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SOCIEDAD

16 de abril de 2017
Rita Segato, el caso Micaela y una mirada desde el feminismo sobre las violaciones

“Con más cárcel no solucionamos el


problema”
La antropóloga estudia las violaciones y lo que se pone en juego cuando un hombre viola a una mujer. A partir del
femicidio que conmovió al país, reflexiona sobre el fenómeno y rechaza las alternativas punitivistas que se renovaron
política y mediáticamente esta semana.
Por Mariana Carbajal

“Los políticos tienen que entender que no es necesario cambiar la ley y partir hacia un punitivismo mayor

para solucionar el fenómeno. El punitivismo no lleva a ningún lugar. La prueba es Estados Unidos, donde

tienen las penas más severas y tasas de violación altísimas”, advierte, en diálogo con PáginaI12, la

antropóloga Rita Segato, una de las voces más lúcidas de América latina para pensar sobre la

problemática. “La violación no es un delito como todos los otros –apunta–. Es un crimen del poder. Lo que

se debe hacer es ofrecer más educación de género en las escuelas, con docentes capacitados, y que el

abordaje sea integral, que abarque la violencia machista en sus varias formas”, explica Segato, quien

entrevistó a condenados por violación en la Penitenciaria de Brasilia, para entender qué se pone en juego

cuando un hombre penetra por la fuerza, con crueldad, a una mujer.

Cuando empezó a trabajar con los presos, Segato pensó que sería una situación excepcional y pronto

abandonaría el tema. Luego de plasmar su experiencia y sus análisis en el libro Las estructuras

elementales de la violencia, publicado en 2003, fue invitada para aplicar su modelo de “la fatria

masculina”, del club de hombres, al caso de los femicidios en Ciudad Juárez. Y pensó también que estaba

ante un caso excepcional, raro, que rápidamente ese tema iba a desaparecer de la historia. Pero no

sucedió. Ahora siente una tremenda frustración porque no consigue abandonarlo. “Es de una fatiga y de

una amargura extraordinaria saber que desde entonces solamente el tema crece”, sostiene Segato. En

2016, fue perita en el histórico juicio de Guatemala, en el que se juzgó y condenó por primera vez a

miembros del Ejército por los delito de esclavitud sexual y doméstica contra mujeres mayas de la etnia

q’eqchi de una aldea en Senur Zaco, en el conflicto armado ocurridos en los años ‘80. Hubo 14 peritajes;

ella hizo el antropológico y de género. Hoy mira con tristeza y amargura la escalada de violencia machista

contra los cuerpos de jóvenes en la Argentina. Cuenta que el martes, cuando escuchaba los testimonios

de chicas en la Plaza de Mayo, reunidas para “abrazar a la familia” de Micaela, “de repente parecía que

hablaban de una sociedad islámica fundamentalista, cuando mencionaban las imposiciones de vestimenta
y de horario para ausentarse del espacio público”. Y advierte sobre el riesgo de que se instale “una

mentalidad moralista, como la que tienen todas las religiones. Son políticas basadas en el control del

cuerpo de la mujer, en su opresión”.

Vive en Tilcara, pero en los próximos días estará por Buenos Aires para dar una conferencia, en una

actividad organizada por el sindicato de La Bancaria.

Sus palabras ayudan a entender un tema complejo, difícil, doloroso. La clase política no parece estar a la

altura para debatir cómo enfrentarlo. Las salidas fáciles se imponen: en el Senado se reflotó un proyecto

con media sanción de Diputados para eliminar el beneficio de la libertad condicional a condenados por

violación y otros delitos, mientras el Gobierno desguaza el Programa Nacional de Educación Sexual

Integral, sin que ningún legislador se escandalice.

La antropóloga, investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas de Brasil, explicó sus

conceptos. “La libertad de existir está en riesgo para las mujeres. Mi hija no puede tener la libertad de

circulación como tuve yo. La violencia contra las mujeres de la forma que la estamos viendo en la

Argentina es un síntoma de un momento del mundo, es un momento desesperado por varias razones, un

momento en el que hay un poder de dueños, es una época de ‘dueñidad’. Hay en el mundo

contemporáneo figuras que son dueñas de la vida y la muerte. Eso irrumpe en el inconsciente colectivo en

la manera en que los hombres que obedecen a un mandato de masculinidad, que es un mandato de

potencia, prueban su potencia mediante el cuerpo de las mujeres. En el mundo entero hay problemas con

la violencia de género pero en nuestro continente cada vez más controlado por formas paraestatales de

control social y de la vida, por formas no exactamente regidas por la ley, eso se expresa en la

vulnerabilidad de la vida de las mujeres”, dice Segato.

–¿Qué busca el violador?

–Las relaciones de género son un campo de poder. Es un error hablar de crímenes sexuales. Son

crímenes del poder, de la dominación, de la punición. El violador es el sujeto más moral de todos: en el

acto de la violación está moralizando a la víctima. Cree que la mujer se merece eso. Los jueces, los

abogados, los legisladores, no están formados, no tiene educación suficiente para entenderlo. Lo que

sucedió con Micaela, con Lucía Pérez en Mar del Plata, son ataques a la sociedad  y a la vida en el
cuerpo de la mujer. Es un error, que el pensamiento feminista eliminó hace muchísimo tiempo, la idea de

que el violador es un ser anómalo. En él irrumpen determinados valores que están en toda la sociedad.

Entonces, nos espantamos y el violador se convierte en un chivo expiatorio pero él, en realidad, fue el

protagonista de una acción que es de toda la sociedad, una acción moralizadora de la mujer. No es con

más cárcel, mucho menos con su castración química, que vamos a solucionar el problema. La violación

no es un hecho genital, es un hecho de poder. Puede realizarse de forma genital y de muchas otras

formas. Si no cambia la atmósfera en que vivimos el problema no va a desaparecer.

–A partir del femicidio de Micaela, en el Senado quieren aprobar una ley para impedir que

violadores accedan a la libertad condicional.

LEER MÁSMacri violó la veda electoral en Córdoba | El presidente hizo un acto oficial en el que llamó a votar en
las PASO

–Uno de los países que tienen una de las penas más severas contra la violación es Estados Unidos y es

uno de los países donde la incidencia de la violación es máxima. Eso significa que estamos yendo por el

camino equivocado. Es decir, el punitivismo no es el camino. Eugenio Zaffaroni, a quien respeto mucho y

presentó un libro mío en 2015, como muchos otros, no consiguen entender el tema de la violencia de

género. Como los punitivistas, piensa que el agresor está en el campo de lo sexual. Unos se corren al

punitivismo extremo y otros a la indulgencia extrema. Nosotras, las feministas, las estudiosas del tema,

sabemos que en una violación no hay una relación sexual: hay deseo de control, de apropiación. El

órgano sexual masculino entra como un arma para destruir. Es indispensable para el hombre ser hombre

por la necesidad de ser un ser humano viril. Tiene que demostrar su capacidad de control y secuestro

sobre el cuerpo de la mujer. Por lo general se consigue por otros medios que no son criminales. El

violador se rinde ante un mandato de masculinidad que le exige un gesto extremo aniquilador de otro ser

para verse como un hombre, para sentirse potente, para verse en el espejo y pensar que merece el título

de la hombría. El interés del violador es la potencia y su exhibición frente a otros hombres para valer

como un hombre. Hay que hablar más del tema, sobre qué es una agresión sexual, qué es una agresión

íntima en el mundo de las relaciones de pareja, qué es una violación anónima, en la calle, como le

sucedió a Micaela, y qué es una violación en la guerra: cada vez más la violación es un arma de guerra.

Si no se comprende qué papel tiene la violación y la masacre de mujeres en el mundo actual, no vamos a

encontrar soluciones. No hay recetas fáciles.


–Existe la creencia generalizada de que la reincidencia es ineludible en el caso del violador.

–Es obligatorio pensar que todo ser humano puede cambiar. Es muy difícil a veces. Hay que dar las

condiciones para que lo pueda hacer, condiciones que no están dadas en la actualidad.

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