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Mala Fama

Alberto Olmos
El Confidencial
Intimidación y soborno: ¿qué tiene de periodismo el periodismo
cultural?

La cultura retrocede ante la imposición de un nuevo buen gusto


convencional y la ausencia de crítica

Por Alberto Olmos


13/10/2021 - 05:00. Actualizado: 13/10/2021 - 08:54

Cuando Bob Dylan, un cantante, ganó el Premio Nobel de Literatura, la mayoría
de la prensa cultural aplaudió. Cuando Abdulrazak Gurnah, un escritor tanzano
sin lectores, ganó el mismo galardón, la mayoría de la prensa cultural aplaudió. En
general, el Premio Nobel de Literatura siempre acierta, incluso premiando figuras
artísticas excluyentes. Quien aplaudió el Nobel de Literatura para Bob Dylan no se
ha preguntado después por qué no se lo han dado a Tracy Chapman. Quien aplaude
ahora al escritor africano desconocido no se quejará el año que viene de que premien
a un autor blanco occidental superventas. La prensa, por lo que sea, está para
defender a 18 suecos que votan en octubre quién merece fama planetaria por su
obra, sea musicada, africana, poética, narrativa o testimonial. Si desde Suecia
llegaran a todas las redacciones de Cultura cheques nominales cada 1 de octubre, la
cosa sería grave. Como esto no sucede, la cosa es muy grave

Pedro Almodóvar tiene nueva película, y es muy buena. Hizo otra el año pasado,
o hace dos, que era buenísima. Creo que ya tiene una idea para su próxima película,
a estrenar en 2022 o 2023, y será una película extraordinaria. Lo dice, lo dirá toda la
prensa cultural española.

Cuando Carlos Boyero descalificó 'Los abrazos rotos' en 2009, el director de cine
escribió una larga queja en su página web, donde consideraba que Boyero no era la
persona adecuada para cubrir festivales de cine, mayormente si ponía a parir sus
películas. 'El País' contestó al director en una extensa nota, donde le recordaba el
generoso espacio que solía dedicar a su cine.

Ahora, Carlos Boyero ha decidido abandonar la corresponsalía itinerante que le


llevaba de San Sebastián a Venecia y a Berlín, al encontrar redundante poner a parir
películas que son evidentemente una mierda. Para él no tiene sentido señalar la
mediocridad de la sección oficial si la sección oficial tiene ya por norma estrenar
cine mediocre políticamente correcto. Sin embargo, como Boyero ya no lo va a
hacer, nadie lo va a hacer.

Pocos días antes, moría en Madrid Antonio Gasset Dubois, durante años
presentador de 'Días de cine', el programa de La 2 de TVE donde se hablaba mal
del cine comercial, de Jim Carrey y también de algunos directores de prestigio.
Nunca he podido ver un solo episodio de 'Días de cine' con su nueva presentadora
—si acaso el programa sigue existiendo y sigue teniendo a esta profesional como
presentadora: ni idea—, una chica mona y sonriente que, por supuesto, solo quiere
celebrar el cine todo, el cine entero, presentar películas que debemos ver y certificar
el acierto masivo de cualquiera que premie, ruede, actúe, estrene o salga en una
película. Todo bueno, todos genios, todo felicidad.

Escaparatistas

Desde hace años, las secciones de Cultura de los periódicos y los programas de lo
mismo en radio y televisión (salvo las excepciones que espero me señalen en los
comentarios) no tienen nada que ver con el periodismo, lo cual quiere decir que no
tienen nada que ver con la cultura. Estos espacios son como los escapares de las
tiendas, donde se coloca el género en función de la moda, el efecto cromático de
conjunto o el atractivo puramente superficial. Se recomiendan libros que no se han
leído y todos son de sellos importantes y nunca muchos más de un sello que de
otro, no sea que alguien se enfade. Se señalan las películas o series “que tienes que
ver” a razón de tres veces a la semana, pero nunca se habla de las películas o series
“que no tienes que ver”. Si algún creador, sello editorial, sello discográfico, sala de
exposiciones, rapero, rapera no dedica el mismo tiempo a llamar a las redacciones
de los periódicos que a su trabajo artístico, nadie se va a preocupar de su trabajo
artístico. Solo cuando el rapero, por tomar un ejemplo paradigmático, consigue un
público incluso superior a la audiencia de una sección de Cultura, la sección lo saca
en sus páginas

El periodismo consiste en buscar y criticar, valga la redundancia. Se busca lo valioso


y lo nuevo, y también se busca en lo que se propone como valioso y nuevo la
falsedad y la estafa. No se queda uno sentado en la redacción esperando a que le
hagan la Cultura. Cuando un editor llama para quejarse, cuando Almodóvar llama
para quejarse, cuando tantísima gente (no se lo creerían) llama para quejarse, se les
cuelga el teléfono. Se les debería colgar el teléfono. En serio, ¿quién es tal editor o
editora para decirme a mí de qué libro tengo que hablar?

César Luis Menotti, entrenador de fútbol, dijo: “El jugador debe entender esto, que
es básico para su vida: para qué juega y para quién juega. Es lo que debe preguntarse
y responderse”. El periodista cultural hace tiempo que se preguntó eso mismo, y se
respondió para su mal: juego para la industria. El periodista, o escaparatista,
cultural juega para los editores, las discográficas, 18 suecos y un puñado de
festivales de cine. Juega para las plataformas de vídeo y los servicios de 'streaming'.
Juega para los artistas consagrados, millonarios y endiosados. Juega para la moda
y para la corrección política. Es decir, juega contra el público. Juega contra usted.

Intimidación y soborno

¿Le pagan al periodista cultural? No, Alfred Nobel o Almodóvar no le pagan. Le


pagan los medios donde trabaja. Simplemente ha sido un proceso de intimidación
y soborno, de fiestas y pequeñas concesiones, el que nos ha llevado a una prensa
cultural plana, servil, obediente y descafeinada. No todo tiene que ser Boyero en
la prensa cultural, pero Dios se apiade de nosotros si no contamos con un Carlos
Boyero, con una forma de mirar que, por un instante, dude. Incluso masacre
¿Para quién debe jugar un periodista cultural? La respuesta es obvia: para usted,
para los lectores, para el público y, en última instancia y poniéndonos estupendos,
para el pueblo. Si uno atesora un conocimiento sobre algo, tiene algún criterio tras
décadas de ver películas, leer novelas o escuchar discos, no puede negar que, ahora
mismo, se está traicionando. Está mintiendo. Todos sabemos perfectamente
que Abdulrazak Gurnah es un escritor del montón, que Almodóvar (al que adoro,
por supuesto) a veces no hace su mejor película o que las mujeres desnudas son uno
de los grandes motivos de la pintura figurativa a lo largo de la historia, y que no
puedes quitar mujeres desnudas de los museos solo porque le molestan a cuatro
chalados. Eso es lo que hay que defender: la transmisión del gusto, del conocimiento
y de la excelencia. La educación de la sensibilidad.

Y hoy, amigos míos, no lo estamos defendiendo.

Desde hace semanas, les leo a mis hijos antes de dormir cuentos infantiles que tomo
prestados de 'e biblio', la biblioteca digital de la Comunidad de Madrid. El otro día,
mirando el largo catálogo de obras, me di cuenta de que la mayoría de las historias
que la industria del libro infantil trata de incorporar hoy al imaginario de nuestros
hijos pequeños son obras sobre reciclaje de basuras, mares contaminados, racismo,
niños diferentes, familias diferentes, apocalipsis de los que ellos son prácticamente
culpables y leves manuales para ser feliz y manejar los propios sentimientos como
si realmente pudieras manejar los propios sentimientos. Eso no es cultura, es
catequesis. ¿Qué padre es tan cruel de leerle a su hijo de cinco años '¿Qué es un
refugiado?', de Elise Gravel, y no 'Historias de ratones', de Arnold Lobel? Pues casi
cualquier padre al que nadie le diga que '¿Qué es un refugiado?' es basura
bienintencionada e 'Historias de ratones', una obra maestra; que con el primero tú
te sentirás buen padre, pero con el segundo harás felices a tus hijos. Qué pena de
infancia si todas las historias que te cuentan no son de brujas, hadas, ratones,
dragones y magos, sino de refugiados, homofobia y racismo. Nada bueno puede
salir de ahí.

De la literatura infantil sin imaginación ni magia a la concha de oro de este año a


“una tontería chillona” (Boyero 'dixit'), pero muy feminista, la cultura, sí, se va a
pique. Y ya está. Se impone, desde los propios medios, que las buenas intenciones
equivalen a calidad artística. Desde André Gide (“con las buenas intenciones solo
se hacen malas novelas”), sabíamos que era al contrario. Pero hemos dejado de
decirlo.

Así, si usted quiere seguir disfrutando de la cultura, solo puede hacer una cosa: huir.

https://blogs.elconfidencial.com/cultura/mala-fama/2021-10-13/periodismo-
cultural_3305198/?fbclid=IwAR2tepKS07bCXjk5V25qyqpRiUWpltArCleuBMGay
doRRC4Jdp8L1OGUTdE

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