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CONCURSO DE INVESTIGACIÓN
ESTUDIANTES:
ANDREA ISABEL MENDÍVIL DURAND (20171014)
● Economía, Séptimo Ciclo
CARLA ANAÍS MENDOZA ESCOBEDO (20180487)
● Ciencia Política y Gobierno, Sexto Ciclo
Introducción 3
Marco Teórico 4
2.1. Estado 4
2.2. Nación 5
3.1. Independencia 8
Conclusiones 18
Bibliografía: 21
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1. Introducción
3
2. Marco Teórico
2.1. Estado
Conviene comenzar esta investigación teniendo en claro los conceptos a los que se hace
referencia y son utilizados en el desarrollo del argumento. En primer lugar, es importante
preguntarse qué es el Estado, una pregunta abordada con mucha frecuencia por la Ciencia
Política. De hecho, se podría realizar una revisión histórica de los pensadores que han abordado
el concepto. En un primer momento, y como parte del Estado Moderno, la definición se enfoca
más en términos de orden (Hobbes, 1651, p. 140). Estas ideas suponen un poder absoluto,
ilimitado y perpetuo que, si bien sirve a la sociedad, no obliga al Estado a rendir cuentas, porque
siempre estaría en lo correcto.
Aunque con diferentes perspectivas, ambos períodos tienen características comunes que
se vinculan bien con lo expresado en la definición de Weber (1919): “Estado es aquella
comunidad humana que, dentro de un determinado territorio… reclama (para sí) con éxito el
monopolio de la violencia física legítima” (p.2). Por supuesto, lo que cambia es qué significa
legítima para los teóricos, una legitimidad divina o una popular. Aplicando esta idea a los
tiempos contemporáneos, se puede afirmar que el Estado es el ente que tiene el monopolio de
acción dentro un territorio y tiempo dados. Si el Estado no logra ejercer el poder, se genera un
vacío, al cual llamaremos nula capacidad estatal. Si lo hace irregularmente, entonces su
capacidad será baja. Este razonar es parecido al que O’Donnel (1993) llega con la idea de las
“zonas marrones”, “azules” y “verdes” para caracterizar la capacidad estatal de forma creciente
(p.11). Así, la baja capacidad, que se propone líneas más adelante, está sustentada en el
abandono de ciertos sectores de la población y una heterogeneidad en el funcionamiento de las
instituciones que componen el Estado (Dargent, 2014, p.74).
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El Estado peruano se debe a la nación peruana, en la medida que esta le da su razón de
ser: velar por su seguridad, orden y desarrollo. No obstante, en este país, el Estado no nació
precisamente fuerte, al menos en términos de capacidad estatal. Es más, para muchos autores,
es claro que tampoco ha logrado tener esa característica en el presente. En esa línea, Tanaka
(2010) menciona que “la expansión del Estado no caminó a la par de sus capacidades
institucionales” (p.28). Ello se debería a los varios períodos de inestabilidad que ha sufrido el
Perú desde su nacimiento como república. Considerando las disputas de los caudillos militares
de los primeros años e incluso los sucesos del siglo XXI, se podría decir que el Estado peruano
ha perdido la noción de sus objetivos como institución para concentrarse únicamente en la idea
de poder.
Por supuesto, la naturaleza de Estado caudillista del primer período tuvo varios
cambios. Sin embargo, hay algo que parece continuo en el caso peruano: no logra ejercer
completamente el poder que tiene. Puede realizar algunas acciones, pero no las suficientes para
regular el orden o beneficiar a todos sus ciudadanos. En consecuencia, estos no se sentirían
identificados con su Estado (o incluso como colectivo), no habría una completa representación
popular y se podría apreciar una desigualdad de oportunidades en un mismo territorio. Sin
embargo, cabe señalar que dicho resultado es producto de una continuidad que se ve fortalecida
con las dificultades que el Estado ha lidiado a lo largo del tiempo.
2.2. Nación
En segundo lugar, el concepto de nación nació en el siglo XVIII, mucho tiempo después
de que se establecieran los primeros Estados modernos. En realidad, se puede decir que siempre
han existido identidades correspondientes a grupos de poblaciones humanas. Sin embargo, la
idea de una comunidad homogénea que responda a un marco estatal preciso es relativamente
reciente. De hecho, surgió como una forma de consolidar a un Estado, pues la historia colectiva
que se gesta a partir de ella brinda una legitimidad política e incluso incentiva un sentimiento
de lealtad profunda. El sentido de pertenencia es un vínculo que se fortalece gracias a este
pensar y que afianza los vínculos entre los conciudadanos y el Estado. Es más, Vergara (2007)
la describe como un artefacto político para obtener lealtades ante la modernidad, la
competencia capitalista y los ejércitos (p.37).
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seres humanos que, sin conocerse, se identifican como parte de un mismo país inscrito en un
territorio geográfico del cual son parte. Es imaginada, porque la nación es una idea que vive en
la mente de las personas; creen en que hay una unión entre compatriotas aún sin poseer la
seguridad de que estos piensan de la misma manera. Además, se cree que, si bien puede haber
desigualdades entre los ciudadanos que la conforman, estos se tratan con compañerismo y
horizontalidad. Asimismo, estas comunidades no son estáticas; por lo tanto, la nación puede
ser reimaginada o reinventada.
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direccionan el desarrollo de las mismas, por lo cual, los actores políticos se observan como
objetos y agentes en la historia (Peters, Pierre, & King, 2005, pp. 1278-1282).
En ese sentido, se puede explicar el path dependence como una secuencia de eventos
inicial, que reduce las posibilidades de acción futura y, en términos económicos, con el tiempo
acumula mayores costos de transacción si se desea realizar un cambio. En consecuencia, se
desarrolla un patrón de autoreforzamiento, el cual, a largo plazo, determina al evento final
como dependiente del inicial (Shreyögg & Sydow, 2010, p. 4). Lo único que puede ocasionar
una reorientación es un cambio radical en las condiciones contingentes, que no colisione con
los retornos crecientes negativos que se desprenden de la trayectoria histórica.
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3. Path dependence a través de la historia republicana del Perú
3.1. Independencia
Por lo tanto, se puede determinar que, si bien es admitido que había sectores con
incentivos para la búsqueda de la libertad, las acciones tomadas no son, completamente,
coincidentes con ellos, y el choque de intereses, demuestra la fractura en la sociedad peruana.
La independencia se muestra como un proceso aceptado, más no buscado de forma activa y las
promesas que esta trae dependen únicamente de la nueva élite. Según De la Puente (2015), las
élites buscaron el autogobierno, autodeterminación y la independencia económica para velar
por sus intereses libremente (p. 183), lo cual marcó la trayectoria institucional del Estado. Por
ello, resulta en una revolución social fallida (Morán, Pérez & Yarango, 2019, p. 121). Los
indígenas pierden los beneficios que tenían con la Corona, la estructura estamental se mantiene
–solo que con un nuevo grupo liderando– y el Estado, asciende a una falsa democratización.
La guerra de la Independencia fue una guerra de recursos, lo cual ubicó al Perú como
el receptor de mayor destrucción entre los países Latinoamericanos. Al finalizar, las minas
quedaron en precariedad, las ciudades fueron quemadas, y los cultivos y ganados
desaparecieron (Méndez & Granados, 2012, p.63). Ante esta situación, el nuevo gobierno
republicano, a pesar de las grandes promesas para la reinvención, decidió priorizar la
continuidad del status quo en términos económicos, sociales y políticos. Esto se demuestra en
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los objetivos económicos vanos y la estructura estamental que favoreció la dominación
socioeconómica de la élite criolla (Morán, Pérez & Yarango, 2019, p. 121). Asimismo, se dejó
de lado la construcción de la nación, el sentido de identidad y la adecuada representación
política como base de la construcción de la nueva república.
“1. Ser peruano. 2. Ser casado, o mayor de veinticinco años. 3. Saber leer y
escribir … 4. Tener una propiedad, o ejercer cualquier profesión, o arte con
título público, u ocuparse en alguna industria útil, sin sujeción a otro en clase
de sirviente o jornalero” (Constitución Política de la República Peruana, 1823,
Artículo 17).
Es decir, solamente, los hombres de la élite criolla serían los participantes políticos de la nueva
nación. Estas condiciones eran similares para la educación, ya que, si bien se estableció el
sistema de educación primaria lancasteriana para todas las clases sociales, la secundaria y la
superior seguían concentrándose en las élites (Red Quipu, 2020). En esta época, la prensa era
la encargada de impartir conocimiento, con el objetivo de asentar el status quo (Morán &
Aguirre, 2011, p.42). Todo ello refleja la baja inclusión social por parte del Estado.
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Estas fueron las condiciones iniciales en cuanto a la representación nacional e identificación de
los ciudadanos.
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observar la primera trayectoria con un objetivo marcado. La adopción de los valores
republicanos se ve reflejada en la búsqueda de modernidad a través de políticas inclusivas, a
pesar de no estar buscando instituciones inclusivas, que “repartan el poder de manera amplia
en la sociedad” (Casalino, 2020, p. 31). Por lo tanto, la decisión de seguir estos ideales de
origen exógeno autorefuerza la dirección de la trayectoria, e inicia un cambio como una
primera capa en una serie de eventos.
En tercer lugar, en cuanto a la centralización del poder, el boom del guano se encargó
de eliminar las nacientes élites no capitalinas post-independencia. De hecho, gracias a este
fenómeno, el epicentro de poder se ubicó en Lima, principalmente, debido al puerto del Callao,
el cual permitía la movilización de las actividades comerciales. Ello, sumado a la localización
de la prensa principal y organismos estatales federales de fiscalización, arraigaron el
centralismo institucional (Contreras, 2002, p. 16). Dicho aspecto se demostró cuando la Guerra
del Pacífico se dio como perdida una vez que Lima fue invadida. Por lo tanto, en este caso, al
encontrarse todavía en las fases formativas iniciales, la institucionalización del descentralismo
se detiene. Esto se debe a la influencia de un boom sobre un Estado, cuyas actividades
económicas nunca fueron definidas. Las capas de eventos: continuidad económica, respuesta
positiva a la demanda de fertilizantes, y falta de reinversión industrial para crear nuevos
circuitos económicos; resulta en el regreso al centralismo.
Las primeras décadas del siglo XX fueron una etapa de asentamiento de los nuevos
regímenes económicos debido a la pérdida de dinero rentista del guano y un periodo de
transformación social. Los enganches se masificaron y el esquema de posesión de tierras
motivaron la migración de personas a las grandes ciudades de la costa. Consecuentemente, se
desarrollaron los movimientos de masas (Galetti, 2017, p. 401), y la popularización de la
educación ayudó con el crecimiento de las clases medias (Contreras, 2016, p. 12). Por lo tanto,
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el oncenio de Leguía se muestra como el tercer eslabón en la cadena de cambios y
permanencias, debido a su trascendencia en la construcción de una identidad, la capacidad
estatal, la descentralización y la representación en el Perú.
En segundo lugar, se puede analizar las políticas públicas aplicadas por este gobierno
para evaluar su capacidad estatal. En el marco de un Estado pequeño, donde se aumentó la
burocracia, determinadas medidas resultaron positivas, como el aumento de intervención
estatal en las reformas financieras, educativas, y de modernización arquitectónica. Sin
embargo, como se observa en los resultados, este impulso exógeno no logró cambiar la
trayectoria histórica de la capacidad estatal. Más aún, como se mencionó anteriormente, los
ciudadanos desbordaron el marco de acción del Estado. Dentro de los centros urbanos era más
fácil intercambiar ideas políticas. Además, la economía dual de explotación en las haciendas
rurales creaba insatisfacción entre las comunidades. Esta situación dio cabida a movimientos
revolucionarios como el APRA y el Partido Socialista Peruano, y a obras como los 7 ensayos
de interpretación de la realidad peruana de Mariátegui. Gracias a ello, se asientan las bases para
que en los próximos 20 años se puedan dar las primeras elecciones con partidos de masas en el
país (Galetti, 2017, pp. 399-400). Este evento demuestra como la modernización, un factor
exógeno, crea una nueva capa en la trayectoria de la representación política de la población.
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En tercer lugar, la centralización se sigue arraigando. El Oncenio está plagado de
esfuerzos descentralizadores, que fracasan al enfrentarse a las políticas modernizadoras y
reaccionarias ante la crisis del 29. Leguía elimina las Juntas Departamentales e intenta colocar
Asambleas Regionales que tengan un mejor funcionamiento, pero fallan estrepitosamente. En
1935, intentan ser reemplazadas por Consejos Departamentales y el resultado se repite. De
forma contraria, una vez sucedida la crisis, todas las leyes e institutos aprobados tienen un
enfoque agudo en la capital y las ciudades costeras. Las instituciones fiscalizadoras, el nuevo
banco central y los nuevos ministerios, como el de Trabajo, estaban ubicados en Lima.
Asimismo, la construcción de carreteras para unir las localidades fue enfatizada dentro de la
capital, en unión al resto de departamentos costeros (Contreras, 2002, pp. 24-28). A partir de
ello, se puede observar cómo las políticas descentralizadoras intentan asentarse en el
funcionamiento institucional, pero no logran mover la trayectoria establecida por los rezagos
de la economía guanera. En realidad, se evidencia cómo desde la Independencia, ese gigantesco
cambio económico ha sido el único evento capaz de alterar súbitamente la trayectoria.
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4. Neoliberalización y caracterización Presente
En este punto del ensayo, las capas generadas en el pasado pueden ser modificadas en
el presente solo con la ayuda de los sujetos para lograr una fase de bloqueo. Por ello, se
empezará mostrando la caracterización del individuo hacia su sociedad y, posteriormente, la
actitud del Estado frente a sus individuos. En primer lugar, un ser humano siempre va a estar
sumergido en un contexto en el que la relación social con sus pares se vuelve casi inevitable.
No obstante, el individuo como tal cada vez ha ido aumentando su espacio de acción en la
sociedad. Es él quien es sujeto de derecho y responde por sus acciones ante su comunidad,
quien se autodefine, trabaja para subsistir, y asume un rol dentro de su grupo. Sin embargo,
hay que comprender que esto no es gratuito, sino que responde a una serie de circunstancias
que han permitido –e incluso promovido– que un agente gane tal protagonismo en su
comunidad.
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beneficiar a toda la sociedad. Por este motivo, las iniciativas para el progreso económico de los
ciudadanos no parten del Estado. De hecho, incluso este último podría ser una traba para aquel.
Una perspectiva que De Soto (1987) tradujo como “costos de acceso, costos de permanencia y
costos de la informalidad que conducen a un desperdicio de recursos” (p.301). Otra idea que
se deriva de lo anterior es el emprendedurismo, el que también ha hecho crecer el mercado
informal. En este, la ciudadanía peruana se ha venido construyendo en un ambiente en donde
tiene que “hacerse sola” (Uccelli & Garcia, 2016, p. 290).
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mismo y… hacia uno mismo” (Bauman, 2010, p. 80). No obstante, esta nueva actitud también
devendría en un problema señalado en términos de Mejía (2019) como un “individualismo
ilusorio, que para actuar necesita únicamente del descrédito social y la justificación de la
sociedad como la suma de intereses particulares” (p. 275). En otras palabras, la autonomía que
reclaman estos nuevos individuos estaría supeditada al rechazo que obtienen de los “otros”
miembros de la sociedad.
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“todos desarrollan su potencial desde la primera infancia, acceden al mundo
letrado, resuelven problemas, practican valores, saben seguir aprendiendo, se
asumen ciudadanos con derechos y responsabilidades, y contribuyen al
desarrollo de sus comunidades y del país combinando su capital cultural y
natural con los avances mundiales” (MINEDU, 2007, p.13).
Además, la inversión destinada a ese sector ha ido aumentando. Sin embargo, Ñopo
(2018) afirma que “si bien esto puede parecer un esfuerzo interesante, la realidad es que las
inversiones que se han hecho en el mundo han sido mucho más altas” (p.7). Así, las tasas de
analfabetismo que, si bien han ido bajando, mantienen la fuerte distancia entre los sectores
urbanos y rurales; la costa y las regiones sierra y selva; e incluso Lima y el resto del país (INEI,
2013). Entonces, una vez más, se podría decir que existe una permanencia en la baja capacidad
estatal la cual no le permite asumir el reto de una inclusión social Las cifras apuntan a que la
realidad de un país fragmentado seguiría vigente.
Ello podría contradecirse con las políticas de descentralización que se han venido
enfatizando en los últimos años. Según Álvarez (2010), para que la educación descentralizada
resulte necesita de “autonomía de la nueva entidad, porque, así, cada organismo o institución
podrá definir sus propias estrategias y prioridades de acción” (p.10). De la misma manera, es
necesaria la capacitación y el acompañamiento a los organismos involucrados hasta que se
vuelvan autónomos. Estos puntos han sido trabajados por el Estado en diferentes normativas,
pero su eficacia no ha sido lograda. Por lo cual, la ineficacia estatal aporta a la consolidación
de la fase de bloqueo en la centralización institucional.
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reproducen un discurso de identidad y de alguna manera imaginan a la comunidad peruana
dentro de una nación. Esto es posible, gracias al crecimiento de las clases medias y al estrecho
vínculo de ellas con el sistema económico. Aún así, los puntos “comunes” que se remarcan no
lograrían expresar todo el crisol de comunidades que el Perú alberga. Por lo tanto, cabe analizar
las dimensiones centrales de la marca Perú.
Por un lado, hay que recordar que los empresarios son quienes representan el arte
gastronómico del Perú en el mundo y quienes tienen los medios para poder llevar los potajes
al extranjero. Asimismo, son ellos los que presentan propuestas innovadoras y también los que
obtienen réditos por ellas. En ese sentido, cabe resaltar que, a pesar de que la marca país se
creó en 2011, Mistura (la principal feria gastronómica del país) fue una iniciativa privada. No
fue hasta 2018 que la marca Perú la acogió para posicionarla como franquicia en el extranjero.
Es decir, una vez más, el Estado peruano se ve superado como actor en términos de iniciativa
frente a los grupos empresariales. Adicionalmente, es importante destacar que este
posicionamiento, a pesar de los esfuerzos, por lo contrario, continúa siendo un logro limeño.
Como diría Valderrama (2009) “Nuestra cultura sigue siendo centralista por antonomasia”
(p.178). De hecho, se podría decir que las comidas regionales han tenido que adaptarse al
formato limeño para estandarizarse y ganar estatus. Esto colabora con la permanencia del
centralismo institucional.
Por otro lado, el sector turístico ha sido otro de los grandes protagonistas del impulso
por presentar “lo peruano” sobre todo a nivel internacional, pero que también ha logrado calar
en el territorio local. De hecho, Machu Picchu y otros recintos arqueológicos se han convertido
en un símbolo más de la “peruanidad” y motivo de orgullo nacional. Sin embargo, a pesar de
que, uno de los roles de las autoridades locales y estatales es “colaborar con los organismos
competentes, en la identificación y conservación del patrimonio histórico, monumental y
urbanístico” (MINCETUR, 2016, p. 52), la experiencia puede no ser la mejor. Por ejemplo, los
órganos competentes pueden preocuparse por mantener y mejorar museos, recintos o
monumentos, pero no se preocupan por los alrededores, las calles o la calidad de vida de las
personas cercanas. En esa línea, se podría decir que el Estado está pendiente de la
comercialización de aquello que lo podría representar, pero no necesariamente se ocupa de lo
que sí lo representa y a quienes debería estar al servicio: sus ciudadanos. Así, la capacidad
estatal sigue siendo baja por enfocarse en objetivos económicos más que en los sociales, lo cual
obstruye, también, la inclusión social.
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5. Conclusiones
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Para concluir, este ha sido un esfuerzo de entender al Estado peruano en la actualidad,
a través de sus diferentes cambios y permanencias a lo largo de su historia republicana. De esa
manera, se pudo observar la constante baja capacidad estatal, poca representatividad y poca
inclusión. Definitivamente, el país tiene muchos aspectos por trabajar. Sin embargo, con lo
dicho en estas páginas, se espera haber contribuido a caracterizar al Estado peruano. Así, no
solo se logra entenderlo, sino también encontrar puntos en los cuales puede gestionarse una
mejora y visión a largo plazo, pensando en que todos estos cambios demandan tiempo en
llevarse a cabo.
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