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G, Pico de la Mirandola (1463-1494 El Renacimiento no es una ides, una teori, una ideologia 9 una cortentehistricao cultural El Renacniento son me hombres: Leonardo, Ficino, Miguel Angel, ete. Yel ene siento es timbin Giovanni Pleo de la’ Minéndola (1463. 1494). ET resume en su persona, en su vid y en su ob lo gue el renacimiento significa y sugiere para nosotes Ton hom, bres del siglo xx. Ya Tomés Moro lo vio y lo present como al representante y paradigm del homie modcreo Lacorta vide de Pico dela Minindola ~trcina) un afos— significa Ia earera de un borbre hacia Ta verdad, lr len, |x losota, Ta teologia, hacia la ibertad y Ia paz que tous se humane eb ern Po fowl nian ele ue recorreTialia y Bauropa en busce de la sabiduria para volver 2 vivilay expresirla en Florencia. Peo aeude @ econ eg, oriental, arabe yjudla para busca ia atmonfa, luni {ais concordiay i pen el saber Pods ide tt ida por el ania de saber, por la bisqueda de I nidad dela paren Ia libertad En efeet, despues de haber estudiado en Bolonia y en Ferrara, pasa « Padua donde entra en contacto con les’ave rrostas Be aqui pasa fa universidad de Parts buscando el acercamiento a los filésofos drabes y escolésticos del tiempo. 107 118 Humanismo y Renacimiento En 1485 regresa a Telia con la decisin de abrir una gran dlscusién sobre 900 tsiso propesicones. Para ello convocs a Roma a sabios de dstinas especalidades, Condenadas como ericas algunas de estas proporcioncs,buye a Francia, Se establce finalmente en Mlorenca donde gora de la amistad de Lorengo el Magatico, de Fcino, de Poliiano y del mismo Sivonarola Su encuentro. con estan personas cnstcuye el momento mis ineresinte y fecundo Ge au vida. Mucte en Florencia, en 1594, envencnado al parecer por sa sceettio. tines po 30a» aod fee «ll, Peo nos ha dejo Sgunas bral como su Apologia, carta 8 Hermolag Bérbao, el Heptaplus —comentaio Genesis (1489); De ente ef so en ue intenta una ntsis entre el ststtelismo y platonismo (1992). Como obras péstumas Tue- ton publicada las Disputationes advereut astologor —na Crea de a astlogia, iat Concasiones— desatollo de las 900 tesis que hubie preparado pars Ie dispute de Roma; y el Conn’ yacancion Seats Sw obra principal, no obstante, y por Ia que ha. pasado. a ta hincrs Gin Bre de cits Fomine Oeil o ie uso sobre is dignidad del hombre, Esta Oracién 0 discurso fstd concebida como una introduccin Ia dispita qu sobre ins 900 tess habia de sostenerse en Roma, Se la ba liamado at manfirto del renacimiento italiano. En realidad es 10 mejor que Pico nos a dejar el hombre como centro de su reflexion EL punto de partida del discurso es I supetiridad —la singulsidad més bio del hombre sobre las demée cia. tie" La indeerminacin de ls natutleea humana permite al fhombre escoger libremente sa ser fo cola fentea Ia alter hativa de depradarse entre los brotos 0” de reqeneratse eh Dios. El hombre es el puente, In cdpula del mundo. Pero este repenerarse no es mas que el renacer del hombre, renowacion {qe todo el Renacimiento fiend scr ‘Ahora bien, el camino del Renacimiento es la woelta a los antguos. Em ellos e encuenta el camino de la sbiduria pi ficadors y liberadors. La cena moral dominaré el ippetu de las pavoncs, Ia flosofa natural evard al hombre de un tstadio'a otro dela natoralea; Ta tcolgta le aeread a Dios Pro ln segenetacion no se fectuard mas que en la pat y Por In pus, Ese cel fin del hombre, V esta pax x una pa rel glosaa la que condoce slo la tcolopl, una pas ania por foe pitapéricos y que se contiene shora en el mensaje crs G.Pico de la Miréndola uy to, Pero ademés esta paz se hallaen todas las manifestciones del pensamiento: desde los pitagsicot a Patcn y Aristeles, dleade los neoplaténico a los escolisticos, desde los averolstas ala edbala y ala magia. Se impone, pues, le vuele al print ia: la vuelta a Dios ya st mismo. Pico de la Mirindola, en efecto, es un investigedor insa ciable —como él mista nos dice en su discurso—, Encontra mos en su obra clementos muy diversos tomados del plato- rismo y del arstotelismo, de la clbala y de la magi, de la Seals mea, ao, ada y ip Es ore fis que no llega a una sintesis profanda, Su platonismo se tmanflesta en ef interes scligioso Ge su especuacon, "Antes de disponerse # ler el Discurso conviene que el lec- tor sepa qué clase de obra tiene delante. En su origen, el Discurso a Oractin sobre la dignidad del hombre no es inis aque la obligada presentacién de sus célebres Conclusiones 0 ‘esis que en 1486 fijra en las puertas de Roma, En su pot mera redaccién aparece con el simple tfulo de Oracin 0 Discurso, En la ediién de 1557 aparece con el ftulo de Ore ibm 0 Discurto sobre la dignidad del hombre, stngte, como €s logic, tal titulo no se debe al autor. Asi ha pasado a la Fistotia hasta nuestros dls ‘Como disctso w ofseién que es su redaccién forma un bloque compacto tin divisions a ttul. Ediciones postesio res dstinguen dos partes: ung, la propiamente dicha oracin introductoria a In disputa de las 900 proposiciones 0 conclur is. Con esta primera parte introductria. quiere atraet Ta benevolencia de los destinatarios, los hombres frente alos les ha de defender las tess. Bropiamente hablando, no jene una conexién directa con las 00, proposiciones, sta Primera parte —que ae extiende del n.l'al 12— introduce el tema del hombre que sin dda constituye Ia razén del et fo. EI hombre no es algo cerrado y hecho, como los animales; 10 es definible, como lo hiieran los excolisticos. «La cualidad ‘nica del hombre consiste en que se forje a at mismo, en {gue forma y conforma sa propia naturslens. El concepto de ‘atraleza humana se ha welto. dindmico (an. 13). Desde ein. 412 tatard_de mostrar los caminos que el hombre ha Ge seguit par Hogar a su plona ealzacica ¥ Agnes Helle, El hombre del Renacimiento, Barcelona, 1980, p. 456. 10 Hmanismo y Renacimiento Discurso sobre la dignidad del hombre La segunda parte (nn, 13-31) es apologétiea. Comienza con <1 clogio de Ia filosoffa y su incarsién en los diversos campos de Ia filosofia y de laciencia, BIBLIOGRAFIA pee tans ‘ate texto ofgial hemos tomado nuestre traduccion, ae mt Be Han de ee Cr a at 8 de los sabes he leido el caso del sarra- eno Abdalah, Preguntado sobre qué eta lo que més digno de admiracin aparecia en esta especie de teatro del mun. do, respondié: «nada més admirable que el hombre», Esté de acuerdo con aquella sentencia de Mercurio: «qué gran milagro es el hombre, oh Asclepio» ?. Daba vueltas | yo.a estos dichos y trataba de explicarlos sin llegar a con. veneerme del todo de lo que muchos afirman sobre la excelencia de Ia naruraleza humana. Afirman, en efecto, due el hombre es el vocero de todas las criaturas; empa. rentado con los superiores y rey de los inferiores, Intér. prete de la naturaleza por la perspicacia de los sentidos, la intuicién penetrante de su razén y la luz de su inteligen cia. Puente entre la eternidad estable y el tiempo fluyente Gépala del mundo, y como su himeneo, segtin los per 2 Mercurio o Hermes, dios de ts sabidurta, En este caso se tefiere a la serie de esctitos herméticor —Azclepius I, esettes ‘eopitagéricos que recogen la doctrina herinética 1 racecar 12 Humanismo y Renacimiento sas. Un poco inferior a los Angeles, segsin David. Todo esto et clerumente muy grande, peto no la rain princ pal, segiin ellos, para apropiarse el privilegio de concitar con justicia la maxima admiracin. 2Es que no se ha de admirar més a los mismisimos Angeles y a los felicisimos coros celestiales? i6 Hegar a ent cs el set vivo yel ‘por tacién. Y llegué a entender también cutl es la condiciin gue le ha cabido en suerte dentro del Universo, que le hhace despertar la envidia no s6lo de los brutosp-igo de las estrellas y de las mismisimas inteligencias s4j,:}mun- danas. Cosa increible y admirable, gy podria ser de otra manera si por ésta su naturaleza el hombre es llamado y reconocido con todo derecho como el gran milagro y mal admirable? 1, Escuchad atentamente, Padres, el sentido de Ja condicién humana, prestando vuestra humanidad a mi em- peiio. Dios, Padre y sumo arquitecto, habia construido ya esta casa del mundo que vemos, templo augustisimo de Ja divinidad, segiin las leyes de su secreta sabiduria. Y habia adomnado las regiones sidéreas de inteligenci poblando las esferas etéreas con almas inmortales, llenan- do las partes fétidas y pttridas del mundo inferior con toda clase de animales, Pero, acabada su obra, el_ gran Artifice andaba buscando alguien que pudiera apreciar el sentido de tan gran maravilla, que amara su belleza y se extasiara ante tanta grandeza, Por eso, una ver acabada Ja obra, como atstiguan Moissy Timeo, pens6 en crear al hombre*, No habialzal arquetipo sobre el que forjar una nueva raza, ni més tesoros que legar como herencia a la nueva criatura, Tampoco un sillén donde pudiera sentarse el contemplador del universo. Todo estaba lleno, todo orde- nado en dtdenes sumos, medios e infimos. Pero no po- dia faltar en este parto postrero, por agotada, Ia potencia 3 Génesis, 1, 3; Platén, Timeo, 41b y ss G.Pieo de la Miréndola 123 creadora del padze. Ni podia titubear su sabidutfa en cosa tan necesaria como carente de consejo, El amor generoso de aguel que un dia ensalzaria le gencrosidad divina en Jos hombres no consentia condenarla en sf mismo El mejor Artesano decret6 por fin que fuera comin todo Jo que se habia dado a cada cual en propiedad, pues no podia darsele nada propio. En consecuencia dio al hombre una forma indeterminada, lo situé en el centro del mundo y Je hablé asi: «Oh Adén: no te he dado nin. giin puesto fijo, ni una imagen peculiar, ni un empleo determinado, quella imagen y aquellas tareas que és los he prescrito una nature: leza regida por ciertas leyes. Ta marcarés tu naturaleza segtin la libertad que te entregué, pues no estés sometide 4 cauce angosto alguno, Te puse en medio del mundo para que miraras placenteramente a ta alrededor, contem. pando lo que hay en dl, No te hice celeste ni terrestre, ni mortal ni inmortal, Tit mismo te bas de forjar la forma ue prefieras para ti, pues eres el érbitro de tu honor, su modelador y disefiador. Con tu decision puedes rebajarte basta igualate con los brutes, y puedes levantarte hasta as cosas divinas aque desea, y ser lo que Los animales —dice Lucilio— traen ya del vientre de su madre lo que han de poser. Por su parte, los espiritus comenzarin a ser lo que serin por cteridades sin fin, desde el comienzo 0 poco después. Dios Padre sembré en el hombre al nacer toda clase de semillas, gérmenes de vida de toda indole. recerd y fructificard dentro del hombr ltivare. Si cultiva lo ve- si se entrega a lo sensual, a razn, se trensformard en telgencia, en. fngel © hi Bo noni ee ee) al centro de su unidad, él, que fue colocado por encima de todas las cosas, las superardé a todas, hecho un mismo 124 Humanismo y Renacimiento espfritu con Dios, envuelto en la misteriosa oscuridad del Padre. ¢Habré quien no admire a nuestro camaledn? 20 habit algo mas digno de admiracién? Con raz6n afi m6 el ateniense Asclepio que el hombre, por su natur leza versftl y capaz de transformacién, estaba simboliza- do en los relatos miticos por Proteo. 2. Acesto responden las metamorfosis de hebreos y pi- tagéricos. Porque la teologia hebraica convierte al Santo Enoch en dngel de la divinidad, laméndole ¥ yen otras diversas realidades. ‘Por su part tags ticos convierten a los, malvados en bestias, si damos fe a Empédocles*, también en plantas. Siguiendo su ejem- plo, Mahoma no dejaba de repetir: «Quien se aparta de Ia ley de Dios, se convierte en bruto.» Tenia razén, por- que la planta no es la corteza, sino su naturaleza ‘roma ¢ insensible, Ni los jumentos son su pellejo, sino su alma bestial y sensual. Como tampoco el cielo lo constituye el ‘cuerpo esférico, sino la recta razén; ni se es angel por no tener cuetpo, sino por poseer una inteligencia espiritual. Si_ves, pues, a alguien entregado a su vientre y arras- tnindose por el suelo, no es un hombre, es una planta, Si te detienes ante alguien obnubilado, como otro Cal ‘0, con vanos fantasmas, y entregado al halago acariciante de’ los sentidos, no es un hombre lo que ves, es una bes- tia. Si ves a un filésofo que todo lo interpreta a Ia luz a satin, vendre; un animal eet, no terreno, Y si ves a un contemplativo puro, olvidado dq" cuerpo J inti ead nono Se se cate oWades Be no es un animal de la tierra ni del cielo; es un numen superior vestido de carne humana, ‘€Quién, pues, no admirard al hombte? En las Sagta- ddas Escrituras —mosaicas y cristianas— se le nombra con Ia expresién «toda came». «Toda criaturan, ya que es él quien se representa, se constituye y_se transforma en la imagen de toda carne, en la obra de todo ser creado’, “T Empédoces, 117 (Diels) 5 Génesis, 6, 12. Evantes, flbsofo persa con gran infuencia en ls flsofos presocriticos, especialmente pitagérice (siglo vr a. C) G. Pico de-la Misindola rod Por ello, sin duda el persa Evantes, cuando expone la teo- Jogia caldea, afirma que el hombre no tiene, por sf mismo Yr acini “imagen propia, pero si muchas ex. as y advent . De ahi el dicho de los caldeos: wn mom eo ow om es decir: el hombre, ani- mal de pacers versatil y 3. esto ga qué viene? Para que, nacidos con esta conden, en aque debemos ser lo que que. ‘temos ser. Y hemos de procurar que no se diga de nos- ae «El es ¢ inconsciente es como ani- que perece>*, Que se diga més bien aquello del pro- feta Asaph: «Dioses e hijos sois todos del Alusimer No convirtamos en perdicién la opcién libre y salvadora que nos depard la generosidad graciosisima del Padre, usando mal de ella, Que embargue nuestra alma una santa de i conmeoternas con lo medic toy tratar de conseguirlo oon todas nue a es poder. Desechemos lo terreno, despreciemos lo celeste y volemos a la morada que est ids alld del mundo y préximo a Ia divinidad, dejando a un lado este mundo. Alli, como atestiguan los sagrados mistetios, ocupan el primer lugar los Serafines, los Que- — y los Tronos. Emulemos su dignidad y su gloria, ispuestos a no pasar a un segundo plano. Si queremos, ‘en nada les seremos inferiores. : : 4. Pero ecémo conseguitlo? ¢Qué hemos de hacer? Observemos fo sue hacen como ven, Si vitor cone ellos —y podemos vivir—, compartiremos su suerte, El Serafin es fuego de amor, el Querubin resplandece con el brillo de su inteligencia, y la firmeza de juicio del Tro- no le hace inconmovible. Ahora bien, cuando engolfados en una vida activa nos ocupamos con juicio equilibrado, de los seres inferiores, entonces nuestra solidez s firme como la de los Tro Pee pitegal ie rl contempt la obra al Artifice, y en el Artifice a la obri ‘Simo, 49, 21. 7 Salmo, 82, 126 Humanismo y Renscimiento los Querubines inundard de resplandor todo nuestro ser. Si con el amor nos unimos al tinico y solo artifice, el fue- go devorador nos inflamaré de repente como a los Sera- fines. Dios, juez de los siglos, descansa sobre el Trono, esto es, sobre el juez justo. Se cierne sobre el Querubin, es decir, el contemplativo, y su calor incubador lo hace germinat. Pues el aliento del Sefor se cernia sobre la faz de las aguas *, las que estan por encima del firmamento, Jas que en Job* alaban a Dios con himnos matinales, El ‘que es Serafin, es decir, amante, estd en Dios y Dios Gn €l Todavia tis: Dicey dl son'tne mione cow: Grose de es el poder de los ‘Tronos que aleanzamos juzgando, altisima la sublimidad de los Serafines que’ tocamos Pero ges posible juzgar o amar aquello que no se co- noce? Moisés amé a Dios porque lo vio, Y fue juez ante su pueblo por lo que antes contemplara en la montafia, El Querubin, pues, es mediador en nuestro empefio, nos dispone con su luz para el fuego serdfico y nos alumbra para el Juicio de los Tronos. Este es el nudo que une a las més altes inteligencias, el orden de Palas" que regula la filosofia especulativa, ‘A nosotros toca emular y ambicionar primero, y después digerir de tal manera que de alli pasemos a’ escalar las altas cotas del amor. De esta suerte, bien ensefiados y adiestrados, bajaremos a ponet en prictica las exigencias cde una vida activa. Se ha de mirar ademés —si queremos conformar nuestra vida con la de los Querubines— qué clase de vida es la suya, qué hacen, cémo se comportan, y dado que no podemos conocer esto por nosotros mis- mos —somos carne y sélo gustamos las cosas a ras de tierra—, acerquémonos a los Padres antiguos. Ellos nos darén noticia abundante y fiable de todo, como de cosas caseras y familiares para ellos. © Génesis, 1, 2. 9 Job, 38, 7. » Palas 0’ Minerva, diosa de la sabidur G.Pico de la Mirindola Ww 5. ¢Qué es Io que vio hacer a los ejércitos de los Querubines al ser arrebatado al tercer cielo? Pregunté- moselo al Apéstol Pablo, vaso de eleccién. Su respuesta, 4 través de su intérprete Dionisio ", nos dice que prime. 10 se purifican, después son iluminados y finalimente lle- gan a la perfeccién, Nosotros —Ios que anhelamos en la tierra Ja vida de ‘Querubins tra alma de los impale deo ‘mo- Debemos disipar la tiniebla de la razén con la dia \ketica y expulsar las inmundicias de la ignorancia y de los vicios. De este modo, nuestros afectos no se desboca rin indémitos, ni nuestra raz6n insensata delitard insen- satamente, Tnunde, pues, la filosofia natural nuestra alma, ya bien ordenada y putificada, y condiizcala al perfecto conoc miento de las cosas divinas. Y si no basta nuestro testi monio, preguntemos al patriarca Jacob, figura resplande- ciente en su trono de gloria. Este sapientisimo Padre nos instruiré, mienttas duerme acé en el suclo y vigila allé en lo alto. Y Jo hard en alegoria —asf les sucedfan a ellos todas las cosas—, mostrndonos que hay una escala que se apoya en la tierra y sube hasta el tltimo initas gradas. En Jo més alto se sienta el Sefior. Y los Angeles en contemplacién se suceden subiendo y bajando por las gradas # Si ansiamos, pues, parecernos a los Angeles, imitando su ejemplo, equign, pregunto, se acercaré a esa escala del Sefior con los pies’ sucios y las manos no bien limpias? No es licito al impuro tocar Ias cosas. puras, dicen las Escrituras, Entonces, ¢cusles son esos pies y esas manos? El ise any on tnte ic nam sl ce spore en laatcny qué es como el suelo del 5 @ esa capacidad que alimenta y devora, 4 Monje andnimpo (siglos vit d. C.), conocido como el Pseudo: Dionisio 0 San Dionisio Arcopayta, De Coelst Herargua, VIE © Géness, 28, 12.3. 18 Humanismo y Renacimiento ¢ incentivo de placer y maestra de voluptuosidad. Cera ae ea me tencia irascible que lucha por ella? Aliada al apetito, co- bra su presa al polvo y al sol, devordndola y refocilén dose adotmilada a la sombra. Hemos de lavar estas ma- thos y estos pies con la filosoffa moral, como un chorro de agua cotriente. Asi no seremos bajados de Ia escala como laicos © impuros. Se trata de lavar toda la parte sensual, en la que se asienta el halago del cuerpo, y que la retiene, agarrindola, como se dice vulgarmente, por el cuello, No bags] con esto si queremos seguir discurriendo por la estala de Jacob como compaiieros de los angeles. Previamente deberemos ser entrenados ¢ instruidos para avanzar debidamente grada a grada. Asi no nos caeremos rmunca de la escala y encaminaremos nuestros movimien- tos de subide y bajada por ella. Y una vez hayamos con- seguido esto —sea por via del discurso, sea por la ra 26n—, vivificados por el espititu de los Querubines, dis- curriendo por los grados de la excala, es decir, de la naturaleza, recorreremos todas las cosas con un movimien- to del centro al centro. Entonces, o bien descenderemos di- solviendo el uno en ia pluralidad —con fuerza titénica, como a Osiris— 0 ascenderemos, recogiendo los miembros de Osiris —devolviéndolos a ls unidad, con fuetza apo. linca. Para llegar, finalmente, a Ia consumacién y ala quietud de la felicidad teolégica en el seno del Padre que esté en lo més alto de Ia escala 6. 2¥ qué es, por encima de todo, lo que desea el Dios altisimo de los diez millones de espfritus que lo asis- ten? Preguntémoselo también al justo Job, que antes de venir él a la vida sell6 un pacto con el Dios de la vida. Y responders que la paz, segtin lo que leemos: «El que hace la paz en lo alto.» "'Y que sea intérprete el filsofo 8 Osiris, dios egipcio que sleanas Ja inmorilidad después de haber sido’ muerto'y descuartizado, y después de que su mie: ‘ros se esparcieran por distinas partes de Egipto, Daniel, 7, 10, G Pico de Ia Mixéndola 9 Em le las palabras del tedlogo Job, ‘puesto que ‘los pri de un orden supremo son interpretados, eae Cae inferiores, por un orden intermedio. pédocles distingue ralezas en la sor ceva 1s SE i OS jo. Esto lo expresa con los nombres de discordia y amis- tad, o de guerra y paz, segiin puede verse en sus poemas. Y se queja de que, lanzado al alto como un loco por la discordia y la guerra, profugo de los dioses, se ved arzo. jado al abismo *; oe Ur ralidad de discordias. Més que guetras civiles, lo que te- ‘emos en casa son graves e intestinas luchas. Sélo Ia filo- ‘sofia puede contenernos y poner ‘paz verdadera entre nos- otros, side veras queremos que no haya discordia y si buscamos aquella paz que nos eleve a lo alto, junto @ los excelsos del Sefior. Primero, la flosofia moral —si es que ‘slo buscamos una tregua con los enemigos— seré capaz de frenar el galope desbocado del multiforme bruto que hay en nosotros, parando las arremetidas, las furias y asal- tos del leén exterior. Después, si miramos més cuerda- Mente por nosotros y queremos la seguridad de una verdadera, &ta vendrd'a nuesteas manos llenerd fen cteces nuestros deseos. Pues tocadas de muerte las dos fieras, como puerca herida, sellarén un pacto it ible. de paz santisima entre la came y el espiritn el un insinuante y peleda. La filosofia natural apaciguard las discordias de la opinién, las desave- nencias que atormentan al alma inquieta, la dislocan y Le dengan, Y de tal manera los mari que nos per mita recordar lo dicho por Heréclito: «La naturaleza fue cengendrada por la guerra», y que, por esa misma razén, ‘Homero la denoming lucha. No es, por tanto, la flosofia la destinada a darnos la quietud y paz estables. Eso co. © Empélocles, 115 (Diels) Herdlto, 16 Diels), 130 Humanismo y Renacimiento rresponde y es privilegio de la teologia santisima, La filo- colle noe eatard el camino Ica tedlonta ysrd rues tro compafiero y nuestra gufa. «Venid a mi —nos grita- ré— todos los que estfis cansados. Venid y os aliviaré Venid a mi y os daré la paz que el mundo y la naturaleza no os pueden dar» *. 7. Volemos con ples aladoe —esex0 otor Mrcuios terrestres— a los brazos de Ia madre felicisima, pues tan suavemente nos llama y tan benignamente nos invita. Go- ccemos de la paz anhelada, paz santisima, con unién ind soluble y amistad undnime. Esa amistad en que todas las almas no sélo estén de acuerdo con una mente suprema, sino que de modo inefable se funden totalmente con ella Amistad que los pitagéricos dicen ser el fin de toda la filo- sofia, Es la paz de Dios en las alturas, la que los éngeles al descender @ la tierra anunciaron a los hombres de bue- na voluntad "; por ella esos mismos hombres ascendie ron hasta el cielo y se hicieron dngeles. Deseemos esta paz para los amigos, para nuestro tiempo, para Ia casa donde entremos, Deseémosla también para nuestra alma, de manera que por ella se convierta en morada de Dios. Descienda sobre ella el Rey de Ia Gloria, quien junto con el Padre ponga en clla su morada, después que la moral y la dialéctica hayan barrido todas sus inmundicias. ¥ des pués que se haya embellecido, como con pompa corte- sana de las distintas partes de ia flosofia, y haya corona- do los dinteles de las puertas con las guirnaldas de la teologia. Si por su inmensa clemencia se hace digna de tan gran huésped, recibird el hermoso huésped no como tal sino como esposo, engelanada con manto de oro, como vestido de novia, rodeada de la variedad multicolor de las ciencias, Ya nunca se separard de él, prefiriendo ser arrancada de su pueblo y de su casa patemna. Y olvidada de si misma, ansiaré morir para vivir en el esposo, a cuyos oj08 es preciosa la muerte de sus santos. Muerte, que ca- Lucas, 12, 24 9% Lucas, 2,'14 G. Pico de Ia Minindola BI brfa mejor amarla plenitud de vida, cuya mé fue Para los sabios el estudio y quehacer dela Hata fey Lagamoe venir tambicn a Mois mismo, rior a Ia fuente plena de inteligencia sacrosante Sine. fable, en la que los angeles se embriagan con su néctar Oigamos al juez digno de respeto que nos dicta sus leyes 4 Tos que habitamos en la desierta soledad de este caer o. «Los que estin manchados —dice— siguen neces tando de la moral. Vivan con el pucblo al descampado, como los sacerdotes de Tesalia, Icjos del tabernéculo de la alianza y en régimen de expiacién. ¥ los que ya han ordenado sus costumbres y han sido admitidos al santua fio no toguen las cosas santas. Que como cumplidos le- vitas de Ia filosofia ejerciten el servicio de la dialéctica, y sitvan desde fuera a los ritos sagrados. Una vez que he. yan sido admitidos a participar en los mismos —~ése es el ejercicio sacerdotal de la fildsofia—, que se entreguen 4 la contemplacién de la belleza policroma de la corte del Dios altisimo. Me refiero al cielo sideral, tanto al cande- labro celeste de los siete brazos como a los otros oma. ‘mentos de piel del Santuario. Y al final —geacias a la gxcelsa Teologia— penetraremos en lo més areano del Templo, sin velos e imégenes, para gozar de la gloria de 1s divinidad.» Esto es To que nos manda Mois, ¥-al mandar nos advierte, espolea e invita a que por la filo sofia —mientras podamos— nos vayamos preparando el camino a Ia futura gloria del cielo ®. a. 9. No slo Moisés 0 los misteris cri bia Je teologia antigua, nos muestra los bienes y Ia dig. nnidad de las artes liberales, en cuya discusin estoy em bargado, ® Decia Aristételes que los libros de Ia metafisica esta ban publicados y no publicados. 2Qué més? Afirma Orfgenes que Jesuctisto, maestro de‘vida, revelé muchas cosas a sus discipulos que étos no osaton escribir por no hacerlas comunes al vulgo. Y lo 1a Dionisio Areopagita. Este autor dice que los misterios més secretos de nuestra religiéa fueron trans- # Evdras. Este Esdras no se tefire al libro o libros bfblicos cx énicos. (Eodras y Nehemias), sino. al Esdras Apdcrifo, conocido como Esdras IV. Jesis Nave, sacerdote que aparece en este Libro. ‘Aiinal se alude a Mateo, 7, 6 ‘#1 Corintos, 2, 6. © Platon, Caria II, 312 dee 150 Humanismo y Renacimiento mitidos por los autores de mente a mente —sin escritu ra— mediante la sola palabra & wot elg vobv Buk uécov Aébyov. ¢No sucedié exactamente lo mismo cuando, por mandato de Dios, se habia de revelar la interpretacié auténtica de la ley confiada de forma divina a Moisés? Se llamé a esta revelacién cébala, que pata los hebreos vale tanto como para nosotros la palabra recepcidn. Y fue precisamente por esto: aquella doctrina no debia transmi- titse por documentos escritos, sino de boca a boca, como por un cierto derecho hereditario y como por succsivas y regulares revelaciones ®. sa zis Uma ver yuelos de Ia enutvdad de_Babilona jo el gobierno de Ciro —y restaurado el templo por Zorobabel—, los hebreos se aplicaron a instaurar la Ley. Esdras, presidente a la sazén de la asamblea, después de expurgado el libro de Moisés se dio cuenta ‘de que, por raz6n de los destierros, matanzas, huidas y cautivetio del pueblo de Israel, seria ya posible mantener Ia costumbre gstablecda por los anepasados de transmir Ia doctrina le mano en mano. Y vio que llegaria el tiempo en que se perderfan los arcanos de la doctrina que Dios le habia entregado, pues faltando las glosas, su. memoria se des- vaneceria pronto, Determind, pues, que —reunidos los sabios que habian quedado— cada uno de ellos pusiese en comiin cuanto recordase de memoria tocante a los secretos de la ley. ¥ les ordené que —bajo la fe de escribanos— se redactasen en setenta voliimenes —tal era el nimero de sabios del Sanedsfn— sus memorias. s pido, Padres, que no me credis a mi solo en esto gue digo, Escuchad las mismas palabras de Esdras. «Pasa- doe cuarenta dias, me habl6 el slsimo, dicendo: Haz paablico lo que esctibiste, que lo lean los’ dignos y los in- dignos. Pero habrés de conservar los setenta tltimos libros y se los entregards a los sabios de tu pueblo. En ellos esté a vena del intelecto, Ia fuente de la sabiduria y el rio © Cibala. Conjunto de doctrinas misticas y metatsias, de ca ter esotérico, desartoladas en el judafsm, sobre todo entre Jos Siglos Sarscvn. G. Pico de la Mirindola it de la ciencia. Y ast lo hice.» Esto dice Esdras al pie de Ia Tetra. Estos son los libros de la ciencia de la edbala, Es- das, con voz perfectamente clara, comenz6 afirmando que en éstos libros se encontraba Ia vena del intelecto: la teologia inefable de Ia superesencial divinidad; Ia fuente de Ia sabidurfa, es decir, la metafisica exacta de las for- ‘mas inteligibles y angélicas; y el rio de la ciencia o la fir- tisima filosofia de las cosas naturales". 29, Sixto IV, pontifice Maximo, predecesor del feliz: mente reinante Inocencio VIII, cuidé con todo empefio de que se publicasen estos libros en lengua latina para publica utilidad de nuestra fe. A su muerte, tres de estos libros estaban ya en manos de los latinos, Tales libros son tenidos hoy en tanto respeto por los hebreos que na die qu no tenga ls cnrenta ais puede tocarls; No sn pequefio gasto pude hacerme yo con ellos, y los he lefdo ‘con todo cuidado y sin reparar en fatigas, habiendo des- ‘cubierto en ellos —pongo a Dios por testigo— no tanto la religién mosaica como la cristiana. AIX encontré el mis- terio de la Trinidad, Ia Enearnacién del Verbo, la divi nidad del Mesis, Sobre el pecado original, la repatacisn que de €l hizo Cristo, la Jerusalén celestial, la cafda de los demonios, los coros de los Angeles, el purgatotio y s0- bre las penas del infierno, pude leer’ cosas iguales a las que Ieemos todos los dias en Pablo y Dionisio, Jerénimo y Agustin. Y por lo que a la filosofia se refiere, podréis oir de cerca a Pisigoras y a Platén, cuyas doctrinas son tan afines a la fe cristiana que nuestro Agustin no cesaba de dar gracias a Dios por haber eaido en sus manos los libros de los platénicos. En resumen: apenas si hay punto alguno de controver- sia entre nosotros y los hebreos. Tomando como base es- tos libros de los Cabalistas, se les puede retorcer el argu- mento y convencetlos, de modo que no les quede tineén alguno donde esconderse. Pongo por testigo de esto a ‘Antonio Crénico, varén eruditisimo, Este, estando yo co- miendo en su casa, oy6 con sus propios ofdos cémo Déc- as, TV, apbcrifo 12 Humanismo y Renacimiento tilo, hebreo perito en esta ciencia, terminaba entregado de pies y manos reconociendo la docttina cristiana de la Teinided™ 30. Vuelvo ahora a sefilar los principales capftulos dde mi disputa. Expuse mi manera particular de interpretar los himnos de Orleo y Zoroastro, Orfeo se lee entre los griegos casi entero. Zoroastro, entre los griegos, mutila do; entre los caldeos, casi completo. Los dos son padres y creadores de la sabiduria antigua. Paso por alto a Zo: oastzo, de quien los platénicos siempre hablan con suma veneracién. Por su parte, Jémblico, calcio, afirma que Pitggoras tuvo por modelo la filosofia érfica, plasmando y dando forma a su filosofia a tenor de la misma, Y la razén por Ia que consideran sagrados los dichos de Pité goras no es otra que su origen de las tradiciones drficas Be éstas deriva Ia docerina oculta de los ndmezos. Todo Jo que de grande y sublime tavo la filosofia griega mand ' de alli como de su hontanar. Siguiendo el uso de los anti | ‘guos tedlogos, Orfeo entretejié los sectetos de su doctrina ; : «con los adornos de la fantasia y los recubrié con ropaje postico. De este modo alguien podria pensar que en sus ios s6lo se conticnen fabulas y simples bromas. He querido decir todo esto para que se aprecie bien el trabajo y Ia dificultad que supuso para mi sacar de la cenvoltura de los enigmas y de los recovecos de las fabu- las los sentidos ocultos de una filosoffa arcana, Sobre todo, tratindose de cosa tan grave, tan oculta y tan inex plorada, y sin la ayuda y el estimulo de otros intérpretes. Y confesaré que fueron ésos mis perros los que me ladra- ron, tildéndome de amontonar naderfas sin fundamento, sélo para hinchar el bulto. ;Como si no hubiera aportado las cuestiones més intrincadas y controvertidas en las prin- cipales academias! ;Y como si no hubiera puesto a dis- posicién de aquellos mismos que me denigran y se tienen G. Pico de Ia Minindla 153 pot los filésofos més encumbrados muchas cosas comple- tamente desconocidas e insospechadas! Diré mAs todavia. Tan lejos estoy de ese reproche; que he tratado de reducir el niimero de tesis de la disputa. De haber querido partirla en sus miembros y desmenu- zarla —como hacen otros—, habria alatgado el nimero hasta el infinito. Y dejando’a un lado los otros temas, equign no sabe que un solo tema de los novecientos —a Conciliacién de las filosofias de Platén y Aristételes— podria haber sido diluido en otfos seiscientos, y atin mas, sin caer en Ia sospecha de mi empefio en la abundancia de los puntos? Bastaria con resefiar tan s6lo uno por uno todos los passjes en los que piensan otros que disienten y que yo juzgo que concuerdan, Diré ademas —aunque sin modestia y contra mi manera de ser, forzado a ello pot los envidiosos y detractores— que con esta disputa uise dar fe no tanto de que es mucho lo que yo sé, cuan- to de que sé fo que muchos no saben. 31. No se prolongue ya més mi discurso, para que todo ‘esto pueda salir a la luz, Padres venerabilisimos. Vengamos ya a las manos, doctores excelentisimos, para gue se cumpla westro deseo, pues Yeo —n0 in gran complacencia por mi parte— preparados y cefiidos a Ia espera def combate que se augura fausto y feliz, como al son de clarin de guerra que nos llama. Fin del discurso de Giovanni Pico de la Miréndola, sobre la dignidad del hombre.

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