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Pontificia Universidad Católica del Perú

Facultad de Ciencias Sociales

CONCURSO DE INVESTIGACIÓN

TÍTULO: “A 200 años de la Independencia: Las promesas del Estado Peruano a su


nación, en un análisis de path dependence”

ESTUDIANTES:
ANDREA ISABEL MENDÍVIL DURAND (20171014)
● Economía, Séptimo Ciclo
CARLA ANAÍS MENDOZA ESCOBEDO (20180487)
● Ciencia Política y Gobierno, Sexto Ciclo

Fecha de entrega: 30 de noviembre de 2020


Contenido

Introducción 3

Marco Teórico 4

2.1. Estado 4

2.2. Nación 5

2.3. Path Dependence 6

Path dependence a través de la historia republicana del Perú 7

3.1. Independencia 8

3.2. Guerra del Pacífico 10

3.3. Oncenio de Leguía 11

Neoliberalización y caracterización Presente 13

4.1. Los individuos en el Perú de hoy 14

4.2. Políticas públicas que consolidan la idea de la nación peruana en la actualidad 16

Conclusiones 18

Bibliografía: 21

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1. Introducción

La historia del Perú como república independiente inicia un 28 de julio de 1821. A


partir de ese momento, se propuso trabajar por un país libre, pero también que genere desarrollo
en beneficio de todos sus ciudadanos. Sin embargo, a casi 200 años de la Independencia, cabe
analizar los verdaderos efectos que tuvo este evento sobre el pueblo peruano y su impacto en
el presente. Para ello, resulta interesante evaluar la capacidad estatal del Estado perunano, la
representación de su población en el gobierno, y la construcción de una identidad nacional.
Así, se logrará apreciar si los habitantes del territorio se sienten parte de una ciudadanía peruana
y, más aún, si se sienten respaldados y representados por su Estado. En esa línea, es ilustrativo
apreciar políticas en favor de la educación plena e inclusiva, proyectos de descentralización y
la construcción de un imaginario nacional en distintos gobiernos y periodos de la historia
republicana.

Asimismo, para analizar los efectos de la independencia, existen múltiples


metodologías que permiten estudiar sus logros y promesas rotas. Dado el carácter sistemático
e institucional de la pregunta, se ha optado por realizar una aproximación a través de la teoría
de Path Dependance. De esta forma, las consecuencias de la Independencia pueden ser
evaluadas en el presente ensayo a través de trayectorias compuestas por cambios y
continuidades, las cuales tienen potencial a virar hacia una nueva dirección en hitos
trascendentales.

Sobre esa base, el análisis de las trayectorias de la construcción de una identidad


nacional, la falta de representación y la baja capacidad estatal en el Perú permiten tomar en
cuenta los sentimientos nacionales y las políticas estatales relacionadas a estas. Esto sucederá
bajo el seguimiento de las tres etapas del Path Dependance, y el análisis sucesivo de los
siguientes hitos en la historia del país: la Independencia, la Guerra del Pacífico, el Oncenio de
Leguía y la neoliberalización (incluyendo la era de Fujimori y los gobiernos neoliberales
futuros hasta el presente). Así, se buscará estudiar de qué manera el Estado ha trabajado
políticas que habrían fomentado la construcción de una nación representada y respaldada por
este, pero que no habrían logrado su cometido por una serie de continuidades históricas o
cambios sutiles acumulados.

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2. Marco Teórico

2.1. Estado

Conviene comenzar esta investigación teniendo en claro los conceptos a los que se hace
referencia y son utilizados en el desarrollo del argumento. En primer lugar, es importante
preguntarse qué es el Estado, una pregunta abordada con mucha frecuencia por la Ciencia
Política. De hecho, se podría realizar una revisión histórica de los pensadores que han abordado
el concepto. En un primer momento, y como parte del Estado Moderno, la definición se enfoca
más en términos de orden (Hobbes, 1651, p. 140). Estas ideas suponen un poder absoluto,
ilimitado y perpetuo que, si bien sirve a la sociedad, no obliga al Estado a rendir cuentas, porque
siempre estaría en lo correcto.

Sin embargo, con la llegada de valores liberales la definición cambia en resistencia al


absolutismo de la época. En ese sentido, Vallés (2000) realiza una descripción de los valores
más representativos de este cambio según diversos autores. Por ejemplo, menciona a un Estado
tolerante que procura conservar los derechos naturales y maneja un gobierno representativo
(Locke); la relevancia de la división de poderes (Montesquieu); una ley regulatoria que
represente la voluntad general (Rousseau); y el derecho como garantía de la libertad y el Estado
como garantía del derecho (Kant) (pp. 91-96). Como se intuye, el Estado es visto como una
entidad con poder que ordena, pero que también protege y sirve a la sociedad.

Aunque con diferentes perspectivas, ambos períodos tienen características comunes que
se vinculan bien con lo expresado en la definición de Weber (1919): “Estado es aquella
comunidad humana que, dentro de un determinado territorio… reclama (para sí) con éxito el
monopolio de la violencia física legítima” (p.2). Por supuesto, lo que cambia es qué significa
legítima para los teóricos, una legitimidad divina o una popular. Aplicando esta idea a los
tiempos contemporáneos, se puede afirmar que el Estado es el ente que tiene el monopolio de
acción dentro un territorio y tiempo dados. Si el Estado no logra ejercer el poder, se genera un
vacío, al cual llamaremos nula capacidad estatal. Si lo hace irregularmente, entonces su
capacidad será baja. Este razonar es parecido al que O’Donnel (1993) llega con la idea de las
“zonas marrones”, “azules” y “verdes” para caracterizar la capacidad estatal de forma creciente
(p.11). Así, la baja capacidad, que se propone líneas más adelante, está sustentada en el
abandono de ciertos sectores de la población y una heterogeneidad en el funcionamiento de las
instituciones que componen el Estado (Dargent, 2014, p.74).

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El Estado peruano se debe a la nación peruana, en la medida que esta le da su razón de
ser: velar por su seguridad, orden y desarrollo. No obstante, en este país, el Estado no nació
precisamente fuerte, al menos en términos de capacidad estatal. Es más, para muchos autores,
es claro que tampoco ha logrado tener esa característica en el presente. En esa línea, Tanaka
(2010) menciona que “la expansión del Estado no caminó a la par de sus capacidades
institucionales” (p.28). Ello se debería a los varios períodos de inestabilidad que ha sufrido el
Perú desde su nacimiento como república. Considerando las disputas de los caudillos militares
de los primeros años e incluso los sucesos del siglo XXI, se podría decir que el Estado peruano
ha perdido la noción de sus objetivos como institución para concentrarse únicamente en la idea
de poder.

Por supuesto, la naturaleza de Estado caudillista del primer período tuvo varios
cambios. Sin embargo, hay algo que parece continuo en el caso peruano: no logra ejercer
completamente el poder que tiene. Puede realizar algunas acciones, pero no las suficientes para
regular el orden o beneficiar a todos sus ciudadanos. En consecuencia, estos no se sentirían
identificados con su Estado (o incluso como colectivo), no habría una completa representación
popular y se podría apreciar una desigualdad de oportunidades en un mismo territorio. Sin
embargo, cabe señalar que dicho resultado es producto de una continuidad que se ve fortalecida
con las dificultades que el Estado ha lidiado a lo largo del tiempo.

2.2. Nación

En segundo lugar, el concepto de nación nació en el siglo XVIII, mucho tiempo después
de que se establecieran los primeros Estados modernos. En realidad, se puede decir que siempre
han existido identidades correspondientes a grupos de poblaciones humanas. Sin embargo, la
idea de una comunidad homogénea que responda a un marco estatal preciso es relativamente
reciente. De hecho, surgió como una forma de consolidar a un Estado, pues la historia colectiva
que se gesta a partir de ella brinda una legitimidad política e incluso incentiva un sentimiento
de lealtad profunda. El sentido de pertenencia es un vínculo que se fortalece gracias a este
pensar y que afianza los vínculos entre los conciudadanos y el Estado. Es más, Vergara (2007)
la describe como un artefacto político para obtener lealtades ante la modernidad, la
competencia capitalista y los ejércitos (p.37).

En este ensayo, la nación será abordada como una “comunidad imaginada


inherentemente limitada y soberana” (Anderson, 1991, p. 22). Es decir, por un conjunto de

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seres humanos que, sin conocerse, se identifican como parte de un mismo país inscrito en un
territorio geográfico del cual son parte. Es imaginada, porque la nación es una idea que vive en
la mente de las personas; creen en que hay una unión entre compatriotas aún sin poseer la
seguridad de que estos piensan de la misma manera. Además, se cree que, si bien puede haber
desigualdades entre los ciudadanos que la conforman, estos se tratan con compañerismo y
horizontalidad. Asimismo, estas comunidades no son estáticas; por lo tanto, la nación puede
ser reimaginada o reinventada.

En realidad, es importante resaltar que la formación y consolidación de la nación


peruana como parte de un Estado cambió con el pasar del tiempo. No es un secreto que la
república en sus inicios estaba fraccionada y que, si bien había quienes defendieron la iniciativa
independentista, también los hubo quienes hubieran preferido continuar ligados a España, así
como los que no tomaron posición al respecto. De hecho, pasaron muchos años hasta que se
tomó acción para integrar a los indígenas al proyecto de Estado-nación.

2.3. Path Dependence

En tercer lugar, la visión histórica es fundamental para justificar el cumplimiento o


ruptura de las promesas del bicentenario, de manera retrospectiva. Por ello, dado que la historia
puede ser evaluada desde múltiples perspectivas, cabe enfatizar la corriente analítica desde la
cual parte la presente investigación.

El institucionalismo histórico es una corriente desarrollista, de origen económico y


político, que consta en presentar a las instituciones como “las reglas de juego”, tanto formales
como informales, de una sociedad y analizar cómo estas y sus políticas representan incentivos
para los agentes participantes. El supuesto fundamental según Peters, Pierre y King (2005) es
que el cambio institucional es “un proceso discreto” que oscila entre “etapas de estabilidad
considerable”, también denominadas “path dependency”, las cuales son interrumpidas por
“momentos formativos” (p. 1276).

En lo económico, esta corriente se basa en la existencia de retornos crecientes a través


del tiempo y el deseo de los agentes económicos de reducir costos de transacción para tener
seguridad en las inversiones. Asimismo, se vincula con la teoría de elección racional, como
base para colocar a las instituciones y su elaboración de políticas como la característica crucial
en el desarrollo socioeconómico de un grupo (North, 1990, p. 95). En lo político, plantea que
las políticas aprobadas generan legados y, por lo tanto, precedentes que restringen y

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direccionan el desarrollo de las mismas, por lo cual, los actores políticos se observan como
objetos y agentes en la historia (Peters, Pierre, & King, 2005, pp. 1278-1282).

En ese sentido, se puede explicar el path dependence como una secuencia de eventos
inicial, que reduce las posibilidades de acción futura y, en términos económicos, con el tiempo
acumula mayores costos de transacción si se desea realizar un cambio. En consecuencia, se
desarrolla un patrón de autoreforzamiento, el cual, a largo plazo, determina al evento final
como dependiente del inicial (Shreyögg & Sydow, 2010, p. 4). Lo único que puede ocasionar
una reorientación es un cambio radical en las condiciones contingentes, que no colisione con
los retornos crecientes negativos que se desprenden de la trayectoria histórica.

Según Shreyögg y Sydow (2010), el establecimiento de una trayectoria sucede en tres


fases. Primero, la fase preformativa, que se caracteriza porque “las elecciones no pueden ser
predichas por eventos previos o condiciones iniciales” (p. 5). El evento puede ser de pequeña
escala; a pesar de ello, determinante. Segundo, la fase formativa, en la cual inicia el proceso
de autoreforzamiento. Sin embargo, se mantiene la posibilidad de que ocurra un cambio.
Tercero, la fase de bloqueo, en la cual “un patrón de acciones particular se ha vuelto el…
predominante” (pp. 5-8).

La independencia se muestra como un cambio drástico y contingente, capaz de iniciar


un proceso de path dependence. Por lo tanto, para el presente ensayo se busca analizar este
suceso como el origen de los patrones de autoreforzamiento relacionados a la identificación y
representación nacional de los peruanos, y políticas asociadas. Por un lado, en la presente
investigación, estas tres fases serán analizadas para determinar los puntos de estabilidad. Por
otro lado, los puntos de cambio serán especificados desde la reevaluación de Thelen (citada en
Djelic & Quack, 2007) quien rompe con la orientación constante hacia el equilibrio y explica
el proceso de producción de capas. Así, los cambios se dan “por los efectos acumulativos de
los cambios sutiles continuos” (pp. 166-167). Estas aproximaciones teóricas serán aplicadas en
el análisis que se presentará a continuación.

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3. Path dependence a través de la historia republicana del Perú

3.1. Independencia

Cabe iniciar, la presente investigación con el análisis de la principal polémica sobre la


independencia: ¿fue concedida, conseguida o concebida? Por un lado, Spalding y Bonilla
(2015) proclaman que el Perú consiguió dicha libertad a partir de influencias externas (p. 41).
El país era el último bastión realista en el territorio Latinoamericano, por lo que los extranjeros
eran los más interesados en liberar al Perú. Durante la guerra, los peruanos participaban en
ambos bandos, tanto indígenas, esclavos y criollos. Por lo tanto, se puede apreciar una falta de
uniformidad en los deseos de la población. Por otro lado, O'Phelan determina que la
Independencia sí fue conseguida. Las nuevas élites se sentían desligadas de la península, por
lo que buscaban autodeterminación. Este grupo se autodenominaba precursores de la república
(Morán, Pérez & Yarango, 2019, p. 120). Finalmente, Brading admite la existencia de ambas
situaciones. Además, determina que las publicaciones de Vizcardo y Guzmán como las de
Carta a los españoles americanos y Esbozo político sobre la situación actual de la América
Española, muestran una gestación de los deseos de independencia previa al desenlace del
conflicto (Brading, 2019, p. 30).

Por lo tanto, se puede determinar que, si bien es admitido que había sectores con
incentivos para la búsqueda de la libertad, las acciones tomadas no son, completamente,
coincidentes con ellos, y el choque de intereses, demuestra la fractura en la sociedad peruana.
La independencia se muestra como un proceso aceptado, más no buscado de forma activa y las
promesas que esta trae dependen únicamente de la nueva élite. Según De la Puente (2015), las
élites buscaron el autogobierno, autodeterminación y la independencia económica para velar
por sus intereses libremente (p. 183), lo cual marcó la trayectoria institucional del Estado. Por
ello, resulta en una revolución social fallida (Morán, Pérez & Yarango, 2019, p. 121). Los
indígenas pierden los beneficios que tenían con la Corona, la estructura estamental se mantiene
–solo que con un nuevo grupo liderando– y el Estado, asciende a una falsa democratización.

La guerra de la Independencia fue una guerra de recursos, lo cual ubicó al Perú como
el receptor de mayor destrucción entre los países Latinoamericanos. Al finalizar, las minas
quedaron en precariedad, las ciudades fueron quemadas, y los cultivos y ganados
desaparecieron (Méndez & Granados, 2012, p.63). Ante esta situación, el nuevo gobierno
republicano, a pesar de las grandes promesas para la reinvención, decidió priorizar la
continuidad del status quo en términos económicos, sociales y políticos. Esto se demuestra en

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los objetivos económicos vanos y la estructura estamental que favoreció la dominación
socioeconómica de la élite criolla (Morán, Pérez & Yarango, 2019, p. 121). Asimismo, se dejó
de lado la construcción de la nación, el sentido de identidad y la adecuada representación
política como base de la construcción de la nueva república.

A partir de ello, en el marco de esta investigación, las características determinadas en


la fase preformativa, que llevan al fallo de la construcción de una nación representada y
respaldada por su Estado como resultado del patrón de autoreforzamiento, son las siguientes.
En primer lugar, se redactó una constitución, en la que para ser ciudadano exigían:

“1. Ser peruano. 2. Ser casado, o mayor de veinticinco años. 3. Saber leer y
escribir … 4. Tener una propiedad, o ejercer cualquier profesión, o arte con
título público, u ocuparse en alguna industria útil, sin sujeción a otro en clase
de sirviente o jornalero” (Constitución Política de la República Peruana, 1823,
Artículo 17).

Es decir, solamente, los hombres de la élite criolla serían los participantes políticos de la nueva
nación. Estas condiciones eran similares para la educación, ya que, si bien se estableció el
sistema de educación primaria lancasteriana para todas las clases sociales, la secundaria y la
superior seguían concentrándose en las élites (Red Quipu, 2020). En esta época, la prensa era
la encargada de impartir conocimiento, con el objetivo de asentar el status quo (Morán &
Aguirre, 2011, p.42). Todo ello refleja la baja inclusión social por parte del Estado.

En segundo lugar, la Independencia produce un proceso de descentralización. Lima


pierde la trascendencia y las élites criollas de Arequipa y Trujillo ganan poder, debido a su
mayor número y gran poder adquisitivo. Cada élite regional busca su propia autodeterminación
a partir de la creación de Juntas Departamentales (Contreras, 2002, pp. 13-14). El caudillismo
florece dentro de este proceso. Por lo cual, ocurre una etapa de turbulencia militarista, en la que
el Estado es, únicamente, un medio para cumplir intereses propios. Así, debido al choque de
poder, resulta un organismo débil con baja capacidad estatal, más dependiente de lo transitivo,
que de sus propios objetivos predeterminados.

En tercer lugar, la participación de los indígenas en la guerra de independencia les dio


una base sobre la cual “forjaron su sentido de pertenencia” (Méndez & Granados, 2012, p. 67).
Por lo tanto, la identificación de las clases populares con los primeros vestigios de nación
sucedió a partir del conflicto bélico, mas no un sentido de costumbres e intereses compartidos.

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Estas fueron las condiciones iniciales en cuanto a la representación nacional e identificación de
los ciudadanos.

3.2. Guerra del Pacífico

Como primer hito en el transcurso de patrones de autoreforzamiento, cabe evaluar la


Guerra del Pacífico (1879 – 1884) y sus resultados inmediatos en cuanto a representación
nacional e identificación de los ciudadanos, y políticas estatales relacionadas a ello. Este suceso
marca el segundo eslabón en la cadena de cambios y permanencias, y corresponde al inicio de
la fase formativa del ensayo. Estos serán analizados en las políticas de representación en la
legislación, la educación, centralización del poder y la construcción de una identidad nacional.

En el contexto de la Guerra del Pacífico, la Constitución vigente era la de 1867, en la


cual se modifican los términos de ciudadanía: “son ciudadanos en ejercicio los peruanos
mayores de veintiún años y los emancipados” (Constitución Política Peruana, 1867, Artículo
38). Además, declara la eliminación y prohibición de la esclavitud, y castiga sin ciudadanía a
quienes transgreden dicha norma (Constitución Política Peruana, 1867, Artículo 16, 42.5). La
ampliación de esta definición incluye ahora a los indígenas y afroperuanos, recientemente
liberados, lo cual representa un primer paso hacia la corrección de bases legales para el
desarrollo de una población, ampliamente, participativa y heterogénea. Sin embargo, en
términos prácticos, las relaciones económicas y sociales entre los distintos grupos étnicos y
socioeconómicos esbozan otra imagen. Esta etapa marca el inicio del asentamiento de las élites
terratenientes (Contreras & Cueto, 2007, p. 140). Dichas condiciones demuestran que en esta
fase formativa la trayectoria todavía se ve afectada por la intención inicial de adherirse a
valores republicanos de democratización y libertad de elección. A pesar de ello, empíricamente,
se demuestra cómo las rupturas sociales hacen imposible que en un corto lapso de tiempo dicha
legislación se haga efectiva.

El panorama se asemeja en el plano de la educación. A partir del gobierno de Manuel


Pardo (1872-1876) se inicia una tendencia hacia la ampliación de esta. Durante este periodo,
se diseña la enseñanza tripartita, de origen libre, con cuatro universidades nuevas.
Posteriormente, años después de la Guerra del Pacífico, se reforma la educación militar, hasta
conformar el primer ejército formal del Perú (Red Quipu, 2020). Piérola (1895-1899) continúa
la labor con la orden de redacción de la Ley Orgánica de Instrucción, la cual entra en vigencia
en 1901. Esto inicia una etapa de inclusión social a través de la educación, con la cual la élite
busca estar más cerca a la modernidad (Contreras, 2014, p. 22). De esta forma, se puede

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observar la primera trayectoria con un objetivo marcado. La adopción de los valores
republicanos se ve reflejada en la búsqueda de modernidad a través de políticas inclusivas, a
pesar de no estar buscando instituciones inclusivas, que “repartan el poder de manera amplia
en la sociedad” (Casalino, 2020, p. 31). Por lo tanto, la decisión de seguir estos ideales de
origen exógeno autorefuerza la dirección de la trayectoria, e inicia un cambio como una
primera capa en una serie de eventos.

En tercer lugar, en cuanto a la centralización del poder, el boom del guano se encargó
de eliminar las nacientes élites no capitalinas post-independencia. De hecho, gracias a este
fenómeno, el epicentro de poder se ubicó en Lima, principalmente, debido al puerto del Callao,
el cual permitía la movilización de las actividades comerciales. Ello, sumado a la localización
de la prensa principal y organismos estatales federales de fiscalización, arraigaron el
centralismo institucional (Contreras, 2002, p. 16). Dicho aspecto se demostró cuando la Guerra
del Pacífico se dio como perdida una vez que Lima fue invadida. Por lo tanto, en este caso, al
encontrarse todavía en las fases formativas iniciales, la institucionalización del descentralismo
se detiene. Esto se debe a la influencia de un boom sobre un Estado, cuyas actividades
económicas nunca fueron definidas. Las capas de eventos: continuidad económica, respuesta
positiva a la demanda de fertilizantes, y falta de reinversión industrial para crear nuevos
circuitos económicos; resulta en el regreso al centralismo.

Finalmente, la población indígena encuentra su validación como parte de la sociedad,


nuevamente, en la participación en una guerra. Algo que no hubiera sido posible con
organizaciones militares oficiales, las cuales no fueron creadas hasta finalizado el conflicto
(Méndez & Granados, 2012, p. 60). Además, según Arévalo (2014), la construcción de la
identidad peruana fue moldeada a través de la prensa. Esta utilizó los sentimientos de otredad
con respecto a Chile y los ideales de héroes caídos, mártires por su dedicación y sacrificio (pp.
154-155). Todo ello afianzaría el sentimiento de pertenencia a la nación.

3.3. Oncenio de Leguía

Las primeras décadas del siglo XX fueron una etapa de asentamiento de los nuevos
regímenes económicos debido a la pérdida de dinero rentista del guano y un periodo de
transformación social. Los enganches se masificaron y el esquema de posesión de tierras
motivaron la migración de personas a las grandes ciudades de la costa. Consecuentemente, se
desarrollaron los movimientos de masas (Galetti, 2017, p. 401), y la popularización de la
educación ayudó con el crecimiento de las clases medias (Contreras, 2016, p. 12). Por lo tanto,

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el oncenio de Leguía se muestra como el tercer eslabón en la cadena de cambios y
permanencias, debido a su trascendencia en la construcción de una identidad, la capacidad
estatal, la descentralización y la representación en el Perú.

En primer lugar, con respecto a la inclusión social, Leguía se embarcó en la tarea de


revalorar la cultura andina. Proyecto que realizó por la necesidad de modernizar el país y
hacerlo crecer económicamente, con los estándares norteamericanos, y en contraste al círculo
cerrado aristocrático de los 20 años anteriores. Por lo tanto, se observa como el factor
económico es un suceso exógeno que agrega una capa más a la trayectoria de un imaginario
nacional cada vez más inclusivo. Este proceso se dio de forma paternalista, y con la visión de
“educar” al indígena. El discurso del Estado proponía la reivindicación del indígena a través
de su trabajo (Ccahuana, 2019, p. 9) y la incorporación de su cultura e historia como parte de
la identidad nacional. De esta forma, cuando, en gobiernos posteriores, se intenta regresar a la
revalidación del legado hispano, las raíces de la construcción de identidad nacional a través del
indigenismo ya estaban arraigadas. Este movimiento empezó a plantear sus perspectivas,
mucho más libremente de lo que el Estado esperaba (Contreras & Cueto, 2016, p. 23). La
diferencia de resultados en la política estatal y la poca aceptación de esta demuestra que los
objetivos modernizadores buscaban políticas inclusivas, mas no deseaban instituciones que
realmente lo fueran.

En segundo lugar, se puede analizar las políticas públicas aplicadas por este gobierno
para evaluar su capacidad estatal. En el marco de un Estado pequeño, donde se aumentó la
burocracia, determinadas medidas resultaron positivas, como el aumento de intervención
estatal en las reformas financieras, educativas, y de modernización arquitectónica. Sin
embargo, como se observa en los resultados, este impulso exógeno no logró cambiar la
trayectoria histórica de la capacidad estatal. Más aún, como se mencionó anteriormente, los
ciudadanos desbordaron el marco de acción del Estado. Dentro de los centros urbanos era más
fácil intercambiar ideas políticas. Además, la economía dual de explotación en las haciendas
rurales creaba insatisfacción entre las comunidades. Esta situación dio cabida a movimientos
revolucionarios como el APRA y el Partido Socialista Peruano, y a obras como los 7 ensayos
de interpretación de la realidad peruana de Mariátegui. Gracias a ello, se asientan las bases para
que en los próximos 20 años se puedan dar las primeras elecciones con partidos de masas en el
país (Galetti, 2017, pp. 399-400). Este evento demuestra como la modernización, un factor
exógeno, crea una nueva capa en la trayectoria de la representación política de la población.

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En tercer lugar, la centralización se sigue arraigando. El Oncenio está plagado de
esfuerzos descentralizadores, que fracasan al enfrentarse a las políticas modernizadoras y
reaccionarias ante la crisis del 29. Leguía elimina las Juntas Departamentales e intenta colocar
Asambleas Regionales que tengan un mejor funcionamiento, pero fallan estrepitosamente. En
1935, intentan ser reemplazadas por Consejos Departamentales y el resultado se repite. De
forma contraria, una vez sucedida la crisis, todas las leyes e institutos aprobados tienen un
enfoque agudo en la capital y las ciudades costeras. Las instituciones fiscalizadoras, el nuevo
banco central y los nuevos ministerios, como el de Trabajo, estaban ubicados en Lima.
Asimismo, la construcción de carreteras para unir las localidades fue enfatizada dentro de la
capital, en unión al resto de departamentos costeros (Contreras, 2002, pp. 24-28). A partir de
ello, se puede observar cómo las políticas descentralizadoras intentan asentarse en el
funcionamiento institucional, pero no logran mover la trayectoria establecida por los rezagos
de la economía guanera. En realidad, se evidencia cómo desde la Independencia, ese gigantesco
cambio económico ha sido el único evento capaz de alterar súbitamente la trayectoria.

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4. Neoliberalización y caracterización Presente

4.1. Los individuos en el Perú de hoy

En este punto del ensayo, las capas generadas en el pasado pueden ser modificadas en
el presente solo con la ayuda de los sujetos para lograr una fase de bloqueo. Por ello, se
empezará mostrando la caracterización del individuo hacia su sociedad y, posteriormente, la
actitud del Estado frente a sus individuos. En primer lugar, un ser humano siempre va a estar
sumergido en un contexto en el que la relación social con sus pares se vuelve casi inevitable.
No obstante, el individuo como tal cada vez ha ido aumentando su espacio de acción en la
sociedad. Es él quien es sujeto de derecho y responde por sus acciones ante su comunidad,
quien se autodefine, trabaja para subsistir, y asume un rol dentro de su grupo. Sin embargo,
hay que comprender que esto no es gratuito, sino que responde a una serie de circunstancias
que han permitido –e incluso promovido– que un agente gane tal protagonismo en su
comunidad.

Políticamente, el individuo toma el foco de atención como respuesta al carácter


excluyente del Estado peruano. Dicho sentimiento se va agravando con las coyunturas de
inestabilidad constante que vive el país. Así, la desconfianza en la forma “tradicional” de hacer
política se fue arraigando hasta quedar en evidencia con la elección de un “outsider” en el 90
(Tanaka, 2005, p.45). Cabe remarcar que en dichas elecciones se centraron más en un candidato
(individuo) que en el partido (colectivo). Los partidos políticos perdieron credibilidad y
arraigo, lo que supuso que la fase de bloqueo, que permitiría que la consolidación de la
representatividad a través de los partidos políticos se frustre. Ello debido a que primaron los
intereses privados y económicos. A pesar de tener una democracia sostenida en los últimos 20
años, estos no han venido sin traspiés que han tenido como consecuencia la baja
representatividad social.

Económicamente, ocurre un cambio en lo que se refiere a instituciones formales e


informales dentro del mercado. Con la llegada de Fujimori y la constitución de 1993, se
asentaron las bases del neoliberalismo en el Perú, lo cual se tradujo en diversos fenómenos
(Pease, 2003, p.151). Uno de ellos es el divorcio entre economía y política. Una separación,
que es el resultado de una división de intereses entre el Estado y los individuos. Según Foucault
(2007), el Estado solo brinda el marco en el que se desarrollan las acciones de los individuos,
pero no se inmiscuye en ellas (p.65). Así, el individuo podría perseguir sus metas solo y

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beneficiar a toda la sociedad. Por este motivo, las iniciativas para el progreso económico de los
ciudadanos no parten del Estado. De hecho, incluso este último podría ser una traba para aquel.
Una perspectiva que De Soto (1987) tradujo como “costos de acceso, costos de permanencia y
costos de la informalidad que conducen a un desperdicio de recursos” (p.301). Otra idea que
se deriva de lo anterior es el emprendedurismo, el que también ha hecho crecer el mercado
informal. En este, la ciudadanía peruana se ha venido construyendo en un ambiente en donde
tiene que “hacerse sola” (Uccelli & Garcia, 2016, p. 290).

Sobre la base de lo dicho, el panorama económico podría describirse en baja capacidad


estatal y la falta representatividad política. Términos que se han convertido en parte de una
trayectoria institucional que se ha consolidado a través de la historia republicana por lo que
constituye una fase de bloqueo. Ningún evento exógeno, como se ha observado con
anterioridad, ha logrado afectar la continuidad. Durand (1980) menciona que “el empresario
tiene acceso privilegiado al Estado e influye en él más que ningún otro grupo social” (p. 190).
Asimismo, hay un fuerte componente excluyente en la dinámica que se desarrolla en este
ámbito. Siguiendo la lógica planteada por Foucault (2007) en el párrafo anterior, se podría creer
que el beneficio de este sector empresarial podría devenir en el bienestar general. Sin embargo,
este fenómeno que varios autores han referenciado como “goteo” es contraproducente, pues
como lo menciona Tello (2011) ha “servido para promover (y en algunos casos mantener) al
sector informal con bajos niveles de productividad laboral” (p.158). En ese sentido, es
necesario mencionar que el empresario descrito tiene un fuerte poder económico, muy diferente
al del individuo promedio, al que tampoco le interesa incluirlo en su mundo. Ello se debería a
que al “democratizarse el Estado, ocurriría una pérdida relativa de influencia del sector
privado” (Durand, 1980, p. 190).

Socialmente, continua la discriminación, la elitización y el juzgar al conciudadano. Las


ciudades han tendido a fracturarse y fragmentarse. Más aún, en los últimos años, con la llegada
de los migrantes, iniciadas en el Oncenio de Leguía (Maguiña, 2015, p. 19), se reconfiguró la
sociedad peruana. Con ello se agregó una capa más a la trayectoria de construcción de la
identidad peruana, y se produjo un cambio final en la fase de bloqueo. Como menciona Mejía
(2009), el migrante habría diseñado “espacios seguros” para “separarse, apartarse” a los que
“la sociedad oligárquica no pueda acceder” con facilidad (p. 268). Es decir, hay una suerte de
empoderamiento de las clases menos privilegiadas, gracias al cual se empezaría a romper la
concepción de inferioridad. En este nuevo panorama, se valora la “responsabilidad ante uno

15
mismo y… hacia uno mismo” (Bauman, 2010, p. 80). No obstante, esta nueva actitud también
devendría en un problema señalado en términos de Mejía (2019) como un “individualismo
ilusorio, que para actuar necesita únicamente del descrédito social y la justificación de la
sociedad como la suma de intereses particulares” (p. 275). En otras palabras, la autonomía que
reclaman estos nuevos individuos estaría supeditada al rechazo que obtienen de los “otros”
miembros de la sociedad.

Asimismo, los ciudadanos ya no se identifican solo con un grupo o entorno específico,


sino que tienden a las identidades múltiples. Estos grupos pueden ser considerados espacios en
los que los individuos expresan sus intereses particulares. Las redes sociales con las que
interactúan los llevan a ser parte de diferentes contextos. Aunque también se señala que el
sujeto va “afirmando su autonomía respecto a las instituciones de la sociedad” (Castells, 2012,
p. 220). Este pensamiento se relaciona con la idea que se desarrollaba en el campo político y
económico; las personas no se identifican con lo que les ofrece las instituciones establecidas,
por lo que se salen de ese “marco institucional”. Esto podría entenderse como un rechazo a la
dependencia estamental asentada a lo largo de los años. Esta permanencia, presenta un cambio
en la trayectoria bajo influencias exógenas y endógenas, como los factores económicos y el
indigenismo. Por lo cual, la fase de bloqueo finaliza con nuevas capas que apuntan hacia un
nuevo empoderamiento de las clases populares.

4.2. Políticas públicas que consolidan la idea de la nación peruana en la actualidad

En segundo lugar, en la actualidad, el Estado peruano también tiene políticas que


buscarían mantener la cohesión como nación. Eso se ve reflejado en la Constitución que declara
que todos los mayores de edad son considerados ciudadanos (Constitución Política Peruana,
1993, Artículo 30). En ese sentido, la educación, como un derecho ciudadano, sigue siendo uno
de los principales pilares de la construcción de una “comunidad de peruanos”. Aunque, hoy, se
evidencia un cambio en la manera en la que se muestra: ya no como una política impuesta, sino
como el producto de un diálogo y consenso. De hecho, en el Proyecto Educativo Nacional al
2021 se señala que en él “han participado numerosos actores de todas las regiones, que
representan a la comunidad educativa y a diversos sectores del Estado y la sociedad civil”
(MINEDU, 2007, p.6). En realidad, en el documento se mencionan “nuevas promesas” que
buscan un Perú en donde

16
“todos desarrollan su potencial desde la primera infancia, acceden al mundo
letrado, resuelven problemas, practican valores, saben seguir aprendiendo, se
asumen ciudadanos con derechos y responsabilidades, y contribuyen al
desarrollo de sus comunidades y del país combinando su capital cultural y
natural con los avances mundiales” (MINEDU, 2007, p.13).

Dichas promesas resultan alentadoras al mostrar un esfuerzo en favor de la inclusión de los


ciudadanos en un proyecto estatal. Esto se puede identificar como un cambio en la composición
institucional, ya que se muestra la búsqueda tanto políticas como instituciones inclusivas.

Además, la inversión destinada a ese sector ha ido aumentando. Sin embargo, Ñopo
(2018) afirma que “si bien esto puede parecer un esfuerzo interesante, la realidad es que las
inversiones que se han hecho en el mundo han sido mucho más altas” (p.7). Así, las tasas de
analfabetismo que, si bien han ido bajando, mantienen la fuerte distancia entre los sectores
urbanos y rurales; la costa y las regiones sierra y selva; e incluso Lima y el resto del país (INEI,
2013). Entonces, una vez más, se podría decir que existe una permanencia en la baja capacidad
estatal la cual no le permite asumir el reto de una inclusión social Las cifras apuntan a que la
realidad de un país fragmentado seguiría vigente.

Ello podría contradecirse con las políticas de descentralización que se han venido
enfatizando en los últimos años. Según Álvarez (2010), para que la educación descentralizada
resulte necesita de “autonomía de la nueva entidad, porque, así, cada organismo o institución
podrá definir sus propias estrategias y prioridades de acción” (p.10). De la misma manera, es
necesaria la capacitación y el acompañamiento a los organismos involucrados hasta que se
vuelvan autónomos. Estos puntos han sido trabajados por el Estado en diferentes normativas,
pero su eficacia no ha sido lograda. Por lo cual, la ineficacia estatal aporta a la consolidación
de la fase de bloqueo en la centralización institucional.

Adicionalmente, desde el 2011, el Estado ha trabajado en una iniciativa de marca país,


la cual construiría una identidad nacional a partir del consumo (Cánepa & Lossio, 2019, p. 23).
La marca Perú nació con los principales objetivos de fomentar el turismo, la inversión y las
exportaciones. Sin embargo, su campaña de marketing también tiene ciertos rasgos que
contribuyen al orgullo nacional. Incluso Cuevas (2014) indica que “PromPerú dejó de
promocionar el Perú para el extranjero y se propuso vender el Perú a los peruanos” (p. 4). Así,
se han mostrado campañas publicitarias ligadas a los atractivos turísticos y gastronómicos que

17
reproducen un discurso de identidad y de alguna manera imaginan a la comunidad peruana
dentro de una nación. Esto es posible, gracias al crecimiento de las clases medias y al estrecho
vínculo de ellas con el sistema económico. Aún así, los puntos “comunes” que se remarcan no
lograrían expresar todo el crisol de comunidades que el Perú alberga. Por lo tanto, cabe analizar
las dimensiones centrales de la marca Perú.

Por un lado, hay que recordar que los empresarios son quienes representan el arte
gastronómico del Perú en el mundo y quienes tienen los medios para poder llevar los potajes
al extranjero. Asimismo, son ellos los que presentan propuestas innovadoras y también los que
obtienen réditos por ellas. En ese sentido, cabe resaltar que, a pesar de que la marca país se
creó en 2011, Mistura (la principal feria gastronómica del país) fue una iniciativa privada. No
fue hasta 2018 que la marca Perú la acogió para posicionarla como franquicia en el extranjero.
Es decir, una vez más, el Estado peruano se ve superado como actor en términos de iniciativa
frente a los grupos empresariales. Adicionalmente, es importante destacar que este
posicionamiento, a pesar de los esfuerzos, por lo contrario, continúa siendo un logro limeño.
Como diría Valderrama (2009) “Nuestra cultura sigue siendo centralista por antonomasia”
(p.178). De hecho, se podría decir que las comidas regionales han tenido que adaptarse al
formato limeño para estandarizarse y ganar estatus. Esto colabora con la permanencia del
centralismo institucional.

Por otro lado, el sector turístico ha sido otro de los grandes protagonistas del impulso
por presentar “lo peruano” sobre todo a nivel internacional, pero que también ha logrado calar
en el territorio local. De hecho, Machu Picchu y otros recintos arqueológicos se han convertido
en un símbolo más de la “peruanidad” y motivo de orgullo nacional. Sin embargo, a pesar de
que, uno de los roles de las autoridades locales y estatales es “colaborar con los organismos
competentes, en la identificación y conservación del patrimonio histórico, monumental y
urbanístico” (MINCETUR, 2016, p. 52), la experiencia puede no ser la mejor. Por ejemplo, los
órganos competentes pueden preocuparse por mantener y mejorar museos, recintos o
monumentos, pero no se preocupan por los alrededores, las calles o la calidad de vida de las
personas cercanas. En esa línea, se podría decir que el Estado está pendiente de la
comercialización de aquello que lo podría representar, pero no necesariamente se ocupa de lo
que sí lo representa y a quienes debería estar al servicio: sus ciudadanos. Así, la capacidad
estatal sigue siendo baja por enfocarse en objetivos económicos más que en los sociales, lo cual
obstruye, también, la inclusión social.

18
5. Conclusiones

A lo largo de la presente investigación se ha hecho una revisión de los cambios y las


permanencias que han caracterizado al Estado peruano. Por un lado, se ha seguido la
aproximación académica al caso de estudio planteada por Shreyögg, y Sydow (2010) de las
tres fases para analizar una permanencia. Como consecuencia, se puede notar una serie de
permanencias en lo que refiere al aparato estatal, en especial con la falta de capacidad, inclusión
y representatividad de la población en este. La fase preformativa que habría dirigido este patrón
se habría construido en la independencia, tras la cual el Perú nació como un Estado débil bajo
la fuerte influencia de una élite criolla. La fase formativa, se fue desarrollando con el pasar de
los años durante la Guerra del Pacífico y el oncenio de Leguía, las cuales llevaron a considerar
como mejor opción el mantenimiento del status quo. En este punto, se puede apreciar el
empirismo de la teoría de la elección racional mencionada por North (1990). Evidentemente,
continuar con un estilo de vida tiene menos costos en el sentido de que no se debe sufrir los
cambios o buscarlos. Por último, todo apuntaría a que el país se encuentra en la fase de bloqueo,
en la cual la baja capacidad estatal, la organización social poco inclusiva y la centralización se
habrían vuelto características permanentes. Por lo que, esta última, a pesar de tener esfuerzos
presentes por ser cambiada, no ha tenido resultados satisfactorios.

Por otro lado, también se ha realizado un seguimiento a la producción de capas en la


historia que devienen en cambios, según Thelen (2007). Como resultado, se encuentra claro
que ante coyunturas como la Guerra del Pacífico y el oncenio de Leguía, se pudieron sembrar
ciertas semillas de cambio que evolucionaron en el Estado peruano. De manera especial, se han
hecho numerosos esfuerzos por mejorar el ámbito de inclusión social. De hecho, todos esos
procesos que se han vivido en la historia han sido el resultado de las acciones tomadas (o
dejadas de tomar) por el Estado. En especial, hay dos áreas en las que esto se ha hecho evidente:
la educación y la concepción de la ciudadanía. Es cierto que en un inicio resulta innegable que
la educación estaba reservada para la élite privilegiada y los ciudadanos eran hombres mayores
de edad letrados. No obstante, luego, las políticas educativas ayudaron a la reivindicación de
los indígenas y su pasado. Además, actualmente, todos los mayores de edad son reconocidos
por el Estado. En ese sentido, los cambios que se han logrado después de diferentes capas
constituyen un avance, aunque no lo suficiente para observar una nación y mucho menos para
que esta se vea respaldada y representada por el Estado.

19
Para concluir, este ha sido un esfuerzo de entender al Estado peruano en la actualidad,
a través de sus diferentes cambios y permanencias a lo largo de su historia republicana. De esa
manera, se pudo observar la constante baja capacidad estatal, poca representatividad y poca
inclusión. Definitivamente, el país tiene muchos aspectos por trabajar. Sin embargo, con lo
dicho en estas páginas, se espera haber contribuido a caracterizar al Estado peruano. Así, no
solo se logra entenderlo, sino también encontrar puntos en los cuales puede gestionarse una
mejora y visión a largo plazo, pensando en que todos estos cambios demandan tiempo en
llevarse a cabo.

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