Había un muchacho al que llamaban Beto el distraído.
Como no le gustaba que le llamaran así, un día mató un buey entero para invitar a todos a una comida y como resultado de eso, continuaron llamándolo Beto el distraído. Después, Beto tomó la piel del buey y se fue a venderla. Cuando llegó al pueblo, hacía tanto calor que se echó al pie de un árbol y se acobijó con el cuero. Todos se reían, porque jamás habían visto a alguien cobijarse con tanto calor. Anónimo.