actriz se puso la Corona de Inglaterra en dos ocasiones, la última hace más de una década. El prolífico talento de la ganadora del Oscar requería de un territorio más vasto, y nada más idóneo que la ostentosa Rusa Imperial que Sky ha creado a su antojo, siendo como es descendiente de un coronel ruso y nieta del carnicero de la Reina Victoria. Pena que, por el camino, esa Catalina la Grande que tanto esfuerzo puso en aprender el idioma tras ser prometida al futuro zar Pedro III y su séquito no solo perdieran el acento, sino que ganaran todavía más en el de inglés cerrado .
La miniserie sobre Catalina la Grande, una miniserie de cuatro episodios que se
puede disfrutar en Sky España desde este jueves, es atrevida y elegante. Hereda el vacío de «Juego de Tronos», pero no necesita recurrir a dragones ni a una horda de zombis para activar la trama. Le basta a esta ficción europea con mirar al pasado, a la historia de una mujer poderosa que no tuvo complejos en ilustrar su imperio leyendo a Voltaire y cambiando de amantes. El que más le duró fue el estadista y militar Grigori Potiomkin, su «consorte», interpretado con solvencia por Jason Clarke. Precisa a grandes rasgos en la historia que relata –como la inquina de los hermanos Orlov y el ojo que le arrancaron a Potiomkin–, cojea sin embargo en el rango de edades de los dos amantes más conocidos de la zarina, pues Catalina la Grande solo le llevaba una década a Potiomkin, mientras que el Orlov que ejecutó al zar fue el menor y no el de más edad. Cuidando al detalle los decorados y el vestuario de ese gigante ruso que la emperatriz procedente de Prusia modernizó a costa de quedarse aislada, «Catalina la Grande» no escatima en gastos sino en personajes. La economía de protagonistas sirve para mostrar una mirada certera a la camarilla de íntimos que rodearon a la zarina, desde sus amantes y consejeros, como Grigori Orlov y su hermano Alexéi –asesino de Pedro III–, hasta su hijo, el breve Pablo I, y la condesa Praskovia Bruce, que compartía con la emperatriz el entusiasmo sexual y se convirtió en «l'éprouveuse», la «catadora de amantes».