Escipión fue el primero (…) que cercó con un muro a una ciudad que no
rehuía el combate. El río Duero fluía a lo largo del cinturón de
fortificaciones y resultaba de mucha utilidad a los numantinos para el transporte de víveres y para la entrada y salida de sus hombres. (…) Como no podía unir sus orillas por ser ancho y muy impetuoso, construyó dos torreones, en vez de un puente, uno en cada orilla y desde cada uno colgó grandes tablones de madera que dejó a lo ancho del río, y que llevaban clavados numerosos dardos y espadas. Estos tablones (…) no permitían pasar ni a quienes lo intentaban nadando, sumergidos o en botes. Y esto era lo que en especial deseaba Escipión que, al no poder establecer contacto nadie con ellos ni tampoco entrar (…) llegarían a estar faltos de provisiones y de material de todo tipo.