de enero del año 1945 la conferencia


llamada “Suspensión de garantías y legislación de emergencia”, 14 se trataron de
dos exposiciones con el objetivo de señalar las características esenciales del
estado de sitio en la historia política de México. Para ello retoma los fundamentos
teóricos de Carl Schmitt, enfatizando que las situaciones excepcionales no se
pueden definir ni reglamentar, es decir que se tratan de mecanismos fuera de los
órdenes legales y por lo tanto excepcionales. 15 Su postura, así como Martínez
Báez lo señala, es una clara confrontación en contra del positivismo jurídico, 16
postura teórica caracterizada por la búsqueda de elementos jurídicos para limitar
el poder de los soberanos, así como de formular espacios legales para delimitar el
ejercicio y posibilidades de acción del estado, esto con la finalidad de diseñar
herramientas para la protección de los derechos de los ciudadanos.

Martínez Báez explica que la incorporación del estado de sitio a la constitución es


una apropiación legal de mecanismos tradicionalmente ilegales, esto debido a que
rompe con la lógica democrática de la división de poderes y hace posible la

14
Antonio Martínez Báez y Felipe Tena Ramírez, Suspensión de garantías y legislación de emergencia.
Concepto general del estado de sitio. Las facultades extraordinarias en el Derecho mexicano., México,
UNAM, Facultad de Derecho, 2006.
15
Ibídem, p. 8
16
El positivismo legal o jurídico se desarrolló como una respuesta a los estados absolutistas y dictatoriales
que se experimentaron en Europa y en América latina durante el siglo XIX.

10
suspensión de derechos elementales de los ciudadanos. A su vez, considera que
este fenómeno desencadenó en los estados hispanoamericanos del siglo XIX la
conformación de gobiernos con expresiones dictatoriales, ya que para ejercer
facultades extra-legales no se necesitaba imponer una dictadura en el sentido
estricto de la palabra, es decir bajo la aplicación de golpes de estado, disolución
de congresos, etc., sino que “solo bastaba con que el poder ejecutivo revisara su
marco constitucional”,17 para ejercer el poder con todas sus herramientas jurídicas
posibles y en muchos de estos casos, de forma ilegal.

El autor expone que el estado de sitio contiene dos formas esenciales: las
facultades extraordinarias y la suspensión de garantías, estos procesos –comenta
Martínez Báez- guardan naturalezas distintas el uno respecto del otro. Esta
afirmación es importante, ya que bajo la tradición teórica del positivismo jurídico,
se mantenía la idea de que estas dos formas no podían comportarse de manera
independiente, y justo lo que afirma Martínez Báez es que no solo son
independientes, sino que tienen un desarrollo histórico distinto. Y de manera
específica, señala el autor que la paulatina independencia de las facultades
extraordinarias del poder ejecutivo, hizo posible que se implementaran políticas
extralegales bajo el velo de una estabilidad aparente del estado de derecho.

Si bien Martínez Báez elaboró una adecuada y mesurada reflexión acerca de las
condiciones jurídicas del estado de sitio, la resolución que expone conserva una
visión técnica del fenómeno. Para el autor, la característica más importante de la
historia del estado de excepción en México es que las facultades extraordinarias
del poder ejecutivo tuvieron un comportamiento independiente dela suspensión de
garantías, provocando que en distintas ocasiones los gobiernos se comportaran
de manera dictatorial, incorporando al ejecutivo funciones específicas del poder
legislativo pero sin decretar el estado de emergencia, o durante el periodo de
estado de sitio, la figura presidencial decretó ejercicios sin fundamento legal.
Frente a estas condiciones históricas, Martínez Báez señala que la manera de
resolver este problema político es la adecuación de la ley para limitar las

17
Ibídem, p. 12.

11
posibilidades jurídicas de que el poder ejecutivo adquiera mayores facultades de
las necesarias en un momento de emergencia.

Considero que esta visión es contradictoria, puesto que si en un inicio de su


exposición Martínez Báez acepta la postura de Schmitt, en la cual no se puede
definir ni reglamentar el estado de excepción, ¿por qué determina que las
dictaduras en México fueron impulsadas en gran medida por deficiencias jurídicas
en sus constituciones? Y, por otro lado, ¿por qué considera que la única forma de
evitar la tendencia autoritaria de los gobiernos del XIX, sea mediante la aplicación
de límites jurídicos hacia el poder ejecutivo en los estados de emergencia? Estos
elementos nos muestran la tendencia de la historiografía jurídica para reducir la
complejidad de la historia política de las facultades de emergencia en México a un
plano de la técnica del derecho.

Dentro del mismo ciclo de conferencias en la que participó Martínez Báez, Felipe
Tena Ramírez expuso el trabajo llamado “La suspensión de garantías y las
facultades extraordinarias en el derecho mexicano”. Se trató de una exposición de
carácter histórico, en la que relata y analiza el desenvolvimiento de las políticas de
emergencia en la experiencia mexicana, desde sus concepciones jurídicas en la
constitución de Cádiz hasta el establecimiento de la constitución política mexicana
de 1917. Cabe señalar que la exposición no se queda en un recuento acerca de
las incorporaciones y modificaciones jurídicas que tuvieron los poderes de
emergencia, sino que el autor muestra el proceso de tensiones y distensiones que
se experimentaron en el seno político mexicano durante periodos legales del
estado de excepción.

Dejando de lado su rigurosa exposición histórica, Felipe Tena Ramírez confronta


el comportamiento de las medidas excepcionales con sus respectivos márgenes
legales, es decir, expone las ocasiones en las que se implementaron los poderes
de emergencia y los compara de manera crítica con sus constituciones vigentes;
esto con el fin de mostrar las distintas ocasiones en las que el poder ejecutivo
ejerció facultades propias de los estados de emergencia, pero sin tener un
argumento legal o sin decretar propiamente el estado de sitio.De esta forma, el

12
autor expone que el problema de la historia de los poderes de emergencia en
México se caracterizó por una aplicación extralegal de las facultades
extraordinarias, es decir, que el poder ejecutivo ejerció facultades propias de un
estado de excepción sin decretarlo de manera jurídica, ocasionando que la
sociedad en general y los distintos sectores políticos se acostumbraran al ejercicio
anticonstitucional, o no regulado, de los poderes de emergencia.

Considero que tanto Martínez Báez como Felipe Tena Ramírez caen en la
contradicción propia del concepto de lo político. Por un lado, dentro de sus
exposiciones dan cuenta de la imposibilidad de la regulación de los poderes de
emergencia, señalando que dentro de la historia política de México durante el siglo
XIX se lograron sortear las distintas condiciones de emergencia mediante el uso
(ilegal) de las facultades extraordinarias. Por ejemplo, dentro de la exposición de
las condiciones de agitación que experimentó México después de la promulgación
de la constitución de 1857, Tena Ramírez señala que… “en punto a facultades de
emergencia la necesidad rebasó las precisiones constitucionales, y por eso el
Congreso llegó a conceder al presidente lo que constitucionalmente no podía
otorgarle”.18Es decir, que las condiciones históricas superaron al derecho
estipulado en la constitución, ocasionando una reacción correspondiente a las
necesidades de emergencia y en este caso, sin un fundamento constitucional. Por
otro lado, Martínez Báez dedicó gran parte de su conferencia a exponer la postura
teórica de Carl Schmitt, enfatizando la propiedad excepcional de los momentos de
emergencia, o sea, la imposibilidad de reglamentar plenamente a los momentos
de excepción.

No obstante, ambos autores dan cuenta del desarrollo histórico de las facultades
extraordinarias, detallando en su condición autónoma en relación a la suspensión
de garantías, considerando a este fenómeno como determinante en la
conformación de gobiernos con prácticas dictatoriales. En el caso de Tena
Ramírez, el sentido de su exposición histórica es señalar la necesidad de
reglamentar y limitar las posibilidades de acción del poder ejecutivo durante los

18
Felipe Tena Ramírez, Op. Cit, p. 47.

13
momentos de emergencia, ya que al precisar los ejercicios que puede hacer o no
el presidente durante el estado de excepción, se puede definir y limitar lo que no
es propio del ejecutivo durante el estado normal del derecho.

De tal forma que las exposiciones limitadas y contradictorias de Tena Ramírez y


de Martínez Báez nos muestran que el problema al que se enfrenta el derecho
mexicano es más complejo que un asunto de técnica legal. Para los autores radica
en la posibilidad, o no, de la elaboración de una ley más relacionada a las
condiciones de la realidad, de tal forma que la pregunta que surge es:¿la realidad
(histórica), junto con sus condiciones excepcionales, se puede incorporar de
manera completa a la artificialidad del derecho? O dicho de otra manera ¿el
derecho (entendiendo a este como un esquema de interpretación de la realidad)
tiene los elementos para representar todas las posibilidades de desarrollo
histórico? Si bien esta pregunta no se resuelve en ambos autores, tanto las
exposiciones de Martínez Báez, como la de Tena Ramírez nos llevan a
problematizar el tema del estado de excepción en la historia política de México.

De igual forma que los anteriores autores, Mario de la Cueva dedicó a este tema
una conferencia llamada “La suspensión de garantías y la vuelta a la
normalidad”,19esta se enmarca en el importante conjunto de trabajos teóricos e
históricos realizados en México tras la declaración de emergencia el 1 de junio de
1942de cara ala segunda guerra mundial. De manera específica, la exposición se
concentró en un mesurado análisis de las acciones, funciones y límites del poder
ejecutivo durante el estado de excepción, así como de los pasos a seguir para
regresar a un estado de normalidad jurídica tras el término de la emergencia.

Para adentrarse al tema, expone que existen dos posturas para comprender al
estado de excepción: la primera de ellas, considera que el decreto de emergencia
y el ejercicio de las facultades extraordinarias se pueden comprender como una
ruptura del orden establecido, es decir como una acción del estado fuera del
marco legal y por lo tanto sin control jurídico; mientras que la segunda postura
19
Mario de la Cueva, “La suspensión de garantías y la vuelta a la normalidad”, conferencia sustentada el 12
de febrero de 1945, Revista de la Escuela Nacional de Jurisprudencia, tomo VII, enero-diciembre de 1945,
números. 25, 26, 27 y 28.

14
comprende a las herramientas excepcionales como una reafirmación de la ley, es
decir, como un ejercicio dentro del corpus legal; para ello considera que las
facultades de emergencia en México se manifiestan y tienen su campo de acción
dentro del artículo 29 constitucional, lo que supone ya en sí un control de la
técnica del derecho sobre la excepción.

Ante ambas posturas, Mario de la Cueva refuta a Hans Kelsen, estableciendo al


estado de excepción como una medida jurídica incorporada a la constitución, de
tal forma que su concepción de la aplicación del artículo 29 no está relacionada
con la declaración de una dictadura constitucional, sino como la aplicación de una
la ley para sortear problemas complejos, utilizando medidas jurídicas delimitadas y
precisas para el momento.20 El hecho de que las medidas de emergencia sean
vistas como una herramienta propia de la constitución y no externa a ella, es
central, ya que determina la posibilidad de regular y reglamentar al estado de
excepción desde la técnica jurídica. Señala el autor que el principal elemento para
determinar esta postura es que, dentro de la declaración de emergencia, en
ningún aspecto jurídico se acepta la suspensión en abstracto de las garantías
individuales, contrario a esta idea, la declaración de estado de emergencia
posibilita al poder ejecutivo de suspender ciertas garantías individuales, siempre
que estas no sean fundamentales de los derechos humanos (como el derecho a la
vida).21De igual forma, considera que estas suspensiones siempre tienen que ser
especificadas y avaladas por el congreso, de tal forma que es poco probable que
se desarrollen gobiernos dictatoriales.

El problema de esta perspectiva sobre la naturaleza del estado de emergencia,


radica en que no es completamente aplicable en término reales, inclusive las
referencias históricas que analiza el autor señalan precisamente lo contrario a su
planteamiento teórico. Es decir, bajo la lógica que manifiesta Mario de la Cueva no
hay necesidad de excepción, ya que todas las posibilidades de emergencia se

20
Ibídem p. 65.
21
Mario de la Cueva expone que al integrarse el estado de excepción al margen constitucional, se entiende
que se trata de un artículo que reafirma o protege el estado de derecho, bajo este sentido es que entiende
que durante el estado de emergencia no se pueden suspender las garantías relacionadas a la protección de
la vida; de hacerlo de esa forma, se estaría atentando con el mismo principio constitucional.

15
encuentran articuladas en el marco legal. Él considera que al tratarse de una
afirmación del estado de derecho, por lógica no puede violar la principal noción de
protección de los derechos esenciales, pero debe de contar con las herramientas
para solventar la emergencia. De igual forma, establece que el artículo 29 tiene
como objetivo la protección del orden establecido, es decir, que se trata de una
herramienta que conserva el estado normal del derecho, o que busca regresar a la
normalidad el estado alterado de la nación; de tal forma que bajo su postura los
estados de emergencia no pueden ser utilizados para impulsar o establecer un
nuevo estado de legalidad. Dicho de otra manera, los poderes de emergencia no
pueden ser utilizados de forma revolucionaria.

Llama la atención que, dentro su breve exposición histórica, manifiesta que la


aplicación del estado de sitio entre 1861 y 1876, es decir durante el gobierno de
Juárez, tuvo un carácter completamente dictatorial. Incluso señala que la
aplicación de las medidas de emergencia durante este periodo se asemejan con la
experiencia tiránica romana de las dictaduras de Sila y de Julio Cesar, mismas
que se identificaron por romper con la división constitucional de los poderes,
centralizando en la figura del dictador la mayoría de las funciones del estado. 22De
manera contraria a la interpretación de Mario de la Cueva, tanto Martínez Báez y
Emilio Rabasa comprendieron a los múltiples estados de emergencia durante la
presidencia de Benito Juárez como un mal necesario en el que se sacrificó a la
constitución (o en otras palabras: los derechos esenciales de la democracia) para
salvaguardar a la nación. De igual forma, estos autores hacen referencia a que
Juárez utilizó el artículo 29 de manera irregular, con la finalidad de establecer los
lineamientos jurídicos necesarios para decretarlas leyes de reforma, es decir que
se utilizaron facultades de emergencia para conformar nuevas estructuras legales,
ejercicio que Mario de la cueva no lo considera técnicamente posible, ya que la
declaración de emergencia es una herramienta para conservar el estado, no para
modificarlo.

22
Ibídem, p. 67.

16
Mario de la Cueva resuelve su exposición planteando que el problema de la
historia de las facultades de emergencia en México es que en realidad no se
aplican de manera adecuada los elementos jurídicos disponibles. Comenta que en
la mayoría de los casos, el presidente hizo uso de facultades que en sí no estaban
establecidas por la ley. De igual forma, señala que el congreso otorgó al poder
ejecutivo herramientas jurídicas extralegales en los distintos momentos de
emergencia, ocasionando que la aplicación del artículo 29en la historia política de
México se caracterizara por ser desbordado en términos jurídicos. 23 Cabe
mencionar que, haciendo un ejercicio comparativo entre los académicos del
derecho que reflexionaron acerca de los poderes de emergencia durante su
aplicación en la segunda guerra mundial, tanto las exposiciones de Martínez Báez
y de Felipe Tena Ramírez se entienden como una pregunta histórica sobre un
fenómeno que era incierto en sus horizontes de expectativa.Dicho de otra manera,
no sabían de manera específica qué iba a suceder tras la declaratoria de
emergencia de 1942. Diferenciándose de Mario de la Cueva, al que se le puede
comprender como una reflexión de las aplicaciones excepcionales del poder
ejecutivo, es decir, se trató de un análisis de lo ya acontecido. Esta diferencia
temporal en sus reflexiones determina la condición y forma de los
cuestionamientos que se elaboraron. En el primer caso (Martínez Báez y Felipe
Tena Ramírez), se problematizó la necesidad jurídica de los estados de
emergencia, así como las formas y medios jurídicos para llevarse a cabo; mientras
que en el otro caso (Mario de la Cueva), la reflexión se traspasó a las
posibilidades legales del poder ejecutivo durante un estado de emergencia y a los
pasos a seguir para regresar a un estado de normalidad jurídica. Dicho de otra
manera, se pasó del ¿por qué? Y ¿cómo actuar durante la emergencia?, al ¿por
qué se actuó de determinada forma? Y ¿Cómo regresar a la normalidad?

Mario de la Cueva nos muestra el principal problema de la concepción técnica del


derecho sobre la historia de las funciones extraordinarias en México. Ya que por
un lado concibe y expone las condiciones ideales de aplicación del artículo 29 de
la constitución mexicana, desde una perspectiva de la técnica del derecho; no
23
Mario de la Cueva, op. Cit, p. 80.

17
obstante, da cuenta de que a lo largo de la historia (por lo menos en la experiencia
histórica de México) no se han ejercido de manera positiva los elementos jurídicos
con los que se cuenta, inclusive señala que se han excedido las funciones que
debe de tener el poder ejecutivo durante los estados de emergencia. Dicho de otra
manera, Mario de la Cueva nos adentra al campo del “cómo debería de ser” la
aplicación del estado de excepción en México, pero a la vez nos expone que no
sucede de esa manera en términos reales. Y a diferencia de otros expositores del
tema, no considera que estas excepciones a la regla jurídica durante la historia
política de Méxicose expliquen porque las condiciones históricas de realidad las
exigían. De tal forma que se presenta una confrontación entre la técnica del
derecho (completamente positiva) y el accionar político de la realidad, es decir, la
historia.

Después del conjunto de estudios elaborados durante el decreto de emergencia


en México, no se realizaron trabajos sobre la historia de las facultades
extraordinarias. Esta ausencia se debe a que después de la segunda guerra
mundial no se volvió a echar mano del artículo 29, por lo que en términos jurídicos
se vivió un estado normal del derecho durante ese periodo. Será hasta los
primeros años del siglo XXI, tras la experiencia del atentado del 11 de septiembre
del 2001 en los Estados Unidos, que se experimentará a nivel mundial y nacional
una nueva oleada de trabajos y reflexiones relacionadas al estado de excepción.

Dentro de ellos, Jaime del Arenal Fenochio aportó un breve trabajo llamado
“Juárez: uso y abuso de las facultades extraordinarias”,24texto en el que se da a la
tarea de analizar la paulatina incorporación constitucional de las herramientas de
emergencia durante la presidencia de Benito Juárez, enfocándose en los distintos
momentos en los que el poder ejecutivo excedió sus facultades legales,
ejerciendoprácticas políticas sin un fundamento legal. Al tratarse de un capítulo
incorporado a una compilación de carácter histórico, inicia su exposición
introduciendo la noción básica sobre la naturaleza de las facultades
extraordinarias, señalando que esta herramienta rompe con la condición esencial
24
Jaime del Arenal Fenochio, “Juárez: uso y abuso de las facultades extraordinarias” en Josefina Vázquez
coord., Juárez, historia y mito, México, El Colegio de México, 2010.

18
de la división de poderes, por lo cual es una medida excepcional. Dentro de su
corta introducción llama la atención que,al igual que los autores analizados
anteriormente, comprende dos tipos de aplicaciones de las herramientas de
emergencia: las legales (constitucionales) y las ilegales, de tal forma que el centro
para definir la positivad o negatividad de una herramienta de emergencia es la
constitución, estableciendo como ejercicios ilegales todos aquellos que modifican
el estatus vigente. A lo largo del texto, del Arenal expone la historia de las
facultades extraordinarias durante el gobierno de Juárez, señalando que en
distintos momentos abusó de las herramientas legales, e incluso explicando que
desempeñó ejercicios políticos que no estaban fundamentados
constitucionalmente. Por ejemplo, el autor nos demuestra que la incorporación de
las leyes de reforma, no fueron fundamentadas constitucionalmente, ya que Benito
Juárez ejerció facultades extraordinarias sin que el congreso se las otorgará, esto
se debe a que él (Juárez) consideró que las había heredado del expresidente
Comonfort (al cual el congreso sí había autorizado el ejercicio de los poderes de
emergencia). No obstante del ejercicio ilegal de las herramientas de emergencia,
agregó facultades legislativas para crear e impulsar las leyes de reforma, 25 mismas
que alcanzaron el grado constitucional hasta 1873, durante la administración de
Sebastián Lerdo de Tejada.26

De manera general, el autor considera que la historia de las facultades


extraordinarias en México durante el siglo XIX se caracterizó por desarrollarse
conforme a la praxis histórica y no por…”la decantada y fina teoría
constitucional”,27es decir, que bajo el espectro de su explicación de la historia
política existendos formas para que se incorporen las herramientas de emergencia
en un estado: la histórica, caracterizada por elaborarse y definirse a través del
tiempo; y la técnica, misma que se entiende como calculable, lógica y eficaz.
Frente a esto me pregunto ¿qué construcción política no se da a través de la
praxis histórica? Esta perspectiva en la que se confronta lo que sucedió en la

25
Cabe recordar que las facultades legislativas no estaban consideradas dentro del espectro de herramientas
de las facultades extraordinarias.
26
Ibídem, p. 170.
27
Ibídem, p. 165.

19
historia (realidad) y lo que consideran se debió de hacer en términos “técnicos”,
nos muestra el principal problema de la historiografía jurídica. Desde su
perspectiva, se utiliza la historia para señalar las deficiencias jurídicas que
persistieron durante distintos procesos temporales, estableciendo a los postulados
teóricos liberales en un lugar atemporal e incuestionable, en lugar de acercarse a
los procesos históricos como un medio para problematizar y cuestionar los
fundamentos técnico-ideológicos que nos rigen como sociedad.

Historiografía conceptual e intelectual

De manera reciente sobresale el conjunto de obras publicadas desde la historia


conceptual e historia de las ideas políticas. Esta literatura se empeñó en darle otro
tipo de profundidad a la historia política de los estados iberoamericanos durante el
siglo XIX, utilizando como marco de pensamiento a las propuestas teórico-
metodológicas de Reinhart Kosseleck, Pierre Rosanvallon, Foucault, entre otros
autores. Cabe señalar que esta corriente historiográfica se desenvuelve de los
importantes aportes del giro lingüístico, mismo que se caracterizó por señalar y
estudiar el papel que del lenguaje como agente de construcción y transformación
de los procesos sociales.

Ahora bien, es importante señalar la diferencia entre los estudios relacionados a la


historia de los lenguajes políticos, de la historia de las ideas políticas. La primera
de ellas se enfoca en un plano meramente semántico del lenguaje, es decir en un
análisis de los cambios lingüísticos en el espectro político a través del tiempo. En
segundo lugar, en el caso de la historia de las ideas políticas, no tienen como
objetivo el señalar la manera en la que los lenguajes políticos se han modificado,
sino que su fin está centrado en comprender las transformaciones conceptuales
que le dieron sentido a distintos procesos políticos. Por ejemplo: puede ser que
durante un periodo determinado de tiempo no se hayan presenciado
transformaciones lingüísticas a nivel político, pero sí una transformación a nivel
conceptual, es decir que se presentaron cambios en la forma de concebir,
argumentar y desarrollar prácticas políticas, de tal forma que el estudio de las

20
ideas o conceptos políticos se establece como un cuestionamiento más profundo y
amplio de los procesos históricos.

La begriffsgeschichte o historia conceptual expone que los conceptos


representan y expresan un espacio de tensión entre la sociedad y su continua
transformación a través del tiempo. Según Koselleck, la experiencia histórica se
transmite de forma necesaria por medio del lenguaje, y esta, a la vez necesita de
conceptos para dotar de sentido a la experiencia. De esta manera los conceptos
funcionan como ejes nodales de significación y articulación lingüística, puesto que
es a través de ellos que la sociedad se representa, comprende y actúa dentro del
desenvolvimiento histórico. De tal forma que las transformaciones sociales se
relacionan de manera directa con los cambios a nivel lingüístico- conceptual. 28

Dentro de este campo del pensamiento, sobresale el trabajo de María Victoria


Crespo, pensadora que le dedicó distintos textos al estudio de la historia de los
conceptos políticos de América latina desde el siglo XIX. En su artículo del
republicanismo clásico a la modernidad liberal desarrolló un breve acercamiento
de la historia política de los estados hispanoamericanos, mediante el estudio del
concepto de “dictadura”.29 Para ello utilizó la propuesta teórica conceptual de lo
político de Carl Schmitt, contrastándola con los formulados políticos de Andrew
Arato. Dentro de este trabajo, expone que el concepto de dictadura fue
fundamental para la consolidación de los estados-nación iberaoamericanos, ya
que durante las revoluciones de independencia se utilizó de manera amplia la
figura del dictador para enfrentar belicamente a la corona española y establecerse
como estados soberanos. De tal forma que -señala ella- el estudio de las
variaciones conceptuales de “la dictadura” son esenciales para la comprensión del
periodo correspondiente a la conformación y establecimiento de los estados
independientes en América latina.

28
Véase a José Javier Blanco Rivero, “La historia de los conceptos de ReinhartKoselleck: Conceptos
fundamentales, sattelzeit, temporalidad e histórica, Politeia, vol. 35, no. 49, Universidad central de
Venezuela, Caracas, 2012, pp. 1-33.
29
María Victoria Crespo, “Del republicanismo clásico a la modernidad liberal: La gran mutación conceptual
de la dictadura en el contexto de las revoluciones hispanoamericanas (1810-1830).”, Prismas, no. 17, 2013,
pp.67-87.

21
Victoria señala que el primer uso conceptual de la dictadura, apropiado por los
estados iberoamericanos, hizo referencia a la experiencia romana en el uso de la
dictadura como herramienta constitucional para momentos de emergencia, por lo
que fue plenamente aceptada y usada por los jóvenes estados americanos. No
obstante la autora muestra que después de 1820, ya concluidos los movimientos
de independencia, hay una transformación lingüística en la que se deja de hacer
uso de la palabra “dictadura” para dar cuenta de los poderes de emergencia
utilizados por una figura ejecutiva, para utilizar ahora el término de “funciones
extraordinarias”. Expone que esta transición responde a un cambio de paradigma
político, en el que de manera paulatina se dejó el republicanismo clásico (es decir
la aceptación de los poderes ilimitados por una figura ejecutiva), para apropiarse
de los elementos teóricos del liberalismo político, en el que se cuestiona y limita la
necesidad de utilizar las herramientas excepcionales durante momentos de
emergencia.

De igual forma en su texto la Dictadura en América Latina30, María Victoria se da a


la terea de expandir y desarrollar su propuesta conceptual de la dictadura en los
estados hispanoamericanos. A diferencia del trabajo hecho en su artículo, en este
libro rastrea la importancia del concepto desde el inicio de las insurrecciones
americanas, exponiendo la importancia que tuvo la figura de la “tiranía” para
argumentar la posibilidad y necesidad de rebelarse en contra de la corona
española. De igual forma que en su artículo, desmenuza los múltiples y distintos
usos que tuvo el ejercicio de las dictaduras en los nacientes estados de América
latina, para enfrentar a los españoles y establecer a las repúblicas
independientes. Para ello, expone las experiencias que tuvo cada país
hispanoamericano en la aplicación de medidas dictatoriales, mostrando que
durante este periodo se utilizaron dos concepciones distintas de la dictadura: la
primera estuvo fundamentada bajo la perspectiva comisaria, es decir que se
aplicaron poderes extralegales para enfrentar situaciones excepcionales; y la

30
María Victoria Crespo, Dictadura en América Latina. Nuevas aproximaciones teóricas y conceptuales,
Morelos, Universidad Autónoma de Morelos, 2017.

22
segunda se trató de un ejercicio soberano de la dictadura para crear y
fundamentar una nueva ley, es decir con una postura revolucionaria.

Posteriormente expone el paulatino ascenso conceptual que tuvo el liberalismo


político a partir de 1820. Argumentando que este fenómeno explica la desaparición
del término de “dictadura” dentro de los terrenos legales de los países
hispanoamericanos, abriendo paso de esta manera a la incorporación de las
facultades extraordinarias como la herramienta liberal para introducir a los
poderes de emergencia. Para ello, expone el caso mexicano como el ejemplo más
claro de la influencia que tuvo el liberalismo en el posterior desarrollo político,
detallando que la experiencia del brumario de Iturbide fue fundamental para la
negación de la incorporación de las herramientas excepcionales en sus proyectos
constitucionales de gran parte del siglo XIX.

En su próximo apartado, la autora da un salto temporal y analiza las experiencias


dictatoriales en América Latina durante la segunda mitad del siglo XX, así como
las características de los gobiernos “formalmente democráticos”, pero con claras
tendencias autoritarias en la región (por ejemplo el caso de México y Colombia).
De manera específica, aborda con mayor amplitud el caso de argentina durante la
dictadura militar de Videla (1976-1983). No solo hace un riguroso acercamiento a
los mecanismos de represión sistemática del gobierno de facto, sino que explica el
trasfondo conceptual de las políticas argentinas que se impulsaron durante ese
momento, señalando que el concepto de dictadura presentó una transformación
en relación a las aplicaciones políticas durante el siglo XIX. Para María Victoria la
dictadura argentina se diferenció de otras experiencias dictatoriales, porque en ella
se desarrolló un proceso de incorporación legal de la ilegalidad; es decir que la
excepción dejó de ser una herramienta extra legal, para definir y argumentar su
campo de acción dentro del sistema jurídico-político. Por otro lado, durante la
administración del Proceso de Reorganización Nacional (PRN) se incorporaron
vacíos jurídicos como herramientas de represión controlada, esto lo interpreta la
autora como una excepción dentro de la excepción. En su último capítulo hace
una reflexión acerca del papel de la dictadura en los países latinoamericanos en el

23
siglo XXI, clasificando las formas de gobierno de tres maneras: 1) Estados
democráticos de legitimidad liberal (Chile y Uruguay), en esas naciones se vive
bajo un estable estado de derecho; 2) Estados democráticos de legitimidad
popular (Argentina, Venezuela y Bolivia), los cuales están estructurados de
manera populista y presentan vacíos legales antiliberales; y 3) Estados
democráticos de legitimidad fallida (México, Colombia, Nicaragua), estas naciones
se caracterizan por tener zonas de conflicto armado en contra de grupos
narcotraficantes; debido a las altas tasas de violencia, estas naciones presentan
espacios específicos de condiciones excepcionales, no obstante tienen una
organización política democrática.

Si bien, Victoria Crespo detalla de buena forma la expresión de los poderes de


emergencia en América Latina durante el siglo XX, el sentido de dicha explicación
rompe con el trabajo conceptual que antes había elaborado. Ya que por un lado
expone el cambio conceptual experimentado en el siglo XIX, donde se pasó de la
enunciación de la dictadura como poder legítimo de emergencia, al uso de las
facultades extraordinarias; Mientras que, por otro lado trata de explicar a las
políticas dictatoriales de regímenes democráticos en Latinoamérica durante la
segunda mitad del siglo XX. Pero sin enlazar a estas condiciones políticas con las
utilizadas al final del siglo XIX, de tal forma que no se entiende si hay una
transformación en relación a las facultades extraordinarias o es una constante de
los estados democráticos modernos.

En general el trabajo de María victoria tiene como objetivo mostrar la coexistencia


de los estados de excepción con los sistemas legales republicanos en
Latinoamérica. No se trata de la propuesta de Agamben, en la que la excepción se
convierte en la regla y la realidad política se entiende como un estado de
excepción permanente, en este caso los espacios de suspensión de la ley son
concretos y específicos, se manifiestan de manera legal-legítima o se encuentran
en no-lugares dentro del derecho. A mi parecer, la lectura que hace de Schmitt es
limitada, ya que se concentra en un análisis del concepto de “la dictadura” sin
pretender relacionarlo al de lo político. Cabe recordar que la propuesta teórica de

24
Schmitt (y su análisis de la dictadura) tiene como objetivo, el dar cuenta del
concepto de lo político, no se trata de una exposición de las características de la
dictadura. Por otro lado, la propuesta que retoma de Andrew Arato puede
profundizarse más utilizando las reflexiones de la “teología política”, para explicar
esta relación democracia y practicas extralegales. 31 Por otro lado, comparar de
forma escueta los planteamientos teóricos de los dos autores presupone una
visión anacrónica del problema, ya que no se puede señalar como limitada a la
propuesta conceptual de Schmitt, para explicar a la historia política
contemporánea en América latina; ya que es evidente que no solo, no era la
intención de la obra schmittiana, sino que en sí mismo no tiene sentido dicho
planteamiento. De tal forma que su inclinación teórica por la propuesta de Andrew
Arato se debe a una cuestión de relación entre ambos contextos de enunciación, y
no a una correspondencia teórica frente al problema en cuestión, que es la
relación concreta entre lo político y el estado de excepción.

31
Véase a Carl Schmitt, Teología política I y II, Madrid, Trotta, 2009.

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