Está en la página 1de 31

MI CI I AE L

RE I D

El c o n t i n e n t e
olvidado

II N A II I S T O K 1 A I) E L A N l! E V A

A M É R I C A L A T I N A

C R ÍTICA
Obra editada en colaboración con Editorial Planeta - Colombia

Titulo original: Forgottrn Conlinenl. A Hixtory o/the New Latín America

Diseño de portada: concepto c ilustración de Elisa Roldán Restrepo para el


IX'partamcnto de Diseño de Editorial Planeta Colombiana.

O 2017, Michacl Reíd


Publicado por acuerdo con Andrew Numberg Associates

Traducción de Inés Elvira Rocha

O 2018, Editorial Planeta Colombiana S. A. - Bogotá, Colombia

Derechos reservados

© 2019, Ediciones Culturales Paidós, S.A. de C.V.


Bajo el sello editorial CRÍTICA m i
Avenida Presidente Masarik núm. I I I , Piso 2
Colonia Polanco V Sección
Delegación Miguel Hidalgo
C.P. 11560, Ciudad de México
www.planetadelibros.com.mx
www.paidos.com.mx

Primera edición impresa en Colombia: octubre de 2018


ISBN: 978-958-42-7330-7

Primera edición impresa en México: abril de 2019


ISBN: 978-607-747-673-3

No se permite la reproducción total o parcial de este libro ni su incorporación a un siste­


ma informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio, sea éste
electrónico, mecánico, por fotocopia, por grabación u otros métodos, sin el permiso pre­
vio y por escrito de los titulares del copyright.

l a infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la


propiedad intelectual (Arts. 229 y siguientes de la I.ey Federal de Derechos de Autor y
Arta. 424 y siguientes del Código Penal).

Si necesita fotucopiar o escariear algún fragmento de esta obra diríjase al CeMPro


(Centro Mexicano de Protección y Fomento de los Derechos de Autor, http://www.
temproorg m i).

Impreso en los talleres de l.itográfica Ingramex, S.A. de C.V


Centeno núm 162 I .colonia Granjas Esmeralda.Ciudad de México
Impreso en México Prmted m Mexico
CAPÍTULO UNO

E L CO N TIN EN TE OLVIDADO

ada vez escuchamos decir con mayor insistencia que el futuro


C del mundo está en Asia y, particularmente, en China e India. Los
ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001 y posteriores, las
desastrosas consecuencia* de la invasión de Irak, el amargo fracaso
de la Primavera Arabe y el surgimiento del nihilista y brutal Estado
Islámico convierten al Medio Oriente y el mundo islámico más am ­
plio en inevitable centro de interés estratégico para Estados Unidos
y Europa. A pesar del reciente progreso, las guerras y dictadores, las
epidemias y pobreza de África continúan siendo un peso en la co n ­
ciencia del mundo desarrollado.
Pero, ,*qué sucede con Latinoamérica, la otra gran región del
mundo en desarrollo;' “Latinoamérica no importa. [...] A la gente
hoy le tiene sin cuidado Latinoamérica’’, le aseguró Richard Nixon al
joven Donald Rumsfeld en 1971, cuando aconsejaba al futuro secre­
tario de Defensa estadounidense qué zonas del mundo evitar si que­
ría una carrera brillante.1 Exceptuando el violento derrocamiento de
Salvador Allende en Chile en 1973 — apoyado por la administración
Nixon— y la crisis de deuda pública y guerras en Centroam érica en
la década de los ochenta, su opinión fue bastante acenada durante las
siguientes décadas. Desde luego, el pavoroso colapso de la econom ía
argentina en 2001 -2002 atrajo miradas horrorizadas. Los capos de las
drogas y la violencia de la guerrilla en Colombia alguna vez ocuparon
lo* titulares. Fidel Castro nunca dejó de ser una curiosidad, terca­
mente instalado en tu isla comunista hasta la vejez. Pero todo ello
1:1 am tm ente olvidado

s o lo sirv ió p a ra su b ra y a r el e s ta tu s d e L a tin o a m é r ic a c o m o un c o n t i­
n e n te en g ra n m e d id a o lv id a d o . No e ra s u fic ie n te m e n te p o b r e para
p ro d u c ir lá stim a y a tra e r ay u d a n i s u fic ie n te m e n te p e lig r o s o para
ju s tific a r c á lc u lo s e s tra té g ic o s , y ta m p o c o c o n un c r e c im ie n t o e c o n ó ­
m ic o tan rá p id o q u e les a c e le ra ra el p u ls o a lo s g ra n d e s e m p re s a rio s .
Luego, repentinamente, se difuminó el velo de olvido que la m a­
yoría de los medios de comunicación europeos y estadounidenses
mantenían sobre América Latina. Las elecciones presidenciales en
la región llevaron al poder a una cohorte de líderes izquierdistas de
diversos tipos, en una “marca rosa” que produjo la sensación de que
América Latina se estaba sacudiendo del control de Estados Unidos,
bajo el cual se afirmaba que había languidecido por siempre. Gran
parte del interés fue catalizado por Hugo Chávez, el voluble y po­
pulista presidente de Venezuela, que despertó el tem or en algunos
círculos y la esperanza en otros de que fuera otro Castro — pero un
Castro provisto de petróleo— . Aparentemente siguiendo sus pasos
estaban Evo Morales, líder de los cultivadores de coca y socialista,
que se convirtió en el primer boliviano descendiente de indígenas
andinos en ser elegido a la presidencia de su país, y Rafael Correa en
Ecuador, quien se describía a sí mismo como “izquierdista cristiano".
En brasil, la elección en 2002 de Luiz Inácio Lula da Silva, exlíder
sindical nacido en la pobreza, llevó al poder al Partido de los Traba­
jadores (PT), el partido de izquierda más grande de Latinoam érica.
Néstor Kirchner, un hasta entonces desconocido gobernador p ro ­
vincial de la Patagonia, y su combativa esposa, Cristina Fernández,
tomaron el control de Argentina, declarándole la guerra al Fondo
Monetario Internacional (FM I), las empresas extranjeras y los titula­
res de los bonos del país. En Chile, Michelle Bachelet, socialista cuyo
padre murió tras ser torturado por la policía secreta del general Pino
chet y también brevemente presa política, llegó a ser la primera mujer
en América Latina elegida presidenta sin deber dicha distinción a un
matrimonio con un marido famoso (de hecho, era una m ujer separa-
tía y con tres hijos). Jo sé Mujica, quien como guerrillero tupamaro
capturado había pasado diez años en una celda de aislamiento — tíos
de ellos en el fondo de un pozo con hormigas y ratas por única com
pama— , fue elegido presidente tic Uruguay en 2 0 0 9 por el punido
1:1 t tmlinnUc olvidada 7

de izquierda Frente Amplio. Durante su mandato, continuó viviendo


con gran austeridad en su linca de tres habitaciones, conducía un
viejo Volkswagen Escarabajo y almorzaba en las anodinas cafeterías
de la Avenida 18 de Ju lio, la principal calle comercial de Montevideo.
Atrajo la atención del mundo entero no solo por su modesto estilo
de vida, sino también por promover con éxito la legalización de la
marihuana en Uruguay.2
En 2008, ocho de las diez repúblicas suramericanas (excluyendo
las Guayanas) estaban gobernadas por la izquierda, entendida en su
sentido más amplio. Todo parecía indicar que algoestaba sucediendo
en la región. Esto llevó a Eric Hobsbawn, historiador británico y co­
munista impenitente, a afirmar que “hoy, ideológicamente, me siento
en casa en Latinoamérica porque es el único rincón del mundo donde
la gente aún habla y hace política en el antiguo lenguaje, en el lengua­
je del socialismo, comunismo y marxismo de los siglos X I X y X X ”.’
Para otros era motivo de preocupación el hecho de que, en pleno
siglo X X I, Latinoamérica permaneciera aparentemente atrapada en
lo que consideraban arcaicas batallas ideológicas. Pero, en una región
notoria por las extremas desigualdades en ingresos y riqueza, basadas
no pocas veces en diferencias raciales, muchos vieron los nuevos m o­
vimientos izquierdistas como una respuesta largamente esperada al
persistente legado del colonialismo ibérico.
Poco después, Latinoamérica comenzó a atraer atención por otro
motivo. La vertiginosa industrialización de China y su ingreso a la
economía global desataron una demanda sin precedentes de los meta­
les, combustibles y alimentos que la región (y en especial Suramérica)
produce en abundancia. Respaldada por el fuerte y sostenido incre­
mento en los precios de las mercancías, gran parte de Latinoamérica
se unió al boom de los mercados emergentes. En la cresta de la ola, de
2004 a 2008, la economía de la región — tomada en conjunto— tuvo
un crecimiento promedio anual de 5.5 % , la inflación se mantuvo baja
y las inversiones extranjeras llegaron a raudales. Fue el momento de
mejor desempeño económico en Latinoamérica desde la década de
los sesenta. La región navegó sin mayor problema la crisis económica
mundial de 2008-2009, sufriendo tan solo una breve desaceleración.
Gracias a su recién adquirida fortaleza económica, los gobiernos
E l continente olvidado
8

estuvieron en capacidad de responder no con austeridad sino con po­


líticas fiscales y monetarias “anticíclicas” (expansivas), sin disparar la
inflación. El boom económico fue de la mano con un progreso social
extraordinariamente rápido. En 2 002, 44 % de los latinoam ericanos
vivía por debajo de la línea de pobreza; en 2012 esa cifra había des­
cendido a 28 % , lo cual significa que cerca de sesenta millones de lati­
noamericanos habían escapado a su condición de pobres.'1 Incluso, la
distribución de los ingresos en la región se hizo un poco menos des­
igual. La clase media se expandió y en algunas definiciones comenzó
a sobrepasar en número a los pobres. En definitiva, el d ecenio de
2003 a 2012 fue la “década de o ro ” para América Latina.
Debido a su tamaño, Brasil atrajo especial atención entre los in­
versionistas extranjeros. En 2003, Goldman Sachs — un banco de
inversión— publicó un informe en el que subrayaba la creciente im­
portancia para la economía mundial de los B R IC , un nuevo acróni-
mo en el cual Brasil asume su lugar al lado de Rusia, India y China.
Brasil es el quinto país más grande en área y población y la cuarta
democracia más grande del mundo. E n 2012 se había convertido en
la séptima economía más grande del mundo, a la par con G ran B re­
taña, y comenzó a ser visto como un país de importancia global en
otros aspectos tales como las negociaciones sobre el com ercio m un­
dial y los convenios medioambientales. También aspiraba a ser m iem ­
bro permanente del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.
La diplomacia expansiva de Lula le permitió a Brasil hacerse con la
Copa Mundial de Fútbol de 2014 y a Río de Janeiro, con los Juegos
Olímpicos de 2016. Su elección como sede de estos últimos significó
que Brasil finalmente era reconocido como “un país de prim era cate­
goría”, declaró Lula.
Los líderes izquierdistas de Latinoamérica proclamaron una nue­
va era de vínculos “sur-sur” y solidaridad regional, en una actitud de
rechazo más o menos explícito a Estados Unidos y lo que ellos deno­
minaban “su hegemonía en la región”. N o tenían que insistir tanto:
el desastre de Irak y la crisis financiera habían dañado su confianza
en si mismo y sus pretenciones de liderar el mundo. La eterna ago­
nía de la zona euro, los retos de la ampliación y migraciones masivas
precipitaron a la Unión Europea (U E) a la introspección y grandes
El continente nlvtiUda 9

tensiones que, en junio de 2 0 1 6 , culminaron con el brexit (el voto del


Reino Unido a favor de abandonar la U E ). Entretanto, China se con ­
virtió en el mayor socio comercial de varios países latinoamericanos,
incluido Brasil, y en creciente fuente de inversiones y préstamos a sus
gobiernos.

D el TR1U N FA H SM O AL ESTANCAM IEN TO

Para el momento en que se realizaron los Juegos Olím picos de Río, el


triunfalismo se había evaporado y el ambiente en Brasil y el resto de
Latinoamérica era bastante más lúgubre. A partir de 2 0 1 1 , la le n ifi­
cación y maduración de la economía china hizo que los precios de las
mercancías descendieran. En 2016, las economías latinoamericanas
— tomadas en conjunto— enfrentaban su sexto año consecutivo de
desaceleración. Según el FM I, el P IB de la región se estancó en 2015
y decreció 1 % en 2 0 16.5 Ese promedio escondió variaciones dramá­
ticas. Mientras el boom de las mercancías produjo un crecimiento
uniforme en Suramérica, su colapso sacó a la luz la imprudencia y los
errores de algunos de los gobiernos de izquierda. En 2016, Venezuela
sufría la tasa de inflación más alta del mundo y su economía caía en
picada; Brasil se encontraba atrapado en el peor bajón jamás registra­
do; Argentina estaba atrapada en la estancación y Ecuador entraba
en recesión. En la región, en general, la pobreza comenzó a crecer de
nuevo. Por el contrario, el crecimiento continuó — aunque más lenta­
mente— en Chile, Colombia, M éxico y Perú, al igual que en Bolivia.
No sorprende entonces que el ciclo político comenzara a volverse
en contra de la izquierda. En las elecciones presidenciales de noviem­
bre de 2015 en Argentina, Mauricio Macri — un empresario de cen-
troderecha— infligió una estrecha derrota al candidato de Cristina
Fernández. Chávez murió de cáncer en 2013, precisamente cuando
Venezuela estaba pagando el precio socioeconómico de su “socialismo
del siglo X X I ", Su sucesor, Nicolás Maduro, carecía de las habilida­
des pob'ticas de su mentor y, en una elección legislativa en diciembre
de 2013, el régimen sufrió su primera derrota electoral a manos de su
abigarrada oposición. En febrero de 2016, Morales, quien había ejer­
cido el poder en Bolivia durante una década, perdió en un referendo
IO bJ irm hrurntf t»lwd*Jo

que eventualmentc le habría permitido permanecer en el poder hasta


2025 launque después señaló que procuraría anular esa votación)
En Brasil. Dilrna Rousseff. la sucesora cuidadosamente escogida por
Lula, tue acusada de fechorías fiscales; su enjuiciamiento político des­
titución — que ella denominó “golpe de Estado , a pesar de haberse-
cumplido los procedimientos constitucionales— reflejó el colapso
de la gobemabilidad causado por su tremenda falta de popularidad
y carencia de las habilidades políticas más elementales. la recesión
y un escándalo masivo de corrupción que involucró a Petrobras, la
empresa petrolera estatal (y en el cual el PT estaba profundamente
implicado, aunque no hay evidencia de que ella estuviese involucrada
de manera personal!. En Chile. Michelle Bachelet — elegida por una
mayoría aplastante en 2013 para un segundo período, tras un gobier­
no de centroderecha— perdió popularidad y fue obligada a reducir
un ambicioso — pero, técnicamente imperfecto— programa de refor­
ma social-democrática. En Perú, un presidente de centroizquierda,
Ollanta Húmala, fue sucedido por Pedro Pablo Kuczynski — un ex­
banquero de inversión— quien, con poco margen, derrotó a la can-
didata de centroderecha, Keiko Fujimori. Tan solo Ecuador rechazó
la tendencia... escasamente. Correa decidió no presentarse para un
cuarto período, pero su candidato. Lenin Moreno, derrotó por un
estrecho margen a Guillermo Lasso, un banquero conservador.
Tras el reflujo de la “marea rosa", hubo una combinación de in­
dignación electoral causada por condiciones económicas más duras,
ira contra la corrupción y frustración por el fracaso de ios gobiernos
de todas las tendencias políticas para proporcionar los mejores ser­
vicios públicos que exigían las sociedades de América Latina, menos
pobres y más clase media que en el pasado. Fortalecidos por la ex­
pansión de los teléfonos inteligentes y las redes sociales en la región,
los latinoamericanos salieron a las calles para expresar su rabia. En
Brasil, en 2013, pequeñas protestas por el aumento de las tarifas de
los autobuses en Sao Paulo se convirtieron en una ola de ira nacional
contra los chanchullos de los políticos egoístas, simbolizados por los
innecesariamente costosos estadios construidos para el Mundial de
Fútbol, yuxtapuestos con la mala calidad del transporte público, los
servicios de salud y las escuelas. En México y Honduras hubo pro-
E l i'iuttinriftr <¿tiiLulv

testas masivas contra la corrupción, y otras en Guatemala v Brasil


que contribuyeron a la caída de sus presidentes. En Chile, en 2lX>6
y de nuevo en 2011-2012, decenas de miles de estudiantes salieron
a las calles en repetidas ocasiones para protestar por el alto costo y
la baja calidad de la educación superior. Bachelet intentó aplacarlos
prometiendo que la educación universitaria seria “gratuita" (es decir,
tinanciada por los contribuyentes), pero en su segunda presidencia
nunca se recuperó de su mal manejo de un escándalo sobre un dudo­
so proyecto inmobiliario de su hijo y su nuera.
El problema de la corrupción, en especial en la contratación pú­
blica. se habia vuelto sistemático. Odcbrecht, una empresa brasileña
que era la mayor constructora de América Latina y estuvo en el cen­
tro del escándalo de Petrobras, admitió haber pagado sobornos a po­
líticos y funcionarios en otros nueve países de Latinoamérica: un total
de U S $ 4 3 6 millones entre 2 0 0 0 y 2 015, según documentos publica­
dos por el Departamento de justicia de Estados Unidos, como parte
del acuerdo de la demanda más grande jamás presentada en virtud
de la Ley de Prácticas Corruptas en el Extranjero. Eso sin contar los
U SS 34 9 millones en sobornos pagados en Brasil.6
V existía una causa adicional para el d escontento de los volantes:
la inseguridad crónica de la vida cotidiana en una región donde las
bandas crim inales llegaron a operar con impunidad en m uchos países
co m o consecuencia de fuerzas policiales y un poder judicial inefica­
ces y a m enudo corruptos. Proporcionalm ente, A mérica Latina sufrió
más asesinatos que cualquier otra parte del mundo (salvo las zonas
de guerral. Con solo 8 % de la población mundial, representó alrede­
dor de 37 % del total de hom icidios en 2 0 1 2 . con 145.759 personas
asesinadas en la región, según la O N U . A pesar del progreso social
regional, la tasa de hom icidios aum entó en torm a inquietante.7 Una
encuesta com isionada por el Program a de Desarrollo de la ( )N U su
girió que casi dos tercios de los latinoam ericanos evitan salir de noche
por tem or a la delincuencia y uno de cada ocho se ha mudado de casa
con el fin de sentirse más seguro.* N o es de extrañar que (al menos
hasta que la desaceleración económ ica se impuso) las encuestas seña
laran que el crim en había superado las inquietudes económ icas com o
la mayor preocupación de los latinoam ericanos. La delincuencia era
u £7 continente o/ruLtJo

un problem a que pocos gobiernos, ya lucran de izquierda o dercch i


habían enfrentado. '
La com binación de austeridad y corrupción era políticamente tó
xica. P ropició la exigencia de una alternancia de poder que es común
en las dem ocracias, pero que era algo novedoso en América Latina
D e hecho, originalm ente, esta com binación y el estado de animo con
trario a los que estaban en el poder fueron lo que antes habia provo
cado el giro a la izquierda en la región.

E ntre el progreso y la tentación populista

En los últimos años de la G uerra Fría, America Latina había expe


rim eniado una transform ación histórica, con lo que pareció ser el
establecim iento definitivo de los gobiernos democráticos. En 1978,
ap an e del C aribe de habla inglesa, solo tres países de la región eran
dem ocracias; en 1994, todos excep to Cuba y M éxico lo eran (y Méxi
co tam bién lo sería pronto).’ Esta ola dem ocrática arrastró a alguna--
d e las dictaduras más sangrientas y canallas que los países latinoanu
tácanos habían visto en su larga, aunque lejos de ser continua o gene­
ralizada. historia de gobiernos autoritarios. Se dio de la mano con una
oleada de reformas económ icas de libre m ercado tras medio siglo de
proteccionism o estatal. C onocid o com o el “Consenso de Washinj
to n ” o, si se prefiere, “neoliberalism o”, generó m ucho optimismo de
que A m érica Latina por fin se hubiera em barcado en lo que algunos
en los m ercados financieros pensaron que sería un camino continuo
de crecim iento y desarrollo sostenido.
E sas entusiastas expectativas resultaron ser en exceso optimistas
L a historia, com o sucede a m enudo, tom ó un rumbo más complica
do. Los frutos iniciales de la reform a económ ica fueron variados. La
inflación, durante tanto tiem po una pesadilla latina, fue controlada
Al principio, el crecim iento repuntó, cuando la inversión extranjera
llegó a raudales. P ero fue frenado y, en varios países, revertido cuan­
do se hizo evidente por una serie de desgarradoras crisis financieras
que el capital extran jero podía irse tan rápido com o había llegado
E ntre 1998 y 2 0 0 2 , la región sufrió lo que la Comisión Económica
para A mérica Latina y el C arib e (más conocida com o Cepal) c a
m irmiincntr **ivtdédt>

Nai'¡on« l-'nidas llamó “media dot ada perdida’ ,1c estancamiento


económ ico. E ste decepciónam e recortl significo que las relormos tlel
libre m ercado cayeron en un desprestigio generalizado. aunque a me
nudo injustam ente. En particular, la privatización era detestada, en
parte porque se asociaba — en algunos casos— con corrupción o la
sustitución de m onopolios públicos por privados. Ademas, las [Milui
cas tlel C.onsenso de Washington fueron ampliamente culpadas — si
bien erróneam ente— del colapso económ ico y financiero de Argén-
tina en 2 0 0 1 . La “media década perdida" no solo allanó el cam ino
para el “giro a la izquierda", pues el electorado se resintió con los
representantes de centrodcrecha, sino que también trajo consigo la
inestabilidad política: ocho presidentes no completaron sus periodos
de m andato entre 1997 y 2005.
La llegada de la izquierda al poder suscitó amplias esperanzas de
una reform a progresiva. Los líderes de izquierda tenían en común
su oposición retórica a lo que llamaron el “neoliberalism o”, un tér­
m ino — a m enudo sin sentido— de abuso político que ejerce una in­
fluencia nefasta en la región. Con frecuencia se usa sim plemente para
denunciar una econom ía capitalista abierta.1’ Yo utilizaré el término
‘neoliberal’, en form a m ucho más estricta, para referirme a aquellos
que creen que la estabilidad m acroeconóm ica, los mercados libres y
el libre co m ercio por s i m ismos son suficientes para alcanzar el desa­
rrollo económ ico, en lugar de ser condiciones necesarias que exigen
el com plem ento de un Estado efectivo.
A pesar de sus muestras de adulatoria solidaridad en frecuentes
cum bres regionales, había im portantes diferencias entre los distintos
presidentes de izquierda. Algunos eran, hablando en términos ge
nerales, socialdem ócratas latinoam ericanos, mientras otros estaban
más cerca de la tradición regional de p op u lism o." Lula, los presi­
dentes socialistas chilenos — Ricardo Lagos (2000-2CKXÚ y M ichelle
B achelet (2 0 0 6 -2 0 1 0 y 2014-2018»— y el Erente Amplio de Uniguav
fueron ejem plos de la prim era variante. La segunda la representaron
Chávez. los K irchner. C orrea y — en m enor m e d id a - Morales. Los
del prim er grupo eran reform istas: algunos del segundo grupo ha
biaban de “refundar" los sistemas políticos de sus países. Su actitud
hacia las instituciones de la dem ocracia liberal los diferenciaba Los
E/om/imim. o/rwbJn __________________
iM; t . - ------- '

•ocukfcm ócratas representaban partidos p o li n e s m ás « M e a d o s y


llegaron al poder en países con instituciones mas fuertes qu e tendían
a respetar. El m st.nto y la práctica de los populistas, que sol.an ser
outuders (intrusos) políticos, era concentrar el poder en sus propias
manos, para anular los controles al poder ejecutivo y g obernar en
forma más plebiscitaria y m ayontaria 4 P ero los líderes y los partidos
evolucionaron con el tiempo. Así. M orales, que d ebió su ascenso a
los movimientos sociales autónomos, se volvió más populista estando
en d cargo y el P T brasileño buscó doblegar las reglas de la dem o­
cracia liberal a través de una sistemática financiación ilegal del par
tido. Cristina Fernández fue más intransigente que su m arido (quien
murió en 2010). Chávez. un exoficial del ejército que participó en un
fallido golpe militar contra un gobierno electo en 1992, pertenecía a
la clásica tradición latinoamericana del caudillo populista u hom bre
fuerte, pero luego — influido por Fidel (jastro— viró hacia un csta-
lintsmo tropical, mientras se limitaba a preservar solo las apariencias
de la democracia.
El populismo es un fenómeno político que ha recibid o mucha
atención recientemente. La etiqueta ha sido adjudicada a movimicn
tos políticos opuestos al sistema en Europa, tanto de extrem a derecha
(com o el caso del Partido de la Independencia en el R eino Unido.
Alternativo für Dculschland en Alemania y el más duradero Frente
Nacional de Francia) com o de extrem a izquierda (Syriza en (¡recia
y Podemos en España), así com o a la exitosa cam paña de Donald
Trump para las elecciones presidenciales estadounidenses en 2016.
En América Latina, el populismo tiene una larga historia. Al igual
que “neolibcralism o”, se ha convertido en un térm ino cargado y ñor
mativo.' Así que esta es mi definición. Con “populism o”, quiero d e­
cir dos cosas: primero, un tipo de política en la que un líder fuerte y
carum ático atrae al pueblo , contraponiéndolo a un opresor retó
rico com o la “oligarquía" o “la clase dirigente” (o “W ashington” en
el caso de Trump). F.I líder pretende ser un salvador, desdibujando la
distinción entre este, el gobierno, el partido y el Estado, c ignorando
la necesidad de controlar al poder ejecutivo a través de contrapesos.
En segundo lugar, el populismo a menudo, aunque no siempre, ¡m
11 u m l i n r n l r n li i J a J n

plicó la redistribución del ingreso o la riqueza de una maneta m uñ ir


nible. M uchos com entaristas asumen erróneamente que el populismo
es sinónim o ile la izquierda, li.se no es el luso. Por tanto, si los Imán
cieros de Wall Street hubiesen identilicado correctam ente el h cih o
de que Lula, en brasil, era un sociuldcmocrulu y no un populista, tal
vez no habrían entrado en pánico al pensar en su elección en 2002
Los clásicos líderes populistas incluyen a litan Domingo l’crón, en
Argentina, y a su segunda esposa, Lva Diiartc; a José Marta Velasco,
en Ecuador, y al brasileño Cictúlio Vargas, quien uiloptó el |>opulistno
en sus últimos años. Algunos conservadores, com o el (teruano Alber
to Fujim ori y el colom biano Alvaro Uribe, gobernaron en vario» as
pectos com o populistas. En algunas de sus m anilcstai iones pasadas,
el populism o latinoam ericano fue una creativa respuesta política a
la desigualdad y al dominio de poderosos grupos conservadores. En
otras, fue un s'ehículo para el autoritarismo. En muchos casos, dejó a
los países — y en especial a los pobres (a quienes asegura defender)--
en peores condiciones, al menos económicas.
Sin em bargo, ¿por qué es tan atractivo el populismo para los
votantes latinoam ericanos? Porque, com o señala Luis Rubio — un
politólogo m exicano— . “la gente recuerda los años de crecim iento
económ ico, no los años en que pagaron la cu en ta".1'' Así mismo, se­
gún John W illiam C o ok c — un líder de la izquierda peronista en la
década de 1 9 6 0 '— . el argentino Ju an Dom ingo Perón se convirtió
en sím bolo del “único período en el que el trabajador fue feliz". Tras
desvanecerse, aparentem ente, en la década de los sesenta, el retorno
del populism o se d ebió en gran medida a la persistencia de las des
igualdades extrem as en ingresos y riqueza en América Latina. Esto
redujo el atractivo de las reformas progresivas y aum entó el de los
lideres m esiánicos que prom eten un mundo nuevo. Un segundo m o­
tor del populism o ha sido la gran riqueza de recursos naturales de
Latinoam érica, que va desde oro hasta petróleo. A muchos latinoa­
m ericanos se les enseña en la escuela que sus países son ricos, cuando
en realidad no lo son. Si fueran los recursos naturales — en lugar del
trabajo d uro e instituciones efectivas— lo que hace ricos a los países.
Singapur y Suiza serían indigentes. Los populistas culpan de la pobre
EJ i rm u nrnK ok-uUdu

z* i convenientes chivos expiatorios: ia corrupción, la oligarquía , d


"imperialismo" estadounidense o las multinacionales petroleras o mi
ñeras. En tercer lugar, a medida que la política de clase se ha desva
necido, la ha reemplazado en parte una nueva política de identidad
No todos los populistas latinoamericanos son amerindios o mestizos
(de raza mixta). No obstante, el atractivo de hombres como Chávez
Morales o el peruano Ollanta Húmala (que hizo campaña como po­
pulista, pero no gobernó como tal durante su presidencia entre 201 ]
y 2016) fue en parte resultado de la identificación étnica, la idea entre
los latinoamericanos más pobres y de piel más oscura de que ellos
eran "uno de los nuestros”. En ese sentido, esos líderes contribuye­
ron a que sus democracias fueran más representativas, incluso si tal
vez las perjudicaron de otras maneras.
Este desafío populista a la democracia liberal es, pues, parte del
alto precio que América Latina sigue pagando por su incapacidad
para derrocar más tempranamente en su historia independíenle las
dos grandes causas estructurales de su desigualdad socioeconómica
que están muy vinculadas: por una parte, la desigual distribución de
la tierra, cuyos orígenes en muchos casos se encuentran en el período
colonial y, por otra, la esclavitud (finalmente abolida solo en 1886
en Cuba y en 1888 en Brasil) y la discriminación contra la poblado:
amerindia. En Latinoamérica, a diferencia de Estados Unidos o la
Sudáfrica del apartbeid, la mezcla racial ha sido durante mucho tiem­
po la norma. Los conquistadores eran abrumadoramente hombres, al
igual que los colonizadores que los siguieron, al menos basta la inde­
pendencia. La mayoría de los latinoamericanos son mestizos (de raza
mixta europea e india) o mulatos (negro y europeo). Pero ios pobre'
aún tienden a ser de piel más oscura que los ricos.
Aunque varios de los gobiernos de izquierda gobernaron pragmá
ticamente durante muchos años, al final muchos de ellos terminaron
poniendo en peligro o destruyendo sus propios logros a causa de su
arrogancia. Con demasiada frecuencia afirmaron estar liderando “re
voluciones”, con un implícitamente irreversible dominio absoluto so­
bre el poder, en lugar de reconocer que eran los fugaces beneficiario'
de la alternancia democrática en el cargo. Eso llevó a muchos a tratar
de aferrarse al poder, ya fuera amañando las reglas de la democracia
I /*i<nhn> M r «InJtitii
7

suhnidlnaudn la Inicua gestión de lu economía m In popiihuidad a


n illii |>Iii/.o o ambo». 1.1 i-|cin]>l<>mm (l(-«cnimiI<>lur Venezuela, tpie
o m Maduro cayo en una du ludnru alm>Iuim y n i In i|iir lian Ki moun
el Necieturin ( •encrial ile lu ( >NI I ilrnnirimn una "i ri»i» liumani
■ana (ver el capitulo 7). 1.1 piesidcnle ele Nicaragua. Uuincl < trlrga.
11111wo n i conitol «le las autoridades (Ictio l ale» paru cspuUui a la
oposición del ( niigrcko y negarle u »n principal npnnente el derecho
a participar en una elección presidencial en 2016. Nombró a mi c»|h>
sa — Hornillo Muidlo - como compañera de lóiinula, de mudo que
m ullícelo una dicladuia dinámica como la de lo» Somo/a, a loa que
Imlua d enotad o en 1777 como líder de la Kcvnltitmn Sandiniala. Un
ejemplo ainiemm y ahaurdn lúe el intcriiu de (irimina l ernándc/. de
ocultar la inllacion y exagerar el crecimiento económico publicando
csladíMicas luisas. I n Kcnudoi, C.orrcu acoso con mano dura a lo»
medios de comunicación.

CONTINUIDAD! S Y DIVliltCiliNl.lAS
A mediados tic la segunda década del siglo X X I. purreia que — como
en una novela de (¡abriel Cinicia Márquez— America I,atina había
retornado al principio. Mientras muchos países asiático» siguieron
avanzando económicameulc. I.alinoainérica se arriesgó a un nuevo
periodo de cMimcnmienlo y, tal vez, de inestabilidad política e irre
levancia global. Pero el boom de las materias primas y el giro a la
izquierda habían cambiado la región de manera signilicaliva. Kn mu­
cho» países hubo más continuidad y progreso subyacente de lo que
pa recia.
Con 6 ) 0 millones de personas en 2015, I.alinoainérica y el Caribe
es una región de ingresos medios casi uniforme, con un ingreso anual
por persona cercano a l)S $ 7(1(10. Tomando en enema el poder adqui
silivo, esa cilla asciende a más de U S$15.000, oscilando desde casi
U S$2».50I) en ( iliile a tan solo l)S $ 1750 en I la ití." Kn la mayoría de
los indicadores sociales, America I aliña va mejor que otras parles del
mundo en desarrollo, pero recientemente lia sido alcanzada por Asia
( tríenla! (tabla I )
*

£
C
o
e

o
o
o
o

-C
•o

’C

•«O
&

O
E

Veia
t

£
\

S
B

M
P o rc e n ta je de
E xpectativa de vida M ortalidad infantil -

i
2

H
n

personas q u e viven
oí n acer (en años) Tasa po r cada 1000
l
K

con m enos de
2015 | n acim ientos. 201$ 8
U SS 1,9 0 * «1 día, 2 0 U

1
X
T

£

a,
8

•s
**5
ir.
V"v

!■»
N
S

O
fN
fN

r*.
| Europa y Asia Central
s

ir\

tr\
ir>
| América Latina y el Caribe |

O
fN
fN

[ Medio Oriente y África del Norte |


F.J a m ltn en tt tth'*dádo

fN
vi
o?

oO
|

>o
Asia del Sur |

á
s

1
Os
tes

U*v

"O
5l
l !

Jl
§u|«

<3 I
¡<s
! 2

3 ü
E l ctmnnrntc nlvidjJn
IV

En las últimas décadas, la región ha experimentado varios conjuntos


superpuestos de cam bios fuertes. El primero es el de la dem ocra­
cia m isma, que podía basarse en una larga — aunque truncada—
tradición de constitucionalism o, pero que tuvo que luchar contra
arraigados hábitos y prácticas antidemocráticas. A pesar del claro
retroceso en Venezuela y Nicaragua, en otros países se ha detenido
el péndulo entre dictadura y democracia que marcó gran parte del
siglo X X en América Latina. Los golpes de Estado son en gran me­
dida una cosa del pasado: la excepción que confirma la regla fue un
conflicto de poderes en Honduras que terminó con el Ejército — ac­
tuando por petición del Congreso y la Corte Suprema— expulsando
al presidente, Manuel Zelaya, e instalando a otro civil en el cargo.
Desde 1990, ningún militar en servicio activo ha servido com o presi­
dente de un país latinoam ericano.1'1
En segundo lugar, desde la década de los sesenta la región pasó de
una predom inancia rural a ser principalmente urbana, una transfor­
m ación que en Europa fue m ucho más gradual. Las ciudades crecie­
ron de manera explosiva: la población de la región metropolitana de
Sao Paulo pasó de 6 9 .0 0 0 en 189 0 a 12m illonesen 1976 y 21 millones
hoy. Así mismo, la población de Lima creció casi ocho veces duran­
te cuatro décadas hasta 1981 -20 Entonces, no es sorprendente que
sem ejante crecim iento urbano haya agobiado a los gobiernos ni que
los servicios públicos no hayan podido m antener el paso. Las ciuda­
des latinoam ericanas típicam ente reflejaban — en hormigón y en car­
tón— las injusticias de la sociedad en general: estaban conformadas
por grandes bolsillos de pobreza y por riqueza ostentosa. G ran parte
de la población urbana residía en viviendas de autoconstrucción sin
títulos legales claros: en Perú, por ejem plo, más de la mitad en el cam ­
bio de siglo, m ientras que en Haití la cifra llegaba al 68 /o.2> Pero, con
el tiem po, la mayoría de estos asentamientos adquirió muchas de las
com odidades de la vida urbana: electricidad, agua, alcantarillado, ca­
lles pavim entadas, parques y, durante la última década más o menos,
m odernas tiendas y cines multiplex.
En tercer lugar, en las décadas de los ochenta y los noventa las
econom ías de América Latina se sacudieron de un denso capullo de
protección , regulación estatal y costosas distorsiones económicas. La
to I J tiw /in rn lr ttivtMub

nui> visible ile ellas lúe Iti inthieinn. lenoiiuiio eti el i’itiil Ij rc^mn tuc
durante mucho ttcm|io lider mundial 1 ¿i> retornen de mercado dolos
años ochenta y noventa coincidieron con -y tic alguna manera hurón
posibles gracias u— el inicio «le un nuevo periodo de glob.tlizaciun
que representó muchos beneficios para los latinoamericanos, en lot
ma de incrementos en las ex|Kirlaciones e ingresos, asi como acceso a
bienes de consumo importados baratos. Incluso mientras el (ionsensn
de Washington era denunciado rutinariamente, sus principios funda
mentales —de estabilidad macrocconóniica y economías de increado
abiertas— se convirtieron en una parte |>erdurnblc del panorama en
muchos países de la región. Ciertamente, se cometieron errores en la
¡mplcmcntación de las reformas de mercado (ver capitulo 6), pero la
falla principal fue que el Estado y las instituciones públicas permaiu
rieron esencialmente sin reformar. Estados más efectivos y mejoro
políticas públicas son la clave para reducir la desigualdad y permitir a
los latinoamericanos competir más efectivamente en el mundo.
Una cuarta transformación se dio en las sociedades de la región,
que han visto — en promedio— una mejora dramática en las condi
ciones de vivienda y acceso a los servicios básicos. Eos latinoameríca
nos están mejor educados, gozan de mejor salud y son menos pobres
y más clase inedia que nunca (ver capítulo 9). Sus sociedades son más
dinámicas, más exigentes y más complejas de lo que eran en el año
2000, por no hablar de 1980.
Aún quedan muchas dilicultades profundamente arraigadas que
analizo en detalle en los capítulos siguientes, (anco conjuntos de pro
blcmas se destacan. El primero es la desigualdad. A comienzos del
siglo X X I, el 10% más rico acumulaba en promedio 4 3 % de los
ingresos totales por trabajo, mientras que el 2 0 % más pobre recibía
solo 3,1 % . Por el contrario, en Estados Unidos, el 10%. más rico
recibía el 31 % y el 20% más pobre, el 5 % ; en Italia, las cifras eran
de 27 % y 6 % , respectivamente. En 2013. la participación del 10%
más rico en America Latina había cuido a 38 % y la del 2 0 % más
pobre había ascendido a 3,9%.'■' 1.a disminución de la desigualdad
de ingresos durante la última década lúe bienvenida y se tito a con
traeorricnte de la tendencia en muchos países desarrollados. Aun asi.
fcVcantmrntc olvidado £1

Latinoamérica todavía competía con Africa subsahariana como el lu­


nar mas desigual del planeta.
En segundo lugar, las elecciones regulares y por lo general lim­
pias y un mucho mayor respeto por los derechos humanos no han
sido suficientes para garantizar la aplicación universal de la ley o un
gobierno eficaz. El crimen y la inseguridad son las manifestaciones
más visibles de esto. Con demasiada frecuencia, la justicia es lenta,
venal, arbitraria o, simplemente, inexistente. En esas circunstancias,
la igualdad ante la ley sigue siendo una perspectiva distante: los po­
derosos, por lo general, encuentran formas de protegerse a sí mismos;
los pobres, a menudo no lo logran, lam bién en otros sentidos crear
una sociedad democrática y una ciudadanía igualitaria sigue siendo
un trabajo en progreso. O tro síntoma del mal funcionamiento de la
ley y sus instituciones es la omnipresencia de la economía informal
en América Latina. En muchos países, las instituciones centrales de
la democracia — el Congreso, los partidos políticos, los tribunales—
son vistas con desprecio en lugar de respeto. Los políticos son ridicu­
lizados por corruptos y egocéntricos — y, con demasiada frecuencia,
lo son— .
En tercer lugar, el boom de las materias primas ocultó grandes
debilidades subyacentes en el desempeño económico de Latinoamé­
rica. Estas son evidentes en la baja productividad de muchas de las
compañías y trabajadores de la región y en la falta de compctiiividad
de muchas de sus empresas. Abordar eso es vital si la región aspira a
continuar progresando en un entorno global menos amable. La ur­
gencia es mayor por el hecho de que América Latina está viviendo
una rápida transición demográfica: a mediados de la década de los
veinte del presente siglo, la luerza laboral comenzará a reducirse en
relación con la población dependiente.2' En otras palabras, América
Latina está empezando a envejecer antes de enriquecerse. Las causas
de la baja product¡viciad son muchas: incluyen la informalidad ge
neralizuda, la falta de educación y habilidades, y una infraestructura
deficiente o inexistente. Tampoco ayuda que muchas de las grandes
ciudades de la región son caóticas, están contaminadas y viven atasca
das por el tráfico, lo que significa que muchos trabajadores seenlren-
El continente olvuUdo

tan a un viaje diario de ida y vuelta de tres horas aproximada™™!,


encerrados en autobuses atiborrados o. en menos casos, en trenes.
En cuarto lugar, la política también puede hacerse mas difícil
Que la hegemonía de la izquierda, tanto institucionalista como po
pulista, haya durado tanto se debió en buena parte al boom de las
materias primas. Esto dio a los líderes izquierdistas mayores ingresos
fiscales para invertir en la expansión de los servicios sociales y la re­
distribución. sin tener que recurrir forzosamente a la impresión de
dinero y la inflación, como fue el caso en los años ochenta. En paises
con muchas personas pobres y una enorme desigualdad de ingrese"
tales políticas fueron populares. Ahora, los años de fácil crecimieni"
han llegado a su fin. La desaceleración amenaza el progreso social de
la última docena de años. Las investigaciones del Banco Mundial han
encontrado que la mayor parte del descenso de la pobreza provino de
un crecimiento económico más rápido (a través de la expansión de!
empleo y mejores salarios) y no de políticas sociales redistributiv i
En tiempos más difíciles, los políticos tendrán que tratar de satisface
a la expandida clase media, cuyas frustraciones tienen implicación,
potencialmentc explosivas para el orden político." Según un estudio
del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, unos 30 mi
llones de latinoamericanos que salieron de la pobreza ahora corren el
riesgo de volver a caer en ella; muchos de ellos son personas jóvenc-y
mujeres con trabajos inestables en el área de los servicios."
Tampoco ayuda el hecho de que, en muchos países, los recurso-,
políticos están bajo presión. Esas dinámicas sociedades a menudo son
gobernadas por sistemas políticos fosilizados. Así como los partido,
tradicionales han decaído, la política se ha fragmentado. Los remore-
sobre la gobernabilidad se esfumaron cuando los gobernantes eran
populares. Ahora la región puede enfrentar ciclos políticos más cor
tos, con el nesgo de renovados alborotos o estancamientos. Podri.i
ayudar el hecho de que la polarización ideológica que caracterizó a
América Latina en la Guerra Fría, y que fue revivida por Chávcz y
sus amigos, parece estar disminuyendo en intensidad a favor de un
cemrtsmo pragmático. Una bien acogida señal de esto fue que en
(Colombia, en septiembre de 2016, luego de cuatro años de ardu-iv
¿1

mpxn taitones OKI el gobierno de Juan Manuel Santos. las guerrillas


eslalinisia» »le las llamadas I uerzas Armadas Kc\ olucton.trias de 1 n-
Imulna il AKl 1 acordaron poner lin a mi insurgencia armada, que
lomciwo en l^n-1 Ihra tue que los políticos de centroderecha, como
\Usn \ kuvivmki, rexxxnoeienxn la necesidad de políticas sociales y
sociedades mas tuslas. I I \irus populista sigue prvscntc en el cuerpo
pixlituo ile Amenca latina pofx\ al menos en muchos países, parece
hahei entraxlo en remisión.
IV r ultim o, en m a n aik» contraste con las ultimas ilecadas, tal xcz
el maxxxr pnxhlem a que éntrenla la reguin ahora sea uno extern o. 1,1
i»rden m undial liberal \ la cta de glohali/auon qu e prevalecieron en
trr la calda vid m uro ik- IV-rlin en l'VW y la crisis tmuncicra de 2lXW
pnxpon ixnaron a A m e tiia Latina un en to m o favorable y predecible
para bus* ar la dem ocratizas ism \ la rets'm ia económ ica I lov, el paño
ram a internacional es m uch o nuts oscuro e incierto. Si quiere regresar
a un crc cim icn ti' ccsMHUrtiio mas rápido, America Latina tiene que
aum entar sus cxp ortavion cs Pero, desslc la crisis linancieni, el crecí
m ien to d d c o m e n to mundial es m ticbo mas lento y los sentim ientos
pn xteciionistas xan en aum ento L.s una ironía que, pisto cuando L i
ttiHxamenca conictizalxa a em erger d e su mas n v iem e cielo populista,
el resto del m undo ilc'cxih n cra los dudivsos encantos del populism o.
Tres |valses latuxoam encanos - 4 '.hile. M éxico v Perú— ttiem n sig
n aian o s iJd Acuerdes Lranspdv itico de C ooperación Í aoiioiu ic .i un
a cu e n lo cxviiervial en tre d oce países, defendido por Barack O bam a
x rechazado |H»r IXsnald Tm nip Para Mcxtcxx, el presidente Trump
représenla un peligro p o tcticialm cn ic graxc, si cum ple sus amenazas
de levantar un m uro para aislar al pais x socavar el Iratad o de L tb n’
l o n ic m o d e Am erica del N orte (N ada, por sus siglas en tnglcsi. que
xincida a los d«xs países x l añada 'l las promesas riscales expansivas
de In u n p irsp a k la n la pm babtlidad de una |xoliiica m onetaria mu
cb o m as estricta en I s i jvk 's I nulos, que | v n iln t lin a la era de créd i­
to» baratos que cxsnxcnío ven la crisis financiera y aum entaría el costo
de kvs prestam os ,x«ra kxs gobiernos x em presas de A m enea Launa
i :J nrntinrntr n ivtdéJo
M

Por que importa America Latina


Es justo d ecir que A mérica Launa esta hoy un p o co m enos “olvi
daila" por el resto ilcl m undo de lo que estaba cu and o com encé a
trabajar en la primera edición de este libro, a prin cipios de la primera
década del siglo X X I (el sentido de lo que quise d ecir con olvida
d o" fue pasado por alto mas que d e scu id a d o ).* E so se d ebe en parte
a las razones políticas y económ icas que ya he exp licad o; también
al constante aum ento en su protagonism o cultural. Su m úsica, sus
bailes, sus películas, sus novelas y su arte visual han ingresado a la co
rriente principal en Estados Unidos y Europa. E l español está firmo
mente establecido com o el segundo idiom a internacional del mundo
occidental. D e acuerdo con una estim ación, y teniend o en cuenta su
uso com o lengua materna y segundo idiom a, el español es hablado
por unos 5 60 millones de personas, lo que lo convierte en el cuarto
idioma más hablado, después del m andarín, el inglés y el árabe. El
español es el segundo idioma extranjero más estudiado, después del
inglés, con 21 millones de estudiantes (14 m illones hace una déca
da).*7 El portugués, hablado en Brasil, ocupa el octavo lugar — con
2 5 0 millones de hablantes— detrás del hindi, el ruso y el bengali.
pero por delante del alemán y el fra n cés.* Algunos latinoamericano-
han sostenido durante m ucho tiem po su superioridad en la prodiu
ción cultural sobre sus m aterialm ente más exitosos vecinos del norte
Sin em bargo, y es paradójico, la creciente im portancia cultural de la
región se deriva, en parte, de la cada vez más p erceptible y dinámica
presencia de 50 millones de latinos en Estados U nidos. E so también
refleja la globalización y una de sus consecuencias: el aum ento del tu
rismo a América Latina, que ha expuesto a cada vez más personas a la
inspiradora geografía de la región, los m agníficos artefactos dejados
por las antiguas civilizaciones de aztecas, mayas c incas, y la calido,
y el relajado enfoque de la vida que caracterizan al latinoamericano
promedio.
De hecho, hay otras razones — aparte de la cultura y el lenguaje
por las cuales Latinoamérica, una región de más de 6 5 0 millones de
habitantes, es importante para el resto del mundo. A pesar de la re
d en te desaceleración, Brasil y M éxico se encuentran entre las quince
econom ías mas grandes del mundo y otros cinco países l a t i n o a i n c t u a
El cuHfwt'nir olinJiiJt
IS

nos (A rgentina, C o lo m b ia. Venezuela, Chile y Perú) forman parte de


las 5 0 prim eras. L a región no es únicam ente una fuente de emigrantes
y drogas ilegales, aunque tam bién lo es. T iene algunos de los am bien­
tes naturales más biodiversos, ecológicam ente importantes y en peli­
gro de extin ció n , desde la selva am azónica hasta los glaciares andinos
y las islas G alápagos. Brasil tiene un mayor "capital am biental" que
cu alquier otro país en el m undo: cuenta con la mayor biodiversidad
y sus sistem as fluviales contienen más agua dulce que los de ningún
o tro país (casi tres veces más que los de Estados U nidos).1* Todo esto
coloca a A m érica Latina en primera línea en la batalla mundial para
im pedir y m itigar el cam bio clim ático. Se está convirtiendo en líder
en energía renovable. Brasil ha sido pionero en políticas para d ete­
ner la d eforestación. La región tiene las mayores reservas de tierra
cultivable del m undo y es un depósito de muchos productos básicos
im portantes, desde petróleo hasta metales y alimentos. Si los países
ricos alguna vez hicieran un esfuerzo serio para desmantelar el pro­
teccion ism o agrícola, Latinoam érica podría suministrar gran parte de
los alim entos del mundo. En 2 0 1 5 , tenía 2 0 % de las reservas proba­
das de petróleo del m undo ( 1 7 % solo en Venezuela, aunque gran
parte de este es petróleo pesado ubicado en la faja del O rinoco, d on­
de es co stoso procesarlo).10 La región se ha convertido en el toco de
m uchos conflictos en tre las compañías mineras y de hidrocarburos y
la población local; en ocasiones, se requieren difíciles transacciones
en tre el crecim iento económ ico y las consideraciones ambientales
y sociales.
En décadas recientes, el interés externo en América Latina ha
sido solo interm itente. En 1994, Bill Clinton, entonces recién elegido
com o presidente de Estados Unidos, invitó a otros 33 jefes de go­
bierno de A m érica (todos los del continente, excepto Castro) a una
cu m bre en M iam i. Sorprendentem ente, luc la primera reunión de
este tipo en celebrarse jamás. Parecía que las dos mitades de Ame­
rica. durante tanto tiem po trabadas en tensiones y malentendidos,
habían adoptado una convergencia diplomática, además de política
y económ ica El Nafta acababa de entrar en vigencia. A pedido es­
pecífico de los latinoam ericanos, los líderes reunidos en Mían., se
com prom etieron a trabajar en favor de un Area de labre Com cre.o
IU auitimntc itlllJud*/
¿6

de tus América* (ALCA). Esa visión de unidad hemisférica no se hizo


realidad. U fa, Ktrchncr, Chavea y Est * k » U"tdos se sumaron de
diferentes maneras para matar la idea del ALCA. En su upar, Estados
Unidos construyó una red de tratados comerciales bilaterales, que
abarcaban a Centroamérica, República Dominicana, Chile. Perú, Co
lombia y México. Quizás debido a los lazos más estrechos de China
con América Latina, Estados Unidos asumió un renovado interés en
Latinoamérica durante el segundo mandato de Barack Obama El
golpe más audaz de Obama fue negociar una reanudación de las reía
ciones diplomáticas con Cuba después de 54 años. Eso fue muy bien
recibido en toda la región. Cuando la Guerra Fría terminó, gobierna
latinoamericanos de todas las tendencias políticas habían restablecí
do los lazos con el régimen de Castro y comenzaron a oponerse al
embargo económico estadounidense contra la isla.
Tanto Obama como su vicepresidente, Joseph Biden, empezaro-
a referirse con mayor calidez a los lazos que unían los dos extreme-
de América y las oportunidades que veían para profundizarlos. “Ca­
nadá, América Latina y el Caribe tienen un gran impacto en nuestr..
seguridad interna y prosperidad y, en el siglo X X I, el hemisferio oc
cidental debe ocupar un lugar destacado en nuestras prioridades de
política exterior”, declaró B id e n .P a s e lo que pase en el gobiern1'
Trump. las fuerzas que unen a las dos mitades de América — migr.i
ción, comercio, inversión, turismo, religión y cultura— probable
mente perdurarán.
El hecho de que el mundo exterior pase por alto a América La
tina es, en parte, benigno. Después de todo, la ausencia de noticia-
es buena noticia. La mayoría de los países latinoamericanos ya no
albergan dictadores o escuadrones de la muerte, y pagan sus deuda-
Sm embargo, en Latinoamérica hoy están en juego asuntos de mayor
importancia. Junto con Europa y América del Norte, la región puede
afirmar que es el tercer gran grupo de democracias del mundo.
Entonces, sus intentos de hacer que la democracia funcione en
un contexto de desigualdad y, aún hoy, extendida pobreza, y usarla
para crear sociedades más justas y prósperas, tienen un significado
más amplio —en especial si se consideran los reveses sufridos por la
democracia en otras partes del mundo— . Como sucedió en la década
/1 'iintiHrnff oft'iJaJu

il< lo» sesenta trti» la Revolución cubana, lo» lornsiero» com enzaron
u p restar aten ció n una vez más a la» innovaciones |>olitica» que rm a
liaban ele A m erica I.atina, tales co m o lo» esquema» <lc translerencia
co n d icio n ad a d e electiv o — co m o Bolsa l amilla en Brasil u ( )portu
nidade» en M é x ico (ahora llam ado Prospera) y el "presupuesto par
ticip alivo prom ovido por m unicipios del sur de Brasil . Por otra
parte, A m érica Latina ofrece al m undo exterior lecciones sobre el po
pulism o y sus peligros. (,uun do los latinoam ericanos vieron a Trump,
m uchos lo en con traron extrañam ente familiar. (Quizás, en un giro
inesperado, hstad os U nidos finalm ente se unía al resto de America.
E ste lib ro es un inform e del progreso de este laboratorio de dem o­
cracia qu e es A m érica Latina, de la búsqueda de la región para alcan ­
zar el d ob le ob jetiv o de instituciones políticas efectivas y equitativas,
por un lado, y crecim iento económ ico sostenido y desarrollo, por el
otro. Es, ante lod o, un inform e basado en casi J5 años de observación
de la región. P ero tam bién es un intento por transm itir las complejas
realidades qu e a m enudo puede eludir el periodismo.
En la m edida en que los extranjeros tienen una visión de América
Latina, esta se halla fuertem ente influenciada por las desigualdades e
injusticias de la región y por las luchas idealizadas contra ellas. Esta
imagen m ental está poblada por guerrillas, revoluciones recónditas y
qu ijotescas, barones de la droga y m achism o político, todo ello sobre
el colorido trasfondo de una geografía im ponente, trajes pintorescos,
extran jeros codiciosos y miseria, (.orno lodos los clichés, esta ima
gen co ntiene una pizca de verdad. Sin em bargo, es anacrónica. En
m uchos países, aunque no en todos, la realidad latinoamericana ha
cam biado en lon n a sustancial. I loy en día, el típico latinoam ericano
(si tal persona existe) vive en una ciudad, tiene acceso a servicios bá
sicos y a m ucha más inform ación sobre el mundo ele !a que tuvieron
sus padres. A pesar de las muchas necesidades y problemas, puede
aspirar al progreso m aterial, puede votar librem ente y, a través de
una sen e de grupos de la sociedad civil, puede mlluir en las polít.cas
públicas.
Tanto la izqu.crda com o la derecha en Europa y Estados Unidos
han tendido a tratar a la región con condescendencia. Eos tzqu.crdis
. . . i leí m undo rico, m ientra* disfrutaban de las libertades y la prospe
EJ cununmie tdruLsd*^________ ______ _______

nd»d de la democracia cap.t-l.st.. veneraban irrcsponsablcmotte el


desalío a l-sudos Unidos por parte de Castro y Chávez. suponíanlo
que-los hombres tuertes - d .z q u c socialistas y b e n é v o lo s - represen
taban una solución digna para lo que consideraban la corrupción y
pobreza del capital.smo en el resto de Lattnoaménca. Por otro lado,
algunos "neoliberales’ no captaron que los hstados pequeños y de
!„lcs en America Launa eran una fórmula no solo para mantener la
extrema desigualdad, sino también para generar una distopía hol.
liesuna de violencia criminal. Los conservadores a menudo parecía;
creer que los latinoamericanos eran un grupo pobre, desorganizad,
y togoso, demasiado inmaduro para la democracia y que necesitaban
el gobierno firme de un hombre fuerte capitalista, un P in och a o un
Fujimori. Por su parte, la evidencia demuestra que la mayoría de lm
latinoamericanos quiere lo mismo que la mayoría de la gente en Otro;
lugares: libertad, seguridad, un gobierno limpio y efectivo, asistencu
social y un capitalismo vigoroso que- cree empleos, oportunidad^ y
prosperidad. Id propósito de este libro es mostrar por qué esta com
binación engañosamente simple ha resultado ser tan esquiva en la
regirá, pero también por qué para algunos países de América Latín;
está más cerca hoy que en ningún otro momento de su historia.
El argumento principal de la primera edición de este libro, pu
blicado en 2007, era que por primera vez en la historia de América
Latina, las democracias masivas — genuinas y duraderas— se habían
contenido en la norma en la región. Esto tiene consecuencias de lar­
go alcance. En algunos países, el proceso es turbulento y caótico
la democracia todavía puede ser revenida. Pero, en mi opinión, en
muchos otros la democracia se ha consolidado o está a punto de ha
cerlo. Dicho eso, la democracia latinoamericana siempre tendrá algo
ñas características propias, así como la democracia francesa o italiar
dificre de la de Gran Bretaña o la de Estados Unidos. Pero, aun asi
sera democracia. El subtitulo de la primera edición - L a lucha por
el alma de América L a tin a -, se refería a la competencia entre el po
pultsmo y la reforma. Aunque ambas tendencias políticas han suIriJo
reveses, considero que el reformismo ha ganado claramente la batalla
intelectual.
U i rmltiirnif uU'uUJn

Sm embargo, min pueden sai.r mal muchas coaos. La hitiona de


Latinoamérica desde la Independencia ha oscilado entre la esperanza
y lu desesperación, el progreso y la reacción, la estabilidad y el desor­
den, la dictadura y la libertad. Cuando Stefan Zweig, un escritor aus
tríaco exputriado que huyó del nazismo al Brasil, declaró encantado
que su nuevo hogar era una tierra del luiuro^ no pasó mucho tiem­
po antes de que el humor popular le añadiera un amargo corolario:
y siempre lo será .’3Incluso en la visión más optimista, es probable
que varios países permanezcan atrapados en un circulo vicioso de
pobreza, populismo e inestabilidad. Los próximos años serán más de­
safiantes para la región que la ultima década, y el clima internacional
es ahora menos favorable a la democracia y al desarrollo. Sin embar
go, la democracia está arraigando cada vez más en la región y algunas
naciones latinoamericanas están muy cerca de alcanzar el estatus de
países desarrollados en los próximos años, con ingresos cercanos a
los del sur de Europa en la década de los setenta. Para la región, en
conjunto, el reto es escapar de lo que algunos economistas llaman “la
trampa del ingreso medio".

Una y muchas Américas L atinas


Antes de continuar, es necesaria otra definición. ¿A qué se refiere
uno cuando habla de “América Latina"? El término en si es una in­
vención relativamente reciente y está lleno de dificultades. I ue po
pula rizado por losé Muría Torres Caicedo. un escritor colombiano,
en 1856.” Rápidamente lo adoptaron los propagandistas Irancesev
siempre conscientes del poder anglosajón y dispuestos a reivindicar
la intluencia de su país en la “otra América" luna afirmación que
Napoleón III Bonapartc llevo más allá de la prudencia con su tragi
co intento de instalar a Maximiliano, un principe I labsburgo. como
emperador de M éxico). Por desgracia, ese concepto es vago geográli
cumente Perdonen mi uso indebido de la palabra en el ululo J e este
libro América Launa no es un continente Evidentemente, tnduve
a America del Sur y Central, per.. I- mayor parte de Mex.cc. se en
c e n tr a en America del Norte (los gcogrulos suelen cim a, la d.v.ston
xulHon.mental en el .simo de lehuan.epec l N ?que I—
Ü i mímenle o'W a f _ _ __ ...

be? Cuba. República Dominicana y Haití claram ente ion suyos. Pero
Puerto Rico Ha « d o parte de Estados Unidos desde la G uerra Hispa
no-Estadounidense de 1898. Y el Caribe de habla inglesa (junto con
Beticc y Guvanal. aunque incluido con América Latina en muchos or
ganismos internacionales y compartiendo algunos de sus problemas
(por ejemplo, el narcotráfico), constituye una subregión diferente En
el continente, la Guayana Francesa es un departamento de Francia
Surinam. una antigua colonia holandesa, es independiente, pero está
separado de las otras repúblicas por su lengua. El idioma tampoco es
un criterio definitono: aunque el español es el idioma oficial de die­
ciocho repúblicas repartidas por América Central, America del Sur
y el Caribe, en Brasil se habla portugués. En Haití. Guayana France
sa. Guadalupe y Martinica, como en Quebec y New Brunswick er.
Canadá, se habla francés, y holandés en algunas islas del Caribe al
igual que en Surinam. Además, una serie de lenguas indígenas siguí
«endo importante, cada una de ellas hablada por varios millonea de
personas. Incluyen el quechua en los países del antiguo Imperio inca
(Perú. Bolivia y Ecuador, donde se llama quichual: el aunara, que se
habla ampliamente en Bolivia y en la costa peruana del lago Titicac
el guaraní, que es la lengua franca de los paraguayos, hablada en cas i
incluso por miembros de la élite del país, y la variedad de idioma-
mayas de Guatemala y partes del sur de México. En total. M éxico ne­
ne más de cincuenta lenguas indígenas actualmente en uso. incluido
el náhuatl, la lengua de los aztecas
Para los propósitos de este libro, usaré “América Latina* para re-
íenrme a los países de habla hispana y Brasil (y solo ocasionalmente J
Haití'- Pero incluso en ese universo más restringido existen diferer
cías obvias Los problemas de Haití se asemejan más a los de Atrica
de donde la mayoría de sus habitantes llegó originalmente en cor
tra de su voluntad— que a los de ('.hile, un país europeizado, cuvo
ingreso per espita e* seis veces mavor Brasil es una nación de escala
continental: El Salvador es del tamaño de Gales o Massachusctt*
eni y México fueron hogar de sofisticadas civilizaciones antiguas
Brasil y Argentina ion paites “nuevos*
lal diversidad da al traite con algunas generalizaciones casualo
-atinoamírtcai e u i legx de ler un monolito pero esta construida
EJ a m im n ic tUvuLAu P

con m uchos materiales comunes. Las antiguas colonias españolas y


portuguesas de América Latina comparten más que un rincón del
mundo. Tienen una experiencia compartida del colonialismo ibérico
y del catolicism o, idiomas semejantes y — con muchas variaciones—
identidades étnicas similares. D e hecho, un temprano y sistemático
colonialism o — acompañado del colapso de las civilizaciones ante­
riores— y una precoz independencia distinguen a América Latina
de otras regiones del mundo en desarrollo.” Com o ya se señaló, ese
legado ha implicado otra característica compartida: la profunda des­
igualdad en la distribución del ingreso, la riqueza y (hasta hace poco,
al menos) la influencia política. Muchos de los países más grandes,
aunque no todos, tienen una geografía desafiante. Una de las dife­
rencias más impresionantes en América Latina, com o en otras partes
del mundo, es la existente entre los pueblos costeros y los de m on­
taña, independientem ente del país. Los costeños tienden a ser más
abiertos, de mentalidad comercial y racialmcnte mulatos, mientras
los habitantes de las montañas son más conservadores e indígenas.
Esta similitud ha llevado a Sergio Ramírez, un escritor y político n i­
caragüense. a describir a Brasil com o un “país caribeño’ a pesar de
que su litoral no lo es.”
Pero todos los latinoamericanos comparten, en mayor o menor
medida, algunas actitudes sociales y una cultura común. Muchos de
los que pueden permitirse el lujo, trabajan para vivir en lugar de vivir
para trabajar. Muchas de las observaciones de O ctavio Paz sobre el
lugar central que ocupa la fiesta en la vida mexicana se aplican a toda
la región y, de la mano con la fiesta, está la importancia de la música y
el b a ile .* A pesar de su habilidad en el fútbol, un deporte de equipo,
los latinoamericanos están divididos entre impulsos gregarios y anár
quices. A lo largo de la región, la familia funciona a la vez com o un
poderoso baluarte de la estabilidad social y com o una red económica
Hasta hace poco, había una llamativa ausencia en la región de esos
grupos cívicos voluntarios que Alexis de Tocqucvillc tanto admiraba
en Estados Unidos. Las encuestas muestran regularmente que los la
Ónoameru.inn. se destacan en relación con el resto del mundo por
tus bajos niveles «le confianza interpersonal, lo cual probablemente
e* producto de la debilidad del Estado de derecho
l-J uuMnSHtr r lv k liJ "
M

1.a música PoP brasileña V las rancheras mexicanas. |umo ,


las lelcnovelas J e ambos pa.scs. son populares en toda la regí,
También lo son las novelas de Ciaran Marque/ (un colombiano q.
vivió principalmente en México y Cuba) y Mario y j r ^ b '
peruano que vive en España). Los poemas de amor del chileno Fab,
Ncruda han sido recitados por varias generaciones de adolescente
en toda América Latina. También ha habido otras maneras compar
tidas de pensar. De los jesuítas y la escolástica al liberalismo y pos:
tivismo, corporativismo y marxismo — y de nuevo al liberalismo—
los países latinoamericanos se han inspirado en las mismas filosofía-
políticas europeas y con frecuencia las han adaptado a las condicio­
nes del Nuevo Mundo de manera similar.' En términos generales
sus historias económicas y políticas desde la Independencia han sido
similares. No es coincidencia que a veces los eventos hayan ocurrido
sorprendentemente sincronizados en toda la región. Aparte de Cuba
y República Dominicana, todos los países latinoamericanos obtuvie­
ron su independencia entre 1810 y 1830. Una vez independizadas las
repúblicas latinoamericanas a menudo se han copiado entre sí. Así.
seis repúblicas suramericanas completaron la abolición de la esclavi­
tud entre 1851 y 1854, y cinco expulsaron a los jesuítas entre ,1845
y 1859“ Ha habido varias oleadas hacia y desde el autofittrisrr.
A raíz del colapso de W'all Street en 1929 y la consiguiente deprestór.
cconómica mundial, no menos de dieciséis países sufrieron golpes
militares o autoritarias tomas del poder de otros cipos. Asígnismo
tampoco fue una coincidencia que la democratización y la reforma
económica liberal en las décadas de los ochenta y los noventa se cor.
virtieran en una ola regional.
De hecho, algunos escritores han argumentado que l*s a É * litu ¿ c -
J ¡ ¡ * los paisa latinoamericanos son tan grandes — y ta n co o su ic
*** ** M,s «" P«nes del m undo-, U ramón
«nsutuye una dvüizacióu .pane. Samuel Hunnngton. un p é b S Z
conservador estadounidense, es el mas notorio defensor J Z 1 »
to de vista Sostiene que 'Arrwr»-. i ____ __ ‘ * ^ e pur.
q u e la d ife re n c ia d e O tx v fe n te [ ] u n * 'd a u id o d d is id n u

« ir lo a
I l.rm lm rnl, tén lajn H

occidental I'.n si, eso distingue a América Launa ilc oirás regiones
en desarrollo Las culturas de América Latina son una mezcla única
de elem entos europeos, indigenus y al rít anos. Pero no hay natía en
el registro historien que sugiera que América Latina sea intrínseca
m ente incapaz de seguir a Europa y Estados Unidos por el sendero
de la dem ocracia y el capitalismo, aunque ambos tuviesen un carác­
ter diferente, latinoam ericano. Alain Kouquié. un politólogo trances
y exdiplom ático, parece dar en el clavo cuando describe a América
Latina a rm o el “extrem o occidente o lejano oeste",*1su Irontera más
desaliante para la democracia y el desarrollo.

También podría gustarte