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El color de las sombras en el paisaje (I)

¿Cuál es el color de las sombras?. Una pregunta tan usual como complicada de contestar.
Se que es un tema que interesa y muchísimo y que algún día en este Blog tenia que tratarlo sí o sí porque
¿qué pintor no se ha hecho alguna vez esta pregunta?.
Como siempre, os voy a dar mi opinión al respecto. Una opinión que en esencia coincide con la
actualmente aceptada por todos pero que yo he querido que tu comprobases por ti mismo el porqué
debemos aceptarla y en que principios del color se basa. No me gusta que mis alumnos se aprendan algo
porque sí, porque lo digo yo, prefiero que entiendan las cosas en vez de memorizarlas.
Pero antes de adentrarnos en el asunto, quisiera aclarar que nos vamos a referir a el color de las sombras
en «EL PAISAJE» y no a cualquier tipo de sombra, porque considero que mientras existen tratados y
numerosos manuales que podeís consultar por vosotros mismos sobre el color de las sombras proyectadas
por un cuerpo opaco como consecuencia de recibir una iluminación focal (en un bodegón por ejemplo), es
mucho más complicado conseguir esa información cuando se trata de las provocadas por la iluminación
natural de nuestro astro rey, el sol; es decir ¿De qué color o colores debemos pintar las sombras en
nuestros paisajes?.
Pero es tan extenso el tema que he preferido (después de varias horas escribiendo) que lo voy a dividir en
dos partes porque realmente son dos cuestiones distintas, o mejor dicho, son dos tipos de sombras
principalmente con las que nos vamos a poder encontrar en casi cualquier paisaje. A) Las sombras que
proyectan los cuerpos opacos (sombra proyectada) y B) Las sombras propias de esos mismos cuerpos
opacos que denominaremos (sombra propia y reflejada).

Aclarado esto, ¡vamos con ello!.


En ambos tipos de sombra impera o es aceptada la teoría clara y pacífica que he podido leer y ver a varios
autores que nos dice que.
• A luz cálida, sombras frías.
• A luz fría, sombras cálidas.

Dicho así resulta fácil. Es más… ¿para qué seguir comentando esto cuando la respuesta es clara y
meridiana?. No creas. Verás que no lo es tanto, o mejor dicho, en la sombra propia y reflejada, lo es, pero
no hay que tomárselo al pié de la letra cuando nos pongamos a pintar porque aquí si que nos podemos
encontrar otros tonos que rompen la regla general.
Vamos a ver pués, en primer lugar, si esa opinión general es correcta en las sombras proyectadas (A) y el
porqué debemos darla por acertada observando la propia naturaleza y el natural comportamiento físico del
color en relación al propio de nuestros sentidos. En otro Post abordaremos las sombras (B) propias y
reflejadas.

¿A luz cálida, sombras frías y a luz fría sombras cálidas?… ¿Es verdad eso?.
Hace ya tiempo, cuando ya dispusimos de los programas de edición de imágenes en nuestros ordenadores,
hice una prueba que por sí sola me confirmó que en verdad esto era así. Por cierto, recuerdo que esta
misma prueba me ratificó la idea que ya tenía de que el color en pintura «no se ve» sino que «se deduce»
como digo y mantengo en mi libro.
El experimento fué el siguiente. Cogí una fotografía de un paisaje donde la luz me parecía cálida y otra
donde lo era fría; a continuación con el efecto de saturación, o mejor dicho, intensificando manualmente la
«saturación del color», haciendo que los colores fuesen más luminosos y no tan quebrados observé que
efectívamente las sombras, que en un principio no hubiese sido capaz de apreciar si eran cálidas o frías se
mostraban, ahora sí, con esa tendencia cálida o fría de manera evidente.
Obsérvalo por tí mismo en estos ejemplos…
Esta imagen que pongo a continuación es evidente que pertenece a un paisaje frío. Las sombras, como
verás, es difícil decir si son cálidas o frías. ¿No?.

Pues bién… Intensifiquemos la saturación del color.


Como es difícil, aún así, apreciar la temperatura del color, con Photosohp tomé muestra y aclaré un poco
el color de la sombra que sobre la tierra arroja la hermita y del propio color en sombra de la nieve a la
izquierda. Ahora si podemos ver que la primera es evidentemente cálida y la segunda es de un azúl con
tendencia cálida (azul ultramar). Es decir… se cumple la máxima que decíamos. A luz fría, sombras
cálidas.
Ahora un paisaje con luz cálida.

Deduzco que és cálida la luz ambiente de este paisaje por la tendencia cálida de los verdes. Las sombras
del acantilado, en principio, es difícil de apreciar su temperatura. Hagamos lo mismo que antes,
modifiquemos la saturación del color con Photoshop.
El algodón no engaña… Fijaros cómo ahora las sombras del acantilado se nos muestran azules, violetas y
verdes, (tambien algunos matices cálidos de la sombra reflejada de la que hablaremos en otro post), es
decir, con tonos fríos. Luego la máxima que decíamos se cumple al cien por cien cuando forzamos la
luminosidad del color de forma artificial en una fotografía.
La naturaleza pués, al menos ante el objetivo de una cámara, se nos muestra de forma natural tal y como
dice la teoría; lo que ocurre es que nuestro sentido de la vista, por un lado, no es susceptible de manipular
manualmente como un programa informático, y por otro sabemos, que sí es mucho más complejo en
cuanto a las infinitas percepciones del color y sus variantes que una cámara, sin contar con el proceso de
interpretación que hace nuestro cerebro de la información que recibe no sólo de una imagen fija (como
hace una cámara) sino de todo un entorno tridimensional de luz y de color.  Importantes diferencias en la
percepción del color entre una cámara y nuestra visión que, antes de llevanos a una conclusión definitiva
sobre el tema, nos debe hacer pensar y plantearnos porqué debemos llevar no obstante a nuestras pinturas
esta «regla general» aunque no percibamos por nuestros sentidos esta realidad como de forma tan
manifiesta lo capta una cámara fotográfica.
¿Porqué siempre digo y mantengo que el color en pintura no se ve, sino que se deduce?. Pues mira… Ya
con el ejemplo que hemos puesto habrás podido observar que a no ser que manipulemos el color en las
fotografías es muy difícil, o casi imposible, apreciar con absoluta precisión la temperatura de los colores
de las sombras, pero sin ver esos tonos cálidos o fríos DEBEMOS SABER que lo son, o al menos,
debemos deducir QUE LO SON.
Pero es que si observamos o vemos nuestro entorno directamente en la propia naturaleza, en nuestro
sentido de la visión se produce idéntico efecto que en la fotografía como tu mismo vás a comprobar.
Vamos a ver un curioso efecto óptico que al menos a mí me ayudó a dar una explicación razonada del
porqué debemos aceptar la teoría que estamos viendo en cualquier caso.
Haz lo siguiente: quédate mirando a la cruz negra que hay dentro del cuadrado amarillo durante 30 o 45
segundo. Luego dirige tu mirada a la cruz negra que tiene a su derecha sobre el fondo blanco.
Luego haz lo mismo en la imagen inferior. Primero la cruz sobre fondo añil y luego la que está a su
derecha.

Habrás visto cómo en el primer caso viste un cuadrado añil o violeta que no existe en el fondo blanco de la
cruz de la derecha, y en el segundo caso lo viste amarillo sin estar tampoco.
Es decir nuestro sentido de la vista recoge la información del color reflejado existente y nuestro cerebro es
capaz de hacernos ver colores no reflejados e inexistentes. Una afirmación que tampoco es cierta por
cuanto el blanco (recuerda) refleja todos los colores del espectro de la luz. Lo cierto es que cuando
nuestros sentidos se saturan de un solo color, cuando éste desaparece o no lo percibimos con tanta
notoriedad, nuestro cerebro intensifica la información de su opuesto, es decir, de su complementario
haciéndonos ver lo que de otra forma no veríamos.
Luego, en principio, no solo vemos colores reales; nuestro cerebro también nos puede hacer ver otros que
no existen o no percibimos con tanta evidencia. Y eso es exactamente lo que ocurre con el color de las
sombras en los paisajes, un efecto óptico o «espejismo» de color que inconscientemente percibimos
aunque no obedezca a ninguna ley física.
Fíjate ahora como en el ejemplo anterior se sigue cumpliendo igualmente el principio o norma general.
• Fondo amarillo (luz cálida) sombra imaginaria añil (sombra fría);
• Fondo añil (luz fría), sombra imaginaria amarillo (sombra cálida).

¿Qué ocurre entonces cuando vemos al natural la sombra de un árbol sobre el suelo o de una casa, o de
una roca… etc.? pues que percibimos inconscientemente ese efecto óptico debido a que como bien
sabemos, la teoría nos dice que:
• La luz de nuestro astro rey, el sol, no es blanca, sino la suma de siete colores (rojo, anaranjado,
amarillo, verde, azul, añil y violeta).
• En función de la hora, el lugar geográfico y la estación del año, la luz del sol siempre tiene un
predominio de uno de estos cuatro colores, (amarillo, naranja, rojo o azul) es decir, nunca esa luz
del sol emite por igual y en idéntica intensidad todos y cada uno de los colores del arco iris. De ahí
que hablemos del concepto que existe en pintura del «color ambiente» como el color de la luz del
sol (en nuestro caso) que predomina o tiene mayor presencia en un determinado paisaje.
• Por otro lado, sabemos que la luz (y con ella los colores) se transmite o viaja en el espacio
linealmente, produciendose la sombra cuando un objeto opaco se interpone en su trayectoria.
• Por último, sabemos que nuestro sentido de la vista no es capaz de visualizar individualmente cada
color que compone la luz a no ser que se produzca una reflexión en un cuerpo opaco. Es decir,
nuestros sentidos no ven los colores viajando (digámoslo así) en el espacio,. sólo los vemos cuando
un cuerpo opaco los refleja todos o solo alguno de ellos absorviendo el resto.
Luego, imagínate que estás en el campo un día caluroso a las tres de la tarde. Todo el espacio
tridimensional que te rodea y lo ilumina todo es de una luz amarillenta, es decir, tu sentido de la
vista está saturado (aunque sea de forma involuntaria) de ese tono amarillento de la luz que se
refleja allá donde directamente dé el sol. De pronto, miras a la sombra en el suelo de una casa que
ya no recibe directamente ese tono amarillento y ¿qué ocurre?, pues igual que cuando vimos el
cuadrado amarillo, allí donde no estaba el amarillo nuestro cerebro potenciaba la impresión de ver
su complementario, es decir veremos o tendremos el efecto óptico de que esa sombra es de un color
frío como lo es el «añil».
Y es así de sencillo. Nosotros pintando debemos plasmar con nuestros colores lo que el ser humano
percibe con sus sentidos y de la misma forma en que lo hace para que nuestro trabajo sea creíble.
Luego, llegamos a la conclusión definitiva, tanto si nos inspiramos de la naturaleza como si lo
hacemos de una fotografía, que cuando nos pongamos a pintar las sombras proyectadas de
nuestros paisajes debemos observar antes y determinar la temperatura del color ambiente si es
cálida o fría para tras ello «deducir» si el color de las sombras debe ser cálido o frío.

Pero espera que esto aún no ha terminado. Nos quedan que ver algunas cosas muy importantes sobre este
asunto. La primera es que, como dije casi al inicio, esta regla que acabamos de estudiar no debemos,
cuando pintamos, llevarla a rajatabla hasta el extremo de producir el efecto contrario a lo que nos
proponemos, es decir, hay que aplicarla con moderación y mesura pero siempre observando el otro
principio que sobre el color de las sombras existe que igualmente es también aceptado por la inmensa
mayoría de los autores.
Este principio nos dice que el color de las sombras es:
El propio color del cuerpo opaco más oscuro o intenso, mezclado con su complementario, más
azul si no es ninguno de los anteriores.
Según pues este principio, todas las sombras llevan azul, luego son frías. Y pregunto yo… ¿Qué color
quebrado no lleva azul? NINGUNO, absolutamente ninguno como a ninguno le falta amarillo o rojo. Lo
que quiero decir es que cuando te pongas a pintar una sombra pienses en lo siguiente:
• ¿De qué color es el color del cuerpo opaco que tengo que pintar en sombra?
• ¿Cuál es el color ambiente del paisaje? ¿Rojo, azúl, amarillo o naranja?

En función de eso haz lo siguiente.


1.- Determina el color del cuerpo opaco (imagina la tierra del campo): Sería un naranja quebrado, es decir
(naranja + azul ultramar + blanco).
2.- Ahora oscurécelo (naranja + azul ultramar)
3.- Añádele un poco más de azul ultramar (complementario del naranja)
4.- Como ya le hemos añadido azul ultramar no necesita añadir más a la mezcla.
Y por último…
5.- Si la luz ambiente es cálida, le añades un poco más de azul, es decir le das a la anterior mezcla una
tendencia más fría. Si la luz ambiente es fría, le añades un poco más de naranja para darle una tendencia
más cálida.

De esta forma estamos haciendo reales y estamos aplicando ambos principios tal y como acabamos de
estudiar.
Lo dicho, como ya sabes, es con respecto a las sombras proyectadas y algunos conceptos sobre la sombra
propia de los objetos, pero aún nos queda por ver de qué color debemos pintar las sombras propias y
reflejadas. Un tema muy interesante para todo pintor paisajista por cuanto, y en especial, nos centraremos
en cómo pintar una fachada de un edificio o casa en sombra. Pero eso lo veremos en el siguiente artículo
que próximamente me comprometo a publicar.
Espero que te haya gustado, y si es así solo te pido que lo compartas o dejes tu comentario.
Un cordial saludo
Hangel Montero

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