Está en la página 1de 8

EL VÍNCULO CON SU MUCHACHO

Mientras no tenga un hijo (…) nunca conocerá el gozo, el amor


más allá de los sentimientos que resuena en el corazón de un padre al
mirar a su hijo. Nunca sabrá el sentido del honor que hace que un hombre
quiera ser más de lo que es y trasmitir algo bueno y de esperanza a las
manos de su hijo. Y nunca conocerá el corazón destrozado de los padres a
los que acosan demonios que les impiden ser los hombres que quieren que
sus hijos sean.

Kent Nerburn, Letters to My Son

Poco falto para que se me reventaran todos los botones de la camisa cuando nació
mi hijo. Me sentía muy orgulloso. Me hubiera sentido contento al tener un hijo sano, lo mismo
niño que niña. Pero en lo más hondo del corazón me deleitaba en tener un heredero varón que
transmitiera mi sangre… ¡especialmente en la primera intentona!

Ah, ¡las visiones que tenia de su potencial futuro! ¿Sería jugador de béisbol de las
grandes ligas o presidente de alguna corporación enorme? Tal vez sería catedrático universitario.
Vamos, ¡a lo mejor hasta presidente de los Estados Unidos de América! (¿Por qué no?).

Con toda prolijidad escogí su nombre con suficiente flexibilidad para que sirviera lo
mismo par aun atleta profesional o un capitán de la industria. Lo repase vez teas vez en la mente,
saboreando como sonaría mientras me lo imaginaba extendiendo una mano varonil, poderosa, en
un saludo confiado: “Frank Johnson para servirle. ¡Encantado de conocerlo!”.

Tontito, ¿verdad? Pero un hombre se siente altamente orgulloso cuando sus lomos
procrean un hijo para que continúe su legado.

Pero esa es la parte fácil. De ahí en adelante empieza el arduo trabajo de


moldearlo para que sea el hombre al que el resto del mundo alce los ojos. Y no puede suceder con
plena eficacia a menos que entrable un vínculo afectivo con usted, su padre.

¿Por qué un vínculo afectivo?

Pero, ¿a qué tanta alharaca en cuanto a formar un vínculo afectivo con nuestros
hijos? Al fin y al cabo, la mayoría de nuestros padres, y sus padres antes que ellos, nunca se
preocuparon en cuanto a este asunto de vínculos afectivos.

Ellos no hicieron alharaca del asunto porque solía ser integral en la vida. Antes de
que la revolución industrial sacara de casa a los hombres los padres caminaban lado a lado con sus
hijos casi las veinticuatro horas del día. Eso permitía que padre e hijo formaran el vínculo afectivo
de manera sencilla como resultado natural de vivir la vida. También le enseñaba al hijo a ser
hombre mediante la interacción continua con un varón adulto.

Pero la mayoría ya no vive en granjas. ¿Por qué es importante que establezcamos


con nuestros hijos un vínculo afectivo?
Al entablar un vínculo afectivo con nuestros hijos, estamos dándoles vida como
hombres. Los hijos siempre procuran entablar vínculos con sus padres. Desesperadamente
necesitan la nutrición o “alimento de padre” que reciben del padre. Su hijo nació con un impulso
increíble que le dio Dios de admirar y adorar a su padre. ¿Por qué otra razón los chicos siempre
fanfarronean en el patio diciendo cosas como: “Mi papa puede ganarle al tuyo”? ¿Por qué otra
razón los muchachos de manera instintiva imitan a sus padres? Vi a un pequeño desde la calle el
otro día siguiendo a su padre mientras este podaba la hierba. El pequeño empujaba una podadora
de juguete siguiendo las pisadas de su padre, imitándole en todo.

El muchacho necesita que su padre le muestre como hay que vivir la vida. Necesita
que su padre le muestre cuales sin las responsabilidades de un hombre, y que le trasmita
convicciones que le guíen. En su padre necesita hallar un modelo y un maestro. El muchacho
anhela a su padre. Kent Hughes lo dice de esta manera:

Usted acaba de correr, y está sentado en el portal sudando como un caballo y


oliendo igual, y su hijo, o tal vez el pequeño del vecino, se sienta a su lado, se apoya contra
ustedes, y le dice: “Hueles bien”. Ese es el anhelo primitivo por el padre de uno¹.

Los padres son una necesidad para sus hijos. Proverbios 17:6 dice: “El orgullo de
los hijos son sus padres” (DHH). La palabra orgullo en este pasaje es un vocablo hebreo que
literalmente quiere decir “peso”. Así que pudiéramos leer este versículo como: “el peso de los
hijos son sus padres”. Un padre que le define los límites masculinos a su hijo y le pinta un cuadro
de hombría saludable da a sus hijos peso o substancia en la vida. Los muchachos que no reciben
esta información se vuelven peso pluma, y les falta estabilidad. Fácilmente los arrastra cualquier
ráfaga de presión cultural o de iguales².

Los muchachos cuyos padres están ausentes física o emocionalmente siempre


están tratando de figurarse la vida. No tienen a quien acudir en busca de consejo. Esto produce
cólera y frustración en el joven.

Preston Gillham dice:

“Los hombres son una compleja mezcla de extremos. Trata mal a un hombre si no estás cerca de
su corazón y te ignorara. Pero pisotea sus sueños y lo lastimaras profundamente. Fáltale el respeto
a distancia y te tendrá lastima, pero cuestiona su valor como persona que tiene acceso a tu alma y
poseerás el poder de poner en peligro su sentido de identidad. Él es firme, resistente, impulsivo e
independiente, pero moldeado mediante dependencia estrecha y oportuna de su padre y
mentores de más edad. Perturbe su rutina y cede, interrumpa la transición delicada de ser
muchacho a ser hombre y sufre inmensurablemente” ³.

Los padres desconectados o ausentes pueden producir en los muchachos:

 Cólera y dolor (ira reprimida).


 Conductas extremas, adicciones u obsesiones.
 Sentido de perdida (indecisión, falta de dirección).
 Homosexualidad (a los muchachos sensibles los hiere de manera especial y profunda la
ruptura con su padre) ⁴.

Al entablar un vínculo afectivo con nuestros hijos ayudamos a protegerlos de mucho del
sufrimiento producido por los comentarios y retos que el mundo les lanza. Cuando un hijo entabla
un vínculo afectivo con su padre, halla una figura imponente a la cual mirar instintivamente, y el
tener un héroe le da valentía para las batallas de la vida.

¿Los compañeros me fastidian en la escuela? No es problema. Papa me dirá que hacer.

¿Las muchachas se portan de manera extraña conmigo? Le preguntare a papa.

Si papa está allí, todo estará bien en la mente del muchacho. El padre es un varón mayor que lo
quiere y lo anima, sin que importe lo que el resto del mundo piense. Cuando el padre no está
cerca, el muchacho se ve forzado a enfrentar a solas el mundo cruel, sin nadie a su lado que lo
ayude a escudarse o dirigirlo; queda in nadie que entienda sus desdichas, alguien a quien contarle
sus penas. El muchacho que vive dentro de la esfera de influencia protectora de su padre halla un
refugio seguro en donde recuperar, lamerse las heridas y sanar.

El padre que brinda reconocimiento a sus hijos les da el don de la confianza y estima
propia para toda la vida. Es parte del poder que Dios les ha dado a los hombres, poder para
edificar a otros o destruirlos.

Lo que todo muchacho quiere de su padre

 Tiempo con su padre; esto produce experiencias y recuerdos.


 Orientación de padre con solidas respuestas a los “por qué”; y no respuestas de
solo “porque yo lo digo”.
 Convicciones que surgen del modelar (¿En qué creen como familia?).
 Ver el corazón del padre (¿Qué es importante en la vida de un hombre?).

Temprano en su ministerio, Jesús fue a ver a Juan el Bautista y le pidió que lo bautizara. De
inmediato, al salir del agua, Jesús oyó que su Padre celestial decía: “Este es mi Hijo amado, en
quien tengo complacencia” (Mateo 3:17) Dios le estaba diciendo: “Me siento orgulloso de ti, Hijo.
Bien hecho. ¡Buen trabajo!”. Es obvio que Dios puso un modelo a imitar para todos los padres de
hijos varones.

Las personas crecen, maduran, y alcanzan su potencial conforme reciben reconocimiento.


Las personas desarrollan mucho de su sentido de valía propia basándose en el reconocimiento o
falta de este. Los hijos reciben suficiente hostigamiento y opiniones negativas de sus iguales y de
la cultura en general. Los padres necesitan contrarrestar esas opiniones negativas, y no
aumentarlas ⁶.

Toda persona necesita una sección de porristas. El reconocimiento que usted le da a su


hijo cuenta más que un estadio lleno de personas que lo alientan. Desdichadamente, la mayoría de
nosotros tenemos nuestras manos llenas tratando de proveer sustento para la familia, y esto con
facilidad nos mantiene lejos de casa la mayoría de horas de vigilia del día. A pesar de ese
obstáculo, estas son algunas maneras que de descubierto en que podemos entablar vínculos
afectivos duraderos con nuestros hijos.

Actividades físicas
Ir a acampar, ir de cacería, pescar, deportes, exploración, montar en canoa, excursiones,
montar en bicicleta, alpinismo, campamentos de iglesia y otras actividades al aire libre proveen las
escapadas que el animal masculino anhela mientras que a la vez nos permite cultivar fuertes
relaciones entre padre e hijo. Estos topos de experiencia son oportunidades para que los padres e
hijos almacenen recuerdos para toda la vida, recuerdos que se pueden pasar de una generación a
otra, otro tipo de actividad es algún pasatiempo que les guste a ambos tal como coleccionar
(estampillas, monedas, tarjetas deportivas, etc.), trabajar en el coche o motores pequeños,
carpintería, metalurgia, asistir a partidos deportivos, mantenimiento de la casa, leer juntos,
trabajo ene l patio y el jardín, ver pájaros, trenes en miniatura, aeroplanos modelo, tallado en
madera, simplemente dar caminatas juntos. Todas estas son maneras excelentes de entablar
vínculos afectivos.

Tengo un amigo llamado Jim con quien voy de cacería, caminar y a acampar. Jim con
frecuencia va a los extremos en sus esfuerzos varoniles. Más de una vez he cuestionado mi
cordura al estar suspendido con él en la ladera de algún risco escabroso en la mitad de la nada.
“¡Estamos formando recuerdo!” es el comentario favorito de Jim. Eso no siempre me satisface al
momento. Pero Jim tiene razón. Cuando todo se ha dicho y hecho, al final de nuestro tiempo en la
tierra, nos quedan los recuerdos de una vida bien vivida; o no. Y en toda su vida, los recuerdos más
duraderos de nuestros hijos son los tiempos que pasaron con su padre, a menudo participando en
alguna actividad física.

Frank tenía once años cuando empezamos a ir juntos de cacería con un grupo de hombres
y sus hijos. Siempre me ha encantado al aire libre, y Frank había sido muchacho explorador (Boy
Scout) varios años. En consecuencia, los dos teníamos experiencia en cuanto a actividades al aire
libre y sabíamos de armas, pero ni el ni yo habíamos ido de cacería antes. Oregón requiere que los
muchachos pasen un curso de seguridad de cazadores a fin de conseguir un permiso para su
primera cacería a los doce años. Así que Frank nos acompañó para aprender el teje y maneje ese
primer año. El ni siquiera lo sabía, yo mismo no sabía el teje y maneje. Pero mi ego masculino
arrogante no me permitía confesar que yo no tenía ni idea de cómo cazar venados.

Tras levantarnos al filo del amanecer después de tres días seguidos de andar y ni siquiera
ver un venado, Frank y yo empezábamos a sentirnos algo desanimados. Vimos varias hembras y
nos quedamos asombrados por la súbita aparición de un hato de alces majestuoso, que hacia
retumbar la tierra, y que tronaba por la ladera de la montaña como a cien metros de distancia.

El tiempo del este de Oregón era inusualmente cálido ese octubre, y el tercer día era como
para salir a cazar en camisetas a horas avanzada de la tarde. Mi plan era hallar un punto llamo
donde acostarme y echar una buena siesta relajante. Frank y yo hallamos un tronco debajo de un
conjunto de pinos y nos sentamos mirando en direcciones opuestas. Me estaba quedando
dormido bajo el cálido sol de la tarde cuando oí a Frank que susurraba con urgencia e intensidad
creciente: “¡Venado, venado, venado! ¡VENADO! ¡VENADO!”. Me desperté de un salto. Dándome
la vuelta, observe una cornamenta de varias puntas lentamente entrando en nuestro campo de
visión como cincuenta metros cuesta debajo de nuestro lugar. Mientras lo observaba, se colocó
detrás de un árbol como si supiera que lo estábamos observando. Yo sabía que el enorme venado
saldría disparando al salir de la seguridad del árbol, así que apunte a varios metros de distancia al
otro lado. De repente el animal salto de detrás del árbol, disparado a pleno galope. Tan pronto
como entro en mi mira, dispare. El venado ni se cayó ni rompió su galope al continuar cuesta
arriba y cuesta abajo siguiendo el terreno perdiéndose de vista.

La adrenalina me recorrió el cuerpo. Los latidos me retumbaban en los oídos. Hable y


entonces me di cuenta de que ni siquiera podía oír mi propia voz debido al ensordecedor trueno
del disparo.

“Pienso que erre. ¿Cómo pude errar a tan corta distancia?”, me lamente.

“Si yo hubiera sido el que disparaba, apuesto a que no habría errado”, musito Frank, un
tanto disgustado.

Mientras examinábamos el sector donde había estado el venado, en busca de huelas de


sangre o de pelambre, Frank continuo hostigándome en broma en cuanto a mi mala puntería. “Yo
podía haber hecho ese disparo con facilidad, papá”.

Después e buscar por casi media hora y no hallar ninguna mancha de sangre, me di vuelta
desalentado. Pero Frank rehusó darse por vencido. Su fe en su padre seguía intacta, a pesar de su
crítica de mi puntería.

De repente Frank grito: “¡Papá! ¡Sangre!”.

Y efectivamente, había una piedrita empapada con sangre todavía fresca. Por insistencia
de Frank, recorrimos el área en cuadricula, buscando más manchas. Cada vez que estábamos
a punto de darnos por vencidos, Frank hallaba otra mancha de sangre. Después de cincuenta
metros o algo así las manchas se hicieron más grandes y más cerca la una de la otra. Al remontar
una loma, Frank grito: “¡Papá! ¡Allí esta!”.

Y si ahí estaba el venado yaciendo en una pequeño depresión en donde al fin había
tropezado y caído. Siendo novicios, no nos habíamos dado cuenta de que un venado puede correr
una distancia significativa aunque el disparo le haya penetrado el corazón como fue el caso del
nuestro.

Como sucede por lo general en estos casos, las baterías de nuestros intercomunicadores
decidieron que era buen momento para agotarse. Sin poder llamar a nuestros compañeros de
mayor experiencia para que nos ayuden a destripar y preparar al animal, nos tocó a nosotros,
primerizos, completar la tarea mediante prueba y error. Felizmente había estado prestando
atención cuando el viejo “Roberto cara agria” le había explicado el procedimiento a otro novato en
el campamento la noche anterior.

Cuando nuestros compañeros de cacería por fin nos hallaron, teníamos el venado
preparado y casi listo para transportarlo de regreso al campamento. Con sangre hasta los codos,
nos solazamos en la gloria de los entusiastas elogios de nuestros amigos y posamos con nuestro
premio para los retratos de rigor. Fue una escena que se ha reproducido incontables veces desde
el principio de la humanidad.

Frank y yo hemos ido de cacería juntos cada año en los últimos siete años. Ni él ni yo
hemos cazado otro venado en ese tiempo. Pero siempre esperamos con ansias la temporada de
cacería cada año. Como dos meses antes empezamos a sentirnos incomodos y a examinar nuestro
equipo para asegurarnos de que todo está en orden. Esa primera experiencia en que trabajamos
como equipo – yo el cazador y Frank el rastreador – y superamos pruebas que nunca antes
habíamos experimentado, cimentaron nuestra relación por el resto de nuestra vida. Espero
sentarme en el futuro a la luz de alguna fogata en un campamento de cacería, a rememorar con mi
nieto la primera gran cacería de su padre y yo. Fue un momento que ninguno de nosotros jamás
olvidara.

Tiempos difíciles
Nada une con mayor intimidad a los hombres y a los muchachos que atravesar juntos una
experiencia difícil. Cuando llevamos los unos las cargas de los otros, cultivamos un vínculo que
sobrevive al atravesar los futuros retos de la vida. Esa es una de las ventajas de realizar juntos
actividades físicas: esforzarnos para lograr y conquistar aventuras difíciles.

Ni lo dude. La vida le lanzara su porción de tiempos difíciles. Y cuando usted está lado a
lado con su hijo durante las pruebas y tribulaciones de la niñez y adolescencia, cultiva un vínculo
que lo ayuda a protegerlo más adelante en la vida. Saber que tiene un padre junto a él le da a su
hijo la confianza propia para enfrentar probabilidades al parecer insuperables e intentar grandes
cosas.

Aunque abogar por su hijo es de vital importancia, también lo es el mantener altas


expectativas en cuanto a él. A veces uno necesita presentarle retos a su hijo. Por ejemplo,
tenemos un patio trasero enorme. Como a los once años, Frank estaba finalmente listo (y más que
dispuesto) a empezar a podar el césped por sí solo. Suzamme, por supuesto, se sentía petrificada
pensando que se podía amputar un pie con la podadora, pero yo le permití que se abriera paso
sobre el desigual terreno de nuestro patio por sí solo. No solo eso, sino que cuando termino,
sudoroso y agotado, hice que volviera y podara los sectores que no había podado, así como
también que recortara los bordes del patio. Hice todo esto bajo el ojo de desaprobación de mi
esposa. En algún momento usted necesita dejar en libertad a su hijo para que realice ciertas tareas
– como podar el césped, hacer reparaciones en la vivienda, trabajar en el coche o hacer un
presupuesto de su mesada – sin la ayuda de nadie. Necesita que se le presente el reto al enseñarle
a realizar tareas difíciles, y entonces hacer que las termine, y que las haga bien. Presentarle el reto
y exigirle cuentas por estas tareas pequeñas le enseña las destrezas necesarias para perseverar en
situaciones difíciles más tarde en la vida. También, al permitir que resuelva las circunstancias
difíciles por cuenta propia – como hacerle que trabaje para pagar el cristal de la ventana que
rompió con una pelota – le enseña a ser responsable por sus acciones.

A veces esto produce tensión entre usted y su hijo. Sería mucho más fácil dejarlo ser
menos de lo que es capaz de ser. Pero persista. Cuando su hijo sabe que usted confía en él,
asimilara la imagen que usted tiene de el: la imagen de un joven competente que le da Dios para
hacer que usted se enorgullezca de él.

“Todo hijo quiere vivir a la altura del nombre de su padre; todo hijo quiere ser sólido,
valiente, tierno y capaz para que su padre, por encima de todos los demás, diga de él: “has vivido a
la altura de tu apellido, hijo. Me siento orgullosos de ti”⁷.

John Maxwell lo dice así: “Solo cuando somos probados bajo presión descubrimos la
verdadera naturaleza y profundidad de nuestro carácter. Si nunca permitimos que nuestros hijos
sufran en tiempos difíciles, los privamos de la alegría y recompensas de cultivar un carácter fuerte.
Los seres humanos pueden decir tofo lo que quieran en cuanto a sus valores, pero cuando la
presión crece, descubren cuales son en realidad sus valores”⁸.

Por eso es importante resistir el impulso de estar rescatando siempre a nuestros hijos.
Existe una línea fina entre brindar respaldo y socapar. Su hijo tiene que aprender temprano a ser
responsable de sus acciones no solo ante usted, sino también ante el mundo. Sus decisiones como
hombre tendrán ramificaciones de largo alcance. Él tiene que saber que aunque usted siempre
será su padre y estará de su parte, el estará sujeto a las consecuencias de sus decisiones. Mientras
más pronto aprendan la lección, más fácil le será la vida.+

He aprendido el valor de las lecciones que Dios me enseña con las pruebas. Si yo hubiera
sido “rescatado” de la adversidad por un padre rico o se me hubiera permitido triunfar al nivel
socioeconómico que deseaba, tal vez nunca habría estado dispuesto a seguir la voluntad de Dios
en cuanto a mí. Dios uso experiencias duras para entrenarme a fin de que fuera un buen
mayordomo de los dones de ministerio que me había dado.

Como representante de Dios en la tierra, usted puede ayudar a su hijo a aprender estas
lecciones temprano en la vida, y tal vez Dios no lo hallara a él tan cabeciduro como yo he sido.

Ceremonias
Conforme los muchachos avanzan en la vida, necesitan ceremonias a fin de saber que han
llegado a ser hombres. Muchos hombres nunca saben cuándo ha tenido lugar esta transición. Por
cierto que yo no lo supe. Incluso después de haber tenido un hijo, no estaba seguro de que
convierte a un muchacho en un hombre. ¿Fue la primera vez que tomamos cerveza? ¿tal vez
cuando se graduo de la universidad o compro el primer coche

También podría gustarte