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- Abuso de autoridad
Ante el deber de mantener la legalidad de los actos que ejecuten durante el ejercicio de
sus funciones, quedan prohibidos de cometer u ordenar realizar una extralimitación
funcional.
La configuración del abuso de autoridad, cualquiera de los verbos rectores reclama una
comisión y no una omisión, pues resulta imposible la emisión de órdenes ante un dejar de
hacer. En otras palabras, resultaría imposible verificar una relación de causalidad entre
quien ordena y quien recibe la orden. En cambio, de existir tal orden además deberá
verificarse que sea expresa e inequívoca para que sea una conducta típica. (García
Navarro, 2009, p.544)
4. Tipicidad subjetiva
Del análisis del art. 376 del CP se concluye que es un delito de comisión dolosa, es
imposible una conducta culposa, pues se requiere que el funcionario público tenga
conocimiento que el acto arbitrario que comete u ordena causará perjuicio a un tercero. Y
para la teoría del dolo volitivo, el funcionario conduce voluntariamente su
comportamiento en esta abierta infracción. Al ser eminentemente dolosa, es posible la
configuración de error de tipo (exclusión del dolo), cuando el desconocimiento del sujeto
activo recaiga en los demás elementos del tipo objetivo antes expuestos. En cuyo caso no
habrá delito pues el tipo penal no admite una modalidad culposa.(Abanto Vásquez, 2003,
p.235)
5. Antijuridicidad y culpabilidad
El administrado no es el sujeto pasivo principal, sino que se trata del agraviado. Por ello no
procede el consentimiento de la víctima (administrado) como fuese una causa de
justificación porque el sujeto pasivo en realidad se trata del Estado en su manifestación de
correcta administración pública. En cambio, si podría plantearse la obediencia debida,
como causa de justificación a efectos de librar de coautoría a uno de los funcionarios.
6. Autoría y participación
7. Tentativa y consumación
Pero el perjuicio antes expuesto debe ser grave para consumarse, como se establece en el
expediente 5341-97, Tumbes. recopilado por el maestro Rojas Vargas:
Para la consumación de este delito se requiere que el sujeto activo haya cometido un
hecho suficientemente grave y no simples providencias disciplinarias. Se le incrimina al
alcalde el haber impedido a la agraviada realizar el estudio de un expediente
administrativo, amenazó con ordenar su detención en caso no abandone la oficina de
dirección de obras de la municipalidad. Lo que se afirmó con declaraciones testimoniales
que dan cuenta del acceso restringido a dicha oficina. Se advierte que la conducta no tiene
las características del delito de abuso de autoridad. (Rojas, 1999, p. 642)
En cambio, en caso del verbo rector de ordenar, la orden y la ejecución tienen una misma
unidad de acción en el tiempo, pues la ejecución se verifica con la sola emisión oficial y
legal de dicha orden, en la medida que el perjuicio sea potencial contra alguien. Como lo
que ocurre en en caso de órdenes policiales arbitrarias, donde la orden ya es ejecución.
Pero aquella orden escrita que no trasciende el ámbito administrativo (no emitida) podrá
tratarse de acto preparatorio pero nunca consumación. (Ibidem)
A tenor del segundo párrafo del artículo analizado, el delito de abuso de autoridad se
agravan cuando los hechos abusivos derivan de un procedimiento de cobranza coactiva
que resulta en una lesión a los derechos de administrados. (Peña Cabrera, 2010, p.225)
JURISPRUNDENCIA
El artículo 368 del Código Penal sufrió una modificación por el artículo 1 de la Ley 29439,
publicada el 19 noviembre de 2009, cuyo texto es el siguiente:
El que desobedece o resiste la orden legalmente impartida por un funcionario público en
el ejercicio de sus atribuciones, salvo que se trate de la propia detención, será reprimido
con pena privativa de libertad no menor de seis meses ni mayor de dos años.
Según la descripción típica, puede ser cualquier persona. Por lo tanto, se trata de un delito
común. Al tratarse de un delito común, importa un ámbito de libertad de configuración,
de manera que podría darse una autoría mediata, donde el hombre de atrás se aprovecha
de la ignorancia o carencia de culpabilidad del hombre de adelante para realizar
típicamente el delito. Se podría decir que solo puede ejercer la resistencia (de propia
mano) quien es destinatario de la orden (administrativa o judicial), pero nada obsta a que
un tercero pueda ejercerla, manipulado por el sujeto obligado. Todo dependerá de la
naturaleza de la resolución, pues, si es de naturaleza personalísima, no puede darse esta
figura[43].
En cuanto al sujeto pasivo, habrá que identificar dos supuestos: por un lado, el sujeto
pasivo de la acción, que lo será el funcionario público; y por otro lado, el sujeto pasivo del
delito que será, en todos los casos, la Administración pública.
El verbo rector está compuesto tanto por “desobedecer” como por “resistir”. Veamos
cada uno de ellos:
Otro caso sería el hecho de mostrar una negativa a devolver bienes poseídos en calidad de
depositario judicial:
En autos existen suficientes elementos probatorios que acreditan la participación de la
acusada en la comisión del acto ilícito materia de juzgamiento, quien fue nombrada
depositaria judicial de unos artefactos domésticos, pues al ser requerida bajo
apercibimiento de ley se negó devolver dichos artefactos, lo que se encuentra
corroborado con las actas de entrega, resolución de requerimiento así como por su
propia declaración instructiva donde reconoce en parte los hechos. [46]
O aquel hecho que da cuenta de un taller de mecánica clausurado, cuyo dueño, a pesar de
ello, lo reabre y continúa en él trabajando. En efecto, “Al haber sido clausurado el taller de
mecánica del procesado por resolución de Alcaldía y no obstante ello haberlo reabierto y
continuar trabajando, conforme ha aceptado el encausado, se halla acreditado el delito y
la responsabilidad penal”[47].
La orden no debe confundirse con un deber jurídico; por ejemplo, retornar al país pese a
haber sido expulsado. No son órdenes todas las sentencias judiciales, ni siquiera las que
creen un estado (o sea, una orden prohibitiva de carácter general), pero sí las que
contengan una orden expresa de ejecución. Según García Navarro, “estamos ante un
deber jurídico específico y no genérico que fundamenta la punibilidad del injusto cuando
es resistida o desobedecida. Su fuente se encuentra en la orden concreta, la que no
enmarca una orden general se asemeja a resistir o desobedecer una norma o ley de
carácter general, por ello, sería absurdo sancionar penalmente a todo individuo renuente
ante la norma”[52].
Afirma Portocarrero Hidalgo, a este respecto que: “La resistencia presupone una orden
verbal o escrita de un funcionario, a la que intencionalmente no se va a acatar, no hay que
confundir con el incumplimiento de una resolución. Hay diferencia entre desobedecer o
resistir al funcionario y violar un deber jurídico”[53].
Además, la orden debe estar dirigida a persona o personas determinadas, lo que hace de
los destinatarios sujetos posibles del delito. En consecuencia, la desobediencia puede
realizarse también por un “órgano colegiado”; verbigracia, los regidores de una
municipalidad. Solamente salvarán su responsabilidad los que votaron en contra de la
desobediencia. El alcalde que no ejecute el acuerdo de los regidores, o que impida que
estos se reúnan para decidir sobre el cumplimiento de la orden, responderá también de la
desobediencia, sea por comisión o por omisión[54].
La orden debe ser expresa, clara, sin ambigüedades. Sería atípico el hecho de que un juez
emita una resolución con el nombre y el apellido concretamente si en el texto y contenido
de la resolución existen serias ambigüedades; es decir, la orden no se entiende en toda su
magnitud y alcances:
Así también, ejecutabilidad del mandato tiene que estar emparentada con la ausencia o el
agotamiento de recursos procesales que autoricen a revisar de nuevo la orden dispuesta.
En ese sentido, no puede hablarse de resistencia o desobediencia de órdenes que hayan
sido impugnadas, por lo que toman seriedad típica, por ejemplo, las resoluciones
equiparables a cosa decidida o juzgada, según sea el caso [57].
En esta línea de pensamiento, el tipo penal señala tres condiciones concretas para que la
orden sea considera como típica. Primero, que la orden sea legalmente impartida, es
decir, que la orden sea emitida dentro del marco jurídico (legal y reglamentario).
Normalmente como estamos dentro de la Administración pública, la orden tiene que estar
prevista en una ley orgánica, en una ley ordinaria, en el ROF o el MOF de la institución.
Que la orden sea “legalmente impartida” significa que la orden sea provenga de un
funcionario “competente”.
Finalmente, debemos señalar que una orden directa mantiene un deber de cumplimiento
posible de ejecutarse en función a las capacidades concretas de su destinatario. Lo
contrario constituiría una orden absurda e inidónea a efectos típicos. La sustitución o
reemplazo de destinatarios implica la disposición de una nueva orden que se hace
requerible a un nuevo obligado[58]. Así lo ha señalado una ejecutoria suprema en las
siguientes líneas:
En segundo lugar, otro caso en que se estableció el delito imposible en este tipo penal se
observa del siguiente fallo: “Se aprecia de autos que no aparece elemento alguno que
vincule a los mencionados encausados con el delito de desobediencia y resistencia a la
autoridad, porque al no tener el vehículo depositado cuando fuera notificado por el
Juzgado para su entrega, existía imposibilidad material para el cumplimiento del mandato,
al no superar la resistencia de su coprocesada, quien se encontraba en poder del bien,
además de no encontrarse consentida la resolución de la cual emanaba la desafectación
del bien, al haber sido impugnada, y, aún más, posteriormente revocada” [61].
El artículo 368 del Código Penal prevé una cláusula expresa de excusa absolutoria, bajo los
siguientes términos: “El que desobedece o resiste la orden legalmente impartida por un
funcionario público en el ejercicio de sus atribuciones, salvo que se trate de la propia
detención…”; esto es, los supuestos más comunes se darán en el marco de un proceso
penal cuando exista la orden de un juez para detener a una o varias personas implicadas,
tal como da cuenta una ejecutoria suprema: “La conducta de los acusados que se
circunscribió a impedir sus propias detenciones queda dentro de los alcances de la excusa
legal absolutoria prevista en el artículo 368 del Código Penal”[63].
Otra ejecutoria suprema explica correctamente la naturaleza de esta excusa absolutoria,
al tratarse de un “derecho natural” el querer sustraerse de la acción de la justicia para
preservar su libertad ambulatoria: “En modo alguno puede constituir elemento probatorio
de la comisión del delito ni su responsabilidad, conforme erróneamente se concluye en el
considerando de la recurrida, pues la sustracción a la acción de la justicia de cualquier
inculpado representa un Derecho natural a conservar su propia libertad, que tiene
sustento legal en el artículo 368 del Código Penal, cuando prescribe que no comete delito
de desobediencia o resistencia a la autoridad aquel que evita su propia detención” [64].
Aquí no hay una causa de atipicidad, sino una exoneración de pena por excusa
absolutoria que, a diferencia de la evasión simple, se basa en razones de política
criminal asumidas por el legislador nacional. Entre el conflicto que surge cuando se trata
de la propia persona, entre la posición de dar preeminencia valor del bien individual
(libertad individual de las personas) y el supraindividual (correcto funcionamiento de la
Administración Pública), el legislador se ha decidido por dar mayor valor a la libertad
individual, hasta el punto que si la persona de manera natural pretende protegerlo por
sí misma ante una orden impartida de la administración, su conducta no es punible. [65]
También encontramos una postura de la jurisprudencia penal que indica que la conducta
del artículo 368 resulta atípica, pero más bien por un criterio de imputación objetiva,
concretamente por riesgo permitido. En efecto:
Aparece de autos que el procesado […] al pretender darse a la fuga luego de colisionar
su vehículo contra una móvil que se hallaba estacionado fue intervenido por un efectivo
policial, resistiendo a ser conducido a la Delegación Policial negándose a mostrar sus
documentos […] conducta que se configura en el delito de Resistencia a la Autoridad […]
sin embargo, este dispositivo legal establece la salvedad cuando se trate de la propia
detención por encontrarse dentro del riesgo permitido, lo que ha ocurrido en el
presente caso”.[70]
Resulta claro que el hecho de desobedecer —de manera dolosa— la orden de un juez,
según nuestro Código Penal, no constituirá delito siempre y cuando se restrinja a lo
estrictamente necesario para tratar de impedir la propia detención; porque si la persona
se resiste utilizando, por ejemplo, un arma de fuego, o produciendo lesiones graves o
hasta la muerte del policía que lo venía a detener, ya no habrá el beneficio de la excusa
absolutoria, pues los hechos se trasladarán a otro tipo penal agravatorio (artículo 367
del CP).
35538
Los tipos penales que conforman el rubro de los delitos de violencia y resistencia a
la autoridad en el Código Penal tienen su base en que la sociedad debe entender
que las autoridades políticas, funcionarios o servidores públicos tienen el deber
jurídico de dirigir las decisiones a su cargo, de aplicar y respetar la Constitución,
las leyes y reglamentos en asuntos de su competencia, y de administrar en su
acepción más amplia el patrimonio del Estado; y que si alguien intenta o logra
interrumpir, bajo violencia o amenaza, el normal y recto proceso de dirección y de
aplicación del orden jurídico preestablecido, está agraviando directamente al
propio Estado y, por consiguiente, a la propia sociedad.
El que, sin alzamiento público, por violencia o amenaza, impidiera a una autoridad o a un
funcionario ejercer sus funciones, o le obligará a practicar un determinado acto de sus funciones, o
le estorbare en el ejercicio de estas, será reprimido con prisión no mayor de dos años o multa de la
renta de tres a treinta días.
La prisión será no menor de seis meses, si el hecho se cometiera a mano armada, o por una
reunión de más de tres personas, o si el culpable fuera funcionario público, o si el delincuente
pusiera manos en la autoridad.
El que, sin alzamiento público, mediante violencia o amenaza, impide a una autoridad o a un
funcionario o servidor público ejercer sus funciones o le obliga a practicar un determinado acto de
sus funciones o le estorba en el ejercicio de estas, será reprimido con pena privativa de libertad no
mayor de dos años.
3. Tipicidad objetiva
Cualquier persona puede ser autor de este delito; por lo tanto, se trata de un
delito común.
En cuanto al sujeto pasivo, habría que identificar dos supuestos: por un lado,
el sujeto pasivo de la acción lo será la autoridad, funcionario o servidor
público; por otro lado, el sujeto pasivo del delito será, en todos los casos, la
Administración Pública[4].
a. Violencia
La violencia debe ser entendida como la fuerza irresistible empleada contra un tercero para que
haga aquello que no quiera o se abstenga de lo que sin ello se quería o se podía hacer; que siendo
así, el intercambio de palabras entre los procesados y los efectivos policiales, que llegó a un
faltamiento de respeto a estos últimos, hecho de por sí censurable, no constituye elemento
probatorio suficiente de la existencia de violencia o amenaza. [6]
b. Amenaza
4. Tipicidad subjetiva
Resulta claro que el agente debe tener consciencia y voluntad en los tres
supuestos típicos, es decir, debe existir dolo. Normalmente será dolo
directo, por lo que se descarta la posibilidad del dolo eventual.
Por su parte, Terragni señala lo siguiente: “El bien jurídico tutelado por esta
figura es la libertad de determinación del funcionario en el ejercicio de su
función pública, es decir, al ejecutar sus decisiones; lo cual es indispensable
para el normal desenvolvimiento de la administración de los asuntos del
Estado”[22].
Cualquier persona puede ser autor de este delito; por lo tanto, se trata de un
delito común.
En cuanto al sujeto pasivo, habrá que identificar dos supuestos: por un lado,
el sujeto pasivo de la acción, que lo serán el funcionario o la persona que le
presta asistencia en virtud de un deber legal o ante requerimiento de aquel; y
por otro lado, el sujeto pasivo del delito, que será, en todos los casos, la
Administración pública.
6.3.3.1. Violencia
b) Ser seria. Implica que debe ser idónea para impedir o trabar la ejecución
del acto funcional: “lo que se considera es la idoneidad de los medios para
lesionar”[26]. Para ello es necesario ponderar la intimidación o violencia que
emplea el sujeto activo con la capacidad de fuerza habilitada del operador
estatal. Nunca podría equipararse la violencia descontrolada de un ebrio con
el acto de fuerza organizada y controlada del funcionario estatal.
6.3.3.2 Intimidación
Como puede verse, la norma penal establece dos condiciones concretas con
relación al asistente: en primer lugar, que actúe en virtud de un deber legal,
es decir, que el ordenamiento legal disponga que dicho asistente sea quien
tiene que realizar la función encomendada; normalmente, el ROF o el MOF
de cada institución pública prevén las facultades delegadas que tienen los
funcionarios en función de las personas que lo asisten. En este supuesto, se
entiende que no existe orden expresa del funcionario, sino que el asistente
realice el acto de función en virtud de la ley. La condición, en todo caso,
sería que el asistente realice dicho acto dentro del marco de competencias
funcionales.
Aquí sí debe existir una declaración de voluntad de modo expreso por parte
del funcionario público, con relación a los deberes de delegación de su
personal de asistencia; en tal sentido, la condición es que la declaración de
voluntad por parte del funcionario público sea a través de un requerimiento
emanado del funcionario; además dicha orden debe haber sido conocida, de
modo personal y previamente, por el asistente.
7. Tipicidad subjetiva
En los casos de los artículos 365 y 366, la pena privativa de libertad será no menor de cuatro ni
mayor de ocho años cuando:
1.
1.
1. El hecho se realiza por dos o más personas.
1.
1.
La pena privativa de libertad será no menor de ocho ni mayor de doce años cuando:
1.
1.
1.
1.
1.
1.
1.
1.
1.
1.
Si como consecuencia del hecho se produce la muerte de una persona y el agente pudo prever este
resultado, la pena será privativa de libertad no menor de doce ni mayor de quince años.
9.1.4. El autor causa una lesión grave que haya podido prever
En este supuesto, se muestra con mayor claridad el doble papel que juega la
víctima: por ejemplo, cuando se causa una lesión corporal a una autoridad,
al funcionario o servidor público, existe un sujeto pasivo de la acción y, a la
vez, existe un sujeto pasivo del delito, que será la Administración pública.
9.1.5. El hecho se realiza en contra de un miembro de la Policía Nacional o de las
Fuerzas Armadas, magistrado del Poder Judicial o del Ministerio Público, del
Tribunal Constitucional o autoridad elegida por mandato popular en el ejercicio
de sus funciones
Se pone en manifiesto la necesidad de ejercer una protección punitiva más intensa, sobre aquellos
funcionarios y/o servidores públicos, cuyas labores son en suma delicadas, al intervenir en la
persecución del delito, en la procura de resolver los hechos de mayor conflictividad social, de
cautelar el orden público y la seguridad nacional así como la excelsa misión de impartir justicia en
todas las esferas de la juridicidad.[39]
Para ello se debe tener en claro una posición que proviene del derecho penal
material, en el sentido de que una cosa es el sujeto pasivo del delito y otra
cosa es el sujeto pasivo de la acción. Esto cobra especial relevancia cuando
de bienes jurídicos institucionales-colectivos se trata. En efecto, en los
delitos contra la Administración pública, el sujeto pasivo del delito es y lo
será siempre el Estado, pues es el único que ostenta la titularidad del
correcto funcionamiento de la Administración pública.
Ahora bien, en los procesos penales que ya están en giro por el delito del
artículo 367, inciso 3, segundo párrafo, debemos precisar lo siguiente:
También debe tenerse en cuenta que entre el tipo básico y el tipo agravado
por muerte del funcionario público puede darse la aplicación de un tipo
agravado de modo “intermedio”, como puede ser la agravante del inciso 2
del artículo 367 del Código Penal: “El autor causa una lesión grave que haya
podido prever […]”; es decir, puede darse el caso de que el funcionario
público, antes de su deceso, podría haber sufrido una severa lesión en un
organismo vital. Entonces ¿qué norma se le aplicará a su autor? En nuestro
concepto, aquí habrá un concurso aparente de normas, en el cual la
agravante por lesiones graves quedará subsumida en la agravante por
muerte del funcionario, aplicándose el principio de consunción.
Ahora bien, cuando se expide una norma, esta debe contener una serie de
exigencias que permitan conocer cuáles fueron los fundamentos por los
cuales se puso en vigencia. Para ello, el Parlamento se sirve de una serie de
técnicas que permiten exponer las razones de la expedición de una ley. Una
de estas es la exposición de motivos, que consiste en informar los
antecedentes y los fundamentos que se optaron para la formulación de la
ley. En el caso que nos ocupa del artículo 367 del Código Penal, este fue
implementado por una serie de modificaciones que trataban de solventar
algunas exigencias reales, esto es, proteger a las autoridades de los
agravios que se les infligían en ejercicio de sus funciones.
Lea también: [VIDEO] Delito de violencia y resistencia a la autoridad, explicado
por Prado Saldarriaga y Salas Arenas
En este punto se puede observar que el Acuerdo Plenario opta por un criterio
subjetivo: se trataría de una consideración meramente dolosa. Porque es lo
que se deduce de la afirmación que encontramos en el considerando 14 del
Acuerdo, el cual señala:
En ese lugar sí hubo agresiones que impedían la acción del Estado. Por lo
que, partiendo de que esta consideración, incluida en la exposición de
motivos, vemos innecesaria la inclusión de las amenazas como supuesto de
intimidación, porque si lo hiciéramos estaríamos dando pie a que los jueces
apliquen sanciones arbitrarias en hechos que no cumplen con el principio de
lesividad, o sea, que la conducta no afecte realmente el bien jurídico
tutelado. Pero teniendo en cuenta que no se trata de lo que el agente quiera,
puesto que este puede alegar que solamente quiso “agredir” al policía y no
evitar que cumpla con su función, es necesario tomar en cuenta el
carácter objetivo, es decir, que realmente la conducta del sujeto esté
encaminada a que no se cumpla con la función delegada a la autoridad,
independientemente de lo que realmente pretendió hacer el sujeto
responsables, en otras palabras, atenernos a la conducta que con su
comisión perjudicó y afectó la acción del efectivo policial. Entonces, cuando
al juez le corresponda evaluar la imputación que se le hace a una persona,
tendrá que observar que esa acción perjudicó, efectivamente, la función del
policía. De esta forma, se tendrá por válida la imputación del delito.
Este es un acierto del Acuerdo Plenario, ya que permite se cumpla con las
exigencias de los principios que regulan el derecho penal: una pena justa,
que no afecte los derechos de las personas, ya que el derecho penal tiene la
característica de ser de ultima ratio, o sea, de carácter subsidiario. Se debe
primero agotar todas las instancias de sanción legal para solo después
recurrir a él e imponer las medidas más severas.
Por tanto, es relevante, precisar que el delito de violencia y resistencia contra la autoridad,
agravado por la calidad policial de esta, abarca únicamente aquellos actos que mediante amenazas
o agresiones físicas rechazan el ius imperium del Estado, representado en el ejercicio del poder,
competencias y facultades que ella legalmente ostenta y ejerce. Son, pues, formas de resistencia
activa y violenta contra dicho poder y autoridad. Por tal razón, su relevancia y punibilidad tienen
siempre que ser menores que los que corresponden a otra clase de acciones de violencia que se
dirigen a atentar directamente contra la vida o la salud de efectivos policiales que ejercen o
ejercieron sus funciones. Es por ello que para sancionar con severidad estos últimos casos, se han
regulado expresamente circunstancias agravantes específicas en los delitos de homicidio y lesiones.
El que desobedece o resiste la orden legalmente impartida por un funcionario en el ejercicio de sus
funciones, salvo que se trate de la propia detención, será reprimido con pena privativa de libertad
no mayor de tres años.
En cuanto al sujeto pasivo, habrá que identificar dos supuestos: por un lado,
el sujeto pasivo de la acción, que lo será el funcionario público; y por otro
lado, el sujeto pasivo del delito que será, en todos los casos, la
Administración pública.
El verbo rector está compuesto tanto por “desobedecer” como por “resistir”.
Veamos cada uno de ellos:
La orden debe ser expresa, clara, sin ambigüedades. Sería atípico el hecho
de que un juez emita una resolución con el nombre y el apellido
concretamente si en el texto y contenido de la resolución existen serias
ambigüedades; es decir, la orden no se entiende en toda su magnitud y
alcances:
En cuanto al delito de desobediencia si bien en el sub judice se cursó un mandato judicial legítimo
con las formalidades internas correspondientes, la desobediencia presupone, de un lado, la
posibilidad real de su cumplimiento y, de otro lado, el conocimiento efectivo de la orden de parte
de quien debe obedecerla; que el mandato cursado por el juzgado no era de posible cumplimiento
porque el vehículo ya no estaba en poder del imputado, y, además, no existe prueba que establezca
que tal orden llegó a su conocimiento efectivo pues el imputado ya había cambiado de domicilio,
que en todo caso, no está acreditado fehacientemente que recibió la notificación o que conoció de
dicho mandato; que siendo así tampoco es posible estimar acreditado el delito en mención. [59]
Aquí no hay una causa de atipicidad, sino una exoneración de pena por excusa absolutoria que, a
diferencia de la evasión simple, se basa en razones de política criminal asumidas por el legislador
nacional. Entre el conflicto que surge cuando se trata de la propia persona, entre la posición de
dar preeminencia valor del bien individual (libertad individual de las personas) y el
supraindividual (correcto funcionamiento de la Administración Pública), el legislador se ha
decidido por dar mayor valor a la libertad individual, hasta el punto que si la persona de manera
natural pretende protegerlo por sí misma ante una orden impartida de la administración, su
conducta no es punible.[65]
La procedencia de una Excusa Absolutoria, requiere de una vinculación especial entre el sujeto
activo y sujeto pasivo del delito o, en su defecto, de un acto atribuido por el agente, que demuestre
una intención de retorno al ordenamiento jurídico, cuestión que no se devela en el presente caso;
en consecuencia, no es propiamente una Excusa Absolutoria, al revelarse un decaimiento de la
motivabilidad normativa, pues al estar incurso el autor, en una situación de extrema angustia, no
puede determinar su conducta conforme al enunciado normativo, al estar de por medio la
privación de su libertad, se ve afectado significativamente en su capacidad decisoria, con arreglo a
Derecho.[66]