Está en la página 1de 1

En el 

Antiguo Egipto, los sacerdotes formaban una casta influyente y poderosa que incluso fue
dueña del poder durante siglos (véase Sumo sacerdote de Amón). Estaban distribuidos en
diversas categorías que se distinguían por insignias particulares y por sus especiales
cometidos. Tenían que sujetarse a frecuentes purificaciones mediante abluciones y
celebraban cada día un oficio que consistía en cantar algunos himnos por la mañana, al
mediodía, por la tarde y por la noche, ocupándose en el estudio de las ciencias, la enseñanza
y en la práctica de la medicina. Se afeitaban todo el cuerpo y vestían de lino.2
En Grecia, se honraban los príncipes en su mayoría en desempeñar las funciones de
«sacrificadores» pero había de igual manera sacerdotes profesionales llamados necoros.
Algunas familias como la de los Eumólpidos de Atenas estaban investidas del sacerdocio
perpetuo. Aparte de esto, cada divinidad tenía sus neocoros particulares. Por ejemplo, los
sacerdotes de Cibeles se denominaban coribantes o galos, mientras que los de Zeus se
llamaban dactilos ideanos.2
En Roma, los sacerdotes eran elegidos entre los personajes que ocupaban las más altas
dignidades o empleos, pero había, de igual manera, sacerdotes profesionales. Los unos
ofrecían sacrificios a todos los dioses y no estaban adscritos a ninguna divinidad particular,
mientras otros tenían la suya especial. Pertenecían a la primera clase los pontífices, augures,
quindecenviros, arúspices, hermanos arvales, curiones, septenviros o epulones, feciales, etc.2

También podría gustarte