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Tic tac tic tac, cierro los ojos, tic tac tic tac.

Esa mancha en el techo parece un


perro corgi, ¿y si intento respirar más lento?. 1,2,3,4,5,6,7. 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7. 1, 2, 3, 4, 5,
6, 7, 8. Ya hay un rayito de luz entrando por mi ventana. Ya es hora de despertar,
pero ¿despertar de qué? Mi falta de sueño hace que el mundo exterior se mezcle
con los sueños que no logré tener. En ellos puede haber sido una cantante de
música popular. O, tal vez una experta en remontar zapatos finos. O solo tener un
pequeño apartamento con muchos gatos. Pero aterrizo en un bus, yendo a
cumplir deberes que no me llevan a ningún lado. Después de media hora,
descubro que no era la ciudad lo que miraba por la ventana, sino un rostro diluido
y marcado por grietas que desembocan en la imagen de alguien conocido.
Hundida y extrañada, resuelvo quitarle la mirada de encima. Giro la cabeza, pero
como un pegatin, la imagen se queda inmobil en mi retina. Era mi reflejo, mi
rostro, yo siendo yo, no pudiendo ver más que el primer plano de mis gestos de
desesperación. - me parezco a mi abuela-. de mi sufrimiento, de mis movimientos
sin sentido que me hicieron tropezar y caer, explotar, hundirme en el lodo de mi
propia imagen.

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