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24/07/2017
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Alguna vez os hemos comentado que hay un vino para cada momento, y desde luego que
hay un vino para cada plato. El maridaje de viandas y caldos es fundamental para
captar todas las esencias de unos y otros. ¿Pero os habéis parado a pensar que
probablemente haya un perfil de vino para cada persona? ¿Somos lo que bebemos? ¿Hay
un vino para cada personalidad? ¿Podríamos darle una vuelta al refranero popular y
decir eso de: dime qué vino bebes y te diré quién eres? Posiblemente.
Así que, si vas a regalar un vino a una persona extrovertida, divertida y con
espíritu joven seguramente busques sabores afrutados que aporten frescura al
momento que paséis juntos. Un vino blanco, un albariño, sin ir más lejos, se
asemeja una opción indicada en ese caso. Si la persona homenajeada es explosiva,
llena de vitalidad, e irradia energía, podríamos pensar en agasajarla con un vino
espumoso en el que las burbujas den rienda suelta a toda su personalidad y
remarquen su modo de ser. Nada que ver si pensamos en un caldo para alguien tímido,
apocado… es decir, todo lo contrario a una persona lanzada. En ese caso buscaremos
una opción llena de suavidad. Un tinto joven quizás podría ser una opción.
Pongámonos en el caso de que viene a cenar a nuestra casa una pareja de amigos
comprometidos con el cuidado del medio ambiente ¿Por qué no elegir en ese caso una
opción ecológica y respetuosa con el entorno? Un vino fruto de unas vides cuidadas
con esmero, pero bajo parámetros que respondan a las inquietudes de vuestros
invitados.
Cálidos, con carácter, humildes, elegantes, hay tantos caldos como personalidades
Hay vinos que, como algunas personas, son cálidos, te arropan y cobijan bajo su
manto con un halo protector que te rescata de la monotonía, pero sin estridencias.
Vinos como los rosados que te hacen sentir seguro y en casa con cada sorbo que das
a la copa en la que te lo han servido. Son, como los amigos de toda la vida, esos
que te dejan ser como realmente eres y ante los que tu personalidad fluye sin
ataduras y sin cortapisas.
Desde luego, hay personas y vinos con carácter, rotundos y con las ideas claras. Lo
que ves es lo que hay. Puede gustarte o no, pero una persona con carácter no
modificará su postura por intentar gustarte. Así, un vino con carácter, un reserva
por ejemplo, permanecerá fiel a su estilo sabiendo que habrá quien sepa catar sus
virtudes y apreciar todo aquello que lo hace diferente.
Hay, también vinos viajeros, que te llevan a otros lugares de la mano de sus
matices. Como esas personas que no paran de conocer rincones mágicos por el mundo
adelante y empaparse de nuevas culturas, de olores, de sabores y del espíritu de
las gentes que se cruzan en sus viajes. Los vinos son también parte del paisaje de
los lugares que visitamos, se llenan de sus aromas y nos los trasladan en cada
sorbo. Cada vino es, en sí mismo, un viaje a la tierra que lo vio nacer.
No olvidemos a los vinos generosos, de esos que te embriagan y te lo dan todo desde
el primer trago al último. Un tinto de crianza podría ser el caso. Seguro que
conocéis a gente así, entregada, que siempre está cuando los necesitas y que te dan
lo que tienen sin guardarse nada en el bolsillo.