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1.1. La ciencia jurídica en el conglomerado de las ciencias: sus rasgos y nudos cognitivos
Por ejemplo:
En los finales del siglo XIX se produjo una revisión de las catalogaciones existentes, con
consecuencias para la distinción entre ciencias sociales y naturales, que se adoptó ulteriormente.
Otra clasificación que nos interesa destacar es la que hace diferencia entre ciencias formales y
fácticas.
Las ciencias formales estudian entes ideales, abstracciones que el hombre construye, formas en las
que se puede volcar un contenido ilimitado, por lo que su significado es convencional, y no entra
en conflicto con la realidad.Sus enunciados establecen teoremas racionales que pueden
demostrarse a través de métodos lógicos.4
3 Blalock Hubert, M., Construcción de teorías en ciencias sociales, 2a. ed., México, Trillas,
1988, pp. 214 y ss.; Tejedor, C. C., Historia de la filosofía en su marco cultural, Madrid,
Ediciones
SM, 1999, pp. 374 y 375.
4 Bunge, Mario, La investigacion cientifica, Mexico, Siglo XXI, 2000, p. 11.
Las ciencias fácticas abordan hechos, sucesos, procesos que se encuentran en la realidad, y cuyas
variables necesitan de la observación, medición o experimentación para captarse. No basta que
sus enunciados sean racionales, sino, además, deben ser verificables en la experiencia, por lo que
únicamente, después de que hayan pasado la prueba de la verificación empírica, podrán
considerarse adecuados o verdaderos.1
Ubicar a la ciencia jurídica en esta categorización puede resultar a priori más difícil, en tanto por
ésta, cual rostro de Jano, es, por un lado, construcción racional-simbólica, y de otro, reflejo de
hechos factuales que se despliegan a nivel de la sociedad; en este punto, una perspectiva teórica
que permite visualizar el fenómeno jurídico en toda su complejidad es la que ha quedado
condensada como enfoque tridimensional,2 teoría de los tres círculos,3 o teoría integral,4 la que
sostiene que el derecho es norma, valor y hecho.
La apreciación de las dimensiones que sostiene el enfoque tridimensional del derecho (norma-
valorhecho) nos permite visualizar tres grandes áreas científicas en esta ciencia:
1 Ibidem, p. 13.
3 García Máynez, Eduardo, La definición del derecho. Ensayo de perspectivismo jurídico, 2a.
ed., Xalapa, Universidad Veracruzana, 1960, p. 54.
4 Recaséns Siches, Luis, Tratado general de filosofía del derecho, 10a. ed., México,
Porrúa, 1991, p. 88.
1.2. Los tipos y enfoques de la investigación: Los modos de la investigación jurídica
Es pertinente clarificar qué tipo de investigación es la forma que ésta adopta de acuerdo con su
objeto de estudio, la perspectiva formal o factual en que lo aborda, los métodos que emplea y los
enunciados que establece; en esta tesitura, la investigación puede ser: 5
— Teórica.
— Empírica. —
Mixta.
— Cuantitativa.
— Cualitativa.
— Multimodal.
a) Los diseños de investigación que la sostienen son maleables, ya que en cierta medida
admiten ajustes una vez iniciada la investigación. Trabajan con hipótesis teóricas o ideas
científicas a defender, y que tienen una arquitectura cognitiva flexible.
b) Sus objetos de estudio son nociones ideales, formas lingüísticas elaboradas por el hombre,
constructos racionales y simbólicos que la ciencia ha facturado para aprehender la realidad.
c) El dato con el que trabaja es indirecto, intangible, especulativo; y no se percibe
sensorialmente. Se condensa en axiomas, teoremas, postulados, supuestos, conceptos,
hipótesis, leyes, teorías y paradigmas.
d) Para su ejecución interactúa con fuentes impresas o digitalizadas de disímil formato (libros,
artículos, ensayos, crónicas, monografías, leyes, códigos, etcétera), por lo que el
investigador requiere del desarrollo particular de habilidades para explorar, seleccionar,
fichar, revisar y resumir las fuentes de información; su escenario es la biblioteca o el centro
de información.
6 Velita, María y García Treviño, María C., Guía para la investigación documental, México, Trillas,
2002, p. 56.
e) No trabaja con muestras, y en ese sentido, no precisa, por lo general, de estudios pilotos en
el campo.
f) Requiere de métodos de investigación que operen a un nivel del pensamiento lógico-
racional (análisis, síntesis, comparación, abstracción, generalización y concreción).
g) Sus tesis se expresan mediante un discurso argumentativo (inductive o deductivo), y un
lenguaje gráfico.
h) La textura de sus conclusiones posee marcado sesgo cultural y axiológico, en tanto son
creaciones intelectuales del ser humano.
i) Sus aportes adquieren fundamentalmente el perfil de conceptualizaciones, teorías,
revisiones críticas del sistema de conocimiento, estudios comparados, análisis desde
perspectivas renovadas, reformas normativas, establecimiento de regularidades o
principios, delineación de metodologías, rediseño de estructuras organizacionales o
procedimientos, etcétera.
1. Los diseños de investigación que la sostienen son flexibles. Puede, incluso, que al inicio de
ésta sólo existan ideas referentes o preguntas generales sobre la problemática que sirven
de guía al proceso de búsqueda; esto guarda relación con la esencia fenomenológica,
subjetiva y casuística de los objetos que estudia, y determina su carácter emergente.
2. Sus objetos de estudio son el ser humano y los procesos sociales de los que forma parte.
3. Se aborda el objeto desde una perspectiva natural, estudiándolo en el entorno en el que se
desenvuelve, con una visión que es desde adentro, desde el marco de referencia de éste,
de un modo que no es intrusivo a su dinámica, a través de una perspectiva holística que no
lo segmenta.
4. La relación de investigación-objeto es intimista, inmediata, dependiente; por un lado,
porque el investigador se vuelve cómplice de lo que investiga, y por otro, porque su
accionar genera influencia. Esto, unido al hecho de que el investigador es instrumento que
filtra los datos que captura, provoca el riesgo de la manipulación inconsciente de la
información o de que se prejuicien los análisis.
5. Trabaja con datos subjetivos, ricos en matices psicológicos, incertidumbres, dilemas éticos
o conflictos morales, imposibles de cuantificar y estandarizar.
6. Persigue un fin descriptivo y omnicomprensivo del fenómeno que estudia, para lo cual le
son importantes los detalles aparentemente menores, los motivos subyacentes, las
creencias, motivaciones e intenciones de los participantes; en esta tesitura, todas las
perspectivas son válidas, y todas las informaciones, necesarias.
7. Se desarrolla a pequeña escala con muestras reducidas a partir de casos-tipo o
representativos seleccionados de manera intencional.
8. Requiere de métodos de investigación que permitan describir, comprender y evaluar el
objeto que estudia.
9. La textura de sus conclusiones es propia de una situación o contexto, por lo que no tiene
generalidad, pero sí riqueza e intensidad de la información.
Muchos de los objetos con los que trabaja la ciencia jurídica pueden abordarse desde una
dimensión teórica, empírica, cuantitativa o cualitativa, depende de cuál sea la arista que se
estudia, y qué propósito tenga el investigador. Un ejemplo que puede ilustrar la multilateralidad
de algunos temas jurídicos es el siguiente, donde centramos a la violencia intrafamiliar como
objeto de estudio, desde una tipología teórica, que podría estudiar el concepto de violencia, los
modelos de ésta, su evolución histórica, la respuesta penal que se le brinda, las formas de garantía
procesal a las víctimas, y la regulación de mecanismos sociales e institucionales que pueden incidir
en la disminución del fenómeno. Desde una dimensión empírico-cuantitativa, pudiera abordar la
caracterización de la problemática en un ámbito geográfico específico, el comportamiento
estadístico, la descripción y evaluación de las determinantes criminógenas que la provocan, y el
establecimiento de correlación entre variables. Desde una Metodología empírico-cualitativa,
podría enfocar la comprensión de los efectos psíquicos que tiene el fenómeno violento en las
víctimas y los trastornos de personalidad conducentes con posterioridad a conductas antisociales o
delictivas, el significado grupal, social o individual de la violencia y la representación social de ésta.
Sin embargo, si retomamos lo señalado al cierre del epígrafe primero, y lo que hemos venido
bosquejando en este, gran parte de los objetos con los que trabajamos científicamente sólo
pueden ser abordados de un modo teórico, porque constituyen abstracciones, símbolos, ideales, y
formas semánticas; en menor medida, los estudios jurídicos se mueven en el ámbito de la ciencia
aplicada — generalmente por demás, como parte de enfoques multidisciplinarios—, y cuando lo
hacen, persigue más bien la finalidad de comprender e interpretar, que el móvil cuantitativo.
En sentido literal, metodos se deriva de las raíces griegas metá, hacia, y odos, camino, por lo que
su conjunción significa el camino hacia algo, la vía hacia una meta. Con ese sentido lo emplea la
epistemología cuando define que el método científico es el procedimiento seguido para estudiar
un objeto o fenómeno; la estrategia a través de la cual se investiga un problema científico y se
inquiere en lo desconocido; el conjunto de instrumentos, técnicas y reglas mediante las cuales se
produce el nuevo conocimiento.
Esta función del método científico como recurso para el abordaje objetivo, crítico y causal de una
contradicción científica y el hecho de que su empleo consciente y controlado posibilita que el
conocimiento producido sea demostrable y comprobable lo convierten en el eslabón fundamental
de la ciencia. Para que un trozo del saber merezca ser llamado científico no basta —ni siquiera es
necesario— que sea verdadero; debemos ser capaces de enumerar las operaciones (empíricas o
racionales) por las cuales es verificable (confirmable o no) de una manera objetiva. Quienes no
deseen que se exija la verificabilidad del conocimiento deben abstenerse de llamar científicas a sus
creencias, aun cuando lleven bonitos nombres con raíces griegas. 7
Así, puede asegurarse que el método científico es la única vía que posibilita la falsabilidad de los
resultados que arroja, la comprobación y refutación del conocimiento que produce. 8
A la diversidad de métodos científicos generales se añaden los delineados por las ciencias
particulares en razón de sus objetos de estudio, por lo cual se habla en la ciencia moderna de
pluralidad metodológica; de ese arsenal, el investigador debe seleccionar los métodos más
pertinentes de acuerdo con el problema científico planteado, el tipo y enfoque de investigación
que va desarrollar, además de los objetivos que se propone; se diseña así una estrategia específica
para cada estudio.
No existe, por tanto, un solo sendero metodológico para la investigación. La naturaleza del
conocimiento indica, por el contrario, la necesidad de promover la libertad del investigador para
diseñar la ruta científica acorde con la contradicción que debe resolver y escoger, entre la
pluralidad de métodos, los más adecuados para cada caso. Los científicos que van en pos de la
verdad no se comportan ni como soldados que cumplen obedientemente las reglas de la
ordenanza ni como los caballeros de Mark Twain, que cabalgaban en cualquier dirección para
llegar a Tierra Santa. No hay avenidas hechas en la ciencia, pero hay, en cambio, una brújula para
estimar si se está sobre una huella promisoria. Esta brújula es el método científico, que no produce
automáticamente el saber, pero nos evita perdernos en el caos aparente de los fenómenos,
aunque sólo sea porque nos indica cómo no plantear los problemas y cómo no sucumbir al
embrujo de nuestros prejuicios.14
Tampoco existe un método mágico o infalible que aporte la verdad absoluta; cada uno tiene su
pertinencia, sus fortalezas y debilidades; asimismo, no hay relación entre cantidad de métodos y
calidad de la investigación.
Las técnicas son las reglas, operaciones y procedimientos que es necesario observar para la
aplicación adecuada de un método, para que brinde información confiable y válida; por lo tanto, su
connotación es práctica y operacional; es decir, es la metódica, a través de la cual se confecciona la
ficha y se resume lo que está en las fuentes, o las pautas para crear el rapport necesario entre el
entrevistador y el entrevistado y mantener en todo momento una adecuada disponibilidad del
segundo para brindar la información.
En correspondencia con lo que se ha afirmado, puede resumirse que la aplicación de los métodos
científicos requiere del investigador:
Los métodos para la investigación teórica, o métodos teóricos, son los procedimientos que
permiten operar a un nivel del pensamiento abstracto con conocimiento que se ha condensado en
constructos de diferente magnitud: teoremas, conceptos, hipótesis, teorías, leyes, paradigmas,
etcétera, elaborados sobre nociones ideales que el hombre ha facturado para aprehender la
realidad, o que resumen conocimiento elaborado y no observable de objetos de la realidad actual;
a través de éstos, también se construye el discurso científico mediante el cual se argumentan y
demuestran los nuevos conocimientos.
Se constituyen sobre la base de las operaciones del pensamiento lógico (análisis, síntesis,
comparación, abstracción, generalización, concreción), y otras formas de razonamiento (inducción,
deducción), presentándose como acciones racionales antitéticas interconectadas dialécticamente.
Son recursos imprescindibles de la investigación teórica, y procedimientos necesarios en las
empíricas cuando se desarrollan a partir del conocimiento teórico existente del objeto que se
estudia.
Los métodos teóricos generalmente reconocidos por los autores, y que son aplicables a la
investigación jurídica, son los siguientes:
A) Histórico-lógico
B) Análisis-síntesis.
C) Abstracción-concreción.
D) Inductivo-deductivo.
E) Sistémico-estructural-funcional.
F) Modelación.
A. Método histórico-lógico
Es el método que permite enfocar el objeto de estudio en un decurso evolutivo destacando los
aspectos generales de su desarrollo, las tendencias de su progreso, las etapas de su
desenvolvimiento, y sus conexiones fundamentales y causales. Esto posibilita entender su
comportamiento histórico y explica su fisonomía actual.
El análisis histórico-cronológico caracteriza el objeto desde el punto de vista externo; pero cuando
se complementa con el método lógico es posible apreciar los aspectos básicos, los rasgos
intrínsecos y las conexiones más importantes, diferenciando lo esencial y regular de lo contingente
y especulativo. De esta manera, la visión histórica aparece no como un suceder de
acontecimientos, sino como una evolución dialéctica en donde se pueden apreciar y explicar las
discontinuidades, los saltos y los zig-zags del desarrollo.
Este método constituye un procedimiento básico en las investigaciones historiográficas, pero
también es de utilidad en cualquier estudio que haga un análisis evolutivo del objeto. En el
derecho, los estudios históricos constituyen, en ocasiones, el leitmotiv de la investigación; en otros
casos se emplea en estudios que, sin ese fin, realizan una valoración retrospectiva del objeto.
Puede señalarse que es válido para revelar la génesis y evolución de instituciones y normas
jurídicas, destacar sus cambios epocales, comprender la formación de los sistemas jurídicos,
desentrañar el contexto de transformaciones jurídicas que están precedidas de movimientos
revolucionarios, precisar las transformaciones textuales en un concepto o teoría, destacar la
cronología de un fenómeno sociojurídico, etcétera.
B. Método de análisis-síntesis
Es aquel que posibilita descomponer el objeto que se estudia en sus elementos para luego
recomponerlo a partir de la integración de éstos, y destacar el sistema de relaciones existente
entre las partes y el todo.
El análisis es el proceso que permite dividir o separar el objeto en los aspectos o cualidades que lo
componen, con el fin de analizar cada uno por separado. La síntesis es lo opuesto, y mediante ésta
se integra el objeto, y así se obtiene una comprensión general. Este sucesivo accionar de
fragmentación-examen-reconstrucción-visualización de las interconexiones brinda una nueva
visión del objeto, esencial para su estudio.
C. Método abstracto-concreto
Es el que permite enfocar aspectos del objeto de estudio a partir de abstraerlos del entorno; así, se
diferencia lo singular, estable y esencial de lo casual, secundario y mutable. La abstracción es el
proceso mediante el cual se aíslan elementos y propiedades del resto de los componentes y se
destacan los nexos esenciales e inasequibles que pasan inadvertidos en una visión global. La
concreción es el accionar mediante el cual se integran las abstracciones reproduciéndose el objeto
en su totalidad de estructuras y conexiones; con ello se logra percibir lo esencial y se alcanza
mayor profundidad en el conocimiento.
D. Método inductivo-deductivo
Bajo esta denominación, exponemos dos formas de razonamiento que recorren caminos lógicos
contrapuestos, por lo que en alguna literatura son manejados como métodos diferentes; y éstos
son el hipotético-deductivo y el inductivo; utilizados de manera conexa, permiten establecer
generalizaciones a partir de aspectos concretos y determinar lo que hay de común en las
individualidades, luego de lo cual deduce y particulariza nuevamente.
En la ciencia jurídica —en donde las investigaciones cualitativas tienen presencia—, la inducción,
como forma de razonamiento, posibilita construir teoremas desde situaciones particulares y casos
concretos, establecer regularidades, generalizar y pautar conclusiones.
E. Método sistémico-estructural-funcional
Reconocido por algunos autores como método sistémico, este procedimiento permite el estudio
de un objeto en el contexto de una estructura compleja en la que se integra, y que está
conformada por diferentes subsistemas con características y funciones específicas interactuantes.
Permite desestructurar un objeto en sus partes, estudiar el papel de cada una, distinguir aquellas
que determinan cualitativamente el sistema, aclarar la jerarquización de sus componentes, develar
el sistema de interconexiones intra e intersistémicas y apreciar la dinámica de funcionamiento
general.
Es un método válido para estudios cuyo objeto forma parte de un sistema; en el derecho, el
enfoque sistémico posibilita visualizar el objeto que seminvestiga dentro del entramado de
relaciones en el que se integra, delimiter su rol funcional dentro del subsistema jurídico,
desmembrarlo en sus diferentes estructuras y eslabones, delimitar las cualidades, precisar el
conjunto de interconexiones y graduarlas.
F. Método de modelación
Es aquel que crea una abstracción del objeto con la intención de explicarlo a través de una
modelación representativa del objeto real, en donde se extrapolan de una manera simplificada y
esquematizada todas o algunas de sus partes, en dependencia de la prioridad del investigador; con
ello, se posibilita el estudio al hacerlo más operativo y simple. La esencia es la relación entre el
modelo establecido, que puede ser teórico o práctico, y el objeto modelado.
Los modelos pueden ser matemáticos, icónicos (representación a escala del objeto real), analógico
(establece una analogía entre el objeto o Sistema real y el modelo respecto a propiedades,
relaciones o estructuras), y el teórico (simboliza de manera ideográfica las cualidades del objeto y
la interrelación que establece dentro del sistema, a fin de plantear explicaciones y sustentar
hipótesis).
1.5.2. El método de derecho comparado
Existe prácticamente consenso entre los autores que se han dedicado a la metodología de la
investigación de la ciencia jurídica en reconocer al derecho comparado o comparación jurídica
como un método de investigación teórica propio de este saber. En nuestra opinión, el único que ha
decantado con objetividad nuestra ciencia, a pesar de que la comparación como recurso
gnoseológico es aplicable a todas ciencias sociales en tanto propicia verificar hipótesis, así como
deslindar rasgos generales de particularidades y contingencias, destacar pautas cruciales y curvas
de evolución.9
Se ha considerado, incluso, como método fundamental de esta área del saber, en tanto sustituye a
la experimentación y permite descubrir leyes sociológicas; 10 asimismo, otros autores han
considerado que es una expresión de la observación comparada de los fenómenos del derecho, en
tanto que comparar los fenómenos jurídicos constituye el medio para poner en orden las
imágenes, destacar su cualidad y clasificarlas, ya que si bien la primera etapa de la ciencia es la
observación, la segunda es la comparación.11
El método de derecho comparado permite cotejar dos objetos jurídicos pertenecientes a un mismo
dominio, tales como conceptos, instituciones, normas, procedimientos, etcétera, lo cual posibilita
destacar semejanzas y diferencias, establecer clasificaciones, descubrir tendencias y revelar
modelos exitosos.
Tienen reconocimiento general los siguientes métodos aplicables a cualquier área del saber:
1) Experimento.
2) Observación.
3) Análisis de contenido.
A. Método experimental
Es el que estudia un objeto en condiciones creadas o manejadas por el investigador, sobre las que
mantiene control, a fin de demostrar una determinada relación causa-efecto.
Se caracteriza por los siguientes aspectos:
1. Se realiza a partir del aislamiento del objeto de estudio de su entorno (en el campo), o
creandocondiciones artificiales para su desenvolvimiento (laboratorio).
2. Manipula intencional y planificadamente determinadas variables independientes (una o más),
afin de evaluar su efecto en una o varias variables dependientes.
3. Supone la existencia de al menos dos grupos de comparación: uno experimental (se introduce
omanipula la variable), y otro grupo de control, cuyos integrantes se seleccionan de manera
equivalente a partir de la aleatorización de sus integrantes.
4. Controla con rigurosidad el desarrollo de la situación experimental y la no interferencia
devariables perturbadoras.
5. Puede reproducir el proceso cuantas veces sea necesario para corroborar los resultados.
Se considera el procedimiento más completo en la investigación científica por su posibilidad de
demostrar las relaciones causales producidas en la ocurrencia de un fenómeno, y de esta manera
es posible explicarlo. Constituye el procedimiento básico del tipo de investigación empírica.
B. Método de observación
Es aquel mediante el cual se percibe directamente el objeto de studio en sus condiciones naturales
o habituales de manera intencionada, sin provocar o manipular algún aspecto o variable.
Se caracteriza por los siguientes aspectos:
— Se desarrolla en el escenario natural en donde ocurre el fenómeno o en donde se desenvuelven
los sujetos —que es lo usual—, o en un escenario artificial, lo cual es válido sólo para algunos tipos
de observaciones.
— Supone un accionar consciente, planificado, constante y orientado a un fin.
— Se desarrolla a partir de una guía que delimita previamente las categorías de observación.
— Requiere de un registro objetivo y preciso de las variables observables.
Permite analizar un acto de comunicación oral o escrito de una manera objetiva, coherente y
sistemática, con el objetivo de discernir su contendido, describir tendencias, compararlas, evaluar
su claridad, identificar intenciones, descifrar mensajes ocultos y reflejar actitudes o creencias de
quien lo emite.
A pesar de ser catalogado como un método empírico en la ciencia jurídica, en donde el ejercicio de
la profesión se expresa en gran medida a través de documentos escritos (expedientes, sentencias,
actas parlamentarias, normas jurídicas, etcétera), deviene en recurso importante para el análisis
textual de éstos, denotar inferencias, hacer valoraciones cualitativas, o contabilizar determinada
variable.
A. Método etnográfico
B. Método hermenéutico
“Hermenéutica” proviene del vocablo griego hermeneutiké, y éste a su vez de Hermes, que era el
mensajero de los dioses en la mitología griega, por lo que su empleo significaba entender e
interpretar en toda su extensión el mandato de las deidades.
El método hermenéutico posibilita entender los significados del objeto que se estudia a partir de
una triple perspectiva: a) la del fenómeno en sí mismo; b) la de su engarce sistémico-estructural
con una totalidad mayor, y c) la de su interconexión con el contexto histórico-social en el que se
desenvuelve. Puede concebirse como el arte de comprensión de actos y manifestaciones humanas
a partir de descifrar el contexto lingüístico y los cánones psicológicos de quien lo produce. Es el
procedimiento para abordar a la realidad humana, que es por esencia interpretative. Es recurso
básico en las investigaciones de diversas áreas de las ciencias sociales, como la educación,
sociología o psicología. En la ciencia jurídica es válido cuando el centro del estudio lo constituyen
normas jurídicas. El sentido más completo en el que se emplea es cuando posibilita precisar el
objetivo de la norma jurídica; valorar la correspondencia entre éste y lo que declara; hacer
inteligible su estructura; develar el sistema de relaciones que establece con el resto del entramado
jurídico; comprender las motivaciones teleológicas de su creación y desentrañar el
condicionamiento ambiental y cultural del momento histórico que lo produjo, y para ello es
necesario tener en cuenta al menos cuatro variables: a) gramatical; b) teleológica; c) histórica, y d)
sistemática.
Por la variable gramatical se precisa el significado literal de un enunciado sobre la base de reglas
semánticas, sintácticas y pragmáticas vigentes, determinando el significado de las palabras sobre la
base de las pautas lingüísticas que gobiernan las relaciones de éstas con el enunciado y el texto
marco. En este proceso no sólo cada palabra adquiere una dimensión significativa determinada en
dependencia del contexto en el que se valore, sino que además cada cápsula lingüística
(enunciado, fragmento, texto) adquiere también un determinado sentido.
Teniendo en cuenta la variable teleológica, se decanta la relación entre la norma objeto de estudio
y su ratio, destacando la finalidad de ésta, la que puede objetivarse en varias dimensiones: los
propósitos generales de la misma, las necesidades de la disciplina jurídica o sector normativo a la
que obedece, los hechos fácticos que motivaron su promulgación, etcétera.
A través de la variable axiológica se destacan los principios éticos en los que se sostiene la norma
objeto de estudio; esto a partir de aceptar que el derecho tiene una fundamentación ontológica
que sustenta su andamiaje conceptual e institucional y posee un plexo axiológico que se alimenta
de referentes de la nación en la que se estructura y se enraiza en la cultura histórica de la
humanidad, los que son en definitiva las claves del proyecto de deber ser y de los presupuestos de
justicia de éste.
Mediante la variable histórica se desentraña el entorno histórico-cultural que le dio origen, lo cual
es posible a través de dos vías: haciendo inteligibles las razones que motivaron al legislador en el
momento de concebir la norma y el comportamiento histórico-evolutivo que ha tenido la
institución en cuestión. Es por eso que puede afirmarse que detrás de toda norma existen
precedentes remotos e inmediatos, y circunstancias intervinientes durante los trabajos
preparatorios en que se gesta.
2. LA INVESTIGACIÓN JURÍDICA
conceptuación
técnico
documental.
Finalmente, la etapa teórica implica la comprobación de una hipótesis como válida para
desarrollar un tipo de verdad relativamente generalizada y válida, hasta en tanto otra forma
de comprobación no sustituya a la establecida.
Los procesos de investigación jurídica van precedidos de un momento que implica la selección
provisional del tema de investigación. Selección que sigue a la curiosidad científica, a la
preparación del investigador, a la actitud y a la oportunidad.
Los resultados podrán presentarse en diferentes formas, por ejemplo en una monografía;
gráfica, por ejemplo en cuadros, curvas, y gráficas, audiovisual, relatada, grabada, fotografiada
de manera fija y en movimiento, de tal manera que para componer los resultados de una
investigación, se deberá seleccionar aquello que es necesario dar a conocer, así como la forma
y las reglas para expresar documental o gráficamente los mismos y por lo tanto constituye, si
hacemos el ejemplo sobre la manifestación escrita, un momento de redacción de los
resultados de la investigación que observarán reglas de la ciencia y arte del estilo o de la
gramática.
Por tanto, si se trata de investigación básica y de manera específica para el campo del
derecho, las fuentes primarias serán la ley o los instrumentos internacionales y la
jurisprudencia; como fuentes secundarias se consultarán la doctrina o textos especializados,
conviene precisar que se debe preferir el autor original de una teoría que otros/as que a
partir de los presupuestos teóricos iniciales realizan aproximaciones a los/as autores(as)
principales, en otras palabras, es preferible interpretar directamente al autor(a) de una
teoría, enfrentarse de una vez con el texto, que leer lo que otros/as han desarrollado a partir
de sus impresiones sobre el tema.
Ahora bien, en caso de que la investigación sea transdisciplinar, es decir, de que se abra el
campo de la investigación jurídica para confrontarlo con otros saberes como la estadística, la
sicología, la sociología, entre otros, se procederá a indicar que las fuentes primarias en este
caso, será el derecho (ley, jurisprudencia, doctrina) y como fuente secundaria, debemos
ubicar la disciplina que se vincula a la investigación.
Otro aspecto muy importante en la escogencia de las técnicas de investigación es que éstas
dependerán de los objetivos específicos que pretenden ser alcanzados en una total
correlación. Cuando la investigación es aplicada y el/la investigador (a) decide que necesita
instrumentos para cuantificar su trabajo de campo, podrá emplear la encuesta, por ejemplo;
para tal fin deberá definir una población y de ella extraer una muestra representativa, que
puede ser del 60%. Veamos un ejemplo.
En este caso, se deberá estimar cuántos son; esta cifra nos permite evidenciar el total de la
población según nuestra necesidad, a la cifra anterior aplicamos el 60% y esto nos arrojará, a
través de una regla de tres, la cantidad de operadores jurídicos que necesitamos encuestar
con el objetivo de que nuestra muestra tenga un sustento seguro y representativo. De tal
manera, que del resultado de la encuesta se pueda fácilmente deducir qué porcentaje de
jueces penales municipales no aplican la normatividad y la jurisprudencia internacional o por
el contrario sí la aplican.
En cuanto a la elaboración del instrumento se hace necesario que se tenga en cuenta un momento
en el cronograma para su elaboración, otro momento para la aplicación y finalmente el tiempo
que será destinado a la tabulación de la información. En cuanto a las preguntas del cuestionario,
éstas deben ser cerradas, es decir, que el encuestado conteste de manera afirmativa o negativa,
sin preguntas abiertas que permitan la subjetividad, en razón a que en estos casos es demasiado
complicado cuantificar la información.
Otra técnica que se puede emplear es la entrevista, este instrumento nos permite consultar a
un/a experto(a) sobre un tema específico, en este caso también deberá elaborarse un
cuestionario, sin embargo las preguntas podrán ser abiertas, es decir, permitir al/la
entrevistado (a) que responda libremente; la entrevista nos ofrece la posibilidad de analizar
las respuestas del/la entrevistado en términos cualitativos y no necesariamente cuantitativos
(entrevista).
Vale la pena señalar que las técnicas de investigación anteriores, la encuesta y la entrevista, son
propias del tipo de investigación aplicada bajo el paradigma socio-jurídico.
B. Las que las agrupan en razón de las maneras de organizar, clasificar y conservar las
fuentes de conocimiento, de tal suerte que entre éstas se cuentan:
a) La biblioteca; que son centros que cuentan con un acervo de libros catalogados
y clasificados de conformidad con los autores, los temas y que ofrecen servicios
de préstamos y de consulta al público.
3.1. INTRODUCCION
Investigar en derecho penal es estudiar, como en cualquier otro campo, y en este caso en particular,
para conocer, y dar con las respuestas adecuadas a los retos que la problemática social nos lanza cada
día. Esta necesidad de conocer exige hoy que la investigación sobre la cuestión penal detecte y
jerarquice problemas, diseñe estrategias pluridisciplinares para afrontarlos, integre saberes y
profesionales que sometan la valoración jurídica y la decisión política al contraste del dato empírico, y
que ofrezca a la sociedad —para la que el investigador trabaja— soluciones que, en el marco del
Estado de Derecho, den cumplida respuesta preventiva a la desviación y al crimen.
El primer paso será entonces dar respuesta a ciertas preguntas previas y básicas:
¿qué investigar?
¿para qué?
¿cómo?.
Solo una vez fijados los objetivos a cubrir, y las estrategias para lograrlo, establecidas, a su vez, a
partir de los medios disponibles, podremos intentar esbozar el conjunto de lineamientos para la
planificación de la investigación en derecho penal. En este informe sobre lineamientos, se ha
procurado integrar las propuestas aplicativas concretas en su contexto científico.
Sin embargo, aunque Investigar es, entonces, una actividad intelectual dirigida a responder a
cuestiones no resueltas, ésta tiene como objetivo que “conocer” tenga una utilidad práctica. Toda
investigación busca una utilidad pero además su relación con otros dos conceptos que aparecen
ligados a la investigación: la innovación y el desarrollo (I+D+i), enmarcándose a su vez en algunas, por
no decir, en todas, las funciones básicas de toda ciencia: Describir, Explicar, Aplicar, Trascender.
Investigación, desarrollo e innovación son conceptos elaborados y utilizados principalmente por las
ciencias experimentales, que se inician con el dato empírico y su sistematización, para avanzar hacia
la elaboración de productos tangibles o hacia la implementación de nuevos procedimientos, y la
investigación en derecho penal es susceptible de adaptarse a estos mismos patrones, a poco que se
supere el sometimiento originario a lo experimental.
La investigación en derecho penal pretende dar respuesta sistemática a los numerosos problemas sin
resolver en torno a la cuestión penal, respuesta que es necesario traducir en la práctica, mediante los
procedimientos que resulten más adecuados, a fin de lograr los resultados apetecidos, cuya idoneidad
debe ser testeada continuamente.
Y este sencillo esquema es tan aplicable a la investigación puramente dogmática, de la que se espera
respuesta aplicativa (de los jueces) o legislativa (de los parlamentos), reflejada en resultados—
sentencias o cambios normativos—; como a la investigación criminológica, que sale de las bibliotecas
universitarias para, por ejemplo, entrar en las prisiones, analizar cómo se cumplen las penas privativas
de libertad, valorar sus consecuencias y proponer alternativas de mejora o de sustitución. En ninguno
de los dos casos se van a obtener motores que impulsen los automóviles con menor costo ecológico,
pero en ambos, el estudio inicial va a permitir contar con leyes y con otros instrumentos penales más
idóneos. Cuestión distinta es el evidente consenso social sobre la utilidad de utilizar motores menos
contaminantes, que se contrapone al consueto disenso acerca de la valoración de las diferentes
estrategias político-criminales.
Piénsese, por ejemplo, en el asesoramiento jurídico para implementar programas estatales de lucha
contra la violencia de género. No puede reducirse a un informe dogmático dirigido al mejor
conocimiento de las respuestas que a ese fenómeno da la ley penal. Ese asesoramiento, si quiere ser
integral, ha de abarcar lo estrictamente jurídico-penal, pero también el derecho de familia o el
procesal; y ha de trascender incluso lo jurídico, para abarcar lo aplicativo en el plano policial o en el
asistencial, la política de vivienda, la educativa y la sanitaria, la ejecución de penas y la resocialización
de víctima y victimario, la política presupuestaria y la distribución de competencias administrativas,
etc. Todo un trabajo de investigación integral.
Entonces, ¿qué es lo que se debe investigar? La respuesta se impone por sí sola: es preciso estudiar
todos los elementos que permitan lograr el resultado pretendido.
2. Si el objetivo es dar una respuesta más adecuada a la delincuencia que ese precepto o
conjunto de preceptos castiga, la investigación —lato sensu, I+D+i, comprensiva de
alternativas a desarrollar, procedimientos a implantar, e incluso objetos a producir (p. ej.,
instrumentos telemáticos de control, establecimientos penitenciarios)— ha de ser de más
amplio recorrido y, en consecuencia, está obligada a recurrir a pluralidad de métodos.
Esto seguramente no representará novedad alguna para el estudioso del Derecho, habituado a leer la
norma en su significación actual, que no siempre coincide con la originaria y que cambia en la medida
en que el ordenamiento incorpora nuevas prescripciones que condicionan, limitan, amplían y
relativizan a las anteriores; y en la medida en que la realidad social, cuya evolución no constituye
mimesis de la jurídica, impone nuevas y cambiantes interpretaciones. Vale decir, la investigación en
derecho penal, incluso la que limitase su objeto de estudio al derecho positivo, deberá siempre
integrar las referencias al entorno y al tiempo. Va de suyo que la investigación sistémica —dirigida al
conocimiento de todo un sistema o, más modestamente, de cada uno de los subsistemas que en su
seno se interrelacionan con otros— se sirve de un catálogo plural de métodos, y con ello, de
lenguajes.
Sin embargo, todos los elementos necesitan, para interrelacionarse, un lenguaje común, lo que no
siempre es fácil. Piénsese en una investigación en derecho penal dirigida al diseño de la respuesta
integral frente a un fenómeno delictivo complejo. Seguramente es necesario comenzar por el estudio
dogmático del derecho que tenemos para, a continuación, proponer cómo ha de ser el derecho que
queremos. Pero si la investigación dogmática busca una respuesta normativa que sea absolutamente
justa —conforme al principio fiat Justitia, pereat mundus— será disfuncional para con otros
elementos del mismo proyecto investigador que, por ejemplo, pretenden afrontar el mismo
fenómeno poniendo en marcha estrategias preventivas. Para éstas, el peor resultado posible —pereat
mundus— coincide justamente con la consecuencia inevitable de la pretendida solución justa.
Metafísica y orientación a las consecuencias no pueden integrarse en una estrategia común, como no
lo pueden hacer tampoco retribución y prevención. Sus lenguajes no son intercambiables ni
reconducibles a un denominador común.
Es pues necesario un lenguaje común que conviva con los lenguajes específicos de cada una de las
disciplinas integradas en el trabajo de investigación, pero que los unifique en torno a los objetivos,
mientras que estas, a su vez, seleccionan los métodos. Solo a partir de la aceptación de estas reglas de
juego, la investigación puede avanzar sistemáticamente, es decir, científicamente; puesto que solo
desde el sistema y desde la interrelación dinámica entre sus elementos se puede innovar, es decir, se
pueden identificar nuevos problemas y adelantar nuevas soluciones.
etc.
Las propuestas kelsenianas que, en torno a la teoría pura del Derecho, limitan el trabajo dogmático a
comprender y describir el derecho positivo, al margen de la voluntad del legislador —o sea, de la
relación de fuerzas originaria— y de los intereses no incorporados por la norma, están abocadas a
producir resultados, como poco, limitados.
Ya no puede, en consecuencia, ser válida —rectius, ser suficiente— la vieja investigación dogmática,
restringida a la interpretación de los preceptos penales, a su incardinación sistemática y a su revisión
crítica ad intra, es decir, crítica limitada a un juicio de coherencia. En la medida en que se acepte que
el criterio de validación científica de cada propuesta radica en elementos dogmáticos prefijados
normativamente, se tratará de una investigación que puede ser motejada no solo de ahistórica, sino
también de asociológica.
El trabajo dogmático debe abandonar la torre de marfil que le ha dado tradicional abrigo y el inane
juego de abalorios, cómplice con el statu quo en lo político y estéril en lo científico. Por el contrario,
hoy la dogmática debe responsabilizarse, como propone Atienza (1995), de ordenar un sector del
ordenamiento jurídico y proponer soluciones a problemas concernientes a la producción,
interpretación y aplicación de esas normas. Valga el subrayado: soluciones a problemas que no se
limitan a la interpretación estática del derecho positivo.
Así pues, la investigación dogmática, como enseña Nino (1983: 344), requiere, para encarar la tarea
de mostrar las consecuencias de índole política, social, económica, etc., de cada posible opción
interpretativa, tomar elementos provenientes de otras ramas del saber. Sin duda, de la teoría del
derecho o de la historia, pero también de la economía o la sociología.
Ya se advirtió que se investiga para dar a un problema una respuesta mejor que la que se le viene
dando, o dar una si es que no existe. Como objetivo final, la investigación tiende a la innovación:
aunque sus propuestas sean limitadas, pueden constituir un eslabón que, unido a otros posteriores,
terminará por proporcionar un resultado novedoso. Sería paradójico, por no decir absurdo, llegar, a
través del conocimiento, a resultados que terminan en sí mismos.
El paso siguiente debe ser la identificación de los objetivos últimos del sistema penal, de suerte que
toda investigación, por parcial o sectorial que sea, produzca aportes compatibles con aquellos, en
sinergia con las demás.
Los penalistas, se viene manteniendo tradicionalmente, investigan sobre el contenido de las leyes
penales, pero una investigación vidente ha de dirigirse no a uno o unos pocos preceptos, sino a todo
el Derecho —quiere decirse todo el conjunto normativo concernido— y siempre en relación con los
fines que la norma pretende. No es útil la investigación que empuja a un subsistema en sentido
contrario al sistema en el que se inserta.
¿Para qué el sistema penal? Esta es la pregunta inicial cuya respuesta, si es adecuada, nos pondrá en
condiciones de responder a otras más concretas y delimitadas: ¿para qué esta investigación en
derecho penal?
El sistema penal en el Estado de Derecho, que reconoce la dignidad de los sujetos, debe poder
explicar por qué se permite actuar, esencialmente, negando o restringiendo derechos fundamentales
a sus titulares. Algún efecto positivo debe esperarse en el orden lógico, pero también en el político, de
ese sacrificio. Ese efecto no puede ser sino la mejor tutela del conjunto de derechos fundamentales y
bienes jurídicos, o, formulado en negativo, la minimización del número y de la capacidad lesiva de los
delitos.
Y dado que no se puede luchar contra el delito ya cometido en el pasado, del mismo modo que no se
puede pretender que la historia sea distinta a como fue, la función racional del sistema penal ha de
ser la lucha contra el delito futuro: la prevención, positiva o negativa, didáctica o intimidante,
punitivista o minimalista, limitada a la política criminal stricto sensu o confiada a ambiciosos
programas de política social, exitosa o históricamente fracasada. La prevención.
Investigar en derecho penal, ¿para qué?: para aportar elementos (jurídicos, filosóficos, políticos,
sociológicos, psicológicos, económicos, etc.) que puedan alumbrar innovadoras y mejores estrategias
preventivas.
Una investigación esencialmente jurídica o con directa proyección jurídica sobre la cuestión criminal
ha de responder, ab initio «desde el principio», a una serie de principios. Los primeros son la
independencia y la imparcialidad.
No es admisible una investigación que, dirigida a la mejora de la especie humana o de una raza o de
los instrumentos policiales de control, se fundamente en datos extraídos científicamente de la
práctica indiscriminada de lobotomías, ya que utiliza medios incompatibles con el modelo
constitucional y provoca resultados que este no puede digerir sin renunciar a sus señas de identidad.
Por eso mismo, tampoco es admisible una investigación orientada a objetivos preventivos
constitucionales que renuncie a proseguir vías científicas. Esto podría conducir a resultados queridos
por el mecenas de turno o conformes con sus intereses o ideología; aunque cuando se dice que estas
modalidades de pseudo-investigación no son admisibles, no solo se emite un juicio ético o jurídico.
La Universidad, como sede paradigmática del rigor científico —aunque se conocen excepciones—, es
una de las pocas instituciones que reúne las condiciones para garantizar la constitucionalidad, la
cientificidad y la independencia de las investigaciones promovidas en su seno. Le compete a la
institución impulsar o vetar las líneas de investigación coherentes o aquellas que no lo sean. Es su
responsabilidad.
3.5.1. El método
Existe otra alternativa: la consciencia de las limitaciones metodológicas del investigador puede llevarle
a buscar la colaboración de otros estudiosos poseedores de esas competencias, para que las aporten
al proyecto común. El centro de gravedad pasa, así, del investigador a la investigación, la que queda
enriquecida por la pluralidad de contenidos, de métodos y de perspectivas de todo orden (de escuela,
de ideología, de procedencia, etc.).
3.5.2.1. La introducción
El elemento inicial común a todo trabajo de investigación, cualquiera que sea la metodología a aplicar
en el desarrollo del mismo, es la selección del problema a investigar, tarea calificada por Anitua (2006:
300) como el punto más complicado de la investigación y momento en que el investigador novel más
necesita la ayuda de un director competente.
La investigación jurídica ha sido definida —o quizá, si nos ubicamos en el siglo XXI, desdibujada—
como:
La que se ocupa del estudio y el conocimiento del Derecho, entendido como un sistema de
normas, valores y principios, jurisprudencia, doctrina e instituciones jurídico-políticas, que
regulan las relaciones de los hombres en la sociedad. Sus fuentes de información y
conocimiento, fundamentalmente son: a) las normas jurídicas. b) la jurisprudencia c) la
doctrina jurídica d) la investigación jurídica.
La dogmática, tal como se ha adelantado en páginas anteriores, no es, incluso en sus acepciones más
estrictas, susceptible de definiciones reduccionistas. Investigar en derecho penal es, inicialmente,
aplicar al estudio de las leyes un método riguroso, el método dogmático que ha conducido a una muy
elaborada teoría del delito como sistematización, interpretación, elaboración y desarrollo de las
disposiciones legales y opiniones de la doctrina científica. Tarea esta que, si supera la asepsia de lo
formal, no solo asegura el rigor exigible en el interior de las aulas universitarias, se proyecta también
hacia fuera, como han enseñado Roxin (1997: 225) o Gimbernat (1990 : 155), proporcionando a los
destinatarios de la norma —los ciudadanos— y a sus aplicadores —los jueces—, la necesaria y
políticamente exigible seguridad a la que sólo se puede acceder cuando el trabajo dogmático ha
establecido con nitidez los límites entre lo prohibido y lo permitido, los límites entre lo que es delito y
lo que no lo es.
Lo que lleva a proponer que la investigación dogmática ha de tender a ser investigación integrada en
un proyecto colectivo, que, partiendo de hipótesis correctamente formuladas, se dirija a resultados
definidos y constatables que:
a) con perspectiva interdisciplinar incorpore investigadores y metodologías distintas o, al menos,
deje la puerta abierta a esa incorporación;
b) analice las raíces de cada institución jurídica estudiada y la función que objetivamente ha
venido cumpliendo;
c) demuestre o refute hipótesis;
d) confronte y desarrolle teorías;
e) desvele las ideologías subyacentes y deslinde los elementos simbólicos de los funcionales; f)
incorpore una planificación realista;
Centrándonos en las reglas a seguir por el investigador jurídico, hay que remitirse a los Diez consejos
para escribir un buen trabajo de dogmática de Atienza (1995). Al respecto, quisiera señalar los
aspectos más relevantes:
Si el sistema penal, tal como hoy se admite pacíficamente, no se agota en la ley, su estudio no puede
moverse en el plano de la pura normatividad. Han de ser tomados en consideración, igualmente, los
procesos de criminalización, de definición del crimen, de selección de delincuentes, de aplicación del
Derecho, de ejecución de sanciones, de diseño y puesta en marcha de estrategias preventivas penales
y pre-penales, de atención a las víctimas, etc. Solo desde la facticidad puede entenderse la función
objetivamente desplegada por el sistema penal, por tanto, desde la facticidad debe ser estudiada.
Especial lugar han de ocupar en las investigaciones de derecho penal, en su faceta criminológica, los
análisis sobre las formas reales de aplicación de la norma y sobre sus efectos. Si, además, la finalidad
última de la investigación es, como se viene insistiendo, poner en marcha soluciones innovadoras, es
imprescindible en todo trabajo de investigación el capítulo dedicado a la evaluación crítica de los
resultados obtenidos. No siempre es factible rellenar este capítulo cuando se cierra una investigación,
que queda, así, en fase de propuesta. Pero incluso en estos casos, es imprescindible el examen tan
profundo como sea posible de los eventuales efectos de las propuestas realizadas. El tiempo y
ulteriores investigaciones permitirán adverar o desmentir la valoración inicial, pero esta debe hacerse
siempre. Sería de una irresponsabilidad universitariamente —también jurídica, ética y políticamente
— inadmisible lanzar propuestas con vocación de incidencia en el sistema penal sin haberse siquiera
preocupado por predecir los resultados previsibles.
Hay que insistir sobre este punto: la investigación criminológica, en cuanto anclada en lo empírico,
permite, o debe permitir, conocer la función realmente desplegada por los elementos del sistema
penal/social estudiados. Solo a partir del conocimiento de la función realmente cumplida se pueden
extraer criterios para el diseño de estrategias político-criminales, en cuya virtud esa función pueda
cumplirse mejor o pueda, y deba, ser sustituida, complementadao compensada por otras.
Si, como se viene proponiendo, la investigación integral tiende a ofrecer resultados innovadores que
constituyan una mejor respuesta a un problema penal, la formulación de estrategias —o, más
modestamente, de opciones político-criminales— debe constituir la culminación del trabajo de
investigación.
Desde la irrupción del neokantismo en las ciencias penales, lo valorativo asumió un papel de primer
orden. Introduce en la investigación esa perspectiva específica que no solo nos dice cómo son las
cosas, sino que nos obliga a plantearnos cómo queremos que sean y nos invita a proponer
alternativas de cambio frente a lo pre-existente.
Así, la política criminal aúna los conocimientos dogmáticos y empíricos para diseñar estrategias de
decisión sobre las que, inevitablemente, gravitará la subjetividad del investigador. Anitua nos hace
observar cómo los axiomas científicos o políticos interfieren en cualquier investigación, pero más
claramente en las jurídicas, ya que el Derecho se asienta en decisiones políticas e incluso morales
(2006: 303).
La política, ya sea educativa, sanitaria, ambiental, etc., supone identificación de objetivos, análisis de
la situación de partida —imprescindible para fijar la de llegada—, determinación del itinerario a seguir
— estratégico y metodológico—, selección de medios, previsión de resultados posibles y evaluación
de costes.
La faceta político-criminal de un trabajo de investigación en derecho penal debe abordar todos estos
elementos.
3.5.2.2.4. La conclusión
Los objetivos, que tanta importancia tienen en el proyecto, en el trabajo de investigación ya deben
revestir la forma de resultados: exposición de datos empíricos; síntesis de líneas jurisprudenciales
coincidentes o divergentes; controversia entre opciones teóricas, con aceptación motivada de las más
aptas para un estudio concreto; propuestas de cambio legislativo; organización de la oficina jurídica;
replanteamiento del trabajo parlamentario en materia penal (lato sensu); programas de capacitación
para funcionarios de prisiones; reorganización de la policía de proximidad; análisis económico de una
propuesta de trabajo juvenil; actualización de los programas docentes universitarios; sanciones
alternativas a las existentes; etc.
Una vez superada la fase de proyecto, el trabajo de investigación ha de reflejar la bibliografía en que
se sustentan cada uno de los pasos, propuestas y conclusiones. No se trata ya dela bibliografía básica
sobre la que se construyó la hipótesis de partida, sino de las fuentes bibliográficas examinadas con
vocación de exhaustividad. La solidez de la argumentación, la precisión de los análisis, la fiabilidad de
las metodologías, la viabilidad de los resultados innovadores, se asientan siempre —y más, pero no
exclusivamente, en las investigaciones jurídicas—, en el conocimiento de lo que otros han hecho y de
lo que otros proponen hacer.
En nuestras sociedades, ese conocimiento se extrae de las publicaciones científicas, lo que, por otra
parte, se ve facilitado por las inmensas posibilidades que las tecnologías de la información y la
comunicación han abierto al acceso a la bibliografía, más allá de las fronteras físicas e idiomáticas.
Por otra parte, se trata de una investigación que no produce rentabilidad económica ni política a corto
plazo. El deseable aggiornamento del sistema penal no se vende como se venden las patentes o las
vacunas en el mercado. Se decía supra que investigar es invertir recursos para obtener conocimiento,
en tanto que innovar es invertir conocimiento para obtener valor. La frase, con toda la simplificación
que encierra, sigue siendo descriptiva a condición de que la obtención de valor no se identifique con
la obtención de lucro. El valor que se espera produzca la investigación/innovación penal tiene otra
naturaleza, aunque en muchos casos pueda apuntar hacia una más eficiente gestión de recursos
económicos y, en consecuencia, ofrezca el aliciente de los valores puramente crematísticos. Pero esa
no será la regla.
La investigación sobre la cuestión criminal tampoco parece garantizar réditos políticos. La lucha contra
el delito, que es la lucha por consolidar derechos fundamentales y bienes jurídicos, en contadas
ocasiones puede brindar éxitos constatables de manera inmediata.
La política criminal implica costes cuantiosos y rentabilidad a muy largo plazo. La investigación en la
materia no puede garantizar otra cosa. No es, entonces, susceptible de integración fácil en capítulos
del presupuesto público, que con toda seguridad serán considerados por la opinión pública como
manifestación de despilfarro. Tampoco es idónea para allegar votos de una población que
seguramente se decantará más por el punitivismo —barato, además de expeditivo— y no por afrontar
la prevención con medidas educativas, laborales y de empleo, urbanísticas y de integración; medidas
caras de éxito solo posible, siempre limitado, y, porañadidura, a largo plazo.
De ahí que el marco natural de la investigación en ciencias sociales y jurídicas sea la universidad. Solo
las instituciones universitarias pueden garantizar las condiciones necesarias para el desarrollo de una
investigación que aflore soluciones y que no espere recompensas a corto plazo, ya que, al menos
tendencialmente, tienen entre sus obligaciones la creación y potenciación de conocimiento,
independiente y crítico que se proyecta a la sociedad en cuyo seno viven.
Es cierto que en otros campos la investigación pueda quedar en manos de la iniciativa privada o en
organismos mixtos que integran lo privado y lo público, con posibilidad de presencia en ambos casos,
de la universidad. Pero en la investigación en derecho penal, el protagonismo de la universidad parece
difícilmente reemplazable.
Por otra parte, la universidad puede ofrecer el marco organizativo que se corresponda con una
realidad en la que el paradigma del investigador ha dejado paso al paradigma de la investigación.
Superada la figura del estudioso del Derecho que, artesanal y aisladamente, garrapatea sobre sus
fichas en la biblioteca, hoy ganan presencia, si no protagonismo, los aspectos organizativos. Existe, en
efecto, plena conciencia de que:
Estas evidencias no carecen de efectos. El primero es que la investigación universitaria deberá estar
organizada en torno a proyectos pluripersonales, pluriuniversitarios y pluriestatales, que, además,
han der ser pluridisciplinares —de otro modo, simplemente se estaría ampliando el espacio de la
unilateralidad— y deberá estar dirigida a la potenciación de grupos de investigación, que trabajen con
varios proyectos, y de institutos de investigación que coordinen el trabajo de varios grupos.
El segundo, es que la planificación de la investigación ha de superar, como conditio sine qua non de su
supervivencia, las rivalidades pseudo-académicas que llevan a alzaprimar lo propio hasta el punto de
exhibir como mérito el orgulloso desconocimiento de lo ajeno.
3.5.3.2. La financiación de la investigación
Así como líneas de investigación que llegan a resultados tangibles —productos o procedimientos—
pueden encontrar financiación en el mercado, este no demuestra demasiado interés en patrocinar la
investigación en derecho penal. Esta correrá a cargo, normalmente, de la institución investigadora; de
ordinario, la universidad.
No obstante, se deben agotar las posibilidades de cofinanciación, de las que no se debe excluir a la
iniciativa privada. Si las políticas neoliberales han determinado por doquier procesos de tercerización
y externalización de tradicionales servicios públicos, o de algunas de sus áreas, habrá que deducir el
interés del mercado por mejorar, en términos de eficiencia, la penetración empresarial en esos
ámbitos (seguridad privada, servicios asistenciales penitenciarios y pospenitenciarios, tratamientos
desintoxicadores, centros de rehabilitación de menores, tecnología de control telemático, etc.).
La investigación en derecho penal debe ser reconocida. Claro que el primer reconocimiento es la
asignación de recursos para que, en retribuciones salariales y en medios, el investigador se encuentre
arropado. Pero el uso que se dé a los recursos económicos, sobre todo si son públicos, debe ser
fiscalizado y justificado por la obtención de rendimientos. Lo más importante a la hora de valorarlos
es que los evaluadores, con acreditada capacitación para serlo, estimen la calidad del producto que se
somete a su consideración, no solo por el rigor científico alcanzado sino por la adecuación de lo
finalmente ofrecido con lo inicialmente proyectado y socialmente requerido.
Esta obviedad tropieza, sin embargo, con obstáculos aplicativos conocidos por todos: la imparcialidad
que se exige de la investigación no acompaña siempre al evaluador; el rigor científico de la
investigación no puede ser correctamente valorado por el evaluador ignaro, ignaro al menos en
alguna de las áreas que el trabajo de investigación aborda; la utilidad de los resultados en materia tan
ideologizada como ésta, no se mide haciendo tabula rasa de los presupuestos ideológicos; etc.
De ahí que los procedimientos de evaluación ofrezcan repertorios de criterios a tener en cuenta para
sustituir la verdadera evaluación —rigor científico y adecuación de los resultados a lo proyectado—
por otra más objetivada, que no objetiva. Esto obliga a una disciplina específica en los procesos de
evaluación; disciplina recomendable, pero que no puede degenerar, en ningún caso, en la tiranía de
las planillas de calificación.
Tratándose de proyectos de investigación, como los resultados no son aún conocidos ni publicados,
los criterios de evaluación han de ser poco formalistas y más apegados al objeto valorado. Los
criterios manejados por las diversas agencias suelen ser coincidentes.
La valoración de cada proyecto no puede ser completa sin la evaluación de la capacidad investigadora
de sus integrantes. No se trata de emplear criterios que dejen fuera del circuito investigador a los más
jóvenes —poseedores, por obvias razones, de itinerarios curriculares más endebles— sino de valorar
la adecuación entre objetivos y medios, pues es obvio que entre estos, los personales tienen una
evidente relevancia.
En general, los resultados de la investigación suelen ser objeto de publicación on line o en soporte
papel. Aunque hay muchos criterios para medir la valoración, el primer criterio que suele imponerse a
los comités de evaluación es la excelencia del medio de publicación. En el caso de libros, que
provengan de editoriales cuyas publicaciones hayan sido avaladas por expertos externos. En el caso
de revistas científicas, que se trate de publicaciones indexadas.
Estos criterios, entre otros, permiten homogeneizar la valoración, evitando decisiones arbitrarias o
puramente subjetivas, pero que no deben sustituir al estudio de lo publicado. De otro modo se corre
el riesgo de que la evaluación sea solo del continente, cuando lo importante debe ser el contenido.
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