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UEA V Y VI Cultura, mercados y economía e industrias culturales en tiempos de

globalización 20

Estefany Fernanda Torres Cisneros

Grupo: 2

Actividad: Ejercicio 6

Tutora: Dra. Itzel Sainz

Hablar hoy de cultura y economía necesariamente nos empuja a tener algunos


acercamientos teóricos o reflexivos sobre como se relacionan ambas esferas de la
vida social. Sin más preámbulo, la economía de la cultura parece que “es un
desarrollo reciente del discurso económico” (Monasterio,2017) que incorpora “el
poder de las fuerzas culturales (creencias, valores, preferencias, etc.) al desarrollo
económico de las sociedades”, sin embargo, Max Weber (1905) encontró una
relación entre la cultura (protestantismo) y el desarrollo económico (capitalismo).
Actualmente la economía de la cultura “es una rama de la economía que investiga
explicaciones o hipótesis culturales como determinantes de retorno o impacto
económico, es decir, la influencia que ejerce la cultura en el desarrollo económico”
(Baumol y Bowen 1965; Baumol y Bowen 1966), las cuentas satélites de la cultura
en Iberoamérica son ejemplo de un marco para la medición de los aportes
económicos al desarrollo social y económico.
A este estudio se han incorporado conceptos que son de utilidad para el análisis
en términos numéricos, por un lado, las industrias culturales, que son “aquellas
industrias que combinan la creación, la producción y la comercialización de
contenidos creativos que sean intangibles y de naturaleza cultural. Estos
contenidos están normalmente protegidos por copyright y pueden tomar la forma
de un bien o servicio.” (UNESCO,2006), y por otro las industrias creativas son “un
conjunto más amplio de actividades que incluye a las industrias culturales más
toda producción artística o cultural ya sean espectáculos o bienes producidos
individualmente... son aquellas en las que el producto o servicio contiene un
elemento artístico o creativo sustancial” (UNESCO,2006).
La Mtra. Liliana López Borbón desde su amplia trayectoria reconoce algunos retos
a los cuales las industrias creativas y culturales tendrán que hacer frente dentro de
esta era digital, y los enuncia de la siguiente manera: la vulnerabilidad de los
derechos de autor en el territorio digital, la gentrificación-turistificación como “un
proceso de compra de experiencias” (López, 2018,6), la mercantilización de las
artes populares, y la necesidad de generar un diálogo intergeneracional desde los
saberes y conocimientos.
Es en este último donde me interesa poner énfasis ya que durante el año 2020
tuve la oportunidad de colaborar como facilitadora de servicios en un programa
social de la Secretaría de Cultura de la CDMX que lleva por nombre “Talleres de
artes y oficios comunitarios”. Este programa a grandes rasgos fue creado para
“promover el ejercicio de los derechos culturales a través de la participación y la
creatividad de las comunidades, la organización eficaz del potencial cultural
existente y el aprovechamiento de los recursos económicos, materiales, sociales,
financieros, culturales y humanos” (Gaceta oficial de la Ciudad de
México,2021:170).
Dada la importancia del objetivo institucional considero pertinente establecer una
pregunta ¿Cómo se entiende la cultura comunitaria desde lo institucional?
Los procesos formativos al interior del programa han dejado claro que “podemos
rastrear aspectos de la cultura comunitaria a lo largo y ancho del país a través de
prácticas colectivas concretas impulsadas por sus habitantes, quienes buscan el
bienestar en común” (Aguaceros 1,2020:6) el tequio, la faena y la mano vuelta,
son ejemplos de prácticas colectivas que integran elementos simbólicos como el
reconocimiento social, la cohesión colectiva para organizar, gestionar e impulsar
actividades significativas; estás prácticas se pueden entender como “un sistema
de prácticas y códigos que es dinámico y generalmente busca el bienestar
colectivo” (Aguaceros 1,2020:6).
Este sistema configurado desde lo local tiene la intención de hace escuchar la voz
colectiva y mostrar que “en las comunidades hay saberes, tecnologías, y
metodologías innovadoras; que a través del arte y la cultura se privilegian los
procesos humanos por encima de los productos” (Aguaceros 1,2020:8).
Aunque de una manera muy improvisada, privilegiar los procesos humanos es el
pilar, desde mi experiencia y perspectiva, de los programas sociales de la
SECULT CDMX, sin embargo, resulta complejo establecer un dialogo
intergeneracional si, además, le agregamos el componente institucional.
Esta complejidad a la que me refiero es resultado de dos hechos importantes: la
falta de reconocimiento del potencial creativo de las comunidades, la
invisibilización social debido a las desigualdades, y la arraigada tradición de
voltear la mirada hacia la alta cultura o cultura elitista.
El Dr. Eduardo Nivón Bolán, en su texto sobre La política cultural y las
instituciones internacionales hace una diferenciación entre la democratización de
la cultura y la democracia cultural. La primera, menciona que, “tenía como objeto
una concepción de la cultura muy próxima a la cultura elitista y al patrimonio” a
diferencia de la segunda, que en cambio “al pensar la cultura de una manera
amplia, no veía en la difusión de obras artísticas su razón de ser, sino el fomento a
la creatividad y el respeto a la común dignidad de las culturas de cada pueblo”
(Nivón,2018:5).
Bajo este criterio es destacable al menos desde la institución local, que la noción
de democracia cultural se intente llevar a una política cultural mediante programas
que tengan como objetivo generar procesos humanos de cohesión social desde lo
creativo.
La relevancia del trabajo con enfoque de cultura comunitaria es que mediante la
participación las comunidades se van ganando terreno en la construcción de
ciudadanos, porque bien sabemos que nuestra ciudadanía no solo se puede
ejercer mediante el voto electoral, sino a través de otros canales que permiten
poner en acción a las comunidades en favor de ellas mismas.
Durante una sesión de capacitación se expuso un caso de la alcaldía Iztacalco, en
donde la comunidad no estaba de acuerdo con sustituir una caseta de vigilancia
por una sede PILARES, el argumento era que la zona era insegura y el asalto a
transeúnte se había controlado desde que pusieron la vigilancia o bien los policías
acompañaban a las personas en ocasiones. Este tipo de situaciones visibilizan la
perspectiva de la seguridad y de la cultura que permea a las zonas de abandono
social. La anécdota de la persona que expuso el caso también compartió la
experiencia de cómo es generar un diálogo en la comunidad para poder llegar a
acuerdos, uno de ellos fue el de implementar talleres de defensa personal y
mantener activo el espacio para generar una percepción de seguridad en los
transeúntes, además de negociar rondines por parte de seguridad pública.
Quisiera pensar que este es el reto de diálogo intergeneracional, en donde
diferentes actores sociales tengan que poner en marcha su experiencia, saberes,
habilidades y capacidades para generar una acción de habitar el espacio en
términos de Henri Lefevbre, pues solo desplegando el abanico de posibilidades la
cultura puede figurar como una necesidad esencial y en un segundo momento
detonar procesos económicos.

2017 Monasterio Astobiza, A. ¿Qué es cultura en la «economía de la cultura»?


Definiendo la cultura para crear modelos mensurables en economía cultural.
Arbor, 193 (783): a376. doi: http://dx.doi.org/10.3989/arbor.2017.783n1007

2018, López Borbón, Liliana. Definición de las Industrias Culturales y Creativas.

2018, López Borbón, Liliana. Introducción: Economía de la cultura y economía


creativa.
2018, López Borbón, Liliana. Algunos retos de las industrias culturales y creativas
en la era digital.
2021 Gaceta oficial de la Ciudad de México, enero 15.
2018 Nivón Bolá, Eduardo. La política cultural y las instituciones internacionales.
2018, López Borbón, Liliana. Mecanismos de estudio y planeación de la economía
cultural: la cuenta satélite de la cultura.

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