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Prospectus, en Encyclopédie, ou dictionnaire raisonné des sciences, des arts et des

métiers, etc., eds. Denis Diderot and Jean le Rond d'Alembert. University of
Chicago: ARTFL Encyclopédie Project (Spring 2021 Edition), Robert Morrissey and
Glenn Roe (eds), http://encyclopedie.uchicago.edu/.
Traducción: Dra. Cintia Caram para la cátedra Historia de la Filosofía Moderna de
la Fac. de Filosofía y Letras de la UNT.

ENCICLOPEDIA * O DICCIONARIO RAZONADO DE CIENCIAS, ARTES


Y OFICIOS.

*La palabra Enciclopedia significa secuencia de Ciencias. Está


compuesto por έν en, por el círculo Xύχλος y por la institución o ciencia παιδεία.
Aquellos que afirmaron que este trabajo era imposible, aparentemente no
conocían el siguiente pasaje; es del Canciller Bacon: De impossibilitate ita statuo;
ea omnia possibilia, & praestabilia censenda, quae ab aliquibus perfici possunt,
licet non a quibusvis; & quae a multis conjunctim, licet non ab uno; & quae in
sucessione saeculorum, licet non eodem aevo; & denique quae MULTORUM cura
& sumptu, licet non opibus & industria singulorum.1 Bacon. libro 2. de Aug.
Scient. cap. 1 p. 103.

LA OBRA que estamos anunciando ya no es una Obra por hacer. El


manuscrito y los diseños están completos. Podemos asegurar que tendrá no
menos de ocho Volúmenes, y seiscientas Láminas, y que los Volúmenes se
sucederán sin interrupción.

DESPUÉS DE HABER INFORMADO al Público del estado actual de la


ENCICLOPEDIA, y de la diligencia que pondremos para publicarla, es nuestro
deber informar sobre la naturaleza de esta Obra y sobre los medios que hemos
tomado para su ejecución. Esto es lo que vamos a exponer con la menor
ostentación posible.

No podemos negar que, desde la renovación de las Letras entre nosotros,


debemos en parte a los Diccionarios las luces generales que se han difundido
en la sociedad y este germen de Ciencia que imperceptiblemente dispone las

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Sobre la imposibilidad, digo así: Todas aquellas codas deben ser consideradas posibles y deseables, que
pueden ser realizadas por algunos, aunque no por todos, y por muchos, en conjunto, pero no por uno
solo, y en la sucesión de las edades, aunque no en la misma época y finalmente, con el cuidado y gasto
de muchos, aunque no con la riqueza y la energía de los individuos [tomados en singular].
mentes a un conocimiento más profundo. Cuán importante era, pues, tener un
Libro de este tipo que pudiera consultarse sobre todas las materias, y que
sirviese tanto para guiar a los que sintieran el valor de trabajar por la
instrucción de los demás, como para iluminar a los que sólo aprenden por sí
mismos.

Es una utilidad que nos propusimos; pero no la única. Al reducir bajo


la forma de Diccionario todo lo relativo a las Ciencias y a las Artes, se trataba
todavía de hacer sentir la ayuda mutua que se prestan. Utilizar estas ayudas
para hacer más seguros sus principios y más claras sus consecuencias, para
indicar las relaciones lejanas o cercanas de los seres que componen la
Naturaleza y que ocuparon a los hombres; mostrar por el entrelazamiento de las
raíces y por el de las ramas, la imposibilidad de conocer bien algunas partes de
este todo, sin ascender o descender a muchas otras; formar una imagen general
de los esfuerzos de la mente humana en todos los géneros y en todos los siglos;
presentar estos objetos con claridad; dar a cada uno de ellos el alcance
adecuado y verificar, si fuere posible, nuestro Epígrafe por nuestro éxito:

Tantum series juncturaque pollet, Tantum de medio sumptis accedit


honoris! Horatio. Arte poet.

NADIE HASTA AHORA ha concebido Obra tan grande; o al menos nadie


lo ha ejecutado. LEIBNITZ, de todos los Sabios, el más capaz de sentir las
dificultades, quería que fueran superadas. Sin embargo, teníamos
Enciclopedias y Leibnitz no lo ignoraba cuando pidió uno.

La mayoría de estas obras aparecieron antes del siglo pasado, y no


fueron del todo despreciadas. Encontramos que, si no anunciaban mucha
genialidad, al menos mostraban trabajo y conocimiento. Pero, ¿qué serán estas
Enciclopedias para nosotros? ¿Qué progreso no se ha hecho desde entonces en
las Ciencias y en las Artes? ¿Cuántas verdades descubiertas hoy que entonces
no vislumbramos? La verdadera Filosofía estaba en su cuna; la Geometría del
Infinito aún no era; la física experimental apenas se mostraba; no había
Dialéctica; las leyes de la sana crítica eran completamente ignoradas.
DESCARTES, BOYLE, HUYGENS, NEWTON, LEIBNITZ, BERNOULLI, LOCKE,
BAYLE, PASCAL, CORNEILLE, RACINE, BOURDALOUE, BOSSUET, etc. o no
existían, o no habían escrito. El espíritu de investigación y de emulación no
animaba a los Sabios: otro espíritu quizás menos fecundo, y más raro, el de la
precisión y el método, no había sometido las diferentes partes de la Literatura y
las Academias, cuyos trabajos han traído hasta aquí a las Ciencias y las Artes,
no se habían instituido.

SI LOS DESCUBRIMIENTOS de los grandes hombres y de las sociedades


de sabios de los que acabamos de hablar, ofrecieron posteriormente una
poderosa ayuda para formar un diccionario enciclopédico, también debe
admitirse que el prodigioso aumento de materiales hizo que tal trabajo fuera
mucho más difícil en otros aspectos. Pero no nos corresponde a nosotros juzgar
si los sucesores de los primeros enciclopedistas son audaces o presuntuosos y
dejaremos que todos disfruten de su reputación sin exceptuar EPHRAIM
CHAMBERS, el más conocido de ellos, si no tuviéramos razones particulares
para sopesar el mérito de éste.

la Enciclopedia de Chambers, de la que se han publicado en Londres


tantas ediciones rápidas, esta Enciclopedia que acaba de ser traducida muy
recientemente al italiano, y que admitimos merece los honores que se le rinden
en Inglaterra y en el extranjero, tal vez nunca se hubiera hecho si antes de que
apareciera en inglés, no hubiéramos tenido en nuestro idioma obras de las que
Chambers extrajo sin medida y sin elección la mayor parte de las cosas con las
que compuso su Diccionario. ¿Qué habrían pensado nuestros franceses de una
traducción pura y simple? Habría suscitado la indignación de los eruditos y el
clamor del público, a quien hubiésemos presentado bajo un título suntuoso y
nuevo sólo las riquezas que había poseído durante mucho tiempo.

No le negamos a este Autor la justicia que le corresponde. Sintió


claramente la importancia del orden enciclopédico o de la cadena por la cual se
puede descender sin interrupción desde los primeros principios de una Ciencia
o un Arte hasta sus más remotas consecuencias y ascender desde sus
consecuencias, más remotas aun, hasta sus primeros principios; pasar
imperceptiblemente de esta Ciencia o de este Arte a otra; y, si se permite
expresarlo así, hacer sin perderse la vuelta al Mundo Literario. Estamos de
acuerdo con él en que el plan y el diseño de su Diccionario son excelentes; y que
si la ejecución fuera llevada a un cierto grado de perfección, ella sola contribuiría
más al progreso de la verdadera Ciencia que la mitad de los Libros conocidos.
Pero, no podemos dejar de ver lo lejos que quedó de este grado de perfección.
En efecto, ¿podemos concebir que todo lo relacionado con las Ciencias y las
Artes pueda estar contenido en dos volúmenes en folio? La Nomenclatura de un
tema tan extenso proporcionaría uno solo, si estuviera completa. ¿Cuántos
artículos omitidos o truncados no deberían estar en su obra?

Estas no son conjeturas. Toda la traducción de Chambers pasó ante


nuestros ojos y encontramos una prodigiosa multitud de cosas que desear en la
CIENCIA, en ARTES LIBERALES, palabra que requiere páginas; y todo para
complementar en las Artes Mecánicas. Chambers ha leído libros, pero apenas
ha visto artistas y sin embargo hay muchas cosas que uno solo aprende en los
Talleres. Además, no hay omisiones aquí como en otro trabajo. La Enciclopedia,
estrictamente hablando, no permite ninguna. Un artículo omitido de un
Diccionario común sólo lo vuelve imperfecto. En una Enciclopedia, rompe la
secuencia y daña la forma y el contenido y se necesitó todo el arte de Ephraim
Chambers para remediar este defecto. Por lo tanto, no se debe suponer que una
obra tan imperfecta para cualquier lector, y tan poco nueva para el lector francés
hubiera encontrado muchos admiradores.

Pero, sin extendernos más sobre las imperfecciones de la enciclopedia


inglesa, anunciamos que la obra de Chambers no es la base sobre la que hemos
trabajado; hemos rehecho un gran número de sus artículos, y no hemos
utilizado casi ninguno de los demás sin agregar, corregir o eliminar;
simplemente entra en la clase de Autores que hemos consultado
particularmente, y la disposición general es lo único común entre nuestra obra
y la suya.

SENTIMOS igual el Autor Inglés que el primer paso que debíamos dar
hacia la ejecución razonada y bien entendida de una Enciclopedia era formar
un Árbol Genealógico de todas las Ciencias y de todas las Artes que marcan el
origen de cada rama de nuestro saber, las conexiones que tienen entre sí y con
el tronco común y que nos servirían para recordarles los diferentes artículos a
la cabeza. No fue una cosa fácil. Se trataba de contener en una página el lienzo
de una obra que sólo puede ejecutarse en varios volúmenes en folio, y que un
día debe contener todos los conocimientos de los hombres.

Este árbol del conocimiento humano puede formarse de varias maneras,


ya sea relacionando nuestros diferentes conocimientos con las diversas
facultades de nuestra alma, o relacionándolos con los seres que tienen por
objeto. Pero la vergüenza era tanto mayor porque había más arbitrariedad. ¿Y
cuántos no debería haber? La naturaleza nos ofrece solo cosas particulares,
infinitas en número y sin ninguna división fija y determinada. Todo se sucede
en matices imperceptibles. Y en este mar de objetos que nos rodea, si algunos
aparecen como puntas de roca, que parecen perforar la superficie y dominar a
los demás, deben esta ventaja más a sistemas particulares que a convenciones
vagas, y solo a ciertos sucesos ajenos a la disposición física de los seres y las
verdaderas instituciones de la filosofía. Si uno no puede jactarse de someter la
Historia de la Naturaleza a una distribución que lo abarca todo y que conviene
a todos, eso que M. de Buffon y M. d'Aubenton no han avanzado sin
fundamento, Cuán poco autorizados estábamos autorizados en un asunto
mucho más extenso, para ceñirnos como ellos, a algún método satisfactorio
para los buenos espíritus que sienten lo que la naturaleza de las cosas permite
o no. Se encontrará al final de este Proyecto este Árbol del conocimiento
humano, con la secuencia de las ideas que nos dirigieron en esta vasta
operación. Si hemos salido de ella con éxito, se lo deberemos principalmente al
Canciller Bacon, quien estableció el plan para un Diccionario Universal de
Ciencias y Artes, en una época en que no había, por así decirlo, ni Ciencias ni
Artes. Este genio extraordinario, incapaz de hacer la historia de lo que sabemos,
hizo la de lo que había que aprender.

Es de nuestras facultades que hemos deducido nuestro conocimiento,


la Historia nos vino de la Memoria; la Filosofía, la Razón; y la Poesía, de la
Imaginación; fecunda distribución a que se presta la misma Teología: pues en
esta Ciencia los hechos son Historia y se relacionan con la Memoria, sin excluir
siquiera las Profecías que son sólo una especie de historia donde la narración
precedió al acontecimiento: los Misterios, los Dogmas y los Preceptos son de
Filosofía eterna y de Razón divina ; y las Parábolas, una especie de Poesía
alegórica, son de Imaginación inspirada . Inmediatamente vimos a nuestros
conocidos fluir unos de otros; La historia se ha dividido en eclesiástica, civil,
natural, la Filosofía, en la ciencia de Dios, del Hombre, de la Naturaleza, etc. La
Poesía, en narrativa, dramática, alegórica, etc. Por lo tanto, la teología, la
historia natural, la física, la metafísica, las matemáticas, etc. La Meteorología,
la Hidrología, y la Mecánica, la Astronomía, la Óptica, etc. en una palabra, una
multitud innumerable de ramas y racimos, de las cuales la ciencia de los
axiomas, o de las proposiciones evidentes por sí mismas, debe ser considerada,
en el orden sintético, como el tronco común.

EN EL ASPECTO DE UN ASUNTO tan extenso, no hay quien no haga


con nosotros la siguiente reflexión. La experiencia diaria enseña demasiado bien
lo difícil que es para un Autor tratar profundamente la Ciencia o el Arte de los
que ha hecho un estudio particular durante toda su vida; por lo tanto, uno no
debe sorprenderse de que un hombre fracase en el proyecto de ocuparse de
todas las Ciencias y todas las Artes. Lo que debería sorprender es que un
hombre fuera lo suficientemente audaz y tonto como para intentarlo solo. El que
se proclama saberlo todo, sólo demuestra que ignora los límites del espíritu
humano.

De esto hemos inferido que, para sostener un peso tan grande como el
que teníamos que llevar, era necesario compartirlo y en el campo miramos a un
número suficiente de eruditos y artistas; de Artistas hábiles y conocidos por sus
talentos; de eruditos que se ejercitaron en los géneros particulares que había
que encomendar a su obra. Distribuimos a cada uno la parte que le convenía;
Matemáticas para el Matemático; las Fortificaciones al Ingeniero; Química para
el químico; historia antigua y moderna para un hombre versado en estas dos
partes; Gramática a un Autor conocido por el espíritu filosófico que reina en sus
Obras; Música, Armada, Arquitectura, Pintura, Medicina, Historia Natural,
Cirugía, Jardinería, Artes Liberales, principal entre las Artes Mecánicas, a
hombres que han dado pruebas de habilidad en estos diferentes géneros: así
cada uno habiendo estado ocupado sólo con lo que entendía, estaba en posición
de juzgar sólidamente de lo que escribieron los Antiguos y los Modernos, y
agregar a la ayuda que ha obtenido de ella los conocimientos extraídos de sus
propios fondos: nadie ha avanzado en la tierra de otros, ni ha mezclado lo que
nunca pudo haber aprendido; y hemos tenido más método, certeza, alcance y
detalles de los que puede haber en la mayoría de los lexicógrafos. Es cierto que
este plan redujo a poco el mérito del Editor; pero mucho añadió a la perfección
de la Obra y pensamos que adquirimos suficiente gloria si el público está
satisfecho.

La única parte de nuestro trabajo, que requiere algo de inteligencia, es


llenar los vacíos que separan dos Ciencias o dos Artes y renovar la cadena en
las ocasiones en que nuestros Colegas se han confiado unos en otros para
ciertos artículos que parecen pertenecer por igual a varios de ellos pero que no
han sido hechos por ninguno. Pero para que el responsable de una pieza, no
sea responsable de defectos que pudieran deslizarse en piezas superpuestas,
tendremos la atención de distinguir estas piezas con una estrella.
Mantendremos exactamente la palabra que hemos dado; el trabajo de los demás
será sagrado para nosotros y no dejaremos de consultar al autor si sucede
durante el curso de la edición que su trabajo nos parece que requiere algún
cambio considerable.

Las diferentes manos que hemos utilizado se han fijado en cada artículo
como el sello de su estilo particular, del estilo propio de la materia y del objeto
de un juego. Un proceso químico no será del mismo tono que la descripción de
los Baños y los Teatros Antiguos, ni la maniobra de un cerrajero, expuesta como
las investigaciones de un teólogo sobre un punto de dogma o disciplina. Cada
cosa tiene su color, y sería confundir los géneros para reducirlos a cierta
uniformidad. La pureza de estilo, la claridad y la precisión son las únicas
cualidades que pueden ser comunes a todos los artículos, y esperamos que se
noten. Permitirse más sería exponerse a la monotonía y al asco que son casi
inseparables de las Obras extensas, y que la extrema variedad de temas debe
separarse de ella.

HEMOS DICHO BASTA para informar al Público del estado actual de


una empresa en la que parece estar interesado, de los beneficios generales que
resultarán de ella si es bien ejecutada, del buen o mal acierto de quienes lo han
intentado antes que nosotros; el alcance de su objeto; la orden a la que hemos
cumplido; de la distribución que hemos hecho de cada parte, y de nuestras
funciones como EDITORES: pasemos ahora a los detalles principales de la
ejecución.

Todo el material de la Enciclopedia se puede reducir a tres cuentas;


CIENCIAS, ARTES LIBERALES Y ARTES MECÁNICAS. Comenzaremos con lo
que concierne a las Ciencias y las Artes Liberales, y terminaremos con las Artes
Mecánicas.

Mucho se ha escrito sobre la ciencia. Los tratados sobre las artes


liberales se han multiplicado sin número, la República de las Letras está
inundada de ellos. Pero, ¿cuán pocos dan principios verdaderos? ¿Cuántos
otros los ahogan en un torrente de palabras, o los pierden en tinieblas
afectadas? ¿Cuántos, cuya autoridad se impone y en quienes un error antepone
una verdad, desacredita a ésta o se acredita gracias a esta proximidad? Sin
duda hubiera sido mejor escribir menos y escribir mejor.

Entre todos los Escritores se ha dado preferencia a aquellos que son


generalmente reconocidos como los mejores. Es de aquí de donde se extrajeron
los principios. A su clara y precisa exposición se han agregado ejemplos o
autoridades constantemente aceptadas. La costumbre vulgar es referirse a las
fuentes, o citar de manera vaga, muchas veces infiel y casi siempre confusa, de
modo que en las distintas partes que componen un artículo no se sabe
exactamente a qué Autor se debe consultar sobre tal o tal, tal punto, o si todos
tienen que ser consultados, lo que hace que la verificación sea larga y dolorosa.
Procuramos, en lo posible, evitar este inconveniente citando en el cuerpo mismo
de los artículos a los Autores en cuyo testimonio nos basamos, reportando su
propio texto, cuando se necesita, en todas partes comparando opiniones,
oscilando las razones, proponiendo caminos para dudar o salir de dudas, a
veces incluso decidir destruyendo cuanto hay en nosotros de errores y prejuicios
y sobre todo procurando no multiplicarlos y no perpetuarlos, protegiendo sin
examen los sentimientos rechazados, o proscribiendo sin razón las opiniones
aceptadas. No hemos tenido miedo de extendernos cuando el interés de la
verdad y la importancia del asunto lo exigían, sacrificando el placer cuando no
podía concordar con la instrucción.

El imperio de las Ciencias y las Artes es un mundo muy alejado del


Vulgar, donde se hacen descubrimientos todos los días, pero con el que se
tienen muchas relaciones fabulosas. Era importante asegurar los verdaderos,
prevenir los falsos, fijar los puntos de donde se partía, y así facilitar la búsqueda
de lo que queda por encontrar. Citamos hechos, comparamos experiencias,
imaginamos métodos sólo para excitar al genio a abrir caminos desconocidos y
avanzar a nuevos descubrimientos, considerando como primer paso aquel
donde los grandes hombres han terminado su carrera. Este es también el
objetivo que nos hemos propuesto, al combinar los principios de las ciencias y
las artes liberales con la historia de su origen y su progreso sucesivo; y si lo
hemos alcanzado, las buenas mentes ya no se ocuparán de buscar lo que se
sabía antes: será fácil en futuras producciones sobre las Ciencias y las Artes
liberales, desentrañar lo que los inventores han sacado de sus fondos, de lo que
tomaron prestado de sus predecesores. Se valorará el trabajo y estos hombres
ávidos de reputación y carentes de genio, que publican audazmente viejos
sistemas como nuevas ideas, pronto serán desenmascarados. Pero, para lograr
estas ventajas, era necesario dar a cada tema el alcance adecuado, insistir en
lo esencial, descuidar las minucias, y evitar una falta bastante común, la de
detenerse en lo que sólo requiere una palabra, probar lo que no se discute, y
comentar lo que está claro. Nosotros n' no hemos escatimado ni prodigado en
explicaciones. Se juzgará que eran necesarios dondequiera que los pusiéramos,
y que habrían sido superfluos donde no se hallarán. Tuvimos todavía mucho
cuidado de no acumular pruebas donde creíamos que un solo razonamiento
sólido era suficiente, multiplicándolas solo en ocasiones en que su fuerza
dependía de su número y concierto.

ESTAS SON TODAS LAS PRECAUCIONES que tuvimos que tomar.


Estas son las riquezas con las que podemos contar, pero nos han sucedido otras
que nuestra empresa debe, por así decirlo, a su buena fortuna. Estos son
Manuscritos que nos han sido comunicados por Aficionados, o proporcionados
por Eruditos entre los cuales nombraremos aquí al Sr. FORMEY, Secretario
Perpetuo de la Real Academia de Ciencias y Bellas Letras de Prusia. Este hábil
académico había meditado en un Diccionario, más o menos como el nuestro, y
generosamente nos sacrificó la parte considerable que había ejecutado, y de la
cual no dejaremos de hacerle honor. Estas son todavía Investigaciones,
Observaciones que cada Artista o Sabio, a cargo de una parte de nuestro
Diccionario, contiene en su gabinete, y que tuvo la amabilidad de publicar de
esta manera. De este número serán casi todos los artículos de Gramática
general y particular. Creemos poder asegurar que ninguna obra conocida será
tan rica ni tan instructiva como la nuestra, sobre las reglas y usos de la lengua
francesa, e incluso sobre la naturaleza, el origen y la filosofía de las lenguas en
general. Por lo tanto, informaremos al público, tanto en las ciencias como en las
artes liberales, de varias colecciones literarias de las que quizás nunca hayan
tenido conocimiento, incluso sobre la naturaleza, el origen y la filosofía de los
idiomas en general.

Pero lo que difícilmente contribuirá menos a la perfección de estas dos


importantes ramas, son la complaciente ayuda que hemos recibido de todos
lados, la protección de los Grandes; la bienvenida y comunicación de varios
Eruditos, Bibliotecas Públicas, Gabinetes Privados, Colecciones, Portafolios, etc.
todo ha sido abierto para nosotros y por quienes cultivan las Letras, y por
quienes las aman. Un poco de habilidad y mucho gasto han procurado lo que
no podía obtenerse de la pura benevolencia y las recompensas casi siempre
calmaron las ansiedades reales o las alarmas fingidas de aquellos a quienes
teníamos que consultar.

Somos principalmente sensibles a las obligaciones que tenemos con el


Sr. El Abbé SALLIER, Guardián de la Biblioteca del Rey: también no
esperaremos para ofrecerle el tributo de alabanza y gratitud que le debemos,
sean nuestros Colegas, o a las personas que han tomado un interés por nuestra
Obra. El abbé Sallier nos permitió, con esa cortesía que le es natural y que
todavía anima el placer de favorecer una gran empresa, elegir del rico fondo del
que es depositario todo lo que pudiera iluminar o amenizar nuestra
Enciclopedia. Se justifica, incluso podríamos decir que se honra la elección del
Príncipe, cuando se sabe prestarse así a sus puntos de vista. Las ciencias y las
Bellas Artes no pueden contribuir mucho a ilustrar con sus producciones el
reinado de un Soberano que las favorece: nosotros, espectadores de sus
progresos y de sus Historiadores, sólo nos preocuparemos de transmitirlas a la
posteridad. Que diga en la apertura de nuestro Diccionario, tal era entonces el
estado de las CIENCIAS y de las BELLAS ARTES. Que sume sus
descubrimientos a los que hemos registrado, y que la Historia del Espíritu
Humano y sus producciones vayan de época en época hasta los siglos más
remotos. Que la ENCICLOPEDIA se convierta en un Santuario donde se cobije
el saber de los hombres de Tiempos y Revoluciones. ¿No nos sentiremos
demasiado halagados de haber puesto los cimientos? ¡Qué provecho no habría
sido para nuestros padres y para nosotros, si las obras de los pueblos antiguos,
egipcios, caldeos, griegos, romanos, etc. hubiera sido transmitido en una obra
enciclopédica, que hubiera expuesto al mismo tiempo los verdaderos principios
de sus lenguajes! Hagamos, pues, por los siglos venideros lo que lamentamos
que los siglos pasados no hayan hecho por los nuestros. Nos atrevemos a decir
que si los Antiguos hubieran ejecutado una Enciclopedia, como ejecutaron
tantas grandes cosas, y si este Manuscrito se hubiera escapado solo de la
famosa Biblioteca de Alejandría, nos hubiera podido consolar de la pérdida de
los demás.

ESTO ES LO QUE TENÍAMOS para exponer al Público en Ciencias y


Bellas Artes. La parte de Artes Mecánicas no requería ni menos detalle ni menos
cuidado. Tal vez nunca se hayan reunido tantas dificultades y tan poca ayuda
para superarlas. Hemos escrito demasiado sobre las Ciencias: no hemos escrito
lo suficientemente bien sobre la mayoría de las Artes liberales: no hemos escrito
casi nada sobre las Artes Mecánicas; pues ¿qué es lo poco que se encuentra en
los Autores, en comparación con la extensión y fecundidad del tema? Entre los
que se han ocupado de él, uno no estaba suficientemente informado de lo que
tenía que decir, y ha cumplido menos su objeto que mostrado la necesidad de
una obra mejor: otro sólo ha tocado el asunto, tratándolo más como un
gramático y un hombre de letras que como un artista: un tercero es en verdad
más rico y más trabajador pero, al mismo tiempo es tan breve, que las
operaciones de los Artistas y la descripción de sus máquinas, este asunto capaz
de proporcionar obras considerables solo, ocupa solo una parte muy pequeña
de sí mismo. Chambers no agregó casi nada a lo que tradujo de nuestros
Autores. Por tanto, todo nos determinaba a recurrir a los Trabajadores.

Acudimos a los más hábiles de París y del Reino. Nos tomamos la


molestia de ir a sus talleres, interrogarlos, escribir bajo su dictado, desarrollar
sus pensamientos, extraer de ellos los términos propios de sus profesiones,
elaborar cuadros, definir, conversar con los de quienes se habían obtenido
memorias, y (precaución casi indispensable) rectificar en largas y frecuentes
entrevistas con algunos, lo que otros habían explicado de manera imperfecta,
oscura y a veces de manera infiel. Hay artistas que son al mismo tiempo
hombres de letras, y aquí podríamos citar algunos, pero el número es muy
pequeño, la mayoría de los que practican las artes mecánicas las han abrazado
sólo por necesidad y operan sólo por instinto. Difícilmente entre mil
encontramos una docena en condiciones de expresarse con cierta claridad sobre
los instrumentos que utilizan y sobre las obras que realizan. Hemos visto
obreros que habían trabajado durante cuarenta años, sin saber nada de sus
máquinas. Había que ejercer con ellos la función de la que Sócrates se gloriaba,
la dolorosa y delicada función de dar a luz a los espíritus, obstetrix animorum.

Pero hay oficios tan singulares y maniobras tan delicadas que a menos
que uno mismo trabaje, mueva una máquina con sus propias manos y vea la
obra que se forma ante sus propios ojos, es difícil hablar de ella con precisión.
Fue necesario, pues, varias veces obtener las máquinas, construirlas, poner
manos a la obra, convertirse, por así decirlo, en aprendiz, y hacer uno mismo
las malas obras para enseñar a otros a hacer las buenas.

Así nos convencimos de la ignorancia en que nos encontramos sobre la


mayoría de los objetos de la vida y de la necesidad de salir de esta ignorancia.
Es así como nos hemos puesto en condiciones de demostrar que el hombre de
letras que mejor conoce su lengua no conoce la vigésima parte de las palabras,
que, aunque cada Arte tiene el suyo, este Lenguaje es todavía muy imperfecto,
que es por el hábito extremo de conversar entre sí que los Trabajadores se llevan
bien, y mucho más por el retorno de las coyunturas que por el uso de los
términos. En un Taller es el momento el que habla y no el Artista.
Este es el método que seguimos para cada artículo. Tratamos, 1°. de la
materia, de los lugares donde se encuentra, de la forma en que se prepara, de
sus buenas y malas cualidades, de sus diferentes especies, de las operaciones
por las que se pasa, sea antes de usarla, sea en su ejecución eso.

2°. De las principales obras que de ellas se hacen, y del modo de


hacerlas.

3°. Hemos dado el nombre, la descripción y la figura de las herramientas


y las máquinas, por piezas sueltas y por piezas ensambladas, el corte de los
moldes y otros instrumentos, de los cuales conviene conocer el interior, sus
perfiles, etc.

4°. Hemos explicado y representado la mano de obra y las operaciones


principales en una o más Láminas, donde a veces vemos las manos del Artista,
a veces todo el Artista en acción, y trabajando en lo más importante de su arte.

5°. Hemos recopilado y definido con la mayor exactitud posible los


términos adecuados del artículo.

PERO EL POCO HÁBITO que uno tiene de escribir, de leer escritos sobre
las Artes, hace que las cosas sean difíciles de explicar de manera inteligible. De
ahí nace la necesidad de las Figuras. Se podría demostrar con mil ejemplos que
un puro y simple Diccionario de la Lengua, por muy bien hecho que esté, no
puede prescindir de Figuras, sin caer en definiciones oscuras o vagas; ¿Cuánto
más, entonces, no nos era necesaria esta ayuda? Una mirada al objeto o a su
representación dice más que una página de discurso.

Enviamos Diseñadores a los Talleres. Tomamos el boceto de las


máquinas y herramientas. No se ha omitido nada que pudiera mostrarlos
claramente a la vista. En el caso de que una máquina merezca detalles por la
importancia de su uso y por la multitud de sus partes, hemos pasado de lo
simple a lo compuesto. Comenzamos reuniendo en una primera figura tantos
elementos como pudimos percibir sin confusión. En una segunda figura, vemos
los mismos elementos con algunos otros. Es así como la máquina más
complicada se ha ido formando sucesivamente sin ningún embarazo ni para la
mente ni para los ojos. A veces es necesario volver del conocimiento de la obra
al de la máquina, y otras veces descender del conocimiento de la máquina al de
la obra.
Hay nociones que son comunes a casi todos los hombres y que tienen
en mente con más claridad de la que pueden recibir del habla. También hay
objetos tan familiares que sería ridículo hacer figuras con ellos. Las Artes
ofrecen otras tan complejas que serían inútilmente representadas: en los dos
primeros casos, hemos supuesto que el lector no estaba del todo desprovisto de
sentido común y experiencia y en el último, nos referimos al objeto mismo. Es
en todo un justo medio y hemos tratado de no perderlo aquí. Un solo Arte del
que querríamos decirlo todo y representarlo todo, proporcionaría volúmenes de
discursos y láminas. Nunca terminaríamos si se propone plasmar en cifras
todos los estados por los que pasa un trozo de hierro antes de transformarse en
agujas. Que el discurso siga el procedimiento del Artista hasta el último detalle;
a la buena hora. En cuanto a las Figuras, las hemos restringido a los
movimientos importantes del obrero, y a los únicos momentos de la operación
que es muy fácil de pintar y muy difícil de explicar. Nos hemos limitado a las
circunstancias esenciales, a aquellas cuya representación, cuando está bien
hecha, implica necesariamente el conocimiento de aquellas que no vemos. No
queríamos parecernos a un hombre que tiene guías a cada paso en un camino,
por temor a que los viajeros se desvíen de ellos: basta que haya guías
dondequiera que estén expuestos.

Además, es la fuerza de trabajo la que hace al Artista, y no es en los


Libros donde uno puede aprender a operar. El Artista sólo encontrará en
nuestra Obra vistas que tal vez nunca hubiera tenido, y observaciones que sólo
habría hecho después de varios años de trabajo. Ofreceremos al Lector
estudioso lo que habría aprendido de un Artista al verlo operar para satisfacer
su curiosidad; y al Artista, lo que le sería deseable aprender del Filósofo para
avanzar a la perfección.

Hemos repartido en las Ciencias y en las Artes Liberales, las Figuras y


las Planchas, según el mismo espíritu y con la misma economía que en las Artes
Mecánicas; sin embargo, no hemos podido reducir el número de ambos a menos
de seiscientos. Los dos Volúmenes que formarán no serán la parte menos
interesante de la Obra, por la atención que tendremos que poner en el reverso
de una Plancha, la explicación del que estará enfrente, con referencias a lugares
del Diccionario con el que se relacionará cada Figura. Un Lector abre un
volumen de Láminas; ve una máquina que despierta su curiosidad: es, si se
quiere, un molino de polvo, papel, seda, azúcar, etc. leerá lo contrario, fig. 50,
51 o 60, etc. Molino de polvo, Molino de azúcar, Molino de papel, Molino de seda,
etc. luego encontrará una breve explicación de estas máquinas con referencias
a los artículos, Polvo, Papel, Azúcar, Seda, etc.

El Grabado responderá a la perfección de los Diseños, y esperamos que


las Planchas de nuestra Enciclopedia superen a las del Diccionario Inglés tanto
en belleza como en número. Chambers tiene treinta planchas. El antiguo plan
prometía ciento veinte; y daremos por lo menos seiscientos. No es de extrañar
que la cantera se haya extendido bajo nuestros pies. Es enorme; y no nos
jactamos de haberla atravesado.

A PESAR DE LA ASISTENCIA y de los trabajos que acabamos de relatar,


declaramos sin dificultad, en nombre de nuestros Colegas y del nuestro, que
siempre estaremos dispuestos a admitir nuestra insuficiencia, y a aprovechar
las luces que se comunicarán a nosotros. Las recibiremos con gratitud y nos
conformaremos a ellas con docilidad; tan convencidos estamos de que la
perfección última de una Enciclopedia es obra de siglos. Tomó siglos para
comenzar; tardará otro tanto en terminar; A LA POSTERIDAD, Y AL SER QUE
NO MUERE.

Tendremos, sin embargo, la satisfacción interior de no haber


escatimado nada para triunfar: una de las pruebas que traeremos es que hay
secciones en Ciencias y en Artes que hemos rehecho hasta en tres ocasiones.
No podemos prescindir de decir en honor de los LIBREROS asociados, que
nunca se han negado a prestarse a lo que pudiera contribuir a perfeccionarlos
a todos. Es de esperar que la concurrencia de tantas circunstancias, como la
ilustración de quienes han trabajado en la Obra, la ayuda de quienes se
interesan por ella y la emulación de Editores y Libreros, produzca algún buen
efecto.

DE TODO LO PRECEDENTE, se sigue que en la Obra que estamos


anunciando hemos tratado de las Ciencias y de las Artes de tal manera que no
suponemos de ellas ningún conocimiento preliminar; que se exponga allí lo que
es importante saber sobre cada tema, que los artículos se expliquen entre sí, y
que en consecuencia la dificultad de la nomenclatura no avergüence en ninguna
parte. De donde inferiremos que esta Obra podría ocupar el lugar de Biblioteca
en todos los géneros a un hombre de mundo; y en todos los géneros, excepto el
propio, a un erudito de profesión; que complementará los Libros Elementales;
que desarrollará los verdaderos principios de las Cosas; que marcará los
informes; que contribuirá a la certeza y al progreso de los conocimientos
humano, y que multiplicando el número de verdaderos sabios, artistas
distinguidos y aficionados esclarecidos, significará para la sociedad nuevos
avances.

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